Consumo Responsable

  • July 2020
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  • Pages: 29
DOSSIER INFORMATIVO

___________________________________

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INDICE 1. Consumo Responsable e Irresponsable......................................................................... 2. 2.

3.

¿Qué es el Consumo Responsable?............................................................................................... 2. -

Ética del consumo...................................................................................................................... 2

-

Acción para el cambio social y medioambiental..................................................................... 2.

Los Recursos naturales y el principio del problema...................................................................... 3. -

Combustibles fósiles.................................................................................................................. 3

-

Pesquerías................................................................................................................................... 3.

-

Recursos forestales.................................................................................................................... 4

-

Suelo cultivable........................................................................................................................... 4.

4. Un recurso indispensable: el agua...................................................................................................... 3. 5. Día a día con los residuos.................................................................................................................... 6. 6. La televisión y las nuevas tecnologías............................................................................................... 7. 7.A empujones con el coche.................................................................................................................... 8. 8. Un recurso a tener en cuenta: el papel............................................................................................... 9. 9. La energía mueve al mundo................................................................................................................ 10. 10. ¿Cuál es el mejor producto de limpieza?........................................................................................ 12. 11. Una alimentación responsable........................................................................................................ 13. -

Los cinco pilares de la alimentación sostenible.................................................................... 13.

-

Alimentos ecológicos............................................................................................................... 14.

-

Alimentos transgénicos........................................................................................................... 15.

-

Alimentos frescos y de temporada......................................................................................... 16.

-

Conservas y precocinados...................................................................................................... 16.

-

Productos lácteos.................................................................................................................... 18.

-

Alimentos con declaraciones.................................................................................................. 20.

-

Bollería industrial..................................................................................................................... 21.

-

Zumos de frutas........................................................................................................................ 21.

-

Productos “Light”.................................................................................................................... 21.

-

¿Salsa industrial o casera?..................................................................................................... 22.

-

Las lindezas de la comida rápida............................................................................................ 23.

-

¿Agua embotellada o de grifo?............................................................................................... 23.

-

Las chucherías.......................................................................................................................... 24.

12. Consumo y Tercer mundo................................................................................................................ 25. 13. Comercio justo.................................................................................................................................. 27.

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1. CONSUMO RESPONSABLE E IRRESPONSABLE. Si tenemos en cuenta todo lo que consumimos los ciudadanos de países desarrollados (electricidad, calefacción, agua, electrodomésticos, muebles, ropa, transporte, salud, ocio…) el resultado es demoledor. Un habitante de estos países consume, por término medio, tres veces más cantidad de agua, y diez veces más de energía, por ejemplo, que uno de un país pobre. En estos países, que disponen de 1/4 de la población mundial, consumimos entre el 50 y el 90% de los recursos de la Tierra y generamos 2/3 de las emisiones de CO2. Además, sus fábricas, vehículos, sistemas de calefacción, originan la mayoría de desperdicios tóxicos del mundo. Es preciso, pues, entender que nuestra “sociedad del bienestar” responde a la utilización por parte de muy pocas generaciones, en muy pocos países, de tantos recursos como los usados a lo largo de toda la historia de la humanidad… y que esta situación es a todas luces insostenible. Esta tendencia se debe en parte a una gran presión hacia el ciudadano para estimular el consumo: una publicidad agresiva, dedicada a crear necesidades o a estimular modas efímeras; una reducción de la durabilidad de los productos, a fin de promocionar el consumo por encima de cualquier otra consideración... La calidad ya no es tan importante, si tienes dinero para sustituir el artículo deteriorado. Todo son facilidades para comprar o adquirir, nunca para conservar, reparar o reutilizar... Y si tu economía no te lo permite, tampoco importa ¡Paga a plazos!

2. ¿QUÉ ES EL CONSUMO RESPONSABLE? Consumo responsable es un concepto forjado en la sociedad actual, y que implica la necesidad de cambiar nuestros hábitos de consumo ajustándolos a sus necesidades reales, optando al mismo tiempo por alternativas que favorezcan la conservación del medio ambiente y la igualdad social. Y es que el acto de consumir no es únicamente la satisfacción de una necesidad, sino que implica colaborar en procesos económicos, medioambientales y sociales que facilitan el producto consumido. En general, podemos decir que consumo responsable significa:



Ética del consumo. En nuestra vida cotidiana

intentamos ser personas con criterio, y

valoramos lo que nos parece bien o mal antes de tomar decisiones. Sin embargo, a la hora de consumir la ética se desvanece y tendemos a “comprar sin pensar”, dejándonos llevar por las estrategias publicitarias y optando por los productos más baratos, accesibles o de moda... El consumo responsable intenta que seamos también personas con criterio en el consumo, y que valoremos lo que se nos presenta antes de adquirirlo y llevarlo a casa.



Acción para el cambio social o medioambiental. Aunque a veces se nos olvide, hay que pensar que muchos problemas en el mundo se potencian indirectamente por nuestro comportamiento como consumidores: las injusticias sociales, la degradación medioambiental, etc. El consumo responsable evita en lo posible esta relación, ya que ofrece opciones de consumo que no permiten este proceso de degradación y desigualdad crecientes y aparentemente sin freno.

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Practicar un consumo responsable no es simplemente “pasar de marcas” o “comprar productos verdes”. En realidad, hoy en día es necesario replantearnos nuestra forma de consumir, empezando desde el principio: es algo tan sencillo como observar nuestro consumo de cada día.

¿Tengo realmente necesidad de este producto? ¿Me siento presionado de alguna

manera para comprar este artículo? ¿Es un producto tan bueno como lo pintan? ¿Existe otra alternativa más barata, más ecológica o simplemente más sencilla? Muchas veces el propio sentido común nos sugerirá cambios positivos. No tenemos que tener miedo o vergüenza de tomar hábitos "extraños", como ir a comprar con el carrito, o hacer de los productos de moda una alternativa interesante, pero no una obligación; lo que realmente tendría que ser extraño es que estas alternativas perfectamente razonables no sean "normales". Por eso es importante dedicar tiempo a buscar información, a analizar los mensajes publicitarios, a identificar las opciones más válidas en cada momento... Y aunque a veces el consumo responsable nos lleve a escoger alternativas que no son las más accesibles o baratas del mercado, también llegaremos a la conclusión que, de hecho, esta opción nos aportará muchas ventajas, y a la larga será la más viable y económica para todos nosotros.

3. LOS RECURSOS NATURALES Y EL PRINCIPIO DEL PROBLEMA. El agotamiento de los recursos es uno de los problemas que más preocupa socialmente. No debemos olvidar que, hoy en día, el consumo a escala planetaria supera ya en un 33% las posibilidades de recuperación, de forma que si fuera posible extender a todos los seres humanos el nivel de consumo de los países desarrollados, sería necesario contar con tres planetas para atender a la demanda global. He aquí algunos pocos ejemplos:



Combustibles fósiles: Uno de los ejemplos más claros en este sentido es el agotamiento de los recursos energéticos fósiles, sobre todo el petróleo. Los países desarrollados dependen casi enteramente de él, y a pesar de las previsiones de su agotamiento, o a los problemas que provoca su combustión, seguimos construyendo vehículos que queman alegremente cantidades crecientes de petróleo, y consumimos sin medida la calefacción en millones de hogares, sin tener en cuenta que al quemar petróleo estamos acrecentando un problema que, de seguir así, pueden alcanzar proporciones alarmantes: por un lado, estamos privando a las generaciones futuras de una valiosísima materia prima, exclusiva de multitud de materiales sintéticos (fibras, plásticos, cauchos sintéticos, medicamentos…). Por otro lado, ni los más optimistas pueden ignorar que se trata de recursos fósiles no renovables, cuya extracción resulta cada vez más costosa, lo que se traduce en un encarecimiento progresivo del

petróleo

y

la

amenaza

de

crisis

económicas

y

geopolíticas

de

consecuencias

impredecibles.



Pesquerías. Algunas de las especies comerciales se encuentran por debajo de un 1% respecto a sus existencias de hace unas décadas, con los consiguientes conflictos entre países y comunidades pesqueras: miles de pescadores se han quedado sin trabajo en países como Canadá o España, obligando al desguace de las flotas.

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Recursos forestales. En los últimos 100 años el planeta ha perdido casi la mitad de su superficie forestal, y todos los años desaparece un área equivalente a 3 veces la Comunidad Valenciana. Esto sucede, según informes del Fondo Mundial para la Naturaleza, como consecuencia del uso de la madera como fuente de energía (cerca de 2000 millones de personas en el mundo dependen de la leña como combustible), de la expansión agrícola y ganadera y de la minería, y de las actividades de compañías madereras que, a menudo, escapan a todo control. Un informe del gobierno brasileño reconocía en 1999 que el 80% de la madera extraída de la Amazonía se obtenía sin permiso. Esta disminución de los bosques, particularmente grave en el caso de las selvas tropicales, no sólo incrementa el efecto invernadero, al reducirse la absorción del dióxido de carbono sino que, además, agrava el descenso de los recursos hídricos: a medida que la cubierta forestal mengua, aumenta lógicamente la escorrentía de la lluvia, lo que favorece las inundaciones, la erosión del suelo y reduce la cantidad que se filtra en la tierra para recargar los acuíferos.



