CESAR VALLEJO POETA PERUANO Y UNIVERSAL
Por Alvaro Arditi http://letrasperuanasyuniversales.blogspot.com/ BIOGRAFÍA DE CÉSAR VALLEJO ESQUEMA DE SU OBRA: POÉTICA, NARRATIVA, DRAMÁTICA Y ENSAYÍSTICA PUBLICACIONES CESAR VALLEJO Y SU OBRA LITERARIA por Antonio Cornejo Polar. INTERPRETACIÓN DE LA POÉTICA VALLEJIANA - LA BÚSQUEDA DEL LENGUAJE UNIVERSAL - LOS HERALDOS NEGROS - TRILCE - FASE POST TRÍLCICA - ESPAÑA, APARTA DE MÍ ESTE CÁLIZ LA VIGENCIA DE LA POESÍA DE VALLEJO EL NARRADOR ANÁLISIS Y COMENTARIO DE TUNGSTENO ACERCA DE PACO YUNQUE VALLEJO, PERIODISTA LA OBRA DE VALLEJO VISTA POR JORGE BASADRE GEORGETTE, LA VIUDA DE CÉSAR VALLEJO
Lima-Perú Marzo del 2009
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BIOGRAFÍA DE CÉSAR VALLEJO César Vallejo fue el undécimo y último hijo del matrimonio de Francisco de Paula Vallejo Benites con María de los Santos Mendoza y Gurrionero, ambos naturales de Santiago de Chuco e hijos de dos sacerdotes españoles –don José Rufo Vallejo y don Joaquín Mendoza– y dos indígenas peruanas –Doña Justa Benites y Doña Natividad Gurrionero. La familia pertenecía a la clase media baja. De la investigación hecha por André Coiné, ratificada por el testimonio definitivo de Alcides Spelucín, se puede afirmar que nació en esa ciudad el 16 de marzo de 1892.
Casa de César Vallejo en Santiago de Chuco.
Tuvo vida escolar anómala e interrumpida quizás por razones económicas. En 1900 fue matriculado en el primer año en la Escuela Fiscal de Santiago de Chuco y concluyó cinco años después su instrucción básica en el Centro Escolar Nº 271 destacando, dicen sus biógrafos, en “Castellano, Historia y Lecciones de cosas”. Sus padres le vieron predestinado para la carrera sacerdotal, lo que él en su primera infancia aceptó de muy buena gana; de ahí que existan tantas referencias bíblicas y litúrgicas en sus primeros poemas. Pasó a Huamachuco (1904), donde siguió la educación secundaria en el Colegio Nacional San Nicolás (1905-1908), con muy buenos resultados aunque en medio de la estrechez económica. El curso correspondiente al año 1907 lo hizo como “alumno libre” permaneciendo en su casa de Santiago. Concluidos sus estudios secundarios, retornó a su pueblo natal,
dedicándose durante un año a realizar pequeños trabajos, teniendo como meta ahorrar para sus estudios universitarios. En 1910 trasladose a Trujillo y se matriculó en el primer año de la Facultad de Letras de la Universidad Nacional de La Libertad, pero al cabo de unos meses se le agotaron sus ahorros y tuvo que volver a Santiago de Chuco, con ánimo de trabajar por un año más y tener los recursos necesarios para sostenerse. Ayudó a su padre, por entonces Gobernador, en la tramitación y confección de papeles y expedientes. Tomó entonces contacto directo con los trabajadores de las minas de Quiruvilca (cerca de Santiago), que más tarde se convertiría en el escenario de su novela El Tungsteno. A fines de 1910 ya tenía puesta una meta más alta: seguir estudios de Medicina en Lima. En 1911 partió a la capital del Perú y obtuvo matrícula en la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, la decana de América. Una vez más no pudo sostenerse por motivos económicos y al cabo de unos meses tuvo que abandonar las aulas universitarias, a cuya rutina de asistencia tampoco pudo acostumbrarse. Es posible que también se desilusionara de la medicina y decidiera tomar otro rumbo. Alentado por un contrato de trabajo, viajó a Tarma y Acobamba (Junin, sierra central peruana), a unos 200 kilómetros de Lima, en calidad de preceptor privado de los hijos de Domingo Sotil, un rico hacendado de la zona. Labor terriblemente aburrida para su temperamento, pero en la que se mantuvo durante siete meses. Al concluir aquel año de 1911, retornó a Trujillo, donde halló un modesto empleo como ayudante de cajero y “confeccionador de planillas de pago para la peonada” en la Hacienda “Roma” de Chicama, que era propiedad de don Víctor Larco Herrera (1912). Esta experiencia le sería valiosa saliendo de ella “marcado” al ser testigo de la bárbara explotación de los peones en los plantíos de caña de azúcar, que luego sería tema de inspiración y reflexión de muchos de sus escritos posteriores. Por entonces ya escribía poemas y relatos breves, que leía, en las horas de descanso, a su compañero de habitación en la hacienda. En 1913 renunció a su empleo en la hacienda y retornó nuevamente a Trujillo. Ya decidido a sustituir las ciencias por las letras, reanudó sus estudios en la Facultad de Letras de la Universidad de Trujillo (marzo de 1913). Allí conoció a Víctor Raúl Haya de la Torre, quien fue su compañero de aula y su temprano amigo. Al mismo tiempo pasó a ser preceptor en el Centro Escolar de Varones Nº 241 (1913-1914) y tras ser apartado de este cargo sin razón justificativa, asumió el cargo de profesor
del primer año de primaria en el Colegio Nacional de San Juan (1915). Se recuerda que entre sus pequeños alumnos estuvo Ciro Alegría, quien llegaría a ser un gran novelista1. Fue nombrado también bibliotecario de la “Sociedad de Preceptores” de Trujillo, y luego, secretario de la misma. En la biblioteca pudo saciar ampliamente su sed de lectura. Optó grado de Bachiller en Letras (22 de setiembre de 1915) con una tesis sobre El Romanticismo en la poesía castellana, que era, como su nombre lo dice, un discurso ensayístico sobre el romanticismo literario europeo, latinoamericano y peruano. Leer aquí la tesis: El Romanticismo en la poesía castellana Ese mismo año de 1915 se matriculó en la Facultad de Derecho, aunque sin mayor entusiasmo. Nunca llegaría a doctorarse en ambas carreras: ni en Letras ni en Derecho, pese a que reiteradamente lo intentaría.
Cultivó la adhesión y el afecto del grupo literario “La bohemia de Trujillo”, antecedente del célebre Grupo Norte, grupo de gran importancia en la vida cultural del país, de la que también formaban parte Antenor Orrego, Alcides Spelucín, José Eulogio Garrido, Juan Espejo Asturrizaga, Macedonio de la Torre, Víctor Raúl Haya de la Torre,2 en pugna con el 1
Tiempo después, Ciro Alegría contaría que “había algo profundamente desgarrado en aquél hombre (…) aunque había ratos en que la alegría se paseaba por su alma (…) y entonces era uno mas entre nosotros, salvo que grande”. El César Vallejo que yo conocí. Publicado originalmente en ''Cuadernos Hispanoamericanos'' (México, año III, vol. XVIII, núm. 6, noviembre-diciembre de 1944). 2 Antenor Orrego y Haya de la Torre se convirtieron, desde temprano, en los más entusiastas admiradores y difusores de la poesía vallejiana. Se recuerda el afecto que prodigó Haya a Vallejo en los años universitarios de Trujillo; incluso el futuro fundador del APRA escribió en 1916 una comedia titulada “Triunfa vanidad” que tenía por objeto alabar el don poético de Vallejo, víctima frecuente de burlas por
grupo de Víctor Alejandro Hernández; y en ese ambiente amplió su cultura y desarrolló su personalidad (hasta 1917). Vallejo se dedicaba ya a componer versos, tarea que había empezado desde muy joven. Por un tiempo fue gran admirador del mexicano Manuel Acuña. Las reuniones nocturnas en casa de José Eulogio Garrido, las controversias ideológicas dentro de la universidad, las lecturas de Darío, Herrera, Reissig, Maeterlinck, Whitman y Verlaine, fueron conformando su personalidad de poeta insurrecto e iconoclasta. ¡Años aquellos de fecundas inquietudes literarias! Sus primeros poemas fueron publicados en periódicos y revistas locales como La Industria, La Reforma, Cultura Infantil, La Semana; uno de ellos, titulado “Aldeana”, fue publicado en Balnearios de Barranco de Lima y reproducido en El guante de Guayaquil y El liberal de Bogotá. Algunos de esos poemas serían después recogidos en Los heraldos negros, su primer poemario, en 1919. Sobre versiones antiguas de algunos de estos poemas publicados en la prensa trujillana y limeña, ver aquí: César Vallejo: Nuevos textos
Pero como es natural, se ganó las críticas y envidias en una ciudad como Trujillo, donde -se decía sarcásticamente- todos presumían ser poetas. Su lenguaje poético solía ser rechazado por los críticos academicistas o conservadores. Tiempo después, Vallejo logró abatir a sus menguados infamadores ganándoles olímpicamente en un torneo literario convocado por la Municipalidad por el centenario de la proclamación de la independencia de Trujillo (1920). Su poema premiado se titulaba Fabla de Gesta (Elogio al Marqués de Torre Tagle)"3 y estaba dedicado al noble limeño libertador de Trujillo. El poema terminaba así: Tú, la sangre de España, que se embarcó al Misterio sus versos entonces exóticos. Por su parte, Vallejo correspondió a tal afecto y en una celebración estudiantil con motivo de haber obtenido Haya la elección de Secretario del centro universitario, le dedicó estos versos: Yo poeta, brindo mi copa por este pichón de cóndor; Yo profeta, anuncio que volarás muy alto y serás grande, grande. Por su parte Juan Espejo Asturrizaga ha sido el biógrafo del poeta de su primera etapa, peruana (18921923), con su obra “César Vallejo: Itinerario del hombre''. Lima, Librería Editorial Juan Mejía Baca, 1965, 3 Lo notable de este episodio, contado por Espejo Asturrizaga, es que César Vallejo había entregado dicho trabajo encubriéndose bajo la identidad de su amigo Julio Gálvez Orrego. Al día siguiente de la entrega del premio, cuenta Antenor Orrego que como director del diario “Reforma” publicó una nota de Julio Gálvez en donde aclaraba a la comunidad que la composición ganadora no le pertenecía y que en realidad era creación del poeta César Vallejo Mendoza, habiendo actuado él solo como un sustituto a fin de darle imparcialidad al evento.
en velas de coraje, pecho de par en par, tú regresaste al fondo de la gran raza hispana valor cuajado en bronce y amor en libertad.
Vallejo joven.
En 1911 Clemente Palma había rechazado en Variedades una composición poética de Vallejo; lo mismo hizo en 1917 con otra que luego perteneció al poemario Las heraldos negros (el ahora conocidísimo poema “El poeta a su amada”), dedicándole comentarios despectivos que aparecieron en aquella revista y donde se leían las palabras de "mamarracho", "adefesio", "tontería poética".4 A la incomprensión y las críticas despiadadas hacia sus creaciones poéticas, se sumaron las decepciones amorosas. Hacia 1916 se enamoró de la trujillana María Rosa Sandoval, una joven bella e inteligente, quien sería la inspiradora de algunos versos de su primer poemario publicado, Los Heraldos Negros. Fue un amor de gran intensidad romántica que 4
Clemente Palma era hijo de Don Ricardo, el ilustre tradicionista, y oficiaba de crítico literario de la revista Variedades, en cuya sección denominada Correo Franco (22 de setiembre de 1917), profirió contra Vallejo una crítica despiadada, a raíz del envío que éste le hiciera de un poema intitulado El Poeta a su Amada (que más tarde sería incluido en Los Heraldos Negros). Citaremos parte de dicha crítica: "También es usted de los que vienen con la tonada de que aquí estimulamos a todos los que tocan de afición la gaita lírica, o sea a los jóvenes a quienes les da el naipe por escribir tonterías poéticas más o menos desafinadas o cursis. Y la tal tonada le da margen para no poner en duda que hemos de publicar su adefesio (... )" Pero eso no es todo. Más adelante, Palma, menos clemente aún, apunta y dispara: "Hasta el momento de largar al canasto su mamarracho, no tenemos de usted otra idea sino la de deshonra de la colectividad trujillana (...)". El soneto de marras decía algo así como: "Amada: en esta noche tú te has crucificado / sobre los dos maderos curvados de mis besos". Preguntaba Palma sobre esto: "¿A qué diablo llama usted los maderos curvados de sus besos? ¿Cómo hay que entender eso de la crucifixión? ¿Qué tiene que hacer Jesús con esas burradas más o menos infectas? Nos remite usted un soneto que en verdad lo acredita a usted para el acordeón o la ocarina más que para la poesía." Para finalizar, solo acotaremos que Clemente Palma pasó al olvido impecablemente, mientras que la poesía de Vallejo ha escalado las cumbres de la universalidad.
culminaría definitivamente con la muerte prematura de María Rosa, el 10 de febrero de 1918. Pero el poeta tuvo simultáneamente otros idilios. En la primavera de 1917 trabó un apasionado romance con Zoila Rosa Cuadra (una quinceañera a quien apodó “Mirtho”), pero duró poco y al parecer César intentó suicidarse a causa del desengaño. Años después le confiaría a un amigo íntimo que luego de rastrillar el arma (que contenía una sola bala) contra su sien, sin producirse el disparo, se sintió lleno como una oleada de vida. Otra versión dice que fue él quien intentó matar a Mirtho. Al mismo tiempo, se sintió atraído por una joven de apellido Murguía, a la que esperaba en la esquina de una calle donde solía pasar y para quien escribe el poema “Bordas de hielo”. Sus amigos le convencieron que viajara de nuevo a Lima. Tentado pues, una vez más, por el atractivo de la capital, abandonó Trujillo al terminar su tercer año de estudios en la Facultad de Derecho (1917). Se embarcó en el puerto de Salaverry, en el vapor Ucayali, y llegó a Lima el 30 de diciembre de 1917. Allí conoció a Manuel González Prada5, el apóstol de los nuevos tiempos (febrero de 1918). También conoció a José María Eguren, a Juan Parra del Riego, a Abraham Valdelomar (quien llegó a profesar una sincera admiración por Vallejo, calificándole como un poeta “en la más noble acepción de la palabra”), a Juan José Lora, a Juan Luis Velásquez y a José Carlos Mariátegui. Muy pronto, los escasos recursos económicos que trajo de Trujillo se le agotaron. Sin embargo, ya un tanto conocido en el medio intelectual limeño, entró en contacto con los periódicos y revistas que le publicaron uno que otro reportaje o poema. También consiguió un puesto de profesor en el Colegio Barrós, cuya dirección ejerció tras la muerte de su director y fundador (6 de setiembre de 1918 a mayo de 1919). Por entonces se enteró de una noticia desgraciada: el fallecimiento de su madre (8 de agosto de 1918), a los 78 años de edad. También por esos días entabló una fogosa relación erótica con una muchacha de quince años, Otilia Villanueva (cuñada de uno de sus colegas en la administración del colegio Barrós), relación que fue más lejos de lo que esperaba. Otilia queda embarazada, y al parecer Vallejo, que no quería casarse, la obligó a abortar; a raíz de ello se ganó la enemistad de su colega del “Barrós” y perdió su puesto en el colegio Barrós. A mediados de 1918 editó su poemario titulado "Los Heraldos Negros", que fue impreso en los talleres de la Penitenciaría de Lima. Tras 5
A tal insigne y venerable literato le dedicaría poco después uno de sus poemas de “Los heraldos negros”, el titulado “Los dados eternos”.
esperar vanamente el prólogo que debía ser escrito por su amigo Valdelomar, la obra circuló recién en julio de 1919, en corto tiraje, figurando impresa en los ejemplares el año de 1918. El volumen contenía 69 poemas; unos pocos datan de 1915 y 1916, pero la mayoría fueron escritos en el período de 1917-1918. Se ha dicho que “Los Heraldos Negros” fue recibido en su momento con indiferencia o desdén por la elite intelectual peruana. Sin embargo, Alcides Spelucín ha exhumado los elogios que recibió de parte de Manuel González Prada, José María Eguren, Abraham Valdelomar, Juan Parra del Riego, Antenor Orrego, Luis Góngora, Ezequiel Balarezo Pinillos. En ese año de 1919 entró a trabajar como docente de 4º y 5º años de primaria en el Colegio Nacional Nuestra Señora de Guadalupe: su cargo fue de inspector disciplinario y profesor de Gramática Castellana. Paralelamente, con el deseo de conseguir el doctorado de Letras y de Derecho, prosiguió sus estudios en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Colaboró también en la revista de Mariátegui Nuestra Época, publicación ésta que tuvo corta duración. A raíz de la trágica muerte de su entrañable amigo Valdelomar, escribió una nota conmovedora para el diario La Prensa: “Abraham Valdelomar ha muerto; el cuentista más autóctono de América, el nombre más sonoro de la última década de la literatura peruana. La campana de la basílica lírica está tocando vacante…” (4 de noviembre de 1919). El año de 1920 empezó de mala manera al ser declarado cesante en su puesto de profesor del Guadalupe. En abril decidió viajar a Trujillo. Se encontró con sus viejos amigos del “Grupo Norte”, pero comprobó que su ímpetu se había amenguado. En mayo visitó su pueblo natal, Santiago de Chuco. Allí fue testigo de los desbordes ocasionados por una rivalidad pueblerina, entre partidarios del ex presidente Pardo y los leguiístas, culminados con el incendio, el saqueo de una tienda y la muerte de tres personas (1º de Agosto de 1920). A los pocos días pasó a Huamachuco, donde supo que algún malqueriente lo había implicado en los hechos, junto a diecinueve personas más, calumniándolo de incendiario, ladrón y homicida. Resultó que la familia afectada en dicho incidente fueron los Santamaría, rivales tradicionales de los Vallejo en Santiago de Chuco y la acusación tenía claros visos de ser una calumnia por venganza. Vallejo huyó a Trujillo y se albergó en casa de su amigo Antenor Orrego. Pero, aconsejado por alguien (cuya identidad no ha sido revelada), cambió de refugio y terminó siendo descubierto, apresado y arrojado a un calabozo de la Cárcel Central de Trujillo. Allí permaneció durante 112 días (del 6 de noviembre de 1920 al 26 de febrero de 1921.) Desde la prisión, entre rejas,
escribió varios de los poemas y cuentos que después aparecerían publicados en "Trilce" y "Escalas”.
Vallejo en 1920.
Hubo gestiones de intelectuales y estudiantes en su favor, llegándose a una campaña nacional, animada por Antenor Orrego en Trujillo, el poeta Percy Gibson en Arequipa y el carpintero anarquista Manuel Uchofen en Chiclayo. A principios de 1921, y merced a la tenacidad de sus amigos y de Carlos A. Godoy, su abogado, obtuvo la libertad condicional. No obstante, aquella experiencia le dejó una huella imborrable.6 En uno de sus poemas posteriores diría que la experiencia más grave que le tocó vivir fue en una cárcel del Perú. Tras recobrar la libertad, volvió transitoriamente a Santiago de Chuco y se embarcó luego a Lima (marzo de 1921). Allí participó en un concurso de cuentos organizado por la Sociedad Entre Nous, con su relato "Más allá de la vida y de la muerte", el cual ganó un premio, en efectivo. La entrega del premio se realizó el día 27 de mayo de 1922, durante una función de gala en el Teatro Forero (hoy Municipal), a la que no asistió el poeta. El premio, consistente en 200 soles, lo recibió, a nombre de Vallejo, su amigo trujillano Francisco Xandóval. El dinero le permitió poder realizar su más caro anhelo: poder ver en letras de molde otras obras suyas. 6
Hace poco, a fines del 2007, el Poder Judicial de Perú decidió desagraviar a Vallejo, con una muestra documental, por la injusta prisión que sufrió entre 1920 y 1921. El escritor peruano Eduardo González Viaña, autor de “Vallejo en los infiernos” (2008) -primera novela de corte biográfico sobre el célebre poeta peruano-, ha demostrado que el juez encargado de la investigación de ese entonces fue comprado por los enemigos del poeta, al punto de que "falsificó documentos y firmas".
