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He descubierto este libro y me he permito la libertad de difundirlo porque me he enterado de que ya no se puede vender. Es un escándalo que no se permita que un libro así se venda. Estoy seguro de que al autor no le molestará que lo difunda….en cualquier caso casi me da igual lo que piense el autor….a mi este libro me ha ayudado mucho… JRF

Comprendiendo la homosexualidad

Serie: Salud

Comprendiendo la homosexualidad Tercera edición actualizada

Primera edición: Enero 2006 Segunda edición: Agosto 2009 Tercera edición: Septiembre 2013

A todos los jóvenes con dudas sobre la AMS (atracción hacia personas del mismo sexo)

Índice

IntroduccIón ...............................................11 Reflexiones iniciales ................................................... 11 ¿Por qué es importante saber más sobre la homosexualidad? .................................................... 16 Definiciones............................................................. 18 ¿Qué sabemos hoy de la homosexualIdad? 23 El papel de la biología .............................................. 23 Una etiología multicausal ......................................... 26 Homosexualidad y salud........................................... 35 ¿Se puede modificar la homosexualidad? ................. 48 ¿Qué diferencia hay entre homosexualidad, transexualidad y hermafroditismo? ...................... 55 lo Que muestran los estudIos cIentífIcos ...

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la homosexualIdad en el debate públIco .. 63 Una campaña bien preparada 63 El debate por las adopciones y para modificar la definición de matrimonio ................................ 95

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La Iglesia ante la homosexualidad .......................... 112 ¿Que debo hacer si conozco a alguien que tiene una AMS? ............................................................ 115 ¿Y si esa persona que tiene una AMS es mi hijo/a? ............................................................... 122 ¿Qué podemos hacer? ..................................131 Un resumen de la situación actual ........................... 131 Conocer y difundir los antecedentes ....................... 134 El papel de la educación.......................................... 135 La participación social .............................................. 141 ¿Se puede prevenir la AMS? ..................................... 147 conclusIones ......................................... 149 págInas web de Interés ............................159 referencIas consultadas ........................ 163

Introducción

reflexIones InIcIales Antes de hablar de la homosexualidad, quiero hacer ciertas reflexiones para centrar mejor el tema. No sería aventurado afirmar que probablemente todos conocemos a alguien que directa o indirectamente haya estado o esté relacionado con una persona con sentimientos homosexuales o que hayan sufrido una atracción no deseada por personas del mismo sexo (AMS o SSA «same sex attraction» en inglés). Por esta razón, se puede decir que esta cuestión nos concierne o nos ha concernido a todos en algún momento. En la actualidad, las personas que aceptan y declaran su homosexualidad están más presentes en el cine y en los medios de comunicación: prensa, radio o televisión. Algunos conside-

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ran que esto corresponde a la necesaria representatividad de una parte real de nuestro entorno. Hay quienes piensan, por el contrario, que es una agresión deliberada y forzada con el objetivo de «normalizar» la homosexualidad en nuestra sociedad. Y otras muchas personas simplemente no tienen en cuenta el hecho de la homosexualidad, «apartando la mirada» como si no fuera con ellas esta cuestión. Otros, debido a su naturaleza violenta, a su falta de conocimiento o simplemente por falta de caridad se afanan en insultarles o agredirles. Pero, aunque no lo parezca, esta violencia inaceptable no es moderna: el triángulo rosa, símbolo de algunos movimientos de gays y lesbianas, se utilizó por primera vez en la época de dominio nazi, cuando obligaron a personas que etiquetaban como «homosexuales» a llevarlo como distintivo en sus campos de concentración. Es incuestionable que muchas personas han sufrido y sufren por su orientación homosexual o por la reacción de su entorno al conocer este hecho. La homosexualidad se acompaña, con frecuencia, de circunstancias

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difíciles de sufrimiento personal, familiar y de la sociedad en general por varias razones, pero sobre todo porque está ligada a la afectividad de las personas. Muchas veces se habla de estos temas fundamentalmente motivados por ideas preconcebidas y por emotividad. Esto nos puede llevar a un callejón sin salida, porque los sentimientos y las emociones pueden no ser objetivos, y no suelen arrojar mucha luz a la hora de comprender una cuestión tan compleja como la homosexualidad. Por ejemplo, querer mucho a un hijo con una atracción por personas del mismo sexo puede, más bien al contrario, cegarnos a la hora de valorarla con objetividad. Resumiendo, en la sociedad actual existen diferentes posturas sobre la homosexualidad. Cada postura suele seguir una cierta coherencia interna y en consecuencia llegan a conclusiones diferentes que tienen sus propias implicaciones en nuestra sociedad. Por ejemplo: 1) Una primera postura defiende que la heterosexualidad y la homosexualidad son dos maneras alternativas e indiferentes de vivir la

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sexualidad. Coherentes con este argumento, quienes defienden esto, también opinan que no tiene sentido hablar de «terapia» o de «cambios» de la orientación sexual. Opinan incluso que debería prohibirse que se ayude a una persona con atracción hacia personas del mismo sexo (AMS) a cambiar dicha atracción aunque ésta lo solicite libremente. 2) Otra postura considera que la homosexualidad se puede originar por un conjunto complejo de causas educacionales, sociales, familiares y de rasgos personales que llevan inicialmente a la atracción por personas del mismo sexo (AMS) y que puede llevar, aunque no necesariamente, a relaciones sexuales de tipo homosexual. Se describe como «una reacción singular a factores del entorno». Aunque algunas personas eligen no pedir ayuda para modificar la AMS, otras no desean esta AMS y prefieren buscar ayuda para rencontrarse con su heterosexualidad. Coherentes con estos hechos, quienes defienden la segunda postura opinan que hay que ofrecer ayuda a quiénes no desean dicha AMS y eligen libremente buscar ayuda.

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Estas dos posturas parten de principios que son opuestos. Las consecuencias de aceptar una u otra son relevantes para las personas con AMS porque pueden determinar sus decisiones personales ante dicha AMS. Se debería por ello permitir que los científicos sigan trabajando para esclarecer mejor estas teorías sin ser coaccionados, sean cuales sean las conclusiones científicas a las que lleguen. Las personas homosexuales han sido con frecuencia insultadas, humilladas y han sufrido violencia física y verbal por el simple hecho de ser homosexuales. Esto es intolerable. Sin embargo, por muy dolorosos e inaceptables que sean estos hechos, no se debe justificar la censura ejercida a veces contra quienes defienden hoy, con respeto y basándose en estudios científicos, la segunda postura descrita más arriba. Pretendo, con la brevedad a la que obligan las líneas disponibles, aclarar los aspectos más fundamentales relacionados con la homosexualidad para que, al final, sea posible una mejor reflexión y una opinión más informada sobre esta cuestión que preocupa a muchos.

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¿por Qué es Importante saber más sobre la homosexualIdad? Es importante que todos tengamos una opinión informada sobre la homosexualidad. Nadie debería sentirse ajeno a este asunto. De que nuestra opinión sea bien informada dependerán cuestiones tan relevantes como el contenido de lo que se enseñe en los colegios o en la familia. Por ejemplo, en algunas propuestas para la asignatura de Educación para la Ciudadanía se han incluido materiales pedagógicos para talleres con jóvenes de 14 años donde se les preguntaba preguntas como: ¿Qué piensas que causó tu heterosexualidad?; ¿Cuándo y cómo decidiste que eras heterosexual?; ¿Es posible que la heterosexualidad sea sólo una fase que puedas superar? ¿Es posible que tu heterosexualidad se derive de un miedo neurótico a las personas de tu mismo sexo?; Si nunca tuviste relaciones con una persona de tu mismo sexo, ¿no podría ser que lo que necesitas es un buen amante de tu mismo sexo?; ¿A quién has confesado tus tendencias heterosexuales?

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Se tomarán decisiones importantes en la sociedad sobre el significado y los derechos y deberes del matrimonio, o sobre la adopción de los niños por personas del mismo sexo. Si se declara que la AMS no se puede cambiar, ¿qué pasaría con el derecho de las numerosas personas con orientación homosexual o una atracción por personas del mismo sexo (AMS) que optan cada día por buscar ayuda para comprender o cambiar su orientación o AMS?; ¿lo debería y podría cubrir la Sistema Nacional de Salud (SNS) en nuestro país? Las respuestas a preguntas como éstas se ven ineludiblemente afectadas por la postura que tomemos ante la homosexualidad. Para ello es fundamental el mejor conocimiento, porque nos ayudará a comprender mejor a las personas con sentimientos homosexuales y a aliviar, en la medida de lo posible, a quienes sufren por esta cuestión. En este proceso es imprescindible distinguir entre el análisis de la actividad homosexual y los componentes afectivos y emocionales que la rodean. Esto nos permitirá compaginar el estudio de la actividad homosexual

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y sus determinantes, con el necesario e incondicional respeto por la persona con actividad homosexual. Es aconsejable, para lograr este objetivo, mantener una cierta «distancia afectiva» al estudiar y tratar la homosexualidad, si bien reconocemos, por las razones expuestas antes, que no es sencillo. defInIcIones Es importante hablar con gran precisión, al referirnos a la homosexualidad; por ejemplo, la «ambigüedad de la identidad sexual» consiste en una situación por la cual pasan algunos adolescentes y que se caracteriza por la presencia de ciertas dudas sobre su orientación sexual si sienten una cierta atracción por alguien de su mismo sexo. Suele ser pasajera, y acaban sintiéndose heterosexuales al completarse su proceso de maduración. Esta situación no corresponde a una «homosexualidad». El ambiente actual de aceptación amplia de la normalidad de la homosexualidad puede hacer pensar a estas personas que son homosexuales cuando en realidad no lo son.

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La «orientación homosexual» se define como la atracción que tiene como objeto de enamoramiento/sexualidad, predominante o exclusiva, a una persona del mismo sexo; suele conocerse también con el nombre de «homoerotismo». En esta situación no hay necesariamente una actividad o comportamiento homosexual. En definitiva, la homosexualidad se puede originar por un conjunto complejo de causas educacionales, sociales, familiares y de rasgos personales que llevan inicialmente a la atracción por personas del mismo sexo (AMS) y que puede llevar, aunque no necesariamente, a relaciones sexuales de tipo homosexual. Se describe como «una reacción singular a factores del entorno». Aunque algunas personas eligen no pedir ayuda para modificar la AMS, otras no desean esta AMS y prefieren buscar ayuda para reencontrarse con su heterosexualidad. Se habla de «actividad o comportamiento homosexual» cuando una persona participa en actividades sexuales predominante o exclusivamente con miembros de su propio sexo. Por último, hay quienes utilizan el tér-

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mino de «identidad homosexual» como un paso más, que consiste en autodenominarse homosexual, y que se suele acompañar del etiquetado de «gay» o «lesbiana» y de la adopción de la cultura y del activismo de los colectivos de homosexuales en mayor o menor medida. Sin embargo es preciso recordar que no existen más que dos «identidades» propiamente dichas, la del varón y la de la mujer. Es necesario diferenciar y utilizar con precisión el concepto de sexo biológico y el concepto de género ya que no son sinónimos. Mientras el sexo viene determinado desde la fecundación por los cromosomas sexuales, la palabra género se refiere a lo que hacemos varones y mujeres influenciado fundamentalmente por nuestro entorno cultural. Por ejemplo, son variables de género o del contexto cultural el trabajar fuera o dentro de casa, el educar y cuidar a los hijos o el desarrollar determinadas profesiones. En definitiva el sexo es lo dado mientras que el género es lo adquirido. Hay quiénes defienden que la homosexualidad es uno de 5 géneros: varón heterosexual, mujer heterosexual, varón homosexual, mujer

Introducción

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homosexual y los transexuales. La realidad es que hay dos sexos (el femenino y el masculino) y varias variables de contexto cultural pero la homosexualidad no es un género más, como veremos más adelante.

¿Qué sabemos hoy de la homosexualidad?

el papel de la bIología Se han publicado muchos trabajos buscando el origen biológico, genético, de la homosexualidad, y a menudo tienen un eco más o menos sensacionalista en los medios de comunicación. Los más citados entre estos estudios han sido publicados por autores que se declaraban homosexuales como S. Le Vay (1991), que sugería la existencia de diferencias en el tamaño del Sistema Nervioso Central entre quienes tienen relaciones heterosexuales y los que tienen las homosexuales; J.M. Bailey (1991), que se basaba en estudios realizados en gemelos para aceptar la teoría genética de la homosexualidad o D. Hamer (1993), que llegó incluso a hablar de la existencia del «gen gay». Algunos cometen la equivocación de re-

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chazar estas teorías basándose en la declarada homosexualidad de autores como Le Vay, Bailey o Hamer. Sin embargo, cualquier trabajo científico debe valorarse atendiendo solamente a criterios científicos, y dichos criterios son suficientes para poder afirmar que no hay en la actualidad ninguna evidencia científica a favor de una teoría genética y determinista de la homosexualidad. Otra explicación biológica resulta de considerar los niveles hormonales en adultos, llegándose a afirmar que las personas gays tendrían más hormonas femeninas y las personas lesbianas más hormonas masculinas que lo habitual en cada sexo. Estas teorías han sido también refutadas. Parece que el nivel de hormonas puede modificar la intensidad de la atracción sexual, pero no su orientación. Existen estudios que han investigado si la presencia de mayores niveles de hormonas femeninas o masculinas en la embarazada pudieran tener un efecto sobre el embrión masculino o femenino respectivamente. Sin embargo, en situaciones donde algunas embarazadas han sido expuestas, por enfermedad o

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por tratamientos médicos, a altas dosis de hormonas masculinas o femeninas, no se han observado los cambios especulados de la orientación sexual de sus hijos/as. Algunos autores afirman que estamos probablemente ante un fenómeno con causa claramente multifactorial. La AMS sería el resultado de la interacción entre rasgos innatos, como el tener un determinado temperamento o una cierta sensibilidad; influencias familiares; del entorno social y, evidentemente, estilos de vida o comportamientos libremente escogidos. Los rasgos de tipo «innatos» que mencionamos, como poseer un temperamento sensible, lejos de ser rasgos determinantes que condujeran automáticamente a la homosexualidad, pondrían más bien a la persona que los presenta ante un mayor riesgo de que las otras circunstancias descritas provoquen una AMS. Por ejemplo, una persona especialmente sensible puede verse más afectada y herida que otra por el rechazo de los de su mismo sexo en la escuela o por la deficiente proximidad emocional con uno de sus padres, afectándose así su autoestima como varón o como mujer.

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Obviamente, la sensibilidad u otros rasgos que predisponen no son en sí ni defectos ni problemas. Por el contrario, pueden ser ventajas, dones especiales o riquezas de la personalidad para mucha gente. Por ejemplo, una ventaja clara de ser una persona sensible es que uno se hace más comprensivo para con los demás.

una etIología multIcausal La figura siguiente resume las diferentes circunstancias que pueden llevar a una AMS y subsiguientemente a la homosexualidad. De todas las vías descritas que conducen a la actividad homosexual en el adulto, las causas que llevan a la «no conformidad» con su propio sexo son las más frecuentes. Los expertos en homosexualidad afirman que las fases que conducen a la actividad homosexual en al adulto incluyen: en primer lugar un período de sensibilización, generalmente en menores de 12 años, durante el cual el niño o la niña «se siente diferente o rechazado» por diversas razones, como un tem-

POSIBLES VÍAS QUE PUEDEN CONDUCIR A LA HOMOSEXUALIDAD ACTIVIDAD HOMOSEXUAL EN EL ADULTO Por refl condicionado 1.º «Experiencia» con actividad homosexual

Selección desesperada (cárceles)

No conformidad con su sexo Atracción mismo sexo

Experimentación y goce Teoría del inicio precoz

AMS Ambigüedad adolescente No resuelta por ambiente actual A favor de «salir del armario»

Trauma Abusos

Temperamento «Sensible», «Bruta», «deporte» Rechazo por «los de su sexo»

Modelos inadecuados Proceso de identifi «masculina-femenina»

Otras razones «paliza», «aislamiento» «complejo inferioridad», «bajo autoconcepto» Rechazo por «los de su sexo»

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Problemas familiares Padre indiferente o ausente Madre posesiva

¿Qué sabemos hoy de la homosexualidad?

