Delirio-el Silencio

  • June 2020
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  • Words: 13,879
  • Pages: 147
Pietro Pascarella. Dolor en silencio. Joan Ripollès Iranzo. Cuatro bombas bien puestas. Joseph Bofil. Esculturas. José Morfus. Silencio. Marga Grima. En el color no hay silencio. Juajo García Sancho. Un buen trago de silencio. (Tierra, trágame) Noemí Días Patiño. Itrynottothink. Silencio de entreguerras. Óscar Varona. Juan Carlos Cardesin. Voces que nadie escucha. Ana Patricia Moya. No somos Nadie. Juan José Romero. Fotografías. Paz Juan Robledo. Sinestesia en re menor. Revista Groenlandia. Música. Entrevista a Telekinesis. Valerio Compagnone. El silencio impuesto. Jonás Casquero. Fotografías. Gemma Pellicer. Y ahora ¿qué? José Luis Gracia Enguita. Amor de verano. Paco Martos. Silencio. Dani Serrano. Me canso y me silencio. Música. La Cosecha del Olvido, por Lou Skombro. Angelo Volpe. Silencio. Juanjo Márquez. Silencio, se vive. Raúl Gaitán. Silencio. Kebrantaversos Pérez Blanco. Poemas. Luis Urdaneta. Nunca. Joan Aragó. Silencio. Francisco Peral Bárcena. Silencio. Ally Malinenko. El silencio es un lugar solitario.

Juan Crespo Gete. Silencio. Carlos M. Camba. Carta Muda. Ana Laguna. Silencio. Lena Yau. Paradojas del silencio. Música. La Marca de Caín. Carlos Santos Nieto. “S”. Gemma Vegas. Silencio. Amaya Rebolledo, la estocada. Mónica Freak. Silencio. John Grochalski. Cuidado con lo que piensas. Óscar Varona. Impurus Vs. Delirio. Teatro. De liras y Delirios. Susana Boettner. Silencio, se crea. Hugo Izarra. Tres cerditos. Simulacra. Mute. Rocio España. Tras mi silencio. Aída Miró. Silencio. Eva Caballé. Un grito desde el silencio. David Palma. Silencio. Joseba Molina. Sin palabras. Selene. Silencio. Caótica&Buenrollista. Directorio. Standdart.

Portada: Paco Martos. Dirección y edición: Aída García Corrales. Maquetación y diseño: Aída García corrales, Paco Martos. Coordinación: Aída García Corrales, Óscar Varona y Paco Martos. Redacción: Aída García Corrales y Óscar Varona. Gracias a todos los artistas que han hecho posible DELIRIO- EL SILENCIO. Delirio es una revista cultural on line gratuita sin ánimo de lucro. Todos los contenidos que aquí se exponen has sido previamente pactados con sus respectivos autores. En caso de querer hacer uso de ellos con intenciones ajenas a la revista, Rogamos se pongan en contacto con los propietarios de las obras. Visualización recomendable para este documento PDF: 76 ó 77% dependiendo del tamaño de su pantalla.

Ssssttt… Silencio. Estamos solos tú y yo, tal vez con la luz apagada, espero que en completo silencio. Sólo te pido eso. Apaga la música, la televisión y ese estúpido programa que están dando a estas horas. Escucha únicamente mis palabras en tu cerebro y, tal vez, aquello que el ruido nunca te dejó oír. Y ahora que estamos tú y yo y que nada nos perturba, o al menos nada procedente del exterior, déjame que te cuente algo. Tienes ante ti el cuarto número de Delirio. Tanto si eres nuevo como si nos llevas siguiendo desde el primer instante, agradecerte que estés con nosotros. Eso es lo más importante y principal. Sin ti esto no sería lo mismo. Te has unido a otras cinco mil personas que se han descargado nuestro anterior número y que hacen de Delirio un sueño que cada vez tiene más consistencia; un ectoplasma salido de la oreja de unos pocos en una sesión de espiritismo que no deja de tener su parte dolorosa. Como un parto o la extracción de una muela. ¡Pero qué bien te quedas cuando ves el trabajo terminado! En silencio. Sin más compañía que la propia satisfacción del que ve su trabajo recompensado con tu vista pegada a la pantalla del ordenador. Todo acto artístico requiere su parte dolorosa. Y silenciosa. Estamos creciendo, ampliando nuestros horizontes conforme los números van apareciendo. Y no sólo en volumen, como podrás comprobar a continuación, sino traspasando fronteras en cuanto a artistas y seguidores. Esto nos da fuerzas suficientes para continuar y plantearnos nuevos retos para el futuro. Pero de eso ya hablaremos. En silencio, tú y yo. Este cuarto número que tienes ante ti y que estás a punto de descubrir está dedicado al silencio. Y como siempre, los artistas-colaboradores han interpretado de diferentes formas tal estado: como una liberación, como algo cercano a la muerte en vida, como un encierro permanente… El silencio… Quizá nunca te diste cuenta de que realmente existía. Para ello, para que te familiarices con él, tienes delante más de cien páginas de auténtico arte plasmado en escultura, pintura, fotografía, cine, música y literatura. Para que lo disfrutes, lo paladees, lo mastiques y te lo tragues con el placer de quien lo realizó y amoldó a sus intereses artísticos. No te entretengo más. Seguro que ya has pasado algunas páginas. Recuerda, solo estamos tú y yo, y quizá el silencio que nos rodea. Disfruta del mutismo que fluye por estas páginas que hemos hecho para ti.

Querida Amanda, nunca fueron tus ojos el mejor escondite y ya no volveré a refugiarme en ellos. No hay en esta ciudad un sólo lugar donde resguardarse de las ínfulas de la buena conciencia. En el metro nos acribillan con señales acústicas y con la patraña de las pantallas planas, lo mismo que a la hora del menú en el restaurantito gallego. Y una mala música, que nunca necesité para pensar ni conversar conmigo mismo, se me viene encima al sentarme en la barra del bar a beberme mis secretas intenciones. He imaginado muchas veces que te abría con lentitud de escarabajo y perseveraba en el rosa calmo y húmedo de tus grutas sin eco, sin tu flor de gemido ni la espuela de un verbo lúbrico. Entraba en ti, reduciéndonos los dos a cuatro sentidos eucarísticos, apartados de ese disturbio perpetuo de ciudades nubladas por un pólipo atmosférico biliar. Te llenaba de mi y absorbía tu alma de sudores en la más absoluta distensión, desprovisto de tono, intensidad y vibraciones. Envidio en ese amago la intangible invasión del Espíritu Santo que embaraza a María sin que ni siquiera ella se note irradiada de la simiente del Eterno, aunque el último don que deseo para mi tallo de rabia es la feracidad. Prefiero acaballarte sin percusión, amainado en manantial sin remolinos, en una claridad de lumbre sin crepitación, sin el chasquido de la leña que se consume amargada en asfixias de rancia humareda. Tus ojos ya no me sirven de cueva, sino de espejo, centelleante azogue que reclama la atención de todo el mundo, y huyo con pie suave y un frío inaudito como de pausado helado que se derrite, amébico, hipotalámico, anélido, como un esparto dócil que nunca se roza en medio del escándalo de aristas y mentiras que perpetran a diario negocios, aparatos, transportes, medios, sujetos objetivados y privatizadas vías públicas. Me enyeso, me rebozo con una gruesa capa de vómito amarillo que encapsula mis líneas disparejas de pensamiento premeditadamente afónico: bajo continuo de la prolepsis. Sospecho que mucho más abajo o demasiado por encima de la agudeza de grajo del presidente del gobierno, del jefe del estado,

banqueros atorados, funcionarios, sacerdotes, maestros, sindicalistas, comerciantes, artistorros, politicastros, solidarios de si mismos, memorialistas, desmemoriados, cantamañanas, badulaques de la broma inocua, especuladores de lo que no es, secantes del todo por la nada..., detrás, encima o debajo de ese bazofial mantecoso, envueltos en la cobija de una costra de siglos, se teje y desteje, maneja y desmadeja el bien de todos ellos. La vana alharaca del espectáculo diario les sirve de cegador y de película. Y pienso, para mi sólo, Amanda, pienso para mi sola comprensión, ya sin consuelo, que la única solución tal vez pase por volver a hacer temblar el piso y los cimientos, por engendrar una silábica mántrica, un poemo de graves tal que no le quede al mundo más remedio que precisar un instante en blanco, un reseteado, una tabula rasa sobre la que poder escribir los nombres y los cargos, los delitos y las condenas. Pienso, Amanda, que cuatro bombas bien puestas tal vez lo dirían todo. Tápate los oídos, yo me he arrancado los tímpanos con tus horquillas y ya no soy ni seré ciudadano de patria inteligible. JOAN RIPOLLÈS IRANZO.

Josep Bofill Moliné: Escultor y pintor nacido en Barcelona en 1942 y que inició sus estudios en la Escuela de Artes y Oficios de Barcelona, exponiendo, por primera vez, en 1976. Desde entonces, ha ido realizando un gran número de exposiciones e importantes monumentos en diversas ciudad, como Girona o Zaragoza. En su obra podemos apreciar el protagonismo de la figura y del ser humano, dentro de una soledad y un silencio propios del hombre actual; un aislamiento que se ve reforzado en sus esculturas de resina y que encierran al hombre o a la mujer en sí mismos frente al resto de la sociedad. Es a partir de 1983 cuando empieza a llevar a cabo una intensa actividad expositora. Utiliza distintos materiales, aunque es el bronce y la resina dos de los más usados e importantes en gran parte de su obra.

´ Silencio… Cuando estalla la mente… intentando pensar y te faltan los hilos donde amarrar tantas luces. El lugar que deja el aire cuando arrasa con todo. En la huella, del caminar por playas, que el agua ha de borrar. En la espera de ese beso que sabes ya no va a llegar. Donde nace el impulso que te hace soñar, el momento justo antes de empezar a tocar. A solas, en tus llantos, cuando recuerdas que hay palabras que pueden matar. Cuando crees que esa línea nunca podrás pasar. Al amanecer, entre el bullicio de la vida que se hace notar sabiendo su propia fragilidad. Al llegar a sur… de cualquier norte, y te das cuenta de que echas de menos el resto de otros tiempos. Cuando se nos caen los principios y nos rodean los finales. Al salir donde no caben más para ver y te encuentras entre la multitud que te mira. Al pensar en tu voz, dulce y susurrante, mientras el aire descuelga de vestidos nuestro árbol.