Durante esta nueva estancia en Lima estuvo alojado en el actual Jr. Quilca 273, altos, casa de la familia Vásquez Díaz, para pasar luego a Acequia Alta 422 altos (hoy 526 del jirón Cailloma). En Octubre de 1922 apareció en Lima su libro de poemas "Trilce", impreso en los Talleres Tipográficos de la Penitenciaría, con prólogo de Antenor Orrego, su admirador y consejero de muchos años, quien al respecto dijo del poeta que "a partir de este sembrador se inicia una nueva época de la libertad, de la autonomía poética, de la vernácula articulación verbal". Fue el único comentario entusiasta hacia dicha publicación; en el resto de críticos produjo en cambio desconcierto. Luis Alberto Sánchez, por ejemplo, se preguntaba por qué Vallejo escribiría una obra tan extraña e incomprensible7. "El libro ha nacido en el mayor vacío” reconoció entonces Vallejo al mismo Orrego. Y agregó estas bellísimas palabras: "Soy responsable de él. Asumo toda la responsabilidad de su estética. Hoy, y más que nunca quizás, siento gravitar sobre mí una hasta hoy desconocida obligación sacratísima de hombre y de artista, ¡la de ser libre! Si no he de ser hoy libre, no lo seré jamás. Siento que gana el arco de mi frente su más imperativa fuerza de heroicidad. Me doy en la forma más libre que puedo y ésta es mi mayor cosecha artística. ¡Dios sabe hasta dónde es cierta y verdadera mi libertad! ¡Dios sabe cuánto he sufrido para que el ritmo no traspasara esa libertad y cayera en libertinaje! ¡Dios sabe hasta qué bordes espeluznantes me he asomado, colmado de miedo, temeroso de que todo se vaya a morir a fondo para mi pobre ánima viva".8 Por entonces Vallejo volvió a ejercer la docencia en el Colegio de Guadalupe. Se dedicó también a una vida de bohemia que incluyó el alcohol y las drogas (las célebres sesiones de opio en los fumaderos chinos), pero ello no lo alejó de la creación literaria. En marzo de 1923, publicaba una corta edición de 200 ejemplares de sus "Escalas” o “Escalas Melografiadas" (como reza la carátula del original)9, colección de relatos y cuentos. Otra narración suya, titulada "Fabla Salvaje", fue 7
Sin embargo, tiempo después, L.A.S. se declararía ferviente admirador de la poética vallejiana y escribiría un epílogo de sus Poemas humanos, editados póstumamente. 8 Fragmento de una carta de César Vallejo a Antenor Orrego citada por José Carlos Mariátegui en: “7 ensayos de interpretación de la realidad peruana”. El proceso de la literatura. Lima, 1928. 9 El título correcto, tal como lo concibió el autor, es indudablemente Escalas, a secas. Lo de melografiadas se debe a una lectura equívoca posterior. Sucede que en la cubierta de la edición príncipe se lee con letras grandes Escalas, cerradas por un adorno o viñeta, y sólo luego de la viñeta figura en una línea más abajo y con letras más pequeñas Melografiadas, palabra conectada con las líneas siguientes: por / César A. Vallejo, de tal modo que debe leerse el conjunto como Escalas / melografiadas / por / César A. Vallejo. Siendo la melografía la escritura musical, equivale pues a "Escalas escritas por César Vallejo". Es lógico, pues, suponer que melografiadas no puede formar parte del título. En la página o portada interior, aparece, para mayor claridad, solo ESCALAS.
publicada el 16 de mayo de 1923 por Pedro Barrantes Castro en su serie “La novela peruana”. Hay un episodio de la vida de Vallejo en Lima que se suele pasar por alto en sus biografías: su participación en 1923 en la lucha contra la consagración del Perú al Corazón de Jesús, maniobra urdida por la dictadura de Leguía. En la «La Crónica» del 22 de mayo de 1923 aparece su nombre entre los convocantes para una asamblea estudiantil que vería el caso. Entre los firmantes están Haya, el mismo Vallejo, Jorge Basadre, Manuel Seoane y Manuel Alarcón Vidalón. Este último moriría, al igual que el tranviario Salomón Ponce, en el choque que se produjo entre estudiantes y obreros con la fuerza pública. Esto ocurrió el 23 de mayo, apenas terminada la asamblea estudiantil, que rechazó por unanimidad la consagración proyectada por Leguía. En las horas siguientes, Lima, fue estremecida por un huracán de cólera popular. El entierro de Ponce y Alarcón congregó a 40 mil personas, en una Lima de 200 mil.10 La hostilidad de los literatos mediocres, la algidez del medio social en que vivía y la noticia de que el juicio que se le promoviera en Trujillo sería reabierto, hicieron que Vallejo apresurara su viaje al Viejo Continente, en el cual ya pensaba desde, por lo menos, el año de 1920. El 17 de junio de 1923 se embarcó en el vapor “Oroya”, en compañía de su amigo Julio Gálvez Orrego11. Llevaba en el bolsillo una moneda de 500 soles. Meses antes había sido declarado cesante –una vez más– en su puesto de profesor de primaria del Colegio Guadalupe. Ya nada lo retenía en el Perú. La víspera de su partida escribió una carta a su abogado en Trujillo, el doctor Carlos C. Godoy, en la que expresaba los sentimientos que le embargaban: “Habría querido bajar, a mi paso, por Salaverry, más lamentablemente, no toca el “Oroya” en ese puerto, y me quedo con la mano en el aire sin alcanzar a estrechar las de los poquísimos amigos que, como usted, ocupan mi corazón. Que vamos a hacer. Ya lo haré a mi retorno. Me permito rogarle, si ello no lo distrajera mayormente, tenga la bondad de dar un vistazo por el expediente sobre el juicio de agosto, el que, según me dicen, ha vuelto al tapete negro del tribunal de Trujillo. Hágalo, doctor, por mi ausencia y por la tranquilidad de 10
Lévano, César: Cesar Vallejo: Los Pasos Perdidos. Publicado en el suplemento “Domingo” de “La República”, Lima, 31 de enero de 1993. 11 Se dice que Julio Gálvez, quien tenía un pasaje de primera clase (que sus parientes le enviaron a cuenta de la herencia paterna que acababan de recibir), cambió dicho pasaje por dos boletos de tercera para hacer posible que viajara en el mismo barco su gran amigo César Vallejo.
los míos, por cuya suerte me voy inquietado acerbamente. Yo se lo agradeceré con toda el alma.” Pese a sus deseos, nunca más regresaría a la patria. Tocó suelo francés el 12 de julio y el día 13 llegó a París. Planeaba vivir de los ingresos que le reportaría el periodismo, ejerciendo como corresponsal del diario “El Norte” de Trujillo (hasta 1930) y como colaborador de las revistas L'Amérique Latine de París, “España” de Madrid y “Alfar” de La Coruña, aunque sus ingresos eran más bien modestos. Durante sus dos primeros años de estadía en la capital francesa se enfrentó con una dura y amarga realidad derivada de la escasez de medios económicos y de la angustia de ser un exiliado. Hubo momentos en que tuvo que dormir a la intemperie, en las bancas de la calle y en los parques públicos. Felizmente, un escultor de Costa Rica, Max Jiménez, le dejó su "atelier" de la calle Vercingétorix, aliviándole aunque muy relativamente, su apremiante situación económica. El 24 de marzo de 1924 falleció su padre en Santiago de Chuco. La noticia tuvo profundo impacto en César, como antes la de su madre. Cayó en una crisis psicológica, espiritual y hasta física, agravada por la mala vida que llevaba en esos primeros meses de la “aventura parisina”. El 4 de octubre de ese año de 1924 fue internado en el hospital La Charitê (hospital de caridad pública), víctima de una hemorragia intestinal; un amigo de apellido Piérola le garantizó. El día 21 fue dado de alta, pero el 26 tuvo una recaída siendo internado de emergencia, para salir el día 28. Se dirigió a descansar a Meudon, al sudeste de París y cerca de Versalles. Estuvo al borde de la tumba; una vez más, sin embargo, salió airoso. Desde 1925 envió periódicamente colaboraciones a revistas y diarios del Perú: la revista Mundial (1925-1930), la revista Variedades (19261930) y el diario “El Comercio” de Lima (1929-1930); la colaboración en estas publicaciones, sumada a la de El Norte de Trujillo, fue la fuente principal de sus ingresos en París. Algunos artículos aparecieron simultáneamente en varios periódicos y revistas de América Latina; tal es el caso de “Autopsia del surrealismo” que se publicó en “Variedades” y en “Amauta” de Lima, en “Nosotros” de Buenos Aires y en “Letras” de
Santiago12. También desde 1926 la revista “Amauta” de su amigo Mariátegui le reprodujo algunos artículos periodísticos y un texto narrativo. En 1925 consiguió también un trabajo como secretario de la recién fundada Les Grands Journaux IberoAméricains ó Los Grandes Periódicos Iberoamericanos (1925-1926), una vasta organización publicitaria dirigida por Alejandro Sux. También en 1925 obtuvo una beca del gobierno español13 con el propósito de finalizar en España sus estudios de Derecho y Jurisprudencia, que dejara truncos en el Perú. En octubre de ese año viajó a Madrid y retornó a Paris en diciembre. En los dos años siguientes continuará yendo periódica y brevemente a Madrid a cobrar a plazo fijo el monto de la beca, aunque sin estudiar. Su situación económica tendió pues, a mejorar. En 1925 se le podía encontrar trabajando en el estudio del Nº 3 de la rue Vercingetórix, cerca de Montparnasse, de donde se trasladó al Hotel Richelieu (20, rue Moliere). Montparnasse y el Café “La Régence”, frente a la Comédie Francaise, cerca del Hotel, le proporcionaron el ambiente bohemio que necesitaba para su actividad creativa.
Bohemio César Vallejo en París con amiga Henriette y Carlos More en 1926.
En 1926 publicó junto con el escritor español Juan Larrea la revista Favorables París Poema; fundó también “La Semana Parisien”, con Pablo Abril y Emilio Ribeyro. Publicaciones que tuvieron efímera duración. El 12
Dicha labor periodística será suspendida forzosamente en 1930 a raíz de la crisis mundial, cuando las revistas ''Variedades'' y ''Mundial'' dejaron de circular, al igual que el suplemento dominical de El Comercio donde se publicaban sus artículos 13 Su amigo Pablo Abril de Vivero, escritor y diplomático peruano que residía por entonces en España, fue quien le tramitó dicha beca. Era una de esas becas que el gobierno del general Primo de Rivera otorgaba a los estudiantes latinoamericanos a fin de que siguieran o terminaran sus carreras universitarias en España.
español Larrea, a quien conoció en casa de Vicente Huidobro (poeta chileno), llegó a ser uno de sus grandes amigos y admiradores; después se convertiría en su biógrafo y fervoroso estudioso de su obra, que la difundiría abnegadamente. También en 1926 empezó a convivir con Henriette Maisse, una humilde modistilla, a quien había conocido en el café de La Régence el año anterior y con quien convivió hasta octubre de 1928. Fue su primera compañera sentimental de Europa, si descontamos a las “zorrillas” como llamaba a las otras de trato fácil y pasajero. En 1927 se retiró de “Los Grandes periódicos Iberoamericanos”, y empezó a pasar dificultades causadas por la ansiedad económica y el silencio de su familia en el Perú. En ese año visitó otra vez Madrid para cobrar los estipendios de la beca, pero en setiembre renunció a ella, cuando empezaron a pedirle pruebas de que realmente estaba estudiando. Dijo al respecto que ya no se hallaba en edad de vivir del usufructo de una beca. Retornó luego a Paris, ciudad por la que sentía especial obsesión. Durante estos años de estancia parisina conoció a distintas personalidades del mundo de la cultura. Ayudó a ello su trabajo de periodista. Se hizo muy amigo del pintor Juan Gris cuya grata relación se cortó forzosamente en 1927 por el fallecimiento prematuro del artista. Conoció también a Picasso, quien años después le haría un retrato célebre (publicado en una de las primeras ediciones del poemario España, aparta de mi este cáliz). También conoció al escritor Tristan Tzara y al escultor Jacques Lipchitz. Entre las personalidades latinoamericanas que conoció entonces se debe mencionar con especial relieve al chileno Vicente Huidobro, quien, como él, fue un revolucionador del lenguaje poético. También conoció al chileno Pablo Neruda, otro de los grandes de la lírica hispanoamericana. Igualmente, se sitúa en esta primera parte de su estancia parisina, que va de 1923 a 1929, la composición de algunos cuantos poemas (reunidos después bajo el título de “Poemas en prosa”), un libro o recopilación de ensayos y relatos diversos titulado "'Contra el secreto profesional", y un proyecto de novela incaica titulado “Hacia el reino de los Sciris” (que también serían publicada de manera póstuma). La razón de esta escasez de creaciones literarias se debía a que se hallaba más absorbido en producir artículos y crónicas para diarios y revistas pane lucrando.
César Vallejo y Mlle. Georgette Philippart en el Parque de Versalles. Verano de 1929. Foto Juan Domingo Córdoba. Reproducción del mismo negativo sin recorte.
En 1927 empezó su romance con Georgette Phillipart-Travers14, una joven de 18 años que vivía con su madre en una calle que daba a los Campos Elíseos, en frente donde se hospedaba el poeta. Era “una francesa un poco burguesa”, como la describió más tarde el poeta Rafael Alberti15. La conocía de vista desde el año anterior, pero solo recién se animó a entablarle diálogo. En abril de 1928 su salud se volvió a deteriorarse seriamente y fue a recuperarse a Ris Orangis, al sur de París, cerca del actual aeropuerto de Orly. Le acompañó cariñosamente en dicho trance Henriette. Se restableció en julio de ese año. Entonces pidió a la embajada peruana el importe de un 14
Georgette Marie Philippart Travers, nació en París el 7 de enero de 1908. Sus padres fueron Alexandre Jean Baptiste Philippart y Marie Travers. Realizó sus estudios primarios y secundarios en el colegio Sevigné de Vitré, de la inspección académica de Rennes, los que culmina en 1922. Al término de sus estudios, viaja a París a trabajar en el oficio de costura con su madre. “Desde mayo de 1926, recién conozco a Vallejo -afirmó Georgette- solo de vista, pues nunca nos hablamos y ni siquiera ha buscado entablar una conversación”. En pleno invierno parisino, febrero de 1927, al caer la noche, Georgette conoció directamente al poeta. “Estamos en la calle Montpensier…Vallejo, quitándose el sombrero me saluda y veo una gran luminosidad blanca-azul alrededor de su cabeza…”. Datos tomados de Georgette Vallejo al fin de la batalla de Miguel Pachas Almeyda. 15 Lo dijo en una entrevista publicada en el suplemento literario El techo de la ballena, del diario La República de Lima, en edición conmemorativa por los 50 años de la muerte de Vallejo, 10 de abril de 1988.
pasaje para retornar al Perú; le consiguieron el dinero, pero él, ya recuperado, decidió emplearlo para un viaje a Rusia. Y es que por esta época empezó a interesarse con más ahínco por las cuestiones sociales. Desde 1925 pertenecía a la célula francesa de la Alianza Popular Revolucionaria Americana, APRA, fundada por su gran amigo y compañero de estudios Haya de la Torre. Pero se sintió atraído por el comunismo y en Octubre de 1928 viajó a Rusia, llegando a Moscú el día 19. Fue con el propósito de no volver, pero en noviembre ya estaba de vuelta en París. “Debemos unirnos todos los que sufrimos de la actual estafa capitalista, para echar abajo este estado de cosas. Voy sintiéndome revolucionario y revolucionario por experiencia vivida, más que por ideas aprendidas”, le escribió el 27 de diciembre a Pablo Abril y al día siguiente firmó un documento de ruptura con el APRA, debido a la “nueva orientación contrarrevolucionaria” que, según él, le diera Haya. Casi de inmediato fundó la célula marxista-leninista peruana en París cuyos conspicuos representantes eran Eudocio Ravines (posteriormente renegado del comunismo) y Armando Bazán. Su adhesión al Partido Socialista del Perú (después llamado Partido Comunista Peruano), fundado poco antes por su gran amigo y admirador, José Carlos Mariátegui, era ya una realidad. A propósito, en 1928 Mariátegui publicó sus célebres “7 ensayos de interpretación de la realidad peruana” y en el ensayo correspondiente a la literatura, incluyó con especial relieve a Vallejo calificándolo de un “gran poeta… precursor del nuevo espíritu, de la nueva conciencia” y cuyos Heraldos Negros, según él, marcaban el inicio de una nueva poética en el Perú. En 1929, en una carta enviada a su hermano Víctor, Vallejo hizo saber su deseo de volver al Perú. Decidió también vivir con Georgette, mudándose a la casa de ésta, cuya madre acababa de fallecer dejando en su hija su departamento y una respetable herencia pecuniaria16. La situación económica del poeta mejoró entonces. Ese mismo año (julio) se tomó dos semanas de descanso en Bretaña, acompañado por Georgette. En setiembre viajó por segunda vez a la Unión Soviética, junto con Georgette, y este periplo abarcó también los países de la Europa Central y Oriental: Italia, Austria, Hungría, Alemania y Checoslovaquia. Se detiene en Berlín, Leningrado, Moscú, Varsovia, Praga, Colonia, Viena, Budapest, Trieste, Venecia, Florencia, Roma, Pisa, Niza, hasta retornar a París. Tal gira, indudablemente muy costosa, se cree que fue financiada con el dinero de Georgette. 16
En cuanto a Henriette, la anterior pareja de Vallejo, se dice que se enojo muchísimo al saber que el poeta se había ido a vivir a la casa de Georgette y fue a confrontar a ésta. Georgette le entregó una cuantiosa suma de dinero a cambio de que desapareciese de la vida de Vallejo. Henriette, una chica humilde y de escasa instrucción, debió quedar satisfecha, pues no se supo más de ella.
Vallejo ante la Puerta de Brandenburgo, Alemania.
Este segundo viaje a Rusia a través de sus grandes ciudades es de suma importancia para su desarrollo ideológico y literario. Escribió a propósito un largo reportaje que por entregas fue publicado en las revistas Amauta, Mundial y Variedades, y el diario El Comercio de Lima; Nosotros en Buenos Aires y Bolívar de Madrid. Dicho material informativo se convertiría después en su libro Rusia en 1931. También por esta época redactó una serie de ensayos y pensamientos, que seguiría escribiendo hasta 1931, y que solo muchos años después de su muerte saldría a la luz, reunidos bajo el título de “El arte y la revolución”. En mayo de 1930 volvió a España, esta vez a raíz de la segunda edición de su poemario "Trilce" (1930) que su amigo Juan Larrea auspició y que fue publicado con prólogo de José Bergamín y un tributo (poemasalutación) de Gerardo Diego. Este hecho señaló el descubrimiento de Vallejo en España. Por este tiempo habría que fechar también una obra teatral suya, titulada "Mampar", pero que luego destruyó sin haberla concluido. De vuelta en París, tendría que soportar inconvenientes de corte político. Su dos viajes a la Unión Soviética, sus reuniones y entrevistas “sospechosas”, además de ser lector del diario L´Humanité (órgano del partido comunista francés), fueron motivo suficiente para que las
autoridades francesas lo acusaran de hacer propaganda subversiva y lo consideraran “indeseable”. Su expulsión se ordenó el 2 de diciembre de ese año de 1930. Entre otros afectados por tal orden estaban Armando Bazán y Juan Luis Velásquez. Aunque el gobierno francés les concedió un plazo de casi dos meses para abandonar el país, Vallejo y Georgette viajaron a España el 29 de diciembre y llegaron a Madrid en víspera de año nuevo de 1931. Por entonces, el periodista César González Ruano le hizo la única entrevista que se conoce de Vallejo, aparecida en El Heraldo de Madrid, el 27 de enero de 1931; el periodista le hizo la siguiente descripción: «Este hombre muy moreno, con nariz de boxeador y gomina en el pelo, cuya risa tortura en cicatrices el rostro, habla con la misma precisión que escribe y no os espantará demasiado si os juro que en el café se quita el abrigo y le duerme en la percha» En España Vallejo y Georgette presenciaron la caída de la monarquía y la instauración de la Segunda República Española (14 de abril de 1931). Contrariamente a lo que se ha asegurado, Vallejo vio dicho cambio con absoluta indiferencia, no exenta de amargura, "Una revolución sin efusión de sangre -y la experiencia lo confirma- no es una revolución", afirmaba y mantenía Vallejo, según testimonio de Georgette. Su amigo Larrea ha testimoniado también al respecto: “Vallejo era un marxista mas que convencido (…) creía necesaria la revolución y juzgaba indispensable una planificación que permitiera el establecimiento de una verdadera justicia social, y hasta creía en la necesidad de la dictadura del proletariado (…)”. Ello no le impidió estar siempre presto a participar en la organización de las bases republicanas y más aún cuando poco después la amenaza fascista se abatió sobre la flamante República. Su estancia en España también le permitió estrechar relaciones con los más notables escritores españoles del momento, como el ya mencionado Juan Larrea, los Machado, Miguel de Unamuno, Federico García Lorca, Rafael Alberti17, Luis Cernuda, Gerardo Diego, José Bergamín y otros más. Fueron sin duda, los días más felices de Vallejo. De acuerdo a sus convicciones, Vallejo se inscribió en el Partido Comunista Español y enseñó las primeras nociones del marxismo a estudiantes obreros simpatizantes. Para remediar la precariedad material que le apremiaba, trabajó como traductor para la Cenit Editores. A 17
El poeta Rafael Alberti, quien tuvo una longeva vida, nunca olvidaría al “triste y hondo cholo peruano” quien, un día del año de 1931, estuvo en su casa, a donde le había invitado para ser testigo de un evento único: la lectura que el mismísimo Miguel de Unamuno haría de una de sus obras teatrales, titulada “El hermano Juan” (según relató en su libro “Imagen primera de…” Capítulo referido a Unamuno).
instancias también de los editores, escribió una “novela proletaria” titulada "El Tungsteno", emergida de su experiencia juvenil en la Hacienda “Roma” de Chicama, y que se publicó en 1931; al año siguiente fue traducida al ruso. En julio de ese mismo año salió a la luz otro de sus escritos, de tipo ensayístico: “Rusia en 1931. Reflexiones al pie del Kremlin”, que se convirtió en un éxito editorial al tener tres ediciones en un lapso de cuatro meses. Sobre pedido escribió también "Paco Yunque", su más logrado cuento, que sin embargo, fue rechazado por los editores españoles por ser "demasiado triste". Por ironías del destino, dicho cuento se convirtió, tras ser publicado finalmente en 1951, en el más leído de las escuelas del Perú. En el campo periodístico, suspendida sus colaboraciones con los diarios y revistas del Perú, colaboró con La Voz de Madrid.
Vallejo en Moscú.
