Cultura De Paisaje, Cultura De Lugar

  • November 2019
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CULTURA DE PAISAJE, CULTURA DE LUGAR Ernesto Suárez Área de Psicología Social Universidad de La Laguna El secreto de todos los paisajes está en su movimiento oculto, sin descanso Vicente Valero

1. Introducción: medio ambiente y procesos psicosociales Uno de los más importantes autores de la Psicología Social clásica, John Dewey formuló un principio de análisis básico por el cual se asume que la relación entre el individuo y su entorno resulta clave para comprender lo que puede denominarse como “conciencia”. Según Dewey, es la red social en la cual la persona se halla inserta –esto es, la trama de costumbres, convenciones, ideas preexistentes- la que prefigura toda su subjetividad. El conocimiento en cuanto proceso y producto mental tiene, por tanto, origen social. La definición de la realidad psicológica atendiendo a ámbitos diferentes al estrictamente individual permite profundizar en el análisis de lo que en Psicología se conoce como Cognición Social. En un pequeño ejercicio mental responda a la siguiente pregunta ¿Qué figura geométrica es esta?:

La respuesta ha sido rápida, sencilla o, al menos, así aparenta ser. Detengámonos sin embargo un instante en ella y en los procesos que subyacen en nuestra respuesta. Por de pronto y aunque sea sólo desde una perspectiva perceptiva, al identificar como un cuadrado lo que, en realidad, son sólo cuatro líneas orientadas entre sí en un ángulo de 90 grados se ha producido una primera operación cognitiva. No es la única. Señalemos alguna otra. Mi pregunta “Qué figura es ésta” activa un segundo proceso: la categorización.

Una categoría es un conjunto de elementos que disponen de una o más características comunes. Al identificar esas cuatro líneas como un cuadrado hemos asumido la correspondencia simplificadora entre un objeto nuevo con otros ya conocidos y aprendidos. Sin embargo, esto no significa que estas características que definen a la categoría supongan una cualidad intrínseca u objetiva. De hecho, cualquier tipo de razonamiento puede servir como criterio de agrupamiento. Las relaciones pueden ser múltiples: visuales, funcionales, causales, entre otras. Desde esta perspectiva, las categorías varían en su complejidad, son interdependientes las unas de las otras, no son neutras para la persona y están “cargadas” afectivamente hablando. No piense ahora en la categoría “figura geométrica” e imagine la categoría “estudiantes universitarios”. ¿Qué elementos incorpora? Muy probablemente, en la medida que usted formara parte de la misma (es decir, fuera su endogrupo) incluiría más información, más aspectos que la describan: resultaría en definitiva más compleja su delimitación. Las implicaciones si pensamos en términos de categorías sociales se hacen evidentes. Sabemos más de las categorías a las que pertenecemos que de otras, la información que incluimos es más rica, más diversa y se aleja de lo esquemático y estereotipado. Además, tendemos a valorar más positivamente al endogrupo que al exogrupo o categoría a la que no pertenecemos. La evidencia empírica muestra por ejemplo que los miembros del exogrupo son percibidos como más homogéneos/semejantes que los miembros del endogrupo, al menos cuando la categoría endo es mayoritaria respecto a la categoría exo. De esta forma se explicaría las descripciones que se realizan de la categoría “inmigrante”. Igualmente, en el proceso de categorización se producen fenómenos de correlación ilusoria. Esto es, se percibe falsamente una correlación entre categorías y ciertos rasgos o conductas. El análisis y el estudio de las implicaciones de fenómenos como los señalados corresponde al ámbito de la Cognición Social. Por Cognición nos referimos al conjunto de actividades a través de las que la información proveniente de nuestros sentidos, nuestra memoria o nuestra conducta es procesada por el sistema psíquico o cognitivo. Dicho procesamiento supone cómo se recibe, selecciona, transforma, almacena y organiza la información a la que accedemos y, por tanto, cómo se construye la representación de la realidad y de qué forma se crea el conocimiento. Sin embargo, se entiende que la cognición es esencialmente social por tres razones principales (Leyens y Codol, 1990):

