Proyecto “Conservación de la biodiversidad y manejo comunal de recursos naturales en la cuenca del río Nanay” IIAP- BANCO MUNDIAL/GEF
CUIDANDO NUESTRA SELVA Cartillas para trabajo escolar
III. RIOS Y COCHAS
José Álvarez Alonso Dibujos: Jaime Choclote Martínez Julio 2004
III.- LOS RÍOS Y LAGOS AMAZÓNICOS ALGUNAS HISTORIAS PARA REFLEXIONAR
1.- LOS SÁBALOS Y SU ENEMIGO EL BOTE CONGELADOR (*) La gente de la apacible comunidad de Nueva York, en el bajo Río Tigre, se dedica principalmente a la agricultura y a la pesca. Como en esa zona no hay casi cochas, la mayor parte del pescado que consumen proviene de la Quebrada Tigrillo, que desemboca a una vuelta arriba de la comunidad. Esta quebrada es de aguas negras, y drena extensas áreas de pantanos en sus cabeceras, en las que abunda sobre todo el sábalo, y en menor medida el paco y la gamitana. En cualquier época del año, los comuneros saben que tienen una despensa en esta quebrada, ya que con anzuelo o con red trampera pueden obtener siempre el pescado que necesitan para su consumo diario. Los sábalos de la quebrada Tigrillo eran bien especiales, sábalos de cola roja de hasta 4 ó 6 kg. de peso, gordos y sin dejo, ya que las aguas de esta quebrada son muy limpias. En el mes de noviembre, como es habitual en Loreto, los sábalos, pacos y gamitanas comienzan sus faenas para el desove o reproducción. En el caso de los que viven en quebradas como la Tigrillo, esto significa que deben bajar hasta la desembocadura para reunirse en un gran mijano. En esos lugares donde se mezcla el agua negra de las quebradas con el agua blanca del río es donde
machos y hembras se estimulan mutuamente para depositar y fecundar los huevos, ya que se crean las condiciones adecuadas (temperatura, oxígeno, luz y nutrientes) para que los huevos se incuben sin problema y los alevinos recién nacidos encuentren su alimento adecuado sin que sean eliminados por los depredadores.
Estos mijanos, sin embargo, son muy vulnerables ante los métodos actuales de pesca, ya que prácticamente toda la población reproductiva de una especie, sea sábalo o gamitana, se reúne durante varios días en un solo lugar para desovar.
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En el caso de la comunidad de Nueva York, la gente cuidaba sus sábalos y sólo pescaba una cantidad moderada durante el desove, para permitir que la población se reprodujese. Ellos sabían lo que había ocurrido en quebradas vecinas, como el Nahuapa, donde por la pesca excesiva de los mijanos de sábalo durante el desove, practicada principalmente por los botes congeladores con base en Iquitos, se había eliminado toda la población de sábalos de la quebrada años atrás. Por eso, cuando un año se presentó un congelador en la boca de la quebrada Tigrillo a la espera del mijano del sábalo, a principios de noviembre, la comunidad se alarmó. Las autoridades se acercaron al bote congelador a informarles que esa quebrada era su despensa, de la que sacaban su pescado diario para alimentar a sus hijos, y les rogaron que, por tanto, la respetasen y se fuesen a pescar a otro lugar. Los pescadores se rieron de ellos y dijeron que tenían permiso para pescar donde les diese la gana, como les diese la gana, y cuanto les diese la gana. Entonces el pueblo de Nueva York, bien organizado y decidido a proteger la fuente principal de alimento de la comunidad, decidió frustrar por todos los medios las intenciones de los pescadores comerciales. Un numeroso grupo de moradores se acercó al bote congelador con la intención de hacerlo bajar por la fuerza, pero los pescadores, gente avezada, estaban armados con arpones e incluso algunas armas de fuego, y se atrevieron a
amenazar con matar al que se atreviese a acercarse al bote. Los comuneros cambiaron de estrategia. Como el sábalo es un pez muy tímido, que sólo mijanea en la superficie cuando el agua está tranquila y no hay ninguna bulla, decidieron frustrar de otro modo las torcidas intenciones de los pescadores comerciales: se organizaron en piquetes, que por turnos se iban a la boca de la quebrada en canoas a hacer bulla. Así, día tras día había cuatro o seis canoas siempre en la boca de la quebrada haciendo bulla con tanganas y remos, sobre el agua, de modo que los sábalos no salían de la tahuampa y se mantenían muy profundos. Los pescadores de Iquitos lanzaban sin éxito sus inmensas redes honderas en la boca de la quebrada, pero no podían hacer sus maniobras entre los árboles de la tahuampa. Esta situación se prolongó por más de dos semanas, donde menudearon las amenazas de los pescadores contra los comuneros. En este tiempo el hielo de su cajón se iba acabando, pero enviaron una comisión a Iquitos a buscar más hielo, empecinados en acabar con el sábalo de la quebrada Tigrillo. Era una cuestión ya de obstinación pura, porque el dueño de bote estaba realmente perdiendo dinero aguantando sin pescar nada por varias semanas en la boca de la quebrada. Pese al nuevo embarque de hielo, la gente de la comunidad no bajó su guardia y se mantuvieron los piquetes bullangueros, por lo que ese año el sábalo o no desovó o lo tuvo que hacer 3
en las tahuampas cercanas a la boca de la quebrada. Lo cierto es que el congelador finalmente tuvo que darse por vencido y, no sin antes insultar y amenazar a todo el mundo, felizmente sin consecuencias, se tuvo que volver a la ciudad con su cajón vacío. Nunca más volvió. Se corrió rápidamente la voz de que la comunidad de Nueva York era un pueblo bravo y organizado, y ningún otro congelador intentó repetir su triste hazaña. (*) Historia real narrada por el Sr. Leonardo Lancha, de la Comunidad de Nueva York, bajo río Tigre.
Preguntas para el diálogo:
a) ¿Quién crees que tenía razón en ese conflicto, los pescadores del bote congelador, que se amparaban en un permiso de pesca expedido en Iquitos, o los comuneros de Nueva York, que protegían su fuente de pescado? Razona tu respuesta Respuesta: b) ¿Cuál crees que fue la clave del éxito de los comuneros, que consiguieron proteger su despensa de sábalos de la quebrada Tigrillo? Respuesta: c) ¿Conoces alguna experiencia similar, en que pescadores comerciales hayan cometido abusos contra comunidades rurales? Cuéntala Respuesta:
------------------------------------------2.- Mujeres y hombres: ¿pescado o trago? (*) La comunidad de Huacachina, en el curso medio del río Tigre, vive al lado de la cocha más productiva y extensa de esta hermosa cuenca. Esta cocha, llamada por los comuneros “Huayo cocha”, precisamente por la abundancia de árboles frutales en sus orillas, es un brazo abandonado por el río hace cientos de años, y actualmente se conecta con el cauce principal a través de un caño angosto a cuyas orillas se localiza la comunidad. Es, por tanto, imposible que alguien entre en la cocha sin permiso de los habitantes de Huacachina.
La cocha es tan rica que, a la salida del colegio, cada niño agarraba su barandilla y su anzuelo y, en menos de dos o tres horas, ya estaban de vuelta en su casa con una hermosa sarta de fasacos, bujurquis, lisas, palometas y, por supuesto, tucunarés, la estrella de la cocha. Los tucunarés de Huacachina son espectaculares, porque aparte de ser muy abundantes, llegan a tamaños impresionantes. Tan es así que varias empresas turísticas suelen llevar a grupos de pescadores gringos a pescar tucunarés en esa cocha. Debido a la abundancia de pescado, los niños de la comunidad de Huacachina 4
son de los más sanos y mejor alimentados de toda la cuenca del río Tigre. Sin embargo, esa riqueza de pescado también despierta la codicia de los pescadores comerciales que surcan las aguas de este río con sus botes congeladores, buscando llenar su cajón para vender en Iquitos a buen precio, aprovechando la circunstancia de que el río Tigre tiene un régimen diferente a otros ríos de Loreto, pues tiene su vaciante máxima normalmente entre diciembre y febrero. En estas fechas, en que el pescado ya está bastante escaso en la ciudad porque el Ucayali ya está creciendo, los congeladores surcan los ríos que tienen sus fuentes en los Andes ecuatorianos, como el Tigre, el Napo y el Pastaza, para llenar ahí sus cajones.
redes honderas. Una vez que lograban emborrachar a los hombres, era fácil aceptar algún acuerdo para pescar en la cocha, que solía consistir en que los pescadores comerciales dejaban una parte de su producto para los comuneros, es decir, cada familia ese día recibía unos cuantos quilos de “su” pescado en “su” sentado, en su casa, sin necesidad de ir a templar trampa o a anzuelear. Ésa era toda su ganancia. Sin embargo, después de una operación de ésas, la gente siempre se quejaba que el pescado escaseaba, que se había vuelto mañoso, y que ya apenas podían pescar ellos para su diario, cuando antes podían siempre hacer uno o dos paneritos de pescado seco salado o salpreso a la semana para vender al regatón o hacer cambalache por querosene, manteca, azúcar, o cualquier otra cosa necesaria para la casa. En noviembre del año 1993, un bote congelador atracó en el puerto de Huacachina con la esperanza de repetir su hazaña de otros años y, gracias a un buen bidón de cachaza, lograr el permiso para pescar en Huayo Cocha. El yaraquí y otros peces estaban por desovar en esos días y estaban sonando a la entrada del caño, por lo que los pescadores pensaban llenar su cajón con unos cuantos lances en el lugar adecuado.
