Cinosargo Iv Mes De Septiembre Del 2008

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Año I Número IV

Edición de Septiembre del 2008

AUTOR DEL MES HUGO CORREA

PEDRO PRADO UN POETA QUE OLVIDAMOS

POETA S DE CINOSARGO

EL AMOR DEL POETA ATEO HACIA UNA SANTA

MARIETTA MORALES DENIS OSORIO DANIEL ROJAS ROCIO L´AMAR AMULETO DE BOLAÑO. RECORDANDO A SIEVEKING TIZA EN 3D ANVERSO LITERARIO LA POESÍA JOVEN DEL NORTE DE CHILE RECORDANDO A BALDOMERO LILLO

LA POSESÍÓN DE DELAURA FERLINGHETTI VIVE EN SAN FRANCISCO. FLORENCIO FAÚNDEZ HACEDOR DE POESÍA EL ARTE DE EVOLUCIONAR INVOLUCIONANDO EL CHICO MOLINA ESE DUENDE SILENCIOSO NARRATIVA. MILAGRO DIVINO MECCANO HEMATURIA Y MACEDONIO FERNÁNDEZ

Editorial.

Director: Daniel Rojas Pachas Coordinadores. Milvia Alata y Daniel Rojas. Redactores: • • • • • • • • • • •

Daniel Rojas P. Milvia Alata Marietta Morales Violeta Fernández Denis Osorio José Martínez F. Victor Sampayo. Wilfredo Carrizales Emiliano Pastor. Dios Pérez. Patricia Contreras.

Colaboradores externos: • • • • •

Grupo MAL. Mr. Arredondo, Walter Kovacs Rocio L’Amar Taller de Comic Engranaje.

La Revista Cinosargo esta en línea desde el día 17 de mayo del presente año, alojada en la plataforma social Bligoo. Todos los derechos de los artículos y la responsabilidad de su contenido, pertenece a sus respectivos autores.

www.cinosargo.cl.kz Revista Cinosargo Copyright © 2008

Cerramos nuestra edición de Septiembre con 250 notas, y ya empezamos a preparar la sexta edición de nuestra revista correspondiente al mes de octubre. A la vez, seguimos creciendo como espacio virtual dedicado a la literatura y la cultura en general, aprovechamos el espacio, para agradecer a todos nuestros redactores y desde luego al público que fielmente lee y comenta las notas. Esperamos sugerencias para ir siempre mejorando la calidad en las entregas y desde luego nos mantenemos receptivos a las colaboraciones de autores de todos partes del mundo, a fin de lograr un intercambio libre de las odiosas fronteras que limitan cualquier tipo de comunicación y diálogo. Finalmente estamos contentos por el ingreso a la prestigiosa red Blogeratura. Cinosargo tiene la palabra!!!! Daniel Rojas Pachas Director de Revista Cinosargo. VISITA NUESTRA WEB: www.cinosargo.cl.kz

EL EQUIPO DE CINOSARGO.

INVITACIÓN: Si tu interés es el arte y la cultura y deseas participar de Cinosargo, o enviar tus poemas o relatos a esta primera red de corresponsales literarios y artísticos, no importa donde estés, te invitamos a comunicarte al mail: [email protected]

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Hugo Correa y el arte de GEnero en Chile por Daniel Rojas En esta ocasión, más que indagar en la obra y vida de un autor, he querido detenerme en el problema de la producción de arte de género en Chile. Al respecto debo señalar que por género, no me refiero a la consabida oposición hombre y mujer y el rol de lo masculino y femenino dentro de los procesos creativos y las implicancias de poder del tema, sino al simple hecho de que en Chile, el arte narrativo, cine y literatura específicamente, no se ha caracterizado por “profundizar” en las perspectivas que brinda el terror, la fantasía, el cine negro o género policial y la literatura de anticipación o ciencia ficción. Quisiera además con esta nota, rendir un sincero y sencillo homenaje a quienes han cultivado de manera genuina, esas dimensiones de la narrativa, especialmente al eternauta de Curepto, Hugo Correa, fallecido recientemente, el pasado mes de marzo del presente año. Este autor, creador de obras como Los Altísimos de 1959, El que Merodea en la Lluvia del 62 y la colección de cuentos de Ficción Espacial, Cuando Pilato se Opuso del 71, entre otras obras que prolongan la sapiencia de su pluma hasta el comienzo de este nuevo siglo, lo sitúan como uno de los pocos pero no escasos autores, que con mayor devoción y consecuencia, se entregó al generó, pese a la escasa y pobre recepción que su obra tuvo en nuestras fronteras, más allá de haber conseguido logros que ya quisieran algunos autores de la narrativa dizque tradicional. Correa fue elogiado por el mismo Bradbury y traducido e incluido dentro de prestigiosas publicaciones y antologías en diversos idiomas, y ubicado a la par, en la constelación de otros latinoamericanos destacados como Ángel Arango, Daína Chaviano y Oscar Hurtado en Cuba, donde si hay una cultura basta, en torno a la novela y cuento de anticipación y en argentina, compartiendo la galaxia con Bioy Casares y la autora de Kalpa Imperial Angélica Gorodischer. Correa es sin duda un autor de culto, hoy su resonancia y difusión parece maxificarse día a día en blogs, foros en los cuales su obra se discute y sigue encantado tras la lectura por medio de reediciones digitales que no impiden en lo absoluto, la cacería de los coleccionistas y devotos, que pelean por hacerse con una copia original de su obra prima Los Altísimos. Podemos en tal medida señalar que se cumple su deseo personal en torno a la literatura. Correa mismo señaló en su última entrevista “Nunca busqué reconocimiento ni promoción, sino que las editoriales regularmente se interesaran por mi obra. Nunca he esperado otra cosa, sino simplemente que los lectores encuentren bueno lo que escribo”

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Su nombre es ineludible para los conocedores, para el lector especialista, y los escritores, pero no es el único, muchos se preguntarán entonces, ¿hay más?, ¿quiénes son y de dónde vienen?, ¿dónde puedo leerlos?, o siquiera por curiosidad, saber qué han hecho. Bueno para despejar un poco esas dudas, vale la pena dar un vistazo a sitios como puerto de escape , y descubrir que pese a que no tenemos una tradición, el mismo Correa lo dijo, “Aquí siempre estamos en un presente que se prolonga, que no pasa nada. Los grandes descubrimientos no pasarán aquí, porque no se estimula la investigación.” Empero eso no implica que no haya una línea que se escapa por discreta y periférica que esta sea. Claramente, tras el deceso del maestro, empezará en torno a su figura una promoción mayor del trabajo que hizo y brotará el que se le vincula, merecidos homenajes y reconocimientos que no tuvo en vida, permitirán destapar la olla y quizá dar luces del género más allá del fandom o el círculo de convenciones. Aún así, la problemática no termina, la condición de relegados del medio oficial, el ninguneo editorial y el trato de buena fe, tiene un origen que vale la pena indagar o siquiera describir someramente, este procede del prejuicio que ubica a los cultores del género como productores menores, hermanos pequeños y anecdóticos dentro de la gran masa creativa. En Chile todavía existen temas que son adecuados y otros que sólo merecen ser relegados al anonimato, a la sonrisa y palmada de consuelo, “Ey, está bien, lo intentaste hijo, muchacho, hiciste una historia de vampiros, quisiste crear tu distopía cyberpunk, tu Blade Runner, tu hombre bicentenario, tu versión de la jungla de asfalto, ahora vete a jugar por allí, te parece” y si por aquellos azares, el subrepticio creador logra éxito, bueno, empiezan los siempre bien ponderados comentarios de la llamada crítica especializada: “Como no podría vender tanto, si es literatura de consumo, paraliteratura, cine para las masas, le da en el gusto a todos”. Es que estamos tan acostumbrados al drama político, a la revisión histórica y a jugar con los tipos humanos: Estos son caricaturizados en comedias o elogiados desde perspectivas documentales que buscan rescatar su espíritu noble, casi de mártir de la tierra, pampa, mar y alturas indomables o en otra medida, renegando de ese fundacionalismo, las historias se zambullen de cara al conflicto urbano, existencial y económico, relaciones de pareja, discriminación social, sexual y el día a día del que a pulso se debate en la depredadora capital, queriendo mantenerse impoluto como un moderno Martín Rivas llegado de provincia o buscando una redención de su caos personal, la típica historia del drogadicto o la prostituta a lo Renton o Pretty woman criollos, que no podemos salir de esos esteriotipos de fabulación y más aún, de las formas de contarlas, creyendo que la única manera de abordar los temas es con linealidad y en el retrato fiel de lo 4

captado por los sentidos, sin proyección a otros mundos, a otras perspectivas, quizá por miedo o repudio a Hollywood, al llamado cine o literatura de mercado y por una reverencialidad absoluta hacia el neorrealismo italiano, el cine francés y el tratado de costumbres o la novela decimonónica, cuyo efecto inmediato y empalagoso, es un feudo monotemático y monocorde en que nos releemos hasta el hartazgo y en que siempre vemos los mismos nombres y el mismo producto añejo o simulacro pobre de otras latitudes, desfilar con prestigio por las carteleras y anaqueles. Algo más grave ocurre con disciplinas como el comic. El noveno arte queda relegado a un público infantil, esta afirmación no quiere para nada, remarcar la inexistencia de un público con criterio formado y con una visión más amplia al respecto, tampoco quiere señalar que no hayan autores que pese a lo que la corriente indica no se hayan atrevido a saltar la frontera de lo que se espera y hayan dado la espalda a la mezquina e ingrata fama y popularidad con el fin de crear en los ámbitos que le eran propios y queridos, por eso la mención inicial que destaca la labor de Correa y de muchos otros contemporáneos a él y sucesores dignos de su mirada. Sin embargo mientras no se abra un poco la mente a otras pulsaciones y sensibilidades, existirán ingratas confusiones que disminuyen por ejemplo una novela gráfica como La Casta de los Metabarones al ámbito de una tira cómica o comic strip propia del suplemento dominical. La mención de la historia magistralmente ilustrada por el argentino Juan Jiménez, no es casual, pues curiosamente ella tiene por guionista al tocopillano Alejandro Jodorowsky, director además de cintas como el Topo, un western metafísico de alto vuelo. En su novela gráfica, se plantea como en otras grandes sagas, adultas del comic y manga, El Incal, Watchmen o Akira, un mundo de profundas lecturas, en este caso un drama espacial de carácter épico que mezcla conocimientos de diversas culturas, mitología occidental, tradición oriental, humor, fantasía espacial y una pincelada para los patrioteros de siempre, de historia nacional, no por nada aparecen personajes como Doña Vicenta Gabriela de Rokha, la abuela. Constituida la saga familiar de honor y venganza, nada tiene ella que envidiar a cintas de Kurosawa, así como la mentada y altamente recomendada obra en extenso de Correa que tampoco debe ser ignorada, pues su genio nos permite despejar dudas y prejuicios con respecto al pasado, presente y sobre todo futuro del arte de género en Chile. Autor: Daniel Rojas Pachas.

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PEDRO PRADO: UN POETA QUE, A VECES, OLVIDAMOS por José Martínez Fernández

Muchos dicen que fue un arquitecto y ello porque Pedro Prado estudió aquella carrera, la que no concluyó. Sin embargo ejecutó varias obras de esa especialidad. Pero SÍ fue Pedro Prado un gran arquitecto de la palabra. Novelista y poeta. Viajó, cuando joven (1912) a un congreso de estudiantes en la colonial Lima y por unos puestos por aquí y por allá estuvo en varios países. En 1949 se le otorgó el Premio Nacional de Literatura: uno de los más justos, porque la obra de este peculiar narrador y hacedor poético lo amerita. Nacido en 1886, falleció en 1952. Sus obras principales se llaman: “La reina de Rapa Nui” (Novela, 1914), “Los pájaros errantes” (poemas en prosa, 1915), “Alsino” (novela, 1920), “No más que una rosa” (poemas, 1946) y muchas otras. Pedro Prado fue un hombre de un altísimo nivel cultural. Pasó por la vida haciendo poco ruido y muchas veces le olvidamos, especialmente en su faz de bardo. En ella queremos saludarle publicando uno de sus más logrados textos.

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LLAMADO DE VEREDAS ENTREVISTAS…

Llamado de veredas entrevistas; vislumbre de jardines interiores; eco de prolongados corredores, mi atribulado corazón conquistas.

Con nieblas, con celajes lo despistas; y bien vaya por páramos o alcores, siento en el aire un perfume de flores. Vives en todo, sin que en nada existas

-oh! mujer misteriosa de mi arcanodeshechas huellas de tu cuerpo, en vano busqué entre las mujeres de mi vida.

Si en todas vives, nadie te contiene; mirar te veo, si alguien se detiene, más distinta en aquella parecida.

Este es un gran soneto. Y son pocos los poetas chilenos que han conseguido hacer de ellos una pequeña obra maestra, entre ellos Óscar Hahn con su brillante “Gladiolos junto al mar”. Más mérito aún para Pedro Prado a quien solemos conocer como un buen novelista, ignorando su creación poética.

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Recordando a Baldomero Lillo por Daniel Rojas Pachas. Hablar de Baldomero Lillo (Lota, región del BioBio año 1987 – San Bernardo año 1923) y sus relatos, implica detenernos ante un clásico de la literatura nacional y observar con respeto, a un baluarte del realismo social latinoamericano. Joven enfermizo, Baldomero Lillo se educó sentimentalmente leyendo a autores de la talla de Tolstoi, Dickens, Dostoievski, Turgueniev y Balzac, podemos rastrear la influencia de los europeos en sus páginas, sin embargo su talento y profundidad, no termina en las voces de estos creadores. Dueño de una certera capacidad para aprehender la gesta diaria de su medio y coterráneos, Lillo consigue cristalizar la crisis del hombre de Lota, penetrando en el corazón y conflicto de la explotación carbonífera y las contradicciones del proyecto capitalista e industrial, la vida rural no le es ajena y el espíritu de gran cantidad de tipos humanos se revelan al mundo y la posteridad, a través de su pluma. Contrario a las tendencias y un estadio de imitación en que los escritores de su época, se dejaban impresionar con la lírica y prosa peninsular y francesa además de una gama limitada de temas que eran considerados propios de la literatura, Lillo optó por focalizar su arte en el mundo de los desposeídos y el hasta ese entonces ignorado devenir del hombre común, del trabajador alienado cuya existencia es prueba ineludible del desagarro. Esto lleva a que muchos lectores y críticos consideren su universo creativo, demasiado agreste y sombrío, sin duda, al actualizar su trabajo, estamos ante un crudo trago de verdad, el cual no escatima en verbo y adjetivo a la hora de evidenciar el punto en que el hombre se vuelve el lobo de su hermano. Sin embargo, tales dotes de visionario imparcial, guiado más que por una convicción ideológica o maniqueísmo axiológico, llevan impresa su impronta humanitaria y la moral de un ser que no puede sustraerse al dolor y vivir en clara señal de evasión, con la simplonería de cerrar los ojos a la crisis de su tiempo. Su lamento de denuncia, da significado a sus letras y lo convierten en un clásico perdurable. Ernesto Montenegro respalda ello en la siguiente afirmación “La obra de Lillo nos hace sentir la tragedia de esas vidas como algo que está muy cerca de nosotros y habla a nuestra conciencia” Prueba fehaciente es el total de cuentos que lo hacen el padre del relato breve nacional y que hallamos recopilados en series como Subterra de 1904, este texto contó con enorme éxito, tanto de parte de la crítica, como del gran público lector, llegando a agotarse la primera edición en tan sólo tres meses.

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El título nace a sugerencia del poeta Diego Dublé Urrutia, en función de la temática minera y el mundo recóndito que implica la faena. Tres años después, vendría Subsole que a juicio de Fernando Alegría retrata el campo y los pueblos provincianos de Chile con un sentido mágico de vida; mágico en su capacidad de sentir desorbitadamente, de ansiar, de sufrir, y de enfrentarse a la muerte fortaleciendo la esperanza de una justicia, de un amor, de una paz, que, en su perfección absoluta, alcanzan el significado de un absurdo sublime. Acompañan a estos textos, Relatos populares que será publicado de forma póstuma y El hallazgo y otros cuentos del mar, además existen numerosas antologías que han difundido su obra por más de cien años, en tal caso, no podemos obviar su preponderancia en el plano de la educación. Libros de estudio lo sitúan en un apartado preferencial y reediciones que permiten reflexionar y disfrutar con su trabajo, lo potencian como piedra angular de la narrativa y los programas didácticos en nuestro país. En cuanto a su obra propiamente, podemos destacar lo versátil, pues aunque a priori resulta sencillo adosar su figura al relato de denuncia, Lillo no se agota en su carácter de fabulador. En Cañuela y Petaca por ejemplo, el autor se sumerge en la picardía infantil con un franco ánimo de aventura. Aquí, los púberes, proceden a espaldas del mundo adulto, este último, inmerso en el trabajo es un canon a ser desafiado, una mano enemiga, sin duda estamos ante el anverso infantil de la compuerta número doce, ya que la figura de estos dos niños, es de explicita malicia y subversión. Ellos se atreven a asaltar a riesgo de su propia vida, una pila de pólvora a punto de estallar y luego sustraen la escopeta familiar para jugar a ser cazadores expertos, el otro en cambio, dócil y estoico es arrebatado del seno materno e inocencia para descender al purgatorio que desfigura sin escrúpulos el cuerpo y alma de los trabajadores. Los puntos de vista que adopta pueden en tal caso, ser explícitos, como en su faceta documental, allí ambienta y edifica basado en lo netamente referencial, el chiflón es el caso más sensible y directo, la historia emotiva de una madre y la constante incertidumbre que marca la eventual perdida de su único respaldo y sostén vital, su hijo El llamado Cabeza de Cobre, lo simbólico en cambio, se construye en el caso de historias como Los Inválidos, con el caballo Diamante, despedazado por los años de servicio para luego de manera indolente ser devorado por las aves carroñeras, una metáfora abierta de los viejos trabajadores y el destino infranqueable de sus últimos días.

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Algo similar ocurre en El Grisú, aquí las emanaciones de gas, el viento negro remite de manera alegórica al furor indómito del abusado capaz de sepultar con furia e impotencia explosiva, una montaña de tiranía como es Mr Davis, el arquetipo de ingeniero y capataz déspota que luego sería trasladado a la pantalla grande en una versión masificada. En otra línea del tratamiento de la historia y la traicionera y maquiavélica voluntad de poder del ser humano, Lillo configura la confrontación de dos amigos, especie de Caín y Abel, Remigio y el rubio Valentín que a la luz del pozo dan rienda a una reyerta por el amor de la voluptuosa Rosa. Muestra fiel de la otra cara de la disgregación del alma humana. Aquí, el ansiado tesoro no es un mineral sino el cuerpo de la mujer, el goce carnal empero, el efecto es el mismo, la depredación mutua. Lillo, es sin cuestionamiento, un potente visionario, que nos hace sentir que vamos bordeando lo catastrófico tal como indica Montenegro. Su talento, observación directa y dramática sensibilidad, es sólo comparable a su silencio y la sobriedad de su persona, la que arduamente fue descrita por sus pares en archivos históricos. Los que compartieron con él o cerca de su fugaz presencia en las tertulias literarias, aplauden el carácter humilde del escritor, gran testigo y lector de la vida, hombre alejado de bulla que en su parquedad logró destacarse y publicar en La Revista Católica de Santiago, trabajó durante su estancia en la capital en El Mercurio y fue colaborador en la revista Zig-Zag. Sin embargo su alicaída salud siempre fue una carga, en 1923, víctima de una tuberculosis, Lillo nos dejo y con su partida, queda una deuda pendiente con la narrativa, su ansiada novela salitrera, la cual pensaba abordar el sensible tema de la masacre de la Escuela Santa María de Iquique. Por ella, realizó numerosos viajes a la zona a fin de documentarse, allí se hizo de nuevo uno con la desolación, retrotrayéndose a las imágenes que presenció en su infancia al trabajar en las pulperías. Al captar el destino común que hermanaba a la clase obrera, inició su obsesivo afán el cual se vería interrumpido por la debilidad de sus pulmones. Esa capacidad que siempre lo acompaño, su deseo desesperado de asimilar la realidad se manifiesta en un diálogo con Eduardo Barrios al cual declaró “No sé lo bastante de ese ambiente, no lo he asimilado como el de las minas del carbón" De este proyecto fallido quedan algunos esbozos, de un primer capítulo que se llama "La huelga". Como cierre a esta breve semblanza de un grande, dejo un fragmento. Autor: Daniel Rojas Pachas.