1) En cuanto que tiene un origen social, siendo creada y mantenida mediante la interacción social. Es decir, la forma en que transformamos y organizamos la información se sostiene en patrones culturales y relacionales particulares. 2) En cuanto que su contenido es social, ya que supone la interpretación que se mantiene del propio sujeto, otras personas, los grupos sociales, las relaciones interpersonales e intergrupales. 3) En cuanto que los productos cognitivos tales como las creencias, las actitudes, los valores o las atribuciones causales, son socialmente compartidos, es decir, son comunes a las personas en tanto miembros de la sociedad o de un grupo determinado. Mas, ¿qué tiene todo esto que ver con el medio ambiente? 2.- La interpretación social del ambiente desde la Psicología Ambiental Proshansky, Ittelson y Rivlin (1978), en uno de los primeros trabajos seminales de la disciplina, representaron tempranamente el dominio de la Psicología Ambiental a partir de tres pilares o ideas principales. En primer lugar, desde un punto de vista conceptual, la distinción entre persona y ambiente es “teóricamente insostenible”. La persona es un elemento más del ambiente como sistema, de la misma forma que el medio físico constituye otra de las partes integradas en el mismo. El ambiente es un proceso total en el que la relación personaambiente físico constituye sólo una dimensión. En segundo lugar, el comportamiento humano no puede ser aprehendido y explicado sin la consideración de los fenómenos ambientales en todos los niveles de organización social. Si, como afirman los autores: “no hay otro ambiente aparte de la experiencia humana y la organización social” (pág. 30), el entorno debe ser entendido como un fenómeno a la vez físico y social. Esto supone enfatizar la naturaleza psicosocial del comportamiento en el ambiente. La unidad de análisis es, por tanto, no ya el individuo aislado que experimenta el medio, sino en su relación con patrones de conducta, normas o valores; esto es, factores de naturaleza social. Así, se apuntan como niveles de análisis en el proceso de interacción persona-ambiente físico, un nivel grupal y un nivel comunitario.

En tercer lugar, con respecto al análisis y a la intervención es posible “abstraer del medio total” sus componentes social, físico y personal. La interdependencia dinámica entre estas tres dimensiones, sin embargo, hace inviable el intento de fijar relaciones causales directas y simples entre los elementos de cada una de las partes. De tal manera, la resolución de problemas puede abordarse a través de la intervención en cualquiera de dichas esferas de análisis. El ambiente es, por tanto, una realidad compleja, Su análisis desde la Psicología Ambiental supone atender a las interrelaciones entre la persona y el ambiente sociofísico como base para explicar y predecir el comportamiento humano. En este sentido, el conocimiento psicoambiental constituye la base para el desarrollo de propuestas de intervención psicosocial que, mediante el análisis de la interrelación persona-ambiente, tengan como objetivo último generar y promover algún tipo de cambio en el comportamiento y/o las interacciones sociales Cuando se trata de desarrollar operativamente principios como los señalados, la principal consecuencia es que el ambiente deja de ser considerado como el marco externo que determina la conducta para pasar a ser interpretado como una dimensión intrínseca de la conducta y la acción humana, tanto individual como grupal. Es decir, si la acción siempre se ejecuta en un contexto determinado, la persona y el ambiente dejan de describirse separadamente para entenderse desde una perspectiva holista como “persona-en-ambiente”. Así pues, el concepto de ambiente denota una realidad sociofísica, en la que los parámetros de la estructura física aparecen cargados de significado. El concepto de Lugar de acuerdo a cómo aparece desarrollado desde la Psicología Ambiental permite captar ese conjunto funcional que conforman la persona y el ambiente. Canter (1977) define el lugar como “la unidad de la experiencia ambiental” (Canter, 1977, pág. 1). De manera menos ambigua, Russell y Ward (1982) describen el lugar como la entidad psicológica -percibida y simbólica- del ambiente físico. Desde este punto de vista, el ambiente considerado como lugar trata de enfatizar la dimensión experiencial y construccionista de la interrelación persona-ambiente. Siguiendo el esquema original de Canter el lugar se concibe como la conjunción de tres elementos diferentes: las actividades, las concepciones y los atributos físicos. Las “actividades” describen las conductas orientadas a la consecución de ciertas metas localizadas en situaciones o entornos específicos. Las “concepciones” hacen