Los botes congeladores que iban a pescar a Huacachina siempre utilizaban el viejo truco del aguardiente para ablandar a los moradores, que en principio se mostraban siempre bastante reacios a dejar pescar en su cocha a un congelador con sus inmensas
Comenzaron a invitar a los hombres a un partido de fulbito, y luego a sus traguitos, a lo que por supuesto no se hicieron de rogar. Al final de la tarde, prácticamente todos los varones del pueblo estaban completamente 5
borrachos y dispuestos a vender cualquier cosa por seguir tomando. Las mujeres del pueblo, sin embargo, ya estaban hartas de esta situación. Algunas con más iniciativa comenzaron a comentar con las vecinas: -
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“Esto no puede ser. Esos “harraganes“ y “huasqueros” de los hombres otra vez van a dejar pasar al congelador a la cocha”, comentaba una. Y quien paga el pato somos nosotras, que no vamos a tener que dar de comer luego a nuestros hijos, ni vamos a poder comprar ni un fósforo, contestó la vecina. “Hay que hacer algo para evitar que esos borrachos de nuestros maridos vendan nuestro pescado por un garrafón de trago”, sentenció la tercera.
Dicho y hecho. Comenzaron a llamar a las vecinas a una sesión en el local de la escuela, y allí se decidió por unanimidad que cualquier foráneo sólo podría entrar a pescar a la cocha con permiso expreso de la asamblea comunal. Una comitiva de mujeres se fue entonces al puerto a informar a los congeladores del acuerdo, y a solicitarles que fuesen a la asamblea a pedir permiso si querían entrar a la cocha. A regañadientes, los congeladores tuvieron que aceptar la invitación, esperando contar con el apoyo de los padres de familia borrachines, como otros años. Pero el cálculo les salió mal: a pesar de que la asamblea comunal era abierta y todos los moradores del
pueblo fueron convocados por los guardias “varayos”, los hombres estaban tan borrachos y tan ansiosos de seguir tomando que ninguno se presentó al local de la escuela para discutir el problema. Así que, para desagrado de los pescadores, que se esforzaron por convencer a la asamblea de puras mujeres de lo ventajoso que era para la comunidad que les dejasen pescar a cambio de unos kilos de pescado gratis para cada familia, a la hora de votar la decisión fue unánime: No había permiso para el bote congelador para pescar en Huayo Cocha. Esa noche los pescadores siguieron tomando su trago, pero esta vez de cólera, y sus improperios y lisuras se escucharon hasta la plaza. Pero se tuvieron que ir con la bodega vacía. Y ese año, los niños de Huacachina siguieron pescando todo el año sus hermosas sartas de pescado a la salida de la escuela, y las madres de familia tuvieron siempre un panerito de pescado seco en la tuchpa listo para cambiar por su manteca, su sal y su azúcar con el regatón. (*) Historia real presenciada por José Álvarez en la Comunidad de Huacachina, río Tigre.
Preguntas para el diálogo: a) ¿Crees que actuaron bien las mujeres, pasando por encima de sus maridos y prohibiendo la entrada a la cocha a los pescadores comerciales? Razona tu respuesta. Respuesta:
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b) ¿Conoces algún caso similar, en que pescadores comerciales han sobornado o tratado de sobornar a alguna autoridad comunal para poder pescar en la cocha de la comunidad? Cuéntalos Respuesta:
c) ¿Qué crees que deberían hacer las comunidades para evitar que se cometan abusos en las cochas o quebradas, como el uso del barbasco o bombas, la pesca excesiva con redes honderas por pescadores comerciales? Respuesta:
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3.- De los mijanos su historia Nuestros abuelos siempre nos cuentan historias de cómo era la selva en tiempos pasados. Muchas veces hemos escuchado aventuras de caza y pesca, hazañas que hoy es muy difícil que ocurran porque la selva ya no es lo que era, ha cambiado mucho. Uno de los fenómenos más famosos de la Amazonía, y sobre el que se han tejido más historias, es el mijano, o migración estacional de los peces. Numerosas especies de peces amazónicos “mijanean, es decir, se reúnen en inmensos números en ciertas épocas del año y en ciertos lugares, con dos objetivos distintos: Existe el mijano reproductivo, en el que los peces adultos, machos y hembras, se concentran en lugares especialmente apropiados para llevar a cabo la sagrada tarea de la perpetuación de la especie (generalmente en bocas de quebradas o lugares de mezcla de dos tipos de agua, o en cabeceras de algunos ríos especiales), y el mijano de dispersión, cuando los peces juveniles y subadultos surcan el río desde los lugares donde se han desarrollado
durante sus primeras etapas, para colonizar cochas y quebradas en los lugares más apartados, donde crecerán hasta adultos para volver a repetir el ciclo. El mijano es una de las cosas que más ha cambiado en nuestra región en las últimas décadas, y desgraciadamente para mal. Todavía viven muchos pescadores que hablan con nostalgia de las extraordinarias pescas que hacían en el pasado con ocasión de los mijanos de algunas especies que hoy son ya muy escasas. La gamitana, el paco, el sábalo cola roja y algunas especies de zúngaros se encuentran entre ellas. Se sabe que, décadas atrás, se veía surcar miles de zúngaros por las orillas del Amazonas y del Marañón en ciertas épocas del año. Las gamitanas, pacos y sábalos se concentraban también en las bocas de ríos y quebradas de aguas claras o negras, donde la mezcla de agua negra y blanca crea las condiciones adecuadas de oxígeno y nutrientes para que los huevos y alevinos se desarrollen adecuadamente. Se sabe que estas especies hoy día sólo mijanean, y en 7
número cada vez más reducido, en unos pocos lugares muy apartados, donde la población humana todavía es muy escasa. Las especies que mijanean para reproducirse no suelen cuidar a sus huevos ni alevinos, sino que su estrategia está en el número: liberan en el agua de una sola vez millones de huevos, y los predadores no pueden acabar con ellos. Una sola gamitana, por ejemplo, puede poner hasta un millón de huevos. Pero para que tenga éxito este método de reproducción, estos peces necesitan también reunirse en grandes números. Si son pocos individuos, la totalidad de los huevos son consumidos por otros peces o por los insectos acuáticos. Hoy día, los pescadores loretanos cada vez pescan menos e individuos más pequeños, frecuentemente juveniles antes de que se hayan reproducido ni una sola vez, con lo que es posible si no se corrige la tendencia actual, en un próximo futuro habrán desaparecido de nuestros ríos y cochas éstas valiosas especies. De hecho, la gamitana ya ha desaparecido prácticamente del mercado de Iquitos, cuando en el pasado era uno de los peces más frecuentes. Este pez era la base de una importante industria pesquera en Nauta y otros pueblos a principios del siglo XIX, según cuentan los viajeros ingleses Smyth y Lowe, que hablan así del pueblo de Nauta en 1835: “Tiene ahora 600 habitantes, que son cristianos, y tienen una iglesia. Su principal ocupación es la pesca y salado de gamitana, que capturan en grandes
cantidades, y son considerados muy buenos canoeros”. Smyth, W. And F. Lowe. 1836. Narrative of a Journey from Lima to Para, the Andes and Down the Amazon. Longwood Press, p. 258. London.
Hoy, sin embargo, la gamitana es casi desconocida para los habitantes de Nauta, y ya no representa más una fuente importante ni de alimento ni de ingresos económicos.
El P. Manuel Uriarte, en su famoso “Diario de un misionero de Maynas”, cuenta una anécdota que ilustra cuánto hemos perdido en nuestra selva. Recordemos que el hecho ocurrió a mediados del siglo XVIII (hacia 1750, es decir, hace unos 250 años). El Padre había organizado la Misión de Omaguas (probablemente San Joaquín de Omaguas, cerca de la confluencia del Ucayali con el Marañón) y, hablando de la abundancia de la pesca, afirma:
“ Pues ¿qué diré cuando sube el peje a desovar, que matan cerca del pueblo, a troche y moche, cuantos quieren, ya con palos, ya con flechillas amontonadas con muchas púas divididas? (...) Cuando la última guerra con Portugal, me vino 8
asustado un Nicanor, huido de allá, diciendo que había oído mucho ruido, decía, como tambor de soldados. Todos se alborotaron y querían huir, creyendo darían el asalto de noche, porque el ruido, decía, sintió con su compañero hacia Muqui, y cerca de una quebrada que dicen de los Mayorunas; era esto de tarde, y contuve a la gente, enviado espías seguros, que volvieron diciendo no había que temer, sino que las gamitanas, que se juntaban para desovar, causaban ese ruido seco, y ya antes lo habían sospechado los omaguas viejos”. Uriarte, M. J. Diario de un misionero de Maynas. 1774. Monumenta Amazónica, Ed. IIAP-CETA, 1986, p. 179.