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La Huelga -Baldomero Lillo - Fragmento Son las 6 de la mañana. El sol por encima de los contrafuertes andinos esparce sobre la pampa una claridad deslumbradora. Bajo el cielo azul de una pureza y transparencia extraordinaria, la parda superficie del desierto osténtase desnuda como una inmensa pizarra en la que un lápiz gigantesco hubiese trazado, repitiéndolos al infinito, los blancos caracteres de una misma fórmula. Son los rajos de las calicheras. Anchas grietas recortan y cruzan en todas direcciones la yerma extensión del páramo donde el bochorno del día y el frío glacial de la noche han sellado un pacto eterno de confabulación y hostilidad a la vida. Bíblico campo sembrado de sal, en vano la pólvora y la dinamita han abierto en él, con sus rejas flamígeras, innumerables surcos, y hundido y desgarrado por mil partes su infecunda entraña. La ausencia absoluta de toda vegetación da a la tierra convulsionada el aspecto de un negro mar embravecido, súbitamente petrificado. Un silencio solemne reina en la pampa, que sólo interrumpen de tarde en tarde, la sorda y lejana detonación de un tiro o los gritos desaforados y rabiosos de los carreteros. A pocos pasos de la polvorosa huella, por la que van y vienen las carretas transportadoras de los acopios, los particulares Luis Olave y Fermín Pavez, el barretero Simón Araya y su hijo Vicente se ocupan desde el amanecer en la apertura de una calichera. Vestidos con el traje de rigor: blusas y pantalones de tela blanca, trabajan con ahínco a fin de aprovechar la favorable temperatura de la mañana. En tanto que los dos primeros aprietan las cargas de pólvora, Simón y Vicente finiquitan la destazadura del último barreno. Con los pesados machos, las particulares o calicheros golpean rudamente los atacadores de madera de sauce, encima de los tacos de chuca y costra, a fin de asegurar la mayor eficacia del tiro.

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Ferlinghetti está vivo en San Francisco por Rolando Gabrielli Sobreviviente de la generación beat de Ginsberg, Kerouac, Burrouhgs. Qué horror, qué placer, Lawrence Ferlinghetti está vivo en San Francisco y Joaquín Vergara, periodista chileno, que llegó antes que el tranvía a la mítica ciudad, no sólo no lo conoce, sino hace oídos sordos a mi súplica que lo ubique para conversar algunas cosas sobre poesía, de su ciudad, Kerouac, Ginsberg, los beatnik, el mundo que es una margarita en un racimo de bombas subterráneas. La poesía se deshoja con una granada en la mano y en la otra no sabemos que verso se está cocinando. Ferlinghetti sabe que se está cocinando. Al diablo me digo, qué saben los periodistas de poesía, y me pongo a buscar en mi vieja biblioteca alguna huella de Ferlinghetti y recuerdo que un marica de teatro, panameño, me robó Aullido (Howl) de Allen Ginsberg, otro santón carismático de San Francisco, el padre espiritual del Flower Power y del Hippismo. Aún siento los aullidos de ese libro perdido. No lo he vuelto a comprar, el griego vende a unos precios horrorosos, y hace creer que es un duende quien marca y remarca los nuevos valores que les asigna de noche a los poemarios para hundirnos en la oscuridad de la palabra escrita. Ginsberg gimió el primer borrador de Aullido, vomitó sus versos, los expulsó de sus vísceras, en un recital, una noche mítica del 55 en la Galería Six, el día del reencantamiento del público y la poesía en San Francisco. “La mente es la belleza de la forma”, decía Ginsberg. Un chillido rítmico supurante de la sociedad y sus comparsas, subterráneos sonidos, vociferantes formas, se instala en la cátedra de la desolación, un camino de presagios, lo que viene. Ahí está Ezra Pound con su gusanillo atornillado a la garganta del poema, con sus cantos y ecos mayores, desde Lorca a Whitman, Blake, y más. Ginsberg, además de ser un gran poeta que marcó el rumbo a la poesía en Estados Unidos en el siglo XX, fue un luchador social incansable, un detonante silencioso, ruidos, solitario, de las grandes masas subterráneas, un espíritu generoso de época, alguien especial, abierto, desprendido, solidario, amigo de sus amigos, y supo compartir el catre, la vida todo, con sus compañeros de juego. Una leyenda más allá de las fronteras de Estados Unidos, vaciado de su propio

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Espíritu Santo. Ángel y Demonio, arrastró la estrella fugaz descolgada de un balcón en San Francisco. Desnudo ante su espejo trizado avanza por Denver, Colorado, sin fronteras, en las rocas rojas bajo las montañas de un sol rojo, en Colorado, espacio mítico de los beat. Y en Aullido dice, proclama la sociedad contaminada de dolor, muerte, subterránea, agónica, enfrentada al establecimiento... y habla también de quienes viajaron a Denver, murieron en Denver, que volvían a Denver; que velaron por Denver y meditaron y andaban solos en Denver y finalmente se fueron lejos para averiguar el tiempo, y ahora Denver extraña a sus héroes.

Si Ferlinghetti lee esta nota, sabrá de que estoy hablando. Busco una vieja antología de poesía norteamericana de tapas gruesas, blanca, editada por Ernesto Cardenal. Este es el proceso, puesta en escena, atmósfera para entrar en Ferlinghetti, comunicarme con la memoria, y rodar por un San Francisco que no conozco. Me acompaña un señalizador mágico de libros que me envió mi amor con un tranvía ascendiendo por las calles que llevan al cielo en Fan Francisco y detrás la Bahía. Unas nubes delgadas, esponjosas, de algodón empañan el cielo azul de San Francisco, pero no se borra.

Hace muchos años me imagino, adivino la ciudad, viajo insomne, asciendo por sus calles, en algún bar me detengo, toco la madera del mesón, miro a mí alrededor, un cielo azul me espera para inaugurar el día con una buena cerveza y caminar las calles sin tiempo. San Francisco, California, es tierra gemela con Valparaíso, Viña del Mar, la costa central de Chile, ambas tienen la misma geografía, la falla geológica, telúrica, el mar, las calles empinadas. Frutas de un mismo paraíso, ambas ciudades son secretas canciones de marineros, nostálgicas bahías bohemias, sus cerros imitan las escaleras al cielo, pero son terrenas, frutas de un mismo árbol, la poesía. Puertos del Pacífico, ciudades hermanas en el lenguaje telúrico de la tierra, balcones de asombro. Ventanas que miran más allá del mar, sin límites los ojos de la ciudad que sabe ser íntima, personal, callada, auténtica.

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Portal a Oriente de Estados Unidos, le llama Rudyard Kipling a San Francisco, y serena indiferencia al destino, guardiana de dos continentes, le dice Bret Harte y Shapiro, el último rincón de los bohemios. Es en ese escenario que aparece Ferlinguetthi en 1950, ciudad de jazz, poesía, bohemia pura, de calles plateadas por la luna, con su inconfundible habla coloquial. Ginsberg, Kerouac, James Harmon, Gregory Corso, Philip Walen, Michael McLure, Robert Creeley y Gary Snyder. No nos vayamos fuera de la línea del tranvía, hacia una ascensión equivocada, que no sea otra que la palabra en el poema. Ferlinghetti ya está instalado con los santones de San Francisco, el movimiento Beat, la nueva poesía contaminada con la vida, sin adornos, destemplada, y se apoya en Pound: “el objeto en su naturalidad es siempre el símbolo adecuado”. Pound decía que la poesía es el lenguaje cargado de intencionalidad, y los poetas beats, jugaron esa carta con Ginsberg a la cabeza, abriéndole los sentidos a la palabra, al poema, al máximo, en caliente y tiempo real. Un grito, un aullido, un estallido. Los beat nacían en 1958, según el Time. En los 70, fundaría Ginsberg con Anne Walden en Boulder, Colorado, una escuela alternativa para enseñar poesía y brindar oportunidades de trabajo a la gente joven. La llamó de Jack Kerouac School of Disembodied Poetics. Detrás de ellos o delante, Burroughs, Ginsberg y Kerouac. Especialmente Kerouac que sostenía que había que escribir de acuerdo con las leyes del orgasmo, a toda prisa, hasta sentir calambre, con intensidad. Era el iluminado entre San Francisco y Denver, que llevó a decir a H. Muller, que quizás la prosa norteamericana no se recupere más después de Kerouac. Y más atrás, no del movimiento beat, sino de la inspiración de Ginsberg, Whitman y William Carlos Wlliam junto al ya comentado viejo Ezra. Ahí está el circuito más o menos cerrado, más o menos abierto, como debe ser. Cuando Nicanor Parra estuvo en Estados Unidos a fines de lo sesenta, Ginsberg leyó un poema de él en inglés (máximo honor para un visitante), porque el poeta chileno había sido escogido como el poeta de una reunión internacional. Sin duda la poética de Parra está vinculada con ese movimiento, una poesía desgrasada, pero sacada de la calle, del subterráneo psicológico del individuo, del hollín de sus días. Cada poema en sus pisos de doble fondo, la máscara y la ironía, una corriente fría, electrizante, la palabra deshuesada, pero no invicta, si renovada, usada de una manera sin uso. Ginsberg ya había estado en Chile tres meses, y en una entrevista que es historia, el poeta chileno Jorge Teillier, lo describió así: Su aspecto varía entre el de predicador religioso, comerciante ambulante y guerrillero cubano: frondosa barba, melena, desaliñado atuendo y un equipaje consistente en un gran bolso de buhonero y una caja de cartón. El estante me devuelve la mirada, busco, todo está cambiado desde que saqué a asolear los libros este verano, para quitarles la humedad tropical, el camino más corto para que se desintegre la palabra, con lo floja que está la verdad en estos tiempos. Blake, Michaux, Eliot, Diego, Cardenal, Kavafis, Cáceres, y van saliendo, pero la antología blanca, no hace la menor seña. Sigo con el texto. Ferlinghetti es el sobreviviente de todo ese movimiento.

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Una generación que Ginsberg dijo en Aullido, la vio morir, perderse en la droga, los talentos se volaban los sesos en las calles, con alcohol y fornicaciones sublimes. Dueño de la célebre librería y editorial City Lihgts de San Francisco. En el recital que dio un viernes 13 del 2002, en México, dijo: ”Soy un artista de los medios publicitarios... Soy el más avant de los avant... Soy el poeta que ha deshecho el idioma.... Yo pinto imágenes profundas... Le escribo canciones a la gente común... Estoy muy joven para morir". Eran sólo algunas de las ideas que mostraba Lawrence Ferlinghetti en su poema Poeta ciego, que él mismo leyó entre varios más” Y volvió a México a principios de este año y a sus 84 años, editó el libro La Noche mexicana. Ferlinghetti creía en el trabajo poético, hacer el poema, laborar la palabra, y no quedarse en una primera intención como preconizaba Ginsberg: la total naturalidad del texto. Ferlinghetti es un hijo autorizado de la búsqueda, muy próximo al innovador constante, Ezra Pound, al corrector incorregible. Es una vos en medio de muchas voces, recoge los escombros del mundo y levanta sus edificaciones, Será una voz mestiza/ una voz políglota cantando/ tarde en la noche/ en las extendidas llanuras/ donde la desaparición de las luciérnagas/ señala el amanecer de una época. Es un crítico de su tiempo, revaloriza el caos, un cronista, registra la atmósfera, las cosas Ha sido enviado, dicen sus versos, a describir la vida/ en el planeta tierra/ a contar las historias/ de qué Cuándo Dónde Cómo y Por qué. Poeta de la coyuntura, podríamos decir también, de los hechos, la actualidad factual, del presente porque cree en un mañana mejor, y desde su época beat Ferlinghetti se ha jugado esa carta del hoy, porque mañana puede ser demasiado tarde. Un poeta del presente inmediato pero con visión de futuro: 'Entonces ahora es el momento para que hablen/ Todos ustedes amantes de la libertad/ Todos ustedes amantes de perseguir la felicidad/ Todos ustedes amantes y dormidos/ Profundamente en sus sueños privados/ Ahora es la hora para que hablen/ Oh mayoría silenciosa/ Antes de que vengan por ustedes'. Quizás esa generación beat podría definirse como la que asaltó el sueño americano, no le arrancó la cabellera, tal vez algunas plumas, pero sentó el precedente de la inconformidad del sistema, se desintegró con él, le prendió fuego e inauguró un nuevo espíritu para la poesía, la sociedad en rebeldía y terminó inmolándose físicamente más allá del poema. Generación que usó la jeringuilla abiertamente en los sótanos del alma y se paseó desnuda por las aceras de la vida norteamericana, no comulgó con Viet nam, amó la paz por sobre todas las lápidas de la vida y aún así subió al caballo de la muerte para alcanzar la victoria. El poeta y editor de City Lights, es lo que nos queda d ela leyenda beat, y para él son estas líneas. Una de las famosas frases de Ferlinghetti es : yo veo lo que ustedes no ven. Y fue lo que me ayudó a encontrar la vieja antología norteamericana, pero ya el texto estaba escrito. Está en mis manos la edición Aguilar, pero no está tan blanca, el tiempo, los viajes, las bibliotecas, las manos, me dicen que nosotros, los de antes, ya no somos los mismos, y los libros tampoco. Autor: Rolando Gabrielli

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SOBRE EL ARTE DE EVOLUCIONAR INVOLUCIONANDO. (O, sencillamente, un vistazo a la Wik´uña) Amanda Espejo INTRODUCCIÓN Entonces, cuando el veinteavo era más uno, las musas huyeron despavoridas ante el talante del nuevo siglo. Los poetas, entonces, encontráronse desnudos, sin el velo compasivo de la estética para armonizar sus visiones. Los árboles agonizaban en sólo sus últimos inviernos y las aves graznaban su desamparo en sus nidos yermos. - “ No hay alas, no hay alas para batir un nuevo vuelo”- pensó el poeta mientras miraba al hombre “evolucionado”. Los honorables de antaño ya no presidían los podios de la palabra: ahora, manoseaban a los niños. Estos, acorralados, golpeaban a sus madres por la ausencia del padre. El Amor, el viejo y desdeñado amor ya no era yunta entre cóncavo y convexo...

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Los nuevos Adanes tecnológicos penetrábanse unos a otros sin compasión ni distingo. Ante el abandono, las nuevas Evas optaron por refugiarse en la humedad de sus propias cuencas. La violencia de los video-juegos saltó de la pantalla y se abanderó en el espacio real: un Ser-Débil – mujer, niña o niño – era ajusticiado cada día ante la impavidez del resto. De pronto y contra todo pronóstico, los últimos poetas hubieron de declararse “con las manos vacías”. Y hubo un aullido colectivo en las ciudades del hombre, un chillido atrofiado de semas en donde la belleza del lenguaje no tenía cabida. - Ya era hora – dijo una de las antiguas. Entonces, tomando su morral se descalzó sin prisa, y dando la espalda al caos, enfiló hacia las montañas que enmarcan el horizonte en busca de la mítica Vertiente de la Palabra. Una vez más, La Vicuña se aprontaba a “vicuñear”.

La Wik´uña Radicada desde hace veinticuatro años en la Gran Manzana, Cecilia Vicuña (1948), hija del reconocido abogado y escritor Carlos Vicuña Fuentes, fue la gran precursora de todo lo que hoy en día se conoce como performance. Amante innata de lo precario y pionera en el rescate de la valía del rito en la manifestación artística, La Vicuña describe así sus primeros acercamientos a esta postura: “Antes de saber escribir, yo inventaba palabras y como a los nueve años escribí mi primer relato, un cuento inspirado por la luz que le caía a un perro sobre el pelo, hecho que para mí tenía un significado mágico. Desde muy pequeña me ponía plumas en la cabeza y organizaba rebeliones en mi barrio. Como a los diez años escuché por primera vez la palabra socialismo. También fue un descubrimiento tardío, porque yo lo había inventado antes de que me lo explicaran. Sucede que yo creo que uno tiene un conocimiento interno sin saberlo. Este conocimiento es negado por la cultura occidental, en cambio, los indígenas, los chamanes y los sabios reconocen y valoran ese conocimiento”. Es en la playa de Con cón en donde manifiesta sus primeras expresiones de este bien o mal llamado arte precario: en 1966 siente una necesidad inexplicable de construir una especie ciudad con los restos de huesos y basuras que encuentra en la playa. Allí, también, en base a palitos y conchas hace instalaciones a las que llama efímeras, simples escrituras en la arena. Después – lo recuerda – se dio cuenta de que esa acción correspondía a una

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forma de pensamiento antigua en la cual estaba implícita la idea de ofrenda. Esto la hace relacionar entre sí los conceptos de precario-rito-ofrenda, los que se expresan, generalmente, acompañados por un canto; todos ellos factores innegables de su vertiente poética, en donde ella nos hace oír esos breves, escuetos y lacónicos poemas que exigen una lectura oral como complemento obligado a nuestra acostumbrada lectura silenciosa. Y oral puede conjugarse como orar, en muchos de sus poemas concebidos como ofrendas. En 1967, a los 19 años, Cecilia Vicuña funda La Tribu No, un colectivo que reunió hasta 1972 a seis artistas – entre ellos Claudio Bertoni, quien fuera su pareja -, a quienes ella recuerda ahora, riéndose, como “un grupo que nunca hizo nada”, pues todas las acciones que se realizaron en aquél tiempo “...fueron ideadas por mí con la participación de miembros de la tribu. No es que el colectivo se haya propuesto hacer cosas”. En el año 1971 se le ocurre realizar una muestra en el Museo de Bellas Artes de Santiago - idea que es acogida con entusiasmo por el entonces Director del establecimiento, Nemesio Antúnez, y secundada por Bertoni - consistente en una particular ponencia con hojas secas recogidas en el Parque Forestal expuestas en bolsas de nylon y otras sueltas, en rumbas de hasta un metro de altura, en una sala designada como: Salón de Otoño, obra que ella define como “un acto de contribución al socialismo en Chile”. Un registro diario de estos acontecimientos se encuentra en parte de su libro Sabor a mí, libro prohibido en Chile por el gobierno militar debido a la postura política de la autora y a su erotismo sin trabas. Cecilia Vicuña fue la pionera en muchas – por no decir todas – de las manifestaciones artísticas tan en boga en nuestros días. Una mujer conectada como ninguna con lo femenino, con su interioridad, con la búsqueda del origen, sabedora de que el poseer tal conocimiento es el único modo de poder fluir con total coherencia y verdad. Su primer libro, Sabor a Mí, fue hecho a mano en septiembre de 1973, cuando ella vivía en Inglaterra como estudiante de arte. En un principio, estuvo ideado como un Diario de Objetos y algunos poemas, pero tras el golpe de estado, se transformó en una obra revolucionaria y mágica, que fue considerada en aquél entonces, como “el fruto más fresco del gran árbol dadaísta”. Cecilia Vicuña, cuya poesía se zambulle con vehemencia en el lenguaje para removerlo, desmenuzarlo y jugar a su divino antojo con sus múltiples combinaciones, hoy recuerda: “Algo me llevó desde niña al espacio interior de las palabras. Yo entro en las palabras como si ellas fueran una arquitectura. Lo que está dentro, es una maqueta del ser humano. Las palabras hablan de nosotros, de lo que somos y de lo que muchas veces no deseamos saber porque estamos presionados por tareas que hay que cumplir”, explica. “¿Qué es lo que se guarda en los desvanes de los ríos?”/ “los desvaríos”, dice en uno de los poemas de su libro PALABRARmás. Y es precisamente en títulos como este, en donde se puede apreciar el cierto predicado de su obra, descubriendo los distintos significados que lo componen: Palabrar/más = hacer más uso de las palabras. Palabra / armas = reconocer en la palabra la calidad de arma. Palabra / armas = la acción de armar-desarmar palabras.