En ese mismo año de 1931, por tercera y última vez se dirigió a Rusia, para concurrir al Congreso Internacional de Escritores solidarios con el régimen soviético (octubre). No le acompañó esta vez Georgette, tanto por no haber sido invitada como por motivos de salud. Visitó varias ciudades rusas y llegó hasta los Urales. Una vez acabado el Congreso, retornó a España. Allí, las carencias económicas empezaron nuevamente a acicatearle, ya que pese al evidente éxito de su obra “Rusia en 1931”, los editores rechazaron otro escrito suyo que seguía la misma línea del anterior: “Rusia ante el segundo plan quinquenal”, por ser de carácter marxista y revolucionario. Sistemáticamente otras obras suyas fueron igualmente rechazadas, entre ellas dos piezas teatrales “Moscú contra Moscú” –que ahora conocemos bajo el título de “Entre las dos orillas corre el río”-, y “Lock-out”, debido a que su estilo y lenguaje no parecían ajustarse a las exigencias del gran
público. Todo ello pese al apoyo que el gran Federico García Lorca le prestó recomendándole ante los editores18. También le negaron la publicación de su libro de ensayos sobre estética titulado “El arte y la revolución”. Vallejo prefirió entonces retornar a París tras ser levantada la anterior prohibición de ingreso y luego de haber conseguido permiso para radicar en dicho país (11 de febrero de 1932). Sin embargo, en ese año de 1932 su situación económica empeoró. Tras retornar a París, Georgette vendió su departamento que recibiera como herencia materna, y ambos desde entonces vivieron en hoteles. Para colmo, ese mismo año Georgette se agravó y tuvo que ser llevada al hospital. Según cuenta Larrea, dicho mal era consecuencia de los continuos abortos provocados, llegando al extremo de llevar un feto muerto dentro de su vientre durante tres meses. No obstante, la pareja pudo capear el temporal, por el momento. En 1933 Vallejo se encontraba afanado en nuevos proyectos de libros. Escribió entonces una serie de siete artículos sobre la situación políticosocial del Perú, titulada “¿Qué sucede en el Perú?” y publicada en el semanario “Germinal” de París. Continuó participando en actividades políticas, pese al riesgo de ser expulsado nuevamente de Francia. En 1934 mejoró su situación económica. Contrajo matrimonio con Georgette, por lo civil y casi en secreto, el 11 de Octubre de 1934. Fueron testigos Ismael González de la Serna -pintor granadino amigo de Federico García Lorca- y su mujer, Susanne Putois. Esta nueva estada en París se caracterizó por continuas mudanzas de uno a otro hotel. La pareja vivía por entonces en el Nº 41 de Boulevard Garibaldi; posteriormente se trasladaron al Hotel du Maine. También frecuentó Vallejo por esos años los cafés Le Dôme, La Coupole, La Rotonde, y el restaurant François Villón. Entre sus amigos más íntimos se contaban Gonzalo Rose, Helba Huara, Elsa Henríquez, Manuel Jesús Chávez Lazo, Emile Savatry. Su espíritu atormentado y febril no hallaba ya sosiego; desbordábase en pasión vital y artística. Por este tiempo termina de escribir otra de sus obras teatrales: "Colacho hermanos o presidentes de América'', una sátira contra los gobiernos latinoamericanos sumisos al imperialismo yanqui, 18
No tan conocida por el gran público es la gran amistad que profesaron ambos geniales poetas: el granadino, el más grande poeta español del siglo XX, y el cholo de Santiago de Chuco, considerado ahora poeta universal. Cuando en 1936, a poco de estallar la guerra civil, Lorca fuese salvajemente asesinado por una turba de facciosos (y fascistas), este hecho abrumaría profundamente a Vallejo y lo comprometería aún más a solidarizarse con la causa que él, con todo derecho, consideraba justa.
pero que ningún editor se animó a publicar. También le rechazaron otro libro de ensayos que quiso dar a la prensa, titulado "Contra el secreto profesional". Ambas obras serían publicadas muchos años después de su muerte. Entre 1935 y 1936 escribió una serie de cuentos, titulados El niño del carrizo, Viaje alrededor del porvenir, Los dos soras y El Vencedor, bosquejos narrativos que igualmente serían publicados póstumamente. También trabajó por entonces en proyectos para hacer guiones de cine, uno de ellos adaptado de Colacho hermanos y otro titulado Charlot contra Chaplin. Del mismo modo seguía arrumando en su gaveta una serie de poemas que luego de su muerte serían agrupados con el título genérico de “Poemas humanos”, que empezara a escribir desde 1931. "A qué escribir poemas", cuenta Georgette que exclamaba un día Vallejo, "¿para qué y para quién? ¿Para el cajón?"... Sin embargo, a principios de 1935 se decidió proponer una selección de sus versos a un editor de Madrid. El estallido de la guerra civil en España motivó que el proyecto quedara, por lo pronto, suspendido. En 1936 se le puede encontrar en París, mudándose definitivamente al Hotel du Maine y dando lecciones de lengua y literatura española. Colaboraba en las revistas Beaux-Arts y L’Amérique Latine de París. Al estallar la guerra civil en España (Julio de 1936) y vista la magnitud del acontecimiento, Vallejo depuso toda discrepancia que podía tener con la República española, y se entregó de lleno a colaborar en la creación del "Comité Iberoamericano para la Defensa de la República de España" y de su vocero, el boletín “Nueva España”, así como en mítines, reuniones y colectas de fondos a favor de la causa republicana. Escribió una serie de artículos en los que denunció lo inicuo de la política de “nointervención” de parte de las potencias occidentales, solo provechosa para el fascismo internacional, que en contraparte, apoyó decisivamente a sus pares españoles: la falange fascista y el ejército, levantados contra la República española. Su ya prolongada estancia en París solo la truncó dos veces: la primera en diciembre de 1936, cuando partió a Barcelona y Madrid, inquieto por el desarrollo de los acontecimientos; y en julio del año siguiente, para asistir al “Congreso Internacional de Escritores Antifascistas”, sucesivamente reunido en Barcelona, Valencia y Madrid, en demostración de solidaridad con el gobierno republicano (2 al 12 de julio de 1937). Vallejo, en esa oportunidad, representó al Perú, al lado de escritores de la talla de Pablo Neruda, André Malraux y Octavio Paz.
El 12 de julio de 1937 Vallejo retornó a Francia. Fue elegido secretario de la sección peruana de la Asociación Internacional de Escritores. Se retiró del “Comité Iberoamericano para la Defensa de la República” cuando el boletín “Nueva España” pasó a ser controlado por Pablo Neruda, cuyas actividades siempre parecieron a Vallejo interesadas y demagógicas. Fue en esos días de fragor y sangría que se desgarró su estro para dar origen a ese gran poemario que es "España, aparta de mí este cáliz", que sería publicado después de su muerte, en 1939. Vallejo presentía la caída de España y la de él mismo también. Y este último presentimiento se patentizó nítidamente en la profecía de estos versos, incluidos en su también póstumo poemario titulado “Poemas humanos”: "Me moriré en París con aguacero, un día del cual tengo ya el recuerdo. Me moriré en París - y no me corro tal vez un jueves, como es hoy, de otoño. Jueves será, porque hoy, jueves, que proso estos versos, los húmeros me he puesto a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto con todo mi camino a verme solo”. (Piedra negra sobre una piedra blanca19).
En los últimos meses de ese año de 1937 escribió también el drama de tema incaico "La piedra cansada". A principios de 1938 se encontraba dedicado a una campaña en pro del restablecimiento de las garantías democráticas en el Perú. En marzo de dicho año, cayó postrado en cama… de cansancio, a decir de él mismo. Algunos amigos, médicos compatriotas suyos, le visitaron recetándole una que otra pastilla sin tratarlo debidamente. El mal, desconocido20, no cesó sin embargo. Alertado por el Dr. Raúl Porras Barrenechea, por entonces delegado peruano ante la Sociedad de Naciones, la legación peruana en Paris apresuró el traslado de Vallejo a un centro hospitalario. Fue internado el día 24 de marzo de 1938 en la Clínica Quirúrgica de Villa Arago. El 7 y 8 de abril su enfermedad hizo crisis. Después de muchos días de resignación de parte suya, de perplejidad de parte de los médicos y de angustia de parte de sus amigos, dejó de existir en la mañana de Viernes Santo del 15 de Abril de 1938, a las 9.20 a.m. (según la partida de defunción que consta en la oficina de registros públicos) o a las 9.30 a.m. (según los registros de la clínica). 19
El título de esta composición, tantas veces recitada, deriva de una tradición de los habitantes de Santiago de Chuco: el colocar una piedra negra sobre una piedra blanca para señalar los entierros. 20 Según Georgette, se supo después que aquel extraño mal fue un viejo paludismo reaparecido después de 20 o 25 años, a consecuencia de su estado general debilitado.
"César Vallejo ha muerto, le pegaban todos sin que él les haga nada; le daban duro con un palo y duro, también con una soga; son testigos los días jueves y los huesos húmeros, la soledad, la lluvia, los caminos..." (Idem).
Aunque no fue un jueves como el poeta hubiera deseado, ni tampoco un “París con aguacero”, sino de una leve llovizna primaveral. Sus restos fueron inhumados el día 19 en el cementerio de Mont-Rouge. Los discursos necrológicos estuvieron a cargo de Louis Aragon, poeta francés; de Gonzalo More, peruano; y de Antonio Ruiz Villaplana, español. Aragon juró difundir la obra de Vallejo. Sin embargo, sería su viuda Georgette quien realizaría tal labor de manera intensa y abnegada, muchas veces incomprendida. Georgette le sobrevivió 45 años, un lapso casi equivalente a los años de vida del “cholo universal”. Sistemáticamente se negó trasladar los restos del poeta al Perú. El 3 de abril de 1970 los hizo trasladar al cementerio de Montparnasse, escribiendo en su epitafio: “He nevado tanto, para que duermas”. Allí reposan aún: división 12, 4 norte, 7 este.
Vallejo en su lecho de muerte.
Tumba de Vallejo en París.
BIBLIOGRAFÍA *Basadre, Jorge: ''Historia de la República del Perú'', octava edición, tomo 14. * ''César Vallejo. Poemas humanos. España, aparta de mi este cáliz''. Edición, introducción y notas de Francisco Martínez García. Madrid, Ediciones Castalia, 1988. *Cornejo Polar, Antonio: ''Historia de la literatura del Perú republicano''. Incluída en “Historia del Perú, Tomo VIII. Perú Republicano”. Lima, Editorial Mejía Baca, 1980. *Coyné, André: ''Medio siglo con Vallejo''. Lima, Fondo Editorial PUCP, 2000. *''Enciclopedia Ilustrada del Perú.'' Alberto Tauro del Pino. Tercera Edición. Tomo 2. Lima, PEISA, 2001. *Espejo Asturrizaga, Juan: ''César Vallejo. Itinerario del hombre. 1892-1923'', Librería Editorial Juan Mejía Baca, Lima, 1965. *''Grandes Forjadores del Perú''. Lima, Lexus Editores , 2001. *Mariátegui, José Carlos: ''7 ensayos de interpretación de la realidad peruana''. En: “El proceso de la literatura”. Lima, Ediciones Cultura Peruana, 2004. *Monguió, Luis: ''César Vallejo, vida y obra''. Lima, Editora Perú Nuevo, 1952. *''Obra poética de César Vallejo''. Lima, Ediciones PEISA, 2002. Incluida en la Gran Biblioteca Literatura Latinoamericana de ''El Comercio'', Tomo 2, con guía de lectura. *Santonja, Gonzalo: ''César Vallejo, traductor''. Cuadernos hispanoamericanos, ISSN 0011250X, Nº 456-457, 1988 (Ejemplar dedicado a: Homenaje a César Vallejo), pags. 1011-1028.
ESQUEMA DE SU OBRA: POÉTICA, NARRATIVA, DRAMÁTICA Y ENSAYÍSTICA
La creación literaria de Vallejo se clasifica en los siguientes géneros: Poética (lírica y épica), Narrativa (cuentos y novelas), Ensayística (crónicas y ensayos) y Dramática (obras teatrales). Se suma a ello su densa producción periodística (artículos para diarios y revistas). Entre paréntesis se menciona lugar y año de la edición príncipe (primera edición) de cada obra. A) POÉTICA: - "Los Heraldos Negros" (Lima, 1919) - "Trilce" (Lima, 1922) - "Poemas en prosa" (París, 1939) - "Poemas Humanos" (París, 1939) . - "España, aparta de mí este cáliz" (España, 1939) . Los dos primeros poemarios fueron publicados en vida del poeta. Los tres siguientes, de publicación póstuma, merecen una explicación. Según Georgette, los Poemas en prosa fueron escritos entre 1923 y 1929; los Poemas humanos, entre 1931 y 1937; y España, aparta de mi este cáliz,
nació dentro del conjunto anterior, en su último período, pero que el poeta quiso que formara una unidad aparte, como homenaje a los combatientes del bando republicano de la guerra civil. Habría también que aclarar que la división y los títulos de dichos poemas en Poemas en prosa y Poemas humanos, fueron impuestos por Georgette, pues Vallejo no dejó la instrucción de cual sería el título de dicho poemario ni el orden en que se publicarían los poemas, ni menos si formarían bloques diferenciados. El único poemario que dejó orgánicamente realizado fue, como ya queda dicho, España, aparta de mí este cáliz y fue precisamente el primero en publicarse póstumamente, en España, en enero de 1939, en una labor de impresión realizada por los mismos soldados republicanos del Ejército del Este21 en la imprenta de la abadía de Montserrat (Cataluña). Luego, bajo la supervisión de Georgette y Raúl Porras, se publicaron en julio de 1939 (París, des Presses Modernes. Au Palais Royal) los poemas póstumos de Vallejo que bajo el nombre de Poemas humanos englobaba a los Poemas en prosa, los Poemas humanos propiamente dichos, y a España, aparta de mí este cáliz. Años después, se publicó la Obra poética completa (Francisco Moncloa Editores S. A., edición y diagramación por Georgette de Vallejo, bajo el cuidado de Abelardo Oquendo, 1968) que reproducía en facsímil los originales manuscritos; allí quedó demarcada ya de manera explícita la obra poética vallejiana: - Los heraldos negros (publicado en 1919) - Trilce (publicado en 1922), - Poemas en prosa (escritos entre 1923-1929 y publicado en 1939), - Poemas humanos (escritos entre 1931-1937 y publicado en 1939), y - España, aparta de mí este cáliz (escritos en 1937 y publicado en 1939). Posteriores ediciones de las obras completas del vate peruano han respetado tal división (conocida como edición de Moncloa), aunque no han faltado las posiciones divergentes, de parte de quienes consideraban lo 21
Hubo un tiempo en que se creyó desaparecida totalmente la edición príncipe de España, aparta de mi este cáliz, de enero de 1939, hasta que varios ejemplares fueron hallados en la biblioteca del monasterio de Montserrat -Cataluña-, en 1983, luego de un largo período en que se la consideró perdida o destruida por los franquistas. Su edición se hizo al cuidado de Manuel Altolaguirre y su prólogo fue escrito por Juan Larrea. Como editorial rezaba: Ediciones literarias del Comisariado, Ejército del Este.
hecho por Georgette como invención suya. En 1978 Juan Larrea publicó una nueva edición de los poemas póstumos de Vallejo bajo otro orden: los agrupó en Nómina de huesos (1923-1936), Sermón de la barbarie (19361937) y España, aparta de mi este cáliz. Como respuesta a este desorden se publicó en 1988 una nueva edición de las creaciones poéticas de Vallejo, bajo el título de César Vallejo - Obra poética, coordinada por Américo Ferrari y donde se ha preferido agrupar los ya tradicionalmente poemarios conocidos como Poemas en prosa y Poemas humanos bajo el título de “Poemas póstumos I”. Bajo el rótulo de “Poemas póstumos II” figura España, aparta de mi este cáliz. No obstante, la distribución impuesta por la edición de la Moncloa ha seguido siendo la más mencionada, sin duda por la costumbre. VERSIÓN ON LINE: Se puede descargar la obra poética de Vallejo en un solo volumen (basada en la edición de Moncloa) desde este link: César Vallejo. Obra poética completa.
O visualizar una versión online aquí: Vallejo. Poesía completa.
B) NARRATIVA: NOVELAS Y CUENTOS: - "Escalas"22 (colección de relatos y cuentos; Lima, 1923). Se divide en dos secciones perfectamente equilibradas, tituladas Cuneiformes y Coro de vientos, con seis composiciones cada una. La primera sección agrupa estampas lírico-narrativas cercanas al lenguaje poético empleado en "Trilce"; la segunda consta de relatos que se acercan más al género del cuento propiamente dicho, al que se puede calificar de psicopatológico, con fuerza muy dramática; de entre ellos hay que destacar el titulado Cera, que para muchos críticos es el más logrado cuento de Vallejo, y “Más allá de la vida y la muerte”23, relato éste que se podría calificar de “fantástico”. Algunos de ellos ya se pueden definir como vanguardistas. Las 12 relatos o cuentos son los siguientes: Muro Noroeste, Muro Antártico, Muro Este, Muro dobleancho, Alféizar y Muro occidental (englobados en Cuneiformes); y Más allá de la vida y la muerte, Liberación, Los caynas, El unigénito, Mirtho y Cera (reunidos en Coro de vientos). 22
Ya explicamos en una nota anterior que el título correcto es Escalas y no “Escalas melografiadas” como generalmente se conoce a este libro de relatos. 23 Es el mismo cuento con el que ganó un premio en un concurso literario realizado en Lima, en 1922.
- "Fabla Salvaje" (novela corta o cuento largo de carácter psicológico; Lima, 1923). Fue publicada por Pedro Barrantes Castro en su serie “La novela peruana” publicación quincenal ilustrada (Lima, 16 de mayo de 1923). El argumento se centra en la locura de un campesino de los Andes, Balta Espinar. Luego de observarse en un espejo que se hace trizas ante su reflejo, Balta es presa de una angustia espantosa. De un momento a otro se siente observado por un ser fantasmal y termina por creer que se trata del amante de su esposa Adelaida, quien se halla embarazada. Presa de celos, insulta y maltrata a su mujer de la manera más innoble. Abandona luego su cabaña, se sube a un risco y contempla el paisaje que parece tranquilizarle por un momento, cuando de pronto siente nuevamente la presencia del ser misterioso que le roza la espalda; voltea ansioso para descubrirlo, pero pierde el equilibrio y cae al abismo. Ese mismo día su esposa da a luz, ignorante del espantoso fin de su esposo. Este relato es cercano al género conocido como “fantástico” y nos recuerda mucho la atmósfera y personajes de los cuentos de Edgar Allan Poe. - "Hacia el reino de los Sciris" (Novela corta de tema incaico, escrita entre 1924 y 1928, y publicada en 1944). La revista limeña Nuestro Tiempo la publicó en tres entregas, en números correspondientes a enero, marzo y mayo de 1944. Aunque se ha descubierto que en 1931 el autor publicó pasajes o avances de dicha novela en La Voz de Madrid. Mas que novela, es un proyecto de novela, que el autor planeaba ampliar. Está ambientada en el reinado de Túpac Yupanqui, quien junto a su hijo, el príncipe Huayna Cápac, aparece en escena ampliando las fronteras del imperio incaico y consolidando su grandeza. El título alude al reino legendario de los sciris, situado en el actual Ecuador. Preocupado por el alto costo de las campañas militares el Inca decide suspenderlas y dedicarse a las labores de paz. Pero ocurren una serie de desgracias que son interpretadas por los sacerdotes como la ira de los dioses ante la desobediencia del mandato primigenio dado al primer inca, de conquistar y civilizar a los pueblos. Túpac Yupanqui reanuda entonces las conquistas y envía a su hijo Huayna Cápac con un poderoso ejército a la conquista del reino de Quito. Esta novela se inspira en varios pasajes de los Comentarios Reales de los Incas, aunque su intención no se centra en lo simplemente folklórico sino que contiene un mensaje político-social, al igual que otros escritos del autor de fines de los años 20 y comienzos de los 30. - "El Tungsteno" (novela social o “proletaria”; Madrid, 1931). Esta novela, la única que publicó en vida el autor, relata de manera cruda la explotación y los abusos cometidos por la clase dominante contra los indios y peones en una mina de los Andes. Ello como consecuencia de la
penetración del imperialismo yanqui, ante el cual la clase dominante nacional demuestra servilismo. El relato tuvo gran acogida pues apareció en plena depresión económica mundial y en medio del auge de las ideologías antiimperialistas, como el comunismo, entre la clase proletaria. Es a la vez un ejemplo temprano de novela indigenista que poco después popularizaran Ciro Alegría y José María Arguedas; éste último ha reconocido la marcada influencia que tuvo el Tungsteno en su narrativa. El relato, corto al ser comparada con otros de su género, ha gozado también de popularidad entre los escolares peruanos, sin duda por ser de esas novelas que se leen de un tirón (más adelante, leer un análisis más amplio en el artículo “Dos narraciones de Vallejo”). - "Paco Yunque" (cuento realista, escrito en 1931 y publicado en 1951). Se cuenta que la editorial española para la cual trabajaba Vallejo le pidió un día un cuento infantil y así nació este relato con una fuerte carga de denuncia social. Los editores lo rechazaron por ser un relato “muy triste”. Actualmente, no existe peruano que en sus años de escolar no haya leído el cuento, reproducido en toda antología y texto escolar publicado en el país (por ello mismo no nos extenderemos en él). Es una pequeña obra maestra, pese a su sencillez estilística y al esquematismo de su trama. - Otros cuentos: El niño del carrizo, Viaje alrededor del porvenir, Los dos soras y El Vencedor, escritos entre 1935 y 1936, y publicadas conjuntamente en 1967, dentro de “Novelas y cuentos completos” (Lima, Francisco Moncloa Editores, edición supervisada por Georgette de Vallejo). Aparentemente son solo bosquejos narrativos, que el autor no pudo darles su forma definitiva por su prematura muerte en 1938. No obstante, merecen algunos breves comentarios, para satisfacer la curiosidad: EL NIÑO DEL CARRIZO.- Muestra momentos de la vida de un niño, observado por otro durante un viaje que realizan para conseguir carrizo especial, material necesario para las andas de una procesión religiosa que se iba a realizar en el pueblo donde viven. Llevan consigo a una jauría formada por cinco perros. Los hechos observados son mínimos, pero el narrador los resalta: como cuando el niño, de nombre Miguel, toma agua de una fuente “arqueado a cuatro pies”, imitando a los perros. Su estructura se asemeja a una estampa. No hay desenlace. VIAJE ALREDEDOR DEL PORVENIR.- El protagonista, Arturo, es administrador de una hacienda y está casado con Eva. Arturo se había casado por conveniencia, pues Eva era parienta del hacendado, don Julio, y gracias a esta unión fue ascendido de simple mayordomo a administrador general, con un sueldo más elevado. Tienen una hija, pero el hacendado don Julio, arrogante y hostigador, quiere un varón; ofrece incluso diez mil soles de premio si la pareja logra hacer un “hijo macho”. Cabe resaltar la figura singular del hacendado, de ascendencia italiana, despótico y frío, que hablaba con dejo chino, pues había crecido al lado de los peones
coolíes, que eran explotados bárbaramente en las plantaciones de caña. Pero la interrogante salta por si sola ¿cómo lograr un hijo varón por voluntad? La pareja se desgañita: ¿cuestión de alimentarse bien o de técnica amatoria? ¿o solo de simple suerte? Una madrugada, Arturo se levanta bruscamente del lecho y medita en lo absurdo de todo ello. Sin embargo regresa a acostarse con su esposa y una vez más “intenta” con ímpetu hacer un hijo varón. Siete meses después nacerá una mujercita. LOS DOS SORAS.- Juncio y Analquer son dos jóvenes soras (indígenas) que llegan a la aldea de Piquillacta, y recorren sus calles, contemplando asombrados las casas y la gente, todo lo cual es nuevo para ellos pues hasta entonces no habían salido de su tribu, circunscrita en una región muy alejada de la modernidad. Analquer es el más equilibrado y Juncio el más atolondrado. Los pobladores sienten rechazo por ellos y los llaman “salvajes”, entre otros calificativos despectivos. Los niños, en cambio, les siguen con curiosidad. Los jóvenes soras ingresan a la Iglesia del pueblo, donde se celebraba una ceremonia religiosa; los niños les siguen. Juncio se ríe a carcajadas mientras que Analquer se limita a contemplar pasmado el ceremonial. La risa de Juncio contagia a los niños. Los feligreses se llenan de ira por lo que consideran un sacrilegio, y a la salida de la Iglesia se forma un tumulto. Llegan los gendarmes y se llevan preso a los dos soras. EL VENCEDOR.- Este relato recrea la pelea entre dos escolares, uno de condición humilde, llamado Juncos y otro de “buena familia”, llamado Cancio. El hecho ocurre en las afueras de un pueblo, después de clases. La narración es en primera persona, de parte de uno de los alumnos, quien va siempre acompañado de otro, llamado Leonidas. El narrador se circunscribe a describir los gestos y acciones de ambos contrincantes; siente algo de simpatía por Cancio, a quien conoce más que a Juncos. Este parece llevar las de perder, pero reacciona y somete a su rival, a quien deja muy maltrecho. Juncos es el vencedor, pero mientras todo el grupo de alumnos retorna a la aldea, él se aparta a un costado del camino y se sienta con la cabeza gacha. Leonidas se acerca y nota que está llorando.
