Crisis estructural y desestructuración social en Venezuela. Comentarios para una reflexión
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AUTOR: CÉSAR A. BARRANTES A. ÍNDICE: I. EL ESCENARIO DE LA HISTORIA. II. LAS PROMESAS NO CUMPLIDAS POR LA DEMOCRACIA. III. LAS CAUSAS DE LA DESLEGITIMACIÓN. IV. LOS IMPACTOS SICOSOCIALES DE LA DESCOMPOSICIÓN SOCIETAL. V. LOS DETERMINANTES DE LA POBREZA. VI.LA SITUACIÓN DE POBREZA Y LAS ESTRATEGIAS DE SOBREVIVENCIA. VII.LOS INTENTOS DE INTERVENIR LA DESCOMPOSICIÓN SOCIAL. VII. A: LA POLÍTICA ECONÓMICA COMO CUESTIÓN DE ESTADO. VII. B: EL CARÁCTER SUBORDINADO Y DESARTICULADO DE LA POLÍTICA SOCIAL. REFLEXIONES PARA SEGUIR PENSANDO. BIBLIOGRAFÍA.
1) EL ESCENARIO DE LA HISTORIA En 1989 se produjo en Venezuela una coincidencia crucial: el inicio de la segunda recesión económica de la década y el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez. El escenario de la historia era el siguiente: La pugnacidad entre las fracciones hegemónicodominantes había llevado a una situación en la que ninguna de éstas había podido acumular y revalorar los recursos de poder necesarios para el ejercicio cabal del poder del estado. Al no predominar una, o varias aliadas, sobre las otras, dichas fracciones sólo tenían posibilidad de obstaculizarse recíprocamente. El obstruccionismo como recurso de gobernabilidad había adquirido una peligrosa centralidad que amenazaba con acelerar el desgaste de la precaria estabilidad políticosocial del sistema y, por ende, de los mecanismos de articulación social. Los antagonismos, agudizados por la larga crisis estructural, habían develado un conjunto de hechos cruciales que no estaban siendo asumidos con todas sus consecuencias por la mayoría de los actores políticos ni por los denominados "cogollos" empresariales, partidistas y sindicalistas. Entre dichos hechos, nos parecen importantes los siguientes: *) El Pacto de Punto Fijo, suscrito el 31 de octubre de 1958 por los partidos Acción Democrática, Socialcristiano COPEI y Unión Republicana Democrática, había perdido vigencia1. En consecuencia, el "ensayo republicano"
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Forma parte del capítulo V de mi libro El apoyo a la economía popular en Venezuela. ¿Hacia una política social orgánica de estado?, Editorial Tropykos, FACES-Universidad Central de Venezuela, 1997. Profesor investigador de grado y posgrado de la Universidad Central de Venezuela. Coordinador de Investigación de la Escuela de Trabajo Social. "Se deja claramente sentado que ninguna de las organizaciones signatarias (del Pacto de Punto Fijo) aspira ni acepta hegemonía en el Gabinete Ejecutivo, en el cual deben estar representadas la corrientes políticas nacionales
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iniciado el 23 de enero de 1958 había caducado y el régimen económicopolítico "puntofijista", necesitaba urgentemente un ajuste de cuentas con la representatividad colectiva. *) La portentosa renta petrolera estaba colapsada, el modelo industrial-consumista sustentado en la sustitución de importaciones, estaba agotado casi desde su implementación tardía, la recesión y la fuga de capitales habían aumentado, el fisco mostraba un déficit conservador de Bs.16.000.000.000 (MINISTERIO DE HACIENDA 1989), el aparataje del Estado crujía agobiado por el peso de la megadeuda externa y su estilo de solucionar a "realazos" los problemas de la sociedad a la que pertenece, estaba colapsado. *) La descomposición del régimen económico, electoral, jurídico, político y administrativo "puntofijista", que continuaba provocando efectos perversos progresivos en el modo y la calidad de vida de amplios sectores sociales, necesitaba urgentemente un ajuste de cuentas con la representatividad ciudadana y popular. *) La polarización social y política amenazaba la convivencia entre las clases sociales en virtud de que la distribución del ingreso nacional se había tornado regresiva: el 40% de los hogares más pobres apenas podía disfrutar del 18.9% mientras que el 20% de los más ricos ostentaba el 43.2% del mismo (ILDIS 1990); las bases de la seguridad social y pública estaban quebradas; el desempleo aumentaba y no menos del 45% de la fuerza laboral se empleaba en el llamado, más por persistencia que por pertinencia, "sector informal urbano" (OCEI 1991; ILDIS 1991). *) No obstante lo anterior, las fuerzas políticas usufructuarias del régimen continuaban pugnando por preservar los términos del intercambio "puntofijista" como si la sociedad aún fuera la misma de treinta y cinco años atrás. En este sentido, la otrora fabulosa renta petrolera seguía siendo considerada como la inagotable "FUENTE DE LA ABUNDANCIA" y los "cogollos" empresariales, partidistas, gremialistas, sindicalistas, burocratistas y tecnocratistas públicos tanto estatales como civiles de alto nivel persistían en seguir, unos más otros menos, extrayendo y distribuyendo, directa o mediadamente, legal mas no siempre legítimamente, gratificaciones tangibles e intangibles sin que éstas dejaran de seguir ilusoriamente goteando paternalista y clientelarmente hacia las clases medias y populares2. *) La preminencia del sistema
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y los sectores independientes del país, MEDIANTE UNA LEAL SELECCIÓN DE CAPACIDADES.". Este compromiso, nos parece, no se cumplió, no obstante que fue definido como el componente sustantivo del Gobierno de Unidad Nacional, es decir, "el camino para canalizar las energías partidistas y evitar una oposición sistemática que debilitaría el movimiento democrático" (paréntesis y mayúsculas nuestras). "El Pacto de Punto Fijo". En Síntesis, Revista documental de Ciencias Sociales Iberoamericanas, No. 5, mayo-agosto de 1988. Madrid. "Los principales mecanismos de distribución (de la renta petrolera) habían sido tres: 1) Al pagar una tasa efectiva de impuesto muy baja, los agentes económicos venezolanos se benefician de la renta al poner el Estado a su disposición toda la infraestructura, la educación y los servicios necesarios a un precio =los impuestos= muy por debajo del costo... éste es (la) transferencia de renta más importante (que) favorece (a) los que disponen de ingresos mayores y que, en condiciones normales, deberían pagar las tasas de impuesto más altas. 2) El Estado compra
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políticopartidista =reducido a los partidos existentes al momento de firmar el Pacto de Punto Fijo= sobre los demás momentos coconstitutivos de la sociedad venezolana considerada en su conjunto más inclusivo3 favoreciendo el carácter electorizante y partidizante que se había arraigado en cada uno de éstos y en sus interrelaciones mutuas. *) Las prácticas dominantes de la economía, la política y la cultura se habían venido integrando entre sí mediatizadas por el protagonismo de los aparatajes gubernamental, empresarial (medios de difusión masiva inclusive), sindicalcetevista, gremial (asociaciones y colegios de profesionales y técnicos) y partidistas. *) Las tendencias dinámicas que preanunciaran avances sustantivos hacia la definición de un nuevo "patrón" de acumulación o "modelo" económico y de un nuevo estilo de desarrollo capitalista, así como las que potenciaran la construcción-producción no traumática de un sistema hegemónico nacional democrático, activo y justo se encontraban neutralizadas o bloqueadas. 2) LAS PROMESAS NO CUMPLIDAS POR LA DEMOCRACIA Las condiciones históricas que le dieron vigencia a los términos del intercambio "puntofijista" y a los mecanismos de redistribución del excedente petrolero, comenzaron a cambiar abruptamente entrados los `80 (Izaguirre 1986; Fajardo 1986): ya no todos podían seguir ganando, unos menos y otros más. La más profunda y prolongada crisis del sistema productivo venezolano y de la economía mundial develó el reverso de la moneda: la maximización de la tasa de ganancia se realiza entre las fracciones que tienen capacidad de acumular recursos de poder (económicos, ideológicos y simbólicos, políticos, institucionales, sociales, tecnológicos) y captar la plusvalía producida por los asalariados y no asalariados, así como captar el ahorro de los que pierden y, aún más, el que dejan de percibir los que quedan excluidos de los frutos de la democracia y el desarrollo tecnocientífico y civilizatorio. Casi diez años después de haberse comenzado a constatar la anterior realidad, no había sido posible cumplir con lo siguiente: *) Restructurar y diversificar el sistema productivo agrícola e industrial. *)
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todo género de mercancías y de servicios a un sobreprecio (lo que se refiere...también a...empleados públicos ociosos y superfluos, aunque en términos absolutos su remuneración sea muy modesta). Dado el peso del Estado en nuestra economía, éste... implica que en nuestras cuentas nacionales existe una contabilización doble... 3)...todas estas transferencias encubiertas, de precaria legalidad, como por ejemplo los préstamos blandos y no recuperables. Este mecanismo es de particular importancia en años excepcionales, cuando hay aumentos repentinos de la renta como ocurrió dos veces en la última década." (Mommer, 1990:206-207). Estos son la nación, la sociedad civil, el sistema de partidos, el escenario electoral; el estado y sus aparatos ideológicos, represivos, productivos e instancias de gobierno; el régimen jurídicopolítico o estado de derecho que legitima, normatiza, institucionaliza y pragmatiza las relaciones DE y EN la producción, reproducción y transformación de la realidad económica, social, política, cultural, ideológica y simbólica que los distintos actores y clases mantienen entre sí, con el estado y la sociedad.
