Cuadernos Iv_0

  • May 2020
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Relaciones de género y clase Perú y Chile a inicios del siglo XX Ana López Dietz Licenciada en Historia, mención Estudios Culturales Universidad Academia de Humanismo Cristiano [email protected]

Resumen Este artículo busca aproximarse al estudio de la situación de las mujeres obreras y populares a inicios del siglo XX, desde una mirada comparativa entre Perú y Chile. Se analizan los principales problemas, condiciones de vida y organización de las mujeres de estos sectores. Palabras Claves Mujer, obrera, feminismo, política, militancia, clase, género

“El hombre más oprimido puede oprimir a otro ser, que es su mujer. La mujer es la proletaria del mismo proletario” Flora Tristán 1

La historia de la mujer ha ido apareciendo como un campo de estudio en las últimas décadas, asociada principalmente a las luchas de las organizaciones y sectores feministas por ir conquistando un mayor lugar en la sociedad, por hacer visibles sus historias, sus estrategias de resistencia, sus condiciones de vida y opresión. En la historia, esto se ha traducido en un intento por hacer manifiesto el lugar de las mujeres, a través de buscar y conocer su propia historia. Sin embargo, existe también la concepción, surgida desde el pensamiento posmoderno y la llamada crisis de los grandes relatos o meta relatos, que ahora todas las historias son posibles y necesarias, que hay que abrir los espacios a cada historia particular y local, sin considerar los aspectos de la totalidad social, ni dando cuenta de las relaciones sociales de producción, las estructuras económicas, las relaciones de clase, y menos aún de la lucha de clases o las relaciones entre opresión y explotación.

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En: D´Atri A., Pan y Rosas, Ed. Armas de la crítica, Argentina, 2004, pág. 63

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Las discusiones en el campo feminista y las teorías de género buscan problematizar estos intentos, tratando no sólo de rescatar de la historia a las mujeres, como sujeto histórico capaz de ser analizado, discutido, visibilizado, etc., sino también de discutir los lugares de producción y reproducción del orden social dominante, que en general ubican a la mujer como un sujeto subordinado dentro del orden de lo social. Es así, que los estudios de género, apuntan más bien a dar cuenta de las formas en que la mujer ha sido ocultada, a mostrar cómo las fuentes de trabajo histórico están escritas desde una perspectiva masculina y dominante. De ahí, que exista un nuevo interés por “la recuperación de las acciones, vivencias, luchas e identidades múltiples contra una sociedad que … es conformada por jerarquías, silenciamientos y exclusiones de diversa índole” (Acha 2000:15). En este trabajo, se va a buscar combinar estos dos aspectos. Por un lado, el rescate de alguna de las mujeres que han logrado traspasar el silencio de la historia, y cuya voz y huella ha quedado registrada, como es en el caso de Chile Carmela Jeria o Belén de Sárraga, con el análisis y estudio de la situación general de la mujer durante los primeros años del siglo XX, en particular en Perú, teniendo en claro que es necesario profundizar con el tiempo, un trabajo que nos pueda permitir mostrar las complejidades del mundo de la mujer, no sólo recuperando sus huellas, sino también intentando analizar las resistencias, las formas de dominación, etc., del que este trabajo es sólo una aproximación. Sin embargo, este estudio lo hacemos a través de las herramientas del marxismo clásico, considerando que las relaciones de opresión, que establecen desigualdades sociales en función de aspectos como la raza o el género, y que en el caso de la mujer significan su subordinación social basada en supuestos criterios o aspectos biológicos que la harían un sujeto inferior y por lo tanto subordinado, que el patriarcado como sistema ha consolidado durante milenios, se ligan indudablemente a las de explotación, es decir, la relación social que establece la apropiación del producto del trabajo, el excedente social, en manos de un grupo de seres humanos, a costa del trabajo de una inmensa mayoría, que en el sistema capitalista mundial actual, opone como enemigos irreconciliables en función de sus intereses de clase, a patrones y obreros. La relación entre género y clase, es una relación compleja y necesaria. Al capitalismo le es útil la desigualdad de género, consolidada por el sistema patriarcal, en un doble sentido: por un lado, incorpora a la vida económica laboral a cientos de millones de mujeres, las que en su mayor parte son mano de obra barata, llegando a cobrar entre un 30 y un 40% menos por el mismo salario que un hombre, y por otro lado, se sirve del trabajo doméstico no remunerado, trabajo que es realizado en su inmensa mayoría por mujeres, las que en una gran parte trabajan con una doble jornada –el trabajo y el hogar, ayudando a garantizar aún más las ganancias capitalistas.

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La lucha de la mujer por sus derechos, va ligada indudablemente a la lucha de clases. Y la lucha de género, en tanto lucha contra la opresión que establece la subordinación social de la mitad de la humanidad por su sexo, debe ir de la mano de la lucha por terminar con la explotación del sistema social que se basa en la explotación del trabajo.

Este trabajo busca realizar un estudio comparativo general, tomando Perú y Chile, desde mediados del siglo XIX hasta 1920 aproximadamente, buscando mostrar en contextos divergentes el tema de la mujer obrera. Cuando hablamos del tema de la mujer, podemos encontrar en algunos estudios, una mirada general que describe la vida de la mujer en un periodo. Sin embargo, hay poca difusión de estos trabajos, mucho más los referidos a las temáticas de género y clase, en momentos donde el feminismo posmoderno hegemoniza el pensamiento dentro del feminismo, con la reconstrucción y la múltiple diferencia, y por otro lado, cuando el concepto y la defensa de la categoría de clase, está también bajo ataque. En este trabajo en particular, tomaremos más directamente las variables de la mujer, y el mundo obrero y popular, tomando en consideración también la escasez de fuentes, las que muchas veces deben leerse más que nada desde el lado de los silencios y las omisiones. Esto se relaciona con que los registros de la historia están realizados en función de las estructuras de poder. ¿Quién registra o qué se registra? Estas preguntas sin duda son fundamentales, porque tienen que ver directamente con la ausencia de gran cantidad de registros sobre la mujer, y mucho más aún, sobre la mujer perteneciente al mundo obrero y popular, y esto fue particularmente notorio para el caso de Perú, donde la información es escasa. Este trabajo va a utilizar el concepto de género, en tanto categoría analítica que ha logrado revelar la existencia de sistemas de construcción social, sistemas de género, que actúan de manera de regular las relaciones sociales entre hombres y mujeres, y que sobre la base de las diferencias biológicas -el sexo-, organiza la sociedad en sus aspectos sociales y culturales, dando vida a lo que conocemos como lo masculino y lo femenino, que incluye todo lo relacionado con la cultura, la forma de vida, la construcción social, los valores, etc., que una sociedad considera y otorga a hombres y mujeres, sino también porque nos ayuda a complejizar el análisis, dando cuenta de la diversidad y variedad de las relaciones sociales, en las que encontramos entrecruzados y entremezclados, los problemas de la desigualdad social, ya sea en tanto diferencias de clases o de jerarquización social, como también en lo que hace a la etnia, el género. Pero ligando este aspecto a la categoría de clase social y explotación, que nos revela la existencia de un sistema social, que estructura las relaciones tanto económicas, como 4

políticas, sociales, culturales e ideológicas, que divide a la sociedad en clases, y que entrelaza al patriarcado con el capitalismo, como sistemas mutuamente interdependientes.