RAÍCES BIOLÓGICAS Y PSICOLÓGICAS DE LA HOMOSEXUALIDAD

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peramento que le hace más sensible, abusos sexuales, gustos que no coinciden con los de su mismo sexo (deporte, etc.) o la ausencia de una relación afectiva adecuada con una persona que represente el rol masculino o femenino. El bajo autoconcepto como varón o como mujer y el complejo de inferioridad pueden conducir a una atracción por personas del mismo sexo (AMS). Esa AMS manifiesta el deseo de poseer las cualidades de esa otra persona, ya que uno las percibe como carencias personales. Vamos a centrarnos en un ejemplo concreto para ilustrar una de estas complejas interacciones que pueden existir entre la AMS y la relación afectiva insuficiente con un padre o una madre. El ejemplo siguiente se centrará en un caso específico de la AMS masculina, aunque evidentemente también existen vías específicas para la AMS femenina. Efectivamente, es posible observar a un niño que vive aparentemente desapegado de su padre mientras lo que realmente siente es un gran deseo de cercanía afectiva, amorosa, cálida, y del abrazo paternal que nunca tuvo. El niño acaba desarrollando

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una admiración por varones mayores pero inicialmente sin connotaciones sexuales y desde cierto distanciamiento; siempre con ese deseo interno de cercanía y afirmación paterna tan añorada. Muy pronto viene la segunda fase, un período de confusión de la identidad personal durante el cual aparecen las primeras «sensaciones homoeróticas». En esta fase, el niño percibe que tiene una «atracción por alguien de su mismo sexo», o sensaciones de AMS, pero puede significar, en realidad, un deseo de poseer algunas de las características que esa otra persona tiene y que percibe como carencias personales. Estas carencias le pueden hacer sentirse «menos hombre» o, en su caso, «menos mujer» que sus iguales. Muchas personas con sentimientos homosexuales hacen por ello la siguiente afirmación: «me atraen los hombres (o las mujeres) desde que tengo uso de razón» y esto les hace pensar que han nacido así. Al llegar a la pubertad, se despierta el impulso sexual, que puede acabar de hecho asociándose a cualquier objeto, sobre todo en varones, y se combina con las añoranzas de

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cercanía masculina para producir esta AMS con connotaciones sexuales. En tercer lugar, puede venir un período de aceptación del etiquetado como «homosexual» que coincide con las primeras «experiencias sexuales de tipo homosexual». Es frecuente que las primeras actividades homosexuales le den al joven una sensación de que se calma ese deseo íntimo que tenía del afecto y de la cercanía paterna, masculina. Aunque este tipo de relaciones sexuales le pueda suponer un cierto grado de conflicto interno, sobre todo al inicio, le llama poderosamente la atención que se produzca un profundo sosiego de sus deseos añorados, que va más allá del placer sexual, y aunque sea de manera momentánea. Esta sensación acaba reforzando su necesidad de tener más experiencias parecidas y, aunque puedan suponer para él un conflicto interno, se siente por otra parte fuertemente llevado a repetirlas. Cuanto más se abandona a este tipo de relación sexual, más intenso acaba siendo el refuerzo y aumenta la probabilidad de que las repita. Sin embargo, se acompañan a menudo de una sensación de recibir cada vez menos de

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dichas relaciones sexuales. Una sensación de no llegar nunca a colmar su deseo de afecto y de profundo vacío. Finalmente, se puede producir el compromiso con la actividad homosexual que incluye la aceptación del estilo de vida y de la «cultura» gay o lésbica. El desarrollo armónico de la identidad sexual humana depende de aspectos biológicos (hay dos sexos biológicos con sus correspondientes determinantes), psicológicos, culturales y sociales. A la vista de lo que acabamos de describir, la homosexualidad se puede considerar como el resultado del desarrollo inadecuado de esta identidad sexual. Autores como Gerard Van Aardweg indican, además, que suelen coexistir en la persona con actividad homosexual importantes componentes neuróticos, autocompasivos y otros problemas psicológicos que describiremos a continuación. Otros especialistas, como Richard Cohen, resumen todo lo anterior afirmando que, en gran mayoría de casos, la AMS nace como reacción ante «un dolor», algo que afecta a la au-

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toestima de varón o de mujer de una persona. Siguiendo esta línea de pensamiento, afirma que la AMS es «un síntoma». Una vez que se ayuda a esta persona a identificar dicho dolor y a superarlo, desaparecería paulatinamente su AMS y acabaría, en un segundo tiempo, «redescubriendo» su heterosexualidad. Como se puede observar en la figura anterior, existen situaciones en las que la actividad homosexual se origina sin existir necesariamente una previa AMS: es, por ejemplo, la situación de hombres o mujeres en cárceles, o la llamada «experimentación y goce». Adolescentes y adultos pueden ser empujados por un ambiente saturado de erotismo y sexualidad que ejerce una fuerte presión para que tengan relaciones sexuales cuanto antes y con múltiples parejas. Acaban teniendo «experiencias sexuales» diversas, entre las que se incluyen también las de tipo homosexual. En la medida en que sigan en esta dinámica, puede terminar fijándose en estas personas una actividad sexual de tipo homosexual por aprendizaje y «condicionamiento sexual». Debido al contexto actual de aceptación generalizada, y casi

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forzosa, de la homosexualidad, otras personas deciden equivocadamente que su orientación sexual es de tipo homosexual después de experimentar varios fracasos con parejas heterosexuales en vez de examinar, con la ayuda competente, cuál es la naturaleza real de sus fracasos. Hay personas que afirman ser homosexuales después de varios años de matrimonio. Sería necesario conocer cada caso para poder valorar exactamente la naturaleza de esa posible homosexualidad. Pero podemos afirmar que suelen deberse fundamentalmente a dos causas: en primer lugar, y como acabamos de describir, a un fracaso con una relación heterosexual erróneamente interpretado por la persona interesada como una homosexualidad. El ambiente actual facilita estas interpretaciones. En segundo lugar, a una AMS previa que no se ha resuelto y que uno ha pretendido «olvidar» (sin poner las soluciones adecuadas) con el matrimonio. Otra situación que sorprende a muchas personas y les hace pensar que es una «prueba» de que uno «nace» homosexual es el caso

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del niño de unos 4-5 años que tiene comportamientos como querer vestirse con la ropa de su madre, ponerse sus joyas, maquillarse como ella e incluso de jugar a ser princesa o mamá en los juegos escolares. Es importante señalar que esto no es una homosexualidad ni son signos de una homosexualidad futura. Se trata simplemente de un problema de identificación excesiva del niño con su madre, o con una figura femenina cercana, que le lleva a querer imitarle en todo lo posible. El problema de esta identificación excesiva con una figura femenina es que dificulta su integración como varón, y los comportamientos que va adquiriendo el niño le pueden llevar a ser rechazado por los de su sexo cuando llegue la adolescencia y la pubertad. Este rechazo sí que puede hacerle sentir como «menos varón» o como «varón inadecuado» y posteriormente llevarle a tener una atracción reactiva por personas del mismo sexo y una homosexualidad si se deja llevar por este tipo de atracción. Lo importante para niños con este comportamiento es intentar trabajar, reforzar, el proceso de identificación con su padre o con una figu-

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ra masculina alternativa. Una manera de hacer esto es aumentando el tiempo, los gustos y las actividades compartidas con estos varones. Es bueno que ambos, la madre y el padre en la medida de lo posible, estén involucrados en este proceso. En la actualidad, se sabe más sobre el lesbianismo que se caracteriza por darle más importancia a la «atracción emocional» que a la «atracción sexual». Cuando surge una relación lésbica no es infrecuente, por ejemplo, el alejamiento de las amistades y de los familiares; suelen ser relaciones mucho más posesivas que las de los homosexuales varones (Hallman J, 2008).

homosexualIdad

y salud

Existe la idea generalizada de que entre una persona con actividad homosexual y otra que no la tiene no hay grandes diferencias, exceptuando su «orientación sexual». En realidad, las personas con comportamiento homosexual presentan, de hecho, más problemas de salud

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específicos a su condición y/o estilo de vida. En un estudio que se publicaba en 1997 se objetivaba que los colectivos de hombres con actividad homosexual presentaban una esperanza de vida parecida a la existente en 1871, fundamentalmente debido a la epidemia de sida. En diversos estudios recientes se encuentran mayores intentos de suicidio o ideas de suicidio, mayores incidencias de depresión, neurosis, desórdenes de la conducta y consumo de drogas legales o ilegales que en la población heterosexual. Estos resultados se confirman tanto en hombres como en mujeres con actividad homosexual, y también en países donde no existe una presión social contra estas personas, de tal manera que no parece convincente el argumento de que dichos problemas son solamente resultado del rechazo social que pudieran sufrir. La realidad parece más compleja. Por ejemplo, se describen varias posibles causas de estos síndromes depresivos en personas con sentimientos homosexuales en la literatura científica. Algunas personas no se sienten cómodas al observar la naturaleza com-

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pulsiva de su sexualidad, que tiende a la multiplicidad de parejas; otras sufren al observar la dificultad que tienen para relacionarse adecuadamente con el sexo opuesto y al constatar que la posibilidad de tener una familia propia es lejana. Esto se describe como una «pérdida psicológica» que nunca será posible compensar del todo, a pesar de los intentos que hay para equiparar las uniones entre personas del mismo sexo con el matrimonio, la adopción y los derechos de herencia entre personas con actividad homosexual. Muchas personas homosexuales refieren sufrir un problema de identidad, aislamiento y pérdida de relaciones sociales, incluso dentro de sus propios entornos, cuando no cuentan con la fuerza y el atractivo de su juventud por haber envejecido. En este sentido, hay cierta preocupación de algunas autoridades de Salud Pública porque en estos grupos crece, además, el número de consumidores de drogas como el speed. Esta droga es devastadora porque produce una desinhibición del consumidor que le hace vulnerable a tener un gran número de parejas sexuales. Así, no se cohiben ante el sexo

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con personas anónimas buscadas incluso en internet, sin preocuparse de que estén o no infectados por el virus del sida y sin ni siquiera evitar conductas sexuales arriesgadas, desaconsejadas incluso por algunos grupos de autoayuda de gays y lesbianas y desde las autoridades sanitarias (Specter, 2005; Wong, 2005). Este proceso de abandono a la sexualidad anónima puede ser una de las consecuencias previsibles de haber asumido que respetar a las personas consiste en dar recomendaciones de Salud Pública que omiten sistemáticamente la distinción entre los comportamientos sexuales saludables y los que no lo son. Los especialistas en la terapia de la homosexualidad dicen que, en las personas con sentimiento o actividad homosexual que buscan ayuda, suele haber una causa objetivable (por ejemplo, una de las razones descritas en la figura anterior), y suelen coexistir problemas como trastornos de la personalidad y pensamientos con rasgos de tipo obsesivo compulsivo, rasgos neuróticos con tendencia a la autocompasión y de dominio difícil, porque los elementos causantes le son inconscientes.

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Todos estos rasgos les pueden afectar dolorosamente, porque son conscientes de tenerlos. Además, se encuentra una mayor incidencia de trastornos del comportamiento alimentario, de hipersexualidad, y más violencia doméstica que entre heterosexuales (Owen, 2004). Por todo lo anterior, no se puede afirmar que la actividad homosexual constituye «un estilo de vida saludable» o «indiferente» para la salud. Se puede decir, por el contrario, que se acompaña de sufrimiento personal de muchos individuos con orientación y actividad homosexual y de sus seres queridos, por cuestiones relacionadas con la salud. A algunas personas les pueden resultar sorprendentes los datos epidemiológicos que se acaban de describir. Las experiencias personales con gentes cercanas que podamos conocer, y que aparentemente no presentan los problemas que hemos descrito, no deberían acabar enmascarando la verdad. La realidad de los hechos se comprueba en estudios de poblaciones enteras que tienen en cuenta lo que ocurre en la biografía de muchas personas tras un segui-

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miento prolongado en el tiempo, y no en experiencias personales que suelen ser más parciales y pueden desfigurar la realidad. La epidemiología es la ciencia cuyo objeto es estudiar las cuestiones relacionadas con la salud de las poblaciones, utilizando diversos métodos y diseños de manera que se puede llegar a conclusiones lo más correctas posibles. El estudio objetivo de poblaciones humanas es complejo, y no es infrecuente que algunas investigaciones lleguen incluso a conclusiones contradictorias o no definitivas al examinar una misma cuestión. En este caso, se valoran criterios metodológicos de calidad, como el tamaño de la muestra, la adecuación del análisis estadístico, la representatividad de las muestras estudiadas, la presencia o no de sesgos en los cuestionarios empleados o en los resultados, etc., antes de aceptar una conclusión determinada. Por el contrario, nuestra experiencia personal siempre tiende a ser parcial. Sobra decir que las descripciones que se hacen con respecto a la homosexualidad y la salud no deben interpretarse como si fueran armas arrojadizas para despreciar a una perso-

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na. Como debe ser en la medicina, los problemas de salud se describen para ofrecer a quien los pudiera padecer la posibilidad de solicitar libremente ayuda (http://www.esposiblelaesperanza.com). La sociedad se encuentra claramente dividida por el debate sobre la clasificación o no de la homosexualidad como «enfermedad». Hay cuestiones relacionadas con la salud que, efectivamente, son difíciles de designar o clasificar, pero no dejan por ello de ser «problemas relacionados con la salud». El mismo concepto de salud es difícil de definir. Tenemos todos la sensación de saber lo que es, hasta que la perdemos o la intentamos definir. La Organización Mundial de la Salud definió en 1946 la salud como: «… el completo estado de bienestar físico, psíquico y social y no sólo la ausencia de enfermedad o achaque». Cualquiera que observa esta definición se puede plantear que realmente no está sano porque puede percibir una carencia en alguno o varios de los aspectos de la definición. Ésta incluye además el término de «completo estado de bienestar», y no admite situaciones intermedias. Para reme-

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diar estas dificultades, el prominente especialista en Salud Pública, Milton Terris, utilizaba en 1980 un concepto más dinámico de la salud y de la enfermedad. Afirmaba que todos estamos en una zona más o menos neutra, en medio de un continuo salud-enfermedad, entre un extremo de salud positiva (óptimo estado de salud) y otro extremo de pérdida de salud (muerte). No debe sorprendernos, por ello, que en algunas situaciones nos perdamos en debates conceptuales. Sin embargo, lo importante es recordar que la dificultad para poner «un nombre» a una situación determinada no significa, de ninguna manera, que estemos ante la normalidad absoluta o ante la ausencia de un problema que precisa una solución. Por ejemplo, ¿diríamos que una persona excesivamente ansiosa o nerviosa está enferma?, ¿le diríamos a una persona con sobrepeso que está enferma? Probablemente, no sería un vocabulario aceptable por la población general, ni lo aceptarían con agrado las personas con ansiedad o con sobrepeso. Es posible que alguien afirme que el sobrepeso «no es una enfermedad». Sin embargo, entre quienes hacen dicha

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afirmación habrá quienes desconocen totalmente la naturaleza real del sobrepeso, y habrá expertos que sí la conocen pero simplemente no estén de acuerdo con etiquetarlo como «enfermedad». Estos últimos cometerían, en mi opinión, un error si a dicha afirmación no le añaden más matizaciones porque la población general estaría recibiendo el mensaje, erróneo y confuso, de que el sobrepeso «es normal o incluso tan saludable como tener el peso normal». Es bastante evidente que la ansiedad o el excesivo nerviosismo pueden deberse a un problema de afectividad o a un momento de estrés y que ambas situaciones pueden acarrear problemas de salud. Es evidente también que uno puede recibir ayuda, tanto psicológica como farmacológica, para solucionar esta ansiedad, y que se puede prevenir llevando una vida más relajada. En el caso del sobrepeso, son numerosas las evidencias científicas que lo asocian con un mayor riesgo de varias enfermedades graves como la diabetes. El sobrepeso puede deberse a elecciones libres, pero se debe también a alteraciones del metabolismo. En cualquiera de estos casos, a ningún médico

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se le ocurriría decir a una persona con sobrepeso que «es una cuestión de elección tan normal como tener un peso normal» y que «no se debe hacer nada para prevenirlo». Por último, se puede, y es recomendable por el bien de estas personas, aconsejarles que reduzcan su peso. En este contexto se mueve en cierto modo la homosexualidad; de ahí la complejidad en poner de acuerdo a los especialistas en definiciones concretas. Merece la pena definir también la «salud sexual». La salud sexual es La integración de los elementos somáticos, emocionales, intelectuales y sociales del ser sexual por medios que sean positivamente enriquecedores y que potencien la personalidad, la comunicación y el amor. Algunos estilos de vida, por los valores que predominan en ellos, influyen positivamente en la salud sexual mientras que otros influyen negativamente. Benefician a la salud sexual los valores que permiten mejorar las relaciones interpersonales y el desarrollo interior de la persona. En cambio, los valores que se dirigen exclusivamente a lograr metas personales, acumular

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más bienes materiales o satisfacer siempre el deseo individual provocan con frecuencia insatisfacción y frustración, es decir, empeoran la salud sexual. Tomar las decisiones más apropiadas en cada momento haciendo un adecuado uso de la propia libertad facilita la adquisición de estilos de vida saludables los que a su vez permiten el desarrollo armonioso de la persona. En sentido contrario algunas conductas sexuales aumentan el peligro de sufrir problemas de salud sexual, por eso se les llama conductas «de riesgo». Evitar estas conductas es evitar problemas para la propia salud sexual. Algunas conductas de riesgo son: –La sexualidad precoz: está asociada a una mayor probabilidad de embarazo no esperado y de adquirir una infección de transmisión sexual (ITS). Algunas de estas ITS adquiridas en la juventud, como ciertos tipos de Virus del Papiloma Humano, son de peor pronóstico, no tienen curación y pueden producir consecuencias graves como el cáncer. En otras, como en el herpes, aparecen ampollas dolorosas en los genitales.

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–La multiplicidad de parejas: se habla de multiplicidad de parejas cuando una persona tiene más de una pareja sexual a lo largo de su vida. Pueden ser varias parejas una después de otra (parejas «seriadas»), o bien varias parejas a la vez (parejas «concurrentes»). Se ha demostrado que cuantas más parejas sexuales se tengan, mayor es el riesgo de contagio por ITS, aunque se usen preservativos. –La relaciones anales: el recto no esta preparado para la relación sexual como lo está la vagina (es un entorno séptico, sin glándulas de lubrificación, con una musculatura que no se adapta a la relación sexual y con un epitelio diferente). Por esta razón, las relaciones anales (tanto heterosexuales como homosexuales) suponen un mayor riesgo de transmisión y de lesiones locales que las relaciones vaginales. El modo más saludable de actividad sexual es el heterosexual en el contexto de un compromiso estable y protegido por el amor y la fidelidad mutua. Es también, según estudios científicos, el entorno óptimo para la educación de los hijos.

