Darwin En Chile

  • December 2019
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El recorrido de 356 días por Chile del naturalista británico El encuentro con los habitantes de Tierra del Fuego

Salvajes australes El extremo austral fue la entrada de Darwin a Chile. Llamó la atención del naturalista la conducta de los habitantes de la zona. "Al entrar fuimos saludados de una forma extraña, propia de los habitantes de este salvaje país. Un grupo de fueguinos, ocultos, se habían encaramado a un pico que salía sobre el mar y mientras pasábamos saltaron a la parte más alta, y agitando sus mantos, lanzaron un fuerte y sonoro clamoreo". En su narración, Darwin además cuenta la historia de Jemmy Button, uno de los tres nativos (comprados a cambio de un botón) a bordo del Beagle, que hacía tres años habían sido llevados a Inglaterra y que regresaban a su tierra: "Fue interesante observar la conducta de los salvajes para con Button después de desembarcar, inmediatamente notaron la diferencia entre él y nosotros y platicaron largamente unos con otros sobre el asunto. El viejo dirigió una larga arenga a Jemmy exhortándole, al parecer, a que se quedara con ellos. Pero el interpelado apenas entendía su lenguaje, y por otra parte se avergonzaba de ellos". El naturalista tampoco se abstrajo del paisaje de la zona y así relató su llegada en 1834 a una de las zonas más australes de Chile: "Anclamos en la bahía de Puerto del Hambre. Nos hallamos a principios de invierno, y nunca hemos contemplado un paisaje más tétrico; los bosques sombríos, veteados de nieve apenas pueden verse con claridad a través de una atmósfera brumosa y de la lluvia menudísima que cae". Erupción de volcán

Bocanadas de humo en Osorno Desde que lo vio por primera vez en Chiloé, el volcán Osorno llamó la atención del naturalista: "Ha amanecido claro y espléndido. El volcán Osorno vomita bocanadas de humo. Esta bellísima montaña de forma perfectamente cónica y envuelta en manto de nieve, se alza frente a la cordillera", escribía en noviembre de 1834, mientras recorría la localidad de San Carlos en la isla de Chiloé. Sin embargo, el 19 de enero de 1835 Darwin pudo verlo en erupción: "A medianoche el centinela observó algo parecido a una gran estrella, que crecía gradualmente en tamaño hasta eso de las tres, en que se presentó un espectáculo de la mayor magnificencia. Con ayuda de un anteojo se veían bultos oscuros, en sucesión constante, salir lanzados a lo alto y caer en medio de un inmenso resplandor de luz roja. La iluminación era suficiente para producir en el agua una prolongada y viva reflexión. Parece que en esta parte de la cordillera los cráteres arrojan muy comúnmente grandes masas de materia fundida", relató conmocionado el científico en su bitácora. Chiloé y los chilotes

Tres cuartas partes "sangre india" A fines de 1834, en Chiloé, Darwin describió así la isla: "Se dispone en colinas, pero se halla cubierta por un gran bosque, excepto en los sitios aclarados en torno a las cabañas, de ramajes (...) Con dificultad se puede divisar a veces la cordillera; durante nuestra primera visita sólo una vez se nos presentó el volcán Osorno en vigoroso relieve, y esto ante de salir el sol". También se

refirió a los habitantes, a los que describió como humildes, pacíficos y laboriosos, con "tres cuartas partes de sangre india en las venas". Otro de los puntos que llamaron su atención, fue el estilo de vida chilote: "Hay poquísimos pastos para grandes cuadrúpedos, y en consecuencia, los principales artículos alimenticios son el cerdo, las patatas y el pescado. Los isleños usan fuertes vestidos de lana, que cada familia hace para sí, tiñéndolos luego con índigo de color oscuro. Las artes, sin embargo, se hallan en estado rudimentario y así se pone de manifiesto en el modo de arar, hilar, moler el trigo y construir los botes". En Castro, el 31 de noviembre, Darwin reparó en una de las tradicionales iglesias chilotas: "De mañana llegamos a Castro (...) tanto plaza como calles estaban cubiertas de césped en que pastaban las ovejas. La iglesia es de madera y tiene un aspecto a la vez venerable y pintoresco". Paisajes naturales

