Comport A Mien To Sexual Chilenos

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Mejoramiento de la Calidad de Atención en Salud Sexual de Usuari@s de Atención Primaria

COMPORTAMIENTO Y PRÁCTICAS SEXUALES EN LOS CHILENOS. Las diferentes sociedades han elaborado las más diversas formas de regular la satisfacción de las necesidades sexuales y reproductivas. En otras palabras, los comportamientos sexuales individuales resultan activamente modelados y orientados por los patrones sexuales producidos en la cultura de una sociedad. El reconocimiento de este hecho, ha llevado a numerosos investigadores a describir y entender esa diversidad, y en particular, a comprender las formas en que nuestra sociedad posibilita o dificulta las vivencias sexuales individuales. En el campo de la investigación científica acerca de la sexualidad han sido utilizadas distintas perspectivas teóricas y metodológicas. Una de ellas, es la originada desde la sexología médica y la salud pública, desde la cual la sexualidad es analizada y medida de acuerdo con los preceptos básicos de la ciencia positivista, y que ha generado una buena documentación sobre actitudes, conocimientos y comportamientos vinculados a la sexualidad de los individuos. Alternativamente, ha surgido, desde las ciencias sociales, una perspectiva que pone un fuerte énfasis en lo que se ha denominado “construcción social de la sexualidad”, desde la cual el foco de análisis está en la naturaleza intersubjetiva de los significados sexuales, sus cualidades compartidas y colectivas, no como propiedad de sujetos aislados, sino como sujetos integrados dentro del contexto de distintas y diversas culturas sexuales. Es posible afirmar que las primeras investigaciones realizadas estuvieron marcadas, por un interés en relacionar la sexualidad con problemas sociales y de salud reproductiva, para luego ser complementadas con investigaciones sobre actitudes y comportamientos sexuales, y posteriormente con aquellas focalizadas en el plano de los discursos acerca de la sexualidad. Así, paulatinamente se ha incorporado el uso de técnicas cualitativas, que han permitido una aproximación distinta y complementaria a las exploraciones realizadas con técnicas cuantitativas. A continuación revisaremos los resultados de las investigaciones realizadas en nuestro país en las últimas dos décadas. Gran parte de esta información fue extractada del Estudio Nacional de Comportamiento Sexual 1 o también denominado COSECON (Comportamiento Sexual en el Cono Sur). A modo de hacer la lectura más didáctica, presentamos a continuación parte de este conocimiento, agrupados por criterios definidos de acuerdo a la información recolectada. JUICIOS NORMATIVOS Por juicio normativo se entiende una opinión, un parecer que se da de manera subjetiva, sin pruebas fehacientes que lo demuestren, pero que describen qué es lo prohibido y qué es lo permitido para una sociedad. El estudio COSECON logró establecer una escala seleccionada de juicios normativos acerca de prácticas sexuales, identificando los acuerdos de los chilenos al respecto, así como los juicios más polares. Los mayores acuerdos se producen entre los entrevistados al aprobar que todas las formas de placer son válidas, si la pareja está de acuerdo (80% en las mujeres; 83,5% en los hombres); del mismo modo, el 75% de los hombres y sobre el 67% 1

Estudio Nacional de Comportamiento Sexual, Gobierno de Chile, Ministerio de Salud, Comisión Nacional del SIDA-Chile, Agence Nationale de Recherches sur le SIDA – Francia, Chile-2000.

