DE BRITANIA A INGLATERRA: II --------------------------------------------------------------------------------
DE LOS NUEVOS BÁRBAROS Llegan los germanos. La visión tradicional de la invasión de Britania por estos pueblos está cargada de pasión independientemente del punto de vista que se utilice, así no solo celtas y romanos, sino a veces las propias fuentes anglosajonas, hablan de devastación y muerte a sangre y fuego de las gentes de la isla. Así a los unos les interesaba ver a sus enemigos como sanguinarios paganos, y a los otros les convenía distinguirse a si mismos como guerreros invencibles que fueron arrinconado a los celtas en los finisterres de la isla. La visión romántica posterior no hizo sino exagerar este panorama aún más. Y aunque las propias fuentes a veces se contradicen, si podemos descubrir algunos aspectos fiables que nos indican que no todo fue como se cuenta. La arqueología efectivamente ya nos desvela muchas de las claves que el historiador suspicaz ya sospecha, y que nos lleva a desmentir algunas afirmaciones tenidas como ciertas desde tiempos inmemoriales. Para empezar, no solo podemos hablar de tres pueblos germanos bien diferenciados, a saber, anglos, sajones y jutos – tal como nos indica Beda el Venerable -. Lo cierto es que el galimatías de pueblos es importante, y a esa tríada ya dicha podríamos añadir cuanto menos otra en la que andarían alamanes, frisios y francos, al menos que se sepa. Otra afirmación muy generalizada es que estos pueblos irrumpieron un bien día en la isla, espada en mano, dispuestos al saqueo y a la invasión., o bien invitados por Vortiguern o simplemente aprovechando el caos en el que vivía Britania. Pero lo cierto es que desde el siglo II y III ya se tiene noticia de estos pueblos, y muchas de las fortificaciones romanas para contener el pillaje estaban guardadas por mercenarios germanos. Por último los anglosajones – llamaremos así al conglomerado de pueblos germánicos – avanzaron de manera lenta e irregular en su camino hacia la dominación de la isla. Un camino lleno de alianzas y matrimonios mixtos con la población anterior, o de guerras contra otros anglosajones, lo cual nos hace replantearnos un periodo de tiempo complejo, heterogéneo y cambiante. ORIGEN DE LOS CONQUISTADORES
El origen geográfico de los conquistadores podemos situarlo en la región del continente que se extiende entre la península de Jutlandia y la desembocadura del Rhin. Al contrario que otros pueblos como los Godos o los Suevos, los germanos que pasaron a Britania tenían gran vocación marítima, y en sus actividades piráticas se ha querido ver un precedente de lo que cuatro siglos después harían los vikingos por buena parte de Europa. Las causas que llevan a estas gentes a plantarse en las playas de Britania son muchas y variopintas: Se habla de superpoblación, algo parecido a lo que ocurriera con los scottos de Irlanda, que les hizo fundar reinos en Escocia, pero lo cierto es que este fenómeno no es aplicable a esta área continental, y más en un contexto de migraciones continuas por tierra en donde ningún pueblo parecía echar raíces fuera del territorio Romano. Así nadie parecía estar lo suficientemente asentado en ninguna parte como para hablar de superpoblación. La única excepción quizá se encuentre en la región comprendida entre los estuarios del Elba y el Ems, tal como nos cuentan los hallazgos arqueológicos. Sin embargo lo acontecido en un área tan pequeña no se hace extensible al resto. Se baraja también una trasgresión del mar, lo cual no es improbable, teniendo en cuanta que aún hoy día prácticamente la totalidad de la costa holandesa se encuentra bajo el nivel del agua. No podemos afirmar si este factor pudo ser determinante, aunque sin duda influyó en unos pueblos, ya digo, de tradición marina, y que a buen seguro hacían muchos de sus poblados en la raya misma de la costa. De este modo es muy seguro que tuvieran que reconstruir sus asentamientos más al interior o en altozanos, cuando no provocó la salida de muchos de ellos hacia otras tierras. A estas dos causas añadiremos otra más, que tiene que ver con la larga tradición pirática de estos pueblos, que les llevó al dominio de la navegación en el mar del Norte, y les hizo así mismo aprovechar la oportunidad de oro que se les presentaba de asentarse en la convulsa - pero rica - isla de Britania. Cualquiera que haya navegado un poco se dará cuenta de la diferencia entre surcar el Mediterráneo y el Atlántico, y lo cierto es que estos