Domingo Xxvi Tiempo Ordinario

  • November 2019
  • PDF

This document was uploaded by user and they confirmed that they have the permission to share it. If you are author or own the copyright of this book, please report to us by using this DMCA report form. Report DMCA


Overview

Download & View Domingo Xxvi Tiempo Ordinario as PDF for free.

More details

  • Words: 3,233
  • Pages: 4
DOMINGO XXX DEL TIEMPO ORDINARIO 1 de octubre de 2.006

Las semillas del Reino Comenzamos el Octubre Misionero Claretiano este primer día del mes con un doble telón de fondo: el quinto centenario del nacimiento del San Francisco Javier y el primer centenario de la Provincia Bética. Si todo octubre misionero es un estímulo a celebrarlo en profundidad, ¡cuánto más éste en que concurren tantos estímulos! En el evangelio de este domingo vemos cómo la misericordia de Dios se hace presente fuera de los límites del grupo de los discípulos. Similar es el planteamiento que encontramos en el texto de Números: “Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta y recibiera el Espíritu del señor”. El Dios creador de todo no conoce fronteras, no se puede poner límite a su poderosa actuación. Además, los textos de este domingo contienen u mensaje de exigencia personal: es necesario arrancar del corazón humano toda sombra de pecado, dice Jesús en el evangelio; y, leemos en el pasaje de la carta de Santiago: hay que vivir siendo conscientes de que el Reino esta próximo. Ojalá todo el pueblo fuera profeta Estamos tan acostumbrados a programar todo que no dejamos ningún resquicio al Espíritu; y el Espíritu sopla donde quiere y, por supuesto, sigue actuando en el mundo. En nuestro afán de controlarlo todo marcando los límites de la fe y la increencia encasillamos a las personas según nuestros criterios. Pero hoy vemos claramente que los diques y las vallas las salta fácilmente el agua y el viento. “Había en el campamento dos que no habían acudido a la tienda, pero el espíritu se posó sobre ellos y se pusieron a evangelizar”. En su celo,

O c t u b r e

M i s i o n e r o

Josué pidió a Moisés que se lo prohibiese. ¡Ojalá todo el pueblo fuera profeta! En el contacto con los pueblos que no han sido todavía evangelizados, vemos que surgen profetas que interpretan para el pueblo los signos naturales como manifestaciones divinas; a través de las desgracias y de la abundancia Dios se hace presente en la vida de las personas: Los misioneros vemos por doquier “las semillas del Reino”. Tenemos la costumbre de visitar a los católicos; los que no lo son, te interpelan diciendo: ¿es que yo no cuento? ¿por qué no me visita usted? Las distintas iglesias que están pululando en los nuevos países, son un intento de respuesta a la efusión del Espíritu que sigue actuando en el mundo. Hablamos de iglesias autóctonas que mezclan su religión natural con destellos de fe cristiana basados en la Palabra de Dios o en la práctica de las celebraciones cristianas. Es evidente que el Espíritu sigue actuando. Ojalá que todos los pueblos saquen lo mejor de sí mismo y lo pongan al servicio de sus gentes evitando cualquier tipo de etiqueta. En el primer mundo tenemos un grado aceptable de bienestar y mas recursos que nunca; por eso, nuestro corazón se apega más a ellos: Los que tienen poco lo comparten y saben que ese es el destino de los bienes. El que ha pasado necesidad y escasez no entiende que no se comparta con el hambriento mientras haya algo en el granero o en la despensa. El dar ciertamente nos enriquece. El que no ha necesitado de nada ni de nadie no puede entender que hay gente necesitada y si la hay se debe a su indolencia o a su mala suerte; él se lo ha ganado a pulso y a base de trabajo, pero olvida que los bienes están ahí a mano, en el entorno. Lo que resulta difícil al primer mundo es