Suelo cultivable. Justamente cuando nos encontramos en el aumento de la demanda alimentaria más grande de toda la historia, el suelo cultivable se hace cada vez más escaso. Desde los años ochenta se pierden en China más de 400.000 Has. de tierras de labor cada año debido al auge de la construcción y al crecimiento industrial, y lo mismo ocurre con otros países asiáticos, como Corea, Indonesia y Japón, en los que la rápida industrialización devora las tierras agrícolas y, como consecuencia, deben importar más del 70 % de los cereales que consumen. Por otra parte, las talas e incendios en selvas tropicales se realizan, supuestamente, para disponer de más suelo cultivable, pero el resultado suele ser una degradación total al cabo de muy poco tiempo: y es que tras talar y quemar grandes extensiones, ese suelo fértil, de muy escaso espesor, desaparece por las aguas de escorrentía al no contar con la fijación de los árboles.

4. UN RECURSO INDISPENSABLE: EL AGUA. El agua ha sido considerada comúnmente como un recurso renovable, ya que con ella no puede hablarse de agotamiento al estilo de lo que ocurre con los yacimientos minerales. Y ha sido así mientras se ha mantenido un equilibrio entre el agua utilizada y la consumida. Pero es importante recordar que, aunque el agua es la sustancia más abundante del planeta, solo el 2,53% del total es agua dulce y potable. Hoy en día, el consumo de agua potable se ha venido doblando últimamente cada 20 años, debido a la conjunción de los excesos de consumo y del crecimiento demográfico. Este crecimiento ha llevado, por ejemplo, a una explotación tan intensa de los acuíferos subterráneos que su nivel se ha reducido drásticamente, produciendo además daños irreversibles en muchas zonas cercanas a la costa debido a la intrusión marina.

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Pero no se trata sólo de las aguas subterráneas: se ha tomado tanta agua de los ríos que, en algunos casos, apenas llegan hasta su desembocadura, lo cual acaba produciendo irreversibles alteraciones ecológicas. Un caso extremo lo constituye la desaparición del mar de Aral, producida por la desviación de las aguas de los 2 ríos que lo alimentaban para irrigar a gran escala el cultivo del algodón. Algunos califican este hecho como “la mayor catástrofe ecológica de la historia”. Junto a este crecimiento explosivo del consumo del agua, se ha producido y se sigue produciendo una seria degradación de su calidad debido a los vertidos de residuos contaminantes (metales pesados, hidrocarburos, pesticidas, fertilizantes…), muy superior a la tasa o ritmo de asimilación de los ecosistemas naturales. En cualquier caso, la Comisión Mundial del Agua ha alertado así del drástico descenso de los recursos hídricos: en el 2000 las reservas de agua en África eran 1/4 de las que existían medio siglo antes, y en Asia y en América Latina 1/3. Y denuncia que 1200 millones de personas carecen de agua potable, mientras que a 3000 millones les falta agua para lavarse y no tienen un sistema de saneamiento aceptable. Tocamos así un segundo problema, el de los graves desequilibrios en el acceso al agua: un norteamericano consume más de 600 litros al día y un europeo entre 250 y 350 litros, mientras un habitante del África subsahariana tan sólo entre 10 y 20 litros... Sin duda, algo falla en todo este proceso. Y es que necesitamos una nueva mentalización, y un cambio en nuestros hábitos y costumbres. Algunos consejos útiles a este respecto podrían ser los siguientes:



Utilizar la ducha frente al baño.



No utilices el wc como papelera ni tires innecesariamente de la cadena, ya que se gasta

de 10 a 15 litros cada vez. Existen dispositivos que descargan total o parcialmente la cisterna, y que gastan 6 litros o menos según el modelo.



Cerrar bien los grifos. ¡No al goteo! 10 gotas por minuto pueden suponer 2.000 litros de

pérdida al año.



A la hora de lavarse los dientes o afeitarse, abrir el grifo sólo lo imprescindible. Lavarse

los dientes dejando correr el agua gasta unos 6 litros por minuto.



No descongeles alimentos bajo el chorro de agua.



Llena la lavadora o el lavavajillas antes de usarlo, o emplea la tecla de media carga. Evita

el prelavado siempre que sea posible.



Si friegas los platos a mano, evita mantener el grifo abierto.



En vacaciones hay que mantener los mismos hábitos de ahorro de agua que si

estuviéramos en casa.

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Además, no es mala idea poner en práctica algunos cambios tecnológicos para reducir el consumo:



Grifos: los grifos monomando son más eficientes que los grifos con ruleta.



Reductores de caudal: permiten que el consumo de agua no exceda del prefijado

(normalmente 8 l/min frente a 15 l/min en un grifo normal).



Aireadores: pueden reducir el consumo hasta un 40% incorporando aire al chorro de

agua, sin reducir por ello la calidad del servicio.



Existen diferentes modelos de pulsadores y tiradores en las cisternas del wc para reducir

la descarga de agua.



Duchas: existen en el mercado modelos de ducha que reducen el caudal de agua hasta

un 50%, manteniendo en todo momento la calidad del servicio.

5. DÍA A DÍA CON LOS RESIDUOS. La acumulación de residuos en el interior de la ciudad provoca malos olores y graves riesgos sanitarios, además de una sensación desagradable. Por otro lado, no debemos olvidar que muchos de los residuos que producimos son especialmente peligrosos por las sustancias que contienen (CFCs, mercurio en las pilas, pinturas tóxicas, aceites de motor, etc). La primera solución a este problema ha consistido en trasladarlos fuera de la ciudad, lejos de la vista. Hacer una montaña y, con frecuencia, prenderle fuego para reducir su volumen. Sin embargo, los problemas ocasionados por estos vertidos salvajes generan procesos de contaminación que nos afectan directa o indirectamente: impacto en el paisaje; malos olores; incendios y humos tóxicos; filtrados tóxicos al subsuelo; proliferación de insectos y ratas; etc. ¿ Nos paramos a pensar en la importancia del reciclaje dentro de la sociedad en que vivimos? Obviamente, muy poco. Si abandonas a la intemperie cualquiera de los materiales que desechamos diariamente, permanecerán en la naturaleza durante unos tiempos que en ocasiones te sorprenderían por su duración:



Basura orgánica: de 3 a 4 semanas.



Un mechero: 100 años.



Propaganda: de 3 a 4 meses.



Una bolsa de plástico: 150 años.



Una colilla: de 1 a 2 años.



Una zapatilla deportiva: 200 años.



Un trozo de chicle: 5 años.



Un diskette: de 100 a 1000 años.



Una lata de refresco: 10 años.



Una botella de plástico: 100-1000 años.



Un tetra-brick: 30 años.



Un vaso de plástico: 1000 años.



Una chapa: 30 años.



Un carrete de fotos: más de 1000 años.



Un aerosol: 30 años.



Una botella de vidrio: 4000 años.

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¿No crees que merece la pena depositar cada residuo en el lugar adecuado? En realidad, se hace difícil negarlo: la basura está aquí y nos acompaña a lo largo de nuestra vida. Día a día consumimos más productos que provocan más y más residuos. Por eso es importante que todos y cada uno de nosotros ayudemos a solucionar estos problemas, al reducir y no mezclar para que la basura se pueda reutilizar/reciclar. Esta es la famosa “Regla de las 3R”, a la que podríamos tal vez añadir una cuarta: Repensar cuál es el verdadero papel que nos toca cumplir en la sociedad. Las otras “R”, mucho más conocidas, son las siguientes:



REDUCIR: evita todo aquello que genera desperdicios innecesarios; no consumas

productos con muchos envases o envoltorios; compra siempre que puedas a granel; adquiere mejor pocos envases grandes que muchos pequeños; lleva tus propias bolsas a la compra... y sobre todo, ¡compra sólo aquello que necesites!



REUTILIZAR: dale la máxima utilidad a los objetos antes de destruirlos o deshacerte de

ellos. Inventa nuevos objetos o dale uso a los antiguos, pon a prueba tu imaginación.



RECICLAR: lleva cada residuo a su contenedor correspondiente, ya que así se podrán

utilizar los mismos materiales para hacer el mismo o nuevos productos, utilizando así menos recursos naturales. El reciclaje de material (convirtiéndolo de nuevo en materia prima) es el mecanismo que propone la sociedad de consumo para adaptar su crecimiento a un modelo sostenible.

6. LA TELEVISIÓN Y LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS. La televisión es sin duda el medio de comunicación por excelencia. Su capacidad para informar y entretener esta fuera de toda duda, pero también, sus posibilidades la convierten en un peligroso aliado del consumismo sin límites, de la publicidad más agresiva y de los contenidosbasura. La población infantil es la más vulnerable a estos peligros, y los últimos estudios revelan que los niños y niñas españoles pasan delante del televisor una media diaria de 3 horas y 40 minutos. Por otro lado hay nuevos hábitos que deben hacernos reflexionar, como la presencia cada vez mayor del televisor en el dormitorio; la preferencia de programas para adultos, y por supuesto, la proliferación de “pantallas alternativas” como el ordenador, las videoconsolas, etc. lo que ha modificado sustancialmente los hábitos de juego y ocio de los más pequeños. La ley que regula los contenidos en televisión establece limitaciones de horarios a programas de contenido adulto (entre las 22 y las 6 horas), pero esta norma suele pasarse por alto muy a menudo. También suelen obviarse las normas referentes a publicidad televisiva, y a menudo nos encontramos con casos tan claros como presentadores que hacen telepromoción dentro de los espacios infantiles; aumento de volumen durante los anuncios publicitarios y otros ejemplos no permitidos por la ley.