pueblos se habían adaptado bastante bien a la navegación en las frías aguas del norte. Si bien sus maestros astilleros aún no eran tan diestros como lo serían los vikingos, podemos decir que frisios, sajones, jutos o anglos dominaban ya una técnica constructiva y de fabricación naval que sin duda no pasó desapercibida a los piratas escandinavos. Así en las naves que llegaron a Britania en estos tiempos tenemos los ancestros de los drakkars. Las principales diferencias entre los navíos de este tiempo y los dragones vikingos estiban en que los anglosajones daban gran importancia a los remos, con velamen y mástil aún poco desarrollados, así como en las dimensiones más pequeñas. Sin embargo el armazón, aún de quilla más reducida, se construía de forma similar, con la unión superpuesta de planchas con clavos, y consiguiendo el esbelto perfil característico de las naves vikingas. Sajones, frisios, anglos y jutos, si no los únicos, son los pueblos más importantes de esta región entre el bajo Rhin y Jutlandia. Así sería vital hacer, si acaso someramente, un análisis de cada uno de ellos. Sea pues:
Los sajones, junto con los anglos, son el pueblo que más renombre ha adquirido con el tiempo. A ello contribuyó sin duda el hecho de que los celtas britanos utilizaran solo este nombre, al referirse al conglomerado germánico de pueblos invasores. Tolomeo es el primero que los cita, en el siglo II dC, y los ubica al sur de la península de Jutlandia. Lo cierto es que hablamos de las gentes más dinámicas de toda la zona, por lo que pronto asimilarán a otros pueblos es su devenir hacia el sur, hasta la desembocadura del Weser, y llegando hasta el Elba por el este. Además eran brillantes saqueadores ya desde finales del siglo II, incluyendo en sus itinerarios tanto las costas continentales como las de Britania. Así a finales del siglo III lanzan ataques sobre Normandía y Bretaña, en donde llegarían incluso a instalarse algunos grupos reducidos ya en plena época de descomposición del Imperio. Mientras en Britania, había ya contingentes de sajones desde finales del siglo III, en calidad de mercenarios de Roma - como luego veremos -, sembrando el precedente que supondría la llegada más numerosa y por libre a partir del siglo V. El resto de sajones, los que decidieron no emprender la aventura britana y quedaron en tierra, acabarían por someterse a los carolingios tras feroz resistencia, aceptando forzosamente el cristianismo a principios del siglo IX. Los anglos son el otro gran pueblo que desembarcó en la isla, que al igual que los sajones, fundaría varios de los reinos más poderosos de Britania. Su origen lo encontramos también al sur de la península de Jutlandia, en Schlewig, más concretamente en la región oriental, donde aún existe el nombre de Angel (o Angeln). También se les sitúa en la isla de Fyn, en el Báltico. Se cree que fueron directamente a Britania, con lo cual no podemos asignarles aventuras previas como a los sajones, aunque la similitud de ambos pueblos es tal que no podemos descartar nada, ni si quiera que muchas de las acciones de rapiña sajona no fueran compartidas por los anglos. Así la confusión es tan grande, que aún hoy día es difícil asignarles zonas concretas de ocupación en Britania basándonos en la arqueología, por lo que hemos de creer mucho de lo que nos cuentan las fuentes escritas de la época. El juto es considerado un pueblo menor en comparación con los dos anteriores. Lo cierto es que aunque se les asigna la colonización - según Beda - de Kent, la isla de Wright y de otras regiones britanas, su identidad como pueblo desaparece con el tiempo. Su origen le encontramos también en Jutlandia - es previsible que fueran los vecinos norteños de anglos y sajones -. Los restos encontrados en Kent nos hablan de presencia juta allí, pero nos hablan también de otros pueblos como los francos – hay quien dice que los jutos en realidad eran francos del bajo Rhin y otros vestigios de origen escandinavo, noruego sobre todo. Sin duda Beda nuestra mayor fuente escrita - simplificó mucho este caos de pueblos, del que hablaremos en el epígrafe siguiente. El último gran pueblo de la zona son los Frisios. Su origen continental está en parte de la actual costa holandesa y en las islas Frisias. Sin duda contingentes de este pueblo partieron hacia Britania, Procopio les nombra como un pueblo más en la invasión, sin embargo la mayoría permanecieron en el continente, y es muy probable que ocuparan el vacío dejado por los sajones.