Dibujo, Juan Carlos Cardesin Ilustración, Aída García corrales.

Al rotar esta tierra sus caras que ofrece al sol y pensar que el siguiente amanecer puede volver a ser único.

Descubrí el placer del silencio, sin interrupciones ni sobresaltos. Busqué razones y esperé a oír el ruido del silencio, ver color en la oscuridad y dejarme llevar hasta la saciedad. Rompí el silencio y vencí el miedo para perderme contigo y dar rienda suelta al derroche de colores, que se mezclan y me hacen los honores. Ahora la pintura me acelera, es generosa y viajera, de entregas incondicionales y de emociones contenidas. En mi tiempo y espacio intento silenciar largos caminos de soledad, que desembocan en un despertar de los sentidos, e irremediablemente el silencio se convierte en una danza de colores. Entonces soy feliz

Todos hemos pasado por una situación similar. Da igual el entorno, las palabras empleadas, tener más o menos confianza entre los interlocutores… No recuerdo si es la típica frase célebre de agenda regalada por Navidad o una estrofa de una canción: “si lo que vas a decir no es más bello que un silencio, no lo vayas a decir”… - Ahora es cuando los seguidores del Último de la Fila exigen mi cabeza -. El caso es que alguna vez hemos puesto en la balanza el silencio y abrir la boca y hemos apostado por la peor opción. Mi particular caso ocurrió en Bruselas. Desaprovechar el silencio tan lejos de casa no sé si fue por mi vicio por viajar o simplemente por bocazas. Cuando viajo prefiero hacerlo solo, además de para no discutir con nadie, porque quiero que la ciudad y yo nos quedemos a solas, sin nada en absoluto que nos interrumpa. Analizo relajada y pausadamente todos los datos que la desconocida ciudad me pueda aportar y si me gusta, repito. Me centro tanto en eso que de vez en cuando paso por alto otros detalles más importantes. En la plaza principal de la ciudad había montado un festival de música, todo estaba engalanado para la ocasión. No era precisamente del silencio de lo que se pudiera disfrutar, pero no me importaba. No sé si eran fiestas patronales o nacionales lo que celebraban. De hecho, creo que aún lo están decidiendo. Entre tanto gentío y música a todo volumen, en una de las calles coincidí con un profesional del silencio. Un mimo. Nada de particular. De hecho ya los había visto en muchas otras ciudades. Pero mis revolucionadas hormonas hicieron que me percatara en los preciosos ojos azules de LA mimo. Representaba a una “simple” estatua de bronce que no recordaba a nadie en especial. Cuando dejabas unas monedas, hacía algún juego malabar. Lo típico. Me quedé apoyado en la barandilla de una cafetería cercana observándola. Unos veinte minutos. Aporté unas monedas a su causa y se movió sin apenas mirarme. Le hubiera pagado más por otro tipo de movimientos, pero tenía la esperanza de no llegar a recurrir a la prostitución. Allí estaba yo, plantado como un pasmarote. Dudo que se diera cuenta de mi presencia, hasta que el destino jugó a mi favor. Entre ella subida a un cajón y la pared a su espalda, había suficiente espacio como para que pasara un matrimonio de ancianos. El señor tuvo la ingeniosa idea de pellizcar el culete a la chica. Óscar

Al no esperárselo, dio tal respingo que su gorra cayó a apenas un metro de mis pies.

Varona.

Ella rió la “gracia” pero con aspavientos daba a entender que, al menos, el viejo le recuperara la gorra. Antes de ninguna reacción, ya la tenía yo en la mano ofreciéndosela. Al recogerla, esta vez sí me miró y me sonrió. Habíamos conectado. En silencio. Pude haber forzado algo más la situación, pero entonces pensé…la chica está currando y mi siempre inoportuno bloqueo me impide articular palabra

alguna, en un idioma que muy probablemente ella desconozca, así que me largo. En apenas unos segundos yo ya había girado la esquina. Esa misma tarde volví a pasar por el mismo lugar. Mi ritual de viajero requiere pasar por cada sitio al menos un par de veces. Si no puede ser el mismo día, pues la misma semana o al año siguiente. Pero esta vez quería reencontrarme con mi mimo. Con la mimo de ojos imposibles. Llegué justo cuando ya estaba desmaquillándose con la ayuda de algodones, un espejo y un líquido especial. Justo enfrente, una tienda de suvenires. Entré y salí con dos “cacolas” frías – por si no se pueden decir marcas – Le ofrecí una esperando que se acordara del gentil muchacho que había recuperado la gorra para ella. Era la excusa perfecta para romper el hielo y comenzar una conversación. Aceptó la “cacola”, me miró, sonrió…y empezó a hacer gestos…muy pocos eso sí….incomprensibles para mí…incompresibles si desconoces su idioma…incomprensibles porque eran los gestos de una sordomuda. Al ser materialmente incapaz de proseguir una conversación coherente con la muchacha, le devolví la sonrisa pensando, tierra trágame, y me alejé de allí lo más rápido que pude. MORALEJA: Más de una historia de amor se habrá ido al limbo por culpa de unos inoportunos silencios, pero este caso, nunca mejor dicho.

Condensar, o resumir, en apenas un par de páginas todo un movimiento cinematográfico como el expresionismo alemán, tan importante en la historia cultural de aquel país como en la del resto del mundo, se hace una tarea ardua y difícil que quizá terminé por cojear en más de un punto en concreto. Enfoquémoslo pues como una breve introducción hacía uno de los cines más extraños, apasionantes e influyentes del pasado siglo. Tras la derrota de Alemania en la I Guerra Mundial, el arte alemán, y más concretamente el cine, intentó plasmar en imágenes algo tan abstracto como el alma de todo un país dándole un carácter enigmático. Algunos de los calificativos que acompañaron a esas películas fueron macabro, siniestro o mórbido, haciendo que el cine alemán renovase sus temas tras un periodo arcaico de escasa calidad, que pasaría sin pena ni gloria a la historia del cine. Se trata de un movimiento que intenta alejarse de lo que hasta ese momento es la pieza clave del arte en general: el naturalismo. El expresionismo es una deformación de la realidad que intenta plasmar de forma subjetiva el alma del hombre. Y no es extraño que a raíz de los desastres y consecuencias de una guerra tan cruenta como la que llevó a Alemania a la derrota en 1918, tanto la pintura como el cine y otras artes (destacando la arquitectura o el teatro, cuya principal figura, Max Reindhardt, fue el precursor de ciertas técnicas que los cineastas de la época se apropiarían después para sus propias películas) reflejasen la mentalidad de un pueblo hundido que había dejado de creer en sus dirigentes. Esto no significa que hubiese un carácter nacional fijo. Como dice Kracauer en su libro De Caligari a Hitler: “La descomposición de sistemas políticos deriva en la de los sistemas psicológicos, y, en el caos subsiguiente, las tradicionales actitudes internas ahora liberadas están destinadas a surgir y actuar, se las rechace o se las acepte.”

Hablar del cine expresionista alemán, es hablar de la productora UFA (Universum Film Aktiengesellschaft) creada en 1917 con un propósito meramente propagandístico. Tras la guerra, y viendo que de nada le servía ya al gobierno, éste deja su participación en manos privadas, más concretamente en el Deustche Bank, y con ello se dio salida a un fin más comercial, con lo que se produjeron películas de carácter sexual o superproducciones pseudo-históricas que el público alemán devoraba con avidez. Con El Gabinete del Dr. Caligari (1919) se inicia lo que denominamos expresionismo en el cine, aunque otras películas anteriores como El Estudiante de Praga, dirigida por Paul Wegener en 1914, se convertirían en claros antecedentes del

Hablar de Caligari y de su realización daría para mucho más que una breve reseña en un artículo, siendo el pistoletazo de salida de un movimiento y una forma de entender el cine como arte. Sus autores, Carl Mayer y Hans Janowitz, vieron, en cierta forma, cómo sus aspiraciones eran traicionadas primero por la inclusión de un prólogo y un epílogo que cambiaba completamente lo que los autores quisieron decir con su historia. Así, lo que en un principio pretendía reflejar “lo absurdo de una autoridad social” se redujo, por mediación del propio Robert Wiene, director de la película, a las meras alucinaciones de un loco. Además, Mayer y Janowitz pretendían que los decorados fuesen realizados por Alfred Kubin, cuyas visiones habrían sido aún más tenebrosas y alucinantes. Sin embargo, se terminó encargando el proyecto a dos pintores que bebían directamente del expresionismo: Walter Röhrig y Walter Reimann.

