CONFABULACIONES : RELATOS PARA ARMAR Ángel Luis Pérez Villén Con alivio, con humillación, con terror, comprendió que él también era una apariencia, que otro estaba soñándolo. J.L. Borges 1 Mucho antes de llevar nuestra idea a la práctica sabíamos que el posado de los tigres planteaba un doble problema, sentimental y moral. J. Cortázar 2 Confabulaciones pretende dar cuenta de los procesos que cursan en torno a la creación de realidades otras, evidenciar las tramas discursivas y/o narrativas en las que la realidad se presta a su evidente ficcionalización. Y no se trata de la consabida plusvalía de la representación, de la impagable huella que toda aproximación al contexto deriva en una realidad otra, de la necesaria relectura y/o interpretación que de dicha realidad se le exige al creador; más bien se trata de la clausura de cualquier posible acercamiento a la verosimilitud mediante el empleo de recursos que implosionan dicha credibilidad por su perfil fantástico, extravagante, histriónico, cotidiano incluso. Lo cierto es que para los artistas que participan en Confabulaciones la comunicación con el público no es tanto un objetivo a conseguir como el punto de partida sobre el que comienza a desplegarse su obra. A partir de aquí se buscará su complicidad, incluso a sabiendas de que se le inocula con la sospecha de un simulacro que vendrá a poner en tela de juicio su competencia lectora.
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“Las ruinas circulares”, en El jardín de senderos que se bifurcan. “Los posatigres”, en Ocupaciones raras.
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Se podría decir que lo que cohesiona la exposición no es sólo la tendencia a la ficción, a la invención de realidades circundantes, la representación cómica de los figurantes del circo del arte, la denuncia de la desidia y la impotencia alojadas bajo la piel de la extrañeza de una identidad que no acaba de hacerse con el control del cuerpo y el género asignados, la exhibición monstruosa de la impudicia como un fetiche autobiográfico, la deriva de la trama entre la tangible obviedad de la invención y la incierta paradoja de la realidad, el deambular de las imágenes a la búsqueda de un referente narrativo cuando se las libera del canon de los media y el pacto social, la estetización del acontecer cotidiano y su inexplicable conversión en icono popular, el concurso de lo absurdo, lo caótico, lo grotesco e incluso la abyección como síntomas de lo cotidiano – siendo todo ello cierto y constatable mediante el análisis pormenorizado de las obras que integran Confabulaciones ‐ sino el sesgo de afectación que cada una de las historias, proposiciones, ficciones, posee. Y al hablar de afectación no nos referimos tanto a la truculencia y el exceso semántico de las tramas, como al grado de sofisticación, amaneramiento o complejidad que éstas manifiestan en la construcción del discurso. Dicho con otras palabras : Ángeles Agrela, Manolo Bautista, Nieves Galiot, Chema Lumbreras, Enrique Marty, Carlos Pazos, Liliana Porter y Matías Sánchez ‐ artistas de Confabulaciones ‐ no se contentan con la invención de una realidad otra, superpuesta y encajada entre la contingente de nuestra experiencia y la supuesta en la propia ficción que se nos sugiere. Suelen ir más allá, no solo fabulan, crean, inventan o recrean una serie de situaciones posibles, verosímiles o increíbles... Activan el descreimiento porque, una vez nos atrapan entre los pliegues de sus historias, fomentan la discrepancia respecto a ellas, las siembran de despropósitos, incluso tienden a reventarlas allí mismo donde se produce la primera aproximación. El relato que suministran no se conforma como una proposición narrativa tradicional, todo lo contrario. No es fácil seguir la secuencia y mucho menos atrapar el sentido, entre otras cosas porque aquélla se cortocircuita a menudo y éste se reviste de facetas rizomáticas que lo hacen inalcanzable. En definitiva, que en ocasiones los obstáculos vienen de la mano de las sucesivas simulaciones, impostaciones y apropiaciones de realidades otras, pero también son habituales los recursos que pespuntean las historias, 2
desplazan o incluso dispersan sus elementos, suspenden, ocluyen o invierten el discurso. Algunas historias que se relatan en Confabulaciones participan de la estructura de las fábulas pero no llegan a asumir sus elementos esenciales. De ahí la razón del título y su ascendencia plural, abierta y cómplice. Resulta obvio que se trata de una exploración parcial y sesgada, que no pretende ni postular ni mucho menos ceñir la construcción de realidades en torno a una estructura fabulada. Cada artista propone una lectura de la realidad a partir de elementos significativos de su vida, trabajo y trayectoria y es posible que coincidan en temáticas y desarrollos, pero en última instancia vienen a representar una pluralidad de opciones que hemos hecho coincidir en la exposición. El propósito no es otro que el de evidenciar algunos de los modos de trabajar en torno a la realidad que cursan en la creación artística contemporánea. También hay que insistir en la complicidad. Hablamos de coincidir en un proyecto concreto y en un espacio de exhibición y articulación discursiva ‐ una exposición y las tramas de sentido que la justifican – de ahí que nos decantemos por la plusvalía que siempre genera una actitud cómplice. Si a fin de cuentas todo se resuelve en una experiencia, ya sea sensorial o intelectual, Confabulaciones nos brinda la oportunidad de desvelar las complicidades que se trenzan en exclusiva para esta ocasión, las que hemos advertido y propiciado entre las obras y sus autores ‐ que se ofrecen desde este texto y el propio montaje de la muestra ‐ pero no se deben descartar aquellas otras 3 , inesperadas y que sólo se activan mediante la implicación del público. Por más que algunos de los artistas que participan en Confabulaciones utilicen a menudo la impronta iconográfica animal – es el caso de Bautista, Galiot, Pazos, Porter y Sánchez, e incluso hay quien podría decirse que se apropia de la estructura de la fábula para explorar otros sentidos (Lumbreras) ‐ no es la intención de la exposición calibrar la potencialidad del relato fabulado para alojar como huésped una práctica artística determinada, necesitada de sus valencias simbólicas y metafóricas. Los
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“Era la hora en que las formas, en la cocina, oscurecían y florecían las voces. Ellas hablaban despacio y sus voces se abrían como flores, si los sonidos pueden parecer flores y las voces florecer”. Carson McCullers : “Frankie y la boda”, en El aliento del cielo. Editorial Seix Barral, Barcelona, 2007. Pág. 494.