Preguntas para el diálogo: a) ¿Cuáles crees que son las causas de que ahora no haya casi mijanos de la mayoría de los peces grandes, o que cada vez los mijanos son más escasos? Respuesta: b) ¿Crees que está bien pescar en grandes cantidades a los peces cuando se reúnen para desovar? Razona tu respuesta. Respuesta: c) ¿Qué deberíamos hacer para que vuelvan a abundar en nuestros ríos los mijanos de peces? Respuesta:
------------------------------------------4.- Historias de los viejos antiguos (*) Una de charapas Cuando los primeros españoles recorrieron el Amazonas a mediados del siglo XVI, una de las cosas que más les sorprendió fue la abundancia de comida que encontraron en muchos de los poblados indígenas que visitaron, y en especial, la gran abundancia de charapas. Cuenta Fray Gaspar de Carvajal, cronista de la expedición de Orellana de 1540, que en un solo pueblo del “País de Omagua” (en el Loreto actual, en algún lugar del bajo Napo), los soldados embarcaron “más de mil tortugas” para rancho en sus bergantines. Las charapas citadas fueron encontradas por los soldados de Orellana a fines del mes de abril, en
plena creciente, por lo que nos podemos imaginar al principio de la vaciante la cantidad que los indígenas podrían haber tenido en sus “charaperas”. Apenas veinte años después, en 1560, la expedición del capitán Pedro de Ursúa y su famoso lugarteniente Lope de Aguirre descendió por el río Huallaga, el Marañón y el Amazonas hasta su desembocadura con unos 300 soldados españoles y una gran tropa de indios amigos. Los cronistas de la expedición describen el mismo escenario y hablan de los miles de “tortugas” e “hicoteas” (nombre de una tortuga pequeña de agua dulce de Cuba, aplicado aquí a las taricayas) que los indios les 9
obsequiaban, o simplemente ellos robaban de sus casas. Cuenta Fray Pedro Simón, uno de los cronistas de esta malograda expedición, que la tropa desembarcó en un pequeño pueblo que estaba “en una barranca del río”, en una zona en la actual frontera de Perú con Brasil. Allí se comunicaron por señas con los indios para solicitarles que les cediesen una parte del pueblo para alojarse y les diesen algo de alimento, con el compromiso de no hacerles ningún daño. Los indios aceptaron, y los españoles pudieron saciarse con la abundante comida que había en estas casas. Así nos cuenta Fray Pedro Simón:
“Sacó luego nuestra gente aquí el vientre de mal año (como dicen) con la mucha comida que hallaron de maíz, frisoles (= frijoles)y otras raíces de tierra, con muchas tortugas e hicoteas que tenían los indios en unas lagunillas arrimadas a sus casas, cercadas de empalizadas, que al parecer de los soldados echaron tanteo que eran las que hallaron vivas, sino otras que estaban recién muertas para comer, más de seis o siete mil, en que metieron las manos...”
Diversos cronistas de siglos posteriores describen esta misma abundancia; en algunos casos era tal el número de charapas concentradas a desovar en las playas que impedían la navegación. En 1639, el P. Cristóbal de Acuña descendió por el río Napo y Amazonas desde Quito hasta Belén do Pará, acompañando a la expedición brasileña del Capitán Pedro Texeira, que había surcado el río en dirección contraria. Esto ocurrió apenas cien años después del descubrimiento del Amazonas para el mundo occidental por Francisco de Orellana y su gente. En su informe para el Rey de España, el buen religioso describe muchas de las cosas que observó durante el viaje, y especialmente costumbres de los indígenas de los pueblos que visitaron. Habla con especial admiración de la abundancia de alimento que encontraban en los pueblos en que paraban, principalmente carne de vacamarina o manatí, de charapa y de otros animales silvestres, hoy tan escasos en nuestra selva. Después de explicar cómo cazaban y conservaban la carne de las vacamarinas, el P. Cristóbal escribe así sobre las charapas (*):
(*) Fray Pedro Simón. 1542. Historial de la
expedición de Pedro de Ursúa al Marañón y de las aventuras de Lope de Aguirre. Ed. Biblioteca Cultura Peruana (SAN MARTI Y CIA. S.A.), Lima 1942, p. 33.
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...”No les falta (a los indígenas) industria para tener carne fresca todo el invierno, que aunque no es tan sabrosa como la de vacamarina, es más sana y de no menos provecho. Hacen para las charapas unos corrales grandes, cercados de palos, cavados por dentro, de suerte que, como lagunas de poco fondo, conserven siempre el agua de lluvia.
Hecho esto, al tiempo que las tortugas salen a desovar a las playas, ellos también dejan sus casas y, emboscándose en los puestos conocidos, que ellas más frecuentan, esperan a que, saliendo a tierra, comience cada una a ocuparse de componer la cueva donde pretende dejar los huevos: salen entonces los indígenas, ocupan el lugar de la playa por donde han de hacer su retirada al agua, y cayendo sobre ellas, capturan una buena cantidad, dándoles la vuelta, con lo que no pueden escapar. Luego las ensartan a todas por unos agujeros que les hacen en el casco, con sogas, las echan al agua, y bogan con ellas a remolque sin ningún trabajo hasta meterlas en los corrales que tienen listos, donde las sueltan a todas. Luego las mantienen vivas todo el tiempo que necesitan alimentándolas con ramas y hojas de árboles. Son estas tortugas tan grandes y mayores que rodelas (escudos de guerra) de buen tamaño; es su carne como de vaca tierna. Tienen las hembras ordinariamente cuando las matan, dentro del cuerpo, más de doscientos huevos cada una, algo mayores y casi tan buenos como los de gallina, aunque más duros de digestión. Están en esta temporada tan gordas que sólo de dos se saca una botija (olla) de manteca, que templada con sal, es tan buena y más sabrosa, y dura mucho más que la de vaca. Sirve para freír pescado y para todo tipo de guisados que por acá pueden aprovechar la mejor y más delicada manteca de todas.
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Los indígenas cogen estas tortugas con tanta abundancia, que no hay corral de estos que no tenga de cien tortugas para arriba, con que jamás saben estas gentes qué cosa sea hambre, pues una sola basta para satisfacer una familia, por mucha gente que tenga”. (*9) Cristóbal de Acuña. 1642. En Informes de Jesuitas en el Amazonas, 1660 – 1684. Monumenta Amazónica, Ed. CETA-IIAP, 1986. Pp. 52-54, Iquitos.
Algo más de un siglo después del viaje del P. Acuña, a mediados del siglo XVIII (entre 1750 y 1758, exactamente), el P. Manuel J. Uriarte, Jesuita, estuvo trabajando en las misiones del Marañón (San Joaquín de Omaguas era su centro de trabajo). En su “Diario de un misionero de Maynas” describe con bastante detalle el increíble fenómeno del desove de las charapas, y la abundancia de alimento que significaba para la población indígena de la época:
“Para las charapas iban a Ucayale (= Ucayali) como unos quince indios, sólo varones, con algún cabo de fiar; llevaban diez o más tinajones que daba el Misionero, y recogiendo millares de huevos, que hay en las playas, comían a gusto, y los demás aplastaban en las canoas, y la manteca que sobresalía ponían con unas conchas en los tinajones, hervían en pailas, y con un poco de sal, dejada enfriar, la echaban a las tinajas, que cerraban con hojas de bijao (como plátanos) y aseguraban con venas (= sogas), metiéndolas en las canoas grandes sobre basas pajizas. A las noches había indios de centinela para los tigres y para observar cuándo
salían en otras playas charapas a poner huevos; que suelen ser por oposición de la luna, y en las playas retiradas. Aquí, logrando el lance, pasada media noche, avisaban a todos, que a dos manos volcaban cuantas querían, pues salen a millares; y así vueltas no se pueden menear; hacían un cerco de cañas, adonde habían un poco de agua, y las mantenían así hasta cavar la balsa de palo fofo (= rapicheo), en donde las ponían derechas unas sobre otra, de ciento en ciento, con buen cerco de palo atado con venas, y a la punta una alta cruz; todo se hacía sobre el río. Con que en unos quince días o veinte, bien proveídos de ellas, y tazas llenas de charapillas tiernas, tiraban río abajo, y dirigiendo la balsa llegaban al pueblo. Las canoas traían abarrotadas (llenas) ya con tazas de charapillas, que cada una tendría más de 500 (pues no son más grandes que un real de a ocho), ya con huevos, de que surtían sus casas; y fuera de la charapera del Padre, tenían los indios las suyas, en que ponían muchas, y cubiertas con chozas pajizas, echándoles su hoja o gramalote, se mantenían gordas todo el año, con una despensa segura para todo trance. Para las charapillas y otras maltonas, que cogían los mitayos (= indios encargados de ir al mitayo) había destinada otra charapedilla, y observé que a los cuatro años estaban como dos gemes de largo, de donde se infiere cuántos tendrían las madres, que pesan cuatro y más arrobas. Una se cogió en Omaguas por un Carlitos Zumiari, cuya cabeza sola pesó ocho libras, y su casco superior, que vi, era como una gran adarga de vara y media. Lo que reparé también 12
que todas son hembras, aún las que fisgan (= pescan fisgando en las cochas (...). Ellas son gran sustento pero las pequeñas, como pollos tiernos; y de su manteca frita se guarda para guisar, que es excelente y blanca”. Uriarte, M. J. Diario de un misionero de Maynas. 1774. Monumenta Amazónica, Ed. IIAP-CETA, 1986, pp. 176-177.
