“DECIR LO INDECIBLE”
Arturo García Jiménez
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RESUMEN El presente ensayo se planeta el análisis por la pregunta y el sentido del lenguaje como condición de la existencia y su limite con el mundo. Asimismo, se señala una diferencia entre dos tipos de lenguaje: uno cotidiano y otro superior y el sentido de ser de cada uno. Lo anterior se aborda a partir de un análisis en el pensamiento de Octavio Paz sobre el lenguaje, a la par de otros pensadores como Ferdinand de Saussure, Jaques Derrida pero, principalmente Martin Heidegger con su ontología fundamental del ser, poniendo énfasis en la función del lenguaje.
« Kein Ding sei wo das Wort gebricht » [Ninguna cosa sea donde falle la palabra]. Stefan George.
Octavio Paz escribe en el segundo ensayo dedicado al lenguaje de su libro El Arco y la Lira: “La palabra es el hombre mismo”. Hoy día no se podría estar más de acuerdo con esta sentencia, puesto que las ciencias actuales, específicamente refiriéndonos a la lingüística, la filología e incluso el lenguaje discursivo del psicoanálisis mismo, han tomado como objeto de estudio al lenguaje y al mismo tiempo como punto de partida de la condición humana. El padre de la lingüística moderna, Ferdinand de Saussure, se planteó la pregunta del lenguaje como condición humana y la replanteó desde una teoría que distinguía entre los conceptos de lenguaje, lengua y habla. Entendamos el primero como la capacidad y/o habilidad que tiene cada individuo para comunicarse, el segundo como un sistema de signos particular y distintivo que caracteriza a un grupo comunicativo de otro, y el tercero como la realización de este sistema de signos condicionado por el primero, la habilidad humana para comunicarse. Sin embargo, el aporte más representativo de Saussure es quizá la noción del signo lingüístico y su dualidad entre Significado (concepto) y Significante (imagen acústica). Según Saussure, cada individuo posee esta capacidad convencional para realizar de manera casi automática estas dos asociaciones y, de esta manera, comunicarse con otros individuos que hagan uso del mismo sistema de signos. No obstante, es necesario considerar que el descubrimiento de nuevas enfermedades mentales rompe con este paradigma, puesto que ciertas afecciones existentes como por ejemplo la afasia, trastorno del lenguaje que se caracteriza por la incapacidad o dificultad de comunicarse a causa de lesiones cerebrales tempranas o tardías, donde no existe armonía de sentido entre el concepto (Significado) y la imagen acústica (Significante). Es así como tener la intención de expresar un significado que difiere de su significante. En otras palabras, lo que se intenta exteriorizar en conceptos una palabra tal como “mesa”, cuando lo que se produce fonéticamente la asociación de sonidos para otra palabra completamente diferente como “silla”. Aquí encontramos visiblemente un fallo en la tajante teoría de Saussure. Este olvido en la teoría saussureana quizá sea el intento insensato e inútil de asir al lenguaje y atarlo a la ciencia y la técnica humana. El lenguaje es una quimera comunicativa que con cada generación muta, evoluciona y constantemente se reestructura según los caprichos de los hablantes. Es entonces donde la pregunta perpetua reaparece: ¿Qué es eso del lenguaje?
Una de las ciencias que posiblemente de manera relativa e indirecta se ha encargado por responder este cuestionamiento es la filosofía. Es así como nace una filosofía del lenguaje en donde el amor por el saber parte desde cuestiones lingüísticas de aquello por lo que se pregunta. ¿Es el saber un conjunto convencional de asociaciones lingüísticas? ¿Es la verdad autónoma al lenguaje? Es decir, ¿Su existencia depende de la aprehensión lingüística para reafirmarse? Si no lo es, ¿Qué sentido tendría diferenciarla de la mentira? Posiblemente lo más sensato sea entender que cualquier cuestionamiento es primera y esencialmente un problema lingüístico y por ende, esencialmente humano. Muchos filósofos, desde Aristóteles en el siglo IV hasta Jacques Derrida en el siglo XX, se han planteado este tipo de interrogantes y las han tratado de responder y explicar hacia otros ámbitos como en aquél de la existencia y su posición en el mundo del hombre a partir de la palabra que dice, expresa y significa. Una de las principales conclusiones a las que se ha llegado es que, en el estudio del lenguaje, a diferencia de otras ciencias con sus diferentes objetos de estudio, el elemento de análisis es el lenguaje mismo. Es así como se habla de un uso de metalenguaje al momento de estudiar y analizar la morfosintaxis del español, por ejemplo. Ahora bien, puesto que se afirmaba anteriormente que el lenguaje es multiforme e inestable, uno podría preguntarse hasta qué punto es posible confiar en el lenguaje mismo si éste se aborda y justifica a sí mismo. ¿Qué podría decirme el lenguaje de la existencia y la verdad en la condición humana? Ninguna resultado preciso, exacto y último precisamente, debido a que en el dominio del lenguaje sólo existen acercamientos y aproximaciones de lo real. De acuerdo con el pensamiento de Jacques Derrida, esta aseveración esta fundada bajo el precepto del lenguaje como condición de la realidad. “Il n’y a rien hors du texte”, afirmaba Derrida en su Gramatología. Todo es texto, considera el pensador argelino. Y afuera del texto ––entendiendo éste como lenguaje que articula realidades–– nada podría ser nombrado, puesto al nombrar esto o aquello, automáticamente se solidifica en y hacia el lenguaje. Si puedo nombrarlo, es porque existe de alguna manera y el entendimiento humano lo abarca. Antes bien, es porque tenemos lenguaje que nos comunicamos y no a la inversa como muchas veces se nos hace pensar. Debido a que la comunicación es convencional y funcional, el lenguaje es esencialmente existencia. Es la condición humana misma para percibir lo real y pensar lo humano. Y contrariamente a lo que se piensa, las palabras no son puentes que nos hablan de las cosas, la palabra es antes la cosa en sí. Es objeto porque la palabra lo designa, lo nombra y lo hace venir a nuestro mundo. En definitiva el hombre yerra cuando cree que habla el lenguaje, que lo crea y se sirve de él. El hombre y su realidad están condicionados puesto que son sirvientes inconscientes del lenguaje mismo.