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De variada significancia resulta también el acto que realiza en el Goethe Institut de Santiago, Chile, en una de sus escasas visitas hace unos años. Nadie sospechó que la mujer extraña que jugaba en un rincón con unas hebras, cantando algo inintendible, era ella. Casi cuando la seguridad del recinto se disponía a expulsarla de la sala, la Vicuña inició una performance que comenzaba con acordonar al público con lana, improvisando en el momento, un acto poético de distintas facetas. ¿De qué se trataba todo aquello? Sencillamente, de la implicancia de la palabra, representada por el hilo que envuelve a los seres humanos como medio creativo de expresión y unión. “Quisiera que mis palabras abran palabras... que desenreden el verso, que descubran senderos, sugestiones. Que no contaminen con ruido ajeno y urbano el silencio de la Wik´uña, que despejen sus aguas y reflejos, que espejeen sentidos”. Auténticas, precisas y bellas, son las palabras de esta autora chilena relegada al olvido por la gran mayoría del inconsciente colectivo que, muchas veces, no perdona a quien es capaz de surgir sin su mal llamado “apoyo” o anuencia, acto totalmente caprichoso y a merced de las modas que la época dicte. Una por una las décadas se fueron sucediendo y el no-perdón a la Wik´uña se basó en una y mil razones: que su postura política, que lo excéntrica, que lo hippie, que lo cuica, que lo inmoral, que lo cochina, que lo copiona ¿...?, que lo Vicuña, que lo india y que no cuadra y que lo roja y que lo negra. Todas lo mismo que ninguna. El hecho es que ella fue capaz de hacer vanguardia en un tiempo en que las alabanzas eran para otros, y fue capaz de vivir, percibir y escribir como le dio la real gana sin tener que amurallarse en la grosería ni en la facilidad de lo burdo para ser reconocida ni trascender. Eso sí, fuera de las fronteras de este país.

Actualmente, ésta desarraigada pero, siempre vigente Vicuña, ha publicado más de veinte libros, editados en su mayoría en México, Argentina y Buenos Aires. Sus poemas han sido traducidos a siete idiomas y en el año 2005 su obra aparece en una antología de los veinte mejores poetas norteamericanos. Su obra visual se ha exhibido y está en las colecciones de diversos museos del mundo. Entre ellos, el MOMA y el Whitney de nueva York, el ICA de Londres y el Museo nacional de Bellas Artes de Santiago. El año 2007, en Chile, la Editorial Universidad Diego Portales reedita su libro Sabor a Mí, hecho que permite leer y comprender mejor el génesis de su creación aún con las variantes de impresión que impiden el admirar la belleza del libro-objeto original, tal como fue ideado en su tiempo por la autora.

Amanda Espejo Quilicura /17 /6 / 2008 Más información de nuestra amiga y colaboradora la escritora Amanda Espejo y la Revista la Mancha en está dirección: http://www.lamanchadesdequilicura.blogspot.com/

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FLORENCIO FAÚNDEZ: HACEDOR DE POESÍA por José Martínez Fernández Es Florencio Faúndez Saavedra un poeta importantísimo en Arica y figura destacada en el ámbito muy ancho de la poesía nortina contemporánea. Con justicia se le ha incluido en casi todas las antologías que se han hecho en el norte de Chile. ¿Qué es un poeta si no la expresión misma de la sensibilidad, de la inteligencia y del talento? Florencio Faúndez Saavedra reunió todos esos dones desde muy joven: cuando empezó a ganar diversos premios en poesía. Y también en narrativa. Además fue un articulista de pluma fina, crítica, cómica o irónica –o parte o todo a la vez- en los diarios impresos de Arica: “La Concordia” (en su buena época, antes que la echaran al cementerio por falta de cronistas mayores), en “El Popular”, entre otros. Todo ello a fines de los sesenta y comienzos de los setenta. Además Florencio Faúndez siempre “pintó” para líder. Fue dirigente de cuanta organización social lo tuvo entre sus filas. Incluso fue presidente de todos los centros juveniles de Arica. Faúndez fue llamado por la gran maestra, poeta, ensayista y mujer inteligentísima que era Alicia Galaz Vivar, quien ejercía el magisterio de la docencia en la Universidad de Chile en Arica, a participar en el grupo de poesía “Tebaida”. Fue el último convocado (1972 o 1973) y estaba próximo a aparecer en dos publicaciones que abortó el Golpe: un nuevo número de la revista “Tebaida” (de la Editorial Nascimento) y una antología de la poesía nortina (de la Editorial Quimantú). Mala suerte que no sólo lo acompañó a él, sino a varios de nosotros. Sin embargo años después fue incluido en la selección “Poetas de la Universidad”. Ejerciendo el magisterio el hombre de letras no dejó la pluma: publicó más distanciadamente, pero lo hizo. Apareció en las revistas especializadas “Extramuros”, “Planeta de Flor y de Barro”, “Palabra Escrita” y varias otras. Difícil sería hablar de los muchos haceres de esta figura vital de las letras del norte. Dejando de lado al dirigente social, al narrador y al cronista (tareas que realizó bien), Florencio Faúndez es esencialmente un hablante lírico de peculiar sello.

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La poética de Florencio Faúndez Saavedra es de una particuralidad muy sugerente. Su verbo, a veces, es irónico, a veces es alegre…a veces es la imagen de su propia tierra y su gente. Tiene el don de la soltura del lenguaje como pocos poetas: el verbo le fluye con rapidez. A continuación muestro, como una sola prueba de su talento poético, el trabajo “PORVENIR” publicado en la antología “ESPEJISMOS”, realizada por el poeta y ex profesor universitario Luis Araya Novoa en 1997. PORVENIR Al final, terminaremos por rebajar las viejas cumbres de los cerros para que vean de cerca la desnudez de tu cuerpo, sin que tengan que pararse sobre la punta de los pies. Espantar la aparecida camanchaca o desviarse sin rumbo por las carreteras de la cibernética en busca de la tierra prometida. Esperando hallarte en contra del viento donde mantienes todavía en celo tu escurridizo ombligo, el último baluarte de caza que nuestros antepasados no enterraron junto a sus semillas y cacharros.

Florencio Faúndez nació en Iquique, pero ha hecho casi toda su vida en Arica. Su poesía –de sello, muchas veces, regionalista- lo sitúa como uno de los mayores poetas nortinos.

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EL AMOR DEL POETA ATEO POR UNA SANTA por José Martínez Fernández

Muy peculiar es el hecho que Vicente Huidobro, uno de los mayores poetas chilenos, siendo un ateo declarado, haya pretendido a Juana Fernández, hoy convertida en Sor Teresa de los Andes. Empiezo señalando la verdad. No sé en que medio leí hace unos años de la singular historia del terrible Vicente García Huidobro Fernández, el dandy de la poesía chilena, y su amor no correspondido por una joven bella: Juanita Fernández, hoy célebre aquí y allá como Sor Teresa de los Andes. Lo cierto es que este mujeriego y maravilloso poeta “creacionista” creyó que las niñas bellas siempre se rendirían ante sus cualidades que no eran pocas: inteligencia, talento, atractivo físico y, para rematar, millonario. El enemigo declarado de Pablo de Rokha y de Pablo Neruda era un hombre muy, pero muy bullicioso. De allí que sus amigos hubieran pensado que hubiera sido un magnífico Presidente de la República y por ello lo hayan proclamado unos pocos centenares de personas en un teatro pequeño, al parecer ubicado en la hoy creciente calle San Diego antes de llegar a la Alameda, cuando la Alameda aún se llamaba así hasta que después don Pedro Aguirre Cerda –ejerciendo el magisterio de la Presidencia- la bautizó justicieramente con el nombre del Libertador Bernardo O’Higgins. No hay fotografía en la que Huidobro no luzca como un actor de cine. Físico delicado, sonrisa esencial y vestimenta perfecta. Hay imágenes en que aparece rodeado de varias “preciosuras” jóvenes. ¿Tanto le amaban ellas? Tal vez no. Iban tras el hombre célebre que ya era, sobre el hombre rico, que también era. Su familia, al igual que los Alessandri, eran dueños de la mayoría de los terrenos que se ubicaban en la costa de la Quinta Región. Pero el enorme poeta amaba más a la poesía y a las mujeres que a la fortuna de su familia. De esa manera un día, entiendo, a través de un hermano de Juanita Fernández, él conoció a esa chica, una niña, muy niña y muy bella. El poeta le proclamó su amor, pero ella le dijo que en su corazón sólo estaba Dios. ¿Dios? ¿A un ateo decirle eso? Las amarguras de nuestro querido dandy fueron aún peores. Tenía un rival de peso mayor. ¡Qué Joe Louis, qué Jack Dempsey, qué Rocky Marciano!…Ese rival era Dios y Dios tenía en la tierra a Cristo…

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Y la bella Juanita ya había cedido sus dones a las Carmelitas descalzas… ¡Qué tristeza para el gran poeta! Su rival era enorme. No sabemos si el poeta lloró. Era un poquito duro, al revés de Pablo de Rokha que, con su palabra demolía, pero que en su intimidad cada dolor le hacía llorar… Pero que se haya indignado o su ego haya sido hecho trizas era posible. Muchos años después, cuando Huidobro se acercaba a una muerte juvenil, en su casa de Cartagena vivió una singular anécdota que denotó su fiereza contra el teísmo y su celo en mantener vigente sus ideas antireligiosas. Quien contó la historia fue el imprudente Eduardo Anguita. Señala el autor de “Venus en el pudridero” que estando en casa del aeda del creacionismo éste se largó un discurso contra Dios. Anguita, que era un creyente acérrimo, le dijo: -Hombre…¿Y si ahora se te apareciera Dios que harías?

-Pues saco el revólver y lo mato- fue la dura respuesta de Vicente. ¿Cuánto pesó en su corazón de hombre el rechazo de la bella Juanita Fernández? No lo sabemos. Pero su declaración de ateísmo, independiente de esa frustración o capricho, siempre estuvo en él. Ella es, ahora, una Santa, la primera de Chile. Y él, un poeta, uno de los cuatro grandes de Chile. Ay, el amor…El amor…el amor…el amor… Como en la canción. Nota: Escribí esta nota en quince minutos, acompañado de una piscola. ¡Salud! A todos mis amigos mayores, salud, aunque no tomen. A Bellamín Silva, a Fernando Herrera, a Daniel Rojas Pachas, a Mayo Muñoz…trabajadores de la palabra todos ellos y salud a Patty Figueredo y Luis Colina Campos… Puchas ¡se me terminó la piscola! Voy por otra. Y Vicente, estés donde estés, SALUD… Juanita vive en su cielo imaginario, y tú en tu cielo de poesía. Nosotros te leemos, te queremos…

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La posesión de Delaura por Víctor Sampayo. Lectura oblicua de Del amor y otros demonios, de Gabriel García Márquez. No es fácil vivir en tierras ajenas, pero ése ha sido el destino de mi raza desde hace miles de años. Errabundos, cargando a cuestas con el silencio de un sólo Dios, siempre el mismo. Y las inevitables circunstancias que genera semejante modo de vida, pues como en mi caso, el ser obligados a huir para conservar el alma en el cuerpo, es cosa común en nuestra historia. La persecución de judíos estaba al rojo vivo en la península y ni siquiera los conversos podíamos estar a buen resguardo, debido a las continuas sospechas que recaían sobre nosotros, blanco siempre ideal para las pesquisas de la Inquisición. Así que, aprovechando las continuas expediciones a las Indias, me embarqué desde Portugal, confiado de que mi profesión de médico no sería mal recibida en estas tierras. No hace al caso mencionar ahora mis dotes en el campo de la medicina, quizá bastaría con decir que trato de reconocer las necesidades que el cuerpo manifiesta. No se puede decir que a Cayetano Delaura lo haya conocido a causa de mi profesión, aunque tampoco se puede afirmar lo contrario. La primera vez que lo vi, me bromeó diciendo tras la puerta que era la Ley. Charlamos en latín (según mi costumbre) y pude apreciar la perfección de su acento, lo dejé curiosear a su placer entre mis libros, hasta que por fin logré saber el motivo de tan extraña visita: la supuesta rabia de la hija del Marqués de Casalduero, Sierva María de Todos los Ángeles, a quien él estaba designado para oficiar los actos de su próximo exorcismo. Vaya tontería. Pero bueno, ese era el motivo “oficial” de su visita, porque en sus ojos encontré respuestas mucho más certeras. Encontré que simplemente era un hombre enamorado, a pesar de su inmensa erudición y de sus hábitos sacerdotales. Pobre, tanto estudio echado a los albañales por sólo un resplandor fugaz del corazón. Algunas semanas después me enteré de que había sido enviado como enfermero de leprosos en el hospital del Amor de Dios y de inmediato lo visité, le reiteré mi amistad. No obstante, él ya estaba más allá de todo razonamiento: tal es la demencia del amor. Poco después lo supe todo de sus propios labios: sus amoríos con Sierva María en la celda de ésta, el castigo del obispo al confinarlo en el hospital de leprosos, y su desesperación a causa de la intransigencia de la Inquisición para con la niña, quien simplemente no encajaba en los modos de pensar de aquéllos, con esa mezcla tan extraña que tenía entre las religiones africanas y un catolicismo silvestre enseñado por los esclavos. Delaura nunca se pudo recuperar: la niña murió tal y como lo había vislumbrado entre sueños, y él, por su parte, abrigó por el resto de sus días la secreta y vana ilusión de contagiarse de lepra. Cosa que, por supuesto, no consiguió. Definitivamente, el amor es el peor de todos los demonios.

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El Chico Molina, ese duende silencioso

Al Chico Molina Ventura/ inédito hasta la sepultura/ confesándose en el Vaticano/ de ser autor del Mito de Chile/ Él, más Lobo Estepario que Herman Hesse. Del libro Los Poetas de Chile Rolando Gabrielli ¿Alguien conoce mejor al Chico Molina que las sombras de la noche santiaguina o el silencio de las páginas que nunca escribió? Icono de la bohemia, mito imborrable de nuestros días, caballero-un Dandyde la poesía. Vaya tiempos a mediados de los sesenta y principio de los setentas, Santiago del Nuevo extremo, caería en su más larga noche. Después supe, que el Chico Molina sobreviviría a esos embates del circo romano y alcanzaría la nada despreciable barrera de los 80. Cuenta la historia escrita en las voces de los bares de Santiago y de la Sociedad de Escritores de Chile (SECH), recogida recientemente por el escritor y miembro de la Real Academia de la Lengua de Chile, Premio Nacional de Literatura, Alfonso Calderón, que este fabuloso personaje de fábula, escribió solo dos poemas en su vida. Uno sobre la Guerra Civil Española y otro en homenaje al poeta chileno Juvencio Valle. Calderón hace justicia a este mito de la literatura, fantasía, de la bohemia, poesía, un juglar de todas las noches erigido en su propio vuelo, caído como un ángel que cada día abría una puerta, una ventana distinta para la imaginería de su palabra. Venturas y desventuras del Chico Molina, es el título que lanzará próximamente Alfonso Calderón, en homenaje a este mago con circo propio. Dice el propio autor, que abre el grifo para que el Chico Molina hable, relate sus venturas y desventuras, como las contaba en tiempo real. Tuve la suerte de conocer, compartir, escuchar al Chico Molina en su propio escenario real, el mundo de su ficción, con amigos como Jorge Teillier, Rolando Cárdenas, Efraín Barquero, la colorina Stella Díaz

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Varin y esos personajes que descendían al sótano de la SECH o en los lugares más inesperados de las tertulias literarias. Ahí dictaba, gesticulaba su inocente, improvisada y profunda cátedra del conocimiento, de las lecturas que devoraba como un condenado a muerte. Siempre impecable, con corbata, su barba cana ordenada, manos de estilista prousiano, calvo, bizco, risueño, misterioso, vivaz, muy vivaz, se relamía los bigotes de nuevas y mágicas palabras. Era un misterio de que vivía, que hacía durante el día y como se las arreglaba para entrar y vivir en la discreta noche santiaguina con una puntualidad británica, arrancada al Big Ben. Muy persuasivo, sabía escuchar y mecerse la barba con maestría whitmaniana. En su inagotable fantasía, apoyada por sus lectura e indudable cultura literaria, hablaba a diestra y siniestra, con un calculado aire de convicción de los títulos de sus libros en curso o que dejaba como posibles ediciones. De esto nos da cuenta Alfonso Calderón, un estudioso de la "chilenidad". El sombrero de tutti fruti, Un Gregorio Samsa tecnológico y Manual de comportamiento para el Super-Ego, son los títulos de este maravilloso autor del mito y la conversación, de la palabra en primera y última, en definitiva instancia. Libros que siempre brillaron por su ausencia. Nunca vi una duda, el más leve gesto de preocupación, el más leve malestar, una palabra de rencor, animosidad de parte del grandioso Chico Molina, que medía muchas menos de 1.60 de estatura, pero que imaginariamente se empinaba sobre la Cordillera de Los Andes, volaba por la geografía del verbo elocuente, discreto, casi el susurro de un dios jamás derrotado. Calderón se remonta a enero de 1953, el verano caliente y seco de Santiago, cuando conoció en la librería Universitaria, providencialmente al Chico Molina, un duende sin época ni tiempo. Me imagino la escena en el bucólico, provincial Santiago, la que transitaría hasta 1973. Recuerdo los mesones llenos de libros y el rostro de las vendedoras guiando a los compradores. El sábado llegaban algunas escritores, en una cita oficializada por las circunstancias y hojeando páginas se armaban los diálogos, pequeñas conversaciones de pasillos. En distintas ocasiones divisé a Lihn, teillier, Parra, Waldo Rojas, manuel Silva Acevedo, Alfonso Calderón, Omar Lara y pierdo la lista, porque era un lugar "obligado" en la búsqueda de libros. A la salida de la librería Universitaria está Andrés Bello sentado mirando la Alameda. Al atravesar la esquina hacia el norte de la ciudad, uno llegaba a la fuente de soda llamada Indianápolis , donde se bajaban las cervezas en velocidad de pista de carrera. A la derecha de la librería Universitaria, uno dobla en esa esquina y esfila para San Diego, donde se encuentra el paraíso de los libros viejos que regía el apco Rivano y creo que aún permanece. Cuenta Alfonso Calderón que esa mañana busca La Peste de Alberto Camus, recién editada y que el Chico Molina, a quin no conocía, se le acercó y le preguntó si había leído Periodismo de combate. Así armaron una conversación que duró toda la tarde, atravesando la Alameda, allí en Il Bosco, un ya desparecido restaurante de la bohemia santiaguina, donde nos bajábamos los ásperos vinos chilenos de esa época, que contenía una buena parte de los secretos de la felicidad. Se hicieron amigos, contaría Calderón, poco más de medio siglo después. Il Bosco era un puente en medio la Alameda, varado en la noche de Santiago, punto de encuentro y lugar para alzar la mano entre copas y amigos. recuerdo sus manteles blancos, el amplio salón y su puerta de cristal. Se entraba caminando con algo de gracia y se salía en un zig zag

