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El Auge del “Estado de Competencia” El Keynesianismo, el Monetarismo y la Crisis Fiscal del Estado

Omar José Hassaan Fariñas

El Auge del Estado de Competencia

El Auge del “Estado de Competencia” El Keynesianismo, el Monetarismo y la Crisis Fiscal del Estado Resumen Este documento busca analizar la validez de la tesis que considera que el Estado-Nación se está desvaneciendo producto de ser remplazado por formas más “eficientes” de regulación económica: el mercado global. Utilizando hechos históricos como la Gran Depresión de la década de 1930, el keynesianismo, la crisis fiscal del Estado de la década de 1970 y el auge del monetarismo neoclásico durante las tres últimas décadas del Siglo XX, indicaremos que en vez de considerar que el Estado-Nación se está “marchitando”, en realidad solo sufrió una transformación desde un Estado keynesiano a lo que podemos denominar un Estado de Competencia, en concordancia con una nueva ortodoxia económica que surge en la década de 1970 en los países occidentales relacionada con la “contra-revolución” monetarista, pero que popularmente se denomina el “neoliberalismo”.

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El Keynesianismo, el Monetarismo y la Crisis Fiscal del Estado

Introducción1 Existe un consenso entre los académicos de todas las tendencias en relación a lo tan extenso e intrincado que ha sido el proceso de globalización de la economía mundial y el nivel de transnacionalización sin precedentes del comercio internacional que vivimos hoy en día, específicamente con la alta movilidad de los capitales, bienes y servicios que caracterizan nuestros tiempos. Hasta el orden liberal internacional de la Libra Esterlina, basado en la ciudad de Londres a finales del siglo XIX e inicio del XX, es una mera sombra en comparación con los procesos de transnacionalización y de acumulación de capital en la actualidad del Siglo XXI. No queda duda laguna que la transnacionalización de la producción y las “haute finance” han cambiado dramáticamente las nociones convencionales que poseían los analistas internacionales sobre la naturaleza del Estado-Nación, los deberes y obligaciones del mismo en relación a sus ciudadanos y su rol en una economía globalizada. Los cambios en la naturaleza del Estado surgen indudablemente del proceso globalizador, su economía sin fronteras y las circulaciones financieras internacionales, libres de restricciones y limitaciones, tanto de espacio como de tiempo. Existen quienes alegan que con la globalización de la producción y las finanzas sin precedentes, el Estado como ente regulador y actor económico supuestamente se está marchitando y desvaneciendo, siendo reemplazado por formas más eficientes y organizadas de regulación económica: el mercado global. Este mecanismo que ha sido caracterizado como perfectamente “eficiente”, se encuentra en el proceso de suplantar las influencias distorsionadoras y corruptoras del Estado en el proceso de asignación de recursos, desplazando la “intervención” estatal a favor de mecanismos que surgen de su propia lógica. Como consecuencia lógica de una economía globalizada, un sistema financiero “desencadenado” (desregulado) y unas fuerzas transnacionales liberadas del “yugo” de las fronteras nacionales, surgen nuevas 1

El actual ensayo fue escrito en el 2002 como una “pre-Tesis” para el programa de Maestría en Relaciones Internacionales de la Universidad de Sussex, en Inglaterra. Es de notar que el trabajo fue escrito en inglés, y la traducción al castellano fue elaborada (en el 2013) por el mismo autor del trabajo. Los coordinadores del programa de Relaciones Internacionales le “sugirieron” a los participantes descartar el uso de terminologías y expresiones “marxistas” para todos los trabajos sometidos, y aunque el actual trabajo toma una postura crítica del capitalismo (con énfasis en la “l'école de la régulation” (La Escuela de Regulación) y los trabajos de David Harvey, Simon Clarke, el propio inventor de la frase “el Estado de Competencia” – Philip Cerny, y Ronen Palan – este último el tutor de las tesis presentadas en la Universidad de Sussex por quien suscribe), el mismo supuestamente trata de evadir el uso de expresiones y terminologías específicamente marxistas. En retrospectiva, el traductor del trabajo actual (en el 2013) considera que el autor (en el 2002) fracasó en ocultar completamente la postura crítica y el uso de los conceptos marxistas. Se debe señalar que el actual trabajo no fue presentado como un análisis de economía política sino de teorías del Estado, lo que de todas maneras constituye dos aspectos inseparables del estudio de la economía y la sociedad en la actualidad académica. Nota del Traductor – 2013. 3

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políticas como la reducción del gasto social, la privatización de los bienes y servicios esenciales, la “regulación” de las fuerzas laborales, la reducción de los salarios reales y la tolerancia de los altos niveles de desempleo. Estas políticas recién señaladas han sido identificadas con un “Estado impotente”, bajo la famosa tesis del “end of the nation-state” (el fin del Estado-Nación, o el desvanecimiento del Estado).2 El politólogo argentino Atilio Boron articula con mayor precisión la tesis antes señalada: A nivel conceptual, la ciencia política, ya en la década de los ochenta (del Siglo XX), adoptó la categoría de régimen político para el estudio de las “transiciones democráticas”, haciendo a un lado al Estado, las fuerzas políticas y la lucha de clases. El imperialismo fue concebido, por los diversos exponentes del “posmarxismo”, como una perniciosa deriva del nacionalismo, pero como según ellos ahora los Estados-nación están en un irreversible curso de desaparición, el imperio se convierte en un espacio abierto en donde el imperialismo pierde su razón de ser. La antigua soberanía estatal, que se remonta a los tiempos de Maquiavelo, Hobbes y Bodino, se relocaliza rápidamente y se desplaza hacia grandes organizaciones supranacionales gubernamentales o privadas: La Unión Europea, el Banco Mundial, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, el Banco Central Europeo, el Fondo Monetario Internacional, las grandes empresas transnacionales, etc.3 Aunque el rol del Estado en la economía y en la sociedad ha cambiado dramáticamente, las declaraciones del discurso liberal tradicional sobre el “Estado marchitado” que acabamos de señalar son un poco exageradas. La conceptualización de un mercado global indiferenciado y una economía completamente “libre” y sin fronteras es meramente una dimensión de una realidad social y económica mucho más compleja y que incluye en todas sus instancias - tanto explicita como implícitamente – las estructuras del propio Estado nacional, a pesar de todos los discursos sobre el triunfo del Mercado sobre el Estado. En realidad, lo que efectivamente se ha marchitado en las últimas décadas del siglo XX y la primera del siglo XXI son las funciones “tradicionales” del Estado, si se contrastan con las funciones de esta misma entidad a lo largo de una gran parte del Siglo XX. Los acontecimientos históricos y las realidades económicas nos pueden afirmar – si se analizan de manera adecuada, como pretendemos realizar en este ensayo - que las nuevas 2

Ohmae, 1995 Boron, A. (2012) “América Latina en la Geopolítica del Imperialismo”. Caracas: Ministerio del Poder Popular para la Cultura. Obviamente, aunque el trabajo actual fue escrito en el 2002, la referencia antes señalada es del 2013, elementos que fue añadido al trabajo actual con el propósito de mejorar la lectura del mismo (nota del traductor). 4 3

El Keynesianismo, el Monetarismo y la Crisis Fiscal del Estado

funciones y tareas del Estado no implican necesariamente el “desvanecimiento” del mismo. A pesar de que el nuevo rol del Estado (la promoción de la competitividad nacional y la atracción de las inversiones extranjeras directas) ha puesto el mismo en contradicción con sus otras funciones tradicionales (suministrar políticas de bienestar social, controlar el desempleo), veremos en este ensayo como la economía globalizada a fin de siècle del Siglo XX y a comienzos del Siglo XXI no ha podido subsistir sin los Estado nacionales, pues los mismos constituyen el marco institucional, jurídico y regulatorio para el funcionamiento de los mercados globales. Más importante, al poseer ingresos y asumir la responsabilidad de suministrar “bienes públicos”, el Estado sigue siendo hasta los momentos – y en fuerte contradicción con las fantasías del laissez-faire tradicional del Siglo XIX - un actor económico indispensable para el funcionamiento del sistema global de acumulación, posiblemente el actor principal de dicho proceso. Lo que deseamos resaltar en este breve ensayo es la imposibilidad de exagerar la centralidad del Estado en el proceso de acumulación a escala global, a pesar de las múltiples transformaciones en sus prioridades y funciones que se han materializado a lo largo del Siglo XX e inicios del Siglo XXI. El Estado debe proveer “bienes públicos” (public goods)4, políticas fiscales y monetarias, territorialidad, monedas nacionales, mecanismos para corregir las fallas del mercado (market failures) u otros métodos de regulación jurídicoinstitucional relacionados con el proceso de acumulación. Sostenemos en el ensayo actual que los discursos sobre la supuesta "extinción del Estado" – tesis que insiste en que los Estados nacionales constituyen una mera etapa histórica a ser superada por la nueva economía globalizada – se equivocan producto de una yuxtaposición errónea entre las realidades económicas actuales por un lado y el modelo de Estado que surge después de la Gran Depresión de la década de 1930 y que se consolida en el periodo posguerra – lo que podemos denominar el “Estado Keynesiano” - por el otro. Pero no podemos ignorar que el supuesto “Estado Keynesiano” ha sido reemplazado por una “maquinaria estatal” altamente contradictoria – tanto ideológica como operativamente – que puede ser denominada como el “Estado de Competencia” (the Competition State). El Estado de Competencia posee sus orígenes en la llamada “crisis fiscal del Estado” de la década de 1970, la imposición del monetarismo (en una forma u otra) en los países occidentales y los países del Sur5, y la liberación de los mercados financieros globales. En vez de aplicar las 4 Los bienes públicos constituyen bienes que los individuos pueden consumir sin reducir la disponibilidad

de los mismos a otros individuos y de los cuales nadie puede ser excluido. Como ejemplo de dichos bienes, podemos señalar la defensa nacional o el alumbrado público, como igualmente ciertos componentes de la infraestructura física del Estado, etc. 5 Chile en el periodo de Pinochet fue emblemático de dichas transformaciones, con la llegada del equipo de economistas de la Universidad de Chicago, liderados por el famoso Milton Friedman, para 5

El Auge del Estado de Competencia

realidades económicas actuales al Estado Keynesiano, este ensayo propone comprender dichas realidades desde la óptica de la categoría analítica que acabamos de señalar – el Estado de Competencia. El actual ensayo posee el objetivo de refutar la supuesta idea de la “extinción del Estado”6, afirmando que muy lejos de desaparecer, el Estado-Nación sigue con sus funciones primordiales de resguardar el funcionamiento del sistema económico global. La razón por la cual escuchamos tanto sobre la supuesta “extinción” del Estado, es debido a las grandes transformaciones en la economía global que se materializaron en las últimas tres décadas del Siglo XX, y lo que a su vez impuso ciertos cambios dramáticos en el rol y las funciones del Estado. A criterio de quien suscribe, lo que está desvaneciendo no es el Estado-Nación en sí mismo, sino el “Estado Keynesiano”. Reemplazando este último, ha surgido en las últimas décadas un nuevo Estado que aunque asume nuevas tareas y prioridades, siempre mantiene (y mantendrá) el mismo objetivo macro de todas las otras formas de Estados que han existido: resguardar el funcionamiento del sistema de acumulación de capital. Para poder demostrar que el supuesto “desvanecimiento” del Estado es simplemente un proceso de transformación entre dos formas diferentes del mismo, necesitamos evaluar los “experimentar” con la economía chilena pos-allendista. Igualmente podemos ver la imposición de ciertos criterios del monetarismo y las recetas neoclásicas de la Escuela de Chicago en la Venezuela puntofijista de Carlos Andrés Pérez II (el Gran Viraje) y Rafael Caldera II (Agenda Venezuela). Nota del Traductor – 2013. 6 Aquí debemos señalar que no nos referimos a la concepción marxista del “withering away of the state” (marchitamiento del Estado). Engels nos señala en su obra “La Revolución de la Ciencia de Eugenio Dühring” que “en lugar del gobierno sobre personas, aparece la administración de cosas y la dirección de procesos de producción. El Estado no "se suprime", sino que se extingue”. La extinción del Estado en el sentido marxista se realiza con el triunfo del proletario en su revolución contra los dueños de los medios de producción. Pero en el sentido en el cual señalamos en este ensayo, la extinción del Estado es una tesis del liberalismo clásico (el liberalismo económico y no el político) y del conservadurismo libertario, que sueñan con la utopía de un capitalismo sin el Estado, como soñar un mundo electrónico y digital sin electricidad. La razón por dicha concepción es el deseo de dicho ideólogos de obtener una economía que remunere explícitamente solo a los dueños de los medios de producción, sin beneficios alguno para el resto de la sociedad, una profunda contradicción, ya que sin los trabajadores, no se pueden generar la riqueza para acumular, y sin el Estado, no se puede reprimir a los trabajadores cuando reclamen la explotación. Las posturas más radicales de la derecha conservadora sostienen un marcado “odio” hacia el Estado –producto de su rol como regulador económico, restándole de sus ganancias para mantener el mismo – un odio que demuestra la inmensa ignorancia sobre el funcionamiento del sistema socioeconómico que tanto defienden. Producto de este odio, y el surgimiento de la economía neoclásica en las últimas décadas del Siglo XX, la tesis de la extinción del Estado ha cobrado considerable fuerza en los discursos conservadores y neoliberales. Aun con esto, los verdaderos autores del resurgimiento de la economía neoclásica en el Siglo XX – los monetaristas – poseen una idea bien clara sobre la utilidad e importancia del Estado para el funcionamiento del capitalismo, tanto como regulador económico, actor político y brazo opresor a favor de los dueños de los medios de producción. 6

El Keynesianismo, el Monetarismo y la Crisis Fiscal del Estado

dos procesos macros que transformaron el Estado en el siglo XX. En este sentido, el actual ensayo evaluará brevemente el régimen de acumulación Fordista/Keynesiano, junto a su sistema “Bretton Woods”, lo que nos llevará a la primera forma de Estado que será evaluada: el “Estado Keynesiano”. Luego, evaluaremos la crisis de la década de 1970, lo que popularmente se denomina la “crisis fiscal del Estado” y el problemático fenómeno de la “estanflación”, asunto que acabó con la era keynesiana. Acto seguido, veremos como los monetaristas ofrecieron una explicación y una receta para solventar los dilemas de la inflación (pero nunca los dilemas del desempleo), aprovechándose de la coyuntura de la crisis señalada para desplazar el sistema keynesiano y “reinstaurar” el orden neoclásico que existía antes de la Gran Depresión, aplicando solo unos pocos cambios de forma para ajustarlo a las realidades del fin del Siglo XX. Finalmente, producto de lo que podemos denominar la “contra-revolución monetarista”, surge el tema principal del actual ensayo: el Estado de Competencia, heredero del ahora difunto Estado Keynesiano, al servicio de un régimen de acumulación flexible pos-fordista y pos-keynesiano que hoy en día conocemos popularmente como el “neoliberalismo”. El Estado Keynesiano Durante el boom estadounidense de la posguerra (II Guerra Mundial), se consolidó en ese país una configuración muy particular entre los dirigentes del Estado, el capital corporativo y el sindicalismo que tenía sus orígenes en las políticas keynesianas y el sistema “Fordista”7 de producción masiva. El boom de la posguerra fue una extensión de las políticas económicas estadounidenses de la década de 1930 (el “New Deal” Roosveltiano), a la vez de la economía de guerra de la década de 1940. El Fordismo como método de producción masiva se expandió en las industrias pesadas como la del acero, y se constituyó como un sistema de producción que requería la estandarización de los componentes a ser construidos en cadenas de producción – es decir, la simplificación metodológica del proceso productivo mediante la descomposición de tareas complejas en múltiples tareas simples (o 7