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animales de Manolo Bautista parecen no comportarse de acuerdo con un plan preconcebido por su autor, no responden a exigencias simbólicas ni alegorías, no son actores de ninguna fábula en particular, son más bien las víctimas de una situación de orfandad, resultante de una nueva condición ¿mutante? Nieves Galiot también se apoya en la figuración animal, mejor diríamos orgánica, en su caso para construir alegorías sobre la condición femenina y su devenir en el siglo XXI. Carlos Pazos no otorga ninguna valencia semántica a sus animales, sólo las que le vienen adjudicadas por su origen contextual y cultural. Algo similar sucede con los de Liliana Porter, presos como los demás personajes de sus obras de esa familiar extrañeza que les hace comportarse como humanos. Los de Matías Sánchez no tienen más que el rango de figurantes en las truculentas historias triviales que nos relata su pintura. Chema Lumbreras es el único que trabaja con animales y fábulas, pero de ello hablaremos en su momento. Más que una apropiación de la fábula lo que se opera en los procesos de creación que convergen en Confabulaciones es la idea de fabular las representaciones de lo real. En dicho tránsito el concurso de la ficción es tan palmario que no necesita coartada, tampoco la tentación de urdir el tema mediante retazos de realidad incardinados en la reconstrucción que de ella se hace desde la más absoluta invención, combinando verosimilitud y simulación hasta hacernos confundir realidad y fantasía. El resultado es pura visión, la certeza paranoica de que lo real no es una dimensión estrictamente ordinaria o natural, sino la escena donde se proyectan, sin posibilidad de disociarse, lo tangible y lo fantástico. Hablamos de la posibilidad de que el tiempo se pliegue bajo los requerimientos de nuestra mente, que se contraiga o expanda a nuestro antojo, como sucede con las ensoñaciones que tiene el joven Tamura, protagonista de la última novela de Murakami 4 . Una sensación de extrañeza, la impresión de que la experiencia termina por constituirse como una suerte de prótesis de la visión y esta en el único parámetro para entender la realidad. A partir de aquí todo es posible, hasta el punto de que lo real ‐ sin aditamentos ni necesidad de 4
“Toda ella es demasiado perfecta para ser real. Parece salida de un sueño. Su belleza pura me provoca un sentimiento de tristeza. Un sentimiento muy natural. Pero, por más natural que sea, es una sensación que nada normal y corriente podría despertar.” Haruki Murakami : Kafka en la orilla. Tusquets Editores, Barcelona, 2006. Pág. 276.
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alegorizar y con la más absoluta desconfianza por todo aquello que pueda estar sucediendo más allá de la pura visión 5 ‐ llegue a causar un efecto de extrema rareza, de miedo o incluso terror 6 . Es en el territorio de lo cotidiano donde la emergencia de lo monstruoso adquiere su eco más excelso. Un aspecto de la existencia que desde la primitiva modernidad ha sido glosado por pensadores y artistas y que no podía faltar en estas Confabulaciones de lo real. Este es el ámbito por excelencia de la obra de Enrique Marty, aunque también podemos hallar ecos amortiguados o mutados en las de Manolo Bautista, Nieves Galiot y Matías Sánchez ‐ menos en este último porque la truculencia de la propia realidad donde fija su atención llega a ocluir y deformar lo cotidiano hasta presentarlo como algo monstruoso – mucho menos en las de Carlos Pazos y Liliana Porter y prácticamente nada en la de Chema Lumbreras. La obra de Ángeles Agrela representa un caso muy especial en este sentido, porque sin renunciar a la reelaboración de lo fantástico franquea el abismo monstruoso de lo sublime para situarse en el extremo opuesto y erigir la proyección de un alter ego – otra clase de monstruo ‐ con el que abordar el relato de la condición heroica del artista. Muy pronto retomaremos este relato que sin embargo nos sirve ahora para introducirnos en la tendencia a la autobiografía y el desdoblamiento que manifiestan algunos artistas de la exposición. En realidad se trata de un fenómeno que afecta a varios campos de la creación, en particular a la literatura y el cine ‐ además del arte ‐ y que ni mucho menos es nuevo, por más que en la actualidad esté convirtiéndose casi en una tendencia. Es difícil, quiero decir extraño, que se presente por separado, que el recurso de la autoficción no venga acompañado de la figura desdoblada del autor como una proyección figurada en el relato 7 . Es la transferencia de la identidad a otro contexto 5
“Una gota de agua sube los peldaños de la escalera”. Dino Buzzati : Sesenta relatos. Editorial Acantilado, Barcelona, 2006. Pág. 185 6 “Todos los gritos de placer y de horror y de salvación siguen encerrados y sofocados dentro de estas paredes de cemento. Todavía arrancando ecos, entre nosotros”. Chuck Palahniuk : Fantasmas. Editorial Mondadori, Barcelona, 2006. Pág. 195. 7 “En ocasiones él imaginaba su relación con Teresa como una historia vivida por otro”. Julián Rodríguez : “Lo improbable”, en Lo improbable y otras novelas. DeBols!llo, Barcelona, 2007. Pág. 75.