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extranjero. Calderón revelaría también una profecía del Chico Molina, anunciada el siglo pasado: "Tú vas a ser el cronista de mi historia". El enigmático personaje acertó medio a medio en el blanco de la futura realidad. Hoy, sus aventuras y desventuras, están impresas y ha corrido la tinta donde debe ser. Nunca fue un lector silencioso, aunque visitara la Biblioteca Nacional, como relata Calderón, esas mañanas de invierno o en la suspendida primavera, porque recomendaba, guiaba, opinaba, decía, lee a este autor, en un tuteo singular propio de las clase alta chilena. sugería con un inolvidable toque de picardía y sonrisa. Tenía el don de la recomendación, la ubicuidad de las palabras, la gracias de una sencillez tímida. Venía de la manga de Huidobro, se codeaba en ese entonces con Braulio Arenas, Mariano Latorre y Luís Oyarzún, si, a mediados de los 40. Eran sus tertulias, el Chico Molina vivía sustentado en la precariedad, al parecer, cuenta Calderón, de unos ingresos que le proporcionan el alquiler de un cité en Avenida Matta. A fines de los 60 visitó Francia como invitado. "Llegó diciendo que había destruido la teoría de los últimos surrealistas y que había conocido a los personajes aún vivos de En busca del tiempo perdido, de Proust", dice Calderón. Envidiable el Chico Molina, sorprendente, como siempre demoledor de cualquier statu quo, dueño absoluto de su tiempo, un hombre absolutamente libre. En la SECH y en casa de un amigo empresario de Barquero, compartimos no pocos vinos. Recuerdo que se ponía rojo y se le encendían los ojos de un brillo con destellos literarios y parecía un relator de cuentos escandinavos, esas leyendas con personajes mitológicos que abundaban en los bosques y desparecían encantados en las noches. En uno de esos viajes de la vida, el tiempo se llevó al Chico Molina. Nos había dejado sus historias, que no es poco decir. Su época final la pasó en el Bar Unión Chica junto a Jorge Teillier, Rolando Cárdenas y sus amigos. El reloj de su historia se paró en 1986. Al recorrer este fragmento de mi juventud, conversaciones en bares y sociedades de escritores con el Chico Molina y mis amigos, recuerdo cuando salí de Chile. Estuve en la SECH conversando con Alfonso Calderón, no era Premio Nacional de Literatura ni académico de la lengua, sí, poeta, cronista y profesor universitario. Y le dije, me voy a Colombia, que libros me recomienda llevarme. Me dijo que la antología que él había escrito sobre los poetas de Chile, que dicho sea de paso es e las más objetivas, profundas, serias, ilustrativas, no pretenciosa, académica y digna de las antologías chilenas. Siempre la he mantenido al alcance de mi mano. (Antología de la Poesía chilena contemporánea. Ed. Universitaria 1970) Otros libros "claves" que me llevé a Colombia me los robó un poeta y decano de Filosofía, el poeta Luque que en paz descanse. La miseria humana existe en todas partes. Rolando Gabrielli© 2008 http://rolandogabrielli.blogspot.com/

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Amuleto de Roberto Bolaño por Daniel Rojas Pachas (…)Y los oí cantar, los oigo cantar todavía, ahora que ya no estoy en el valle, muy bajito, apenas un murmullo casi inaudible, a los niños más lindos de Latinoamérica, a los niños mal alimentados y a los bien alimentados, a los que lo tuvieron todo y a los que no tuvieron nada, qué canto más bonito es el que sale de sus labios, qué bonitos eran ellos, qué belleza, aunque estuvieran marchando hombro con hombro hacia la muerte, los oí cantar y me volví loca, los oí cantar y nada pude hacer para que se detuvieran, yo estaba demasiado lejos y no tenía fuerzas para bajar al valle, para ponerme en medio de aquel prado y decirles que se detuvieran, que marchaban hacia una muerte cierta.(…) (…) Y aunque el canto que escuché hablaba de la guerra, de las hazañas heroicas de una generación entera de jóvenes latinoamericanos sacrificados, yo supe que por encima de todo hablaba del valor y de los espejos, del deseo y del placer. Y ese canto es nuestro amuleto.

En las páginas finales del libro Amuleto de Roberto Bolaño, encontramos este monólogo en boca de Auxilio Lacouture, uruguaya, madre de la poesía mexicana, flaca y espigada como una versión femenina del Quijote. La mujer, pues parece poco decir simplemente el personaje, como ocurre en la mayoría de casos de aquellas existencias que originó la mente del chileno, más bien narrador y poeta continental, ofició como secretaria y barrendera del estudio de dos poetas españoles exiliados y que fueron parte valiosa de la genial vanguardia del 27, Pedro Garfias y León Felipe. Curiosos nexos como este, no tan anecdóticos o pretenciosos como podrían parecer en un principio, dan rienda al juego preferido del autor, desafiar los límites de lo verosímil, así comienza la trasgresión y se da la trascendencia del papel a lo mundano, lo vital emerge en cada párrafo, en cada desafiante discurso capaz de movilizar los hilos de lo extratextual, configurado por el pensamiento y las aprehensiones del lector.

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El maridaje se va estrechando en torno a la cultura y siempre con un contenido irremediable, oscuro, violencia y locura entrelazadas, no por nada la historia parte señalando: Ésta será una historia de terror. Será una historia policíaca, un relato de serie negra y de terror. Pero no lo parecerá. No lo parecerá porque soy yo la que lo cuenta. Soy yo la que habla y por eso no lo parecerá. Pero en el fondo es la historia de un crimen atroz. Bolaño es un digno maestro en el diseño de mundos literarios, los que curiosamente o más bien, felizmente, orbitan en torno a lo literario, la literatura es su obsesión, la medula de su espíritu creativo, de su herida como fabulador, lo valioso es que en su calidad de autodidacta y lector, y creo eso es lo que más se le reconoce, pues jamás perdió la capacidad de asombro y de ver más allá, cediendo a lo que un mero segmento del público espera. Bolaño no es complaciente con las camarillas y sectas académicas ni tampoco con el fandom y los cultistas, él por su propia inclinación y libre creatividad, inicia indistintamente un libro con un epígrafe de su amigo Mario Santiago, el poeta mexicano autor del Aullido del Cisne y que leía en la ducha o hace alusión a una cita de Petronio. Para Bolaño, el arte no es un pañuelo de seda en que sólo cabe el fraseario erudito y la intertextualidad con los clásicos y los Nobeles, música docta y museos parisinos, y si bien no se va al otro extremo, propio del realismo sucio y crónica urbana al uso, Bolaño demuestra con talento que el pañuelo de seda, no siempre está exento de sangre y otras excrecencias. Los vasos comunicantes entre los grandes pensadores de una sociedad y el lumpen más desastroso, están a un paso y rodeando al habitante común en su horario de oficina, pues son vidas solitarias, periféricas, al límite. Así, sus personajes, físico culturistas, ex boxeadores, criminales, proxenetas y locos artistas, fascistas de la brocha y la pluma, son esplendidos lectores y creadores, hacen de sus fechorías y vidas, actos poéticos. En la autopista paralela, sus personajes eruditos, aquellos escritores y críticos, investigadores y muralistas, son detectives salvajes, viajeros como los héroes de las tragedias griegas, guerreros y poetas que deambulan en la noche, que se mutilan y guardan cadáveres en el patio trasero gestando los extramuros de la cotidianidad.

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Bajo esa cuña que para algunos es un despliegue exagerado de conocimiento, sólo queda recalcar lo exagerado de su limitación como interpretes, pues basta con revisar la vida de muchos escritores, dementes genios como Vallejo famélico, Baudelaire con sífilis, Hemingway volándose la cabeza de un tiro, Kafka tuberculoso desafiando a su progenitor, Rimbaud con sífilis traficando armas, Joyce traficando libros con un look de pirata, Delmira Agustini victima de un crimen pasional terrible, Pessoa creando heterónimos, Vian creando heterónimos de color para escribir violentas historias de racismo y jazz, Crane saltando al vació, Berryman saltando al vacío, Pascal cortándose las venas, Chetterton envenado, Panero recluido, Salinger auto recluido y muchos más que Bukowski pudriéndose en sus moteles, borracho y recluido se pregunta, ¿qué pretenden estos que algunos consideran pequeños dioses?, verdaderos dionisiacos, posicionados en los anaqueles de la insanidad, balanceándose como elefantes sobre un delgado hilo hacia el más insondable abismo. La realidad entonces, se reescribe en fantasmales y maravillosas voces que impulsan al lector a indagar más a fondo en periodos, lecturas, generaciones y movimientos, cruzados por numerosas anécdotas, vidas que en la autotelia de la palabra, algo tan ansiado por los escritores, esa patria que es tu lenguaje en acción más allá de cualquier pedazo de concreto, va desafiando los lindes de lo humano, de lo histórico, relegando a cronistas y glosadores a un segundo plano ante el predominio de la ficción verosímil bien edificada. Podemos en tal medida señalar que Auxilio y su mente son una alegoría de la memoria de América del mundo, ella misma lo señala: Luego me desperté. Pensé: yo soy el recuerdo. Y así dicen sus juegos adivinatorios. (…)Estoy en el lavabo de mujeres de la Facultad y puedo ver el futuro, decía yo con voz de soprano y como si me hiciera de rogar. Ya lo sé, decía la voz del sueño, ya lo sé, tú empezá con las profecías que yo las anoto. Las voces, decía yo con voz de barítono, no anotan nada, las voces ni siquiera escuchan. Las voces sólo hablan. Te equivocas, pero es igual, tú di lo que tengas que decir y procura decirlo fuerte y claro. Entonces yo tomaba aliento, dudaba, ponía la mente en blanco y finalmente decía: mis profecías son éstas. Vladímir Maiakovski volverá a estar de moda allá por el año 2150. James Joyce se reencarnará en un niño chino en el año 2124. Thomas Mann se convertirá en un farmacéutico ecuatoriano en el año 2101. (…) Juego que proyecta la resurrección de poetas y narradores universales hasta el fin de los tiempos en un infierno en vida que cierra bajo el enigmático y penumbroso 2666. (…)no un cementerio de 1974, ni un cementerio de 1968, ni un cementerio de 1975, sino un cementerio del año 2666, un cementerio olvidado debajo de un párpado muerto o nonato, las acuosidades desapasionadas de un ojo que por querer olvidar algo ha terminado por olvidarlo todo. Las evidencias son muy marcadas, la mujer que resistió acalambrada dentro de un baño el quiebre de la autonomía universitaria cuando la UNAM fue invadida por los militares, convirtiéndose en una ambigua leyenda, pasa más allá de ser un mero personaje, reducirla a esa categoría sería ofensivo, igual que reducir a Arturo Belano, alter ego del autor y a Ernesto San Epifanio, a Remedios Varo y Lilian Serpas la amante del che Guevara, todos presentes en el particular fluir de la conciencia de Auxilio y sus delirios claustrofóbicos, durante su hacinamiento que buscaba salvar su pellejo del fascismo. En esas condiciones la mujer se empapa de mágicas percepciones, volviéndose una especie de Tiresias. Moderna versión del profeta que transita entre el pasado y futuro no sólo el personal y de sus

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coetáneos, amigos y conocidos, poetas infrarrealistas, perdón realvisceralistas de los 70 sino que su voz se prolonga a todo el quehacer literario joven de nuestro continente, e ahí la fuerza del discurso disperso de una mente enfebrecida y que usé para abrir el artículo. La similitud de este con Howl de Ginsberg, tampoco se puede obviar. En este punto además, no es secreto, la afición beatnik de Bolaño, como ignorar entonces la obra del budista y sus compañeros, la influencia de Kerouac, de Corso y Burroughs, en él, que fue un gran lector de poesía, un autodidacta sapientísimo.

Amuleto, novela corta, repleta de personajes, más bien existencias, es entonces una prolongación del genio lector de Bolaño, capaz de crear dualidades carismáticas que no dejan de ser fantasías y que en esa ambivalencia tan especial entre real y ficticio, permiten la flexibilidad del trato con cada persona que los reconoce y dialoga al leerlos, al interpretarlos, en un presente que se diluye rápidamente y siempre remite a esas lozas, a esa pulcritud y silencio abismal del baño universitario, a esos minutos de asfixia que compartimos en el silencio de nuestra propia conexión con el amuleto, con la palabra, con el canto. El amuleto de la creación y de la sabiduría y también de la caníbal demencia de América, de la llegada de exiliados, genios europeos, que revolucionaron nuestras letras, el giro político, las dictaduras y utopías comunistas, el vacío posterior de generaciones que soñaron y fueron abortadas y el inicio de nuevas generaciones impávidas que nada saben y poco les importa la tierra y las reivindicaciones del pasado, huérfanos, cosmopolitas hijos del soundtrack y el pop culterano, Amuleto es una bitácora de toda la narrativa de Bolaño, y en palabras exactas de otra de sus existencias, el investigador literario Amalfitano de 2666, Amuleto como Baterbly o La Metamorfosis, sería un ejercicio de esgrima perfecto, no como sus hermanos mayores, batallas desordenadas, sangrientas, atemorizantes, fétidas y carentes de aplicación, geniales en su caos, en su apertura, Amuleto en cambio, redonda, exacta, entrenada previamente, presenta la finitud, es limpia, maravillosa y digna del gusto de un farmacéutico ilustrado. Autor: Daniel Rojas Pachas

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Dolores equívocos por Victor Sampayo. En el lento descenso que emprende a través de su propia existencia durante un sólo día, Eric Michael Packer se convierte en un raro fetiche sexual en un pequeño apartado de Cosmópolis. Es decir, DeLillo pone en escena la humillación del poderoso como una especie de irresistible categoría erótica, dando un significativo vuelco con ello al lugar común que suele colocar al débil a disposición de los deseos de quien ostenta el poder: Eric (ese multimillonario que de buena gana jubilaría ciertas palabras del lenguaje solamente por su incurable anacronía con respecto a los nuevos términos que surgen de los avances tecnológicos) y la jefa del departamento financiero de su propia empresa (a la cual intercepta mientras se ejercita corriendo), Jane Melman, se ponen a conversar dentro de la limusina de él, acerca de los extraños movimientos de la bolsa de valores, del fenómeno que rodea los inusuales comportamientos del yen, en fin, de la economía mundial. Hasta aquí todo suena bastante anodino, salvo por el hecho de que mientras ellos conversan, el doctor Ingram explora alguna irregularidad en la próstata de Eric. Todo a la vista de Jane Melman. Cuando Eric se percata de que ella disfruta, sin poder ocultarlo, de ser testigo en esa situación, dice:

"–El sexo nos descubre. El sexo nos revela como somos. Por eso es tan estremecedor. Nos despoja de toda apariencia. Veo a una mujer prácticamente desnuda y agotada, necesitada, acariciando una botella de plástico que oprime entre las piernas. ¿El honor me obliga a pensar en ella como ejecutiva y como madre? Ella ve a un hombre en una situación de humillación flagrante. ¿Es quien yo creo que es, con los pantalones a la altura de los tobillos y el culo en pompa? ¿Cuáles son las preguntas que se formula desde esa posición en el mundo? Tal vez, preguntas de envergadura. Preguntas como las que se formula la ciencia de manera obsesiva. ¿Por qué tal y no cuál? ¿Por qué música y no ruido? Son bellas preguntas, extrañamente idóneas para este momento infecto. ¿O acaso tiene una perspectiva limitada de las cosas y sólo piensa en el momento en sí? ¿Tal vez sólo piensa en el dolor?"[1] Este acontecimiento es un eslabón más o menos del mismo tamaño que los otros que componen la novela, exceptuando el despeñadero final. Sin embargo permanece como el único momento en el que Eric se abandona realmente al placer de observar el goce que es capaz de producir en una mujer, incluso a sabiendas de las dos o tres escenas de sexo explícito que sostiene en ese único día. Por supuesto, queda el dedo invasor del doctor como una especie de moneda de la que el protagonista sólo se empeñará en tomar en cuenta el más fácil de los lados: el del dolor. [1] Don DeLillo, Cosmópolis, Editorial Seix Barral S.A., México 2004, pp. 66-67. Traducción de Miguel Martínez-Lage.

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ENTREVISTA CON PABLO DE ROKHA por José Martínez Fernández

ENTREVISTA CON PABLO DE ROKHA Por José Martínez Fernández El próximo miércoles 10 se cumplen cuarenta años de la autoeliminación de Pablo de Rokha, uno de los más grandes poetas de la lengua española del siglo veinte. A continuación imaginamos una entrevista con él. -Buenas tardes don Pablo. Vengo en nombre de Francisco Melo Santos, el poeta: su amigo, mi amigo. En Arica leímos juntos nuestra poesía…en los setenta…o poco antes… -Era un buen poeta ese muchacho. -Escribió un solo libro…”¡A tiempo y fuego!” y se lo dedicó a Luciano Cruz, entre otros… -Como yo, Francisco se suicidó. -Carlos Droguett dijo que a Ud. lo habían impulsado al suicidio: el olvido, el rechazo, la falta de posibilidades…

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-A Melo, también le pasó lo mismo. Al menos existió un Presidente que sí me consideró algo. Un largo viaje cultural nos dio a mí y a mi bella Winétt…Yo le agradezco a él esa bondad frente a tanta indiferencia. ¿Usted sabe quién fue ese Presidente? -Juan Antonio Ríos Morales, un radical. Quiero saber qué piensa, ahora, de Pablo Neruda. -Ese gordo. Era simpático el hombre…, eran otros tiempos. Él creía en el marxismo como yo, pero teníamos fuertes discrepancias… -Usted lo acusó de tener la “panza” llena de dinero…de ser un burgués… -Bueno, ya le dije…Eran otros tiempos. -Quimantú, la editorial del Estado no publicó ningún libro suyo, pero a Neruda y a la Mistral, sí… -Esos cabrones me discriminaron… -Hoy, sin embargo, a usted lo están publicando en varias editoriales y el gobierno de la Concertación ha apoyado algunas de esas iniciativas. -¿Y lo merezco o no? -Lo merece. Pero es un gobierno socialdemócrata…, al menos eso piensan algunos. -Mmmm…no soy sectario… -¿Quién lo diría don Pablo? Usted pensando así… Y Huidobro, ¿qué piensa de Huidobro? -Ese otro cabrón se murió joven y se fue sin el Nacional, el que yo recién vine a ganar “reviejo”. Esos jurados eran unos canallas. -Lo siguen siendo don Pablo. Pero este año se portaron bien: le dieron el Nacional a Efraín Barquero… -¿No era nerudiano ese Barquero? -Bueno, sí. -Creí que estaba en compañía nuestra. Aquí en el General. -Ya viejo ganó el Nacional de Literatura. -A veces los jurados eran una mierda, al igual que esos críticos vendidos. -Nómbrelos don Pablo. -Usted quiere que uno saque resentimientos. En fin. Alone por la derecha y Hernán Loyola por la izquierda. Me hinchaban las bolas.