Es en este punto donde se ve la importancia que en el cine alemán tiene el decorado, y que junto con el director y el equipo técnico, da lugar a lo que Rotha describe como constructivismo de estudio: “ese curioso aire de integración, de finalidad que rodea cada producto de los estudios alemanes”. Esto supuso que en Alemania no tuviese un movimiento vanguardista en el cine como si lo hubo por ejemplo en Francia (con excepción de cierto cine abstracto). O como dice Kracauer “por medio de su constructivismo de estudio, no menos que por su iluminación, el cine alemán reveló que ellos preferían tratar sucesos irreales desplegados en una esfera fundamentalmente controlable”. A partir de Caligari surgirían un amplio número de películas que trataron de imitarla tanto en temática como en realización. Los temas derivados de la película de Wiene serían básicamente tres: La tiranía a la que se enfrenta el alma, reflejado en películas tan importantes como Nosferatu (F.W. Murnau – 1922), Vanina (Carl Mayer – 1922), El Doctor Mabuse (Fritz Lang – 1922), (éste último bebiendo directamente de las fuentes de Caligari), y El Hombre de las Figuras de Cera (Paul Leni – 1924), película que cierra el ciclo de tiranías El destino: temática que quedaría mostrada en dos auténticas obras maestras del séptimo arte dirigidas por el maestro Fritz Lang: Las Tres Luces (1921) y Los Nibelungos (1924) El caos: en el que se pone de manifiesto los impulsos y apetitos desbocados en un mundo caótico. Las realizaciones más importantes de esta temática vendrían de los escritos de Carl Mayer – Escalera de Servicio y El Raíl (ambas de 1921), La Noche de San Silvestre (dirigida por Lupu Pick en 1921) y El Último, película que culmina esta serie centrada en la temática del caos y cuyo éxito se debió al equipo formado por Carl Mayer, F. W. Murnau y Karl Freund. Otros temas de igual importancia a los anteriormente citados, aunque de un modo tangencial, serían el doble o dopplegänger (presente en películas como Caligari, Nosferatu, El Estudiante de Praga, Metrópolis o El Golem), la relación paterno-filial, y el monstruo como figura tiránica o subyugada. Aparte de la temática, y mucho más importante que ésta en el movimiento expresionista, sería la estética, como bien hemos visto anteriormente con el constructivismo de estudio. Tendrían especial relevancia dos aspectos fundamentales que caracterizarían este movimiento: La luz, con la que los alemanes se convirtieron en auténticos descubridores y maestros de la fotografía cinematográfica (que más tarde sería imitada en géneros tan diversos como el terror o el cine negro), y los decorados, pieza clave en cada una de las películas expresionista y que, a diferencia de otros cines que se producían en Europa, obligaban a los directores a hacer películas con decorados interiores. A partir de 1924 y con una situación social y económica más estable en Alemania, el cine derivó hacia otro tipo de películas que intentaban competir con aquellas que venían de Hollywood. La UFA hubiese quebrado si no llega a ser por la ayuda recibida por la Paramount y la Loew’s Inc. (Metro-Goldwyn). Los americanos vieron en Alemania un país donde introducirse e inundarlo con sus propios productos. Se hicieron con grandes salas cinematográficas y establecieron sus propias agencias de distribución. Todo esto conllevó a una americanización del cine alemán, y como consecuencia, el fin de un movimiento artístico que había dejado de interesar.

Habitación número trece del Tanatorio Provincial. Reunión familiar por la muerte del abuelo. Los hijos y las hijas, las nueras y los yernos, y los nietos mayores velan al difunto. Diversas manifestaciones de dolor, en silencio, roto de vez en cuando por sollozos. En el ataúd, el rostro pálido del fallecido es escudriñado por todos los presentes: ha muerto sin dolor, ha tenido una larga vida. En la estancia, algunos están sentados en confortables sillones, mirando el reloj, algo nerviosos; otros se pasean de lado a lado, con gesto meditabundo; los adictos al tabaco esperan fuera de la sala, fumando ansiosos un cigarro tras otro. Faltan unas horas para trasladar el féretro al crematorio. Quemarán su cuerpo hasta transformarlo en cenizas. Los allí congregados no están consternados por la inminente incineración del abuelo: están deseando que el abogado haga acto de presencia para otorgar la herencia a las hienas, a los vástagos de un hombre rico que murió en un geriátrico, abandonado, a falta de cariño desde que surcaron las primeras arrugas: ahora todos, todos le aman. La naturaleza humana es drama, tragedia, y comedia. La sangre no une. Ni el cariño. Une el egoísmo

En el silencio de la noche I Hace calor. Las sábanas se me pegan a esta piel llena de cicatrices invisibles. El insomnio está acabando conmigo. El sudor me lleva a ti. Se me repite tu voz empalagosa, de susurros encadenados, de lujuria asomando en tus dientes verdugos de mis hombros y mi cuello. No te extraño: es dura la ausencia de cariño aunque sea de mentira.

Foto: Juan José Romero.

En el silencio de la noche. II Le lloras a la almohada y a mí, en silencio. Pero… ¿quién limpiará mis lágrimas? ¿Tú? ¿O mi conciencia? Jamás tuve derecho a la redención.

(Estos poemas pertenecen a “Yo soy lo que dicen mis manos”, de Ana Patricia Moya)

Foto: Juan José Romero.

Ilustración, Aída García Corrales.

Telekinesis! es Michael Benjamin Lerner y Michael Benjamin Lerner es Telekinesis! Este joven músico de Seattle ha conseguido con su primer disco llamar la atención de la prensa independiente y del público en general; once canciones de corta duración, frescas, pegadizas y bailables, de un pop de gran calidad con reminiscencias de la música de los 60 y del “Indie” norteamericano de los 90, y letras románticas con las que cualquiera puede sentirse identificado. Producido por Chris Walla, el primer álbum del multiinstrumentista ha sido y es una de las grandes sorpresas de este año en el mundo independiente. Hablamos con él poco antes de comenzar su gira europea que le traerá a nuestro país a mediados de octubre, tocando en ciudades como Barcelona, Madrid o Murcia. Sin duda, un concierto que no deberías perderte y un cd que deberías agregar a tu colección.

Este número de Delirio está dedicado al silencio. ¿Qué significa para ti? Bueno, supongo que si hablamos del silencio como la ausencia de sonido, entonces significa paz y tranquilidad. Significa que no estoy pensando en nada. Significa que me voy a dormir en mi habitación de Seattle. Estás ahora mismo girando por Europa. ¿Cómo está siendo la respuesta? En realidad la gira está punto de empezar. Llevo en Berlín una semana aproximadamente, preparándome para nuestro tour por aquí. Estoy ansioso por empezar esta gira. Realmente adoro Europa, y no puedo esperar a visitar algunos lugares en los que nunca he estado antes. Creo que va a ser genial. Vais a tocar en España en octubre. ¿Es la primera vez que tocáis aquí? ¡Sí! Estoy reamente encantado de tocar en España. Por ahora sólo he visitado La Manga, en Murcia, creo. La Manga parece como una falsa estampa de lo que España realmente es. ¡Tengo muchas ganas de ir a Barcelona! ¿Cómo es la banda que te acompaña en la gira? ¿Vas a grabar con ellos en el estudio? ¡Son adorables! Creo que de nuevo estaré solo en el estudio a la hora de grabar el próximo disco. Me siento más a gusto así por ahora.

"...si hablamos del silencio como la ausencia de sonido, entonces significa paz y tranquilidad. Significa que no estoy pensando en nada... "

Hablemos de tu disco. Creo que es un muy buen álbum, lleno de canciones de pop muy frescas. Tocas todos y cada uno de los instrumentos. ¿Por qué y con qué instrumento te sientes más cómodo o te gusta más? ¡Muchas gracias! Toqué todos los instrumentos porque en realidad nunca pensé que esto se llegase a editar. Quiero decir, lo único que hacía era intentar hacer una canción. Nunca pretendí sacar un disco hasta que Chris Walla (productor de grupos como Death Cab for Cutie o The Decemberists entre otros) se me acercó y me preguntó si podía producir el disco. Lo que realmente me divierte es tocar la batería. Amazon ha dicho del disco “influenciado a partes iguales por canciones atemporales de los años 60 y 70, y la indolencia y la brevedad del rock indie clásico.” ¿Estás de acuerdo con esta descripción? ¿Cuáles son realmente tus influencias? Sí, diría que es bastante certera. Me encantan los Kinks, la música pop francesa de los 60 con gente como France Gall, Jacques Dutronc, etc. Pero sí, creo que la música pop de los años sesenta y setenta tiene una gran influencia en mí a la hora de ponerme a escribir canciones.

¿Cómo es tu método de trabajo? Me refiero a cuando escribes y finalmente grabas una canción. Es realmente raro. Normalmente empieza conmigo solo en el estudio, trasteando con diferentes instrumentos. Suelo grabar una demo primero en mi portátil. De este modo tengo una maqueta completa al final del día. Por lo general todo empieza con una melodía de guitarra o un acorde y partir de ahí surge todo. ¿Cómo fue trabajar con Chris Walla? ¡Alucinante! Tiene mucho talento, y es la persona a la que puedo calificar en estos momentos de mi vida como un absoluto genio. Es increíblemente inteligente, una persona realmente adorable, y lo pasé muy bien con él grabando este disco. Espero hacerlo de nuevo pronto. ¿Estás contento de cómo la gente ha recibido tu disco? ¡Sí! ¡Está siendo bastante alucinante! Todo esto es como una explosión por ahora.

¿De qué forma tu ciudad (Seattle) ha influido en ti y en tu música? Seattle ha sido mi hogar durante toda mi vida y es un lugar realmente encantador. Es muy bonita para aquellos que van por primera vez. Está situada al lado del mar, y es maravilloso. Tiene además un ambiente asombroso, muy artístico, y la escena musical es muy intensa. Es una comunidad de músicos muy cercana, y todo el mundo sale con todo el mundo. Me gusta mucho esto de la ciudad. Es un lugar alucinante para vivir. ¿Cuándo te diste cuenta de que querías dedicarte a esto? Yo diría que después de ver a Radiohead en su tour del Kid A supe que quería ser músico. Algo en aquel concierto, y el momento de mi vida en el que lo vi, fue algo surreal y perfecto. ¿Cómo fue tu infancia? ¡Genial! Crecí en un ambiente musical. Mi padre fue DJ en una radio de Seattle durante treinta años, de modo que siempre estuve rodeado de música. Sinceramente fue genial.. ¿Cómo ha sido trabajar con Merge Recods? Increíble. Son un grupo de personas geniales, y grabar discos con ellos es un sueño hecho realidad. No puedo creerme todavía que esto esté pasando. Hablemos de otra de tus pasiones: la fotografía. Cuéntanos qué significa para ti. Es algo que me encanta hacer. Ser músico te da la oportunidad de viajar mucho, y documentar esos viajes con la fotografía es genial. Soy un apasionado de las cámaras antiguas. Polaroids y viejas cámaras de 35 mm. Me encantan. Me mantienen sano. ¿Tienes alguna otra pasión artística? Hmmm… Creo que ninguna más. La música me quita bastante tiempo de mi vida en estos momentos. ¿Qué te gustaría mover con la telekinesis? Una cuchara, para empezar. Entrevista, Óscar Varona

