Cartas A La Humanidad

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Julio Carreras

Cartas a la Humanidad

Quipu Editorial

Quipu Editorial http://www.quipueditorial.com.ar 2002-2002 Edición final: Septiembre de 2009.

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INTRODUCCIÓ N Cart as a la Humanidad se inició como un i ntento de ref lexiona r en conjunto sobre algunos temas que nos preo cupan desde hace siglo s y aún no encontraron soluci ón. Podrían resumirse en una sola pregunta: ¿por qué los humano s, teniendo a mano los recursos necesa rios para nuest ra f elicidad, somos, en cambio, generalmente inf elices? Con la idea de promover est a búsqueda tomé un puñado de di recciones de co rreo el ect róni co para envia rles la primera Carta. Algunas pertenecían a persona s que conozco perso nalmente -Como Raúl Dargolt z, abogad o y dramaturgo, Alberto Tasso, poeta y sociól ogo, mi hermano Gustavo, sacerdot e católico y -3-

docent e universitario, Gabri ele-Aldo Bert ozzi, di rect or del Instituto d e Artes Comparadas de la Universidad de Pesca ra, Italia, Al win Nagy, inteli gente sacerdote alemán co n perf ecto dominio del idioma castellano, o Ped ro Margolles, director de la agenci a periodí stica Prensa Latina, de Cuba-. El resto -la mayoría- tomadas de mensajes recibidos o de sus adjunt os, siempre rela cionados con la act ividad cultural. La propuesta no f ue enunci ada, salvo la pregunta: ¿por qué los huma nos, teni endo a mano los recurso s necesa rios para nuest ra f elicidad, somos, en cambio, generalmente inf elices? Entusi asmado por los primeros textos, el ingeniero Roberto Gayrau d sugi rió edita r con f orma de libro, post eriorment e, los result ados f inales. Sin embargo, durante el tiempo que duró esa intenció n, prácti camente sól o el autor de la iniciativa envió sus trabajo s má s o meno s si stemát icamente. Los otros apo rtes recibido s, y alguna comunicación eventu al, se reproducen en el cont exto del libro, como se verá. Se han respetado las f orma s y térmi nos utili zados por su s autores. No se reprodu cen, en ca mbio, las comuni caciones particulares, o algunos archi vos que se perdi ero n, por ven ir adjuntos. Más tarde el autor, requerido por numerosas tareas, decidió dar po r terminados sus artí culos periódicos. Éstos alcanzaron el número de 14. Inclui mos tambi én, textualmente, lo s principales f ragment os de la Introducción.

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Los presup uestos bá sicos de ref lexión debían sust enta rse sob re los sig uient es esbozo s: 1. Desde los o rígenes hasta f ines del sigl o XVIII -unos 50.000 años- la huma nidad aceptó a las armas como paradigma excluyente del Derecho. El cri men, por lo tanto, ha sido la f uente última de leg itimi dad para los gobernantes; el saq ueo un mét odo legal de recaudaci ón impositi va. 2. Desde p rincip ios del siglo XIX hasta mediados del XX -unos 150 años- se desarrolló una evolución extraord inaria. Durant e ese periodo la humanidad avanzó, en lo ref erido a sus relaciones sociales, mucho más que en toda su hi storia anterior. Estos avances tuvieron como eje a los paí ses de Europa -aunque, de modo semejant e a lo sucedido co n los griegos- el derecho de los demás habi tantes del mundo no llegó a empa reja rse al de sus impul sores durante este desa rrollo. 3. Hacia f inales del sigl o XX el proceso se bif urcó, dividién dose en dos a spectos: a) Una acelerada regresión en las praxis social es y política s impul sadas desde lo s benef iciari os de esta inmensa acumulación de poder: los Estados Unido s, Europa, una part e de Asia. b) La continuidad del desarroll o con sost enida regul arid ad excl usi vamente en los ámbitos de la ciencia y tecnolog ía.

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La idea de dirigi rse a la Humanidad por medio de epístol as no es nueva. Sus antecedentes ya muy bien def inidos pod ríamo s hallarlo s en f ilósof os antiguos como Filón, o en las extremadament e f amosas d el capitán Saulo. Po r mi part e me sentí induci do a empezar la s present es mi entras co nocía la extraordi na ria actividad litera ria de lo s escri tores itali anos del si glo XII y durant e todo el Renaci miento. Más cerca conoci mos las Cart as Filosóf icas de Voltaire o a los Poderes de Antonin Artaud, ent re otras importantes. Aunque el present e empeño no sería posibl e sin Internet, tal vez su única ori ginalida d tendríamos que busca rla en su intenció n. Pues mient ras Voltaire o Anton in Artaud emitían aquello s trabaj os como expresión argumentati va de su ideol ogía, nuestros escritos pret enden constituir sólo un hilo general, capaz de suscita r en los lectores dif erentes aportes, incluyendo disi dencias o correccion es. Es deci r, crear, a partir de aquí, un libro colecti vo. No es este un mero jueg o intelectual por Internet. La extraord inaria capacidad dest ructi va acumulada por quienes detentan el pod er mun dial es tan abrumadora, que ha converti do al Apocalipsis en amenaza cotidi ana. Además de esta ref eren cia extrema, es para todos evident e que la dest rucci ón de la naturaleza ha adquiri do un ritmo sistemáti co en la etapa actual; pueden p ercibirse sin necesi dad de instrumento s sus consecu encia s, no sólo amenazantes resp ecto de la continuidad de la vida sobre el planet a, si no -6-

perju dicial es -o por lo meno s ext rema damente traumát icas- para nuest ra exi st encia presente. A ello debe ag rega rse -en pa rte como otra de sus consecuenci as visibl es- el det eri oro de la cultura social, precipit ada en un pendoleo entre la desesperanza más o scura y la euf oria inducid a externa mente, cuesti ón q ue parece llevar a inmenso s sectores de la humanidad hacia el desbarrancamient o por exist encia s si n sentido. Sólo esto s f actores ent re ot ros mú ltiples, autorizan al menos si no obligan- a conciencias comprometi das por el amor, a continuar indagando, con el propósit o de hallar la s raíces de estas inmensa s desviaciones en l a conducta humana y sus posibles modos de corrección. Haré un a breve advert enci a: no quiero limitarme, al ref lexiona r, a f uentes hist óri camente con sagradas por el pensamient o académico o institucional. Sería inadecuado, por ej emplo, en un periodo tan alto de la ciencia, intentar p rescindir de las religiones. Pero también sería inadecuado dejar f uera al pensamiento denomina do “esotérico”, tan deci sivo en muchas circunst ancias crucial es de la evolución h umana. Asimismo, es impo sibl e pen sar ho y, en el plano de la economía, las cien cias soci ales o la políti ca sin echar mano al inmenso aporte ef ectuado por Marx y Engel s, con la pléyad e su rgida inmediat ament e después de su irru pción en la historia. O su stentarno s únicamente en autores del p ensamient o occidental... Intentamos emprender estas tareas sin prejuicios -o conteniéndolos lo posible, en tod o caso, si emergen en algún tramo-, -7-

ejerciend o y soli citando tol erancia, esf orzándonos al máximo pa ra obtener inf ormación qu e no haya sido antes explo rada.

Not a par a la edición actual: Las Car tas y los párr afos de la I ntr odu cción edita dos s e han inclu ido r esp eta ndo la r edacción or igina l. D eb ido a ello, s e encontr ar án r ef er encias r elacionadas con el a ño en qu e fu er on es cr it os:2003. Sólo p or un cr it er io de coher encia conceptual, s e ha r eor ganizado, levement e, su or dena mi ent o cr onológico. T amb ién s e inclu yen, más o menos en el or den como fu er on llega ndo, algu nas r espu estas a temas p lant ea dos p or par ticipant es del gr up o de int er ca mb io “Car tas”, de Yahoo.

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CARTA Nº 1 Aut onomía, Santia go del Est er o, mar t es 17 de ju nio de 2003 * (Cu mp lea ños Nº 69 de E lizab et h Reva iner a, mi ma má.)

En Belt rán, a 25 kiló met ro s de Sant iago , hay una co mu nidad donde se pract ica la just icia. S e lla ma Co lonia Jaime. Su s mie mbro s const ruyen ent re t odos las casas par a lo s mat r imo nios jó venes, ayudan en las amp liacio nes a medid a que la familia va creciendo . To do s trabajan, d ivid ido s en equipos qu e van rot ando para cu mp lir u n cronograma co nsensuado. Cu lt ivan la t ierra, hacen t areas de granja u ot ras que se consid eren impo rt ant es para la su bsist encia. To do es pro piedad co mu nal: el product o de la inmensa ext ensió n que poseen se repart e de acuerdo a un cr it er io racio nal. S i una familia t iene cinco miembros, recibirá mucho más que una pareja d e recién casados. Se lo s percibe bien aliment ados y prósperos, desd e fu era, aunque no parecen oto rgar impo rt ancia cent ral a las cuest io nes físicas. Pract ican e l espir it is mo. Veamo s ahora un eje mplo co nt rar io: el de Rajab, pro st it ut a que ent regó su ciudad al cr imen. Ocurr ió hace unos 3.230 años. Gober naba el pr inc ipal imper io un faraó n, Mer nept a. Los israelit as habían hu ido de su yugo; bu scaban t ierra en P alest ina. En ese afán, enviaro n dos esp ías a u na de sus ciudades más ant iguas, Jer icó. -9-

Algu ien lo s det ect ó ; co rrió a prevenir al r ey. Est e envió ráp idament e su po lic ía par a aver iguar. Pero la prost it ut a esco ndió a lo s invasores, y envió a los custo dio s de su rey po r un ca mino errado. No lo hizo por generosidad: “... no s ha caído encima u na o la d e t error [...] t oda la gent e de aquí t iembla ant e voso t ros [...] hemos o ído (que ext er minast eis a) los do s reyes amorreos” -d ijo-. “Ahora jurad me [...] que como he sido leal, vosotros lo seréis co n mi familia, y dadme una señal seg ura de que dejar éis co n vida a mi padre y a mi madre, a mis her manos y her manas y a t odos lo s su yos y que no s libraré is de la mat anza.” Luego de recib ir t ales segur idades, la prost it ut a desco lgó a los espías desde su vent ana sobre la part e ext er ior de la muralla, salvándo lo s. Alg u no s días d esp ués el eficaz ejércit o isr aelí at acó co n éxit o fulminant e la ciudad. “Co nsagraro n al ext er min io t o do lo que había dent ro : hombres y mu jeres, mu chacho s y anciano s, vacas, o vejas y burros, todo lo pasaro n a cuchillo .” Únicament e perdonar o n “... la vida a Rajab, la pro st it ut a, a su familia y a t odo lo suyo [...] po r haber escondido a los emisar io s que env ió Josué a exp lo rar Jer icó .” (1) E l mo do de act uar de Rajab par ece más caract er íst ico de la cond ic ió n humana que el de lo s int egrant es de la Co lonia Jaime. No se encuent ran fácilment e ejemplo s parecido s al de est os esp ir it ist as. Por el cont rario , co t id ianament e padecemo s var iant es de la conduct a de Rajab, a nuest ro alrededor y al parecer en to das las - 10 -

po blacio nes del mundo, de acuerdo a la in for mació n que se recibe. E llo nos aut oriza po siblement e a ensayar la especu lació n que sigue. Para ma yor co modidad de lo s lect o res, la he div idido en parágrafo s, con sus co rrespo ndient es su bt ít u lo s: El motor d e la hu manidad Ego ísmo llama mo s al co mplejo de co mponent es psíqu ico s que imp ulsa casi t odas las accio nes hu manas. De co mp lexió n andróg ina, su pr imog enit ura in med iat ament e se co nst it uye en dos cualidades ext ernas. Las deno minaremo s Ast ucia y Vio lencia. No es d ifícil imag inar de qué mo do se est ableció el pr imer o rden humano. Una cr iat ura mascu lina y ot ra femenina compart en ciert a cueva ent re los cerros menos expuest os a los mo rt ífero s g lac iares. Son sus caract er íst icas, po sible ment e: fort aleza e inst int o combat ivo en el ho mbr e, fecundid ad, du lzura, en la mujer. Se han bu scado - impu lsados po r el ego ísmo- int ent ando obt ener lo qu e co nst it uyen su s carencias y el ot ro posee. Ambos t enían miedo , en so ledad; conv iviendo aument an su efic iencia, se pro t egen de lo s peligro s, comple ment an su s habilidades nat urales, for man ciert o inst rument al t écnico e id eo lóg ico rudiment ar io. Co mo resu lt ado de sus có pu las, pro nt o obtienen descend encia, co mpuest a por var io s individuos pequeño s de lo s dos sexos. Para ent onces segurament e el ho mbre, - 11 -

ut ilizando su mayor fuerza, ha obligado a la mujer a ser vir lo . Pro nto so met erá t ambién a t o dos sus hijos bajo una reg la inflexible: su beneficio. Ha nacido el pr imer Est ado . He aquí un rey, su co nsort e, y lo s pr imero s sier vo s, en ese orden. E l pr imer ho mbr e, impu lsado por el ego ísmo, valiéndo se de su ma yo r fu erza física, ha impuest o una for ma de o rganizació n a la mujer co n sus niño s. Todo adquiere sent ido en la medid a que sir va a sat isfacer los deseos de qu ien es capaz de provocar do lor, last imar e incluso mat ar a los que se opo ngan al orden, est ablecido po r él. El o rden de la b ruta lidad Al madurar los niño s y mu lt ip licarse el grupo original, la o rganizació n va adquir iendo caract er íst icas más co mp lejas. Ent re los ho mbres, quienes se sient en capaces de ejercer exit o sament e la vio lencia, van r eclamando ma yo res beneficio s. Po r su part e, el rey compr ende, lu ego de duras cont iendas, que le resu lt a convenient e est ablecer acuerdos con lo s más po derosos de ent re sus descend ient es. Nace así la pr imera c lase pr ivilegiada. Est á co mpuest a por los más crueles, los capaces de asesinar sin remo rdimient o s, de robar sus bienes a los más débiles sin la meno r co nmiseració n. En est a pand illa se co ncent ra igualment e el mayor porcent aje de ast ucia. Algu no s de su s miembro s, infer iores en capacidad de vio lencia a los ot ros, han descubiert o en camb io el valor - 12 -

de la int elig encia, co mo ar ma adicio nal, en lo que se ha co nst it u ido ya en propó sit o medular del embr io nar io Est ado: impo ner o bediencia y sujeció n a lo s más débiles (pero que cuent an con el poder, nada desp reciable, de su cada vez mayo r número). Est os, a su vez, se han ido convirt iendo, fu nc io nalment e co n su s obligacio nes, en lo s más pro duct ivo s. La especializació n de los do minado res en el uso de la fuerza, para lo cual han d esarro llado ar mas, delega p au lat inament e en lo s débiles la carga de las act ivid ades más út iles para t o da la incip ient e sociedad: agr icu lt ura, const rucció n de viviendas, confecció n de abr igo s, limpieza, aliment ació n del conju nt o, cuidado de lo s niño s. Pri mera est ratificaci ón soci a l Se est ablece, pues la pr imer a divisió n so cial: co hesio nado s por su capacidad de hacer daño , los beneficiar io s del ro bo y el cr imen se const it uyen en clase do minant e. Po r su part e, los perdedores en lo s pr imero s co mbat es, se ven obligado s a asu mir las t areas más pro duct ivas en su condic ió n de do minados. Ambas c lases cont inúan mo vidas por el comple jo psíqu ico orig inal, deno minado ego ísmo . Ambas est án co mpuest as po r ho mbres y mu jeres dispuest os a somet er al pró jimo para sat isfacer su s ansias. La d iferencia en la ubicació n obt enida, dent ro del o rden progresivo, se relacio na d ir ect ament e con su capac idad d e ast ucia o de - 13 -

vio lencia. A ma yo r peligrosidad de l ind ividuo, a mayor crueldad o ind ifer encia hacia el sufr imiento ajeno, ma yo res posibilidades t iene de co nvert irse en gober nant e de la congreg ació n pr imit iva. Las mu jeres co mp art en y est imulan las mo t ivacio nes de su s mar ido s; t ambién, por ciert o, los beneficio s o bt enido s. Cuant os más brut ales sean lo s asesinat os perpet rados por est o s primeros gobernant es, ma yor será la o bed iencia qu e o bt eng an de una po blación at errorizada. Lo s t iempo s pr imit ivos de la humanidad deben de haber sido ext remadament e crueles. Co n segur id ad cada día debía haber ho mbr es confront ándose de u n mo do bár baro, hast a mor ir a veces, para conqu ist ar pequeñas pr ivileg io s o afir mar lo s o bt enid os en ant er iores co mbat es. Deducimo s est o pues ya muy avanzado el desarro llo inst it ucio nal, en t iempos de los Asir io s -uno s 1.800 año s ant es de Cr ist o-, la espant osa crueldad co n que est o s impo nían su yugo a los pueblo s so juzgado s, indica u n alt ís imo grado de violencia en las relacio nes hu manas co nsider adas nor males. Téngase en cuent a que han t ranscurr ido, al menos, unos 50.000 año s desd e la apar ic ió n sobr e la t ierra del ho mo sapiens (especie co nsid erada pro piament e humana). Vo lvamo s a las sociedad es o r ig ina les. Se est ablecen pues, las pr imeras dos grand es c lases, las de los do minado res y lo s do minados, sin t ér mino s est r ict os aún, dada la ext raord inar ia mo v ilidad co nser vada sin duda durant e esa et apa, en donde todo est aba por hacerse. A part ir de ent o nces las so cied ades t omaron co mo - 14 -

refer encia básica para sus inst it u cio nes legales la no r ma cap it al d el ego ísmo , do lo rosament e impuest a por los cr imina les y su s có mplices desde los pr incipio s. Pri meras legislaciones Lo s ast ut o s, que fuero n ro deando a lo s vio lent os para ser inclu ido s ent re lo s pr ivilegiado s, fueron concibiendo reflex io nes, dest inadas a co nso lidar o perfeccio nar el co nt ro l de su pandilla sobre la crecient e sociedad pr imar ia. Las d isput as co t idianas por las cuales veían amenazado el po der do minant e cada día, d eben de haber les sug er ido la necesidad de nor mas, con el pro pó sit o de regular lo que perc ib ían co mo peligroso deso rden. Así, surg iero n las pr imer as le yes. Cast igo para qu ien deso bedezca las órdenes del rey y sus sir vient es, cast igo para quien no proveyer a la cant idad de bienes est ipu lada co mo t ribut o , cast igo para quien se negara ent regar sus hijas a la lu jur ia d e los band ido s... et cét era. Pocas y brut ales, las pr imeras leyes deben de haber co nfo r mado un cuerpo de concept o s memo r izado s y t ransmit ido s por ciert os personajes select os del grupo más cer cano al poder. (2) Aco mpañando a los vio lent os ar mados -embr io nes de br ig adas milit ares, ya- est os “jueces” segurament e co menzaro n a reco rrer el t err it o rio so met ido , para garant izar que cada act ividad social co ncu rra al o bjet ivo de beneficiar a la clase do minant e.

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Po r su part e los débiles, en algún mo ment o de la evo lució n humana, aprendiero n que uniéndose en gran nú mero podrían resist ir co n éxit o -e incluso derrot ar- a las br igadas de bando leros que los explot aban. Est as pr imer as insurreccio nes populares, en alg uno s casos t riu nfant es, ind icaro n a lo s ast ut o s en el p oder la necesidad de co mponer nor mas d e mayor co mplejid ad y sut ileza, capaces de prevenir revuelt as co lect ivas. Con ese fin, debiero n ot orgar concesio nes a lo s do minados, para evit ar la t ransfor mació n de sus innumer ables penur ias en peligrosas rebeld ías. Fue así que se echó mano al recurso de est ablecer le yes supuest ament e prot ectoras de los más débiles, co mo herramient as necesar ias para co nt ener su insat isfacció n, perpet ua, dent ro de límit es manejables. Adveni miento de la relig ión Lo s menos fuert es d e ent re los poderosos se vieron animado s a buscar nuevos ele ment os concept uales que les per mit ieran co nt r ibuir al o rden, est ablecido por la vio lencia, y obt ener mayor part icipació n en sus beneficio s. La noció n de Dios fue un halla zgo so bresalient e para est os rezagados, debido a que no só lo sir v ió per fect ament e a sus fines, sino pudo proveer les u n inst rument o capaz de per mit ir les lleg ar a la d isput a del co nt ro l mismo. Un pr imer co ncept o cent ral debe haber sido el de “po der o torgado al rey, desde los ámbit os d ivino s”. - 16 -

Est o per mit ir ía un avance for midable en la do minació n del p ueblo . No só lo se amenazaba con do lores fís icos a qu ienes deso bedecier an las jerarqu ías est ablecidas: desde lo s p lano s super iores, donde se cont ro laban las t empest ades, el mo vimient o de las est acio nes y el t rueno , venía aho ra el mandat o ost ent ado por el rey co n sus co labo radores. Bajo est e presupuest o, cuest io nar lo aparejaba el r iesgo de ser fulminado por una cent ella en med io del campo. Deben de haber se est ablecido todo t ipo de mecanis mos ing enio so s para simular fulminacio nes ejemplar es. Posiblement e, art ilugio s co mo el Ar ca de la Alianza hebrea, de cu ya const rucció n se infier e que co nst it uía una esp ecie d e d ínamo , capaz de provocar choques de elect r icid ad a quien la t o cara, fueron ideado s t ambién co n est e fin. (3) La Trinidad del pod er De est a manera qu edaro n pu es est ablecidas defin it ivament e las t res po dero sas co lumn as so bre las que se so st uvo el po der hast a el pr esent e: la vio lencia, las leyes y la relig ió n. Ya en t iempos de Sargon I -uno s 2500 años ant es de Cr ist o - lo s ejércit os habían alcanzado un per feccio namient o dest ruct ivo t emible. Todo t ipo de herramient as bélicas suma ment e mort ífer as habían sido creadas, lo s milit ar es co nst it u ían ya u na co rpo ración específica, y cada guerra implicaba mo v ilizar millo nes de - 17 -

ho mbr es ar mados, disponiendo además de numerosas máqu inas, el u so de animales, element os químicos, et cét era. La Táct ica Milit ar se había co nvert ido en u na ciencia, y la cast a se hab ía est rat ificado orgán icament e, d ivid iéndose en o fic iales, subo fic iales y so ldado s. (4) Co n el desarro llo de las civ ilizac io nes, lo que fuese o rig ina lment e un rudiment ar io esbozo de orden po lít ico se t ransfo r mó en co mp le jísimas for mas de gobier no. Durant e los gobier nos faraó nico s, en Egip to, los reinos babiló nico s, o el imper io chino, las leyes alcanzaro n u n grado de sut ileza ext raordinar ia, const it uyendo miles de cláu su las cont enidas en ext enso s vo lúmenes, cuyo manejo dio lugar al su st ent o de una crecie nt e sub-clase, ad min ist rat iva. Po r su part e, los sacerdo t es co nst it uyeron só lidament e una t ercera su b-clase do minant e, junt o a los milit ares y lo s leg is ladores. Gigant escos t emplo s fuer on edificado s, para usu fruct o sect orial, y t est imo nio concret o de su po der. (5) Hemo s co menzado con est o el desarro llo sist emát ico de nuest ras reflexio nes acerca de las razones posibles de la felic idad o infelic idad en el mundo. Lo hicimo s desde el punt o de vist a purament e “o bjet ivo ”, est o es, part iendo de dat os razonablement e co mpro bables. E xist en numerosas e int eresant ísimas t eorías (o “co nst at acio nes”, según sus expo sit ores) pro venient es de las religio nes, corrient es esot éricas, o invest igacio nes parale las a la ciencia. De mo ment o - 18 -

prefer imo s dejar las para la pró xima ent rega, que esper amo s sea mu y pront o . Me queda, aho ra, sólo despedir me, con un saludo frat ernal. Un su balt er no est udiant e de la Sabidur ía expresada po r Cr ist o : Julio Carreras ( h) Aut o no mía, Sant iago del Est ero, Argent ina