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-A veces sigue siendo Ud. el poeta de piedra –como le llamó Mario Ferrero-, duro en sus conceptos frente a los críticos y a los poetas rivales. Ferrero como Juan de Luigi lo amaban, como los hermanos Palestro… -Vivimos una época de batalla. Pero si de amar se trata, la que más me amó fue mi Winétt… -Y usted le fui infiel, don Pablo… -Yo tuve varias amantes, pero un solo amor…Ah, pero eso no lo escriba… -Pero, ¿no considera que fue injusto el ataque a León Trotsky? Un poema muy fuerte escribió usted contra él. -Ya le dije…eran tiempos de batalla. -Y a Ud. no le consideraban en el aparato cultural, en lo oficial. De allí que dijera “yo fui el gran solitario de las letras chilenas”. -Sí. Así fue. -¿Y no lo es todavía? -Al parecer, sí, porque a Winétt y a mí nos tienen en un solo nicho, como si siguiéramos siendo la lepra, la nada. Me duele más por mi Winétt…pero nuestros huesos están juntos, al menos… -Cuando joven usted fue anarquista, como Neruda… -Así es. En ese tiempo todos los rebeldes eran ácratas o casi todos. -Y un gran poeta anarquista dijo que usted era el más grande poeta del siglo veinte. León Felipe. -Grande León Felipe. Viejo anarco que se fue a morir a México, escapando de las garras del franquismo… -¿Usted que era ateo? ¿Ha visto a Dios por aquí? -No, lamentablemente no. Si lo viera le preguntaría lo mismo que Sábato decía. Si estás aquí, si existes, ¿por qué hay niños que mueren de hambre? -Muchas gracias don Pablo…Yo lo dejo aquí, en su humilde habitación, junto a su mujer, aunque sé que usted está creciendo más cada día y que en más y más lugares saben de usted. Su tumba es poco para un hombre de su estatura, pero su poesía es tan grande… -Gracias por las alabanzas, pero el pueblo es el que merecía esa poesía. -Todo el mundo merecía su poesía.

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Conociendo a José Martínez Fernández por Daniel Rojas Pachas.

José Martínez Fernández nació en Arica en 1949 actualmente reside en la ciudad de Santiago y es un importante promotor de las letras del norte en el centro y sur del país. Ejerce su labor literaria en medios escritos y digitales, dirige la revista Palabra Escrita, impresa y presente en los archivos de Memoria Chilena – portal digital de la Dibam y el gobierno nacional y en la Cinosargoteca. Esta revista supera los cincuenta ejemplares y funge además el rol de editora independiente de libros y otras publicaciones de denuncia y periodismo político como Marcuse. Al detenernos ante la obra del escritor a fin de revisar su legado, vemos lo amplio de su registro creativo. Lo encontramos cultivando la narrativa, tanto en el campo de la novela, como en el relato breve. De esta labor ha dejado testimonio en “Juegos indebidos”, la novela cuenta con dos ediciones a la fecha, una primera que data de 1979 y la segunda de 1980. En prosa breve por su parte, Martínez escribió el gran día de los elefantes y otras historias, esta es del año 1985, finalmente ha servido de antologador con su libro Cinco grandes cuentos latinoamericanos del 2003. Su compromiso social y su ácida crítica que lo vincula a libre pensadores anarquistas, ha dado origen a títulos como Salvador Allende: su vida y su pensamiento político ensayo de 1988 y Calama: el crimen del siglo, obra francamente testimonial como su última producción publicada en julio del 2008, Asesinato de Libros o “como la justicia valida aún su destrucción en Chile” que tiene además una edición digital en asesinatodelibros.blogspot.com.

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En torno a la lírica, el verso y su múltiple significación, la cual sin ataduras desafía en cada desnuda palabra la forma y lo cotidiano del lenguaje, Martínez Fernández dio sus primeros pasos, aquellos que forjarían su abnegada vocación artística y cultural. En 1967, exactamente en lo que él denomina su agosto poético; con tan sólo dieciocho años Martínez recorre el cementerio municipal de Arica y allí, en ese ambiente que conjuga la paz y el insondable poder de lo incierto, provocado por la proximidad con la muerte, el poeta deja fluir su imaginación creando 22 piezas que desarrollan su visión, en ese entonces periférica ante la guadaña y la nada, aquí la muerte se presenta como un tropo más que como una realidad, sin embargo, a partir de aquella mirada apoyada por la juventud, se enfervoriza su admiración cívica y social hacia quienes considera verdaderos héroes, mujeres y hombres comunes que descansan tantas veces olvidados en nichos o tumbas, pero que desde luego, encierran una larga y fecunda historia. Son personajes que brillan por su solidaridad y compromiso con el otro, pese a las dificultades del medio o en los actos más nobles, Martínez recuerda a los tres hermanos Colque, que fallecieron ahogados al tratar de auxiliarse, también el autor destaca a aquellos médicos de la zona que desde una posición privilegiada, jamás cerraron su puño ante los más necesitados. En estos textos adolescentes el amor no es de extrañar, el hablante se debate con profunda ansía de erotismo, contemplación y sugestividad en una contraposición onírica y carnal, que esta despertando al mundo y a la intimidad. Curiosamente hay que destacar que todos estos poemas, aparecerían publicados 37 años después de ser escritos, exactamente en agosto del 2005 se presentan bajo el titulo “Poemas de los dieciocho”, tal cual fueron concebidos en su momento, sin siquiera modificar una coma. Al texto se le agrega si, uno de sus más destacados trabajos en poesía, LOS ARQUITECTOS DE LA MUERTE publicado por vez primera en Serie Poética número uno, y que si bien, pertenece a esa edad, los tristes dieciocho como los adjetiva Martínez, es anterior en meses y ha sido difundido arduamente en antologías, otros libros del autor como Distancial del año 1970 y con ardua repercusión en revistas especializadas, mucho antes que sus hermanos de aquel agosto, vieran la luz hace tres años. Otros libros de poesía que debemos destacar son Poemario de 1971, Exposiciones de 1972, Voces de 1973 y finalmente cerraría este periodo con El sol que siempre está en 1980, luego sus trabajos serían recopilados en antologías como Espejismos de Luís Araya Novoa; Antología Poética del Norte de Juvenal Ayala; Poetas en Dictadura de Mayo Muñoz y en revistas del medio: Tebaida, Altazor, Occidente, Pluma y pincel, Extramuros y otras. También en revistas como «El Musiquero», «Vea» además de numerosos diarios y periódicos de Santiago: «El Siglo», «Las Ultimas Noticias», 38

La Tercera, La Nación y actualmente en medios digitales, prensa de la red de diarios ciudadanos de norte a sur, portal tu región y Revista Cinosargo. También hay que mencionar que en el 2007, Martínez Fernández entregó su publicación Cuarenta años de Poesía que hace un recorrido por su extensa trayectoria demostrando su labor desinteresada al servicio de la difusión y ante todo edificación cultural en nuestra zona y el país, su don con la palabra y su esfuerzo le han valido el reconocimiento de su pares y de destacados creadores nacionales e internacionales, como Manuel Rojas, Alicia Galaz Vivar, Guillermo Deisler, Óscar Hanh, siendo sin duda, uno de los creadores valiosos de la región que a nivel nacional, se mantiene vigente publicando y reinventando su prosa y poética. Autor: Daniel Rojas Pachas.

LOS ARQUITECTOS DE LA MUERTE. (1967) Han ascendido a la luz de tus ojos los que construirán tu cuerpo en inercia para ser reposado en la tierra. Estoy viéndolos. En tus niñas se mecen los últimos silbidos. Los arquitectos de la muerte subirán tu hermosura a los cielos y así como una gigante copa te derramaran en la arena entonando aromas. Serás una piedra huesuda flotando en los mares del olvido cuando yo este sepultado junto a los tallos de las plantas. Llanto se derramara en los mármoles. Los mausoleos de sangre continuarán ordenando el silencio grave. Así, ahora, como los arquitectos de la muerte florecen en el nido de tus pupilas, así un día lejano coronado de canciones los arquitectos de la vida construyeron tu copa con flores. Te iras entre el silencio y el llanto, pero en mí, abeja en perfume te vas a quedar, forcejeando el bien armado dolor de tu recuerdo.

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RAYAS, LETRAS, MANOS CREANDO CAOS por Wilfredo Carrizales

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RAYAS, LETRAS, MANOS CREANDO CAOS Texto y fotografías: Wilfredo Carrizales

Mil rayas para unir los pliegues de las manos. Acción de las letras en el ánima del espacio. Imaginación en la creación de un nuevo caos. Las letras se apuran y endosan el vencimiento. Las manos deletrean sobre lo blanco y separan, parten, hienden. La confusión es verosímil. Rayas encima de la transparencia. Las letras se revuelven, se retuercen y no se hieren. Las manos inducen al oficio del desorden. Se entiende que las letras odian la tardanza y por eso emergen versadas en rayas. Las manos componen y descomponen; apenas se ausentan. Imágenes como de finas serpientes originan brotes del abecedario. Nace el más prodigioso caos. Las manos indican el reinado de los signos. Se acercan las letras al relieve de donde surge todo. Las rayas se entretienen en su puntualidad. Las manos trabajan, sudan, no paran de moverse. Abrevian las rayas y colocan el énfasis en los enlaces manuscritos. No hay lugar para los jeroglíficos. Las letras deben entrar con tinta, sin falta. Las manos se crispan: por poco las gana la rabia. Las rayas cometen unos deslices: ceden ante la imitación del vuelo raudo del gavilán o buscan parecerse al bosquejo del ojo o copian las raíces de los árboles proscritos o falsifican el perfil de aves en lontananza o siguen las huellas del ratón ebrio o remedan los rasgos y las tildes de lombrices en viaje… Las manos hacen de las rayas sus bridas y aciertan en la escogencia de las letras que conformarán el caos. Las manos se abren y sienten escozor al cerrarse. El conjunto de jugadas impone un rigor de madeja. Las manos descargan las falanges y se precipita el entramado. Sin ruido se inicia el desarreglo, la provocada confusión. El caos llega anudado entre las manos y con un desparpajo de rayas y las letras a guisa de revoltijo.

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NARRATIVA EN CINOSARGO.

Milagro divino Por J. Carlos de León

[...] era como si cada noche durara varios siglos, de modo tal que, durante esta inmensidad de tiempo, bien podían haberse operado en la especie humana, en la tierra misma y en todo el sistema solar, las transformaciones más profundas." Daniel Paul Schreber

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Ella duerme, de lado, y desconoce todo lo que alrededor ocurre. Las ventanas de su habitación están cerradas. Es imposible que una línea de luz se filtre. Hay un silencio absoluto. Si algún sonido se produjera afuera del dormitorio nadie lo escucharía dentro, no sólo por los gruesos cristales, sino por los cortinajes. Lo único que se oye son las manecillas del reloj. Son las once y veinticuatro. Alguien abre la puerta despacio, y provoca un leve sonido al rozar con sus pies el pelo de la alfombra. Una mano tersa y alargada toca uno de sus hombros. Parece que sus uñas acaban de ser arregladas por la manicurista. Su cuerpo a excepción de su nuca está oprimido por el peso de las colchas, y al mismo instante ese punto de su hombro está oprimido también por el peso de esa mano fina y suave. “Linda, te esperan abajo”. Los dedos alargados dejan de tocarla, y vuelve a oírse el sonido de los pies al rozar la alfombra. La puerta queda cerrada. Una de sus mejillas reposa sobre el almohadón mientras alguien vino a inquietar su sueño. Un leve dolor en su oreja hizo que cambiara de posición. Sus piernas tenían temperaturas diferentes, las movió. Está despertando. Creyó haber oído algunas palabras. Estira sus brazos, descruza las piernas, junta las manos sobre el tórax, respira hondo algunas veces y abre los ojos. Cuando deja de moverse no escucha nada, pero algo recuerda: Erinia tal vez llegó a despertarla. Se cierran sus ojos luego de mirar la puerta y las ventanas, la cara del reloj y las manecillas. Antes de que el esputo empiece a moverse en su garganta, de que produzca ese silbido con que vuelve a dormir, escucha el rumor de gente proveniente de abajo. Y en ese mismo instante alguien golpea dos, tres veces desde el otro lado de la puerta, y regresa la mirada hacia el fondo negro de la habitación puesto que no hay luz pero advierte algunos reflejos, el pelo de la alfombra como de dos centímetros, aplastado con la forma de unos pies, sus pies, que marcó al acercarse a la cama, al rozarle el hombro y al salir del cuarto. Luego, nuevamente su voz, serena y desde lejos, a través de la rendija que dejó con la intención de que los ruidos del exterior la despertaran, cuando tocó tres veces en su puerta. Separa las manos que estaban encima de su pecho, tose, se apoya sobre la colcha y se sienta en la cama recargando parte de su espalda en la pared. Se sacude toda, los resortes rechinan, algunas voces han cesado, saltan del colchón algunas esferas de polvo. Baja, sube, ese movimiento desminuye lentamente y, al quedar quieta, intenta oír pero no oye nada. Atiende, piensa en sus oídos, pero no escuchas más. Cubre nuevamente sus ojos con los párpados. Entonces alguien abre la puerta por completo y choca contra el pequeño buró, y se produce un ruido estrepitoso, que inunda materialmente su cuarto, de pared a pared y de piso a techo; vuelve a mirar, mueve la cabeza para ver hacia la puerta, y descubre parte de la sombra que produce Erinia cuando se aleja. Se talla vehemente los ojos, y vuelve a escuchar el rumor de la gente abajo. Oye de pronto un grito corto de tono grave. Arquea una de sus cejas, y enseguida arquea también la otra. Con claridad absoluta percibe voces reconocibles, o eso cree. Un grito provoca que cierre los ojos y separe los labios, pero con los dientes apretados. Tiene ganas de cerrar la puerta. Es indudable que no quiere levantarse, pero si ese tipo de incidentes se repite, o lo que sería mucho peor, crece, no podría volver a dormir. Encoge la pierna derecha y hace todo lo necesario para bajar de la cama y evitar ese ruido incesante; cuando oye que alguien corre al subir la escalera, y que después sigue corriendo por los pasillos y se acerca a su cuarto, deja de moverse y espera. Baja los párpados, agita la respiración adrede, mira por una abertura mínima entre sus pestañas, tiene la seguridad de que la cree dormida. La silueta de Erinia queda enmarcada por la puerta abierta. Se aproxima, se hinca junto a su cama, se inclina, deja ver su figura y en el mismo instante se incorpora. “¿Linda, qué pasa?, ¿por qué no bajas?”, susurra. Cuando inicia su segunda pregunta, “¿por qué no bajas?”, aprieta la mano derecha, formando el puño, toma vuelo y le da un golpe en el vientre. Aprieta los dientes, los párpados y resiste, sin producir algún sonido, excepto con el vientre al recibir su puño. Grita de nuevo, le jala el cabello, le araña la cara, y medio se asoma para ver otra vez bajo su cama,

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todo al mismo tiempo, y luego vuelve a hablarle: “Linda, por favor, baja, ya está todo listo”. Y se va sin cerrar la puerta. Abre los ojos, parece que escucha risas, pero sólo es su imaginación, porque la oscuridad le hace creer cualquier cosa; sin embargo los oye. A través de la puerta de entrada, de la única puerta, llega un poco de luz a su cuarto, a ras de la alfombra. Las huellas de los pies se ven más grandes por la sombra, sobre todo las de la última visita que hizo Erinia. Se oyen de nuevo las risas y su voz. No falta mucho para que suba a llamarle, y es conveniente evitar un nuevo altercado. Encoge las piernas, apoya las manos, endereza su tronco, saca los pies y los coloca sobre la alfombra. Retira las colchas, cierra los ojos y aprieta con los dedos, los vuelve a abrir, repite tres veces esa acción. Se levanta. Permanece de pie unos instantes y mira la puerta. Intenta toser, pero algo impide que lo haga: su lengua está pegada a la campanilla. Traga saliva, siente una flema que se desprende. Da tres pasos, coloca su mano sobre la manija de la puerta. Oye que Erinia sube la escalera. Cierra aprisa, regresa a la cama, toma una postura apropiada, separa menos de un centímetro las mandíbulas, junta los párpados, aunque no del todo, para ver por entre las pestañas sin que ella pueda notarlo. Respira hondo y ronca. Trata de no sobresaltarse con el golpe de la puerta, pero es inútil, y por estar viendo la puerta en el momento en que empieza a moverse, junta las rodillas y la cabeza y se tapa los oídos por inercia, buscando una protección instintiva. Ve cómo Erinia trata de mirarla. Advierte que no se acerca demasiado a la cama, que intenta tocarle el hombro pero no alcanza. “Linda, cuando gustes”, le dice quedo, como si supiera que está despierta; “Linda, por favor no demores”, y sale y deja abierta la puerta del cuarto. Entonces se levanta y va a su encuentro. Deja la puerta abierta cuando sale. Pronuncia su nombre en voz alta. Baja las escaleras oyendo aquellas voces. Cuando llega a estancia advierte que no hay nadie, sólo los utensilios clínicos y humedad en las paredes. Sobre la pequeña mesa de centro hay varias jeringas y vasos con un líquido de aspecto coagulado que provoca náuseas. Repite su nombre otra vez. Luego recoge el desorden. Sube. Pisa los escalones, haciéndolos sonar del mismo modo como los oía desde su cuarto. La puerta del dormitorio está cerrada; la abre. Las manecillas han girado varias veces. Las voces comienzan de nuevo. Las esferas de polvo tienen más centímetros de grosor. Se acerca, pone su mano sobre su hombro y dice: “Linda, te esperan, no tardes”. DATOS DEL AUTOR

J. Carlos de León. (Ciudad de México, 1981) Estudió en la Escuela de Periodismo Carlos Septién García. Escribe cuento, crónica y ensayo. Sus textos han sido incluidos en diversas revistas de México y España, entre ellas Casal del tiempo, El universo de El Búho, Punto en línea, Homines, Y sin embargo magazine, Palabras Malditas, Revista Acequias y Comunicología de la UIA, y Revista Espiral; entre otras. A principios del 2008 obtuvo el Segundo Lugar en el concurso de cuento organizado por la EPCSG. Más información del autor en: http://fenomenoenoptico.blogspot.com/

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MECCANO por Hugo Correa

Meccano miraba a los hombres con sus cuencas sin ojos. Durante mil años el cráneo del gigante, con su rostro e ídolo primitivo, contraído por una mueca de ira y crueldad, acechaba sobre su pedestal de piedra, en el centro de un cráter. - Esto no estaba aquí, capitán, ¿Quién lo habrá construido? - No somos los únicos humanoides de la Galaxia, Roberto. Y aunque sólo hemos envejecido diez años durante nuestro viaje de ida y vuelta a la Tierra, aquí entretanto han transcurrido diez siglos. Alguien pudo venir entretanto. - Estoy seguro que esto es obra de Daniel, capitán. ¡Le gustaban las realizaciones gigantescas! - Es posible. Siempre fue un aficionado al arte, aunque de poco debe haberle servido aquí. ¡La Luna es un oasis comparado con esto! - Pero también era un genio e la cibernética, capitán. No puedo olvidar sus últimas palabras. «Los esperaré». Dijo. ¿Se acuerda? Un sol achatado, envuelto en un anillo flameante, derramaba un fulgor verdoso sobre la solitaria cabeza, las rocas y colinas oscuras. Los hombres dieron una vuelta en torno al cuello trunco, y trataron de desprender un pedazo de la dura sustancia. - ¿Y donde está su comité de recepción? ¿Esta cabeza? Ni siquiera disponía de armas atómicas, porque podría habérselas ingeniado para dejarnos una bomba de tiempo que nos esperase mil años. Suerte que se quedaron sin armas. ¡Idiota! Cuando se vio abandonado con sus treinta fieles, y sus dos naves destruidas, debió comprender que en sus expedición se había colado un miembro de la Causa. ¡Y nos largó sus amenazas! Detrás de la impasible faz de Meccano, en el fondo de las cuencas sombrías, unos delicados mecanismos construidos para durar milenios, abrieron un interruptor cuyo chasquido engulló el vacío reinante.