VERSIÓN ON LINE: Se puede visualizar y bajar una antología amplia de la narrativa de Vallejo (novelas y cuentos) desde este link: César Vallejo. Novelas y cuentos.
De El Tungsteno pueden ver una edición individual, con introducción, argumento y crítica: César Vallejo. El Tungsteno
C) ENSAYÍSTICO: Vallejo publicó un libro de crónicas titulado “Rusia en 1931” (1931) y preparó para las prensas otro similar titulado “Rusia ante el segundo
plan quinquenal” (terminado en 1932 pero que fue editado tiempo después, en 1965). Además, organizó dos libros de prosa ensayística y de reflexión: "Contra el secreto profesional" (escrito, según Georgette, entre 1923 y 1929), y "El Arte y la Revolución" (escrito entre 1929 y 1931), que reúnen diversos artículos, algunos de los cuales fueron publicados en revistas y periódicos en vida del autor. Ninguna editorial en España quiso publicarlas por su carácter marxista y revolucionario. Fueron publicados en 1973 (Lima, Editorial Mosca Azul). VERSIÓN ON LINE: Ver texto de “El Arte y la Revolución” en este enlace: César Vallejo. El arte y la revolución
Y el de “Contra el secreto profesional” desde aquí: César Vallejo.Contra el secreto profesional.
D) DRAMÁTICO: Aparte de haber destruido los originales de una primera obra de teatro que tituló Mampar,24 Vallejo dejó inéditos cuatro dramas que han sido prolijamente editados por Enrique Ballón Aguirre en dos tomos (Lima, Universidad Católica del Perú, 1979). Los cuatro dramas son los siguientes: - Lock-Out (escrita en francés hacia 1930; el propio Vallejo hizo una traducción al castellano que no se conserva) trata de un conflicto obrero en una fábrica metalúrgica. - Entre las dos orillas corre el río (escrita por los años 1930) fue el producto de un largo y difícil proceso. Entre los títulos de versiones anteriores se encuentran Varona Polianova, Moscú contra Moscú, El juego del amor, del odio y de la muerte y varias permutaciones de este último. - Colacho hermanos o Presidentes de América (terminada en 1934). Una sátira que expone la democracia peruana como farsa burguesa bajo presiones diplomáticas y de empresas transnacionales.
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Sin embargo, se conocen unos fragmentos de dicha obra en su versión francesa bajo el título de Les taupes, de la que también se hacen referencias en una carta crítica del productor Louis Jouvet. Fue escrita entre 1929 y 1930 y trataba del conflicto de un esposo con su suegra.
- La piedra cansada (escrita en 1937), obra de tono poético ambientada en la época incaica e influida por el Ollantay y las tragedias griegas. VERSIÓN ON LINE: Pueden encontrar en la red dos de dichas obras teatrales, en versión completa: Colacho Hermanos o Presidentes de América (versión en castellano): César Vallejo. Colacho hermanos
La piedra cansada: César Vallejo. La piedra cansada
E) CRÓNICAS Y ARTÍCULOS PERIODÍSTICOS: Se ha recopilado también la extensa producción periodística vallejiana, desperdigada en diarios del Perú y de Europa. En tal labor se han destacado Enrique Ballón Aguirre (Crónicas, 1984-1985) y Jorge Puccinelli; este último ha editado las siguientes publicaciones: - Vallejo desde Europa, crónicas y artículos (1969, 1987) acuciosa compilación de la obra periodística cumplida por César Vallejo a través de tres lustros (1923-1938); y - Obras completas de César Vallejo. Tomo II; artículos y crónicas del período 1918-1939 (1997). Las llamadas crónicas “Desde Europa” se destacan particularmente por la atenta mirada del poeta del acontecer cultural europeo y la percepción de la profunda crisis que empezaba a socavar el modelo cultural europeo. Lo notable es que no hay tema cultural que no toque con solvencia el poeta: Vallejo habla lo mismo del cine que del arte cubista, del surrealismo que de la vanguardia musical, de los falsos nuevos poetas viciados por la retórica de la novelería, del verdadero nuevo teatro, al igual que de la política, mostrando, como pocos, una gran independencia de criterios propios y sólidos para abordar sin desméritos las conflictivas relaciones entre la estética y la ética. Vallejo veía en la animación y locura de las modas y las formas una especie de movimiento cinematográfico muy del siglo XX.
VERSIÓN ON LINE: Ver y descargar desde el siguiente link una breve antología de las crónicas y artículos periodísticos de Vallejo: Crónicas de poeta por Manuel Ruano (Bib. Ayacucho, Caracas, 1996): César Vallejo. Crónicas de Poeta
La labor de recopilación ha continuado, particularmente de su dispersa creación publicada en diarios y revistas de su período trujillano y limeño de la década de 1910 y principios de los 20.
PUBLICACIONES De su poética, sin duda su género cumbre, y de su obra narrativa, de menos valor comparativamente, aunque no por ello menos importante, se han hecho sucesivas ediciones. Así tenemos: "Trilce" (Madrid, 1930), "España, aparta de mi este cáliz". 15 poemas. Profecía de América (México, 1940, prologado por Juan Larrea y donde figura el célebre retrato de Vallejo dibujado por Picasso), "Antología de César Vallejo" (Selección y prólogo de Xavier Abril, Edit. Claridad, Buenos Aires, 1942) , "Novela: Tungsteno. Fabla salvaje. Escalas melografiadas" ("Hora del Hombre", Lima, 1948), "Poesías Completas" 1918-1938 (Prólogo de César Miró, Editorial Losada, Buenos Aires, 1949), "El Romanticismo en la Poesía Castellana"25 (Lima, 1954), "Tungsteno" (Mejía Baca, 1955), "Antología de Vallejo" (México, 1955). Toda su obra narrativa fue recopilada en una edición supervisada por Georgette de Vallejo en “Novelas y cuentos completos” (Lima, Francisco Moncloa Editores, 1967). Incluye Escalas, Fabla Salvaje, El Tungsteno, Paco Yunque, Hacia el reino de los Sciris, El niño del carrizo, Viaje alrededor del porvenir, Los dos soras y El Vencedor. Del mismo modo, todos sus poemarios fueron reunidos en una “Obra poética completa” (Lima, Francisco Moncloa Editores, 1968, prólogo de Américo Ferrari, con apuntes de Georgette de Vallejo, 506 págs.) que reproduce en facsímil los originales manuscritos. Otras ediciones de su obra poética: - Obra poética completa (Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1979); - César Vallejo. Obra poética. (Madrid, Edición crítica de Américo Ferrari, coordinador. Archivos Nº 4, 1988). - Poesía completa César Vallejo (1988, Editorial Arte y Literatura – Casa de la Américas-. Introducción y notas de Raúl Hernández N.). - Poesía completa (Lima, Banco de Crédito del Perú, colección “Clásicos del Perú”, edición de Ricardo González Vigil, 1991).
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Es la tesis universitaria con la que se graduó de Bachiller en Letras en 1915 en la Universidad de Trujillo.
- Poesía completa, (Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú. 4 vols. Edición de Ricardo Silva-Santisteban, 1997). Ya mencionamos que su obra ensayística, representada por dos libros titulados "Contra el secreto profesional", y "El Arte y la Revolución", fueron publicados en 1973 (Lima, Ed. Mosca Azul). Asimismo, su obra dramática fue reunida en dos volúmenes, con prólogo, traducción y notas de Enrique Ballón Aguirre (Lima, Universidad Católica del Perú, 1979). También ya mencionamos que sus crónicas y artículos periodísticos han merecido la atención de los compiladores, destacando las publicaciones de Jorge Puccinelli (“Desde Europa”, 1969, 1987; “Artículos y crónicas”, 1997). Aparte de ello, es enorme la bibliografía de estudios y comentarios en torno a la obra de Vallejo. Peruanos y extranjeros figuran en esta tarea de análisis y divulgación. Entre los primeros, tenemos: a Mariátegui, Basadre, Porras Barrenechea, L. A. Sánchez, Estuardo Núñez, Spelucín, Xavier Abril, Ciro Alegría, Cueto Fernandini, Azálgara Ballón, Alfonso Mendoza, Samaniego, Eielson, Salazar Bondy, Bacacorzo, Elsa Villanueva, J. L. Romaña, Antenor Orrego, César Miró, Tamayo Vargas, Jorge Puccinelli, Gustavo Valcárcel y Tauro del Pino. Entre los extranjeros también hay numerosos, pero basta citar a los siguientes: Juan Larrea, José Bergamín, Concha Meléndez, André Coyné, José María Valverde, Fernández Spencer, Andrés Iduarte y Luis Monguió.
CESAR VALLEJO Y SU OBRA LITERARIA por Antonio Cornejo Polar. César Vallejo (1892-1938) impone al proceso de la poesía peruana una ruptura tan radical —o más— que la que produjo Eguren. Con él comparte una misma y dolorosa experiencia de la realidad como categoría negadora de los valores humanos, pero, al revés de lo que intentó el autor de Simbólicas, Vallejo decide hundirse en esa realidad, asumiéndola como único horizonte legítimo de la existencia humana. A la nostalgia del espíritu solitario que se refleja a sí mismo en la perfección del acto poético y a la sustitución imaginaria de la hiriente objetividad, Vallejo prefiere la trágica confrontación con los límites e imperfecciones del mundo concreto, la impregnación de su destino personal con el dolor de todos y la inmersión de su poesía en el flujo de una cotidianeidad que se esencializa al ser vivida a fondo, incondicionalmente. De aquí emana la energía que le permite imaginar finalmente un mundo distinto y mejor, pero tan real como el presente, y la fuerza para intentar la realización histórica de esa imagen desiderativa. Dialécticamente Vallejo se abre hacia una positividad madura que, sin escamotear el cimiento trágico de la existencia, dignifica la aventura terrena del hombre y humaniza la realidad concreta del mundo. Le confiere ("para que todo el mundo sea un hombre") un sentido. Vallejo nació y vivió su infancia y adolescencia en un pequeñísimo pueblo andino, Santiago de Chuco, y nunca dejó de evocar las experiencias fundadoras de este tiempo primero: el hogar ceñido a viejas tradiciones bajo el amparo bienhechor de la madre; el ascetismo de la vida campesina y la omnipresencia de contenidos y signos religiosos; el paisaje como inicial y espontánea experiencia estética y al mismo tiempo como espacio de trabajo y producción material; la miseria y la injusticia de la sociedad campesina y los recursos míticos con que explica sus carencias y las refiere a designios sobrenaturales; y, sobre todo, en un nivel más profundo, el doble ritmo socio-cultural de un pueblo mestizo pero aún desintegrado. Refiriéndose especialmente a Los heraldos negros, Mariátegui privilegió, como nota fundamental del arte vallejiano, su sentimiento indígena (Mariátegui: 1928). Pero, por encima de la pluralidad de factores que impactaron en la conciencia inicial de Vallejo, parece ser el desconcierto, una aguda sensación de confusión y debilidad frente a las dolorosas incógnitas de la existencia, la huella que más, profundamente marcó el periodo formativo del poeta. Es sintomático que el estribillo del poema inicial de su primer libro: "Yo no sé!", exprese precisamente ese desconcierto ante la vida,, ente el dolor y el absurdo que parecen dominarla.
En cierto sentido las experiencias posteriores, primero en Trujillo (1910-1917) como estudiante y miembro del grupo formado alrededor de Antenor Orrego, más tarde en Lima (1918-1923, con un breve retorno a Trujillo y Santiago de Chuco) intensamente dedicado a la literatura y con eventuales trabajos en la docencia y el periodismo, e inclusive durante su estada en Europa (a partir de 1923), pueden entenderse como tentativas de resolver mediante aproximaciones distintas que a veces sin embargo se acumulan, las incógnitas que hirieron desde muy. temprano su sensibilidad. Durante los años limeños y los primeros de Europa Vallejo ahonda el examen de la condición humana, centrándolo en su propia vivencia, marcada a fuego por dos acontecimientos infaustos: la muerte de su madre (1918) y su encarcelamiento en relación a una asonada en su pueblo natal (cuatro meses, entre 1920 y 1921), sin obtener otra conclusión que no sea un estoico fatalismo y consiguientemente una profundización en el sentido trágico de la existencia, apenas aliviado por un creciente y cálido sentimiento de fraterna solidaridad con sus semejantes. Más tarde, conforme va asumiendo el marxismo y comprometiéndose en la militancia partidaria, en relación con los Partidos Comunistas de Francia y España y el Partido Socialista del Perú, fundado por Mariátegui, Vallejo comienza a encontrar respuestas a sus preguntas iniciales y deriva su obsesionada introspección hacia el auscultamiento de las condiciones sociales de la existencia y hacia el sentido que portan los sucesos históricos de su tiempo, en todo lo cual es evidente la acción de sus experiencias adquiridas en los viajes a Rusia (1928, 1929, 1931) y sobre todo el impacto de las luchas políticas en España y la tragedia de su Guerra Civil. Su poesía expresa, en sus rasgos básicos, este mismo itinerario: "la circunstancia histórico-social que contempla el poeta durante sus años en el viejo continente, lo lleva a postular una explicación que ya no es individual ni idealista, sino interpersonal y objetiva […] el hombre "golpeado" o "encarcelado" de los primeros libros, en Poemas humanos aparecerá como el trabajador expoliado [...]. Pero este mismo hombre, al descubrir su situación y reconocerse en los otros, en sus semejantes, adviene en su miseria a la capacidad de re-humanizar la vida y convertirse en constructor de un nuevo régimen social. En esta forma, el mal llamado pesimismo de Vallejo se colora de una fuerza que concierta con el enfoque de la lucha clasista y la dialéctica de la historia humana. Lo que está en debate y se cuestiona ya no es un designio personal, ni el fracaso de Dios o la trampa del lenguaje; es la crisis de un sistema […] y descoyuntamiento de un juego de valores enmascarador" (Escobar: 1973, 328-329). Subyace también en este tenso proceso vital las precarias condiciones de existencia material que tuvo que soportar Vallejo, con frecuencia hundido en la miseria, durante
casi toda su vida (Coyné: 1957, 1968; Monguió: 1960; Espejo: 1965; G. de Vallejo: 1959, 1968). En vida Vallejo publicó sólo dos libros de poesía: Los heraldos negros (1918) y Trilce (1922); después de su muerte aparecieron España, aparta de mí este cáliz (1939) y Poemas humanos (1939) que contenía España..., Poemas en prosa y Poemas humanos, todo lo que ha sido recogido en Obra poética completa (1968). En narrativa Vallejo editó Escalas melografiadas (1923), Fabla salvaje (1923) y El tungsteno (1931). Este material, más otros textos que no se habían publicado en libro e inéditos, fue recopilado en Novelas y cuentos completos (1967). La prosa ensayística y de reflexión está representada por Rusia en 1931 (1931) y los libros póstumos Rusia ante el segundo plan quinquenal (1965), El arte y la revolución (1973) y Contra el secreto profesional (1973). Queda todavía algún material inédito, del que se tiene referencia generales o se conoce sólo fragmentariamente, falta recopilar convenientemente su vasta producción periodística y algunos textos, especialmente poemas tempranos que no han sido recogidos en libro. Falta sobre todo una edición crítica de su obra. Evidentemente el más alto valor de la obra vallejiana reside en su poesía, lo que no resta méritos a su prosa de ficción y de reflexión que a veces tiene consistentes vínculos con algunos poemas (Monguió: 1960; Espejo: 1965; Ballón: 1974) y que siempre actualiza sistemas de significación que, al margen de su valor intrínseco, contribuyen a esclarecer y contextualizar el discurso poético del autor. En el origen de éste se descubre la marca modernista, pero, casi al mismo tiempo, se descubre también una voluntad de deslinde y superación. Tal vez la muestra más notoria de este movimiento sea la, corrección hecha por Vallejo, para su publicación en Los heraldos negros, de sus poemas más tempranos. Basta recordar que los versos 11-12 de "Los heraldos negros": "esos golpes sangrientos son las crepitaciones/ de algún pan que en la puerta del horno se nos quema", sustituyen a estos otros de la primera versión: "son esos rudos golpes las explosiones súbitas/ de alguna almohada de oro que funde un sol maligno". En la poesía de Vallejo se produce entonces una rápida y certera superación del modernismo, en especial del modernismo peruano, en sus manifestaciones chocanescas, y casi paralelamente, con igual prontitud y' eficiencia, una asimilación crítica de las novedades de la vanguardia. De aquí que Trilce, publicado pocos años después de Los heraldos negros, evidencia que. Vallejo, ha alcanzado una espléndida originalidad. Ciertamente es posible encontrar en Trilce ecos de diversa procedencia, desde los clásicos españoles hasta los simbolistas y los vanguardistas contemporáneos (Abril: 1958, 1962), pero todo esto no es
más que un lejano trasfondo: lo que de verdad interesa en Trilce es la escueta renovación del acto poético esencial, el reencuentro del hombre con el lenguaje, y la realización de este hecho, simple y asombroso al mismo tiempo, en la más estricta contemporaneidad. Trilce es una experiencia límite. Supone un atroz y lucidísimo buceo en las simas de una conciencia desgarrada frente al hiriente misterio de la existencia y supone también una correlativa hazaña verbal: la de reinventar un lenguaje que pueda plegarse al movimiento de esa conciencia y trasponerla a la objetividad implícita en todo. sistema de signos (Coyné: 1958, 1968; Yurkievich: 1958; Meo Z.: 1960; Paoli: 1964; Neale-Silva: 1978). Para Vallejo la creación de Trilce significó la experiencia de la libertad, ("Me doy en la forma más libre que puedo y ésta es mi mayor cosecha artística. ¡Dios sabe hasta dónde es cierta y verdadera mi libertad! ¡Dios sabe cuánto he sufrido para que el ritmo no traspasara esa libertad y cayera en libertinaje!") y del horror ante la inevitable y múltiple tragedia humana ("¡Dios sabe hasta qué bordes espeluznantes me he asomado, colmado de miedo, temeroso de que todo se vaya a morir a fondo para mi pobre ánima viva!"). Aunque en Trilce ciertamente están presentes, los grandes temas poéticos: el destino, Dios, la muerte, el amor, etc., lo que mejor define la índole profunda de este libro es la persistente liquidación de sus, resonancias metafísicas y el tenaz esfuerzo por aprehenderlos en sus concreciones cotidianas. Las aperturas semánticas no se producen entonces por la vía de la abstracción, sino, al revés, por la profundización de las experiencias concretas. Así se despoja al discurso poético de todo prestigioso revestimiento filosófico y se le desnuda de toda retórica sublimizante. La revelación del sentido de la existencia es en Trilce un hecho simple y compacto, una tensa emoción con capacidad de conocimiento y un lenguaje sometido a requerimientos torturantes, a veces excesivos. El problema de Trilce —del que Vallejo tuvo conciencia plena más tarde— es su casi excluyente dimensión individual. En el plano del lenguaje esto se advierte cuando la apelación poética revierte sobre el sujeto de la enunciación y clausura la opción comunicativa, cuando parece consumirse en el nivel de la expresión y desiste del diálogo posible con el lector. En el hermetismo extremo de algunos poemas subyace el silencio, la muerte de la poesía. También en esto una experiencia límite, el lenguaje de Trilce se fuerza hasta el agotamiento y en algunos casos, agónicamente, se destroza a sí mismo, aunque en otras oportunidades, llevado por la misma fuerza, alcance una insólita y admirable plenitud. No es casual que Vallejo demorara varios años para intentar la edición de un nuevo libro de poesía —que, finalmente, sólo aparecerá después de su muerte. Resolver las
abrumadoras tensiones trilceanas suponía recomponer el mundo interior y restaurar la socialidad del lenguaje y hacer lo uno y lo otro a partir de las inalienables conquistas obtenidas en Trilce. Entre 1923 y 1924 Vallejo habría escrito la mayor parte de sus Poemas en prosa, corregidos y aumentados en 1929 (G. de Vallejo: 1968) y tal vez también más tarde, pero sólo se publicaron póstumamente, englobados dentro de Poemas humanos. En cierto sentido los Poemas en prosa son todavía dependientes del sistema de Trilce, pero, por otra parte, suponen algo así como una incursión exploratoria en lo que serán los Poemas humanos. Son, dentro de la relatividad que tiene este término tratándose de gran poesía, textos de transición. En ellos el empleo de la prosa parece obedecer a la necesidad de airear el lenguaje, de ofrecerle un espacio más amplio para su despliegue, casi como una compensación frente al rigor impuesto por el ascetismo del libro anterior. Por esto a los luminosos y terribles impactos de Trilce sigue una manera más bien envolvente, en más de una ocasión aliterativa, que sin disminuir la temperatura poética la expande en densas capas sobre puestas. La espléndida culminación de la poesía vallejiana está en Poemas humanos, que escribe a partir de 1931 pero sobre todo en 1936 y 1937. Precisamente en 1931 Vallejo realiza un agudo análisis de la "decadencia de la literatura burguesa", resultado de "las contradicciones congénitas, crecientes y mortales en que se debate la economía capitalista", y observa que la clave de este proceso de deterioro está en "el agotamiento de contenido social de las palabras". En otros términos: "el verbo está vacío. Sufre de una aguda e incurable consunción social. Nadie dice a nadie nada. La relación articulada del hombre con los hombres se halla interrumpida. El vocablo del individuo para la colectividad se ha quedado trunco y aplastado en la boca individual". Con esta reflexión Vallejo sistematiza y perfecciona aproximaciones anteriores en las que cuestionaba el estado de la literatura española e hispanoamericana y las limitaciones de una poesía "nueva" sólo en apariencia, y al mismo tiempo propone una suerte de arte poética que él será el primero en ejercitar en su propia creación. Se trata de restaurar (o fundar) el contenido social del lenguaje poético. Naturalmente es una decisión que excede los límites de la literatura y se engloba en una interpretación general del mundo; la marxista, que justamente privilegia las categorías sociales tanto en la existencia individual como en los procesos históricos. En esta perspectiva se inscriben Poemas humanos y España, aparta de mí este cáliz —el segundo libro con la doble evidencia de su lenguaje, estructura y significación, por una parte, y su explícita apelación, por otra. Su inserción en la historia queda graficada, adicionalmente, cuando se sabe que, según se lee en la portada de su primera edición,
"soldados de la República fabricaron el papel, compusieron el texto y movieron las máquinas" con que se editó, por el Ejército del Este, el libro de Vallejo. La lectura de Poemas humanos y de España... demuestra que Vallejo no entendió el reclamo social en términos de facilismo denotativo. Prefirió una alternativa más compleja: la de asumir íntegramente la experiencia de los "hermanos humanos" (la de todos, pero primero la de los desgraciados, los "que ni siquiera tienen cuerpo") hasta "llegar a ser lo que es uno entre millones/ de panes, entre miles de vinos, entre cientos de bocas", pero ya no, como en Trilce, a través de la desesperanzada fraternidad de los sufrientes, sino, mucho más profundamente, mediante la participación en una historia de combates y heroísmo que presagia, por encima del dolor y los fracasos, el advenimiento de una nueva realidad. Ciertamente esta perspectiva se advierte sobre todo en los poemas con alusiones sociales, pero inclusive en los otros, los que parecen contener sólo la vivencia del poeta, se descubre la vigencia de esa asimilación del vivir colectivo. La desbordante emotividad de este encuentro con los otros, en una tarea histórica común, impregna todos los niveles de Poemas humanos y de España, aparta de mí este cáliz (Higgins: 1970; Flores (comp.): 1971; Escobar: 1973; Franco: 1976). Como en Trilce, pero no exactamente desde la misma perspectiva, en los últimos libros de Vallejo se busca la esencialización de lo cotidiano y la universalización de lo particular. De esta manera la renovada evocación de la experiencia peruana o la entrega a la pasión española rompen el enclaustramiento de su especificidad y se expanden, como significado, sobre la totalidad de la existencia individual y colectiva, personal e histórica. En este orden de cosas es significativa la insistencia, también anunciada desde Trilce en la dimensión corporal del hombre y en la practicidad de la vida social. En ambos casos Vallejo apela a las categorías más elementales para definir en ellas el horizonte común, en que inserta su poesía y para reivindicar la trascendencia de los órdenes materiales —el cuerpo, la economía— en que se asienta su visión del mundo. En forma paralela Vallejo profundiza en el lenguaje en busca no de la complejidad del razonamiento sino, más bien, de la emotividad que se impone en la palabra esencial. Expresa e invoca, entonces, ese sustrato primero de la lengua y se vincula con los lectores —en pos de la sociabilidad del lenguaje poético—en la inmediatez de la palabra convertida en emoción. Habría que determinar si en esta aventura del lenguaje creador, simple y perfecto en su condición inaugural, no subyace la energía de una cultura soterrada que se está apropiando —recién— de un idioma que no le pertenece.