* Sal 110. Lc 7, 31-35. 1981: John Da vid T r oyer , mis ioner o menonita de EE. UU., már tir de la justicia en Guatemala. ( Agenda Latinoa mer ica na 2003. Centr o Nu eva T ier r a, Car men de Patagones, Pcia. de Bu eno s Air es, Ar gent ina) (1) Nueva Biblia Española. Ediciones Cr ist iandad, Madr id, 1975. Libr o de J osu é, capítu lo 6. (2) “El suplicio des emp eña, pu es, u na fu nción jur ídicopolít ica. Se tr ata de u n cer emo nia l qu e t iene por ob jet o r econstitu ir la sob er anía por un instant e ultr ajada : la r estaur a ma nif está ndola en t odo su esp lendor . La ejecución pú blica, por pr ecip itada y cot idia na qu e s ea, s e ins er ta en toda la s er ie de los gr andes r itua les del p oder eclipsado y r estaur ado (cor onación, entr ada del r ey en u na ciu da d conqu ista da, su mis ión de los súb dit os sub leva dos ); por encima del cr imen

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qu e ha menospr ecia do al s ob er ano, desp liega a los ojos de todos u na fu er za invencib le. Su ob jet o es menos r establecer un equ ilibr io qu e p oner en ju ego, hasta su punt o extr emo, la dis imetr ía entr e el súb dit o qu e ha osado viola r la ley, y el sob er a no omnip ot ent e qu e ejer ce su fu er za. Si la r epar ación del da ño pr iva do, ocas iona do por el delit o, deb e s er bien pr op or cionada, si la s ent encia deb e s er equ ita tiva, la ejecu ción de la pena no s e r ealiza par a dar es p ectácu lo de la mesur a, sino el del des equ ilibr io y del exces o; deb e ex ist ir , en esa litur gia de la p ena, una afir mación enf ática del p oder y de su sup er ior ida d intr íns eca. Y esta sup er ior ida d no es simp lement e la del der echo, sino la de la fu er za fís ica del sob er a no cayendo s obr e el cu er p o de su adver sar io y dominá ndolo: a l qu ebr antar la ley, el infr actor ha atenta do contr a la per sona mis ma del pr íncip e; es ella - o al menos aqu ellos en qu ienes ha delega do su fu er za- la qu e s e ap oder a del cu er p o del condena do par a mostr ar lo mar cado, vencido, r oto. La cer emonia pu nit iva es, pu es, en su ma, `ater r or iza nt e´. [...]...una política del t er r or : hacer s ens ib le a todos, sobr e el cu er p o del cr imina l, la pr es encia des enfr ena da del s ob er a no. El sup licio no r establecía la jus ticia; r eact ivaba el p oder .” (M ichel F oucau lt. Vigilar y castig ar. Nacimient o de la pr is ión. Siglo Veint iu no E dit or es. Méx ico, 1976.) (3) “Algu nas r ef er encias [...] apuntan más a qu e s e tr atar a de u na ar ma mor tíf er a qu e u na r eliqu ia sagr ada. As í [...] atr ibuyer on el der r u mba mient o de los mur os de J er icó a los extr aor dinar ios p oder es del Ar ca [...]. Poster ior ment e, cua ndo la r eliqu ia sagr ada cayó en ma nos de los f ilis teos, est os sufr ier on u na plaga de r atones qu e pr odu jo entr e el pu eb lo una ep idemia de tu mor es. L os f ilist eos devolvier on p or fin el Ar ca a los isr aelitas (1 Samu el, 5,6), y fu e entonces cua ndo los hombr es de Bet Semes s e la qu edar on mir ando f ija ment e,

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mur iendo `p or obr a de Ya vé´, 50.000 de ellos (I Samu el, 6:19 ). El ep is odio de los r atones r ecu er da a las plagas de Egipt o.” (R ob er t G oodma n, “Las ar mas de Yavé”, ar tícu lo publicado p or la r evista Más Allá de la Ciencia, Monogr áfico Nº 17, 17 de ju nio de 1996, Madr id, España.) (4) “La pr imer a dinast ía qu e r ealment e domi nó el N or t e y el Sur fu e fu nda da alr ededor de 1872 p or Sargon, sacer dot e de ba ja extr acción de Is htar , diosa de las batallas. [...] ...eligió Akka d par a su capital, pr obablement e p or r azones militar es, ya qu e en es e pu nt o el T igr is y el Eufr ates s ólo estaban s epar ados p or una dista ncia de 15 millas. En el s egu ndo año de su r einado, conqu ist ó E la m, y lu ego sub yu gó el O est e hasta el M edit er r áneo y Chipr e. S e hizo fr ent e con fir meza a fr ecu ent es r evu eltas; por ejemp lo, s egú n cu enta la cr ónica, `convir t ió Kasalla en p olvo y mont ones de r u inas; destr uyó hasta los nidos de los pájar os ´. “El instr u ment o básico de gu er r a en M es op ot amia despu és de 350 0 a. de J.C. fu e el car r o. T ir ados por cuatr o asnos [...] tienen u n alt o y ver t ica l panel pr ot ect or en el fr ent e, lo cual sugier e qu e s e usar on nor ma lment e par a ataqu es dir ect os y fr ontales. La tr ipulación const itu ía de dos hombr es : el conduct or y u n s oldado ar ma do con la nza y jabalina. La fu nción pr incipal del car r o mes op ota mio consist ía en car gar y s embr ar el pánico entr e el enemigo, par ticipando la tr ipulación en la batalla, pr imer o a media dis tancia con las jabalinas, y lu ego a cor ta distancia, con las lanzas. [...]La ma za siempr e fu e u n ar ma en uso constant e, par ticular ment e apr ecia da por los egip cios; p er o, al apar ecer los fu er t es cascos, su r oma cab eza fu e menos ef ect iva, y el hacha cobr ó ma yor imp or tancia.” (Mar iscal M ont gomer y, vizconde de Ala mein. Historia del Arte de la Guerra. Capítu lo 3. Págs. 33

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y 34. T raducción de Jua n Gar cía-Pu ent e. E dit or ia l Agu ilar , Madr id, España, 1969.) (5) Fr agment os del cap ítu lo 1 de u n libr o qu e, con par ecido pr op ós it o al de estas Car tas, comen cé a es cr ib ir el año pasado.

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CARTA Nº 2 Aut onomía, Santia go del Est er o, 8 de ma yo de 2003 ( día del cu mp lea ños Nº 50 de mi esp osa G lor ia Gallegos )

Quer idas her manas y her mano s: E l Señor Feudal “podrá acost arse con la esposa del recién casado ” d ice un art ícu lo d e la ley Normanda. E n su redacció n de 14 19, luego de numeroso s conflict os o currido s por causa de est e derecho est at al, se at enúan ant er iores dispo sic io nes agregando la posibilidad de evit ar lo “si ést e (el recién casado) o sus par ient es [...] ent regan el dinero del rescat e”. (1) Tal beneficio par a lo s poderosos no merecer ía mayo res co ment ar ios. Bast a una reflex ió n accesible al cerebro meno s cu lt ivado para co mprender que, desde lo s or ígenes de la o rganizació n humana, lo s cr iminales, despiadado s, ast utos, audaces, fuero n est ablec iendo su do minació n so bre lo s demás, obligándo los a cu mplir hast a sus exigencias más humillant es. E l det alle singu lar es, sin embargo , que qu ienes ejercían est e derecho brut al, de co pu lar con la jo ven espo sa ant es de su esposo leg al -o co pu lar, cuando se les ant o jase, con las hijas de las nu mero sas familias que habit aban sus ext ensos camposeran lla mado s “Pr ínc ipes Cr ist iano s”.

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La cu est ió n suscit a ent onces la inquiet ud por saber en cuáles precept o s de Jesús, lla mado “E l Cr ist o ” o “E l Mesías” fundament aron su legis lació n secular lo s obispos de la Ig lesia. (2) Pues a part ir de la consagració n del Est ado a la Ig lesia Cat ó lica, efect uada por el emp erador Co nst ant ino en 312, la jerarquía episco pal fue adquir iendo un predo minio ideo lóg ico sobre la sociedad que alcanzó su mayo r influencia precisament e en la Edad Med ia. (3) Veamo s, ent onces, qué dicen lo s Evangelios (t ranscr ip ció n u niver salment e acept ada de las palabr as de Jesucr ist o) sobre est e asunt o. “Os han enseñado que se mandó `No comet erás adult er io ´. Pues yo o s digo: Todo el qu e mir a a una mujer casada excit ando su deseo po r ella, ya ha co met ido adu lt er io en su int er ior” (Mat eo 5:27-28). Parece muy claro. E l cr ist iano ( llamado así por co nsid erárselo seguido r=imit ador de Jesús) no debe siqu ier a “exc it ar su deseo ( int er ior ment e) hacia u na mu jer casada”. Se infier e que menos aún deber ía expr esar est e deseo ant e ot ras personas, precipit ando más su caída en el pecado si se at revier a a co nfesar d icho s deseo s a la seño ra mis ma que est á co diciando . ¿Qu é d ecir del at revimient o a co pular con ella, y - mu cho peor- o bligar a su espo so legal a esper ar en la habit ació n cont igua, co nsu mido por la humillació n y la vergüenza, mient ras el duque, el conde o el rey, penet ra una y ot ra vez co mo se le ant o ja a la mujer amada, a la muchacha dulce, que qu izás ha venerado en secret o el esposo desde la infancia - 24 -

de ambo s, por la cu al po sib le ment e ha esperado mucho s año s para ofrecer le ser madre de sus hijos, compart ir la vid a co n él, para una vez obt enido est e pr ivileg io sagrado , ver se o blig ado a tolerar de est a manera injur io sa el mancilla mient o salvaje de su alianza? No so lament e lo s no r mando s, que do minar on Inglat erra y gran p art e de Euro pa durant e mucho s siglos, se go ber naban con est a leg islació n bár bara. E l “derecho de pernada” era u na cláusula práct icament e universal en el sist ema que regía al mundo “cr ist iano ”, durant e más de 1.200 años. Hast a las pr imer as revo lucio nes burgu esas, que desde el siglo XVII co menzaro n a poner freno al po der feudal. Pero veamo s cuál era la relació n de la jer arquía eclesiást ica co n los no r mando s, cuya leg is lació n sir vió co mo modelo est at al durant e el per io do mencio nado. En 1061, el Papa Ale jandro II accedió al t rono po nt ific io gracias a su s relacio nes co n la nobleza. Amigo perso nal de Gu iller mo de Nor mand ía, en r et ribució n por el apo yo prest ado “bendijo su empresa de conquist ar Ing lat erra”. (4) Est e pro blema ya había sido puest o bajo prescr ipció n legal por la t radició n israelit a al menos 1. 200 años ant es de Cr ist o. Se le dio t ant a impo rt ancia, que al est ablecer lo s Diez Mand amient os el adu lt er io es mencio nado dos veces -en la sext a y la décima cláusula. E llo, en un mó d u lo legal t an escuet o, indica por ciert o una especial valo ració n d el t ema. E l decálogo de Mo isés ad mo niza: “No andes co n la mu jer de t u pró jimo” en el versículo 14 - 25 -

del cap ít ulo 20. Para reafir mar : “No codicies su mu jer...” en el versícu lo 17. (5) Evident ement e, Jesús no hizo ot ra co sa que resp aldar la leg islació n de lo s isr aelit as, cuya religió n profesaba y a quienes consideraba insp irado s d irect ament e po r Dios. Aho ra bien, lleguemos a l núcleo de la cuest ión. ¿Qué est amos bu scando, at acar a la jerarquía episcopal cat ó lica? Para nada. Las ot ras organizacio nes llamadas cr ist ianas, t ant o la de Lut ero, como la de Calvino u ot ros refo r mado res, no present aro n act it udes dist int as en relació n co n est e y o t ro s pr ivileg ios d e los bár baros go ber nant es. E l ang licanis mo t uvo su o rig en en la rupt ura del re y ing lés Enr ique VIII con el P apa Clement e VII, que se o ponía al d ivo rc io del rey. Enr ique d eseaba casarse co n Ana Bo lena. Est e deseo ind u jo a la Co ngregació n Cat ó lica ing lesa su separació n de Ro ma, cuando el Papa se negó a abo lir el pr imer mat r imo nio de E nr ique VIII con Cat alina de Ar agón. Acusada de t raició n y adu lt er io, fue co ndenada a muert e y decap it ada. E l rey se procla mó cabeza de la Iglesia de Ing lat erra en 1534. La do ct rina t eo ló gica cat ólica se mant u vo al pr incip io int act a. Más adelant e, d ist int as in flu encias - y en concret o lo s pur it anos- hicieron del ang lican ismo u na co nfesió n int er media. ¡Crear una ig lesia nueva para po der cambiar de espo sa! E n est o se ve la insensat ez que gu ía co n frecuenc ia a la co nduct a hu mana. ¡Y t odo un pueblo, co nst it uido por millo nes de perso nas co n int eligencia, acept ar est as impo sicio nes!

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Es co nt ra est a insensat ez, est a irrac io nalidad, est a inhu manidad de lo s hu mano s - valga la aparent e ext ravag ancia del ep it het o n- y los sist emas de relació n que han pract icado, durant e su ya larga exist encia so bre la T ierra, que arremet emo s co n empeño desde nuest ras mo d est as co municacio nes filo só ficas. E int ent amos hacer lo en la exist encia co t idiana, desde los año s de nu est ra juvent ud. Pues de la mis ma bar bar ie dest ruct iva que ha emanado el “derecho de per nada” en la Ley Normanda, se han o r iginado gran part e de lo s decr et os legales, que r igen las inst it ucio nes est at ales aún el d ía de ho y. Est a co nsagració n de la vio lencia co mo respaldo leg ít imo del der echo , del ego ísmo, la mezqu indad, la amb ició n, co mo eje regu lador de la cult ur a social, impide el est ablecimient o de aquello s valor es anh elados durant e milen io s por la ma yor part e de los humanos -los “ot ros” hu mano s, lo s que no t enemo s (ni qu eremo s) el poder-: Est o es, la Paz, la Libert ad, la Felic idad. Lo s saludo co n mi ma yor afect o. Un su balt er no est udiant e de la Sabidur ía expresada po r Cr ist o : Julio Carreras ( h) Aut o no mía, Sant iago del Est ero, Argent ina

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(1) T r anscr ipt o por J. Bü hler , Vida y cultura en la Edad Media (pr imer a edición alema na en 1931). La edición de donde fu e t oma da es la tr aducción al cast ellano de Wences lao Roces, al cu idado de Da niel C os ío Villegas, publicada en 1946 por el Fondo de Cu ltur a Económica de Méx ico. (2) La palabr a “Cr isto” pr oviene del gr iego J r istos y del latín C hr istus, y s ignif ica ungido. “Mes ías” es una palabr a de los hebr eos, aplica da en sus textos tr adiciona les a qu ien t iene “la mis ión de lib er ar , e imp la ntar el der echo y la just icia en el mu ndo ent er o [...] La r elación de a mor y f idelida d entr e el Mes ías y su pu eblo s e expr esa, como en el AT , (Os 2,16-18), con el símb olo conyu gal”. (Comentar io de Lu is Alons o Schökel y Jua n Mateos, jesu itas, dir ect or es de los equ ip os del I nstitut o Or iental y del I nst itut o Bíb lico de Roma, qu ienes ju nt o a 14 catedr áticos y nu mer os os miembr os de dichos inst itut os tr adujer on la Nueva Biblia Español a. Pr imer a edición, E diciones Cr ist ia ndad, Hu es ca, Madr id, 1975.) (3) Consta nt ino der r ot ó a su cont endient e –su pr opio her ma no Majencio–, en su gu er r a por el tr ono dur ant e el año 312. T uvo par a eso el ap oyo esp ir itua l del ob isp o afr ica no Milcía des (311 -314 ). Pr emió a la Igles ia des echando las pr opu estas de los donat istas y otr os agr upa mient os cr ist ianos, par a otor gar a la línea r oma na un pap el r ect or . En 314 el emp er a dor - no el Ob isp o de Roma- convocó a un gr an s ínodo epis copa l en su gr an f inca del Lat er ano. Est e encu entr o cimentar ía las bases de lo qu e lu ego s e iba a conocer con el nombr e de I gles ia Católica Roma na. Más tar de, en esta mis ma pr op ieda d, el emp er a dor r oma no constr u ir ía el pr imer gr an monu ment o del catolicis mo, la basílica “San Juan de L etr án”. (J os ef G el mi, Die Päpst e in Lebensbildern, Ver lag St yr ia, Gr az-Viena -C olonia, 1983.)

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(4) Isaac As imov. Cr onología del Mu ndo. Pr imer a edición en inglés : Har per s Collins Publis her s, I nc. Primer a edición en castella no, tr aducción de Vicent e Villaca mpa: E dit or ial Ar iel, S.A., Bar celona, 1992. (5) La Biblia. T raducida, pr es enta da y comen tada “par a las comu nida des de Latinoa mér ica y par a los qu e buscan a Dios”, por un equ ip o pastor al bajo la dir ección de R amón R icciar di. Nihil Obstat Alf ons o Zimmer ma nn C.ss.R. Primer a edición: Ediciones Paulinas-E dit or ia l Ver b o Divino-E dit or ia l Alfr edo Or tells, Concep ción, Chile, Madr id, España, 1972.

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CARTA Nº 3 Aut onomía, Santia go del Est er o, Ar gent ina, miér coles 14 de ma yo de 20 03 *

Quer idas amigas y amigos: “Cuando la det uvieron, encaró a uno de los po licías y le d ijo , sin miedo: `Vo s, rat i put o... a mí no me vas a hacer nada. No po dés to car me, sabés que so y menor, put azo ” [...] “`No se t rat a de una más de la band a o la cara bonit a del grupo a la que mandaban a seducir a las víct imas. Est a chica es la jefa d e la o rganizació n´, d ijo a La Nación una calificada fuent e de la po licía bo naer ense”. (1) T iene el pelo t eñido de rosa fur io so y usa zapat illas que cuest an quinient os pesos -narra el cronist a. Est o se ent iend e fácilment e, pues co n su banda se dedican pro fesio nalment e a los secuest ros, y en cada u no de ello s o bt ienen co mo pro med io ent re 10.000 y 3.000 dó lares, que se rep art en. E lla, la jefa, t iene quince años. “S in madre y sin padre, fue cr iada por una t ía en una villa de emerg encia, en la que diez mil habit ant es co nviven en casillas de paredes de cart ón o madera, separ adas po r pasillos laber ínt icos, por donde corre todo aquello que deber ía ir a las cloacas”. (1)

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Una asist ent e social le pregunt ó por qué se había ded icado a secuest rar gent e; la chiquilla cont est ó : “Un d ía fu i a robar u n coche. E l aut o no est aba est acio nado . Lo mane jaba una perso na. En lugar de robar el co che, en ese mo ment o , p int ó lo del secu est ro y con un novio mío no s llevamo s a l t ipo . Fue así, pint ó y nada más”. A los cat o rce año s decid ió fo r mar su propia banda, con jó venes de su mismo barr io . Se incorpo raron, t ambién, t res perso nas mayores. Al ser det enid a, hace unos qu ince d ías, la chica present aba u n embar azo de mes y medio. Me est remezco al pensar en la candidez de las chicas de qu ince años que conozco , co mparándo la con la fier eza salva je de est a muchacha. Mis co nocidas son, claro, chicas de provinc ia. Est e fact or, cuya validez int ent aré ju st ificar, puede t ener part icu lar gravit ació n en las perso nalidades. A él deben sumarse ot ros do s, de mayor impo rt ancia ind iv idual, pero co ndicio nado s en gran med ida po r lo s ant er io res: el amor recibid o (o no) durant e su exist encia, y el miedo. Veamo s el pr imer fact or, est o es, la densidad po blacio nal del ámbit o donde nos relacio namos co n los demás. A quienes pert enecemo s a poblaciones poco nu mero sas, nos parece inaudit o que se pu eda habit ar en ciudad es co mo la capit al de Bu enos Air es, sin vo lverse lo co s. De igu al o pin ió n er a Schumacher (no el corredor de carreras, ni el ex arquero de la Selección alemana, sino u n gran eco no mist a, aut or del libro Lo pequeño es hermoso).