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Lo importante es intentar superar estas dificultades de nomenclatura para llegar al fondo de la cuestión y valorar si podemos y debemos poner realmente al mismo nivel de «normalidad saludable» la orientación heterosexual y la homosexual. Hay condiciones que tienen que ver con la afectividad o la psicología, como la depresión, que no se pueden medir con pruebas tan objetivas como una glucemia en el caso de la diabetes. Por el contrario, su diagnóstico se basa en constructos que no aparentan tan objetivos y esto obviamente dificulta su comprensión y su estudio. En resumen, todo lo que se ha comentado en este apartado de «homosexualidad y salud» es suficiente para ofrecer a cualquiera con AMS la información completa sobre las posibles consecuencias para su vida de dejarse llevar por esta AMS y sobre las ayudas existentes. A partir de una información exhaustiva estará mejor preparado para tomar decisiones acertadas acerca de cómo conducir su vida.

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¿se puede modIfIcar la homosexualIdad? Los expertos señalan, en primer lugar, que la homosexualidad no es una orientación «irremediable». Sin embargo, también afirman que no sería realista pensar que las personas con relaciones sexuales de tipo homosexual pueden llegar a la modificación total de su orientación sexual en poco tiempo y sin la ayuda de alguien, aunque está comprobado que muchos pueden mejorar su estabilidad emocional, incluyendo los aspectos sexuales, con la adecuada motivación y ayuda. La terapia en personas con actividad homosexual que están motivadas para el cambio consigue, según algunos expertos, una modificación completa de su orientación homosexual en aproximadamente el 30%. No me estoy refiriendo en este caso a una simple AMS sin actividad sexual. En el caso de tratarse, por ejemplo, de personas con una simple duda sobre su orientación sexual, y de que no se hayan producido relaciones sexuales homosexuales, es más sencillo ayudarles. Evidentemente, una persona con sentimientos homosexuales puede sentirse bien

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con su orientación sexual y no desear que nadie le ayude a modificarla. Sin embargo, es un hecho que, cada vez más, estas personas quieren reencontrarse con su heterosexualidad y piden ayuda a científicos y especialistas en este tipo de terapias. No debería sorprender a nadie que tal ayuda se plantee como una opción respetable. Los logros de los especialistas se están presentando, hoy en día, en congresos médicos. Prueba de su éxito es que hay muchas asociaciones de ex-homosexuales que cuentan sus experiencias biográficas y las dificultades y coacciones que han sufrido a veces desde algunos movimientos de gays y lesbianas por querer ejercer este derecho. Reivindican el derecho a ser tratados, frente a quienes niegan esta posibilidad, y sus interesantes y reveladores testimonios están disponibles en internet (http://www.brothersroad.com). Hay muchos científicos que ven evidencias abrumadoras para ofrecer ayuda a los homosexuales que así lo desean. Son médicos y terapeutas, y no debe sorprender su disponibilidad en este sentido. Parece crucial evitar la dictadura del pensamiento único y permitir que los

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científicos que así opinan no tengan que esconder los resultados de sus investigaciones en el armario. En el verano de 2008 tuvo lugar en Boston la reunión anual de la APA (asociación americana de psicología) y uno de los pretendidos hitos del mismo era intentar declarar como ilegal que un terapeuta ayude a una persona homosexual a eliminar su AMS aunque ésta persona solicitara libremente dicha ayuda. Afortunadamente la protesta de diversos especialistas impidió, de momento, que esto saliese adelante. Estos especialistas presentaron argumentos contrarios a la propuesta haciendo público el documento «lo que muestran los estudios científicos» que describiré a continuación (http://www.therapeuticchoice.com). En Estados Unidos hay diferentes asociaciones que se dedican al tratamiento y apoyo de personas con actividad homosexual, como Homosexuales anónimos, Exodus o grupos profesionales como el NARTH (siglas de una asociación nacional estadounidense para la investigación y la terapia de la homosexualidad) que agrupa a terapeutas del mundo entero especializados en el tema.

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Expertos como Spitzer, que fue uno de los psiquiatras responsables de que finalmente no se clasificara a la homosexualidad en el manual diagnóstico de enfermedades publicado en 1980, se han dado cuenta de sus equivocaciones y son hoy expertos en la terapia de personas con sentimientos homosexuales; algunos trabajan en NARTH. El Dr. Spitzer publicó en 2003 el resultado de su investigación, donde demostraba los siguientes hechos con bastante contundencia (Spitzer, 2003): • La modificación completa de la orientación homosexual hacia una orientación heterosexual es posible. • El 85% de los hombres y el 70% de las mujeres del estudio que habían solicitado la ayuda de especialistas referían una insatisfacción emocional con el estilo de vida homosexual. • Aunque algunos no consiguieran modificar completamente su orientación sexual, referían mucha satisfacción con los cambios parciales logrados hacia la heterosexualidad. • No se encontró ninguna evidencia de que la terapia de reorientación pudiera ser per-

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judicial para estas personas. Por el contrario, los gays y las lesbianas atendidos afirmaban haber recibido muchos beneficios más allá del cambio de orientación sexual. Salvando las distancias que siempre hay cuando se usan comparaciones, este cambio nos puede recordar al fumador que, si bien puede sentir en ocasiones que le apetece fumar, afirma estar mejor sin fumar y mejor que cuando fumaba. En cualquier caso esta terapia nada tiene que ver con las historias sórdidas de electrochoques que algunos describen para desprestigiar a la terapia actual. Los electrochoques se usaron hace años frente a diversos problemas psiquiátricos (no solamente para la homosexualidad) y no son vigentes en la actualidad. Spitzer acababa afirmando que no parece lógico, ni está justificado por los datos científicos, que organismos como la Asociación Americana de Psiquiatras desaconsejen estas terapias inofensivas, a quienes libremente quieren recibirlas mientras que sí recomienden abierta y extensamente las «terapias afirmativas» para «ayudar a personas con orientación homosexual a asumir su homosexualidad».

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En el año 2013, Spitzer pidió disculpas a la comunidad gay por haber publicado el estudio al que hemos hecho referencia más arriba por entender que «los resultados del estudio han hecho daño a estas personas». Esta declaración ha sido muy controvertida. Por un lado, los colectivos de gays y lesbianas lo han aprovechado para señalar que era una prueba de la falsedad de los datos de aquel estudio y del daño que hacen estas terapias a las personas homosexuales. Sin embargo, diversas asociaciones como los colectivos de ex homosexuales o asociaciones que se dedican a la investigación y a la terapia de la homosexualidad han señalado que: –No hay ningún estudio científico que muestre que la terapia reparativa realizada por personas preparadas para ello hagan daño ni sean desaconsejables. –Spitzer en ningún momento muestra ni indica que el estudio publicado estuviera mal realizado. De hecho, ante las peticiones de retracción realizadas por los colectivos de gays y lesbianas, los editores de la revista médica Archives

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of Sexual Behavior (donde se publicó aquel estudio) señalaron que no veían ninguna razón para retractar este artículo al no observarse ningún problema ni en el diseño ni en la implementación ni en los resultados del estudio y que las declaraciones de Spitzer no cambiaban nada a la veracidad y pertinencia de sus resultados. Las personas con sentimientos homosexuales que buscan ayuda también suelen aducir que lo hacen por los motivos siguientes: presión social, deseo de tener una familia propia, malas experiencias por la inestabilidad de las relaciones homosexuales, y rechazo personal ante el estilo de vida homosexual. Por último, no parece lógico argumentar a favor de la normalidad de la homosexualidad basándose en que el éxito de estas terapias es más o menos modesto. Tampoco son siempre exitosos otros muchos tratamientos que se utilizan en Medicina para muchas enfermedades o alteraciones y esto no nos lleva a cuestionar si el paciente está verdaderamente mal o no. Esto debería, en cualquier caso, animar a especialistas y terapeutas a seguir trabajando en

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este campo para mejorar tanto la comprensión de la homosexualidad como los conocimientos para evitarla y para ayudar a quienes lo soliciten. Los testimonios de personas que han seguido una terapia con éxito son cada vez más abundantes. El Dr. Joseph Nicolosi, promotor de la terapia reparativa de la homosexualidad para poder vencer o reducir sentimientos homosexuales no deseados, ha publicado un texto sencillo donde relata los testimonios de personas que han seguido la terapia reparativa (Nicolosi J, 2009).

¿Qué dIferencIa hay entre homosexualIdad, transexualIdad y hermafrodItIsmo? La homosexualidad, la transexualidad y el hermafroditismo no son lo mismo. La homosexualidad se caracteriza por una atracción por personas del mismo sexo (AMS) que puede o no conducir a tener relaciones sexuales con personas del mismo sexo. Una persona no nace homosexual sino que

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se puede hacer homosexual. El sexo genético (biológico) es de varón o de mujer y se tienen órganos genitales normales. Los varones homosexuales se sienten varones y las mujeres se sienten mujeres pero les atrae alguien de su mismo sexo. La terapia consiste en explorar las causas de esta atracción homosexual para redescubrir su heterosexualidad. La transexualidad es una condición en la que una persona se siente psicológicamente como alguien del sexo opuesto. El sexo genético (biológico) es de varón o de mujer y tienen órganos genitales normales. Los varones no se sienten psicológicamente como varones, les gustaría ser mujer, y las mujeres transexuales no se sienten como mujeres, les gustaría ser varón. Suelen decir que son varones o mujeres «atrapados en cuerpos de mujeres o varones» respectivamente. Se trata de una cuestión claramente psicológica dado que en estas personas lo orgánico es normal. Hoy hay una tendencia a reivindicar un cambio quirúrgico de órganos genitales para estas personas. Se pide que puedan operarse y cambiar su aspecto corporal para que coincida con su «estado psico-

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lógico». Sin embargo, al tratarse de una cuestión de origen psicológica, el procedimiento más lógico sería enfocar el tratamiento desde la psicoterapia para que acepten su cuerpo que es totalmente normal. Es muy frecuente que los problemas subsistan después de la cirugía porque nunca se consigue igualar totalmente al otro sexo por lo que la inconformidad con su cuerpo persiste. Se han dado casos en que una persona operada quiere volver a la situación anterior. Los estados intersexuales (hermafroditismo) se dan, por el contrario, en personas que nacen con anomalías en sus órganos genitales y/o en su dotación genética. Normalmente viven de acuerdo con el sexo que es más aparente (por ejemplo puede una niña vivir como tal y encontrarse tras ser estudiada que tiene testículos en el abdomen). En estos casos lo que se hace es arreglar los problemas orgánicos teniendo en cuenta el sexo biológico dominante que normalmente ha hecho vivir a esa persona como varón o mujer. En el ejemplo citado, a esa niña se le quitarían los testículos que tiene en el abdomen y se

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Comprendiendo la homosexualidad

le daría hormonas femeninas, puesto que no tiene ovarios que los produzcan (aunque puede tener los órganos externos femeninos y eso le ha hecho crecer y vivir como una niña).

Hermafroditismo

Transexualidad Homosexualidad

En resumen: Biología

Psicología

Terapia

Normal

Atracción homosexual

Psicoterapia

Normal

Psicológicamente otro sexo

Psicoterapia

Anormal

Normal

Cirugía

Lo que muestran los estudios científicos

Como se comentaba más arriba, en el verano de 2008 tuvo lugar en Boston la reunión anual de la APA (asociación americana de psicología) y uno de los pretendidos hitos del mismo era intentar declarar ilegal que un terapeuta ayude a una persona homosexual a eliminar su AMS aunque ésta persona solicitara libremente la ayuda. Afortunadamente, la protesta de diversos especialistas impidió que esto saliese adelante. Los especialistas que evitaron esta decisión arbitraria presentaron argumentos contrarios en un documento llamado «lo que muestran los estudios científicos» (what research shows). El documento se puede encontrar en la web de la asociación NARTH.

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Comprendiendo la homosexualidad

Se trata de un documento extenso con unas 800 citas científicas para sustentar sus conclusiones. El objetivo del documento es valorar desde los estudios científicos algunas afirmaciones vertidas continuamente por la Asociación Americana de Psicología como las siguientes: 1) Que no existen pruebas concluyentes y convincentes para mostrar que los intentos de terapia tienen éxito. 2) Que los esfuerzos para modificar la orientación sexual son perjudiciales y pueden conducir a un mayor grado de baja autoestima, depresión y otros desenlaces autodestructivos. 3) Que no hay más problemas de salud en la población homosexual que en la población general. Basándose en la literatura científica extensa, los autores del documento «lo que muestran los estudios científicos» concluyen que: 1) Hay más de 150 estudios documentando, con una amplia variedad de terapias, que el cambio de la homosexualidad a la heterosexualidad es posible.

Lo que muestran los estudios científicos

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2) Hay investigaciones abundantes que muestran que los clientes que realizan esfuerzos para cambiar su atracción no deseada por personas del mismo sexo no son perjudicados por las terapias. En cualquier caso, de existir consecuencias negativas (como los puede haber en cualquier tratamiento médico), no superan los beneficios referidos por aquellos que afirman que la terapia les ha ayudado. 3) Esta bien establecida la relación cuantitativa entre la homosexualidad con diversos problemas de salud. Estos problemas, que tienen que ver con el origen psicológico de la homosexualidad, no son el resultado de la discriminación social que pudieran sufrir las personas homosexuales y existen en diferentes culturas donde a veces incluso la discriminación es inexistente.

La homosexualidad en el debate público

una campaña bIen preparada En la actualidad se puede afirmar que prácticamente no existe un debate sereno y científico sobre la homosexualidad, ya que se está arraigando la idea de que es una orientación tan normal como la heterosexualidad. Realmente ha calado en la sociedad el eslogan de los movimientos de gays y lesbianas de la década de 1970: «hay alguien a quien quieres que es homosexual». Se ha conseguido llevar el debate al terreno emocional y afectivo de tal manera, que se confunden sentimientos buenos de compasión o de cercanía y amor por las personas con tendencias homosexuales, con la pertinencia y obligatoriedad de aceptar su actividad homosexual como algo natural y normal. Hoy lo común es aceptar que la ho-

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mosexualidad es, o bien una elección absolutamente banal y comparable a los diferentes gustos que tenemos los seres humanos cuando elegimos un color o un estilo determinado, o bien una cuestión predestinada por la genética y que, por lo tanto, escapa totalmente a nuestra libertad de elección. Para entender las razones por las cuales hemos llegado a este enfoque emocional, que difícilmente puede ayudar a resolver un problema científico como el de dilucidar la naturaleza y origen de la homosexualidad, es preciso remontarnos a los años setenta. En un documento extenso llamado Vendiendo la homosexualidad a América (Selling homosexuality to America), se detallan los pormenores de la campaña iniciada por los grupos de presión de gays y lesbianas en aquellos años. Es importante detenernos en algunos de sus aspectos para comprender la situación actual. En los años setenta, los activistas homosexuales contrataron a los mejores especialistas de marketing de la Universidad de Harvard para que les diseñaran un programa de «rela-

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ciones públicas cuidadosamente calculado» y donde «la ciencia, la verdad tienen poco interés; es una cuestión de poder», citando sus propias palabras. Se pone en funcionamiento, entonces, la aplicación de las cuatro «p» del marketing para vender la idea de la normalidad de la homosexualidad: product (conceptualizar bien el producto o, en este caso, la idea que se desea vender), price (centrándose en el precio de «exacción»; el precio que se paga si no se consume o si no se está de acuerdo con la idea en venta), promotion (mecanismos que se utilizarán para promocionar la idea al público) y finalmente place (lugar o clientes que serán objeto de la campaña), significando que no es necesario convencer a todo el mundo sobre el producto o la idea en venta, a condición de que se escojan bien ciertos destinatarios de la publicidad. Las cuatro «p» se basan, como veremos a continuación, en «técnicas de persuasión de masas» que, a juzgar por sus resultados, han sido y siguen siendo muy eficaces. Las tácticas descritas en este documento se confirman incluso en otros textos que podemos encontrar en revistas del homosexualis-

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mo político. Por ejemplo, en la revista llamada Christopher Street, de diciembre de 1984, dos dirigentes del movimiento gay (Marshall K. Kirk y Erastes Pill) publicaron un artículo titulado «Waging peace: a gay battle plan to persuade straight America» (Comenzando la paz: un plan de batalla gay para persuadir a la América heterosexual). Exponen lo que, según ellos, constituyen los principios básicos para persuadir a los heterosexuales: «En primer lugar, insensibilizar y normalizar para que perciban la homosexualidad con indiferencia porque casi cualquier comportamiento empieza a parecer normal si se satura al público… se entumece la sensibilidad especial hacia la homosexualidad habiendo mucha gente que hable mucho sobre el tema en términos neutrales o favorables; en segundo lugar, insistir en que los gays son víctimas y, en tercer lugar, satanizar a los defensores de la familia». Este plan habla por sí mismo, no habría que ser ingenuos. A continuación voy a describir esta campaña de las 4 «p» del marketing con algo más de

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detalle y, cuando sea pertinente, daré ejemplos de su aplicación también en España. PRODUCTO: Para vender bien su producto (en este caso la idea de la normalidad del comportamiento y estilo de vida homosexual), los grupos de presión de gays y lesbianas se han concentrado fundamentalmente en tres aspectos: 1. En primer lugar, se han mezclado medias verdades con eslóganes. En muchos foros se han arrojado frases del tipo «hay alguien a quien quieres que es homosexual», «somos iguales a vosotros excepto en la orientación sexual» o «llevamos vidas tan productivas como vosotros». Se trata, en definitiva, de llevar a la gente al terreno de los sentimientos. Como hemos podido comprobar al describir las diferencias de salud entre personas con sexualidad heterosexual y las que tienen relaciones homosexuales, no se puede afirmar que solamente se diferencien en su orientación sexual. Por otra parte, los ejemplos de personas con problemas de salud que llevan vidas productivas son tan numerosos que parece

