CONSECUENCIAS DE LA PÉRDIDA DEL SUELO
Pérdida de elementos nutrientes (N, P, S, K, Ca, Mg...). Puede ser de manera directa, bien al ser eliminados por las aguas que se infiltran en el suelo o bien por erosión a través de las aguas de escorrentía, o de una forma indirecta, por erosión de los materiales que los contienen o que podrían fijarlos. Modificación de las propiedades fisicoquímicas: acidificación, desbasificación y bloqueo de los oligoelementos que quedan en posición no disponible. Deterioro de la estructura. La compactación del suelo produce una disminución de la porosidad, que origina una reducción del drenaje y una pérdida de la estabilidad: como consecuencia se produce un encostramiento superficial y por tanto aumenta la escorrentía. Disminución de la capacidad de retención de agua: por degradación de la estructura o por pérdida de suelo. Esta consecuencia es especialmente importante para los suelos andaluces sometidos a escasas precipitaciones anuales. Pérdida física de materiales: erosión selectiva (parcial, de los constituyentes más lábiles, como los limos) o masiva (pérdida de la capa superficial del suelo, o en los casos extremos de la totalidad del suelo). Incremento de la toxicidad. Al modificarse las propiedades del suelo se produce una liberación de sustancias nocivas. En definitiva, se produce un empeoramiento de las propiedades del suelo y una disminución de la masa de suelo. Estos efectos tienen dos consecuencias generales: a corto plazo, disminución de la producción y aumento de los gastos de explotación (cada vez el suelo necesita mayor cantidad de abonos y cada vez produce menos). A largo plazo: infertilidad total, abandono, desertización del territorio.
CÓMO EVITAR LA PÉRDIDA DE LOS SUELOS Cuando se destruye el suelo, el proceso natural de recuperación es muy lento y si se trata de acelerarlo muy costoso, por lo que la prevención es la mejor herramienta. En cualquier caso, existen una serie de medidas que pueden realizarse tanto en la prevención como en la recuperación de suelos degradados:
Planificar adecuadamente el uso del suelo, manteniendo el resto del territorio lo más inalterado posible para no acelerar su degradación. Prevenir el avance de la erosión y el deterioro de la vegetación. Realizar actividades agrícolas respetuosas con el medio ambiente y conservar el suelo potencialmente agrícola. Utilizar sistemas de riego que eviten los peligros de sedimentación y salinización. Luchar contra la sequía, desarrollando variedades de vegetales resistentes o mejorando los pronósticos de sequía a largo plazo y sistemas de alerta. Conservar los bosques y reforestar, especialmente en aquellos lugares con problemas de erosión. Evitar la contaminación de los suelos y en su caso, llevar a cabo prácticas de tratamiento de residuos efectivos.