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É l so st uvo que una concent ració n ur bana, so brep asando lo s 25.000 habit ant es, co mienza pau lat inament e a deshu manizar se. Todo aquello que co nt iene y regu la no r mas acept ables d e convivencia se desg ast a y t iende a desaparecer, en relación direct a con el cr ecimient o de la població n. Es mucho más difícil co met er un delit o cuando cono cemo s a t odos desde niño s, y ello s no s co no cen, incluyendo a nu est ros padres, abuelo s e incluso más. En sent ido inverso, la so lidar id ad t iene la cat egor ía de un deber, para lo s miembros de est as pequeñas co munidades. Se t rat a de una simplificació n, po r ciert o, pero expresiva de las t end encia s genera les, co mpro badas de un mo do direct o a lo largo de nuest ra exist encia. S in embar go , cuando mencio namo s las t eorías de Schumacher, en u na co nversació n con el filó so fo alemán Kar l Ot t o Apel, est e las desechó cat egóricament e. “...so n pro puest as idealist as...”, dijo ; “no son pract icables...” Est e int elect ual de la glo balizació n, cu yo pensamient o se est ud ia en casi t odas las universidades del mundo , co nsidera que “no t enemos nin guna alt er nat iva, por aho ra, a la econo mía de mercado”. Au nque reco no ce que “Co mo ust ed ha apunt ado , exist e la cuest ió n de que e l sist ema, el `sist ema ma rco´ del cap it alis mo , genera más bien una act it ud no-so lidar ia, y eso est á aso ciado direct ament e co n su basament o en la co mpet encia.” (2) Precisament e, es en la co mp et encia, por la cual el pró jimo se conviert e frecu ent ement e en adversar io feroz, do nde se desarro llan las cua lidades más deplorables. “E l - 32 -

in fier no son lo s otros”, acuñó agudament e Jean-Pau l Sart re. Esto es ap licable t ant o en Par ís como en Guayamba. Aunque segur ament e en Par ís, donde habit aba el aut o r de la fr ase, es po sib le co mpro bar la vigencia de est a oscura cualidad social más fácilment e que en Guayamba, do nde se pract ica una elaborada cordialidad. (3) Vamo s ahora al pr imer fact o r individual: la provisió n (o carencia) de a mor en el ent orno familia r. No puedo o lvid ar u na sit uació n viv ida en el campo. Habit ábamo s, con mi esposa y nuest ras hijit as, una casa grande y co nfort able en medio de lo s sembradío s, al lado de un inmenso bo sque nat ural. A unos diez met ros de d ist ancia hacia la derecha co rría una angost a acequia, bo rdead a po r elegant es ár bo les que se per dían enfilado s hacia el hor izo nt e. Una mañana, como a las once y med ia, est aba escr ibiendo , en una pequeña oficina co nst ru ida para t al efect o a un cost ado de nuest ra casa. Llo viznaba de un modo apenas percept ible. Sin quit ar me las embarr adas bo t as de go ma -pues hab ía est ado t rabajando en el campo durant e la mañana- est aba co rrig iendo algú n t ext o , supongo , no lo recuerdo con clar idad, mient ras mi espo sa cocinaba. De repent e escu ché lo s gr it o s de mi hija Rocío , de cuat ro años: “¡Mamá! ¡Papá! ¡La Lupit a se ha caído al agua!...” Ciert a fuerza co mo la propulsió n d e u n avió n a chorro me impu lsó desd e la t ráquea y salí vo lt eando la mesit a donde escr ib ía; nos at ro pella mos co n mi esposa que desde la - 33 -

co cina se había lanzado hacia fuera de igual for ma. Mis p ier nas más larg as me per mit ieron llegar más rápido a la acequia, me met í hast a lo s mu slo s en el agua y co mencé a caminar con grandes zancad as, resbalando en el mu sgo, a favo r de la co rrient e. A u no s seis o siet e met ros de d ist ancia la cabeza de mi h ijit a se levant aba y se hundía so bre las pequ eñas o las del agua encrespada po r el vient o . La co rrient e la llevaba ráp idament e hacia un puent e, sost enido bajo el agua por dos t ubos angost os de cement o . ¡S i llegaba allí no la podr ía sacar, mis ho mbros me imp ed ir ían hacer lo au nque me enco giera al máximo ! No sé co mo llegué a ella, cuando le falt aban do s met ros para llegar hast a los fat íd ico s t ubos; la levant é con to das mis fu erzas, arrancándo la de la corrient e helada. Salí co n mi hijit a en brazos, con la mit ad infer ior de la ro pa negra de lodo y la camisa empapada po r haber me lanzado en el últ imo t ramo de bru ces, par a poder alcanzar la, el pelo cho rreando pues ahora llo vía con fuerza. Y sint iendo el pequeño cuerpecit o t ibio que se acurrucaba cont ra mi pecho no pude cont ener el llant o. Mient ras caminaba hacia la casa no podía cont est ar le a mi espo sa Glor ia, que t amb ién lloraba y hacía pregunt as co rriendo a mi lado , mient ras la peq ueña Rocío corría y lagr imeaba t ambién. Rápid ament e la envo lvimo s en una to alla, so bre la mesa de nuest ra cocina, la secamos bien. Glor ia le puso pañales limpio s, y u n o sit o. Ot ra vez la alcé para llevar la a la habit ació n. E lla me miró con cansada gravedad ; apo yó su cabecit a en mi pecho, y se dur mió. Guadalupe t enía ent o nces do s año s. Es una - 34 -

her mo sa muchacha de 18, ho y, y t iene no vio . Su caráct er es muy agradable y repo sado. ¿Qué hubier a o currido de no est ar allí su padre o su madre para salv ar la del agua? ¿Qué suced e cuando no t enemos a nad ie cuidándo nos, durant e la infancia? ---------NOT A: Aqu í he deb ido int er r u mp ir ayer la r edacción de esta Car ta. Retomo, hoy: Ju eves 15 de ma yo de 2003 **

En la esqu ina, casa de por medio con nosot ros, habit a el jefe d e la Po licía Federal co n su familia. Tiene cu at ro perro s. Lo s hemo s vist o pocas veces, pues son su mament e feroces. E vident ement e el je fe t iene miedo. De o tro mo do no se exp lica qu e t enga allí, at ados en el pat io de su casa, a do s gigant esco s rob wyler ( ¿se escr ibe así? me refiero a eso s feo s animales negro s, con algo de bu ll-do gs y dogos) que ladran const ant ement e. Y en su galer ía delant era -t ot alment e cercada por rejas que se u nen con el t echo y se abr en só lo po r un sist ema elect rónico de co nt rol remo t o- ot ro perrazo co mo para una pelícu la de t erro r. Su espo sa -que t ambién t rabaja en la Po lic ía Federal- ha sa lido a veces a pasear fugazment e co n el cuart o perro: es pequeñit o , blanco, coqueto. T iene vo z fin it a, co mo corresponde. Co no cemo s las vo ces de t odos los perros pues ladran, co mo d ijimo s, co nst ant ement e. El más pet izo aúlla a veces de do lor, señal quizás de a lgún t arascón de lo s más - 35 -

grandes -aunque nos ha dicho su vecina in mediat a que lo s t ienen separado s ent re sí, po r rejas cubiert as co n t elas met álicas. Una vez su bí al t echo de mi casa y vi ese pat io : es un campo de co ncent ració n. Se p erciben ámbit os d ifer enciado s, co nfir mando lo d icho por nuest ra vecina int er med ia, en recuadro s t abicado s por estruct uras alambrad as. Al fo ndo lo que parece un par de celdas, de só lido aspect o . To do muy pro lijo, pint ado de verde sapo, co mo los cuart eles milit ar es. Pero vo lvamo s al miedo. Nad ie sensat o se at rever ía a acercarse a lo s perros de mi vecino el po licía. Aho ra bien, est o no se debe a que los animales sean nat uralment e vio lent o s, sino que se han convert ido en eso po r causa del malt rat o recibido . Pese a que est án per fect ament e aliment ados y limp io s -co mo lo s chicos no rt eamer icano s que t o man un fusil para disparar so bre sus co mpañeros- su fr iero n desde su in fancia el miedo t errible d e no saber jamás co n precisió n algo aunque fuera d e lo que sucede en el ext er ior. (4) Lo s co mparo co n aquellos perr illo s vag abundo s, sucios, a veces con algu na llaga, que ho lgazanean en la plazo let a a la cual da el p at io trasero de mi casa. Uno puede acercarse t ranqu ilament e a ello s y acar iciar lo s, po r grandes que sean. So n pobres pero t ranqu ilos. Co mpensan la carencia de aliment os o cuidados co rrecto s co n su libert ad. E llo s habit an g eneralment e casuchas de la ext endida urban izació n humilde que circu nda a nuest ro barr io de - 36 -

clase med ia. Los perro s co mpart en habit acio nes co n lo s hu mano s, a veces duer men ent reverado s con ello s, en el suelo o so bre sencillo s camast ros. También t ienen afect o. La muchacha p ist olera... ¿lo hu biera sido de vivir en Sant iago ? No hu biera llevado el p elo t eñido de “rosa fur io so ”, segurament e, pues su s amigos la hubier an cargado (aquí es inevit able est ar siempr e rodeado de amigos; la g ent e t iene mucho t iempo para co mpart ir). Esa chiqu illa secuest rado ra... ¿hu biese sido t an agr esiva, si la hu b iesen cr iado un padre afect uo so y u na madre?... No deseo redact ar corolar io s para est as sencillas o bser vacio nes que quise co mpart ir ho y. S i ellas sir ven para mot ivar algu na conclus ió n desde ust edes, que a su vez sir va para mejorar un poco el espacio cósmico do nde –nos gu st e o no– conviv imo s t o dos... ¡me sent iré mu y feliz! Un saludo afect uo so, de Un su balt er no est udiant e de la Sabidur ía expresada po r Cr ist o : Julio Carreras ( h) Aut o no mía, Sant iago del Est ero, Argent ina.

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* Matías. Hch. 1, 15-17,20,26. Sal 112/Jn,15 9-17. 1811: D ía de la I ndep endencia de Par aguay. 1904: Mu er e Mar iano Avella na, mis ioner o eva ngeliza dor del pu eb lo, clar et iano, en C hile. 1980 : Masacr e del r ío S u mpu l, en El Salva dor . 1980: Juan Ccaccya Chipa na, obr er o, militant e, víct ima de la r epr es ión p olicia l en P er ú. 1981: E l sacer dot e Car los Gálvez Galindo es ases ina do p or parapolicia les en Guatemala. 1991: P or f ir io Suny Qu isp e, educador y miembr o de or ganizaciones de s olidar ida d, es as es ina do p or par apoliciales en P er ú. (Fuent e: Agenda Latinoa mer icanaMundial 2003. C entr o Nu eva T ier r a, Car men de Patagones, Ar gent ina.) (1) D iar io La Nación, Bu enos Air es, domingo 11 de ma yo de 200 3, página 18. Aclar ación: supusimos “puto”, “putazo” donde s ólo s e hab ía impr es o “p...” (2) “El diálogo entr e p obr es y r icos no s ólo es pos ib le, sino el ú nico ca mino”. E ntr evista con Kar l O tto Ap el. D iar io El L ib er al, s ección Cultur a, Pag. 1, sábado 9 de octubr e de 1993. (3) Guaya mba. Pueb lo entr e las s er r anías, casi en el límit e de Sant ia go del Est er o con la pr ovincia de Catamar ca. Semeja nt e a nu mer os os pu eblos de la r egión, me atr evo a ins er tar un fr agment o de u n viejo cu ent o, con la idea de qu e pu ede s er útil par a imaginar los : “[...] es u n pequ eño conglomer a do de casas antiguas, sencillas y bien cu idadas, entr e las sier r as. [...] Me hallaba, dos o tr es días despu és de llegar , meditando s er ena ment e en la her mosa placita de Belén, mientr as avanzaba suavement e s obr e los ár boles el cr epúscu lo pr ima ver al. Acababan de r egar las calles de t ier r a y f lotaba en el air e u n olor a hu meda d, qu e mezcla do al de las flor es y hojas r ever decient es de los cent enar ios ár boles, pr oducía en el esp ír itu como u na s ensación edénica de

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tr anqu ilidad. E n el moment o en qu e comi enza n a des dib ujar s e los cont or nos y las casas par ecen f lotar en el air e t enu e, fu e qu e vi la apar ición de esa mu jer .” (El Mala m or, 1982) (4) N ota de 2009. R ecient ement e, con mot ivo del inca lif icable desp edaza mient o de u n niñit o p or el dogo de u na abogada de ap ellido L edes ma, mi a migo Alejandr o Br uhn Gauna, esp ecia lista en p er r os, me ha exp licado lo sigu ient e: tanto los dogos, como los r ott weiler (ahor a apr endí a escr ib ir lo gr acias a mi a miga Ama lita), son r azas “ar tif iciales”. Es decir , fu er on cr eadas, por medio de lar gos y tr abajos os entr ecr uza mient os genét icos, qu e inclu yer on tr atamient os qu ímicos, par a obtener r esu ltados esp ecíf icos. ¿Y cuáles er an los ob jet ivos de tal ma nipu lación? Obt ener p er r os ef icaces par a matar . ** Is idr o Labr ador . Juana de L est onna c. Hch. 13,13-25/Sal 88/Jn 13,16-20. 1903: Fusila n en C hir iqu i, Pana má, al gener a l y gu er r iller o Vict or ia no Lor enzo, hér oe nacional. 1986 : Nicolás Chu y Cu mes, pastor eva ngélico, már tir de la lib er t ad de expr es ión en G uatema la. 1987: Már tir es indígenas, víct imas del desp ojo de sus t ier r as, en Baga dó, Colomb ia. Día Int er naciona l de los Objet or es de C onciencia. (Fuent e: Agenda Latinoa mer icanaMundial 2003. C entr o Nu eva T ier r a, Car men de Patagones, Ar gent ina.) P.D.: Agr adezco las r espu estas r ecib idas. Particu lar ment e la calidez de algu nas, como las de Car los R. Zur ita o Víct or M.S. Maldona do, qu ienes ta mb ién envía n u n cor dial salu do par a mi esp osa Glor ia, qu e cu mp lió años el 8 de ma yo. T ambién las de I lea na Álvar ez, Jor ge Canllo y J os é Adet. H e r ecib ido algu nas sin nada escr it o, como la de “Díaz Lannes ”:

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int er pr et o qu e pu edo cont inuar enviándoles mis car tas, con una fr ecu encia más o menos s ema nal. Si no es así, por favor cor r íja nme. Finalment e, aunqu e no en ú lt imo lu gar , cont est o a Víct or : ¡S í, Raúl Dar goltz es u n a migo entr añable, además de un extr aor dinar io ar gent ino! ¡M e a legr o de qu e compar tamos el pr ivilegio de su a mistad! Nu eva ment e, u n salu do afectu os o.

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CARTA Nº 4 Aut onomía, Santia go del Est er o, ju eves 29 de ma yo de 2003 *

¿Qué t ienen los europeo s que no t engamo s nosot ros? Muchas cosas. Part icu lar ment e eso : co sas. Aparat os, edificios, aut o mó viles. Eso t ienen. Co nfro nt ados a tant a d ispo nib ilidad no sot ros aparecemo s desvalidos. Una belga que nos vis it aba en 1988 est uvo un rato o bser vando a mi espo sa quien, muy co nt ent a, preparaba exquis it o s hu evos revuelt os con cebo llas en u na gran sart én, so st eniendo la t apa co n u na mano y cant urreando. Una vaharada, saliendo po r los cost ados de la sart én nos envo lvía. De rep ent e, la belga habló, co mo quien piensa en vo z alt a: -¡Cu án po bres so is! -dijo . - ¿Po r qué? -pregu nt ó mi espo sa. -En Euro pa hubiésemo s hecho esa co mida en poco s minut o s y sin humo, con una sart én neumát ica...** Ot ra anécdo t a: est ábamo s t rabajando y t omando mat e en u n g igant esco galpón donde había por ent onces carp int er ía y curt iembre. Eran co mo las t res de la t arde, hacía u n calo r int enso -no r mal en Sant iago durant e el verano -. En eso llegaron do s ale manes. Venían sud orosos, encend ido s. Eran do s jó venes univer sit ar ios, que est aban - 41 -

haciendo una pasant ía en nuest ro campo eco log ist a. Habían est ado t rabajando, junt o a obreros regulares de la co o perat iva, en la const rucció n de un in menso edific io, de fo r mas circu lares, que se levant aba par a vivienda de lo s alu mno s. Uno de ello s -el más agracia do, que se parecía u n po co a Leonardo Di Capr io, aunque más rubio y meno s áspero - mient ras rec ib ía el mat e me dijo: -Vuest ros o breros so n muy vagos. Lo que nosot ros hic imo s en t res ho ras, ello s lo hacen en u n d ía ent ero. -Bueno , le dije, cont empor izador, pero vo s no t rabajas en eso todo s lo s días. E llos sí. -No -insist ió el alemancit o-. Es su for ma de t rabajar. Los he venido o bser vando desde hace var io s meses... ellos t rabajan mu y desp acio... y si no lo s cont rola algu ien, ensegu ida descansan... Mira -alegó, para reafir mar su t esis- en Ale mania, lo s obrer os de la co nst rucció n hacen, en u na hora, lo que nosot ros hicimo s en t res... ¡y t us obrero s lo hacen en un día! -Mir a, Ulli - le rep liq ué, t odavía con mucha paciencia-. Hay fact o res muy import ant es que det er minan las d ifer encias. Por ejemp lo : un obrero alemán, t er mina de t rabajar y puede bañar se en inst alacio nes adecuadas, puede camb iar se de ro pa, dejando el equ ipo de t rabajo en un ar mar io , para convert ir se en ciudadano prolijo igual que lo s demás. Luego to ma su pro pio aut o, vuelve t ranqu ilament e a una casa co nfort able, dond e lo espera una sucu lent a cena, co nst it uida por aliment os de calidad, co n las calor ías, vit aminas y prot eínas necesar ias par a reno var sus fuerzas de un mo do super abundant e. Cuent a - 42 -

co n el confo rt necesar io para repo sar luego , hast a el día sigu ient e, en que vo lverá al t rabajo t ranquilo y con la segur id ad de que nada le falt ar á a él y a sus hijo s. “E l albañ il de aqu í, co n la mis ma ropa sucia que ha usado para t rabajar vu elve a su casa, en una bic iclet a derrengada cuando la t iene, para encont rar allí, con suert e, un po co de mat eco cido y t ort illa. ( 1) “E nco nt rará t ambién en su rancho a una esposa flaca, arru inada por las t areas y la int emper ie, at r ibulada por las car encias, y a unos hijos t r ist es, con fr ecuencia desnut r ido s, a quienes no sabe si podrá mandar a la escu ela al día sigu ient e, pues muchas veces no t ienen d inero para compr ar zapat illas. A la no che dormirá hacinado con su familia, sobre el suelo o cat res incó mo do s, bajo t echos de ramas infest ados con insect os veneno so s, padec iendo fr ío o calo r pues no suelen t ener elect r icid ad en sus viviend as. ¿Te das cuent a, Ulli, por qué el o brero del ca mpo sant iagu eño no puede co mparar se jamás co n el o brero alemán? E l alemancit o me miró con escept icismo y ensegu ida co nt est ó : -Bueno , pero lo s europeo s no siempre t uvieron todo lo que t ienen aho ra. Nosotros t ambién hemo s sido po bres, hemo s su fr ido mucho. Pero nos hicimo s r ico s a fuerza de t rabajo . Yo creo que es una cuest ión de caráct er: lo s euro peos so n t rabajadores, los lat inoamer icanos son vagos. Ent o nces dije lo que por cort esía y respet o hu mano había est ado evit ando: - 43 -

- ¿Sabes po r qué los euro peos son r ico s, Ulli? -dijePues po rque han pro fanado y saq ueado las r iquezas de to do el rest o del mundo. Esa es quizá la mayor cualidad euro pea: su imp iedad. E l ego ísmo, la crueldad, la ast ucia de su s dir igent es -pr incipalment e los ang lo sajo nes y ger mánico s, pero t ambién los lat inos o his panos-, la brut alidad d e su s ejércit o s, fueron el fact or det erminant e para que Europa se desarro llara ( y más t arde los Est ados Unidos), mient ras Amér ica Lat ina -sus víct imas- iba su miéndo se cada vez más en la pobreza y el at raso . Aquí no había desnut r ic ió n cuando lleg aro n los europeos. Cuat rocient o s años de saqueo s, asesinat os, explot ació n salva je, dejaron a lo s abor ígenes no sólo desnut r idos, sino despo jado s de casi t odas su s r iquezas. El oro, la p lat a, el cobre, fueron ro bado s sist emát icament e por los euro peos, para sat isfacer su ansia de progreso. Cada fábr ica de I ng lat erra u Ho landa lleva en sus ladr illo s el est ig ma d e un lat rocinio: lo s dia mant es del Áfr ica, el est año de Amér ica Lat ina, las sedas de China, arrancadas lu ego de masacr ar, o primir y sup erexplot ar a sus in mensas po blacio nes: he ahí lo s fundament os de la r iqu eza euro pea. Los euro peos no son ni más ni meno s t rabajado res qu e cualqu ier o tra població n del mundo. Tal vez sean más neuró t ico s, más depend ient es de la acció n ext erna, por gener acio nes de o presió n int erna d e su s exp lo t ado res, lo s capit alist as europeos. Pero sin e l in menso financia mient o que significó para ello s durant e lo s sig lo s XVI, XVII, XVIII y XIX el robo de las

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r iqu ezas de t odo el mu ndo , no t endr ían ni el 10 po r cient o de lo que ost ent an ahora. Se quedó callado . Creo que lo impr esio né mucho. La mirada perp leja y asust ada de sus o jos azu les me hizo t emer, sin embargo , haber expresado con demasiada vio lencia mis argu ment o s. ¿Me había propasado?... Lo s españo les (ent onces go ber nado s por un rey alemán, Car lo s V y ent remezclados co n ellos) ¿no habían sido benévo los co n lo s abo r íg enes? Alguno s aut o res defienden a la “evangelizació n”; no se t rat ó de un so met imient o, dicen, sino de una “int egr ació n”. En part e, es ciert o . Se “invit aba” a lo s abo rígenes a ado pt ar el credo cat ólico . Mas previament e debía leérse a lo s pr isio nero s -ant e escr ibano pú blico- un ext enso requer imient o, uno de cuyos párrafos cent rales exhort aba a co nvert ir se a la fe cat ó lica, per suadiendo: “S i no lo hic iéreis, o en ello d ilació n maliciosament e pusiér eis, cert ifíco o s que con la ayuda d e Dios yo ent raré po dero sament e cont ra vo sot ros y os haré guerra por todas part es y manera que yo pud iere, y os sujet aré al yugo y o bediencia de la Iglesia y de Su Majest ad y t omar é vu est ras mu jer es y hijo s y lo s haré esclavos, y co mo t ales lo s vend eré, y dispondré de ello s co mo Su Majest ad mandare, y t o maré vu est ro s bienes y os haré todos los males y daño s que pudiere...” (2) Est os “civilizadores” so st enían: “no hay mejor remed io que el t rabajo en las minas para curar la `maldad - 45 -

nat ural´ de los ind ígenas”. Juan Ginés d e Sepúlveda, el hu man ist a, sost enía que lo s indios mer ecían el t rat o que recib ían po rque su s pecados e ido lat r ías const it uían una o fensa co nt ra Dios. E l conde de Buffo n afir maba que no se regist raba en lo s indio s, animales fr ígidos y débiles, `ning u na act iv idad d el alma´”. (4) En el sig lo XVII, el padre Gregor io García sost enía que lo s ind io s eran de ascendencia ju día, porque “al igual que lo s jud ío s so n perezo sos, no creen en lo s milagros de Jesucr ist o y no est án agrad ecidos a lo s españo les por to do el bien que les han hecho”. (5) En No rt eamér ica a los abor íg enes no les fue mucho mejor. Un recient e est ud io efect uado por Reader ´s Digest narra lo siguient e: “E n 1830 el Congreso aprobó la Ley de Remo ció n, que daba al presid ent e poder para desp lazar a lo s ind io s de sus t ierras, si est aban dent ro de reg io nes co lonizadas por blancos, hacia zonas co nsid erad as s in valor [...] ...al final de la Guerra Civil el esp ír it u d e expansió n hizo que o leadas de granjeros, cazadores, minero s y leñadores emigraran al Oest e, y de nu evo las t ierras (do nde habían sido desp lazados lo s ind io s) fuero n cod iciad as. E l go bier no fed eral, que había pro met ido so lemnement e pro t eger a los ind ios, respo ndió co n u na po lít ica nueva. Forzó a las nacio nes indias a fir mar u n t rat ado med iant e el que ser ían co ncent radas en reser vas est ablecidas, a camb io de pagos anuales. “E st a promesa t ampoco fue cump lida y lo s indio s lu charo n por últ ima vez para remediar lo.