C l a r e t i a n o

2 0 0 6

pensar que es nuestra responsabilidad atender a las necesidades de otros países, de los que están lejos, de los que vienen de fuera. Olvidamos que muchas de nuestras riquezas han venido y viene de esos países a un precio bajísimo. En el fondo no se ha asumido que somos todos una gran familia y que el plan de Dios es para todos los hombres sin distinción de razas ni pueblos. Las palabras de Santiago resultan duras a nuestros oídos: “Por eso el oro y la plata serán un testimonio contra vosotros y devorarán vuestra carne como fuego” Ante la prohibición de los discípulos para que aquel hombre que no pertenecía a su grupo utilizara el nombre de Jesús para expulsar demonios, Jesús les instruye en sentido contrario. Aparentemente, la prohibición trataba de que el nombre de Jesús no fuera “usurpado”. Detrás de la actitud de los discípulos se esconde, la inquietud de que puedan desaparecer el poder y el honor social que reciben de su maestro. Jesús invita a los discípulos a tener una actitud más abierta y tolerante de lo que significa seguirle: hay que apoyar a quienes defienden lo bueno aunque no sean de “nuestro grupo”. Con estos precedentes hay comunidades y grupos que por defender tanto lo específico cristiano se cierran en sí mismas, con lo cual se convierten también en exclusivistas y lo único que logran es alejar a muchos haciéndoles creer que Dios puede reducirse a los estrechos límites de un grupo o de una institución. Para estos grupos los que están con nosotros, son enemigos. Jesús pone en primer lugar la intención y después la actuación: los que no están en contra están con nosotros. Es una actitud de acogida y positiva acentuando siempre lo positivo y la buena voluntad del otro mientras no se demuestre lo contrario. Los Misioneros Claretianos se han distinguido siempre por ese talante de sencillez y cercanía a la gente. Las lecturas de hoy nos estimulan a seguir anunciando la Palabra teniendo en cuenta el destinatario. En el tercer mundo asumimos los valores positivos de los pueblos que nos ha tocado evangelizar; en el primer mundo queremos ser palabra profética para aceptar los valores de libertad y solidaridad y a la vez queremos ser críticos con una sociedad que cada vez se centra más en sí mismo y se va olvidando progresivamente del que no está próximo. La Eucaristía es el encuentro de los que están presentes y de todos los hombres del mundo por ser hijos de un mismo Padre.

O c t u b r e

M i s i o n e r o

DIOS HABLA Lectura del libro de los Números 11,25-29 El Señor bajó en la nube y habló a Moisés. Tomó una parte del espíritu que tenía Moisés y se la dio a los setenta ancianos. Cuando el espíritu se posó sobre ellos se pusieron a profetizar, pero no continuaron. Dos de ellos habían permanecido en el campamento: uno se llamaba Eldad y otro Medad. También sobre ellos se posó el espíritu, ya que pertenecían a los elegidos, aunque no se habían presentado en la tienda, y se pusieron a profetizar en el campamento. Un mozo fue corriendo a decir a Moisés: «Eldad y Medad están profetizando en el campamento». Josué, hijo de Nun, que desde su juventud había servido a Moisés, dijo: «Señor mío Moisés, prohíbeselo». Moisés le respondió: «¿Tienes celos de mí? ¡Ojalá que todo el pueblo del Señor profetizara y el Señor les diera su espíritu!». Comentario: Este pasaje se encuadra en un capítulo (11), caracterizado por la protesta generalizada del pueblo de Israel, que no se fía de la providencia de Dios y que vuelve de forma repetida a sus murmuraciones. El pueblo vierte sus quejas amargas en Taberá; Dios se enciende en ira, y un fuego devastador devora un extremo del campamento, hasta que Moisés intercede, y el fuego se extingue (11, 1-3). El pueblo retorna de nuevo a sus malandanzas: padece el hambre y se acuerda, entre protestas y llantos, de los pepinos, melones, cebollas y ajos (¡) de Egipto. Dicen que ahora tienen el alma seca, y se han cansado de tanto maná. Moisés, al contemplar este espectáculo deprimente: cada uno llorando a la puerta de su tienda, intercede ante el Señor. Su queja es sincera y emotiva: ¿Por qué debe llevar él solo la carga del pueblo?, ¿acaso lo ha dado a luz para conducirlo como una madre o nodriza hasta la tierra prometida? El pueblo resulta una carga demasiado onerosa para un hombre solo (11, 10-15). Entonces Dios les envía unas bandas de codornices (con el estómago saciado las cosas suelen verse de otra manera) y recomienda a Moisés que reúna a setenta ancianos para poder compartir el peso de las tareas. Se asiste a la nunca bien ponderada y siempre urgente descentralización del poder (11, 16-23). Nuestro pasaje refiere el momento en que el Espíritu de Dios desciende sobre este colegio de ancianos, y se ponen todos ellos a profetizar. Pero la acción generosa de Dios no es compartida por Josué, quien quiere coartar el don de la profecía. Su estrechez de miras choca con la ilimitada bondad y providencia divina; y también con la espléndida altura de miras del mismo Moisés, quien añora un tiempo en que todo el pueblo pueda ser profeta, partícipe del espíritu de Dios.