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Porque aquellos alvéolos captaron las imágenes de los hombres cuando entraban al cráter, y de inmediato una computadora estableció comparaciones, barajó cifras y obtuvo un instantáneo resultado. Un segundo interruptor se abrió dentro de las sombras del cráneo. - Aquí en este planeta están los tesoros que necesitamos para imponer nuestra causa, Roberto. Daniel, que no era tonto, también descubrió la trascendencia de este mundo casualmente descubierto. Pero en nombre de sus principios de libertad, orden y justicia, habría destruido las cartas de navegación para que nadie hubiese regresado aquí. La Tierra lleva cinco mil años de este régimen de orden, y todos son felices, decía. ¿Para qué más?. No comprendía que otros hombres deseaban romper la rutina. Los hombres treparon al tractor y se alejaron, sin que las orugas del vehículo dejaran huellas sobre el granito. Meccano los siguió con sus negras cavidades vueltas hacia el desfiladero de acceso, tal como lo dejaron mil años antes en aquel planeta muerto. - Y recuerde, Roberto: nunca antes hemos estado aquí. Los demás nada deben sospechar. Otro tractor descubrió en un barranco un carro cuyas ruedas asomaban por debajo de su vientre redondeado, y de forma distinta a la de cualquier vehículo humano. Pero en cuanto los hombres se alejaron del vehículo, en cuya techumbre plana se abrían alvéolos y tres escotaduras en el costado más largo, rodó hasta una vasta explanada en cuyo centro se orientó y estacionó cuidadosamente. Otro carro de vientre plano y lomo combado, que se deslizaba sobre ruedas fijas al extremo de largas patas, se superpuso al primero de modo que el techo de uno coincidió con la barriga del otro. Entonces recogió sus extremidades con el movimiento de un monstruoso insecto. Pero los hombres, en el «Cisne», nada sabían de estas maniobras. - Tampoco estaba este carro aquí cuando vinimos capitán. Detrás de la ventanilla de la cabina del capitán las nítidas sombras del sol de los picachos y lomajes del planeta se encogían a medida que el sol se aproximaba al cenit, como una antorcha desplazándose contra un paño negro. - Tal vez los Odasitas, constructores de mecanismos ciclópeos, exportaron algún mineral aquí, y dejaron rastros de su cultura. - Daniel pudo reacondicionar los motores de las astronaves que destruimos, e instalarlos en algún lugar remoto para transmitir energía inalámbrica a cualquier mecanismo. - ¡Usted está nervioso, Roberto! Pongámonos en el caso que haya sido así. ¡Ni con cien carros como ese pueden hacerle algo al «Cisne»! - Si, es cierto. Pero ¿qué se hicieron de las grúas, el taller, la fundición, y las instalaciones que no alcanzamos a destruir? ¿Dónde están los cuerpos de Daniel y sus treinta hombres? ¿Y los restos de los navíos? En este mundo sin grandes montañas ni precipicios, objetos como las astronaves serían fácilmente visibles. - Sí, también lo noté. Pero además de que durante estos diez siglos alguien pudo venir y destruir o llevarse todo lo que aquí había, Daniel, con su maravilloso cerebro cibernético, y sus muchachos no pudieron sobrevivir mas de diez años en este infierno. Y con suerte. ¿Para qué preocuparse con lo ocurrido con sus cadáveres e instalaciones? En la lejana llanura otros carros repitieron las maniobras de los dos primeros, y se ensamblaron de modo que no se notaban las uniones. Y aquella forma cilindroide, angosta en el centro y ancha en los extremos, era la de un tronco humano sin miembros. - Si, es cierto, capitán. Dos muslos se deslizaron por la hirviente pradera, y se insertaron en las pelvis vacías, y dos piernas se anexaron a las rótulas con la exactitud de un rompecabezas armado por una inteligencia. Porque las piezas se movían bajo las órdenes de la cabeza del cráter, mientras los hombres en torno al «Cisne» cargaban toneladas de minerales por las insaciables escotillas. Meccano se ajustó los miembros para que integraran una sola poderosa máquina. Los pies, altos como torres de treinta metros, y las manos, anchas como terrazas, se unieron a los muñones. En el centro de la planicie tomaba forma un muñeco sin cabeza, con los brazos en cruz y las piernas entreabiertas.

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La febril actividad cesó. Allá en el cráter, la cabeza verificaba el funcionamiento de cada una de las partes del autómata. Las manos cobraron vida y los dedos se estiraron y encogieron dentro de las palmas, haciendo colosales puños amenazadores. De un solo movimiento el coloso se sentó, y un anillo de sombras se proyectó alrededor de su cuerpo. - Roberto: he ocultado el mapa y la carta de navegación para evitar que los vean otros ojos que no sean los tuyos y los míos. ¡Nadie debe saber donde queda este planeta! Así tendremos siempre la sartén por el mango, ¿entendido? Meccano se orientó, y con zancadas de a cien metros partió hacia el cráter. El sol convertía su sombra en un gigantesco batracio que palpitaba sobre la superficie escabrosa. Se arrodilló ante la cabeza, y acogiéndola entre sus manos la alzó al cielo con la devoción y recogimiento de un sacerdote cuando levanta el cáliz. Luego la insertó en la cavidad de sus hombros, fijándola allí con la sola presión de sus manos rocosas. Ahora los ojos: del hueco dejado por el cráneo en el centro del pedestal extrajo dos globos blancos, que introdujo en sus cuencas y atornilló cuidadosamente como delicadas ampolletas. - Ya hemos cargado suficiente material para este viaje, ¿no es así, Roberto? - Si, capitán. - Dejamos morir a treinta hombres y al genial Daniel, y destruimos dos navíos para asegurarnos de que nadie disputaría este planeta a la Causa, ¿no? Dígale a esos muchachos que vayan a buscar una última partida de mineral. Yo me encargaré de los otros. El Guardián estaba completo. Se irguió con su cuerpo alto como un rascacielos de ochenta pisos, plagado de ruedas que semejaban las clavijas y tuercas de un fenomenal juguete. Desde el centro del cráter el gigante volvía a compenetrarse de aquel mundo que por tantos siglos vigilaba, de su tórrido e inmutable paisaje siempre azotado por el sol. Meccano había nacido. Meccano ahora recordaba. Al compás de una marcha sin voces, el titán partió hacia el navío humano. - Listo, Roberto. Vámonos. El capitán guardó la pistola. Afuera, en torno a la astronave, el sol extendía su ardiente sudario sobre cuatro cuerpos retorcidos. No muy lejos, bajo la luz lívida, tres tractores repletos de minerales se aprestaban a volver al «Cisne». El navegante bajó la palanca, y cerró y abrió decenas de conmutadores. Las escotillas se cerraron herméticas. Los motores empezaron a zumbar sordamente. Detrás de la ventanilla se materializó la gigantesca figura que avanzaba hacia el navío estelar. - ¡Dios, capitán! ¡Esta... esta es la obra de Daniel! - ¡Pronto! ¡Partamos! Meccano dejó caer sus poderosos puños. El «Cisne», alcanzado cuando comenzaba a desprenderse lentamente e la tierra, se desvió de su trayectoria y, describiendo una amplia parábola, aceleró como un volador de luces. Kilómetros más allá se estrellaba en medio de una nube de fuego. Meccano destruyó los tractores cargados de minerales inútiles y hombres paralogizados, y recogiendo los restos del «Cisne» y sus tripulantes, los transportó a un lejano montículo de rocas que escondía una oquedad atestada de fierros y cuerpos momificados. Depositó allí su botín y volvió a cubrir el hueco con la eficiencia de un sepulturero. Entonces Meccano fue al cráter, colocó la cabeza en el pedestal y de nuevo en la llanura, su cuerpo se desintegró como bajo el efecto de una repentina putrefacción. Los miembros fragmentados, conducidos por silenciosas ruedas fueron a ocultarse en las colinas y hondonadas del planeta, y se mimetizaron con el color de las rocas. En la planicie solo quedaron piedras que hervían con el sol. En el centro del cráter la cabeza de Meccano miraba el planeta muerto con sus cuencas vacías, vuelta la faz distorsionada por una mueca de ira y crueldad hacia el desfiladero de acceso, tal como su creador le ordenara quedarse, mil años antes.

Autor: Hugo Correa

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HEMATURIA

A Jesús Vizcarra Desperté y me preparé algo caliente. Creo que era leche, también era café, quizás era esperma. Lo tomé de un trago, luego apoyé la taza sobre mis piernas. Mi necesidad de calor afecta a los objetos. A causa de esto, sufrí varios accidentes. Cuando voy a depilarme, la chica que me atiende no puede creer el estado en que se encuentran mis piernas. Un día me preguntó a que se debía. Supongo que es la pava, le dije. Me miró como si yo estuviera vulgarmente loca. Esto no es realmente importante si se toma en cuenta que la que va a depilarse no soy yo, ni la que toma un taxi, ni la que busca trabajo, ni siquiera la que mis amigos quieren.

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Era viernes. Me invitaron a una fiesta. Yo hubiera preferido asistir a un velorio, así que, después de pensarlo unos minutos, acepté. Hacía frío y mi tumor sangraba. -Soy hija de desaparecidos -comencé a decir. -Pero sos igual a tu papá. -¿Ah, sí? Creo que la melancolía que me supone no poder desprenderme de la infancia me lleva a la invención. Mi nariz sangraba y mis vestimentas me hacían sentir incómoda. Alguien me obligó a cambiarme; murmuré tres o cuatro veces por ahí y, yo, acepté. No existe ropa con la que me sienta verdaderamente cómoda. Desnuda me siento peor. Regresé a casa junto a mi hermano. -Esto es el infierno. Intenté abrazarlo, pero cuando lo hice no sentimos nada. Nos acostamos. Comenzó a mearme. Me meó durante horas mientras decía que me amaba. Yo comencé a decir te quiero como si fuera dueña de treinta y cinco almas. Nos mirábamos pero nada se incendiaba. Quise gritarle: -¡No funciona! -pero había en el ambiente un acuerdo tácito. Creo que fue el momento más romántico de mi vida. Autora: Dazet

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Un paciente en disminución

Un paciente en disminución Macedonio Fernández El señor Ga había sido tan asiduo, tan dócil y prolongado paciente del doctor Terapéutica que ahora ya era sólo un pie. Extirpados sucesivamente los dientes, las amígdalas, el estómago, un riñón, un pulmón, el bazo, el colon, ahora llegaba el valet del señor Ga a llamar al doctor Terapéutica para que atendiera el pie del señor Ga, que lo mandaba llamar. El doctor Terapéutica examinó detenidamente el pie y “meneando con grave modo” la cabeza resolvió: -Hay demasiado pie, con razón se siente mal: le trazaré el corte necesario, a un cirujano.

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Anverso Literario: John Steinbeck por Daniel Rojas Pachas John Steinbeck (27 de febrero de 1902 – 20 de diciembre de 1968) fue sin duda un gran escritor norteamericano. A lo largo de su carrera sufrió altos y bajos, su vida personal fue dura y su labor literaria no estuvo exenta del vituperio crítico, para algunos, su arte fue un tanto irregular. De excelencia, al ser considerado por momentos una voz señera en la narrativa inglesa de los 30, se hizo acreededor en 1939 del pulitzer y posteriormente en 1962 del nobel, más tarde, llego a ser considerado imperceptible e incapaz de superarse a si mismo, por mucho que fuese digno de ser de la primera línea, junto a otros de la generación perdida como Dos Passos, William Carlos Williams, Hemingway y Faulkner. Incluso se dice que muchas veces los superó, sin embargo, tales reconocimientos, entre muchos que obtuviera producto de su trabajo, no impidieron que fuese injustamente censurado por su inclinación a retratar de forma realista a los braseros explotados de manera caníbal por sus coterráneos. Sus libros fueron quemados, prohibidos y hasta precio tuvo su cabeza. La polémica se ciño sobre sus letras y su producción paso a estar grabada con el encasillamiento en que se suele ubicar a un autor cuando este parece haber alcanzado su epitome o cielo, devorando entre sombras cualquier sincero intento posterior de fabulación. Sin embargo, por mucho que en su camino estuviese la poderosa carga de no poder repetir obras maestras como las Uvas de la ira o De hombres y ratones o la hermosa novela La Perla, jamás tal estigma consiguió desorientar el espíritu franco de su pluma, lo cual nos llama hoy a escribir sobre él. Steinbeck que ubicó muchas de sus historias en California, es un excelente creador de personajes y ambientes, más bien edificador de vidas y mundos, pues su universo en la palabra respira y sangra, por otra parte, sería injusto decir que es un retratista y que su arte es una mera mímesis o imitación, ya que si bien maneja el realismo social, su perspectiva goza de ángulos inauditos los cuales dan un vuelco a lo que en manos de un simple escribidor o artesano de las letras, sería solamente una canción de protesta o una denuncia cronística.

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Plagado de ironía, humor negro y exageraciones que vuelven retorcidas pero verosímiles y sensibles caricaturas a los seres que aborda, el americano consigue ubicar la tragedia y la ternura en un mismo plano, la simetría de estos polos en pugna crea de forma inevitable climas de esperanza y fracaso maravillosos, a través de los cuales hila una historia irresistible incapaz de no conmover hasta al más impávido e indiferente lector. Steinbeck no es un ideólogo, eso hay que destacarlo en un hombre como él, con una plena conciencia del drama existencial que agota a los más desposeídos, experiencia que no teme hacer explicita sin tapujos y la cual aborda de manera reiterada pero sin majadería. En su prosa firme no hay explotación hacia las formas de vida y habla, las costumbres y manías de aquellos que sufren las consecuencias de una economía que pese a estar muy lejana a su realidad, cruentamente los abofetea, por ejemplo pensemos en wall street y su debacle frente a una comunidad rural o de pescadores artesanales, la cual contempla su ruina como consecuencia de los manejos de la bolsa, carente e incapacitada de cualquier posibilidad de queja. El ideario democrático o el sueño de una nación en su más elevado racionalismo descubre en las páginas de Steinbeck su negra faz. A diferencia de lo que ocurre con Fitzgerald o Faulkner no se hace eco a la vida desde la esfera de los acaudalados, ya sea en su arribismo o en el conflicto devastador que afrontan y sufren estos al colisionar sus mundos impolutos de manera fortuita o premeditada con los olvidados. Aquí la mirada emerge desde el lado b o más bien z del sistema, los extramuros citadinos son la raíz protagónica y como en las antiguas tragedias, el sino es inevitable para estos héroes de lo cotidiano. Como en el caso de un Edipo, Eneas o Aquiles condenado a su destino infausto, pruebas cruentas y definitorias para cualquier temple, se presentan a los hombres y mujeres de su obra, él recrea así, esa característica del campeón trágico, condenado a sobrellevar las circunstancias con determinación pese al conocimiento pleno de su inminente fracaso, y si bien aquí, la prueba no es producto de los dioses, si son fuerzas inamovibles las que impiden la progresión y rotación social, las condiciones dadas son demasiado agrestes como para ser volcadas, lo cual va configurando el halo de patetismo que nos mantiene en vilo pues desde las primeras líneas, amamos las voces y mundos que este lírico narrador nos presenta y ansiamos a fondo que vidas como las de George, Lennie, Kino y su mujer e hijo, logren salir a flote, aún cuando sabemos es virtualmente imposible, pues son vidas que por maquiavélico que parezca, 55

llegan a este mundo sólo para sufrir y aguantar, pues su condición es tan ignorante o débil que cruzar la frontera de la miseria por mucho que este en sus planes y se presenten las oportunidades, sabemos que el mundo no se lo permitirá. A propósito se les mantiene en esa situación, aquí no hay paliativos o sueños de fuga, todo es temporal, lo único posible es el acto y el sueño es un combustible escaso, se posee, se mata por él y en última instancia se espera alcance pues ante todo, se es consciente que la ilusión, la quimera, por mucha belleza que ostente y que permita verla como un fin, no es una meta en potencia verificable y no pasa de ser otro medio más, para no dejar de avanzar, pues lo único cierto es eso, no rendirse. Lo contrario, la única alternativa viable, sería el suicidio o la locura, de manera que sólo queda sobrevivir y procurar lo mínimo, lo mejor que se pueda, dentro de la encrucijada en la cual ha tocado vivir. En definitiva, no hay predestinación, Steinbeck no es un naturalista al uso pero tampoco un prestidigitador de baratos recetarios y finales que nos empalagan, él no escribe para halagarnos y sacar a nuestras consciencias de forma artificial de los márgenes de lo miserable que llega a ser el hombre en su intolerancia, sólo nos deja respirar por momentos, tomar aire, salir del fondo de ese océano de amargura en que nos debatimos, para luego hundirnos más a fondo cuando creemos que hay una vía, como en el caso de La perla, cuando creemos que la suerte de la pobre pareja de aquella villa de pescadores olvidada por el mundo, puede mejorar producto de haber encontrado la perla más grande del mundo, tras sufrir su hijo la picadura de un escorpión. La riqueza en esta situación, en manos de un pobre, más que un escape, es otra puerta a la pesadilla humanista, de abuso, de corrupción, de oportunismo, de chantaje y violencia. Esto nos recuerda a la película un plan simple de Sam Raimi, cuando en los bosques nevados, gente humilde también de una población alejada, encuentra dinero ilegal producto del choque de una avioneta. El ser humano en circunstancias de este tipo, empieza a poner en acción un juego de escrúpulos que revela el verdadero rostro de la mezquindad e inquina. Pero no hay que equivocarse sus obras no son cantos de miseria o encerronas lacrimógenas que bombardean al lector con sensiblería barata, Steinbeck crea seres entrañables, muy reales, incluso familiares, cuando leemos sus historias comenzamos a recordar como en el caso señalado, canciones y escenas de otras piezas, cinematográficas o literarias, la diferencia estriba en que él es, probablemente uno de los primeros en establecer esas dinámicas patéticas y tiernas dentro del universo creativo, sin duda un inspirador, una voz contemporánea capaz de reformular la forma de abordar el realismo, un autor que quizá muchos desconozcan y que probablemente nunca lean, pero que no debe ser negado en su genuina trascendencia, la cual ha penetrado de forma ineludible en múltiples historias en diversos formatos y géneros, por tanto su inmortalidad está no sólo en lo que construyó y materialmente lleva su firma como encabezado sino en lo que logró transponer y heredar a otros creadores que han sido marcados por su voz. Autor: Daniel Rojas Pachas 56

Tiza en tres dimensiones. por Matías Arredondo. El anamorfismo es una técnica usada en el arte de la pintura y las imágenes, la cual juega con las perpectivas mediante un procedimiento óptico, este deforma la imagen creando una ilusión. Julian Beever es un representante de este arte, es británico y además de hacer dibujos en tres dimensiones, pinta murales y réplicas del trabajo de grandes. Usualmente lo contratan conocidas compañías. Por tanto, se dedica a la publicidad y el marketing. Ha trabajado en el Reino Unido, Bélgica, Francia, Holanda, Alemania, los Estados Unidos, Australia y España. Beever dice:” llevo 46 de mis 47 años desafiando al ojo humano con mis dibujos”, se considera un artista original, a pesar que la técnica llamada anamorfismo, la describió el artista Piero della Francesca en el siglo XV, sin embargo el consigue que este arte sea algo popular y atractivo para todo el mundo. Beever a demostrado ser un gran artista, con solo una tiza , y un buen lugar donde transcurran muchas miradas atónitas e incrédulas, las cuales no saben muy bien lo que esta pasando. Creo que más de alguna ha decidido cambiar su dirección mientras iban caminando, ya que no sabían si era real lo que estaba ante sus ojos. Cinosargo te presenta a Julián Beever y su arte en tiza tridimensional.