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que no es el habitual de origen, su contaminación por la ficción, lo que trae consigo que el artista pueda abordar la reconstrucción de su historia personal, asumir situaciones e identidades que no son las suyas. Así se llega a rescatar lo cotidiano para situarlo bajo el foco de la creación, se arriba a esa otra realidad, invisible pero con una fuerza de convicción tremenda para erigirse en tangible y ya está. O quizás el proceso sea el inverso : rescatar fragmentos de realidad tangible – a ser posible con el estigma de lo autobiográfico ‐ y transmutarlos en relatos de ficción con sólo acercar un poco más la lente, cambiar el atrezzo y encuadrar la escena con la iluminación precisa 8 . Aquí podemos contextualizar sin ninguna duda algunos aspectos de las obras que se exhibe en Confabulaciones, en particular la de Agrela, Lumbreras, Pazos y Sánchez. Incluso sería posible rastrear algún que otro sesgo mitomaníaco que pudiese inducir a considerarlas como auténticas creaciones de fábula, en mayor o menor medida centradas en redefinir – a partir de la licencia alegórica – el papel del artista. Sin embargo y aunque no estemos en disposición de generalizar, podríamos asegurar que aunque ninguno de los artistas convocados en la exposición se atreviese a moralizar a partir de su obra, sí que podría leerse en algunas de las propuestas que aquí se dan cita algún que otro escorzo moral. Sería, en caso de que así fuese, otro reclamo de fábula. Pero sobre esto no vamos a hablar, ni ahora ni después, mejor dejarlo en manos de la complicidad del público. Que sea éste quien observe, compruebe y opine sobre el compromiso moral de las obras que aquí se dan cita para confabular sobre las representaciones de la realidad. Ángeles Agrela lleva años trabajando con máscaras y camuflajes, podría decirse que casi desde el inicio de su trayectoria. Desde entonces, también, se ha planteado su obra como la herramienta idónea para investigar cuestiones relacionadas con la identidad. Qué caracteriza el proceso de la pintura frente a otros procesos artísticos, cómo se construye el imaginario femenino, cuál es el papel del artista. Cuestiones que nos asaltan sin previo aviso y que su autora se presta a abordar sin rodeos. Si la
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“Hablo y escribo sobre la persona que fui con la misma interesada desconfianza que otros dedican a las cerraduras de sus microscopios para magnificar lo invisible y cotidiano”. Rodrigo Fresán : Vidas de santos. DeBols!llo, Barcelona, 2007. Pág. 77.
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representación es el territorio soberano de la pintura y sus procedimientos asociados, a diferencia de la escultura que parece decantarse por las cualidades sensoriales del objeto o de la fotografía que prefiere la ficcionalización de lo verosímil, si la identidad femenina es un proceso abierto, es decir, en construcción y permeable, el papel del artista no es otro que el del héroe impagable del comic. Hasta aquí se llega después de rebasar los ámbitos disciplinares y orillar la acción como crisol de una serie de procedimientos artísticos que le conducen a asumir la ficción, la simulación y el desdoblamiento, pero también son las plusvalías propias del camuflaje, así como la garantía de que la condición identitaria responderá a las necesidades del relato 9 . Los hitos del itinerario comienzan con los primeros camuflajes en los que la mujer desaparecía entre los pliegues del entorno natural y/o social, después llegó el atrezzo propio de lo femenino entendido como sexo y después como género, más tarde las figuras revestidas del poder que otorga el esfuerzo y la dedicación – el culturismo como camuflaje de la identidad – y de aquí se llegó hasta los héroes. En este contexto surge La Elegida, una amplia serie de obras que comparten la pintura y la fotografía y con la que Agrela proyecta su visión del artista como un héroe de una tira de comic, asumiendo el perfil habitual de este tipo de personajes. La vestimenta y la actitud de las figuras nos hablan de un mito moderno, mejor diríamos posmoderno, que es capaz de enfrentarse – entre arrogante, antagonista y marginado – ante cualquier enemigo que se le ponga por delante. Quizá la heroína, siempre enmascarada y con una gallardía que se transmite en cada detalle de la representación, sea la culminación lógica de la luchadora, del personaje de ficción curtido en la penitencia cotidiana de una elección que se sabe difícil. Pero lo que se deriva de esta figuración, en la que la heroína es un alter ego de la artista, es una crítica abierta al habitat en que se mueve dicho personaje. De hecho la serie de fotografías que mantiene el mismo título 10 se apropia de la estética del comic hasta el punto de adoptar la apariencia de una portada de revista, donde se inscriben lemas que ironizan sobre temas artísticos. Poder, serie que comparte la fotografía y el vídeo, 9
Fernando Castro Flórez se refiere al juego de la identidad que practica Ángeles Agrela y que puede rastrease en buena parte de su obra. “Wanted. [Pesquisas realizadas con la ayuda de la “máquina de la verdad” y otros diccionarios]”, en Entrevista, Galería Magda Bellotti, Madrid, 2007. Pág. 31. 10 Ángeles Agrela. La Elegida. Sala Siglo XXI, Museo de Huelva y Sala Rivadavia, Cádiz. 2006.