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Potenciar el desarrollo de todos los sectores sobre la base de su integración productiva en los niveles de la micro, pequeña, mediana y gran escala. *) Incrementar el beneficio social de la productividad económica y de los mecanismos de exportación y distribución interna de bienes y servicios. *) Mejorar de manera sostenida la calidad de las deterioradas condiciones de vida de los micro y pequeños empresarios. *) Potenciar las capacidades productivas e innovativas de las clases populares. *) Democratizar efectivamente el sistema económico-político, el régimen partidarioelectoral, la cultura, el estado, la nación y la sociedad. *) Descentralizar, desburocratizar, despartidizar y deselectoralizar las relaciones entre el estado, sus aparatos e instancias de gobierno con la sociedad civil y la nación. Es dentro de este marco de las promesas no cumplidas por el ensayo republicano =mejor dicho, por el proyecto político que se constituyó en "EL" portador de "LA" democracia tal cual es entendida y practicada por la clase política y aceptada por las clases subalternas como paradigma de convivencia= que adquirió la particular preocupación gubernamental por la reforma del Estado, pero éste concebido no en su sentido integral, sino, reducido a la materialidad de sus aparatos4. Dicha preocupación condujo en 1984 a la creación de la Comisión Presidencial para la Reforma del Estado5 una instancia que rápidamente se constituyó en un foro de alto nivel de discusión, producción y promoción de propuestas no vinculantes para los poderes de la República. De dichas propuestas, sólo la elección directa uninominal de veintiún gobernadores de estado (los de Amazonas y Distrito Federal siguieron siendo nombrados por el ejecutivo nacional hasta 1995) y de docientos cincuenta alcaldes se pudo llevar a cabo en 1989. La elección uninominal directa es un mecanismo promisorio de descentralización y democratización del sistema político que favorece la apertura del abanico de opciones candidaturales y el control civil de la gestión del funcionariado públicoestatal. No obstante, el comicio se realizó en condiciones que no permitían vislumbrar la oportunidad de implementar nuevos mecanismos y estilos de conducción política del estado y la sociedad ni el 4
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La preocupación del gobierno por la reforma del Estado no significa que el alto mando del Estado tenga interés en reformarse a sí mismo. "...de Betancourt en adelante, la reforma del Estado aparece...como...reforma de su aparato, mas no de sus mecanismos y dinámicas...es decir, de las normas de la participación democrática,...la democracia en términos políticos y de participación de todos...quedó circunscrita al acto de votación quinquenal y mediatizada por la interferencia de los partidos políticos, los cuales lograron aumentar su importancia y su influencia. Esta tendencia `tecnocrática' se mantuvo en todos los intentos posteriores de reforma del Estado". (Sonntag 1988a:110). Al crear la COPRE, Lusinchi "le atribuyó como uno de sus objetivos básicos asegurar la vigencia de los principios constitucionales referentes a la democracia, así como una efectiva participación de los ciudadanos en la toma de decisiones de los poderes públicos, con lo cual se reconocía, en forma oficial y por la más alta autoridad pública, las insuficiencias e imperfecciones de la situación..." (Rey 1987: 173).
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proceso de descentralización que incluyera lo siguiente: *) La autonomía decisional y presupuestaria regional y municipal. *) La dotación de facultades especiales a las juntas parroquiales a fin de que éstas se pudieran constituir en instrumentos efectivos del buen gobierno local. *) La dotación al aparataje estatal y a las organizaciones civiles, especialmente populares, de capacidades gerenciales para el diseño de estrategias de acceso a los recursos de poder del Estado a cambio de que los sujetos de sus políticas incrementen su rentabilidad social, su productividad económica y su participación autogestora dentro del marco del desarrollo nacional. *) La sustitución del régimen presidencialista mediante la creación de la figura del primer ministro. *) Las reformas financieras y tributarias, y, en especial, de los poderes legislativo y judicial. La pérdida de representatividad y, por ende, de legitimidad del sistema político y del liderazgo nacional6, así como la pérdida de expectativas de amplias capas de la población, se vio expresada en la poca capacidad de convocatoria y, por lo tanto, de movilización que tuvo el comicio mencionado: el abstencionismo en el ámbito nacional alcanzó el 55% y en Caracas el 70% (Carrasquero y Welsch 1989; Sonntag 1991:14). 3) LAS CAUSAS DE LA DESLEGITIMACIÓN Dos condiciones de honda raigambre en la cultura política venezolana (Herrera 1991)7 parecieron mediatizar la movilización de la conciencia electoral en diciembre de 1989. Por un lado, la ausencia de una voluntad de fortalecimiento de la sociedad civil por parte de los denominados "cogollos" partidistas, sindicales, comunicacionales, empresariales, tecnocráticos y burocráticos articulados a los niveles centrales del Estado, el gobierno y sus aparatos.
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"La mayoría de los ciudadanos, de todos los sectores socioeconómicos, de edades entre 25 y más de 50 años y de ambos sexos, coinciden en afirmar tajantemente que los partidos políticos, el Gobierno, la CTV como `principal' fuerza sindical...y las fuerzas policiales tienen una escasa credibilidad en niveles de poca y ninguna confianza en ellos.". Dos encuestas de opinión recientes coinciden al demostrar lo siguiente: el 91% y el 89.6% de los encuestados no confía en los partidos. El 69% de los sectores medios y altos y el 87% de los sectores populares no confía en el Gobierno. El 71.4% y el 82% no confía en la CTV por ser ésta una expresión corrupta de la mayor fuerza sindical del país. El 60% y el 85% no confía en la policía. El 54.8% y el 63% no cree en los empresarios. El 13.1% y el 33% no cree en la iglesia. El 16.2% y el 41% no confía en los medios de difusión." (Bisbal; Nicodemo 1992). "Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado. La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. Y cuando éstos aparentan dedicarse precisamente a trasformarse y trasformar las cosas, a crear algo nunca visto, en estas épocas de crisis...es precisamente cuando conjuran temerosos en su auxilio los espíritus del pasado, toman prestados sus nombres, sus consignas de guerra, su ropaje, para, con este disfraz de vejez venerable y este lenguaje prestado, representar la nueva escena de la historia universal." (Marx, s.f.:9).
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Por otro lado, la persistencia de aquéllos en seguir ejerciendo el poder al margen de todo compromiso eticopolítico, es decir, más por el peso de sus maquinarias organizacionales, la maniobra, la concertación cupular y el acuerdo a puerta cerrada que por la transparencia testimonial de sus líderes, la legitimidad (que opera fundamentalmente por el consenso, la credibilidad y la convicción) y la representatividad popular. La pérdida de legitimidad del sistema pareció tener las causas siguientes: *) El deterioro significativo de la infraestructura física, económica, ética, social, ideológico-simbólica, política y cultural en todos los momentos co-constitutivos del conjunto societal venezolano. *) La incapacidad gubernamental para producir, distribuir y hacer consumir bienes públicos tangibles e intangibles (protección, asistencia, bienestar, seguridad individual, social y jurídica) efectivos de manera eficiente y eficaz. *) La pugna de intereses corporativos y de clase que refuerzan las tensiones entre la productividad del gasto público, la apropiación de la actualmente menguada renta petrolera y del producto social, y la rentabilidad compulsiva de las inversiones económicas privadas. *) La corrupción generalizada y el privilegio de la impunidad que caracterizan el coactivo modo de reproducción del aparataje policiacomilitar, ideopolítico, comunicacional, empresarial, comercial y financiero, y de los poderes electoral, ejecutivo, legislativo y judicial. De espaldas al aumento de las frustraciones que las grandes mayorías populares venían acumulando desde hacía varios años, las organizaciones corporativas (partidos, sindicatos, empresarios), desvinculadas de la representatividad colectiva, continuaban pugnando por seguir siendo los exclusivos canales de participación controlada y de asignación de gratificaciones armonizadoras funcionales a una política clientelar de masas en condiciones estructurales en que el estado ya no tenía capacidad financiera para seguir activando los mecanismos de concertación tutelada (asistencialistas "hacia abajo" y proteccionistas "hacia arriba") en los que se sustenta el populismo paternalista8. La alta capacidad de las organizaciones corporativas para concentrar recursos de poder les permitía, por un lado, seguir mediatizando y posponiendo hacia futuros sin fecha la creación de un nuevo 8
"...El populismo venezolano...se ha legalizado...desde mucho tiempo atrás su necesidad de transformarse de movimiento en `partido'. Pero su propuesta ilusoria no ha cambiado. Sólo se ha extendido, más allá del propio partido que lo propone y encarna, a un `estado de cosas', no a un régimen sino a un estilo de ejercicio de poder. Esta situación permite, que en 30 años...la violación permanente del estado de Derecho sea... rutinaria. El menor acto de protesta origina un desborde de los aparatos represivos que muestra que la clase política, más allá del declaracionismo legalista, tiene... conciencia de la condición represiva de su poder, y teme paranoicamente el desorden explosivo del país real. En este caso el rol institucional, parece tener una `importancia autoritaria' inherente, a su condición que se impone al individuo que lo detenta. De esta manera tanto la burocracia estatal, como las organizaciones privadas, en tanto definen su rango institucional, lo hacen desde una fuerte cuota de violencia política...detentando un poder que no les pertenece, ni en su naturaleza ni en su ejecución por Derecho, sino por apropiación individual, o por cesión de un caudillo." (Calello 1991:15-16).