Perú: el problema nacional, la constitución de nuevos sectores sociales y la intelectualidad Si bien no es la idea hacer una historia acabada del país que estamos tratando, es interesante poder dar algunos lineamientos del contexto histórico, político y social del que estamos tratando, para desde ahí poder ubicar la discusión sobre los aspectos de género y la situación de la mujer en la época. Perú tiene algunas características particulares en relación a otros procesos de América Latina, y se refieren a que “la construcción de un moderno estado-nación en el Perú fue más violenta y fallida” (Larson 2000:101) ya que durante décadas persistieron graves problemas internos, que dificultaron una estabilidad o la construcción de un Estado fuerte, centralizado y moderno, como era el proyecto de las diferentes elites dominantes americanas. Entre otros aspectos problemáticos, destacan la cuestión indígena, las divisiones internas entre las diferentes regiones, la dificultad para homogeneizar el conjunto de la nación, las consecuencias de la derrota en la guerra del Pacífico, las guerras civiles internas –y los enfrentamientos entre diferentes sectores oligárquicos o de elite- y los levantamientos populares –indígenas y campesinos, y más adelante obreros. Para algunos, la realidad social de Perú es “muy desarticulada, débil en sus instituciones políticas, difícil aún de concebir como una totalidad nacional” (Ballón 2005:308). La guerra del Pacífico –guerra propiciada por el interés del capital inglés de aumentar su control y ganancias sobre la minería del norte, salitre, cobre, plata, que sentía más segura amparada bajo el Estado chileno que peruano-, particularmente, provocó un verdadero colapso: del Estado, de las clases dominantes, del control de éstas hacia los sectores populares, de la economía nacional, etc. Si bien fue la resistencia de sectores campesinos indígenas los que en gran parte detuvieron a la invasión chilena, esta misma resistencia se volvería problemática para los dueños del poder, quiénes veían un mayor peligro en los campesinos armados, lo que provocó posteriormente años de guerra civil. La salida de la guerra provocó una gran crisis social y económica. Perú estaba devastado, y no se recompondría sino hasta liquidar las rebeliones internas, para lo que necesitó ayuda extranjera, continuando el camino de la dependencia exterior. A nivel interno, la culpa de la derrota fue atribuida por muchos a “la indiferencia de la mayoría de la población indígena respecto a la guerra” (Klarén 2004:252), generando un imaginario interno que culparía a los indígenas y campesinos de la derrota, logrando de esta manera base social interna para reprimir a las comunidades indígenas y campesinas que se encontraban organizadas y en resistencia.

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En 1895, Piérola asume el poder, dando paso a lo que se denomina como la República Aristocrática, entre 1895 y 1919, un periodo “signado por un raro consenso político, una amplia estabilidad política y un crecimiento y desarrollo autónomos, por lo menos en un principio” (Klarén 2004:255). El consenso político estaba dado por el acuerdo o pacto entre los dos grandes partidos, el Civil y el Demócrata, una política de modernización, un cierto desarrollo de algunos sectores económicos internos y por lo tanto de la exportación, bastante diversificada en cuanto a productos (como el azúcar, algodón, petróleo) – aunque algunos años después “el capital extranjero comenzó a predominar sobre los capitales locales” (Klarén 2004:262), aunque muchos de los problemas internos continuaron solapadamente, sobre todo los que hablan del verdadero control del Estado central por sobre los poderes locales, los caudillos y gamonales, o los problemas internos con los sectores campesinos o indígenas –desde el punto de vista del control del Estado. Desde el punto de vista de las clases dominantes, se forma “una elite cerrada y paternalista” (Klarén 2004:266), que basa su poder en el control de lugares claves de la economía nacional, su alianza al imperialismo, y la explotación de obreros, campesinos e indígenas. De todas maneras, “diversas fuerzas sociales y acontecimientos políticos irán minando y deteriorando el edificio… de la República Aristocrática” (Burga y Flores Galindo 1981:8), entre ellas el campesinado, el movimiento intelectual que va cobrando cada vez más fuerza –como el indigenismo, el marxismo, el antiimperialismo, etc., y sobre todo, el nacimiento y consolidación de la clase obrera. En 1919 asume Augusto Leguía la presidencia, dando comienzo al periodo de la “Patria Nueva”, y que “significará el intento de redefinir las relaciones con el imperialismo e impulsar un proceso de modernización de la sociedad peruana” (Burga y Flores Galindo 1981:8). De todas maneras, estamos frente a una sociedad fragmentada, con fuertes problemas sociales, los que se expresarán, entre otros muchos ejemplos, en las rebeliones campesinas e indígenas de 1915-1916, las luchas de la clase obrera y las grandes huelgas de 1918-1919, la discusión sobre la cuestión social, el ascenso de nuevos sectores sociales como las capas medias y la clase obrera, etc. Durante estos años comienzan a aparecer nuevas fuerzas sociales. A las luchas ya conocidas campesinas y étnicas, se suma el movimiento obrero, que será la fuerza central de la economía y la vida política nacional en adelante, que comenzará a actuar como una fuerza social importante, junto a la aparición de las clases medias –dos características que se dan también en Chile- y a discutirse el “problema nacional”. Acá resurge, para los dos autores que venimos nombrando, el militarismo y la oligarquía, si bien en retroceso, no es derrotada del todo.

La intelectualidad y las luchas sociales

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Uno de los aspectos relevantes de Perú durante las primeras dos décadas del siglo XX, es la discusión ideológica y la formación de una intelectualidad que intentará responder a las problemáticas de clase, campesinos y etnia. Algunas de sus figuras relevantes, fueron José Carlos Mariátegui, Haya de la Torre, o González Prada entre otros. Voy a analizar acá dos aspectos de la discusión ideológica, tomando como referente a Mariátegui. Uno es el tema de la discusión indígena, y el otro el de la cuestión social, ligada más a la discusión sobre la clase obrera. En comparación con lo que más adelante veremos para Chile, se nota la ausencia de una dimensión de género, lo que nos habla de inmediato de cierto silenciamiento sobre la temática de la mujer, o de cómo aún ésta no ha logrado ganarse un lugar que merezca una discusión nacional o una preocupación central de la intelectualidad. Encontramos eso si algunas discusiones, que se insertan en el marco más general de las discusiones de la época, como es en el caso de Mariátegui o en algunas mujeres del APRA. En 1909 se funda en este país la Asociación Pro-Indígena, que entre otras cosas crea leyes a favor de los indígenas, y edita una publicación en la que expresan sus posiciones. Uno tras otros, varios intelectuales y pensadores comienzan a dar cuenta de la realidad del indígena, pero en el sentido de buscar incorporar a los indígenas a la nación, sin dar respuesta a los problemas de opresión en una sociedad que los mira en menos. Mariátegui, uno de los principales intelectuales militantes de esta época, nace el 16 de julio de 1894. Desde 1914 es redactor del periódico La Prensa, y colaborador de otros medios. Su viaje a Europa es para muchos un quiebre, ya que conoce y se acerca a ideas socialistas y marxistas. En 1923 regresa a Perú y funda la conocida revista Amauta en 1926. Dos años más tarde, forma el Partido Socialista peruano, y continúa su producción creando revistas y otras publicaciones. Uno de los trabajos que nos permite acercarnos al pensamiento de este autor, es el texto “Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana” –donde aparece un corto capítulo sobre Magda Portal-, del año 1928, donde de alguna manera Mariátegui sistematiza algunas de sus ideas y busca aplicar ideas marxistas al estudio de la historia de su país, proponiendo la creación del socialismo peruano, pero en particular tomando el tema indígena. Creo que esto es importante porque el pensamiento sobre el indigenismo está pensando hacia el camino del socialismo. Después de analizar la economía colonial y en particular de Perú, Mariátegui nos esboza el problema del indio. El primer inconveniente que explica, es que no se ha tomado el problema indígena desde lo económicosocial. Por lo tanto, rechaza las explicaciones que no arranquen desde el problema estructural, es decir, la base económica, en este caso “el régimen de propiedad de la tierra” (Mariátegui 1988:35) De ahí que la solución no pase por aspectos legislativos, administrativos, educacionales o morales. Sino que

