ARTICULO 48 CONCIENCIA
por Martin Soria
Todo “ser” es una “realidad existente”, un hecho; y de la misma manera que no puede existir objeto sin sujeto, o hecho de pensar, sin el hecho de querer; Tampoco puede existir el hecho sin intencionalidad previa. Propósito es una intención ligada al hecho, por medio del proceso y estructura de su desarrollo. La realización de la intencionalidad produce un hecho o “realidad existente”. Dicha realidad, contiene propiedades caractereológicas aparentemente discordantes, pero que en esencia son complementarias. Contiene propiedades perceptibles de manera objetiva, mediante el uso de los sentidos físicos; y propiedades imperceptibles por los sentidos físicos. El hecho de que no sean perceptibles físicamente no exime su existencia. Por ejemplo es obvio que todo objeto es producto de una intención, pero la intención no es percibida por los sentidos físicos. Tampoco es percibida la libertad, que denota la elección de la intencionalidad específica. Ni se percibe la prudencia, fortaleza y templanza en la consecución del objeto. Ni percibimos la conciencia paradigmática del creador, para determinar, sobre la base de qué estándar o criterio realizó su intencionalidad. ¿Dónde se ubican estas propiedades caractereológicas? Podríamos hacernos otra pregunta antes de responder a la anterior. ¿Es necesario que se ubiquen dentro de algún lugar, y porqué? La libertad e intencionalidad, la conciencia y el valor, son propiedades que no participan de los límites tridimensionales del tiempo o del espacio. No son medibles ni pesables, son del ahora y siempre. No están dentro de los límites de un espacio largo, ancho o alto. Se sitúan en el centro, en el instante y lugar de la dinámica existente. En el instante de su contacto con la razón empírico-significativa. Libertad e intencionalidad, conciencia y valor están en todo y siempre. Son una razón común y constante ¿Cómo puedo ubicar la libertad o intencionalidad en un determinado radio, o dentro de un límite? Podemos determinar físicamente el objeto físico, con nuestros sentidos físicos, porque entre ambos se establece correlatividad, pero no podemos determinar el objeto existente pero imperceptible físicamente, con nuestros sentidos físicos, porque no se establece la
correlatividad necesaria para su recognición. ¿Cómo lo percibimos espiritualmente? Mediante la correlatividad, recognición y correspondencia, espiritual. El hombre es un ser de conciencia autónoma, dotada de raciocinio, discernimiento, libertad y poder, entre otras muchas cosas. Tenemos capacidades y habilidades. Capacidad es una ausencia a llenar, es ese “espacio” que tiene una cosa para contener a otra. En el sentido interno es un vacío que exige ser llenado. Lo identificamos como -necesidad de un objeto emocional, de un objeto de significado o de un objeto a realizar. Capacidad es la fuerza que impulsa la iniciativa intencional. Mientras que habilidad es la herramienta que realiza el hecho intencional. Capacidades y habilidades son ambas en una. Ninguna puede operar sin la otra. Las capacidades y habilidades humanas son propiedades exclusivas, cuya dimensión supera los límites psíquico-orgánicos o físico-químicos. Las capacidades sensibles son de tal magnitud que permiten al humano participar o experimentar las sensaciones, no sólo sentidas por otro ser humano, sino además, las sentidas por animales de cualquier especie y lo insólito es que puede experimentar ahora, sensaciones que otro ser vivió en el pasado, o temer por algo que ocurrirá en el futuro. El grado de sensibilidad de la capacidad emocional del hombre es universal e ilimitado. Ningún animal tiene la capacidad de captar las necesidades y retribuciones necesarias para el beneficio de otra especie, y mucho menos de sentirse responsable por el beneficio de todas y cada una de las especies. La capacidad cognitiva del hombre, le permite reconocer las leyes de la creación, además de razonar mediante significación abstracta o subjetiva. El nivel de raciocinio y discernimiento le concede al hombre el don de comprender su origen identidad y propósito. Y de operar aprobando o rechazando a voluntad, el objeto de significación que determine válido. La capacidad de obrar, también es ilimitada. El hombre tiene sus limitaciones físicas, pero estas limitaciones no son un obstáculo para las capacidades intelectuales. Hoy podemos volar o sumergirnos en el océano, superar la gravedad de la atmósfera, o vencer los límites de la comunicación a distancia. El ser humano tiene libertad y poder infinito, pero ambas cualidades deben someterse al ejercicio responsable