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sistema democrático de partidos, el desarrollo autónomo del movimiento social y la organización civil no partidista y no corporatista, y la transustanciación del poder del estado venezolano sobre la base de la representatividad y credibilidad popular, el sentimiento de la comunidad nacional y la trasferencia a la sociedad civil de las atribuciones que le corresponden a ésta para ejercer su derecho a la reconstitución colectiva de su subjetividad, crítica o no, y a la construcción-producción de su propio futuro. Por otro lado, les permitía aupar la política neoliberal con énfasis en la privatización de las empresas productoras de bienes tangibles e intangibles9, pero sin que ello significara el abandono decidido del carácter redistributivista, asistencialista, paternalista y clientelista que desde el Estado se le venía imprimiendo a la relación de la sociedad con sus propias instituciones. 4) LOS IMPACTOS SICOSOCIALES DE LA DESCOMPOSICIÓN SOCIETAL Como consecuencia de lo anterior, los diversos actores-sujetos individuales y colectivos, fundamentalmente populares antes que de clase media, vienen sufriendo de manera desigual un triple proceso que da cuenta de la pronunciada y peligrosa tendencia a la polarización social y política que amenaza la convivencia fraterna de las clases sociales en la sociedad venezolana sobre la base de la pluralidad y la diversidad potenciadora: *) Fragmentación y pérdida de capacidad de organización, expresión y representación en el sistema político nacional y estadal signado por el centralismo. *) Desestructuración de identidades y pérdida de adscripción con un proyecto de unidad nacional cuyo poder de convocatoria, interpelación y asignación de identidades comenzó a debilitarse durante el primer gobierno de Pérez y, desde hace un decenio, a deslegitimarse (Sonntag 1984). *) Deterioro progresivo de las condiciones y la calidad de la vida de la población, en especial de la de más bajo ingreso. Este proceso de fragmentación, exclusión y polarización, que también afecta a las clases hegemónico-dominantes pero con sentidos e intensidades cualitativamente distintos puesto que las condiciones materiales (tangibles e intangibles) de su modo de vida son ostentosamente superiores
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Más allá de la crítica a la imposición fondomonetarista y bancomundialista, a la seducción neoliberal del Gobierno, y a la confabulación privatizadora de los "cogollos" locales, gringos y centroeuropeos para desmantelar los logros del Estado venezolano, lo cierto es que con independencia del candidato que ganó las elecciones de 1988, para 1989 había llegado la hora impostergable de vender al mejor postor las empresas del Estado, como única opción para recuperar una cierta liquidez, monetaria mas no de credibilidad, con el afán de no perder capacidad de respuesta ante las demandas, no siempre conciliables en el corto plazo, de los diversos actores políticos, económicos y sindicales, pero, en especial, de las clases populares.
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La apatía política de las clases populares se ve reforzada, no siempre premeditadamente, por las acciones, en principio antagónicas, pero complementarias en la práctica, de una élite diversificada, compuesta por tecnócratas economicistas, ingenieriles y cúpulas corporativistas sindicales, empresariales, militares y partidistas. Los tecnócratas, trasladan la eficiencia del cálculo económico racional al ámbito de la política: someten la gestión colectiva a la lógica de la relación capital-producto y costo-beneficio. Por lo tanto, sustituyen la construcción colectiva de redes de solidaridad y políticas sociales desde abajo por la razón instrumental. Asimismo, sustituyen la negociación sobre la base de metas por la negociación con base en los recursos escasos existentes. Las cúpulas absolutizan para su beneficio el principio de que en un estado de derecho (Combellas 1990) en el que la producción es social pero la apropiación de la ganancia es privada, los agentes económicos, políticos y sociales se ven concitados, por la naturaleza misma de las cosas, a la búsqueda y a la realización de su propio interés. En consecuencia, los denominados "cojollos" corporativos creen que al velar por su interés particular contribuyen al interés general de la sociedad venezolana; por lo tanto, privilegian el instrumento de la concertación económico-política a puerta cerrada, el desmantelamiento del denominado intervencionismo estatal (que sólo les fue y les será útil en tiempos de bonanza) y la privatización a ultranza. Esta élite tecnocorporativa neoliberal, librempresarial y libremercadista, es un factor que obstaculiza el funcionamiento democrático del sistema político venezolano y contribuye, a contrapelo de su discurso democratizante, al incremento de la conflictividad y de los antagonismos. 5) LOS DETERMINANTES DE LA POBREZA El deterioro progresivo de las condiciones y la calidad de vida de la población está múltiplemente determinado por la profunda crisis del sistema socioproductivo nacional y el megaendeudamiento externo como contracara del nuevo redespliegue, hoy mundializado, del capitalismo central10. 10
En este nuevo redespliegue, el mayoritario RESTO de los países que, como Venezuela, no influyen en las decisiones mundiales, se ven concitados a buscar reinserciones funcionales en el mercado internacional oligopolizado, algunas veces a costa de su soberanía nacional, y a aceptar los términos impuestos por los organismos multinacionales. Este redespliegue se traduce en la restructuración, expansión y profundización de la matriz (ideologicosimbólica, imaginaria, económicocultural, eticopolítica, tempoespacial, míticorreligiosa, tecnocientífica) que sustenta el proyecto, ayer llamado de internacionalización y trasnacionalización y, hoy, de mundialización y globalización (Petrella 1989 y 1990) de las economías altamente integradas y concentradas de los Estados Unidos, Inglaterra, la Comunidad Económica Europea y Japón. Esta nueva etapa superior del capitalismo es apologizada como la supuesta culminación de la sociedad posindustrial. Igual que se proclamó el fin de las ideologías (Bell 1960), en los `90 se postula el fin de la Historia (Fukuyama 1989) y el auge del posmodernismo mediante el cual todo es válido y, para otros todo está, ya, de una vez y para siempre, previsto, tecnologizado, robotizado, informa-
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Asimismo, por el deterioro de la insuficiente y deficiente producción de bienes públicos tangibles e intangibles y por la política de ajuste macroeconómico, de privatización de las funciones políticas, sociales y económicas del Estado, y de apertura del mercado interno al mercado mundial al margen de una política social integral y de planificación institucional y espacial orgánicas del estado, la sociedad y la nación. Finalmente, por la implantación de los procesos de reconversión y desconcentración industrial, de reestructuración del proceso de trabajo, de flexibilización de las relaciones laborales y
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contracción, segmentación y precarización del mercado laboral (Alonso et. al. 1990) en condiciones de creciente trasnacionalización y globalización de la economía mundial. Dichos procesos provocan, por un lado, el irresistible deterioro de la calidad del empleo, la desarticulación y atomización de la fuerza de trabajo y el aumento del desempleo y, por ende, del denominado, más por persistencia que por pertinencia, "sector informal urbano", "informalidad", "economía informal". Por otro lado, contribuyen a la recesión, la inflación y la devaluación de la moneda como recurso de refinanciamiento del déficit fiscal y de abaratamiento de la fuerza laboral a fin de adquirir competitividad internacional. Asimismo, concitan la regresión en la distribución del ingreso nacional y la consecuente concentración de éste en la ostentosa minoría de alto ingreso económico, y las políticas salariales restrictivas y el deterioro del salario real en descenso sostenido desde el decenio de los `80. Los efectos perversos del deterioro creciente de la calidad de vida de la población, innegables desde las diversas posicionalidades y puntos de vista determinados por el vulnerado escenario nacional y desde el desnacionalizante escenario trasnacional, se expresan en el agudo incremento de los siguientes indicadores: *) Para 1991 el 78.8% de la población ganaba menos de Bs.17.000 y de éste el 65% correspondió a los grupos con ingresos menores a Bs.4.000 por mes. En el área Metropolitana de Caracas el 62% de la población tenía ingresos menores a Bs.7.000 y el 31% menos de Bs.20.000 (Olavarría 1991). *) La situación de pobreza: entre el 70% y el 80% de la población se encuentra en tal situación (FUNDACREDESA 1991 y 1993; CORDIPLAN 1989). *) Las tasas de mortalidad infantil y de desnutrición, no obstante que la alimentación absorbe entre el 48.1 y el 70% del exiguo ingreso familiar popular. Estas presionan en especial sobre la salud infantil y, por ende, sobre el rendimiento y la prosecución escolar y bloquea la movilidad social y laboral del 22% de las clases populares (SISVAN 1990; CAVENDES 1990). *) La segregación urbana, el tizado, comunicatizado y listo para ser consumido. (para una crítica, Frank 1990; Calderón, comp., 1988).
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déficit habitacional y el crecimiento sostenido de la población en los barrios. Para atender la demanda del crecimiento vegetativo de la población entre 1980-90, se requerían construir no menos de 700.000 nuevas viviendas, 1.300.000 nuevas escuelas y aumentar el abastecimiento de agua en 740.000. 000 de litros. Sin embargo, la satisfacción de estas necesidades por parte del estado no llegó ni al 40% de la demanda (Olavarría 1991). *) La insalubridad, el hacinamiento y la promiscuidad concitada por el mayor tamaño del grupo familiar, en especial por la convivencia obligada de parientes y allegados en unidades mal equipadas y estrechas. *) La incapacidad de ésta para mejorar sus condiciones de vida, en especial las referidas al mantenimiento de la vivienda y la protección y desarrollo adecuado de sus miembros. *) La desprotección, el debilitamiento y la represión policial y social de la familia popular la cual está triplemente penalizada por lo siguiente: los propios sentimientos de culpa que crea la situación de pobreza en quienes la sufren; la agresión de los delincuentes comunes; la represión policial indiscriminada en virtud de su condición de sospecha, la cual es conceptuada como potencialmente atentatoria contra la sanidad del orden de los actores que detentan el capital económico, político y cultural nacional y trasnacional. 6) LA SITUACIÓN DE POBREZA Y LAS ESTRATEGIAS DE SOBREVIVENCIA Compulsados por la dramática situación delineada, las clases populares se han venido viendo compulsadas a desarrollar estrategias de sobrevivencia: un conjunto muy versátil y casi inimaginable de actividades muchas veces originales de comercialización y producción de bienes tangibles e intangibles intermedios y finales, cuya finalidad es morigerar, al menos mínimamente y a un alto costo sicofísico, emocional y sociofamiliar, el deterioro sostenido de la calidad de sus condiciones de vida. Según la OCEI (l989), en 1989 el denominado "sector informal" estaba conformado por uno de cada tres trabajadores urbanos, sea, no menos de DOS MILLONES TRECIENTOS VEINTIOCHO MIL SETECIENTOS SETENTA Y SEIS ciudadanos dedicados a los servicios domésticos (7.87%), cuentapropia (55.44%), y empleados de microempresas menores de cinco personas (36.68%). Este último porcentaje se desagregaba en empleados y obreros (51.79%), patronos (32.42%) y familiares no remunerados (15.79%). Para Márquez y Portela (l989), representaba no menos del 60% del empleo en el transporte, no menos de un tercio del empleo total en los servicios personales y domiciliarios, comercio al por
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menor, transporte, construcción (en estas cuatro se concentraba el 7l% del total de empleados urbanos), textiles, restaurantes, hoteles, industrias de la madera y otras manufacturas. Su evolución en el transcurso de los últimos veinticinco años tuvo la siguiente curva (OCEI l989): descendió desde el 48.1% de la PEA nacional en abril de l969 al 44.8% en abril de l970 y al 31.7% en abril de l980. A partir de esta fecha ascendió al 42.1% en abril de l986 y se ubicó en el 38.3% en abril de l989, ello para subir al 41.1% en 1991 y bajar al 39.6% en 1992 y al 39.8 en el primer semestre de 1993 (OCEI 1992 y 1993)11. Sin embargo, es necesario considerar los preocupantes impactos del ciclo recesivo que se inició en el segundo semestre de 1993 provocando la quiebra de mil pequeñas industrias que dejaron sin empleo a cerca de 50.000 personas (Pizani 1993) y de igual número de pequeñas industrias textileras y de la construcción en el primer semestre de 1994 ("El Nacional" 16/ag./94:E-10) las cuales dejaron sin empleo a 170.000 personas, razón por la cual la tasa de desempleo nacional pasó del 6% en el primer semestre de 1993 al 9.1% al finalizar el segundo semestre de 1994 (OCEI 1994). Ante esta cruda realidad, el denominado "sector informal" se encuentra sostenidamente remontando de nuevo el 41% que correspondió a 1991. Estos datos cobran particular relevancia aún considerando los estimados conservadores del Ministerio de Trabajo (Padrón l989), para quien el 43.7% de la población vivía en situación de pobreza, e IVEPLAN (l989) que señalaba al 30% de los hogares como pobres, y los de Cartaya (1989) para quien 300.000 hogares que representaban a no menos de UN MILLÓN QUINIENTOS MIL venezolanos subsistiendo en condiciones de pobreza crítica (a este respecto, Cartaya informa que para l987 el 46% de los trabajadores en situación de pobreza extrema y el 60% en pobreza crítica, se empleaban en actividades del denominado "sector moderno" de la economía nacional). Esto quiere decir que, sin considerar la población que vive en pobreza extrema, nos encontramos ante una "región", tan real como la del selecto círculo de la opulencia petrolera, de la sociedad venezolana compuesta, conservadoramente, por no menos de CUATRO MILLONES NUEVE MIL CUATROCIENTOS DOS venezolanos viviendo en situación de pobreza crítica. Situación que no es ajena, en modo alguno, a la dinámica concentradora y, por lo tanto, excluyente, del sistema productivo dominante, ya que para 1993 aquella cifra aumentó dramáticamente a OCHO MILLONES DOCIENTOS OCHENTA Y TRES MIL TRECIENTOS VEINTISIETE 11
Estos son indicadores macroeconómicos que no dan cuenta de la calidad del empleo "formal" como fuente de mejoramiento del ingreso familiar el cual muestra un progresivo deterioro.