Conocí a Silencio por casualidad. Casi nunca cambiaba de muda pero siempre llevaba consigo la corrección de un diplomático. Era una droga preciosa, sin efectos secundarios. Hasta mis endorfinas dormían cuando abrazaba su cuerpo. Habitualmente, hacía su aparición por la noche, sin avisar, sin percibir el retumbo de los besos que me hacían alunizar. La última vez que vino a verme fue a última hora y llovía. El clamor de la lluvia violenta y el cielo plúmbeo envolvían con papel de ruido los regalos callejeros. Desde mi cama sentía las gotas de agua golpeando el cristal. Cuanto advertí su presencia en la habitación, el mundo se cerró de golpe, siendo el sonido de las puertas del conocimiento el último eco que anunciaba nuestro amor silencioso. Ella entró sin saludar, como siempre; sin modos ni artificios escritos o diseñados por cualquier mente humana. Me abrazó. Había tanto espacio por congelar que enfrió mi cuerpo primero con la dulce muerte de los sentidos y sus besos taciturnos. Por momentos creí escuchar el sonido de mi corazón agotándose pero cuando Silencio te abrazaba, no escuchabas absolutamente nada; una bomba sosegada estallaba en mis oídos dejando paso a un mundo desconocido, forastero, enmascarado. Hicimos el amor casi toda la noche. Intentaba gemir pero en su naturaleza no estaban permitidas las palabras sonoras, tan sólo la pléyade de orgasmos de amor etéreo y mi cuerpo placenteramente muerto. Y el sueño me invadió como la marea subiendo y no pude resistirme a sus encantos. Un sueño de amor de verano sin límites, sin achaques, sin excesos, sin los ruidos de los coches ni las gotas de la lluvia como guantes de boxeo; un pause en el botón de cualquier mando.

Me silencio entre las teclas resto los días del ocaso vespertino, irme donde no quiero, amanecer en el olvido y rodar por caminos naufragados. Reírme siempre del silencio escuchando llover desencantos en días de soleada razón. Hay días que me abruma el respeto, que la libertad me aprieta como una faja que los pensares caminan por rutas angostas reparando torceduras inertes, como no podía ser de otra forma. Me duelen tanto los ojos de pensar lo que no veo que desplazo el dintel de la puerta con manotazo deseoso, no de azules, sino de rojos desaprensivos. No se si tendré fuerzas, yo también me canso, y estoy cansado ...... muy cansado ...... me duermo ...... callado ...... y solo. Ilustración, Óscar Varona

El invierno se acerca y las gaviotas son decapitadas en el silencio del verano muerto... la mente en blanco, el deseo en llamas y la realidad, imploro, que desaparezca de mi vista agrietada. Un café cargado, un beso púrpura lanzado al viento sangre, y una canción... “LágriMas dE soleDad” de La Cosecha del Olvido. Una banda provocativamente joven –sus integrantesuna banda adolescentemente adulta –su música-, una banda fascinante –su leyenda-. Formados en ese purgatorio anímico, en esa hardboiled city que es Benidorm, La Cosecha del Olvido está a punto de celebrar –al escribir estas líneas, en vísperas de ello, 12 de septiembre en el Abraxas- su premier mundial en directo, tanto de la consolidada banda en su formación, como de su primer disco: Op. Óptica (opus óptica)

Alto nivel compositivo, con la experimentación y la aniquilación de prejuicios como ingredientes básicos, con el riesgo que eso supone en estos tiempos donde las melodías líricas a cámara lenta parecen relegadas al silencio, residentes a perpetuidad en la conjura de los necios, ignorancias que se autoprotegen a base de lo más fácil: el desprecio. Sí, amigo, lo que no se conoce, se rechaza, asusta, cuando precisamente lo que hace es abrir nuevos caminos, nuevas perspectivas… ¿nuevos sentimientos? José Luis García (guitarra y voz), Jordi Matet (batería), Sebastián Carmona (flauta), Juan Palacio (guitarra) y Héctor Sánchez (bajo) saben que han apostado por lo más difícil, por ellos mismos, por lo que creen, y esa fuerza camina con La Cosecha del Olvido. No, no es fácil lo suyo… rock sinfónico regenerador, matices celtas, oleajes y tormentas mediterráneas, proto-after’punk mutante, ambientaciones densas y a la vez cristalinas, bandas sonoras que cuentan historias escritas con sangre, fogonazos de luz en el túnel laberíntico de la existencia, siguiendo sus sombras, llegando al silencio… y a la paz. Actualmente la expresión "alternativo" no significa absolutamente nada -y no creo que significase algo alguna vez- hasta que surgió cierto elixir proveniente de La Cosecha del Olvido, una propuesta que, de momento, produce adicción. Un elixir que hay que saber saborear, sin prisas, agrietando los barrotes que tienen encarceladas a la imaginación y al riesgo, lejos, muy lejos de cualquier fundamentalismo. La música es mucho más grande que las palabras, así que callémonos y prosigamos escuchando... Tanto la biografía de la banda como sus canciones las tienes disponibles en su myspace: www.myspace.com/lacosechadelolvido Ojala el sonido en directo haga justicia a la belleza, a la desolación y a la tristeza que conviven en ese valle ubicado entre el alma y el corazón, allí donde brota silenciosamente en libertad La Cosecha del Olvido. Aquí estoy, en el acantilado... esperando. Lou

Foto: Raúl Gaitán

Foto: Raúl Gaitán

Nunca me había parado a escucharlos. Los percibía pero no los valoraba, sabía de ellos pero no de su contenido. No hablo de ellos como puertas cerradas, como punto y final o como esas pausas que se suceden entre frase y frase, conversaciones cultivadas, expoliadas. Hablo de ocultaciones acotadas entre nota y nota, entre dos frases acaloradas, encendidas, apasionadas, en los misterios contenidos de un cuadro, de una foto, de una carretera que se diluye en el horizonte, en la fuga de una imagen, en la larga espera a un mensaje. Los secretos que sugieren más que apuntalan, esa prudencia que marcan un paréntesis en el cual uno deja de atender a las palabras y empieza a escuchar con el corazón. Ese espacio de tiempo contenido entre el rayo y el trueno, ese momento de espera incontenible, inabarcable, desposeído de todo en espera de la más inconmensurable de las sorpresas, aunque no la contenga, siempre seré sorprendido, por su misterio. A veces me parece inabarcable todo lo que puede contener un discreción, tanto o más que mi propia imaginación, porque es en ese mutismo donde sucede lo inexplicable, la comprensión de todo lo que no se ha dicho con las palabras; al igual que cuando contenemos la respiración durante un breve espacio de tiempo escuchamos mejor nuestro cuerpo, las omisiones motivan la introspección, la observación y es en ese instante cuando aflora, en el reposo inducido, acotado entre dos frases, entre dos notas, la reflexión de mis sentimientos. Se necesitan dos personas o más para crear un secreto, a mí los que más me gustan son moldeados en pareja, valoro la complicidad que se crea en el binomio entre una conversación y sus ocultaciones, en lo incontenible, en el exceso de ilusión que proyecto en ese momento. Y no me tachéis de ingenuo, no, muchas veces ya conozco la respuesta, pero es en ese reposo donde se concentra tal fuerza que aún sabiendo la respuesta, la continuación al misterio, sigo manteniendo la capacidad sorpresiva porque nunca pierdo la esperanza. Las reservas son señales, son indicaciones, son una cita, una alusión enmascarada. El silencio es provocación. Concebir esos mutismos es más comprometido que hablar por hablar, establecen una complicidad más sincera que las manidas palabras una y otra vez repetidas hasta la saciedad con el único ánimo de persuadir sin argumentos, desaprobadas por la falta de credibilidad perdida a golpe de estribillo. El final de todo, llenar el silencio con palabras vacías. Oídos

..Y para qué decías que era esto? -Nada, un fanzine que hacen una gente de Madrid. ..Madrid...me suena, creo que estuve una vez por allí.. -Venga pesao, que solo tenemos una hora de visita.

..Vale nen, ahí va.. Me llamo Joan, y soy una persona normalita, mas bien poca cosa, con una adolescencia larga y llena de toxinas con las que todavía voy purgando con los años, mi mala memoria y mis lagunas cerebrales me permiten ver varias veces la misma película como si fuera la primera vez... -Buf, no, sólo preséntate, no te líes, un poco de texto pa acompañar los dibujos...

..Dibujos? -Si, esos que haces aquí dentro, que luego rompes, me gustaría que alguien los viera, tu psiquiatra dice que es una buena terapia. ..Joder, tu sí que te preocupas por mí, eres un amigo...quizás el único que me queda.... no sé porqué la gente se está volviendo idiota, antes había asociaciones de vecinos, conciencia de clase y el que era pobre en teoría era mas buena persona, o al menos lo aparentaba. -Dale..toma come un poco, ahí te dejo la bandeja...tu también en el fondo eres legal.. al menos miras a la cara, eso dice mucho.. ..A eso voy...que le hubiera costado decir hola?, o un gesto con la cabeza, como quien no quiere la cosa. ...No fue nada personal, si no lo conocía... pero no me arrepiento de lo que le hice, fue un arrebato, supongo que el que está loco piensa que los locos son todos los demás... -No, no creo que estés loco..pero se te fue..reconócelo

...pues sigo pensando que cuando se lo llevaron en la camilla tapao con papel de plata... no sentí nada, ni pena, ni miedo, me quedé sentado en ese ascensor mirándome las manos llenas de sangre como en aquella psicofonía....¿Qué hago yo aquí? Que decía un niño en un cementerio.. por que para mi lo mas importante en esta vida es el respeto... no le hubiera costado nada decirme hola.....el muy hijoputa!! dios que difícil es todo. -Si, esto de estar vivo no es fácil, venga pongo en marcha el cacharro este, cuando quieras puedes hablar.. ..Vale....va me llamo Joan, y soy una persona normalita, mas bien poca cosa.... J o a n A r a gó A r t i st a a n a l f a b et o - a u t i st a p o l i f a cét i co ( 1 9 7 1 - 2 0 3 3 )

El silencio es un lugar solitario Una isla con un solo árbol Plantado desnudo en la palma de mi mano. El silencio es el espacio en el que nos juntamos Y separamos mediante latidos de corazón Y a través de la piedra negra de tu jardín. El silencio es mi ciudad que pasa por delante de la noción de espacio Donde mis pies caen a través de la puerta del suelo La parte blanda por donde me deslizo a través de las moléculas.