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suponga una transformación profunda de la economía y la sociedad peruanas, es decir, de una revolución social, obrera, campesina e indígena. Desde la conquista y la colonización, en adelante, se ha expoliado y explotado al indígena. El gamonalismo, como régimen económico, refiere al latifundista o gran propietario de tierras, con su institucionalidad propia, que utiliza la mano de obra indígena para trabajar. Para Mariátegui, la herencia colonial se manifiesta además en la educación, pero también en la religión. Es interesante e innovador el análisis que hace de la religión del Tawantinsuyo, como lo liga a la concepción general de la vida incaica, estando al servicio de lo temporal más que lo espiritual. La conquista española también significó los intentos de liquidación de la religión incaica, y estaban al servicio de la lógica de la colonización y la dominación. La independencia nacional, no rompe este esquema, sino al contrario, proclama al catolicismo la religión oficial, perpetuando esta forma de dominación. ¿Cuál seria su punto de vista del tema indígena? Reivindicar lo autóctono, una fuerza y una potencia. No es algo pintoresco o exótico, sino constitutivo de la realidad peruana. Diferente a otros sectores que se llamaban indigenistas, que surge primero ligado a la literatura, y luego se expresaría en la idea de que para “asimilar a la población indígena al resto del país, su historia y su cultura debían ser revaloradas e incluso elogiadas” (Cueto 2004:247), llegando incluso a plantearse que se constatara el pasado precolombino como base de la identidad nacional. ¿Cuál es la particularidad del pensamiento de Mariátegui, entonces? Su análisis sobre la relación entre el socialismo con el indigenismo como una convergencia: “nuestro socialismo no seria, pues, peruano – ni seria siquiera socialismo- si no se solidarizase, primeramente, con las reivindicaciones indígenas” (Mariátegui 1988:75). Pensar el marxismo desde la realidad peruana, en función de su historia, pero también en relación a la dominación imperial, es decir, desde la totalidad de la economía mundial. La solución que propone Mariátegui al indigenismo, va de la mano del socialismo. En este sentido puede advertirse una diferencia y una originalidad de su propuesta, desde el pensamiento marxista. Para Mariátegui en elemento de la nación es un motor de la lucha, pero en un sentido del socialismo, donde son las clases trabajadores, integradas en un alto porcentaje los indígenas, los que pueden dar una solución al problema. Terminar con el latifundio, el feudalismo, la servidumbre, es un primer paso adelante. Mariátegui analiza a Perú como una nación en formación, pero identifica la base del problema en la tierra y la propiedad. Para resolver este problema, se necesita el socialismo. El indigenismo, es pensado así desde una concepción socialista, desde la economía y lo social, y desde lo histórico, en tanto se considera el pasado indígena, la conquista y colonización, y la independencia. Hay un elemento mítico y subjetivo en su obra, la esperanza indígena, pero también la posibilidad de la revolución, dando cuenta de cierto eclecticismo o confusión en su pensamiento. 8

Por otro lado, estaban surgiendo algunas discusiones mas relacionadas con el auge de la ciudad, y la aparición de nuevos actores sociales, principalmente el movimiento obrero, que irrumpe en la vida política nacional, dando origen a la discusión sobre la cuestión social, a la formación de los primeros sindicatos, a huelgas y luchas por la jornada laboral de 8 horas, etc. Un aspecto importante también, es la concentración en sectores claves de la producción del proletariado peruano. Desde el punto de vista de la temática de la mujer o de género es dejada de lado. ¿Por qué? Sin duda, hay dos aspectos, por un lado, son los propios actores sociales los que pueden ir colocando temáticas en discusión al momento de luchas por ellas, y en este caso, aún no había movimientos importantes de mujeres que lucharan por sus reivindicaciones de forma organizada, ni tampoco una intelectualidad que se adelantara en ver esta problemática, la que aparecería un poco después. Por otro lado las relaciones sociales están organizadas en torno a relaciones de clase, relaciones que dan cuenta de los procesos de producción, de la estructura económica que consolida la existencia de una clase capitalista y de la clase obrera, que se plasman en las discusiones centrales de los partidos, las organizaciones obreras, los intelectuales. Por otro lado, las relaciones de género, hacen que las mujeres sean la mitad invisibilizada de la historia, por lo que no es gratuito que existan pocos registros de las voces de las mujeres, o que la historia deje de lado aún el registro de sus condiciones de opresión, al considerarlas un sector subordinado de la sociedad. La formación de la clase obrera peruana se va consolidando, y ya a mediados de 1850 comienzan a surgir algunas sociedades de socorros mutuos, y sociedades de artesanos. Más adelante, hacia 1904 surgen los primeros sindicatos obreros, una de cuyas principales demandas va a ser la reivindicación de la jornada de 8 horas. Alguna de sus características importantes de la clase obrera es su juventud, y concentración en ciertos enclaves, como la minería, los trabajadores petroleros, o los trabajadores agrícolas en la costa. En su ideología, las corrientes anarquistas primero, socialistas y apristas después, serán reconocidas como fundamentales, aunque sea finalmente el aprismo, con su ideología de conciliación de clases, con el énfasis antiimperialista que propone la unión interna de las clases nacionales –burguesía y proletariadoque tendrían intereses comunes, supuestamente que defender, el que termine de hacerse fuerte, siendo más adelante gobierno, y persiguiendo a las organizaciones socialistas y marxistas, junto a ello, la consolidación de la ideología estalinista, colaboraría también en este proceso. La clase obrera peruana, no sólo se expresó a través de sus luchas y organizaciones, huelgas, paros, movilizaciones, sindicatos y partidos, sino también a través de la lucha por intentar crear lo que algunos autores llaman “una cultura popular diferente” (Burga y Flores Galindo 1981:158), formada entre otras

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cosas por la edición de periódicos, volantes, revistas, junto al teatro, la poesía, la existencia de universidades populares, etc. Para Mariátegui, sólo la clase obrera podía terminar con el capitalismo, para ello era necesaria una alianza con los campesinos y crear un partido obrero, ganándose el apoyo también de los intelectuales. En este aspecto, intentará hacer un cruce entre el pasado indígena y la formación de la clase obrera, planteando que la posibilidad del socialismo no era sólo una tarea futura, sino que estaba anclada en el pasado del comunismo incaico peuano. Desde el punto de vista de la intelectualidad, que se va a identificar con la temática de la cuestión social, representan a las capas medias y las provincias, ligándose a las luchas del mundo estudiantil, obrero, campesino y étnico. Esta intelectualidad, se va a expresar a través de revistas, congresos, charlas, conferencias, etc. pero también en un ámbito militante, con su pertenencia partidos políticos. En general, tenemos que la preocupación por la cuestión de la mujer no aparece de manera destacada en estos pensadores, ni en las discusiones principales que cruzan a la intelectualidad.

La situación de la mujer y primeras organizaciones obreras de mujeres Sabemos que hacia 1918 comienzan a estallar una serie de huelgas obreras en Lima. Algunas de estas huelgas, van a estar protagonizadas por mujeres trabajadores. “Más de mil mujeres trabajaban en las fábricas textiles, almacenes de ropa, fábricas de jabón, velas y galletas… Sin embargo, su salario era bastante menor que el de sus contrapartes masculinas, de modo que empezaron a presionar en pos de un cambio. De hecho, ya habían mostrado una sorprendente militancia cuando formaron la Sociedad Labor Feminista y la Sociedad Progreso Feminista, esta última en 1916, conformada principalmente por costureras, pero que se arrogaba la representación de todas las mujeres trabajadoras” (Klarén 2004:293) Este es el primer registro, en los textos que hemos revisado, que da cuenta de alguna lucha de la mujer trabajadora. A la par de los movimientos de clase, surgen algunos grupos de mujeres que luchan por el derecho a voto, entre ellas, María Jesús Alvarado y Adela Montesinos, que conquista parcialmente en la década de 1930, con el derecho a votar en elecciones municipales, luchas orientadas desde una perspectiva de inclusión y demanda de derechos, dando cuenta sólo de las demandas de género de la mujer. También destacaron algunas organizaciones anarquistas de mujeres, como Centro Femenino Luz y Libertad de Huacho y el Centro Femenino de El Callao. Es decir, junto con el ascenso de los sectores urbanos y obreros, comienzan a aparecer las mujeres como un sector con ciertas demandas y reivindicaciones, aunque estas aparecen de manera aún dispersa en algunas luchas, otros sectores que lucha por el derecho a voto, y otros que denuncian su situación a través de la literatura. 10