El Fordismo fue un sistema de producción masiva capitalista que surgió en Estados Unidos en las primeras décadas del Siglo XX, y aunque no fue quien lo invento, generalmente se le atribuye a los sistemas de producción en cadena de Henry Ford. Este sistema representaba potencialmente un nuevo sistema industrial-productivo que pudo racionalizar la producción y reducir ciertos dilemas del capitalismo (especialmente su naturaleza propensa a las crisis). El Fordismo, mediante la racionalización de la producción y subordinando las actividades extrínsecas a la producción directa, facilitó la venta de los productos producidos en masivas cantidades, reduciendo el costo de la unidad y haciéndolos accesibles a la mayoría de la sociedad De esta manera, los trabajadores obtuvieron la capacidad de adquirir los productos que ellos mismos producen con un "alto" salario (es decir, un salario que sea suficientemente alto como para poder gastarlo en los productos elaborados en los sistemas de producción en cadena). Se convirtió en el modelo paradigmático para la organización del capitalismo durante las primera seis décadas del siglo XX. 7

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mundanas), con el uso de herramientas especializadas pero con mano de obra no calificada o de poca preparación. El modo de producción masivo del Fordismo se pudo estandarizar y universalizar debido al rápido desarrollo del capitalismo agrícola norteamericano, así como la entrada de nuevas reservas de minerales, carbón y petróleo desde los países del Sur, lo que significaba que el suministro de combustible y materias primas seguía el ritmo de la creciente capacidad y velocidad del proceso productivo Fordista. Este modo de producción fue combinado con las políticas económicas que surgen luego de la Gran Depresión de la década de 1930 en Estados Unidos y la Europa Occidental, denominadas generalmente como políticas “keynesianas”, desarrolladas en base a las teorías económicas del economista británico John Maynard Keynes, quien propuso una serie de políticas para salir de la Gran Depresión y recuperar el crecimiento. Keynes consideraba que ciertas acciones por parte del sector privado arrojaban resultados macroeconómicos contraproducentes, los cuales deberían ser ajustados mediante la intervención activa del sector público tanto con políticas monetarias (que surgen de los bancos centrales) y políticas fiscales (del gobierno propio), y de esta manera poder darle estabilidad a los ciclos de la economía capitalista. Keynes consideraba que una política económica activa por parte del Estado es necesaria para evitar los ciclos económicos, o los famosos “booms and busts”8. En vez de poner todo el énfasis en la necesidad de “balancear” el presupuesto público (eliminación del déficit), Keynes abogó por la aplicación de políticas fiscales contra-cíclicas (counter-cyclical keynesian fiscal policies), es decir, políticas que actúen en función contraria al comportamiento del ciclo económico. De esta manera, se arroja un déficit fiscal9 cuando la economía de un país sufre una recesión o cuando la recuperación se retrasa y el desempleo es persistentemente alto, para luego aplicar la supresión de la inflación en tiempos de bonanza o de auge económico reduciendo el gasto público, ya sea por vía de elevar los impuestos o por vía del recorte presupuestario. Keynes insistía en que los gobiernos deben 8

Esta expresión literalmente significa: auge y caída o colapso. En este sentido, se refiere a los ciclos económicos con sus fluctuaciones del PIB de acuerdo a periodos de expansión en la actividad económica seguidas por periodos de contracción y recesión económica. Mientras que la escuela clásica (luego neoclásica) considera que los “busts” (las caídas o las crisis cíclicas del capitalismo) son producidas por factores “exógenos” (como por ejemplo la intervención del Estado en la economía, la intervención de los sindicatos en la “regulación” del mercado del costo de la fuerza laboral, desastres naturales, alzas sorpresivas de precios en los mercados energéticos, etc.), las escuelas marxistas y keynesianas consideran que las razones son completamente endógenas del sistema capitalista (es decir, forma parte intrínsecamente estructural del modelo económico propio, aunque los marxistas y los keynesianos difieren sobre cuáles son estos factores internos). 9 Arrojar un déficit fiscal implica una situación en la cual los gastos realizados por el Estado superan a los ingresos no financieros en un determinado período 8

El Keynesianismo, el Monetarismo y la Crisis Fiscal del Estado

resolver (o intervenir en) los problemas económicos de corto plazo, en lugar de esperar a que las “fuerzas del mercado” se “auto-ajusten” a largo plazo, declarando con su ahora célebre frase que "en el largo plazo, todos estaremos muertos”.10 El concepto fundamental de la política keynesiana era que el gasto público debe elevar el Producto Interno Bruto (PIB), lo cual a su vez incrementaría los ahorros y por ende la inversión. Igualmente, la inversión pública en los “bienes públicos” que no son suministrados por el sector que solo busca ganancias (el sector privado) fomentaría el crecimiento del sector mismo. Es decir, el gasto público en asuntos tales como la investigación científica, la salud pública, la educación y la infraestructura podría estimular el crecimiento a largo plazo tanto del sector privado como de la economía en general.11 Las exigencias de la guerra y la rápida expansión de la tecnología industrial durante el periodo señalado y en el periodo posguerra condujeron a un crecimiento enorme en la producción industrial y el rol del Estado en el proceso de industrialización, específicamente en Estados Unidos. Las nuevas inmensas capacidades de estas industrias no causaron un exceso de producción, sino que generaron un consumo a escala masiva.12 El modo fordista de producción masiva y las políticas keynesianas desarrolladas durante el “New Deal”13 del Presidente estadounidenses Franklin Delano Roosevelt, fueron exportados exitosamente a los países europeos (específicamente los de la OTAN) mediante el “Plan Marshall” de la

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Keynes, 2010. Ibíd. 12 Clarke, 1988 13 El New Deal (Nuevo Trato) fue una serie de reformas socioeconómicas – entre 1933 y 1936 - aplicadas por el Presidente estadounidense Franklin Delano Roosevelt con la finalidad de dar respuesta a la Gran Depresión de la década de los 1930. Las políticas aplicadas tenían un claro contenido keynesiano, reemplazando las políticas macroeconómicas neoclásicas por un intervencionismo estatal que logró crear lo que los estadounidenses llamaron el “Golden Age of Capitalism” (la Era Dorada del Capitalismo) de la economía de ese país: la prosperidad del periodo pos-guerra (1950-1973). El programa incluyó una serie de ayudas económicas a sectores estratégicos de la economía estadounidense, seguida por la promoción y fortalecimiento de los sindicatos (Wagner Act), la creación del “Works Projects Administration” para combatir el desempleo (esta organización transformó al gobierno federal en el empleador más grande de la economía estadounidense), la Ley de Seguros Sociales y la “Federal Emergency Relief Administration” (Administración Federal de Ayuda de Emergencia) para ayudar a los desempleados y la “Fair Labour Standards Act 1938” (Ley Federal de Estándares Justos de Trabajo de 1938) que reguló el trabajo e impuso restricciones a la explotación de la mano de obra por parte de los dueños de los medios de producción. Pero el elemento más importante que caracteriza el keynesianismo y que fue eliminado con el auge de las políticas monetaristas en la década de 1990 fue la “Glass–Steagall Act” (Ley de Bancos de 1933) que regulaba la actividad bancaria e impuso restricciones al movimiento libre de capital dentro y fuera del país (a la vez de limitar las interacciones entre bancos comerciales y las empresas de valores. Es interesante notar que la suspensión formal de la Ley Glass-Steagall en 1999 fue uno de las causas de la crisis económica global de finales de la primera década del siglo XXI. Nota del traductor - 2013). 9 11

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posguerra, que impuso los criterios del New Deal en los países aliados durante el periodo de reconstrucción. Este modo de producción keynesiano-fordista se institucionalizó como un modelo universal con el advenimiento del sistema de posguerra de Bretton Woods. El Plan Marshall fue, junto a Bretton Woods, parte del proceso de “internacionalización” del keynesianismo y el Fordismo en la era posguerra: El programa (el Plan Marshall) tuvo como objetivo de largo plazo estimular el flujo de las inversiones privadas de Estados Unidos a Europa, para asegurar la integración de Europa a una economía atlántica y elevar los niveles de productividad europea para superar el desequilibrio en el desarrollo de las fuerzas productivas que constituía la barrera principal para la recuperación de la acumulación a escala mundial. Sin embargo, el Plan Marshall fue mucho más que un programa económico. Fue el eje central de una estrategia para asegurar la reconstrucción social y política de Europa en torno al modelo estadounidense, proporcionando un ambiente económico expansivo que impulse relaciones industriales colaborativas y los métodos de producción masiva norteamericanas, a la vez de lanzar una ofensiva política contra la izquierda – específicamente contra los sindicatos – y apoyar los regímenes políticos de la derecha en Europa.14 El sistema económico de la posguerra se fundamentó en la creación de un conjunto de instituciones y estrategias que aporten todos los elementos esenciales del proceso productivo – Capital, Trabajo y el Estado – todos coordinados bajo un “paraguas” de principios hegemónicos. Estas instituciones y estrategias buscaban reducir las contradicciones inherentes del sistema capitalista, permitir su regulación y afianzar el proceso de acumulación. Por lo tanto, es importante visualizar el sistema fordista / keynesiano no como un simple sistema de acumulación, sino como una forma completa de vida – una cosmovisión que somete la economía, la política, el trabajo y la cultura a la lógica del modo de producción señalado. No era simplemente un conjunto de cambios técnicos, pues las exigencias de este nuevo modo de producción requerían cambios estructurales en todos los niveles de vida en los países occidentales. Se le otorgó una prioridad a la creación de una cultura de consumo masivo (consumismo), que pueda absorber el resultado de la producción masiva Fordista. Del mismo modo, los cambios en la naturaleza del trabajo dictaban a su vez un nuevo sistema de educación y formación, como también un nuevo sistema de inversiones a largo plazo que aporten capitales al proceso de re-construcción de la posguerra, siempre dentro de los límites del control estatal.15

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Clarke, 1988 De Angelis, 2000.

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El Keynesianismo, el Monetarismo y la Crisis Fiscal del Estado

Tradicionalmente, la producción en masa exige grandes inversiones fijas (fixed investments), que a su vez tienen que ser “protegidas” mediante varios mecanismos, entre ellos la intensificación del trabajo.16 La implementación del Fordismo y la economía keynesiana durante el boom de la posguerra en todos los países occidentales generó tasas estables de crecimiento y bajos niveles de desempleo a través de un triunvirato que incluía el poder capitalista internacionalizado, los sindicatos y el Estado. La “intensificación” y la “sistematización” del trabajo fueron reguladas a través de un sistema de relaciones industriales que incluía la negociación a nivel de la planta (plant-level bargaining), como igualmente negociaciones a nivel de federaciones sindicales en coordinación con el Estado. La extensión de dichas negociaciones al nivel del taller (shop-floor level), aseguró durante el periodo de la II Guerra Mundial que la energía colectiva de las organizaciones sindicales se dirigiera principalmente hacia, y no en contra, del esfuerzo de consolidar una economía de guerra. Los dueños de los medios de producción buscaban mantener la continuidad de la producción con el fin de evitar conflictos laborales. Los cambios tecnológicos exigen un alto grado de adaptabilidad por parte de los trabajadores, y los que se resistieron al nuevo modo de producción fueron considerados elementos “radicales” que deben ser excluidos del sistema. Los movimientos obreros radicales (marxistas o trotskistas) fueron puestos bajo una disciplina jurídica y coercitiva por parte del Estado: La “Labor Management Relations Act of 1947” (ley Taft-Hartley), denominada por los movimientos obreros estadounidenses como la “Ley del Trabajo Esclavizado”, impuso severas restricciones sobre las organizaciones sindicales y los derechos laborales, a la vez de poseer cláusulas que excluyen a cualquier sector “radical” del movimiento laboral y que efectivamente fue identificado como “comunista”. Las medidas de represión no fueron exclusivas del Estado: los dueños de los medios de producción17 aplicaban hasta ejércitos mercenarios para romper huelgas y destruir sindicatos. A la vez, el keynesianismo incluía ciertas concesiones y beneficios socioeconómicos para quienes aceptaban la disciplina del capital, todo con el fin de mantener la rentabilidad de la inversión para los dueños de los medios de producción.18 A la vez, el Estado impulsó legislaciones y políticas para incentivar a los dueños del capital a que se dediquen a realizar inversiones fijas de largo plazo en vez de las inversiones de corto 16

La intensificación del trabajo (disciplina laboral para maximizar el rendimiento de la fuerza obrera) ayuda a acelerar el “return” (rendimiento o rentabilidad) sobre las inversiones fijas y de largo plazo. 17 Nos referimos aquí a los “unión-busters”, los esquiroles o carneros que organizan y financian los dueños de los medios de producción para romper huelgas o impedir la formación de sindicatos, actividades que son utilizadas frecuentemente en Estados Unidos hasta los momentos. 18 Harvey, 1990. 11

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plazo, asunto que fue necesario para poder impulsar la expansión del proceso de industrialización. En el Estado Keynesiano, una economía cerrada y homogeneizada fue esencial para la idea de subordinar tanto las fuerzas del mercado como las organizaciones sindicales a los objetivos de la acumulación de capital en el marco de una “relativa” armonía social19. El mismo funcionó con el siguiente criterio: …el brazo político de la nación o la comunidad se traduce en la práctica que el Estado tenía la responsabilidad de fomentar el bienestar y la cohesión de su población a través de impuestos distributivos, la educación universal, la seguridad social y física, y la salud... El Estado... también tenía el derecho y el deber de controlar y subordinar las fuerzas del mercado para el beneficio de la nación.20 De esta manera, se constituyó un sistema de consenso que generalmente se denominaba el “consenso keynesiano”.21 El señalado consenso, o alternativamente el “liberalismo empotrado” (embedded liberalism)22 fue un compromiso entre dos objetivos deseables – para los sectores económicos y los gerentes de los Estados nacionales - pero a la vez contradictorios. El primer objetivo fue revivir el libre comercio del Siglo XIX.23 El segundo objetivo era dotar los gobiernos nacionales con la capacidad de intervenir en sus economías con la finalidad de “corregir las fallas del mercado” y a la vez obtener los recursos que son necesarios para financiar los programas de bienestar social y mantener el pleno empleo, ambos elementos que reducen los conflictos sociales que surgen del proceso de acumulación. Este segundo objetivo fue percibido como “incompatible” - por parte de los economistas neoclásicos - con el sistema de libre comercio internacional y libre movilidad del capital del siglo XIX, ya que los dueños de los medios de producción – bajo el esquema del libre comercio – deberían disfrutar de una “libertad” absoluta para movilizar sus capitales lejos de cualquier sistema económico nacional que intervenga en la economía o “distorsione” el mercado laboral mediante ayudas, subsidios, políticas de bienestar social o la promoción

19 Aunque los conflictos laborales, los paros, las huelgas u otras formas de lucha de clase se manifestaron

frecuentemente en el periodo keynesiano en los países occidentales, nunca se presenciaron con la intensidad y la violencia que demostrarían durante el Thatcherismo y el periodo de Reaganomía. 20 Palan, 1999 21 Harvey, 1990 22 Ibíd. 23 Antes de la Primera Guerra Mundial, el comercio internacional formaba una gran parte del PIB global (lo que se puede denominar como la “primera era de globalización” (1870-1914), aunque podemos argumentar que la globalización inició siglos antes), pero este mismo orden clásico liberal colapsó producto de la guerra mundial antes señalada y la Gran Depresión de la década de 1930. 12