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obvio que esto no sea en sí una prueba de la inexistencia de dichos problemas. Que una persona diabética sea muy activa en su trabajo no significa que no tenga una diabetes. Otra idea lanzada, y aún prevalente hoy en nuestros medios de comunicación, es la de que «cualquiera puede infectarse de sida». Evidentemente, la frase contiene un fondo verdadero pero, dicho así, conduce más bien a la confusión y, en la práctica, no es una información útil para la población. Es como si dijéramos que a cualquiera le puede caer encima un rayo una noche de tormenta sin por ello especificar que el riesgo es mucho mayor si uno se sitúa a la intemperie en lugar de quedarse en casa durante la tormenta. Con el sida ocurre algo similar. Es verdad que en teoría cualquiera puede contagiarse, pero en la práctica es necesario hablar de «estilos de vida arriesgados» para que la población pueda tomar decisiones libres con conocimiento de causa. Sabemos que más del 90% de infecciones por el virus del sida se deben a estilos de vida arriesgados, como ser heterosexual y haber tenido más de una pareja sexual

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a lo largo de la vida (cuantas más peor y si son simultáneas, peor aún), el uso de drogas por vía inyectada y las relaciones anales. Se debería informar al público de que estos estilos de vida se asocian con un alto riesgo de contagio, mientras que las otras vías de contagio (por ejemplo, una transfusión de sangre incorrectamente controlada) son muy bajas. En el caso que nos ocupa de las personas con actividad homosexual, los estudios epidemiológicos confirman su tendencia a presentar un alto número de parejas seriadas o concurrentes: al inicio de la epidemia del sida, los primeros estudios confirmaban que los infectados que tuvieron relaciones homosexuales habían tenido una mediana de 61 parejas sexuales distintas en el año anterior. En estudios más recientes, la tendencia a la multiplicidad de parejas se confirma: en un estudio multicéntrico realizado teniendo en cuenta a personas con actividad homosexual de 6 ciudades norteamericanas, el 60% habían tenido más de 6 parejas en los últimos 6 meses; el 42% más de 10 parejas. Finalmente, en grupos de homosexuales de Amsterdam, que se describen a sí mismos

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como «parejas estables», la duración media de sus relaciones de pareja era de un año y medio. Es importante no perder la objetividad en el caso de que personas con sentimientos homosexuales que nos rodean puedan no ajustarse a lo que se acaba de describir sobre la multiplicidad de parejas. Esta realidad se confirma en los estudios de poblaciones con relaciones homosexuales, y no a través de nuestra experiencia más próxima y parcial. 2. En segundo lugar, se ha utilizado la imagen de víctimas continuas de circunstancias discriminatorias. Ciertamente las personas con orientación homosexual han sido en el pasado, y son todavía a veces víctimas de abusos intolerables por parte de algunos sectores de la población. Sin embargo, no es menos cierto que algunos han instrumentalizado estos hechos lamentables para, en nombre de los derechos humanos, forzar la aceptación general de la «normalidad» de su actividad homosexual. También se ha pretendido con esto modificar leyes que en realidad nada tienen que ver con los derechos humanos como, por ejemplo, la

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equiparación de sus uniones con el matrimonio o la legislación de la adopción de niños. 3. Finalmente, han trabajado con cuidado para cambiar definiciones oficiales a fin de que «lo anormal se convierta en normal». El cambio de definiciones se lleva a cabo siguiendo varias estrategias que describimos a continuación: La primera consiste en argumentar que «los homosexuales» son muchos (se hablaba entonces de un 10% de la población) basándose en un estudio de Kinsey realizado en el año 1948. A pesar de que dicho estudio siga citándose hoy, los expertos en metodología de investigación no tienen muchas dudas a la hora de valorarlo como un estudio sesgado en cuanto a sus contenidos sobre sexualidad humana. Se realizó, entre otros, recabando la opinión de hombres encarcelados, muchos de los cuales lo estaban por cometer delitos sexuales, y recogieron opiniones de voluntarios universitarios, con lo que no puede considerarse como un estudio representativo de la población general para llegar a conclusiones generales sobre lo que es o no «normal» en la sexualidad humana.

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Mientras se anunciaba la ley que cambiaría la definición secular de matrimonio en España, la agencia de noticias efe y otros medios de comunicación se hicieron eco, a finales de 2004, de declaraciones de colectivos de gays y lesbianas y de miembros del gobierno español que aseguraban que el 10% de la población española «es homosexual», coincidiendo con las estimaciones de este mismo estudio Kinsey que acabo de describir. Evidentemente, esta cifra no se sostiene a la luz de los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). En la encuesta sobre salud sexual de 2004 del INE se deduce que, como mucho, un 3% de la población española de 18 a 49 años «declara haber mantenido relaciones homosexuales alguna vez», y ni siquiera sería metodológicamente correcto deducir que dichas personas «tienen una orientación sexual de tipo homosexual» (habría que descontar, por ejemplo, a los heterosexuales que simplemente han experimentado alguna vez con este tipo de actividad sexual). Probablemente, la proporción real de personas con orientación y actividad sexual de tipo homosexual en España se sitúe

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más bien en torno al 1-1,5% de la población total. Se ha intentado también presentar la homosexualidad como «algo natural». Pero ¿qué se entiende por «natural»? Si por natural se entiende lo frecuente, recordemos que la frecuencia de un fenómeno no habla necesariamente a favor de su normalidad. Por ejemplo, hay fenómenos como las caries dentales que son frecuentes e incluso casi universales sin que eso signifique que son dientes iguales que los que no tienen caries. Otros opinan que lo natural es lo frecuente en animales, pero la orientación homosexual no existe en los animales. Desde el punto de vista biológico se suelen asociar algunas cópulas esporádicas entre animales del mismo sexo a causas que son externas a lo propio de la especie. En cualquier caso, no es comparable a la homosexualidad entre dos personas. Por ejemplo, puede ocurrir al encontrarse especies salvajes en cautiverio o bien como manifestaciones de dominio o agresividad. Si se piensa que lo natural es lo elegido por uno libremente, entonces basta recordar que

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existen muchos estilos de vida libremente adoptados como el tabaquismo o el sedentarismo que son claramente perjudiciales para la salud. Para quienes piensan que lo natural, en un ser humano, es lo característico de los seres humanos, es preciso no perder de vista que lo propio del ser humano es el libre control de la razón sobre las tendencias. Además, es evidente que cada órgano tiene su función específica y natural. El mal uso de los órganos acaba invariablemente asociándose a problemas clínicos específicos que precisan una atención médica. Por ejemplo, con respecto a ciertas actividades homosexuales debemos recordar lo obvio: la vía rectal no está ni hecha ni preparada para el acto sexual, no existen glándulas de lubrificación, la mucosa anal es más sensible y frágil que la vaginal y no existen músculos que se relajen, sin dañarse, para permitir la penetración. Obviamente, este comentario es igual de válido para las relaciones anales en heterosexuales. Por último, hay quienes hablan de lo natural pensando que la homosexualidad pudiera

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ser innata. Ya hemos afirmado anteriormente que no hay ninguna evidencia científica que avale la teoría genética y determinista de la homosexualidad. En cualquier caso, aunque fuese innato, que no lo es, no sería prueba de ausencia de enfermedad o problema (piénsese, por ejemplo, en las enfermedades hereditarias). En el caso de la homosexualidad, aunque no se escoja siempre una orientación homoerótica inicial –me refiero por ejemplo a la orientación homosexual resultante de vivencias involuntarias como haber sufrido abusos o haber tenido una relación afectiva perjudicial con los padres– sí se elige adoptar un estilo de vida homosexual. Pero muchos adoptan estos estilos de vida por desconocimiento de que existe otra alternativa para ellos, es decir, sin ser una decisión realmente «libre». Quizá el acontecimiento más crucial de todos para «normalizar» la actividad homosexual ha sido la eliminación de la homosexualidad de sucesivas versiones del manual estadístico de diagnósticos mentales (el llamado: Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, o DSM), por la Asociación

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Americana de Psiquiatras (APA), y su clasificación como «una orientación sexual normal» a partir de la versión DSM-III de 1980. La trascendencia de este acontecimiento se intuye al observar que no existe hoy ningún debate sobre homosexualidad donde no se utilice este dato del cambio de la nomenclatura. Quienes defienden que la homosexualidad es una «opción normal» se acuerdan siempre de dejar claro a su interlocutor, de manera contundente y desde el principio del debate, que ni la APA ni la Organización Mundial de la Salud (OMS) consideran ya la homosexualidad como una enfermedad. Se escriben con cierta frecuencia cartas en periódicos recordando este hecho y el mensaje ha penetrado muy bien en la población, hasta el punto de que es prácticamente imposible encontrar a alguien a quien no le haya llegado esta mensaje. De hecho, muchos de los supuestos sobre la homosexualidad e incluso algunas de sus reivindicaciones perderían fuerza y sentido ante la población general si se corrigiese la aceptación de la normalidad de la homosexualidad, y esto explica la virulencia con la

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cual siempre se responde a cualquiera que saque este tema a debate. Efectivamente, el estudio de cómo sucedieron estos acontecimientos es revelador. En los años setenta se inició en Estados Unidos una ofensiva importante de algunos grupos de presión de gays y lesbianas. Irrumpían en congresos de la APA, retiraban paneles científicos sobre el tratamiento de personas con sentimientos homosexuales y lanzaban acusaciones de crueldad y falta de humanidad con amenazas personales a psiquiatras prominentes. Este movimiento provocó la formación de un panel de expertos (Task Force) dirigido por el Dr. Socarides, especialista en trastornos sexuales. A los dos años de constituirse, concluyeron que «la homosexualidad debía considerarse como un trastorno del desarrollo psicosexual». Dicho documento acabó archivándolo el consejo ejecutivo de la APA, para evitar «ramificaciones políticas», y en 1972 se constituyó otro panel de expertos dirigido por el Dr. Spitzer, sin tanta experiencia previa en trastornos sexuales, que apoyó las solicitudes a favor de un referendum en la APA para zanjar el tema.

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Se organizó entonces una votación en el seno de la APA, con unos 30.000 miembros en esa época, y en medio de presiones internas importantes por parte de algunos activistas homosexuales, que incluso financiaron cartas pidiendo el voto favorable a sus tesis pero sin desvelar que ellos financiaban la propaganda. En la votación participaron solamente el 25% de los miembros de la APA y el resultado fue que aproximadamente un 60% estaba a favor de eliminar la homosexualidad del manual diagnóstico, y así se decidió finalmente. Sin embargo, en 1977 se realizó una encuesta aleatoria a 10.000 miembros de la APA, y resultó que el 69% afirmaba que la homosexualidad «suele ser más bien una adaptación patológica que una variación normal». Se acabó concluyendo que los resultados del estudio anterior fueron fruto de consideraciones políticas y sociales más que científicas, pero ya era demasiado tarde. Estos hechos son graves porque probablemente no exista otro ejemplo en la medicina, donde se decida sobre la pertinencia o no de la clasificación de un fenómeno como enferme-

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dad, por votación simple y sin criterios científicos claramente comprobables. Cualquiera puede fácilmente imaginarse las consecuencias devastadoras que tendría, para las personas obesas, una decisión por votación negando que la obesidad sea un problema. Con una decisión así, los obesos dejarían, por ejemplo, de poder buscar ayuda profesional en nuestro sistema sanitario. En 1994, los mismos grupos de presión intentaron declarar «no ético» el tratamiento de personas con orientación homosexual incluso aunque estos lo pidieran voluntariamente. Sin embargo, ante la amenaza de la APA de reabrir el debate sobre la definición de la homosexualidad, abandonaron afortunadamente esta nueva línea de presión. Como ya hemos comentado antes, esto se intentó sin éxito, en Agosto de 2008 en la convención de la APA en Boston y probablemente haya más intentos en el futuro. De momento, en el Estado de California, ya han conseguido que no se permita llevar a ningún menor con AMS a un terapeuta, aunque lo acompañen sus padres; aunque tanto

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el menor como sus padres quieran realmente solicitar esa ayuda. En la actualidad, los argumentos de quienes siguen queriendo prohibir la «terapia de reorientación» son principalmente tres: en primer lugar, afirman que la homosexualidad no se considera ya como una enfermedad; en segundo lugar, opinan que quienes solicitan esta ayuda tienen, en realidad, una homofobia interiorizada (endógena) y, en tercer lugar, que la orientación sexual es inmutable. Sin embargo, los terapeutas que defienden que dicha ayuda debe estar disponible para quienes la soliciten afirman que hay que respetar la autonomía y las decisiones personales; que se debe respetar también la valoración que algunos hacen de las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo, desde la perspectiva de sus creencias religiosas y morales; finalmente, porque la evidencia científica actual muestra que los servicios de ayuda para modificar los pensamientos, comportamientos y sentimientos homosexuales pueden ser exitosos. Respecto al acontecimiento del cambio de definiciones del manual DSM-III y sucesivas

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versiones, no cabe la menor duda de que ha acabado teniendo una profunda influencia en la psiquiatría americana y también en la mundial, porque se ha traducido a las principales lenguas convirtiéndose en el manual de referencia y uso internacional. No hay que olvidar que existían muchas críticas a causa de la poca fiabilidad y falta de consistencia de algunos diagnósticos psiquiátricos, antes de este esfuerzo por clasificar los problemas relacionados con la salud mental. El DSM era un intento de demostrar que las enfermedades psiquiátricas podían ser objetivamente diagnosticadas como las otras ramas de la medicina. Evidentemente, la primera condición para garantizar la credibilidad científica del «manual», era que permaneciera ajeno a las presiones no científicas. Hay quienes apelan al hecho de que «la mayoría de psiquiatras y organismos oficiales de psiquiatría» apoyan lo establecido en los manuales DSM, para defender las decisiones tomadas respecto a la homosexualidad. Sin embargo, habría que tener en cuenta que la ciencia no es un campo en el que la verdad se alcance por votación democrática, sino que

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más bien es la verdad de lo descubierto por un científico aislado o un grupo la que suscita la adhesión de los demás científicos para finalmente obtener el consenso general. Lo importante entonces es que las mayorías se basen en descubrimientos concretos y verdaderos para que sean «científicas». Hay que buscar y discutir en qué descubrimientos concretos se basaron las votaciones de la APA para tomar una decisión tan importante sobre la homosexualidad. Algunos afirman que no existe la verdad porque todo es relativo, y lo aplican al terreno de la homosexualidad para argumentar que cada cual debe poder opinar como quiere al respecto. Sin embargo, es una postura paradójicamente poco democrática porque niega que sea ni siquiera útil debatir las diferencias, y también niega que alguien pueda defender una idea concreta como más válida que otra. Se ha utilizado, por estas razones, el término de «dictadura del relativismo» para describir este pensamiento que está en boga en nuestros días. De hecho, si no existiese la verdad, no tendría sentido el trabajo científico que

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consiste precisamente en buscarla y encontrarla. Evidentemente, es también cierto que el científico nunca agota toda la realidad y que siempre es posible rectificar y mejorar el conocimiento que, de momento, tiene de esa verdad concreta que persigue. Por otra parte, una misma verdad puede contemplarse desde diversos puntos de vista, pero no deja de seguir siendo la misma verdad. En cualquier caso, al menos podríamos estar todos de acuerdo en una afirmación: todo aquello que se aparte de la verdad con respecto a la homosexualidad perjudica en primer lugar a las personas con sentimientos homosexuales. Por ejemplo, si uno no sabe que el cambio es posible, nunca se le ocurrirá plantearse el cambio; será por ello menos libre. Teniendo en cuenta lo anterior, es preciso seguir confiando en los científicos, en los psiquiatras, para que sigan intentando comprender mejor la homosexualidad y sus determinantes. No deberíamos contentarnos con los criterios de mayorías más o menos importantes sin fijarnos en qué descubrimientos concretos sobre la homosexualidad basan su

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consenso. En cualquier caso, deberían seguir estudiándose y debatiéndose en foros científicos para publicarse posteriormente en revistas también científicas. La popularidad, «per se», de un manual o instrumento de trabajo no constituye una validación intrínseca de su autoridad científica. Es llamativo, por ejemplo, como hemos ya dicho, que el Dr. Spitzer, uno de los psiquiatras responsables de la redacción de las versiones iniciales de los DSM, se hizo miembro de la asociación narth, que se dedica a la investigación y terapia de la homosexualidad. Otros psiquiatras disienten sobre si la evolución del DSM ha seguido siempre unos criterios estrictamente científicos y, también, sobre si muchos de los parámetros de diagnóstico que contiene se pueden considerar válidos científicamente. El Dr. Melvin Sabshin dio en 1989 una conferencia en la reunión anual de la Asociación Americana de Psiquiatría, con el título «Puntos de cambio en la Psiquiatría del siglo XX». Señalaba que el DSM estaba sometido a la manipulación social por parte de algunos

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que tenían otros intereses. No tenía la menor duda de que el «DSM-III había sido influenciado por fuerzas ajenas a la psiquiatría» (Sabshin, 1990). El Dr. Goerge E. Vaillant (profesor de psiquiatría en la Darmouth Medical School) opinaba que «el DSM-III representa una atrevida serie de elecciones basadas en suposiciones, preferencias, prejuicios y esperanzas. Algunas de estas elecciones son indudablemente correctas, pero pocas se basan en hechos o en la verdad». Lo menos que podemos decir, conociendo todos los datos disponibles sobre esta cuestión, es que hay suficientes dudas al respecto como para que sea deseable seguir, y en algunos países reabrir, un debate científico sobre la homosexualidad, pero teniendo más en cuenta los datos palpables y en menor medida las opiniones o corrientes de pensamiento más o menos mayoritarios que no se apoyen en datos concretos. Toda la larga trayectoria que condujo a la eliminación de la homosexualidad del manual diagnóstico de psiquiatría se explica con mucho detalle en un libro publicado por el profesor de estudios políticos Ronald Bayer