El silencio es temporal Las palabras que se ciernen sobre ti segundos después de que las pronuncies Flotando como pájaros negros y blancos. El silencio es un dolor Y una necesidad. Es la boca abierta Los dientes como un portalón, la lengua como una criatura encerrada.

El silencio es esta respiración bajo el agua Este aterrizaje forzoso Este zumbido y este temblor que sucumbe a la gravedad.

El silencio es lo que guardo en un relicario Lo que doy a los vivos y a los muertos, a los no natos y a los que nunca se fueron Y a la madera y al aluminio y al agua de mar y al acero.

El silencio eres tú en lo alto de una colina, Con la suciedad alojada en tus vaqueros, Debajo de tus uñas.

Es lo que doy Lo que siempre doy Y es siempre mal entendido.

El silencio es espacio Como el amor es espacio, Como la música es la perdición, la devoradora de espacio.

Naufragaban los silencios en nuestra despensa de látex. La primavera de los halcones había dado paso al otoño,

y sin embargo seguíamos cayendo bajo fuego amigo.

JUAN CRESPO GETE

no me hagas hablar no pienso hablar no pienso decirte cosas de las que arrepentirme no quiero que sepas porque no mereces saber no mereces tener la suerte de conocer lo que pienso en secreto dentro muy dentro que no son solo palabras vanas son recuerdos son miradas son los puertos de bajada y subida sin prisa por los que anduve y te perdí y ahora me siento así con tanto vacío que no he pedido y que no debería tener pero fue caer perder llover en mis ojos y sin sentido sólo por haber perdido aunque no es seguro ahora porque pienso que mejora la cosa sin ti pero lo pienso porque al fin me hago fuerte aunque sé lo que se siente cuando uno se desprende de algo tan sensible de forma impredecible como si te arrancan la piel y lo ves y es como una violación una tortura de dolor por eso callo y no quiero que sepas por eso callo y me guardo mis miserias por eso callo y te mantengo en la ignorancia para que sepas cómo se pasa para que creas que todo es igual y resulta ser un final desagradable y espontáneo por el que has trabajado creando sumisiones y maldiciones que a oscuras en mi cuarto susurraba esperando que nadie me escuchara y por eso callo porque lo hice siempre y funcionó siempre y no verte será el modo será el camino que se andará solo esperando que el tiempo lo arregle esperando que el tiempo me arregle que el tiempo me espere y me recoja a la vuelta de la próxima esquina y aunque mi cuerpo ahora tirita luego estará bien y nada te diré porque no mereces saber no mereces tener la suerte de conocer lo que pienso en secreto y por eso lo mantengo en silencio no mereces alcanzar mis secretos y por eso los mantengo en silencio y el silencio no es un juego el silencio no es mi miedo el dolor es lo que temo y por eso me mantengo en silencio y te olvido y te callo y me quedo en silencio y te lloro y me lo guardo y me quedo en silencio y al final los días pasan las noches se acaban y me quedo en silencio otra vez en silencio en el abrigo del silencio. no me hagas hablar no pienso hablar mi amigo no eres tú ahora mi único amigo es el silencio mi abrigo es el silencio mi testigo será el silencio siempre el silencio y nada más que el silencio. Ilustración: Ana Trello.

MUCHAS VECES PARA CALMARNOS , NOS "CASTIGA"

EL SILENCIO,

ESE ARMA TAN PODEROSA QUE HACE QUE AL PRINCIPIO POSEA TANTO VALOR , QUE HACE QUE NOS PRODUZCA UN ESTADO DE INQUIETUD, DE NO SABER QUÉ SUCEDE, DE SENTIRSE IGNORADO. PERO ES QUE EL SILENCIO HACE QUE REFLEXIONEMOS, QUE NOS CALMEMOS, QUE APRENDAMOS A "SABER ESTAR" A NO EXIGIR ... HE AQUí EL CASTIGO DEL SILENCIO .

I Silencio sordo

El silencio aterra. (El ruido nos esconde/el silencio nos exhibe). El enemigo peligroso no pronuncia palabra. Por miedo lanzamos piedras sobre la superficie del no decir. Queremos ver ondas rompiendo el espejo. Somos conscientes de nuestra capacidad para controlar el discurso. Nos frustramos al no saber aproximarnos al universo silente. ¿Cómo asir el silencio? el propio, el ajeno…

Estoy en la sala de espera del oftalmólogo. Prohibido hablar por móvil. En la mesa café un abanico de revistas médicas. Nos miramos unos a otros. Somos mudos sentados frente a frente. Como en el metro. Aventuro el maelstrom de cada cabeza. (contra las paredes del silencio chocan estruendosas listas de compra, sumas y restas que reajustan el presupuesto post vacaciones, ideas fijas circundan un número escrito en una factura, el culo respingón de la recepcionista lamido de mil formas, los tres politonos patrocinantes del programa de la tarde, el callo espasmódico que guía a otros dolores físicos, la promesa de dejar el tabaco apenas agote la cajetilla, los bajos del uniforme de la niña aún sin coser, el robo hormiga de la asistenta, las falsas ganas de orinar por culpa de una próstata bromista, la caña que apetece a las 12:30, ¿muy temprano para el aperitivo?) Tanto jaleo insonoro. El guijarro que riela el silencio es la voz autómata de la enfermera. Metálica tose un nombre. Madre e hija, abandonan sus asientos, engarzadas de los brazos. Parecen dos tazas de café unidas por las asas. La enfermera chilla un pregunta que suena como el arañazo de una uña desnuda sobre un pizarrón. ¿Ella sabe qué medicación toma? La paciente es pequeña. Lleva ballerinas planas y del brazo libre le cuelga una cartera de niña. Los labios mal pintados con gloss suave. Mira con ojos temerosos. Veo a la niña que busca correr. Veo a la madre resignada. Veo a la anciana invisible. La hija de la paciente responde en alaridos. Sí. Ella de aquí (señala su sien derecha con el índice mientras lo mueve como un tornillo) está bien. Sólo es un poco sorda. Mamá ¿a que te sabes todos los nombres de tus medicamentos? recítalos para la enfermera, anda. Baja la voz, se lleva la mano a la boca en gesto de confidencia, guiña el ojo derecho. Es muy lista. Los dice por orden alfabético La hija le da un empujón suave a la paciente. Ve, mamá. Yo te espero aquí. No te preocupes. (Trata a su madre como una niña).

La enfermera la arrastra de la muñeca como un carrito de la compra. Hala, venga conmigo. (La enfermera trata a la anciana como un objeto). La anciana se deja llevar callada. ¿En silencio? Imagino sus oídos. Cierro los ojos y veo el laberinto interior de la oreja de un gato. La gente mayor tiene pelos dentro de las orejas. Quizás por eso ensordecen. El silencio del laberinto es el silencio del sordo. Aire a presión lleno de silabas. Sonidos encandilados. Palabras infladas que rebotan y escapan. Murmullo de burbujas de agua. Una caracola en la oreja. ¿Quién dijo que se escucha el mar? Una caracola es una sordera de nácar. La anciana, estoy segura, me pide auxilio. Lo sé. Lo leí en sus labios. Pero no puedo hacer nada.

Foto: Juan Crespo Gete

Llego a sentir el punto de articulación de cada sonido. La palabra no viene sola…es el primer eslabón de una cadena de mercurio…es un aro de mago que se convierte en diez, en veinte, en uno. Ya no estoy en la sala de espera. El recuerdo de la viejita madre paciente objeto regresa en forma de Estoy tumbada en una camilla de quirófano. lástima. Una pinza plástica me muerde el dedo. Si yo me siento así ¿cómo se sentirá ella que no escucha? Sé que mide mi tensión arterial. Huelo a quemado, debe ser el laser quemando mis pestañas. Me obligan al silencio y al vacío. La ceguera es un silencio blanco. (¿No son acaso la misma cosa?) En mi exterior distingo dos ruidos. Recuerdo silencios llenos. El del personal que opera mis ojos. El silencio detrás del diván del sicoanalista. Hablan de mesmerimo sin saberlo. El silencio después de un orgasmo fingido. (El anestesista no toma ansiolíticos desde que lleva una pulsera El silencio de mi padre en sus últimos días. magnética). (También llevaba esta pinza en el dedo). El del instrumental. Calle, no se mueva, no gesticule, escuche con atención. (Suena una pelea de sables. Interruptores suben y bajan). Me sueltan una perorata. Intento pensar en cosas agradables para protegerme. La operación será así. ¿Puedo convertir mi silencio en una pared aislante? Ahora relájese. ¿A qué suena mi silencio? Voy a instilarle dos gotas. Recuerdo al Señor B., aquel personaje de la novela de Zweig. Cae la anestesia líquida. Lo torturaban con golpes invisibles. Doy un respingo. Vaya. La señorita es un rabo de lagartija. Si no se porta bien Encerrado en una habitación sin nada. Robó un libro de ajedrez. tendremos que anestesiarla completa. Llenó el silencio con partidas imaginarias. Me horrorizo. Jugó simultáneamente con las blancas y las negras. (Ahora la anciana soy yo. Soy una paciente- cosa). Se salvó llenando el silencio. Mente en silencio, Lena, mente en blanco, Lena, no Tal vez por eso tendemos a gritar dentro de los laberintos. respingues, Lena. (Nos buscamos en el eco) Me ponen unos resortes para mantener mis ojos abiertos. Y tal vez por eso gritamos a los sordos. Baja una lámpara. (Para colonizar su defensa). Me aturde un rayo albo. Pierdo la visión. Así debe ser la muerte, pienso. La nada blanca. No hay sonido pero tampoco silencio. Mi ceguera trae una catarata de imágenes. Al paso de cada imagen veo la palabra que la nombra. Ver la palabra es lo mismo que decirla y escucharla. Mi lengua no se mueve pero la digo.