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Anverso Literario: Alejandro Sieveking por Daniel Rojas Pachas Alejandro Sieveking es un destacado dramaturgo nacional, autor de piezas clave para el teatro chileno del siglo recién pasado. Nació en 1934 en Rengo comuna de la zona central de Chile, ubicada en la Región del Libertador General Bernardo O'Higgins. Originalmente estudio arquitectura en la Universidad de Chile, allí realizó sus primeras incursiones en las tablas con la obra “Encuentro con las sombras”, aunque los especialistas, señalaron esta fue un acercamiento un tanto imperfecto en los diálogos y la caracterización, sin embargo reflejaba para un joven que bordeaba los 22 años, un manejo y potencial creciente sobre el ritmo, la tensión y pulso y por sobre todo una gran sensibilidad que lograba dominar el espacio. Probablemente esa visión con respecto a la distribución escénica y el movimiento además del control sobre las posibilidades y limitaciones del montaje, le dejaron un importante legado que complemento arduamente con su deseo de penetrar al drama humano. Entre sus principales textos dramáticos además de su trabajo en televisión y cine, ya sea como director, guionista o actor, podemos nombrar Animas de día claro que fue dirigida por el desaparecido cantautor Victor Jara en 1962 y 1964, el artista fue un gran compañero de Sieveking en los años previos al golpe, juntos llegaron a componer temas y Jara colaboraría arduamente con el escritor y director en el montaje de muchos de sus textos, contamos el trabajo que hizo junto a Agustín Siré en La madre de los conejos y su rol como director en “Parecido a la felicidad” y “La Remolienda”, en la cual además elaboró la música. Otras obras emblemáticas de Sieveking que no podemos eludir en esta semblanza son Tres tristes tigres, La comadre Lola, La mantis religiosa y Pequeños animales abatidos, trabajo escrito durante su exilio y por el cual recibió en 1975 el Premio Casa de las Américas en Cuba. Su sensibilidad creadora y esa honda capacidad como lector de la realidad, le han permitido captar el entorno y el movimiento de sus congéneres desde múltiples dimensiones, talento que sin duda opera de forma medular, rescatando los tipos humanos, el lenguaje en sus raíces y el conflicto social y personal de manera agonal, por tanto, sea cual fuere el ángulo asumido: Poético, simbólico, psicológico o costumbrista, Sieveking nos provee a los lectores y

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espectadores, un acercamiento íntimo a mundos y existencias que lejos de acabar como clichés acartonados o burdos esteriotipos de un sector social, respiran y comunican sus anhelos, lo cual lo convierte en un clásico ineludible. Remitiéndonos a uno de tantos aforismos Nietzscheanos podemos señalar que “si el dolor es el autentico origen de la memoria humana” , Sieveking ha conseguido observar con hondura el espíritu de su país, desde el campo más recóndito y tradicional hasta la ciudad bullente que no duerme ni perdona, logrando trascender al papel y las tablas para asentarse con pleno derecho en el inconsciente colectivo de esta franja de América. Si no, pensemos en la más recordada de sus comedias, la historia de Doña Nicolasa y Doña Rebeca, hermanas separadas por el destino, que se encuentran y desencuentran de manera fortuita, una noche, en aquella casa de confusión, llantos y risa, la famosa “Remolienda”. Lejos del humor explicito, de las carcajadas y tropezones además del jugoso manejo de la picardía y el folclore, el autor con ingenio introduce una historia de tolerancia, de amor profundo y desinteresado afecto, libre de prejuicios y de culposa redención. En la boca de estos personajes en la inocencia de los hermanos y en la picardía de las chicas, hallamos un discurso valioso, sobre todo si nos remitimos a los que brillan por su otredad, por ser en apariencia los más apagados de cada trío. En Gilberto y la Chepa, que repiten paradójicamente la historia de don Abelino y Doña Nicolasa, encontramos una crítica a la gente de la ciudad y sus esquemas mentales, capaces de estigmatizar y condenar una vida por sus circunstancias adversas, la prostitución de estas mujeres y la calidad de madre acorralada por el abandono que debe resignarse a no ser más que un objeto, se desrealiza en la inteligencia y superioridad moral que demuestra a lo largo de toda la obra ese acoquinado actante que en un comienzo es la Chepa, si bien esta no deslumbra por su audacia, se perfila por encima de sus pares, con generosidad y buen ánimo, es ella la que soluciona las artimañas de su jefa, la cual goza de años de experiencia, es ella la que se desvive por los heridos y la que tiene una razón manifiesta para someterse a un depredador estilo de vida, su hijo recién nacido. Gilberto por su parte, si pensamos en la época, lejos de atribuirle a la mujer la pesada carga del perdón o ubicarse en el rol salvador, el redentor de su castidad, la abraza en igualdad como una amiga, dispuesto a esperar su cariño, más allá de la urgencia carnal o el despecho que le produce el temor de ella a ser claramente cosificada paternalmente o repudiada por un asunto de honra añejo. La Remolienda es una obra que dentro del humor y la sátira constante al machismo resulta en profundidad abiertamente matriarcal, los personajes revelan en sus parlamentos, un 60

contenido que desafía los cánones de género lo cual invita a una lectura más focalizada y sin objeciones, un tema que es conveniente a los Chilenos revisar, sobre todo en este principio de milenio que ha demostrado una violencia desmedida e irresponsable en contra del mal llamado sexo débil. La Remolienda por merito propio, ha sido montada en infinidad de teatros, de norte a sur de Chile, internacionalmente también se ha destacado y como anécdota podemos señalar que, en su adaptación en Costa Rica a cargo del propio autor, recibe el nombre del Chispero, hay que agregar también que recientemente ha sido llevada a la pantalla grande por el director Joaquín Eyzaguirre, lo cual demuestra la vigencia de su trabajo, por su parte el autor sigue produciendo y es vicepresidente de la academia de Bellas Artes, sin embargo su afilada pluma y voz no parecer perder agudeza pues en una entrevista del año 2007 con el escritor Alejandro Lavquén señala sobre la realidad nacional. “La gente ha cambiado, por supuesto, es más inculta, entusiasta de horrendos programas de televisión, claro, con el toque de queda no les quedaba otra que la TV, y se hicieron adictos. La vida nocturna y el teatro, por lo tanto, se vieron muy afectados, el público prefiere la obras frívolas en que no se toquen temas contingentes, por favor. Los jóvenes tienen un lenguaje pobre, castrense, se podría decir, y están inventando continuamente el hilo negro. En ciertas instituciones se intentó borrar todo lo que se había hecho antes, excepto los desaciertos. Nosotros volvimos en 1985 y se entendía, tanto en la televisión como en algunas compañías, que no se podía tocar lo político ni con el pensamiento. Los chilenos se han vuelto prepotentes. De ser los latinoamericanos más simpáticos, pasamos a ser los más pesados y la fobia que nos tienen nuestros vecinos se justifica plenamente. En Europa si uno tiene cerca a un chileno, se hace el sueco, el alemán, el húngaro. Y lo peor es que las heridas no se han cerrado, siguen sangrando, porque habrá perdón en los casos que corresponda, pero olvido no. Jamás” Autor: Daniel Rojas Pachas. 61

Anverso Literario: El Presente de la Poesía Joven en el Norte Fronterizo de Chile (Arica) por Daniel Rojas Pachas. En torno a Arica, desértica y fantasmal región, que nada tiene que ver con una moderna Comala o el realismo mágico situado en la pampa salitrera, los medios se han encargado de dejar bien claro que más bien somos el infame paso de todo tipo de tráfico, humano y químico, rápido podemos afirmar que no hay panorama joven en lo poético, si para calificar este, nos ceñimos con exclusividad al concepto topográfico, territorial y centralizador que nos ubica como creadores provinciales o de la recién estrenada y cómicamente bautizada XV región (última pese a ser la que encabeza el país). El amplío titulo de poetas jóvenes del norte grande de tan árido y ancho se torna ajeno, y en vez de identificarnos, produce en la determinación categórica de nortino una negación rotunda que no da cabida a una gama inconmensurable y heterogénea de voces y posibilidades creativas Lo cual, paradójicamente, pese a no permitirnos hablar de poetas jóvenes nortinos ariqueños en estricto rigor, si nos permite recalcar la existencia y riqueza en la voz peculiar y osada de talentosos jóvenes poetas que nacidos o formados sensitiva y sensorialmente en estas latitudes, se han vuelto su propia región indecible llena de potencialidad y discursos, influencias varias e influjo en si mismos, fuentes inspiradoras que en la palabra y sus matices, no temen en lo absoluto a la experimentación y afrontar con crudeza, otras veces con cinismo, ironía, amplia visión y poca fe pero con ardua voluntad creativa, el pasado, presente y futuro de un arte que por estos lados, se perfila cada vez más menguado y reducido a feudos espaciales y naturalistas, reino de absoluta falta de editoriales, estos huérfanos de la metáfora con una gravitante escasez de lectores sufre víctima del virus chauvinista establecido en el ideario colectivo, mediático, y sensible del lector promedio, ya sea de la localidad y a veces con mayor injusticia en la boca de foráneos y hermanos de pisos australes. El problema del logocentrismo nacional es inevitable en este punto, pues el nutre aquellos detestables determinismos y la analogía más ilustrativa de la realidad creativa del llamado poeta joven de Arica o del norte grande, se asemeja a lo que en mayor escala pesa sobre el escritor latinoamericano que no quiere perfilarse en aras del realismo maravilloso y sus engendros y llega a Europa o Norteamérica con una alternativa de novela, digamos realismo sucio, de género o de distorsión lingüística y estructural en cualquiera de sus variantes que se ven antecedidas por el famoso Post-algo, sólo para recibir el siguiente comentario no libre de connotaciones peyorativas, muy bonito, pero que usted no es de por allá, de donde viene García Márquez y Carlos Fuentes, entonces que hace que no escribe como ellos, bueno

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con iguales resultados, el escritor del norte que no adhiere al tropo paisajístico y sentimental ligado a la tierra y sus bondades, el dizque espacio vital que se debate entre la residencia marina y la llanura altiplánica, sufre el rechazo tajante o siquiera la duda inocente: Oye, por que no hay cactus y vicuñas en este texto, puede sonar desvirtuado y satírico pero es una realidad, prueba de ello, es el efecto inverso que sufre en ojos de sus pares aquel creador, demente prometeo que cruza los límites que impone el bendito adjetivo, provincial, regional o si aspiramos a la grandilocuencia, “vate nortino”. Este para los otros poetas, los oficialistas, los que si son nortinos de tomo y lomo, es un bicho raro, un misfit producto de una metamorfosis caprichosa y envilecedora. Sus calificaciones son capaces de reducir cualquier intento de experimentación a un simple epíteto cargado de hiriente intención: Es hermético, culterano elitista, efecto del oscurantismo juvenil, y entre pasillos y en comidillas, se proscriben sus páginas como meros simulacros, pobre pastiche de Santiago, de Poeta maldito, bohemio, afrancesado, alienígena, alienado, o poeta adolescente, carente y a medias tintas entre impostor y profano, con un afán de identidad desesperada. De cualquier modo, sea local o externa la calificación, el poeta joven en esta localidad, es blanco de una creciente extinción y cacería ante barreras subsecuentes impuestas a la posibilidad de difusión, de diálogo y en gran medida, quizá esto es lo que más duele, al suministro básico de textos, quizá hoy menos, gracias al antídoto que significa Internet y sus benditos downloads, sin embargo estamos en el extremo del mundo con pocos libros y muy caros para un lector sensible que requiere para su educación emocional y cordura, mucho más que la lista que entrega mineduc y el paradigma que constituye a un verdadero escritor fronterizo. Empero, lejos de sumirnos en una auto conmiseración, el estado de salud de nuestra escena local, presenta una segunda paradoja, si bien envilece, también nutre, la muestra son grupos como Vertizonte y M.A.L, cuyo ojo crítico, ansia de lectura y disociación, fomenta la búsqueda de vías rizomáticas, el do it yourself o su variante criollo, ráscate con tus propias uñas y sal a buscar la montaña por que este feudo rocoso se quedo pegado a pies de las ruinas de Humberstone. De aquel estigma territorializante y el portentoso título de nortino surge un conflicto agonal invariable, la lucha con los antepasados, con las publicaciones y autores que marcaron la tónica de lo que es ser un escritor del norte, Sabella, Bahamonde y demáses, con el respeto que merecen, el poeta joven del norte como dice en su teoría poética el crítico norteamericano Harold Bloom, debe ser fuerte y debe desintegrar la forma que los del pasado cincelaron, sólo así podrá dar origen a su particular verdad, al desleer y se diría incluso desinterpretar lo impuesto por tradición.

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Sin animo de excluir y realizar una lista de quienes deben ser considerados en estos últimos veinte años, como deslectores de la realidad local y creadores de sus propios límites, debemos profundizar en dos focos creativos de la ciudad de Arica y sus alrededores, fenómenos irreductibles e irrepetibles como por allí escribió alguien, Vertizonte y el Grupo M.A.L, cada uno con sus miembros diseminados por el mundo. Desde mediados de los ochenta hasta la fecha, lograron con mayor o menor fortuna y pervivencia, forjar en sus aciertos y fracasos una repercusión e identidad propia, peculiar y digna de ser reconocida o mejor aún superada, pues su presencia marca un después en la producción consciente, está ha ubicado en otro estadio y nivel la poética Ariqueña, de manera que el conflicto y la acción de futuros creadores tendrá que medirse con otras voces, con otras lecturas por tanto se moviliza el arte poético. En el caso de los Vertizontidas hay una introducción de cara a la vanguardia, a formas periféricas y lenguajes cultos, manejo de distintos registros y géneros, visuales, pop, música y cine, técnicas de producción y perspectivas lectoras del arte y la realidad relegadas de las primeras filas del canon de pulcritud y santidad poético, la prueba está en su antología Heptadarica y en la vigencia de sus integrantes, aún activos y sembrando su semilla en otras verticalidades de la palabra y horizontalidades del ser, por otro lado M.A.L al cual se adscribe el redactor y otros poetas que prefieren el anonimato y la creación en un maridaje simbiótico. Estos escritores que persiguen ir más allá de las letras, surgieron de distintas áreas del pensamiento, Ingeniería eléctrica, Física, Filosofía, psicología y lenguaje, refrescando el contexto de producción y añadiendo a las ya nombradas técnicas y usos, un factor indispensable, el aporte que despierta a la zona de su letargo investigativo, crítico y difusor. Los objetivos a corto plazo de M.A.L, además de talleres que siempre han estado presentes junto a la organización de recitales y encuentros, involucran la creación de una editorial independiente de la mano de Cinosargo. En definitiva, podemos señalar que si bien no hay poetas jóvenes del norte grande en Arica tal y como muchos esperarían, si existen, sudan y sangran desterritorizalizados, una variedad de poetas que por convicción y necesidad de nacimiento y sentido, son cada uno en su palabra autónoma y genio, su propio norte. Autor: Daniel Rojas Pachas

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POESÍA EN CINOSARGO

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LAS PATAS DEL PERRO FURIOSO por Marietta Morales Rodríguez.

Son los llantos de los que nacieron distintos, en la lejanía de una isla solitaria . La imagen del tirano enciende la ira del tambor del tren que nunca llegó, en la sala de teatro , abarrotada del canto de los gitanos . Es la imagen de la intolerancia , de aquel eco de la isla solitaria , que entra en los oídos de las patas del perro furioso, en lo alto de una tarima de la histeria . Es el mirar de ese lamento eterno, que hace estallar los boletos en la llamarada ardiente, en el frío de la noche, a la salida del teatro.

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Locus pocus. por Daniel Rojas Pachas.

A ti, tiempo, padre, fuego, ausente padre, devorador de críos, planetas y renacuajos. A ti, Castrador de días y universos ¿Por qué? Por qué tanta copla y alabanza, tanta gloria, llanto y totémica elegía, si hay tanto hombre desfallecido, 67

criado por madres y abuelas, y por qué tanto crono, falo y logocentro, lleno de templos y rayos con tanto ígneo designio marciano, apolíneo, curvo y metafísico con huérfanos que recitan a Nietzsche, en cada paso de su sucio trapo. ¡Dime! Desde tu imponente esquina, llena de diluvios y reyes femicidas ¡Duerme! En tu trono de vellos ensortijados y voyerismo que crucifica en el Gólgota, a hippies harapientos. Háblame de tu cáliz y diezmo. Cuéntame de aquel ejército de gospel y pecado Si hay tanto pobre bastardo, blancas generaciones gimiendo cisnes, música sin ritmo y letras hacia a b a j o

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como la caída del piloto Kong y el discurso misil que va rezando: No se preocupe my fuhrer, mi señor, Dios de la global anestesia. Aprendimos a amar la bomba y cantamos con Doris Day, el fin del globo, Que Será, Será, y su languidez, siniestra recorre la muerte pura de la R.A.E whatever will be, will be y al cuerno de la abundancia el senado, los caballos de Calígula, y la pulcritud sintáctica del formalismo ruso, cualquier manierista manera, parirá el ingenio emoticon, para poner de moda el rococó y a San Cordoba de las Soledades. Con chasquilla o sin ella, el glam manco de Lepanto, entre best sellers predica su pasado y el esperpento bohemio, televisado junto a Barbas Jacob, Y tú, oh señor de los infinitos verbos, entre tanto engendro metonímico, morfinómano, photoshopeado metatexto sin apellido Darás un último discurso y simulacro con un ipod en la mano y una burger queen fermentando, y a pasos de coloso y con estúpidos saltos, como en una rayuela desquiciada, veremos podrirse las mejores mentes de nuestro tiempo, jugando al twister de los mil dragones del Apocalipsis, y en cuatro patas, en una orgía caníbal, nuestro noble corpus con la pierna enhiesta entre digitales hipervinculeados maestros, sentirá la retina nuclear en la pantalla verde. El plasma y lcd, no el de Lucy in the sky o Jefferson Airplane, aunque podamos descargarlos con un clic leyendo a Tolstoi mientras vemos a Dylan y Ginsberg, como profetas del Homesick blues. Con la tumba profanada del tío de On the road, meca sacrosanta, violada por los poseros de siempre, nos deja en pana, calle abajo, más solos que nunca, sin interzona, desierto, volante o escape. El paso de L.A a Tijuana, es un mero carrusel de niños ricos. Mimados pijes del prime time en Warner Channel. Y como cualquier otra pulsación del chirriante ser inalámbrico, viajando en mensajes satelitales, agendamos los diurnos trajines sin remitente o destino, pero con un GPS por

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barbilla, quizá así podamos definir el destino de esta roca que no deja de girar, aunque este más rodada que cuando Monsieur Pain, trato al cholo que murió de todo y escribió como nadie sobre nada, y entre nada y nadie, entre fibras ópticas y tanta genital desidia y publicidad de dentífrico, nos vierten como starbucks al génesis de un seattle beckettiano o al london calling que vió nacer tanta pistola sexual de pantalón apretado

Con furioso discurso gutural y aunque gritemos: fuera la niña, la pinta y la santa maría, como Sid, no Ruy de Vivar, sino el vicioso asistémico: Los silentes cartuchos sin dientes seguirán cayendo como salmos del mañana y en un ragnarok abrir de ojos, las páginas de virus platinado y plaquetas en microchips, chocochips para pastiches y extrañas formas de ejercitar lo intertextual tejerán el perfumado fracaso de todo intento. Un circular retorno de revolución floral, vegana, animal, objeción de conciencia sin Thoreau para objetar Llenos de inteligencia plástica y soma artificial, la vida en los bosques se carcome como los cimientos de la dizque- razón post-moderna, ultra moderna, Borges moderna, Derrida Moderna, Rorty Moderna y las ranuras omnipotentes de cada poema como herida como tatuaje, como cut-up and Fold-in, como víctima del neo barroso, nouveau roman o la anti-olímpica difamación de: Yo soy el individuo se diluye en la lejía dividua de Another brick in the wall y ahora, sin dark side of the moon o Heroin to calm down, pirateamos nuestra conciencia y la subimos al flog, siendo alguien con un simple embed: object width=425 height=355 param name = minúsculos gramos en la topera de Deleuze o en su defecto y sin script del css o el bendito html, no queda más que otro palurdo muñequito de trapo, figura de colección e ítem en los anaqueles y víctima de la máquina de K, no K-Mart, sino el checo que vio más que Blake y Jim en su hotel, cerrando la transmisión de las puertas, cerrando las pupilas, de este lugar sin vida.