El Keynesianismo, el Monetarismo y la Crisis Fiscal del Estado

del sindicalismo y los derechos de los trabajadores (aun cuando dichos derechos reciban su mínima expresión).24 Aun con estas “incompatibilidades”, el sistema keynesiano procedió en Estado Unidos durante la década de 1930, enfocándose en la recuperación económica y la lucha contra el desempleo, los dos elementos más importantes de la Gran Depresión. El esfuerzo fundamental keynesiano para la lucha contra el desempleo fue el gasto público. Keynes abogó por el uso de "estabilizadores automáticos" para contrarrestar la inestabilidad en la economía. El keynesianismo sostiene que los impuestos progresivos25 sobre la renta y el sistema de bienestar social pueden contrarrestar las variaciones en la demanda agregada.26 Las dos medidas antes señaladas ayudan a transferir parte de la riqueza desde los hogares y comercios de mayores ingresos y hacia los hogares y comercios de menores ingresos27. Dado que los hogares con ingresos superiores pueden ahorrar más de sus ingresos mientras que los hogares de bajos ingresos consumen más de los mismos, estas prácticas ayudan a mantener el ahorro agregado (público y privado) en bajos niveles y el consumo agregado en altos niveles28. Pero Keynes creía que aunque estas medidas pueden reducir la inestabilidad de los mercados, no podían eliminar la misma por completo, por lo tanto, el gobierno debe desempeñar un papel activo en la estabilización de los mercados (estabilización

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Duménil & Levy, 2001 Impuestos que incrementan de acuerdo a los ingresos del individuo o de la empresa en cuestión: a medida que crece la capacidad económica de los sujetos, crece el porcentaje de su riqueza que el Estado exige en forma de impuestos. Los impuestos progresivos fueron y siguen siendo (en el periodo de Obama) uno de los temas más controversiales de la economía política estadounidense, con los sectores más conservadores insistiendo en un “flat tax”, impuestos únicos para todos, asunto que beneficia las clases más adineradas de la sociedad. Nota del Traductor, 2013. 26 Es la suma del gasto en bienes y servicios que los consumidores, las empresas y el Estado están dispuestos a comprar a un determinado nivel de precios y depende tanto de la política monetaria y fiscal, así como de otros factores. Fuente: Wikipedia, extraído de la página electrónica http://es.wikipedia.org/wiki/Demanda_agregada 27 Como nos podemos imaginar, esta medida - calificada por los economistas conservadores como un “socialismo descarado” - fue una de las razones por la cual el monetarismo luchó exitosamente contra el keynesianismo en la década de 1970. 28 El keynesianismo consideraba el ahorro excesivo (excessive saving) como novicio para la economía, al mantener una parte del dinero fuera de la circulación de la misma. En vez, era esencial que los ahorros circulen y formen parte de un proceso constante de inversiones en la economía. El ahorro excesivo corresponde a una acumulación no deseada de inventarios, o lo que los economistas clásicos denomina una “saturación general”. Esta acumulación de bienes y materiales causa una reducción tanto en la producción como en el empleo por parte de las empresas. Esto a su vez reduce los ingresos de los trabajadores, lo que por ende causa de manera cíclica el ahorro excesivo y las recesiones en las economías nacionales. 13 25

El Auge del Estado de Competencia

macroeconómica). El keynesianismo fue una expresión de la esperanza de resolver las contradicciones inherentes al sistema capitalista a través del aumento salarial y el gasto público para fomentar el consumo. Para poder realizar estos objetivos ambiciosos, se necesitaba el abandono de ciertas prácticas típicas de la economía neoclásica, asunto que tendría sus repercusiones en la década de 1970. La crisis de la década de 1930 se caracterizó por el bajo consumo y el exceso de producción, sin embargo, el sistema keynesiano / fordista le dio respuesta al problema señalado con la expansión de los mercados para que coincidan con la producción en masa. Del mismo modo, el Estado de bienestar keynesiano y la disciplina del Fordismo proporcionaron los mecanismos necesarios de subordinación de la fuerza laboral a las formas de salarios necesarias para el nuevo sistema de acumulación: La contradicción inherente de la estrategia intervencionista del keynesianismo fue que trató de restaurar la rentabilidad de las inversiones capitalistas mediante el desarrollo de formas institucionales para la regulación de la clase obrera que a la vez trataba de reforzar y unificar la representación de los intereses de dicha clase. Los sindicatos fueron llevados al interior del aparato de planificación no de manera transversal, sino como representantes de la clase obrera en su conjunto. La expectativa de un aumento generalizado de los salarios, sin tener en cuenta la rentabilidad de las empresas, fue institucionalizada en forma de políticas de ingresos (income policies). La expectativa de un aumento generalizado en el nivel mínimo de subsistencia se institucionalizó en las negociaciones colectivas sobre el `salario social'.29 Lo más importante de todo, la fórmula keynesiana evitó la problemática cíclica del binomio inflación/desempleo, a través de una política presupuestaria activa, asegurando que la demanda crezca en sincronización con los esfuerzos para mantener el pleno empleo sin que se agudice la inflación (pero siempre con la persistencia de un nivel “adecuado” o “tolerable” de inflación), mientras que la política monetaria keynesiana aseguraría que las inversiones fijas de largo plazo no se desanimen por las altas tasas de interés o la escasez de fondos. Esta fórmula arrojó excelentes resultados hasta la llegada del fenómeno de la “estanflación”, cuando el keynesianismo no pudo proporcionar soluciones para este fenómeno.30 La Tabla I demuestra el éxito económico del keynesianismo, particularmente en comparación con las políticas monetaristas que evaluaremos en la próxima sección.

29 30

Clarke, 1988 O’Conner, 1973

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El Keynesianismo, el Monetarismo y la Crisis Fiscal del Estado

De este compromiso entre los dos Tabla I: Valores Económicos Comparativos de Países objetivos señalados surgió el Occidentales en los periodos 1950-1973 y 1980-2003 sistema de Bretton Woods, creado Periodo Periodo justo en los últimos días de la Factores Keynesiano Monetarista Segunda Guerra Mundial. El sistema fue liberal, considerando Promedio de Crecimiento 4.8% 3.2% que produjo un sistema abierto de Económico Global comercio internacional de bienes y servicios, facilitado por las tasas de Promedio de 3.9% 3.2% cambio semi-fijas. Sin embargo, las Inflación Global fuerzas del mercado fueron Desempleo (Estados 4.8% 6.1% integradas dentro de un marco Unidos) regulatorio estatal, con los Estados Desempleo (Gran reteniendo la capacidad de 1.6% 7.4% Bretaña) controlar los flujos internacionales de capital por medio de Desempleo 3.1% 7.5% (Alemania) legislaciones nacionales y las instituciones internacionales de los Desempleo 1.2% 9.5% acuerdos de Bretton Woods. (Francia) Nuevas instituciones multilaterales globales fueron creadas para apoyar el nuevo consenso, entre ellas el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.31 De acuerdo al keynesianismo – la única concepción que ofreció una explicación adecuada para comprender la crisis de 1929 y generar políticas para combatir la misma - el rol del Estado en el proceso de producción tuvo que alejarse de la visión general de la economía clásica del Siglo XIX. Las políticas del Estado en la era posguerra mezclaban la expansión fordista y el énfasis en las inversiones de capital intensivo y de largo plazo en los países occidentales (OTAN) con un conjunto de políticas redistributivas dentro de sus economías nacionales con la finalidad de sofocar el antagonismo de clases que surge naturalmente del proceso de acumulación socializado pero que limita los beneficios a los dueños de los medios de producción y de capital. Este sistema nació en los Estados Unidos, y su primera “exportación” exitosa fue en la Gran Bretaña de la posguerra. Con el éxito de dicho sistema

31

Cox, 1987.

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El Auge del Estado de Competencia

en Europa y Norteamérica, el consenso keynesiano fue exportado a los países del Sur que se constituían como aliados de las potencias occidentales en el marco de la Guerra Fría.32 El keynesianismo puede ser considerado como “demand-side economics” (economías de la demanda, es decir políticas económicas que se enfocan en administrar la demanda). En el régimen de acumulación keynesiano, el poder financiero se consideraba como la “sangre” de la economía "real"; el flujo de capital e inversiones, o como el “peaje” de la gestión macroeconómica. Para lograr el objetivo de pleno empleo, se requería el incremento de la producción mediante la expansión de las exportaciones, lo cual a su vez dependía de la reconstrucción del sistema financiero global del periodo pre-Gran Depresión, razón por la cual se constituyó el sistema de Bretton Woods de 1944 antes señalado. El sistema de Bretton Woods construyó un orden financiero multilateral en el cual se consolidó los controles financieros (los limites institucionales y jurídicos al flujo “libre” del capital internacional) y el intervencionismo estatal que caracterizaron el New Deal del periodo pre y posguerra. La naturaleza “keynesiana” del Banco Central estadounidense (conocido como el “Federal Reserve” creado en 1913), se puede apreciar de los tres objetivos macros de dicha institución declarados en la década de 1930: mantener el empleo, mantener los precios de manera estable y mantener estable los intereses de largo plazo.33 La Reserva Federal estadunidense se basó en el concepto keynesiano que, si bien el Estado no debe poseer una participación directa y activa en el proceso de producción, el control macroeconómico debe ser “dirigido” de manera centralizada. Por lo tanto, el objetivo principal de los mecanismos de regulación de los mercados financieros fue la protección de las instituciones domesticas de los “choques exógenos” (exogenous shocks) de los mercados internacionales y que pudieran tener un efecto de “contagio” en los múltiples sectores de la economía nacional. Para evitar esta reacción en cadena (el contagio), el principio fundamental de la regulación en el período de la posguerra fue la " compartimentación ": la separación de los diferentes mercados financieros con la finalidad de evitar el contagio entre los diferentes sectores financieros internos o el sistema financiero global y el sistema financiero nacional (justo lo que sucedió durante la Gran Depresión, cuando el colapso de los precios de la bolsa estadounidense el 29 de octubre de 1929 se “contagió” al resto del mundo capitalista). En Estados Unidos, los bancos comerciales no podían negociar valores, como ya señalamos anteriormente, y de esta manera se logró “suprimir” la competencia entre las varias 32

como efectivamente sucedió en las primeras dos décadas de la Venezuela puntofijista – de 1958 a 1983 – nota del traductor - 2013 33 Jessop, 1993. Es de notar que estos objetivos surgieron en la década de 1930 y no durante los primeros años de la Reserva Federal, y luego estos objetivos fueron transformados en el periodo monetarista. 16

El Keynesianismo, el Monetarismo y la Crisis Fiscal del Estado

fracciones del sistema financiero nacional a la vez de mantener una expansión estable necesaria para financiar el Estado de bienestar social. Podemos conceptualizar el “liberalismo empotrado” como un sistema en el cual los “procesos del mercado y las actividades empresariales y corporativas fueron rodeadas por una red de restricciones políticas y sociales y un ambiente regulatorio que en unas instancias limitaba pero en otras impulsaba las estrategias económicas e industriales”.34 En el período posguerra, el sistema nacional de regulación estadounidense se expandió a un sistema de regulación de la acumulación a escala mundial. La expansión de los mercados internos norteamericanos y europeos impuso la necesidad de crear nuevos mercados, más allá de dichas esferas de acumulación. Cuando los mercados nacionales se encontraron saturados por la producción nacional (ya para la década de 1960), dichos mercados tuvieron que expandirse a una escala mundial. Los dueños de los medios de producción y capital en las naciones industrializadas invadieron los mercados mundiales a través de la internacionalización del capital productivo en el marco de la nueva internacionalización del comercio, que empezó a incluir todos los mercados fuera de las esferas de influencia soviética, aunque hasta cierto punto igualmente incluía países del pacto de Varsovia y aliados de la Unión Soviética.35 La primera parte del proceso de expansión económica se realizó entre Estados Unidos y sus aliados europeos: Mientras que el capital estadounidense buscaba una mano de obra barata y mercados emergentes en Europa, las empresas europeas comenzaron a recibir acceso a la tecnología estadounidense más avanzada, a la vez de desarrollar sus mismas tecnologías de punta. La creciente integración internacional de la acumulación fue producto de la liberalización del comercio, mientras que la reducción de los costos del transporte transatlántico redujeron aún más las barreras al comercio transatlántico. El Fordismo y la adaptación de sus estrategias a las otras áreas de la producción nacional e internacional ayudaron a crear un desarrollo equilibrado entre las distintas ramas de producción al nivel doméstico (es decir, la transferencia de tecnología y estrategias de producción ayudaron a que las varias industrias estadounidenses adquieran semejantes niveles de crecimiento). Sin embargo, estos mismos procesos aumentaron la desigualdad en el desarrollo a escala mundial, por lo que el comercio internacional adquirió una dimensión cada vez más competitiva, y las desigualdades a escala mundial tomaron la forma de inmensos

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Harvey, 2005 Cox, 1998

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El Auge del Estado de Competencia

desequilibrios comerciales.36 Las primeras víctimas de estas desigualdades fueron los países del Sur, los mal llamados países del “Tercer Mundo”.37 Finalmente, debemos señalar que la expansión anteriormente mencionada se fundamentó en un sistema de regulación financiera entre los Estados occidentales capitalistas que a su vez dependió de un sistema de regulación nacional respaldado por un “estabilizador financiero”– la moneda estadounidense - y que tenía la capacidad de financiar la liquidez y la estabilidad del sistema. El libre comercio del sistema clásico del siglo XIX se fundamentó en la libre convertibilidad de las monedas nacionales. Producto de las experiencias desastrosas con los tipos de cambios flotantes de las monedas en las décadas de 1920 y 1930, el sistema de Bretton Woods consideró que las principales fluctuaciones monetarias podrían detener el libre flujo del comercio. Pero a diferencia de las economías nacionales, la economía internacional carecía de un gobierno central (y un banco central) que pudiera emitir una moneda global y regular su uso (mediante un Banco Central global). En vez de depender directamente del patrón oro38, el sistema de Bretton Woods creó un sistema de tipos de cambio fijos gestionados por las instituciones del mismo sistema, utilizando el dólar estadounidense como “moneda de reserva”. Los países miembros de Bretton Woods tenían 36

De Angelis, 2000 y Duménil & Levy, 2001. En este sentido, es importante señalar que el autor del ensayo utilizó a lo largo del ensayo la categoría del “Tercer Mundo”, en concordancia con los conceptos que se utilizan en la mayoría de las universidades occidentales, tanto las conservadoras como las “progresistas” como la Universidad de Sussex. El mismo tutor de este ensayo, Ronen Palan, reconocido por sus posturas marxistas, utilizaba dicha terminología frecuentemente. Alternativamente, cuando el autor arriba a Venezuela en el 2003, empieza a reemplazar la categoría tradicional utilizada por los países occidentales con otra categoría más adecuada para nuestras realidades: los países del Sur. Es interesante observar que en el mundo del 2013, países del “Tercer Mundo” como la China y Brasil actualmente ayudan a sostener los países del “primer mundo” – orgullosos miembros de la Unión Europea – a raíz de la devastadora crisis del capitalismo mundial de la primera década del Siglo XXI, que a su vez es producto de la ideología monetarista. El traductor de este ensayo, a su vez, reemplaza la primera categoría con la segunda en la mayoría de los casos. Nota del Traductor – 2013. 38 En primer lugar, el sistema de patrón oro fue implementado (varias veces) antes de la crisis de 1930 por vía de la Libra Esterlina como la moneda estabilizadora del sistema señalado. Pero luego de la Segunda Guerra Mundial, la economía británica ya no podía proporcionar la capacidad reguladora global que proporcionó en el Siglo XIX, por lo cual el rol pasó a las manos de los norteamericanos. A la vez, la extracción global del oro en el periodo posguerra no fue lo suficiente como para satisfacer las crecientes demandas del comercio internacional. Igualmente, una gran parte de las reservas mundiales de oro se encontraban en la Unión Soviética, que naturalmente no formaba parte del sistema Bretton Woods. Pero en realidad, el patrón oro no fue resucitado en su forma clásica producto del deseo de Estados Unidos de imponer su moneda nacional como la moneda principal del nuevo orden mundial. De esta manera, Bretton Woods se fundamentó en las reservas de oro de Estados Unidos, estabilizadas por el dólar estadounidense, y considerando que ese país poseía $26 mil millones en reservas de oro de los $40 mil millones de oro en el mundo después de la Segunda Guerra Mundial (unos 65% de las reservas mundiales). 18 37