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y titulado «La homosexualidad y la psiquiatría americana» (Bayer, 1987). PRECIO: La segunda «p» de esta campaña de propaganda es la del precio y, más concretamente, la del precio que deben pagar quienes no aceptan la idea de la normalidad de la homosexualidad. Se trata de llevar el debate al terreno puramente emocional, para que la cuestión no pueda depender de hechos comprobables, y para que las decisiones al respecto no sean racionales. A cualquier persona que no opine como los activistas homosexuales se les llama «homófobo», «reaccionario», «ignorante» o «intolerante». La facilidad con la cual se vierten estas acusaciones contrasta claramente con lo difícil que puede resultar defenderse de ellas en situaciones como por ejemplo un debate televisivo. Uno no tiene más que recorrer las páginas webs de los colectivos de gays y lesbianas para darse cuenta que la lista de personas insultadas, solamente porque discrepan con ellos, es interminable. Paradójicamente, toda discrepancia se considera como «una amenaza a la libertad». Las

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personas así insultadas no pertenecen necesariamente a sectores «conservadores»; son personas como el socialista Jospin que, sin más, no opinan como los colectivos de gays y lesbianas. Yo mismo he sido víctima de este etiquetado ya que mi nombre aparece en una página web de gays y lesbianas como ejemplo de persona que escribe cosas con contenidos «claramente homófobos». Sin embargo, la prueba de que lo que cuenta es desprestigiar a alguien sin ser necesariamente veraz, es que colgaron en la misma web, como prueba de mi supuesta homofobia, un texto que ni siquiera habla de la homosexualidad. Hemos asistido a un ejemplo de linchamiento público y algo sectario sin precedentes en 2005 en España. La Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (FELGT) ha lanzado graves insultos contra el profesor Aquilino Polaino de la Universidad San Pablo, CEU a raíz de su comparecencia como experto de estas cuestiones en el Senado. Se le ha calificado de «catedrático de homofobia». Varios medios de comunicación se

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han hecho ampliamente eco de estos insultos y han añadido más leña al fuego con algunas tergiversaciones adicionales y sin aludir ni aportar ningún dato científico que tuviera el mismo peso que los presentados por el Catedrático de Psicopatología. Cualquiera puede leer personalmente el informe de este experto y los debates posteriores que se produjeron en el Senado porque están a disposición pública. Quedará, con toda probabilidad, sorprendido por la falta de conexión que hay entre la transcripción de los hechos en la sesión del Senado del 20 de Junio de 2005 y lo publicado en la prensa al respecto, en esos días (ver la transcripción de las sesiones del Senado en: http:// www.senado.es/buscador/). Por ejemplo, la afirmación siguiente del profesor Polaino en la sesión del Senado: «...(de) los 160 hombres y mujeres de conducta homosexual que han solicitado mi ayuda humanitaria como terapeuta (...) muchos de ellos y de ellas describen y perciben al padre durante la infancia como un padre hostil, distante, violento o alcohólico».

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Se ha convertido en la siguiente cita en muchos medios de comunicación: «El experto del PP afirma que los gays son hijos de padres hostiles y alcohólicos». El profesor Polaino no hizo más que transmitir a los senadores su experiencia personal como terapeuta y los contenidos de muchos trabajos que se han publicado sobre la homosexualidad en la literatura científica. Pero debe haber muchos interesados en que la población no se informe adecuadamente de todos estos trabajos internacionales. Es posible que alguien pueda discrepar en matices o en la manera de presentar algún aspecto concreto del tema. Sin embargo, no deberíamos apartarnos de lo esencial de este debate, de los datos que realmente hay publicados sobre la homosexualidad. De la misma manera que sería injusto negar que hay personas que ejercen violencia contra las personas con sentimientos homosexuales, porque son los colectivos de gays y lesbianas quienes más denuncian estos hechos; tampoco es pertinente aducir a la pertenencia a una asociación o partido político,

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las creencias religiosas si las hubiera, la universidad de origen o cualquier etiqueta que se quiera poner a una persona para desacreditarla como científico, en vez de discrepar aportando datos científicos contrarios para su debate si existieran. Este ambiente de insultos tiende a inhibir las declaraciones contrarias a las de estos colectivos, y se produce en las personas así cohibidas el fenómeno de la «disonancia cognitiva», mediante la cual, si uno no actúa u opina públicamente como piensa, acaba pensando como actúa. En este caso, se acaba aceptando la idea de que la homosexualidad es normal. La idea es poner a alguien la etiqueta adecuada para desprestigiarle de entrada. No olvidemos que el colectivo de homosexuales suele tener un alto poder adquisitivo, y la fuerza de su boicot o propaganda negativa es tan eficaz que algunos describen que empresas como American Express, Levi-Straus, Álamo, General Motors o American Airlines, por citar algunas, han hecho campañas de publicidad teniendo en cuenta la opinión de este llamado «mercado rosa». La fuerza de la «opinión

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inexperta» de la población general es tal, que en la actualidad es extremadamente difícil estudiar científicamente la homosexualidad sin ser condenado por ello. Esto perjudica, en primer lugar, a las personas con AMS que se pudieran beneficiar de nuevos conocimientos sobre el tema. PROMOCIÓN: La tercera «p», consiste en elegir bien el tipo de promoción que se va a realizar, y se han preparado campañas para conseguir «el control de los medios de comunicación», para «presentar informaciones distorsionadas en medios de prestigio» y desde luego, siempre con la intención de «esconder el objetivo real de la campaña», según palabras de sus organizadores. Si se consigue publicar una media verdad en un medio de comunicación prestigioso, la noticia se convierte en verdad absoluta. Existen numerosos ejemplos de la promoción de una idea concreta sobre la homosexualidad. Jonathan Demme, director de la película El silencio de los corderos, fue duramente criticado por los colectivos de gays y lesbianas

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porque esta película presentaba a un psicópata asesino con una orientación homosexual. Se acepta con bastante naturalidad en algunos medios que Demme realizó la película Filadelfia para compensar y defenderse de dichas críticas gracias a la imagen claramente pro-gay de esta película. La imagen de la homosexualidad intenta cuidarse con personajes siempre simpáticos, comprensivos aunque incomprendidos, e inteligentes, como se puede observar en prácticamente cualquier serie televisiva. Se da la publicidad oportuna a la «salida del armario» de personas de sectores clave, normalmente tachadas de conservadoras (sacerdotes, militares) o de ciertos políticos como, por ejemplo, el caso de una ministra británica que declaraba oficialmente su homosexualidad. Algunos medios de comunicación son especialmente proclives a transmitir declaraciones de cristianos socialistas o asociaciones de gays cristianos, aunque no harían el mismo esfuerzo para difundir opiniones favorables sobre otras asociaciones como las de familias numerosas o las de padres y madres de familia. Finalmente, ha habido también una cierta tendencia a ha-

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cer publicidad de la supuesta homosexualidad de figuras históricas o celebridades, pero una vez que han fallecido y por tanto no pueden responder a las afirmaciones que se han hecho sobre ellas en público. PÚBLICO: Finalmente, la cuarta «p» consiste en escoger cuidadosamente el público objeto de la propaganda. No es imprescindible convencer enseguida a toda la población. Así, se escogen dianas concretas para las campañas: los medios de comunicación («bombardeo mediático»); gobiernos (a través de personas de gobiernos que declaran su homosexualidad o promulgando leyes concretas favoreciendo a personas con actividad homosexual en nombre de los derechos humanos); educadores en escuelas y universidades; los llamados «liberales» y finalmente religiones «poco fervientes». Esta consigna es tan importante que se acompaña del ataque constante a religiones que no son «poco fervientes», como la católica, que mantiene una opinión firme sobre esta cuestión. Es prácticamente imposible ver una manifestación pro-gay, en estos tiempos de «gran

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tolerancia», donde no se parodie groseramente, y de manera insultante, a una religiosa o a un sacerdote. Como ejemplo para ilustrar este comentario, podemos referirnos a las imágenes de las manifestaciones del día del orgullo gay que cualquiera puede seguramente ver, consultando en los reportajes gráficos en Internet; hablan por sí mismas. No se suele atacar directa y personalmente al católico, se dirigen más bien los insultos contra la jerarquía de su Iglesia, con el claro efecto de ridiculizar, indirectamente, a cualquier católico que sintonice con los pastores de su Iglesia o que afirme públicamente que está de acuerdo con sus ideas. Ciertamente podemos afirmar que el prejuicio anticatólico es el último prejuicio aceptable en estos tiempos de tolerancia casi «universal» y que ciertos entornos de gays y lesbianas perpetúan este prejuicio. La elección de un «público concreto» para dirigir su agenda de homosexualismo activista, incluye a los menores en los colegios y tanto en libros sobre biología como en libros de Educación para la Ciudadanía. Por ejemplo,

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se pudo demostrar, en una revisión extensa de prácticamente todas las editoriales españolas de textos escolares utilizados en 3.º de la ESO y en la asignatura de Biología, que existen abundantes mensajes sobre la homosexualidad que no están basados en evidencias científicas existentes al respecto.

el debate por las adopcIones y para modIfIcar la defInIcIón de matrImonIo

Con respecto a la las adopciones, es importante preguntarse cuál es nuestro concepto de familia. Si aceptamos que ser padres es algo más que convertirse en «cuidadores profesionales de hijos» o personas que «velan por su bienestar» y si valoramos, por el contrario, el papel que deberían tener como modelos con sus roles específicos, afirmaríamos que, por su bien, los niños no deberían considerarse como si fueran «un derecho». Por el contrario, deberíamos quizá concentrarnos en fomentar el deber que tienen las

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autoridades de ofrecer las mejores opciones a los hijos que van a ser adoptados. Siguiendo esta línea de pensamiento, es preciso preguntarnos si es la mejor opción, para niños huérfanos, que sean adoptados por personas que pudieran tener un desarrollo inadecuado de su identidad sexual y donde la monogamia es más excepcional que habitual, siendo la estabilidad un factor importantísimo para el buen desarrollo de cualquier niño (Fontana et al, 2005). Lo más prudente sería seguir estudiando esta cuestión, para esclarecerla más, antes de hacer leyes que involucren a los niños. Evidentemente, esta opinión no debe basarse en una obsesión «anti-homosexualidad», y no hay que perder de vista que tampoco sería la mejor opción para los niños que les adoptaran heterosexuales promiscuos, con adicciones, una persona violenta o un menor de edad. Se trata, en definitiva, de ir buscando siempre la mejor opción disponible para estos niños y en la actualidad hay listas de espera de parejas heterosexuales estables e idóneas que reúnen mejores condiciones que las personas descritas anteriormente. Estamos hablando, de hecho,

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del problema de la idoneidad para ser padres adoptivos, y este debate debería afrontarse sin dejar de lado los datos científicos disponibles al respecto. Si se acepta que la sociedad tiene el deber de garantizar para niños y niñas la mejor adopción posible, no habría que perder de vista lo aprendido por los estudios científicos. Hasta prueba de lo contrario, y a igualdad de otras consideraciones, es decir, asumiendo que comparásemos a grupos que estuvieran en parecidas circunstancias como las socio económicas, de educación, etc., los estudios sugieren que la mejor opción para un niño sigue siendo una pareja heterosexual establemente comprometida en el matrimonio (Rekers, 2004). Este dato científico es muy importante porque no es infrecuente que se quiera desinformar demagógicamente al público afirmando que es mejor para un niño que le adopte una pareja de homosexuales, en vez de vivir en un hogar de heterosexuales donde hay violencia doméstica o cualquier otro problema que perjudique a los menores. Tenemos que estar especialmente alerta ante los estudios que nos citan, con cierta fre-

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cuencia, y que supuestamente prueban que no existen diferencias entre niños adoptados por personas con actividad homosexual y los que viven con un padre y una madre. Estos estudios suelen realizarse con muestras pequeñas de niños. Cuando un estudio es pequeño, el no encontrar diferencias estadísticas entre los grupos comparados no significa que, de hecho, dichas diferencias no existan. Los estudios pequeños suelen tener dificultad para hallar diferencias, aunque existan en realidad. A este fenómeno se le llama, en estadística, «falta de potencia estadística». Además, para llegar a conclusiones mínimamente válidas es necesario seguir a los jóvenes en este tipo de adopciones durante bastante tiempo para poder identificar posibles problemas que suelen surgir más a largo plazo como la inadaptación social o los problemas de identidad personal y sexual. Efectivamente, algunos estudios ya señalan que puede aumentar la probabilidad de que estos menores presenten también una orientación sexual de tipo homosexual cuando sean adultos. Sin embargo, lo expuesto anteriormente no quiere decir, de ninguna manera, que otros

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modelos de familia, como las monoparentales, sean irremediablemente perjudiciales. Se trata simplemente de constatar que la evidencia científica demuestra de manera abrumadora que el lugar más idóneo para que crezca un niño, en términos generales, es en el seno de una familia estable, constituida por un hombre y una mujer casados, y donde los hijos tienen acceso a un padre y una madre que comparten un lazo biológico con ellos, y por lo tanto un sentimiento y un lazo profundo de pertenencia (McLanahan, 1994). Para la mayoría de nosotros, nuestra realidad ha sido el tener un padre y una madre, y a pesar de que muchos hayan tenido la suerte de salir adelante faltando uno de los dos o ambos, no parece prudente que la experiencia milenaria de construir de este modo con éxito la familia humana se eche abajo mediante nuevas leyes que no tienen en cuenta ni la experiencia pasada ni los datos científicos que corroboran su éxito. Es frecuente el argumento de que también hay parejas de heterosexuales que no son idóneas para ser padres adoptivos o que hay parejas heterosexuales que abusan de sus hijos. Sin

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embargo, estos hechos condenables de ninguna manera prueban la idoneidad de las personas con sentimientos y actividad homosexual para las adopciones. Por el contrario, se debería examinar y contrastar la evidencia científica empírica existente sobre la frecuencia de dichos problemas en un tipo u otro de parejas y, tal como hemos señalado anteriormente, sin utilizar argumentos demagógicos. Por ejem- plo, existe un informe muy detallado y docu- mentado, con m á s de 250 citas bibliogr á ficas y estudios, que ha sido redactado por un pro- fesor de Neuropsiquiatr ía y Ciencias del com- portamiento de la Facultad de Medicina de la Universidad estadounidense de Carolina del Sur, que demuestra que las parejas del mismo sexo con actividad homosexual no son opcio- nes óptimas ni para las adopciones ni para la custodia en hogares de acogida. Este informe pericial ha sido utilizado en Florida en defensa de la ley que prohibe la adopción de niños por personas del mismo sexo, y el juicio ha conseguido llegar hasta la corte suprema de Estados Unidos en enero de 2005. Otras asociaciones

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también se han basado en este informe pericial para plantear juicios y conseguir llevar los contenciosos hasta la Corte suprema (Rekers, 2004). A continuación, exponemos las conclusiones más relevantes de este trabajo: • Los niños adoptados o en custodia en hogares de acogida presentan una mayor frecuencia de problemas psicológicos y de conducta, que los niños de la población general (por ejemplo, ansiedad y depresión por el proceso de separación de sus seres queridos, fallecimiento de padres, problemas emocionales por el abandono o los abusos, etc.). Padecen, además, las tensiones propias de las necesarias intervenciones oficiales (contacto con cuidadores y agencias de adopciones, adaptación a nueva familia y entorno, etc.). Por ello, las autoridades tienen la obligación de eliminar cualquier riesgo adicional de factores estresantes, de fuentes de inestabilidad familiar o de privaciones evitables, que las parejas con actividad sexual de tipo homosexual podrían implicar. • Investigaciones empíricas y experiencias clínicas demuestran que los hogares con

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adultos que tienen relaciones sexuales de tipo homosexual introducen inherentemente más factores estresantes en los niños y niñas adoptados, porque estos adultos presentan más problemas psicológicos, como la ansiedad y la depresión. También se da con mayor frecuencia el consumo de sustancias y la violencia en la pareja. Son sustancialmente menos estables que las familias heterosexuales, y privan a los niños de los beneficios de tener padres relativamente mejor ajustados desde el punto de vista psicológico así como los beneficios de tener una figura paterna y materna. Padres y madres, tanto por separado como conjuntamente, contribuyen de manera positiva y única en el bienestar de los hijos. El tipo de hogar que presenta la mayor probabilidad de ser menos estresante y más seguro y estable para la custodia de hijos es el de un matrimonio casado desde varios años y declarado idóneo. Es posible que algunos argumenten que una pareja concreta de personas con sentimientos homosexuales pueda, en ciertas circunstancias, ofrecer a los niños una función parental satisfactoria o equivalente. Aunque

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esto se pudiera demostrar empíricamente, sería más bien una excepción y no lo habitual. Además, poner a una persona menor de edad en estas circunstancias seguiría planteando el problema de exponerlos al riesgo de una mayor inestabilidad de la pareja y a la privación de los beneficios de tener un padre y una madre, situaciones que son inherentes a un hogar de adultos con actividad homosexual. No olvidemos que la multiplicidad de parejas se describe más como la norma que como la excepción en la homosexualidad, hasta el punto de que algunos autores la consideran más bien intrínseca a la homosexualidad. Por analogía, se podría argumentar que una pareja de jóvenes recién casados con 18 años, o un hombre de 95 años pudieran constituir también equivalentes parentales satisfactorios para un niño que necesita ser acogido. Sin embargo, los riesgos inherentes a la estructura de estos hogares justificarían las leyes que prohibiesen estas adopciones. La exclusión de parejas con actividad homosexual no se hace en función de un deseo de discriminación contra un grupo de personas, sino basándose en que la estructura inhe-