del deber. El deber opera en función del saber. Por lo tanto el saber debe fundamentarse sobre la base de la completa comprensión de las verdades esenciales. De esta manera las habilidades hallan su validez, al operar en pro de alternativas válidas. ¿Qué es conciencia? Etimológicamente hablando, se entiende popularmente por conciencia, a aquella capacidad que tenemos de distinguir entre lo que está bien y lo que está mal. Pero además es el receptáculo que contiene las capacidades emocionales, intelectuales y volitivas del ser. Cualidades estas que se rigen por un determinado paradigma o patrón estándar de sensibilidad, conocimiento y poder. En la conciencia, decimos que se encuentra el paradigma de la intencionalidad, de la significación y de la creación, en el sentido de calidad y no de cuantía. Conciencia es una “entidad” autónomo-selectiva, determinada por la fuerza intencional dirigida hacia el valor. Decimos que es entidad, porque a pesar de no poder determinarla formalmente, si podemos deducir sus atributos. Por ejemplo la libertad existe pero no se puede determinar dónde. La ejerce un sujeto, pero no se puede determinar ni su forma, ni su
peso, tamaño o lugar donde se encuentra, simplemente –es-. Tampoco podemos determinar a la emoción, al intelecto o a la voluntad. Pero denominamos a la estructura que lo posee como –ser-. Ser, es un concepto que se identifica con una realidad formal o cuerpo –objeto-. En el fondo, el cuerpo no es más que una estructura de sistemas tridimensionales. Existen también estructuras compuestas por sistemas no tridimensionales, por ejemplo el proceso de cognición, de intuición de visualización de una imagen mental. Estos procesos o estructuras sistémicas, pertenecen a un ser intermedio entre lo físico y lo no físico. Al hombre. Nadie sabe qué ocurre con la conciencia cuando la entidad física del hombre desaparece. Lógicamente existe una tendencia a deducir que si la entidad psíquica (conciencia) no es orgánica, es de esperar que continúe en su estado inorgánico o psíquico. Lo que permite la esperanza de una trascendencia en el tiempo. Pero las únicas garantías de dicho raciocinio se cimientan sobre la significación de un ideal. Si asignamos a la creación, sea cual fuere, la existencia de un origen o intencionalidad, habría que preguntarse ¿cuál fue la intencionalidad depositada en la creación del hombre? Si todo hecho creado, obedece a una intencionalidad que debe ser satisfecha, ¿a qué debe satisfacer el ser humano o la familia humana? Utilizando esa sensibilidad intencional original que hace posible la intuición de los valores, descubrimos que toda la creación desde las relaciones Intergalácticas hasta las relaciones subatómicas, están compuestas de dualidades esenciales, causa efecto y sujeto objeto. Puesto en otros términos, existe una relación psíquico-orgánica y al mismo tiempo físico-química en las familias de las especies creadas. Lo que determina que la causa original, ha de contener ambas dualidades. ¿En función de qué intencionalidad existen estas dos dualidades, interna y externa? El propósito del propósito es el de ser satisfecho. ¿Qué satisface a la dualidad psíquico-orgánica y a la dualidad físico-química? Evidentemente la unidad. La unidad, satisface cualquier intencionalidad. Lo que pretende cualquier intención es unirse con el logro del propósito, o realizarse. ¿Cómo ha de realizarse el hombre, para que a la vez cumpla el propósito de la causa original que lo creó? Sin duda alguna, completando el propósito de la creación, de acuerdo a las constantes comunes, a cada partícipe de dicha intencionalidad creativa. ¿Cuáles son estas constantes comunes? La existencia, acción y multiplicación de cada especie están determinadas por el desarrollo de un proceso de crecimiento, multiplicación y dominio sobre un entorno determinado. Estas características son comunes y constantes en cada especie. Todos los seres creados crecen, se multiplican y ejercen un dominio sobre un área específica. El hombre es un ser creado, y por lo tanto debe satisfacer esta norma universal. Debe crecer, multiplicarse y dominar su entorno. ¿Para qué? Al crecer, multiplicarse y dominar de acuerdo con los patrones de conducta comunes y constantes en la creación, el hombre adquiere el valor de su propia identidad. El hombre se hace humano, y al humanizarse cumple con el propósito, que da significación y satisface a la intencionalidad original. Aquí podemos preguntarnos ¿qué es lo que queda en este largo caminar, del crecimiento, multiplicación y dominio? Queda la experiencia de lo que es válido, las experiencias de valor.