El Keynesianismo, el Monetarismo y la Crisis Fiscal del Estado

que establecer una paridad de sus monedas nacionales con la moneda de reserva (un "peg"): el dólar estadounidense. De esta manera, en el nuevo sistema financiero internacional de Bretton Woods, el dólar norteamericano asumió el rol que tenía el oro (y la Libra Esterlina) en el sistema del patrón oro del Siglo XIX. Estados Unidos aceptó vincular su dólar al oro con el valor de $35 por cada onza de oro. De esta manera, los gobiernos extranjeros y sus bancos centrales podían cambiar dólares por oro, lo cual implicaba que todas las monedas de los países miembros de Bretton Woods se definen en relación al dólar, moneda que a la vez era convertible al oro en el precio señalado.39 Pero el sistema capitalista global de la posguerra sufría de una gran escasez de dólares. Estados Unidos disfrutaba de un enorme saldo de superávit comercial y las reservas de Estados Unidos crecieron enormemente – específicamente en la década de1950 - producto de ser el único país que participó activamente en la Segunda Guerra Mundial y que no sufrió la destrucción total de su infraestructura productiva, comercial y financiera.40 Para poder consolidar el nuevo sistema internacional de Bretton Woods que colocaría a Estados Unidos y su moneda nacional en la cima de la economía global, fue necesario revertir este flujo mediante la salida de la moneda norteamericana del sistema financiero doméstico y aumentar su disponibilidad para el uso internacional con un constante déficit presupuestario para ese país. Desde 1947, Estados Unidos proporcionó la liquidez para la economía internacional mediante el famoso “Plan Marshall”, que aunque oficialmente buscaba la reconstrucción de sus aliados en la Segunda Guerra Mundial, en realidad ayudó a establecer la hegemonía indiscutible del dólar estadounidense. Entre 1948 y 1954, Estados Unidos le entregó a 16 países europeos más de $ 17 mil millones en subsidios, lo cual consolidó el dólar como moneda internacional, expandiendo de esta manera los mercados comerciales y financieros norteamericanos más allá de sus propios territorios.41 Es imprescindible señalar que este sistema se fundamentó en los arreglos internacionales de Bretton Woods y sus instituciones internacionales, pero más importante, dependía en última instancia de las políticas y el rol crucial de los Estados (específicamente el estado norteamericano) como entes reguladores y gestores de las políticas monetarias y 39

Clarke, 1988. Todos los participantes activos de la Segunda Guerra Mundial sufrieron destrucción masiva, particularmente Alemania, Japón y la Unión Soviética (Polonia casi la borran del mapa). Solo Estados Unidos y Canadá, protegidos por el Océano Atlántico, sufrieron daños irrelevantes a sus infraestructuras, sus poblaciones y sus economías. El Canal de la Mancha no pudo ofrecer a Gran Bretaña los mismos beneficios que el Océano Atlántico, por lo cual ese país igualmente sufrió de la destrucción parcial de su infraestructura, aunque de manera menos severa que el resto del continente europeo. La destrucción mutua de los europeos es lo que le abrió el camino a Estados Unidos para emerger como una de las dos superpotencias globales en el periodo posguerra. 41 O’Conner, 1973. 19 40

El Auge del Estado de Competencia

financieras que generaban el sistema internacional que acabamos de describir en esta sección. La Crisis Fiscal del Estado El fin del boom de la posguerra llegó progresivamente a medida de que el consenso keynesiano no pudo sostener las contradicciones inherentes de un sistema de sobreacumulación. La crisis se manifestó en el ámbito internacional en las limitaciones que el sistema Bretton Woods y el patrón Dólar exhibieron en relación a la liquidez del sistema y el valor de la moneda misma (el dólar estadounidense). En el ámbito fiscal, la crisis se presentó en forma de una severa crisis fiscal. Los elementos de la crisis se hicieron evidentes: los altos niveles de inflación, el desempleo masivo, el deterioro del consenso laboral (huelgas y paros masivos, específicamente en Europea, pero también en Estados Unidos), la temida caída de las tasas de ganancias y la falta de incentivos para las inversiones, particularmente las inversiones fijas a largo plazo. Las rigideces e inflexibilidades del sistema keynesiano/Fordista y su clara incapacidad para contener las contradicciones inherentes del sistema capitalista llevaron a los países occidentales a una crisis estructural en la cual sus características más prominentes se pudieron ver entre los años de 1969 y 1973. Las contradicciones entre los dueños de los medios de producción y las fuerzas laborales organizadas por un lado y entre los intereses del capital a corto y largo plazo por el otro, actuaron como los elementos esenciales de la crisis.42 El problema para los dueños de los medios de producción en los países capitalistas a finales de la década de 1960 e inicios de la década de 1970 se hallaba en la inflexibilidad de las inversiones de capital fijo y de largo plazo que eran características del modo de producción Fordista y keynesiano, como igualmente la inflexibilidad de las clases obreras organizadas que se resistían a cualquier disminución de los salarios reales. El ámbito competitivo internacional del periodo señalado era muy diferente al ámbito de la posguerra: la hegemonía absoluta de Estados Unidos se vio desafiada por el resurgimiento de las economías de los países que conformaban anteriormente las fuerzas del eje: Japón y Alemania, pero hasta los aliados tradicionales como Inglaterra y Francia ya podían arrojar ciertos niveles de competitividad contra Estados Unidos, quien seguía arrojando déficit tras déficit para mantener la liquidez del sistema internacional. En este sentido, las elementos más emblemáticos del keynesianismo - el Estado de bienestar y los elevados costos de la mano de obra - reducían la capacidad de los dueños de los medios de producción para extraer la plusvalía que generaba el poder laboral, causando la esperada caída de las tasas

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Ibíd.

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El Keynesianismo, el Monetarismo y la Crisis Fiscal del Estado

de ganancia en una ámbito de intensa competencia internacional entre Estados Unidos y los bloques capitalistas emergentes.43 A la vez, la combinación de una profunda inflación con unas tasas de interés bastante elevadas que surgen a final de la década de 1960 en los países occidentales impuso fuertes restricciones en el proceso de recuperación económica que se trataba de gestar mediante el incremento del gasto público, como dictaba los principios keynesianos señalados en la sección anterior. El estrechamiento de los márgenes de beneficio se transformó en una preocupación principal para los capitalistas. Los dueños de los medios de producción se vieron atrapados entre los aumentos salariales sucesivos extraídos por el poder laboral “atrincherado”44 por un lado, y las presiones de la fuerte competencia internacional que impone una reducción a los costos de producción por el otro lado. El Estado, por igual, entre darle satisfacción a las demandas de los trabajadores y las demandas de los dueños de los medios de producción, optó por asumir responsabilidades que engendraron la crisis fiscal del Estado. Los dueños de los medios de producción necesitan que el Estado asuma la responsabilidad de invertir en gastos necesarios pero no rentables para el proceso de acumulación, gastos que deben mitigar los peores efectos de la explotación y el desempleo. A la vez, estos mismos dueños mantienen una guerra infinita contra los impuestos y la extracción de los recursos por parte del Estado. Esto obliga al Estado a endeudarse y arriesgarse con un incumplimiento de pago en el futuro. Por lo tanto, el Estado entra en una crisis fiscal que es tanto una causa como una consecuencia de la necesidad de los dueños de los medios de producción de mantener el incremento constante de las tasas de ganancias mediante la reducción del costo de la mano de obra.45 Evidentemente, esto creó una contradicción estructural, y no coyuntural, en los países occidentales, y que se traspasó a los países del Sur en las décadas de los ochenta y noventa del siglo pasado. La estabilidad de la regulación keynesiana dependía fundamentalmente de la capacidad del Estado y del capital para poder impulsar el gasto público y el aumento de los salarios, respectivamente, y a la vez responder al desafío de la competencia internacional. Pero el 43

De Angelis, 2000 y Duménil & Levy, 2001 Lo de “atrincherado” fue la figura que le “impone” los analistas burgueses al poder laboral en Estados Unidos y Europa que resistió los esfuerzos de trasladar el costo de la crisis a la misma en vez de asumir todos los sectores su responsabilidad, asunto que se repite una vez más en los países occidentales en la actual crisis global que se intensifica desde el 2008. Como quedará evidente en este trabajo, la resistencia de los sindicatos y el poder laboral en general en esos países no fue lo suficiente como para impedir las inmensas reducciones de sus beneficios y los salarios reales que eventualmente se realizaron en las décadas de 1980 y 1990 (comentario del traductor - 2013). 45 O’Conner, 1973. 21 44

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problema después de dos décadas de crecimiento económico en los países de Bretton Woods fue el no esperar el auge meteórico de las economías de las antiguas potencias del eje en la era de la posguerra y sus efectos para la estabilidad del sistema. La crisis generó un problema cíclico: los aumentos en los salarios y el gasto público impusieron presiones estructurales sobre las tasas de ganancias, que a su vez fueron aún más agravadas por el deterioro en los términos del intercambio comercial (producto de la competencia internacional y el déficit estadounidense que suministra la liquidez del sistema) a partir de mediados de los años 1960, y que todo esto a la vez limitaba los esfuerzos de los Estados occidentales para estimular la inversión mediante el fomento de expectativas optimistas de rentabilidad en las inversiones a largo plazo, asunto que no se materializaba.46 Lamentablemente para los países occidentales, las respuestas a esta situación generaron aún más problemas cíclicos: Dado que el aumento de los impuestos para cubrir la creciente brecha era una medida poco popular – tanto para los dueños de los medios de producción como los trabajadores – los gobiernos occidentales en vez prefirieron aumentar sus endeudamientos, como señalamos en el párrafo anterior, reduciendo de esta manera la presión sobre los mercados financieros al facilitar el crédito. Pero los esfuerzos de mantener el aumento en los salarios reales mediante el endeudamiento público produjeron a su vez un alza en los precios, lo que constituye un espiral inflacionario. De todos modos, la reducción de los salarios reales se manifestó en las economías de los países occidentales durante la década de 1970, con una marcada reducción en las condiciones materiales de las clases obreras (reducción del Estado de bienestar) que a su vez produjo las olas de paros laborales y huelgas generales que fueron endémicos en países como Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia en el periodo señalado. Lo que empeoró la situación fue la transferencia del costo del incremento salarial al consumidor, activando el espiral inflacionario recién señalado.47 En el ámbito internacional, la inflación acumulada y la inestabilidad de los mercados producto de varios factores (entre ellos la guerra en Vietnam), obligó al entonces presidente estadounidense Richard Nixon a abandonar uno de los elementos cruciales del sistema keynesiano de la posguerra: la paridad del dólar con el oro, es decir, ya la moneda norteamericana no era convertible al oro. La decisión señalada – tomada en 1971 – fue producto del abandono del sistema de Bretton Woods por parte de los aliados más importantes de Estados Unidos. A principios de 1970, la presión financiera de la guerra de Vietnam y el aumento del gasto público aceleró la inflación doméstica, y Estados Unidos adquirió un inmenso déficit en las balanzas de pagos a la vez de un déficit comercial. Los 46 47

De Angelis, 2000 y Duménil & Levy, 2001. Clarke, 1988.

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El Keynesianismo, el Monetarismo y la Crisis Fiscal del Estado

bancos extranjeros poseían muchos más dólares que lo que Estados Unidos poseía en sus reservas de oro. En ese mismo año, Alemania Occidental fue el primer país en salir del sistema de Bretton Woods, al rechazar la devaluación del marco alemán para salvar al dólar. Luego otras naciones comenzaron a exigir el reembolso de sus dólares por oro. Suiza redimió $ 50 millones, mientras que Francia solicitó $ 191 millones en oro. Luego, con la caída sostenida del dólar en relación a las monedas europeas, Suiza abandonó por completo el sistema de Bretton Woods.48 El deterioro del nivel de vida, producto de la disminución de los salarios reales y la inflación, exacerbó las presiones inflacionarias sobre el sistema económico de manera incontrolable mediante los mecanismos tradicionales del keynesianismo. Los Estados iniciaron una multitud de medidas incoherentes – todas keynesianas - para paliar los efectos inmediatos de la crisis, incluyendo ciertas políticas monetarias para el control del flujo de la moneda en todo el sistema financiero. La crisis se vio agravada por el embargo petrolero de los países árabes durante la guerra de octubre 1973 (o la Guerra de Yom Kippur, como se le conoce en Norteamérica e Israel), que cuadruplicó los precios del petróleo en solo cuatro meses y cambió los costos energéticos dramáticamente, mientras que el posterior reciclaje de los petrodólares exacerbó la inestabilidad en los mercados financieros occidentales. Estos factores ayudaron a estimular lo que en la década de 1970 fue identificado como una “Estanflación”. Generalmente, una situación inflacionaria no arroja un estancamiento en el crecimiento económico49, pero en la crisis de la década señalada - una problemática cíclica como acabamos de señalar – la inflación se encontraba acompañada de un estancamiento estructural de la economía y lo que se puede caracterizar como una recesión. La dificultad de dicha situación se puede apreciar al señalar que las medidas económicas para combatir un estancamiento (o una recesión) – en la tradición keynesiana de esos momentos – eran 48

ibíd. Este concepto se fundamenta en la interpretación tradicional (keynesiana) de la “Curva de Philips” de 1959 (la curva relaciona el desempleo con la inflación). Philips, y luego Samuleson y Solow consideraron en base a sus investigaciones que cuando la inflación es alta en una economía, el desempleo es bajo, y viceversa, creando de esta manera una relación constante entre los dos elementos. La política keynesiana de la posguerra se fundamentó en esta interpretación inicial de la Curva de Philips, tolerando ciertos niveles de inflación a cambio de reducir el desempleo, pues de acuerdo a la Curva, era imposible obtener un bajo nivel de desempleo y a la vez una estabilidad completa en los precios. Los gobiernos occidentales antes de la crisis de la década de 1970 buscaban un punto de compensación (trade-off) entre niveles aceptables de inflación y niveles tolerables de desempleo. La reinterpretación de la Curva de Philips por parte de los monetaristas en la década de 1970 en Estados Unidos constituye la base fundamental del abandono del keynesianismo y la adopción del monetarismo y el regreso de la economía neoclásica que caracteriza el llamado periodo “neoliberal” de las décadas de 1980, 1990 y el inicio del siglo XXI, como ya veremos en la próxima sección. 23 49

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políticas monetarias abiertas (gasto público), que tenían como consecuencia exacerbar los efectos inflacionarios, mientras que las medidas para combatir una inflación – políticas monetarias restrictivas – tenían como consecuencia exacerbar y profundizar las recesiones y el estancamiento económico. La única respuesta de los Estados occidentales a dicho fenómeno fue la reducción del déficit y el gasto público, lo que constituyó un abandono de las políticas keynesianas tradicionales del periodo posguerra. El fracaso del Keynesianismo durante la crisis de la década de 1970 en los países occidentales abrió el camino para la “reestructuración” del Estado lejos de sus funciones keynesianas tradicionales: …los límites del keynesianismo no marcan los límites del capitalismo, ni siquiera los límites de la regulación fiscal, pero si marcaron los límites de la estrategia política keynesiana de una colaboración entre las clases patrocinada por el Estado, en base al empleo pleno y una expectativa generalizada sobre el mejoramiento de los niveles de vida de la población en general, en el marco de un Estado liberal. A pesar de que la crisis del keynesianismo politizó la lucha de clases, la polarización de clases no se manifestó directamente como una lucha por el Estado, sino más bien como una progresiva erosión de la autoridad del Estado.50 La presión de los dueños de los medios de producción sobre los Estados keynesianos para garantizar las condiciones de un proceso de acumulación sostenida y la subordinación de la política estatal a las reglas del dinero llevó a la adopción de políticas monetarias restringidas. Este giro hacia el mercado se visualizó como una “retirada del Estado” del proceso de regulación económica, lo cual implicaba que la regulación ahora sea del mercado en lugar de una regulación administrativa (o política, de acuerdo a como se quiera ver), con políticas monetarias restrictivas que no se ajustan a los esfuerzos para sostener los ingresos. En lugar de confiar en las viejas prácticas keynesianas que utilizaban las tasas de interés como un indicador de la política monetaria, el control de la oferta monetaria y la expansión del crédito interno se consideró como una medida más adecuada para reforzar la lucha contra la inflación, la única nueva prioridad del nuevo Estado a punto de surgir del caos de la crisis fiscal de la década de 1970. De esta manera, nace la política monetarista, y más tarde surgiría el Estado de Competencia. El Monetarismo y la “Liberación” del Poder Financiero Global