Una de las mujeres que se conoce de esta época, es María Jesús Alvarado Rivera, quién da algunas conferencias a nivel nacional sobre el feminismo, y funda en 1914 el centro Evolución Femenina. Décadas atrás, había destacado, entre las primeras mujeres que registra la historia moderna de Perú, Clorinda Matto de Turner, por su defensa de los indígenas y las mujeres, en sus novelas, “buscó emancipar su sociedad de esa historia infame, que recorre la Colonia y los inicios de la República, retomando el mensaje espiritual de los Andes” (Castillo 2002:10) Pero si entramos en un análisis de la vida de la mujer obrera, Laura Millar propone que “la historia de la mujer obrera no es una historia dramática de participación en las luchas políticas, aunque había cierto nivel de participación, ni es la historia de las luchas por los derechos civiles de la mujer. Pero si, la historia de la mujer obrera es una historia de lucha… por la sobrevivencia” (Miller 1987:16) En un estudio importante sobre la mujer obrera, entre los años 1900 a 1930, Miller destaca el alto nivel de analfabetismo, que habría alcanzado al 70% de las mujeres trabajadoras de la época. Uno de los puntos interesantes, es la complejidad social de los sectores femeninos, donde tenemos desde mujeres blancas pobres, mestizas, negras, indias y chinas, es decir, donde nuevamente vemos como se entrelazan, los sectores más marginados de la sociedad, en relaciones de clase, género y etnia. Y sobre todo, dando cuenta de cómo la explotación se entrelaza con la opresión de género, afectando la vida de miles de mujeres que padecen las condiciones de un capitalismo semicolonial, dependiente, explotador, y de las relaciones patriarcales de una sociedad que considera a la mujer como un ser inferior. En cuanto al trabajo, “mayormente se dedicaba a servicio, haciendo las labores tradicionalmente femeninas de limpiar, coser, cocinar y cuidar a niños” (Miller 1987:20), participando el sectores productivos como textiles –camiseras, bordadoras, etc., comercio, etc., y otras que comenzaban a abrirse paso en niveles más industriales, como demuestra la promulgación de la ley 2851 Sobre Trabajo de Mujeres y niños, de 1919. Junto a esto, tenemos por supuesto el trabajo doméstico, que genera la doble jornada laboral de las mujeres hasta la actualidad. Algunos de los problemas sociales que destaca este estudio, son “insalubridad de la vivienda, falta de alimentación de buena calidad” (Miller 1987:27), entre otras cosas que padecía la mujer obrera. Esta autora, reconoce la problemática de género y clase que cruza a la mujer obrera peruana, pero plantea los límites de la organización debido a la fragmentación del trabajo, la diversidad de funciones y dispersión o falta de concentración laboral, los altos índices de analfabetismo, las malas condiciones laborales, etc. Miller propone que “la gran mayoría de las mujeres que trabajaban en Lima desde 1900 hasta 1930 no experimentaban ese sentido de unión que se veía en la fábrica… las mujeres obreras experimentaban largas horas de trabajo, bajos sueldos, y una discriminación y opresión aún más fuerte 11

que el hombre obrero… Encima del trabajo que hacía la mujer obrera para ganar dinero, ella también hacía el trabajo dentro del hogar para mantener a su familia” (Miller 1987:115), en otras palabras, las mujeres obreras sufrían de la doble opresión: explotada en su condición de trabajadora, oprimida por ser mujer. Por otro lado, tenemos que Mariátegui da una importancia a la organización de la mujer trabajadora, mostrando como el marxismo es una teoría y una política para la acción y la transformación de la sociedad, capaz de dar cuenta del conjunto de las demandas de la sociedad, de explicar no sólo la explotación sino también la opresión, teniendo una política y un programa para cambiar las condiciones de los explotados y oprimidos. Mariátegui reconoce el avance que significa la incorporación de la mujer al trabajo, en tanto la hace salir del ámbito de lo doméstico, aunque ve como el capitalismo utiliza a la mujer como mano de obra barata, ganando un 40% menos que un hombre por el mismo trabajo. Considera que la federación obrera debe tener secciones femeninas, dando cuenta del trabajo de la mujer en áreas importantes como las lavanderías, fábricas de envases, jabonerías, haciendas, etc. Para él, “los sindicatos deben crear sus secciones femeninas” (Mariátegui 1970:102). Es complejo estudiar la vida de las mujeres de la clase obrera, sus luchas, sus huellas, sus registros. Es poco lo que hay sobre ellas. Es más difícil aún encontrar una voz que destaque entre estas muchas mujeres. Fragmentos sueltos, voces solitarias, que nos entregan un panorama sesgado, parcial. Es parte de la tarea de los historiadores del presente, avanzar en los estudios de género, conocer la vida de estas mujeres obreras y populares, denunciar la historia oficial, sus omisiones, y la historia vista desde el punto de vista patriarcal y dominante. Hace falta avanzar en el camino de la construcción de una historia diferente. Pero también, hace falta luchar contra la ideología posmoderna de los particularismos, que fragmenta los sujetos e idealiza los actores sociales. Una de las pocas mujeres que nombran es Magda Portal, que nace en 1900. Mariátegui la reinvindica como la primer poetisa peruana, de “espíritu rebelde … y mesianismo revolucionario” (Mariátegui 1988:295). Es militante del APRA, y comienza a luchar por los derechos de las mujeres, por su igualdad social, para ella, el movimiento de emancipación femenina es también una revolución. Magda Portal sufrió cárcel, destierro y pobreza. La literatura, que sin duda es una gran forma de expresión de las miserias de la sociedad, sirvió a Magda Portal para expresar la situación de las mujeres, denunciar su destino, proponer su redención. Uno de sus poemas, Imprecación, habla de la lucha feminista: "Cargadlas de semilla subversiva/ Cargadlas de metralla de banderas/ acumulad en ellas los clarines/ que suenen y resuenen a rebato/ a grito herido/ a imprecación / a reto." En otro de sus poemas, homenajea a Micaela Bastidas, mujer india, cuyo compañero era José Gabriel Condorcanqui, y que rescata una doble dimensión, la de género 12

y la de etnia. Por otro lado, reivindica la figura de Flora Tristán, como precursora de los derechos de las mujeres. Para Portal, la lucha de la mujer debe ser por sus derechos, pero desde una postura conciente y con una actitud activa en defensa de sus derechos. Sin embargo, la política de su organización, como veíamos más arriba, impide una transformación de la sociedad en clave revolucionaria, apostando sólo a reformas sociales que dentro del capitalismo, son incapaces de acabar con la miseria, la explotación, la opresión. Nuevamente aparece acá la importancia de unir no sólo para el análisis sino para la práctica, el género y la clase.

Chile: lucha de clase, lucha de género Los comienzos del siglo XX marcan la época de la organización de la clase obrera chilena. Es una época heroica, como la han llamado algunos autores (Vitale 1998), llena de luchas, de experiencias y de organización. Donde se forma la conciencia de clase de la clase obrera chilena, donde nacen sus primeros partidos y organizaciones sindicales y políticas, como las Mancomunales, la Federación Obrera de Chile, en 1909 o el Partido Obrero Socialista en1912. Es la famosa clase obrera con “olor a pólvora” como la han definido algunos autores por su gran combatividad y heroísmo. Chile se encontraba, a principios de siglo, consolidándose como país semicolonial dependiente, bajo el dominio directo de los intereses del imperialismo inglés. Por lo tanto, su estructura económica iba amoldándose a las necesidades de los grandes capitales imperialistas, los que aliados a los capitales en nuestro país, configuraron una estructura económica y social acorde a estas necesidades. Es así que nos encontramos con una economía primaria exportadora, dependiente casi en un 50% del salitre, el principal producto de exportación, y que le entrega al Estado chileno las rentas suficientes para el desarrollo de obras públicas e infraestructura, además de dinamizar otras áreas de la economía como el agro o el desarrollo de una incipiente industria. Esto generó una concentración importante de mano de obra, siendo uno de los enclaves de formación de los primeros sectores importantes de trabajadores asalariados y de organizaciones sindicales y políticas, como fueron los mineros, pero también los portuarios, ferroviarios, etc. muchos de los cuales venían además de los procesos de migración del campo a estos sectores. Hasta los años veinte, aproximadamente, se produce en Chile el llamado ciclo del salitre, que organizó la base económica del país, con las grandes explotaciones en manos de los monopolios imperialistas ingleses, aunando los intereses de éstos con los de la burguesía local agraria, industrial y financiera. Pero también este ciclo