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de las mujeres aprueban las relaciones sexuales prematrimoniales. No obstante, que ambos sexos están mayoritariamente de acuerdo con las relaciones prematrimoniales, las mujeres tienden a ser levemente más restrictivas respecto de las relaciones prematrimoniales de las propias mujeres (67.5%) que respecto de los hombres (75.3%). Los hombres tienden a seguir el mismo patrón, siendo más restrictivos en relación a las mujeres (67.7%) que a ellos mismos (77.7%). A su vez, es posible observar algunas diferencias respecto de las opiniones y juicios entre hombres y mujeres respecto de la masturbación, siendo las mujeres quienes presentan los menores porcentajes de aprobación. Los juicios de mayor desaprobación se refieren a las relaciones fuera de la pareja, es decir, frente al tema de la infidelidad. Sin embargo, mientras sólo el 6% de los entrevistados aprueba las relaciones de una mujer con su amante, el porcentaje se eleva al 10% cuando hablamos de las relaciones de un hombre con su amante. Sólo un 3.7% de los entrevistados varones manifiesta estar de acuerdo con la homosexualidad masculina; en el caso de las mujeres el porcentaje de acuerdo llega a un 6.1%. Respecto de la homosexualidad femenina, los porcentajes de acuerdo son prácticamente similares en ambos sexos. Un 0.4% de los entrevistados varones y un 0.2% de las mujeres reporta una identidad homobisexual. A la luz de antecedentes confiables aportados por otros estudios nacionales e internacionales, se estima que existe una sub-declaración de homo-bisexualidad. Un 40.3% de la población entrevistada, expresa una tendencia a discriminar a personas viviendo con el VIH. En esta actitud influye de manera importante, pero no determinante, la falta de información respecto a las formas de transmisión del virus. En otro estudio (DIAGNOS, 1994) frente a la afirmación “en materia de sexo todo está permitido en una pareja, si le agrada a ambos”, un 74,1% de los entrevistados considera esta afirmación verdadera y sólo un 10,8% la considera falsa. Por otro lado, mientras un 36,1% acepta la afirmación “muchos hombres y muchas mujeres han tenido alguna vez fantasías sexuales con personas de su mismo sexo”, un 39,7% la considera falsa. Los autores destacan que el 25% de los encuestados no contesta esta pregunta. Siguiendo con el mismo estudio, un 61,6% está de acuerdo con la afirmación “una porción importante de mujeres no logra satisfacción sexual cuando hace el amor”. La mayoría de los sujetos entrevistados calificaron su relación de pareja como satisfactoria o muy satisfactoria. En el plano sexual, el 70,6% se manifestó satisfecho con su relación de pareja y un 20% la califica de regular. Del estudio de DIAGNOS y de algunos datos del Estudio de Comportamiento Sexual es posible deducir que los cambios más relevantes podrían observarse principalmente en relación a la relativización de los criterios de normalidad v/s anormalidad de ciertas prácticas. Pareciera ser que hoy día el criterio pasa por la búsqueda de placer conjunto, más que por parámetros morales que han restringido en épocas anteriores los patrones de interacción sexo-erótica. Sin embargo, queda claro que el tema de “sentir algo por otro del mismo sexo” provoca resistencia, aún cuando aquello este referido al plano de la fantasía. Por otro lado, algo que parece evidente es que los chilenos y chilenas hoy están más abiertos a exponer sus demandas e insatisfacciones en el ámbito sexual, terreno que hasta hace algunas décadas no era objeto de conversación o análisis, ni siquiera en el contexto privado. EDAD DE INICIACIÓN