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Los niños y jóvenes necesitan afecto, tiempo y atención. Debemos impedir que la televisión se convierta en su única compañía, una especie de niñera que los entretenga a falta de una mayor atención por parte de los padres. Y los adultos, ¿Cómo ven la televisión? Como en cualquier otra faceta educativa, nuestra actitud tiene una gran importancia, y para lograr que los niños y jóvenes vean con más criterio “la tele”, no es muy eficaz que los adultos opten por los contenidos más sensacionalistas. En definitiva, consumir y ver televisión de una manera más crítica y racional supone:



Elegir, de una manera consciente y premeditada, qué queremos ver y por qué.



Controlar la cantidad de tiempo que dedicamos a ver la televisión.



Evitar que la televisión sea el único recurso de ocio y de información.



Interpretar, con espíritu crítico, los mensajes que nos llegan de la televisión.



Conocer nuestros derechos y reclamarlos.

No podemos cerrar este apartado sin comentar la influencia que Internet y el uso de las nuevas tecnologías audiovisuales tiene en el entorno familiar. Internet se ha convertido en un recurso cada vez más cotidiano para los niños y jóvenes. Por ello, la relación de los jóvenes con la Red debe venir siempre “de la mano” de sus padres o educadores. Es importante tener en cuenta:



Explicar a los hijos las ventajas e inconvenientes que tiene la Red.



Si buscan información, enseñarles a diferenciar los contenidos rigurosos y de calidad, de

aquellos menos fiables.



Vigilar especialmente su participación en foros donde entren en contacto con personas

desconocidas, advirtiendo que, en ningún caso, den ningún dato privado.



Cuando naveguen por Internet, los padres deben estar presentes y evitar que puedan

acceder a información perjudicial para ellos.



En la web www.navegacion-segura.es se da la opción de poder descargar herramientas de

filtrado para aquellos contenidos que, siendo lícitos, no son adecuados para los menores.

7. A EMPUJONES CON EL COCHE. El automóvil es, sin duda, el símbolo más visible del consumismo del "Primer Mundo". Pero, por desgracia, de un consumismo "insostenible", porque todo se orienta a promover la compra del

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último modelo, el coche con más prestaciones, el vehículo con mejor estética y mayor confort... Y tampoco hay que olvidar que los coches son los responsables de casi un 15% de emisiones mundiales de CO2 y de importantes problemas de polución por otros gases, así como de contaminación acústica. Y mientras, la bicicleta o el transporte público, más saludables, ecológicos, baratos y en muchos casos más eficaces que el coche, se presentan sin embargo como expresión de subdesarrollo e incomodidad y quedan casi reservados para los desheredados (excepto en algunos países como Holanda, donde la cultura de la bicicleta es una opción voluntaria para muchísima gente). Sabías que el coche en España...



Representa el 68% del petróleo total consumido y es responsable de más del 30% de las

emisiones nacionales de CO2.



El 75% de los desplazamientos urbanos en coches se realizan con un único pasajero.



El 50% de los desplazamientos es menor a 3 kilómetros y es en estos recorridos cuando el el consumo del coche es mayor.



En España hay 24 millones de vehículos, de los cuales 18 millones son turismos. Esta cifra es seis veces superior a la suma de coches de India y China.

Las reparaciones, mantenimiento y combustible del coche son una fuente de gasto constante (no hay que olvidar que el gasto medio de combustible por hogar es de 700€/año). Y si se usa el vehículo a menudo, el consumo de combustible puede representar más de la mitad de los costos anuales del mismo. Por eso es importante tener en cuenta algunos consejos para optimizar el ahorro, como la elección correcta del modelo de coche (si la mayoría de los desplazamientos son urbanos, es mejor poseer un coche de menor potencia y tamaño, ya que gastará mucho menos) o la utilización de nuevas tecnologías (existe una etiqueta de consumo y emisiones de CO2 obligatoria para cada tipo de coche). En el uso cotidiano podemos también mirar por el ahorro. Por ejemplo, el consumo del coche se multiplica al aumentar la velocidad, así como en los arranques y frenazos bruscos, con la utilización abusiva del aire acondicionado o, simplemente, llevando las ruedas poco hinchadas. Además, es importante saber que un coche revisado y puesto a punto ahorra dinero en combustible, disminuye la contaminación y minimiza el desgaste del motor.

8. UN RECURSO A TENER EN CUENTA: EL PAPEL. A pesar de la importancia que tiene el papel para nosotros, pocos son conscientes de las limitaciones de este recurso y del impacto que su producción tiene para el medio ambiente: desde los bosques hasta la disposición final, pasando por las industrias papeleras, el ciclo de vida del

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papel es responsable de la degradación ambiental en diversos lugares del planeta.



A nivel mundial, la industria del papel consume hasta 4.000 mill. de árboles cada año, algunos de ellos procedentes de bosques primarios que no pueden sustituirse. Por ello se ha producido una mayor escasez en la provisión de madera, provocando la desaparición de bosques nativos e impactos sobre los ecosistemas y el entorno del que forman parte.



La tala de bosques autóctonos para sustituirlos por eucaliptos (del que se obtiene la mayoría de la pasta de celulosa), que además de ser un monocultivo es un fuerte consumidor de agua).



Para fabricar la pasta, la industria vierte a los ríos 950.000 tm de organoclorados, emite a la atmósfera 100.000 tm de dióxido de azufre y 20.000 tm de cloroformo.

Cada español consume por término medio unas 170 Tm de papel al año. Esto tal vez no nos diga gran cosa, ya que estamos acostumbrados a evitar responsabilidades individuales por nuestro consumo... Sin embargo el dato argumenta, entre otras cosas, que cada uno de nosotros deberíamos plantar 2 árboles al año para restaurar el impacto ambiental causado ¿Seríamos capaces de hacerlo? En cualquier caso es necesario reducir el consumo de papel modificando nuestros hábitos y fomentando el reciclaje. La reducción debería ir unida además al uso de papel reciclado y libre de cloro, ya que supondría un importante ahorro de recursos naturales y una reducción de la contaminación debido al menor uso de sustancias potencialmente contaminantes. Además, se favorecería la recuperación de residuos de papel evitando que miles de toneladas de materias primas acaben sin remedio en vertederos e incineradoras.

9. LA ENERGÍA MUEVE AL MUNDO. En nuestra vida diaria utilizamos la energía a todas horas: electrodomésticos; el automóvil; calefacción; alimento... Esta dependencia total debería hacernos reflexionar sobre el consumo energético a diferentes niveles, y como un ahorro efectivo permitiría no sólo ahorrar dinero, sino también ayudar al medio ambiente. Efectivamente, solamente el 6% de la energía utilizada en España proviene de fuentes renovables, y este hecho se traduce, por un lado, en un encarecimiento cada vez mayor de la energía (ya que nos abastecemos básicamente de recursos agotables que, además, provienen en general de otros países), y por otro en una degradación palpable del medioambiente a causa de la contaminación. Resulta de gran importancia, en consecuencia, incrementar el uso de fuentes alternativas de energía (como la solar o la eólica), pero sobre todo modificar nuestros hábitos para adaptarnos a una realidad evidente: usar eficientemente la energía es una cuestión en la que todos tenemos igual responsabilidad.

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Aunque parezca complicado, podemos ahorrar energía sin demasiado esfuerzo en muchas de nuestras actividades diarias. Aquí van algunos consejos útiles:



La luz del sol es gratuita, utilízala adecuadamente.



Apaga la luz y los aparatos eléctricos cuando no sean necesarios. La utilización correcta de la iluminación artificial puede alcanzar un ahorro del 40%.



Es importante usar las bombillas de bajo consumo en aquellas estancias donde se utilice a menudo la luz artificial, así como el tubo fluorescente en cocinas, trasteros y garajes.



Las bombillas halógenas con reguladores eléctricos modulan la intensidad de luz, ahorrando así energía y dinero.



Un buen aislamiento y termostatos proporcionan no sólo un mayor confort, sino además mayor ahorro en calefacción o aire acondicionado.



No abras las ventanas con la calefacción encendida. Para ventilar la casa son suficientes 10 o 15 minutos.



No tapes las fuentes de calor con cortinas, muebles o elementos similares.



En invierno, es suficiente regular el termostato para una temperatura de no más de 20ºC. Por cada grado adicional gastarás aproximadamente un 5% más de energía.



Revisa periódicamente el estado de la caldera, aumentará su eficiencia y su duración.



Cierra los radiadores que precises y apaga completamente la calefacción si tu casa va a estar desocupada.



Existe una etiqueta energética que nos puede servir de guía a la hora de elegir el electrodoméstico que queremos. Así, un electrodoméstico de clase A puede llegar a consumir un 55% menos que el mismo en una clase media.