En 1835, doscientos años después de lo narrado por el P. Acuña, y cien de lo narrado por el P. Uriarte, una expedición británica liderada por los tenientes W. Smyth y F. Lowe descendió por el Ucayali y el Amazonas, y describió también la enorme abundancia de alimentos de que disponían los indígenas. Después de describir la gran variedad de vegetales que cultivaban en sus chacras, y del manatí y otros animales de que se alimentaban, los viajeros hablan así de las charapas (** ): 9
“La tortuga fluvial, o charapa, como los indios la llaman, constituye también una abundante fuente de delicioso alimento. Se las encuentra en enormes cantidades en todos los ríos que desembocan en el Marañón, y en este poderoso río también: en la estación seca, cada playa y cada banco de arena está cubierta de ellas, y constituyen el principal componente del sustento de los nativos. Son capturadas y depositadas en estanques preparados para el efecto, cercados alrededor, y allí son guardadas para su uso durante todas las estaciones del año”. (...) Los huevos son un producto muy valioso para los indios, pues de ellos elaboran aceite con el que se alumbran en la noche, y que ellos mezclan con la comida: también es el principal artículo de comercio por todo el Marañón, que es llamado “manteca”. (...) A pesar de que se cosechaba muchísimos huevos y gran número de tortugas, todavía quedaban huevos suficientes para perpetuar la especie, como se puede apreciar: “Cuando los huevos de tortuga comienzan a reventar, se dice que las crías salen de la arena en tales números que algunas veces, en la noche, llegan a cubrir todo el piso, incluidos los tambos de los indígenas”…
El aceite es elaborado de la siguiente forma: una gran cantidad de huevos son colocados en una canoa, y aplastados con una especie de tenedor de cuatro dientes; las cáscaras son recogidas y arrojadas aparte, y la canoa es llenada con agua hasta unas tres o cuatro pulgadas de la borda: Entonces se deja 13
medio día expuesta al sol, el que separa el aceite, que flota en el agua. Luego el aceite es recogido con conchas, colocado en tinajas, y vertido en un caldero donde se hierve hasta que adquiere un color amarillo brillante. A continuación se coloca de nuevo en las tinajas y está listo para exportación”. (**9) Smyth, W. And F. Lowe. 1836. Narrative of a Journey from Lima to Para, the Andes and Down the Amazon. Longwood Press, pp. 243246: p. 259 London.
Todavía a mediados del siglo XIX (en 1850 exactamente), cuando el gran científico y viajero inglés Alfred Russell Wallace visitó el Río Negro en Brasil y el Amazonas en los alrededores de la ciudad de Manaos (llamada entonces Barra do Rio Negro), describió la actividad febril que en los poblados amazónicos despertaba la salida de las charapas a las playas a poner huevos a principios de la vaciante. En una sola playa calculó Wallace que se recogían más de 5’000,000 de huevos de charapa(*** ): 9
“Las hay en tal número (las taratugas o charapas) que en algunas playas son casi una masa de huevos debajo de la superficie y ahí es donde van los indios para hacer el aceite. Se llena una canoa con ellos y luego se rompen y baten juntos. El aceite sube a la superficie y es separado y hervido, para guardarlo a continuación y usarlo en la cocina y la iluminación. Se destruyen así anualmente millones de huevos, por lo que las tortugas han empezado ya a ser escasas. Hay algunas playas extensas que producen dos mil ollas de aceite al
año; cada olla contiene cinco galones, y se necesita para llenarla unos dos mil quinientos huevos, lo que nos da una cantidad de cinco millones de huevos destruidos en un solo lugar”. (***9) Wallace, A. R. 1992. Una narración de
viajes por el Amazonas y el Rio Negro. Monumenta Amazónica. Ed, CETA-IIAP, p. 361, Iquitos.
Este aceite también era exportado a Europa en barriles para alumbrado doméstico y otros usos similares. Sin embargo, el mismo Wallace afirma que en esa época las tortugas ya comenzaban a escasear. ¿Podemos imaginarnos la cantidad de estos quelonios que podrían poblar en siglos anteriores los miles de kilómetros de cauces de ríos con playas apropiadas para el desove de las charapas? Y no olvidemos que, además de charapas, había también millones de cupisos y, en los ríos de cauce mediano y pequeño, también abundaban las taricayas...
Preguntas para el diálogo a) ¿Por qué crees que han desaparecido las charapas de nuestros ríos? Investiga con las personas mayores de tu comunidad, a ver si hay alguno que todavía recuerda a las charapas, y dialoga con tus compañeros sobre las causas. Respuesta: b) ¿Crees que la desaparición de las charapas, cupisos y taricayas de nuestros ríos es algo negativo o perjudicial para nuestras comunidades? ¿Por qué? 14
Respuesta:
Respuesta:
c) ¿Crees que se puede hacer algo por remediar la desaparición de las charapas? Sugiere algunas medidas o alternativas. Respuesta:
2) Supongamos que cada 10 km. de cauce del río Amazonas hay una playa donde antiguamente salían a poner las charapas, y que entre el Amazonas y su afluente principal, el Ucayali, tienen unos 4,000 km. de cauce con playas apropiadas, ¿cuántas charapas hembras saldrían a desovar en una sola temporada en estos dos ríos? Respuesta:
d) Resuelve los siguientes problemas: 1) Si en una playa, según Wallace, las charapas ponían 5´000,000 de nuevos, y cada charapa pone en promedio 150 huevos, ¿cuántas charapas salían a poner en una sola playa?
------------------------------------------5.- Yacutaita y los cuatro paiches de El Dorado (*) En 1993 la Cocha El Dorado, en las cabeceras de la quebrada Yanayacu – Pucate (Reserva Nacional Pacaya – Samiria) estaba casi vacía. A pesar de ser una de las cochas más grandes y productivas de esta rica reserva, la pesca incontrolada habían reducido las poblaciones de los peces más valiosos al mínimo. Escaseaban el paco, la gamitana, el sábalo, la arahuana, antes muy abundantes. El paiche casi había desaparecido, y ni hablar de la charapa y la taricaya. Un censo de paiche por el método de “la boyada” realizada con apoyo de biólogos de la UNAP dio un resultado alarmante: apenas quedaban cuatro paiches en esta enorme cocha. Por iniciativa de la comunidad y con apoyo de la ONG Pronaturaleza se formó entonces un grupo de pescadores de la cercana comunidad de Manco Cápac, en la orilla del Ucayali, para
manejar esta cocha. En ese tiempo la jefatura de la Reserva estaba apoyando la creación de los llamados Grupos o Unidades de Pesca Comunitaria (UPCs), a los que se daba atribuciones para cuidar y manejar los recursos pesqueros en un área determinada. Al principio fueron 18 integrantes. En 1996 el entusiasmo había crecido mucho entre los comuneros de la comunidad de Manco Cápac, y el número subió a 48 integrantes. Sin embargo, las labores de manejo no son siempre muy divertidas, y los beneficios no son a corto plazo, por lo que mucha gente “botó el paño”. Hoy los socios plenos son 14, más 4 “apoyos”, socios a medio tiempo que reciben el 50% de la repartición de utilidades del grupo. Dentro de sus actividades se consideran el manejo de tortugas 15
acuáticas (charapa y taricaya), aprovechamiento de peces menores como gamitana, boquichico, carachama, manejo de arahuana para aprovechamiento de alevinos, actividades de manejo experimental del paiche; a todas ellas se suma las acciones de protección y vigilancia en la cocha Dorado. Posteriormente, con el paso de los años y en vista del poco aprovechamiento de los recursos de la cocha el Dorado, el número de integrantes variaba constantemente; por ejemplo, para el año de 1,996 estaba conformado por 48 integrantes, en 1977 con 18 y en la actualidad, este grupo esta conformado por 14 integrantes más 4 apoyos (quienes reciben el 50% de la repartición de utilidades que percibe el grupo, a diferencia del 100% que reciben los demás integrantes). El grupo Yacutaita no fue bien visto al principio por todos los moradores de la comunidad Manco Cápac y algunas comunidades vecinas. Les acusaban de “mezquinar” la cocha, como siempre ocurre cuando alguien quiere en la selva cuidar algo. De hecho, los primeros años los beneficios del manejo no fueron muy patentes. La gente se reía de ellos, diciendo que estaban cuidando para que otros aprovechen, que estaban trabajando gratis para el Estado, y cosas así. Incluso hubo un intento de sacarles de la cocha, por parte de gente interesada en seguir aprovechando los recursos de forma descontrolada como en el pasado. Felizmente no lograron su objetivo, porque de ser así, hoy la cocha estaría totalmente depredada.