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vuelve a incidir sobre esta temática. La heroína vuelve a mostrar sus valencias, la fuerza visionaria para transformar la representación de la realidad, los avatares de su empeño y la consecuencia de ello, su obra. Pero también “el tremendo extrañamiento que se siente a veces, a pesar de todo, cuando se contempla. No muy distinto de lo que se puede llegar a sentir con la propia biografía” 11 . Hubo un tiempo en que la fotografía de Manolo Bautista mostraba un similar interés al que el vídeo, en su etapa histórica, trazaba en torno a si mismo. Ese sesgo endogámico, esa factura experimental por indagar en lo que de específico tenía el medio y que comenzó evidenciando lo más característico del nuevo repertorio tecnológico, es el que ‐ trasladado a la fotografía digital – creemos reconocer en las obras primeras de Bautista. Entonces lo esencial no era tanto evidenciar el recurso de la digitalización de la imagen como enturbiar la representación mediante una tipología figurativa, una textura e iluminación propias de lo sintético y lo más artificiosas posibles. Se decidió por reutilizar algunas de las escenas de la historia del arte con el concurso de elementos clónicos que remitían a la iconografía popular. El artificio estaba conjurado con la excelsa pulcritud de lo digital, la violencia mediatizada por una estética pop de comic retrofuturista y la realidad sin dejarse ver. No tardó en aparecer, si bien en sucesivas entregas lo fue haciendo sin desprenderse del todo de esa adherencia fantástica e imposible. Algunas de las imágenes que participan en esta exposición tienen ese aura de hiperrealidad que nos pone sobre aviso de la compleja sintaxis de la que se sirve su autor para construirlas. Porque en el caso de su obra, las apariencias siempre engañan, lo más elemental y/o natural es fruto de un arduo proceso de sofisticación, mientras que la máscara que ocluye o disfraza termina siendo lo más auténtico de la representación. Obras que retratan el espectáculo banal de toda experiencia, que testifican la faz agónica de la sociedad globalizada y en las que tanto la naturaleza como la identidad comunitaria quedan mancilladas por la presencia inquietante de símbolos procedentes de otro contexto 12 .
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Notas de Ángeles Agrela acompañando el vídeo Poder. A. L. Pérez Villén : “Crónicas de excepción, apuntes para una nueva era”. The New Era, Galería Siboney, Santander, 2006. 12
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Y no es tanto una estrategia de descontextualización a la manera clásica como se hacía en los años del surrealismo, como incluso se hacía a finales del siglo pasado. Ahora la virtualidad, la fotografía construida, la hiperrealización de la realidad más tangible opera con otros parámetros y no se detiene en si los elementos descontextualizados guardan algún tipo de familiaridad con el resto de la escena para que se logre mejor el efecto, directamente se inserta el polizón para hacer explícito no tanto el mecanismo de construcción de realidad como la invalidación testimonial de toda representación que emplee registros verosímiles de la realidad 13 . De esta suerte su obra nos remite a una realidad otra, quizá de similar consistencia a la habitual y con moradores y situaciones que nos resultarían familiares si no fuese por algunos detalles perturbadores. Quizá se trate del cambio de escala que soportan algunas figuras, de la extraña impudicia de la que hacen gala sin que por ello podamos atrapar el sentido de sus acciones, de la representación fuera de escena – esa otra oclusión del motivo – o de la perniciosa paradoja que no cesa de interferir en lo que debería ser una lectura proverbial de la representación. Si este es el ámbito referencial de la obra fotográfica de la que nos servimos en la exposición, contexto en el que no están exentos ni el humor ni la ironía, también es válido para su vídeo con sólo implementar dichos ingredientes y añadir los juegos de palabras, el sampleado de las imágenes y la alteración de la secuencia narrativa. No hay más que dejarse llevar, experimentar los efectos de la mutación y caer rendidos ante la inminencia de experimentar la realidad desde otros parámetros. Todo o casi todo en la obra de Nieves Galiot nos habla de su condición de mujer. Y nada o casi nada de lo que en aquélla podamos encontrar remite al canon de lo que se entiende como un trabajo de corte feminista. La razón es que su autora se niega a plegarse a los trazos gruesos de un discurso que lejos de liberar constriñe a la persona, prefiere navegar en una aparente paradoja que no es más que la consecuencia de su decisión de deconstruir el imaginario femenino. Sin bajar la guardia del empeño analítico ni la militancia del disidente y centrándose en una micropolítica del cuerpo, su trabajo describe círculos concéntricos en torno a la disección de las 13
Óscar Fernández : “Suspensión de la incredulidad”. Salvaje, Sala Capitulares, Ayuntamiento de Córdoba, 2006.
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relaciones humanas 14 . A partir de la imagen de la mujer y de los avatares de la pareja su obra documenta todo un inventario de penitencias, arrebatos, elusiones, consignas, intimidaciones, misoginias y demás declinaciones que, además de la convicción irónica de su autora, vienen a constatar la retroalimentación masculinizada que del universo femenino se ha propiciado social y secularmente y aún protagonizan los media. Otra cualidad de su trabajo es que se decanta por las distancias cortas, por atrapar la atención desde la intensidad y lucidez de unas proposiciones que sin dejar de sorprender renuncian al espectáculo por la seducción. Aunque se formó en el ámbito de la estampación, su actual gama de registros disciplinares es muy amplia y siempre a la medida de una obra que funciona como un dispositivo de producción de sentido. A ello ayudan la ilustración decimonónica, el comic y la publicidad pero lo verdaderamente crucial es la resemantización de los procesos asociados tradicionalmente a la mujer y a su condición doméstica, artesanal o servil, adquiriendo en su caso un signo identitario. Esta paradoja, que bucea en las historias relatadas desde la intimidad y privacidad de los camafeos, que mide la temperatura lírica de los enamorados, que hilvana y tatúa la piel de una cruenta belleza, que apuesta por el culturismo del corazón y se presta a obsequiarse con las mieles de la realeza – Trátame como a una reina ‐ esta tremenda alegoría sobre la imagen de la mujer, sobre las relaciones personales y las apariencias viene confabulando últimamente en torno a una suerte de vanitas neobarroca. Las alusiones a la fugacidad de la vida se inscriben en un contexto de obra que continua tramando relatos de pasión 15 . En la narración de las historias que pudiesen urdir los avatares de esta pasión por la vida en la que se haya inmersa la serie Sit tibi terra levis 16 , vuelven a estar presentes algunas de las figuras habituales de su producción anterior, fundamentalmente animales que experimentan mutaciones de su morfología, como son las mariposas y las libélulas. Sustituyen a los conejos y como 14
Jesús Alcaide : “Apariencias, bisturí y muñecas recortables”, en Nieves Galiot. Anatomías de la apariencia. Sala Puertanueva, Córdoba, 2004. 15 “Tanto la quiso que su amor hubiera podido levantar la tapa de su féretro, si la flor que ella le había puesto encima no hubiera sido tan pesada”. Paul Celan : “Contraluz”, en Obras completas. Editorial Trotta, Madrid, 2002. Pág. 477. 16 Inscripción en latín que acompaña los enterramientos romanos y cuya traducción más común sería : que la tierra te sea leve.