El valor da validez a nuestra existencia. Y el ser válido satisface a la intencionalidad original. ¿Dónde se encuentra el valor experimentado, en el cerebro o en la memoria? ¿Es la memoria parte de la conciencia, o es algo externo a esta? La conciencia opera sobre la base de prototipos, protoimágenes, o significado almacenado en la memoria. La conciencia original contiene selectividad o discernimiento, pero la información contenida en la memoria puede modificar la estructura conductual de la conciencia. Dicen que una mentira repetida se transforma en verdad. Durante mucho tiempo acepté con gusto el asistir a las corridas de toros, pero cuando deposité en mi memoria el contenido sensible de la brutalidad del acto en sí, mi gusto por los toros desapareció. Conciencia y memoria coexisten interconectadas. Si el valor reside en la conciencia y el propósito de la conciencia humana es el de satisfacer a la intencionalidad original, convirtiéndose en el depositario de los valores humanos, es lógico deducir que la conciencia humana debe permanecer activa, más allá del tiempo y del espacio del proceso de su desarrollo, para satisfacer a la intencionalidad original, que tampoco tiene una estructura física con la cual establecer la correspondencia necesaria para el logro de la unidad. ¿Qué diferencia existe entre “conciencia” y “ser” ? Tenemos la tendencia a asociar conciencia con una propiedad del ser, y al ser con una estructura formal contenedora de la conciencia. Pero también podríamos tomar al “ser” únicamente como “algo que es”, y darle a la conciencia el mismo significado, “algo que es”. Finalmente estamos refiriéndonos en ambos casos a “objetos” propiamente indeterminados. ¿Hasta donde llega el ser y hasta donde la conciencia? ¿Dónde separamos al ser de la conciencia? Cada operación del ser requiere de la conciencia y cada atributo de la conciencia requiere del ser. Por lo tanto es obvio que conciencia y ser podemos admitirlo como unidad. Lo que posibilita la trascendencia de la conciencia, como propiedad caracterológica del ser que satisface la intencionalidad original del Ser Creador. El origen causal del ser humano, no es humano en el sentido formalmente físico, porque con las limitaciones de la estructura físico-humana, no podría realizar ordenamientos intergalácticos ni subatómicos. Se necesitaría de algo más que poder humano para ello y de algo más que conocimiento humano, para conocer tantas leyes, normas y sistemas, y se necesitaría de algo más que intencionalidad humana, para terminar cada objeto creado, con tal grado de creatividad, excelencia y magnificencia. Pero algunas condiciones similares posee el hombre, que permiten establecer la correlatividad, reconocimiento y correspondencia con el Creador Original. Del mismo modo que no es requisito indispensable, ni necesario, que el hijo contenga la misma cuantía en sensibilidad, conocimientos y experiencias que los padres para relacionarse entre ellos, tampoco el hombre debe poseer la misma cuantía en sensibilidad conocimientos o experiencias que el Creador para relacionarse con El. Basta con tener las mismas cualidades sensibles, cognitivas y volitivas para establecer una relación correlativa, que posibilite la recognición y correspondencia entre ambos. Esta relación se hace posible mediante el intercambio de valor entre la conciencia original de ambos. El padre no ama al hijo sólo hasta que muera. Incluso después de muerto lo ama con más intensidad. ¿A qué es debido? Si la necesidad de estar unidos fuera únicamente de por vida, al morirse un hijo, se le olvidaría naturalmente. Alguien puede decir que es debido a la obsesión de poder del padre que sigue pretendiendo al hijo. Pero es mucho
más que un mero trastorno psicológico. Es una necesidad inmanente en la creación. El amor no es temporal. Nadie se ama hasta que la muerte los separe, porque es cuando la muerte los separa que se aman aún con más fuerza. Los cristianos por ejemplo amamos a un Jesús que ni siquiera conocimos. Los jóvenes aman a sus ídolos y nunca se cruzaron con ellos ni las manos. El amor no tiene límites, no se olvida, no disminuye. Una vez que lo sientes, permanece contigo para siempre. La conciencia del amor también es así porque contiene el estándar del amor. Si la necesidad del amor es permanente ¿cómo no va a ser permanente el estándar del amor? Por lo tanto la conciencia del amor que posee el estándar ha de ser para siempre, por la sencilla razón de que está en todo, siempre. Si la intencionalidad creativa o cognitiva no tiene límites, pretender que la intencionalidad emocional los tenga, sería una incoherencia. www.martinsoria.cl comparte este artículo con tu mejor amigo, te lo agradecerá.