Procura evitar el stand-by en electrodomésticos como el televisor o la pantalla del ordenador. Supone un gasto innecesario de energía que es muy sencillo evitar.



Planificar los lavados con la lavadora o el lavavajillas, de tal forma que cada lavado tenga su máxima carga. La lavadora consume casi igual a plena carga que a media.



Con el frigorífico, evita mantener la puerta abierta mucho tiempo: puede ahorrar hasta un 5% de energía. Por otro lado, procura que los alimentos calientes se enfríen completamente antes de colocarlos en el frigorífico.

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Cocinar con olla a presión y con poco agua supone un ahorro del 50% de energía. Además, tapando las ollas, cazuelas y sartenes conseguiremos ahorrar un 25% de energía.



Debemos mantener en buen estado los quemadores y evitar que la llama sobrepase el fondo de los recipientes.



No utilices el horno para cocinar pequeñas cantidades de alimentos, ni para recalentar o descongelar. Asimismo, no abras la puerta del horno si no es imprescindible.

10. ¿CUÁL ES EL MEJOR PRODUCTO DE LIMPIEZA? Lejía, anti-cal, detergentes, refrigerantes, desinfectantes, desatascadores, limpiadores: lavavajillas, hornos, cristales y suelos... Aunque los productos de limpieza son imprescindibles en cualquiera de nuestros hogares, a menudo estos se convierten en almacenes de un verdadero arsenal químico. Al evacuar estas sustancias por el desagüe, o al eliminar envases en la basura, contribuimos a la degradación ambiental en múltiples frentes, además de poner en peligro nuestra salud ya que su utilización puede producir alergias, irritaciones, asma, dolores de cabeza, náuseas, trastornos en la visión, afecciones del sistema nervioso e inmunitario, envenenamiento del hígado y desequilibrios hormonales. A continuación proponemos algunos consejos útiles para reducir el uso de productos peligrosos en la limpieza del hogar:



Antes de comprar deberíamos preguntarnos:¿realmente lo necesito?



Controlar las cantidades de todos los productos que se utilizan reduce entre un 10% y un 20% su uso. Usa siempre la misma cantidad.



Lee atentamente la etiqueta, y nunca mezcles productos (lejía y amoníaco, lejía y desinfectante WC, etc.), pues podemos correr riesgos de intoxicación.



Es más ecológico usar detergentes sin fosfatos, ya que estos compuestos producen desequilibrios graves en los ecosistemas acuáticos.



Recuerda que los detergentes deben ser obligatoriamente en un 90% biodegradables.



No utilices aerosoles con propelentes que afecten a la capa de ozono.



Recuerda “No es más limpio quien más limpia, sino quien menos ensucia”. Es más ecológico limpiar la casa regularmente que utilizar todos estos productos tan fuertes.



Utiliza recetas naturales menos agresivas y tóxicas. Con agua, vinagre y jabón suave se limpia perfectamente toda la casa. El esparto sigue siendo un buen estropajo. Si la suciedad está incrustada podemos utilizar zumo de limón, bicarbonato o bórax.

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11. UNA ALIMENTACIÓN RESPONSABLE.



Los cinco pilares de la alimentación “sostenible”. ¿Alimentación práctica, rápida o saludable?; el pescado, ¿fresco o congelado?; La leche,

¿entera, desnatada, con calcio o con Omega 3?; ¿Mantequilla o margarina?; La soja, ¿Es saludable o es transgénica?; Los “Es” ¿son sustancias naturales o cancerígenas?; ¿O ambas cosas a la vez?; ¿Vino, cerveza o simplemente agua?; ¿Del grifo o embotellada? La acción de comprar es muy diferente si la información o los consejos vienen del personal especializado en salud, o si los recibimos desde los spots publicitarios, el sector agroindustrial o los propios vendedores. Por ello, y antes de profundizar en las múltiples vicisitudes de la alimentación responsable, es importante tener claros unos “pilares básicos” que simplifiquen al máximo todas estas cuestiones: 1. Cómo comprar.



Antes de comprar debemos preguntarnos:¿realmente lo necesito? Para ello es aconsejable hacer la lista de la compra, evitando adquirir artículos sólo porque nos llaman la atención.



Elegir bien el establecimiento, observando siempre su higiene y la de quien lo atiende.



Llevarse un carrito de la compra evita el consumo innecesario de bolsas de plástico.



Leer las etiquetas: fecha de caducidad, información nutricional, si necesita condiciones especiales de conservación, etc.

2. Cómo almacenar los alimentos.



Guardar los alimentos no perecederos en la despensa o armario, separados del suelo, evitando el calor o humedad excesiva.



Proteger los alimentos del frigorífico con papel de aluminio, plástico o en recipientes.



Guardar los restos de conservas en el frigorífico, en recipientes de plástico o vidrio.



Mantener un alimento en el congelador sólo el tiempo adecuado.

3. Cómo cocinar.



Lavar bien los alimentos, frutas y verduras. Es preferible primero lavar y luego cortar.



Es preferible cocinar al vapor con poco agua y en poco tiempo.



Es más sano cocer en olla o al vapor, y también asar que freír.



Si se fríe no hay que mezclar aceites ni dejarlos humear.

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4. Cómo comer.



Es preferible comer despacio, y masticando bien.



Repartir los alimentos en 4 o 5 comidas, sin saltarse el desayuno.



No comer entre horas.



Como aporte de energía, mejor el pan, los cereales, el arroz, la pasta y las patatas. El azúcar y los dulces también la aportan, pero deben consumirse más ocasionalmente.



Es preferible la cocción a la fritura. El proceso de freír consiste en sumergir alimentos en un baño de aceite a 150-200ºC. Estas temperaturas son mucho más altas que en la cocción, lo que favorece la oxidación y la formación de radicales libres peligrosos para la salud. Si consumimos fritos, es conveniente reutilizar el aceite el menor nº de veces posible; evitar la mezcla de aceite nuevo con el usado y utilizar aceite de oliva antes que de otros tipos (aceite de girasol o semillas).



Los asados son preferibles a los fritos. De cualquier forma, es aconsejable evitar pasarse con el asado, ya que se producen partículas carbonizadas peligrosas para la salud.



Comer demasiadas grasas es perjudicial para la salud. Son más beneficiosas las grasas provenientes del aceite de oliva u otros aceites vegetales (sobre todo en crudo), frutos secos, aceitunas o el pescado, que las de carnes grasas, pastelería y bollería industrial. Las primeras se denominan insaturadas, y las segundas saturadas. Estas últimas favorecen el incremento de colesterol en sangre.



Una alimentación rica en verduras, frutas y hortalizas es muy saludable. Estos alimentos contienen la mayor parte de las vitaminas y minerales que necesitamos.



Alimentos ecológicos. La producción ecológica se fundamenta en dos grandes principios: el respeto medioambiental

y la producción de productos animales y vegetales a partir de sistemas tradicionales, utilizando técnicas poco agresivas que permitan un desarrollo lo más natural posible. Puede que los productos ecológicos no sean tan atractivos a primera vista, pero sin duda, su adquisición es sinónimo de calidad y confianza en un proceso de producción limpio y natural, evitando así la aplicación de técnicas agresivas a las que tan acostumbrados estamos actualmente. Entre las características básicas que resumen la agricultura ecológica se encuentran:



Emplea especies y semillas autóctonas.



Utiliza abonos naturales que nutren y mantienen la fertilidad de la tierra.



Evita usar fitosanitarios y fertilizantes químicos.

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Rota los cultivos, fomentando la biodiversidad, lo cual contribuye también a romper los ciclos biológicos de las plagas de forma natural.



Prohíbe el cultivo de transgénicos.



No utiliza aditivos artificiales para la transformación de los alimentos.



Se reconoce por medio de un etiquetado específico.

Efectivamente, los productos de agricultura ecológica se distinguen fácilmente gracias a una etiqueta específica, y cualquier persona puede adquirirlos en tiendas más o menos especializadas, así como grandes superficies, asociaciones o cooperativas de consumidores. Pero aún así, los comerciantes se sienten poco animados a vender estos productos debido a sus diferentes canales de distribución y el abastecimiento irregular, y los consumidores, arrastrados por esta inercia se sienten reacios a adquirirlos debido en general a su elevado precio y a la dificultad de encontrarlos en sus tiendas habituales. Resultado: más del 80% de la producción de agricultura ecológica nacional se exporta, mientras en España el problema se perpetúa al ser la pescadilla que se muerde la cola. La única forma de romper este círculo vicioso vendrá de la mano del consumidor: en la medida en que un producto sano, natural y saludable se venda por su valor intrínseco, a pesar de su precio más elevado (¿cuántos de nosotros no dudamos en adquirir los “Productos Bio”, las leches desnatadas o los alimentos bajos en calorías, siendo sin embargo más caros que sus homólogos convencionales?), conseguiremos que el mercado de estos productos vaya en alza, se incremente su variedad y producción, se distribuya mejor a nivel nacional y, en definitiva, se vendan en la mayoría de los establecimientos comerciales con unos precios asequibles para el consumidor medio.