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En el estudio COSECON se obtiene como primera constatación el que la amplia mayoría de la población mayor de 18 años de edad (94%) ha tenido experiencia sexual. La información disponible indica una tendencia al descenso de la edad de la primera relación sexual en las generaciones nacidas en las últimas décadas, especialmente en las mujeres, en la sociedad chilena. En el conjunto de iniciados de entre 18 y 24 años, el promedio de edad de esta primera experiencia sexual se ubica en los 17,5 años en el caso de las mujeres, y en los 16.6 en el grupo de varones. Vale decir, la iniciación ha tenido lugar antes de la edad de egreso de la enseñanza media. Más aún, algo más del 7% entre las jóvenes iniciadas, y cerca del 16% entre sus pares varones, declara haber tenido su primera relación sexual antes de los 15 años. Las mujeres nacidas a fines de la década de los años ‘20 presentan una mediana de 19.9 años, y las nacidas en torno a los ‘80 presentan una mediana de 18 años, es decir, la edad media de iniciación sexual ha descendido en casi 2 años. Durante el siglo XX, ha disminuido la edad en que las mujeres han hecho la entrada en la sexualidad activa, pero ha sido una historia cambiante. Las mujeres redujeron su edad a fines de los ’60, en el marco de procesos de transformación cultural, y la elevaron en los ’80, en periodo de reacción y conservadurismo dictatorial. La mayor precocidad -comparativa- de la edad de iniciación femenina, se observa en mayor medida entre las jóvenes de nivel socioeconómico bajo y, de manera notoria, al interior del conjunto de mujeres jóvenes que han alcanzado como máximo nivel de escolaridad la enseñanza básica (mediana: 15.6 años). Lo que indica que la mitad de ellas ha tenido su primera relación sexual antes de los 16 años de edad. En cuanto a las motivaciones declaradas para la primera relación sexual, destaca la persistencia de las diferencias entre ambos sexos a través de las generaciones: así mientras los hombres jóvenes reportan en más de un 50% haberse iniciado por 'deseo' o 'atracción', las mujeres de su generación declaran como razón principal al 'amor'. Esta discrepancia no se modifica de manera importante en el tiempo, permaneciendo vigente en este aspecto la diferencia de género. Por otra parte, en el tramo de 18 a 24 años se observa una relación entre la edad de iniciación y la condición ocupacional al momento de la encuesta, lo que se verifica entre las mujeres y no así entre los hombres. De tal modo, las jóvenes cuya principal actividad son las labores del hogar, han tenido en general una iniciación sexual más temprana que sus pares integradas a la fuerza de trabajo. En el otro extremo, son las estudiantes de este tramo de edad quienes, en general, reportan la iniciación sexual más tardía, lo que sugiere una asociación entre la edad de la primera relación sexual y el proyecto de vida en la población femenina. Los hombres nacidos a fines de la década de los años ‘20 presentan una mediana de 17.7 años, y los nacidos en torno a los ‘80 presentan una mediana de 16.7 años, es decir, la edad media de iniciación sexual ha descendido en un año. Sobre esta base, es posible afirmar que la baja más acentuada de edad de iniciación de las mujeres, implica también una reducción de la brecha de entrada a la sexualidad entre hombres y mujeres, es decir, se estaría frente a una creciente sincronización en la iniciación de las relaciones sexuales de hombres y mujeres

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Cuando la variable iniciación sexual se cruza con religión familiar, del total de la población de mujeres, aquellas provenientes de familias evangélicas presentan una estabilidad mayor en la edad de iniciación sexual respecto de aquellas provenientes de familias católicas o de familias que no profesan credo religioso. Así, para las mujeres evangélicas el tramo entre 69-45 años, presenta una mediana de 19.9 y el tramo 24-18 años, una mediana de 19.1 años. Las mujeres provenientes de familias católicas muestran diferencias en la edad de iniciación sexual al comparar aquellas de mayor edad (69-45 años) con aquellas más jóvenes (24-18 años) con una mediana de 20.2 años y de 18.8 años, respectivamente. Sin embargo, para la población masculina, los hombres pertenecientes a familias católicas han retrasado el inicio de su vida sexual al comparar las medianas observadas en los hombres de mayor edad con aquellos más jóvenes, siendo la primera de 16.9 años y la segunda de 17.3 años. Los hombres provenientes de familias evangélicas muestran una mediana de iniciación sexual de 17.9 para el tramo comprendido entre 69-45 años y de 16.3 años en el tramo más joven (24-18 años). Entre aquellos hombres que afirman provenir de familias sin credo religioso, la edad mediana de iniciación sexual para el tramo de mayor edad es de 17.4 años y para los jóvenes de 16.5 años. En las mujeres de este mismo grupo, aquellas del tramo de mayor edad exhiben una mediana de 17.7 años y las más jóvenes de 15.9 años. Un análisis general de la muestra nos enfrenta al hecho que los hombres católicos mayores de 45 años son aquellos que se han iniciado más tempranamente (16.9 años) al compararlos con el resto de los hombres (evangélicos o sin credo) de ese mismo tramo de edad. Al contrario, las mujeres católicas de mayor edad son aquellas que presentan un edad mediana mayor de iniciación sexual (20.2 años) si se les compara con el resto de las mujeres de ese tramo (45-65 años). Al interior de la muestra de menor edad (18-24 años), las mujeres evangélicas son quienes se inician más tardíamente (19.1 años) si se les compara con los otros grupos (católicas y sin credo). Al mismo tiempo, los hombres con credo evangélico son quienes se inician a más temprana edad (16.3 años), al comparárseles con los otros (católicos y sin credo). La mujeres jóvenes (18-24 años) sin credo religioso son quienes exhiben una mediana menor de edad de iniciación sexual (15.9 años) si se les compara con el resto de mujeres jóvenes entrevistadas (católicas y evangélicas). PAREJAS En el mismo estudio, se indaga en la cantidad de parejas reportadas por los encuestados. Se constata que las personas con múltiples parejas se concentran principalmente en la población masculina, entre los hombres adultos no cohabitantes (agrupando solteros, separados y viudos): uno de cada cuatro hombres con esta condición tuvo más de una pareja en los doce meses previos a la aplicación de la encuesta. En términos de edad, el análisis muestra que la declaración de más de una pareja durante los últimos doce meses, es mayor en aquellas mujeres que no cohabitan con una pareja y que tienen entre 30 y 44 años (12.8%) con relación a las otras edades. El conjunto de mujeres de toda la encuesta reporta un promedio de 1,9 parejas en la vida y un 51.2% declara haber tenido sólo una pareja sexual en su vida. Por otra parte entre las que cohabitan, el mayor porcentaje (2.6%) de más de una pareja en los últimos doce meses se observa entre las más jóvenes (entre 18-29 años) en comparación con otros grupos etáreos. Los hombres que no cohabitan y que tienen entre 30 y 44 años, el 35,5% de ellos declara haber tenido más de una pareja sexual en los últimos doce meses, porcentaje superior si se