II Silencio blanco

III Silencio Negro

Los volcanes son silenciosos. Por eso el hombre se empeña en descifrarlos. ¿Cómo puede ser que algo con tanto poder calle? ¿Cómo puede existir tanta energía contemplativa? En Lanzarote, César Manrique supo que sólo en silencio, entendería al volcán. Por eso se agazapó. Se mimetizó con el fuego frío. Se acopló a las chimeneas, a los jameos, a las cuevas, a los cráteres. La vida se expone en calladas cepas verdes. Semicírculos de piedra la resguardan del viento. Ese silencio es negro. También el de Cai Guo-Quian Artista que construye para destruir. Tras la destrucción, la obra de arte. En una sala del Guggenheim de Bilbao está la proa de un barco. Barco partido a la mitad, barco de madera carcomida por el agua. Como un animal descompuesto, los ijares de la nave, vomitan añicos de loza blanca. Habla el artista del silencio tras el naufragio. Del silencio que sigue al estallido de un millar de piezas de porcelana. En otra sala, unas figuras de yeso, se derrumban. Reproducen una escena de color local. El paisaje humano de una mañana de mercado de un pueblo perdido en una de tantas gargantas chinas. El equipo del artista modela las esculturas. Una vez terminadas, las castigan con martillazos. Semidestruídas están listas para el público. Veo un video del artista. Hace instalaciones de fuegos artificiales. Pinta sus cuadros con pólvora. Plantea que su obra parte de una máxima maoísta: Sin destrucción no hay construcción. Pienso que una máxima maoísta es una gran contradicción. Un temor me asalta. ¿Y si Cai Guo-Quian y mi oftalmólogo comparten pareceres? ¿Y si están destruyendo mis ojos para construirlos? Regreso a los volcanes procurando calma. Chillida quiso vaciar al Tindaya. ¿Buscaba la raíz del silencio? ¿Quería obligarlo a sonar haciéndolo hueco? Mi ojo izquierdo está listo, me dicen. Lo sé. Palpita.

IV Derrotar al silencio Tengo la boca seca y los ojos rojos. Me enfrento al espejo después de estar cinco horas con los ojos cerrados que es igual a tener los oídos cerrados y la boca cerrada. En oscuridad. Los pensamientos aleteando sin control. Me pregunto si perderé mi mirada de miope. Y si mis ojos nuevos me harán más sana. Si mi cornea a estrenar habrá espantado mis fobias. Al menos una. (No quisiera, estoy muy hecha a ellas). Oigo voces que reclaman una respuesta por quinta vez. Constato que mi pretendida sordera no está asociada a mis ojos. (Me alegro). No he abierto la boca y no he callado ni un segundo. Imposible controlar el curso del silencio.

Foto: Juan Crespo Gete

Ha cesado un gran chaparrón, una tormenta de verano de apenas media hora que ha asolado las calles de la ciudad y el asfalto gris resplandece con un brillo siniestro de falsa limpieza, y en los charcos temblorosos se refleja la sombra de edificios tumbados sobre el agua. El frescor de la humedad me acompaña al caminar hacia ninguna parte. Me muevo como esas bacterias sobre fluidos coloreados y, al igual que ellas, presiento un espectador que, como en el principio de incertidumbre, me vigila y modifica mis pasos acompasados e imperturbables en las calles vacías. Un tenue sol se abre paso entre cúmulos de nubes grises que se desplazan a gran velocidad. Abro los ojos y contemplo mis manos a la luz de unas velas que no recuerdo haber encendido. Sostienen una botella de vino aún sin descorchar. La abro y de ella escapa una figura de humo, serpenteante entre las tenues luces de este enorme salón vacío en cuyo centro me hallo sentado, como si pretendiera invocar un genio cuya presencia abarcara cada extremo, o aún más. Veo tus ojos en cada rincón que no veo; tu mirada clavada en mi nuca, y me giro y no estás, y las velas se consumen al ritmo de mis latidos aporreando cada puerta que no existe, cada puerta que yo he creado para escapar de este silencio que me abrasa los tímpanos. Porque esto es el silencio. En la calma, las cortinas en la ventana dibujan fantasmas blancos entre cuyas siluetas asoma una gran luna dorada y, más allá, el verdor oscurecido de los cipreses inclinándose de un lado a otro emiten el llanto apagado de quienes no pueden alcanzarte para detener tu huída como una tormenta de verano que ha asolado las calles de la ciudad, pero no quedan ni el brillo ni la brisa bajo unas nubes que se evaporan a cada paso que das.

Ilustración, Óscar Varona

Era música de fondo que se colaba en mínimos resquicios a través de los cuales pude descubrir su juego. Avanzaba a hurtadillas con miedo a ser descubierto, furtivo artesonando la partitura y bordando el pentagrama para hacerlo coincidir con períodos de convalecencia. Si hago memoria y retrocedo en el tiempo recuerdo el sanatorio- las aguas que todo lo curan – le oigo a mamá. Quizá sería esa su primera incursión. Más tarde llegaron los signos inequívocos de la disfunción con aquéllas fiebres blancas o amarillas- qué sé yo- el caso es que encontró otra fisura que le permitiera avanzar. Ni que decir tiene que el convento fue terreno abonado en el que gestar la secular estrategia porque los maitines, eran de obligado cumplimiento por la Superiora, y de eso se valía – lo he podido constatar- dos largas horas aliada con el enemigo sin más salvaguarda que mi primigenia inocencia. Aquélla enorme, ingente biblioteca centenaria, se abría ante mí todos los amaneceres de fuego calcinándome el alma y reduciendo a cenizas mi vida –. Me ha acompañado incondicionalmente, pero ¿a qué precio? – No hay día que no me halle sometida a su entera y caprichosa voluntad, el flirteo – lo confieso – me deja un regusto dulce como el aroma de almendras – Cuando los miércoles me siento en el diván puedo oler el diagnóstico reservado de mi terapeuta – asocial – leo en sus pupilas sin detenerme a calibrar cuán de certero es el adjetivo. He logrado desarrollar una estrategia de supervivencia, una funda para esta joroba que pesa lo suyo y amenaza con inflarse como un aerostato, un día de estos me decido, sí, el divorcio es ya inminente, pero ahora – les ruego silencio-.

Fotografía: Stefany Glez.

Todo es tan predecible… Empieza bien, sigue mejor y ya empieza a decaer. Se degrada hasta tal punto que ni rastro del respeto, en su lugar mentiras, silencios, negaciones... Luego llega la espiral de dolor que no se acaba nunca. Al parecer no consigo quitarme el cartel que llevo en la frente. Pide a gritos que me engañen, me mientan, me ninguneen, que me tomen por tonta. Ésta es mi historia, éste es mi dolor. Palabras y palabras, hechos que demuestran lo contrario. Mierda. Estáis llenos de mierda. Siempre sacando alguna ventaja. Ya estoy harta. Al final sólo estamos las dos solas. Menos mal que nos tenemos la una a la otra. Los demás, dejadme en paz. Mi padre me ha dicho hoy: “yo ya sé que tú no has tenido suerte”. Cuando me he dado cuenta de todo he tenido que vomitar. Al final sólo estamos las dos solas. Y éste es el repertorio que más conocemos: mentir. 1. intr. Decir o manifestar lo contrario de lo que se sabe, cree o piensa. (Mentir con mayúsculas). 2. intr. Inducir a error. (Intencionadamente). 3. tr. Fingir, aparentar. (Disfrazar, engañar, manipular). 4. tr. Falsificar algo. (Todo). 5. tr. Faltar a lo prometido, quebrantar un pacto. (Traicionar a alguien que ha depositado su confianza en ti). necio, cia. 1. adj. Ignorante y que no sabe lo que podía o debía saber. 2. adj. Imprudente o falto de razón. 3. adj. Terco y porfiado en lo que hace o dice. 4. adj. Dicho de una cosa: Ejecutada con ignorancia, imprudencia o presunción. callar.1. tr. Omitir, no decir algo. 2. intr. Dicho de una persona: No hablar, guardar silencio. Calla como un muerto. 5. intr. Abstenerse de manifestar lo que se siente o se sabe. ocultar. 1. tr. Esconder, tapar, disfrazar, encubrir a la vista. (Empeñándose, con esfuerzo). 2. tr. Reservar el Santísimo Sacramento. (Nunca mejor dicho). 3. tr. Callar advertidamente lo que se pudiera o debiera decir, o disfrazar la verdad. (Es un delito). delito.1. m. Culpa, quebrantamiento de la ley. 2. m. Acción o cosa reprobable. 3. m. Der. Acción u omisión voluntaria o imprudente penada por la ley. negar.1. tr. Decir que algo no existe, no es verdad, o no es como alguien cree o afirma. (Negar la evidencia, injustificable) .2. tr. Dejar de reconocer algo, no admitir su existencia. 3. tr. Decir que no a lo que se pretende o se pide, o no concederlo. 5. tr. Olvidarse o retirarse de lo que antes se estimaba y se frecuentaba. 6. tr. Dicho de un reo preguntado jurídicamente acerca de un delito de que se le hace cargo: No confesarlo. 7. tr. Desdeñar, esquivar algo o no reconocerlo como propio. 8. tr. Ocultar, disimular.

Yo sé algo que no quiero que tú sepas y no te lo voy a decir, lo voy a negar hasta el final. ¿Y por qué? Porque soy un dictador y un manipulador. engañar.1. tr. Dar a la mentira apariencia de verdad. 2. tr. Inducir a alguien a tener por cierto lo que no lo es, valiéndose de palabras o de obras aparentes y fingidas. 3. tr. Producir ilusión, sobre todo óptica. 4. tr. entretener ( distraer). 6. tr. Incurrir en infidelidad conyugal. 7. tr. coloq. engatusar. 8. prnl. Cerrar los ojos a la verdad, por ser más grato el error. 9. prnl. equivocarse. engaña pichanga. desconfiar. 1. intr. No confiar, tener poca seguridad o esperanza. verdad. 1. f. Conformidad de las cosas con el concepto que de ellas forma la mente. 2. f. Conformidad de lo que se dice con lo que se siente o se piensa. 4. f. Juicio o proposición que no se puede negar racionalmente. 5. f. Cualidad de veraz. Hombre de verdad. 7. f. realidad ( existencia real de algo). ~ moral. 1. f. verdad ( conformidad de lo que se dice con lo que se piensa). la pura ~. 1. f. La verdad indubitable, clara y sin tergiversación. una ~ como un templo. 1. f. coloq. Aquella que es evidente, o la que se tiene por tal. ~es como puños. 1. f. pl. coloq. verdades evidentes. faltar alguien a la ~. 1. loc. verb. Decir lo contrario de lo que se sabe. la ~ amarga. 1. expr. U. para significar el disgusto que causa a alguien el que le pongan de manifiesto sus desaciertos o defectos. ¿verdad? 1. expr. Busca el asentimiento del interlocutor. ~ sabida y buena fe guardada. 1. expr. Der. U. como norma tradicional en la interpretación y ejecución de los contratos, y señaladamente en los mercantiles. La hora de la verdad. Dolor, rabiar de ~. 1. loc. verb. coloq. Dar gritos o quejidos por un vehemente dolor.