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ellos fueron bordadas simulando su paulatina disolución identitaria – siguiendo la pauta de Ladyshave ‐ y ahora están dibujadas como si de una ilustración biológica se tratase. Con dichos insectos – alter ego de una misma identidad bajo la mudable apariencia – Galiot compone un inquietante ciclo, dibujando el perfil dominante de una relación, señalando la belleza convulsa del cuerpo, la irremediable y descarnada experiencia de lo cotidiano, la trampa del bienestar, los ecos y licencias de la memoria y la promisión de la levedad como el mejor equipaje con el que abordar la historia de la vida.
Aunque ya se dijo en su momento que la pintura era una cosa mental ‐ cuando
no necesitaba de defensa ni justificación alguna ‐ debo reconocer que algunos artistas me han parecido siempre pintores conceptuales. Uno de ellos es Chema Lumbreras y no por su vinculación con Málaga, donde hace unos años se hablaba de la posibilidad de perfilar una querencia común en torno a una serie de autores con un marcado bagaje cultista y conceptista 17 . La razón estriba, como le sucede a otros artistas ‐ también pintores conceptuales – en que su obra se centra en cuestionar la competencia de la disciplina para otro fin que no sea alojar, urdido en su trama plástica, el protagonismo de una idea. Por ello su pintura, como después hará la escultura, se caracteriza desde el principio por una vigorosa austeridad que concentra todos los impulsos en dar forma y transmitir un determinado propósito, incluso el de la más absoluta incertidumbre acerca de la funcionalidad de lo representado. Porque no siempre se trata de comunicar ideas, certezas y propuestas, a veces también es conveniente dejar fluir las imágenes, permitir la emergencia de escenas que irrumpen con fuerza aun sin glosa. La impresión que causa su obra es la de ser una invitación a entrar en nosotros mismos, de ahí su carácter ensimismado y ese halo de abatimiento que se cierne sobre la representación a la espera de que se colmaten posibles sentidos. Con todo la suya es una obra destinada a persistir en la memoria, es muy posible que más por su apego a la extrañeza 18 que por la dificultad de su lectura.
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Asumimos conscientes el nexo entre cultismo y conceptismo ‐ que en origen remite a las célebres corrientes enfrentadas de la poesía del siglo de oro español y que, Menéndez Pidal entre otros, no entiende tan descaminado – para vincular las afinidades electivas de una serie de autores andaluces. 18 Iván de la Torre Amerighi : “Conceptos filosóficos, espaciales e irónicos en la obra de Chema Lumbreras”, en Chema Lumbreras, CAC Málaga. 2005.
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El hecho de servirse de las tramas de las fábulas es un recurso al que ya nos
hemos referido y que vendría a facilitar la comunicación con el público, además los temas que desarrolla su obra – la infancia, la muerte, la celeridad de la vida 19 ‐ son lo suficientemente explícitos y usuales como para necesitar de traducción alguna. Y sin embargo... no las tenemos todas consigo. Para empezar Lumbreras se mete bajo la piel del lobo que arremete contra los tres cerditos, adoptando un papel – el del artista en este caso – que no baja la guardia a la hora de apuntar hacia el papanatismo y la codicia del ser humano. Por otra parte las ratas no solamente remiten a la muerte como horizonte último del ser humano sino también a su presente mediatizado por las restricciones de la libertad y el control de la información que imponen los media. En cualquier caso estamos hablando de invertir el sentido canónico de los relatos fabulados gracias a la alegoría, a la que habremos de añadir otros recursos ‐ el lenguaje cinematográfico, la ilustración de los relatos infantiles y el comic – y la ironía y la disidencia confesas del artista. Ya no se trata sólo de conferir condición humana a los animales sino de hacerlos partícipes de sus miedos y fantasmas, desplazando los roles tradicionales y cuestionando valores para arribar a otra realidad en la que vuelven a la superficie ‐ líquidas y transparentes, como si se tratase de un espejismo 20 ‐ aquellas imágenes de la infancia que se funden sobre negro con la tónica experiencia de la otredad.