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Clarke, 1988

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La crisis fiscal del Estado, la desarticulación del keynesianismo como respuesta al fenómeno de la estanflación, la crisis energética de 1973 (y luego de 1979) y el abandono del sistema de Bretton Woods todos proporcionaron el escenario adecuado para el regreso de las políticas neoclásicas en forma de una nueva interpretación de la Curva de Philips que se denominó el “monetarismo”. Como ya señalamos anteriormente (ver la nota al pie sobre la Curva de Philips), el keynesianismo operaba bajo la lógica de una relación constante entre la inflación y el desempleo. Lamentablemente para los Keynesianos, la crisis de la década de 1970 señaló que el desempleo y los altos niveles de inflación pueden coexistir, asunto que la interpretación keynesiana de la curva negaba categóricamente. La interpretación de la Curva de Philips y la estanflación que más recibió atención por parte de los políticos en los Estados occidentales fue suministrada por los monetaristas Milton Friedman y Edmund Phelps, ambos grandes enemigos del keynesianismo. Los monetaristas consideraban que la relación entre la inflación y el desempleo establecida en la Curva de Philips es un asunto de corto plazo, pero que a largo plazo la compensación entre la inflación y el desempleo no se materializa. En vez, la nueva interpretación sugiere que las políticas de los Estados solo pueden reducir el desempleo temporalmente, y mucho menos por debajo de una supuesta “tasa natural” del desempleo, pues de lo Figura I: Curva de Philips: Keynesiana (Corto Plazo) y Monetarista (Largo Plazo), identificando el NAIRU contrario se dispara la inflación y de todas maneras se empeora el desempleo a largo plazo.51 Los monetaristas inician su reinterpretación de la economía de la posguerra en base a la idea de que cualquier mercado laboral debe poseer una cierta cantidad de desempleo (el desempleo es inevitable), particularmente el desempleo que se genera – a juicio de los monetaristas – producto de mantener los salarios reales por encima del nivel de equilibrio del mercado mediante las leyes de salario mínimo, el apoyo estatal a los sindicatos u otras instituciones que “interfieren” en la autorregulación del mercado laboral.52 Los

51

Friedman, 1980 Los monetaristas y los economistas neoclásicos en general consideran que las leyes laborales, los sindicatos, las organizaciones no gubernamentales u otras instituciones, al solicitar un mejoramiento en 25 52

El Auge del Estado de Competencia

monetaristas fijaron una tasa natural de desempleo que crea un “equilibrio” entre la aceleración y la deceleración de la inflación, lo que denominaron como “la tasa de desempleo no aceleradora de la inflación” (Non-Accelerating Inflation Rate of Unemployment – NAIRU en inglés). Si el desempleo se encuentra por debajo de dicha tasa, la inflación aceleraría, mientras que si se encuentra por encima del NAIRU, la inflación deceleraría. Solo cuando el desempleo se encuentre justo en el NAIRU, la inflación se mantiene estable sin acelerar o decelerar (ver Figura I). Para los monetaristas, el gran “mal” de la economía es la inflación: tasas bajas de desempleo aumentan el poder de negociación de los trabajadores, lo que les permite obtener salarios más altos sin incrementar la productividad. Los dueños de los medios de producción, a su vez, trasladan el incremento del costo del trabajo al consumidor, creando a su vez la aceleración de la inflación.53 Con estos argumentos, los monetaristas pusieron fin al consenso keynesiano. El monetarismo llegó en la década de 1970 para transformar las acciones y prioridades de los Estados en los sistemas económicos domésticos e internacionales, buscando el “retiro” del Estado de ciertos roles en la economía, trasformando sus prioridades y sus énfasis al articular nuevas políticas monetarias y fiscales, pero sobre todo para acabar con los controles sobre los flujos de capitales, liberando por primera vez desde antes de la Gran Depresión el poder financiero global de sus restricciones estatales (regulación estatal). Los monetaristas consideran que el rol esencial del Estado es controlar la oferta monetaria: si dicha oferta es excesivamente expansiva, se generaría un espiral inflacionario, mientras que si la oferta es altamente restrictiva, se estimularía una recesión. De esta manera, los Estados deberían descartar los objetivos tradicionales del keynesianismo – principalmente la reducción del desempleo – y dedicarse solamente a la estabilidad de los precios mediante políticas monetarias y la “prudencia” o restricción fiscal (conservatismo fiscal). Para recuperar el sistema económico pre-keynesiano (el que generó la Gran Depresión en primer lugar), los monetaristas introdujeron nuevos modelos para explicar tanto la crisis de 1930 como la crisis de 1970: una contracción masiva en la oferta monetaria y una sobreexpansión de la oferta monetaria, respectivamente.54 Como conclusión de la aserción señalada en el párrafo anterior, los monetaristas insistieron que las economías del mercado son inherentemente estables, siempre y cuando se ejerce un control preciso sobre la oferta monetaria y se descarte los demand-side economics del

las condiciones de trabajo, interfieren con los mecanismos eficientes del mercado laboral, que constituye el único método eficiente para determinar el “verdadero” costo del trabajo en el proceso productivo. 53 Friedman, 1980 54 Ibíd. 26

El Keynesianismo, el Monetarismo y la Crisis Fiscal del Estado

keynesianismo para adaptar las supply-side economics (economías de la oferta)55. En esencia, monetaristas como Philip Cagan, Milton Friedman, Robert E. Lucas, Paul Volcker, y el famoso Alan Greenspan56 argumentaron que producto del fracaso de las políticas fiscales del demand-side economics (keynesianismo) en frenar la inflación y retomar el crecimiento esperado por todos, la única solución era una nueva política dedicada a la lucha contra la inflación a través de la Reserva Federal (el Banco Central norteamericano), la única prioridad que debería tener el banco central (y el resto de las instituciones del Estado). Las medidas monetarias deberían estar acompañadas de un “choque de austeridad”: una reducción masiva del gasto público como la que aplicó el gobierno conservador de Margaret Thatcher en Inglaterra en la década de 1980. La nueva economía monetarista de los lideres neoconservadores de los países anglosajones (Estados Unidos con Ronald Reagan, Gran Bretaña con Margaret Thatcher y Canadá con Brian Mulroney) sustituyó los objetivos keynesianos de pleno empleo con la desregulación, la privatización, el regreso de las grandes fusiones y adquisiciones empresariales (mergers), el gobierno corporativo y la transparencia para proteger los intereses de los accionistas, y la desregulación financiera que permitiría la movilidad financiera total.57 El control macroeconómico del keynesianismo limitaba el papel de las instituciones financieras en los mecanismos de crédito e imponía regulaciones estrictas sobre sus actividades. Sin embargo, las mismas instituciones que impusieron el control sobre las finanzas se convirtió en las herramientas principales para la expansión y la desregulación durante y después de la crisis fiscal. Las instituciones financieras "utilizaban las herramientas de la política monetaria, fortaleciendo el control de la Reserva Federal sobre 55

Las “economías de la oferta” son simplemente los sistemas económicos del mercado. Al señalar “oferta” en el título, se sugiere que el énfasis político debe encontrarse en la oferta, es decir estimular la producción de bienes y servicios, con medidas que reducen los impuestos sobre las ganancias y la flexibilización de las regulaciones sobre la economía, particularmente sobre el sector financiero. La demanda y el consumo en esta visión no poseen importancia, pues de acuerdo a la Ley de Jean-Baptiste Say: “vale la pena señalar que apenas un producto es creado, a partir de ese instante, el mismo proporciona un mercado para otros productos con todo el peso de su propio valor”, es decir, y como lo interpreto el propio Keynes de las escrituras de Say, “la oferta crea su propia demanda”. Esto implica que la prioridad del Estado debe enfocarse en estimular la oferta (producción), y esto se logra fundamentalmente mediante la reducción de impuestos y las barreras al libre comercio y el movimiento de capitales. Las economías de la demanda (gasto público para estimular la demanda) – el enfoque keynesiano – ya solo no era necesario, sino dañino para la economía. 56 Alan Greenspan no fue el ideólogo más importante del monetarismo, ese honor lo posee Milton Friedman y los neoclásicos Friedrich Hayek y Ludwig Von Mises (ambos de la escuela austriaca), pero el Señor Greenspan fue el Presidente del Banco Central estadounidenses desde 1987 al 2006, manteniendo una política monetarista tanto con presidentes republicanos (Reagan, Herbert Bush y Walker Bush) como demócratas (Clinton). 57 Harvey, 1990 27

El Auge del Estado de Competencia

las instituciones de depósito, pero con un cambio estructural en los objetivos: el control sobre los precios viene antes del desempleo".58 La dedicación a la lucha contra la inflación, descartando de la lucha contra el desempleo y el uso del gasto público como herramienta macroeconómica, acentuaron la libre circulación de los capitales entre los Estados, asunto que llegó a ser irreversible en el periodo pos-keynesiano.59 El cambio estructural dramático que implicó la imposición del monetarismo en los países occidentales puede ser resumido en las siguientes palabras: La rápida internacionalización del capital productivo desde los últimos años de la década de 1960, con base en la internacionalización temprana del capital monetario, el incremento de las fusiones y adquisiciones empresariales de la misma década, la creciente desigualdad en el proceso de acumulación a escala mundial, y el mejoramiento de las comunicaciones internacionales, implicó que las perspectivas para los capitalistas ya no estaban estrechamente vinculadas con las condiciones de las economías nacionales de la manera que sucedió durante la década de 1950, cuando las altas ganancias en un mercado interno protegido de la competencia internacional suministró la base sobre la cual el capital nacional podría penetrar los mercados mundiales. A la vez, las empresas multinacionales buscaban sus recursos en los mercados financieros internacionales, por lo que fueron cada vez más separados o liberados de las restricciones financieras nacionales. Ya no era el caso de que una economía doméstica deprimida pudiera deprimir a su vez las perspectivas del capital internacional, pues este último planificaba su producción, su comercialización y sus finanzas a escala global.60 Las políticas monetaristas de la era neo-conservadora combinaban políticas monetarias expansivas y políticas fiscales restrictivas con un tipo de cambio sobrevaluado y altamente flexible, completamente desarticulado del patrón oro. Esto trajo un boom económico altamente desequilibrado61 y con altos niveles de desempleo en Estados Unidos y Gran Bretaña en la década de 1980. El auge económico de Reagan fue sostenido por una expansión del crédito interno e internacional, absorbiendo el excedente de capital que generó una política monetaria expansiva, asunto que benefició principalmente el poder de la fracción financiera de los dueños de los medios de producción. A la vez, las estrategias 58

Duménil & Levy, 2001 De Angelis, 2000. 60 Clarke, 1998 61 Este boom desequilibrado se pudo ver en ciertas industrias, mientras que otras sufrían colapsos o recesiones. Los auges económicos del periodo pos-keynesiano siempre fueron auges de sectores, con muchas más restricciones en la distribución del beneficio por todos los sectores de la economía (o de la fuerza laboral) que los auges que tuvieron los norteamericanos y europeos en el periodo keynesiano. 28 59

El Keynesianismo, el Monetarismo y la Crisis Fiscal del Estado

empleadas por el capital productivo en Estados Unidos durante las presidencias de Reagan, Herbert Bush e incluso Clinton, fueron indicaciones de las cosas por venir a nivel global. Las industrias estadounidenses durante la década de 1980 (sobre todo las industrias militares y energéticas) trasladaron sus actividades manufactureras y productivas de los estados que poseían fuertes sindicatos (los estados del norte estadounidense) a los estados del llamado “Sun Belt” (cinturón del sol)62 que ofrecían pocas legislaciones y protecciones en el ámbito laboral, es decir, el trabajo en estos estados se encontraba ya bien "desregulado", por lo cual ofrecían mercados laborales más "competitivos"63. Esta práctica marcó no solamente la movilidad del proceso productivo y el capital a nivel nacional, sino que sería el patrón a seguir a escala mundial, con las maquiladoras en México y los “sweatshops” (talleres de

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Los estados del “cinturón del sol” son mayoritariamente los estados del sureste estadounidense que perdieron la guerra civil en 1865. Hacemos recordar que uno de los factores principales de la derrota de los estados sureños en la guerra civil fue la débil industrialización y producción no-agrícola, mientras que las fuerzas laborales que generaban la riqueza en estos estados se caracterizaban por aspectos esclavistas o semi-esclavistas (este último después de 1865). Esto todo implica que la tradición del sindicalismo y las organizaciones laborales no tenían raíces históricas en el sureste norteamericano, y sus políticas altamente conservadoras (aún más que en el norte estadounidense, que ya en sí mismo son bastante conservadoras), todos ayudaron a ofrecer en las décadas de 1980 y 1990 las mejores condiciones del mercado laboral que puedan desear los dueños de los medios de producción. Estas condiciones son mencionadas brevemente en la siguiente nota al pie. 63 Un mercado laboral competitivo es en sí mismo un concepto contradictorio. Estos mismos constituyen una fuente laboral en una región especifica que no esté sindicada (o si se encuentra sindicada, son por sindicatos relacionados a partidos políticos conservadores u organizaciones criminales como las mafias, como por ejemplo la “Hermandad Internacional de los Teamesters” de Jimmy Hoffa y la “International Longshoremen's Association”), en otras palabras, un ámbito legislativo regional o local que no impone restricciones series al proceso de máxima extracción de la plusvalía del trabajo por parte de los dueños de los medios de producción. Ese ámbito se caracteriza por una serie de leyes que expanden las horas de trabajo, crean mecanismos para la reducción de los salarios y el uso de contratos colectivos, ayudan a facilitar el despido masivo, o hacer énfasis en contrataciones temporales para no asumir responsabilidades a largo plazo con los trabajadores, como igualmente leyes que toman una postura severa en relación a las huelgas y los paros – combinado naturalmente con un ejecutivo que aplique dichas leyes con la rigurosidad que espera los dueños de los medios de producción - todas estas constituyen políticas que estimulan la creación de mercados laborales “competitivos”. Pero por otro lado, y producto de los cambios en las tecnologías de producción y transporte, la mano de obra que se requiere globalmente en el periodo pos-keynesiano ya no puede ser tan poco calificada y especializada como lo fue en el periodo Fordista. De esta manera, aunque los costos laborales deben ser reducidos substancialmente para incrementar la rentabilidad, los costos de la educación, formación y preparación de la fuerza laboral deben ser incrementados para poder preparar una mano de obra más calificada para la nueva economía “globalizada”. La educación y formación son tareas del Estado, el mismo Estado que tiene igualmente la responsabilidad de reducir el déficit mediante la reducción del gasto público en las áreas sociales, que incluye fundamentalmente la educación. 29

El Auge del Estado de Competencia

explotación laboral) en el sureste asiático y en la África subsahariana, uno de los aspectos más emblemáticos del Estado de Competencia.64 Al comienzo de la “contra-revolución” monetarista, Milton Friedman y su esposa Rose decretaron una serie de medidas que el congreso norteamericano debería seguir para constituir la nueva economía monetarista, medidas que podemos reducir de la siguiente manera (esto forma parte del famoso “Consenso de Washington”):    

 

El Congreso no impondrá impuestos sobre todas las importaciones y exportaciones; El Congreso no aprobará ninguna ley que limite la libertad de los proveedores de bienes o que regule los precios; El Congreso no promulgará ninguna ley que obliga al individuo a elegir una profesión o un empleo en particular; El Congreso debe tener la facultad de emitir dinero en nombre del Estado, siempre y cuando la cantidad total de dinero que se emite no excede el límite de 5% / año y no sea menos de 3% / año; El Congreso debe buscar la sustitución de los impuestos progresivos con una tarifa plana para todos; Todos los contratos entre el Estado y el sector privado y todas las importaciones deben ser ajustados anualmente para compensar el cambio producido en el nivel general de precios durante el año anterior.65

Como el keynesianismo, el pos-keynesianismo o el “régimen de acumulación flexible posfordista” se fundamentó en las políticas económicas, pero fue mucho más allá de lo económico, incluyendo lo ideológico, lo cultural y hasta lo filosófico (la “libertad” como elemento principal en la economía), lo que podemos señalar como una nueva cosmovisión engendrada por la visión neoclásica del monetarismo, de la misma manera que el keynesianismo engendró su propia visión de la realidad social en los periodos pre y posguerra. El cambio ideológico hacia el neo-conservadurismo en las sociedades occidentales (particularmente las anglosajonas) obtuvo su legitimidad del fracaso del keynesianismo, a la vez de la exitosa articulación que impulsó y encabezó la nueva derecha de un sentimiento de rechazo popular al Estado burocrático y los discursos de “libertad” e “individualismo” que surgieron en estos países. La nueva derecha utilizó un concepto individualista, atomista y negativo de la libertad – altamente positivista, naturalmente - que

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Cerny, 1997 Friedman, Milton y Rose, 1980.