MERCENARIOS GERMANOS EN BRITANIA La creación de un sistema de fortificaciones a lo largo de la costa britana del mar del Norte, nos da la prueba de que las incursiones germánicas representaron un serio problema, al menos desde finales el siglo III, para los habitantes de la provincia de Britania. Esta estructura defensiva es conocida como limex saxonicum, la cual incluía también una flota. Así Roma intentaba contener los ataques que venían del este, mientras hacía lo propio con las incursiones pictas – recordemos que por aquel entonces andaba Constancio Cloro ocupado con ellos -. Muchas de estas guarniciones estaban defendidas, como va dicho, por mercenarios germanos. También es fácil pensar que en la flota romana que limpiaba de piratas el mar del Norte hubiera un considerable número de ellos, que sin duda ofrecieron su experiencia en aquellas aguas a los romanos. Esta claro que los britanos no dieron importancia a la llegada pacífica pero inexorable de estas gentes a su isla, dando más relevancia a pictos y scottos, a quienes consideraban enemigos naturales, y con quienes llevaban guerreando desde el principio de los tiempos. Así pues, sin llamar demasiado la atención, toda suerte de mercenarios sajones, frisios, anglos, jutos o francos fueron instalándose en suelo britano. Desde luego su pericia guerrera parecía más que demostrada – algo que luego se volvería contra ellos -, por lo que nadie pareció poner demasiados reparos a esta llegada pacífica de mercenarios. Tanto fue así, que Valentiniano I, emperador de occidente del 364 al 375, reforzó las guarniciones con más germanos, en este caso alamanes. Modelo de nave ligera sajona Tenemos pues a los britano – romanos jugando con una fuerza guerrera considerable, que a buen seguro sería más fiel a sus jefes que a un Imperio debilitado, y que tenía a sus hermanos de raza al otro lado del mar esperando una ocasión, que parecía haber llegado cuando el usurpador Constantino III se llevó las legiones a la Galia. Todo mejoró aún más para los germanos cuando los caudillos celtas fueron incapaces de mantener un gobierno centralizado. Recordemos como Vortiguer asesinó a Constante, hijo de Constantino III, y como el tirano a su vez murió a manos de Ambrosius Aurelius y de Uther Pendragon según las fuentes, en su mayor parte inventadas, - aunque son parte de su venganza literaria, no olvidemos -. A la incompetencia para gobernarse a sí mismos de los celtas añadamos a los pictos y a los irlandeses, todos envueltos en una espiral de guerras, treguas, alianzas y traiciones de todos contra todos.