El núcleo del que se nutre la obra de Enrique Marty es claramente el contexto
autobiográfico. En un primer momento fue su propia familia la que le sirvió de modelo para crear esa galería de monstruos domésticos con los que irrumpió en la escena artística española hace unos años. Una polaroid le sirve para documentar dicho contexto al que vuelve mediante una pintura de sumaria ejecución que testimonia la captura de la imagen y su carácter ilustrativo. En la actualidad el ámbito de partida se 19
Enrique Castaños Alés : “La infancia, el tiempo y la muerte”. Sur Digital. www.diariosur.es Los animales de Chema Lumbreras manifiestan la orfandad de quienes viven ensimismados, como le sucede al protagonista de La hoja plegada, de Willian Maxwell (Editorial Libros del Asteroide, Barcelona, 2007. Pág. 334) :”El desierto es el hogar natural no sólo de los árabes y los indios, sino también de la gente que no puede hablar cuando quiere hacerlo y de aquellos que (...) no tienen nada más que decir, gente que ha dejado de justificarse o explicarse, que ya no trata de explicar sus motivos ni sus acciones y que ha dejado de tener la esperanza de encontrar a alguien que les quiera y dé sentido a sus vidas”. 20
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ha expandido a los círculos afectivos y de relación del artista, ampliándose el registro disciplinar a la escultura, el vídeo, la instalación y la escenografía. No obstante su proyecto permanece fiel al origen, a su interés por evidenciar lo imprevisible de la experiencia de lo cotidiano, a causar asco y miedo a partes iguales, repulsión y terror. Marty trabaja con seres deformes que provienen del territorio doméstico ‐ familiar y afectivo – ese foco que Freud señaló como lo siniestro familiar, ese lugar en el que lo monstruoso se hace carne y emerge la lujuria de lo abyecto, donde impera la escatología de lo sublime. Vista la obra resulta obvio que a Marty le interesa rescatar los traumas de la infancia ‐ los complejos y culpas – y adobarlos con truculencia y morbosidad, con las perversiones del sadismo y el masoquismo, con la crueldad de las torturas, castigos y vejaciones. Todo un repertorio que nos remite en primer lugar a la historia del arte, pero también a las barracas de feria, a los realitys shows, al cine de serie B de terror (gore), aunque también a la estética perversa de autores como David Cronenberg o David Lynch 21 .
Pero si hablamos de cine es obligatorio referirnos a los Freaks de Tod Browning,
personajes nimbados por la exquisita singularidad de lo marginal; seres intensos, perversos y raros y a quienes podríamos emparentar – los de Browning, no los de Marty – con los de la España de Solana, lo cual es decir con lo que durante siglos se consideró como parte del acervo español, la torva negrura castiza, de la que sin duda participan los personajes que habitan la obra de Marty, contemporáneos de nuestro devenir y descendientes de los de Solana. Protagonizan una aproximación carnavalesca al entorno, representan una proposición amoral y pagana 22 , una visión de la realidad inmediata en la que más que el carácter autobiográfico que pudiera precipitarse, más incluso que la violación de la intimidad familiar, lo que los caracteriza es su disposición a participar en la representación de la instintiva extrañeza que se cobija a la sombra de lo doméstico 23 . Así se nos transmite en la serie de pinturas agrupadas en torno a Calle 21
Francisco Carpio : “Enrique Marty. La reina del aire y los monstruos”, Revista Lápiz, nº 172, Madrid, 2001. Págs. 18 ss. 22 Luis Francisco Pérez : ”Enrique Marty”, Revista Lápiz, nº: 181, Madrid, 2002. Pág. 91. 23 “Ahora, viéndose en el espejo, solamente encuentra una sórdida impostura, algo soterrado y obsceno, cuyo lugar propio queda más allá de las puertas cerradas con llave, más allá de las ventanas tapadas con las cortinas, donde hay hombres que se ponen pelucas y que desnudan sus traseros para ser azotados”. J. M. Coetzee : El maestro de Petersburgo. DeBols!llo, Barcelona, 2007. Pág. 83 s.
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Apocalipstick, creadas y exhibidas como si del reclamo publicitario de películas homóninas se tratase. Pinturas en las que hallamos la habitual galería de figurantes del artista y mediante los que confabula una suerte de relato‐ficción sobre la vida cotidiana de una familia media española : el padre monstruoso, la pareja de ancianos practicando amorosamente el tiro con arma de fuego, la niña con estigmas, la pelea que se promete sangrienta e incluso mortal, las proezas del infante halterofílico... Cualquier parecido con la realidad es cuestión de tiempo. Si me viese forzado a etiquetar con una sola palabra la obra de Carlos Pazos escogería espuria. Lo es en el sentido que imprime el mestizaje y por la dificultad a la hora de disociar sus ingredientes, incluso por la falta de nitidez para distinguir lo autobiográfico de la pura ficción. No es que su obra no sea autobiográfica, que lo es, sino que en su trabajo resulta muy difícil separar arte y vida. No es que su vida halle reflejo en su arte, que lo tiene, es la presunción de que su arte no puede separarse de lo que presuponemos acerca de su vida 24 . Uno y otra son sintomáticos de lo que se entiende por mitología individual 25 , un rasgo que podría atribuirse al resto de los artistas que participan en Confabulaciones, pero que en su caso reviste máxima intensidad. Pazos colecciona objetos encontrados y los reúne en un universo nuevo, distinto tanto del original como del previsible ayuntamiento que la adición pudiese comportar. Un procedimiento, el del collage, que por su faceta objetual nos remite a Schwitters ‐ puente entre el cubismo y el dadá – y que en su obra orilla además el surrealismo e incluso el pop, aunque en Pazos sea más prudente referirse a la estética del nuevo realismo europeo que al pop‐art. Se le suele asociar con la estética del silencio; es decir con toda una tradición que se postula a favor de la suspensión y/o la negación del sentido. En el caso de Pazos la suspensión se produce por acumulación, por aturdimiento de los referentes, por exceso y barroquismo de los referentes. Una estela en la que debemos citar a Duchamp y Warhol y en la que también tendría lugar Marcel Broodthaers 26 . Pero decir todo esto sobre la obra de Pazos sería imprudente
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“Nunca he podido separar la actitud ante la vida del artista y su souvenir”. Diario El País, Madrid, 17‐ III‐2007. 25 Manel Clot : “Carlos Pazos. El Arte, la vida misma”. Revista Lápiz, nº: 62, Madrid, 1989. Pág. 40 ss. 26 Martí Perán: “Pazos sin tregua”, en Carlos Pazos. No me digas nada. MACBA y MNCARS, Barcelona y Madrid, 2007. Pág. 214.