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ciudadanos, lo que quiere decir que el 40.34% de la población (1.635.202 familias) sobrevive a duras penas en el denominado estrato quinto de la escala poblacional correspondiente a la situación de pobreza extrema. Asimismo, se elevó a SIETE MILLONES SEICIENTOS CINCUENTA Y UN MIL QUINIENTOS SESENTA Y UNA personas (1.552.503 familias), lo que significa que el 37.85% de la población se concentra en el estrato cuarto correspondiente a las condiciones de pobreza crítica o relativa (FUNDACREDESA 1993). Un dramático total que afecta a QUINCE MILLONES NOVECIENTOS TREINTA Y CUATRO MIL OCHOCIENTOS OCHENTA Y OCHO venezolanos, sea, a un 78.19% de la población. Veamos el siguiente perfil ocupacional por sectores de los denominados "informales", según Márquez y Portela (l989): *) En servicios personales las mujeres ocupaban el 59% de los puestos de trabajo y el 6l% de los trabajadores estaba empleado como domésticas, cocineras y planchadoras. El 30% era cuentapropia (zapateros ambulantes y jardineros). El 11% se ocupaba en microtalleres de reparación de muebles, equipos de hogar, electrodomésticos, autos, y otros. *) En comercio minorista el 64% era buhonero, el 23% empleado de abastos y existía una alta concentración de mujeres. *) En transporte el 75% era dueño de su propio vehículo y sólo el 2% eran mujeres. *) En la construcción predominaban los cuentapropias y empleados representando los albañiles, carpinteros, electricistas, pintores y plomeros y algunos contratistas el mayor porcentaje. *) En textiles un 75% del empleo era femenino y otro 75% se clasificaba como cuentapropia. No obstante, esta cifra ocultaba un alto porcentaje de salarización encubierta. *) En el sector de restaurantes y hoteles, cuya figura informal típica es el expendio callejero de comida, significaba el 42% del empleo y obtenía ingresos mucho más bajos que los del denominado "sector moderno". Basten los datos anteriores para dar cuenta de una realidad que golpeaba, tanto ayer como hoy, la conciencia ciudadana: la existencia de una categoría de venezolanos que viven acicateados por umbrales estructurales de incertidumbre y complicación crecientes. Amplios segmentos populares que se ven compelidos a crear sus propias fuentes de ingreso permanente =intermitente, principal o suplementario= y a optimizar y maximizar en condiciones de crecientes restricciones, sus muy escasos recursos de poder, entre éstos, sus vulnerables fondos de trabajo. Todo ello con la finalidad de asegurarse, al menos, las condiciones mínimas para su reproducción biológica. En otras palabras, nos encontrábamos, antes como ahora, ante un mundo social, política, económica, ideológica y culturalmente orgánico a la sociedad venezolana que encarna su propio, aunque
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desarticulado y vulnerado, modo de vida, su propio modo de vivir, pensar y hacer economía política. Las estrategias de sobrevivencia significan, en esencia, lo siguiente (CENDES 1988 y 1992): *) Maximización de la jornada de trabajo (ya no basta tener uno, sino, dos, tres y hasta cuatro generadores de ingreso) en detrimento del tiempo de ocio, creador o no, y de la salud individual, familiar y social. *) Movimientos simples de adaptación y resistencia más o menos activos, muy pocas veces propositivos y sin potencialidad de organización perdurable. *) Reacomodos en la composición doméstica e incorporación temprana de los miembros más jóvenes, en especial de la mujer, al mercado laboral (Bethencourt 1988; 1991a; 1991b). *) Compresión del consumo e hipertrofia de las relaciones de la estructura de necesidades y las capacidades de optimización y maximización sus recursos de poder. *) La autoproducción, automantenimiento, autoampliación y autoequipamiento de la vivienda en agudas condiciones de precariedad. El costo sicofísico y sociofamiliar de las estrategias de sobrevivencia es muy alto por lo siguiente: *) Las condiciones de sobreexplotación de la fuerza de trabajo se han venido exacerbando por la estrategia neoliberal-privatizadora de los mercados segmentados y la flexibilización de las relaciones de trabajo. *) El rendimiento económico de las actividades de sobrevivencia es muy bajo o casi nulo, lo cual presiona hacia abajo la de por sí vulnerada capacidad de consumo y de usufructo familiar del producto social. *) Los conflictos intradomésticos presionan sobre la salud sicoafectiva de la familia y, por ende, el adecuado desarrollo de sus miembros, en especial de aquellos que sufren discapacidades de diverso tipo. *) El estado de desprotección social de la familia popular se ve agudizada por la agresión del delincuente común y la represión indiscriminada de los cuerpos policiales y paramilitares. *) Las expectativas de mediano y largo plazo, entre las que se encuentra la consolidación de la vivienda autoproducida, se vienen desdibujando aceleradamente. 7) LOS INTENTOS DE INTERVENIR LA DESCOMPOSICIÓN SOCIETAL a) La Política Económica como Cuestión de Estado Dado el orden de cosas descrito, el gobierno, en el nombre del Estado venezolano y creyendo encarnar el "alma" nacional a la que aquél pertenece, decidió intervenir 12 en la descomposición de la 12
Intervenir no significa aquí continuidad del "intervencionismo" estatal, si no, la búsqueda de un nuevo papel de un Estado que, habiendo visto menoscabadas dos de sus fuentes sustantivas de legitimidad: la renta petrolera y la credibilidad ciudadana, necesita implementar acciones a fin de PALIAR, al menos parcialmente, el brutal impacto que la crisis económica produce en el modo de vida de la población especialmente popular. En este sentido, el modelo ideal sería el de un Estado que fungiera como dispositivo RECTOR (la "auctoritas", basada en la
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sociedad venezolana. A contrapelo de la oferta electoral de 1988, adoptó unilateralmente el Programa de Ajuste Estructural (PAE) como EL instrumento idóneo para dar El Gran Viraje de la historia nacional: restructurar de manera irreversible a la economía y, supuestamente por su medio, a la sociedad venezolana en su conjunto. El éxito de esta grave decisión se confió a la magia del mercado y al liderazgo del gran empresariado privado con la misión, aún no cumplida, siguiente: *) Hacer del país una economía exportadora libre de externos e internos desequilibrios externos e internos, abierta a la competencia y a la inversión extranjera. *) Privatizar las funciones económicas, sociales, culturales y políticas del estado y hacer de éste un ofertante de inéditas condiciones para garantizar al empresariado libremercadista altas y expeditas ganancias y precios internacionalmente competitivos. *) Adoptar las reformas institucionales necesarias para reducir y descentralizar el aparato gubernamental, sanear las finanzas públicas, devaluar la moneda; liberalizar los precios, las tasas de interés, el tipo de cambio, las tasas de protección arancelaria y los salarios; flexibilizar el mercado laboral, desvalorizar a la fuerza de trabajo, desconcentrar el capital, y restructurar coordinadamente o no los aparatos industrial y agropecuario. b) El Carácter Subordinado y Desarticulado de la Política Social Como quedó dicho, el PAE fue asumido como prioridad UNO por el alto mando del Estado venezolano13, algunos de cuyos sectores supusieron que el mercado, libre ya del intervencionismo estatal y de las regulaciones de la Ley del Trabajo, restauraría el consumismo perdido en los `80. La realidad demostró que aquel supuesto y el cálculo que se desprendió de él fueron erróneos. Al contrario de lo esperado por la clase política y los tecnócratas y políticos de turno, con la puesta en marcha del PAE al margen de una Política Social de Esta do, se inauguró un persistente y prolongado periodo de agitación políticosocial y de aumento de la represión policiacomilitar14.