Cuando los pescadores de Yacutaita comenzaron a obtener resultados positivos debido a la recuperación de algunas poblaciones de peces, hubo gente interesada en beneficiarse, y el grupo se incrementó con nuevos socios, aunque algunos no duraron mucho, porque no les gustaba el trabajo de cuidar la cocha. El paiche demoró en recuperarse un poco más. En evaluaciones anuales se pudo monitorear el aumento de su población: antes de cinco años la población de adultos y juveniles ya había llegado a los 200 individuos, luego 400, 500.... En el 2003 el censo arrojó la impresionante cifra de ¡600 paiches adultos y subadultos, todos ellos de los 4 paichecitos de 1993! El grupo Yacutaita decidió entonces comenzar a aprovechar comercialmente al paiche, y ese año pescaron 60 ejemplares adultos, unas 5 toneladas de carne. Pero no sólo se ha recuperado el paiche, sino el recurso pesquero en general: por ejemplo, la arahuana, una importante fuente de ingresos por la venta de alevinos. En 1994, los pescadores de Yacutaita apenas lograban pescar 6,000 u 8,000 alevinos. En los últimos años, sin embargo, han logrado estabilizar la cosecha en 20 ó 25,000 al año, con lo que logran ingresos importantes: si la arahuana se reproduce temprano, en octubre, el precio está en 3 soles alevín, aunque luego en noviembre baja a 1.5. Además de ese número, en la misma cocha la comunidad de Yarina (de Yanayacu – Pucate) pesca anualmente entre 6 y 8,000 alevinos, gracias a un 16
permiso que Yacutaita le ha dado para pescar en una punta de la cocha.
La arahuana se ha recuperado en la cocha El Dorado gracias a medidas muy simples de manejo: ya no matan más adultos, como se hacía en el pasado, con flecha o retrocarga, para cosechar las crías, sino que usan trampas de 5 ó 6 pulgadas, en las que caen las arahuanas y las sacan antes de que se ahorquen. La gamitana y el boquichico, por su parte, también está en recuperación: cada año el grupo pesca de la primera 1,400 kg. trimestralmente (100 kg./persona cada tres meses), y de la segunda, el cupo para cada miembro es de 100 kg. mensuales de pescado seco salado. Antes estas especies casi habían desaparecido: los congeladores entraban cuando les daba la gana y metían enormes redes honderas, e incluso tóxicos. Hoy ambos métodos de pesca están prohibidos, y los socios usan para pescar sólo trampas, tarrafas, flechas y anzuelos.
Otros animales también se han recuperado significativamente: taricayas, de las que ahora hay gran abundancia, gracias a la siembra anual en playas artificiales de entre 500 y 600 nidos que realiza Yacutaita, cosechados en el río Pacaya. Los “charitos” son liberados en la cocha El Dorado. La charapa y el lobo de río, especies protegidas por la ley y muy atractivas para el turismo, también se han recuperado significativamente, gracias a la protección que el grupo da a la cocha, aunque no se ha hecho ningún manejo específico de esas especies. Este año el grupo considera incrementar su captura con asesoramiento de los biólogos, para lograr el ideal de lo que éstos llaman “la cosecha máxima sostenible”, esto es, la pesca del mayor número posible de paiches sin que su población disminuya o se vea afectada. La gente está muy feliz hoy de haber decidido “invertir” en el manejo de paiche y otras especies, esto es, cuidar y manejar el recurso para permitir su recuperación. Lo hoy que es claro para 17
todos es que si hubiesen matado esos cuatro miserables paiches en 1993, como algunos sugerían, o hubiesen seguido entrando los congeladores con sus enormes redes honderas, hoy no tendrían nada. Hoy la organización está inscrita en los registros públicos de Loreto y cuenta con la autorización de la Jefatura de la Reserva Nacional Pacaya Samiria para realizar sus prácticas de manejo. La comunidad de Manco Cápac es hoy un modelo de desarrollo para las comunidades vecinas. La gente dispone de su dinerito, no le falta nunca pescado para alimentar a sus hijos, y sus perspectivas mejoran cada año, con la recuperación de las especies más valiosas económicamente, como el paiche, la arahuana y la gamitana. Los signos de progreso en esa comunidad son evidentes: hoy hay más de 30 televisores, por ejemplo, cuando en comunidades vecinas apenas se ven 2 ó 3, y en las casas de los comerciantes solamente. El grupo Yacutaita hoy tiene un capital de trabajo también importante: tienen un motor fuera de borda, un motor peque peque, con sus respectivos botes, tienen su radiofonía, sus redes tramperas y mallones para pescar paiche y gamitana...
Actualmente, a las actividades anteriormente descritas se suma las actividades ecoturísticas; son la socios del Consorcio “Rumbo al Dorado”, que a la fecha vienen ejecutando el proyecto eco turístico en la Cuenca del Yanayacu del Pucate y que incluya a la Cocha El Dorado. (*) Historia escrita sobre la base de la información proporcionada por el Blgo. Manuel Vásquez Gálvez, jefe de la cuenca del Pacaya entre 1996 y 1998.
Preguntas para el diálogo a) ¿Qué crees que hubiese pasado si Yacutaita hubiese permitido pescar los cuatro paiches que quedaban en la cocha en 1993, y si hubiesen permitido la pesca indiscriminada? ¿Estaría mejor ahora la comunidad? Respuesta: b) ¿Por qué crees que ha mejorado la vida de la comunidad de Manco Capac en los últimos años? ¿Cuál crees que es la clave del aumento en la pesca y la riqueza de la comunidad? Respuesta: c) ¿Qué crees que deben hacer en tu comunidad para mejorar su gestión (el aprovechamiento) de sus recursos pesqueros? Respuesta:
6.- De cazador de paiches a piscicultor (*) Don Santiago Alves Silva, más conocido por sus amigos como “Pelé”, es el prototipo del pescador amazónico, del
que tantas y tantas leyendas épicas se han tejido. Le conocí allá por el año 85: visitaba yo por primera vez la Reserva 18
Pacaya – Samiria, y estaba alojado en la base Yarina, en el bajo Pacaya. Un atardecer apareció Pelé en la proa de su bote congelador, en dirección a la cocha Yarina, adonde iba a pescar paiche, con permiso de la jefatura. Me llamó la atención por su aspecto: alto, fornido, colorado, con aspecto decidido y firme. Se detuvo un rato a registrarse en la base, mientras sus hombres se apresuraban a echar las redes en el caño para pescar para el rancho, aprovechando las últimas luces del crepúsculo, y conversamos un rato. -
“Vienen de hambre, porque en el Puinahua no se halla pescado, y aquí se encuentra harto acarahuazú y otros pejes de primera”, me comentó.
Ya de noche se fueron hacia la cocha, “porque allí se puede dormir tranquilo, si anclamos el bote en el centro no se siente el zancudo”, me comentó Pelé. Y ciertamente, Yarina tenía zancudo como para hacer un chilicano a manotazos... Aún conservo algunas fotos de los enormes paiches que en esa época, de hasta dos metros y medio de largo. Hoy conocemos a Pelé como un apacible hombre maduro, que disfruta de atender a sus clientes y amigos en un restaurante campestre en el Fundo Acarahuazú (carretera a Puerto Almendras), en el que sirve sabrosísimos asados y patarashcas de gamitana, sábalo y paiche, criados por él mismo en sus propios estanques. Sin embargo, su pasado no fue siempre así. Su vida ha transcurrido, desde su más
tierna infancia, entre canoas, redes y cochas, y entre pescados salados y congelados. Pelé alardea, y yo le creo, que no hay río Loretano que no haya recorrido en sus cuatro décadas de pescador profesional, y que son pocas las cochas importantes que no haya visitado en busca del esquivo paiche. Aunque nació en Iquitos, parte de su infancia se crió en el fundo “Destino”, en el curso medio del río Tigre. Allí aprendió, de la mano de su abuelo, de padre y los peones, a picar peje, a fisgar paiche, a descubrir las leves pistas que revelan, en la superficie tersa de la cocha, dónde está el pescado y, por supuesto, a pishtar y salar pescado, habilidades que le han permitido luego ganarse la vida con holgura. Pelé vivió con intensidad una época en que nadie hablaba de cuidar los recursos o conservar la biodiversidad y, como él mismo dice, nada estaba prohibido. En su tiempo de gloria como pescador, el mismo Estado promovía el aprovechamiento al máximo de los recursos naturales de la Amazonía, las leyes permitían y promovían un modelo netamente extractivista, y él no se hizo de rogar. Vivió su infancia y juventud en plena fiebre extractivista en la Amazonía, y ayudó a su abuelo y a sus padres a rasgueterar shiringa en las estradas del río Tigre, a sacar madera y palo de rosa, a cazar animales por sus pieles (la famosa tigrillada), y a otras actividades de la época. Cuando se independizó, se dedicó a la pesca, porque era la actividad más 19
rentable en esa época. En esos tiempos abundaban la gamitana y el paiche, y los pescó hasta los últimos confines de los ríos Loretanos; en sus primeros tiempos, todavía eran pocos los que tenían embarcaciones y redes para pescar en gran escala. -
“Nadie pensaba en sembrar o criar en ese tiempo. La pesca abundaba, parecía que el peje no se iba a acabar nunca”, cuenta con cierta nostalgia. “La gente acostumbraba a pescar con barbasco en las cochas, no había todavía redes de nylon. Usábamos redes de chambira, que costaba mucho tejer y se pudrían rápido. Aún así, en un mes hacíamos 15 ó 20 toneladas de pescado seco salado y conserva. Con la pesca, yo llegué a ser grande, tenía hasta una lancha con su propia cámara frigorífica”.