Trabajo científico en los valles centrales Entre julio, agosto y septiembre de 1834, Darwin recorrió la zona central. Estuvo en Quillota, el cerro La Campana, San Fernando y Rancagua, entre otros lugares. En cada uno de estos sitios, reparó en las condiciones naturales de Chile. "A la altura de unos centenares de pies, abundan las conchas vetustas (...) Mi sorpresa fue grande al descubrir con el microscopio que esta tierra vegetal era en realidad fango marino", escribió en Quintero, lugar donde alojó en la hacienda que perteneció a Lord Cochrane. Días después, en Quillota, señaló que "Chile, como puede verse en los mapas, es una estrecha faja de tierra entre la cordillera y el Pacífico" y en La Campana reparó en las palmeras y dijo que "son los tipos feos de la familia. Sus tallos son enormes y de una forma rara, pues tienen en su parte media su máximo grosor, disminuyendo al acercarse a la cima y a las raíces". Otro punto que llamó su atención fue la cordillera: "Cómo no maravillarse de la fuerza que ha elevado estas montañas y todavía más de las edades que han debido necesitar para abrirse camino entre obstáculos y para remover y nivelar sus enormes masas". A mediados de septiembre, tras un paso por Rancagua y sus alrededores, Darwin enfermó y guardó reposo en Valparaíso hasta noviembre de 1834. Valdivia y Concepción

El devastador terremoto que impactó al científico El terremoto de 1835 en Concepción marcó el paso del naturalista por el sur. Aunque su primera parada fue el 9 de febrero en Valdivia, ciudad que describió como "tan sepulta en un bosque de manzanos, que las calles parecen los paseos de un huerto", fue en esta misma ciudad, el 20 de febrero, donde sintió el terremoto: "Me hallaba en tierra tendido en el bosque descansando cuando ocurrió el horroroso cataclismo. Se presentó de repente, y duró dos minutos, que se hicieron larguísimos. La oscilación del suelo fue muy sensible (...) Un terremoto destruye nuestras asociaciones más inveteradas; la tierra, emblema de solidez, se mueve bajo nuestros pies". Los sentimientos de Darwin fueron peores cuando el 5 de marzo llegó a Concepción: "Desembarqué en Talcahuano y después fui a caballo a Concepción. Ambas ciudades presentaban el más espantoso aspecto y a la vez el espectáculo más interesante que en mi vida he contemplado (...) En Concepción, cada casa y cada fila de casas formaban un montón o una línea de ruinas, pero en Talcahuano, a causa de la gran ola, no podía distinguirse más que una capa de ladrillos, tejas y vigas". Su impacto fue tal, que concluyó sus reflexiones afirmando que "no ha sido mi intento describir el aspecto de Concepción, porque creo imposible dar una idea exacta de los variados sentimientos que experimenté".

Santiago y Valparaíso

Entre el cerro Santa Lucía y el "puerto principal" Valparaíso fue una "segunda entrada" del naturalista a Chile, pues ahí llegó proveniente del extremo austral y se reencontró con Richard Corfield, antiguo compañero suyo de colegio, quien lo hospedó en su casa. El 23 de julio de 1834, Darwin dice que "El Beagle ancló en Valparaíso, el puerto principal. Cuando amaneció, la impresión no pudo ser más grata. Después de salir de Tierra del Fuego el clima nos pareció delicioso: la atmósfera estaba seca, el cielo puro y azul y el sol brillante. La ciudad se levanta al pie de una serie de colinas de unos 480 metros y algo escarpadas. A causa de su disposición, consta de una larga calle, que, con variada dirección, corre siguiendo el perfil de la playa, y allí donde un barranco baja, las casas se amontonan en uno y otro lado del mismo". Casi un mes después, Darwin conoció Santiago, donde estuvo una semana y visitó el cerro Santa Lucía: "Un venero inagotable de placer fue la subida al montículo de roca (Santa Lucía) que se levanta en la ciudad. La vista es sorprendente y peculiar". El árido norte chileno

Seco como un camino carretero "Estoy cansado de repetir los epítetos 'yermo y estéril'. Sin embargo, estas palabras, en el uso común, sólo tienen un valor relativo; las he aplicado a las llanuras de la Patagonia, que producen arbustos espinosos y matojos de hierba, lo cual es una verdadera fertilidad, comparada con la desnudez del norte de Chile". Así describía Darwin la zona de Vallenar, una de sus últimas estaciones antes de pasar a Perú. En mayo de 1835, llegó a Coquimbo, donde llamó su atención cómo una pequeña lluvia hizo brotar la vegetación: "La mañana del 17 llovió durante unas cinco horas (...) doce horas después la tierra parecía estar seca como siempre. A los 10 días las colinas aparecían matizadas de cerros verdes, y la hierba brotaba. Antes de este chubasco, todo estaba tan desnudo de vegetación como un camino carretero".

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