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amén de parcial si no se incluyese la referencia al arte conceptual en España, de cuyos orígenes forma parte a su pesar. Mucho más correcto y beneficioso para nuestra exposición es hablar de su querencia por la ambigüedad y la impostación, de su tendencia hacia lo abyecto, de la persistencia de la contradicción ‐ haciendo posible el falso lujo extremo y la más exquisita cutrez ‐ la emergencia catártica del absurdo y los principios activos de la hilaridad, el kistch – el gusto por el mal gusto – y el fetichismo, la música popular como reclamo de la memoria de la identidad, el desencanto, la melancolía y la depresión, el glamour y la ironía... Todo ello precipita una personalidad artística desdoblada entre “la perversidad soñada y el dulce recuerdo” 27 . Pazos se nos muestra como romántico empedernido, enganchado al pasado, imaginista y poeta 28 , cáustico y lírico, absolutamente dispuesto a permanecer en la discordia y el antagonismo si ello significa no sacrificar jamás su frívolo talante depresivo o bien residir en la periferia del discurso en lugar de habitar el lenguaje y desear su ascensión performativa. A cambio ensambla objetos, hilvana ambientes, escenografía la memoria, reconstruye atmósferas, elabora piezas climáticas... En su obra se aprecia también una clara inclinación por los juegos de lenguaje que se manifiesta en los títulos y los textos – ensayos, declaraciones y aforismos – que operan como si de objetos ensamblados se tratase 29 . De ahí la dificultad para interpretar las huellas de los dispositivos narrativos y la razón de que su obra permanezca expectante a la espera de la complicidad suficiente para permitirnos deambular en la superficie, sin posibilidad de abrirnos paso en la urdimbre fabulada de sus historias. Desde hace una década mantiene un proyecto creativo conjunto con el fotógrafo Luis Ros bajo la advocación de Mic y Mau. Formada en el campo de la estampación, Liliana Porter, artista argentina afincada desde los años 60 en Nueva York, feminista confesa, permanece fiel a las disciplinas si por ello entendemos hacer uso de ellas, ya que sus esculturas están
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Victoria Combalía : “Melancolía y castigo”. Diario El País, Madrid, 11‐XII‐1982. Francisco Calvo Serraller :”Carles Pazos, melancólico oropel del vidente”. Diario El País, Madrid, 10‐X‐ 1986. 29 Yvette Sánchez : “Batman entre las mariposas. Arte coleccionista o el riesgo de transgredir el orden”. Opus Cit. Pág. 257 ss. 28
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mediadas por la instalación, las pinturas por la escultura y la instalación por el dibujo. Sólo la fotografía permanece en su terreno, a no ser que reparemos en la composición y convengamos que se trata de escenificaciones y/o representaciones de esculturas instaladas. Y el vídeo corre la misma suerte. Uno de los referentes habituales de su trabajo es Borges, quizá en función de su tendencia a difuminar los límites entre realidad y ficción – mapa y territorio ‐ lo que se traduce en la dificultad de disociar representación y objeto, verosimilitud e impostación, original y copia, como reconoce ella misma 30 . Otro lugar común en la obra de Porter es Magritte; es decir, el surrealismo que pone en cuestión la percepción de la realidad y desordena la lectura de las cosas 31 . Se vale de objetos y figuras (juguetes y souvenirs) procedentes de la cultura de masas y que determinan un perfil kistch, logrado más por la pérdida de identidad – se trata de copias populares de representaciones que reproducen representaciones de imágenes – que por la degradación categórica del gusto 32 . En sus manos pasan a cobrar otro sentido, ya sea por la descontextualización operada, la ironía implícita en la elección de las figuras o su disposición. Lo cierto es que dichos objetos son resemantizados y con ellos, además de bucear en la niñez, toparse con la ternura – y la egoísta crueldad insana de los infantes – aborda un discurso sobre el poder, deconstruyendo el imaginario que éste ha creado en torno a la mujer y otros mitos seculares. En su obra se palpa un talante femenino que seguramente será la causa del “conceptualismo sensible” 33 con el que se le asocia. Una manera de operar que muestra el alcance de su singular trayectoria como artista latinoamericana en la escena neoyorkina, marcando la diferencia respecto a la performatividad del lenguaje del poder, allí donde se manifieste. Quizá por esta razón su trabajo se considere
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http://boladenieve.org.ar.s24364.gridserver.com/?q=vision/707 “Me interesa, en lo posible, volver simultáneos sentimientos o lógicas contrarias. Hacer converger cosas que no están supuestas a compartir el mismo espacio, ya sea éste el espacio físico, del tiempo, de las ideas o de la razón”. 31 “Por más que estudiamos las obras, lo que ofrecen es la experiencia de la estupefacción”. Fernando Castro Flórez :”La cuerda de los muñecos”. ABCD de las Artes, Diario ABC, Madrid, junio 2007. 32 Gerardo Mosquera :”Liliana Porter. Dándole la mano a Mickey”. Revista Lápiz, nº: 130, Madrid, 1997. Págs. 73 ss. 33 Laura Batkis :”Objeto y concepto. Entrevista a Liliana Porter”. Revista Lápiz, nº: 201, Madrid, 2004. Pág. 26.