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rente de su hogar supondría una desventaja indebida, un factor estresante adicional y un perjuicio a los niños y niñas adoptados que solamente se puede evitar denegándoles la posibilidad de adoptar en estas circunstancias y ofreciendo alternativas que han demostrado ser preferibles para los menores. Las leyes sobre adopción y acogida no deberían enfocarse en función de los derechos de los posibles adoptantes sino, por el contrario, velando más por el derecho de los adoptados y valorando siempre los riesgos y beneficios de un tipo determinado de adoptantes. A juzgar por estos datos, no parece prudente aventurarnos en el terreno de la adopción de niños por parejas con actividad sexual de tipo homosexual cuando en todas las ciudades hay listas de espera de parejas heterosexuales idóneas para la adopción. Es tan importante esta cuestión que hay países que a pesar de equiparar la unión entre personas del mismo sexo con el matrimonio, no por ello les permiten adoptar niños. Finalmente, no olvidemos que las leyes como las que equiparan a las uniones entre per-

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sonas del mismo sexo con el matrimonio permiten, en consecuencia, que puedan adoptar niños. Tienen, entre otros efectos, el de institucionalizar la idea de que no es tan importante para un niño que tenga un padre y una madre. En la práctica, se institucionaliza una idea totalmente contraria a la abrumadora evidencia científica. Por otra parte, aunque se diga lo contrario, es injusto legislar como igual lo que es desigual por naturaleza. Es injusto dar también un premio a una persona que no ha participado en un concurso aunque no se le quite el premio al que de hecho lo ha ganado. No es comparable el interés social y público que tiene el matrimonio, camino ordinario y óptimo para la incorporación, crecimiento y educación de nuevos ciudadanos a la sociedad, con las uniones de otro tipo que han tenido, por esta razón, un carácter más privado y no han sido objeto de esa protección especial de la que goza el matrimonio en la legislación universal. Por esta razón suscribo plenamente lo que comentaba el Secretario General y portavoz de la Conferencia Episcopal Española, Juan Antonio Martínez Camino, cuando afirmaba en

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2008 que «no es cierto que las uniones homosexuales hayan sido equiparadas al matrimonio. La Ley de Reforma del Código Civil en materia de Matrimonio (13/2995) ha hecho justamente lo contrario: ha equiparado el matrimonio a las uniones de personas del mismo sexo.» Esta afirmación es atinada porque de hecho queda desnaturalizado por completo, en su especificidad, la unión a la que todas las legislaciones del mundo han llamado matrimonio, antes y después de Cristo. Esta afirmación se puede entender mejor con un ejemplo. Es como si el reglamento del fútbol se modificara por ley para decir simplemente que «debe definirse como cualquier tipo de juego de balón», sin nada específico. De esta manera, se equipararía el fútbol, entre otros, al baloncesto o al balonmano. No se habría prohibido, con esta ley, jugar al balón con el pié, pero tampoco se habría excluido que pudiera ser jugado con la mano por todos los jugadores y en todas las ocasiones, por lo que, sencillamente, habría dejado de existir el fútbol con sus características propias. Como también afirmaba Juan Antonio Martínez Camino, cualquier ley

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que desvirtúe así al matrimonio afectará inevitablemente «el nicho ecológico de la vida humana, el ámbito fontal de la identidad de las personas, de la cultura y de la paz». Por esta razón, aunque muchos afirmen que la equiparación del matrimonio con la unión de personas del mismo sexo no daña a nadie ni quita derechos a nadie, se está de hecho cometiendo una doble injusticia. En primer lugar, las uniones de personas con actividad homosexual acabarán gozando de los mismos derechos legales y económicos que quiénes hacen el gran servicio a la sociedad asumiendo con gozo, aunque con esfuerzo, los gastos económicos y personales de educar a los hijos. Este sacrificio del matrimonio se hace en beneficio de todos. Los hijos que suponen hoy una inversión impagable son quienes en el futuro sostendrán con su trabajo las pensiones; serán los motores y renovadores de nuestra sociedad. Ninguna sociedad puede sobrevivir sin este servicio irremplazable de la familia. En segundo lugar, también es un agravio comparativo respecto a las personas que viven juntas con un proyecto común que no incluye

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las relaciones sexuales. Dos hermanas, o una tía con su sobrino, comparten amor, compromiso, convivencia y gastos, del mismo modo que dos personas con actividad homosexual, pero sin embargo no podrían gozar de los derechos del matrimonio simplemente por no tener relaciones sexuales. Esto no parece muy lógico. En realidad, se está premiando, por presión del homosexualismo político y por motivaciones ideológicas, a un tipo concreto de relación sexual abrumadoramente minoritario en nuestra sociedad. En 2006 el Instituto Witherspoon, de Princeton Estados Unidos, publicó el resultado de los estudios de investigación multidisciplinares sobre por qué el matrimonio, entendido como unión permanente entre varón y mujer, es de interés público (http://www.princetonprinciples.org). Este grupo multidisciplinar compuesto de expertos en historia, economía, psiquiatría, derecho, sociología y filosofía llegaban a las conclusiones siguientes que resumieron en «Los 10 principios sobre el matrimonio y el bien público» (Ten Principles on Marriage and the Public Good):

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1) El matrimonio es una unión personal de un varón y una mujer, con la intención de que sea para toda la vida. 2) El matrimonio es un bien humano importante que eleva y perfecciona nuestra naturaleza social y sexual. 3) Habitualmente tanto el varón como la mujer están mejor como resultado del matrimonio. 4) El matrimonio protege el bienestar de los hijos. 5) El matrimonio sostiene la sociedad civil y promociona el bien común. 6) El matrimonio es una institución que crea riqueza y que incrementa el capital humano y social. 7) Cuando el matrimonio se debilita, aumentan las desigualdades sociales porque los hijos sufren las desventajas de crecer en hogares sin madres y padres comprometidos. 8) Una cultura que promocione los matrimonios funcionales sirve para proteger las libertades políticas y para limitar la fuerza excesiva de los gobiernos.

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9) Las leyes que regulan el matrimonio son muy importantes. 10) Los conceptos de «matrimonio civil» y «matrimonio religioso» no pueden ser rígidamente o completamente divorciados el uno del otro. Por todas estas razones que hemos expuesto cualquier ley que desvirtúe el significado secular del matrimonio pone en grave peligro el bien público, nuestro bien común. En resumen, la estructura familiar sí influye en algunos indicadores de bienestar de los niños como pueden ser el nivel académico, la autoestima, la salud mental, la integración social, etc. Los estudios científicos que se han realizado para valorar esta cuestión son bastante elocuentes. Esto no significa que cuando la estructura familiar no es la óptima, no sea posible lograr el bienestar de los niños. Sí significa, sin embargo, que una familia que no tenga la estructura óptima necesitará más apoyo para lograr sus objetivos (apoyo de su entorno, etc.). Por lo tanto, los gobiernos deberían facilitar siempre que se puedan constituir familias con la mejor estructura posible, dando priori-

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dad a ese tipo de familias. Es perjudicial dar la impresión de que la estructura familiar es indiferente para el bienestar de los hijos. Es especialmente interesante observar cómo existen incluso movimientos de personas con orientación homosexual que están totalmente en desacuerdo tanto con la equiparación de las parejas del mismo sexo con el matrimonio como con la idea de que las parejas del mismo sexo puedan adoptar a niños (http://www.homovox.com). Como ejemplo de las afirmaciones que se acaban de hacer, en el enlace siguiente se resumen los resultados de un estudio que ha valorado diferentes indicadores en hijos/as que provienen de diferentes estructuras familiares (se pueden ver resultados en inglés o en castellano): http://www.familystructurestudies.com/ es/outcomes/. Una vez en esta página web, pincha en la lista de indicadores de la izquierda para ver comparaciones entre familias con diferentes estructuras. Podrás valorar más concretamente lo que pasa en el caso de las parejas del mismo sexo. En el resto de menús de la izquierda de

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esta web tienes toda la información adicional sobre este proyecto.

la IglesIa ante la homosexualIdad La Iglesia siempre insiste en que hay que distinguir a la persona con sentimientos homosexuales de la actividad homosexual que pudiera tener. El rechazo de la actividad homosexual por el cristianismo es tan antiguo como la caridad cristiana respecto a la persona que la ejerce. Por ejemplo, prácticamente desde el comienzo de la epidemia del sida, el cardenal John O’Connor de Nueva York inauguró el primer centro de atención a pacientes con sida de Estados Unidos (no el primer centro «Católico», sino el primer centro «a secas»). Esto contrasta con la actuación claramente coactiva de algunos activistas que han realizado incursiones en la Catedral de San Patricio de la quinta avenida de Nueva York para lanzar preservativos a los asistentes a Misa, durante la comunión. No olvidemos que la Iglesia católica es la institución privada más comprome-

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tida a nivel mundial en la lucha contra el sida. Uno de cada cuatro enfermos de sida (casi el 27%) está atendido por la Iglesia católica. En los países pobres, la Iglesia asiste al 60% de los afectados por el sida. Los recursos para estos servicios los recauda la Iglesia en su gran mayoría de fuentes privadas y caritativas, y no de gobiernos. Por mucho que se quiera difundir que la Iglesia o sus Obispos «odian a los homosexuales», el punto número 2358 del Catecismo de la Iglesia Católica dice claramente que las personas con sentimientos homosexuales «deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta». Insisto en que habría que distinguir entre el respeto por una persona y el no aceptar sus actos como «indiferentes» o «buenos». Esta distinción no es un atentado contra la libertad ni es discriminación. Sin embargo, obligar a alguien a aceptar como bueno lo que hace otra persona sí cohibe su libertad, y es un componente más de la llamada «dictadura del relativismo».

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Con respecto a personas con sentimientos homosexuales que pudieran plantearse su posible vocación sacerdotal, la Iglesia Católica tiene unas líneas de actuación que ha puesto de manifiesto en un texto que lleva por título «Sobre las personas con tendencias homosexuales antes de su admisión al seminario y a las Órdenes Sagradas» (2005). Da criterios para quienes tienen que acompañar y ayudar a los seminaristas en su discernimiento vocacional. Se afirma por ejemplo, que «de ningún modo pueden ignorarse las consecuencias negativas que se pueden derivar de la Ordenación de personas con tendencias homosexuales profundamente arraigadas». Por otra parte se dice también que «si se tratase, en cambio, de tendencias homosexuales que fuesen sólo la expresión de un problema transitorio, como, por ejemplo, el de una adolescencia todavía no terminada, ésas deberán ser claramente superadas al menos tres años antes de la Ordenación diaconal». Estas directrices pretenden garantizar que los sacerdotes y religiosos tengan las aptitudes necesarias para desempeñar su importante labor pastoral.

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¿Que debo hacer sI conozco a alguIen Que tIene una ams? Para acertar al ayudar a una persona conocida que tiene una AMS no hay que olvidar algunos hechos: 1. Lo que se suele difundir (medios de comunicación, cine, artistas, políticos, etc.), sobre la homosexualidad no se suele basar en evidencias científicas sino en opiniones subjetivas. Sin embargo, han calado muy hondo en la población y en los jóvenes que llevan años oyendo solamente una opinión sobre la homosexualidad. 2. Hay personas que deciden no pedir ayuda para modificar su AMS. Algunos pretenden que toda persona con AMS debería dejarse llevar por esta atracción con terapias llamadas «de afirmación positiva». Sin embargo, otras personas no desean esta AMS ni quieren dejarse llevar por ella y querrían pedir libremente ayuda para eliminar la AMS. En contra de la voluntad de muchas personas con AMS, se intenta incluso declarar ilegal el que puedan pedir ayuda a especialistas. La única

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solución para que sus decisiones personales sean realmente libres es que tengan información suficiente. Lo más importante es tener en cuenta que toda persona con AMS debe recibir un respeto y cariño incondicional. Para poder tomar una decisión libre la persona con AMS debe estar bien informada sobre la AMS y la homosexualidad, distanciándose de los planteamientos subjetivos que se suelen encontrar a pie de calle. Para ello se recomienda: (a) Que el entorno y la persona interesada se informen más sobre estas cuestiones (la lectura de este libro es aconsejable). (b) Visitar las páginas web científicas o al menos saber que existen (ver apartado de páginas web de interés). (c) Conocer que el cambio es posible. No es una cuestión opinable sino probada en la literatura científica. (d) Ofrecer a esta persona la posibilidad de pedir ayuda si así lo desea. Lo ideal es contar con el apoyo de un terapeuta especializado en AMS y homosexualidad. Hacemos hincapié en que no

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sirve cualquier psicólogo o psiquiatra sino que debe ser un profesional con experiencia en la restauración de la orientación heterosexual, como por ejemplo los que trabajan en las páginas web siguientes: http://therapeuticchoice.com/ http://www.esposiblelaesperanza.com/ http://elenalorenzo.com/ En resumen, a una persona que plantea tener AMS o ser homosexual, hay que empezar, desde el amor y por amor, por informarla bien, mostrándole planteamientos científicos y médicos para que conozca toda la realidad en torno a la homosexualidad. Con esa información veraz dicha persona se podrá dar cuenta que dejarse llevar por la AMS, teniendo relaciones sexuales homosexuales, le puede llevar a sufrimiento e infelicidad a largo plazo y que el cambio es posible si así lo decide libremente. La mayor información le llevará a considerar la opción de buscar ayuda. Pero esta búsqueda de ayuda depende en último término del uso de una libertad personal que siempre tendremos que respetar. Más allá de explicarle a al-

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guien la conveniencia de hacer una terapia no se puede obligar a nadie a seguirlo, como tampoco se puede obligar a alguien a dejarse llevar por su AMS. La ausencia de información contrastada con las evidencias científicas actuales es perjudicial para las personas con AMS porque impide que conozcan otras opciones para su vida. Yendo más allá de «conocer a alguien» es obvio que nos podemos preguntar también por la amistad, por ejemplo en el caso de que tengamos amistades homosexuales. La consecuencia de una buena amistad es que las personas quieran mejorar. Evidentemente, esto es válido tanto en la amistad con una persona heterosexual como en la amistad con una persona homosexual. Esto implica que una persona quiera el bien de la otra y se ayuden mutuamente para ser mejores. Para querer el bien de una persona es preciso conocerla y saber qué puede ayudarla y qué no. Muchas veces el beneficio o el posible perjuicio de ciertas amistades dependen de la edad, grado de madurez personal, capacidad de ser asertivos con las convicciones propias, etc. Por

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eso, estas cuestiones también deben tenerse en cuenta a la hora de responder a la pregunta sobre una amistad concreta. Así una amistad puede ser más o menos perjudicial según el grado de madurez y conocimiento que tenga la persona para seguir sus propias convicciones a la vez que mantiene esa amistad. Por lo tanto, lo primero que debes saber bien es qué es la homosexualidad. Para poder querer de verdad a dicha persona es importante conocer bien la naturaleza de la homosexualidad y la evidencia científica actual sobre la misma para no dejarte engañar por los postulados de algunas personas que pueden ser perjudiciales para ti y tu amigo/a. Lo segundo a tener en cuenta es que es posible que quieras a alguien, seas amigo/a de esa persona sin que por ello signifique que debas aceptar como buenas o indiferentes sus decisiones y sus acciones cuando no lo son. En el caso que nos ocupa, una persona debe querer a un homosexual (hijo, familiar, amigo) y a la vez poder mantener el criterio de que no es obligatorio tener que aceptar una atracción por personas del mismo sexo (AMS) como

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algo inmutable; que uno «se hace» y no «se nace» con esta AMS. Deberías, por lo tanto, informarle a tu amigo/a de estos hechos (porque eso es quererlo de verdad) y asegurarle que tiene la posibilidad de pedir ayuda y de cambiar si lo quisiera, porque eso es lo que podemos decir atendiendo a la evidencia científica actual. Pero por otro lado es muy importante que tomes en cuenta el grado de madurez, la capacidad de argumentación y de ser asertivo que tú tienes para saber cuánto y cómo te puede influir realmente esa amistad. Por último, si existiera una atracción entre tú y esa amistad homosexual o te das cuenta que esa persona se siente atraída por ti, se puede afirmar que esa amistad probablemente os perjudique a ambos. Pero es el mismo comentario que haríamos ante una amistad heterosexual donde pueda haber una atracción hacía alguien que no te conviniese por otras razones, por ejemplo porque existe una gran diferencia de edad entre ambos. Si la amistad no ayuda a mejorar, entonces pierde su sentido. Por eso hay amistades que son utópicas y pueden hacer daño aunque los interesados quieran teóri-

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camente lo contrario. Es importante que uno aprenda a distinguir estas situaciones. Esta es una respuesta compleja porque la cuestión también es compleja. Si entiendes lo que acabamos de explicar y ambos podéis asumir una actitud madura no habría problema con estas amistades. Sin embargo, hoy nos quieren hacer creer que es necesario que la amistad suponga aceptar la orientación homosexual como «buena» o «indiferente» para la persona, lo que contradice algunos datos científicos. En definitiva, si ser amigo de una persona homosexual significa que tú no puedes mantener tus convicciones sobre la homosexualidad (avaladas por los datos científicos), esa amistad probablemente no beneficie a ninguna de las partes. Por el contrario, si puedes mantener tus convicciones personales a la vez que aprecias la amistad con una persona homosexual, dicha amistad es genuinamente posible, aunque esto no signifique que sea sencilla.