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“Fu ero n derrot ados por so ldado s bien ar mados y aliment ados, y en 1880 fuero n dest ruido s co mo pueblo ind epend ient e. De lo s casi ocho millo nes de hect áreas (que les fueran asig nadas por el prop io gobier no de los EE.UU. en 1830) [...] só lo quedaro n unas cuant as reser vas en las part es más deso ladas del Oest e. Act ualment e sus co nd icio nes no son much o mejor es: ha y 1.5 millo nes de est adounid enses nat ivos asent ado s en 285 reser vas en EUA. “S in poder seguir sus for mas t radicio nales de vida o hallar empleo en el mu ndo del ho mbr e blanco, un gran nú mero de indio s de las reser vas llevan vidas de callada desesp eració n, aq uejados por males co mo la desnut rició n, el alco ho lis mo , la d isfunció n social y e l suicidio”. (6) De o tra manera, se no s ha dicho, en Sudamér ica el abo r igen “fue int egrado”, por medio del mest izaje. Veamo s algo sobre est a cuest ió n: “(En Sant iago del Est ero )...el mest izaje se d io siempr e ent re el ho mbre blanco y la mujer abor igen, nu nca al r evés. Est e habr ía sido , para el varó n abor igen, su ma yor vejamen hist ór ico. Por ot ra part e, el hijo mest izo es asumido só lo po r la madre y negado por el padre. De ahí su pro fundo resent imient o”. (7) Lo s alemanes del est e est án resent idos con lo s del o est e porque hay ent re ello s d iferencias de salar io s. Mient ras u n empleado co mercia l o bt iene en el oest e alemán 317 8 euro s mensuales, en el oest e só lo llegan a 2340. Un o br ero indust r ial co bra en el o est e alemán 2307 - 47 -

euro s; en el est e, 1675. (8) Aho ra bien, ¿cuánt o es el salar io básico de u n emp leado de Co mercio en Sant iago del E st ero ? “350 peso s” d icen lo s convenios, exhibidos co mo mu y d ignos po r los burócrat as del sindicat o. Unos 116 euro s, al cambio. 3062 euros menos que sus pares alemanes. 27 veces y med ia menos. Una revist a ho landesa no s infor maba en 1 999 que lo s ho landeses no sabían mu y bien qué hacer con sus excedent es salar iales. La mayor ía de e llo s programaba via jes, ot ro s lo s invert ían en bienes raíces. Co mo se ve, la sit uació n en Euro pa es eco nó micament e desahogada. Veamo s u na de las fuent es de do nde provino est a pro sper id ad ho landesa: el t ráfico de esc lavos, de cuyo co mercio el emperador Car lo s V les había otorgado la exclu siv id ad, co nvirt ió a la coro na ho landesa en uno de lo s est ado s más r ico s durant e el per íodo de la co nquist a y co lo nizació n de Amér ica. Est a muchacha belga t enía r azo nes, en ver dad, para decir no s “¡Oh!... ¡cuán pobr es so is!...”, con acongo jada co nmiseració n. Co n lo s salar io s de Sant iago muy pocas familias pu eden co mprarse hornos de micr oondas -pese a que u na t elevisió n machacona nos incit a per manent ement e. (Aho ra bien, el concept o de pobreza puede const it u ir só lo un cr it er io “civ ilizado” -es dec ir, de las ciud ades-, po co aplicable a la realidad d e muchos habit ant es del campo . Si se o bser va bien nosot ros no éramo s nada po bres. Po r las mañanas, a las seis y med ia, un obrero de la finca no s t raía el balde co n cinco lit ros de leche recién - 48 -

ext raída -a veces iba a bu scar la yo mis mo. En el invier no llegaba hu meando , en el verano mis niñas acudían co rriendo para aprender a ordeñar. Con sus manit as pequeñas eso era imposible - Ro cío t enía cuat ro año s, Lupit a t res, Alejandra apenas gat eaba-, pero les aseguro que se d ivert ían. Co mo éramo s ap icu lt ores, d ispo níamo s de mie l de la más alt a calidad en cualquie r época del año y en abu ndancia. Lu ego , co n mu y poco esfuerzo, ya que casi t o do crecía allí de un modo práct icament e nat ural, d ispo nía mo s de cebo llas, zanahor ias, rabanit os, lechu gas, to mat es, acelg a, achico r ia, espinaca, frut illas, naranjas, mandar inas, po melo s, granad as, higo s, docas, moras, remo lachas y limo nes. Además en el camp o, creciendo sin necesidad de cu idado s, había po leo, “dient e de leó n”, “t é de burro” y o t ros yu yos, co mo se sabe, med ic inales, además de abu ndant e frut a nat ural, co mo las r iquís imas t unas, mist o l, algarroba, p iquillín, kishcka loro -”pishca lo ro ”, decían mis hijas, es u na frut a roja, semejant e a la t una, só lo que más peq ueña, que crece a los bordes del camino -, et cét era, t odo a nuest ro alrededo r, sin nada que no s impida t omar lo . Tenía mo s además agu a corrient e y elect r icid ad -aunq ue no había mo s pod ido inst alar paneles so lares, no era muy fácil o bt ener lo s aún-. Con un calefó n a leña y el pequeño esfuerzo de ju nt ar las ramas secas que cu br ían el campo para encender el fuego, obt eníamo s agua calient e a cualqu ier hora en el invier no -que en Sant iago es muy breve-. Es ciert o que no disponía mo s de mu cho d inero -ent re ambo s, mi esposa y yo, recibía mos uno 800 pesos, po r ent o nces 400 dó lares-. Pero t ampoco - 49 -

lo necesit ábamo s imper iosament e. S in d inero pod íamo s est ar bien, pues lo esencial, una casa co nfo rt able, la ropa necesar ia, ¡aliment o de pr imera calidad!, lo t eníamo s al alcance de la mano. Verdad es que nos hubier a resu lt ado d ifícil co mprar u n ho rnillo de micro ondas o una sart én neu mát ica. Pero hast a creo que t ienen mucho mejor gust o lo s huevo s y las cebo llas cuando se las hace en una vie ja sart én d e hierro como la nuest ra - y cant urreando po r la sat isfacció n que provee saber que nuest ros hijos co merán, relamiéndose, est o s aliment os que elaboramo s co n u nció n, casi co mo una o bra de art e-. Difer ent e es la sit uació n en la ciudad: si t ú no t ienes d inero ... ¡no co mes! S i no est ás empleado y recib iendo ese d inero regu lar ment e ¡est ás condenado a sufr ir ! Por ciert o hay en el campo t ambién sit uacio nes de indigencia cruel, p ero sólo porque a innumer ables familias les ha sido qu it ado el derecho a la t ierra. S in me d iar esa in ju st icia, les aseg uro que nadie puede sent ir se pobre en el campo .) Bueno , ho y ya he escr it o demasiado. Po r ello pro viso r iament e me d esp ido, afect uosament e, hast a nu est ro pró xima Cart a. Un su balt er no est udiant e de la Sabidur ía expresada po r Cr ist o : Julio Carreras ( h) Aut o no mía, Sant iago del Est ero, Argent ina. - 50 -

* C or dobazo. E n 1969, obr er os, estu dia nt es y vecinos tomar on la cap ital de Cór doba -u na de las ma yor es ciu da des ar gentinas-, ma nif estándos e contr a la r epr es ión militar estatal, qu e ya hab ía deja do mu er t os en C or r ient es y El Chaco. Pusier on en jaqu e a las fu er zas p oliciales, por lo cual el E jér cit o tu vo qu e ocupar la ciu da d. Gob er naba el país el gener al Juan Car los O nganía, impu est o p or un golp e militar . Est e leva nta mient o dio inicio a una etapa de gr an ef er ves cencia popu lar , qu e inclu yó gu er r illas e insur r ecciones par ciales. Esta fu e br utalment e r epr imida dur ant e el gob ier no de Isab el Mar tínez de P er ón y f ina lment e con la dicta dur a militar de Videla -Mass er a y Agost i, la cual a hogó en la sangr e de 10.000 mu er t os, 25.000 pr es os p olíticos y 30.000 desapar ecidos a la ola r evolu cionar ia ar gent ina de los ` 70. ** Esta muchacha b elga p or ent onces s e hab ía instala do, ju nt o a su concub ino, en una f inca mu y cer ca de la ciu da d de La Banda, pr estada por otr a amiga alema na. Los b elgas t enía n por ent onces u nos 26 años ( ella) y 34 ( él). La muchacha er a hija de u n dip lomát ico alemá n, funcionar io en el Par la ment o Eur op eo. Había n venido al Sur buscando “tier ras sin conta minar ”, segú n af ir maban. Unos dos años despu és s e s epar ar on ( él ya venía de u n divor cio ant er ior ). Me ent er é ent onces qu e a mb os er an dr oga dict os. P er o en el cas o del hombr e, mezcla do con u n alcoholis mo exacer bado, se hab ía conver tido en u n pr ob lema gener ador de violencia ins op or table entr e ellos. Poco despu és de esa separ ación, la chica abandonó esa finca y s e fu e a vivir s ola en u na ciu dad. (1) T or tilla, una masa compu esta ú nica ment e por har ina, gr asa y agua, cocida al hor no o s obr e br asas, mu y habitua l

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como ps eu do-a liment o entr e los s ect or es más hu mildes de la pob lación sant ia gu eña. (2) Daniel Vidar t. Ideología y realidad de A mérica, Mont evideo, 1968. (3) E milio R omer o. Historia Econó mica del Perú. Bu enos Air es, 1949. (4) Ant onello G er b i, La disputa del Nuevo Mundo, Méx ico, 1960. (5) L ewis Ha nke, Estudios sobre Fra y Bartolomé de las Casas y sobre la lucha por la justicia en la conquista española de Am érica. Caracas, 1968. (6) R eader ´s D igest M éx ico. Secretos y misterios de la historia. “La últ ima batalla de Cust er ”. I mpr es o en Italia, 1995. (7) F er ná n Gustavo Car r er as. Notas sobre la cultura política de Santiago del Estero. I nstitut o San Mar tín de Por r es, Comu nida des Ecles iales de Bas e. Santiago del Est er o, 2002. (8) D iar io La Nación. Revista. “Ber lín: el mu r o qu e no cayó”. Por Martín D inatale, envia do esp ecia l. 11 de ma yo de 2003 .

Respu esta s (Co n papeló n) Resu lt a que le escr ibí a Clara Rodr íguez, pidiéndo le aut o rizació n para co mpart ir su respuest a con to dos ust edes. E lla mu y cord ialment e me la o t orgó. Pero al ir a bu scar lo s t ext os enco nt ré que por algú n erro r lo s había bo rrado . Por ello pido discu lpas... - 52 -

Deseába mos inc luir, en cada una de est as cart as, algu nas resp uest as recibidas. E llo con la esperanza de que pued an mo t ivar ot ros aport es, y suscit ar qu izás el ger men de una co munid ad virt ual de reflexió n. Co n el ánimo de remed iar un poco el papeló n que hice co n Clara, t rat aré de reproducir desde la memor ia algu no s de los co ncept os recibido s: Clara Ro dr íguez, per io dist a de Quebec, Canadá, había d icho que en el país del No rt e se poseían muchos objet os -hast a el punt o de afir mar que no falt aba práct icament e nada- pero dudaba de s i la gent e era capaz de t ener verdader ament e en cuent a al ot ro, co mo ser hu mano. Tal vez Clar a desee aho ndar un poco más so br e est os co ncept o s. De algú n modo fue la inspiradora de la present e cart a. Ama lia Beat r iz Do mínguez: “...A t u pregunt a de có mo se escr ibe el no mbr e de eso s perros negros, cruza de do go y bu lldo g, t e respondo que so n lo s famo sos ROTT WEILER”... José Rubén Adet : “...ser ía int eresant e hablar un poco so bre las religio nes”...

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Respu esta de mi sob rin o porteño Quer ido t ío Julio: Est e es el pr imer esbozo de respuest a a t us cart as que me sient o a escr ibir. La escasa cant idad de t ie mpo que t engo y la r iq ueza de t us reflex io nes me impid en hacer, po r el mo ment o , más que eso : só lo un esbozo. Aprovecho la o casió n para celebrar t u iniciat iva y par a dart e las gracias po r ella. Es, para mí, u n eje mplo, una lla mada a la reflex ió n y u na fuent e de inspir ació n. Quizás pueda apo rt ar algu na cuest ión desde un pu nt o de vist a algo d ifer ent e al t uyo , pero , sin duda, con las mis mas int encio nes. Digo desd e o tro punt o de vist a po rque, después d e t o do, y aunque me gu st a el co nt acto con la nat uraleza (ese que t us reflexio nes t ant o exalt an), sigo siendo u n animal de la c iudad. Ap arent ement e (escr ibo est o después d e haber leído la cart a 3), est á llegando el mo ment o de ordenar y sist emat izar un poco t us pensamient os, aunque la for ma algo más fragment ar ia qu e venían t eniendo dejó algunas punt as mu y int eresant es par a desarro llar. Sobre todo la cart a so bre el “derecho de per nada” me pareció muy int eresant e, así co mo t us últ imas líneas so bre la génesis de la o rganizació n so cial act ual y el or igen del poder ío euro peo a expensas de los p aíses amer icanos y afr icanos. Est o y bast ant e de acu erdo co n eso de que el ego ísmo fue el mo t o r que mo vió est a maqu inar ia mo nst ruosa de

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do minació n y so met imient o (algo nos enseñó Niet zsche acerca de est o, ent re otros). Lo s ún icos mo ment os en lo s que puedo hablar de algu na d iscrep ancia con respect o a t u exposició n son aquello s en lo s que se desliza un ciert o ant agonismo ent re lo rural y lo ur bano. Pr imero porque la fro nt era que separ a u na cosa de la ot ra no me parece t an clar a. Digo, en el sent ido de que difíc ilment e est én exent os en el campo de todo t ipo de influ encias y co nt act os aunque sea ind ir ect os con la crecient e t ecno logizació n de la exist encia y el do minio sin fro nt eras ejer cido por los med ios d e co mu nicació n en lo que algu no s lla man la er a de la info r mació n. Segu ndo , porque, aún si supo nemo s que exist e t al fro nt era, y aú n reco nociendo que la vida más cer ca de la “nat uraleza” t iene innume rables e inva luab les vent ajas (ser ía nec io y est úpido negar lo, no qu isier a que se me mal int erpret e), me par ece que la exist encia en la ciud ad no s plant ea una ser ie de d esafíos y u na nu eva for ma de co nceb ir la vida que a mí me gust a pensar co mo oport unid ades para amp liar nuest ro ho r izo nt e, sin que est o imp lique la supu est a deshu manizació n que muchas veces se le imput a. Al co nt rar io, la int eracció n co n las nu evas t ecno log ías y las nu evas fo r mas de co mu nicació n nos obligan a amp liar nu est ra co ncepció n de lo que sign ifica ser humanos y abo rdar la relac ió n con el ot ro desde una perspect iva mu cho más amp lia. Las vie jas cat ego r ías de libert ad, frat ernid ad, ind ividuo, co munidad, et c. son inser vibles si no so n refor muladas t eniendo en cuent a la aceleració n y - 55 -

la cr eació n de nuevos espacio s que los últ imo s t iempos sig nificaron ( y seguir án significando... parece que nu est ra ont olog ía se seguirá amp liando infin it ament e con el d escu br imient o - creación de espacio s inaudit os). En est e sent ido me parece import ant e pensar de manera no exclu yent e co n respect o a los dist int os espacio s en los que la vida puede t ener presencia. Creo que el gran proble ma co n to do est o no es la urban idad y el avance t ecno ló gico en sí mis mo s, sino el sist ema en el que ést os t ienen lugar: ju st ament e, el sist ema o presivo que t us reflexio nes int ent an sabia ment e desen mascar ar y co mprender, para poder luego subvert ir, y aq u í es do nde nuest ras int enc io nes vuelven a junt arse. La denuncia qu e se hace desde esa recient e disciplina filo só fica lla mada bio-ét ica a los avances t ecno ló gicos y su ap licació n al ser hu mano parece no ent ender del t odo el mapa que se est á dibujando : la so lució n no pasa por repr imir el avance de la ciencia, sino po r el rep lant eamient o de las relacio nes de poder que se adueñan de la misma. Algo parec ido sucede con lo s po lít ico s de derecha que se llenan la boca hablando de la necesidad de reforzar la represió n de la d elincuencia en lug ar de preocuparse más po r torcer el ru mbo de las po lít icas eco nó micas que dejan a u na part e cada vez más grande de nuest ra sociedad más allá de los límit es de la marg inalid ad. Co mo bien dijo Fid el Cast ro en su recient e d iscur so en la Facult ad de derecho de la UBA, se dedica más t iempo a la medicina t erapéut ica que a la prevent iva. Ent re ot ras cosas, porque es más rent able t ener a la gent e - 56 -

enfer ma y gast ando d inero en medicament o s que evit ar que se enfer me. Bueno , t endr ía algunas co sas más que decir, pero no qu iero cansart e. Así que me desp ido por ahora, esperando po der reto mar algunas de est as ideas en otro mo ment o y co nt inuar el diá logo. Gracias de nu evo por comp art ir t us pensamient os con no sot ros, espero ans ioso t u próxima cart a. Te mando u n gran abrazo , Rafael Mc Namara Carrer as Bueno s Aires Respu esta de Ju lio a Ra fael: Aut o no mía, Sant iago del Est ero, Sábado 21 de ju nio de 2003. Quer ido Rafael: Verdader ament e t ienes razó n. Por un mo ment o creo que caí en pro yect ar una percep ció n individual, muy in flu ida por lo s sent imient os, sobre lo generalizable. Sucedió bajo la evocació n p ersonal de aqu ellos cinco año s t ranscurr idos en el campo , con nuest ras hijas pequeñit as. Deber ía haber reflexio nado un po co más acerca de que -por ejemplo- ese mis mo per iodo no fue feliz p ara mi espo sa. En cambio , ahora la veo rebo sant e y - 57 -

mu y realizada, co mo result ado en gran par t e de los cer ca de 14 año s que lleva mo s ya viviendo, de nuevo, en u na ciudad. Glor ia -pro ven ient e de San Francisco de Córdoba -ciu dad 100 x 100 indust r ial, co n 95 % de sus habit ant es de o rig en no rdeuropeo- es t ambién un “anima l de ciudad” co mo t e reivindicas. Yo mis mo puedo comprender las p art iculares co ndicio nes de felicidad que pueden obt enerse habit ando en grandes ur bes co mo Bueno s Air es. Lo he descr ipt o, inc luso , en var ios de mis cuent o s, muchos de ello s pub licado s en libro, o en mis no velas, par t icular ment e en una pu blicada hacia 1991, Abelardo . ¿Es que lo había o lvid ado ? Sucede, creo, que aunque vivo en un barr io de las afu eras d e Sant iago (conoces mi casa, sabes que es amp lia, ar bo lad a, sale a u na bucó lica p laza por det rás, t enemo s a dos cuadras u n in menso bosque virgen) padezco po r razo nes laborales los efect os de la capit al pro vincial (ciudad afeada por todos los vicios de las grandes urbes, sin sus benefic io s). Pese a ello, creo que est e t ema da para reflex io nar mucho más, cosa que segura ment e podremos hacer, a lo largo de est e proyect o en co mú n emprend ido con las Cart as. Un gran abrazo . Julio

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CARTA Nº 5 Aut onomía, Santia go del Est er o, mar t es, 3 de ju nio de 2003 *

Po co t iempo después de haber me encont rado con quien aho ra es mi esposa -sept iembr e de 1973- ella se hizo at ea. ¿La razón? Había mu ert o su padre. -No puedo creer que exist a un Dio s bo ndadoso, just o, y se lleve a un ho mbre co mo mi padre ¡a lo s 54 año s! decía. Tuve mu chas o bjecio nes para est a afir mació n, pero las callé deb ido a las circunst ancias. Por mi p art e, en ese mis mo per io do había su fr ido la pérdida d e mi t ío Mar iano y de mi abuelo (a quienes quer ía t ant o como a mi padr e). Algo peor: mi no via había muert o, a principio s de ese mis mo año , lo cual me llevó a rozar el su icidio. Pero no a perder mi fe relig iosa. Ho y, t reint a años después, mi esposa ha regresado a su religió n. Es una cat ólica eje mplar -dir ige, inclu so, la secció n lo cal de Car it as-, y pr act ica sin objeció n alg una to do s los precept o s. Yo, en camb io, me he alejado de la ig lesia inst it ucio nal. No só lo del cat olicis mo, sino de to da organizació n. Y a decir verdad, pese a haber t ranscurr ido gran part e de mis 53 años est ud iando o reflex io nando sobre relig io nes, las numer osas

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incert idu mbr es que sust ent a mi razo namie nt o me obligan a caminar por est o s t errenos en punt as de p ies. Int ent aré enseg uida esbozar algunos conceptos que fui hallando , durant e est a búsqueda. La act it ud religio sa par ece haber sido una necesidad mu y preco z en la co nd ició n hu mana. Se atr ibuye a las pr imer as et apas de organizació n, cuando lo s hu mano s se irgu iero n, el surgimient o de embr io nar ios act o s de religio sid ad. “Precisament e gracias a la post ura vert ical puede o rganizar se el espacio confor me a u na est ruct ura inaccesib le a los preho mín idos -sost iene Mir cea E liade- : en cuat ro direccio nes hor izo nt ales pro yect adas a part ir de un eje cent ral d e `arr iba abajo ´. [...] A part ir de est a exper iencia or ig ina l, la de sent ir se `pro yect ado´ en med io de u na ext ensió n aparent ement e ilimit ad a, desco nocida, amenazant e, se elaboran lo s difer ent es medios de `o r ient at io ´, pues no se puede vivir por mucho t iempo en med io del vért igo provocado por la d eso r ient ació n. Est a exper iencia del espacio or ient ado en t orno a un `cent ro´ exp lica la import ancia de las divisio nes y part icio nes ejemplar es de lo s t err it orios, las aglo mer acio nes y las viv iendas, así co mo su simbo lis mo cósmico.” (1) Durant e el sig lo XIX se fo rt aleció en Europa una co rrient e de invest igació n que su puso nuest ros o rígenes cu lt urales en la zo na de la Mesopot amia e Irán. Así, E. Schure in for ma: “La corr ient e se mit a y la corrient e ar ia: he aqu í po r donde nos han llegado todas nuest ras ideas, mit o lo g ías y relig io nes, art es, ciencias y filo so fías. [...] - 60 -

La co rr ient e se mít ica co nt iene los pr inc ipios abso lut o s y super io r es: la idea de la unid ad y la universalidad en no mbr e de u n pr incipio supremo que conduce a la unificació n de la familia humana. La corr ient e ar ia co nt iene la idea de la evo luc ió n ascendent e en todos los reino s t errest res y suprat errest res, y conduce a la d iversid ad infin it a de lo s desarro llo s [...] ( y) las asp iracio nes mú lt ip les de l alma. E l genio semit a desc iend e de Dio s al ho mbre; el genio ar io sube del ho mbr e a Dios”. (2) Refr endando al parecer est o s crit er ios, ciert a oda su mer ia a la cual se at r ibuyen al meno s 5.000 años de ant igüed ad, nos dice: “¡Amigo , quién se encu mbr ara y pudier a subir al cielo y mo rar par a siempr e con S hamash! [...]Po rque cuando lo s dioses cr earon al hombr e le in fu ndieron la muert e, reser vando la vida p ara sí mis mos.” (3) S in embargo parecen haberse gest ado concepcio nes religio sas más ant iguas, en China y la I ndia. Aunque para el pro pó sit o de est as reflexio nes se lo mencio na só lo co mo un dat o adicio nal. Una de las pr imeras manifest acio nes del mo not eísmo surg ió en Egipt o , hace 3380 años: “...Akhenat ó n rebajó a Amó n y a t odos lo s rest ant es dio ses en favor de At ón, Dios supremo, ident ificado con el disco solar, fuent e universal de la vida...” (4) Las refo r mas inst rument adas por Akhenat ón int ro du jeron t ransfor macio nes revo lucio nar ias en Egipt o - 61 -

-aunque po r mu y poco t iempo . Ellas se sust ent aban en una ideo logía bast ant e parecida, en su s precept o s ext er iores, a la que luego no s present ar ía Jesús, llamado “Mesías” o “E l Cr ist o ”. Just icia so cial, u n cu lt o mo no t eíst a… La diferencia - mu y grand e, sin duda- es que el Far aó n int ent ó est ablecer esas refor mas desde la cúsp id e del poder, apo yándo se en la est ruct ura del Est ado y u n po deroso ejércit o, mient ras Jesucr ist o lo hizo a part ir ú nicament e de su proclamada condició n divina. Est a ext remadament e su cint a refer encia a las ideas religio sas t iene co mo pro pó sit o llamar la at enció n sobre t res concept os, que a mi cr it er io pueden ext raerse de ellas: 1) La búsqueda de u na Co munidad basada en el amo r. 2) La posibilidad d e u n p lano más per fect o de exist encia en los Universo s. 3) La art icu lació n de u n sent ido para todo lo percept ib le.

