Cuando El Perro Muerde Al Amo Ii

  • November 2019
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Cuando el Perro Muerde al Amo II Sergio Grodsinsky Fuente: CAN AMIGO (1458 palabras totales en este texto) (1302 Lecturas) Como vimos en la nota pasada, de un día al otro ningún perro se transforma en animal agresor, lindante en la ferocidad y hasta asesino de su dueños. Las explicaciones, lógicamente, no desmienten los 51 heridos graves y los 36 muertos por mordeduras de perros ¡en sólo una década y en Argentina! Al margen de que estas cifras son nada más que las conocidas a través del periodismo y cuando las autoridades policiales o las guardias de hospital las divulgaron, pues centenares de casos nunca salieron del ámbito de la familia o del barrio -desapareciendo como una anécdota- y no existen estadísticas oficiales. Un ethólogo argentino, E. C. Lerena de la Serna, si bien posee el mejor archivo de noticias al respecto, admite la imposibilidad de sacar conclusiones referentes a razas más agresoras o donde quepa suponer patología de raza." El problema es muy complejo -dice-, pues las noticias tratan del desenlace y no de las causas, de los verdaderos orígenes de la agresión y de cómo el desarrollo de ésta tuvo un agente productivo olvidado al relatar las consecuencias". Agrega: "Conozco bien el caso de dueños que suponían tener un perro cobarde, porque el cachorrito no ladraba y quería jugar con cualquiera, y entonces, desde chico, se lo alentó a la agresión sin fundamento, festejando cuando mordía incluso a los de la casa; esa gente estaba fabricando una máquina agresora, un animal violento e indominable. Hay pocos perros locos, pero hay muchos dueños locos y, como dicen las viejas, la locura se contagia". Hay razas -por sus condiciones particulares- que suelen tener "mala prensa" en cuanto a la frecuencia de actos de agresión, tal el caso repetido del ovejero alemán y del dogo argentino; pero, en realidad casi siempre es un problema de mal manejo por parte del humano y por lo tanto, no debemos caer en la tentación de incurrir en actitudes de condena, pues hoy son éstas, en el futuro será probablemente el rottweiler (1) -dado la veloz difusión de la misma- y al culpar a estas magníficas razas y no enfocar el tema hacia las causas persistirán los titulares catástrofe. Reiteraré, pues, un axioma expreso en el artículo anterior: la conducta del perro comienza con el ingreso del cachorrito a la vida de una familia; si en ésta no se establece un estatuto social y de relación claramente definido, donde el perrito tenga que aprender a controlar sus deseos en función de las reglas vigentes en la familia-jauría. (El interés de la manada, aún tratándose de la jauría humana, impera sobre los deseos individuales; también ocurre así en estado salvaje), entonces tarde o temprano se manifestarán los efectos de una conducta sin guía ni ley. Los mamíferos sociales -y ello explica la relación del perro con el hombre- se agrupan bajo principios jerárquicos inexorables. Si en la casa no hay un líder humano -cualquiera fuese el sexo-, entonces el perro se convertirá en el conductor de la familia-jauría y la muerte de uno de sus "dominadores" puede ser la consecuencia de tal mandato instintivo. Pero, para asegurar una posición dominante frente al perro, el humano -dueño y familia- no necesita enfrentarse forzosamente en combate con el canino rebelde. Sólo basta conocer ciertas actitudes e, imponiéndose a tiempo, cuando el animal es joven, hacerle respetar las reglas de la familia-jauría; a saber: •

Comida: Establecer una estructura jerárquica ligada a los alimentos. Por adorable que parezca un cachorro, se ha de imponer la espera y, hasta que los humanos no terminen de comer, aunque pida o gima, el perro aguardará su turno. Nunca compartiremos alimento con él -es decir, esperará que finalicemos y, como en la jauría salvaje, en la familia-jauría se le recordará así su rango-; la actitud humana en la ocasión, a lo sumo un "no" dicho con firmeza, indica al cachorro quién manda (quién mandará en el futuro y, consiguientemente, quién muerde a quién). Será









preciso explicarles a los niños de la casa las razones por las cuales es importante proceder en esta forma, y no ser "flojos" ante el cachorrito que reclama (y de adulto ordenaría, o enfrentaría en combate al poseedor del alimento). Mordiscos: Habrá que enseñar al cachorro a controlar sus mandíbulas; cuando mordisquee a uno de la casa (de la familia-jauría), se lo agarrará por la piel del cuello, levantándolo ligeramente del piso, y advirtiéndole con firmeza: "¡No!"; de inmediato, lo soltaremos y evitaremos jugar con él por un buen rato, para que condicione y memorice su conducta equivocada. Territorio: El cachorrito dormirá en un lugar asignado por el dueño (por el líder de la familia-jauría). El sitio nunca será un espacio de paso obligado de las personas (pasillos, escaleras, accesos a la casa) y, de ser posible, tampoco dormitorios. Cuando el cachorro cometa una falta se lo enviará allí -a la "cucha"-, sin agresividad pero sin admitir la negativa del perro. No lo sacaremos de ahí para castigarlo y menos para acariciarle; el perro que se refugia en su cubil luego de cometer una falta, realiza un acto de sumisión y, en las leyes caninas, no debe soportar además ser golpeado, un castigo extra que, por instinto de la especie, por honor de la manada, obliga a responder y a rebelarse. Separación: Para acostumbrar al cachorro a soportar períodos de soledad, tome la costumbre de "ignorarlo" 20 a 30 minutos antes de irse de la casa. Márchese con naturalidad, sin ocultarse (como procedería un líder canino que sale a cazar y abandona la jauría) y, a su regreso, ignórelo también, por mucho que ladre o salte para recibirlo. Acarícielo recién cuando se haya calmado. Si rompió algo en su ausencia, no lo riña ni amoneste (de nada serviría), y evite limpiar los destrozos en su presencia. Ante conflictos: Comuníquese dominando, con tono firme y voz clara, sin gritos, utilizando palabras breves (cuanto más hable, más reflexionará: debilitándose la convicción del dominio). Su cuerpo -como el de un líder canino- deberá ir hacia adelante, en dirección al perro, con los hombros bien separados y el torso saliente. Mirará al perro con los ojos fijos en su lomo; jamás a los ojos del animal, pues esto equivale a una invitación al combate y, de suceder, el perro sólo responderá a los signos ancestrales como corresponde a su especie.

...Estas son algunas referencias de índole y jauría, para comprender al perro y sin pretensión de ser un manual de funcionamiento simplificado con que la armonía en el hogar resulta infalible. Ni qué decir, se prohíbe infantilizar al perro doméstico y considerarle sustituto de hijos o personas: su compañía será canina o no será. Respetaremos su derecho al bienestar, conociendo la biología perruna, su salud e higiene, la alimentación correcta y su psiché (sin inventar una psiquis o corregirla antropocéntricamente). De tal modo lograremos que la relación hombre perro se convierta en una fuente de placer, incluso de felicidad recíproca. Y, de seguro, las noticias sobre perros mordedores y asesinos decrecerán en la prensa. (1) Cabe acotar que el autor en el presente artículo -escrito en el año 1994- realiza una conjetura respecto al futuro de la raza rottweiler, confirmada ,lamentablemente, en los titulares de los medios periodísticos en la actualidad.

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