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El Keynesianismo, el Monetarismo y la Crisis Fiscal del Estado

supuestamente ofrecía un contraste con las formas de “opresión” colectiva de los “regímenes comunistas” y los fracasados Estados del mal llamado “Tercer Mundo”.66 Completamente anti-estructuralistas, los monetaristas poseían una concepción atomizada de la realidad social, compuesta no de estructuras sociales (definitivamente no existen clases socioeconómicas en este esquema), sino de individuos altamente segregados, racionales y poseídos del único objetivo de maximizar sus propias utilidades. Estos individuos pueden ser los dueños de los medios de producción, como igualmente pueden ser los trabajadores, o los gerentes del Estado. Todos estos individuos ajustan sus comportamientos en función tanto de los mecanismos auto-reguladores del mercado como de las políticas económicas que genera el gobierno. Por ejemplo, en tiempos de crisis, gracias al “libre” acceso de la información para todos los participantes del mercado67, eventualmente todos estos participantes se darían cuenta que la economía se encuentra en recesión. Los dueños de los medios de producción, racionalmente, reducirían el costo para aumentar la competitividad – claro, el primer “costo” que se reduce es el costo del trabajo. El trabajo, en consecuencia, aceptaría una reducción natural en los salarios y beneficios, producto de sus necesidades de abandonar sus situaciones de desempleo, que a raíz de sus altos niveles durante una recesión, se crea un “ejército industrial de reserva”68 que estaría dispuesto a aceptar cualquier condición laboral que se les ofrezca siempre y cuando se les permite “sobrevivir”. La reducción de los costos de producción a su vez tendría un efecto deflacionario sobre los precios, aumentando la oferta monetaria y, finalmente, corrigiendo la recesión. Producto de la “racionalidad” señalada anteriormente, podemos extrapolar que las recesiones se auto-corrigen por parte de las dinámicas propias del mercado, 66

Harvey, 1990 Una de las críticas más fuertes que recibe la visión neoclásica es la suposición de que existe “información perfecta” en el mercado, lo que asiste a los individuos a tomar decisiones racionales y lógicas, asunto que en la práctica, como todos nos podemos imaginar, no existe, no solo porque la posesión de toda la información necesaria para la toma de decisiones es físicamente imposible – y mucho menos en la economía actual – pero igualmente porque la distribución de la información – como la distribución de la riqueza o el poder en el sistema capitalista – se encuentra altamente distorsionado y desequilibrado, entregándole ventajas estratégicas a ciertas elites que manejan más información que el resto de los participantes del mercado. Nota del Traductor – 2013. 68 Marx denominaba el “ejército industrial de reserva” (Industrielle Reservearmee - Reserve army of labour) como un componente esencial del sistema capitalista. Marx informa que “Las grandes industrias requieren constantemente un ejército de reserva de trabajadores desempleados para las épocas de sobreproducción. El objetivo principal de la burguesía en relación con el trabajador es, por supuesto, tener la mercancía del trabajo (commodity labour) lo más barato posible, que sólo es posible cuando el suministro de esta materia prima es lo más grande posible en relación con la demanda, es decir, cuando existe un exceso de población laboral”. Nota del traductor – 2013. 31 67

El Auge del Estado de Competencia

garantizadas en su funcionamiento siempre y cuando no sean distorsionadas por la intervención del Estado.69 El neoconservadurismo argumentó que la intervención del Estado en la lógica de asignación de recursos socava la libertad del individuo para decidir cómo asignar sus recursos, así como el incentivo, el dinamismo y el espíritu emprendedor del individuo capitalista. Los monetaristas y la nueva derecha en general consideraban que los trabajadores “perezosos” e “indoctrinados en la subversión comunista” intentaban conseguir a través de tácticas "terroristas" (huelgas y paros) a la vez de la manipulación política (legislación laboral prosindicalista), lo que no podían obtener honestamente son sus propios esfuerzos (aumento en los salarios reales). En este sentido, la fuerza laboral fue dividida – como el resto del planeta – entre buenos y malos trabajadores: quienes protestan y exigen leyes que verdaderamente protegen los derechos laborales son productos del adoctrinamiento soviéticos (es decir, los “malos”), mientras que los trabajadores que rechazaban sindicalizarse, o no se organizaban, carecían de cualquier concepto de solidaridad y comunidad con los otros trabajadores y no poseían posturas en pro de la legislación positiva en materia laboral (es decir, quienes carecían de una consciencia de clase), son patriotas norteamericanos desprovistos de cualquier adoctrinamiento ideológico (en otras palabras, los “buenos”).70 Lo importante de la crisis es que la misma le otorgó a los ideólogos neoclásicos que quedaron marginalizados luego de la Gran Depresión la oportunidad para transformar no solo las políticas económicas del Estado y su rol en el proceso de acumulación, sino la propia cultura política y económica de los países occidentales, con sus repercusiones ya conocidas en los países aliados de las potencias de la OTAN antes de la caída de la Unión Soviética, y el resto de los países del Sur después del triunfo de la OTAN en la Guerra Fría. De la misma manera que el keynesianismo fue exportado a los países del Sur (la periferia y semi-periferia en la terminología de la teoría de la dependencia), los ajustes estructurales neoclásicos y sus dictámenes actualizados por el monetarismo fueron exportados a estos mismos países en las décadas de 1980 y 1990. La exportación tomó la vía de la transferencia de políticas de manera consensual entre los países desarrollados y sus aliados ideológicos en los países del Sur, pero también fueron severamente impuestas mediante las estructuras del sistema económico y financiero global (el FMI y el BM, entre otras) y los programas de

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Pollin, 1998 Saurin, 1997.

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El Keynesianismo, el Monetarismo y la Crisis Fiscal del Estado

reestructuración macroeconómica que fueron impuestas a los países del Sur para el pago de sus deudas externas.71 La reestructuración macroeconómica de los países del Sur fue identificada popularmente con el “Consenso de Washington”, frase que el autor de este ensayo utiliza con un poco de escepticismo, ya que el consenso keynesiano o el liberalismo empotrado – que constituye una serie de paradigmas y políticas cualitativamente diferentes al monetarismo – igualmente es un consenso que nació en Washington, o por lo menos planificado y creado en Estados Unidos. Los diez criterios del Consenso – resumidos por el economista estadounidense John Williamson - se encuentran expuestos a lo largo del actual ensayo, pero los presentamos aquí en la siguiente lista:          

Disciplina en la política fiscal, (se debe evitar grandes déficits fiscales); Reorientación del gasto público lejos de los subsidios; La reforma fiscal y la adopción de moderadas tasas impositivas marginales; Tasas de interés determinadas por el mercado; Tipos de cambio competitivos; La liberalización del comercio; La liberalización de la inversión extranjera directa; La privatización de las empresas estatales; La desregulación; La seguridad jurídica de los derechos de la propiedad.72

La exportación de las ideas neoclásicas a los países del Sur se realizó durante la administración del Presidente estadounidense William Jefferson Clinton. El equipo político y económico del Señor Clinton, con la esperanza de otorgarle un nuevo nombre dinámico y creativo a los paquetes económicos para el Sur, decidió denominar los mismos como “neoliberalismo”, es decir, una nueva forma de organizar el liberalismo del siglo XIX, pero en realidad fue una nueva manera de “empaquetar” la misma ideología neoclásica que causó la Gran Depresión de la década de 1930. Estos mismos ideólogos y sus equivalentes neoconservadores73 prometieron que la Gran Depresión nunca se repetiría, ya que la

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Saad-Filho, 2010 A estas recomendaciones podemos añadir – aunque Williamson no lo hizo explícitamente - criterios como “Gobernanza Corporativa” y “Mercados Laborales Flexibles”. Williamson, 1989 73 Mientras que los seguidores de Clinton se denominan neoliberales, los seguidores de Walker Bush se denominan neoconservadores. Hasta los momentos, el autor de este ensayo aún no ha encontrado diferencias cualitativas entre las políticas económicas de un bando o del otro. 33 72

El Auge del Estado de Competencia

“barrita mágica” del monetarismo controlaría la política monetaria con suficiente prudencia como para evitar la repetición del catástrofe de esa pésima década.74 El Auge del Estado de Competencia La expresión "Estado de Competencia" fue acuñada por el teórico del Estado de nacionalidad británica Philip G. Cerny, quien creía que el Estado, en lugar de extinguirse, se había transformado en conformidad con las nuevas prioridades y necesidades de la era poskeynesiana. Cerny consideraba que "una gran interpenetración estructural de las economías nacionales - en conjunción con el nuevo mundo competitivo de la crisis del petróleo a los principios de la década de 1970 – habían impuesto varios cambios en las políticas gubernamentales.”75 En 1997, Cerny describió estos cambios de la siguiente manera:

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Un cambio desde el intervencionismo macroeconómico al microeconómico, que se refleja tanto en la desregulación como en las políticas industriales;



Un cambio de enfoque del señalado intervencionismo, desde el desarrollo y el mantenimiento de una serie de actividades económicas "estratégicas" o "básicas" con el fin de mantener un mínimo de autosuficiencia económica en sectores claves a un enfoque que otorga flexibilidad a las condiciones de competencia en un rango de mercados internacionales altamente diversificados y en rápida evolución, es decir, la búsqueda de la "ventaja competitiva" en vez de la "ventaja comparativa";



Énfasis en el control de la inflación y el monetarismo neoliberal en general – lo que debe traducirse supuestamente en un crecimiento no inflacionario - como el enfoque principal de la gestión económica del Estado;



Un cambio paradigmático en las prioridades de los partidos y las políticas gubernamentales, descartando la maximización del bienestar general nacional (pleno empleo, pagos de transferencias redistributivas y provisión de servicios sociales) y en vez haciendo énfasis en la promoción de la empresa, la innovación

La Gran Depresión no se ha repetido, pero algo muy semejante inició en los últimos años de la primera década del Siglo XXI. Como ya sabemos, los ideólogos de la economía neoclásica en la actualidad niegan categóricamente que las mismas fallas del mercado que causaron el primer debacle tienen que ver con la crisis actual. Curiosamente, se asoma una vez más el espectro del keynesianismo en la segunda década del Siglo XXI, y regresa el debate que se ha dado tantas veces en la economía mundial. Nos imaginamos que el propio Yoshihiro Francis Fukuyama aún no puede ver el supuesto “fin de la historia” que predijo en la década de 1990. Nota del traductor – 2013. 75 Cerny, 1997 34

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empresarial y la rentabilidad de los sectores público y privado (más el segundo que el primero).76 La base principal del cambio es la “desregulación”. La desregulación no implica una suspensión completa de las actividades estatales de regulación, ni mucho menos el retiro del Estado del proceso de regulación económica y la dependencia absoluta en los mecanismos del mercado para la asignación de los recursos con eficiencia optima,77 sino que debe entenderse como un conjunto de nuevas normas regulatorias que permiten una mayor flexibilidad para el funcionamiento libre y adecuado del mercado.78 Cerny sostiene que la desregulación de hecho puede ser conceptualizada como un proceso de reregulación que funciona en dos etapas: en primer lugar, los nuevos mecanismos de regulación se imponen sobre las viejas instituciones nacionales (las del keynesianismo). En segundo lugar, se prevé un proceso de reajuste para contrastar las posibles fallas del mercado y los desequilibrios que pueden surgir de la reestructuración macroeconómica. Cerny concluye asegurando que estas nuevas (re) regulaciones afianzan nuevos intereses clasistas, en este caso los de la fracción financiera del capital internacional.79 El auge del monetarismo y el regreso de la economía neoclásica como el paradigma dominante en los países occidentales (y luego la mayoría de los países del mundo) en las últimas décadas del Siglo XX dejó al Estado en una situación un poco precaria. El Estado no puede retirarse del proceso de acumulación, no puede introducir demasiadas regulaciones restrictivas, pero tiene que “controlar” el conflicto de clases que naturalmente surge del proceso de acumulación en manos privadas pero a la vez debe restringir el poder de los trabajadores para que las demandas del mismo no posean incidencia en los ingresos del 76

Ibíd. Recordemos que Friedman y el resto de los monetaristas utilizaron los mecanismos del keynesianismo y Bretton Woods para revertir las prioridades del Estado en política económica, es decir, el Estado sigue siendo la piedra angular del sistema económico, solo que ahora posee funciones y prioridades diferentes a las que poseía durante el liberalismo empotrado. 78 Tomamos la oportunidad para aclarar – ahora en el 2013 - que las supuestas nuevas formas de regulación que señalamos aquí en este párrafo fueron efectivamente una farsa completa; en vez, lo que efectivamente se impuso fue una suspensión de la regulación estatal sobre la actividad financiera. Como podemos ver del desastre de la crisis financiera global de 2008, el fracaso abismal de la “U.S. Securities and Exchange Commission” (agencia reguladora del mercado de valores de Estados Unidos) en detectar los fraudes legendarios de Bernard Madoff y Allen Stanford, nos indica que el proceso de regulación financiera efectivamente siguió fielmente los dictámenes del monetarismo de Friedman: la suspensión completa de la actividad reguladora del estado sobre los mercados financieros. En este sentido, aunque la crisis que inicia el 2007 indica que no existió un proceso de (re) regulación, dejamos la redacción de esta sección sobre las supuestas “nuevas” formas de regulación tal cual como se plantío en el 2002 con el propósito de resaltar la diferencia entre los discursos monetaristas y las realidades que conllevan dichos discursos. Nota del traductor – 2013. 79 Cerny, 2000 35 77