Alimentos transgénicos. Llamamos alimentos transgénicos a aquellos que han sido elaborados a partir de un organismo

genéticamente modificado mediante técnicas de ingeniería genética, ya sea animal, vegetal o un microorganismo. Estos organismos poseen una combinación nueva de material genético que le confiere nuevas propiedades (resistencia a plagas, resistencia a herbicidas, producción de sustancias de interés nutricional, farmacológico, etc). En palabras sencillas, podríamos decir que a un organismo se le introducen genes de otro mediante técnicas de laboratorio, para hacerlo más resistente o más productivo. Los pros y los contras de los alimentos transgénicos saltan a la vista. Las ventajas más evidentes consisten en una reducción de los costes de producción; el aumento de la resistencia frente a plagas; la mayor tolerancia a los herbicidas; la mayor resistencia a la sequía o a temperaturas extremas, etc. Sin embargo existe una gran polémica ante sus efectos negativos, tanto más por cuanto muchos de ellos entran en el terreno de la especulación:

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• Repercusiones en la salud. Ciertos genes con resistencia antibiótica pueden ser transferidos a humanos, animales y bacterias anulando el efecto de los medicamentos antibióticos. Asimismo, se elucubra con la aparición de nuevas enfermedades y posibles alteraciones en la respuesta inmunológica del organismo humano.

• Perjuicio medioambiental. Al poseer genes que les confieren ventajas frente a los vegetales convencionales, ciertos cultivos descontrolados pueden entrar en competencia desigual con aquellos, con lo que se propiciaría una disminución de la biodiversidad vegetal y la aparición de plantas resistentes a los herbicidas.

• Perjuicios económicos y sociales. Mayor dependencia del sector agrícola ante el paquete tecnológico de transgénicos y los productos fitosanitarios específicos. Surge así el temor ante el gran poder detentado por un reducido número de grupos empresariales, que controlarán el sistema de producción de alimentos desde el propio gen hasta el supermercado, dejando sin apenas autonomía a los granjeros.



Alimentos frescos y de temporada. Este tipo de alimentación es sin duda la más recomendable en todos los sentidos. Estos

alimentos mantienen plenamente todo su sabor y cualidades nutritivas, y no necesitan aditivos ni conservantes para mantenerlos en el tiempo. Además, con su consumo promovemos la economía y el desarrollo local de nuestro entorno más próximo, y evitamos los costes ambientales derivados de los procesos de conservación, tratamiento, elaboración y transporte de los alimentos. El mejor consejo para conservar estos productos frescos es consumirlos lo antes posible, sin alargar demasiado su estancia en la nevera o despensa. Pero también podemos tener presente los siguientes consejos:



Guardar frutas, hortalizas y verduras en la nevera o en lugares frescos, oscuros y secos.



Cocinar los alimentos lo antes posible, bien para comerlos en breve o para congelarlos, lo cual preserva perfectamente su calidad nutritiva durante un tiempo razonable.





No meter en la nevera alimentos calientes o tibios.



Evitar calentar y enfriar varias veces los alimentos: pierden valor y se degradan antes.



Medir adecuadamente la cantidad a cocinar para evitar que sobre demasiada comida.

Conservas y precocinados. Aunque seamos conscientes de que, cuanto más se manipula un alimento, más calidad

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nutritiva pierde, las conservas y platos precocinados guardan su valor nutritivo y pueden resolver, en momentos puntuales, el problema de la falta de tiempo para cocinar. En este caso es importante revisar la etiqueta para analizar los aditivos añadidos y actuar en consecuencia, comparando por ejemplo la cantidad de aditivos que llevan diferentes productos. La falta de tiempo y la poca afición para cocinar, además de la comodidad y la rapidez que supone preparar estos productos, son algunas de las razones que se esgrimen para justificar su uso. Pero lo cierto es que estos productos no son los más indicados para consumirlos habitualmente. Esto sirve no sólo para las conservas (esterilizados, por lo que no requieren frío para su conservación), sino también para los precocinados y preparados refigerados y congelados (requieren frío para su conservación). En general, no es fácil conocer la composición exacta de muchos de estos productos, sobre todo en sus proporciones, a pesar de que aparezcan detallados todos los ingredientes en el etiquetado. Por tanto conviene comparar la etiqueta de distintas marcas y recordar que los ingredientes aparecen en orden decreciente a la cantidad utilizada (el ingrediente más abundante es el primero de la lista). Las personas con alergias o intolerancias pueden tener problemas con los congelados a granel, pues no siempre se indican sus ingredientes. Por otro lado, estos productos suelen ser más difíciles de digerir ya que hay platos muy condimentados con especias picantes (pimienta, curry, chile) y/o aditivos saborizantes (E-621, glutamato monosódico) que les confieren un sabor particular, pero también los hacen indigestos, sobre todo para quienes tienen el estómago delicado. Hablando de aditivos, para que muchos de estos platos se mantengan en perfecto estado durante varios meses se emplean aditivos conservantes; la textura deseada se consigue, en algunos de ellos, añadiendo antiapelmazantes; el color de ciertos productos se obtienen con aditivos colorantes; y por si fuera poco, estos productos contienen en general más calorías y más sodio que los platos caseros, entre otras cosas porque la sal se utiliza como conservante y porque el sodio forma parte de aditivos saborizantes empleados habitualmente en su fabricación. La clave ante estos problemas, por tanto, es utilizar las conservas y precocinados no como base de la dieta, sino como recurso de emergencia en ocasiones puntuales. Además, conviene tener en cuenta lo siguiente:



Existen

conservas

vegetales

que

están

simplemente

cocinadas,

esterilizadas

y

conservadas en agua y sal, por lo que constituyen una opción acertada si no se dispone de alimentos frescos. Al llevar sal como conservante, si no se desperdicia el jugo del envase no es necesario añadir más sal.



El equilibrio está en tomar estos productos esporádicamente, y como si fuera el segundo plato, acompañados de una buena ensalada o un buen plato de verdura.



Conviene dar preferencia a los productos ultracongelados al natural (verduras, pescados, legumbres) aunque requieran unos minutos más de elaboración, en lugar de los platos ya preparados con diversos ingredientes.

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Otra buena opción son las conservas de pescado, ya que se trata simplemente de pescado sometido a una esterilización por calor y curado con aceite, vinagres u otros aderezos. Cerrado el envase, no necesitan almacenarse en frío, si bien es aconsejable almacenarlos en lugares exentos de humedad y alejados de altas temperaturas.



En cualquier caso, una buena idea es cocinar un plato para varios días y congelar por raciones según el número de comensales, para no tener la necesidad de recurrir habitualmente al consumo de precocinados y platos preparados.



Productos Lácteos. La leche es esencial para nuestra salud y lo es en todas las etapas de la vida, por su elevado

aporte de calcio (125 mg/100 ml), similar en los tres tipos de leche: entera, semidesnatada y desnatada. Sin embargo, a partir de aquí las confusiones se disparan, debido sobre todo a que la variedad de productos lácteos en el mercado es sencillamente abrumadora. Vayamos aclarando conceptos paso a paso:



¿Leche entera, semi o desnatada? El proceso de extracción de la grasa láctea es sencillo y de bajo coste: por centrifugación (la leche se introduce en una centrifugadora y gira a gran velocidad; así la grasa se separa del resto de componentes, que tienen diferente densidad), y mediante el batido de la leche. La consecuencia es que la leche desnatada apenas tiene grasa, pero al contrario de lo que se piensa, tampoco es agua con sabor a leche, ya que aporta la misma cantidad de proteínas, azúcares (en forma de lactosa) y calcio que la leche entera. La diferencia entre ambas radica por tanto en el aporte en grasa. Pero además, al eliminar la grasa también se desechan las vitaminas liposolubles A, D y E, por lo que es necesario que las leches desnatadas estén enriquecidas en estas vitaminas (cosa que debe estar reflejada de alguna manera en el envase, aunque sin duda esto encarecerá el producto). La opción más barata y óptima para todos los gustos es, por tanto, el consumo de leches semidesnatadas: siguen siendo poco energéticas, pero en materia de vitaminas contienen las del grupo B (en especial, B2 o riboflavina) y las liposolubles A, D y E. De más está decir, en cualquier caso, que el mantenimiento de una dieta equilibrada haría innecesario consumir leches semidesnatadas y desnatadas, y por supuesto leches enriquecidas en vitaminas: una dieta equilibrada ya las proporciona en cantidades suficientes.