Como todo poeta genial, Vallejo trasciende el espacio de su época; sin embargo, para hacerlo, se afinca raigalmente en ella y reproduce sus categorías básicas en el plano de la creación poética. También aquí universaliza lo circunstancial. En este sentido no es posible desligar la poesía vallejiana de la crisis nacional e internacional de, los años 20 y 30, en especial de los agudos conflictos sociales que por entonces dominan el panorama peruano y de las respuestas que suscitan en las clases medias y en el pueblo ya en ese momento tocados por la prédica socialista de Mariátegui. Aunque Vallejo asume esta ideología en Europa, lo hace en consulta con la realidad del Perú y en contacto con sus movimientos políticos. De esta manera en la poesía de Vallejo se descubren los desajustes y quiebras de una sociedad en crisis y la voluntad de enrumbar la historia por un camino nuevo y distinto. Ruptura y construcción, ejes de la dinámica social que le tocó vivir, están presentes en su obra poética. Mientras dure este proceso la poesía de Vallejo será actualísima y vigente, como lo es —también—el pensamiento de Mariátegui. Más tarde, cuando "todo el mundo sea un hombre", la poesía de Vallejo conservará su condición presente: la mantendrá no sólo por su espléndida plenitud poética sino, también, por haber fundado la imagen de la realidad que viene. Antonio Cornejo Polar, “Historia de la Literatura del Perú Republicano”, incluida en el Tomo VIII de la Historia del Perú – Editorial Juan Mejía Baca, Lima, 1980.
INTERPRETACIÓN DE LA POÉTICA VALLEJIANA
- LA BÚSQUEDA DEL LENGUAJE UNIVERSAL La obra poética de Vallejo puede interpretarse, principalmente, como la búsqueda incesante de un lenguaje nuevo y original, que empieza en Los heraldos negros, pasa por los audaces experimentos realizados en Trilce y culmina con Poemas humanos y España, aparta de mí este cáliz, donde el poeta consigue finalmente ese acento totalmente personal y universal. Por otro lado, si bien es cierto que existe una continua afirmación de las obsesiones del poeta a lo largo de toda su obra, hay una diferencia importante entre los textos trílcicos, de apariencia hermética, y los relativamente accesibles España, aparta de mí este cáliz o Poemas humanos: en los textos post-trílcicos, la búsqueda por acercarse al pueblo hizo que su poesía se tornase mucho más accesible al lector común. Para entender la obra poética de Vallejo en su totalidad es necesario tener en cuenta su convicción de que era necesario fundar un lenguaje diferente para acompañar el anhelo y la esperanza de forjar una nueva humanidad. - LOS HERALDOS NEGROS Los heraldos negros es el comienzo de la búsqueda de Vallejo por una diferenciación expresiva, la cual se irá consolidando a lo largo de toda su obra. La muerte, el dolor, la conciencia de orfandad, el absurdo, el hogar de infancia, son algunos de los temas que Vallejo ya empieza a tratar desde este poemario con un acento muy personal. El motivo principal del poema más conocido de Vallejo, cuyo nombre da título a esta obra, es la
perplejidad. Este sentimiento revela la angustia del ser humano por encontrarse perdido en el mundo en el que debe cargar una culpa gratuita y en el que está condenado a sufrir un dolor injustificado. La misma atmósfera de desesperación y angustia estará presente en la mayoría de sus poemas. - TRILCE Trilce significa la creación de un lenguaje muy personal. Desde Los heraldos negros, la perplejidad del poeta ante el mundo se ha ido acrecentando: la pérdida de la madre, los fracasos amorosos, la experiencia de no ser aceptado totalmente en Lima y su estadía en la cárcel de Trujillo, son los principales acontecimientos que marcan el profundo sentimiento de exclusión del poeta en su fase trílcica. Estas experiencias forjan en Vallejo este sentimiento de ser humano preso de la existencia o de la sociedad y son el origen del desgarramiento del poeta (que se evidencia también en las distorsiones a las que somete el lenguaje), del dolor infinito que encierra cada poema del libro, y de su densidad y hermetismo. - FASE POST TRÍLCICA Tras la aventura de Trilce y un largo período de inactividad poética, Vallejo escribe los poemas que más adelante formarán parte de tres poemarios, titulados: Poemas en prosa; Poemas humanos y España, aparca de mí éste cáliz. Aunque estos textos tratan algunos temas recurrentes del autor; muestran claras diferencias respecto a su obra poética anterior. Según diversos autores, uno de los factores que más influyó en este cambio de rumbo de su poesía fue la adhesión del escritor al marxismo, pensamiento que coincidía con algunas de las preocupaciones e intuiciones que lo habían acompañado a lo largo de su vida. La evolución que ocurre en Vallejo se debe a que éste asume la imposibilidad de pensar en términos individuales, puesto que su propia situación está ligada a la de los demás: por ello, comienza a pensar en función de la redención de toda la humanidad y ve en la solidaridad humana una posibilidad de liberación de su angustia personal. Así, Vallejo cree que, tras la eliminación de la injusticia social por medio de la resolución; los hombres, unidos por el amor, trabajarán para eliminar el mal y crear un mundo unido y armonioso.
- ESPAÑA, APARTA DE MÍ ESTE CÁLIZ Como observador profundo de la cultura y de la política de España, Vallejo se sintió comprometido con la guerra civil, y la convirtió en tema de su poesía. Pero el poeta no deseaba defender la posición política de ningún grupo de izquierda español sino apoyar a aquellos españoles que luchaban voluntariamente contra el fascismo. Lo que más entusiasmaba a Vallejo era que el pueblo se movilizaba ante los acontecimientos. El compromiso voluntario del miliciano que no peleaba por un líder sino para preservar un sistema político, ético y cultural que propiciaba la abolición de la injusticia, despertó en Vallejo la esperanza de una unión armónica entre los hombres. Así, el miliciano español representa en el poemario un nuevo tipo de hombre que ya no piensa solamente en términos individuales sino que es capaz de sacrificar su vida por el bien de la humanidad. Para Vallejo, en España se estaba llevando a cabo una guerra que marcaría definitivamente a la humanidad: si la causa republicana triunfaba, los hombres se verían liberados de las angustias materiales y espirituales a las que estaban sujetos; si perdía, quedarían condenados a padecer las consecuencias del individualismo y la incomunicación. La grandeza de este poemario no proviene de su valor documental, sino de la forma como Vallejo ilumina el acontecimiento histórico. La lucha simbolizada en la causa republicana española adquiere en su obra dimensiones cósmicas: el triunfo supone el restablecimiento de la armonía universal. (Jéssica Tapia Soriano)
LA VIGENCIA DE LA POESÍA DE VALLEJO
La poesía de César Vallejo sigue sorprendiendo por su frescura, por su novedad. ¿Cual es el secreto de esta larga juventud? Es difícil aseverarlo rápidamente. Algunas notas pueden contribuir a iluminarlo. En primer lugar, la vitalidad de la poesía vallejiana. A lo largo de su carrera literaria, Vallejo maneja unos pocos temas, vivamente sentidos: el hogar lejano y perdido, el amor erótico nunca totalmente satisfecho, la amarga experiencia de la cárcel, la angustia existencial de un hombre arrojado en un mundo "al que nunca dijo que lo trajeran", la solidaridad entrañable con la humanidad doliente, con los desvalidos de la tierra, la esperanza en una revolución que haga de la tierra una patria para todos los hombres. En segundo lugar, su perpetua lucha con el lenguaje para encontrar la palabra, justa, la palabra singular e incambiable que exprese cabalmente su emoción poética; este combate permanente con el lenguaje empieza en Los Heraldos Negros y culmina en Trilce, de una manera arrebatada y angustiosa, pero no deja de percibirse en los Poemas Humanos y en España, aparta de mi este caliz. Una nota más: desde sus primeros poemas, Vallejo es un poeta concreto, objetivo, vale decir épico. Poemas como "Los arrieros" o "Terceto autóctono", nos muestran a un poeta alejado de las tentaciones fáciles del folclorismo ingenuo o del sentimentalismo vacuo. En sus obras posteriores, sobre todo en la dedicada a la guerra civil española su objetivismo, riguroso y conciente, se acrecienta. El poeta se eleva de su primigenia objetividad andina, localista, hasta una visión totalizadora y magnífica de la historia contemporánea. Son diversos los temas poéticos que preocuparon continuamente a César Vallejo: el hogar perdido, el amor insatisfecho, la cárcel, la solidaridad humana, la revolución regeneradora.
DOS NARRACIONES DE CÉSAR VALLEJO EL NARRADOR
El de Vallejo es hoy un nombre universalmente reconocido, especialmente en el ámbito poético. Su poesía es objeto de constante estudio y apreciación. En cambio, menos transitadas, sus obras de creación en prosa aún guardan aspectos que la crítica puede desentrañar con alguna novedad. Escalas melografiadas (1922), Fabla salvaje (1923), Tungsteno (1931) y Paco Yunque (1931), además de bosquejos narrativos que no alcanzó a pulir como para suponerlos en versión definitiva, cual Hacia el reino de los sciris (novela breve), El niño del carrizo (relato), Viaje alrededor del porvenir (cuento), Los dos soras (cuento), El vencedor (cuento para niños), constituyen el bloque de su prosa creativa. Aunque – dada la correlación que guardan en fechas de redacción, impulso inspirador y motivaciones– aquí ensayaré especiales consideraciones con Tungsteno y Paco Yunque, corresponde también una leve caracterización de las restantes, para inscribir una imagen de la significación de Vallejo en el campo de la narrativa. Escalas melografiadas reúne una serie de estampas y cuentos, verdaderos poemas en prosa, donde se trasluce la experiencia carcelaria de Vallejo. El tratamiento literario de los temas aparece avanzado en alardes imaginativos, juegos metafóricos, vocabulario y estructuras. Vallejo, en ellos, instala imprevistamente al lector en un mundo surrealista donde las mutaciones de personalidad, lo onírico, lo fantástico y lo poético se alternan con el realismo más directo e inmediato. Por ejemplo, en “Muro doble ancho”, uno de los relatos al presentar el caso del presidiario condenado por ladrón y por homicidio cometido en estado de embriaguez, reconstruye el proceso psíquico del asesino en el momento del crimen, cuando fue increpado por la víctima, de este modo: El varón sin tacha le arresta al bebedor diptongos de alerta; le endereza por la cintura, le equilibra, le increpa sus heces vergonzantes: –¡Anda! Esto te gusta. Tú ya no tienes remedio. Un asalto de anónimos cuchillos. Y errado el blanco del ataque, no va la hoja a rayar la carne del borracho, y al buen trabajador le toca por equívoco la puñalada mortal. Este hombre es, pues, también un asesino. Pero los Tribunales, naturalmente, no sospechan ni sospecharán jamás esta tercera mano del ladrón.26
En Escalas melografiadas va incluido “Más allá de la vida y de la muerte”, el cuento premiado en 1922, cuya lectura por el lector actual, casi medio siglo después de escrito, con el conocimiento de los pormenores del movimiento surrealista, admira por lo que comporta de temprano 26
Cita tomada de: César Vallejo: Novelas y cuentos completos (Lima: Francisco Moncloa, editores, S. A., 1967), p. 20.
tratamiento de lo fantástico, del mundo onírico, de pesadillas y alucinaciones; admiración que es también dirigida a aquel jurado que lo laureó y a la genialidad del enfoque narrativo que Vallejo repite en “El unigénito” y en “Los Caynas”, este último con estremecimientos paroxísticos de una familia de locos, cuyos integrantes se creen monos; sin contar con los que, con no menor acierto, aluden a premoniciones y a efecto de drogas, como el titulado “Cera”. Otro aspecto señalable concierne al vocabulario de Escalas melografiadas, rico en acoples inusitados de efecto metafórico novedoso y abundante en vocablos neológicos y recreaciones lingüísticas, de feliz plasm.ación, como “angustia anaranjada”, “ojitriste”, “talento gran deocéano”. “relaciones estadizas”, “mordisco episcopal”, “torionda”, “hechor”, “víctimas”, “ecar”, etc. En Fabla salvaje deja la resonancia poemática y accede a la novela breve. Su protagonista, Balta Epinar, indio trabajador, feliz en su hogar junto a su mujer, rompe un espejo. A partir de ese momento, el presagio supersticioso cambia la normalidad de la vida cotidiana y lo envuelve en una maraña de desgracias buscadas. Varía su carácter bondadoso, entra a celar enfermizamente a la mujer y la abandona cuando está a punto de dar a luz. Mientras, desesperado, repasa el cambio experimentado en su vida al borde de un precipicio en lo alto de la montaña, en un movimiento inconsciente, alucinado, siente la atracción del vacío y de la muerte. En Fabla salvaje, la gradación y el suspenso están tan hábilmente conducidos como el proceso analítico de los sucesivos estados de ánimo de Balta, que sondea con rigor de psiquiatra. En esta etapa de la creación narrativa se advierte en Vallejo al observador sagaz, al escritor que aborda con simpatía todo lo humano, esencialmente lo proveniente de los humildes de su tierra. Si de sus páginas brota un clamor por los postergados y sufrientes, no se descubre, en cambio, el alegato. No se trasluce aún el narrador que trazará cuadros de miseria, agobio y dolor, de explotación e injusticia, con intención de protesta, con propósitos de afirmar un credo ideológico. Este aparecerá en Tungsteno y Paco Yunque, narraciones que, escritas en España hacia 1931, subrayarán tales aspectos; la primera con carácter de novela, según se la clasifica habitualmente; la segunda, como cuento infantil. Ambas configuran sendos cuadros de indignada protesta contra los abusos cometidos por los poderosos, contra las injusticias padecidas por los humildes, contra la olvidada condición humana en el trato soportado por los indígenas del Perú. No tienen moraleja ni tesis declaradas. Sólo la viva acción, de la cual el lector siente contagiarse la indignación y descubre el mensaje implícito. Con razón, la de Vallejo fue señalada como “pluma fuerte, hecha de amor y de santa rabia”; los relatos citados equivalen a una especie de
enxiemplos ilustrativos de las razones que le mueven a desnudar el alma de los perversos, a exhibir el calvario que padecen los hermanos oprimidos. El resorte que los dinamiza es la humana comprensión, su amor por el prójimo, el mismo que por vía de las sugerencias y de la síntesis poética vitaliza Los heraldos negros (1918), Trilce (1922), España, aparta de mí este cáliz y Poemas humanos (póstumos). La vinculación entre los poemarios y las prosas de Tungsteno y Paco Yunque es cercana en contenidos y actitudes. Contenidos de libertad y dignidad, actitudes de protesta, rebeldía y ruptura. A tal punto existe que, respecto de ellas, Vallejo pudo haber repetido lo que, a propósito de Trilce, escribió ocho o nueve años antes a Antenor Orrego: El libro ha nacido en el mayor vacío. Soy responsable de él. Asumo toda la responsabilidad de su estética. Hoy, y más que nunca quizás, siento gravitar sobre mí una hasta ahora desconocida obligación sacratísima, de hombre y de artista –¡la de ser libre!–. Si no he de ser libre, no lo seré jamás. Siento que gana el arco de mi frente su más imperativa fuerza de heroicidad. Me doy en la forma más libre que puedo y ésta es mi mayor cosecha artística. ¡Dios sabe hasta dónde es cierta y verdadera mi libertad! ¡Dios sabe cuánto he sufrido para que el ritmo no traspasara esa libertad y cayera en libertinaje! ¡Dios sabe hasta qué bordes espeluznantes me he asomado, colmado de miedo, temeroso de que todo se vaya a morir a fondo para que mi pobre ánima viva!27
Espíritu rebelde por naturaleza, alma en fermento sin tregua por los golpes recibidos, incomprendido por los apoltronados, Vallejo arrastró una existencia de luchador idealista, una pobreza mendicante, hasta el desdichado y presentido fin, anunciado en el soneto “Piedra negra sobre una piedra blanca”: Me moriré en París con aguacero un día del cual tengo ya el recuerdo. Me moriré en París –y no me corro– tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.
Vallejo se quejaba tempranamente en Los heraldos negros: Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé! golpes como el odio de Dios; como si ante ellos la resaca de todo lo sufrido se empozara en el alma... ¡Yo no sé!
se revolvía impotente en el poema LX, de Trilce: Es de madera mi paciencia, sorda, vegetal. Día que has sido puro, niño, intítil, que naciste desnudo, las leguas de tu marcha, van corriente sobre tus doce extremidades, ese doblez ceñudo que después deshiláchase 27
Cfr. Juan Carlos Mariátegui: Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana (Lima: Amauta, 1928), cap. XIV.
en no se sabe qué últimos pañales...
y estallará en el poema escrito para encabezar Paco Yunque: La cólera que quiebra al hombre en niños, que quiebra al niño en pájaros iguales, y al pájaro en huevecillos, la cólera del pobre tiene un aceite contra dos vinagres.