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capacidad de conducción ética, política e intelectual de los procesos nacionales), ya que los centros privados de la hegemonía y la dominación de la economía no se encuentran en Venezuela. Expresión de esta exclusividad económica es el hecho de que la correlación de fuerzas políticas y económicas en el Gobierno impidió al Poder Ejecutivo constituir un Gabinete Social, sino, que el Consejo de Ministros quedó constituido en Gabinete Económico a cuyas sesiones asistían, en calidad de invitados "no económicos", los titulares de los Ministerios de Sanidad, Educación, Cultura y Familia. Entre setiembre de 1991 y mayo de 1992, se produjeron no menos de 1.376 protestas. De éstas, 679 fueron violentas y 697 pacíficas. De aquéllas, 925 fueron registradas antes del 4 de febrero de las cuales 480 fueron violentas y 445 pacíficas. Del 4 de febrero a fines de mayo de 1992, se incrementó proporcionalmente su número: 451. De éstas 199 fueron violentas y 252 pacíficas. Asimismo, 180 panfletos circularon por el país protestando contra el Gobierno y pidiendo apoyo para los autores del intento de golpe de Estado. Entre setiembre de 1991 y el 3 de febrero de 1992, los estudiantes protagonizaron 476 protestas, las comunidades 282 y los trabajadores 167. Entre febrero y mayo de 1992 éstas disminuyeron a 37, mientras que los estudiantes protestaron 114 veces y las comunidades 89 (Pacheco, 1992). En no pocas ocasiones las protestas fueron reprimidas violentamente y con
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No obstante lo anterior, la clase política y sus fracciones gobernantes continuaron apuntalando el PAE, aunque no sin desaceleramientos y contradicciones. Este periodo marcó, ocho hitos cruciales: 1) La violenta explosión popular, sangrientamente reprimida entre el 27 de febrero y el 4 de marzo de 1989, cuyas ondas expansivas aún mantienen su impronta en el imaginario político de los venezolanos. 2) El abstencionismo sin precedentes en las primeras elecciones directas de alcaldes y gobernadores, celebradas en diciembre de 1989. 3) El fracasado pero, por este hecho mismo, políticamente exitoso golpe militar del 4 de febrero de 199215. 4) El fracasado golpe cívico y militar del 27 de noviembre de 1992. 5) El "castigo" electoral que la sociedad civil le propinó al partido de gobierno en las elecciones regionales del 6 de diciembre de 1992. 6) La destitución del presidente Carlos Andrés Pérez por haber decidido la Corte Suprema de Justicia someterlo a un antejuicio por el supuesto uso indebido de una partida secreta de Bs.250.000.000. 7) El sometimiento a antejuicio del expresidente Jaime Lusinchi por un supuesto delito similar al de su antecesor. 8) El segundo "castigo" electoral que el electorado reiteró al partido de gobierno en las elecciones nacionales del 5 de diciembre de 1993. No obstante la explosión popular y la turbulencia social inaugurada con el nuevo periodo presidencial de Carlos Andrés Pérez, y pese a los ingentes esfuerzos no cristalizados del Ministerio de la Familia por constituirse en el ente rector de una POLITICA SOCIAL INTEGRAL ORGÁNICA DE ESTADO, hasta hoy inexistente, no fue posible implementar acciones expeditas dado el tradicionalismo feudalizante, la rigidez administrativa y el clientelismo político del aparataje, especialmente gubernamental.
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excesos por la Guardia Nacional y el Ejército cuyas fuerzas están preparadas para el combate militar mas no para sofocar sin desafueros, manifestaciones civiles. De allí que desde julio de 1991, sólo 450 protestas fueron enfrentadas por la Policía Metropolitana, obligando a ésta, no obstante el apoyo militar de las fuerzas armadas, a economizar las bombas lacrimógenas, los perdigones y hasta el agua que se lanzaba a los ciudadanos desde "la ballena". (Caballero, 1992). No obstante que este persistente clima de protestas preanunciaba nuevos desbordes, en especial si se consideraba el entonces reciente anuncio del Gobierno de un impresionante déficit fiscal que oscilaba entre Bs.180.000.000.000.oo y Bs.350.000.000.000.oo, y de otro PAE para 1993 (el clima protestatario y las elecciones regionales, municipales y parroquiales previstas para diciembre de 1992, impidieron su ejecución) aunque éste fue diferido para 1994 con motivo de la elección presidencial de fines de 1993. Este hecho políticomilitar hizo detonar ciertos niveles de conciencia social, en especial, de las clases media y popular urbana. Estas, desilusionadas por el incumplimiento de la promesa electoral del presidente Pérez de devolverle a los electores la Venezuela petrolera de los `70, negadas en sus derechos ciudadanos por una democracia ineficaz e ineficiente y vulneradas por el deterioro progresivo de la cali- dad de su vida, se vieron expresadas en lo que de "ponerle los trastos en la cabeza" a aquél significó dicho intento de Golpe de Estado mas no a pesar de su fracaso, sino, a propósito de éste. Cuarenta días después, el martes 10 de marzo desde las 8:30 pm a las 10:00 pm. el pueblo unificado en su imaginario político por las ondas expansivas de aquel suceso y ante la prolongada suspensión de las garantías constitucionales, decidió dar desde mansiones, quintas, penjauses, casas, apartamentos y ranchos, su propio cacerolazo nacional al Jefe del Gobierno.
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No fue sino nueve meses después de estar operando el PAE, que se pudo comenzar a poner en marcha lo que en los ámbitos oficial y periodístico se denominó el "megaproyecto social" para los efectos del presupuesto nacional: un conjunto de programas "sociales" considerados como más urgentes. A éstos, descoordinados entre sí, desarticulados de una POLÍTICA SOCIAL INTEGRAL ORGÁNICA DE ESTADO, y contradictoriamente subordinados al PAE, se les asignó la misión siguiente: transferir subsidios en especie y en dinero a los pobres para amortiguar, de manera parcial y transitoria, los impactos perversos provocados tanto por el PAE como por la inflación que se venía acumulando desde el decenio pasado. Más acá de los impactos imaginarios y reales producidos por dichos programas compensatorios, los políticos y tecnocráticos de turno esperaron, otra vez erróneamente, que, por obra y gracia del libremercado oligopolizado por los megaempresarios transnacionalizados, se cumplirían las cinco condiciones "sine qua non" siguientes del proceso de reconversión industrial de la sociedad venezolana: *) Los capitales locales fugados regresarían para beneficio de la nación. *) La inversión extranjera fluiría masivamente hacia el país. *) La asociación de capitales locales y foráneos permitiría constituir nuevos circuitos de acumulación y revaloración del capital individual y social nacionales. *) Las arcas públicas se volverían a llenar con creces. *) La fabulosa renta petrodolarizada volvería a ser la fuente de la que las clases políticas y empresariales, las dirigencias partidistas, sindicalistas y gremialistas, y los tecnócratas y burócratas públicos y privados de alto nivel podrían volver a extraer gratificaciones, para sí y para sus entornos íntimos, sin que, por ello, aquélla dejara de "fluir", como antaño, hacia las clases medias y "gotear" hacia las clases populares. A la luz de la mencionada lógica de reordenamiento económico de la sociedad venezolana, la cual no se vio complementada con una política estructural de inversiones sociales, se comprende que en Venezuela la política social, en contraste con la política económica, no es un asunto de estado, sino, una cuestión residual, de simple gasto social no recuperable cuya atención secularmente ha sido relegada a la omisa, incoherente, ineficiente e intermitente administración pública. Asimismo, se comprende por qué los llamados "programas sociales compensatorios" y, por ende, la noción misma de política social, se encuentran desarticulados del resto de los programas sociales, en especial los preventivos en seguridad, asistencia y bienestar social: salud física, mental y afectiva; delincuencia, justicia y penitenciarismo; aseo y ecodesarrollo urbano, acueductos y alcantarillados, vivienda, educación, consumo individual y colectivo, y otros.
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Durante todo el quinquenio pasado, aquéllos estuvieron mediatizados por la ineficiencia, la corrupción y la pugna de intereses sindicales y empresariales entre sí y con el ejecutivo nacional y entre éste y los cogollos interesados en seguir oxigenando al clientelismo partidista que sólo produjo impunidad y dividendos electorales cortoplacistas. Se comprende, finalmente, por qué la eventual puesta en marcha de una POLITICA SOCIAL INTEGRAL ORGÁNICA DE ESTADO, hasta ahora inexistente, quedó supeditada a los avatares de la política de descentralización y de las reformas jurídica, política, fiscal, constitucional, presupuestaria, administrativa y electoral, y a la resolución de los antagonismos entre los actores políticos y económicos preponderantes de los cuales los "cogollos" son los agentes más visibles del entorno estatal, público y privado. 8) REFLEXIONES PARA SEGUIR PENSANDO. A propósito de la acuciante situación hasta aquí esbozada, de crisis sistémica pero de redespliege del capitalismo central, denominada, en ciertos círculos académicos, crisis de modernidad, cuyos efectos perversos afectan diferencialmente a los países periféricos, se ha venido poniendo en la escena académica venezolana, más como denuncia que como análisis detenido, la discusión sobre la tendencia a la universalización de los singularismos dentro de un contexto de desnacionalización y de exacerbación de la ideología neoliberal. Lo anterior, como producto de la desestructuración política, económica, social y cultural del panorama nacional, y por la fragmentación sicosocial y pérdida de la visión de totalidad entre los diversos actores de las diversas clases sociales o, mejor dicho, lo que pueda quedar de éstas. En consecuencia, las clases subalternas, en especial las populares, se despolitizan compulsadas por la búsqueda de soluciones aisladas, parciales e inmediatas a problemas estructurales y, por lo tanto, comunes a todos los venezolanos (aunque, en verdad, más comunes a unos que a otros). Así se aliena la perspectiva histórica y se mediatiza, por un lado, la necesidad societal de construir redes locales locales, regionales y nacionales de fraternidad y solidaridad, y, por otro, el compromiso eticopolítico de encarnar cada quien el ser individual-colectivo de la socialidad, la culturalidad, la nacionalidad, la politicidad y la estaticidad de la configuración social venezolana. Al desgranarse las posibilidades de la acción colectiva, el carácter eticopolítico de ésta viene siendo mediatizado o matizado al menos por dos tipos de ideologismos: *) Morales (o moralizantes) y místicorreligiosos que espiritualizan las lealtades terrenales y desplazan la comunidad del nosotros y
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del aquí y ahora al plano de los sentimientos teologales entre "creyentes" desvinculados de la problemática real. *) Participacionistas y empresarialistas gubernamentales y civiles que intentan reasignar, en épocas de incertidumbre, microidentidades ciudadanas, artísticas, artesanales, microempresariales, etc., en los ámbitos locales, regionales y nacionales, a través de las cuales se procuran inducir conductas de integración sistémica. Mediante estas estrategias de asignación de identidades se intenta diferencialmente obviar, por un lado, las luchas contra la represión policiacomilitar, contra el deterioro de la calidad de la vida y el ingreso familiar, contra la inseguridad individual y social; y, por otro, las luchas a favor de la soberanía nacional (la cual va más allá del conflicto con Colombia y con los garimpeiros del Brasil), del ejercicio colectivo de la democracia proactiva o militante y de la construcción de nuestra propia modernidad como razón histórica16. Asimismo, a propósito de aquéllas se intenta normalizar, mediante procesos de interiorización intersubjetiva pletóricos de resistencias, la violencia simbólica (Bourdieu 1982) al inducir, por un lado, la aceptación conformista, aunque no siempre acrítica, de la lógica del funcionamiento general del capitalismo periférico y central, la cual se expresa en la tendencia a la polarización, fragmentación y exclusión (Tokmam 1987; Sonntag 1988b) de amplios agrupamientos poblacionales. Por otro lado, presentan como deseable y hasta necesario, la asumición de valores tangibles e intangibles de cambio y de uso, en especial los productos enlatados de la industria cultural y masmediática, a cambio de la degradación y el desprecio por los valores históricos que sustentan la identidad colectiva de la nacionalidad venezolana17 y por todos los que, eventualmente, pudieran hacer detonar procesos de integración nacional y latinoamericana.