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le compara con el resto de las franjas etáreas. Uno de cada 10 reconoce una pareja sexual exclusiva en toda su vida. Entre aquellos que cohabitan, los grupos de menos de 45 años, declaran en un porcentaje similar (8,0%) haber tenido más de una pareja sexual los últimos doce meses. La cifra desciende a 5.2% entre los hombres mayores de 45 años. Por otro lado, es posible afirmar que a medida que se sube en el nivel educacional (básica, media y educación superior) tanto de hombres y mujeres se aprecia un aumento en el porcentaje de multiparejas (más de una pareja a la vez) en los doce meses anteriores a la encuesta. Sin embargo, el porcentaje de hombres con multipareja es mayor en todos los tramos de escolaridad que el de mujeres. La inactividad o abstinencia sexual (ninguna pareja sexual) es más frecuente en la población femenina, particularmente entre mujeres mayores: una de cada tres mujeres mayores de 44 años, estuvo sin pareja el año previo a la aplicación de la encuesta. En resumen, del total de mujeres que han iniciado actividad sexual, el promedio de parejas sexuales en la vida es de 1.9. Para los hombres, en cambio, el promedio es de 8.2 parejas sexuales en la vida. REPERTORIO DE PRÁCTICAS SEXUALES Si bien el Estudio COSECON se dirigió a explorar los patrones de comportamiento sexual de la sociedad chilena, en vías a determinar la mayor o menor probabilidad de exposición al VIH-SIDA, los datos entregan información relevante en términos de “repertorios sexuales” de los entrevistados que, en general, muestran una transformación en la sexualidad, expresada como diferencia en las prácticas sexuales predominantes en las generaciones jóvenes y las presentes en las generaciones mayores. La encuesta consideró como prácticas sexuales: el sexo vaginal, el sexo anal y sexo oral (que incluye fellatio y cunnilingus, según corresponda). El análisis diferencia ciertos patrones de comportamiento sexual en los cuales se inscriben las prácticas sexuales. Así, es posible distinguir entre lo que se denomina “repertorio sexual restringido”, caracterizado por la exclusividad de la práctica vaginal, de aquel patrón denominado “repertorio sexual amplio” basado en la combinación de la práctica vaginal con las formas anal y oral. La operacionalización de los dos patrones puede organizarse en tres categorías principales: sexo vaginal exclusivo; sexo vaginal y oral combinados; sexo vaginal y anal y/o oral combinados. La práctica vaginal (no necesariamente exclusiva) presenta un alto nivel de frecuencia (96,3% de los sujetos la ha incorporado en relación con su última pareja sexual), la practica vaginal en combinación con prácticas oral y/o anal es realizada por un 58.5% de la población estudiada en los últimos 12 meses. Ahora bien, el sexo anal acompaña a la práctica vaginal en una proporción notoriamente menor (1.7%) que la de sexo oral (36.8%). No obstante, cuando la práctica anal se incluye junto a las formas de sexo vaginal y oral, alcanza a un 21.7%. Globalmente, puede observarse que la combinación de práctica vaginal con otras prácticas supera notoriamente a la práctica vaginal exclusiva (37.7%). Las prácticas de sexo anal y/o oral que prescinden de la práctica vaginal alcanzan a un 3.7%. Desde este análisis, el repertorio sexual amplio, que considera sexo vaginal y oral combinados y excluye sexo anal, presenta un alto nivel de frecuencia y parece integrarse, bajo una lógica de normalización de ciertas prácticas sexuales; el sexo oral se transforma en el preámbulo de la forma vaginal que le sucede. El repertorio sexual amplio que considera el sexo vaginal combinado con sexo anal e incluye o no sexo oral en cambio, aparece menos