Lo s segu ido res de Jesucr ist o hicieron realidad por pr imer a vez en la hist or ia una sociedad comu nist a. “E l co nju nt o de lo s que hab ían creído vivían unidos; co mpart ían t odo cuant o t enían, vendían su s bienes y pro piedades y repart ían después el dinero ent re t odos segú n las necesidad es d e cada uno”. (5) Dent ro de est e mis mo grupo inicia l, surgieron t endencias que animaban a dejar de lado, además, todo int erés por los o bjet os, para int ent ar la t ransfigurac ió n. Est o se manife st ar ía cu ando - 62 -

dejáramo s el cuerpo (o vehícu lo ) t errenal, para emprender una co nt inu idad super io r de la exist encia, est a vez en u n cuerpo de caráct er más sut il (pu ra energ ía, o lu z). E l g nost icis mo , corrient e muy diná mica de est a pr imer a et apa del cr ist ianis mo, co ncib ió (o recibió por insp iració n) la t eoría de que el mundo no había sido creado po r Dios sino po r Sat anás (a quien algunas int erpret acio nes ident ifican co n Ahr iman, ant iguo dios persa) o Lucifer. (6) Una singu lar versió n evangélica, rescat ada d el salvaje an iquilamient o a que fueron so met idos lo s cát aro s durant e la Edad Media, es la exposició n ant igua más coherent e de est a do ct rina que he enco nt rado. Ella afir ma que Sat anás, quien era un co ord inador g lor io so de las cr iat uras en lo s cielo s “fue her ido de orgullo [...] y qu iso ser seme jant e al Alt ísimo ”. En ese p lan efect uó una ext ensa campaña polít ica, co nvenciendo a innumerables seres espir it uales para segu ir lo en su avent ura. Mas descu biert o por el Padr e, est e ordenó “(a sus) ángeles (despo jar lo) de sus vest id uras, de sus t ronos y de sus coronas ( y asimismo) a to do s los ángeles que habían escuchado y o bedecido a Sat anás.” Ent o nces el ex admin ist rado r de lo s bienes de Dio s, caído en desgracia, ju nt o a sus nu merosos seguidores, erró po r un t iempo en el Univer so, sin dest ino fijo, hast a que: “ro gó al Padre, diciendo: Ten co mpasió n de mí, y t e lo devo lveré t o do.

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“Y el P adre t uvo compasió n de él [...] Y Sat anás se inst aló en el fir ma ment o , e imperó en el áng el del aire, y en el ángel del agua. Y est o s levant aron la t ierra, y el ángel que do minaba sobre las aguas recibió una co rona. Y co n la mit ad de ella hizo la luz de la luna, y la luz de las est rellas [...] y creó el t rueno, la lluvia, el granizo y la nieve. “[...]Y mandó a la t ierra que pro dujese t odos los vo lát iles, y t o dos los rept iles, y lo s ár bo les, y las hier bas. Y mandó al mar que produ jese lo s peces y los pájaro s del cielo. “Y reflex io nando ent re sí, qu iso hacer al ho mbr e a su imagen, y ordenó al ángel del t ercer cielo que ent rase en un cuerpo de barro. “Y, to mando una porció n de est e cuerpo, hizo otro cuerpo en for ma de mujer, y ordenó al ángel d el segundo cielo que ent rase en el cuerpo de la mujer ”. ¿No es est a la hist or ia del Génesis, no es allí la creació n at r ibu ida a Dios? S í, pero t al supo sició n ser ía pro ducto de un engaño . Pues “t omando a una de sus creacio nes humanas, Enoch, lo inspiró” para que inst ruyer a a sus seme jant es, dándo les precept os en no mbr e de Dio s, desd e Abraham a Mo isés. Así, gran part e de la leg is lació n vet ero t est ament ar ia habr ía sido insp irad a, en realidad, según est e relat o, para benefic io del sist ema ad min ist rat ivo de Sat anás. Dent ro de est a concepció n, la venid a de Cr ist o adquiere el sent ido de liberar no s de la pr isió n mat er ial: “E nt o nces los espír it us saldrán de las pr isio nes de los - 64 -

que no ven [...] Y surgirá de las regio nes infer ior es de la t ierra u na oscur idad t emero sa [...] ...que co nsumirá t odas las co sas, hast a el aire del fir mament o. Y el Seño r est ará en todo el espacio que media ent re el fir mament o y las reg io nes infer iores de la t ierra.[...] Y lo s just os br illarán co mo el so l, en el reino de su Padre.” (7) Ter mino est as reflexio nes sost eniendo creer que en un universo t an inmenso , en do nde nuest ro sist ema so lar es apenas, qu izá, co mp arable a u n peñasco en el salit ral, (8) parece mu y d ifíc il q ue ú nicament e la T ierra est é provist a de vid a int elig ent e. S i acept amo s co mo válida la suposició n de que exist an ot ras fo r mas d e v ida int elig ent e, podríamo s acept ar t amb ién qu e algu nas de ellas podr ían ser mu y super io r es a la nuest ra. A su vez, est as for mas su per io res po drían est ar co ordinad as po r ot ras más avanzadas, y así hast a llegar a niveles qu e result ar ían inso ndables para nuest ra rúst ica imag inació n, lo cual habr ía sido resuelt o por perso nas sensib les co n la invenció n del vocablo “Dios”. (O Brahma, At ón, YHWH, Alá, Abraxas, “E l Anciano de lo s Días”...) Discer nir de qué manera se int egra nuest ra exist encia en el cont inuo devenir del Co smos, y cuáles so n los fact o res que o casionan su equilibr io , o desequ ilibr io, ser ía pu es desde est a co ncepció n el pro pósit o de la act ivid ad relig io sa.

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Co nscient e de que no he hecho sino esbozar los pr imeros balbu ceos de un t ema muy amplio, espero al meno s haber acercado un p equeño aport e, para ayudar a co mprend er lo. Me desp ido con un salu do afect uoso. Un su balt er no est udiant e de la Sabidur ía expresada po r Cr ist o : Julio Carreras ( h)

* Hch 20,17-27/Sal 67. Muer t e de Jua n XXI I I. Mañana miér coles 4 de ju nio, s e conmemor a el D ía I nter nacional de los N iños Víct imas I nocent es de la agr es ión. Pr omu lga do por la ON U el 19 de octubr e de 1982, ant e la situ ación de los niños palest inos y libanes es, atr apados p or la agr es ión b élica isr aelí. (1) Mir cea E liade. Historia de las creen cias y de las ideas religiosas. T omo I. Capítulo I. Pág.19. Ediciones Cr istia ndad, Madr id, España, 1978. (2) E douar d Schur é. Los grandes iniciados. Edit or es Mex icanos Unidos. Col. Algar ín, M éx ico. 9ª edición, 1986. Est e autor , miembr o de la Socieda d T eos óf ica, intr odu ce dat os mit ológicos en su nar r ación hist ór ica. Pr es enta sin embar go, de u n modo coher ent e, el cu er p o de ideas qu e hab ían llega do a ser pr esupu est os ma nif iest os o sub yacent es en la concepción eur op ea pr edomina nt e, a fines del s iglo XIX.

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(3) Anónimo. Epop eya de Gilgamesh. T r aducción de Est ela Dos Sant os de la ver s ión italiana de Rina ldi, en Storia dell e letterature dell ´Antica M esopotamia. C entr o Edit or de Amér ica Latina, Bu enos Air es, 1981. (4) Mir cea E liade, obr a cita da. El himno a At ón, cr eación de la ép oca (tr aducido p or Est ela Dos Sant os ), eleva sus loas a est e nu evo dios : “T ú sur ges b ello en el hor izont e del cielo ¡oh! At ón vivo qu e has inicia do el vivir . Cuando t e leva ntas en el hor izont e or iental toda la tier r a se llena de tu b elleza. ¡T ú er es gr ande, b ello, es plend ent e, excels o s obr e t odos los país es”. A su vez, una de las pr imer as obr as lit er ar ias es cr itas, la Historia de Sinhue, r ef ier e: “Es u n dios qu e no t iene igua l, no exist ió ningú n otr o a nt es s emeja nt e a él. ” (T raducción de Mar gar ita Belgr ano, C entr o E dit or de Amér ica latina, Bu enos Air es, 1981.) Mika Waltar i cr eó u na magníf ica novela, insp ir ado p or aqu ellos t ext os ant igu os (Sinu h e el egipcio ). T al vez p oda mos volver s obr e est e t ema en algu na Car ta post er ior . (5) H echos de los Ap óst oles, Cap. 2 Vss 44 y 45. La Biblia Latinoamericana. E diciones Paulinas, Ver b o Divino, Alfr edo Or tells. Chile, 1972. En el cap ítu lo 4, ver s ículos 34 y 35, r eit er an y desar r olla n est e concept o, ins ist iendo además en qu e, de los b ienes vendidos p or qu ienes t enía n esa pos ib ilida d “cada uno r ecib ía de acu er do a su neces ida d”. Este concept o es el mis mo qu e en 1848 s ost ienen Mar x y E ngels, en su fa mos o af or is mo “D e cada cual, de acu er do a sus pos ib ilidades y a cada cual de a cu er do a sus necesida des” (6) Rudolf St einer y sus s egu idor es dif er encian entr e Satanás, Lucif er y u na ter cer a p ot encia t eneb r osa: Sor at. Así,

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cons ider an la op os ición a la obr a de J esucr ist o pr ota goniza da por tr es gr andes fu er zas: “Las actuaciones en el á mb ito astr al de Lu cif er y sus hu est es par a conducir al s er hu ma no a su dest ino ejer ciendo una lab or op os it or a, media nt e la cual el s er hu mano ha logr ado obt ener la ilu mina ción necesar ia en s u int elect o par a iniciar sus pr opios pr oces os de aut o conciencia y desar r ollar los concept os int electua les de los Ar qu et ip os esp ir itua les de Ver da d, Belleza y Bonda d. [...] “Las de Ahr ima n y sus hu est es a nivel et ér ico par a atrapar en la f or ma el impu ls o lucif ér ico, ejer ciendo una lab or op os it or a media nt e la cua l contr apesar las fuer zas centr ifu gas escapistas lu cif ér icas, y qu e como Ps eu do Cr ist o qu eda n ma nif esta das funda menta lment e en el lla ma do `Esta do del Bienestar Socia l´ de est e mu ndo de mat er ia (element o ést e qu e cor r esp onde al dominio asúr ico). S e cana liza n a través de las cor r ient es qu e bus ca n el Cielo en la T ier r a y cuya expr esión más clar a ser ía la socieda d a nglosajona, fu nda menta lment e la Amer icana, aunqu e s e encu entr e t eñida por los p er ma nent es ataqu es des estabilizador es asúr icos. “Las de S or at y sus hu est es asúr icas, apor tando a la for ma ahr imá nica la pesa da mat er ia, pr oduct o de la descomp os ición del esp ír itu y de las cuales s on legít imos r esp onsab les y qu e, como aut ént ico Ant i Cr ist o, D emonio Solar o pot encia polar a la del Cr ist o cu ya máx ima expr es ión es el Amor , s e expr esa a tr avés del O dio. S e ca naliza n a tr avés de las cor r ient es gener ador as de destr ucción y sufr imient o en el mu ndo, alimentándos e o r ecibiendo su tr ibut o, como contr apr estación por el tr abajo apor tado par a el desar r ollo de la hu ma nidad en la T ier r a, en sangr e hu ma na y cuant o más inocent e s ea ésta mejor (s iendo su b oca do más des ea do el su fr imient o y der r a ma mient o de sa ngr e infa ntil).

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“Expr es ión de lo ant er ior son los sacr if icios hu ma nos de det er mina das cultur as a tr avés de la hist or ia. En ocas iones s e pr es enta n con la máscar a de u n apar ent e b ien , como es el caso de det er mina dos or ga nis mos actuales qu e p os een u na aur eola de pr est igio mu ndia l p er o cu yas decisiones causan eleva dos niveles de su fr imient o en las sociedades en las qu e s e aplica n sus r ecomenda ciones. (R ob er t S. Mason, El advenimient o de Ahr ima n, L ondr es, 1998. El fr agment o ant er ior p er t enece a la intr oducción hecha por los tr aduct or es a su publicación española. CERS, Madid, 2000.) (7) Evang elios apócrifos. T omo I. E l E vangel io cátar o de Juan. Tr aducción de E dmu ndo G onzález Blanco. Edición a l cuida do de J or ge Lu is Bor ges. H yspa mér ica Ar gent ina, Bu enos Air es, 1985. (8) “El Univer s o es en su cas i tota lida d u n vacío negr o, y sin embar go el nú mer o de s oles es asombr os o. [...] Sola ment e en la ga laxia de la Vía Láctea p odr ía hab er cien mil millon es de mu ndos, ningu no demas ia do cer ca, ningu no demas iado lejos del s ol loca l, alr ededor del cual cir cu la n en u n silencios o homena je gr avitator io. ” (Car l Sagan y Ann Dr uyan, Sombras de ant epasados olvidados, Edit or ia l Planeta, Bar celona, 1993.) “...sabemos qu e el u niver s o cons ist e en enja mbr es de galax ias, cada uno de ellos cont eniendo des de u nas p ocas docenas a unos millar es de ga laxias individu ales. Cada galax ia, a su vez, es u n enja mbr e qu e cont ien e des de u nos miles de millones a algu nos billones de estr ellas.” (Isaac As imov. Cronología del mundo. Ar iel Ciencia. Colomb ia, 1992.)

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Respu esta s Ho la Ju lio , recibí t u envío, muy int eresant e y real, gracias. Te comun ico que me to mé el at revimient o de reenviar lo a per sonas amigas (de esas que suelen pensar, po r supuest o) locales y de ot ras provincias, pues me parece qu e est as verdades hay qu e d ifundir las a los cuat ro vient o s. Quedamo s en co nt act o, recibe un abrazo y gracias nu evament e. Mar io Cardozo

Respu esta de Ju lio a Ma rio Muchís imas gracias a t i, Mar io. E l pro pósit o de est as cart as es apo rt ar aunque fu ese algunas pequeñas ideas para que nuest ra vida co mo humanos sea un poco mejor. No se venden ni arro jan o t ro beneficio para el aut or que la sat isfacció n de haber logrado au nque sea en part e est e o bjet ivo . De ahí que t u respuest a -co mo las de otros que las envían amablement e- sea considerada co mo mi salar io .

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Textonautas Ho la Ju lio , encant ado de conocer le yo me lla mo sant i, so y u no de los administ rado res de Text onaut as. Me ha imp act ado su cart a, sobre todo la co nvicció n que desprende de sus palabras, (co rroboradas por do cu ment ació n pr ecisa) y po r la ut ilizació n de u n lenguaje sencillo , claro y fácil de ent ender, lo que se agradece. Puede ser d iscut ible si lleva razó n o no en todo (en mu chas cosas sí), po r ejemplo , culpar a Europa de to do s los males que su fr e el mu ndo act ualment e no me parece lóg ico . Reco nozco que hist ór icament e ha podido in flu ir negat ivament e en el present e de esos países, eso es indud able, pero t ampoco creo que sea (seamos, ya que so y euro peo) lo s únicos cu lpables. Pero bueno, no es mi int enció n discut ir, sino agradecer le que nos haya enviado su cart a y decir le que me gu st ó. Po r lo que veo es la número 3, lo cual me ent rist ece porque a nuest ra d irecció n só lo ha llegado ést a, ni la 1 ni la 2. ¿S er ía t an amab le de r eenviar me las ant er iores para poder leer las? Es que hemos t enido fuer a de ser vic io nuest ra cuent a de co rreo durant e algún t iempo y po sib lement e haya sido po r eso por lo que no llegaron. Se lo agradezco , reciba un saludo afect uoso Sant i t ext o naut as@hot ma il. co m

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Respu esta de Ju lio a Santi Lo s To lt ecas, lo s Mayas, lo s Azt ecas y los Tavant isu yus (go ber nados por el I nca) eje rcían una do minació n cruel so bre los pu eblo s bajo su yugo y efect uaban horrendo s sacr ificios humanos. Un hist or iador respet ad ís imo hace subir hast a dos mil por año el nú mero de las víct imas sacr ificadas. He aqu í su descr ipció n: “Las víct imas del ene migo eran de o rdinar io lo s pr isio nero s [...] Eran co nducidas al sacr ific io por los sacerdot es, en pro cesió n, a pasos lent os, al so n de músic a y en medio de lo s cant o s del r it ual. [...] El pueblo, reunido a lo lejos, lo co nt emp laba t odo en u n silencio pro fundo. En fin, la víct ima era t endida so bre la p iedr a fat al. E l sacr ificador se acercaba a ella ar mado de un cuchillo de piedra, le abr ía el pecho , le arrancaba el corazón humeant e, y ro ciaba co n la sangre las imágenes de lo s d io ses. E l cadáver era ent regado al guerrero que había prendido a la víct ima en la bat alla, el cual lo o frecía a sus amigos en un banquet e.” (Diego Barros Arana. Historia de América. To mo I, Capít ulo II: El ant iguo México. Edicio nes Ánfor a, Buenos Aires, 1973.) Más adelant e, est e mis mo aut o r expresa: “Los ant iguos mexicanos t enían fiest as y d iversio nes de d iferent es especies: cono cían muchos ju ego s en que eran d iest r ísimo s; celebraban o st ent oso s banquet es en que se les ser vían delicados manjares; pero una t rist eza casi const ant e for maba el fo ndo del caráct er nacio nal. E n med io de l br illo de las r iquezas, el mejicano viv ía at errorizado por sus preo cupacio nes religiosas, y - 72 -

abat ido no t ant o po r el despo t is mo del gobier no de la t ierra cuant o por el t emor a sus horr ibles y sanguinar io s d io ses”. Ya que t engo est e to mo abiert o ant e mí, junt o a la co mput adora, mient ras escr ibo ( y el libro no es pequeño) apro vecharé para t omar de su narració n otro párrafo: (Huáscar y At ahu alpa, her manos y gobernant es del Tavant isu yu) “Durant e cinco año s [...] reinaro n pacíficament e en sus est ado s respect ivos; pero empeño se enseguida una guerra t err ible en q ue, desp ués de sangr ient o s co mbat es, la vict oria quedó para At ahualpa. Huáscar fue ret enido en una pr is ió n”. (Obra cit ada, Capít u lo XIV, Conqu ist a del Perú.) Qu iero decirt e con est o, Sant i, que po sib lement e hu b iera esperado a lo s millo nes de abor ígenes que habit aban est e in menso cont inent e padecimient os similares –o incluso peores– si no hu biesen llegado hast a aqu í los co nqu ist ado res europeos. Pues si lo s azt ecas y lo s incas – imper ios po r ent onces do minant es– no habían expand ido aún más su opresió n so bre las demás razas, era pro bablement e por falt a de t ecno log ía. Pero como la reflex ió n debe basarse sobre lo que efect ivament e suced ió , les ha t ocado ineludib le ment e a lo s europeo s, qu ienes prot agonizaron hegemó nicament e la co nquist a, cargar co n la ma yor part e de la responsabilidad. Co mo les t o ca aho ra a lo s no rt eamer icanos -simient e epidémica de Ing lat erra- quienes ya cargan sobre sus espaldas el ho rro r de Hiroshima y Nagasaki, el espant o de Viet nam, la incalificable masacre y o presió n de Iraq. - 73 -

No es mi int enció n echar “t o da la culpa” a lo s euro peos. Y debo aclarart e que no guardo prejuicio algu no en co nt ra de Europa ( inclu so, muchos de lo s mo ment os más felices de mi vida lo fueron co n personas pro venient es de allá, a quienes recuerdo co n inmenso afect o ). Mi prop ia sangre es, por lo demás, de or igen remo t ament e europeo. La int enció n de est as reflexio nes es indagar sobre las fuent es pr imordia les de lo s peores inst int os, racio nalizado s en pro yect os y concret ado s en accio nes, que a lo largo de la hist o r ia hu mana han co nducido a su in felic idad. Tenía u n p lan para ello: part iendo de algún hecho emble mát ico (como el “d erecho de pernada” expuest o en una de las pr imer as cart as) abordar sist emát icament e la vio lencia, el ego ísmo, la mezqu ind ad, la ast ucia y develar en lo posible las fo r mas ins idio sas co mo había ido int erpenet rando la cult ura hu mana a lo largo de los sig los. Todavía sigu e en pie est e p lan. Só lo que est amo s dando algunos rodeos, aparent ement e necesar io s, inducidos por la inspiració n. Dent ro del est ud io crono lóg ico de los males, deber íamo s ent o nces analizar la gest ión de los sumer ios qu ienes est ablecieron el pr imer I mper io sobre la T ierra-, lo s egip cio s, lo s babilo nio s, lo s asir io s, los gr iego s y ro mano s, los chino s, los t árt aro s, lo s hunos, los árabes y lo s t urcos ant es de llegar a lo s europeos. Ningu no de lo s mencio nado s fueron ángeles benignos en sus po lít icas de do minació n.