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"cambió en parte la estructura social. Ante todo provocó un desplazamiento significativa de la población, especialmente campesina, que emigró del Centro- Sur, donde se generó un nuevo sector de la clase trabajadora, tanto de mineros como de obreros industriales, pesqueros, marítimos y ferroviarios." (Vitale 1998:40) Por lo tanto, Chile se fue organizando con una explotación capitalista alrededor de la minería, centralmente en el norte del país, y en el sur, alrededor de grandes latifundios. El imperialismo inglés, primero, y el norteamericano, después, serian los principales beneficiarios de la riqueza de Chile: el salitre, hasta la gran crisis económica y social de 1920 donde su explotación decae y se abre una enorme crisis de fin de ciclo –con su secuela de desocupados, aumento de precios, pauperización y miseria, etc.-, y el cobre después. Se trata de un periodo de entrega de las riquezas nacionales, y de gran dependencia del país respecto a las fluctuaciones del mercado mundial. Junto a la decadencia de la república parlamentaria y la oligarquía, y el comienzo del ascenso de las clases medias, los sectores obreros, populares y urbanos, y nuevos sectores burgueses que se consolidarán hacia 1920 con el triunfo de Alessandri primero, y del presidencialismo después. Desde el punto de vista de las clases sociales, tenemos una burguesía centrada en el agro y el comercio, y en menor medida en la industria y las finanzas, aliada fuertemente a los intereses de los capitales imperialistas a los que se encontraba ligada. En cuanto a la clase obrera, nos encontramos en la época de su formación y centralización. No sólo por el ascenso de las luchas obreras, sino también por su desarrollo a nivel del proletariado minero, rural, industrial, y otros, que se va a desarrollar alrededor de grandes e importantes organizaciones, y del desarrollo de una conciencia clasista, por las propias condiciones de vida y explotación a las que la conduce el capitalismo. La brutalidad de la explotación patronal, y de la complicidad del Estado con sus instituciones, como las Fuerzas Armadas o la justicia patronal a su servicio, está graficado trágicamente en las grandes matanzas obreras que se provocan por estos años. En 1903 hay una huelga de gremios marítimos en Valparaíso. Aumento salarial y reducción de las horas de trabajo son algunas peticiones. La patronal responde que no habrá concesiones, ni siquiera tolera la huelga: el Ejército y la policía se encargan de terminar con la lucha. Hay al menos cincuenta obreros muertos. En 1905, los trabajadores y el pueblo pobre de Santiago protagonizan la llamada Semana Roja, en la que se toman las calles de la capital para rechazar el alza del costo de vida. Nuevamente, la respuesta del gobierno es el Ejército y la policía, y la formación de Guardias Blancas, jóvenes de la burguesía, encargados de resguardar los intereses capitalistas. El resultado: entre trescientos y quinientos trabajadores asesinados. 14

En 1906, esta vez en el combativo norte, en Antofagasta, concentración de obreros mineros, portuarios y ferroviarios. Los trabajadores organizan una huelga por aumento de salarios y descanso para almorzar. La patronal y el gobierno responden con su habitual intransigencia. Durante cuatro días, los trabajadores se toman las calles de la ciudad enfrentando la represión. Innumerables muertos y heridos son el resultado de la acción del Ejército y las Guardias Blancas de la burguesía. Pero sin duda, una de los capítulos más brutales en la historia de la clase obrera chilena, es la de la matanza de la Escuela Santa María de Iquique. En 1907, los trabajadores del norte venían de años de organización y preparación, de luchas y huelgas. También de explotación y abusos, de esclavitud laboral. Es así que comenzó a organizarse una gran lucha por que los salarios fuesen pagados en oro (y no en el depreciado papel moneda, ni menos en fichas que sólo podían cambiarse en los negocios de la Compañía salitrera). Además, se exigía seguridad y atención médica. De una en una, los obreros de las oficinas salitreras comienzan a entrar en huelga. El movimiento se extiende como reguero de pólvora. En pocos días, más de treinta oficinas salitreras y cuarenta mil obreros están parados, y deciden marchar hacia la ciudad de Iquique, a hablar con las autoridades. Al llegar a la ciudad, son ubicados en la Escuela Santa María, concentrándose miles de trabajadores y sus familias, en Santa María, encontramos el cruce de relaciones de clase, etnia y género, también de nacionalidad, porque había obreros chilenos, peruanos, bolivianos. El gobierno de Pedro Montt, envía barcos de guerra y al ejército para enfrentar a la multitud. Las provocaciones son constantes, pero el movimiento de los trabajadores está organizado. Incluso los cónsules de los países vecinos, avisados de la matanza, hacen gestiones para permitir que los obreros extranjeros abandonen la Escuela y vuelvan a sus países. Estos se niegan “manifestando que si había que morir, lo harían junto a sus compañeros chilenos” (Manss 1999:114). En la tarde del 21 de diciembre de 1907, el general Silva Renard, a cargo de la operación, ordena abrir el fuego contra los principales dirigentes, luego, a la multitud de obreros y sus familias. La Cantata Santa María de Iquique refleja este episodio funesto para la clase obrera chilena: “Murieron/ tres mil seiscientos,/ uno tras otro. /Tres mil seiscientos mataron, /uno tras otro. La Escuela Santa María/ vio sangre obrera,/ la sangre que conocía/ sólo miseria. Serían/ tres mil seiscientos/ ensordecidos./ Y fueron tres mil seiscientos/ enmudecidos La Escuela Santa María/ fue el exterminio,/ de vida que se moría/ sólo alarido. Tres mil seiscientas miradas/ que se apagaron./ Tres mil seiscientos obreros/ asesinados. (…) Las mujeres de la pampa/ se pusieron a llorar/ y también las matarían/ porque había que matar.” 2

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Cantata Santa María de Iquique de Luis Advis, en: http://www.musica.cl/notas3/paisaje_30.htm

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Pero la ferocidad patronal no se quedaría acá. Luego de la matanza, los obreros y familias que quedaron vivos fueron enviados en trenes al sur del país, trenes que se utilizaban para cargar sacos de salitre, sin barandas ni protección. Una vez más las Guardias Blancas, baleaban a los viajeros. Con la matanza de Santa María de Iquique, se cierra un capítulo de ascenso de la clase obrera chilena, que durante un tiempo va a encontrarse en retirada, recuperando sus fuerzas de la derrota. La experiencia no va a se en vano. Un par de años después, nuevamente retomaría su organización y su lucha, lo que se expresaría claramente, por ejemplo, en el nacimiento de la Federación Obrera de Chile en el año 1909, y que en el año 1920 daría un giro fundamental bajo la dirección de Luis Emilio Recabarren, quién a su vez fundaría en 1912 el Partido Obrero Socialista, buscando que la clase obrera contara con su propio instrumento político, de una línea más bien clasista. Esta primera etapa del movimiento obrero chileno, que dura hasta aproximadamente 1907, encuentra una clase obrera que enfrenta la fiereza patronal, con la superexplotación laboral y enorme represión, que lleva a que se consolide una conciencia de clases clasista y combativa. Los trabajadores se arman de organizaciones de lucha y combate, solidarias y activas. Desde mediados de 1800 hasta fines de siglo, se comienzan a organizar las Sociedades de Socorros Mutuos, que agrupaban básicamente a artesanos, obreros y empleados, hasta llegar a convertirse en federaciones provinciales y nacionales, aunque más tarde derivaron hacia planteamientos de reformar el capitalismo, ligándose al partido Democrático chileno. En su reemplazo, y superando este primer momento, el movimiento obrero chileno va a formar las Mutuales y las Sociedades de Resistencia, con una orientación más visiblemente anticapitalista. En el caso de estas últimas, encontramos una influencia claramente anarquista en ellas, y se caracterizaban por su gran combatividad. Pero van a ser las Mancomunales las que van a agrupar a la mayoría de la clase obrera chilena. Como señala el historiador Luis Vitale, “se gestaron en una etapa de ascenso del movimiento obrero, estructurándose por gremio, por provincia y, finalmente, a nivel nacional; es decir, era una organización de trabajadores de carácter territorial.” (Vitale 1998:94). Editaban sus propios periódicos, y contenían en su seno tendencias socialistas, anarquistas y demócratas. La primer Mancomunal se forma en el año 1900 en Iquique, por los trabajadores portuarios, y su periódico se llamaba El Trabajo. En 1903 se forma otra Mancomunal, en Antofagasta, y más tarde comienzan a extenderse por todo el país. En 1904 se realiza la primer Convención de Mancomunales, que representarían a unos veinte mil trabajadores. Es una época de lucha de clases bastante aguda, donde surge y se comienza a discutir la llamada “cuestión social” a nivel de la burguesía, los medios de comunicación y la iglesia. Los problemas de salud, el hacinamiento por la urbanización acelerada y la falta o miseria de las viviendas, las 16