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frecuente y se presenta básicamente como agregada a la anterior. Desde este punto de vista, el sexo oral se presenta en la sociedad como una nueva normalidad, mientras la práctica anal constituye la trasgresión: mientras la primera se incorpora, la última se constituye en alternativa propiamente tal. Al observar los datos de acuerdo a la edad de los sujetos, se hace manifiesta una diferencia significativa en las prácticas sexuales. De esta manera, por ejemplo, la exclusividad de la forma vaginal varía desde un 74.3% para el grupo de 60-69 años, a un 27.1% para el grupo de 20-29 años. La combinación sexo vaginal y oral en la población más adulta (60-69 años) alcanza el 15.3%, mientras en el grupo etáreo de 20 a 29 años esta misma práctica se da en un 47.9% de los casos. Es posible apreciar una diferencia en las prácticas sexuales de dos generaciones consecutivas, a saber, entre aquellos sujetos de 40 a 49 y los de 50 a 59 años. En el primero la práctica sexual vaginal exclusiva alcanza el 44.9%, mientras en el segundo esta práctica se eleva al 64.9%. Podría hipotetizarse que esta diferencia está dada por una transformación cultural, ocurrida durante la década del ‘60, donde la generación ubicada en el tramo 40-49 años enfrentaba su etapa infanto-juvenil y, por tanto, sujeta a un nuevo contexto socializador. En cuanto a diferencias por sexo, los datos señalan mayor predominio de práctica sexual vaginal exclusiva en las mujeres (40.6%) que en los hombres (31.1%). Si bien, la incorporación de sexo oral en combinación con sexo vaginal no parece mostrar diferencias entre hombres y mujeres, sí lo es cuando se trata de la forma anal en combinación con el sexo vaginal, que alcanza en los hombres a un 24.1% y en las mujeres al 19.2 %. También es posible encontrar diferencias en hombres y mujeres de distintas generaciones. En cuanto a la adopción de la práctica anal, las mujeres menores (20-29 años) presentan un porcentaje de 20.3% para la combinación de sexo anal y vaginal y en las mayores (60-69 años) se observa un 3.4% de esta misma práctica. En los hombres menores, el porcentaje de la combinación de sexo anal y vaginal es de 21.7% y en los mayores es de un 6.1%. Por otro lado, en los grupos etáreos mayores, sobre 50 años de edad, los hombres presentan niveles más altos de prácticas de repertorio sexual amplio -en la forma de combinación de sexo vaginal, oral y anal- que las mujeres (19.4% versus 9.7%). Puede sugerirse que tal diferencia puede ser explicada por diferencias sustantivas en los procesos de socialización de los géneros en generaciones pasadas. En resumen, los datos expuestos permiten afirmar que casi el 60% de la población ha incorporado un repertorio amplio de prácticas sexuales penetrativas (vaginal, oral y/o anal). Por último, cuando el tipo de prácticas sexuales se analiza en relación con la frecuencia mensual de relaciones sexuales, se observa que la frecuencia es mayor en parejas que han practicado un repertorio sexual amplio: mujeres y hombres concuerdan en declarar 10.8 relaciones sexuales al mes; la frecuencia se reduce a 7,3 relaciones sexuales en el mismo período cuando la práctica es exclusivamente vaginal. FRECUENCIA DE LA ACTIVIDAD SEXUAL En relación a la frecuencia de relaciones sexuales, sólo la mitad de los entrevistados se declara satisfecho y más de un tercio se manifiesta insatisfecho. Por otro lado, un 82,7% declara que lo sexual en la relación de pareja es importante o muy importante (DIAGNOS, 1994). Las frecuencias más altas de actividad sexual se presentan en hombres y mujeres que han practicado un repertorio sexual amplio incluyendo sexo vaginal, anal y oral: con una media de 11 actos mensuales (coincidiendo el reporte de mujeres y hombres). En el extremo