Ahora bien, probablemente el más grande pensador del siglo XX que se preocupó por esta cuestión ha sido Martin Heidegger. Él consideraba al lenguaje como casa del concepto del que muchos filósofos desde la antigüedad han tratado de explicar: El Ser (Das Sein). Para Heidegger, el lenguaje es un elemento fundamental y potencial para percibir al Ser. El aporte más significativo del pensamiento heideggeriano es quizá aquel o aquellos más bien, de los temples de ánimo (o existenciarios como él los llama). El hombre puede percibir su Ser y hacerse cargo del mismo para devenir auténtico o inauténtico. Es desde la angustia (Sorge) dondo el hombre puede experimentarse finito, y a través del lenguaje que uno puede experimentar dicho sentimiento para de algún modo explicarlo y entenderse. “El lenguaje es la casa del ser”, afirmaba Heidegger. Sin embargo, éste distinguía entre dos tipos de lenguaje. Uno superior: el poético, y el otro inferior por considerarlo funcional: el cotidiano. Es este último donde el lenguaje se constituye por tópicos que restringen la visión del Ser, debido a que se fundamenta en un sistema pre-concebido y pre-pensado por lo que él llamaba El Uno (Das Man). En este lenguaje cotidiano uno piensa como se piensa, uno actúa como se actúa y uno vive como se vive en el mundo de los muchos, del vulgo. Estamos indudablemente sometidos a la palabra porque oímos la lluvia y pre-sentimos al fuego en el momento de nombrarlos, sin necesidad de su presencia ante nosotros para experimentarlos físicamente. Heidegger se percató de este fenómeno y percibió una restricción del hombre como tal, pero a su vez la posibilidad de expandirse al preguntarse y ponerse en camino hacia la esencia del lenguaje: el Ser. Es por esa razón que recrea, retuerce y renueva la palabra para re-crear y re-pensar lo ya establecido por la dictadura del vulgo con el uso de palabra. Heidegger, o el rey del pensamiento como solía llamarlo una de sus más fervientes discípulas, cuando se refiere al lenguaje poético mencionado anteriormente como algo superior, considera al poeta como el artista o individuo consciente de la carencia y limitación del lenguaje cotidiano para expresar lo nohabitual, quien hace uso del lenguaje mismo, retorciéndolo y jugando con él para tantear al Ser y expresar un decir esencial y fundamental a través del poema. El lenguaje poético es para Martin Heidegger un retorno a la autenticidad del hombre, una reflexión, un pensar verdadero. Pues, al intentar decir lo dicho de lo impensable, el poeta se esfuerza en tratar de hacerse entender él mismo y la distancia con el otro que define nuestra existencia. Quizá es precisamente esto de lo que carece la humanidad cuando se ve amenazada por alguna crisis: el entender la otredad es entender su lenguaje, su condición es mi condición cuando lo esencialmente está dicho y se tiene la voluntad de escuchar. Para finalizar, recordemos que Heráclito, el oscuro como lo llamaban sus discípulos, fue quien afirmaba que Todo lo que Es (πάντα τὰ ὄντα), Si todo lo que existe es real, no existe espacio en el lenguaje para lo no-existente, lo no-real, el
no-ser. Finalmente, todo lo que es, todo lo que existe es gracias al lenguaje; todo lo que se dice, se dirá o se dijo está dicho por el lenguaje. Es necesario acercarnos al lenguaje e invocarlo a nuestro encuentro. De modo que lo primero surja como el Decir. El último dios es el lenguaje.
BIBLIOGRAFIA
Octavio Paz. (1956). El Arco y la Lira. México: Fondo de Cultura Económica. Ferdinand de Saussure. (1916). Cours de linguistique général. Genève: Fontamara. Jaques Derrida. (1967). De la Gramatología. Francia: Siglo Veintiuno Editores. Martin Heidegger. (1997). Was heisst Denken ?. Tübingen, Deutschland: Trotta.