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Literatura y sociedad mexicana

Jorge A. Valenzuela Mosqueda Cuento y novela mexicana

La literatura de la onda generó un cambio formal dentro de la narrativa mexicana. Los textos dejan de ser pesados en su lenguaje y se dejan atrás todos formalismo y esteticismo en el lenguaje. A partir de la onda se entiende una lectura más sencilla y ligera, esto, sin embargo, sin demeritar o mermar el sentido y peso que conlleva en sí misma; literatura que, aquí vemos, siempre muestra un comentario de la sociedad en la que se ubica. Para ello se revisarán a cinco autores; Ibargüengoitia, Poniatowska, Pacheco, Castañeda y Villoro. Ibargüengoitia (1928-1983) nos ofrece diversos puntos de vista que conforman un mismo ángulo: la clase media en constante contacto con la pobreza. De acuerdo con Guillermo Sheridan: “Ibargüengoitia privilegia la sedimentación de la historia como farsa en la imaginación convencional, su condición de catecismo civil, y procede a analizar narrativamente sus argucias legitimantes por medio de una feroz parodia del estilo, aplicándole a destiempo el sinsentido común, buscando en su tejido interior la razón de la sinrazón característica de la débil cultura política y moral del país.” [Núñez, 2013]. En el cuento del canario uno encuentra el vandalismo como algo usual: una costumbre. Es una ironía del temor mayor hacia la policía que hacia el propio bandido: “No tenía la menor intención de llamar a la policía, que me parece mucho más temible que todos los criminales de México” [Ibargüengoitia, 1989, p. 51]. Siguiendo por este camino, “las pinzas” marca la pobreza estructural; irreparable y aparentemente cómoda. Tan es así que el robo en forma de regalo puede ser aceptado. El canario, las pinzas y los muertos son elementos comunes a todo mexicano, que el autor utiliza para aproximar al espectador con los personajes. Las pinzas como dispositivo para continuar con la misma situación. Algo que los une a todos es el dinero; en mayores y menos cantidades. Siempre hay uno que tiene más y uno que tiene menos. Éste se mueve a lo largo de las historias; es un personaje más. Y finaliza este relato con los tres muertos: el primero de mentira, el segundo tal vez real y el tercero ficticio. Todas las muertes, verdaderas o falsas, como pretexto de fines económicos. La trampa, el engaño, la Ley de Herodes; son todos estos elementos que reflejan una sociedad que comentan. En su texto “Mis Embargos” expone la brutalidad y el salvajismo de las dinámicas financieras y económicas que se imponen ante el despistado citadino. Capital como medio y como fin. Puede ser, de igual forma, un mecanismo de auto-confesión de las dificultades de vivir como escritor, a la expensa de milagros que salven la situación. De acuerdo con Sheridan: “Detrás de ambas formas del silencioso disimulo, [Ibargüengoitia] traza una cotidianeidad que sobrevive las ruidosas olas de la historia con un escepticismo total” [Núñez, 2013]. Con sencillez, enmarca un retrato de la cultura mexicana. Un retrato retorico y coloquial. En la “esperanza número equivocado”, de Elena Poniatowska (1932), se retrata a amiga que toda persona conoce: Esperanza sin esperanza. Si bien Ibargüengoitia comenta a la sociedad a partir de humor y la sátira de barbarismo, Poniatowska lo hace a través de lo emocional. Toma modismos