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inferior, la menor frecuencia de actos sexuales, tanto para hombres como para mujeres, se encuentra en el repertorio sexual restringido, es decir, en la práctica de sexo vaginal exclusivo (con una media de siete actos sexuales en el mes) 2 . CONVERSACIONES SOBRE INTIMIDAD En relación con el tópico “conversaciones sobre intimidad” (vida de pareja, sexualidad, aventuras amorosas, riesgos de enfermedades de transmisión sexual, etc.) un tercio de los encuestados para el Estudio Nacional de Comportamiento Sexual dice no poseer interlocutores en estas materias, por lo menos en los últimos doce meses. Los grupos de edad muestran diferencias en este sentido, siendo la mayor diferencia entre los mayores y los menores de 45 años. En este caso, los mayores de 45 años muestran una significativa menor presencia de conversaciones que los más jóvenes. Las mayores diferencias en este tema se producen más bien en relación con el tipo y cantidad de interlocutores. En este sentido, los hombres tienen por interlocutor a las mujeres en mayor proporción de lo que las mujeres tienen por interlocutor a los hombres. Esta diferencia parece radicar en el hecho de que los hombres tienden a tener por interlocutor a su pareja en mayor medida que las mujeres, quienes concentran una parte importante de sus conversaciones sobre intimidad con otras mujeres. Lo propio de los jóvenes, por diferencia con los otros grupos de edad, es la importancia de los amigos y la familia como interlocutores de sus conversaciones sobre intimidad. Según estrato socioeconómico puede observarse que la diferencia más importante ocurre entre el estrato alto y los dos restantes. A diferencia de éstos, el estrato alto concentra sus interlocutores más entre los amigos y menos en las parejas. Respecto de la extensión de estas redes (número de confidentes habituales), no se observa diferencia entre hombres y mujeres. Los mayores de 45 años tienen redes de menor tamaño que el resto, mientras los jóvenes menores de 25 años son quienes poseen las redes de conversación más extensas. En términos de estrato socioeconómico, los de estrato bajo son quienes poseen redes menos extensas de interlocutores, en comparación con los estratos superiores. NEGOCIACIÓN SEXUAL EN LA PAREJA 3 La negociación sexual se refiere a los procesos de acuerdo y de toma de decisiones en una pareja sexual. Este es un proceso interactivo donde las personas involucradas, cuando se enfrentan a intereses distintos, llevan a cabo una serie de consensos destinados a obtener aquello que desean en esa relación. El indicador de negociación sexual en la pareja, seleccionado para esta síntesis, es el de la Iniciativa Sexual. En el marco de la negociación sexual en la pareja se verifica una tendencia creciente a que la iniciativa sexual sea compartida, principalmente entre los grupos más jóvenes. La constatación de este cambio, deja abierta la interrogante sobre si el comportamiento de los segmentos más jóvenes responde a características propias del ciclo de vida o constituye el reflejo de una mayor flexibilización respecto de los roles tradicionales de género, en lo que respecta a la atribución de la iniciativa sexual a los hombres. USO DEL PRESERVATIVO

2 3

Estudio Nacional de Comportamiento Sexual, 2000. Idem.