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también una práctica posmoderna de deconstrucción intuitiva 34 , en alusión directa a su querencia literaria antes que filosófica o conceptual. Sin embargo bajo la aparente e inocua ingenuidad se arma un discurso cuyo primer axioma se plantea ‐ frente al espejo ‐ su competencia como herramienta de análisis 35 , para pasar a continuación a erigirse como enunciación de la realidad 36 . Lo cierto es que su trabajo manifiesta una clara decisión de medirse en las distancias cortas, requiere del público la disposición a acercarse a la obra para comprobar los pormenores de la representación, todos aquellos detalles que de no mediar ese acercamiento quedarían sin efecto. Llegados hasta aquí no cuesta esfuerzo alguno comprobar cómo se establece un diálogo entre las figuras que comparten el espacio de la representación, del que carecemos de guión alguno que nos pueda sugerir el tema, tono y calado de la conversación. Sí se nos evidencian algunos trasuntos, entre los que podemos destacar el relato entrecortado sobre los desastres de la guerra y las empresas imposibles – estériles y enigmáticas – de sus series pictóricas To see red y To see blue, respectivamente. La lucha de sexos ‐ la violenta impunidad de otra guerra – y el absurdo de la existencia y los roles sociales, se nos antoja el currículo oculto de la serie de fotografías Jugar a eso, que muestra figuras de hombres y mujeres practicando deportes pero enzarzados en un litigio corporal. Matías Sánchez podría considerarse como un artista costumbrista en el sentido de que su obra testimonia cuestiones sociales que atañen a la vida actual y respecto a las cuales parece tomar partido desde una peculiar atalaya irónica y en ocasiones sarcástica. No hay medias tintas en su pintura, todo está mediado por el exceso, por una suerte de barroquismo formal y un horror vacui que, permítaseme la licencia, evoca la pintura matérica del informalismo; mejor dicho, del arte otro y el expresionismo abstracto, ya que las referencias en todo caso se situarían en el ámbito internacional más que en el nacional. Otra línea de trabajo – aunque no es nueva en su producción ha comenzado a detentar la obra sobre papel ‐ se decanta por los fondos casi monocromáticos, en los que la fuerza de la figura, construida mediante el trazo seguro del dibujo y la aplicación exacta de la mancha y el empastado de los fondos 34
Gerardo Mosquera. Opus cit. Fabián Lebenglik. www.pagina12.com.ar/diario/artes/index‐2003‐12‐10.html 36 Ana Tiscornia : “El vago azar o las precisas leyes: entrevista a Liliana Porter”. Revista Atlántica Internacional: Revista de arte y pensamiento, nº: 12, Gran Canaria, 1995‐1996 , Págs. 33‐36. 35
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precipitan una representación incluso elegante y estéticamente equilibrada. Y este comentario sería improcedente tiempo atrás en relación a su obra. Un elemento primordial de su plástica es la vinculación con la estética del graffiti y aquí deberíamos citar como referencia la pintura de J.M. Basquiat, incluso la de George Condo, fundamentalmente por el absoluto dominio del dibujo de que hacen gala sendos artistas y del que Sánchez puede sentirse copartícipe. También hay que recordar a Keith Haring, como no, al feísmo y la escatología de Ocampo y la rebeldía de Pettibon 37 , pero sobre todo a los expresionistas del primer tercio de siglo XX – Otto Dix, George Grosz... ‐ que denunciaron y rechazaron los atropellos de los totalitarismos, visionarios que hicieron desfilar ante su pintura, como ahora Sánchez, la parada de los monstruos, esa peculiar cabalgata carnavalesca que componen sus personajes, que siguen sin prestarse la atención debida 38 , sin darse por aludidos. Unas figuras que responden al reclamo de una comunicación sesgada por la truculencia de lo que se relata. Y junto a ellos el texto, dando cuenta del título o nombrando el tipo y/o la representación, como un elemento más de la escena, presente no tanto por requerimientos plásticos – que también ‐ como por exigencias del guión del relato. Un texto que nos remite a las cartelas de los cantares de ciego donde se sucedían las escenas de un relato oral y por añadidura a los insertos textuales – con o sin bocadillo – de la historieta y el comic. Estos también materializan su ascendencia por la manera de abordar la representación de las figuras que tiene el artista, por la inmediatez con que se prestan a esbozar los gestos vernáculos con los que nos hacemos a la hora de interpretar su historia. Sánchez es un impávido cronista que disecciona con precisión una sociedad corrupta, escorada por la ambición y la absoluta falta de compromiso social. Y este empeño es abordado con saña, metiendo el dedo en la llaga con esa turbadora decisión de quien se adentra en la oscura caverna de la abyección, donde la angustia campa a sus anchas hasta anegar por completo la experiencia de la realidad, ocupándolo todo, como sucede en las obras de Brueghel El
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Alberto Sánchez :”Matías Sánchez”. Revista Exit Express, nº: 20, Madrid, Pág. 22. “no se miraban del todo unos a / otros pero tampoco intentaban apartar / la vista”. Charles Bukowski : Lo más importante es saber atravesar el fuego. La poesía, señor hidalgo. Barcelona, 2002. Pág. 409.
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Viejo 39 . Y es de allí de dónde vuelve con la caricatura, portando el estandarte de lo grotesco, el de la peor España negra, ese lugar común en el que los extremos se tocan, donde es casi imposible disociar las diferencias entre víctima y verdugo 40 . Quizá esta sea otra de las razones por las que su pintura se demora tanto en el proceso de lectura. Hay que disfrutar del colorido – exacto en su manifiesta virtualidad figurativa y libérrimo en el gesto de su aplicación ‐ del tono burlesco y zafio con que los personajes son conducidos y deleitarse en el reconocimiento del repertorio suntuario antes de orillar los asuntos que motivan la concurrencia de las figuras y rastrear los ecos de las confabulaciones que se trenzan a primera vista.
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Michel Hubert Lepicouché : “Matías Sánchez, el panfletista vehemente”, en Pintores literarios. Sala Puertanueva, Córdoba, 2005. Pág. 94 40 “La verdad es que los lobos se alimentan de las mentiras que sólo las ovejas son capaces de inventar”. Juan Francisco Ferré : “Los murales inmorales de Matías Sánchez”, en Matías Sánchez. Tonta la oveja que se confiesa al lobo. Galería Javier Marín, Málaga, 2007.
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