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Espero pues que las Cart as puedan cump lir est os pro pó sit o s, y si lo s podemo s co mplet ar en for ma co lect iva, mejo r. Po r ello quiero decirt e que celebro mu cho t u respuest a, la cual enr iq uece nuest ra labor. Po r correo apart e envío a t u dir ecció n de e- mail las Cart as 1 y 2. Un saludo afect uo so. Julio

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CARTA Nº 6

Aut onomía, Santia go del Est er o, ju eves, 12 de ju nio de 2003 *

So lemo s cr eer que el refinamient o es pat r imo nio de las clases “alt as”. Me parece que no es así. Mas para ent end er nos mejor, es necesar io int ent ar una apro ximac ió n a lo supuest o cuando usamo s la palabr a “r efinamient o ”. Durant e el sig lo veint e las masas humanas fuero n víct imas de las id eas del d ieciocho. Est as par ieron, co mo uno de su s más grandes logro s, el mat er ialis mo. Por ello, se llegó a considerar “refinado ” a quien present ara rasgo s de co mpo rt amient o agradables y ciert a erudició n for mal. Se emparent ó el concept o con la for ma ext erior de los o bjet o s. No cabe duda, ent o nces, que La P iedad de Miguel Angel es u n o bjet o refinado: allí el már mo l aparece pu lido hast a un grado de maravillosa t ersura. Est e cr it er io, ser ía t al vez el qu e per mit ir ía inco rporar a lo s sig n ificado s de la palabra “refina mient o” las acep cio nes: “ext remada crueld ad en la manera de act uar de u na perso na” o “ensañamient o, saña”. ( 1) Algunos reyes franceses del sig lo XVII y su s amigos pract icaban t rabuco t irando cont ra presos a quienes, ant es de so lt ar

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en el bosq ue o rdenándo les correr, los carceleros habían man iat ado , vendádo nles su s o jo s. La cint a Los Demo n io s, prot agonizada por Oliver Reed y Vanessa Redgr ave, ilust ra d icha cost umbre. Allí, los po bres reos so n además embadur nados en alquit rán y emp lu mado s, para dar mayor “lu cimient o” al “fest ival”. En él -u na co lor ida celebració n- part icipan racimos de no b les, vest idos con lujo d eslu mbrant e, bellas damas, fu nc io nar io s, clero; t odos asist ido s por servidumbr e inco nt ab le, asimis mo asaz lujo sa. (2) Discer nimo s, ent o nces, que es só lo aparent e la co nt rad icció n. Así, el t ér mino po día ap lic arse a lo s “no bles” franceses lla mados a est renar más t arde el invent o del do ct o r Guillo t in; e llos ost ent aban sin dud a caract eres de “finura, gust o, exquisit ez, delicadeza, elegancia, dist inció n”, sin por ello est ar exent o s de “ext remada crueld ad en la manera de act uar” ni de “ensañamient o, saña” -ot ros significados inclusos en est a palabra, co mo ya qu edó expresado. Est a co ncepció n del refinamient o que ho y sust ent an las masas en las ciud ades europeas o europeizadas surg ió en el Renacimient o (siglo s XIV y XV). Pero adquir ió defin ició n ideo ló gica durant e los sig los XVIII y XIX, a t ravés d e la idealizació n románt ica. Ar no ld Hauser descr ibe a las clases que le diero n o r igen: “... las co rt es de lo s pr íncipes it alianos del Renacimient o no persiguen t an alt o s fines (co mo lo s de la caballer ía medieva l) ; su co nt r ibució n a la cult ura so cial se limit a a aquel co ncept o que se difundió en el siglo XVI por influencia - 77 -

españo la, pasó a Francia y se impu so allí, const it u yendo la base de la cult ura cort esana y co nvirt iéndose en mo d elo para t o da Europa.” (2) Permít aseno s otra cit a del mis mo libro, pues apo rt a caract eríst icas impo rt ant es de lo s sect ores que const it u yeron -t amizados por el ro mant icis mo- lo s clissés para el co ncept o occident al de refina mient o: “A d ifer encia de la clase señor ial de las ot ras ciudades it a lianas, en pr imer lugar Florencia [...] la ar ist ocracia de Ro ma se co mpone de t res grupos per fect ament e d ifer enciado s. E l más import ant e est á formado por la co rt e po nt ificia con los par ient es del Papa, el clero más alt o , lo s d iplo mát icos del país y ext ranjer os y las in fin it as p ersonalidad es qu e part icipan de la mag nificencia pont ific ia. [...] Un segundo grupo abarca a lo s grand es banqueros y r ico s co merciant es, que en la desp iadada Ro ma de ent o nces, cent ro de la ad min ist ració n financier a pont ificia, que se ext endía po r to do el mundo, t enían la me jo r co yunt ura imaginable. E l banquero Alt o vit i es uno de los más magníficos amigos del art e de la época, y para Agost ino Chigi t raba jan, con la excep ció n del enemigo de Rafael, Migu el Ángel, t odos lo s art ist as famo sos de la épo ca; él d a t rabajo -apart e de a Rafael- a So doma, Baldassare Peruzzi, Sebast iano del P io mbo , Giulio Ro mano, Francesco Penni, Giovanni da Udine y muchos o t ros maest ros. El t ercer grupo est á fo r mado por los miembros de las ant iguas familias ro manas, ya empo brec idas, que puede decirse que no t ienen part e alguna en la vida art íst ica, y mant ienen sus - 78 -

no mbr es co n lust re gracias a que casan a sus hijo s e hijas co n lo s vást ago s de burgueses r icos y con ello dan lugar a una fu sió n d e clases seme jant e, aunque más redu cida, a la qu e ya ant es se había producido en Flor encia y ot ras ciudad es a co nsecuencia de la part icip ació n de la ant igua no b leza en los nego cio s de la burguesía. ” Ad emás de finas en su s modales y gust os, est as clases so n ext remadament e crueles cuando lo consider an necesar io . E l Pr íncipe, de Maquiavelo , ha provist o t al vez u n modelo insu st it u ible del t ipo de personalidad a la cual nuest ro concept o, aquí est udiado en sus acepcio nes o ccident ales, podr ían ap licar se. Mas po r ho y dejemo s est a facet a del asunt o (en ot ra o po rt unidad hablaremos de Lord Byro n, S ir Lawrence de Arab ia y o t ros psicót icos seme jant es, que llegaron a co nst it u ir verdaderos arquet ipos para Occident e). Veamo s aho ra la o t ra, la cu al co nsidero mucho más cercana a la verdadera esencia de la palabra refina mient o. Para no cansar los, hagamo s aquí una pausa; co ncédanme, en el int er ín, una pequ eña reco rdació n. E l seño r Báez me visit aba co n moderada frecuencia en Fer nández. Cuando est o coincidía con alguna acció n mía a campo abiert o, so lía co nt emp lar lo avanzando desde la d ist ancia, perdiendo y recuperando part es de su cu erpo t ras las ondu lacio nes del camino que co nducía a casa o lo s edificio s, luego de at ravesar el inmenso pat io cent ral de la Fu ndació n -alrededo r del cual se levant aban la curt iembre, la carpint er ía, el laborat or io para la - 79 -

ext racció n y depósit o de miel, la casa de Josef Majer (de est ilo seudoalp ino en la sup er fic ie, pero cuyas habit ac io nes pr incipales, se habían co nst ruido bajo t ierra), la de Ulr ich Buck enmayer (ot ra joyit a arqu it ect ó nica, co mpuest a por dos primor osos glo bos de cement o y ado be, bajo lo s cuales se respir aba u n aire u mbro so y fr esco, comp let ament e aislados del ext er ior po r las mejo res mader as en sus abert uras y finas mallas met álicas par a evit ar el ingreso de insect os, unidos ent re sí po r una bo nit a galer ía cubiert a, de fo rma rect angu lar), el g allinero, la Guarder ía (g igant esca co nst rucció n do nde se había aplicado el cr it er io de las casas-g lo bo, per feccio nado t ras el efect o un po co gro sero de la Casa de lo s Alu mno s, más gigant esca aún, poster ior para ubicar la si co nt inu amo s t o mando co mo referencia e l camino a casa pero ant er ior en su const rucció n), a la izqu ierda e l mo lino co n su gigant esco t anque y la huert a co mu nit ar ia, más t arde el corral de las vacas, aú n más aqu í ya el cult ivo exper iment al de frut illas y e l de to mat es per it a, con sus her mét icos t oldos rect angu lares de mat er ial vinílico para preser var los de l fr ío inver nal, después d e at ravesar la acequ ia pasando sobre un ancho puent e, afir mado en só lidos t ubos, el corral de los chanchos, t ras del cual se había const ruido, co n est ér il fir meza, la jau la so bre cement o para una yunt a de pecar íes t raídos de Salt a; enseguida la sen da bordeada po r “d ient es de leó n” que llevaba a casa, tras la cual se abr ían cinco hect áreas sembr adas só lo con melilo t us (para las abejas), el ho r izont e cercano -ocult ador de un - 80 -

ancho canal-, y e l mo nt e, po r part es negad o, t an apret adas crecían allí las innumerables plant as que co nst it u ían su veget ació n. Nuest ra casa er a una co mpo sició n arqu it ect ónica qu e perso nalment e imag inara: dos grandes glo bos, unidos en el medio po r un pr isma rect angular más grand e aún. E l pr imer glo bo fu e dest inado a sala de est ar; era e l único que había quedado sin t er minar (pues se me acabó el dinero). El rect ángulo cinco met ro s y medio de alt ura y nueve d e largo, con leve caída hacia el oest e- cont enía la cocina, nuest ro comedor d iar io, un baño y una pequeña habit ac ió n para huéspedes, co nst ru ida so bre el baño, a la cual se llegaba por med io de u na escala mar inera de hierro empot rada en la pared. E l segu ndo globo (en realidad medias esfe ras, que me agradaba emparent ar imaginar iament e con vient res mat er nales en su per iodo de gravidez) albergaba t res habit ac io nes: una pequeña, al ent rar, hacia la derecha, do nde yo dor mía habit ualment e; ot ra ma yor -o cupando casi t o do el esp acio- do nde, en una gran cama hecha en nu est ra carpint er ía reposaban junt as mi esposa Glor ia co n nu est ras hijas: Rocío, Lupit a y Alejandra. A su lado, la cu na, usada cuando eran ch iquit as, abado nada para siempre luego de haber cumplido un año la más chiq uit a, Ale jandr a. Por últ imo , a la izquier da, otra salit a pequeña: mi escr it o r io. Las t res t enían abert uras, proporcionales a sus t amaño s, de fo r mas o jiva les. Los ambient es est aban separ ado s só lo por t abiques de ladr illo, que habían sido levant ado s hast a u no s dos met ros de alt ura, sin llegar al t echo , de t al manera que mient ras per maneciéramos en - 81 -

aquello s ámb it os pudiésemos est ar cont inuament e en co mu nicació n. E l seño r Báez renqueba levement e. Segurament e por ello se apo yaba en un sing ular bast ón. A diferencia de lo s que sue len llevarse en las ciudad es, no present aba labr anza alguna en su cuerpo ni t er minaba en pu nt era o mango , mucho menos o st ent aba mar files o met al. Era, senc illament e, u na rama relat ivament e der echa de algú n árbo l (est o lo supo ngo) t an irregular co mo fuera gest ada, cu ya su per ficie a l p arecer había sido bruñida só lo por su uso y el t ranscurr ir de los años. La ot ra mano venía o cupada po r un vie jo port afo lio s de cuero sin lust rar. To do en el señor Báez t ransmit ía la impresió n de haber sido usado por mucho t iempo. Su t raje gr is, arrugado, la camisa, que llevaba prend ida en el cuello pero sin co rbat a - lo cual inducía una aso ciació n con lo s t rist es daguerro t ipos mo st rando obrero s indu st r iales del XIXunos geme lo s descascar ados sost eniendo las mangas. Se sent aba en la silla que le o frecía fr ent e a mi pequeño escr it or io (en aquella o fic ina no había lug ar para más de do s o t res personas) y se rela jaba, co nt ánd ome alguna hist or ia breve. Nunca per manecía más de media hora. Viv ía so lo , en u na ru ino sa casucha que ciert a vez vi de lejos, y - alguien me ind icó - le había dejad o su madre. Algu ien me había dicho, t amb ién, que era “ho mo sexual”. Au nque est o po siblement e er a u n infund io de gent es element ales, co mo la mayor part e de quienes habit aban est a zo na de chacareros, ant e su s modales cult o s y at ildamient o ext er io r. Se so st enía con la vent a de libro s. - 82 -

Los info r mant es - inev it ables en lo s pueblos chico sco mp let aban su semblanza afir mando que esos libros los o bt enía en do nació n, recorriendo ed it or iales, libr er ías u mu seo s de Bueno s Aires, donde se present aba co mo “deleg ado de la Dir ecció n de Cult ur a o la bibliot eca de Fer nández”. Nadie sabía en esos ámb it os siquiera la ubicació n geográfica de Fer nández, así qu e el asp ect o de su represent ant e debe de haber les parecido coherent e a t ales do nant es. De vez en cuando el señor Báez conseguía pasa jes sin cargo , en las cat egor ías más humild es del famo so Est rella del Nort e, un t ren que en -con suert e- en 18 t raquet eant es horas de abnegado via je so lía deposit ar a lo s pro vinciano s (que iban aco mpañado s po r cabr it o s, gallinas, pert rechados co n t o do t ipo de aliment os en paquet es) en la est ació n de Ret iro, en Buenos Aires. ¡Bu eno s Aires! Est a referenc ia mág ica t ransport aba la imag inació n del señor Báez, para quien la inmensa ur be se present aba posiblement e co mo debió haber lo hecho el Par is fin isecular en la et apa puebler ina de Rimbaud o Mo d ig lian i. Me co nt ó ciert a vez u na hist or ia que logró qu it ar mis o jo s de los fro ndo sos seibos y los pájaro s que en ello s jugaban, regodeo al que me ent regaba durant e algu nas visit as pues la vent ana de mi derecha había sido d ispu est a para facilit ar lo. Fu e la de ciert o viaje q ue, en el año 1959, había organizado para la Delegació n Cu lt ural de Fer nández, llevando “lo mejo r del art e local: po esía, mú sica, danzas” a la Capit al Feder al argent ina. La descr ipció n de t al gira me provoca algo de sonrojo

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aú n ho y, pero él la cont ó pausadament e, sin in mut arse. Reproduciré só lo la escena de la llegada: “E n Est ació n Ret iro -dijo el señor Báez- nos esperaba el int endent e de la ciu dad” ( ¡el int endent e de Buenos Aires! ¡Un mo nst ruo co n seis millo nes de habit ant es, yendo a esperar a...! ¡u na delegació n cult ural de Fer nández, pueblit o agr íco la perdido en la anchura de Sant iago del E st ero , una de las pro vincias más pobres de la Arg ent ina!) “Luego de que la Banda de Música Mu nicip al ejecut ara algunos t emas de Vivaldi, co n no so t ro s parados en lo s est r ibos del t ren u obser vándo los desd e las vent anillas, muy grat ificado s... (¡de Viva ldi! ¡la Banda t ocaba t emas, precisament e, de Vivald i!) ...el int endent e me ent regó las llaves de la ciudad” E l mis mo recib imient o, en su ma, que en su opo rt unidad merecier an el pr ínc ipe de Gales o Char les De Gaulle. E l seño r Báez se ret ir aba, pues, luego de co nt ar me est as hist o r ias, renqueando , hacia su casit a dist ant e de do nde noso t ro s vivíamo s co mo un kiló met ro. Lo aco mpañaba hast a la galer ía, lo obser vaba bajar y subir las lo mit as hast a perderse en la dist ancia. Me habían d icho que pasaba d ificu lt ades, por lo cual so lía o frecer le algú n desayuno o mer ienda. So lament e acept aba un t é. La últ ima vez me obsequ ió dos libros. Había ido pr imero a la casa de Josef Majer, pero el alemán no quiso co mprar lo s. Lo coment ó sin o to rgar demasiada impo rt ancia al asunt o. ¿Quer ía ver los? Me los most ró .

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Part icu lar ment e u no , Historia de los Papas, de Herder, me impr esio nó. Es un t o mo grande, de ed ic ió n lujo sa, t apa encuader nad a en t ela rugosa bajo la sobr ecubiert a a todo co lo r, hojas int er io res en p apel grueso, eco lógico. Me o bser vó manejando el libro con cuidado, disfrut ó del afect o con que yo daba vuelt a cu idado sament e sus ho jas... lu ego de un rat o de silencio dijo: - ¿Le gu st an lo s libro s? Puede qu edár selo s. Quedé co rt ado . ¡Había venido a vender eso s libros al alemán, posib lement e po rque no t enía dinero siqu ier a para co mer... y me los obsequiaba!... -Seño r Báez...-balbuceé- se lo agradezco, pero no puedo acept ar lo... Ust ed t iene que vender los, es su t rabajo ... -¡No, no! -o rdenó -. ¡Quédeselo s! ¡S e los he regalado !... Para no dar más o port unidad de d iscusió n se levant ó, t rabajo sament e. Ensegu ida est aba ale jándo se po r el sender o. Su cabello co rt o, cano, comenzó a confundir se enseguida con el ho r izo nt e gr isáceo. Y nu nca más lo vi. Pregu nt é po r su paradero mucho t iempo despu és. Me d ijero n que había muert o. ¿Có mo fu e? Lo encont ró una vecina, iba a llevar le t ort illas. Nad a impr esio nant e. Sólo do rmía. E l dir ect o r de Cu lt ura, que era un ho mbre sensib le, d ispuso de la caja chica unos pesit os para que Gr igg io , el carp int ero del p ueblo, le fabr icara un cajó n (cuat ro t ablit as sencillas). - 85 -

Una vez adent ro lo ent erraro n, direct ament e, en un espacio vacant e de la ancha alfo mbra de césped en el cement er io . S in velor io , pues no t enía familiar es. S in cruz, pues manifest aba pú blicament e su agnost icismo.

Tengo para mí q ue el verdadero refinamie nt o requiere ciert as co nd ic io nes, algunas inabordables para las clases ad inerad as. Las pr imer as de caráct er, au nque obt enibles a veces bajo la co mb inació n con ot ras de condic ió n ext er ior. Ent re las pr imeras debe haber hu mild ad, pero t amb ién ciert a megalo manía. Pues una co ndició n esenc ial del verdadero refina mient o es la co nst ant e dispo sició n a sat isfacer las necesidades de lo s ot ro s, no de aquello s que pued en dar nos algo a camb io , sino de lo s desvalidos, lo s necesit ado s, lo s anc iano s, los enfer mo s, los inco mprendidos, abandonados, de los semejant es, en su ma a qu ien co mpart e lo mejo r de su pat rimo nio magro. ¿Y la megalo manía? se me pr egunt ará. Sólo quienes sust ent an est e fact o r en su s car act eres pu eden acceder a la amp lit ud necesar ia co mo para abarcar con su imag inació n a t oda la human idad, y hast a la nat uraleza ent era, al pu nt o de sent ir se int egrados en un só lo cuerpo co n ellas. Buda, Zarat ust ra, Cr ist o, San Fr ancisco de Asís, eran pro bable ment e ind iv iduos a quienes hu biera po dido fácilment e acusarse d e megaló man os. ¿Y las co ndicio nes que d ifícilment e puedan alcanzar lo s r ico s?

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La pobreza y el do lor. La incert idumbr e de no saber si ho y vas a poder encont rar u no s cent avos para co mprar la leche de t us hijo s, o una ropit a que necesit an para poder co ncurr ir a la escuela. E l do lor de innu me rables sit uacio nes difíciles, la pérdida de quienes hemo s amado bajo co nd ic io nes de impot encia... son alg unas sit uacio nes necesar ias para mo ldear las for mas qu e finalment e emergerán, cuando hay buenas raíces caract erológicas, en la verdader a no bleza, que es espir it ual. No digo que sea imposible alcanzar est os requisit os para u n r ico. La mayor ía no lo hace, aú n más, ni siquier a les int eresa en lo más mínimo hacer lo. ¿Dó nde enco nt rar refina mient o humano, ent onces? De hecho puede enco nt rárselo en cualquier part e: en Amst erd am qu izás o en Qu elimane. Mi exper iencia - la cual no co nsidero exclu yent e- sin embargo, es haber la vist o con ma yo r facilidad allí donde no hay demasiadas co sas para co mprar -ni dinero para hacer lo-, allí do nde la vid a es hu milde, en los pequeños pueblo s, en lo s cerro s o valles alejado s, cuant o más ig norados por la civilizació n o ccident al, mejo r. Me desp ido con un salu do afect uoso. Un su balt er no est udiant e de la Sabidur ía expresada po r Cr ist o : Julio Carreras ( h) Aut o no mía, Sant iago del Est ero, Argent ina. - 87 -

* 2 Cor 3,15 -4, 1, 3-6/Sal 84. Mt 5,20-26. Juan de Sahagú n. 1514: P or pr imer a vez s e da lectur a al “Requ er imient o” (al caciqu e Catar apa), en la voz de J uan Ayor a, en la costa de Santa Mar ta (ver Carta Nº 3). 1981. Joa qu ín N eves N or te, aboga do del Sindicato de los T rabajador es Rur ales de Na vir aí, Par aná, Brasil, ases ina do por par apoliciales. (Fu ent e: Agenda Latinoa mer ica na-Mu ndial 2003. Centr o Nu eva T ier r a, Car men de Patagones, Ar gent ina.) (1) E nciclop edia I nt er act iva Santillana. Ver s ión 1.0. 1995. Santillana. Publis hing Compa ny y Chinon Amer ica I nc. (2) D ir ect or : K en Russ ell. Guionista: Aldous Huxley. Estr ena da el 16 de ju lio de 1971 en EE. UU. (3) Ar nold Haus er . Hist or ia s ocial de la lit er atura y el ar te. T omo I. Guadar r ama, Madr id, 1972.

Respu esta s

Julio , est e para que mandes a t us amigo s a ver si co nsigo t rabajo.-Laura: DESEMPLE ADA, Mart illera y Corredor, Of. De Just icia Ad-Ho c. Espec ializada en Vio lencia Familiar Malt rat o y Abuso Sexual I nfant il. Fu ndadora y Coo rd. de grupo s de aut oayuda por mas d e l0 años. Con amplias refer encias, mis grupos han s ido est udiad os por la Universid ad del Co mahue en casi t o das su s especialidades sociales. “Una verdadera escue la de - 88 -

ciudad anía, aprenden sus derechos y sus obligacio nes” un Grupo no una ser ie;- en fin, mil referencias. Me o frezco para t rabajar, o rganizar, cont rolar un Pro yect o product ivo de desarro llo sust ent able. Cu lt ivar la t ierra y cr iar anima les, para aut o aliment ació n y co merc io . Fund ament al: Perso nas que t rabajen aut oest ima (resiliencia), daño s emocio nales, vio lencia familiar, malt rat o infant il, abuso sexual infant il. También: me curo y ayudo a curar el daño emo cio nal pro ducido por la desocupació n. Curar her idas emo cio nales y recuperar per sonas. Co n est o prevenimo s: Delincuencia infant il, embar azo s en ado lescent es, madres cabezas de familia, prost it ució n, especialment e la infant il, abando no de hijos –et c. – dro gad icció n y alco ho lismo -et c. So y Mamá de t res hijo s, con hambre, u no desnut r ido ( l8 año s- l, 90 de alt ura.-) 6to. Año esc. Técnica, ot ro (l6 año s) su fr iendo malt rat o por part e del padre só lo por co mida y edu cació n, 3er. Año, Esc. Técnica, la ot ra Est ud iant e Univer sit ar ia- 6 mat er ias y se recibe de Traduct o ra de Inglés ( vive co n los abuelo s-Jubilados). En algu na part e de est e bendit o país necesit ar án de mis ser vicios, necesit o t rabajar y recuperar a mis hijos.Laura Padilla laurapadilla200 1@yaho o.com José M. Paz l8 l4- General Roca-Río Negr o S i no me lo cort an TE: 02941-42779l - 89 -

Gracias y q ue Dio s me bend iga y t e bend iga.Respu esta de Ju lio a Lau ra Laura, est á mu y buena la present ació n que hicist e por Au ment o de Cuo t a Aliment ar ia ant e el juzgado de Río Negro . Me parece fant ást ica esa redacció n cort azar iana para int ent ar al menos, si no desent umecer un poco las neuro nas de los qu e “impart en just icia”, dejar un t est imo n io de po r dónde pasa la vida, usando una t ermino lo gía que se salt ee eso s alambicados t érmino s inco mprensibles que han invent ado los t radicio nales p icap le it os. He aquí el frag ment o inic ial ( es muy larga para repro ducir la ent era, pero quien la desee co mplet a po r favo r so licít ese la a su aut o ra): “Sra. Jueza: “LAURA ROS ARIO P ADILLA, ESPECI ALIZADA EN VIOLENCI A FAMI LI AR, co n do mic ilio en José Mar ía Paz l8 l4 de est a ciud ad, ant e SS me present o y digo : “I.- Que vengo po r el present e a pregunt ar porque no me qu iere S.S. at ender en for ma perso nal cuando realizo la co nsu lt a de “si puedo hablar co n Ud.”, quiero que sepa y t enga present e mi et er na int enció n de co brar lo s daños y per ju ic io s que he sufr ido, pero como no me ha quer ido at ender le vo y a det allar el t ema que quer ía t rat ar co n Ud. O lo s t emas mejo r dicho, paso det allar el pr imero: “E n las últ imas fo jas del present e Expt e. tiene que co nst ar el act a que labró la secret ar ia de su juzgado, - 90 -

cuando Uds. t o maron not icias de que yo había dejado el Expt e. en el juzgado Federal; le paso a cont ar co mo fue el ep isod io co n esa ru bia t arada que co bra sueldo todos lo s meses y que t iene caca en la cabeza, pr imero me dijo : seño ra Ud. es mart illera, Ud. Sabe co mo es est e t ema, además Ud. ya deber ía después de casi diez años haber rehecho su vida, es decir ded icarse a t ener una pareja, y ya d ejar de est ar con est o s reclamos qu e sólo le t raen más pro blemas - me lo d ijo co n u n t o no de voz muy suave, con gest o s de insinuació n de relacio nes sexuales, me lo dijo -, es u na d e las t aradas que creen que un ped azo de pene le so lucio na la vida a una mujer...” Cent ro Evo liano Est imado Julio Carrer as. Le escr ibe Juan Manu el Garaya lde, secret ar io del “Cent ro de Est udios Evo lianos”. He leído co n verdadero p lacer las cart as Nro. 3 y 4, enviad as por ust ed. La últ ima, so bre t o do , coincide con lo que nuest ro Cent ro de Est ud io s realiza. Est amo s dent ro de la co rr ient e t radic io nalist a (René Guéno n, Ju liu s E vo la, T it us Burkhard, Mircea E liade, Ibn´Arab i, et c.). Nosot ros no hacemo s dis t inció n ent re “derechas” o “izqu ierdas”, “cent ro-derecha”, “cent roizqu ierda”. Para no sot ros, hay una so la lucha: ent re TRADICIÓN y MODERNIDAD. Para algu nos, nuest ros - 91 -

escr it os les pueden parecer “procesist as” ( defendemos la cruzad a por las Malvinas), o “subversivos” (defendemo s el socialismo co mo sist ema de o rganización econó mica ... la econo mía co munit ar ia). Fund ament alment e, defendemos la Trad ic ión Arg ent ina, y el modelo del Mart ín Fierro que rechaza la “civ ilizació n” liberal t raída po r Alberd i, Sar mient o, Ro ca, et c. Nuest ro Mart ín Fierro est ablece un puent e ent re el Hidalgo Do n Qu ijot e de la Mancha, el últ imo so breviv ient e d e u na épo ca donde el Hono r, la palabra era un element o que dignificaba a l Ho mbr e. Ust ed just ament e no s escr ibe desde la Provinc ia que fue in ic iadora de la co lonizac ió n, y del nacimient o de ARGENTUM. Le agradezco sincerament e vuest ros envío s. Un gran saludo ! Juan M. Garayald e Secret ar io - Cent ro de Est udios Evo liano s cent ro evo liano @yahoo.com Bueno s Aires, Argent ina. Respu esta de Ju lio a Juan Manuel Juan Manuel, la t area emprendida con est as Cart as t al vez resu lt e pequeña po r sus result ados, pero de mí requ iere ingent es esfuerzos. Me propo rciona, en cambio , grandes sat isfaccio nes. Una de ellas, la qu e toda obra de creació n suscit a en el co razón de su aut or.