Recuerda cómo, en ese tiempo, se pescaban gamitanas y pacos enormes, de los que hoy ya no se ven. Pescaban con puro redes honderas y arrastradoras de chambira, las redes “trampa” o agalleras aparecieron mucho después, a fines de los 70. Tenían un hacha especial para cortarles la cabeza, que botaban al agua, tal era la abundancia. -
“Yo he sido una persona que depredé mucho la Amazonía”, confiesa sin recelo. “Por decirte, en una sola cocha de la Reserva Pacaya – Samiria, adonde entrábamos con permiso, pescaba varios cientos de gamitanas en un
solo lance. Y ni te digo del paiche: tuve la ocasión de matar 120 paiches en una noche. Recuerdo que, en la boca del Ucayali, en un solo lance saqué más de 1000 gamitanas, en un mijano. Hoy eso no se ve, se acabó”. -
“Yo he matado miles y miles de paiches en mi vida”, continúa. “Incontables”, dice casi con remordimiento. “No hay río que no haya pescado: Putumayo, Pastaza, Morona, Ucayali, Yavarí...”
No obstante, confiesa que disfrutó mucho su vida de pescador. Disfrutaba pescando, era su vida. Disfrutaba con sus amigos, celebrando la venta de su peje a la vuelta a la ciudad. Y disfrutaba regalando, cuando sobraba, lo que ocurría frecuentemente. Regalaba pescado sus amigos, que tenía muchos, a la cárcel, al asilo, a la gente pobre de Belén, hasta a la Policía.
De Caín a Abel Aquí viene la gran pregunta, que seguro muchos la han hecho ya a Don Santiago. ¿Por qué cambiaste de vida? ¿Qué te movió a dejar la vida de pescador, para dedicarte a criar pescado, a la acuicultura? -
“Mira ve”, me dice. “Después de tantos años pescando, me di cuenta que eso no podía seguir, el peje se estaba acabando. Cada vez era más difícil llenar el cajón, pagar los gastos de armar el bote, y a mi gente. Además, la gente de las comunidades 20
comenzó a mezquinar sus cochas, se daban cuenta que los botes congeladores se traían a Iquitos 15 ó 20 toneladas de pescado, y que el pescado se terminaba, y cuidaban sus cochas. Hubo muchos conflictos, hasta muertos. En algunos lugares teníamos que pagar por pescar, era una vaina. Ya no era la libertad y la abundancia que yo había conocido de joven, y no me gustaba esa vida. Además, yo estaba lejos de mi familia. Ganaba mi plata, eso sí, pero eso no era vida. Ahora vivo más tranquilo, estoy cerca de mis hijos, disfruto de mis nietos...” Entonces se le ocurrió la gran idea. Una idea que en la historia de la humanidad surgió hace unos 10,000 años en el Medio Oriente, en Mesopotamia o Egipto, donde se dice que alguna banda de cazadores y recolectores comenzó a sembrar algunos cereales y a domesticar algunos animales. Un cambio que significó el inicio de la civilización humana, ya que el hombre, hasta ese momento a merced de la naturaleza y de sus caprichos estacionales, comenzó a transformar su medio ambiente y a controlar la producción de alimentos. Ese cambio, en cierto modo, está siendo protagonizado en la Amazonía hoy por personas como Don Santiago. Gente que intuye que la vida nómada de cosechar lo que la naturaleza de por sí produce tiene sus límites, y comienza a pensar en el futuro y en grande: ya es hora de pensar en la Amazonía en transformar el medio y hacer producir a la tierra.
Pelé nos cuenta cómo se inició el cambio en su vida: -
“Yo vendía crías de paiche, que ya entonces tenían un buen precio en el mercado, y aunque estaba prohibido, era un gran negocio. Y me dije: ¿Por qué no criar paiche? Si se puede criar otros animales, el paiche también. Voy a criar paiche para vender. Entonces comencé a construir mis propias cochas aquí donde las ves”.
-
“Yo he depredado mucho a la Amazonía”, continúa Pelé. “Pero de algo me ha servido, he aprendido en la universidad de la vida. Yo dejé de estudiar para pescar. Aprendí de las cualidades de los peces para criarlos. Tengo compañeros de primaria que hoy son profesionales y que sólo han estudiado para joder, para aprovecharse de los demás. Yo no me aprovecho de nadie, vivo de lo que producen mis manos. Yo aprendí que la pesca no tenía futuro, pero que si te dedicas a la piscicultura, tienes asegurado el futuro, porque eso no se va a acabar. El peje en las cochas se acaba, hoy son demasiados a pescar, la población ha crecido demasiado. En la piscicultura, ya vuelta, el límite de producción lo pones tú. Puedes producir cuanto quieras”.
En 1988 compró el fundo Acarahuazú, a la altura del km. 3 de la carretera a 21
Zungarococha y Puerto Almendras, por unos 5,000 dólares. Tuvo que vender botes, redes y motores, incluyo una casa y dos carros que había comprado con sus ganancias. Se embarcó en el proyecto con el mismo entusiasmo con el que, de joven, se lanzaba en su canoa a pescar el paiche en las cochas bravas de los ríos loretanos. -
“Para mí fue una ilusión, una gran satisfacción difícil de contar, cuando el primer paiche echó cría”, nos cuenta. “Pero también me llevé una gran desilusión cuando me di cuenta de que no podía vender las crías, porque no tenía papeles”.
El pescador de antaño, acostumbrado a la informalidad que prima en la actividad pesquera en Loreto, aprendió pronto los vericuetos intrincados de la burocracia peruana. Pasó largos meses de vía crucis para poder formalizar sus piscigranjas y vender su producción. Aún ahora, dice no sin cierto resentimiento: -
“Mira, para salir al río a pescar, presentas tu DNI, te dan un simple papel y listo, ya puedes hacer lo que se te antoje, pescas lo que quieras, como quieras y donde quieras. Pero si quieres criar peces, todo son problemas, pagos, trámites... Si quieres trabajar como manda la ley, te hacen una infinidad de problemas. Hasta ahorita tengo problemas con Pesquería para regularizar mi producción. Este es un país de locos, se castiga al
que quiere hacer algo, así nunca vamos a salir del subdesarrollo. Lamentablemente, el Estado, en vez de apoyar estas iniciativas, lo que hace es poner trabas”. Su piscigranja Acarahuazú es hoy una visita obligada para muchos profesionales, funcionarios públicos y políticos locales. Los fines de semana, sus mesas se llenan de loretanos amantes del buen pescado preparado al estilo tradicional. Gente que sabe apreciar un pez recién pescado en la cocha, y que aprecian la amistad del bueno Don Santiago. Uno de sus paiches fue presentado incluso en el Congreso de la República, hace unos años. Salir adelante le costó lo suyo, sin duda. Incontables los disgustos con los burócratas, las deudas, los problemas con la crianza, una actividad que tuvo que aprender ya de viejo, y de la que todavía se está hoy días descubriendo cosas nuevas en nuestra región. Pero los malos tiempos quedaron atrás. Hoy se le ve a don Santiago feliz, rodeado de su esposa y de algunos de sus hijos (otros han emigrado al extranjero), conversando con todo el mundo. Está disfrutando en su vejez de una tranquilidad que, está seguro, no tendría si hubiese seguido en el negocio de la pesca. -
“Yo ahora vivo tranquilo y contento. He trabajado duro, he invertido, he arriesgado, pero ha valido la pena. Para mí no hay mayor satisfacción que ver crecer mis paiches, que verlos echar cría. Ver las redes llenas 22
de sábalos y gamitanas sembrados y criados por mí, eso no tiene precio. Y, por supuesto, disfrutar de un buen chilicano o una patarashca de pescado que yo mismo he sembrado y criado, y recién salido de mi cocha. Eso para mí es felicidad”... -
pescan, tumban, eso es su vida. No ven más allá, y así morirán. Cuando les dices que siembren, que críen, te dicen: ¿Acaso voy a vivir toda la vida? No piensan en el futuro, en sus hijos, no tienen visión. Hay gente que vive en la chacra, la visitas hoy y veinte años después, y sigue igual, pero su monte está pelado, y sus cochas vacías. Viven igualito, de hambre, cuando aquí se puede producir de todo.
“¿Y ganas bastante”, le pregunto indiscreto.
Se ríe a carcajadas, y me contesta: -
“Lo suficiente para vivir tranquilo, ¿qué más quiero?”