C l a r e t i a n o

2 0 0 6

Lectura de la carta de Santiago 5,1-6 Y vosotros, los ricos, llorad con fuertes gemidos por las desventuras que van a sobreveniros. Vuestra riqueza se ha podrido y vuestros vestidos se han apolillado. Vuestro oro y vuestra plata se han puesto roñosos, y su roña será un testimonio en contra vuestra y devorará vuestra carne como fuego. Atesorasteis en los últimos días. El jornal de los obreros que segaron vuestros campos, defraudado por vosotros, clama, y los lamentos de los segadores han llegado a los oídos del Señor todopoderoso. Habéis vivido sobre la tierra en delicias y placeres y habéis engordado para el día de la matanza. Habéis condenado y habéis asesinado al inocente sin que él os opusiera resistencia. Comentario: Consideramos el presente texto en su contexto próximo. El amplio fragmento de la carta (4,13-5,7) constituye una tremenda invectiva contra la vanidad («vosotros sois como humo que aparece un momento y luego desaparece») y la soberbia («ahora os jactáis en vuestra fanfarronería») de los ricos (vv. 13-17). La perícopa de hoy (5,1-7) acentúa la crítica contra los fatuos ricos hasta límites no conocidos en el N.T. Es preciso oírla en toda su crudeza, dejando que se nos clave la palabra de Dios como una espada aguda de doble filo, sin buscar excesivas interpretaciones benévolas ni cortapisas. Resuena aquí con vigor el acento desaforado de los profetas, especialmente sensible contra el salario robado y defraudado a un pobre trabajador (Dt 24,15; Is 5,9; Mal 3,5). El vocablo «rico», en su acepción evangélica, especialmente de Lucas (6,24; 18,15), designa el planteamiento de alguien que se cierra del todo a los demás, que no quiere compartir sus bienes (toda clase de bienes, no sólo los económicos); sólo se contempla él mismo, como absoluto horizonte y único beneficiario, para disfrutar holgadamente de la vida y cerrar sus entrañas a las necesidades ajenas, sordo al clamor dolorido de sus hermanos más pobres que le piden justicia y derecho. Esta injusticia aparece como un atentado; se mata al inocente no dándole lo que le es debido; sus gritos suben hasta el Señor, y su sangre derramada reclama venganza, como otras imágenes renovadas y repetidas de todo Abel vilmente asesinado. Del Evangelio de San Marcos 9,38-43 Juan dijo a Jesús: «Maestro, hemos visto a uno que echaba los demonios en tu nombre y no anda con nosotros, y se lo hemos prohibido». Jesús dijo: «No se lo prohibáis, porque nadie que haga un milagro en mi nombre puede después hablar mal de mí; y el que no está en contra de nosotros está a nuestro favor. El que os dé de beber un vaso de agua por ser del Mesías, os aseguro que no se quedará sin recompensa. Al que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen en mí, más le valdría que le ataran al cuello

