DESARROLLO REGIONAL
El encuentro con el Totonicapán tiene como eje su centro ceremonial más importante, el Tajín. Uno de los edificios más impresionantes para la arqueología mesoamericana es la pirámide de los nichos, conocida antiguamente como Pirámide de Papantla: Un monumento dedicado al guardián de los vientos, con 365 pequeños recintos, que escenifica el calendario solar como muchos recintos, pinturas, danzas y otras manifestaciones de la cultura mesoamericana… pero también da fe de la complejidad del estado del tiempo que afecta la costa y la sierra veracruzana. El Tajín fue una ciudad-Tullan fundada y habitada por los totonacos, probablemente del año 300 al 1200 de nuestra era. El Totonicapán o mundo totonaco se extendía desde los ríos Cazones y Tecolutla hasta el Antigua, en la llanura costera del Norte de Veracruz, y por la sierra norte de lo que ahora es Puebla, hasta la zona de Zacapoaxtla, Cuetzalan y Zacatlán. Totonaco significa “tres corazones” (tutu: tres, nacu: corazón). Los estudiosos de la etnia totonaca mencionan que esto se refiere a los tres grandes centros que existieron en la región totonaca: Tajín, Cempoal y Yohualichan. Estos centros parecen haber estado en contacto con la cultura teotihuacana y tolteca de Tula después del abandono de estas ciudades, y es posible reconocer esta relación en la arquitectura, que evolucionó del tablero-talud al tablero con nicho y cornisa, y en el culto a las divinidades Tlaloque-Échate, en sus modalidades locales. Como hemos comentado anteriormente, las fuentes son confusas y contradictorias. Los totonacos fueron un pueblo pacífico, y a diferencia de los centros nahuas, que tenían soberanos o tlatoanis con funciones políticas, se organizaban los jefes étnicos en una confederación de ciudades, con un fuerte componente religioso. Eran una sociedad cerrada, gentil y dedicada a las artes, que se ha mantenido viva a través de los siglos. De hecho son uno de los 10 pueblos indios que sobreviven en el México actual con mayor población. Ahora se les encuentra en comunidades aisladas en la sierra Puebla y en los alrededores de Papantla y Poza Rica, aunque muchos se acercan al Puerto de Veracruz y otras ciudades del estado a vender sus productos, artesanías, bordados y vainilla. Las comunidades totonacas, como pueblos indios mexicanos, sufren grave disminución en número debido a la migración. Al iniciarse el período clásico recibieron influencia teotihuacano-tolteca, y florecieron ciudades que en otro tiempo habían sido modestos señoríos. Su característica fue la creatividad aunada al misticismo. Entre las piezas más conocidas están las caritas sonrientes, características de la costa veracruzana, pero también eran escultores, su arquitectura es hermosa y monumental, y sus ciudades están marcadas por una concepción urbanística desarrollada. El pueblo totonaco trató de conservar su cultura intacta hasta el contacto con los toltecas. Hubo intentos de conquistarlos dada la riqueza del ambiente y la organización de su pueblo. Alrededor del siglo XV fueron sometidos por los nahuas
de la Triple Alianza y tuvieron que pagar tributo a los aztecas. Esto los llevó en 1519 a aliarse con Hernán Cortés, buscando liberarse del yugo mexica, sin saber que iban a jugar un papel preponderante en la destrucción del mundo mesoamericano y el suyo propio. Los totonacos, representados por 30 jefes de sus pueblos, aportaron 13,000 guerreros al ejército de Cortés, saliendo de Cempoal, y les facilitaron la alianza con los Tlaxcaltecas. Al caer Tenochtitlán, los españoles tomaron los pueblos totonacos, que terminaron como siervos en las encomiendas. Allí comenzó una estrategia de desestructuración sistemática, que efectuaron el clero y el gobierno español hasta la guerra de independencia, y más adelante el gobierno independiente. En ocasiones se usaron recursos bien vistos en su tiempo, como la infiltración de maestros mestizos, que tomaron las tierras de los indios y cambiaron muchas formas culturales. También fue notable el uso de las religiones para asfixiar la cultura autóctona, aún las formas sincréticas ya autorizadas, como la celebración de la Semana Santa. En el siglo XX la religión católica perdió influencia, porque en los años cincuenta se desplegó el Instituto Lingüístico de Verano con campañas protestantes, que separaron familias y pueblos. También hubo acciones para quitarles sus tierras, como la privatización de áreas comunales y la exploración petrolera. Sin embargo, los totonacos lograron salir adelante y llegar vivos al siglo XXI utilizando estrategias internas que les permitieron ser olvidados por la iglesia y el estado: No utilizaban dinero, han mantenido una economía de autosuficiencia basada en el trueque, los padres y las madres han educado personalmente a sus hijos en una relación de afecto y respeto que caracteriza a todo totonaco, además de que se refugiaron en las alturas de las sierras, o en tierras que no interesaban a nadie. En nuestra visita al Tajín intentábamos admirar la magnífica arquitectura en piedra caliza, y terminó siendo un encuentro fascinante con la totalidad de la cultura del posclásico, que es una bella y controvertida faceta de la cultura mesoamericana. El encuentro comenzó con la amable e inesperada bienvenida del representante del INAH en la zona arqueológica, Francisco, un orgulloso totonaco que custodia su centro ceremonial. Francisco se ofreció gentilmente a acompañarnos en una visita guiada, y nos comentó muchas cosas acerca del centro, pero también nos abrió el panorama de las raíces del mundo totonaco, emparentadas en un principio con el mundo teotihuacano-tolteca, pero también en su vida moderna, impregnados de la cultura mexica. Comenzó diciéndonos que el Tajín estuvo ocupado desde el año 300 al 1200, pero su tiempo de máximo apogeo, contemporáneo con Xochicalco, Tula, Uxmal y Chichén Itzá, fue a la caída de Teotihuacan, entre el año 850 y el 1150. Nos dijo que el desarrollo se dio a partir de pequeñas aldeas entre dos arroyos. Después cotejamos con la lectura del libro del doctor Piña Chan, que también marca tres zonas en la zona arqueológica, área que tiene mayor extensión bajo la selva que rodea el sitio descubierto.
La zona sur está formada por edificios piramidales con taludes nichos y cornisas, todavía sencillos. A medida que avanza uno hacia el norte crece la complejidad. La zona intermedia, bordeada por un muro de contención, incluye los edificios de la época de esplendor, entre ellos la pirámide de los nichos. La zona norte, arriba del muro de contención tiene palacios muy ornamentados. En la entrada del palacio más grande se encuentra un arco de tipo maya bordeado de grecas típicas de la escultura totonaca.