El 2 de mayo de 1806 repican las campanas de la iglesia de un pequeño pueblecito de Francia… para el bautismo de Catalina, que era la octava hija de la familia Labouré. Esta familia eran agricultores y se dedicaban al cuidado de su granja, huerto y ganado. Al ir creciendo Catalina se encarga de los dos hermanos más pequeños que nacieron después que ella. Su mamá además de las labores del campo y de la casa, les enseñaba y les daba una educación cristiana. Pero pronto murió la madre de Catalina y ella entre lágrimas se acercó un día a la imagen de la Virgen y le dijo : “Ahora Tú serás mi madre “. Cuando su hermana se marcha para hacerse Hija de la Caridad, Catalina y su hermanita se encargan de cuidar la casa y la granja, pero no pueden ir a la escuela. Sin embargo Catalina, a quién sus hermanos llamaban Zoé, rezaba todos los días: al levantarse, cuando trabajaba, al acostarse… Y una noche sueña que estaba rezando en la iglesia de su pueblo y en sus sueños, vio a un sacerdote anciano que le decía: “Un día me encontrarás. Dios tiene un gran proyecto para ti “. Al día siguiente Catalina le dijo a su padre:
-
“¡ Quiero ser Hija de la Caridad ¡”
Pero su padre no le dejó y la envió a París a ayudar a su hermano. Un día, sus hermanos comprenden las intenciones de Catalina y la ayudan enviándola a un pensionado en Chatillon, para que aprenda a leer y a escribir, pues de pequeña en la granja no había tenido tiempo de hacerlo, al tener que encargarse de la casa y de sus hermanitos pequeños. Cerca del pensionado Catalina descubre una casa de las Hijas de la Caridad y acude allí con frecuencia. Y de repente, un día reconoce en un cuadro al sacerdote que había visto en sus sueños. - “¿ Quién es ese sacerdote ? –pregunta.
- “Es nuestro fundador, San Vicente de Paúl “. Así que su padre viendo que Catalina está siempre tan contenta cuando está con las monjitas, acepta la vocación de su hija y le da permiso para ser religiosa. Y por fin el 21 de abril de 1830 Catalina Labouré es admitida en el Seminario de las Hijas de la Caridad, calle del Bac, 140, en París. Empieza una nueva vida. En medio de numerosas tareas, es feliz. Le gusta preparar el puchero de los enfermos, visitar a los pobres. Con sus compañeras, sigue descubriendo quién es don Vicente: un hombre verdaderamente extraordinario por su bondad y su caridad: su amor a los pobres es conmovedor. Catalina reza mucho. Su entusiasmo por Dios, por la Virgen y por San Vicente va creciendo cada día más... Y además alguien se ha fijado en ella, es la Virgen María.
A los pocos meses de su llegada a París, va a vivir un primer encuentro sorprendente, el 18 de julio de 1830... Estando acostada, Catalina oye una voz que la llama por su nombre y le dice: - “Levántate, ve a la capilla, ahí te espera la Santísima Virgen. “ Catalina se levanta y ve a un niño resplandeciente de luz. Le sigue hasta la capilla y al final el niño le dice: - “Aquí está, la Virgen María! “. La Virgen se sienta en una silla que hay en el coro de la capilla, Catalina se arrodilla ante ella, coloca sus manos sobre las rodillas de la Virgen y la escucha con devoción. Entonces, la Virgen Santísima le dijo a Catalina que Dios quería confiarle una misión. Sus palabras fueron: -“Tendrás mucha pena... Sufrirás contradicciones. Pero tendrás la gracia. No temas. Dilo todo con confianza y sencillez...Ten confianza”. Luego, la Virgen María se puso triste y dijo: -“Los tiempos son malos...Desgracias de todas clases se abatirán en todo el mundo. La cruz será escarnecida. Se la echará abajo. Traspasarán de nuevo el costado de Nuestro Señor. Las calles estarán llenas de sangre... El mundo entero estará triste.”
Unos días más tarde, Catalina habla al sacerdote que es su director espiritual: el Padre Aladel y le excplica lo que le ha sucedido, pero su confesor la escucha y se niega a creerla... - ¡Sor Catalina, olvide esas visiones! El 27 de noviembre de 1830 la Virgen visita por segunda vez a Catalina. Esta vez se le aparece durante la oración nocturna en la capilla… De repente, ve una luz grande... ...Esta vez, la Virgen María tiene en sus manos un globo dorado rematado por una cruz. Su rostro es de gran belleza; refleja la hermosura del Dios Amor que mora en su corazón. María le dice a Catalina: -“Esta bola representa al mundo entero... y a cada persona en particular”.
De repente, de los dedos de la Virgen Santísima salen unos rayos de un resplandor maravilloso. Al mismo tiempo, María le dice: -“Estos rayos son el símbolo de las gracias que concedo a las personas que me las piden, los que están sin rayos son el símbolo de las gracias que la gente se olvida de pedirle”. Después, en torno a la Aparición se forma un óvalo a manera de medalla y el mensaje de María se inscribe en esta medalla.
“ OH MARÍA, SIN PECADO CONCEBIDA, RUEGA POR NOSOTROS QUE RECURRIMOS A TI. “
Después , el óvalo se dio la vuelta y en el anverso, se veía la letra M con una cruz encima y debajo, dos corazones : el de Jesús, coronado de espinas y el de María, atravesado por una espada.
