y sitios ceremoniales distribuidos en ocho de las actuales regiones del país. Unos 1.800 kilómetros de territorio, desde el valle de Lluta en el extremo norte del país hasta casi las puertas de Rancagua en Chile central. De allí al sur, los avances cuzqueños tomaron la forma de expediciones, contactos esporádicos y conquistas fallidas, quizás porque la organización de sus habitantes no se acomodaba al sistema de dominación inkaica, porque no había el tipo de recursos mineros que interesaba al Tawantinsuyu o, simplemente, debido a que la tenaz resistencia ofrecida por los habitantes de esas tierras generaba costos en vidas y recursos materiales que superaban ampliamente los beneficios. El famoso Qhapaq Ñan o sistema vial inkaico, la religión y el quechua o runa simi fueron los elementos integradores de este formidable programa conquistador. El recuerdo de los inkas resuena todavía en cientos de nombres
de lugares de nuestra geografía, en las leyendas que se cuentan en los campos al calor del fogón e, inadvertidamente, en decenas de palabras que forman parte del vocabulario corriente del chileno de hoy. Esta impronta debiera recordarnos que alguna vez casi la mitad de nuestro país perteneció al más poderoso imperio de su tiempo y estuvo ocupada por gente que acompañaba a los conquistadores cuzqueños venida de los más diversos lugares de los Andes. Una matizada amalgama étnica que, de una u otra manera, corre por las venas de cada habitante de Chile. La exposición que da nombre a este catálogo busca dar a conocer a los visitantes del Museo los principales logros de los inkas en el Norte Grande, el Norte Chico y la Zona Central, pero, a la vez, hacer entender que la construcción de Chile como país fue y seguirá siendo obra de todos aquellos que llegaron, unos antes y otros después, para quedarse en esta larga y angosta faja de tierra.
Museo Chileno
de
A rte Precolombino
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