El silencio es la muerte. Y el resto está lleno de ruido, de interferencias, de dolor. Y de gente que hace daño. Mi padre me ha dicho hoy: “yo ya sé que tú no has tenido suerte”.

. CU I D A D O C O N L O Q U E PI E N S A S . El silencio Puede ser tan cruel Cuando la melancolía se aposenta Cuando ciertos recuerdos Salen a la luz Entonces el silencio Se convierte en una especie de enemigo Concentrado en tu propia destrucción Ayudando a rasgarte por dentro Envenenando la mente Estropeando tu sangre El silencio Esa puta del tiempo El silencio Esa bestia de vómito mareado que no echa nada

Que provoca una lucha entre el cuerpo y el alma La guerra más grande jamás librada En los secos campos de la tierra Y en las grises ciudades Sí, hay momentos En los que no me gusta el silencio Esos momentos que provocan Que sude Los momentos que me dividen En pequeños y feos trozos De carne Los momentos en los que Debo levantarme de la tumba Del sillón De la cama Y solo después de que haya asimilado La cacofonía del ruido Que me espera fuera La suciedad del ser humano El calor del asfalto Puedo volver Regresar a la oscuridad Liberando mi pensamiento Viendo al silencio Como mi extraño compañero de cama Otra vez, mi leal viejo amigo Al que nunca le importó Causarrme algún daño.

Un nudo de nervios al rojo intenso. Una nube de pensamientos que se desliza por el aire sin principio ni fin. Siempre lo mismo. Me destruyo en el infierno de la desesperación y la primavera florece con viejas nuevas. Mi destino, mi sacrificio... Músicas de ensueño que me acompañan desde el día en que decidí morir. Miro a un lado y al otro, y sólo me reflejo en la inmensidad de sus ojos. Y al mismo tiempo que eyaculo leche cruda cargada de impurezas maldigo el día en que crecí.

No quiero empezar a oler a células muertas que se despegan del organismo como hojas caducas tras su putrefacción. Antes recuperaré en mi olfato el aroma de ensueño que su cuello desprendía. Me fundiré con él y recordaré porqué soy lo que soy, si es que soy lo que soy, y no soy un sueño en la mente enferma de un personaje de ficción que no es lo que aparenta ser.

R esca t a n d o d el

si l en ci o l o s p l i eg o s de l a l i r a p op u l a r .

DE LIRAS Y DELIRIOS, rescata textos, décimas, y noticias de los pliegos de LA LIRA POPULAR y se plantea como una especie de “Lira animada”. Como si sus historias y dibujos cobraran vida y se despegaran del papel para contarse a sí mismas. Estas Historias son presentadas por una conductora; espíritu inocente, macabro y pícaro del diario popular, quién irá paseándose por las noticias de amor y muerte características de los pliegos, en un tono simpático y pícaro, que vuelve digerible hasta los peores tormentos. Un músico en escena y un cuequero tañidor de pandero y Bailarín, junto a los relatos de la “niña lira” conducirán al público, hacia el mundo campesino y profundamente chileno que inspiró una vez las décimas originales mediante cuecas, tonadas , valses y la inconfundible sonoridad de la guitarra traspuesta y el canto a lo poeta.

Lira popular es el nombre con que se conocen una serie de pliegos sueltos impresos, a modo de periódico, que surgieron en Chile a finales del siglo XIX, En los que poetas populares publicaron sus poesías en décimas, junto a otras variadas expresiones literarias usadas por el pueblo, como adivinanzas, refranes, cuentos, leyendas y romances. En cada pliego, el poeta comentaba -desde su propia perspectiva- los sucesos nacionales y los hechos locales que le afectaban. Se mezclaban, así, sucesos de actualidad, sobre todo las relacionadas con hechos trágicos o violentos: crímenes y fusilamientos con payas, contrapuntos, cuecas y tonadas. Cada pliego estaba encabezado, por lo general, por toscos grabados que ilustraban los temas. Los poetas vendían sus pliegos anunciándolos a gritos por las calles, mercados y estaciones de ferrocarriles…

TE A TR O H I S TÓ R I C O " LA C H U PLI C A " LA CHUPILCA, dirigida por FANNY FREGNI DA SILVA, está conformada por tres actores profesionales, un músico, y un artista plástico y folklorista. Quienes después de varios años de trayectoria en distintas compañías, se han reunido en esta agrupación con el interés común de realizar propuestas escénicas tendientes al rescate de tradiciones y patrimonios inmateriales de nuestra culturapopular, abordando textos nacionales u o extranjeros con sentido de pertenencia y arraigo, con el fin de difundir y traspasar estos aspectos de nuestra identidad nacional , en una sociedad que en su globalización corre el riesgo de olvidar su procedencia.

En verano, el techo de la habitación se llena de moscas. Sus patas diminutas cubren de inmundicia cada resquicio. Depositan sus crías en los cristales, en las cortinas, en los alzapaños, en los marcos de las ventanas, en la alfombra, en el suelo, sobre la superficie empolvada de los muebles. Lo inundan todo. Después del hombre, la mosca es el animal más estúpido. También el más molesto y el más innecesario. Dios debió de crear a las moscas con el único afán de alimentar a las arañas. O tal vez para recordar al hombre lo mal que olía. La habitación de Jánoš Kopka se convierte cada verano en un enjambre artificial de moscas domésticas. Puede mirarlas recorrer durante horas su techo boca abajo, tropezando entre sí, repitiendo una y otra vez los mismos pasos con esa parsimonia exasperante que las caracteriza. Jánoš Kopka va camino de convertirse en una mosca más. No ha vuelto a acercarse a una bañera desde que descubrió a su madre colgada de una cuerda en el columpio del jardín. Desde aquel día, ha habido veces en que el vacío que le invade es tan profundo que ha llegado a olvidarse hasta de su propio nombre. Su nombre es Jánoš Kopka. Pero todos aquí le llaman Jay. Aquí es Bridgeville. Un pequeño pueblo sin más atractivo que la tranquilidad y el silencio, insólito y perdido en medio del vasto condado de Humboldt, al norte de California. La nada. Hasta que a Karol Kopka se le ocurrió la brillante idea de suicidarse, Bridgeville tenía veinte habitantes. Ahora tiene sólo diecinueve. Pero pronto serán menos. La mayoría de ellos son viejos y Bridgeville no es lo que se dice un paraíso. No es uno de esos lugares por los que merezca la pena apurar un poco más la existencia. Ni mucho menos. El pueblo con vida más cercano se llama Dinsmore. Se puede llegar a él por la carretera 36, en dirección a Forest Glenn. Hacia el oeste se encuentra Fortuna. Y un poco más al sur, Capetown y South Fork. Pueblos desérticos y miserables. Así que se puede decir que Bridgeville es el sitio perfecto para consumirse hasta la náusea. Para pudrirse como hace Jánoš. Como hizo Karol. Como hacen los otros dieciocho habitantes del lugar. Como han hecho los habitantes de Bridgeville desde que existe. El pueblo lo componen un total de diez casas, una oficina de correos, un almacén y una carnicería. Jánoš es el carnicero del pueblo. Hasta hace diez años, su madre lo fue. Ahora su madre está muerta. Y Jánoš no recuerda que se llama Jánoš, ni tampoco que sus vecinos le llaman Jay. Esa estúpida costumbre de americanizarlo todo.

Pero no es su nombre lo único que Jánoš no recuerda. Tampoco recuerda el olor del suavizante de la ropa, ni el sabor de la carne guisada que comía los domingos, ni las partidas de cartas con su madre. Ni tampoco su voz. Ni siquiera la suya propia. Jay habla cada vez menos. Hoy todavía no ha abierto la boca. Pero algunas veces habla. A veces dice alguna palabra. Dice: —Treinta y siete. Porque se ha pasado la tarde contando las moscas que surcan el cielorraso. Ha contado las moscas que vuelan y las que permanecen estáticas en cualquier esquina. No importa cuántas sean. Sólo repite: —Treinta y siete. Como si treinta y siete fuese el único número que recordase. Jánoš no tiene treinta y siete años como cabría deducir. Tiene cuarenta y tres, aunque ahora no lo recuerde. Su madre se suicidó el mismo día en que los cumplió: El 4 de julio. Pero no hay que culparla por eso; ella no sabía ni qué día era. Tenía tanta prisa por irse que ni siquiera dejó una nota. Aquello sucedió hace un mes y tres días. Jánoš no lo sabe porque ha estado ocupado contando moscas en el salón de su casa, pero ha pasado más de un mes desde entonces. Del buzón del jardín brotan cartas como enredaderas. Algunos sobres han caído al suelo y se han llenado de tierra. Con un poco de suerte, el cartero los sacudirá y los volverá a colocar sobre el buzón cuando vuelva. O tal vez no. Tal vez los ignore y deje caer los nuevos a su lado. Es probable que Jay no se acuerde de lo que ocurrió el día de su cumpleaños. Se llama shock post-traumático. Es una reacción común y bastante lógica. A nadie deja indiferente ver a una madre ahorcada. A nadie normal, claro. Quizá tendrán que recordarle que a las once y media de la mañana del martes 4 de julio, después de oír gritos en el jardín de al lado, la señora Edgecomb llamó al servicio de ambulancias de Dinsmore con la voz entrecortada. Le dirán que la ambulancia tardó dos horas en llegar. Que George, el hijo de la señora Edgecomb, tuvo que reducirle en pleno ataque de ansiedad cuando los enfermeros comenzaron a descolgar el cuerpo de su madre. Si son discretos, no le dirán que Karol Kopka se había hecho sus necesidades encima. Pero lo más probable es que no lo sean. Se lo dirán, de todas formas. También que se encerró en casa y que bajó las persianas de todas las habitaciones menos una. Que destrozó a patadas el teléfono de la entrada y que cerró por primera vez la puerta del garaje. Que encendió instintivamente el televisor pequeño del cuarto de mamá para fingir que nada había cambiado.