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Ad emás, est as que co ns idero mi salar io ; es decir, las respuest as de esp ír it u s sensibles que cada t ant o recibo (co mpart an o no lo que creo aproximar se a la -t an elusiva- verdad). Le agradezco que se ha ya tomado el t rabajo de escr ibir me. Un saludo afect uoso. Julio Noticia periodí stica en viada por mi sob rino Rafael Est a not a salió ho y en el gran d iar io argent ino (Já!), id eal para leer la después de ver Bowling fo r Columb ine. (Rafael Mc Namar a):

LOS NORTEAMERICANOS: ARMAS, CONSUMO Y MIEDOS

Radiogra fía de una sociedad i mperia l Los nort eameri cano s sienten que son un p ueblo elegido. Tien en la economía capit alista más creativa del mundo. Unen con inteligencia el puritani smo religi oso con los negocios. Consumen compul sivamente. Se alimentan mal: el 31 por ci ento es obeso. Su poderío militar les permit e hoy ganar las guerras. También ejercen violenci a cont ra sí mi smo s. Los obsesiona arma rse y un 70 por ci ento apoya la pena de muerte. En este inf orme, los su eños, los miedo s, los deseo s y las conviccion es de un norteamerican o medio. - 93 -

Mar ina Aizen. Co rresponsal en Nueva York. Aq uella fue una noche sin luna en Jarret , Virginia. Esperé a las puert as de una cárcel, durant e horas y a la int emper ie, que u no de lo s co ndenados a muert e del penal fuera ejecut ado . Recién cu ando una ambulancia co n sus chillido s y su s luces rojas se perd ió en la o scur idad, el jefe de prensa del penal anu nció la muert e del preso con la sobr iedad y el envaramient o de un profesio nal, co mo si hablara de u n asient o co nt able. Cuando todo t erminó, los per io d ist as part imo s en un aut o que recorrió una rut a o scura durant e un largo t recho hast a llegar a un Burger King. Ya en el fast food, vimo s ent rar a tres no rt eamer icano s gordo s y rubio s, vest idos co n ropas in fo r males y có modas, co mo las que usa la ma yor ía. Cad a uno p id ió un licuado . Ant es de t omar lo s, rezaron. ¿Habr ían pr esenciado la ejecució n y ro gaban por el descanso et erno del mu ert o? No pude saber lo . Pero pensé que t ant o esa ejecució n o rdenada y ascét ica de un co ndenado y est a apasio nada plegar ia frent e a un vaso de p lást ico po dían ser la más cert era post al de los Est ados Unidos. Mori r en Miami To das las sociedades t ienen sus p arado jas. Son, al mis mo t iempo, virt uosas y vic io sas; maravillo sas y - 94 -

miserables. Los EE.UU. no só lo t ienen la eco no mía cap it alist a más creat iva y hegemó nica del mu ndo sino t amb ién u n po der ío milit ar super ior al alcanzado por cualqu ier o t ro imp er io en la hist oria de la humanidad. En no mbr e de su s int ereses, se libran guerras que los no rt eamer icano s apo yan por var ias razones. Una de ellas es que no las sufren en casa y suelen mirar las por t evé. También piensan que las virt udes de los E st ados Unidos son univer sales. La Casa B lanca siempre encuent ra, en est a convicció n, la plat aforma para cualqu ier g est a “civilizat oria” en cu alquier rincón del p lanet a. A veces, o curre que esa vio lencia predest inada la d ir ig en co nt ra sí mis mo s. Ent o nces, la sociedad se t orna parano ica y se ar ma hast a los dient es. ¿E sto se debe a que lo s EE.UU. so n la nació n con el nive l más alt o de mu ert es po r armas de fuego del mu ndo indust r ializado ? En Su iza, hay práct icament e la mis ma cant idad per capit a de ar mas que en los EE.UU., pero los suiz os las esco nden mient ras que los no rt eamer icanos las exhiben para persuad ir de su po der y por orgullo. E n los años 80, invent aro n la frase go ing post al para refer irse a quienes en u n at aque de lo cura mat aban a sus co mpañeros de t rabajo o a quien se les cruzar a en el camino. Ent o nces, est o s incid ent es so lían t ener lugar en lo s co rreo s, y de allí el o r igen d e la frase. Per o est as masacres po dían o curr ir en cualquier lado. En u na escu ela, co mo en Co lu mbine ( Co lorado) o en Miami, do nde hace una semana fuero n acr ibillados dos - 95 -

argent ino s y u na brasileña po rque est aban escuchando la mú sica fu ert e. (Frag ment o ) Respu esta de Ju lio a Ra fael Rafael, muchas gracias po r el art ículo. I nquiet ant e y excelent e. Segurament e nos va a ser vir para var ias reflex io nes post er iores y co mo do cument ació n. Un gran abrazo . Julio Las ca rtas... Amigo Carreras: Po cas líneas para agradecert e t us cart as... en más de u n párrafo de ellas he vist o refle jados mis sent imient os. La realid ad, las du das, la esper anza, el descreimient o y un mo nt ó n de cosas est án present es. Una pregunt a... No has pensado en edit ar las, co n for ma de libro ? Gracias ot ra vez y u n abr azo , Ro bert o F. Gayraud Sant iago del E st ero, Argent ina Respu esta de Ju lio a Roberto Est imado ingeniero; necesit aba aunqu e fuese una pequeña insinu ació n para publicar las. Por lo cu al, corr í a po ner las en u n nuevo sit io de I nt ernet que ar mé. Ahora se - 96 -

pueden encont rar las Cart as 1, 2, 3, 4 y 5 en el sit io ht t p://cart asalahu manidad.galeon.co m Tal vez sea más có modo leer las grabándo las en su co mput adora como ht ml; inc lu í en la edic ión algunas fo t o s. Muchas gracias y u n gran abrazo. Julio

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CARTA Nº 7

Aut onomía, Santia go del Est er o, lu nes 30 de ju nio de 2003 *

Eva era una her mo sa y b lanca mujer. Medía dos met ros t reint a. Un vello co br izo recubr ía su pubis , refle jando el so l. Tenía o jos c laros. Ad án o st ent aba cabello s cast años, medía do s met ros co n sesent a cent ímet ro s, era discret ament e mu scu loso . Para aho rrar les descr ipt ividad agreg aremo s que po r lo demás era bast ant e parecido a ese act or aust raliano... Russell Crowe ( ¿se escr ibe así?)...el d e “Gladiador”. Pese a que est uvieron en la T ierra hace 37.917 años, ya no po drá afir marse que fueron “la pr imer a mujer y el pr imer ho mbr e”. Est o parece haber sido un mit o creado po r nuest ra hu manidad po st er io r. Eva y Adán eran mie mbro s de una raza cósmica, super ior, y habían sido t ranspo rt ados al seno de la humanidad - ya exist ent e- en caráct er de “bio elevado res”. Su propó sit o era “mejorar las razas humanas”. Pues “Un Adán y E va P lanet ar io s so n, en po t encia, el don pleno de la gracia física para las razas mo rt ales. La act iv idad pr inc ipal de dicha pareja impo rt ada co nsist e en mult ip licar y elevar a los hijos del t ie mpo.” (1) Pero iban a fracasar en su int ent o (aunque

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no se pueda decir qu e fina lment e su exper iencia result ar a en vano ). “Tras un esfu erzo de más de cien años [...] no vio Ad án sino po co s progresos fuera del Jard ín; no parecía que el mu ndo, en general, est uviese mejor ando no t ablement e. [...] “Fu e u na t area abrumado ra acomet er la misió n adánica [...] (en u n planet a) exper iment al, est igmat izado y aislado po r la rebelió n [...] (ellos) no t ardaron en t omar co nciencia de la dificult ad y co mplejidad de su asig nació n planet ar ia”. Pese a los inco nvenient es, Russell Crowe y Demi Mo ore (perdón: Ad án y E va) “emprend iero n deno dad ament e la labor de [...] eliminar a lo s ano r males y deg enerados de las razas humanas.” ¿De dó nde obt uvimo s est e relat o? De E l Libro de Urant ia. (2) ¿Y qué es E l Libro de Urant ia? Una met icu lo sa explicació n, por part es narrat iva, en 20 97 pág inas - impr esas en p apel biblia, co n let ra pequeña y sin int er lineado-, no só lo de los or ígenes y sent ido de nu est ro planet a con t odas las esp ecies que lo habit an, sino del cosmo s -del cua l se hace una descr ipció n genér ica ocupando unas 500 páginas-, así co mo de los nu mero so s seres sup er io res que durant e milenios habr ían efect uado la t areas de crear nuest ra for ma de vida y co labo rar con su evo lució n. Est e libro fue dict ado por t elepat ía, a lo largo de nu mero sas sesio nes, a un grupo de nort eamer icano s, durant e las décadas del 30 y 40. E llo s habían co menzado - 99 -

a reunir se en el living de un méd ico psiquiat ra -co n pro pó sit o s parecidos a los que ahora animan a muchos grupo s de int ercambio en Int er net -. A pr incipios de la década fu ero n cont act ado s; d esde ent onces, rot at ivament e, d iverso s seres (co mo los “Censo res Universales de Uver sa”, “Po rt adores de Vida de Nebadó n”, y o t ro s) fu ero n d ict ando los 19 6 document o s d ivid ido s cada u no de ello s en u nos 10 capít ulos- que co nst it u yen est e singular libro. En él se llama “Urant ia” a la T ierra. Según reveló a su s t ranscr ipt ores el pr imero de est os seres en co nt act ar los “Urant ia es uno de muchos p lanet as habit ado s similares que ju nt o s comprenden el universo lo cal de Nebadó n. Est e univer so, junt ament e co n o tras creacio nes similar es, for ma el superuniver so de Orvo nt ó n, desde cu ya cap it al, Uversa, provenimo s. Orvo nt ó n es u no de lo s siet e univer sos evolucio nar ios del t ie mpo y del espacio...” En lo s 50 se decid ió la publicació n de lo s do cu ment os, y emp ezaro n los conflict os. Una fracció n se apart ó del grupo principal, pues t enía difer encias pr incipalment e acerca del modo en que deber ía difu ndirse el Libro. Los d isident es so st enían que no debía cobrar se d inero algu no po r su ent rega a quien deseara leer lo, mient ras el núcleo ma yo r it ar io –quienes al parecer llevan, hast a ahora, las de ganar en el largo juic io ent ablado ant e t ribunales no rt eamer icano s- for maro n “una empr esa en regla” par a ad min ist rar, co n efic iencia anglosajo na, el fo ndo ed it o r ial para la pro moció n y vent a de est a vo lumino sa o bra. - 100 -

S i Adán y E va no fuero n lo s pr imeros hu mano s... ¿Có mo se or ig inó nuest ra especie? No s lo explica, muy precisament e, E l Libro de Urant ia: “E l gran aco nt ecimient o de est e per ío do glacial fue la evo lució n del ho mbre pr imit ivo. Un po co hacia el oest e de la India, sobre t ierra que act ualment e (1934) est á su merg id a, y ent remezclados con la cr ía de animales emigr ado s al Asia, d escendient es de lo s t ipo s no rt eamer icano s de lémures, aparecieron r epent inament e lo s mamífero s protohumanos”. (Do cu ment o 61, Cap. 6, “E l ho mbre pr imit ivo durant e la Edad Glacia l”, Pág. 700.) Aún an imales, los proto hu manos co menzaro n a prefer ir el so st enerse sobre las pat as t raseras; “casi do blaban el t amaño de sus predecesores” y lo s superaban ampliament e en capacidad cerebral. Poco t iempo después (considerando los t iempos evo lut ivo s, cont ado s en miles y a veces millo nes de año s) ent re ello s “apareciero n repent inament e lo s pr imat es, t ercera mut ació n vit al. Al mis mo t iempo, una evo lució n ret rógrada dent ro de la raza de lo s mamíferos int er medio s d io o rig en a la descendencia símica; y desde aquel d ía hast a la fecha, la rama humana ha avanzado por evo lució n progresiva, en t ant o que las t r ibus símicas se han est ancado o, de hecho, han ret rocedido.” (Ibídem) Pero, ¿de dónde ven ían evo lucio nando est os mamífero s que fina lment e culminar ían con una mut ació n rep ent ina en mu jeres y ho mbr es? Ret rocedamos un poco para aver iguar lo. “E l padre de los mamíferos placent ar ios fue - 101 -

un d ino saur io del t ipo pequeño , sumament e act ivo, car nívo ro y salt ador.” (Do cu ment o 61, Cap. 1, “La edad de lo s mamíferos pr imit ivo s”, Pág. 693.) Así que pro venimo s de los d ino saur ios. Esto co menzar ía ya a arro jar pist as so br e algu nas conduct as hu manas. Pero dejemo s cuest io nes psico ló gicas y ret rocedamos aún más, para ind agar de dónde provienen lo s d ino saur io s, có mo se o riginaron. O mejo r, para aho rrar suspenso inane, hagamo s un paneo de la evo lució n bio lógica part iendo de sus or ígenes (según E l Libro de Urant ia). Una co mis ió n cient ífica decidió, en plano s super iores, que aqu í est aban dadas las condic io nes para implant ar vid a. (3) Dado que se había pro yect ado est a fo r ma de vid a “a base de c loruro de sodio”, la salo br idad alcanzad a por lo s océanos const it uyó un d at o sig nificat ivo. Se efect úan además ot ras consider acio nes, de las cuales t ranscr ib iremo s só lo algunas que nos pareciero n esencia les. Co mo la necesidad de eleg ir “mares int er io res”, “ext ensas aguas cost ales y bahías prot eg idas”, donde “la luz del so l puede penet rar el agua”. Lo s inspect ores adviert en que “Fluct uacio nes y sú bit o s cambio s de t ensió n en la t emp erat ura, gravedad, y presio nes elect ró nicas mod ifican cualit at iva y cuant it at ivament e la emanació n de rayo s cortos espaciales [...] (provenient es) de lo s t ensos campos eléct r ico s, del espacio ext er ior, o de las vast as nubes de po lvo de hidró geno.” Por ot ra part e “... las condicio nes fís icas pueden alt er arse en gr an medida d ebido a que la - 102 -

rot ación de lo s elect ro nes se halla, en algunas ocas io nes, en sent ido co nt rario al de la conduct a de la mat er ia más gruesa”. Dado que “Las vast as nubes de hidrógeno son verdaderos laborat orios qu ímico s del co smo s” la nat uraleza de sus co mb inacio nes debe proveer cir cu nst anc ias ópt imas para el est ablecimient o de la vida en ello s, las cuales se co nsid eró alcanzad as luego de co nsid erar el panorama evo lut ivo mat er ial de Urant ia hacia aq uella época. Hace 550.00 0.000 de años, pues, un eq uip o int egrado po r grandes seres llamado s “Port adores de Vida”, en co o peración con “los poderes espir it uales y las fuerzas super fís icas”, p lant aron los modelo s orig inales de la exist encia bio lóg ica, bajo las aguas. Lo hicieron en t res áreas, deno minadas “cent ral o eurasiát ico-afr icana, o rient al o aust ralasiát ica” y “o ccident al, englo bando Groenland ia y las Amér icas”. Uno s 100.000.000 de año s después se dio la t ransic ió n de la vid a veget al a la anima l. De aquella et apa aú n “persist en lo s mo hos de limo ”. Suavement e pero sin pausa, “surgen esp ecies de vid a animal radicalment e nu evas. No evo luc io nan a co nsecuencia d e la acu mu lació n grad ual de pequeñas var iacio nes, sino que despunt an a fuer de ó rdenes de vida nuevo s, [...] y aparecen repent inament e.” Aquí nu est ro s guías se precaven de in for mar no s que “La ap ar ició n súbita (t ant o est a expresió n co mo “repent inament e” est án siempr e su brayado s en el or iginal) de especies nuevas y ó rdenes d iversas de o rganismo s vivient es es del t o do bio ló gica, - 103 -

est r ict ament e nat ural. No hay nada de lo so brenat ural vincu lado co n est as mut acio nes genét icas.” En el agua debimo s ser t rilo bit es, algas, braquiópodos, art rópo do s -que confor maro n u na fran ja precursora de los vert ebrados-, peces, anfibio s. Más t arde, y a lo largo de millo nes de años, abando nando el agua debimo s at ravesar otras exist encias bio ló g icas ant es de llegar a humanos. A part ir de ellas fu imo s emergiendo -to da vez que est uvier on maduras las co ndicio nes evo lut ivas- en especies super iores por súbit a mut ació n. Un hit o fu ndament al en la conformació n de nu est ra humanid ad se la d ebemo s a las ranas. Hace 140.00 0.000 de años apar eciero n los cocodrilo s, serp ient es mar inas, rept iles vo lado res y dinosaur io s. Algu no s millo nes de año s después iban a surgir los pr imeros mamíferos. 120.000.000 de años ant es de nu est ro milenio la vida animal llegó sobre la t ierra a su máx imo t amaño, co n lo s dino saur ios. Pero los más grandes de ent re ellos -que llegaron a alcanzar los 24 met ro s de largo - se o r ig inaro n... Ad ivinen dónde. Pues en el o est e de Amér ica del Nort e (región de las Mo nt añas Ro co sas). Paso a paso est e singular co mpend io describe las sucesivas et apas de la exist encia bio lógica sobre la t ierra, hast a llegar a la apar ic ió n del mamífero p lacent ar io y descend iendo de est o s los primat es, mut ació n co n la que hemos co menzado est e panorama. Debido a t al evo lució n, pues, y hace 1.000.000 de años, - 104 -

Urant ia ( la T ierra) “fue regist rada en calidad de mundo habit ado ”. Tal d ist inció n a causa de l apar ecer “r epent ino ”, ent re los pr imat es, de... ¡dos seres hu mano s!... Est o o currió en medio del t er cer avance g lacial. Po r d icha causa es que “lo s únicos super vivient es de est os abo r ígenes [...], lo s esquima les, incluso ho y d ía prefier en habit ar los gélidos climas sept ent rionales.” (Docu ment o 61, Cap. 6, “E l ho mbre pr imit ivo durant e la Edad Glacia l”, Pág. 700.) Lo s pr imero s humano s t uvieron no mbres: Andón y Fo nt a. Tal co sa fue posible d ebido a su inaudit a int eligencia, la cua l les per mit ió invent ar el lenguaje. Part iendo de señas y rudiment ar ias elocucio nes, “lo s mellizo s” ( varón y mu jer) pront o fuero n d ueños de u n repert o rio compuest o por cincuent a ideas, ut ilizables para pro fu nd izar su co no cimient o mut uo y el de su ent o rno . A lo s nueve años (en aquellos t iempos se alcanzaba la pr imer a ju vent ud a esa edad) se escabuller on hacia un flo r ido claro del bosque, ju nt o al r ío, “y sost uvieron una co nferencia de t rascendent al import anc ia”. Los jóvenes hu mano id es “llegaro n a co nvenir en que vivir ían el uno co n el ot ro y e l uno po r el ot ro , y est e fue el pr imero de una ser ie de co nvenio s que, por fin, culminaro n en la decis ió n de huir de sus co mpañeros anima les in fer iores y emprender un via je hacia el no rt e” [...] para “fundar la raza hu mana”. [...]

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“Po co después de que est a pareja jo ven abando nar a a sus co mpañeros para fundar la raza hu mana, se desco nso ló su padre pr imat e (su madre ya había muert o) [...] Se negó a co mer, au n cuando sus otros hijos le llevaban la co mida. Habiendo perdido a la br illant e pareja, ya no le pareció que mer eciera la pena vivir ent re sus seme jant es o rdinar io s; de modo que fue a vagar al azar po r el bo sque y fue at acado por gibo nes host iles que lo mat aro n a go lpes” (Docu ment o 62, Cap. 5, “Los pr imeros seres hu manos”, Págs. 708-709.) Andón y Fo nt a t uvieron muchos hijo s (19, según el Libro ), de los cuales se mult ip licar ía nuest ra especie. Ent re ot ras inno vacio nes, in iciaro n el hábito de vivir en cuevas o chozas, abandonando la t radició n de habit ar lo s árbo les. Y t ambién descubr iero n el fuego ... Los humanos pr imit ivo s -se no s indica- t enían lo s o jo s negros y la t ez mo rena “algo co mo la de u n cruce ent re la raza amar illa y ro ja”. S i hay algú n pueblo co nt emporáneo que se parezca al o r igen de la human idad, est os son los esqu ima les, afir man nuest ros guías. “Fu ero n las pr imeras cr iat uras en ser vir se de las p ieles de los anima les para prot egerse del fr ío ; t enían u n poco más de pelo en el cuerpo que los hu manos de ho y en día.” (Document o 63, Cap. 4, “Los clanes andó nicos”, Pág. 713. ) Co n la ayud a de algunos líderes excepcio nales -co mo Onagar, quien inst ruir ía a lo s ando nit as en la adoració n de “E l qu e da alient o a lo s ho mbr es y animales”- lo s hu mano s fueron evo lucio nando, no sin conflict os.