Leches enriquecidas o modificadas. A la oferta de la leche desnatada y semidesnatada hay que sumarle, desde hace un tiempo, la de otras variedades de este alimento que poco a poco han aumentado su cuota de mercado. Se trata de las leches enriquecidas o modificadas, de interesantes propiedades nutritivas pero que, sin embargo, no hay que sobrevalorar. En el mercado actual, son varias las marcas comerciales que ofrecen este tipo de preparados lácteos con un mensaje contundente y no menos debatible: alimento

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diseñado especialmente para compensar las nuevas necesidades nutricionales de la madre durante las etapas de embarazo y lactancia, o del niño durante la infancia. Sin embargo, salvo en caso de riesgo de carencias nutritivas, alergias de origen alimentario, ciertas patologías o situaciones en las que se requieran aportes extra de algún nutriente, estas leches son perfectamente prescindibles en la dieta, pues si ésta es sana y variada nos proporcionará todas las sustancias que nuestro cuerpo necesita. Ejemplos muy conocidos de leches modificadas son las famosas leches Omega-3 y Acido oleico. En ellas se sustituye la grasa característica de la leche de vaca, que es sobre todo saturada, y el colesterol, por grasas de tipo monoinsaturado o poliinsaturado como los ácidos grasos oleico y omega-3. El consumo habitual de este tipo de leche contribuye al aporte de dichos ácidos grasos al organismo, por lo que puede ser una fuente dietética interesante (en especial para quienes padecen de alergia al pescado o no consumen de modo habitual pescado azul, frutos secos o aceites vegetales de oliva y semillas, alimentos ricos en ácidos grasos insaturados). Las grasas insaturadas se relacionan además con un menor riesgo de enfermedades cardiovasculares.



Tratamientos térmicos para la leche. Los tratamientos de la leche por excelencia son la pasteurización y la uperisación, o UHT. La pasteurización consiste en la aplicación de temperaturas de unos 80ºC durante un tiempo específico, que varía de un alimento a otro. Este tratamiento inactiva los gérmenes capaces de provocar enfermedad, pero no sus esporas. Por ello, el alimento deber ser refrigerado para evitar el crecimiento de los gérmenes que no se han podido eliminar. Así, la leche pasteurizada o fresca del día ha de conservarse en el frigorífico aún con el envase cerrado. Por el contrario, la uperización o UHT posee un sistema de esterilización en el que se aplican 140º durante muy pocos segundos, generalmente por medio de vapor. La pérdida nutritiva es inferior que en la esterilización tradicional (que somete al producto a alta Tº durante más tiempo), y además, los productos uperizados no precisan ser conservados en frío una vez envasados. Sin embargo, abierto el envase, los alimentos deben conservarse a temperaturas de refrigeración por un tiempo limitado, que dependerá del producto.



Yogures tradicionales y pasteurizados. En cuanto a los yogures y otras leches fermentadas, sus nutrientes se asimilan y aprovechan mejor que los de la leche, gracias a la fermentación producida por las bacterias acidolácticas. La mayor parte de quienes padecen intolerancia a la lactosa pueden incluir estos alimentos en su dieta cotidiana, ya que la presencia de lactosa es mínima. Un caso especial son los yogures pasteurizados, los cuales sufren un proceso térmico (la pasteurización) que destruye las bacterias lácticas responsables de la fermentación, mientras que en el yogur han de encontrarse viables, vivas, en una determinada cantidad. Se presume que los microorganismos vivos del yogur "de toda la vida" benefician la salud del consumidor más allá de lo estrictamente nutricional, pero no hay certeza científica al respecto. Los análisis a que han sido sometidos demuestra que desde un punto de vista nutricional estos dos tipos de yogur son

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similares y que ambos resultan saludables y digestivos. Por otro lado, el yogur pasteurizado después de la fermentación presenta una mayor estabilidad que el yogur, lo que hace que su vida útil sea superior y que -a diferencia del yogur- no requiera frío para su conservación.



Yogures Bio. Se encuentran dentro del apartado de prebióticos, es decir, con microorganismos vivos que, en cantidades suficientes, pueden ejercer un efecto positivo en la salud superando los efectos nutricionales convencionales. Bajo el calificativo prebiótico

se

engloban,

además

de

los

microorganismos

del

yogur,

las

últimas

generaciones de leches fermentadas con bacterias (bifidus activus). Los yogures Bio aseguran favorecer la regeneración de la flora intestinal por su aporte en bifidobacterias (bacterias que se encuentran de forma natural en el intestino humano), y las nuevas leches fermentadas con lactobacilus presumen de su capacidad de estimular las defensas naturales del organismo. Ciertos estudios clínicos parecen demostrar que todas estas bacterias lácticas ejercen funciones saludables en nuestro organismo, pero algunos especialistas mantienen sus dudas al respecto, y otros beneficios no están demostrados científicamente, ya que es probable que la mayoría de estas bacterias beneficiosas muera en contacto con los ácidos estomacales.



Alimentos con declaraciones. En el mercado nos podemos encontrar con 3 tipos de declaraciones en los alimentos: en unos

casos aparecen las llamadas declaraciones nutricionales o de contenido, en las que se afirma que un alimento posee propiedades nutricionales benéficas específicas por razón de su aporte energético (valor calórico) o por los nutrientes u otras sustancias que contiene o no contiene (por ejemplo, bajo en calorías, sal o azúcar o rico en vitaminas, fibra o proteínas); las declaraciones de propiedades saludables dan a entender que existe una relación entre una categoría de alimentos, un alimento o uno de sus componentes y la salud. La publicidad está llena de ejemplos de este tipo de declaraciones, que se refieren a alimentos que, por contener un determinado ingrediente, son buenos para las defensas del organismo o ayudan a reforzar nuestra salud o a reducir el colesterol; por último, también podemos encontrarnos con declaraciones de reducción del riesgo de enfermedad, las cuales afirman que el consumo de un alimento o de uno de sus constituyentes reduce significativamente un factor de riesgo de aparición de una enfermedad (como, por ejemplo, anuncios o etiquetas de alimentos que afirman que disminuye el riesgo de padecer isquemia coronaria o accidentes cerebro-vasculares). De las tres, únicamente la primera se encuentra actualmente permitida en las normas comunitarias aparecida este mismo año. Las demás necesitan de autorización expresa para su inclusión en la publicidad de cada producto.

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Bollería industrial La bollería industrial constituye una dulce tentación para niños y mayores, pero su consumo

habitual dista mucho de ser un hábito saludable. La composición nutritiva de estos alimentos, muy calóricos (por su alto contenido en azúcar) y con abundante grasa (buena parte de ella, saturada o Trans, las menos saludables porque aumentan la proporción de colesterol y triglicéridos en sangre) aconseja limitar su presencia en la dieta de los más pequeños a un día a la semana, ya sea en el desayuno, ya entre horas (la magdalena es la más saludable de todas las opciones). Y este consejo es extensivo para adultos que ingieren este tipo de alimentos.



Zumos de frutas. Los zumos de fruta envasados constituyen una buena fuente de nutrientes, aparte de una

saludable opción para mantener hidratado el organismo. El mercado ofrece varios tipos de zumos de una o varias frutas, obtenidos a partir de diversos procedimientos tecnológicos: exprimido con medios mecánicos, concentrado, deshidratado, tamizado (puré), con concentrado y agua, azúcar y algunos ácidos añadidos (néctar), etc. En los zumos envasados, después de la extracción el zumo se somete a procesos físicos o químicos, y posteriormente se aplica un tratamiento de conservación por calor. El famoso “concentrado” se obtiene en la mayoría de los casos por evaporación bajo vacío de una parte de agua en un intercambiador de calor. El concentrado se refrigera o congela y después, ya en la fábrica, se reconstituye. La concentración facilita el transporte y el almacenamiento de estos zumos. En el envasado, y para evitar el riesgo de contaminación, los zumos se someten a un segundo tratamiento térmico y se obtiene así el "zumo de naranja a base de concentrado". En el hogar, estos zumos se conservan durante meses a temperatura ambiente, pero una vez abiertos deben conservarse en el frigorífico. También pueden encontrarse los llamados zumos refrigerados en contraposición a los naturales. Los zumos refrigerados

necesitan frío para su conservación, mientras que los

convencionales, de larga duración, por su proceso de elaboración (pasteurización, igual que la leche) pueden conservarse durante más tiempo y a temperatura ambiente. Sin embargo, estos últimos están perdiendo terreno debido a su peor sabor, que los hacen ser “menos naturales” al alejarse del sabor tradicional de la fruta exprimida.



Productos Light. Un producto light es aquél cuyo aporte energético es al menos un 30% más bajo que el de su

alimento de referencia, es decir, el mismo alimento pero en su versión natural. La disminución

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energética se consigue reduciendo la cantidad o sustituyendo los azúcares o las grasas por otros componentes menos calóricos. En personas que se encuentran en buenas condiciones de salud no está justificado recurrir a este tipo de productos, si bien se consideran adecuados para quienes deben limitar el aporte energético de su alimentación o la cantidad de grasas y/o azúcares, debido a que sufren algún trastorno o enfermedad. Por otro lado, el hecho de que aparezca en los envases la palabra light, "sin azúcar añadido", "bajo en grasas" o similares, no significa que sean adelgazantes. Es verdad que su aporte calórico es inferior respecto a los alimentos a los que imitan, pero algunos de ellos contienen grasas y azúcares en cantidades significativas. Tal es el caso de la mayonesa, los quesitos o el paté, alimentos ricos en grasa por naturaleza, aun tratándose de sus versiones ligeras.

Además, debe tenerse en cuenta que su empleo

indiscriminado puede alterar la salud y aumentar el riesgo de desequilibrios nutricionales. En definitiva, las personas buscan comer alimentos de similares características a los tradicionales, pero de menor aporte energético. Desde el punto de vista dietético y nutricional resulta adecuado que el consumidor desee alimentos menos grasientos y con menos azúcares, si bien cabe tener en cuenta que para ello no es indispensable recurrir a los productos light. Comiendo menos de 'ciertas cosas' y cocinando los alimentos de la manera adecuada, se consigue reducir las grasas y los azúcares sin necesidad de optar por los productos light, que por lo general son más caros y no resultan tan apetecibles como los alimentos a los que pretenden imitar.