Autor: Daniel Rojas Pachas.

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Poema de Ferrer. EL MORGUERO ¡Aléjate flaca,déjala pacífica! No es hora todavía , aunque el ciclo se ha cumplido, concedeme esta soberbia prerrogativa ¿Cuál es la urgencia , no tienes suficientes difuntos ? Procura coger algún chiflado pero olvídate de los niños son los que siembran el futuro con semillas de cariño en este mundo consternado. Toma en cuenta mi vocablo; ¿Quizás de mí te has olvidado? Fuí tu lacayo por inacabables anuarios cuando debía maquillar, encajonar y trasladar a tus recientes invitados... Convivimos una temporada; ¿Te acuerdas ? tú planteabas el acertijo y con los galenos rastreábamos la causa del deceso y deambulabas con taco alto por la periferia y los ojos con expresión catedrática , solemnemente empinada con delantal verde y mascarilla; esperando el veredicto final , para mofarte en nuestra fisonomía, ¡La muerte es un fenómeno dinámico predicaba excitado el profesor! Tu pasada legaba una oleada de espanto en todo el hospital, una atmósfera de quejidos, gritos y llantos enloquecedores capaces de reventar cualquier oído. Y en el relajo del Viernes día de juerga me susurrabas implorándome apasionada ¡Llévame querido, amorcito llévame ! 71

Sin lograr contradecirte no sé si por pavor o por seducción salíamos de la mano deambulando por Viña del Mar y nos colgábamos de una micro escalando los cerros iluminados; Yo narcotizado de euforia polvorienta y tú de un suspiro con el índice fatal escogías víctimas entre la muchedumbre perturbada por las ofertas del día. Si hasta una cueca te pegaste para un Dieciocho en el Alejo Barrios de Valparaíso. ¡Rememora lunática! Hoy ,ya no te tengo miedo, sé que estás a mi lado; contemplándome acaramelada y prorrogas mi secuestro, me prefieres añejado, como al whisky; pero estrogénicamente cambias de carácter como cambia la luz del semáforo en la espera rutilante, no puedo confiarme, pues montones se fiaron y yacen subterráneos sin tocar arte ni parte en este mundillo estrafalario. ¿Aclárame algo, eres la misma que se encarga de la defunción del tépalo de un copihue azul; O tienes subalternas, auxiliares,alumnas en práctica que te cooperan en la eterna ocupación? Ya que eres veleidosa cualquier fémina te torna celosa, y te sulfuras como puta con resaca tienes fama de ser rancia ,famélica, sexy calavera, opto por soñarte como una Venus erótica, atractivamente voluptuosa y entregándome a tus brazos como se ofrenda al repugnante rey la majestuosa doncella total tú también vas a estar muerta.

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Poemas de Cristian Javier Franco.

JARDíN

duerme la luz a la deriva una estatua abriéndose a los designios silenciosos del viento las espinas dicen la fértil sequedad del tiempo

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FANTASMA

entonces al llegar el viento acorralada en la música nacés a la orfandad prometida

indefensa un fuego errante, sigiloso el juego de las máscaras en el carnaval de las heridas

implacable ritual en el bosque luces caníbales las antiguas invocaciones reconciliando las palabras así tu cuerpo rendido abierto al silencio sacrificio inminente

Pequeña biografía: Dado a luz una noche de noviembre de 1983 –un 24-, así que sido signado en sus avatares por sagitario. Radicado en los suburbios de los suburbios de ese turbio conglomerado conocido como “Gran Buenos Aires”. Escribe cuentos y poemas pero nunca publicó nada, como tantos otros. Quiere ser escritor, o algo que se le aproxime. Es casi profesor de historia. Trabaja en un depósito.

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POEMA NO INSISTAS: DE TERESA ITURRIAGA OSA

Antes de abrir la boca, te recuerdo que nada me volverá beduina del milagro… (el Bautista paseaba por la orilla del Jordán mucho antes de que tú llegaras al desierto) ¿Quieres hacerme creer que aún urdes mi telar de antesdeayer? Un mes M decidí desembarcar mi rescoldo sobre una falda gris marengo airosa de sus pliegues y anudarme a la pared el quitasueño que reflejó tu jeta de barbo

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por enésima vez. Así que cállate. No insistas. Voy a alicatar esta fachada con ayuda de dos nubios… (y entre el último bostezo y el primer ronquido de la noche, a tenazas, uno a uno, les sacaré todos los besos) Sí. A tenazas. Las que me regalaste. Texto e ilustración: Teresa Iturriaga Osa TERESA ITURRIAGA OSA (Palma de Mallorca, 1961) Desde 1985 reside en las Islas Canarias (España) y es Doctora en Traducción e Interpretación por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Su investigación académica se centra en la traducción de la literatura, la publicidad turística y el periodismo de viajes. Ha colaborado en seminarios y proyectos de investigación europeos de la ULPGC, el CSIC y el Instituto Cervantes. En 2005 participa en el Congreso sobre los falsos estereotipos sobre el mundo hispánico en Europa, organizado por el Instituto Cervantes de París. Fuera del ámbito académico, ha publicado en prensa, revistas literarias y portales digitales como “Biblioteca Digital Letras Canarias”, “Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes”, “Aula Intercultural”, “La Casa que Grita”, “Baúl de Aire”, “Palabras Flotantes”, “Sendebar”, “La Tapa”, “Agenda Bohemia”, “Comunicando”, "Ariadna-RC" o “Mugak”. Es autora y traductora de numerosas obras recogidas en obras colectivas y está muy vinculada al trabajo de cooperación entre Canarias y los países africanos. En 2004 trabaja como directora, coordinadora y autora de una serie de entrevistas de interés etnográfico, reportajes y artículos compilados en el libro Mi playa de las Canteras. Desde 2005 hasta 2007 colabora como traductora en las webs www.laveudafrica.com y www.africainfomarket.org. En 2005 traduce el libro Modou Modou, un ensayo sobre el drama de la inmigración africana, del senegalés Seydi Ababacar Mbaye. En 2005 aparece su relato “Hurto blanco” en Orillas Ajenas, publicación de narrativa canaria. En 2006, “Namoe” en Hilvanes y, en 2007, “El violín y el oboe” en Fricciones. Ese mismo año publica el relato “Tu nombre es Véronique” en el libro Que suenen las olas, una colección de relatos ilustrados y escritos por mujeres de Canarias y Marruecos, de la que fue directora, coordinadora y traductora de los textos árabes. En marzo de 2008 presenta dicha colección en el Instituto Cervantes de Rabat, donde se plantea la próxima edición en árabe de los textos españoles. En junio de 2008 gana el III Certamen Internacional de Poesía “El verso digital” 2008, con el poemario titulado Sobre el andén (publicado en versión digital junto a los 9 poemarios finalistas en la Antología del III Certamen de Poesía “El verso digital”), premio convocado por el editor literario digital Publicatuslibros.com con el patrocinio de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía en Jaén. Publicatuslibros.com le edita Juego astral en versión digital, un libro que reúne ocho relatos breves de género fantástico. En julio de 2008 obtiene el primer premio (ex aequo) del III Certamen de Poesía “Encuentros por la Paz”, con el poema titulado Dos segundos de compasión. Premio convocado por la Delegación de Cultura de la Junta Municipal de Distrito de San Pablo de Buceite (Cádiz). En la actualidad, trabaja en la traducción del poemario À mi-chemin, escrito en francés por la marfileña Véronique Tadjo.

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Poesía de Hernany Tafuri

Cielo de yeso (Hernany Tafuri) Una flor herrumbrada sobre mi pecho: ¡la tengo como dibujo perpétuo! Al que más se crea o se conteste: un frío cielo azul de yeso llora (a mí) estrellas lozanitas en el sofá de la sala. Mientras se hincha la soledad, este nada constante que por acá pasea, se desnuda el silencio por la génesis del grito: ¡el pensamiento! Y es así que las horas pasan: girando en el reloj etéreo de mi vida: canto siempre al tiempo el que sea insólito, sin que brote en mí el vicio de la despedida.

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Poesía Poes a de José Jos María Mar a Cumbreño Cumbre o SOMBRA SIN ÁRBOL

¿Quién no lleva un nombre que antes no haya sido el de un muerto? El agua de la desembocadura no ha regado ningún jardín. Impide la cría más fuerte que la otra coma. Las flores trasplantadas no arraigarán. La mujer que no sobrevive al parto. Una palabra dicha entre la luz no proyecta luz. El pescador está cebando los anzuelos. Dibuja el compás un círculo cuyo eje delimita magnitudes como el tiempo o la distancia. Son opacas las puertas de madera. La esterilización de los sementales. Las raíces han atraído a la noche. El célibe mira al sol fijamente. Un niño marca con cal el contorno de la sombra que dan los árboles que aún no han talado.

NOTA BIOGRÁFICA: José María Cumbreño nace en Cáceres en 1972. Es licenciado en filología hispánica. Textos suyos han aparecido en revistas como Turia, El extramundi, Reloj de arena, Müsu o Espacio/espaço escrito. Hasta la fecha ha publicado tres poemarios y un libro de relatos. En la actualidad trabaja como profesor de secundaria.

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EL INSECTO IGNORADO

Lleva un vida doble y aunque da la impresión de que no fuera el perfecto "bicho" (que es) de patas peludas, enormes ocelos y terrible aguijón él sabe que a cualquier hora, en el momento en que ni se lo sueña en su pesadilla, un perse-guidor lo hará patente bajo la lupa minuciosa, contra un sol radiante o bien, le enfocará arriba de su oscuridad y será visto por todos; y quizás,ya no pueda seguir haciéndose la chicharra vacía; no es difícil ocultarse entre tantos monstruos callejeros..., ahora, en la escena, quién sabe! Tal vez entre los espectadores silenciosos haya quien no pueda contenerse y grite horrorizado y prenda pánico en la masa, al verlo magnificado entre las sombras con sus patas kafkianas, sus ocelos lovecrafianos y su aguijón quiroguiano amanezando con salirse del escenario!. Walter Mondragón septiembre de 2008

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RINCÓN DE LA IRA por Rocío L'Amar (s u j e t o g e n é r i c o) a todas las fulanas heridas por ese miembro portátil que se despieza en cubierto en su propia síntesis no abran este libro en la ciudad es difícil fumar cada noche muere volatizado – y eso hay que sostenerlo – con su repertorio lleno de humus nace la palabra haciendo un esfuerzo terrible y mutis por el foro medio mundo se hace el esquizofrénico el poeta un pimiento rojo el mosquito inmóvil en el zaguán el curagüilla sordomudo no tiene nada que decir

porque dos son multitud – según las habladurías – el granuja vino a mi poema zamarreándose parisilábico parlanchín en el parkinson mientras yo estaba enrojecida por la ira váyase al ártico – dijo alguien – y el tragadero se me

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empachó de polvo como antiguamente el viento traía arena a mis ojos desenlazo en breve esas sombras en el dolor oliente -recapituloel dedo harapiento quítalo de mi albergue de la obscena víscera rota del hediondo cortinaje de la humanidad aléjate pecado capital con padre y madre y vienes igual a pedir esa ración de agüita o las llaves del bebedero y machacas y machacas el dramatismo es inevitable

- por ejemplo - mi furia es optativa también voceo ante lo ridículo de tu pelo engominado ante lo insustancial de la cachimba

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ante la insípida mesa de pensión ante la despampanante gata llamada ravotril

gran señora

trágame te ofrezco mis trompas de falopio la pus de mis oídos una ración de mi saliva su oleaje a freud después algo de naúsea en fotos y videos mis jaquecas como un zambombazo de madera agusanada

el rincón de la nunca dulce ira ofrezco sus razones como ácaros existen hembras que de horas en horas se han mirado en el espejo esos premolares incompletos los pies sueltos en regiones trajineras

me he visto manoseada soy casi una esquirla de un error ortográfico soy la hendidura del idioma español

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soy el vacío que deja el pan soy una bestia castigable

si le digo a mis axilas que suden éstas parafrasean un formulismo vago

si le digo a mi vientre que se humedezca éste moja mi lengua en coñac

si me precipito hacia el océano la hereje que hay en mí descorazona la llamada del mediodía algunas veces intuí que era bonachón aunque fui tapando mi boca lo induje a irse a otro barrio.

SAN PEDRO DE LA PAZ CHILE – 2003 Obra Pictórica “Siete Pecados Capitales” IRA, Sergi Vázquez

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Escrito de Junio por Denis Osorio Cepeda *DOC*

La profunda oscuridad de la que soy capaz se niega a desaparecer: tampoco se difumina ante tus ojos negros que apuntan en dirección de otra juventud acaso intemporal tal como tus reiteradas exquisiteces, me abrazas como una niebla, me envuelves con esa deferencia que solemos agradecer los impúdicos, en tu nombre declaro sin duda la guerra me abalanzo dispuesto a morir, por tí braceo entre la espesa neblina o camino directo a un abismo seguro, por tí yo renuncio a toda poesía.

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Poemas de Jean Narciso Bispo Jean Narciso Bispo Moura nasceu na cidade de São Félix, no estado da Bahia, no dia trinta e um de Outubro de mil novecentos e oitenta, radicado em São Paulo, formou-se em pedagogia e filosofia e especializou-se em educação. Reside na grande São Paulo, no município de Itaquaquecetuba. O autor tem dois livros publicados "A lupa e sensibilidade" (2002) e "Setenta e cinco osso para um esqueleto poético" (2005). É casado e professor de Filosofia da rede estadual paulista. Escatologia poética A esperança alfabetizada lê o futuro obituário da raça humana Sentada à mesa vê a biblioteca enfileirada fotografias mísseis Tropas roubam os glóbulos vermelhos e brancos Arrancam com uma metralhada a vida Entrega a terra seres que agora são coisas que amavam serem seres A esperança se deplora e não coaduna com nada disso. A suástica mudou de continente quer empilhar homens mulheres crianças Quer ver o sol cegar-se com o ácido do sangue E virar as costas para os dias fúnebres A custa da pá solitária do vento. As cruzes serão poucas para arcar com um epitáfio do custo da queda humana. As cruzes se esvaíram um espírito criminoso queimou sozinho. As árvores do pulmão das cidades das províncias e do mundo. Sequer teremos água para lavar a coisa que habitava a alma, Teremos apenas um meio fim O Princípio aguarda desolado à reação do verbo.

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Poetical Escatologia The alphabetical hope reads the future obituário of the human race Seated to the table it sees the library lined up photographs missiles Troops steal red and white globules They pull out with metralhada a life She delivers to the land beings that now are things that they loved being beings The hope if deplores and not coaduna with nothing of this. The suástica moved of continent wants to pile up men, women, children Wants to see the sun to blind itself with the acid one of the blood And to turn the coasts for the days fúnebres The cost of the solitary shovel of the wind. The crosses will be few to arcar with a epitáfio of the cost of the fall human being. The crosses if esvaíram a criminal spirit burnt alone. The trees of the lung of the cities of the provinces and the world. At least we will have water to wash the thing that inhabited the soul, We will have only one half end The Principle waits desolate to the reaction of the verb. – Comunicação hermética Ouço a poesia em um idioma que jamais conheci A beleza de sua voz não conhece o relógio Sou analfabeto quando leio a sua escritura Construo com palavras pontes para me aproximar do teu aconchego Como hei de fazer para compreendê-la deusa do Olimpo? Que fala em uma língua que desconheço.

– Communication hermetica I hear poetry in a language that never I knew The beauty of its voice does not know the clock I am illiterate when I read its writing I construct bridges with words for me to approach yours aconchego How can I understand the goddess of Olympus? That it speaks in a language that I am unaware of.

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ANEXAMOS EL LISTADO COMPLETO DE CONTENIDOS PUBLICADOS EN LA WEB, EL MES DE SEPTIEMBRE- 250 ARTÍCULOS, QUE PODRÁ REVISAR EN www.cinosargo.cl.kz Filosofía Bajtin sobre Rabelais (leer) Eros Malancólico (leer) I.S el desvío como negación (leer) La sociedad mundial de control (lea) Sábato: Ensayos breves (leer) Nietzsche y el circulo vicioso (lea) Hakim: Religión y revolución (lea) Freud: Lo Perecedero (leer) Geertz: Géneros confusosos (Leer) Freud: Poetas y sueños diurnos (lea) 4 reglas del método Cartesiano (lea) Debord: Métodos tergiversación (lea) Deleuze esquizoanalista (leer) Fromm: Amor y su desintegración(lea) La personalidad Potencial (leer) Barret: Despertar anarquista (lea) Nietzsche filosofía y antifilosofía (lea) Mutis: La Desesperanza (leer) Los sueños bajo vigilancia (leer) Maternidad antipatriarcal (leer) Política del rebelde (leer) Lacan: La familia (leer) La cultura y los medios (leer) Deseo y simulación (leer) Manifiesto Cyborg (leer) Los ruinosos pilares delprogreso (leer) Nuevos movimientos globales (leer) Wittgenstein (leer) Lucha, acontecimiento, media (lea) Deleuze: La Literatura y la Vida (leer) Deleuze: Control y devenir (leer)

Narrativa. Bocaccio: Los Tres Anillos (leer) Quiroga: Juan Darien (leer) La condesa de Tende (leer) Dazet: Hematuria (leer) Wilde: El Imán (leer) Imbert: El Ganador (leer) Hasíodo la Teogonía (leer) Cortázar: La señorita Cora (leer)

Denevi: Precursor de Cervantes (lea) Akutagawa: Cuerpo de Mujer (lea) Walsh: Los nutrieros (leer) Koestler: El Verdugo (leer) Balzac: Cúpula de los inválidos (lea) Lillo: El Pozo (leer)

Monterroso: Pigmalion (leer) Queiroz Memorias de una Horca(lea) Kafka: Prometeo (lea) Relatos basados en la Odisea (lea) Ciro Alegría: Cuentos (lea) Anticuentos Mario Halley Mora (lea) Relatos de Amado Nervo (leer) Navokov: El Leonardo (leer) Flaubert: Un corazón sencillo (lea) Muestra narrativa generación 98 (lea) Arenas: El Cometa Halley (leer) El Arte Mortifero (lea) Cuentos populares_rusos (lea) El Caballero De Las Dos Espadas (lea) Leyendas de Guatemala (lea) Emma Zunz (lea) Narrativa de Leandro Urbina (lea) El disparo de Pushkin (lea) El loro pelado (lea) El album de Chejov (lea) El árbol del orgullo (lea) Genet: 4 horas en Chatila (lea) Marcel Schwob: El Zueco (leer) Hesse: Leyenda China (leer) Lawrence: El Ganador (leer) Cortázar Minicuentos (leer) Marías: De cuando fui mortal (leer) Loriga: La Muerte del hermano (leer) Casares: El gran serafín (leer) Onetti: El infierno tan temido (lea) Martin Amis: Los inmortales (leer) Anais Nin: Corazón cuarteado (leer) Cantos de marineros en la pampa (lea) La obra de Jorge Edwards (leer) Soldán Continuidad de los parques (lea) Un Paciente en disminución (leer) Villoro: Yambalon y sus 7 perros (lea) Bolaño: El ojo Silva (leer) La portuguesa de Musil (leer) Bukowski: Deje de mirarme (leer) Hugo Correa: Meccano (leer) Arango: Un inesperado visitante (lea) Dostoievski: El gran inquisidor (lea) Yourcenar: Cuento Azul (leer) Cervantes: Rinconete y Cortadillo (lea) Salinger: Antes de la guerra con... (lea) Burroughs Naked Lunch (lea) Infante: El Héroe Lacónico (leer) Soriano: La California Argentina (lea) Milagro Divino_ J. Carlos de León (lea) Roberto Arlt: Las Fieras (leer) Lobo-Hombre de Boris Vian (leer)

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