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y lenguaje coloquial para contar la historia de Esperanza. La narrativa se construye a partir del relato y de pensamientos y diálogos abruptos que aclaran el hecho. Es un comentario de Diana, amiga de Esperanza que se cuestiona por la soledad de su amiga. Y que termina resumiendo a partir de la expresión final: ¡Cuántas citas fallidas! ¡Cuántas idas a la esquina a ver partir las esperanzas! Cuántos: “!Ya me colgaron!” [Poniatowska, 1979, p. 32]. Se lee a José Emilio Pacheco (1939-2014), en “Tenga para que se entretenga”, con una prosa limpia y sencilla, narra la controversia a partir de la desaparición de un niño en Chapultepec. A manera de informe detectivesco se da cuenta de los hechos y las circunstancias en las que ocurre dicha desaparición. El título recoge parte fundamental del cuento, pero también es una invitación a manera de reflejo; nos transporta a otros tiempos, un poco atrás; donde la mujer llora la desaparición de su hijo, un poco como Olga mientras esperaba a su hijo. Con Pacheco, la institución de la seguridad (privada) es la que habla, la que describe a manera de informe policiaco el carácter mágico de Chapultepec que es todo México. De igual forma, también la violencia; las desapariciones, cuerpos encontrados en los lagos. “Los caracoles no muerden y conocen el reino de los muertos.” [Pacheco, 1972, p. 136]. Con frases pequeñas y limpias se introduce una realidad aparentemente cotidiana y familiar que, sin embargo, se permite cierta licencia de misticismo. Un castillo cerca de Chapultepec, árboles transformados por la gravedad: una desaparición inexplicable. Finalmente, Salvador Castañeda (1946), en ¿Por qué no lo dijiste todo? (1986), narra historias desde la cárcel; remembranza de su propio encierro en Lecumberri. Según el autor, “El tema de esta novela es una revelación de nuestro tiempo; tanto lo siniestro y la depravación de quienes son condenados a la cárcel se muestran en toda su brutalidad”. [Muñoz, 2017] El estilo de esta visión retrospectiva es diferente a la de los autores ya mencionados. Es una prosa más pesada, en donde condensa mayores elementos en pocas oraciones. “Por las noches desenfundan su luminiscente espalda y penetra la oscuridad, cubierto por ella misma, con la imagen de su mujer desnuda pegada en la menta, atormentado por su casa durante veinticuatro horas.” [Castañeda, 1980, p. 30]. Las metáforas, a diferencia de los autores pasados, son más elaboradas y complicadas. Empero, ante tal diferencia es similar su denuncia; su visión de la sociedad que comentan. Aquí se ocupa de una morada más lejana y oscura que, sin embargo, se haya en toda metrópoli: las cárceles. Con Juan Villoro (1956), “La ciudad peligrosa” toma forma a partir de la voz de un niño. El nieto que vive con sus abuelos y su hermana. Entrelineas se percibe de la realidad en la cual se encuentra inmerso el niño pero que por inocencia o distracción no es consciente: “Y mi mamá sufría mucho. Por nuestra culpa, claro. Con razón se fue de viaje”. [Villoro, 1981, p. 115].

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Sus abuelos que, según él, están medio muertos ya se hayan lejanos de su realidad, aun viviendo en la misma casa. Villoro, con una prosa liviana deforma y reforma las realidades del nieto: donde un cuarto con una puerta de cristal traslucido puede ser la entrada a una ciudad peligrosa. Finalmente, todos estos autores retratan las diversas caras de México. Integran en su lenguaje la cotidianidad e incita la cercanía hacia los personajes. Los lectores pueden ser niños, trabajadores, estudiantes, amas de casa, entre otros, no hay distinción o un público imposible. Además, es claro el parteaguas que fue la literatura de la onda en las estructuras literarias de los siguientes textos., Ahora, ya no son exclusivamente los jóvenes quienes se centran en la narrativa o los temas políticos y sociales del momento, sino que, con el paso del tiempo, se expandió y flexibilizó todo intento de definición y aglutinación de la literatura mexicana, y se muestra el desarrollo de una literatura menos especializada y más accesible a la sociedad en su conjunto. Fuentes de consulta: Castañeda, S. (1980). “Los últimos seis”, “El Pato” y “Hoyos y rayas”, en ¿Por qué no dijiste todo? México: Grijalbo, pp. 15-33. Ibargüengoitia, J. (1989). “Cuento del canario, las pinzas y los tres muertos” y “Mis embargos”, en La ley de Herodes. (primera edición en Obras de Jorge Ibargüengoitia). México: Joaquín Mortiz, pp. 47-71. Muñoz, R. (02 de diciembre de 2017). Lecumberri: ¿Por qué no dijiste todo? Siempre. Recuperado de http://www.siempre.mx/2017/12/lecumberri-por-que-no-dijiste-todo/ Núñez, V. (08 de enero de 2013). Jorge Ibargüengoitia, el humor en serio. El país. Recuperado de https://elpais.com/cultura/2013/01/08/actualidad/1357665137_187497.html Pacheco, J. (1972). “Tenga para que se entretenga”, en El principio del placer. México: Joaquín Mortiz, pp. 131-149. Poniatowska, E. (1979). “Esperanza número equivocado”, en De noche vienes. (segunda edición). México: Grijalbo, pp. 31-33. Villoro, J. (1981). “La ciudad peligrosa”, en La noche navegable. (primera reimpresión). México: Joaquín Mortiz, pp.109-116.

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