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En relación a la utilización del condón alguna vez en la vida, la encuesta COSECON muestra un uso mayor en hombres (52%) respeto del total de mujeres (38.2%). Del mismo modo la utilización es mayor a medida que se desciende en edad, tanto en hombres como en mujeres. Entendiendo que los períodos en que apareció el SIDA en Chile (1984) y en que se iniciaron las campañas de prevención en esta línea (1991) pueden haber influido en la utilización del condón, se tomaron por separado a los iniciados sexualmente en cada uno de estos tramos temporales y que habían declarado haber tomado alguna precaución durante su iniciación sexual. Al formular la pregunta: ¿cuál fue esa precaución?, se encontró que el uso del condón aumenta de manera significativa a lo largo de estos tramos de tiempo. Una diferencia observable se produce entre quienes tienen una pareja o más de una pareja; en estos últimos, la declaración de uso es mucho más alta. Este análisis pone en evidencia la adopción de una estrategia de adaptación al riesgo por parte de la población, puesto que el uso del condón aparece focalizado en situaciones con mayor riesgo de exposición al VIH, como es la de parejas múltiples. Otro dato importante que tiene relación con los iniciados sexualmente, es que cerca del 85% tanto de hombres como mujeres no había tomado ninguna precaución en esa primera relación sexual. Entre otras razones porque suele ser una situación de inexperiencia, y si ocurre en condiciones de clandestinidad, se le suma un componente alto de tensión y temor. La principal motivación para el uso del condón durante la iniciación sexual es la prevención del embarazo, mencionada tanto por mujeres (85.7%) como por hombres (58%). Las opciones “prevención de ETS/SIDA” y la que incluye ésta en conjunto con la prevención del embarazo, es declarada por el 12.8% de las mujeres y por el 38.9% de los hombres, encontrándose diferencias significativas en las cifras de ambos grupos. Con relación a los últimos cinco años, entre las personas que declaran haber tenido dos o más parejas, el 81.9% ha utilizado el preservativo en alguna de sus relaciones sexuales, a diferencia del 48.7% de aquellas que sólo han tenido una pareja. Los datos señalan que las opiniones asociadas al uso del preservativo cambian con la experiencia de uso; encontrando más opiniones positivas (“ponerlo es erótico”, “permiten aumentar el placer”) entre aquellos que lo han utilizado que entre aquellos que no lo han hecho. En aquellas situaciones donde las personas se enfrentan a la ruptura de una relación de pareja, los datos muestran que hombres y mujeres utilizan el condón en sus relaciones con otras personas en mayor proporción que al volver a tener una relación sexual con su pareja después de la ruptura. VIOLACION El estudio sobre comportamiento sexual revela que 7 de cada 100 de las mujeres entrevistadas declaran haber sufrido una violación. La mayoría de las mujeres violadas (cuatro de cada cinco) reportan haber sido víctimas de un conocido, familiar o pareja. Y en casi la mitad de los casos, la violación ha constituido su iniciación sexual. Entre los hombres, dos de cada cien encuestados ha reportado una violación. La información consignada demuestra la clara vulnerabilidad de las mujeres quienes, además de sufrir el impacto de la violencia física y psicológica de una violación, han estado expuestas a la transmisión del VIH.

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Del mismo modo, estos antecedentes obligan a discutir sobre la consideración social del entorno privado –familiar, amistoso o de pareja–, como un espacio seguro y protector. RECURSO AL COMERCIO SEXUAL Un 30.5% del total de los hombres encuestados para el estudio COSECON declara haber acudido al comercio sexual alguna vez en la vida. El reporte para los últimos doce meses alcanza al 1% de los entrevistados y la proporción de los que declaran haber acudido al comercio sexual es mayor en los grupos de edad más avanzada (donde es mayor también, el efecto de acumulación). A modo de conclusión, se puede decir que la información obtenida a través este y otros estudios, constituye una base de gran valor para fundamentar científicamente líneas programáticas en aspectos de la salud sexual y reproductiva. Del mismo modo, es una rica fuente para generar nuevos estudios tanto en el ámbito epidemiológico como en el de las ciencias sociales, desde una perspectiva integral de la salud. Por último, dicha información nos permite poder conocer cuáles son los cambios que se han producido en nuestra sociedad a lo largo de los años y tener una mejor apreciación de las necesidades de l@s usuari@s en materia de salud sexual y reproductiva.

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