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capital, tiene que proporcionar una infraestructura física y jurídica para sostener el proceso de acumulación80, y tiene que continuar sus compromisos con lo que queda de un sistema de bienestar que no puede ser completamente eliminado, aunque si fue reducido substancialmente. El Estado debe realizar todo lo señalado anteriormente en su carácter de regulador del mercado (una regulación muy diferente a la regulación keynesiana, como ya indicamos), pero igualmente como un actor económico.81 El Estado es un actor económico producto de la necesidad de mantener el crecimiento económico para poder extraer sus ingresos fiscales. Es por esto que el Estado debe garantizar su propia solvencia,82 crear medidas monetarias flexibles y medidas fiscales restringidas, a la vez de impulsar un ambiente corporativo y competitivo. El Estado – idealmente - debe engendrar un ámbito de prudencia fiscal y competitividad (razón por la cual lo denominamos el “Estado de Competencia”). Estas nuevas estrategias de competitividad y prudencia fiscal - lo que Cerny se refiere como la "mercantilización del Estado" - ha cambiado las opciones que poseen los mismos para la formulación de sus políticas económicas, con el agravante de heredar los viejos compromisos keynesianos de bienestar social. En la economía globalizada pos-keynesiana, el rol del Estado sigue siendo fundamental para el proceso de acumulación: las estructuras, instituciones y marcos jurídicos del Estado que antes brindaban la infraestructura operativa para el Estado Keynesiano, ahora ofrecen una infraestructura reformulada y reestructurada para el Estado de Competencia. Tanto Cerny como otros promotores83 de la categoría analítica que estamos evaluando - el “Estado de Competencia” – conceptualizaron la transformación que inició durante la década 80

La infraestructura física y jurídica para el proceso de acumulación es uno de los dominios del Estado, no por razones de otorgarle más poder al mismo, sino que generalmente dichas tareas no generan los ingresos deseados por el sector privado, pero a la vez son necesarias para el proceso de acumulación. Si un proyecto de infraestructura es rentable (la construcción de aeropuertos o puentes), el sector privado asume el mismo entusiasmadamente, pero si no es rentable, (como el mantenimiento de una carretera o la construcción de escuelas públicas en sectores populares), el Estado debe asumir dicha responsabilidad. En el caso de la infraestructura jurídica, una gran parte de la misma debe ser responsabilidad del Estado (tanto por razones de rentabilidad como por razones de legitimidad política y el rol del Estado como árbitro en las disputas entre los varios actores económicos), salvo los componentes del mismo que sean rentables, como la administración de ciertos componentes del sistema penitenciario (cárceles administradas por el sector privado), asunto que lo está asumiendo el sector privado en Estados Unidos con mucho entusiasmo producto de su rentabilidad. 81 Strange, 1996 82 Esto se realiza principalmente con la lucha contra el déficit fiscal y la reducción del gasto público, o en realidad mediante la re-orientación del gasto público desde las prioridades keynesianas y hacia el fomento de un ambiente competitivo para atraer las inversiones extranjeras. 83 Entre estos autores podemos señalar Susan Strange, Ronen Palan, Jason Abbott y Tore Fougner, entre tantos otros. 36

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de 1970 como un cambio "desde el Estado de bienestar hacia el Estado de Competencia"con el Estado obligado "a actuar cada vez más como un actor del mercado, con sus políticas de promoción, control y maximización del rendimiento de las fuerzas del mercado en un contexto internacional".84 El gran desafió para el Estado de Competencia no es necesariamente su transformación, sino la combinación de viejas tareas con nuevos requerimiento. El economista anglo/israelí Ronen Palan, considera que el Estado de Competencia es una estructura altamente contradictoria e inestable: El problema subyacente es que hay una contradicción entre dos capacidades del Estado. Desde la década de 1930 y hasta la actualidad, el Estado ha asumido la función de proporcionar un entorno jurídico, político, social y económico estable para la acumulación. Para poder hacer eso, se tuvo que convertir, en efecto, en un gigantesco mecanismo para la redistribución. Pero como el Estado en sí mismo tuve que crecer, igualmente se convirtió en un poderoso actor económico. El problema es que el Estado como actor económico debe competir por los recursos existentes con las mismas empresas que, ya en su otra capacidad como proveedor de un entorno económico y social estable, debería estar apoyando. Los costos sociales del proceso productivo - con el crecimiento de las poblaciones de la tercera edad85 inevitablemente impone aún más demandas sobre el Estado que de una manera u otra se traducen en más impuestos y a la vez menos ganancias corporativas. Pero si el Estado trata de limitar su impacto económico directo y "hacer retroceder las fronteras del Estado", el entorno de la acumulación seria eventualmente afectado negativamente.86 El Estado de Competencia debe cumplir con tres perspectivas generales: lograr el crecimiento económico a través de políticas competitivas; impulsar y gestionar un cambio 84

Cerny, 1997. El crecimiento de las poblaciones de la tercera edad es un fenómeno bastante alarmante para los neoclásicos y los maltusianos obsesionados con el crecimiento demográfico y la productividad. En realidad, el problema de la tercera edad es un asunto problemático para los países occidentales y Japón, ya que sus poblaciones se envejecen a un ritmo más rápido que el de las poblaciones del Sur, y naturalmente la carga económica de dicha población la asume el Estado. El declive en la fertilidad y las elevadas tasas de esperanza de vida entre los europeos y los norteamericanos de orígenes europeos (los estadounidenses de orígenes africanos, latinoamericanos, asiáticos y árabes se encuentran en excelentes condiciones, demográficamente), han sido identificados como dos de los factores más importantes que afectarán negativamente el crecimiento económico de los países occidentales en las próximas décadas. Esto es producto de las inmensas responsabilidades que asume el Estado para mantener el estado de bienestar, combinado con los temores raciales y xenófobos de los europeos (tanto en Europa como en Norteamérica) de crear desequilibrios poblacionales y demográficos en sus mismos países entre ellos mismos y los emigrantes de los otros continentes. 86 Palan, 1998 37 85

El Auge del Estado de Competencia

desde las economías de la demanda y hacia las economías de la oferta, y subordinar todas sus actividades y componentes a una estrategia integrada de competitividad nacional (de nuevo, por esto es que lo llamamos el “Estado de Competencia”). Sin embargo, este mismo Estado va más allá de meros cambios en las políticas económicas, pues igualmente cambia lo que el Estado debe ofrecer y cómo lo ofrece, en concordancia con una economía global altamente segmentada y re-regulada. En otras palabras, el Estado de competencia constituye "una reconfiguración de las jerarquías económicas y sociales nacionales", en donde las "reglas del mercado y el capital transnacional se encuentran activamente legitimadas a través de unas re-conceptualizaciones y unas reasignaciones de las economías nacionales."87 Tanto el Estado de Competencia como el Estado Keynesiano deben proporcionar "bienes públicos" que ayudan a sustentar el proceso de acumulación y la transferencia de los costos de este proceso a la sociedad. Pero producto de que la metodología operacional del proceso de acumulación ha cambiado cuando el keynesianismo fue sustituido por el monetarismo, la provisión de bienes colectivos en el Estado competitivo ahora depende explícita e implícitamente de las re-conceptualizaciones y las reasignaciones de las economías nacionales recién señalada. Abbott y Palan88 presentan tres categorías de economías en el nuevo marco de la globalización monetarista: Las economías de baja fiscalidad de alta mar (economías

87 88

Palan, 1999 Ibíd.

38

El Keynesianismo, el Monetarismo y la Crisis Fiscal del Estado

“Offshore”)89, la economía privada transnacional y la anti-economía.90 Estas tres categorías no constituyen necesariamente categorías espaciales fijas o completamente separadas, sino que las mismas "se combinan para formar jerarquías solapadas de dominios económicos normativos que se encuentran - en diversos grados - dentro y fuera de los Estados, sujetas a sus influencias políticas y legales, y se constituyen a través de diferentes estructuras institucionales".91 En la nueva economía pos-keynesiana, estos componentes no están geográficamente encapsulados en dimensiones nacionales, sin embargo, tampoco existen completamente independientes de los Estados, pues no pueden existir sin los mismos, sus dominios territoriales y sus estructuras jurídico-legales. Es precisamente por estas necesidades que el Estado no se encuentra en un proceso de “desaparición”, como se alega por parte de varios analistas internacionales.

89

Con esta expresión me refiero a la economía “Offshore”. La economía de baja fiscalidad son prácticamente los “tax havens”, o los paraísos fiscales. Son jurisdicciones legales y fiscales pequeñas (de tamaño territorial, de población y de capacidad económica endógena, con al posible excepción de Suiza), en las cuales sus sectores financieros son desproporcionadamente inmensos en comparación con sus poblaciones y economías domésticas. Estos paraísos se especializan en la prestación de servicios empresariales y comerciales para empresas extranjeras no residentes, y para la inversión de fondos en el extranjero. Entre las características principales de dicha economía, podemos señalar los siguientes elementos: la discreción financiera, la fiscalización “neutral” (es decir, no tienen impuestos) y la ausencia casi absoluta de regulación estatal sobre las actividades financieras. Entre los ejemplos geográficos más emblemáticos de esta economía podemos resaltar los siguientes destinos: la Mancomunidad de las Bahamas, los territorios británicos de las Islas Bermudas, Singapur y Panamá. La economía Offshore es bien interesante: Una nación africana, desesperadamente pobre y arruinada por su guerra civil – Liberia - es la superpotencia mundial en el transporte marítimo, mientras que las Islas Caimán son el quinto centro financiero más grande en el mundo, la ciudad de Zúrich - sin acceso marítimo – es uno de los centros bancarios más antiguos e importantes del planeta. De hecho, de acuerdo a Palan (2003), se estima que la mitad del capital global pasa a través del mundo offshore. Palan argumentó, en su libro del 2006, que la economía offshore está comercializando las soberanías nacionales, pues ciertos Estados en el sistema internacional utilizan sus derechos soberanos a legislar como mercancías virtuales globales. Esta comercialización de la soberanía socava la legitimidad del Estado-Nación y es compatible con una forma de capitalismo nómada. Sin duda alguna, podemos afirmar que la inmensa relevancia de la economía Offshore es producto del proceso de desregulación financiera global impuesta por el monetarismo y el resurgimiento de la economía neoclásica después de la década de 1970. 90 La anti-economía es todo lo que queda excluido de la economía competitiva globalizada, es decir, los pobres, la mayoría de las poblaciones tanto de los países del Sur como las poblaciones marginalizadas socioeconómicamente de los países occidentales, que incluyen a los desempleados, la economía informal, la mano de obra no calificada, etc. Aunque se consideran como elementos no-económicos, en realidad constituyen la gran mayoría de la raza humana, pues constituyen el “ejército de reserva” del capitalismo. La anti-economía o la economía paralela ofrece la mano de obra altamente irregular, sin protección y sin sindicalización, casi idéntica a la mano de obra que se ofrecía en la Inglaterra industrializada de la segunda mitad del siglo XVIII y el Siglo XIX. 91 Palan, 1999 39

El Auge del Estado de Competencia

El surgimiento de los mercados “offshore” caracteriza el esfuerzo continuo y persistente del poder financiero global para evitar cualquier tipo de regulación estatal y poseer movilidad global total. La capacidad legal del Estado para regular los espacios económicos (específicamente la capacidad del Estado para legislar) fue utilizada por el poder financiero transnacional para crear nuevos espacios legales92 que generan “refugios no regulados” para el movimiento global del capital. La soberanía del Estado fue sometida a un proceso de comercialización en la cual los Estados fabrican "reinos jurídicos virtuales" que atraen el poder financiero altamente móvil debido a su escasa (o nula) regulación estatal. El simple hecho de que fueron los Estados quienes crearon enclaves legales físicos o ficticios que carecen de cualquier tipo de regulación estatal para la movilidad y liberación del poder financiero global – antes “atados” por las restricciones de Bretton Woods - nos indica la importancia del rol del nuevo Estado de Competencia para la nueva economía desregulada de acuerdo a la concepción monetarista. Los Euromercados, las Zonas de Procesamiento de Exportaciones (zona de libre comercio) y otras actividades de la economía “offshore” no regulada disfrutan de un nivel sin precedentes de autonomía con respecto a la capacidad regulatoria del Estado, pero la infraestructura física y los marcos legales que ofrece el Estado siguen siendo indispensables para la nueva economía – tanto la Offshore como la privada - de la misma manera que el “Estado de bienestar” sigue siendo imposible de eliminar93 por completo en la economía

92

Aquí nos referimos, una vez más, a la economía offshore, que aunque existía en los periodos prekeynesiano y en el periodo del liberalismo empotrado, se multiplicaron con el inicio del monetarismo y la contra-revolución neoclásica de los 1980. 93 Efectivamente, tanto en la década de 1970 como en la actualidad, es imposible eliminar el Estado de bienestar. Por razones netamente ideológicas y dogmáticas, ciertos economistas y políticos neoconservadores desean eliminar el sistema por completo, o reducirlo hasta que sea irrelevante, pero aun en la actualidad de la segunda década del Siglo XXI, el estado de bienestar es indispensable para el proceso de acumulación. En este sentido me refiero a un estudio elaborado en el 2003 por la Federación Estadounidense del Trabajo y Congreso de Organizaciones Industriales, comúnmente llamada por sus siglas en ingles “AFL-CIO”, en el cual señala que el minorista Wal-Mart, uno de los empleadores más grandes de Estados Unidos, se benéfica de los subsidios indirectos del Estado. Los salarios que paga WalMart son conocidos en todo el país como los más bajos, y los beneficios para sus trabajadores prácticamente no existen. La única forma que los trabajadores pueden seguir subsistiendo de los salarios paupérrimos de Wal-Mart es con la asistencia del Estado en forma de servicios médicos (Wal-Mart, en vez de ofrecer seguros de salud a sus empleados, les sugiere que busquen asistencia médica en el propio Estado). Las inmensas ganancias de Wal-Mart son debidas a la reducción masiva en el costo de la mano de obra, que se encuentra parcialmente subsidiado por el propio estado de bienestar que aún sigue funcionando – de manera deteriorada en el país. Fuente: http://www.thirdworldtraveler.com/Corporate_Welfare/WalMart_Welfare.html. Nota del traductor 2013. 40

El Keynesianismo, el Monetarismo y la Crisis Fiscal del Estado

pos-keynesiana, tanto en los países occidentales como en la mayoría de los países del Sur94. Las transacciones de las actividades offshore siguen utilizando las monedas nacionales, y aunque se han “liberado” parcialmente del marco legal / regulatorio de los Estados, aun requieren de dichas monedas nacionales y los bancos centrales y sus políticas monetarias para poder funcionar en la economía globalizada. Los paraísos fiscales ofrecen un “escondite” para el capital global en donde pueden aludir la regulación y los impuestos, pero eventualmente tienen que salir de sus “escondites” y reinvertir en la economía privada, regresando una vez más a los Estados, específicamente los Estados occidentales. La única diferencia entre la economía offshore y la economía privada transnacional es en el nivel de regulación y fiscalización: la primera es sometida a menos marcos regulatorios e impuestos que la segunda. La tercera categoría es la anti-economía. Esta es la economía de los excluidos, quienes de acuerdo a los paradigmas neoclásicos y monetaristas, se “auto-excluyen” al no “querer” participar en la economía globalizada. El estudio de esta economía nos ayuda a precisar otro aspecto extremadamente importante del Estado de Competencia. La anti-economía es el “residuo” social de lo que no se considera “competitivo”, de acuerdo a las nuevas "realidades" globales. Este componente de la economía es lo que se forma producto de la re-conceptualización de la ciudadanía y los bienes públicos que el Estado debe proporcionar a sus ciudadanos dentro del marco de los nuevos paradigmas monetaristas. La cohesión social aún debe ser atendida por el Estado, pero las categorías que se utilizan en la nueva economía se fundamentan en el nivel de exclusividad de los individuos sociales altamente “atomizados” en relación a la economía global competitiva. Producto de la reconfiguración del Estado Keynesiano y sus prioridades, la exclusión social en el Estado de Competitivo adquiere una legitimidad y una institucionalidad (bajo la racionalidad sacrosanta de la competitividad) que los altos niveles de desempleo en el Estado Keynesiano nunca pudieron adquirir.95 Estas tres categorías de la economía global demuestran como la segmentación de una gran parte de la población mundial se realiza no por sus derechos fundamentales, ni mucho