condiciones de superexplotación del trabajo, el alcoholismo, una altísima mortalidad infantil (de cada mil nacidos, aproximadamente trescientos morían a principios de 1900), eran sólo una parte de los graves problemas que vivía la clase obrera. También, surge una intelectualidad y una preocupación por estos temas. Pero más aún, las luchas obreras y la cuestión social, se transformaron en una preocupación enorme para la burguesía. Surge así, desde un sector de la patronal y sus partidos políticos, una política que intenta armonizar los intereses del capital y el trabajo, buscando algunas reformas menores a fin de evitar males mayores. Esto explica que entre el año 1986 y 1924 se dicten una serie de leyes sociales, como por ejemplo la Ley de Habitaciones Obreras o la “Ley de la Silla”, además de otras sobre los contratos laborales, los seguros y accidentes obreros, las organizaciones de trabajadores, sobre salud pública, etc., ante una clase obrera que era enormemente combativa y bastante organizada, y que tendía a identificar el origen de sus problemas, correctamente, con el capitalismo y sus enemigos de clase, la burguesía. El partido Democrático, fundado en 1887, fue uno de los primeros que buscó dar cierta respuesta a los problemas de la clase obrera, buscando cooptarlo dentro de los intereses más generales de armonizar las relaciones capital-trabajo. Este era un partido pequeño burgués, que abogaba por algunas medidas democráticas en una nación semicolonial dominada por el imperialismo, tales como la promoción de la industria nacional mediante el proteccionismo, o un tibio reformismo social, pero que no alcanzaba a plantear, por ejemplo, la nacionalización de las salitreras ni la reforma agraria. Algunos sectores de trabajadores se incorporan a él, haciendo una experiencia con su política para, unos años más tarde, romper y formar el Partido Obrero Socialista, en el que se destacaría Luis Emilio Recabarren.

Clase y género: surgimiento de las primeras organizaciones obreras femeninas Tal como en muchos otros lugares, el capitalismo en nuestro país utilizó el trabajo femenino e infantil para su provecho. La superexplotación, precariedad y bajos salarios, junto a la falta de derechos laborales y la baja calificación del trabajo, fueron una constante. Ya a mediados de 1800 había una importante cantidad de fuerza de trabajo femenina en actividades como lavandería, costureras, sirvientas, etc., y hacia fines del siglo XIX, comienzan a ubicarse en el naciente sector fabril. Las ramas más importantes en que se fue concentrando el trabajo femenino fueron la industria textil y la confección. En general, el salario femenino alcanzaba aproximadamente entre un cuarenta y un setenta por ciento del masculino. (Grez Toso 1998:136), además, las mujeres participaban de otros sectores industriales, siendo en 1912 “un tercio de la fuerza de trabajo” (Hutchison 1995 :257). Las condiciones de explotación en que se encontraban las obreras durante esta 17

época, se agravaban al no estar representadas por las organizaciones de artesanos y obreras existentes en la época, las que si bien explícitamente no rechazaban la incorporación de mujeres trabajadoras, más bien obviaban el tema. Se calcula que hacia 1910, un 23% de la mano de obra industrial era femenina. La primer institución de trabajadoras que surge en Chile, está asociada al mutualismo: la Sociedad de Obreras de Valparaíso, fundada el 13 de noviembre de 1887 por las costureras del taller “Casa Gunter”, y seria apoyada en sus inicios, por la Sociedad Filarmónica de Obreros de Valparaíso. La sociedad abría sus puertas a las obreras de la industria y el servicio y se encuentra presidida por la joven obrera Micaela Cáceres de Gamboa. Tomaba como modelo las sociedades de obreros existentes hasta el momento. La iglesia reaccionó con pavor ante la noticia, más aún al enterarse de que la sociedad prohibía tratar cuestiones religiosas en su interior, por lo que organizó, a su vez, “una Sociedad Católica de Obreras para que compitiera con la entidad femenina laica.” (Grez Toso 1998:600). Cuando al año siguiente se funda la Liga de Sociedades Obreras de Valparaíso, esta organización femenina de obreras va a ser una de las quince que la impulsen y compongan, siendo una de sus integrantes miembro de la directiva. El ejemplo de las obreras costureras de Valparaíso comenzó rápidamente a extenderse: en diciembre de 1887 las obreras de la confección en la ciudad de Santiago constituyen también una Sociedad de socorros mutuos, y unos meses después, en 1888, se funda la Sociedad de Socorros Mutuos “Emancipación de la Mujer” que buscaba “trabajar por el bienestar, el progreso y cultura de la mujer en Chile” (Grez Toso 1998:602), aunque tiempo después se vio obligada a cambiar su nombre por los resquemores que éste produjo, pasando a llamarse más tarde sociedad “Protección de la mujer”. Juana Roldán Escobar, una de sus principales dirigentes, fue una luchadora incansable por los derechos de los trabajadores y de la mujer, participando en la formación de un sinnúmero de sociedades y confederaciones, estimulando la participación de las obreras, la educación y la defensa de sus derechos. De aquí en más, en diferentes puntos del país se van estableciendo organizaciones de obreras, como en 1889 en Concepción, la Sociedad Ilustración de la Mujer. De aquí en adelante, veremos el recorrido de las sociedades mutualistas, hacia las organizaciones más claramente sindicales, como los gremios y sindicatos. Un aspecto importante del periodo, es que las organizaciones femeninas se van formando a la par de las instituciones de la clase obrera, ya sea tomando las mismas formas de organización, pero de acuerdo a sus necesidades. Una característica que marca el inicio de estas organizaciones, es que se encuentran ligadas a los problemas más generales de la clase obrera, y que intenta, tendencialmente, unir los temas de la mujer y el género, enfocados desde una perspectiva social más general: la lucha contra “el fanatismo religioso”, la “opresión masculina” y, especialmente, darle una conciencia clara sobre su 18

responsabilidad social (Valdés y Weinstein 1993:35). De todas maneras, el aspecto central es la lucha por los derechos de las trabajadoras, “sus reivindicaciones: disminución de la jornada de trabajo, contra la explotación. Sin embargo, desde temprano, se manifiesta o subyace la protesta por la condición de subordinación sexual” (Salinas 1987:17). Después de las primeras sociedades de socorros mutuos, comienzan a desplegarse las Mancomunales. Por primera vez, éstas manifiestan que “la mujer tiene derecho a solicitar su incorporación” (Salinas 1987:33). Las mancomunales tienden a incorporar la denuncia más económica, la opresión y explotación del capital, y a abogar por la unidad de los trabajadores. Eran la expresión de la combatividad de la clase obrera chilena. En 1903 nace en Valparaíso la Federación Cosmopolita de Obreras en Resistencia, que integra a costureras y obreras del calzado, que aboga por “la unión, el ahorro, el mejor y justo salario” y por la “emancipación y engrandecimiento de nuestro sexo” (Salinas 1987:49). Más tarde, la Federación va a pasar a integrar la Confederación de Trabajadores de Chile. Su presidenta, Clotilde Ibaceta. A comienzos del siglo XX, nacen en Santiago los gremios de mujeres. En 1906 ve la luz la Asociación de Costureras “Protección, Ahorro y Defensa”, integrada por cien socias. Su presidenta, Esther Valdés de Díaz, es una destacada obrera “corpiñera”. Según sus propias palabras “concluyó que con su trabajo el patrón ganaba el triple de lo que ella recibía como salario y su espíritu se sublevó”. (Salinas 1987:49) La Asociación luchaba por reglamentar las horas de trabajo, salario justo, descanso dominical, formar una biblioteca, instrucción de las obreras, entre otros puntos. La Asociación denuncia los brutales ritmos de trabajo, en el que las obreras debían trabajar turnos de hasta doce y catorce horas, y el abuso patronal, por el que un retraso en las horas de entrada o en la confección de alguna prenda, significaba el descuento de hasta una décima parte de su salario. Es por ello que se propone que la Asociación permita “defenderse del enemigo común: el Capital” y conocer “otro mundo, el de la instrucción” (Salinas 1987:51). Sólo en dos años, 1907 y 1908, surgen por lo menos unos veintidós sindicatos de obreras.