referencia a las representaciones que se sostienen respecto a la ocurrencia de esas actividades en dichas situaciones. Por último, los “atributos físicos” tienen que ver con las propiedades del espacio evaluadas e interpretadas en relación con dichas actividades. La intersección de las funciones asignadas al entorno físico, los objetivos que se persiguen en ellos y las evaluaciones del ajuste entre condiciones físicas y acción constituyen el marco de definición psicosocial del contexto físico. En este sentido, el concepto de lugar encuentra su anclaje esencial en la consideración de la característica propositiva de la acción en cuanto asociada al contexto físico. No hay lugar, entonces sin un propósito, sin un plan. Es precisamente esta perspectiva proactiva la que permite vincular el concepto de lugar a la intervención. Es decir, a partir de la consideración de la relación entre espacio y acción cotidiana. 3. Lugar o paisaje. Algunas consideraciones psicoambientales para el Arte Puede decirse que el Arte, y particularmente la creación pictórica, encuentran en su relación vinculante con la naturaleza y el medio ambiente una de las fuerzas regeneradoras que ha motivado los mayores cambios paradigmáticos de su historia. De hecho, no resulta descabellado analizar la evolución de la Pintura atendiendo a las interpretaciones estéticas que del ambiente realizan los diferentes movimientos artísticos. Me estoy refiriendo obviamente

al concepto mismo de paisaje como

fundamento de la Historia del Arte. No obstante, la consideración del paisaje como fundamento de la experiencia estética del ambiente es concebida en Psicología desde una doble perspectiva. En primer lugar, enfatizando la idea de belleza como perfección de los fenómenos, pretende identificar qué elementos explican y predicen las respuestas de preferencia ambiental. En segundo lugar, asumiendo que la percepción estética de las escenas visuales está en función de otras formas de experiencia social, pretende avanzar en el conocimiento de la respuesta estética como respuesta emocional. Así, se presupone que existe una asociación entre ciertas características de los estímulos visuales y la respuesta emocional, de forma que la preferencia estética ante el paisaje responde a propiedades de los estímulos de carácter estructural (Berlyne, 1974). De acuerdo con esta idea, los estímulos visuales del paisaje se pueden describir a partir de cuatro propiedades colativas: 1) Novedad: grado en el que un estímulo contiene características nuevas o previamente desapercibidas por la persona; 2) Complejidad:

grado en que una variedad de componentes caracterizan el estímulo ambiental; 3) Sorpresa: grado en el que no se confirman las expectativas de la persona sobre la situación perceptiva; 4) Incertidumbre o Conflicto: grado en el que un factor estimular no se ajusta a su contexto. ¿Qué efecto provocan estas cualidades a la hora de preferir un paisaje entre otros? Las investigaciones llevadas a cabo indican que son preferidas aquellas escenas visuales que muestran valores intermedios en cada una de las cuatro propiedades colativas, Esto es, se prefiere los paisajes que resultan sólo medianamente novedosos, sorprendentes y complejos, en cuanto que, por el contrario, la extrañeza absoluta de un paisaje provoca incertidumbre y rechazo (Wohlwill, 1976) Más allá sin embargo de las cualidades paisajísticas y su reflejo en la respuesta estética, el contacto con el medio natural permite disfrutar de un conjunto amplio de experiencias positivas psicológicamente beneficiosas, alguna de las cuales han sido agrupadas bajo la denominación de experiencia trascendente. De acuerdo con Csikszenntmihaly (1996), estas cualidades de la experiencia trascendente surgen cuando una persona es capaz de focalizar plenamente su atención en la conducta gratificante, en el estado de flujo, tal es el termino que emplea este autor para describir el fenómeno. En este estado fluido, se difumina y abandona la habitual distinción entre objeto y sujeto, entre lo externo y lo interno, entre la persona y el escenario, para pasar a convertirse durante el tiempo de realización de la tarea en un todo unitario, en una gestalt de experiencia. Estaríamos refiriéndonos en todo caso a una experiencia activa en la que el entorno natural resulta un ámbito cualitativamente sustantivo, esencial para que se produzca tal experiencia profunda Williams y Harveys (2001) entrevistaron a 132 personas que trabajaban, visitaban regularmente o, incluso, residían en zonas forestales. A partir de las respuestas de este grupo de personas identificaron dos tipos de episodios o situaciones de vivencias emocionales asociadas con el

bosque. Por un lado se relataron experiencias

relacionadas con sentimientos de insignificancia y humildad ante la naturaleza. Agrupaba esta categoría aquellas situaciones en el bosque que resultaban novedosas y fascinantes aunque poco compatibles con la propia vida de las personas que participaron en el estudio. Son experiencias que tienen que ver con la presencia de árboles altos y antiguos, grandes cataratas y saltos de agua o vistas extensas, frente a las que las personas tienden a expresar sentimientos de respeto temeroso y futilidad. Por otro lado se encuentran las experiencias denominadas como fluir profundo. A diferencia del

primer tipo de situaciones, el flujo o fluir profundo se produce en situaciones de moderado que no se caracterizan por la fascinación y novedad. Es decir, la naturaleza – el bosque en este caso- no es experimentada como algo sorprendente o espectacular sino todo lo contrario. En estas experiencias de fluir, las personas expresaban hallarse muy relajadas y conectadas con el lugar. De alguna manera sentían haber sobrepasado los límites de la vida diaria y estar en comunión con el universo o cierta entidad total, atentos a lo que vivían en el momento y hallando significados profundos a partir de esa vivencias. El paisaje visual, cuando es emocional y simbólico, cuando se carga de significado personal, se convierte en paisaje vivenciado y deviene en lugar. La creación pictórica en tanto que forma excepcional de la experiencia ambiental permite que artista y observador accedan a una dimensión y estado esencial de si mismos. Acaso tal y como escribe el poeta Vicente Valero, ese movimiento oculto de todos los paisajes no sea otra cosa que nuestra propia identidad, nuestra realidad última como seres humanos. 4. Bibliografía Canter, D. (1977). The Psychology of Place. Londres, Architectural Press. Berlyne, D.E. (1974). The New Experimental Aesthetics. En D.E. Berlyne, Studies in The New Experimental Aesthetics. Steps toward an objective Psychology of aesthetics appreciation. Nueva York, Halstead. Csikszentmihalyi, M.(1997). Fluir. La Psicología de la felicidad. Barcelona, Cairos (Edición original de 1990). Proshansky, H; Ittelson, W.H. y Rivlin, L.G. (1978). Psicología Ambiental. El hombre y su entorno físico. México, Trillas. (edición original de 1970). Russell, J.A. y Ward, L.M. (1982). Environmental Psychology. Annual Review of Psychology, 33, 651-688. Williams y Harveys (2001). Trascendent Experiences in Forest. Journal of Environmental Psychology, 21, 249-260. Wohlwill, J.F. (1976). Environmental Aesthetics: The environment as a source of affect. En I.Altman y J. Wohlwill (eds.), Human behaviour and environment. Advances in theory and research. Nueva York, Plenum Press

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