94

Aunque la depredación que ha sufrido el Estado de bienestar en los países del Sur es un fenómeno global – producto de la exportación del monetarismo y la ideología neoclásica a los países del Sur, ciertos países de América Latina y el Caribe constituyen la excepción a esta regla, particularmente los países con gobiernos progresistas que han recuperado sus sistemas de bienestar social, iniciando con la Venezuela Bolivariana en el 2003 (las misiones bolivarianas). Es de notar que el actual ensayo fue escrito en el 2002, un año antes del surgimiento de la transformación del Estado venezolano desde sus orígenes puntofijistas y hacia el nuevo modelo bolivariano, que en muchos aspectos se acerca al modelo keynesiano de la década de 1950. Nota del Traductor – 2013. 95 Palan, 1998. 41

El Auge del Estado de Competencia

menos por sus ciudadanías, sino por su posición en relación al nivel de competitividad que exhiben y su inserción en una economía globalizada y competitiva. El otro elemento que podemos percibir de la segmentación descrita en el párrafo anterior es que esta competitividad se obtiene principalmente de la desregulación y la libre movilidad del capital internacional: no existen otras vías para lograr la competitividad, y sin la misma, supuestamente solo tendríamos “recesiones y colapsos económicos”. La capacidad de utilizar las soberanías nacionales como economías virtuales para abandonar parte de la regulación estatal es la máxima expresión del Estado de Competencia, en este sentido los paraísos fiscales siendo los “estados” más competitivos, específicamente para el sector financiero internacional. Finalmente, un último asunto que podemos resaltar en esta sección es que el gran ganador de la “contra-revolución” monetarista es la fracción financiera del capital transnacional, mientras que el gran perdedor del auge del Estado de Competencia es definitivamente el poder laboral, que fue sacrificado en el altar de la competitividad global para poder resucitar el gran dios caído – la economía neoclásica del periodo pre-Gran Depresión.96 Conclusiones Las crisis económicas son, en primer lugar, las coyunturas históricas más adecuadas para afianzar el cambio y las transformaciones socioeconómicas que indudablemente siempre encajan dentro del contexto de las lucha de clases. El resultado principal de la Gran Depresión – el Keynesianismo - “encadenó” el poder financiero global, que anteriormente circulaba libremente el globo terráqueo durante la segunda mitad del Siglo XIX y hasta la calamidad de la Primera Guerra Mundial. En este sentido, el keynesianismo, aun cuando 96

Es importante señalar que el triunfo del monetarismo no fue producto de ser la única alternativa, solo que fue la alternativa que estuvo mejor posicionada políticamente durante la crisis y la que recibió mas apoyo financiero e intelectual por parte de los dueños de los medios de producción en los países occidentales. Durante la misma década de la crisis, surgió otras alternativas desde el Sur, como por ejemplo la “Declaración para el Establecimiento de un Nuevo Orden Económico Internacional” de 1974, junto a la “Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados” adoptada en las Naciones Unidos el mismo año, ambas en el marco de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo. Naturalmente, entre la oposición sistemática de Estados Unidos y la ausencia de unidad, propósito y persistencia por parte de los países del Sur, este nuevo sistema económico no surgió, y el triunfo del monetarismo neoclásico fue asegurado. Milton Friedman y los Chicago Boys (y su esposa Rose), aunque no posean ni una gota de misericordia o compasión por toda la raza humana excepto quienes pertenezcan a las clases pudientes (y sean europeos o judíos), ellos si poseían las características necesarias para garantizar el éxito de su proyecto, que aunque ellos lo nieguen, fue un proyecto netamente político. Ellos poseían la persistencia, la dedicación, la creatividad para difundirlo, la resolución para mantener sus principios aun cuando tengan que cambiar y sacrificar elementos secundarios, etc. Lamentablemente, América Latina y el Caribe aún no ha podido demostrar dichas cualidades. 42

El Keynesianismo, el Monetarismo y la Crisis Fiscal del Estado

sus objetivos principales siempre fueron proteger y defender los intereses de los dueños de los medios de producción, permitió que la clase obrera obtenga ciertos beneficios y ventajas que fueron vistas como catastróficas por parte de los liberales y los defensores del Laissezfaire del Siglo XIX. Peor aún, no solo se le otorgó poderes y beneficios a los trabajadores, sino que la propia fracción financiera de la clase capitalista perdió su movilidad trasnacional y se encontró sujeta al intervencionismo del Estado y el dirigismo de intelectuales y políticos que a criterio de los neoclásicos eran “comunistas”, como Keynes y Roosevelt.97 Pero como todo régimen de acumulación, el capitalismo keynesiano contenía sus propias contradicciones estructurales que con el tiempo – y la liberalización del comercio internacional – desencadenaron la crisis de la década de 1970. Lo novedoso de la crisis señalada fue el fenómeno de la estanflación, y producto del fracaso del keynesianismo de proporcionar explicaciones o soluciones para dicho fenómeno, se presentó la oportunidad óptima para desarticular el sistema keynesiano y restaurar el poder clasista de la fracción financiera del capital internacional. Como ya se hizo evidente en este ensayo, quienes aprovecharon la coyuntura para destruir el keynesianismo fueron los monetaristas, liderados por Friedman y la Escuela de Chicago (los famosos “Chicago Boys”). La contra-revolución monetarista no advocaba realmente la “marginalización” total del Estado o su retirada de la economía nacional o global, sino la reconfiguración de sus funciones para regresar al mismo a sus funciones de imponer la voluntad de una clase transnacional y globalizada sobre el nuevo orden económico internacional. Tanto en la era clásica del Laissez-faire, como en la era keynesiana y luego en la era monetarista, el Estado fue y sigue siendo el instrumento crucial y primordial del sistema económico capitalista, sin el mismo, pues el capitalismo en cualquiera que sea sus múltiples formas y mutaciones, no existiría. Definitivamente, el Estado Keynesiano fue transformado abruptamente, violentamente pero sobretodo sistemáticamente para crear una nueva institucionalidad que podemos denominar como el “Estado de Competencia”, aunque igualmente puede tener otros nombres, como el Estado Neoliberal, por ejemplo. Lo más importante que queremos 97 Es irónico señalar que en la década de 1930, dedicados y fieles defensores del capitalismo como Keynes

y Roosevelt fueran acusados de ser “socialistas”, simplemente por introducir medidas que no encajaban con la ortodoxia neoclásica de esos tiempos para poder salvar el capitalismo del gran desplome que sufrió desde 1929. Es más irónico aun cuando contemplamos que el actual Presidente estadounidense, Barack Hussein Obama, fue igualmente acusado de ser “socialista” al iniciar su primer mandato por identificar sus políticas con las de Roosevelt en la década de 1930. El propio Friedman, en el auge de su lucha contra el keynesianismo, informó que “en ambos lados del Atlántico, es sólo un poco exagerado decir que predicamos el individualismo y el capitalismo competitivo, pero practicamos el socialismo”. Nota del traductor – 2013. 43

El Auge del Estado de Competencia

reiterar en este ensayo es la relación entre la Gran Depresión, el Keynesianismo, la crisis fiscal del Estado y el re-surgimiento de la economía neoclásica. El filósofo alemán Georg Wilhelm Friedrich Hegel consideraba que todas las actividades humanas, como la ciencia, el arte o la filosofía, en cualquier sociedad humana, se definen por su historia, por lo que su esencia no se puede encontrar sino a través de la comprensión histórica de las mismas. La historia de cualquier esfuerzo o logro humano tanto se fundamenta, como igualmente reacciona en contra, de los acontecimientos históricos que preceden a dicho esfuerzo o logro, lo que es la fuente de la dialéctica hegeliana resumida en la secuencia: tesis, antítesis y síntesis. El transcurso de la historia del pensamiento económico de los países occidentales, tan brevemente resumido en este pequeño ensayo, nos indica que es imposible comprender las múltiples transformaciones en el sistema económico mundial sino a través de la comprensión histórica de los eventos que preceden nuestro objeto de análisis. En otras palabras, es imposible comprender el Estado de Competencia sin comprender el Estado Keynesiano, mientras que ambos Estados son incomprensibles sin colocar los mismos en el contexto de la Gran Depresión y el auge de una nueva forma de “dirigir” el capitalismo, impulsado por el pensamiento de John Maynard Keynes. Esto todo nos ayuda a comprender como el papel del Estado ha sido reconstituido en la nueva economía monetarista, pues el mismo ya no es proveedor de bienes públicos "keynesianos", sino que ahora se debe dedicar al suministro de bienes públicos "competitivos", obedeciendo las necesidades del mercado global antes de las necesidades de sus ciudadanos. Si por cualquier razón estos ciudadanos no comparten los criterios de los dirigentes de sus Estados (estos mismos “operadores” del mercado financiero global), pues como señaló la gran monetarista y Dama de Hierro, la Baronesa Margaret Thatcher, “There Is No Alternative”98 (no existe alternativas). Tanto los partidos conservadores (Partido Conservador en Inglaterra, el Partido Conservador-Progresista en Canadá o el

98 “There Is No Alternative” (abreviado como TINA por las primeras letras de cada palabra), fue el eslogan

político principal utilizado por Margaret Thatcher, en referencia a su política económica. Con esta declaración, la Dama de Hierro insistía que "no hay alternativa" al liberalismo económico, el libre mercado y comercio y la globalización capitalista, durante su violenta cruzada contra el keynesianismo y el poder laboral en su país, modelo que definitivamente fue exportado, junto al de su homólogo estadunidense, a tantos países del mundo. Es interesante señalar que el origen de la frase puede ser hallado en el pensamiento del pensador ultraconservador ingles Herbert Spencer. Spencer fue uno de las figuras más importantes del positivismo y quien impulsó la ideología del Darwinismo Social, lo que más tarde sería las bases epistemológicas del “Destino Manifiesto” estadounidense (la ideología que sustentó el genocidio de los anglosajones contra los amerindios norteamericanos y las múltiples invasiones y destrucciones contra Nuestramérica) y la ideología del “Lebensraum”, principal concepto expansionista del partido nacionalsocialista Alemán de las décadas de 1930 y 1940, que perpetró a su vez el famoso holocausto de la Segunda Guerra Mundial. Nota del traductor – 2013. 44

El Keynesianismo, el Monetarismo y la Crisis Fiscal del Estado

Partido Republicano en Estados Unidos) como los partidos supuestamente laborales (el Partido Laboral en Inglaterra, el Partido Liberal en Canadá o el Partido Demócrata en Estados Unidos) en los países anglosajones demostraron una ausencia casi total de discrepancias en sus políticas económicas durante los últimas tres décadas (1980, 1990 y 2000), todos ajustados a la ortodoxia económica monetarista y la construcción del Estado de Competencia como prioridad cardinal de sus supuestos mandatos “democráticos”. La economía neoclásica y la ideología laissez-faire pueden lamentar y condenar todo lo que quieran al Estado Nacional, pueden desear su desaparición y su destrucción tantas veces que les parezca, pero en realidad, el Estado capitalista nunca desvanecerá dentro del contexto del capitalismo global. Un informe publicado por el Banco Mundial titulado “World Development Report 1997: The State in a Changing World” (Informe sobre el Desarrollo Mundial 1997: El Estado en un Mundo Cambiante), reconoce el papel fundamental del Estado en el desarrollo, refutando ciertas políticas neoclásicas de la década de 1980. El informe prevé el Estado "no como un proveedor directo del crecimiento sino como un socio, un catalizador y un facilitador", haciendo hincapié en la idea de que el Estado y el mercado son complementarios y no competidores, y que los mercados y estados eficientes son necesarios para el crecimiento económico y el desarrollo. A criterio del informe señalado, el Estado debe centrarse en la promoción del estado de derecho, la competencia y la regulación del sistema financiero, evitando el exceso de intervención en la economía. 99 La realidad es que a pesar de la tesis del “desvanecimiento del Estado”, popularizada por los ideólogos neoclásicos mismos y otros apologistas del liberalismo económico, el Estado sigue siendo la pieza fundamental que reproduce las relaciones sociales del capitalismo, asumiendo funciones que aunque sean poco rentables para los dueños de los medios de producción - como la educación, la salud100, la infraestructura, la defensa civil y nacional –

99

World Bank, 1997 Tenemos que aclarar, en relación a estos dos puntos, que obviamente la educación y la salud ya son temas que han sufrido mucha privatización en los países occidentales, y lamentablemente en varios países del Sur. Pero como suele suceder en la era del Estado de Competencia, estos servicios se dividen en dos sectores: los sectores afluentes y los sectores de la “anti-economía”. La privatización de la salud y la educación se ha realizado por sectores socioeconómicos: aunque el sector privado le interesa ser el único proveedor de estos servicios para las clases más pudientes de la sociedad, la rentabilidad de estos mismos servicios para los sectores de la anti-economía en muchos casos (aunque no en todos), no justifica la inversión que este sector debe realizar para que se rentable. Aun con eso, dichos servicios deben ser ofrecidos, pues la salud y educación básica del “ejército industrial de reserva” es necesario para mantener las propias estructuras del sistema de acumulación, por lo cual el Estado debe encargarse de dichas tareas. 45 100

El Auge del Estado de Competencia

son innegablemente indispensables para el proceso de acumulación. Regresamos a las palabras del argentino Atilio Boron para resaltar - una vez más - esta última conclusión: En su ofuscamiento, los posmarxistas (y los posmodernos en general), no alcanzan a visualizar que: a) todas estas supuestas organizaciones “globales” lo son solo en apariencia, pues responden en última instancia a los requerimientos de la “burguesía imperial” y los Estados nacionales que se encargan de proteger sus negocios; b) esos presuntos engendros pos-estatales reproducen la asimetría “internacional” de los mercados mundiales, en donde un puñado de naciones (bajo la supremacía de Estados Unidos) domina a voluntad a aquellas organizaciones, mientras que el resto está sometido a su opresiva influencia…Tampoco ven aquellos teóricos que las así llamadas empresas transnacionales lo son solo por el alcance mundial de sus operaciones, pero que sus casas matrices se localizan en un pequeño número de naciones, donde tienen su domicilio legal, y hacia donde fluyen las ganancias obtenidas en todo el mundo, para lo cual se aseguran la vigilancia de “perros guardianes” supuestamente internacionales, como el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (CIADI) o el Grupo de Acción Financiera en Contra del Lavado de Dinero (GAFI), cuya misión excluyente es defender los intereses del gran capital y garantizar que la plusvalía se dirija sin tropiezos hacia las casas matrices de las transnacionales. En otras palabras, seguimos viviendo en un mundo de Estados nacionales.101 Si el Estado verdaderamente estaría actualmente en un proceso de desvanecimiento, la responsabilidad de estas funciones caería sobre los dueños de los medios de producción, una responsabilidad que no pueden asumir sin destruir la estructura misma de diferencia, jerarquía y variedad que ofrece el lubricante del propio dinamismo del sistema capitalista.102

101

Boron, A. (2012) “América Latina en la Geopolítica del Imperialismo”. Caracas: Ministerio del Poder Popular para la Cultura. 102 Palan, 1999 46

El Keynesianismo, el Monetarismo y la Crisis Fiscal del Estado

Figuras y Tablas: 

Figura I: Extraída de http://en.wikipedia.org/wiki/Phillips_curve



Tabla I: Extraída del libro Skidelsky R. (2009) “Keynes: The Return of the Master”. New York: Allen Lane

la

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