Tres momentos distintos de su existencia, mas tres momentos de incubación de las motivaciones paralelas que vigorizarán Tungsteno y Paco Yunque. Lo anotó exactamente su condiscípulo Luis Alberto Sánchez, en las líneas escritas para la edición póstuma de Poemas humanos, reconstruidos por Georgette Vallejo y costeada por algunos amigos, especialmente Sánchez, Jean Cassou, Juan Larrea y Raúl Porras Barrenechea: Trajo Vallejo de sus breñas de Santiago de Chuco una sensibilidad poética incomparable. Puede haber poetas más intensos; más vitales, no. En él afloraban resabios del Incario, el cholo de ojos brujos y risas de hontanar –“Coraquenque ciego, corazón de brasa”– con su mentón agresivo, su frente bombacha y esa boca que llevaba prendido un rictus de infierno. Que eso fue la vida mucho tiempo, casi todo, para él.28
La razón de queja, revuelta y estallido queda concretada en ambas prosas. Y hoy que Vallejo es poeta de todos conocido y admirado, hoy que universalmente se lo estudia como auténtico creador de avanzada poesía social, con relación directa a los problemas de los hermanos indios peruanos explotados por la plutocracia foránea y por los propios compatriotas entregados a la fiebre del oro, se pueden recorrer aquellos relatos y advertir, tras la forma elemental, la nota dramática exacerbada, el alegato implícito. La verdad de “la pluma fuerte hecha de amor y de santa rabia”, mojada en propia sangre de heridas no restañadas, en lágrimas amargas de injusticias e incomprensión. Se pueden ver, también, impotencias y resignaciones, crisis y desesperaciones, palpables en el hecho de que ninguno de los dos relatos ofrezca un desenlace, feliz o infeliz., sino que ambos se interrumpan abruptamente. Como obras narrativas, Tungsteno y Paco Yunque se corresponden. Ambos están sostenidos por la actitud reivindicatoria de las clases oprimidas y olvidadas. Pero los matices y perspectivas marcan las diferencias: Paco Yunque enmarca la denigradora conducta clasista en el tratamiento para con la infancia y entre niños; muestra cómo pesa ya el menosprecio al indígena en el rudimentario medio escolar, cómo abusan contra el indio los hijos de los ricos y extranjeros, cómo el favoritismo de los adultos interesados se descarga en arbitrariedades aberrantes. 28
Poemas humanos (Paris: Editions Les Presses Modernes, au Palais Royal, 1939
Proyectando luego iguales tensiones al mundo adulto, Tungsteno exhibe cómo, inicuamente explotados hombres y mujeres nativos, son víctimas propiciatorias tanto de millones del capitalismo foráneo como de propios compatriotas aprovechados, al servicio de los mandones de afuera. ANÁLISIS Y COMENTARIO DE TUNGSTENO
Quede aclarado de antemano que el título de esta novela ha variado según las distintas ediciones: en unas es El tungsteno; en otras, simplemente, Tungsteno. Como no he tenido oportunidad de confrontar el original vallejeano, me atengo a la segunda forma, que corresponde a la versión editada en Lima, en 1957, por Juan Mejía y P. L. Villanueva, de la cual proceden también las citas que más abajo transcribo. Tungsteno fue escrita en España (1931) para la colección “Novelas proletarias” de la Editorial Cenit; la misma que poco después rechazaría Paco Yunque. Tungsteno aspiró a la categoría de novela. Sin embargo, considerada estructuralmente, se la nota fallida en el logro total de esa aspiración. Cuenta, más bien, como novela breve, pues, en realidad, está constituida por tres brochazos crudos en los cuales los personajes se van revelando sucesivamente. En el primero, la mina de tungsteno de Quivilca, en el departamento de Cuzco, comienza a ser explotada por disposición de la propietaria lejana y anónima, la firma neoyorquina “Mining Society”. El proceso de cómo se animan las dormidas aldeas de los contornos ante la fiebre comercial suscitada por la explotación minera, de cómo crece un nuevo poblado en torno del yacimiento, de cómo se van creando negocios e intereses, de cómo aparecen inescrupulosos y audaces que hacen fortuna rápidamente, está pintado a lo vivo por Vallejo. Al propio tiempo, frente a este desarrollo económico inusitado, ofrece el cuadro, los sentimientos y modos de vida del mundo edénico sobreviviente de los indios soras, que puros, ingenuos, limpios de alma, facilitan bienes, comidas, viviendas, tierras, vestidos, hacienda y terminan por ser despojados y exterminados de la manera más inicua. La primera estampa aporta el conocimiento de casi todos los personajes gravitantes en la anécdota de Tungsteno: José Marino, turbio comerciante; el ingeniero Rubio, el agrimensor Benites: tres seres que se unen y ponen al servicio de Mr. Taik y Mr. Weiss, gerente y subgerente, respectivamente, de la “Mining Society”. El conglomerado humano de Tungsteno, tanto corzo juega individualmente, actúa, también, en función de entidades representativas: el comercio sórdido y envilecido, el profesional universitario sin principios, el capitalismo foráneo, la masa explotada. José Marino deriva de simple bolichero improvisado a especulador en tierras y esclavos. Despoja a los indios soras y crea, con los
compinches, una especie de sociedad, que tiene por objeto conchavar peones e indios para los diversos trabajos de la mina, para ir reemplazando a los exterminados por la despiadada explotación de jornadas de trabajo sin fin y labores infrahumanas. El segundo boceto sigue los pasos de José desde Quivilca a Colca, ciudad cercana a donde éste va a ultimar negocios de la sociedad. En Europa la guerra es buena fuente consumidora del mineral. La “Mining Society” exige intensificar la explotación de la mina. Hace falta multiplicar el número de trabajadores. Se incorpora a la narración un nuevo personaje: Mateo Marino, hermano menor de José. Y la historia de ambos, sucias trampas y sordideces, cambia el foco de atención del relato. No faltan episodios de lúbrico naturalismo al detallar, por ejemplo, la doble posesión por los hermanos de la hermosa y sensual indiecita Laura; así como se conoce, también el medio burocrático de la justicia y gobierno locales, corrompido, repugnante, mezquino e hipócrita. La resultante novelesca es la presentación de un friso de increíble crueldad al referir el tratamiento de un grupo de indios yanacones, reclutados forzadamente para el servicio público por un par de brutales gendarmes; reclutamiento descrito y narrado en todo su feroz proceso y en las etapas más degradantes, de manera cruda, directa e indignante, dejando al descubierto los atropellos cometidos, el avasallamiento de la dignidad humana, los menoscabos padecidos por los infelices indígenas. El tercer brochazo vuelve la acción a Quivilca y se corresponde con la presentación, ahora en primer plano, de un personaje simpático hasta entonces sólo circunstancialmente mencionado con relación a un acto de protesta popular en favor de los yanacones: el herrero Servando Huanca, idealista que comienza a soliviantar a los hermanos en el dolor y en la miseria y va creando una atmósfera de rebeldía, cuyas consecuencias Vallejo no apuró hasta las últimas instancias, pues la narración se interrumpe bruscamente. Es probable que Tungsteno haya sido escrita al correr de la pluma, sin previo y sólido plan; por lo menos sin plan mantenido inalteradamente de comienzo a fin. El tratamiento general del relato es naturalista, existencial, de un existencialismo avant la lettre. Pero también aquí, como en Escalas melografiadas, la prosa de Vallejo aparece cuajada de hallazgos impresionistas de buen observador: “Todos mostraban aire de viaje –dice un pasaje–. Hasta el modo de andar, antes lento y dejativo, se hizo rápido e impaciente” (p. l0). Otro trozo descriptivo de la pocilga donde yace Benites, está tratado así: La noche había llegado y empezó a nevar. La habitación de Benites tenía la puerta de entrada y la ventanilla herméticamente cerradas. La señora tapó las rendijas con trapos, para evitar las rachas de aire. Una vela de esperma ardía y ponía toques tristes y amarillos en los ángulos de los objetos y en la cama del paciente. Según éste se moviese o cambiase de postura, movido por la
fiebre, las sombras palpitaban ya breves, ya largas, truncas o encontradas, en los planos de su rostro cejijunto y entre las almohadas y las sábanas” (pp. 32- 33).
Hay aciertos de captación psicológica notables en la presentación del modo de ser ingenuo, primitivo, inocente de los soras. Estos quedan exhibidos al lector como conjunto, a través de toques y circunstancias individuales, según la técnica que se advierte en el siguiente fragmento: –¿Por qué haces siempre así? –le preguntó un sora a un obrero que tenía el oficio de aceitar grúas. –Es para levantar la cangalla. –¿Y para qué levantas la cangalla? –Para limpiar la veta y dejar libre el metal. –¿Y qué vas a hacer con el metal? –¿A ti no te gusta tener dinero? ¡Qué indio tan bruto!
El indio vio sonreír al obrero y él también sonrió maquinalmente, sin motivo. Le siguió observando todo el día y durante muchos días más, tentado de ver en qué paraba esa maniobra de aceitar grúas. Y otro día el sora volvió a preguntar al obrero, por cuyas sienes corría el sudor: – ¿Ya tienes dinero? ¿Qué es el dinero? El obrero respondió paternalmente, haciendo sonar los bolsillos de su blusa: –Esto es dinero. Fíjate. Esto es dinero. ¿Lo oyes?... –Dijo el obrero esto y sacó a enseñarle varias monedas de níquel. El sora las vio, como una criatura que no acaba de entender una cosa: – ¿Y qué haces con el dinero? – Se compra lo que se quiere. ¡Qué bruto eres, muchacho! Volvió el obrero a reírse. El sora se alejó saltando y silbando. En otra ocasión, otro de los soras que contemplaba absortamente y como hechizado a un obrero que martillaba en el yunque de la forja, se puso a reír con alegría clara y retozona. El herrero le dijo: – ¿De qué te ríes, cholito? ¿Quieres trabajar conmigo? – Sí. Yo quiero hacer así. –No. Tú no sabes, hombre. Esto es muy difícil. Pero el sora se empecinó en trabajar en la forja. Al fin, le consintieron y trabajó allí cuatro días seguidos, llegando a prestar efectiva ayuda a los mecánicos. Al quinto día, al mediodía, el sora puso repentinamente a un lado los lingotes y se fue. –Oye –le observaron– ¿por qué te vas? Sigue trabajando. –No –dijo el sora–. Ya no me gusta. –Te van a pagar. Te van a pagar por tu trabajo. Sigue no más trabajando. –No. Ya no quiero. A los pocos días, vieron al mismo sora echando agua con un mate a una batea, donde lavaba trigo una muchacha. Después se ofreció a llevar la punta de un cordel en los socavones. Más tarde, cuando se empezó a cargar el mineral de la bocamina a la oficina de ensayos, el mismo sora estuvo llevando las parihuelas... (pp. 13 y 14).
En cambio, la presentación de los demás personajes es menos vivaz y activa, más intelectualizada y retórica, con la técnica del retrato ofrecido por un narrador omnisciente. Esta es la presentación de José Marino, de Rubio y de Benites: El primero en operar sobre las tierras, con miras no sólo de obtener productos para su propia subsistencia sino de enriquecerse a base de la cría y del cultivo, fue el dueño del bazar y contratista
exclusivo de peones de Quivilca, José Marino... Gordo y pequeño, de carácter socarrón y muy avaro, el comerciante sabía envolver en sus negocios a las gentes, como el zorro a las gallinas. En cambio, Baldomero Rubio era un manso, pese a su talle alto y un poco encorvado en los hombros, que le daba un asombroso parecido de cóndor en acecho de un cordero. En cuanto a Leónidas Benites, no pasaba de un asustadizo estudiante de la Escuela de Ingenieros, débil y mogigato, cualidades completamente nulas y hasta contraproducentes en materia comercial... (p. 16).
La imagen comparativa del zorro y del cóndor, en los casos de Marino y de Rubio, anticipa al lector conducta y carácter de los mismos. Por el contrario, sobre Benites volverá a detallar los perfiles más adelante, en feliz estilo indirecto libre, Leónidas Benites no hacía más que expresar por medio de palabras lo que practicaba en la realidad de su conducta cotidiana. Benites era la economía personificada y defendía el más pequeño centavo, con un celo edificante. Vendrían días mejores, cuando se haya hecho de un capitalito y se pueda salir de Quivilca, para emprender un negocio independiente en otra parte. Por ahora había que trabajar y ahorrar, sin otro punto de vista que el porvenir. Benites no ignoraba que en este mundo, el que tiene dinero es el más feliz, y que, en consecuencia, las mejores virtudes son el trabajo y el ahorro, que procuran una existencia tranquila y justa, sin ataques a lo ajeno, sin vituperables manejos de codicia y despecho y otras bajas inclinaciones que producen la corrupción y ruina de personas y sociedades... (pp. 26-27).
Benites cae enfermo y las descripciones de sus pesadillas y visiones febriles ocupan la parte final del primer brochazo, aportando cabal radiografía de alucinadas supersticiones, restos de religiosidad pueril que confirman a Vallejo maestro de la narración onírica, tanto como, luego, el relato de la brutal posesión de la chola Graciela Rosada por Marino, el comisario Baldasari, Mr. Taik y el cajero Machuca, matizada con el cruel tratamiento inferido a una india que busca medicamentos para el padre agónico y con la paliza asestada al sobrino de Marino, una criatura de diez años que cuida animales bajo la nieve y presencia la macabra orgía de posesión del cadáver de Graciela, lo muestran artífice del realismo trágico. Puesto que, como dije, Tungsteno aparenta estar redactada al correr de la pluma y sin ceñido plan previo, la narración salta de una motivación a otra, espontánea, obediente a los estímulos que la mueven. La acción alterna dinámicamente con lo pictórico y aún, si se descuenta que los aspectos descriptivos responden a la técnica evocativa, resultan vivaces e igualmente dinámicos, como puede advertirse, por ejemplo, en este procedimiento, en acción y acumulación, del primer brochazo: Todos mostraban aire de viaje. Hasta el modo de andar, antes lento y dejativo, se hizo rápido e impaciente. Transitaban los hombres vestidos de caqui, polainas y pantalón de montar, hablando con voz que también había cambiado de timbre, sobre dólares, documentos, cheques, sellos fiscales, minutas, cancelaciones, toneladas, herramientas. Las mozas de los arrabales salían a verlos pasar, y una dulce zozobra las estremecía, pensando en los lejanos minerales, cuyo exótico encanto las atraía de modo irresistible (p. 10).
Y ese dinamismo de las alternativas descriptivo narrativas, en la animal escena simultánea en el dormitorio y en la cocina de Mateo Marino,
con las tensiones de los hermanos aspirantes a la posesión de Laura y que, sucesivamente, la poseerán, crean un cuadro de áspero y brutal sabor, rematado por el procedimiento dialogal en estilo directo, con la confesión de Laura a José, que constituye uno de los hallazgos patéticos de la novela: Si no olvidamos que José no hacía más que engañar a Laura y que la caricia y la promesa terminaban una vez saciados sus instintos se comprenderá fácilmente por qué José se alejase, unos minutos más tarde, de Laura, diciéndole desdeñosamente y en voz baja: –Y para esto he esperado dos horas enteras... –Pero, ¡oiga usted, don José! –le decía Laura, suplicante–. No se aleje usted que voy a decirle una cosa... José incomodándose y sin acercarse a la cocinera, respondió: – ¿Qué cosa? –Yo creo que estoy preñada... –¿Preñada? ¡No friegues, hombre! –dijo José con una risa de burla. –Sí, don José, sí. Yo sé que estoy preñada. –¿Y cómo lo sabes? –Porque tengo vómitos todas las mañanas... –¿Y desde cuándo crees que estás preñada? –Yo no sé. Pero estoy casi segura. –¡Ah! –gruñó Marino, malhumorado–. ¡Eso es una vaina!. ¿Y qué dice Mateo? –Yo no le he dicho nada. –¿No le has dicho nada, ¿Y por qué no le has dicho? Laura guardó silencio. José volvió a decirle: –Responde. ¿Por qué no se lo has dicho a él? Este él sonó y se irguió entre José y Laura como una pared divisoria entre dos lechos. Laura y José conocían bien el contenido de esa palabra. Este él era el padre presunto, y José decía él por Mateo, mientras que Laura pensaba que él no era precisamente Mateo, sino José. Y la cocinera volvió, por eso, a guardar silencio. –¡Eso va a ser una vaina! –repitió José, disponiéndose partir. Laura trató de detenerlo con un gemido: –¡Sí, sí! Porque no estoy preñada de su hermano, sino de usted... José rió en la oscuridad, mofándose: –¿De mí? ¿Preñada de mí? ¿Quieres echarme a mí la pelota de mi hermano? –¡Sí, sí, don José! ¡Yo estoy preñada de usted! ¡Yo lo sé! ¡Yo lo sé! ¡Yo lo sé! Un sollozo la ahogó. José argumentaba: –Pero si yo no he estado contigo hace ya más de un mes... –¡Sí, sí, sí, sí!... Fue la última vez. La última vez... –¡Pero tú no puedes saber nada!... ¿Cómo vas a saberlo, cuando, muchas veces, en una misma noche, has dormido conmigo y con Mateo... Laura, en ese momento, sintió algo que la incomodaba. ¿Era el sudor? ¿Era la posición en que estaba su cuerpo? ¿Eran sus luxaciones? Cambió de posición y algo resbaló por el surco más profundo de su carne... Instantáneamente, cruzó por el corazón de Laura, una duda compacta, tenebrosa, inmensa. En efecto: ¿cómo iba a saber cuál de los dos Marino era el padre de su hijo? Ahora mismo, en ese momento, ella sentía oscuramente gravitar y agitarse en sus entrañas de mujer las dos sangres confundidas e indistintas. ¿Cómo diferenciarlas? (pp. 85 a 87).
Los tres brochazos tienen propio desarrollo y ambientación. No obstante, la transición de uno a otro –brusca, en lo formal– obedece a interna ligazón y trabadura. Cierra el primero el viaje de José Marino a Colca. Abre el segundo, con técnica de flash-back, recapitulando lo sucedido entre Mr. Taik y José Marino para decidir a éste a viajar. Recompone la historia de los hermanos Marino, los sucios encumbramientos económicos y la narración del procedimiento empleado
para el reclutamiento y “arreo”–no cabe otra expresión– de peones para la mina, denuncia toda la miseria y podredumbre humana de la burocracia colquense, imagen en miniatura de todas las burocracias del mundo, de la Burocracia, abstracción mayúscula. El tercer momento de la novela vuelve temporalmente a lo que, mientras tanto, ha ido sucediendo en Quivilca a la partida de José Marino, y desnuda los resentimientos que dejó en ese instante. En esta parte final, la figura odiosa de José Marino se eclipsa y sólo será mencionada por los rencores de Benites. Desaparecen, además, los “gringos”, el comisario, el cajero. En cambio, ocupa su breve desarrollo la chispa de rebeldía, cuidada por Huanca; chispa que se convertirá en llama... o se apagará. Se trata de un resquicio abierto a la esperanza, que Vallejo ha preferido no alentar y concluye el relato bruscamente. LA TEMPORALIDAD EN TUNGSTENO
Toda narración supone desarrollo de hechos en el tiempo. La novelística contemporánea se ha complacido en jugar con la temporalidad, eludiendo su acumulación lineal. La estructura de Tungsteno, en este sentido, delata su modernidad no sólo en las omisiones frecuentes de los valores de causalidad, puesto que Vallejo pinta causas y deja librada la recreación mental de los efectos al lector; o, viceversa, consigna efectos y el lector hierve en indignación y desea arrasar las causas. Dicho de otro modo: si cada vez más, frente a la actual novelística hispanoamericana, para explicar su génesis, se busca asimilarla a la del poema, a la de la metáfora en acción, Tungsteno ofrece, desde este punto de vista intrínseco, señalables anticipaciones. El hecho mismo de su brusco desenlace no es sino un trampolín para que la mente, la imaginación y el apasionamiento suscitados en el lector sigan operando. Pero también Vallejo ofrece interesante enfoque en la acomodación del tiempo, al que unas veces puntualiza reiterativamente y otras dispone en sincronías de acciones que, aunque relatadas en pasajes diversos, deben ser repuestas figurativamente a su real coetaneidad. Desde luego, de sobra son conocidos sus avances poéticos con la temporalidad. Recuérdese la notable coexistencia de presente, pasado y futuro, en el soneto “Ausente”, de Los heraldos negros y la obsesiva composición II, de Trilce: ¿Y qué decir del tiempo-premonición, del entrañado anuncio que con acierto relativista une futuro, pasado y presente, en el agorero presagio de Poemas humanos?: Me moriré en París con aguacero, un día del cual tengo ya el recuerdo...
En Tungsteno, la inserción temporal, aparte de todo el efecto de sincronismo y coetaneidad presupuesto en el tercer brochazo en relación
con el segundo, aparecen otros rasgos que reclaman observación. Así, por ejemplo, la puntualización cronológica, actitud expresionista, que es visible (en lo relativo al tiempo, entiéndase bien) en este pasaje: –¿Salieron los gendarmes por los “conscriptos”? –Sí, su señoría. –¿A qué hora? –A la una de la mañana, su señoría. ……………………………….. –¿A qué hora volverán los gendarmes con los “conscriptos”? –preguntó José a la autoridad. –Supongo que en la tarde, a eso de las cuatro o cinco. –Bueno. Entonces los gendarmes pueden ir con nosotros por los peones, en la noche, entre ocho y nueve, por ejemplo... ……………………………… –En fin –repuso el subprefecto, en tono conciliador–. Ya veremos el modo de arreglarnos y conciliar intereses. Tenemos tiempo... Los hermanos Marino, despechados, refunfuñaron a una voz: –Muy bien, perfectamente... El subprefecto sacó su reloj: –¡Las once menos cuarto! –exclamó–. A las once tenemos sesión de la junta … (pp. 89 y ss.).
Otro efecto del tiempo, donde concurre su transcurso para subrayar en la imaginación del lector una nota macabra, se halla en este fragmento: El doctor Ortega sufría de una forunculosis y, originario de Lima, llevaba ya en Colca unos diez años de juez. Una historia macabra se contaba de él. Había tenido una querida, Domitila, a quien parece llegó a querer con frenesí. La gente refería que el doctor Ortega no podía olvidar a Domitila y que una noche, pocas semanas después del entierro, fue el juez en secreto y disfrazado, al cementerio y exhumó el cadáver. Al doctor Ortega le acompañaron dos hombres de toda su confianza. Eran éstos dos litigantes de un grave proceso criminal, a favor de los cuales falló después el juez, en pago de sus servicios de esa noche. Mas, ¿para qué hizo el doctor Ortega semejante exhumación? Se refería que, una vez sacado el cadáver, el juez ordenó a los dos hombres que se alejasen, y se quedó a solas con Domitila. Se refería también que el acto solitario – que nadie vio, pero del que todos hablaban– que el doctor Ortega practicara con el cuerpo de la muerta, era una cosa horrible, espantosa... (p. 92).