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Modernidad no es igual a modernización industrialista sustitutiva de importaciones ni posmodernismo; "implica volver a mirarse desde una nueva mirada, en cuya perspectiva puedan reconstituirse de otro modo, no colonial, nuestras ambiguas relaciones con nuestra propia historia. Un modo para dejar de ser lo que nunca hemos sido...no hemos sido nunca y...no seremos meramente euronorteamericanos, como fue la autoimagen pretendida por la vieja cultura `criollo-oligárquica', o la nueva que algunos grupos quisieran simular." (Quijano 1988:17 y 23). Esta situación provoca el empobrecimiento de nuestra cultura y, por lo tanto, del idioma. "A la televisión -...por considerar irremediable a la radio- puede exigírsele, al menos que mantenga un nivel de expresión aceptable, que no contribuya a desfigurar el idioma y que no recoja lo peor, pues suele darles profusa circulación a injustificables monedas lingüísticas...un descenso del lenguaje debilita y hasta puede cortar nuestros vínculos con el pasado, quitarnos el suelo histórico al que pertenecemos...El desconocimiento de su lengua...limita (al venezolano) como ser humano en todo sentido. Lo traba; le impide pensar...; lo priva de (su) herencia cultural...; lo convierte en presa de embaucadores...y no lo deja detectar la mentira...; lo transforma fácilmente en hombre masa, ya que UNA CONCIENCIA DEL LENGUAJE ES UNA DE LAS MEJORES DEFENSAS FRENTE A LAS FUERZAS QUE PRESIONAN CONTRA LA INDIVIDUALIDAD (LA NACIONALIDAD Y LA LATINOAMERICANIDAD)." (Cadenas 1989:17-20). Paréntesis y mayúsculas nuestros.
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Ciertamente, dentro del escenario de la globalización desnacionalizante se vienen suscitando fusiones o imbricaciones no siempre feliz en sus manifestaciones más inmediatas; no obstante, desde la perspectiva de la cotidianidad =que no necesariamente está ayuna de las necesidades de realidad y de trascendencia, como es la opinión de algunos= de las prácticas heterogéneas y, por lo general, inintencionales, de los actores-sujetos sociales, dicha fusión abre también perspectivas promisorias para el estudio científico y políticosocial, ya no sólo desde el lado de la dominación, sino, también, desde el de la subordinación y explotación y sus procesos de conculcación, interiorización, legitimación e institucionalización, sino, también y además, desde el de la subordinación y sus procesos de constitución de subjetividad y de forja de autonomías y apropiación de trascendencias, realidades y sueños. Esta perspectiva contiene la posibilidad de que se construya una síntesis plural no preestablecida, de principios clásicos del individualismo y el liberalismo eurocéntricos con pensamientos fundantes =quizás no exentos de sentimientos de añoranza por lo que pudo haber sido y no fue o por lo que no somos y debiéramos ser= de la categoría pueblo, de la clase abierta al continente latinoamericano, a la nación a la que pertenecemos, es decir, de la clase inclusiva del nosotros, de lo colectivo, de lo popular, de lo comunitario, de lo barrialvecinal, de lo grupal operante; en otras palabras, del nosotros abierto a otras formas de forjar la nación, resignificar el continente y resemantizar el mundo de la circunstaneidad al que “fuimos lanzados” (Heller 1995), pero con sentidos distintos a los de la interpelación de los discursos del cambio social propio del momento político que se privilegió a lo largo de América Latina en los años 60-70. Algunos autores continúan llamando la atención sobre las implicaciones ideológicas, simbólicas, imaginarias, políticas y culturales alienantes que entraña aquella fusión para el (o los) modo(s) en que las clases, especialmente populares, forjan sus relaciones sociales e inscriben su propia subjetividad, crítica o no, en la construcción colectiva de las micro y macroidentidades sociales, de las pequeñas y grandes tradiciones así como de las singularidades, particularidades y universalidades de la realidad venezolana. A este respecto, creo que es oportuno llamar la atención con el afán de evitar que se siga absolutizando el momento de la negatividad y el antagonismo en la relación individuo-colectivosociedad y que, por ello, se continúe magnificando el lado perverso de su dialéctica18. Esta debe ser 18
Más allá de la crítica a la tendenciosa exacerbación de los ideologismos neoliberalindividualistas, nunca debemos olvidar los estragos que causó en otras latitudes la imposición de los colectivismos defendidos a ultranza (Ver Ash 1990).
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historizada, es decir, apropiada con la mirada y la voz del colectivo popular y colocada en el arco espacial y temporal del corto, mediano y largo plazo, para abrir, en el pensamiento, el sentimiento y la teoría, la posibilidad de la síntesis de dos principios que, si bien son irreductibles uno al otro, en la praxis se alimentan recíprocamente sin que este alimentarse tenga sentidos (intencionalidades, significados, direccionalidades) preestablecidos y unívocos de una vez y para siempre. La asumición de categorías cerradas y, por lo tanto, ahistóricas, tales como las que reducen la dialéctica a las relaciones de externalidad, la ideología a la alienación, los antagonismos sociales a la contradicción lógica y ésta al argumento contra las personas, no permiten contribuir a pensar desde las posicionalidades que sean, entre otras muchas, las siguientes problemáticas: *) La construcción-producción de la realidad social. *) Las articulaciones sociales. *) La constitución de los sujetos y las relaciones sociales. *) Las necesidades sociales. *) La producción social de sentido y la apropiación de la realidad. En la América Latina de los 60-70 las respuestas, más políticas que sociales, a lo que se llamó marginalidad (Quijano y Weffort 1973) fueron producidas, nos parece, menos por la vía de la autorrealización individual y más por la construcción colectiva o "basista" (los "cuadros" en lenguaje estalinista) de un nuevo orden social cuya noria sería el, aún hoy irredento, hombre-nuevo que encarnara la noción de pueblo. La lucha por el reino de la libertad tuvo un desiderato asumido con mística y un compromiso: la revolución violenta de las estructuras societales. En los `80-90, la crisis ética, económica, política y sicosocial de la cultura democrática salida del Pacto de Punto Fijo, el fracaso de los macroproyectos políticos, la inviabilidad del proyecto popular autónomo y de las movilizaciones masivas han puesto sobre la palestra de la discusión el sentido fuerte y, muchas veces, fortísimo, de lo subjetivo, lo imaginario, lo simbólico, lo valorativo, lo vital cotidiano, lo fenoménico, lo parcial y lo discontinuo como constitutivo-sustantivo de la realidad socialmente construida y, dentro de ésta, lo real de la Economía Popular en Venezuela (Barrantes 1989; 1993; 1995). Estas dimensiones se levantan y, en algunos casos, se magnifican frente al objetivismo, el esencialismo y el totalismo de las teorizaciones histórico-deterministas, en quiebra desde hace varias décadas. Para éstas es imposible comprender las potencialidades teóricamente indeterminadas que, inscritas en los procesos relacionales de la fragmentación y la pauperización, contienen la posibilidad real de las reconstituciones y resignificaciones simbólicas, imaginarias y reales (Lacan 1979) en los
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ámbitos de la política, la ideología, la cultura y la economía de los sujetos individuales y colectivos que podrían no verse expresados en las prácticas corporatistas del estado, los partidos y las organizaciones civiles, populares y no populares y, por ello, podrían llegar a sentirse negados en sus derechos. En estas condiciones adquieren sentidos positivo-constructivos las luchas populares, otrora revolucionarias, luego reputadas protestataria protestatarias y hoy resemantizadas en ingentes esfuerzos grupales, vecinales y comunitarios de carácter reactivo, reinvindicativo y propositivo, no siempre sostenidos, intercomunicados ni políticamente problematizados, aunque siempre a flor de piel del tejido sicosocial. Lo anterior, gracias a que, al contrario de las discontinuidades de los tiempos y espacios valóricos, éticos, imaginarios, simbólicos y reales, suscitadas entre los micro y macroprocesos de reproducción y revaloración ampliada de la sociedad y del capital, es decir, entre los espacios y los tiempos vitales y entre éstos y la concurrencia (macro)económica, en muchos ámbitos integrativos, vgr., de la Economía Popular, dichos tiempos y espacios están fusionados de manera simultánea y funcional a la reproducción económico-social simple o de sobrevivencia (Darwich 1992). Aquellos esfuerzos tampoco están necesariamente interpelados por la macropolítica ni por la macroeconomía, al menos en sus sentidos fuertes, sino, por una plétora de connotaciones microsituacionales, interindividuales e intersubjetivas,, dentro de las que no se puede descartar la posibilidad de la tentación corporatista, los cuales se articulan más a los imaginarios sociales y, más profundamente por múltiples sendas que muchas veces no conducen a ningún lugar (Heidegger), a la “creación incesante pero esencialmente indeterminada” (Castoriadis 1975:7), indeterminada porque, pese a la existencia de una historia explicativa de las obras creadas, éstas no tienen raíces en el inconciente, no deducen necesariamente sus orígenes de lo ya conocido, ni son reflejo de las relaciones con el otro (Lacan criticando a Freud), aunque hay quienes afirman lo contrario desde otros ángulos de las ciencias humanas (Zemelman 1992; 1995; García Canclini 1988; Marta Sosa 1975). Es así cómo los sujetos sociales se representan los objetos (ideas, valores, hechos, cosas, procesos, símbolos, carencias, aspiraciones) temporal y espacialmente distantes, no siempre registrados por los lenguajes establecidos ni por la conciencia individual y colectiva, y se