La Virgen se dirigió entonces a Catalina y le dijo: « Haz que se acuñe una medalla según este modelo. Serán abundantes las gracias para todas las personas que la lleven con confianza ». Días después Catalina se dirigió de nuevo al Padre Aladel, pero de nuevo el sacerdote no le creyó. Poco después, el 5 de febrero de 1831, Sor Catalina fue destinada a un asilo de ancianos pobres y allí se encargó de la cocina, el corral y la granja, los trabajos más duros. Pero una voz interior insiste para que Catalina transmita el mensaje... y así poder cumplir la misión que le confió la Virgen María. María le infunde valor para atreverse a ver de nuevo al padre Aladel... que poco a poco se deja convencer por la tenacidad y la sencillez de Catalina. Finalmente en 1832 se acuñan las primeras medallas y se le regala una a cada hermana del asilo, mientras que Catalina recibe la suya con discreción, sin transparentar nada. Mientras tanto, una terrible epidemia de cólera se ceba en París: muertos a millares. Las Hermanas reparten las medallas entre la población y hacen que los enfermos reciten la oración: “OH MARÍA, SIN PECADO CO NCEBIDA, RUEGA POR NOSOTROS QUE RECURRIMOS A TI. “
De repente, la sorpresa: se ven curaciones inesperadas y extraordinarias conversiones. - ¡Esta medalla es milagrosa!- decía la gente.
Poco a poco, va creciendo la fama de la medalla. Una inmensa esperanza se apodera del alma de los que sufren y padecen. Esta medallita que los enfermos aceptan llevar
muy pronto es llamada por el pueblo MEDALLA
MILAGROSA… ¡nombre que le quedará ¡
Tres años después, en 1835, se acuñan millón y medio de medallas que se reparten por toda Europa. La devoción por la medalla de la milagrosa se extiende de tal forma que millones de cristianos en todo el mundo repiten la oración. Sólo el Padre Aladel sabe quién es la religiosa a la que le habló la Virgen María. Mientras tanto, Sor Catalina sigue trabajando en el asilo. Sus preferidos son los más desgraciados, pues ve en ellos la sonrisa de la Virgen. Además continúa con el huerto, los animales y la cocina. Pero sobre todo Catalina oraba: - “Señor, heme aquí, dadme lo que queráis “. Le contaba sus penas y sus alegrías y le escuchaba. - “Si vosotros le escucháis, os hablará, porque habla siempre si se acude a Él con sencillez “. Sin embargo Catalina no se contentaba con asistir a los ancianos y decidió abrir una escuela para niños y los pobres del barrio. Así cumplió con el ruego de la Virgen que le encargó que se crease una Asociación y se creó en el año 1851. El 8 diciembre de 1854 tiene lugar un gran acontecimiento: el Papa Pío IX proclama el dogma de la Inmaculada Concepción y … cuatro años después en Lourdes, una niña, Bernadette, recibe la visita “ de una hermosa señora” que dice llamarse Inmaculada Concepción. Catalina sin embargo guarda silencio… durante 46 años. Tan mal estaba la situación en Europa que al final al estallar la guerra, las Hermanas se dedican a curar a los heridos de ambos bandos. Catalina es detenida y hecha presa aunque finalmente la sueltan por orden de alguien a quien habían curado las monjitas. Sor Catalina ve que sus fuerzas van menguando y piensa en un ruego que le hizo la Virgen: que se esculpiera una imagen suya con el globo terráqueo en las manos. No sabe qué hacer y piensa consultarle a la Virgen en su oración ….
Y finalmente para solucionarlo habla con su superiora y le explica todo lo que ella vivió ante la Virgen hace ya 46 años. Sor Juana, su superiora da la orden para que se haga la escultura de la Virgen Santísima. Y así se hizo, aunque cuando Catalina la vio pensó que no la habían hecho tan bella como en realidad era. Después de esto Catalina cree que su misión está cumplida y ya puede morir en paz. Es diciembre, 1876 y Sor Catalina que tiene ya setenta años, cada vez está más débil. Ya no sale y sabe que pronto irá con Jesús y que volverá a ver a la Santísima Virgen y a San Vicente de Paúl. Pero ella no teme morir: - “ ¿A qué voy temer ? Voy a ver a Jesús, a la Virgen María y a San Vicente. A la mañana siguiente, recibe la comunión en la cama y reza el rosario con las Hermanas. Suavemente y con la sonrisa en los labios, expira. Era el 31 de diciembre de 1876. Sor Juana, la Superiora, decide que ya no hay que callar más y que hay que explicar que fue Catalina la que vio a la Santísima Virgen y recibió el encargo de acuñar la medalla milagrosa. La noticia de la muerte de Sor Catalina se extendió rápidamente y una numerosa multitud asiste a su entierro. Catalina fue declarada Santa por Pío XII, el 21 de julio de 1947. Hoy su cuerpo reposa en la capilla de la Medalla Milagrosa, en la calle del Bac, 140 de París. Esta capilla se ha convertido en lugar de peregrinaciones y también es visitada por gente no cristiana.
Es una historia preciosa, verdad? Pues es la vida de Santa Catalina Labouré y si quieres saber más cosas de ella, pregunta en el cole o a tu catequista. (extra ído del folleto “Vidas de Luz: Santa Ca talina Labouré)