La inserción retrospectiva del calvario de los yanacones –o sea la odisea sufrida durante su “arreo” desde la tribu a Colca–, cuando éstos ya se encuentran frente a las autoridades, es tan natural, pasa tan inadvertido su mecanismo a la primera lectura, que sólo la relectura permite descubrir el habilidoso juego temporal. Asimismo está logrado el tratamiento del tiempo hipotético y psicológico en el relato del envío de veinte indios a Quivilca, también ensayado en estilo indirecto libre: La marcha de estos forzados, para evitar encuentros azarosos en la ruta, se hizo en gran parte por pequeños senderos apartados. Nadie dijo a estos indios nada. Ni a dónde se les llevaba ni por cuánto tiempo, ni en qué condiciones. Ellos obedecieron sin proferir palabra. Se miraban entre sí, sin comprender nada, y avanzaban a pie, lentamente, la cabeza baja y sumidos en un silencio trágico. ¿A dónde se les estaba llevando? ¿Quién sabe; al Cuzco, para comparecer ante los jueces por los muertos de Colca? Pero, ¡si ellos no habían hecho nada! ¡Pero, quién sabe! ¡Quién sabe! ¿O tal vez los estaban llevando a ser conscriptos? ¿Pero también los viejos podían ser conscriptos? ¡Quién sabe! Y, entonces, ¿por qué iban con ellos los Marino y otros hombres particulares, sin
vestido militar? ¿Sería que estaban ayudando al subprefecto? ¿O acaso los estaban llevando a botarlos lejos, en algún sitio espantoso, por haberlos agarrado en la plaza, a la hora de los tiros? ¿Pero, dónde estaría ese sitio y por qué esa idea de castigarlos botándolos lejos?... Cuando ya fue de mañana y el sol empezó a quemar, muchos de ellos tuvieron sed... ¡Ya todo iba quedando lejos!... ¿Hasta cuándo? ¡Quién sabe! ¡Quién sabe!... (p. 114).
Catalogada dentro de la literatura social y de protesta, Tungsteno entra, además, en el contexto americano de la narrativa indigenista y regional. Su escenario es típico en la ambientación, y en el desarrollo atiende más los sufrimientos externos de las personas que su mundo anímico, como ocurre en Aves sin nido (1889), de la peruana Clorinda Matto de Turner. En su trasfondo se mueve un personaje-masa: el indio, como en Raza de bronce (1919), del boliviano Alcides Arguedas. La destrucción de las comunidades indígenas anticipa a Huasipungo (1933), del ecuatoriano Jorge Icaza y a El mundo es ancho y ajeno (1941), del peruano Ciro Alegría. Creo –aunque habitualmente la crítica no lo ha sugerido– que Tungsteno debe integrar esa serie de la literatura indigenista, de aliento épico, clamor por sufrimientos e injusticias, espíritu político y revolucionario, ansias de reformas, redención y justicia social. Por otra parte, el lenguaje crudo –sin las distorsiones de los vanguardismos poéticos vallejianos, con sintaxis cuidada de nexos y puntuaciones milimetradas– las interjecciones cropológicas, los reflejos del sexo, alcohol y droga (aunque esté insinuada en el doble sentido supersticioso y aniquilador), hacen de Tungsteno vivo documento literario, anticipador de motivaciones que las letras universales transitarán en la segunda postguerra para plasmar zonas límites de lo infrahumano. Además, frente al enfoque naturalista de la barbarie de los blancos revelable en el destemplado vocabulario, la sufrida dulzura indígena emerge, tanto cuando asume la palabra Vallejo-expositor, como cuando se expresan los indios por sí, confirmando lo que tempranamente subrayó José Carlos Mariátegui, a propósito de Los heraldos negros: Lo fundamental, lo característico en su arte, es la nota india. Hay en Vallejo un americanismo genuino y esencial: no un americanismo descriptivo. Vallejo no recurre al folklore. La palabra quechua, el giro vernáculo, no se injertan artificiosamente en su lenguaje; son en él producto espontáneo, célula propia, elemento orgánico. Se podría decir que Vallejo no elige sus vocablos. Su autoctonismo no es deliberado. Vallejo no se hunde en la tradición ni se interna en la historia para extraer de su oscuro substrato perdidas emociones. Su poesía y su lenguaje emanan de su carne y de su ánima. Su mensaje está en él. El sentimiento indígena obra en su arte, quizá sin que él lo sepa ni lo quiera.29
ACERCA DE PACO YUNQUE
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José Carlos Mariátegui: “7 ensayos de interpretación de la realidad peruana”.
En Tungsteno concurren tres elementos conformadores: el espíritu indígena de la montaña, la resaca humana de la colonización y el nuevo avasallamiento imperialista extranjero. Bien advirtió Jean Cassou –en el apunte preliminar de la ya citada edición de Poemas humanos– que Tungsteno es algo así como “la atroz historia de la servidumbre india, del dominio del capital yanqui sobre el suelo americano y la gran traición de la burguesía hispanoamericana”. Si Vallejo hubiera contado con las mínimas condiciones ambientes, con cierta estabilidad del diario sustento, para intentar una novela amplia y artísticamente abarcadora de la problemática humana que le inquietaba; si no le hubiera compelido la necesidad económica de entregar material, medido a espacio fijo, para recibir paupérrima paga, es probable que hubiese comenzado Tungsteno con los cuadros de infancia desvalida e injustamente atropellada, que bordó en Paco Yunque. Tal es la estrecha relación que este cuento ofrece con aquélla; relación, por lo demás, intuible en el hermoso poema que decidió debía encabezar, alguna vez, Paco Yunque, compuesto en París, el 26 de octubre de 1937. La cólera que quiebra al hombre en niños, que quiebra al niño en pájaros iguales, y al pájaro, después, en huevecillos; la cólera del pobre tiene un aceite contra dos vinagres. La cólera que al árbol quiebra en hojas, a la hoja en botones desiguales y al botón, en ranuras telescópicas; la cólera del pobre tiene dos ríos contra muchos mares. La cólera que quiebra al bien en dudas, a la duda, en tres arcos semejantes y al arco, luego, en tumbas imprevistas; la cólera del pobre tiene un acero contra dos puñales. La cólera que quiebra al alma en cuerpos, el cuerpo en órganos desemejantes y al órgano, en octavos pensamientos; la cólera del pobre tiene un fuego central contra dos cráteres.
Según los editores Juan Mejía Baca y Pablo L. Villanueva, este relato fue conocido –y hasta que ellos lo reeditaron en 1957 no había llegado al libro– en un número de la revista Letras peruanas. En 1967 lo publica nuevamente Francisco Moncloa, editores, con asesoramiento de Georgette Vallejo, y en la Noticia con que abren el volumen Novelas y cuentos completos de César Vallejo, la viuda del poeta manifiesta que Paco Yunque apareció por primera vez en la revista Apuntes del hombre (Perú, Año 1, Nº
1, julio 1951). Según Raúl Porras Barrenechea, Paco Yunque, escrito también para la Editorial Cenit, de España, en 1931, fue rechazado por ésta –como dije anteriormente– “porque es demasiado pesimista y revolucionario”. Yo diría, en cambio, que no es cuento para niños, sino sobre niños que padecen. Y agregaría: más que pesimista y revolucionario, es sobrecogedor, indignante. Quien lo lee no puede menos que sentir en carne propia las injusticias soportadas por el pobre cholito Paco, los abusos de los compañeros en el primer día de clase, la pusilánime conducta del maestro. Y no puede menos que sentir deseos de infligir ejemplar castigo a Humberto Grieve, el hijo del inglés, patrón de los Yunque, gerente de ferrocarriles y alcalde del pueblo. Es cierto que los temperamentos de Paco y Humberto están polarizados en la configuración literaria: uno toda bondad pasiva, silencio sufriente; otro, altanería, prepotencia, orgullo, maldad, despotismo. Es cierto que los comportamientos de cada niño están presentados retóricamente a la manera de “carácter”, viéndose a través del modo de ser del primero todo el dolor indio y, a través del segundo, toda la saña explotadora de los poderosos. Sin embargo, el friso escolar tallado por Vallejo está logrado artística y psicológicamente: el lector se identifica con el pobre Paco, protesta y asume su causa; sobre todo en el desenlace del relato, cuando Humberto roba a Paco sus deberes, los firma y el maestro, a sabiendas, lo premia, honrándolo ante la clase, asombrado testigo de la injusticia; y estampa el nombre de Grieve en el Cuadro de Honor de la semana, mientras Paco queda castigado por no cumplir con las obligaciones escolares. Las injusticias, escarnios y atropellos padecidos por el cholito son anticipo de los que esperan al hombre y al conjunto humano explotado. La causa de los “cholos” tiene un verdadero precurso literario en la redención preanunciada por Vallejo. Lo señaló bien Luis Alberto Sánchez en uno de los trabajos encabezadores de la edición francesa de Poemas humanos: En el Perú se ha discutido mucho, hace poco, sobre la precursoría del cholismo. ¡Desmemoriados!: Vallejo los antecedió a todos. El cholismo no es un ‘ismo’, sino una manera de ser, de sentir y expresarse. No admite escuela, como no la admiten el buen ver, la cojera, la credulidad, el ser linfático o sanguíneo. Es un hecho. Se es o no se es cholo: parecerlo resulta difícil y, lograrlo, artificioso. A Vallejo le fluía naturalmente la amargura, pero sin grandilocuencia, deshilachada, balbuceante.
Cabría añadir: amargura indignada para construir, en estos relatos, un fondo patético, de honda dramaticidad, alimentado por razones profundas y valederas. Los hallazgos expresivos están en su pluma, en el vocabulario regional que, a menudo, le aflora; las ansias sociales idealistas pujan desde el ancestro; se amasan en denso telurismo, en dolor compartido por los hermanos sufrientes. La resultante es –palabras de Jean Cassou, referentes
a la guerra española, pero aquí aplicables– “una forma desgarrada que conviene a un asunto terrible”. RAÚL H. CASTAGNINO State University of New York, at Albany
VALLEJO, PERIODISTA
CÉSAR VALLEJO: CRÓNICAS DE POETA ANOTACIONES "Por delicadeza he perdido mi vida" RIMBAUD
Si bien la poesía representó para César Vallejo "los números del alma" (según se desprende de una carta a su amigo Antenor Orrego), su prosa, y en este caso las crónicas aparecidas entre 1915 y 1938, representaron alternativamente, acaso, con el resto de su obra narrativa, un álgebra de las ideas, es decir, un desiderátum en el que el tacto escribe, el oído selecciona y el espíritu organiza el corpus de las ideas con recurrencia interior, perspectiva deductora y aquella rigurosidad cuestionante que, no por casualidad, se pusiera de manifiesto en su obra poética. En una palabra, en un concierto y en un desconcierto a la vez, que sintetiza para el observador una lucidez penetrante. Podría decirse que Vallejo se redescubre en sus crónicas con un temperamento incisivo acorde a su pensamiento crítico, que de alguna manera va a traslucirse en obras de diversa índole que, también, escribiera por aquellos años (Contra el secreto profesional, tal vez aludiendo a la obra del poeta Jean Cocteau, El Arte y la Revolución, aparecido años después de su muerte, etcétera), incorporando, de una vez por todas, una correspondencia y un sentido de análisis en torno a la vigencia estética y al valor de la poesía en sí como género cotidiano en la época moderna. "Mis votos son siempre por la sensibilidad", dice, sintetizando su credo en un artículo suyo aparecido en Mundial en enero de 1926. Un antecedente brillante del autor de Trilce es el que había iniciado ya con un célebre —aunque para muchos tempranamente realizado— estudio sobre "El romanticismo en la poesía castellana", publicado como tesis para optar al grado de Bachiller en la Facultad de Filosofía y Letras en la ciudad peruana de Trujillo en 1915. De allí que aquella organización textual, pienso, evidencia ya fuera de toda duda la fibra de un escritor al que le preocupa tanto el oficio en el camino de las letras como las circunstancias de compenetración con las mismas, en una consustanciación de "caos primigenio" que prevalecerá durante toda su existencia.
En tanto que la escritura cobra en el cronista, una vez en Europa, un tono y una afirmación correspondidos por una sensibilidad sobrecogedora por lo reflexiva y reflexiva por lo sobrecogedora. Algunos de esos conceptos llega a desarrollarlos tardíamente en "La responsabilidad del escritor", sin agotar el tema (Revista El Mono Azul, N° 4, Madrid, 1939). De modo que aquella escritura, ahora evaluada a través del tiempo de "jornada entera" a la que se había entregado, llega a cumplir la función de un lenguaje de serena introspección ante los acontecimientos de orden internacional que, con mayor rigor, debería llamárseles notas de pensamiento por la importancia que, como "crónicas", han ido tomando a medida que pasan los años. Y en este sentido, el poeta es un intelectual de hondura que concibe la actitud de informar más allá del sentido periodístico, en efecto, al elaborar y reelaborar el texto en una conciencia de la verdad en toda su dimensión. Así, por ejemplo, argumentó sobre el proceso del fascismo en "Un millón de palabras pacifistas" (1927) y de la misma forma analizó la situación de su país en la nota "¿Qué pasa en el Perú?", aparecida en Germinal en junio de 1933. En resumidas cuentas, en la década de los treinta, la situación en España había llegado a un punto tal de agravamiento por la situación interna, que se precipitaba patéticamente en la Guerra Civil. Tal expectativa, Vallejo la vivió en toda su dramaticidad, como también llegó a entrever el peligro inminente de la Segunda Guerra Mundial y sus consecuencias inmediatas en el espectro internacional. Asimismo, muchas otras páginas estremecedoras fueron condensadas en Rusia en 1931. Reflexiones al pie del Kremlin, obra editada en Madrid por ediciones Ulises. Un libro, es cierto, que concibe la historia de los acontecimientos sociales con la certeza de que debe irse siempre "al pasado para comprender el futuro". De tal manera que encontrar la libertad, para su fuero íntimo, era una forma de salvar el alma, que, como en la poesía, es la "oración verbal de la vida". O sea, por añadidura, la piedra fundamental del vértigo en la naturaleza de los grandes temas, en la memoria del ser y la palabra: "El artista no se circunscribe a cultivar nuevas vegetaciones en el terreno político, ni a modificar geológicamente ese terreno, sino que debe transformarlo química y naturalmente", dice en "Los artistas ante la política", refiriéndose en su mayor parte a las conclusiones estéticas del pintor mexicano Diego Rivera. ¡Qué universal aparece ahora el bosquejo de las horas, la irradiación de las manifestaciones artísticas y la retórica, en esas páginas apenas habitadas por la intranquilidad!... ¡Qué vocación secreta de mundo inspira su pluma!...
LAS CRONICAS DEL INSOMNE "Quedéme a calentar la tinta en que me ahogo" (De Poemas humanos, 24 de set. de 1937)
Con la tesis "El romanticismo en la poesía castellana"30, uno de los más antiguos trabajos ensayísticos de Vallejo, podría decirse que se inicia un periplo en su obra prosística (hasta ahora conocida) y el punto de partida de los primeros trabajos de dimensión periodística para algunos diarios de la región (El Norte, La Semana, La Reforma, entre otros, de Trujillo), y que más tarde se extenderán a la ciudad de Lima (La Prensa, El Comercio, Mundial y Variedades), hasta el momento de viajar a Francia en 1923 y dedicarse, desde allí, a la tarea vertiginosa de colaborar con revistas y periódicos de América del Sur y de Europa. Esa serie de colaboraciones que sucesivamente irán apareciendo con el emblema "Desde Europa", denominación característica que antecede al título de cada uno de los artículos, y que comienza con el texto "En Montmartre", fechado en París en julio de 1923 y publicado en el ya mencionado El Norte, del 26 de octubre de ese año. Aquella primera crónica es una semblanza que el poeta peruano recoge de la conversación con un español en las proximidades de los Campos Elíseos. Son impresiones curiosas que despiertan la capacidad de captación de su interlocutor y ponen de relieve un intercambio de anhelos que, sigilosamente, eso es, va demarcando un cuadro de situación geográfica en el poeta y configurando el perfil de un personaje novelesco, por lo curioso, en el segundo. Es un cuadro lleno de vivencias personales cuyo trasfondo sigue siendo el papel del desterrado y la ironía de las cosas que se manifiestan a su alrededor. Secretamente, sigue ligado aún a sus "números apostólicos", como una clave misteriosa y sarcástica que, por ende, lo hace autocalificarse como "obrero" en busca de una oportunidad de trabajo. Sin embargo, no es sino hasta 1924 cuando Vallejo empieza a mantener para El Norte, casi exclusivamente (salvo una nota aparecida en Alfar de La Coruña, España), que comienza con El pájaro azul —ópera prima de Maurice Maeterlinck—, que el cronista desmenuza, parte por parte, desde la representación en el teatro Cora Laparcerie. De ahí que su punto de vista no se haga esperar y, a pesar de la celebración crítica que todos los medios hacen de la obra, el poeta dice de la misma: "Desde luego que tan fantástica mise en scène, ante tal derroche de sensualismo epidérmico, montando emociones en las tablas, mis nervios se encabritan, se desorbitan y una sensación de insólita burdez los asalta, aserrándolos a grandes molares. ¿Por qué se nos maltrata así, enterrando el color en nuestra piel hasta el 30
Universidad de La Libertad, Trujillo, Tipografía "Olaya" —Progreso 511—, 1915.
pomo del vocablo? ¿Por qué el infierno, hecho sietes como espadas en los siete satanes de la retina? ¿Por qué se nos aporrea así la sensibilidad? ¿Por qué se nos grita y se nos da de piedras en el alma? ¿Acaso estamos sordos o embotados? ¿Eso es acaso una sesión de vil piromanía? Una Luz, un atavío brillante, de pedrerías y perlas como histéricas; un Tiempo, en albo traje de plata, cana patilla padretérnica y yatagán hecho de 181 grados del cuadrante; un Roble, en verde irredimible... ¿Por qué se nos aporrea así la sensibilidad, chamuscándonos de color? Sí. La Luz. Sin duda. Pero no basta que sea la Luz. Menester es que se vista de Luz. Y que cada velo suyo clarinee a todas las orejas: ¡Luz! Ello mueve a volver a la comadre escandalosa, y responderle, en acto medular, con una orden al lacayo, para que nos la aparte enseguida". Necesariamente, esta crónica ya pone en evidencia la capacidad crítica de su autor, desafiando el ánimo y el temperamento europeo del espectáculo y de la puesta en escena de la obra en sí. Una obra y un escritor del calibre de Maeterlinck, al que Manuel González Prada hace reiteradas alusiones por su influencia en las letras peruanas... No. De ninguna manera Vallejo se postula como un reseñador más del conjunto de reseñadores de la cultura del viejo mundo. El carácter de sus notas está promovido por una sensibilidad inusual, de raro talento, de descreimiento del acontecimiento fácil. Y esta sensibilidad de un hombre que clama por la luz y por las coordenadas eternas de la sensualidad, no es solamente la sensibilidad de un hombre atormentado por los parámetros de una territorialidad intelectual proveniente del suelo americano. Porque es, seguro, la razonada visión de un poeta condolido por la hipocresía y la superficialidad en el decorado humano, en la hora veinticinco de todo ser. Ni más ni menos. Y aquel interruptor sagaz de la mente permanecerá encendido, acaso, en la dimensión real de la escritura: porque "el arte descubre caminos, nunca metas".