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vinculan diferencialmente entre sí al mismo tiempo que realizan inserciones múltiples en realidades diferentes. En este modo de inserciones plurales se combinan diferentes órdenes discursivos (Lacan) tales como, entre otros, el de la representación, el de la acción, el de lo inédito, el de la repetición, el de la mirada, el del sentido, el de la intencionalidad, el de la causalidad, el de la necesidad (carencias y aspiraciones pero también la necesidad de realidad y de trascendencia), el de la demanda, el de la espera, el de la memoria y el de la libertad, sin dejar de lado, el discurso del poder, con máscara y sin ésta al decir de Britto García (1991; 1994). Estos órdenes nos remiten a la propia “condición humana” (Arendt), al ser que es obra de la propia obra (Heidegger) de los hombres interpelados por su propia conciencia de decidir y escoger responsablemente (Heller 1995). Asimismo, nos refieren a la pérdida de enunciación inintencional del “hombre que es hijo del hombre” (Sartre citado por de Beauvoir 1982), y, parafraseando a Barthes (1980), nos reenvían al desgarre simbólico suscitado por la fuga incesante del origen de aquél, pero, también, nos remiten a los dinamismos de los espacios en blanco y puntos borrosos que escapan o quedan parcial, imperfecta o malamente cubiertos por lo que me parecen ser dos prácticas de la “muerte del sujeto” proclamada por algunos posmodernistas: la del sentido banal y la del lenguaje que manda, codifica, cosifica y pulveriza. Tales son, me parece, evocando a Ortega y Gasset, las circunstancias que le son dadas como condición, en su doble sentido: conditio sine qua non y como naturaleza intrínseca, a los sujetos sociales los cuales, al mismo tiempo que son constituidos, instauran el ideal de su ser y su ser ideal en aquella circunstaneidad, en lo real, en lo universal concreto y potencian la conjugación de lo histórico en lo individual y de lo individual en lo histórico. Mediados por los procesos anteriores, aquéllos podrían, en ciertas condiciones, suscitar la deslegitimación del estado de derecho; asimismo, podrían permitir o no ciertos estilos de legitimación pero no ya desde dispositivos económicos y políticos de gobierno, partido, sindicato o corporación empresarial y sus fundaciones civiles sin fines de lucro pero, fundamentalmente, sin fines de pérdida, sino, desde las microescenas de la vida cotidiana, ahora interpeladas por el discurso estratégico pero tácticamente polivalente de la librempresa antiestatalista interesada, al menos, en lo siguiente: El apuntalamiento de la privatización. La moleculización de los espacios públicos estatales y civiles. La organización de la vida privada en torno a procesos desconcentrados de producción de manufacturas. Constituir a barrios y localidades en comunidades de
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consumidores “soberanos” en aras de un ejercicio irreverente de la libertad de comercio, información y publicidad. Es en este punto, de agonía transicional no resuelta, que el Estado venezolano intenta, pesadamente y a marcha forzada, redimensionar su papel de imperativo y, otrora, indiscutido satisfactor de necesidades, no siempre compatibles, de los diversos agrupamientos sociales y del sistema político y societal. Asimismo, es el punto en que se encuadran tanto los heterogéneos y contradictorios sentidos y significados como las fortalezas y debilidades del papel que juega el Estado en la reconstrucción y reconducción =en la actualidad muy parcialmente delegada en entidades oficiales descentralizadas (vgr. fundaciones adscritas a ministerios, gobernaciones, corporaciones y alcaldías) y tendencialmente compartida en sus aspectos más operativos con organizaciones civiles de corte empresarial, cooperativo, eclesial, académico, municipal y otras= de sus multidimensionales relaciones con la sociedad venezolana a la que pertenece. Desarrollar este último aspecto nos llevaría a realizar otro trabajo cuyos objetivos no forman parte de esta etapa, sino, que es el propósito de otra investigación en curso, la cual está orientada por la pregunta generadora siguiente: ¿Cuál es el papel que juegan las organizaciones civiles en el ámbito de la política social y el desarrollo local en el actual periodo histórico en el que, según la metáfora gramsciana, el viejo sistema de relaciones sociales no acaba de morir y el nuevo no alcanza a nacer y en cuyo ínterin se suscita una constelación de síntomas morbosos? No obstante, en aras de estimular al lector dejamos abierta la reflexión con la batería de preguntas siguientes: i) ¿Qué es lo que está emergiendo, que se está fundando en Venezuela? ii) ¿Qué es lo que se está consolidando o recuperando, qué está prevaleciendo o prolongándose desde el pasado? ¿Se están produciendo rupturas o discontinuidades? ¿De qué tipo (institucionales, valorativas, imaginarias, simbólicas, etc.)? iii) ¿Se puede hablar de una transición hacia un sistema hegemónico y democráticamente activo, o, solamente, hacia un nuevo modelo o patrón económico anillado al cogollo capitalista trasnacional? iv) ¿Se trata de un simple reacomodo de clases y segmentos sociales, o de todos o algunos de los componentes del régimen político que no afecta de manera sustantiva el modo en que tradicionalmente se ha venido construyendo la matriz ideológica, simbólica y cultural de relaciones entre el estado, la sociedad y la nación? v) Si el sistema republicano nacido del Pacto de Punto Fijo es por definición democrático, ¿que se entiende por democratización del estado, la
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sociedad y la economía? vi) ¿Cuál(es) es (son) el (los) momento(s) que está(n) siendo privilegiado(s) en este periodo de crisis sistémica?: *) ¿El políticopartidario como medio de (re)democratización políticosocial?. *) ¿El socioeconómico como medio de consolidación y relegitimación de "LA" democracia oficial? *) ¿El económico como política de desarrollo industrialtecnológico "hacia afuera", tal como se planteó en 1950-60 pero ahora bajo las condiciones globalizadoras del fin de siglo? *) ¿El político como expresión del poder colectivo del estado, de la sociedad y de la nación? *) ¿El cultural en tanto modo diverso e inagotable en que se constituye la matriz de relaciones sociales y producen valores intangibles y tangibles de cambio y de uso individual y colectivo, entre éstos, significados, sentidos, imágenes, símbolos, lenguajes, intencionalidades, estilos de acción y no acción individual y colectiva y modos de convivencia y reproducción en sociedad? POST SCRIPTUM Las anteriores preguntas son nuestro punto de partida para pensar la problemática de las paradojas e insuficiencias de la modernización y la democracia tal cual ha venido siendo entendida y practicada en Venezuela. Según Bobio (1984, citado por Mayorga 1988:140; Anderson 1988), el “artificio cultural” que es la democracia derivada de la racionalización societal moderna analizada por Max Weber, conlleva la erosión de las reglas del juego democrático en virtud de lo siguiente: Por un lado, del poder de las grandes organizaciones y sus élites (neo)corporatistas: partidistas, sindicalistas y empresarialistas; y de los aparatos del estado y sus élites burocráticas y tecnocráticas. Por otro lado, del aumento y diversificación de las funciones del Estado y, por ende, del tamaño de su aparataje, como consecuencia de la demanda sostenida de sus inversiones económicas y del incremento de la demanda social cada vez más diferenciada, como expresión de la complejidad creciente de la sociedad en proceso de modernización. Lo anterior favoreció, a nuestro entender, que el desarrollo de una verdadera sociedad política, ligada a la necesidad de articular las separaciones y diferencias que median lo político y lo social como condición de libertad de los individuos, se planteara más como problema que como solución democrática. El sistema político, reducido a los partidos suscritores del Pacto de Punto Fijo, al que se integraron rápidamente las organizaciones empresariales, sindicales y gremiales,
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no sólo, nos parece, se distanció de la sociedad civil escapando a sus controles democráticos, sino, que adquirió preeminencia sobre ésta partidizándola; al mismo tiempo, corporatizó las prácticas estatales al instaurar lo que en los años de mayor auge e incidencia ética, jurídica y política de la corrupción y el clientelismo político y administrativo (segundo quinquenio de los `80 y primer lustro de los `90), se dieron en llamar “los entornos íntimos” del estado venezolano. Se constituyó así un modo, o, más específicamente, un estilo 19 estatal (anclado al caudillismo y al populismo realizados por otros medios, ahora modernos) de resolución de problemas y satisfacción
de
necesidades
sociales
y
sistémicas:
resolución
técnica,
política
y,
fundamentalmente, económico-financiera no exenta de cálculo electoral, cuya condición o naturaleza es el saber especializado del personal: los profesionales de la política, los burócratas, técnicos y tecnócratas tanto “de planta” de los aparatos del estado como los “prestados” a éste por las corporaciones empresariales y financieras, y cuyo efecto generalizado es la masificación global, el conformismo y el enrarecimiento de la responsabilidad individual. Como consecuencia, nos parece, la democracia fue vaciada de su contenido ciudadano, o, mejor dicho éste fue diluido en la práctica del consentimiento inducido de las masas con el proyecto modernizador que las integraba por la vía de la redistribución del excedente petrolero y el consumismo; asimismo, aquélla quedó olvidada tanto de la necesidad de problematización de lo dado, que es condición de libertad, como del antiguo concepto y valor griego de la mesotes que significa, según Negri (1986, citado por Colomer 1992:60) la mesura, la ponderación, la prudencia, el valor del hombre justo y discreto que no se deja arrastrar por compadrazgos, temores, fanatismos ni pasiones mezquinas ni desbocadas. Varios reduccionismos adquirieron sentido en Venezuela a propósito del proyecto modernizador: aparte de que lo sagrado siguió siendo reducido a la figura del Libertador, la noción del estado (fantasma de Gómez y demás caudillos premodernos y modernos mediante), territorialmente débil, quedó reducida al simple gobierno centralista, éste al poder infraestructural del ejecutivo nacional y sus adláteres posicionados del aparataje de la administración “pública”, el sistema político a los partidos mayoritarios y éstos a sus maquinarias, el escenario electoral a los convites quinquenales organizados por las élites (popular y periodísticamente denominados “tribus” y “cogollos”); asimismo, la gelatinosa =pero no tan amorfa que no genere sus propias microidentidades y microculturas no siempre políticamente articulables en el corto y mediano 19
Ver cita No.1.