O c t u b r e

M i s i o n e r o

una rueda de molino y lo tiraran al mar. Si tu mano es para ti ocasión de pecado, córtatela. Más te vale entrar manco en la vida que ir con las dos manos al fuego que no se apaga. Más te vale entrar cojo en la vida que ser arrojado al fuego con los dos pies. Más te vale entrar con un solo ojo en el reino de Dios que ser arrojado con los dos ojos donde el gusano no muere y el fuego no se apaga. Comentario: Este pasaje se encuadra en una serie de dichos hábilmente reunidos, tras el relato de la transfiguración (9,1-13) y del endemoniado epiléptico (14–29). Por segunda vez Jesús declara abiertamente que va a morir (30-33). Los discípulos no comprenden absolutamente nada; discuten de forma frívola sobre sus pretensiones de grandeza; en lugar de aceptar el mensaje de Jesús, que es de entrega, humillación y cruz (33-37). La perícopa entra en un amplio correctivo con que Jesús catequiza a sus discípulos, que aún se rigen con criterios no evangélicos, y viven enquistados por los celos humanos y las envidias intestinas que dividen. Contiene dos partes. La primera es un aviso contra la pretensión de usurpar el nombre de Jesús. Sabemos que los primeros cristianos concedían mucha importancia al uso del nombre de Jesús en las fórmulas sacramentales, exorcismos y curaciones (Hch 3,6). Si el nombre de «Jesús» significa, conforme a su etimología hebrea, «salvación», y algunos, gracias a esta invocación, consiguen la salvación de otros hermanos enfermos o aquejados, a qué viene la prohibición de seguir usando su nombre; pues están realizando eficazmente lo que en él se encierra. La recomendación de Jesús manifiesta una llamada urgente a sumar no a restar. El Señor abre los ojos de los discípulos, achicados por sus torpes miopías, que ven sin percibir las perspectivas de misión universal; les infunde una mirada como la suya: amplia, generosa, tan grande como el mundo que necesita, cuanto antes, ser salvado y redimido. La segunda parte es una serie de sentencias sobre el escándalo. En el griego de Marcos se hallan enlazadas por una serie de recursos mnemotécnicos. Escándalo no es sólo lo que produce repugnancia en los demás, sino todo lo que puede dañar la fe del otro. Hay que renunciar a una parte (la mano, el pie, el ojo...) a fin de no perder un bien de mayor valor: la unión y salvación del cuerpo de la comunidad. Se trata de no arruinar la fe de los pequeños, los necesitados, lo aún no formados ni fortalecidos en la fe. En este sentido, la moral del N.T. constituye una defensa valiente de los más pequeños. Recordamos el ejemplo de Pablo, que sigue con fidelidad el evangelio. Él piensa que comer carne, no constituye delito. Pero si el comer carne puede inducir a un hermano -por quien murió Cristo-, inseguro en la fe, al escándalo, Pablo renuncia a su derecho (cf.1 Cor 813). Aún más, al pecar así contra los hermanos, turbando su conciencia insegura, se peca contra el mismo Cristo ( cf. Rm 14).