Que tardó tres días en quedarse dormido y luego dos en despertarse. Que, cuando lo hizo, descubrió que se había hecho encima sus necesidades, igual que el cuerpo sin vida de su madre. Es muy probable que Jánoš Kopka, el carnicero huérfano de Bridgeville, tarde en asimilar que su madre no volverá a guisar carne los domingos, ni a lavar su ropa con suavizante, ni a jugar con él a las cartas. Lo normal en estos casos es pensar que sólo ha sido un sueño. Un mal sueño. Pero no lo ha sido: Durante todo este tiempo, el televisor ha estado encendido para nadie. Sólo las moscas han visto los programas de televisión por cable. Mientras tanto, Jay ha vivido en el extremo sur de la casa, entre el baño, el salón y la cocina. Como si ignorando la realidad pudiese devolver la vida a su madre. Como si mirando al techo de la habitación pudiese contemplar la bóveda celeste. Todavía no se ha despertado de su pesadilla. Ése es el menor de sus problemas. Por la noche, las moscas desaparecen como por arte de magia. Sólo las muertas permanecen, boca arriba, en un último gesto de desesperación, sobre el alféizar de la ventana. Así se siente Jay ahora: Como una mosca que lucha por encontrar a través del cristal un camino hacia el exterior. Igual de impotente y de aturdido. Prácticamente cada mañana, en cuanto el sol se asoma, se dedica a recoger los pequeños cadáveres del suelo y del alféizar y los deposita sobre un papel descolorido. Es un dibujo que hizo siendo muy niño. Hay un sol radiante que sonríe al mundo y tres árboles del tamaño de una persona bailando al viento. No tienen boca, pero se puede intuir su sonrisa. En segundo término hay una casa pintada de blanco con dos ventanas, sin puerta y con chimenea. Ésa es, para él, la representación del paraíso. Jánoš sólo concede a sus amigas el destino que merecen. Las coloca con cuidado sobre lo que un día fue un cielo azul. Con la delicadeza de quien escoge notas para una canción. Al terminar, las cuenta: —Treinta y siete. No importa cuántas sean: Para Jánoš serán siempre treinta y siete. No importa si su ritual funciona: Éste es el regalo divino y ésta su forma de retornarlas al lugar del que proceden. Treinta y siete moscas, mártires del cristal, habitando el cielo de los bichos. Y no hay mucho más. Éste es Jánoš Kopka. Vive plagado de silencio.

Es de Morelia, Michoacán, México, acaba de terminar la carrera de artes visuales con la especialidad en estampa, actualmente desarrolla su proyecto de tesis acerca de collage y, junto con un grupo de amigos, realiza un fanzine llamado MONCROMO que se enfoca al arte visual y que se distribuye en la ciudad de Morelia y algunos estados del país.

Cuando algo no te gusta, cuando algo te molesta, cuando algo te recuerda tus errores, es muy fácil no enfrentarte y dejarlo para otro día, en un rincón, envuelto en un grueso silencio. Así nos dejan a los enfermos de Sensibilidad Química Múltiple (SQM). Así nos quieren, en silencio, para no molestar, para no alertar, para que nadie se dé cuenta del precipicio que está cada vez un poco más cerca por el que todos vamos a caer: nosotros, nuestros hijos, nuestros nietos… Alimentamos a la economía mundial con nuestra salud, nuestro futuro y el futuro de otros que ni siquiera han nacido. La misma sociedad que nos deja enfermar, exponiéndonos gratuitamente a sustancias tóxicas, nos abandona a nuestra suerte y nos silencia para que no se sepa la verdad. ¿Por dónde se puede romper esta espiral? Es necesario que alguien nos dé la oportunidad de salir del silencio en el que nos obligan a vivir. Delirio me abrió una ventana por la que gritar, con todas mis fuerzas, que estamos aquí, que estamos enfermos de SQM porque la manera de vivir actual nos está enfermando, que no van a taparnos la boca para silenciarnos y sobre todo, que esto sólo es el principio y es necesario que se actúe ya. Delirio nos ayudó a romper el silencio, publicando “Nacemos Desnudos” en su número dedicado al desnudo.

Delirio me desnudó, por dentro y por fuera, para denunciar nuestra dura realidad. Inesperadamente este artículo ha llegado tan lejos que ha sido traducido y editado en 8 idiomas diferentes y se ha publicado en varios países alrededor del mundo, incluso con prólogos denunciando la situación propia de algunos de ellos, como es el caso de Alemania o Noruega. El que fue inicialmente mi grito desde el silencio, se ha convertido en el grito unánime de enfermos de todo el mundo denunciando que la SQM existe, que estamos abandonados, pero que nadie nos va a silenciar. ¡Gracias Delirio por ser nuestro altavoz!

Foto: David Palma.

Mi padre siempre me decía que soy de piñón fijo y aunque me criaron enseñándome, como a todos, que el ruido era bueno para no pensar demasiado y seguir adelante sin tener conflictos conmigo mismo, de pequeño yo siempre me creaba mis propios silencios. Silencios musicales donde ponía mi mente en blanco sentado en el suelo frente a la lavadora viendo girar la ropa ahora de un lado ahora de otro o golpeando rítmicamente las ventanas con los nudillos, hipnotizado por el ritmo y el sonido del cristal de mala calidad. Los ventiladores, las neveras, el tráfico, las maquinas de las obras, el metro… Todo canta y canta a la vez y nadie echa en falta el silencio. El descanso de cuando todo se calla. El momento en que la opresión sobre tu pecho se calma y en tus oídos sólo escuchas una playa vacía o una estación durmiendo. Cuando sólo escuchas casi nada. Qué bueno es entonces poderte escuchar a ti mismo diciéndote esto o aquello y discutirte tus diferentes puntos de vista y no darte nunca la razón. Entonces cierras los ojos para ganar un poco más de silencio y piensas “cómo me gusta vivir”, aunque no te lo creas. Cuando me llegue la hora espero haber tenido mis momentos de silencio para poderme escuchar y aconsejarme con sinceridad. A veces pienso si la gente mayor, que ya ha hecho muchísimo ruido, está tan cansada que no les importa o incluso desean que les llegue el momento de Su Silencio para poder descansar y por fin, poder pensar.

Treinta y dos años después seguía sucediéndole lo mismo. Habían pasado tres vidas, cinco hijos y algunas soledades y seguía sucediéndole lo mismo cada vez que la veía. El mismo pálpito en las sienes, el mismo ahogo absurdo. Ella escapaba al tiempo, a esos treinta y dos años de entrar y salir de su vida como si estuviera en una película del cine mudo. Un día tendría que acercarse a ella y decirle «Hace treinta y dos años y no sé cuántos días que nos conocemos... ¿que cómo lo sé? por lo mismo que ahora te estoy contando que hace tanto y tanto tiempo que nos conocemos, que nos saludamos cuando hemos coincidido en las filas del cine, del teatro, del supermercado o del colegio, o cuando nos hemos ido cruzando mientras bajas por la calle Aragón desde tu oficina de la empresa de seguros que está en el número 36 y yo subo desde la mía, que se abre en la esquina con Magallanes, o sales de la charcutería de Bittori o entro en la tienda de fotos. Lo sé porque hace treinta y dos años y pico, a finales de junio, salías del salón de actos del instituto en el que acabábamos COU y a ti se te cayó el diploma que acababas de ganar y yo te lo recogí y te di la enhorabuena y me sonreíste con una sonrisa que aguanta aquí, inmaculada, casi treinta y tres años, Leire. Porque sé tu nombre desde aquel día en que te llamaron al estrado para felicitarte por ser la mejor estudiante del instituto Trueba de aquel curso y escuché tu nombre y te vi llegar, aplaudiéndote desde el mismo escenario donde había subido, unos minutos antes, gracias a mi humilde quinto puesto, que no me sacaba del anonimato pero me ha hecho acreedor a casi treinta y tres años de saludos sin palabras y sin sentido...» Todo eso tendría que decirle, sí, y decirle más; decirle que se llamaba Diego, por ejemplo y decirle, saliendo de su congoja de más de tres décadas, que a todo ese tiempo de inexplicable relación sin palabras quisiera ponérselas todas de golpe, contarle en tres o cuatro días esas tres vidas, sus soledades, sus hijos y los de ella. Y cómo treinta y dos años después seguía pasándole lo mismo cada vez que la veía, cómo le detenía la sangre el mismo pasmo absurdo, el mismo pálpito acelerado en las sienes, plateadas sienes ya... Como hace un minuto, cuando ella ha salido de la zapatería que hay bajo los arcos de la plaza y le ha saludado desde lejos con ese gesto de las cejas y la eterna sonrisa. Y la ha seguido, disimulando torpemente, hasta la puerta de los cajeros automáticos que están en la otra punta de la misma plaza y se ha dispuesto a sacar un dinero que no precisaba en uno de los cuatro dispensadores que hay allí, mientras ella lo hace en otro al lado, el más grande. La mira de reojo y la ve dudar y piensa que es el momento, que se le va a acercar y decirle su nombre y todo eso que siente desde hace treinta y dos años largos. Y ella, que parecía enredada con la tarjeta de crédito, se vuelve de súbito y, antes de que él tenga tiempo siquiera de abrir la boca, le pregunta: «Oye, Diego, ¿tú sabes cómo se hace para sacar entradas para el teatro con la tarjeta?»

Cuando el silencio lastima en esa mirada agónica de desesperación, que revela toda la esencia de lo ya perdido, de lo inexistente. Ese silencio que descubre la mentira de las palabras. Lo sórdido del engaño, causando a nuestro pesar una liberación más que una carga. Selene.

Selene.

Selene.

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