Juntando todo esto, los germanos de dentro y de fuera creyeron, con razón, llegado su momento. Estamos a principios del siglo V. Sin embargo aún debemos esperar 20 o 30 años para ver los primeros desembarcos con éxito, que sin duda animaron al resto a embarcarse en una aventura colonizadora que tendría sobre el 500 su punto álgido. PRIMEROS ASENTAMIENTOS ESTABLES Beda sitúa la llegada de los invasores en el 449. Recordemos a Hengist y Horsa, que respondieron a la llamada de los britanos, impotentes ante los ataques pictos. Según el venerable northumbrio existen unas zonas claras de expansión y asentamiento para cada pueblo germano. En cuanto a los britanos, fueron empujados hacia el oeste o hacia el norte sin ningún miramiento, condenados, según él, a vivir una existencia desgraciada en los riscos de las montañas o en el corazón de los bosques. Habla también de que algunos emigraron fuera de la isla, mientras que otros, rendidos por el hambre se entregaron voluntariamente a los sajones para ser sus esclavos o para recibir la muerte. Es curioso ver a un monje describiendo con pasión como unos paganos asesinaban sin miramientos a los cristianos britanos. Pero así son las cosas, y Beda (anglosajón a todas luces) se ponía del lado del invasor con una parcialidad que por otra parte era muy normal en la Edad Media, utilizando a los paganos como brazo armado de Dios para castigar a los celtas por sus pecados terribles. Y si los pecadores eran cristianos, pues más ejemplar debía ser el escarmiento. Condenados los celtas a la miseria en los recovecos de Britania, anglos jutos y sajones - siempre según Beda - se repartieron buena parte del territorio: Los jutos ocuparon Kent, la isla de Wright y parte de Hampshire. Los sajones se asentaron en la parte sur de la isla (exceptuando Kent), y en el valle del Támesis, fundando los reinos de Sussex, Essex o Wessex entre otros (sajones del sur, este y oeste), este último reino haciendo frontera con los celtas de Cornualles. Los Anglos ocuparon un territorio mayor, con una serie de reinos ubicados al norte del Támesis y que llegarían hasta el Forth, en la actual Edimburgo. Así eran vecinos de pictos y scottos al norte y de los britanos de Strathclyde, y Gales entre otros al oeste.
Resumiendo, tenemos a tres pueblos germánicos, anglos, jutos y sajones, que se instalan en Britania y fundan una serie de reinos. Mientras, la población anterior es masacrada, esclavizada o arrinconada en el oeste ante el imparable avance de los recién llegados.
La arqueología, así como la toponimia, desmienten estas afirmaciones y nos indican la gran complejidad del momento. Así, diremos que a mediados del siglo V surgen los primeros asentamientos estables, que nada tienen que ver con reinos ni poderosos caudillos, sino con modestas colonias de carácter casi familiar. El estudio de las cerámicas, muy toscas por cierto, nos habla de una expansión lenta. Todo esto nos hace pensar en unos grupos familiares reducidos que pasaron el mar del Norte en busca de tierras, y en donde aún no habría nada parecido a una aristocracia guerrera o a una realeza, que sin duda esperaron a oleadas posteriores, más numerosas y seguras, para instalarse con toda su parafernalia. Pensemos pues en sencillos colonos en busca de tierras más que en otra cosa, al menos al principio. Se da la fecha para la llegada sajona en el 477. Esta segunda oleada pudo ser más numerosa, ocupando a grandes rasgos los territorios descritos por Beda, aunque sin nada parecido aún a una monarquía. Al ser un grupo más numeroso podemos pensar en un sistema de jefaturas, aunque con una organización política poco desarrollada. Es arriesgado hablar de oleadas concretas, que si bien pudieron existir, lo más probable es que a partir del éxito de los establecimientos sajones del sur de la isla, el trasvase desde el continente fuera más bien fluido, con altibajos, pero constante desde finales del siglo V, hasta lograr cierta densidad de población en determinados puntos, que darían lugar a una organización más desarrollada. Pasamos así de familias de colonos en asentamientos precarios y posiblemente a la defensiva a los primeros núcleos políticos, a los que podemos llamar “reinos” a partir de ahora. En cuanto a los asentamientos en las zonas que Beda atribuye a los anglos, es decir, desde el norte del Támesis hasta el estuario del Forth - exceptuando las regiones occidentales ocupadas por celtas - tan solo podemos decir que la similitud con los sajones apenas permite hacer diferencias sustanciales. Eran pueblos muy parecidos en lengua y cultura. Tan solo los dos reinos que surgen al norte del río Humber - lo que luego será Northumbria - y que se extienden hasta el Forth haciendo frontera con pictos y scottos pueden tener un origen más diferenciado. Son los reinos de Deira, con capital en York, y Bernicia, en torno a Bamburgh. Se cree que Deira pudo ser fundado por los germanos federados de Roma que defendían el limex saxonicum, mientras que para Bernicia se habla de piratas del mar del norte. Esto bien pudo ser cierto, aunque se sigue teniendo en mente a los anglos cuando pensamos en ambos reinos. GERMANIZACIÓN Y PERVIVENCIA En el capítulo anterior discutimos sobre la romanización de la isla, y llegamos a la conclusión de que ésta no fue tan intensa como en la Galia o Hispania, sobreviviendo muchas de las costumbres celtas. Con la germanización nos enfrentamos a parecido desafío, al intentar desentrañar si ésta fue tan profunda
como se piensa. A lo cual diremos que efectivamente lo fue, y si la romanización fue más leve que en el resto de las provincias, la germanización posterior fue brutal, dejando huellas indelebles que aún perduran. Como siempre suele ocurrir, una vez tenida por cierta la germanización, se tiende a simplificar la realidad. Así pues todos imaginamos a los nuevos dueños de la isla avanzando inexorablemente hacia el oeste como si fueran las panzer divisionen, borrando a su paso todo vestigio, toda huella cultural previa, que se perdería para siempre. Desaparecen así la lengua celta y latina, y el paganismo vuelve a campar a sus anchas, exceptuando los riscos y los bosques en donde los celtas viven como si fueran poco menos que alimañas. Hoy sabemos que si todos los habitantes britano romanos se hubieran refugiado en los escondrijos del oeste, existirían pruebas de hacinamiento, y no las hay ni en Gales ni en Cornualles. Así aunque muchos fueron al oeste, tanto desde las tierras bajas como desde el norte - inútiles ya los muros de contención -, hubo una importante asimilación de la cultura previa, que se traduce en matrimonios mixtos o en el uso de nombres britanos por parte de los recién llegados, así la lista de reyes de Wessex está llena de nombres celtas tales como Cerdic, Cynric o, Ceawlin - por citar a los tres primeros de la lista -. Los topónimos, o la influencia celta en la artesanía sajona reflejan también esa mezcla, dándonos la prueba de la diversidad de estas sociedades, a pesar de que con el tiempo, las crónicas, intentaran labrarse un pasado más homogéneo. Tampoco fue homogéneo el aspecto religioso. Así debemos decir algo sobre la pervivencia del cristianismo. No cabe duda de que los anglosajones eran paganos, y que, como nuevos señores de la isla, su religión y sus dioses pasaron a un primer plano. Sin embargo parece claro que gran parte de la población celta era cristiana, tanto la que vivía lejos de la influencia anglosajona - incluyendo Irlanda , como la que fue asimilada por los conquistadores. Un cristianismo difuso si se quiere, que en absoluto había olvidado los fundamentos druídicos, y que tuvo en el pelagianismo uno de sus pilares. La Historia nos ha demostrado que muy pocos han apostatado una vez cristianizados, y en caso de hacerlo no adoptan otros ritos que no sean los de sus antepasados. Es decir, sería muy raro ver a la población Britania renegando de Cristo y arrodillándose de golpe ante la tosca efigie de Wodan o Thor. Así, en las zonas ocupadas por los anglosajones es de creer que existieran comunidades de creyentes - clandestinas o no -, lo cual quedaría confirmado cuando el rey Etelbert de Kent contrajo matrimonio con la cristiana Berta, hija del rey franco Coribert. La nueva reina no solo obtuvo permiso para practicar su religión, sino que vino acompañada por el obispo Liudhard. Por todos es sabido que los obispos no van a ningún sitio sin una sede desde la que ejercer su ministerio, y por supuesto, una comunidad de fieles, lo que nos está indicando la presencia de cristianos allí, que de algún modo allanaron el camino a los misioneros que pronto llegarían de Roma, como veremos en el capítulo siguiente.
CAPÍTULO III Empuje anglosajón y reconquista cristiana (en breve) © Carlos de Miguel Todos los derechos reservados. Aviso Legal Contacto:
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