C l a r e t i a n o

2 0 0 6

LA MISA DE HOY SALUDO La paz, la caridad y la fe, de parte de Dios Padre, y de Jesucristo, el Señor, estén con todos vosotros. MONICIÓN AMBIENTAL Sed bienvenidos, hermanas y hermanos, a celebrar la Eucaristía en este primer domingo de octubre, mes misionero por excelencia. Sí nos reunimos para celebrar la Eucaristía, significa que somos seguidores de Jesús, hombres y mujeres dispuestos ser fieles al Evangelio. Que Él enciende nuestros corazones. Y, cuando celebramos la Eucaristía, estamos manifestando públicamente que queremos vivir esa fidelidad, ese amor entregado que Jesús nos enseñó. Y si no lo hacemos, los de fuera podrán acusarnos con razón de estar engañando, de decir una cosa y hacer otra. Y haremos quedar mal a Jesús. ACTO PENITENCIAL En silencio, conscientes de que el camino en busca de Dios de Dios está a menudo lleno de oscuridades, acerquémonos al Dios justo y lleno de misericordia y pidámosle que nos dé su gracia. - Tú, Dios de amor. SEÑOR, TEN PIEDAD. - Tú, Dios de bondad. CRISTO, TEN PIEDAD. - Tú, Dios de paz. SEÑOR, TEN PIEDAD. Dios, todopoderoso, tenga piedad de nosotros, perdone nuestros pecados, y nos lleve a la vida eterna. MONICIÓN A LAS LECTURAS Escuchemos en la primera lectura un texto del Antiguo Testamento, que es muy significativo para el pueblo elegido: el don del Espíritu, aunque transitorio, hace vislumbrar el día en que el pueblo en su totalidad reciba este Espíritu. Moisés ve en ello una fuente de esperanza. Proclamamos hoy el último fragmento de la carta de Santiago que hemos seguido durante los últimos domingos. Las palabras que vamos a escuchar son duras, y se dirigen a los ricos. Escuchémoslas y preguntémonos qué nos dicen a nosotros. MONICIÓN PARA ANTES DEL ALELUYA El evangelio de hoy nos pone delante dos realidades muy fuertes: una, que Jesús no es exclusivo de nadie, que lo importante es ponerse al servicio del hermano; y dos, que todo lo que estorbe al crecimiento en la vida ha de suprimirse sin compasión.

ORACIÓN DE LOS FIELES Con la fe y la confianza de los hijos de Dios, oremos a nuestro Padre diciendo: ESCÚCHANOS, PADRE. 1. Por los países que sufren la tragedia de la guerra o del hambre. Oremos. 2. Por los hombres y mujeres de todo el mundo: que en cada país se trabaje con afán para mejorar la justicia, el respeto mutuo, la libertad y la paz. Oremos. 3. Por los inmigrantes, por todos los que han tenido que dejar su tierra buscando una vida mejor: que puedan alcanzar unas condiciones de vida dignas, para ellos y para sus familias. Oremos 4. Por todos los niños y niñas que están comenzando el curso escolar: que crezcan sanos y fuertes en el cuerpo y en el espíritu. Oremos. 5. Por los hombres y mujeres que, de una manera u otra, están sin libertad, y por los que son esclavos del egoísmo: que el Evangelio vivido por los cristianos les presente la libertad de los hijos de Dios. Oremos. 6. Por los misioneros que están dando su vida en el anuncio del Evangelio: que se sientan respaldados por nuestra oración y nuestra ayuda. Oremos. 7. Por nuestros familiares y amigos, por todos los que estamos celebrando ésta Eucaristía, para que podamos compartir después de esta vida la alegría del cielo. Oremos. Recibe, Señor, nuestra humilde oración y haznos siempre prontos a cumplir lo que te place. Por JCNS. PADRENUESTRO Por el bautismo, hemos recibido aquel Espíritu que nos hace hijos de un mismo Padre en Jesucristo. Este mismo Espíritu hace que ahora nos atrevemos a decir: Padre nuestro...

Sugerencias Podemos poner por las mesas, escalinatas o donde estén visibles, recortes de periódicos con noticias de gente comprometida, que no pertenezcan a la Iglesia. - Canto de entrada: Señor, tú que brillas. - Canto del aleluya: Canta aleluya. - Canto de ofertorio:Te conocimos, Señor, al partir el pan. - Prefacio común VI y Plegaria Eucarística III. - Gesto de paz: La paz esté con vosotros - Canto de Comunión: Donde hay amor. - Canto final: Santa María del Amén.

Related Documents