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¿y sI esa persona Que tIene una ams es mI hIjo/a? Lo importante cuando unos padres intuyen o se enteran de que su hijo o hija parece tener una AMS es responder con serenidad y evitar reacciones ruidosas o trágicas que únicamente consiguen el aislamiento y el alejamiento del hijo. Hay que evitar dos tipos de actitudes frecuentes: el rechazo del hijo por parte del padre que no acepta la situación y se limita a alejarse del hijo y a cambiar su trato normal con él o ella, y la actitud de una mal entendida y excesiva comprensión y compasión de la madre, que puede ser percibida por el hijo como una aprobación de la homosexualidad, o simplemente una negación de que haya problema alguno. Como sucede en cualquier situación conflictiva, debería armonizarse la verdad con la caridad. La verdad consiste en mantener durante el diálogo continuo con el hijo una postura firme sobre lo que sabemos de la naturaleza de la homosexualidad y sobre las consecuencias reales del estilo de vida homosexual. Simultáneamente, la caridad con-

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siste en el amor incondicional que unos padres deben mostrar a este hijo mientras le ayudan a caminar paso a paso hacia una solución real del problema. Consiste en buscar la información y ayuda pertinentes de un especialista en la materia que, en el caso de los cristianos, debería preferiblemente asumir como propias las enseñanzas pastorales de la Iglesia en esta materia o, al menos, comprender la trascendencia que tienen para la persona que solicita la ayuda1. Lo adecuado es compaginar el amor incondicional y sincero por un/a hijo/a con afrontar la AMS o la homosexualidad como una situación que se puede modificar con la ayuda pertinente, si esa persona desea libremente modificar su AMS. En definitiva se trata de aplicar igualmente las pautas descritas en el apartado anterior. Muchos padres tenemos unos valores y unos principios que queremos transmitir a nuestros hijos; pero, a la vez, también tenemos otros seres queridos (hijo, hermano, cuñado, primo…) que viven de espaldas a esos 1. Tomado de http://www.vidasacerdotal.org.

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principios de una manera evidente. El problema se presenta al intentar compaginar el cariño a esas personas con el hecho de querer que nuestros hijos no piensen que su manera de vivir «da igual». Y entonces nos preguntamos cómo deberíamos actuar. Por ejemplo, puede suceder que queramos enseñar a nuestros hijos que las relaciones sexuales deben reservarse para el matrimonio, porque ahí tienen su sentido plano, pero se presenta un hermano que quiere pasar la Navidad en familia y con su novia (compartiendo habitación con ella). O que para nosotros el matrimonio sea para siempre, pero una hermana divorciada desea visitarnos para presentar a su pareja actual. O que pensemos que la sexualidad es por naturaleza heterosexual, pero un hijo homosexual quiera venir a cenar con su pareja. Efectivamente, se trata de situaciones en las que la manera de vivir de una persona querida puede chocar frontalmente con la educación que como padres queremos dar a nuestros hijos. Y en estos casos, habría que tomar las decisiones teniendo en cuenta a la persona amada,

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pero sin perder de vista la responsabilidad que tenemos en la educación de los hijos, que es prioritaria. Las siguientes consideraciones pueden ser una ayuda a la hora de acertar: 1) No es razonable que el cariño que tenemos a las personas nos exija renunciar a nuestras convicciones libremente asumidas. Y menos aún que esas personas exijan como prueba de cariño el que renunciemos a ellas. En cambio, sería razonable que comprendan nuestra responsabilidad a la hora de llevar las riendas del propio hogar. 2) Esto supone hablar con ellos, razonando de manera adecuada y con afecto lo que pensamos sobre sus opciones en el contexto de la educación de nuestros hijos y aclararles de qué manera su presencia puede afectar a nuestros hijos al generar situaciones que no coinciden con el contexto educativo que queremos para ellos. Es importante, a la vez, tener detalles concretos de cariño con esas personas

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que podemos decidir no acoger en un momento concreto. 3) Respecto a los hijos, la mejor protección es una buena formación desde la edad más temprana posible de manera que puedan rechazar los errores y amar a quienes yerran. Como padres, cuando se plantean estos dilemas, hemos de intentar que descubran y comprendan que esa persona, a quien todos quieren mucho, no ha acertado en la elección de su estilo de vida. Razonaremos con nuestros hijos la importancia de defender siempre nuestros valores. Por supuesto, sin juzgar ni herir a las personas a las que nos podamos estar refiriendo; no hay que olvidar que, como todo ser humano, desean amar y ser amados. Para decir la verdad con caridad es preciso distinguir el error de la persona que yerra. De esta manera se puede respetar e incluso amar siempre a las personas, siendo esto compatible con el desacuerdo y el rechazo (razonado) de sus ideas o de sus acciones.

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4) Es lógico que queramos mantener contacto con esa persona porque la queremos y porque la cercanía puede facilitar su cambio en el futuro, pero habrá que encontrar siempre el contexto adecuado (aunque suponga sacrificio) para evitar el daño a terceros, en este caso los hijos en proceso de madurez personal. A la vez, el buscar encuentros sinceros y llenos de afecto no significa que haya que dar por buenos o indiferentes sus estilos de vida. En consecuencia, puede ser aconsejable lo siguiente: 1) Como educadores, decir siempre la verdad sin juzgar nunca a las personas que cometen el error: explicar el valor de la espera, de la indisolubilidad del matrimonio, y en el caso concreto que nos ocupa de la homosexualidad, explicar la complementariedad varónmujer y ofrecer todo lo que se sabe hoy de la homosexualidad. Enseñar que todos podemos tomar decisiones equivo-

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cadas que nos pueden hacer daño aunque seamos buenas personas. Por eso, aun queriendo mucho a estas personas no tiene sentido mostrarse indiferente ante sus estilos de vida, como si todo fuera equivalente y tuviera el mismo valor. Pero una vez manifestado nuestro parecer con verdad y caridad, no se ha de olvidar que solo queriéndolos de verdad cabe ayudarles a que se den cuenta de que lo mejor para sus vidas es rectificar. 2) A la hora de convivir con estas situaciones lo mejor es manifestar con claridad y delicadeza nuestra postura y el tipo de educación que queremos ofrecer a nuestros hijos para que sean felices. Y podemos hacerles comprender que algunas situaciones, como presentarse y comportarse como pareja delante de los hijos, pueden dificultar nuestro objetivo como padres. En definitiva, siguiendo estas líneas de argumentación, existen motivos para que unos padres crean conveniente no invitar a un ser

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querido a su casa con su pareja (novia con quien convive, divorciado con nueva pareja, pareja homosexual). Por supuesto, es distinto si van solos, aunque tampoco sea del todo inocuo según los casos. Aunque los hijos sean mayores de edad, pueden ser vulnerables intelectualmente ante esta situación. Sin embargo, esto puede depender mucho de las edades y de la madurez de cada hijo. Una manera de seguir en contacto con esa persona querida y poder mostrarle ese binomio cariño-verdad que nace del amor auténtico, puede ser que nos reunamos a cenar, tomar un café, etc., en otro sitio que no sea nuestro hogar. Puede ser la ocasión de hablar tranquilamente de todas las cuestiones importantes que tienen que ver con los principios que defendemos.

¿Qué podemos hacer? un resumen de la sItuacIón actual En la actualidad se puede afirmar respecto a la homosexualidad que: • Han existido motivaciones socio-políticas y no científicas en su desaparición como enfermedad/trastorno de los manuales de medicina. • No es fácil definir con exactitud su causa. Se cree, más bien, que estamos ante un problema eminentemente multicausal. • La evidencia científica actual no descarta que pudiera tratarse de un desarrollo inadecuado de la orientación sexual. Es posible un cierto componente involuntario en algunas orientaciones sexuales iniciales, si bien la actividad homosexual es voluntaria. Siguen sien-

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do necesarios más estudios científicos para comprender mejor la homosexualidad. • Mucha gente se rige más por emociones o queriendo seguir corrientes de pensamiento, que están de moda, que basándose en datos científicos, de manera que «ser tolerante» es «hacer lo que se lleva hoy». Como las personas con sentimientos homosexuales «caen bien a la población», se acepta automáticamente que la homosexualidad es una cuestión de gustos. • Se intenta conseguir una amplia aceptación de la homosexualidad como una alternativa tan válida como la heterosexualidad. Como consecuencia, su presencia en algunos medios de comunicación, películas y programas de televisión es abrumadora y desproporcionada respecto a su representatividad social real. • Hay un cierto grado de agresividad hacia quienes no comparten la visión predominante en la sociedad sobre la homosexualidad, y se ha hecho aceptable insultar o coaccionarles. Por ejemplo, si alguien expresa su opinión para defender el matrimonio exclusivamente entre varón y mujer puede ser fácilmente in-

¿Qué podemos hacer?

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sultado sin que demasiada gente apele al necesario respeto por sus opiniones. En algunos países, asistimos ya a intentos de multar o dar penas de prisión a quiénes simplemente no están de acuerdo con las ideas del homosexualismo político. La libertad de expresión, e incluso la libertad religiosa están siendo afectadas seriamente. • Desafortunadamente, algunos de los que opinan que la homosexualidad es un desarrollo inadecuado de la identidad sexual también adoptan actitudes de intolerancia y violencia hacia los que tienen sentimientos homosexuales. Es francamente lamentable que no sepan defender su opinión sin ser agresivos o irrespetuosos. Cualquier actitud violenta o discriminatoria es claramente reprobable. • Por último, a muchas personas no les preocupa nada esta cuestión porque se sienten, sin más, totalmente ajenas a la homosexualidad, creyendo falsamente que no les incumbe para nada. En realidad hay que constatar que la inactividad y falta de reacción relativa de gran parte de la población frente a todas las acciones emprendidas desde hace años por los

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colectivos de gays y lesbianas, nos están obligando a todos a padecer sus consecuencias legislativas, políticas, educativas y, sencillamente incluso, cierta falta de libertad de opinión. Muchas personas ya empiezan a darse cuenta de que algo hay que hacer; propongo algunas pautas de actuación en el capítulo siguiente.

conocer

y dIfundIr los antecedentes

En primer lugar, debemos ser conscientes de los antecedentes de la situación actual y de sus características, sin lo cual no es posible ni entender el problema ni adoptar opiniones verdaderamente informadas. Es necesario que más personas los conozcan para que exista un ambiente más crítico con algunas decisiones y acontecimientos que tienen lugar en la actualidad. La información correcta y científica es necesaria para que las personas que lo deseen puedan ser ayudadas, para que comprendan mejor el origen de su AMS, para que sepan que hay esperanza y, en su caso, para que puedan salir de su actual sufrimiento.

¿Qué podemos hacer?

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Una de las contribuciones que pueden resultar de gran ayuda es la de traducir los apartados de las páginas web que enumero al final de este libro y que no están todavía disponibles en castellano para que más personas puedan informarse bien. Con esa ayuda, millones de personas más podrán informarse mejor en todo el mundo. Es especialmente importante que los jóvenes sepan que la ambigüedad de la identidad sexual o la AMS no se pueden equiparar automáticamente a «homosexualidad» como si significaran lo mismo.

el papel de la educacIón La homosexualidad se puede prevenir a través de la educación. Para prevenir este problema en el ámbito familiar, es posible mejorar ciertos aspectos como intentar ser padres más activos, presentes y que se comunican más con sus hijos. Los padres deben cuidar las tres «Aes», es decir: los afectos, la atención y la aprobación de sus hijos varones para que se identifiquen con ellos. Las madres deben fa-

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vorecer esta unión entre la figura del varón y sus hijos (la figura del varón puede ser el cónyuge o, en su defecto, otro varón de la familia o su entorno) y evitar «acapararlos», sobre todo emocionalmente. Las madres pueden ayudar a sus hijas a «convivir» con la riqueza de las emociones que les invaden desde la pubertad y a descubrir las ventajas de dominarlas y conducirlas hacia el equilibrio de la madurez afectiva. Hay muchas recomendaciones educativas que pueden prevenir la homosexualidad en los hijos o ayudar a los que piensan que pudieran tener esta AMS. Sería demasiado extenso describir estas pautas aquí, pero se encuentran muy bien descritas tanto en el libro de Nicolosi sobre la prevención de la homosexualidad en la familia como en las páginas web descritas al final de este texto. Para el católico existen incluso recomendaciones pastorales en la web: http://www.vidasacerdotal.org. La educación de los hijos se realiza también en los colegios donde pasan muchas horas al día. Esto hace que la elección de un colegio pueda ser más importante de lo que uno pien-

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sa, porque los educadores también ejercen un papel fundamental como modelos en el desarrollo de los niños. Con mucha frecuencia, los niños cuentan sus problemas a los tutores antes que a sus padres, y acaba siendo crucial que el tutor sepa dar las respuestas adecuadas al niño y sepa trabajar con los padres, porque son éstos los primeros responsables de la educación de sus hijos. Los tutores tienen por ello una grave responsabilidad ante las situaciones en que un escolar pueda presentar dudas respecto a atracciones por personas del mismo sexo. Deberían familiarizarse con las recomendaciones educativas que se pueden encontrar en diversas páginas web especializadas como las de la asociación narth que ya hemos mencionado u otras direcciones que presentamos en el apartado de páginas web de interés. En el caso de los colegios públicos, no habría que perder de vista que el colegio no es propiedad del Estado sino, todo lo contrario, es propiedad de todos nosotros puesto que se financia con nuestros impuestos. Esto quiere decir que los padres tienen el deber y el derecho de intervenir más en actividades tan importan-

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tes como la educación de la afectividad y de la sexualidad de sus hijos en la escuela. Pueden y deberían ser conscientes de la importancia de seguir de cerca los contenidos y a las personas que se encargan de impartir esas materias para poder opinar, a través de las asociaciones de padres, y enriquecerles con sus valores cuando sea oportuno. En algunos países europeos, como Francia, los padres de colegios públicos pueden elegir a las personas o asociaciones que hablan a sus hijos en el colegio sobre la sexualidad. Los padres difícilmente podríamos tener la eficacia y participación educativa adecuada si previamente no tenemos claros nuestros propios valores y prioridades. Difícilmente se puede transmitir lo que uno no ha asumido libre y conscientemente. Esto es lo que aportan muchas asociaciones educativas y familiares. Nos ayudan a los padres a «reciclarnos» con asiduidad para poder dar respuestas actualizadas a los retos educativos que se nos plantean. Los cursos de educación familiar o del tipo «escuela de padres» que se organizan en colegios o que patrocinan algunos ayuntamientos sirven

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precisamente para poner al día nuestras capacidades y conocimientos, para aprender de la experiencia de otros y para compartir con ellos nuestras preocupaciones y éxitos educativos. La formación continuada como padres se convierte así en un reto personal que enriquece a nuestros hijos, a nosotros mismos y a otros padres. La educación de la afectividad y de la sexualidad de los jóvenes comienza en las familias y se realiza, de hecho, en el día a día, porque todo lo que se vive en familia es trascendente y educa a nuestros hijos. Desde la manera en que nos comportamos con nuestro cónyuge cada día, hasta la información concreta que demos a nuestros hijos. La educación de la sexualidad debería trascender lo puramente biológico para ser integrado como un aspecto importante de nuestras personas. Sexualidad entendida como expresión del don total, exclusivo y comprometido entre un hombre y una mujer que se quieren, y como vehículo para la apertura de su amor hacia otros a través de la procreación, la solidaridad y la acción social, la amistad, etc. Es deseable que la edu-

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cación impartida en el colegio sintonice con la de la familia y, en su defecto, los padres deberían suplirla lo mejor que puedan. Es muy recomendable que en el colegio exista una variedad de alternativas deportivas acordes con el carácter y el temple de cada alumno, y se debe vigilar a los jóvenes para evitar las situaciones de rechazo y aislamiento que pueden sufrir algunos por parte de sus compañeros. Todo ello evitaría muchas situaciones de baja autoestima como varón o como mujer en los escolares. Por poner un ejemplo, en vez de que dos «capitanes» formen sus equipos eligiendo uno a uno a sus compañeros, sería preferible que el profesor de gimnasia sea quien constituya los equipos teniendo en cuenta el conocimiento que tiene de cada alumno. Esto evitaría que queden siempre los mismos al final de la elección como «los malos que nadie quiere». En ciertas circunstancias, y en ciertas personas, esta situación puede agravar la sensación de no ser aceptados por los de su propio sexo por ser continuamente señalados como «los malos». Sobre aspectos relacionados con la responsabilidad de los centros escolares ante la

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homosexualidad recomiendo la lectura de la pregunta «Orientación sexual y colegios» en: http://www.acpeds.org.

la partIcIpacIón socIal En sociedad se puede actuar de varias maneras. En primer lugar, es necesario distinguir entre los conceptos de tolerancia y de aceptación. Tolerar significa que otra persona puede actuar de una manera determinada a condición de no perjudicarnos, pero esto no conlleva que uno deba aceptar ese comportamiento como bueno o indiferente. Aunque todavía haya quienes piensen equivocadamente lo contrario, las personas con sentimientos y/o actividad sexual de tipo homosexual merecen todo el respeto porque tienen la dignidad propia a todo ser humano. Pero esto es compatible con que amigos, familiares, médicos y especialistas en terapia trabajen a favor de la prevención y puedan plantear, a las personas con sentimientos y/o actividad sexual de tipo

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homosexual que lo deseen, la posibilidad de recibir ayuda para reencontrarse con su heterosexualidad; todo ello en un ambiente de libertad y mutuo respeto. Las familias, como células primordiales de la sociedad, debemos desempeñar un papel más importante para contrarrestar las 4 «p» de la propaganda, para proteger a los niños y adolescentes de ciertos mensajes (películas, series televisivas, incluso programas infantiles con mensajes premeditadamente introducidos para moldear opiniones y actitudes). Es preciso mantenerse siempre alertas ante la agenda de los activistas homosexuales. En un simposium en San Francisco, organizado por la Asociación Americana de Psiquiatría en mayo de 2003, se realizaron paneles de discusión solicitando eliminar también las parafilias (pedofilia, exhibionismo, fetichismo, travestismo, voyeurismo y sadomasoquismo) del manual diagnóstico de psiquiatría. Respecto a la pedofilia, se realizaron afirmaciones como que no hay pruebas de que las relaciones sexuales entre adultos y menores puedan ser perjudiciales para éstos, que «cualquier sexualidad

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puede ser saludable y beneficiosa» y que, siguiendo el ejemplo de la homosexualidad, deberían retirarse también las parafilias del manual diagnóstico de psiquiatría (Moser y Kleinplatz, 2003). Algunos ya pretenden denominar a la pedofilia, eufemísticamente, como «sexualidad intergeneracional», para facilitar su aceptación social. El mismo día que se aprobó la ley de equiparación de la unión entre personas con actividad homosexual con el matrimonio en España, los colectivos de gays y lesbianas ya declaraban que el próximo paso sería la aprobación de la transexualidad. Las asociaciones de padres o familiares pueden ejercer su derecho de protesta, mediante el boicot e incluso con actuaciones judiciales donde proceda, para evitar muchas de las «violencias educativas» que se cometen hoy bajo el supuesto derecho de libre expresión. Por ejemplo, nadie se queja, de manera eficaz y utilizando los cauces de la democracia, de que muchos activistas homosexuales expresen continuamente su opinión a favor de la homosexualidad aprovechándose de su trabajo como presentadores de televisión o radio.