Y ciertamente, Don Santiago es hoy un hombre respetado, visitado por gente importante, su fundo ha sido visitado por inversionistas, políticos y periodistas de la capital. Él es consciente de que se ha convertido en una especie de modelo, de prototipo de un tipo de empresario que todavía falta en la Amazonía para hacerla salir del subdesarrollo. -
“Hay gente que todavía hoy piensa que va a salir de la pobreza pescando o sacando madera. Mentira. Eso no tiene futuro. La gente acaba con sus recursos y no progresa, no tiene una visión productiva. El habitante de la Amazonía es depredador por naturaleza, de nacimiento, nadie siembra, nadie cuida, yo mismo he vivido esa vida, pero he cambiado. Hay gente que no aprende nada, son viejos y siguen con su vida de siempre, no progresan. Cazan,
Pelé, el otrora extractivista, el mayor matador de paiches de la historia reciente de Loreto, no tiene vergüenza en decir: -
“Esto debe cambiar. Hay que empezar por la niñez, enseñarles que empiecen a sembrar, a cuidar. Además, la gente se ha hecho haragana, dejada. Se ha acostumbrado a que le den de comer en su sentado: una vez, en tiempos del chino Fujimori, encontré una lancha repartiendo víveres a la gente de la ribera: pescado seco, frijoles, sal, arroz... Esto es hacer un daño a la gente, enseñarles a ser haraganes, es una mala enseñanza para los niños: los padres, en vez de producir, se dedican a emborracharse...
Mucha gente le ha ofrecido comprar su querido fundo Acarahuazú, le han ofrecido hasta 300,000 dólares, una fortuna, que le permitiría vivir de las rentas sin trabajar. No ha aceptado.
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“Aquí he metido 15 años de mi vida, mis últimas energías. Hoy esto es mi vida. Eso no se vende”, dice.
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“Si todos imitasen a Santiago Alves”, dice no sin una buena dosis de orgullo y fanfarronería, “el Perú no estaría como está”.
Preguntas para el diálogo
a) ¿Conoces a mucha gente como Santiago Alves, que se dedique a producir para vivir, en vez de sacar del monte y de la cocha? ¿Quién piensas que tiene más futuro en la Amazonía hoy, el extractivista, el pescador o maderero, o el productor, el que siembra, cría y cultiva? Respuesta:
están acabando los recursos (el pescado en las cochas, la madera y los animales en el monte)? ¿Qué crees que debemos hacer al respecto? Respuesta: c) ¿Qué piensas de la opinión de Don Santiago sobre el carácter de algunos Loretanos, que quieren que les den de comer en su sentado, que no tienen visión de futuro y no se dedican a producir? Respuesta:
d) ¿Cuál es la imagen o el sueño de felicidad que tú tienes para tu vejez? Describe, en una breve redacción, cómo te gustaría estar, o vivir, cuando seas adulto. Respuesta:
b) ¿Crees que tiene razón Don Santiago Alves al decir que se (*) Basado en testimonios de Don Santiago Alves Silva
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LECTURA LOS MIJANOS Y LA SALUD DEL BOSQUE AMAZÓNICO Aprovechando la creciente de los ríos, muchas especies de peces amazónicos como gamitanas, pacos, sábalos, boquichicos, palometas, lisas y otras muchas especies salen de cochas y quebradas y se concentran en lugares apropiados (generalmente donde existe mezcla de aguas de quebradas o ríos de agua negra con ríos de agua blanca) para el cumplimiento de la función más importante de sus vidas: asegurar la existencia de la siguiente generación y, por tanto, la supervivencia de la especie. Estas grandes concentraciones de peces adultos son lo que en Loreto conocemos como “mijanos”. Al final de la creciente, el mijano es en sentido contrario: los juveniles que han engordado en las tahuampas de los ríos de agua blanca surcan de nuevo los ríos para repoblar las quebradas y cochas de las que salieron meses atrás sus padres. También hay peces adultos que salen de los lagos cuando baja el agua y se concentran en grandes cardúmenes en ciertas zonas del cauce de algunos ríos. En Loreto era famoso el mijano de boquichico del Ucayali, al que perseguían los pescadores comerciales kilómetro tras kilómetro congelando y salando miles de toneladas destinadas al mercado de Iquitos y otras ciudades. Incluso se transportaba enormes cantidades de pescado salado hasta Cerro de Pasco, donde se almacenaba por meses aprovechando el clima frío y seco, para de ahí distribuirlo a las regiones de San Martín y Amazonas. Hay también otro mijano que se produce en sentido contrario al de los peces que tienen escamas: es el mijano de los zúngaros o bagres. Aunque los científicos conocen todavía muy poco sobre ellos, se sabe que desovan en las cabeceras de ciertos ríos. Hasta ahora esto sólo se ha comprobado en el Nanay, en cuyas cabeceras se sabe desovan sobre todo la doncella, el tigre zúngaro, el cunchimama, la manitoa y algunos otros. Los peces adultos, machos y hembras, se reúnen por miles en ciertos lugares apropiados del río, y luego de un tiempo de espera, en que maduran los huevos de las hembras, esperan una lluvia grande y una creciente del agua y vierten millones de huevos al agua, que son fecundados por el esperma de los machos. Los testigos que han observado estos desoves (tanto de peces de escama como de zúngaros) dicen que el río se pone blanco por la cantidad de huevos y esperma que expulsan los peces. Ahora bien, para que el desove de estos peces que mijanean tenga éxito deben juntarse miles y miles de peces adultos de ambos sexos. Como estos peces no cuidan a sus huevos ni a sus crías (como lo hacen otras especies, por ejemplo el paiche, la arahuana, el tucunaré, el bujurqui, el acarahuasú o el fasaco), necesitan poner muchos millones para que los peces y otros animales depredadores los acaben. Una gamitana adulta, por ejemplo, se sabe que llega a poner hasta un millón de huevos. Comparemos esto con los apenas 200 que pone una arahuana, o los 3 ó 4 mil que puede poner un paiche, que pesa diez veces más. 25
Después de ser fecundados los huevos de los zúngaros por el esperma de los machos, son arrastrados por el agua río abajo. Durante su descenso por el río, los huevos se incuban y salen las larvas. Como el agua del Nanay tiene cierta transparencia, y existe una producción de lo que los científicos llaman “plancton” (conjunto de plantas y animales casi microscópicos que viven en el agua), las larvas se pueden alimentarse y crecen hasta que pueden nadar. Ahí es cuando se piensa que se meten a las tahuampas y se desarrollan hasta la etapa de alevinos, en que vuelven a surcar los ríos para repoblar cochas y quebradas. En los peces de escama el desove se produce generalmente en las bocas de quebradas o ríos de aguas negras o claras, o en lugares donde se produce mezcla de aguas negras con aguas blancas, al principio de la creciente. Allí los huevos eclosionan y las larvas se desarrollan en las tahuampas adyacentes inundadas. Mijanos cada vez más escasos Este fenómeno del mijano ha ocurrido sin cambios por miles y millones de años en los ríos amazónicos. Los indígenas que poblaron la Amazonía hasta la llegada de los occidentales no produjeron con sus actividades de pesca un impacto significativo en los mijanos ni en las pesquerías en general, porque sólo pescaban lo necesario para su subsistencia. En las últimas décadas, sin embargo, la avaricia humana está cambiando el curso de la naturaleza: la falta de escrúpulos de algunos pescadores comerciales, su avaricia y su ansia de ganancias a corto plazo y al costo que sea, y la disponibilidad de equipos y materiales (botes, motores, redes) cada vez más sofisticados y eficientes para capturar masivamente el pescado, y utilizando substancias tóxicas o explosivos, hace que nuestros mijanos sean cada año más escasos; algunos, como el de gamitana y el de ciertas especies de zúngaro, han desaparecido virtualmente de la mayoría de nuestros ríos o están a punto de desaparecer. En toda sociedad civilizada del resto del mundo se respeta a los animales y a los peces en la temporada de reproducción. Así, en Europa y Estados Unidos está prohibido pescar truchas y otras especies en la época en que desovan, y está prohibido cazar ciervos o jabalíes en la época en que están con cría. Gracias a eso, y a pesar de los millones y millones de pescadores y cazadores deportivos que existen en estos países, sus ríos y lagos están repletos de pescado y sus montes repletos de animales. En el Perú parece que somos diferentes. Si bien el Reglamento de Ordenamiento Pesquero de la Amazonía peruana (R. M. N° 147-2001-PE), del 1 de mayo del 2001, prohíbe “utilizar solamente las gónadas (ovas o hueveras)” del pescado, y establece que “se procurará reducir la pesca durante los mijanos”, lo cual significa ciertamente un avance en relación con el vacío legal que existía anteriormente en la selva en este aspecto, esto no es suficiente. Hoy seguimos viendo a nuestros mercados inundados 26