¿Salsa industrial o casera?

Cuando tenemos delante un plato con salchichas, hamburguesas, pescado, etc, y nos proponemos rociarlo con alguna salsa de las que se encuentran en el mercado, es difícil que nos paremos a pensar en la composición de dicha salsa o en su carácter saludable. Todas las salsas están preparadas con el objetivo fundamental de realzar el sabor, pero este hecho implica a menudo un exceso de sal y de aditivos, elevada acidez como en el caso del Ketchup, y aporte energético que en el caso de las mayonesas y ali-oli llega a ser excesivo. Por ello conviene estar informado al respecto, y no sólo para elegir en un determinado momento una u otra salsa, sino para usarlas en general en pequeñas cantidades. A esta sugerencia le sigue una recomendación de carácter casi sanitario: las personas diabéticas, las hipertensas y las que sigan dietas bajas en calorías, han de moderar mucho o incluso evitar el consumo de estas salsas. Una opción saludable es sin duda elaborar nosotros mismos nuestras propias salsas. Porque las salsas industriales, hay que decirlo, contienen una amplia gama de aditivos (desde conservantes, estabilizantes y emulsionantes -los más empleados-, hasta aromas, colorantes y potenciadotes de sabor) de los que las caseras carecen, y estas últimas, normalmente tienden a ser menos saladas que las salsas comerciales, que utilizan la sal además de como saborizante, como conservante.

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Las “lindezas” de la comida rápida.

Rapidez de servicio, horarios amplios, precios económicos y una vastísima red de establecimientos son las bazas fuertes de las cadenas de comida rápida. La comida rápida ha captado, mal que nos pese, nuestros paladares, y a pesar de su mala fama nutricional todos hemos sucumbido alguna vez ante una hamburguesa o una porción de pizza. El consumo de este tipo de comida no supone ningún inconveniente para la salud siempre que no se convierta en un hábito ni sustituya a alimentos básicos. Pero lo que está ocurriendo es que cada vez más personas los incluyen como base de su dieta, sin conocer los peligros nutricionales que ello conlleva: uno de cada dos españoles tiene exceso de peso y las enfermedades cardiovasculares son la primera causa de muerte en España. En general, los peligros asociados con el fast food son los siguientes:



Excesivo aporte calórico: con tan sólo una comida fast food se ingiere más de la mitad de la energía diaria necesaria. Si a ello añadimos la energía aportada por el resto de comidas del día, el contenido energético total se dispara y se favorece el exceso de peso.



Demasiada grasa saturada y colesterol: son abundantes debido a las salsas a base de huevo, mantequilla, nata, manteca y otros ingredientes grasos que se emplean en su elaboración, y a los aceites de coco y palma que se usan en la fritura.



Productos como el pollo frito pueden incluir en la piel hormonas y pesticidas utilizados durante la crianza industrial de estos animales. Como la piel posee además una alta concentración de grasas saturadas, es mejor retirarla antes de ingerir este alimento.



Digestiones difíciles: en la mayoría de las ocasiones los alimentos están fritos, empanados o rebozados, lo que hace pesada cualquier digestión.



Abundantes aditivos: en general, estos productos contienen más sal que los que se preparan en casa, además de conservantes, colorantes, antiapelmazantes o estabilizantes. Estos platos suelen incluir además condimentos fuertes que potencian el sabor y que estimulan el apetito y, con el tiempo, alteran la percepción del del gusto y crean hábito.

Fast food no significa, necesariamente, comida basura. Solemos recurrir a ella si no disponemos de tiempo o nos da pereza cocinar, pero aunque no es recomendable abusar de ella, cuando la preparamos en casa al menos conocemos con seguridad la calidad y la cantidad de los ingredientes utilizados. La clave está en incluir en el menú otros alimentos que complementen en nutrientes la comida, con el fin de elaborar una comida rápida equilibrada y nutritiva.



¿Agua embotellada o de grifo? Hoy en día, el consumo de agua embotellada crece en el mundo, mientras se cuestiona si es

de más calidad que la del grifo. Su consumo en España se ha incrementado en los últimos

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años de una forma constante y esto ha permitido que la industria envasadora de agua en nuestro país se encuentre en un momento álgido. Pero, realmente, ¿compramos agua embotellada por capricho o por necesidad? Los expertos cuestionan, en su mayoría, que el agua embotellada sea, por regla general, más sana que el agua corriente que llega a los grifos de la mayoría de hogares españoles. Según la organización en defensa del medio ambiente, NRDC, “no hay seguridad de que sólo porque el agua sale de una botella es más limpia o sana que la que sale del chorro”. De hecho, una parte importante del mercado del agua embotellada la ocupan el agua potable preparada –agua cuya pureza se ha conseguido mediante tratamientos– y el agua de distribución –la común del grifo, que ha sido tratada para conseguir unos cánones mínimos. Además, debido al hecho de que el agua embotellada no está clorada, contiene de hecho una concentración mayor de bacterias que las potables de grifo. En cualquier caso, es obvio que el consumidor no estará dispuesto a consumir agua de grifo si ésta, por más saludable que sea, tiene un sabor o apariencia difícilmente aceptables. El agua embotellada no sabe más que a agua, es cierto, pero... ¿A que precio? Al coste ecológico que puede suponer el embotellamiento hay que sumarle el coste real que supone el procesamiento, embotellado y transporte para los consumidores. De hecho, según un estudio del Instituto Medioambiental Americano, el precio del agua embotellada es de 10.000 veces su valor real, por lo que lo que se plasma finalmente en nuestros bolsillos es relativamente importante. Es cierto que el consumidor se muestra en muchas ocasiones indefenso ante las estrategias del marketing y los precios abusivos de muchos productos, pero en el caso del agua el hecho se convierte en algo casi caricaturesco. Tanto más por cuanto existen en el mercado filtros de muy fácil instalación, y que por apenas 100€ eliminan el cloro, la cal, lodos y arenas a unos niveles muy aceptables, convirtiéndose por tanto en una inversión que, con los precios del agua embotellada, puede recuperarse a muy corto plazo.



Las chucherías. El mercado dirige al público infantil una innumerable gama de aperitivos dulces y salados de

diferentes sabores, olores, colores, que hace difícil que el niño no se resista a la tentación: patatas fritas, aros, gusanitos, cortezas, gominolas, chicles, regaliz... El principal problema de estos alimentos es, precisamente, su función para “picoteo entre horas” y los peligros nutricionales que esto conlleva: la inapetencia o falta de apetito, o el negarse a comer alimentos concretos son situaciones que cuando están provocadas por un proceso de aprendizaje inadecuado en cuanto a hábitos alimentarios, necesitan de especial atención por parte de padres y madres, y en ocasiones del asesoramiento de especialistas experimentados. Algunos padres y madres preocupados por la inapetencia de los más pequeños, no tienen reparo alguno en facilitarles estos y otros aperitivos, pensando que al menos de esta forma comen "algo". Pero por desgracia, de este modo estamos haciendo que el mecanismo de hambre-saciedad no esté bien regulado (existe un desequilibrio hormonal), y que por tanto, durante las principales comidas sea prácticamente imposible

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hacer que el niño o niña coma lo que verdaderamente necesita. No se debe ceder ante esta conducta caprichosa, si no que lo más recomendable es, en caso de que se salte una toma, esperar a la siguiente para que aparezca la sensación de hambre, y así sucesivamente. En cuanto a las características nutricionales específicas de estos productos, las golosinas son productos básicamente inócuos compuestos de azucares, gelatina y una amplia batería de aditivos; en cuanto a los snacks salados, la etiqueta confirma que se trata de productos elaborados a base de harina de maíz o trigo, junto con la grasa que añade y la utilizada en la fritura. El resto del producto está compuesto básicamente por agua, sal y un surtido variopinto de aditivos colorantes y saborizantes autorizados que los diferencia unos de otros. Las conclusiones se puede resumir en varios puntos:



Consumidas con moderación, es poco probable que tengan un efecto adverso en la salud.



Consumidos en exceso, pueden provocar falta de apetito en el niño a la hora de hacer las comidas principales del día.



El azúcar de las golosinas provoca caries. Además, consumidas en exceso, contribuyen a la obesidad infantil.



El consumo habitual snacks salados contribuye al aumento de peso por su elevado valor energético, lo que favorece igualmente la obesidad infantil.



Dependiendo del tipo de grasa utilizada, el consumo habitual de snacks salados influye en la hipercolesterolemia infantil, cuya incidencia ha aumentado en los últimos años.