Carmela Jeria y Belén de Sárraga, lucha de género y lucha de clase Carmela Jeria era una obrera tipógrafa, “operaria durante cinco años de la Litografía Gillet en Valparaíso de donde fue expulsada por sus actividades sindicales” (Salinas 1987:61), entre ellas, haber hablado en un acto del 1° de Mayo. Y fue además, la fundadora de “La Alborada”, el primer periódico obrero feminista, de tirada bimensual, que aparece en Valparaíso, y se extiende más tarde a Santiago, y que saldría entre los años 1905 y 1907. Recabarren describe a esta obrera, luchadora de los derechos de los trabajadores y las mujeres, así: “novel guerrillera porteña que se eleva como chispa eléctrica entre 19

las multitudes: Carmela Jeria (…) empuña con su brazo de atleta el Hacha de la Luz para derribar montañas de sombras que entenebrecen la mente humana.” (Recabarrén 1985:151). En su primer número, en el mes de septiembre de 1905, Carmela Jeria escribe la editorial de La Alborada, en el que anuncia “Nace a la vida periodística La Alborada, con el único y exclusivo objeto de defender a la clase proletaria y más en particular a las vejadas trabajadoras. Al fundar este periódico, no perseguimos otros ideales que trabajar con incansable y ardoroso tesón por el adelante moral, material e intelectual de la mujer obrera y también por nuestros hermanos en sufrimientos”, y más adelante “Debe, pues, la mujer formar parte en la cruenta lucha entre el capital y el trabajo”. La editorialista propone que “Ardientemente deseamos que la mujer algún día llegue al grado de adelanto del hombre.” 3 Carmela Jeria aboga por la lucha de la obrera junto al trabajador, en contra del capital, pero también reconoce los problemas de la opresión de género que la mujer sufre. Lucha así por su independencia económica y espiritual, ofreciendo La Alborada como una tribuna de denuncia contra la explotación del trabajo y la opresión de género. Los primeros números de La Alborada salen en la ciudad de Valparaíso, interrumpiéndose por unos breves meses, y son retomados en Santiago, aunque con una importante modificación: ahora aparece como una publicación feminista, y de periodicidad semanal. Carmela Jeria fue una incansable luchadora por los derechos de la mujer y de los trabajadores. Junto a Recabarren, impulsora de la prensa obrera como arma de combate y denuncia al servicio de las obreras y obreros. Carmela Jeria es una propagandista de los derechos de los trabajadores y de la mujer, pero también le importa la educación, y rescatar a aquellas mujeres, que como ella, hicieron historia. Es así que escribe en su periódico sobre Eloisa Zurita de Vergara, rescatando su figura como una luchadora de los derechos de la mujer y de los trabajadores. Eloisa Zurita fue una escritora y periodista, que perteneció al Partido Democrático. Fundadora de la primera organización femenina de Antofagasta el 14 de enero de 1894, y que abogaría por la unidad de los trabajadores en contra del capital. En otro de sus artículos, Carmela impulsa a las obreras a participar del 1° de Mayo, recordando la gesta de “los proletarios de Chicago en pro de las 8 horas de trabajo, por cuanto actualmente una parte de la clase obrera de Chile está preocupada de obtener esta humana y necesaria garantía (…) ¡Que la

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Periódico La Alborada, N° 1, “Defensora de las clases proletarias”, Septiembre de 1905, Editorial de Carmela Jeria

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celebración del presente 1° de Mayo sea el primer eslabón conquistado de la inmensa cadena con que nos tiene aherrojadas el Capital!.” 4 Y les recuerda a las obreras que su emancipación, parafraseando a Marx, será obra de ellas mismas. El ejemplo de La Alborada va a ser tomado por Esther Valdés de Díaz, quién en 1908 va a fundar el periódico La Palanca, de la Asociación de Costureras “Protección, Ahorro y Defensa”. Unos años más tarde, Esther Valdés va a tomar la dirección de La Alborada, donde los temas de género pasan a ser cada vez más importante, dejando los aspectos de clase en un segundo lugar. Además de su rol como propagandista obrera y de género, Carmela Jeria va a luchar por la necesidad de la organización de la clase obrera, participando en innumerables Congresos Obreros, estimulando la fundación de nuevas asociaciones y gremios. Además de esto, promueve la solidaridad y la unidad activa de la clase obrera, apoyando por ejemplo las diferentes huelgas que estaban aconteciendo en ese momento. En el año 1907, en sus notas de La Alborada, Carmela buscará formar una Academia o Centro de Estudios para las obreras de la sociedad y de otras asociaciones, con el fin de estimular su estudio y desarrollo intelectual. Va a denunciar también, a aquellos hombres que hablan de libertad y “del mejoramiento social e intelectual del pueblo, que toda la libertad que anhelan, será siempre un fantasma mientras la mitad del género humano viva en humillante esclavitud.” 5 Su ejemplo de lucha iluminará por siempre a las trabajadoras que luchan y sueñan entre el Pacífico y los Andes. Otra de las importantes mujeres que durante estos años promovieron la organización de género y clase, fue Belén de Sárraga, que nació en España el 10 de julio de 1837. Desde joven adhirió a ideas libertarias y anarquistas. En este país, fundó la Asociación del Pensamiento Libre de Málaga, y dirigió varios años el periódico “La Conciencia Libre”, donde denuncia la opresión que vive la mujer. Fue “perseguida por la monarquía española y procesada en numerosas ocasiones” (Vitale y Antivilo 1999:33) por sus ideas, e incluso fue objeto de dos atentados de muerte. Entre sus muchas actividades se dedicó a recorrer América Latina, viajando por Uruguay, Argentina, Chile y otros países, buscando difundir las ideas del feminismo y la organización de la mujer, junto a la denuncia feroz a la Iglesia. En 1913 Belén llega a Chile desde Perú, invitada por el Partido Radical y los masones. Pero es la invitación de Luis Emilio Recabarren y sectores socialistas, quiénes la convidan a recorrer el norte y sur del país. Recabarren, quién ya había fundado el Partido Obrero Socialista, en su periódico El Despertar de los Trabajadores, escribe una serie de artículos sobre Belén de Sárraga, e incluso le dedica

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Carmela Jeria, Artículo publicado en el diario La Palanca, publicación feminista de propaganda emancipadora, órgano de la Asociación de Costureras, como señala su directora, Esther Valdés de Díaz 5 La Alborada, N° 29, Enero 27 de 1907, Publicación Feminista, Editorial de Carmela Jeria