de pescados llenos de huevos, que fueron sacrificados antes de que cumpliesen la sagrada función de la reproducción. Es más, la gente busca activamente los pescados con huevera, y aún se sigue vendiendo hueveras por separado. Uno de tantos “antojos” loretanos, que como el de huevos de charapa y taricaya, ha tenido y tiene consecuencias desastrosas para el ecosistema amazónico. Es urgente que se tomen medidas de protección para los peces cuando se están reproduciendo, si no queremos que desaparezcan. ¿Se está acabando el pescado en Loreto? El abuso de la pesca de los mijanos, y el uso generalizado de métodos destructivos de pesca, ha tenido un tremendo impacto en las pesquerías de Loreto. En los últimos diez años (la década del 90), el desembarque total de pescado en Loreto ha disminuido en una cuarta parte: de 35,510 toneladas desembarcadas en Loreto en 1994, apenas se ha desembarcado 8,758 en el 2003. Pero hay más: el descenso real de los desembarques de pescado en Loreto es aún mayor de lo que muestran las estadísticas, ya que en la última década han comenzado a aparecer en los desembarques especies que antes no se pescaba con fines comerciales (se consideraban “de tercera”), como llambina, sardina, chío chío, yaraquí, shuyo, mota, paña, bagre, cahuara, peje torre, fasaco y otros. Hoy estas especies representan casi un tercio del total de desembarques de la región, y si las excluimos de los desembarques de pescado del 2003, serían casi 3,000 toneladas menos, lo que significa el descenso real de las pesquerías ha sido de casi el 85 % en la última década. Algo realmente preocupante. Hace unos diez o quince años, si alguien compraba en el mercado de Belén una porción de mota, raya o chío chío, tenía que disimular y decir que era para el gato... La gente de Iquitos despreciaba este y otros pescados considerados “de tercera”. Hoy día el escenario es diferente: hay temporadas en que el pescado de tercera es el único que se encuentra en el mercado, y a precios “de primera”. Encontrar una gamitana o un sábalo de cola roja adulto es una suerte, y a precios que están al alcance de apenas una minoría. Incluso el tiempo del mijano, en que el pescado abundaba durante meses y meses, y hasta la gente humilde podía darse el lujo de llevar a casa sábalos, palometas o boquichicos enormes para toda la familia a precio de ganga, ahora se ha reducido a apenas unas semanas. Si esta situación se prolongase por unos años más, Loreto pronto pasaría hambre. Al menos las clases populares, que no tienen recursos para comprar carne de pollo o res. “¿Hay harto peje?” Todavía hay muchos pescadores comerciales, y algunos pobladores ribereños, que no quieren ver la real crisis de las pesquerías en nuestra región, y siguen con la cantinela tradicional del “todavía hay harto peje”, y que lo que hace falta es más créditos para redes más grandes, más botes y motores para pescar más. Eso mismo postulan algunos supuestos técnicos pesqueros, con la misma miopía en la que incurrió la industria pesquera peruana de la anchoveta en los años 70, y que le costó al país el colapso de la 27
industria harinera nacional (la más grande del mundo en esa época), la pérdida de decenas de miles de puestos de trabajo y de miles de millones de dólares en divisas, y 10 años de atraso nacional, en definitiva. Hace unas décadas se podía todavía decir que quedaba bastante pescado en Loreto, en zonas alejadas de las grandes ciudades, adonde no llegaban los pescadores comerciales. Hoy prácticamente llegan a todas partes. Ya han acabado con la mayoría de los mijanos de sábalo y lisa de los ríos menores y quebradas más cercanos a ciudades, y ahora están acabando con los más alejados. Las gamitanas y los pacos se acabaron hace tiempo, y apenas queda una pequeña población reproductiva en la Reserva Nacional Pacaya - Samiria. Por citar un caso, recientemente varios funcionarios del Gobierno Regional de Loreto presenciaron la pesca indiscriminada en la boca del río Atacuari, en la frontera con Colombia, de un mijano reproductivo de sábalo de cola roja, por parte de pescadores comerciales peruanos y colombianos. La técnica de cerrar la entrada del río con grandes redes, prohibida por ley, era practicada de forma impune. Con unos pocos años de esta práctica, pronto también el sábalo del Atacuari desaparecerá, como han desaparecido ya de la mayoría de los ríos más cercanos a las ciudades. El pescado, esencial para la salud del ecosistema La creciente escasez de pescado, aparte de ser un desastre económico y social, también es una catástrofe ecológica: en efecto, los millones de hectáreas de bosques inundables de las orillas de los grandes ríos de Loreto, junto con las tahuampas cubiertas de gramalotales, huamales y demás plantas acuáticas, son un recurso actualmente desperdiciado, porque esa enorme biomasa de frutos y vegetación flotante no tiene peces que la aprovechen, ni por cierto otros animales como charapas, taricayas o manatíes. Pero, además, esos árboles no tienen quién disperse sus semillas, que se pudren en el suelo del bosque o en la tahuampa inundada. Un enorme desperdicio de recursos, ciertamente, y un problema ecológico, pues a mediano plazo el bosque inundable estará cambiando su composición si esto no se remedia. Podemos preguntarnos qué pasará, por ejemplo, con el camu camu sin la gamitana, que es según se sabe su dispersor natural más importante. Además, hoy la huama, el gramalote y otras plantas acuáticas crecen descontroladas, cerrando caños y cochas, porque han desaparecido los animales herbívoros (peces, manatíes y quelonios acuáticos) que las controlaban en el pasado. Esto trae como consecuencia también la disminución de la productividad de esos ecosistemas, ya que los animales reciclaban la vegetación liberando los nutrientes en el agua. En cochas muy cerradas de vegetación flotante disminuye enormemente la difusión del oxígeno en la superficie, limitando también la población de peces.
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Aprendamos de lo que ha ocurrido en otros lugares Por otro lado, recientes investigaciones realizadas con sofisticados equipos en Estados Unidos han demostrado que alrededor del 50% del nitrógeno absorbido por los árboles en los bosques de coníferas del extremo norte del continente provienen de los salmones. Increíble, ¿no? En esa región, los bosques crecen sobre empinadas pendientes de las laderas de las montañas, por lo que el descubrimiento resulta aún más sorprendente. Sin embargo, la explicación es clara: los millones de salmones adultos que emigran durante el verano desde las fértiles aguas del océano a desovar en las cabeceras de los ríos, sirven de alimento a multitud de animales, desde nutrias y águilas calvas, hasta lobos y glotones, pero especialmente a los miles de osos grises y negros que durante siglos poblaron estas montañas cubiertas de bosques. Los osos se alimentan de los salmones, ricos en grasas y minerales acumulados durante su vida en el mar, y gracias a esta rica fuente de alimento acumulan reservas para los largos meses de invierno, en que se refugian en sus cuevas y permanecen por 4 ó 5 meses sin comer. Pero antes de su hibernación, han esparcido por todo el bosque cientos de toneladas de excrementos ricos en nitrógeno, fósforo y otros minerales escasos en esos antiguos suelos. Hace años ya se había descubierto que los salmones reproductores, la totalidad de los cuales mueren después de desovar o son comidos por los depredadores, son absolutamente esenciales para la salud del ecosistema de los ríos del norte de Estados Unidos y de Canadá. Los nutrientes aportados por los salmones son la base de una rica cadena trófica (alimenticia) en estas aguas pobres, de modo que hasta los alevinos del salmón se desarrollan gracias a los nutrientes liberados de los cadáveres de sus padres en descomposición. Tan importante es esto para el ecosistema acuático, que en ríos donde los salmones han sido exterminados por la sobre pesca, el servicio forestal y de fauna de Estados Unidos realiza anualmente operaciones de “siembra de salmones”: es decir, el lanzamiento desde helicópteros de toneladas de salmones muertos provenientes del cultivo en piscigranjas, a un costo de millones de dólares, para tratar de replicar de alguna manera lo que la naturaleza hacía en el pasado gratis. Algo a lo que no debemos llegar en la Amazonía, sin duda. ¿Qué estará pasando en los bosques amazónicos? Aquí, por lo general, los suelos de altura son aún más pobres que en las montañas de Estados Unidos y Canadá, y es muy posible que históricamente las migraciones estacionales de los peces, que sabemos que en el pasado eran masivas, casi gigantescas, hayan tenido una función importantísima en el ecosistema. Es muy posible que los peces que migraban (y todavía migran, aunque cada año en menores números, por la sobre pesca y el abuso de tóxicos y explosivos) desde los ríos de aguas blancas como el Ucayali, Marañón y Amazonas, ricos en nutrientes de origen andino, hasta las cochas y quebradas de los ríos menores, hayan tenido una importante función en el flujo de nutrientes en los bosques inundables y, a través de los animales que comen peces, quizás en los de altura. Por ahora no podemos 29
saber con certeza si es así, y falta mucho por investigar. Pero que sí sabemos es que hay que hacer algo urgente para evitar el colapso de nuestras pesquerías, que son la principal fuente de proteína de la población amazónica más humilde, y para garantizar la salud de nuestros ecosistemas, y de la gente, para la que el pescado es la fuente de proteína más importante. Es urgente que tanto el Estado como las comunidades indígenas y campesinas tomen medidas para proteger los mijanos reproductivos. La pesca de estos mijanos debe ser muy controlada. Debería limitarse, en el mejor de los casos, a la pesca de subsistencia de las poblaciones locales, y en todo caso debería estar prohibido el uso de grandes redes (honderas, arrastradoras) y, por supuesto, de tóxicos y explosivos. Si no se toman medidas urgentes en ese sentido, los mijanos seguirán disminuyendo y terminarán acabándose, como se acabó la charapa y la vacamarina.
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