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plazo= sociedad civil fue reducida a las organizaciones corporativas privadas: empresariales, partidarias y sindicales constituidas en exclusivos órganos de representación política y social, y, en segundo lugar pero muy distantes hacia abajo de la escala del prestigio u honor social, un conjunto heterogéneo y descoordinado de agentes y actores populares que consumen, demandan e intercambian satisfactores imaginarios, simbólicos y reales =líderes barriales, vecinales y parroquiales mediante= con partidos y gobiernos. En esencia, me parece, la racionalidad total fue atrapada por la contingencia y, por lo tanto, reducida a la razón instrumental, es decir, al mundo real concreto de la literalidad, la denotación y la mediatización de los fines por los medios20, para las cuales todo esfuerzo de abstracción y resignificación, por más reales que se reputen, resultan ser banales. Estas son algunas de las insuficiencias que, me parece, marcan los alcances y límites de la democracia venezolana. Para no hablar de su crisis de gobernabilidad, mencionamos otras tales como la distancia contrastante entre los principios ideales que sustentaron el “ensayo democrático” que, hundiendo sus raíces en la denominada “Revolución de Octubre” de 1945 (Dávila 1992), fue puesto en marcha en 1958, y el cumplimiento de las promesas que se derivaron de aquéllos. Contrariando, a nuestro juicio, la doctrina democrática que, con exclusión de todo mandato imperativo, apunta a la libertad subjetiva, a la transparencia de las relaciones intersubjetivas y a la agregación de los intereses plurales en una voluntad colectiva general que, por definición, establece sus propios límites de permanencia y configuración, los sujetos políticos predominantes se transformaron en grandes organizaciones corporativas o tecnoestructuras (Galbraith 1967) empresariales, sindicales y partidarias involucradas en la práctica de los poderes de clase y de estado y en la exclusión y cooptación de los movimientos populares, especialmente aquellos con potencialidades contestatarias o alternativas. En consecuencia, los intereses individuales, singulares y particulares (equiparados al poder del privilegio y la impunidad, de honda raigambre en la historia venezolana 21) se impusieron sobre el interés general que se pudiera expresar en la constitución de una autonomía y capacidad de auto20
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Este reduccionismo se viene viendo expresado en el hecho de que las suspensiones de las garantías económicas durante tiempos prolongados en diversos periodos, no hayan sido percibidas, sentidas ni creídas como violación del estado de derecho en Venezuela. ”El Libertador, al escuchar la lamentable y vergonzosa historia, esperó y confió que la ley haría un ejemplo con el criminal y que ni favor ni merced alguna se le otorgarían, pero -añadió- tenemos tantos parientes, comadres y compadres entre nosotros, y las leyes tienen tantos subterfugios que, mientras tales sentimientos, y prejuicios absurdos e injustos se permitan, la justicia nunca se administrará imparcialmente. Por tanto temo que no será castigado.” Sir Robert Ker Porter: Caracas Diary, 1825-42, p.224. Citado por Brito García (1980:140).
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gobierno de la sociedad civil =ya no reducida al derecho de votar por los gobernantes sin poder elegir a las redes invisibles del poder, sino, ampliada y potenciada= como condición de ejercicio del derecho a participar no sólo activamente, sino, ejercer control ciudadano (vecinal, barrial, municipal, regional y nacional) sobre los centros de decisión en los diversos ámbitos de la economía, la política y la cultura del estado, la nación y la sociedad venezolana. El “ensayo democrático” del proyecto modernizador venezolano no logró desarrollar al sistema educativo en un potente dispositivo de formación de sujetos sociales singulares que se objetivaran en el ejercicio cotidiano de dos derechos inalienables desde el punto de vista filosófico: la exploración de incertidumbres y caminos inéditos, y la discusión reflexiva y fraterna y el rechazo de todo aquello que no resista el examen de la propia conciencia. Se comprende, por lo tanto, por qué no se ha podido materializar la configuración de una organización societal volcada sobre los hombres de carne y hueso constituidos en pueblo, en la que la libertad subjetiva, pero, fundamentalmente, las redes de relaciones instersubjetivas de carácter espontáneo, solidario y profundamente humano, fueran la realidad efectiva que, recubriendo el cuerpo entero de la sociedad venezolana e irrigando sus más recónditos intersticios, le dieran vigencia cotidiana a nuestras leyes, costumbres, deberes y derechos, e instituciones. Por el contrario, el desencanto producido por las promesas no cumplidas del proyecto modernizador y la moderna democracia venezolana se viene traduciendo en pérdida de credibilidad, escepticismo y apatía generalizada por haber suscitado ilusiones de certidumbre, homogeneidad, bonanza y armonía sobre la base del modo, políticamente no problematizado, excepto en lo que se refiere a la actualmente menguada capacidad financiera del estado, de resolver a “realazos” los problemas de la convivencia social. Marcada en todos sus ámbitos culturales, sociales, políticos y económicos por rasgos =no siempre atávicos de los cuales Herrera (1991), Brito (1991) y Dávila (1992) dan exquisita cuenta= premodernos, Venezuela está inmersa en la corriente universal de la modernización y sus procesos de democratización y creciente complejización, siendo éstos avances significativos (posformales?) en el reordenamiento de la sociedad que no escapan a los contrasentidos, paradojas y límites generales (abstractos) de la democracia representativa. Cabe preguntarnos, por lo tanto, varias cuestiones con las cuales quiero cerrar esta comunicación:
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Primero, si es posible en Venezuela, tanto como Mayorga (1988:141) lo pregunta para América Latina, la construcción colectiva de orientaciones normativas, estratégicas y operativas de un proyecto alternativo (pos)moderno y (pos)democrático, en contraste con los procesos irresistiblemente reales de reinserción y reacomodo en el programa de modernización occidental, hoy en crisis de reconstitución por razones distintas a las de América Latina y el Caribe. Segundo, cómo proponer un proyecto alternativo, como se pregunta Aricó citado por Mayorga (1988:141), si las salidas a la crisis y las innovaciones democráticas están determinadas no sólo por los propios términos de dicha crisis, sino, también porque somos “prisioneros” (Aricó) de nuestras formas de pensar, hacer, sentir y soñar, que son las mismas que condujeron a la circunstaneidad que deseamos superar? Tercero, cómo resolver, en un contexto de crisis económica generalizada marcada por la tendencia irresistible a la segmentación del mercado y a la reconcentración de las diversas formas del capital, los problemas de la acumulación, la distribución equitativa del producto social y patrimonial y, al mismo tiempo, democratizar, legitimar y descentralizar al estado y sentar las bases de la gobernabilidad democrática de la sociedad? Cuarto, cómo pensar la reconstitución de la democracia político-electoral en democracia participativa directa en Venezuela si esta posibilidad, de innegable contenido utópico mas no por ello impensable o soñable, que no está inscrita en la racionalidad de la democracia representativa (Mayorga 1988:143), está limitada por la realidad de los procesos de reforma formal del estado cuyos dinamismos se expresan no tanto por las marchas hacia un pacto social integrativo sustentador de un proyecto nacional de desarrollo socialmente centrado, socialmente rentable, económicamente productivo, culturalmente creativo y sociopolíticamente gerenciado de la sociedad venezolana considerada en su conjunto más inclusivo, como por las contramarchas de la descentralización y democratización de la política, la cultura, la sociedad y la economía? NOTAS: 1) Lo real en nuestro enfoque se entiende como la realidad objetiva preexistente pero socialmente acotada, es decir, en proceso de (re)definición, conceptualización, simbolización, intersubjetivación y de socialización. Es el momento de mayor cualificación de la praxis constituida como tal en tanto productora de sentido, intencionalidad y direccionalidad. Es el todo-posible, la racionalidad, total mas no absoluta, de la siempre inconclusa aproximación del sujeto al conocimiento y apropiación de la realidad. El fundamento de lo real es la unidad interna entre sujeto y objeto, conciencia y realidad, pensamiento y ser, teoría y práctica, poder y conocimiento; sociedad, estado y nación; entre lo real y lo ideal; y entre lo económico, lo político, lo espiritual, lo ideológico, lo histórico y lo cultural. La perspectiva sociopolítica se explica porque es en las relaciones de poder entre actoressujetos individual-colectivos y la manera de antagonizar, dominar y convencerse unos a otros en sociedades concretas, donde encontramos EL PUNTO DE PARTIDA para abordar la cuestión del modo en que los
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contenidos y las formas de la Política Social están matizados por la tendencia dominante de las relaciones de fuerza en cada uno y en el conjunto de los momentos co-constitutivos del sistema social de que se trate: el escenario electoral; el régimen político, económico, social y cultural; la sociedad, la nación y el estado, analizados desde la óptica de su dinámica interna
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