LAS COORDENADAS DEL PENSAMIENTO CUANTITATIVO "Confianza en el anteojo, no en el ojo' (De Poemas humanos, 5 de oct. de 1937)
En marzo de 1925 Vallejo se emplea como secretario del llamado Bureau des Grands Journaux Latino-Americains, entidad recientemente conformada. Tiene preocupantes problemas de salud y por ese entonces recibe una beca en España que lo obliga a viajar de París a Madrid. Con el pasar del tiempo, renuncia a esa pensión por cuestionamientos morales. ("Tengo 34 años y me avergüenza vivir todavía becado", dice a su amigo
Pablo Abril de Vivero). Y es el primero de mayo que da cuenta, en Mundial, acerca de "Los grandes periódicos latinoamericanos", en una reseña exhaustiva de la empresa dirigida por Alejandro Sux a la que está ligado laboralmente. Durante aquel año César Vallejo escribe unas dieciocho crónicas publicadas casi todas en Mundial, salvo "La inmigración amarilla al Perú", entre otras, que se publicó en L'Europe Nouvelle de Francia. En este período hay un especial interés en todo lo relacionado con las artes plásticas, la literatura y sobre cualquier otra disciplina o miscelánea, hay un obsesivo y tangencial desglosamiento de los temas afines al amor, la metafísica y, fundamentalmente, el teatro. En este sentido, argumenta: "Por lo que respecta al teatro francés moderno, su valor es el de siempre: mediocre". Y en cuanto a las manifestaciones de la plástica, agrega en "España en la exposición internacional de París", con referencia al escultor Joseph Decrefft: "la estética interpretativa ha muerto, dejando lugar a la estética creadora". Y es en este mosaico donde hay una singularísima nota, "Las fieras y las aves raras en París" (del 6 de noviembre de 1925), que conlleva una expectativa de inclinaciones político-literarias y de información cultural que más bien reproduce la calidad de un retablo de la época. Una época en la que sobresalen figuras como Isadora Duncan, Ana Pavlova, Conan Doyle, el Ku-KluxKlan, un congreso espiritista y, todavía, una mención a Lenin y la literatura rusa. El texto, es verdad, recompone el exotismo ambiental en una galería inesperada de reflexiones donde el humor, el ácido humor, va descifrando un delicioso encuadre ilustrativo de las personas, a base de observación, pesimismo y delicadeza poética. Eso mismo que vuelve a repetirse, una y otra vez, en otros artículos no menos importantes registrados para ese controvertido e inquietante período en la existencia de Vallejo. De modo que en "El Salón de Otoño en París" (27 de noviembre), hay una vuelta de tuerca en lo referente al pensamiento del poeta en torno a la plástica, no exento de ironía al referirse, de paso, al autor de El secreto profesional31. Una evaluación de la pintura moderna en Picasso, Braque y Van Dongen, entre otros, pasando por el cubismo en boga y las reminiscencias del impresionismo, así como los románticos que condenaron en toda su extensión el arte pagano y las excentricidades del renacimiento, claro está, como Delacroix y Corot. Y esa evaluación es edificante cuando afirma que: "El ojo, más que el espíritu, gusta lo simple y no lo intrincado. Caótico, o por lo menos complejo, es el arte que quiere decir algo y significa algo, es decir, el arte hecho para el espíritu, mientras que este otro arte hecho para la retina no aspira sino al placer fisiológico, o lo que es igual, a la dicha subconsciente profunda, universal, permanente. La retina y toda nuestra sensibilidad, en general, goza cuando está ante algo que no padece de lo que podría llamarse pedantería de conciencia o 31
Jean Cocteau.
pedantería de símbolo, éste o el otro". En este aspecto el poeta se acerca a Coleridge. Para concluir afirmando que la vanguardia se congratula con Tabory, Foujita, Decrefft, De Gargallo, Brecheret y el artista mexicano Bracho. En definitiva, son del mismo tenor analítico y francamente variado ante los temas, las notas que llevan por título: "La conquista de París por los negros" (11 de diciembre); "El hombre moderno" (13 de diciembre); en la que no oculta un particular goce instintivo hacia lo esencialmente literario. O no se encuentra eso en uno de sus aforismos lanzados a la paisajística moderna, cuando dice: "Hacedores de imágenes, devolved las palabras a los hombres". Todo lo demás es una visión nocturna, un espejismo sobre el que insistirá después. De ahí las otras historias cuantitativas que darán la razón a Antenor Orrego: "César Vallejo está destripando los muñecos de la retórica". LA BUSQUEDA IMPLACABLE "Me viene, hay días, una gana ubérrima, política" (De Poemas humanos, 6 de nov. de 1937)
Entre las idas y venidas de Vallejo de París a Madrid, las angustias económicas no dejan por un instante de ser un elemento descontrolador en su vida. Y en 1927 cambia de trabajo; aunque no deja en ningún momento de colaborar en los periódicos acostumbrados. Es más, se produce el abandono definitivo hacia los "Grands Journaux" y entra en estrecha relación con un vespertino de Argentina en condiciones al parecer deplorables. Eso se desprende de una carta dirigida a Pablo Abril de Vivero: "He entrado a trabajar a La Razón de Buenos Aires, con un sueldo de quinientos francos y con un trabajo enorme, de once a doce y de dos a seis y media de la tarde. Soy aquí un poco secretario, portapliegos, traductor, portero, etcétera. Como usted ve, he vuelto a caer en 'amanuense' en la calidad económica de amanuense". Y entre otros pormenores el poeta narra con lujo de detalles las circunstancias de aquella experiencia. Su ánimo es taciturno y desconsolador. Pero no obstante eso, su fibra crítica, de acuerdo a las notas de esa época, no baja su perfil ni desmerece la calidad de sus hipérboles deductivas en el replanteamiento estético y mucho menos en los parámetros éticos de su visión de las cosas y de la naturaleza humana. De aquella misma carta, prosigue diciendo: "Salí de los Grands Journaux y caigo ahora en esta otra cosa. Es irremediable. El que nació para esto, no puede ser aquello. Estaba escrito. Mientras tanto, los hay quienes son económicamente felices, con tanto o menos mérito vital
que yo. Tanto peor. Le aseguro, Pablo, que tengo a veces momentos de fe en el 'reino que no es de este mundo' de Nuestro Señor. De otro modo, hay que concluir en que no hay justicia en el universo". Acaso una de las crónicas más bellas que Vallejo escribiera en esos días (tanto por su valor poético como por su detenido espectáculo surreal al que obstinadamente recurre), es el titulado "La Fiesta de las Novias en París", con el que inicia sus publicaciones en Mundial del 1° de enero. El texto, claro está, es decididamente prosa poética. Y la magia no deja de rondarle como por encantamiento y resurrección de las penurias parisienses. Allí vibra el esplendor dialéctico de las metáforas sin descuidar el encuadre social y el anecdotario cotidiano del entorno urbano. De aquel periplo que va de lo reflexivo a lo nostálgico, se cuenta una variedad importante de temas relacionados con el cine (al que Vallejo rinde admirable testimonio), a la plástica (donde alude a la muerte de Claude Monet), a la ópera y la danza (con la muerte de Isadora Duncan) y en el entreacto político y social, "El otro caso de Mr. Curwood", relacionado con la ejecución de los anarquistas Sacco y Vanzetti. Hay, además, una constante preocupación del poeta ante los temas específicos del arte y, en particular, de la literatura en relación con las tendencias vanguardísticas. La polémica de la literatura proletaria era un tema vigente y él lo trata en varias crónicas ("Sobre el proletariado literario", "Ejecutoria del arte socialista" y "Literatura proletaria", etcétera). Pero también se desliza en un tema que linda con la psiquiatría, "La locura en el arte", polemiza en torno de Maiakovsky, indaga sobre el teatro moderno y se detiene en una semblanza de "La Nueva Poesía Norteamericana", así como entrevista al poeta Tristán Tzara, creador del movimiento Dadá, rinde homenaje a Baudelaire y, en suma, hace una constante indagación acerca del surrealismo ("Autopsia del surrealismo", 1930) y entre otros textos paralelos afines ("La Gioconda y Guillaume Apollinaire", 1927), donde concluye diciendo: "De Mallarmé a Guillaume Apollinaire. Tal es la cordelada en la poética francesa. El tiempo irá diciéndolo, más y más claro, con su enorme vozarrón". Es ésta una referencia a un suceso en el que Apollinaire es acusado de haber robado La Gioconda de Leonardo Da Vinci, por su vinculación con el aventurero belga Géry Pieret. En esa historia, éste huye, pero Apollinaire es detenido el 7 de septiembre de 1911 y puesto en celda en la Santé en París; aunque seis días más tarde su abogado obtiene su libertad y al año siguiente se le concede el sobreseimiento definitivo al comprobarse su total inocencia. De modo que Vallejo, retomando aquel célebre suceso y dotándolo de un ingrediente humorístico que, por lo insólito, revive el caso desde el punto de vista del absurdo, juega con la imaginación hasta reconstruir la anécdota y su relación con la vanguardia y su alcance en la poesía moderna. En este aspecto, se burla de la misma historia judicial y reconoce en Apollinaire la
dignidad de su merecimiento intelectual en cuanto al mito: "Guillaume Apollinaire fue, pues, el ladrón de Monna Lisa, el padre del superrealismo y el primer que, antes que nadie, recolectó en los vastos cementerios de la guerra, donde todos le mataron, las nuevas wagneritas del espíritu nuevo en poesía. Por todos estos hechos inolvidables, desaparecido Apollinaire, se empieza a admirar y a enaltecer su nombre, haciéndole justicia. Se empieza a descubrir los ricos yacimientos de radio en grano lírico, ocultos en su obra y en su vida. Un archipiélago de amor y desagravio surge en torno a su recuerdo". Antes de 1930, realiza dos viajes a Rusia de donde viene profundamente impresionado; pero también aterrado ante la incomprensión del idioma y esperanzado porque ha conseguido, al menos, la promesa de colaboraciones para algunos periódicos soviéticos. Consecuentemente, muchos de aquellos escritos se vertieron en Rusia en 1931 y otros en El arte y la Revolución aparecido póstumamente. En enero de 1930 el poeta interrumpe los envíos a Mundial y, en cambio, los inicia en la revista Bolívar que dirige su amigo Pablo Abril de Vivero, en un total de diez artículos. Desde allí hasta su muerte, el autor de Los heraldos negros, asume una posición cada vez más involucrada con la lucha española y el estudio del marxismo. Escribe "Las grandes lecciones culturales de la Guerra Civil Española" (1937) y culmina con una nota incompleta acerca de "La responsabilidad del escritor", publicada, como ya se dijo, en la revista de Neruda El Mono Azul, un año después de la desaparición del poeta. No obstante estas deducciones, y del gran interés que el poeta peruano manifestó por la política, él ya había tomado partido sobre la diferencia que existe entre el poeta y el político, estableciendo sus personales coordenadas: "El poeta es un hombre que opera en campos altísimos, sintetizantes. Posee también naturaleza política, pero la posee en grado supremo y no en actitudes de capitulero o de sectario. Las doctrinas políticas del poeta son nubes, soles, lunas, movimientos vagos y ecuménicos, encrucijadas insolubles, causas primeras y últimos fines. Y son los otros, los políticos, quienes han de exponer e interpretar ese verbo universal caótico, pleno de las más encontradas trayectorias, ante las multitudes. Tal es la diferencia entre el poeta y el político". MANUEL RUANO
LA OBRA DE VALLEJO VISTA POR JORGE BASADRE
Vallejo, por Picasso
En su primer libro poético, Los heraldos negros, hay huellas de Rubén Darío, quizás de algunos simbolistas franceses que conoció por antología de Diez Canedo y, sin duda, de Herrera y Reissig; pero, al mismo tiempo, aparece un poeta completamente liberado, en plena posesión de sí mismo, con temas y expresiones nacionales, regionales, populares o indígenas y, a la vez, con un romanticismo esencial, o sea un sentimiento trascendente de desolación mística, una angustia metafísica que expresa un dolor inmenso y un hondo acento de solidaridad humana. Pero si Los heraldos negros fue la pugna entre una estética que venía del pasado y otra que otea el futuro, Trilce (aunque quizás tiene algún reflejo de las innovaciones formales aportadas por el ultraísmo) es una violenta ruptura con toda imitación o influencia literaria, una liberación audaz de los cauces usuales del metro y de la rima, a la vez que de la sintaxis y de la lógica aparente. De la "pureza poética" de Trilce a través de su descoyuntado idioma, de su armazón esquelética ha hablado José Bergamín y José María Valverde ha dicho que en el lenguaje de Vallejo las palabras se encuentran en un estado que bien podríamos llamar radiactivo, disparándose y saltando de su lugar de clasificación a otros, salidas de sus casillas, con una fuerza de sugestión fantástica y emotiva. Vallejo exhuma palabras antiguas (con lo que evidencia su conocimiento de algunos clásicos del idioma) o inventa otras nuevas o utiliza, de un lado, términos científicos o técnicos y, de otro; expresiones populares y de la vida cotidiana. Pero para él el atuendo verbal no importa. Trata de reducir el lenguaje a lo indispensable para alcanzar un
meollo o entraña esencial. Su estilo, brotado del candor y la iracundia, tiene un sentido genésico para las palabras que usa. Pero debajo de todo ello balbucea una vital emoción humana, se arremolinan recuerdos e imágenes subconscientes, aparecen las huellas de estupendos fracasos, refléjanse experiencias de pobreza, prisión y soledad en una vida que no tiene sentido, donde priman el dolor y la angustia que sumen a los hombres en triste orfandad, un mundo hostil cuyo alquiler todos quieren cobrar, unidos al dulce recuerdo de la infancia y del hogar arrebatados por el tiempo y a una solidaridad esencial con los que sufren y con los que son oprimidos. Muchos poemas son autobiográficos; pero estos motivos son una causal para descender a las entrañas más profundas del ser. Hombre de su tiempo, Vallejo se apasionó por las cuestiones sociales a partir de 1928 y él, tan personal y casi anárquico (sedicioso nato, insurrecto total lo llama Juan Larrea) militó en la organización revolucionaria. En artículos y crónicas y también en libros como El tungsteno y Rusia 1931 (donde aparece inferior a sí mismo) quedó constancia pública de la fe y la doctrina del autor de Trilce. "A diferencia de otros minuciosos, voraces aprovechadores, Vallejo (ha escrito Guillermo de Torre) en cuanto poeta, en cuanto hombre de letras, nunca se apoyó en ninguna plataforma extraliteraria, política; su único sostén estuvo en sí mismo. Si fue a Rusia en dos ocasiones, lo hizo a sus expensas; el libro-reportaje que escribió, más allá de una simpatía apriorística, no rebasa los límites de la objetividad. Cierta arisquez temperamental, cierto libertarismo ingénito lo hicieron inmune probablemente a todo enrolamiento sectario". La guerra española precipitó en él una eclosión poética de pureza, intensidad y hondura metafísicas y visionarias dentro de su aparente incoherencia entrecortada en la cual se reafirmó su condición de auténtico poseso que (según las palabras de Juan Larrea) "lúcidamente y sin reflexión alguna, trata por todos los medios de extraerse de sí, de alienarse apelando al absurdo". El romanticismo inició la controversia acerca de las formas tradicionales y convencionales del lenguaje al bregar en principio contra la falsificación de la experiencia por la forma; y esa lucha prosiguió al punto de que la historia literaria a lo largo de los siglos XIX y XX ha sido, en cierta forma, la historia de la renovación del lenguaje mismo. Pero al avanzar el siglo XX, coincidiendo con las postrimerías de la Primera Guerra Mundial, se intensificó en todas las artes la protesta contra los medios convencionales de expresarse, la ruptura con la tradición estética, la resistencia contra las tentaciones de las formas ya hechas y de los clichés quizás convenientes pero gastados y no valiosos. Ha sido un tremendo
esfuerzo por la expresión directa, la pura y virginal inspiración enfrentándose a la coagulación, la consolidación la externalización, la institucionalización de lo vivido. Vallejo, sin desmedro de su originalidad, toma parte en ese épico combate. Pero lo hace a solas, con el aporte de su dolor inmenso, con el de su genio y el de su sentido humano. Su obra en conjunto, como expresara Antenor Orrego proféticamente en el prólogo de Trilce, “retrae hacia su origen la esencia del ser”. Su voz suele dar la impresión de un abismo. Coloca a los hombres frente a su propio drama y las nuevas generaciones encuentran allí un desasosiego, unas contradicciones, un malestar síquico que son como los de ellos y los del mundo y de la época en que viven. Con Vallejo se inicia en América un nuevo proceso cultural, un proceso de alcance y sentido universales. (“Historia de la República del Perú”).
GEORGETTE, LA VIUDA DE CÉSAR VALLEJO Por Beltrán Gambier / 2005. La autobiografía puede ser un modo de defensa. Es el caso de Georgette de Vallejo quien hace más de veinte años escribió un hoy desconocido libro de corte autobiográfico titulado “Allá ellos, allá ellos, allá ellos!” (Lima, 1978), en el que procuró refutar a algunos amigos y críticos literarios de César Vallejo que la criticaron severamente. Pude constatar en Lima que la personalidad y estilo de Georgette tiene dividida la opinión en los ambientes culturales. Son muy pocos los que la quieren. Según lo cuenta Georgette Philippart, ella ya conocía de vista a César Vallejo cuando en febrero de 1927, a las seis de la tarde, éste se le acercó y, quitándose el sombrero, la invitó a un encuentro en Le Carillon, un café de la Avenida de la Opera donde Vallejo solía tomar el desayuno y leer los periódicos. La escena tuvo lugar en la calle Montpensier que bordea el jardín del Palais Royal cerca del Hotel Richelieu, donde Vallejo vivía con Henriette Maisse. Muy cerca, en la calle Molière, Georgette vivía con su madre. Pese a que Georgette y Vallejo se encontraron varias veces en 1927 y Henriette llegó a increpar a Georgette por ello, solo estuvieron juntos a partir de 1929 y hasta la muerte del poeta. Se casaron en París por civil, casi en secreto, el 11 de octubre de 1934. Fueron testigos Ismael González de la Serna -pintor granadino amigo de Federico García Lorca- y su mujer, Susanne Putois. Eran tiempos durísimos para los escritores y artistas. La vocación y el talento no alcanzaban para vivir. Y si París era una fiesta, ellos no estaban invitados. Y a la bohemia había que sumarle el idealismo y la militancia en el Partido Comunista. Al hablar de la relación de los escritores con el poder, dice Octavio Paz que éstos tuvieron: “...una larga pasión desdichada por la política...La Revolución ha sido la gran Diosa, la Amada eterna y la gran Puta de poetas y novelistas. La política...envenenó los insomnios de César Vallejo...” (“Obras Completas”, Tomo 8, pag. 546). “Georgette Philippart es la mujer más linda de este encuentro” dijo Octavio Paz, “es insoportable para todos” confesó Pablo Neruda. Fue con ocasión del itinerante II Congreso Internacional de Escritores para la
Defensa de la Cultura -o Congreso de Escritores Antifascistas- de 1937. “España bajo las bombas” titula Alejo Carpentier su crónica del encuentro. Doscientos escritores que desafiaron a los bombardeos y dieron apoyo a la República en medio de la Guerra Civil Española: Vicente Huidobro, Raúl González Tuñon, Tristán Tzara, Waldo Frank, Ernest Hemingway, Ilya Ehremburg, André Malraux, Rafael Alberti, María Teresa León, Corpus Barga, Nicolás Guillén, Pablo Neruda con Delia del Carril y tantos otros. En 1930 Vallejo fue expulsado de Francia por razones políticas y aprovecha ese pretexto para viajar con Georgette a Madrid donde se vincula con escritores y poetas y desarrolla una intensa militancia en el Partido Comunista. Quizás eso fue lo que tiñó su estilo de matrimonio de cierto antihedonismo. Entre ellos había un tácito acuerdo: no se pronunciaba nunca la palabra felicidad, personal o conyugal; vivían por y para la revolución mundial. “En aquel cuarto/donde no había más que nosotros/nosotros y solo dos/contra tantos/pesaba un silencio más fuerte/que todo el ruido del mundo/y de los malos”, escribe Georgette en su libro “Máscara de cal”(Lima, 1979). “Vallejo, que, en tanto revolucionario militante, se niega el derecho a tener hijos, es responsable de sus angustias, y éstas no son menores para su mujer”, dijo Georgette. César Vallejo tenía la obsesión de morir en jueves, pero murió en la mañana de un viernes, Santo, el 15 de abril de 1938. Junto a él estaban Georgette, Juan Larrea y Cuto Oyarzun. “Me moriré en París con aguacero, /un día del cual tengo ya el recuerdo...” (“Poemas Humanos”, París, 1939). Pero era una mañana extraordinariamente soleada aquella del entierro en el cementerio de Mont Rouge y allí lo despidieron, entre otros, Louis Aragon, Tristán Tzara, Antonio Ruiz Villaplana y Gonzalo More. “...Uno de los defensores más abnegados de la cultura mundial”, dijo el primero. Georgette se quedó sola y pobre en la vida, su madre ya había muerto para ese entonces y lo que heredó se lo gastó con Vallejo en el viaje a Rusia de 1929. Como había sido educada con la idea de que no había que pedir ayuda a nadie se arregló como pudo con un telar con el que hacía alfombras. Muchos años después, en 1951, decide conocer el Perú. Viajando en un camarote de tercera del vapor “Reina del Pacífico” llega al puerto del Callao el domingo 6 de mayo. Y en 1952 llegó hasta Santiago de Chuco, tierra natal del poeta, de la mano de un sobrino, Oswaldo D. Vázquez Vallejo. El gobierno del Perú le concedió una pensión y Georgette se quedó a vivir en Lima. El ilustre historiador Raúl Porras Barrenechea fue su protector mientras pudo. Pero más tarde su pensión fue reducida a una
suma irrisoria y su enojo fue tal que llegó a destruir algunos recuerdos del poeta. Todos coinciden en que Georgette tenía un pésimo carácter y no era generosa en el terreno del afecto. El propio Vallejo -que no la menciona en su obra literaria- dice que era egoísta, aunque se debatía en una dialéctica egoísmo-altruismo. Lo cierto es que poco a poco se fue enemistando con los amigos del poeta. Algunos no compartían su modo de administrar la memoria del difunto. La más dura y desagradable lucha la mantuvo con Juan Larrea de quien llegó a decir “deploro tener que reconocer que Vallejo… ha merecido como biógrafo a este siniestro fugitivo de la guerra civil de su propio país, necrófago del ‘cadáver’ de Vallejo”. En su libro “Vallejo” (Buenos Aires, 1958), Xavier Abril, amigo íntimo del poeta, no menciona a Georgette ni una sola vez. Una mujer dura, me dice Francisco Vallejo Ciudad, ahijado del poeta. Podría decirse que fue la contrafigura de Delia del Carril que si parece haber sido una mujer encantadora. A Georgette le quedó un solo amigo que resistió con estoicidad vallejiana los malhumores de la viuda, el pintor Fernando de Szyszlo, quien hoy la recuerda con sentido afecto: “Con un dinero que pudo juntar, Georgette consiguió que los restos de Vallejo fueran trasladados al cementerio de Montparnasse. Ella escribió el epitafio ‘He nevado tanto para que duermas”. Diez años antes de morir, Vallejo estuvo a metros del lugar donde definitivamente descansarían sus restos. Fue con motivo de un homenaje a Charles Baudelaire. El Extranjero, La invitación al viaje, La danza macabra y La muerte de los amantes, se dijeron en un clima de emoción cautivante, conmovedora, dice en Vallejo en su crónica. Georgette terminó sus días en la Maison de Santé, una clínica de la Sociedad Francesa de Beneficencia que le prestó atención gratuita a la viuda del gran poeta hasta su muerte. Allí solía recibir la visita del Embajador de Francia, Paul Henri Gaschignard, quien me contó desde París su dura experiencia con esta señora. Es estremecedor el testimonio del Dr. Felizardo Osorio Valverde, Director de la clínica, quien atendió a Georgette en sus últimos días. En la cálida madrugada del 4 de diciembre de 1984 Georgette murió. Tenía setenta y seis años. Fue enterrada en el cementerio de la Planicie de Lima. Quizás nadie se ocupe de cumplir su deseo de que sus restos descansaran junto a los de quien casi sesenta años antes, en una apacible tarde parisina, le creara la ilusión de que la vida era algo mejor que un amargo tránsito.