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varios poemas. El dirigente obrero chileno, desde muy temprano había abogado por la organización de las mujeres, demostrando una especial preocupación y sensibilidad hacia los problemas de género. Las Conferencias de Belén de Sárraga provocaron un gran revuelo en Chile, y la movilización de los sectores conservadores y de la Iglesia Católica, incitando a “sus partidarios a sabotear sus conferencias e inclusive realizar actos de violencia, que fueron repelidos por los miles de simpatizantes de Belén.” (Vitale y Antivilo 1999:67). En sus conferencias, Belén hablaba sobre la mujer, la familia, la religión – era una gran anticlericalista- la democracia, el porvenir de América, y otros temas. Denunciadora implacable de la Iglesia, mostraba como ésta no sólo ha frenado el desarrollo de los pueblos, sino ha dejado a la mujer en la más grande opresión, denunciando por ejemplo, que en un Concilio católico, en que se discutió si la mujer tenía alma, la posición a favor ganó sólo por dos votos: “Si aquellos congresales, pro enfermedad o por la muerte de un pariente o por cualquiera otra causa hubieran llegado un poco más tarde, las mujeres nos quedábamos sin alma” (Vitale y Antivilo 1999:70), denunciaba con ironía. Si bien su pensamiento se centraba en la denuncia a la Iglesia, hablando de la paz en general, la democracia (sin denunciar su contenido de clase), de la moral o la educación, sin ver de fondo el problema del sistema capitalista, y la necesidad de la lucha por un partido de la clase obrera, con independencia de clase, que pudiera luchar por la transformación de las bases de la sociedad, su acusación sobre la opresión de la mujer, y el aliento a la organización de las mujeres tuvo una enorme importancia en el Chile de estos años. Belén visitó en el norte varias ciudades, y en Iquique, tras su visita, sus conferencias sobre la necesidad de la lucha por la emancipación de la mujer, van a impulsar la formación del Centro Femenino Belén de Sárraga, que entre otras cosas se compromete a “no tener ninguna relación ni directa ni indirecta con el clericalismo y sus instituciones” (Vitale y Antivilo 1999:73), invitar a otras mujeres al Centro, etc. Posteriormente, su visita a Antofagasta trae los mismos resultados, lo mismo que en otra gran cantidad de ciudades que visita. Estos centros luchaban “por el laicismo, contra la carestía de la vida, por el derecho al descanso dominical de las obreras, contra el alcoholismo de los sectores populares y, por la emancipación de las mujeres y contra el machismo” (Vitale y Antivilo 1999:73), funcionando aproximadamente hasta 1918. Su segundo viaje a Chile se produce en 1915, y nuevamente los sectores conservadores y la Iglesia Católica impulsan un boicot. Los resultados del viaje son parecidos al primero. Su rastro se pierde después de esto. Son estas primeras experiencias, las que van a ligar los problemas de la explotación de clase y los problemas de la opresión de género, en el que muchas y destacadas obreras y mujeres en general, van a 22

comenzar a luchar por transformar sus condiciones de existencia. Experiencias que van a continuar en diferentes momentos de la historia de nuestro país, y que necesitamos retomar en la actualidad. De todas maneras, y junto con esto, también comienzan a surgir ciertas voces que expresan la lucha por el derecho a voto. También en los sectores medios y burgueses, comienzan a surgir círculos de lectura, que intentan educar a la mujer de clase media y burguesa.

Algunas consideraciones Como planteé en un principio, este trabajo intentaba mostrar el caso de Perú y Chile a principios de siglo, para mostrar cómo ha comenzado a organizarse las mujeres de sectores obreros y populares, como era su vida, pero también dar cuenta de la necesidad de que la historia se haga cargo de los sectores que por las propias lógicas de la sociedad, mantienen relaciones jerárquicamente desiguales con el orden social. Hay algunos aspectos que son interesantes de mencionar. En general, la iglesia y la sociedad de la época, a través de sus normas, instituciones y orden, intentaron mantener a la mujer en su tradicional lugar y rol de dueña de casa, enfatizando su lugar como madre y esposa. La iglesia, sobre todo, es un gran medio de control social, imponiendo una normatividad y utilizando la religión en función del orden. Por otro lado, el capitalismo necesita incorporar a nuevos sectores al trabajo, como las mujeres y los niños, lo que hace que comiencen a adquirir cierta visibilidad, a concentrarse, a organizarse, etc. El Estado también vota leyes –como la de la silla, o regular el trabajo femenino- para dar cuenta de este proceso. Pero comienzan a aparecer estas mujeres rebeldes, comienzan a mirarse a sí mismas, a organizarse. Tanto en Perú como Chile, encontramos que van surgiendo las primeras organizaciones obreras femeninas, al parecer, en Chile estarían más organizadas y extendidas. La acción de los partidos políticos y las ideologías presentes son fundamentales: las ideas anarquistas, socialistas, apristas, serán parte de las discusiones de las mujeres. Las discusiones de la cuestión social, reflejan estas preocupaciones, la literatura, más en Perú, también. Hay ciertas similitudes en ambos casos, como estas. Los procesos de su incorporación al ámbito de lo público –el trabajo y ciertos espacios como la lucha por el derecho a voto. Los procesos más generales de la nación, como economías desnacionalizadas, dependencia de los mercados externos, influencias políticas e ideológicas europeas y estadounidenses, etc. Pero también hay diferencias. Una, que en Perú, por el material que aparece, hay un cruce mas complejo con temas étnicos y diferentes sectores que aparecen, que en Chile no están tan descritos en los trabajos o materiales sobre el tema, quizás también por otro aspecto que hemos estudiado, que es la 23

imagen que se intenta construir en nuestro país de una mayor “homogeneidad”, que si se escarba un poco, se nota que no es así, pero que sin embargo aparece claramente en las historias contadas. En Perú, se da mayor cuenta de la multiplicidad, aunque sea descriptivamente. En Chile, aparece más claramente la organización femenina ligada a temas obreros, con formas organizativas fuertemente emparentadas con las sociedades de socorros mutuos, y sindicatos. Y en los sectores dominantes, aunque no es tema de este trabajo, en los círculos de lectura y organizaciones de clase media y burguesa. En Perú, no encontramos este énfasis tan fuerte. Para concluir, creo que es necesario profundizar este estudio, poder analizar en el marco de la sociedad de clases, las relaciones de género que se entrecruzan con ella. Porque hace falta no sólo mostrar la historia en sus relaciones de desigualdad y diferencia, de explotación y opresión, sino luchar también para transformarla.

Referencias Citadas

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Revistas: - Castillo Carlos, Índole de Clorinda Matto de Turner. En: Revista Apuntes, Lima, Mayo de 2002, pp. 10-11

Chile:

Libros: -Grez Toso Sergio, De la “regeneración del pueblo” a la huelga general, Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, Chile, 1998 - González J. "El caciquismo político en el perío¬do parlamentario", en Homenaje a G. Feliú Cruz, Santia¬go, Ed. Andrés Bello, 1973 - Hutchison Elizabeth, Godoy Lorena, Rosemblatt Karin, Zárate M. Soledad (edit.), Disciplina y Desacato. Construcción de identidad en Chile, siglos XIX y XX, Colección Investigadores Jóvenes. SUR/ CEDEM, Chile, 1995 - Manss, Patricio, Chile: una dictadura militar permanente (1811-1999), Editorial Sudamericana, Santiago, Chile, 1999 - Recabarren Luis E., Escritos de Prensa Tomo I, Chile, Ed. Terranova, Chile, 1985, artículo “La Excursión de Propaganda II”, publicado en el diario El Proletario, de Tocopilla, el 21 de Octubre de 1905 - Salinas Cecilia, La mujer proletaria, Chile, Ed. Literatura Americana Reunida, Concepción, 1987 Valdés Teresa, Weinstein M., Mujeres que sueñan, Las organizaciones de pobladoras en Chile 19731989, FLACSO, Chile, 1993 - Vitale, Luis, Interpretación marxista de la Historia de Chile, Tomo V, Ed. LOM Santiago, Chile, 1998 - Vitale Luis, Antivilo Luisa, Belén de Sárraga, Precursora del feminismo latinoamericano, Ed. CESOC, Chile, 1999

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Periódicos: - Periódico La Alborada, N° 1, “Defensora de las clases proletarias”, Septiembre de 1905, Editorial de Carmela Jeria - Periódico La Palanca, publicación feminista de propaganda emancipadora, órgano de la Asociación de Costureras, 1906-1909

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