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Hay películas que muestran una imagen de las personas con actividad homosexual como seres cariñosos, inteligentes, comprensivos, etc., a la vez que abundan los mensajes de parejas heterosexuales violentas, con dificultades y que se separan cuando, de hecho, la estadística demuestra que la violencia doméstica es más frecuente entre parejas del mismo sexo. Se realizan estudios para valorar y demostrar el éxito de las imágenes y situaciones cuidadosa y premeditadamente elegidas en diversas películas para conseguir la aceptación de la homosexualidad como algo normal entre nuestros jóvenes a través del cine. Por ejemplo, en la película Love actually, apta para todos los públicos, pudimos ver cómo un viudo, padre de un niño de 11 años, le pregunta a su hijo por qué está triste y, al recibir la contestación de que es porque «está enamorado», quiere saber entonces cómo se llama «ese chico o esa chica», como si fuera la pregunta más natural y habitual que haría un padre a su hijo de 11 años supuestamente «enamorado». También es asombroso ver los mensajes subliminales que se han introducido en películas infantiles

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como Shrek II donde, entre otras situaciones dirigidas a adultos, aparece un tabernero travesti, y Pinocho lleva un tanga. Más recientemente, en mayo de 2005, el espacio infantil Los Lunnis de TVE, ha incluido un reportaje en el que mostraba, con naturalidad, una boda entre dos hombres. Las asociaciones familiares pueden ejercer mejor sus obligaciones educativas y de protección de la juventud. Por ejemplo, en muchas salas de juego juveniles de nuestro país un menor puede estar conectado a internet durante una hora por solo 1 euro y ver todo lo que hay en la red desde el completo anonimato. Es preciso recordar que barbaridades tales como violaciones de niñas por varios hombres o actos sexuales con animales, entre otras cosas, están al alcance de cualquier adolescente incumpliendo la ley de protección de menores. Así como los activistas homosexuales han utilizado la expresión de «salir del armario», nosotros podríamos «salir más de nuestras familias» para explicar mejor y hacer valer democráticamente nuestros valores en nuestra sociedad y, así, proteger mejor a nuestros jóvenes.

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El ambiente social favorable a la homosexualidad puede ser responsable de que más personas se vean afectadas, por lo que nadie debería sentirse ajeno a este asunto. Si un adolescente pasa por esa etapa de normal ambigüedad de su identidad sexual y, además, es rechazado por sentirse diferente de sus compañeros, necesita un educador que le tranquilice y le dé el cauce adecuado para que todo se resuelva sin problemas hacia la heterosexualidad. Por ejemplo, tranquilizándole con la afirmación de que todo eso no le hace menos varón, o menos mujer, que los demás. Por el contrario, una sociedad que claudica negando incluso la existencia de un problema, o un educador poco preparado para ayudar a este joven podrían dirigirle hacia una actividad homosexual que posteriormente, por condicionamiento sexual, se puede convertir en una sexualidad adulta de tipo homosexual. En este sentido, se entiende que algunos afirmen que existe un cierto «componente epidémico» en la homosexualidad, queriendo decir que muchas personas pueden acabar teniendo una actividad homosexual si se encuentran en

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un ambiente que, lejos de resolver las inquietudes o dudas sobre su orientación sexual, les conduce automáticamente, por la fuerza del ambiente, a una sexualidad de tipo homosexual. Obviamente no se utiliza la palabra «epidémico» como si se tratase de una infección pero se entiende bien lo que quiere decir el comentario.

¿se puede prevenIr la ams? De todo lo que se explica en este libro uno puede deducir que la AMS sí se puede prevenir tanto en la familia como en la sociedad. Muchas pautas preventivas se han señalado en diferentes lugares de este texto y otras se deducen directamente al explicar las posibles causas de la AMS. Pasan por cuidar la cercanía afectiva con los hijos por parte de padres y madres, cuidar el concepto de masculinidad y feminidad y la autoestima de los hijos como varones y mujeres, favorecer la integración de los/las hijos/as con los pares de su mismo sexo,

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favorecer la madurez afectiva de los jóvenes ayudándoles a que superen lo que hay de egocéntrico e inseguro en la afectividad infantil para que afronten con confianza su capacidad de abrirse hacia los demás, etc. Sin embargo, en este libro sería excesivo explicar todas las pautas preventivas que existen y preferimos recomendar al lector un libro que se centra muy bien en el aspecto preventivo de la AMS y de la homosexualidad. Se trata de un libro escrito por Joseph Nicolosi (fundador de la asociación narth que hemos introducido ampliamente en este libro) y su esposa Linda Nicolosi y publicado por la editorial PALABRA: Nicolosi J, Nicolosi L. La confusión de género en la infancia. Ed. Palabra, 2002 (ISBN: 978-849840-738-9).

Conclusiones En la sociedad actual existen diferentes posturas sobre la homosexualidad. Cada postura suele seguir una cierta coherencia interna y en consecuencia llegan a conclusiones diferentes que tienen sus propias implicaciones en nuestra sociedad. Por ejemplo: 1) Una primera postura defiende que la heterosexualidad y la homosexualidad son dos maneras alternativas e indiferentes de vivir la sexualidad. Coherentes con este argumento, quienes defienden esto, también opinan que no tiene sentido hablar de «terapia» o de «cambios» de la orientación sexual. Opinan incluso que debería prohibirse que se ayude a una persona con atracción hacia personas del mismo sexo (AMS) a cambiar dicha atracción aunque ésta lo solicite libremente.

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2) Otra postura considera que la homosexualidad se puede originar por un conjunto complejo de causas educacionales, sociales, familiares y de rasgos personales que llevan inicialmente a la atracción por personas del mismo sexo (AMS) y que puede llevar, aunque no necesariamente, a relaciones sexuales de tipo homosexual. Se describe como «una reacción singular a factores del entorno». Aunque algunas personas eligen no pedir ayuda para modificar la AMS, otras no desean esta AMS y prefieren buscar ayuda para «rencontrarse» con su heterosexualidad. Coherentes con estos hechos, quienes defienden la segunda postura opinan que hay que ofrecer ayuda a quiénes no desean dicha AMS y eligen libremente buscar ayuda. Estas dos posturas parten de principios que son opuestos. Las consecuencias de aceptar una u otra son relevantes para las personas con AMS porque pueden determinar sus decisiones personales ante dicha AMS. Se debería por ello permitir que los científicos sigan trabajando para esclarecer mejor estas teorías sin ser coaccionados, sean cuales sean las conclusiones científicas a las que lleguen.

Conclusiones

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Las personas homosexuales han sido con frecuencia insultadas, humilladas y han sufrido violencia física y verbal por el simple hecho de ser homosexuales. Esto es intolerable; son personas que, como cualquier ser humano, necesitan amar y sentirse amados. Sin embargo, por muy dolorosos e inaceptables que sean estos hechos, no se debe justificar la censura ejercida a veces contra quienes defienden hoy, con respeto y basándose en estudios científicos, la segunda postura descrita más arriba. En efecto, existe una abundante base científica, comprobable en la literatura médica, para poder defender cada una de las siguientes posturas en la actualidad: 1. Hay personas que deciden no pedir ayuda para modificar su AMS. Otras no desean tener una AMS ni quieren dejarse llevar por ella. 2. Hay evidencia de que la actividad homosexual se asocia con más problemas para la salud tanto física como psicológica de la persona homosexual independientemente de la existencia o no de un rechazo social por pertenecer a una minoría. Estos problemas se ob-

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servan, por ejemplo, en países como Holanda donde no existe este rechazo social hacía las personas homosexuales. 3. El cambio hacia la heterosexualidad es posible tras seguir una psicoterapia. De hecho, personas que antes eran homosexuales ahora trabajan para que se conozca que el cambio es posible. 4. La psicoterapia para el cambio de la orientación sexual no es dañina y tiene características y tasas de éxito parecidas a otros cuidados psicológicos comúnmente aplicados en otros problemas o condiciones humanas. Consisten básicamente en ayudar a superar las circunstancias y sufrimientos que han podido originar esa AMS (Terapia reparativa). Los estudios señalan que muchas personas han percibido un beneficio sustancial para sus vidas al seguir estas psicoterapias. No hay ninguna evidencia científica que justifique que se deban prohibir. 5. En nombre de la autonomía y libertad personal, se debe respetar a quienes deciden no pedir ayuda para modificar la AMS, pero también a quiénes deciden pedir ayuda para

Conclusiones

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cambiar esta AMS así como a los terapeutas que tengan la preparación adecuada para ayudarles y que les ofrezcan su ayuda. 6. La adolescencia es un período de desarrollo personal donde existe gran vulnerabilidad y durante el cual la orientación sexual puede ser lábil. Lo que está recomendado por prudencia es no alentar ni favorecer las relaciones sexuales precoces ni etiquetar como homosexual la orientación sexual de un adolescente. 7. Los hogares donde hay un padre y una madre establemente comprometidos en un proyecto familiar son los mejores entornos educativos para los niños, en comparación con cualquier otra alternativa. Por eso, los gobiernos deberían fomentar primordialmente estos modelos de familia. En resumen, la homosexualidad suscita un debate social importante y una reacción contundente por quienes defienden la primera postura antes descrita. Las reacciones son comprensiblemente intensas por los abusos que han sufrido en el pasado y sufren a veces

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todavía hoy. Sin embargo, existen otras razones más relacionadas con el activismo de algunos de estos grupos. En efecto, comprenden perfectamente que si la AMS deja de considerarse como un fenómeno «absoluto» y «no modificable», la orientación sexual dejaría de poder equipararse al grupo étnico, la religión, el sexo, etc. a la hora de hacer ciertas reivindicaciones. El problema de esta pugna es que se intenta silenciar con virulencia y de manera sistemática a cualquier investigador que no esté de acuerdo con las tesis favorables a equiparar la heterosexualidad con la homosexualidad. Se silencia también cualquier dato que apoye las tesis de estos investigadores aunque ya esté publicado en revistas médicas. Esto atenta contra el derecho de los científicos a hacer su trabajo sin ser coaccionados pero, sobre todo, al derecho de las personas con AMS, tengan o no relaciones sexuales, a saber que es posible optar por cambiar una AMS si eso fuera su elección personal. Ante esta encrucijada no vemos otra solución más razonable que el fortalecimiento del

Conclusiones

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respeto de la libertad. Respeto a la libertad de las personas con AMS a no solicitar ayuda para modificar dicha AMS, respeto a la libertad de las personas con AMS no deseada para modificarla, respeto a la libertad de los científicos para seguir estudiando la AMS y la homosexualidad y respeto a la libertad de los terapeutas para ofrecer ayuda a quienes libremente la soliciten. Deseo que estas últimas palabras sean para todas las personas que han sufrido o sufren al observar que tienen sentimientos homosexuales. Algunas han decidido dominar esta orientación sexual, pero a lo mejor se sienten insatisfechas de su decisión; espero que la información aportada en este texto pueda ser para ellas un motivo de aliento y de esperanza, y que encuentren la ayuda adecuada. Otras han podido decidir seguir sus sentimientos homosexuales y tener relaciones sexuales de tipo homosexual pero se encuentran también insatisfechas; espero que el libro les ayude a aprender más sobre su homosexualidad y quizás a reflexionar con más datos sobre sus decisiones pasadas.

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También quiero recordar a los familiares que un día se encontraron en la situación de que un ser querido les confiase que tenía una AMS. A lo mejor ha sido, a su vez, motivo de sufrimiento personal para ellos. Probablemente también hayan padecido las consecuencias de la incomprensión y la falta de caridad de otros. Cualquiera de estas personas que describo puede tener la sensación de no ser feliz y de necesitar ayuda y comprensión. Afortunadamente, los científicos seguimos intentando comprender más la homosexualidad para ayudar mejor a aquéllos que solicitan libremente ayuda. Soy consciente de que muchas personas con sentimientos homosexuales no ven la necesidad de modificar su orientación sexual y han decidido aceptar un determinado estilo de vida. No pocas veces habrán sufrido por el rechazo, la incomprensión o la violencia que condeno rotundamente. Aunque evidentemente no compartan algunos aspectos de este libro, quiero sin embargo transmitirles claramente que mi intención y mi responsabilidad como médico y científico ha sido dar a cono-

Conclusiones

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cer los aspectos aun desconocidos en torno a la homosexualidad porque estoy sinceramente convencido de que es la mejor manera de ayudar a quienes solicitan ayuda. Mi deseo es haber contribuido a cierto esclarecimiento con los datos aportados en este texto.

Referencias consultadas

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Páginas web de interés http://www.therapeuticchoice.com Es una web de especialistas y terapeutas que trabajan con personas homosexuales para ayudarles a encontrarse de nuevo con su heterosexualidad. Hay información abundante sobre diversas cuestiones relacionadas con el activismo de grupos de presión de gays y lesbianas; sobre la eficacia de diferentes enfoques terapéuticos; y sobre publicaciones científicas recientes. Tiene un apartado en castellano. http://www.freetobeme.com Página muy interesante, dirigida especialmente a jóvenes con dudas sobre su orientación sexual. Tiene un apartado de preguntas más frecuentes y sus respuestas. Los apartados están en diferentes lenguas. Es muy recomendable que padres, profesores, educadores y tutores de jóvenes se familiaricen con esta página web. http://www.brothersroad.com Página de testimonios de personas que han dejado de tener actividad homosexual gracias a la ayuda de especialistas. ¡Es una prueba de que la orientación sexual es modificable! Esta página puede ayudar mucho a personas que tienen dudas sobre su orientación sexual o a aquellas que tienen relaciones sexuales de tipo homosexual.

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http://www.esposiblelaesperanza.com/ Página con testimonios de personas que han dejado de tener actividad homosexual gracias a la ayuda de especialistas, y que incluye también abundante información sobre este tema. Tiene algunos apartados específicos, dirigidos a adolescentes, familiares y amigos, etc. Esta página ofrece terapia reparativa on-line y anónima para quienes no estén satisfechos con sus atracciones por personas del mismo sexo. Está en castellano y cuenta con otros enlaces de interés sobre la homosexualidad. http://www.unav.es/departamento/civil/ En esta página hay un documento llamado «¿Matrimonio homosexual?» que examina, desde el punto de vista del Derecho y las leyes, el debate referente a la equiparación del matrimonio con las uniones entre personas del mismo sexo con diversos enlaces que uno puede ir visitando. http://www.vidasacerdotal.org Página web que contiene información para sacerdotes: pretende facilitar la vida espiritual, ministerial y pastoral de los sacerdotes católicos de lengua española, y ofrecer información que quiere ser útil para la vida de los sacerdotes. En esta web hay un documento con recomendaciones pastorales que se pueden dar a los padres que saben que un hijo es homosexual o tiene dudas al respecto.

Referencias consultadas

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http://pfox.org PFOX es una asociación sin ánimo de lucro de padres y amigos de ex homosexuales y de homosexuales que pretende apoyarles y educar a la población general sobre la homosexualidad.

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Referencias consultadas Bayer R. Homosexuality and American psychiatry. The politics of diagnosis. Princeton University Press, 1987 (ISBN: 0-691-02837-0). Cameron P, Landess T, Cameron K. Homosexual sex as harmful as drug abuse, prostitution, or smoking. Psychological Reports 2005; 96:915-961. Cohen R. Comprender y sanar la homosexualidad. Editorial LibrosLibres, Madrid, 2004. Fergusson DM, Horwood LJ, Beautrais AL. «Is sexual orientation related to mental health problems and suicidality in young people?». Arch Gen Psychiatry 1999; 56:876-80. Fontana M, Martínez P, Romeu P. «No es igual. Informe sobre el desarrollo infantil en parejas del mismo sexo». http://www.hazteoir.org. Hallman J, 2008. The Heart of Female Same-Sex Attraction: A Comprehensive Counseling Resource. IVP Books, 2008. Hogg RS, Strathdee SA, Craib KJP, O’Shaugnessy, Montaner JSG, Schechter AMT. «Modelling the impact of HIV disease on mortality in gay and bisexual men». Int J Epidemiol 1997; 26:657-661. Jenkins PJ. The new Anti-Catholicism. The Last Acceptable Prejudice. Oxford University Press. New York 2003. Koblin BA, Chesney MA, Husnik MJ, Bozeman

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