12. CONSUMO Y TERCER MUNDO. Según el Banco Mundial, el total de seres humanos que vive en la pobreza más absoluta, con un dólar al día o menos, ha crecido de 1200 millones en 1987 a 1500 en la actualidad y, si continúan las actuales tendencias, alcanzará los 1900 millones para el 2015. Y casi la mitad de la humanidad no dispone de dos dólares al día. Pero toda esta problemática hay que contemplarla en su contexto y en su evolución: esa terrible pobreza se produce mientras parte del planeta asiste a un espectacular crecimiento económico. Es decir, estamos ante una pobreza que coexiste con una riqueza en aumento, de forma que en los últimos 40 años se han duplicado las diferencias entre los 20 países más ricos y los 20 más pobres del planeta. El peligro de que la pobreza acabe estallando “como una bomba de relojería” es por tanto real. Quizás sea en las diferencias en el consumo donde las desigualdades aparecen con mayor claridad: por cada unidad de pescado que se consume en un país pobre, en un país rico se consumen 7; para la carne la proporción es 1 a 11; para la energía 1 a 17; para las líneas de teléfono 1 a 49; para el uso del papel 1 a 77; para automóviles 1 a 145. El 65% de la población

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mundial nunca ha hecho una llamada telefónica… ¡y el 40% no tiene ni siquiera acceso a la electricidad! Un dato del consumo que impresiona particularmente, y que resume muy bien las desigualdades, es que un niño de un país industrializado va a consumir en toda su vida lo que consumen 50 niños de un país en desarrollo. La reducción de la pobreza se convierte así en una necesidad absoluta para la supervivencia de la especie humana y aunque sólo sea por egoísmo inteligente es preciso actuar, porque la prosperidad de un reducido número de países no puede durar si se enfrenta a la extrema pobreza de la mayoría. Las sociedades del bienestar no podrán mantener permanentemente lejos de sus fronteras las inmensas bolsas de miseria y se generarán focos de inmigración imparables. Quizás por eso en la llamada Cumbre del Milenio de Naciones Unidas, celebrada en septiembre de 2000, los líderes mundiales se comprometieron solemnemente a reducir la pobreza, la enfermedad, el hambre, el analfabetismo y la degradación del medio ambiente. A continuación se muestran algunos de los muchos ejemplos que ilustran estas desigualdades evidentes:



Fabricas textiles en Bangladesh. El 70% de la ropa de bajo coste se hace en países donde no hay garantías de que se respeten

los derechos básicos de los trabajadores y trabajadoras que la realizan. Sometidos a jornadas interminables, se les prohibe asociarse para defender sus derechos y, además, ganan salarios paupérrimos. Por poner un ejemplo, más de un millón y medio de mujeres jóvenes se ganan la vida confeccionando vestidos en las fábricas de Bangladesh para el abastecimiento de multinacionales europeas y americanas. Las condiciones son malas y el salario desesperadamente bajo. La mayor parte de las mujeres ganan menos de 1,50 dólares por día de trabajo (entendiendo la jornada laboral como 15h o más de trabajo, es decir, apenas 10 centimos por hora). Pero se trata de unos ingresos vitales y tanto las mujeres como sus familias dependen de ellos.



La industria floral en Colombia. Para miles de mujeres de la industria floral, las flores no son tanto un símbolo de amor como

de explotación en masa. Es una cruel ironía que, en una industria que obtiene tantos beneficios del día de la madre, el despido inmediato por embarazo sea una práctica normal. Colombia es el segundo país exportador de flores, tan sólo por detrás de Holanda. El setenta por ciento de los trabajadores del sector son mujeres empleadas con contratos temporales que a menudo son sólo verbales. Como media en un día normal, una mujer coge alrededor de 400 claveles. Ese número puede doblarse durante periodos de temporada alta, por ejemplo, el periodo previo al día de San Valentín o al día de la madre. Las flores recogidas por ella en un día alcanzarán en los comercios minoristas de EE.UU. y Europa un valor de hasta 800 dólares. Pero ella ganará un salario inferior a

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2 dólares por día. Y la situación empeora. Los estudios médicos muestran que dos tercios de las trabajadoras del sector floral en Colombia sufren problemas asociados a la exposición a pesticidas, desde náuseas hasta abortos.



El café en Uganda. Casi todas las familias de muchos pueblos de Uganda dependen de la venta de su café para

obtener ingresos. Sin embargo, de cada euro que pagamos por el café de distribuido por una multinacional, al campesino sólo le llega 10 ó 12 céntimos (en cambio, con el café solidario, de cada euro gastado por el consumidor le llegan 42 céntimos al productor). Además, con la caída de los precios mundiales a niveles mínimos sin precedentes, muchos pequeños productores están abandonando su cosecha al no poder acometer los gastos mínimos para el cultivo. Y mientras tanto, las empresas multinacionales que ponen el café en los estantes de nuestros supermercados pagan a los productores cada vez menos, mientras nosotros, como consumidores, seguimos pagando lo mismo.



Zapatos y textiles en Camboya. Phnom Penth, capital de Camboya y cuna de la industria de la confección del país que genera

más del 90% de las exportaciones totales de Camboya y suministra prendas de vestir y zapatos a las grandes tiendas de Europa y de los Estados Unidos. La producción es eficaz: las corporaciones transnacionales envían sus pedidos a agentes de Hong Kong o de otros centros de comercio. Desde aquí, los pedidos se redirigen a subcontratistas situados en Camboya, o en Indonesia, Pakistán, China, Vietnam o en cualquier otro lugar en el que sea posible encontrar el único recurso crucial: el trabajo de personas pobres, en especial mujeres. "No percibimos el salario mínimo estipulado por la ley. Si nos tomamos un día libre, nos recortan el salario y si estamos enfermas, también nos recortan el salario; nos lo recortan incluso cuando se rompe una aguja. Si te niegas a hacer horas extras, toman tu huella y si te niegas tres veces, te despiden. Normalmente, tenemos que hacer dos horas extras de forma obligatoria, pero si hay mucho trabajo hacemos cuatro o cinco horas extra. Trabajamos los siete días de la semana. Transcurridas tres semanas, tenemos un domingo libre. Es muy duro”.

13.

EL COMERCIO JUSTO. Como consumidores no debemos mantenernos ajenos a estos problemas. Una creciente parte

de los productos que consumimos procede de países donde los derechos laborales no están asegurados para todos: el chocolate de Ghana; el café de Colombia; los plátanos de Costa Rica; la camiseta de China; los zapatos de Marruecos; el jersey de Bangladesh... Nuestro consumo es un producto de la globalización. El problema surge cuando los derechos de los trabajadores, campesinos y productores no son respetados, y las personas y sus familias viven en condiciones

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precarias que no aceptaríamos en nuestro país. Como consumidores responsables no queremos que nuestro consumo contribuya a la pobreza y debemos buscar alternativas económicas solidarias para el bienestar de todas las personas. El Comercio justo es una alternativa viable para una creciente gama de productos. Los productos de comercio justo son los que aseguran que los productores de los países pobres que los han hecho han cobrado un salario digno, que se han cumplido sus derechos como trabajadores, que se ha fomentado el acceso de las mujeres al trabajo y se ha respetado el medio ambiente en su producción. Estos artículos están presentes en más de 1.000 puntos de venta de los supermercados de toda España, así como en las tiendas de Intermon Oxfam y pequeñas cooperativas especializadas en estos productos. En España, las ventas de estos productos subieron en 2005 a 13,8 millones de euros, más del doble que en 2000, según datos de Setem. Una de las críticas que se le hace a esta oferta es que suele ser más cara. Sin embargo, este sobreprecio es algo inevitable hoy en día en la comercialización de productos de comercio justo. Para que el productor reciba un incremento en los beneficios; para asegurar que el producto se ha conseguido en condiciones dignas y protegiendo además el medio ambiente, es necesario un sobrecosto en el precio de dicho producto, al que no puede hacer frente la Asociación de Comercio Justo. Esto es así debido a que todos los “beneficios” obtenidos por la reducción de gastos al evitar la mediación de multinacionales e intermediarios explotadores, son reinvertidos por la asociación de comercio justo para campañas de publicidad; para el apoyo en el desarrollo de cooperativas y acciones de formación en los países-origen; y finalmente, para la creación de tiendas en los países-destino, que debido a la competencia y al bajo volumen de ventas son costosas y a menudo están atendidas por voluntarios. En consecuencia, el sobrecosto en la comercialización de productos de comercio justo debe ser asumido por los consumidores, que poco a poco consideran el medio ambiente y las condiciones justas de trabajo como un valor añadido por el que merece la pena pagar. En la medida en que estos productos se extiendan en el mercado, sean apoyados por los gobiernos y se reduzca la competencia desleal, es evidente que el precio de estos artículos tenderá a bajar. De hecho, en productos como el café el incremento es sólo del 5-10%. Además, si somos capaces de pagar más por los productos “delicatessen”, ¿cómo no hacerlo con éstos, de carácter artesanal y de muy alta calidad en todos los sentidos, y que comparados con aquellos son incluso más baratos? Como resumen, podemos decir que los criterios que avalan el comercio justo son:



Reducción de la cadena de intermediarios.



Pago de un precio justo por un producto de calidad.



Condiciones laborales dignas, sin explotación ni discriminación por sexo, raza, o religión.



Relaciones comerciales a largo plazo.



Pago por adelantado de la mercancía (hasta un 60 %).



Inversión de los beneficios en el desarrollo de la comunidad.



Respeto al medio ambiente.

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