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E l más apo calípt ico de ellos ocurr ió 500.000 año s at rás; de est as circunst ancias surg ir ían las que iban a lla marse luego “las seis razas de co lor”. En las t ierras alt as d el noroest e de la I ndia “se libró est a guerra sin t regua” ( ¿t al vez nos dará referencias de ella e l Bhag avat -Gu ît â? E l Libro de Uranti a no lo aclara.) De la pro lo ngad a masacre só lo iban a quedar con vida alr ededo r de cien familias. “Pero est os sobrevivient es fuero n lo s más int eligent es y más deseables de t odos los descend ient es de Andó n y Font a...” Ent onces, una pareja co menzó “repent inament e a producir una progenie singu lar ment e int eligent e” de difer ent es colores: ent re sus d iecinu eve hijo s cinco eran ro jos, dos anaranjados, cuat ro amar illo s, do s verdes, cuat ro azules y dos índigo s. Co menzando allí, evo lucio naron co mo razas nu mero sísimas, cad a cual co n sus respect ivas caract er íst icas y cualidades. De ent re ella s, mejor result ó la ro ja, la cual po r su emigració n a las regio nes d e lo que ho y es Amér ica, dejó el Est e libr e para qu ienes finalment e prevalecer ían: u na raza azul. Est os “No t ardaro n en invent ar la lanza y post er ior ment e sent aron lo s fundament os de muchas de las art es de la civ ilizació n mo d er na. E l ho mbr e azul t enía la cap acid ad cerebral del ho mbr e rojo, combinada con el alma y sent imient o s del ho mbr e amar illo. Los descendient es adánicos los prefer ían ent re todas las razas de co lo r que perduraron.” (Docu ment o 64, Cap. 6, “Las seis razas sangik d e Urant ia”, Pág. 725.) ¿A quiénes ent re las razas mo der nas po dría haber dado origen est a protoet nia? Y, a quiénes va - 107 -

ser. “Las invest ig acio nes y exp lo racio nes europeas de la vie ja ed ad de piedra suponen, en gran part e a la exhumació n de herramient as, huesos y art esanías de est os ho mbr es azu les ant iguos [...] Las llamadas razas blancas [...] son los descendient es de est os ho mbr es azules, mo d ificado s pr imero con un leve cruzamient o con la raza amar illa y ro ja, y más ad elant e mejoradas al asimilar la ma yo r part e de la raza vio let a (co mo se recordará, la raza super io r ext rat errest re de Eva y Adán)” (I bídem). E l pr imero de los ext rat errest res que se const it uyó en Co ndu ct o r Supremo de las legio nes humanas fue Caligast ia -pr íncipe in fiel. Est e “Hijo Lano nandec, 9.344 de la o rden secu nd ar ia”, se había preparad o por exper iencia propia en “la administ ració n general del universo lo cal y, post er ior ment e, en la administ ració n específica del sist ema lo cal de Sat ania” (Document o 66, Cap. 1, “E l pr íncipe Caligast ia, Pág. 741). Era el ser ind icado , pues, para so licit ar el go bier no de la T ierra (Urant ia), cosa que efect ivament e hizo y se le acept ó. Aco mpañado de un cuerpo de asist ent es y auxiliares ad min ist rat ivos seleccio nados “ent re más de 785.999 ciudad ano s ascend ent es de Jerusem q ue se ofreciero n para embarcarse en la avent ura [...] Cada uno de los cien eleg ido s pro venía de un planet a diferent e, y ninguno de ellos era de Urant ia.” (I bídem, Cap.2, “E l séquit o del pr íncipe”, Pág. 742.) Luego de la por menor izada d escr ipció n del go bier no de Calig ast ia y la organizació n qu e impuso a lo s humanos - 108 -

-co n qu ienes algu nos de est o s seres de otro s planet as se ent recruzaro n, mejorando las razas- el Libro no s narra su t raició n a lo s p lanes del Supremo. Sat anás, asist ent e de Lucifer, in for mó a Calig ast ia de la “Decla ració n de Libert ad” que lo s ad minist radores celest es de todo el sist ema iban a pro clamar. Al p legarse a ella, est e pr imer Pr íncip e de la T ierra cayó en desgracia. Co mo quiero llegar pro nt o a la sit uació n enco nt rada por Adán y E va, no descr ibir é en det alle los asp ect os de est a rebelió n y sus lu chas; diré so lament e que en ella Caligast ia fue pro clamado “Dio s de Urant ia (T ierra) y su premo ”, só lo para ser desp lazado más t arde por enviado s legít imo s, “lo s Hijo s Melqu isedec”, quienes pusiero n más o menos en o rden al planet a, pero no pudiero n remont ar el desqu icio y d ivis ió n int roducida por los rebeldes durant e su larga apost asía. Para obt ener est o iban a ser enviados, más t arde, Eva y Adán. Pero la car ne -aú n en las Demi Moore vio let a- da la impresió n de haber sido ancest ralment e débil. La cansado ra t area de “e liminar a lo s anor males y degenerados” sin lo grar con ello un vis ible mejoramient o en las ho rdas hu manas, había su mido a Adán bajo la más o scura depresió n. Ent onces -preanunciando algo que Demi moder na habr ía de hacer para supuest o benefic io de su mar ido en película co n Robert Redford- a Eva no se le o currió mejor idea qu e copular co n Cano “quien era un mag nífico espécimen de la super vivencia del fís ico super io r e int e lect o dest acado de sus progenit ores del - 109 -

séqu it o del Pr ínc ipe (Caligast ia) ” (Do cu ment o 75, Cap. 3, “La t ent ació n de E va”, Pág. 842.) ¿Las razones de est a in fid elidad (apart e del placer) ? Hacer un hijo “parcia lment e de la raza Vio let a” usando a est e sement al esco g ido de las mejo res razas humanas, a part ir de lo cual se esperaba obt ener el eje mplar in icial d el progreso evo lut ivo para “las nu merosas t ribus expect ant es”. Quien habr ía act uado como consejero induct or de est a grave falt a, habr ía sido Serapat at ia, jefe de “la confederació n o ccident al o sir ia de las t r ibus nodit as”. En la post er io r narració n de La Biblia -alegór ica-, est e int eligent e po lít ico iba a ser represent ado como “la serpient e”. A part ir de est a falt a, pues, co mienza el pro ceso de degradació n de la raza vio let a, represent ada en el mundo, hast a ent o nces, ú nicament e por Eva, Adán y sus descend ient es, quienes fuero n adq uir iendo cada vez más caract er íst icas hu manas (cuando el pro yecto había sido o rig ina lment e el inver so ). Pero esto confor ma ya ot ra hist or ia -por ciert o narrada co n lu jo de det alles en las pág inas del L ibro de Urant ia, pero demasiado ext ensa para nuest ro pro pósit o de ho y. Det eng ámo nos aquí. En la Cart a Nº 8, quiero co mpart ir co n ust edes mi impr esió n sobre las semejanzas que parece po sible d iscer nir ent re lo s sust ratos del Libro de Urant ia y lo s co ncept o s de Darwin, T. H. Huxley, Gobineau, Mada me Blavat sk y, Lev i Bruhl, Car l Sagan o lo s Mo r mo nes, ent re ot ros t eóricos occident ales de la evo lució n bio lógica hu mana.

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Saludo s frat er nales, de ...un subalt er no est udiant e de la Sabidur ía expr esada po r Crist o : Julio Carreras ( h) Aut o no mía, Sant iago del Est ero, Argent ina.

* G én 21, 5.8/20. Sal.33. Mt 8,28-34. Día de los már tir es de G uatema la. 1520: “La noche tr ist e” ( der r ota de los conqu istador es en M éxico). 1975 : Dionis io Fr ías, camp es ino, ases ina do p or luchar pidiendo tier r a par a los p obr es, en la Repúb lica D omin ica na. 1978: H er mógenes L óp ez, sacer dot e, fu ndador de la Acción Católica r ural, asesina do p or paramilitar es en Guatema la. (Fu ent e: Agenda Latinoa mer ica na-Mu ndial 2 003. Centr o Nu eva T ier r a, Car men de Patagones, Ar gent ina.) (1) “T abama nt ia, super vis or s ob er ano par a la ser ie de mu ndos decima les o exp er imentales, vino a insp eccionar el pla neta y, despu és de hab er r ealiza do su estu dio de pr ogr es o r acial, r ecomendó deb ida ment e qu e a Ur ant ia se le ot or gar an Hijos Mat er iales. Un p oco menos de cien a ños despu és de esta insp ección, Adán y E va [...] llegar on y empr endier on la dif ícil tar ea de int entar des en mar añar los asunt os confus os de un p laneta qu e s e hab ía atrasado p or la r eb elión y qu e, en vir tud de u na pr os cr ip ción, había qu eda do en aisla mient o espir itual” (E l Libr o de Ur ant ia, Docu ment o 73, Intr odu cción: “El Jar dín del E dén”, página 821.)

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“Fuer on Adá n y Eva los fu ndador es de la r aza violeta del hombr e, la novena r aza hu mana qu e apar eció en Ur ant ia. T enían Adá n y su pr ole ojos azu les, y s e car act er izaban los pu eb los violetas por la piel b la nca y p elo clar o - dor ado, r ojo y castaño.” ( E l Libr o de Ur ant ia, Docu ment o 76, “La hist or ia de Ur ant ia”, cap ítulo 4, “La raza violeta”, página 850.) (2) E l Libr o de Ur ant ia. Edición espa ñola. Segu nda r evis ión. Ur ant ia Fou ndat ion, Chica go, I llinois, US A. 1996. (3) “Hace 600.000.000 de a ños la comis ión de P or tador es de Vida envia da de J er us em llegó a Ur ant ia y emp ezó el estu dio de las condiciones f ís icas, pr epar ator io par a or iginar la vida en el mu ndo 606 del s ist ema de Satania. Esta había de s er [...] nu estr a ses enta va op or tunida d de ef ectuar camb ios e inst itu ir modif icaciones en las concepciones de vida básicas del u niver s o local.” (D ocu ment o 58. Cap. 1, “Requis it os pr evios par a la vida fís ica”, Pág. 664.)

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CARTA Nº 8 Aut onomía, Santia go del Est er o, vier nes, 11 de ju lio de 2003 *

Dice Héct or Schmucler, genial ep ist emó lo go cordobés: “...E l po bre mit o del siglo XXI fue invent ado poco después d e la Segunda Guerra Mu ndial: en Est ados Unidos, es decir, en el lugar donde se piensa el mundo, surg iero n lo s modelo s y pro yect os más audaces que d ibu jaro n la t ransició n al t ercer milen io. Una r ica do cu ment ació n sobre el t ema da cu ent a de cómo se co nst it u yeron eq uipos que pensaron la t écnica, la ciencia, la sociedad, con miras a t riu nfar en una posible t ercera guerra calient e, que no exist ió, o t riu nfar en la Guerra Fr ía, que señaló la suert e del mundo durant e muchos año s. Y no les fue mal: t riunfaron. Est udios -que se hic ieron libros- vat icinaro n el nuevo siglo : r igurosament e se sabía có mo iba a ser el siglo XXI no por un act o de ad iv inació n, sino porque as í se lo est aba preparando. Los “fut uró lo gos” anuncian e l fut uro porque descr ibe lo que se est á haciendo para que sea de esa manera. Los paró d ico s profet as de nuest ra época son, en realidad lo s co nst ruct ores de nuest ra época” (1) Est imo que la aguda obser vació n de est e cient ífico puede enfo carse sin d esmedro hacia la int erpret ació n del pasado. Present ada co mo “hist o r ia nat ural”, “ciencia - 113 -

ant ro po ló g ica”, “arqueo lo gía”, ¿no encont ramos a cada paso de lo s grand es “descubr imient os cient íficos” pro vist o s por Euro pa, singu lar es ar mo nías, confort ables ensa mb lamient o s, aso mbro sas avenencias?... Como si en vez de ár ido s discurso s t écnico s se t rat ase de medit adas co nst ruccio nes arq uit ect ónicas renacent ist as. ¿No es po sible, ent onces, que del mis mo modo en que los no rt eamer icano s co nfigur aron durant e el ant er ior fin de sig lo có mo quer ían que sea el siguient e, los ingleses hu b iesen preparado el ca mino sust ent ando un “co no cimient o” univer sal que const it uyese la só lida est ruct ura so bre la cual afir mar, co mo co ro lar io ind efect ib le, el fut uro t ecno lóg ico, cient ífico, cult ural –y po lít ico - del mu ndo ? S i así fuese, dejar ía de result ar sorprendent e la co incid encia medular que se encuent ra ent re algunas do ct rinas relig io sas co mo las de los mor mones, otras de raíz ecléct ica, como la t eo sofía o El Libro de Urant ia analizado en la Cart a ant er io r, y lo que Occident e ha cano nizado co mo La Ciencia cont empo ránea. A co nt inuació n acercar é algu nos de lo s dat os que me ind u jero n est a int erpret ació n. To do s cono cemos las t eorías de Char les Darwin (aunque casi nadie haya le ído sus libro s, salvo quienes lo s adapt aro n para convert ir lo s en un cat ecismo laico). Sus ideas básicas -se nos dice en los libros esco lares- son “la var iabilidad de la descendencia de una pareja y la

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selecció n nat ural o lucha po r la supervivencia, en la que só lo sobreviven los ele ment os más apt os. (2) Det eng ámo s unos inst ant es aquí, p ara señalar una pr imer a ( ¿sorprendent e?) co incidencia ent re la t eo ría del co nsagrado cient ífico y la narració n qu e seres ( ¿ext rat errest res?) d ict aro n a un grupo de pro fesio nales universit ar ios nort eamer icanos en lo s años t reint a, y est á recib iendo empeñosa difusió n ho y bajo el t ít ulo de Libro de Urant ia: “E st o s mamífero s protohu manos [...] disponían de cerebro s más grandes para su t amaño [...] desarro llaron un esp ír it u t r ibal [...] (eran) so bre maner a beligerant es [...] no dudaban en hacer les la guerra a sus vecinos in fer io r es; y así, mediant e la sup er vivencia select iva, la especie fue mejorando pro gresivament e.” (3) ¿No es una descr ip ció n mu y gráfica y práct ica de la t eoría de la selecció n nat ural? Est e libro present a, a todo lo largo de su escrupulo so relat o de la evo lu ció n bio lógica, un desp liegue de las t eorías darwinist as, enr iquecidas por ciert o con los post er iores descu br imient o s genét icos de Mend el y Morgan, que vinieron a redondear la perspect iva o r iginal puliendo sus aspect o s menos defend ib les. La reciclada corr ient e, conocida co mo neo darwinismo , pro po ne co mo causas de la var iabilidad de lo s descend ient es las mut acio nes, o camb io s del mat er ial hered it ar io , y la r eco mbinació n genét ica, o int ercambio de genes ent re lo s cro moso mas ho mó lo gos durant e la for mació n de los gamet os. Luego, sobre est as

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d ist int as for mas act úa la selecció n nat ural escogiendo las más ad ecuadas. ¿E n qu é cir cu nst ancia hist ór ica se encont raba Ing lat erra cuando desde el seno mis mo de su cult ura ver ía nacer la t eo ría evo lucio nist a d e Dar win? A part ir del ú lt imo t ercio del siglo XVIII -nos dice un excepcio na l soció logo “la in vest igació n est á do minada po r la per spect iva t ecno ló gica”. Po co ant es provee la sínt esis de u no de lo s pilares cu lt urales de la ment alid ad inglesa, expresada por medio de la lit erat ura. “Ro binso n Cru soe - ind ica-, (es) el ho mbr e que abando nado a sus prop io s recursos domina la nat uraleza rebeld e y crea de la nada bienest ar, segur idad, o rden, le y y mo ral... [...] La hist o r ia de su avent ura es un himno co nt inu ado a la diligencia, a la persever ancia, al ing enio , al sa ludable buen sent ido que vence t o das las d ificu lt ad es, en su ma, a las virt udes práct icas burguesas; es el credo de una clase so cial ambiciosa conscient e de su fu erza, y al mismo t iempo el programa de u na nació n jo ven, emprend edora, d isp uest a al do minio mu ndia l. ” (4) Por ciert o , Ro binso n adquier e pro nt o un cr iado negro (co mo co rrespo ndía a un ing lés) quien, pese a ser nat ivo de la reg ió n, nunca se había dado cuent a de la gran pro sper id ad que pod ía obt ener en base al apro vechamient o racio nal de su nat uraleza. Co nt ando la bio grafía de Darwin, Car l Sagan mencio na su genealo gía cient ífico- familiar de un mo do que t rae reminiscencias al del apóst ol Lucas cuando desmenuza - 116 -

lo s ant epasados de Jesús para probar que desc iende d irect ament e de David, Noé, Mat usalén, Adán... y Dios. “Erasmu s Darwin, insigne aut o r, médico e invent or, y Jo siah Wedgewo od, quien se había elevado de la po breza fu nd ando la dinast ía de ceramist as Wengewood [...] co mpart ían op inio nes radicalment e progresist as, incluso llegaron al ext remo de apo yar a las co lo nias rebeldes durant e la Revo lució n amer icana.” ( !) Permít asenos c it ar ot ro s frag ment os de Sagan, dado lo represent at ivos que resu lt an acerca de la ment alidad señalad a por no sot ro s en lo s su st ratos del pensamient o occident al: “Su club (el del abuelo de Darw in con sus amigos) se lla maba La Sociedad Lunar. [...] Eran miembros de él Willia m S mall, que hab ía enseñado ciencias a T ho mas Jefferso n (en la Univer sidad de William y Mar y en Virg in ia y qu ien segú n Jefferso n `pro bablement e decid ió el d est ino ´ de su vida) ; James Wat t , cuyas máquinas a vapor pro pu lsaro n el I mper io Br it ánico ; el químico Jo sep h Pr iest ley, el descu br idor del o xígeno; y un especialist a en elect r icidad lla mado Benjamin Franklin. ” Más adelant e, Sagan no s narra qu e el abuelo de Darwin había co no cido el best sellerat o con t res tomo s (¡en verso s!) donde expo nía sus especulacio nes so bre la evo lució n bio lógica de las especies veget ales. Dado su éxit o, Darwin abu elo decid ió lanzar un vo lu men de ¡2.500 pág inas!, est a vez en pro sa, lla mado Zoo no mía, o las leyes de la vida orgánica. En él, ent re ot ro s co ncept os, el abuelo sost enía que “hay t res grandes o bjet o s del deseo que han camb iado las for mas de - 117 -

mu cho s animales en sus esfuer zos por sat isfacer los: el hambre, la seg ur idad, la lujur ia”. Vo lvamo s o t ra vez por unos inst ant es al Libro de Urant ia, só lo para ver que en el capít ulo ant er ior ment e cit ado se señala, asimismo , que en est o s lemures prehu manos “E l hambre d e aliment o y el deseo sexual quedaro n bien desarro llados” mot ivándo lo s a const ant es avent uras y descubr imient os. Lo transmit ido po r sabio s ext rat errest res se parece ext raordinar ia ment e a lo enu nciado po r el abuelo de Darwin: “Hay t res grandes o bjet o s del deseo que han camb iado las for mas de mu cho s animales en sus esfuer zos por sat isfacer los: el hambre, la seg ur idad y la lujur ia”, dice Erasmus, en su Zoo no mía. Par ece que el viejo daba part icu lar impo rt ancia a la lujur ia. Tant o que su últ imo libro se deno minó : Aclamemo s LAS DIVINIDADES DEL AMOR SEXUAL “... las ma yúscu las so n suyas”, ac lara Sagan, quien más abajo no s d ice: “Su niet o Char les [...] leyó Zoo nomía do s veces; la pr imera a lo s diecieo cho años [...] Est aba o rgullo so de la precoz ant icipació n d e su abuelo en algu nas ideas que veint e año s despu és har ían famo so a Jean Bapt ist e Lamar ck. (5)

E l 18 de dicie mbre de 1912, Art hur S mit h-Wo odward y Char les Dawson, reco no cido s expert os en prehist oria, o frec ieron una co nferencia prensa. “Co n elo cuencia br illant e” - según las crónicas- anunciaron que habían - 118 -

descu biert o en P ilt do wn, Sussex (I ng lat erra), los rest os de u n ho mbre prehist ó r ico. Esa mis ma t arde ocupaban las pr imer as planas de lo s más import ant es diar ios del mu ndo . Rebaut izado como Eant hropus Dawso ni, el “ho mbr e de P ilt do wn” fue co nsiderado po r los invest igado res co mo el po sible “eslabó n p erd ido”, est o es, la et apa de t ransic ió n evo lut iva ent re el simio y e l ho mbre. Un so lo det alle desp ert aba dudas: sus d ient es mo st raban u n desgast e p lano , fenó meno nu nca vist o en lo s pr imat es. Aunqu e los rest o s del Eant hro pus no encajaban ent re sí, lo cu al o blig aba a imag inar demasiadas part es, el hallazgo había desp ert ado un ent usiasmo ind et enible en los ámbit o s universit ar ios europeo s. E l mismís imo T heilard de Chard in refrendó la idea. Habiendo viajado a Ing lat erra especialme nt e para co labo rar con los cient íficos, en 1913 dio a pu blicidad el hallazgo de o t ro canino en P ilt down, lugar que algunas revist as especializadas empezaban a co nsiderar ya co mo un sit io clave para la evo lució n de la humanidad. En 1915 sucediero n ot ros hallazgo s en el mis mo lugar. Ot ro cráneo y u n d ient e de simio co n desgast e plano. Parecía t rat arse de un seg undo Eant hro pus. Los cient ífico s ing leses S mit h- Woo dward y Dawson alcanzaron ent onces el p inácu lo del prest igio mu ndia l. Pero hacia fines de lo s años 30 co menzaron a surg ir ciert as dudas. E l Mu seo Br it ánico se negaba a per mit ir el est ud io de las reliq uias. La Guerra det uvo por un t iempo las inqu is icio nes. Pero cuando por fin se logró obt ener el - 119 -

per miso inglés par a so met er a lo s huesos a una prueba de flúo r, lo s result ado s fueron lap idar io s: ¡el cráneo y las mand íbu las reve laban respect ivament e 500 y 600 años de ant igüed ad! En 1953 t er minó de develar se una siniest ra co nfabu lació n: ¡”alguien” (decían las cró nicas) hab ía ent errado un max ilar de orangut án y cráneos de ho mbres mo d er no s.” Lo s aut o res del fr aude, Dawson, S mit h- Woodward y Theilar d de Chardin aún vivían, co mo venerables aut o ridad es de las ciencias ant ropológ icas. Ningu no de ellos marchó preso. Las pruebas de la mist ificació n fueron co nsid eradas insuficient es por lo s t ribu nales br it ánicos. (E l prest igio académico de los acusado s era ya enor me. En el caso de Theilard de Chardin, act ualment e se ag igant ó.) Sin duda pesó en esa co nsid eració n el que t o da la co munid ad cient ífica euro pea y mundia l se hu biera mant enido engañada durant e 40 años con la idea de que el ho mbre de t ransició n a nuest ra act ual humanidad – el t an buscado “eslabó n perdido” – se había incubado... en I ng lat erra.

Más o menos u n sig lo ant es -en 18 20- ot ro S mit h -”el pro fet a”- había hecho t ambién un descubr imient o, est a vez en No rt eamér ica. Joseph, u n ado lescent e débil y enfer mo, que había qu edado rengo por causa de una grave enfer medad, t uvo una visió n. É l mismo la narra: “...vi una co lu mna d e luz, más br illant e que el so l, d irect ament e arr iba de mi cabeza [...] (y) a dos - 120 -

Perso najes, cu yo fu lgor y glor ia no ad mit en descr ipció n. Uno de ello s me habló , llamándo me por mi no mbre, y d ijo, señalando al ot ro: Est e es mi Hijo Amado: ¡Escúchalo !” (Joseph S mit h, Hist or ia, 1: 15:17.) ¿Y qué expresó el Hijo ? Que t odas las iglesias de la t ierra “eran una abo minació n a su vist a”. Un p equeño libro , pr imo rosament e impreso, enseña que “Dio s lo había escog ido a él, u n jo ven desconocido que viv ía en la reg ió n o ccident al de Nueva York, para llevar a cabo la o bra maravillo sa y el pro digio de rest aurar el E vangelio y la Iglesia de Jesucr ist o sobre la t ierra.” (6) Lo s pro d ig io s recién co menzaban, pues más t arde siempre co nducido po r visio nes- Joseph S mit h recibir ía, de mano s del ánge l Moroni, unas refinadís imas planchas de o ro , que cont enían sing ulares revelacio nes. Desp ués de t raducir al inglés el co nt enido de las p lanchas, el jo ven pro fet a procla mar ía al mundo un dat o t rascendent al: ¡Jesucr ist o había est ado en donde ahora se er ig ían lo s Est ados Unido s! ¡No só lo eso, sino que había ent regado a “lo s gent iles” (ciert os descendient es de razas que, ju nt o a lo s ind io s, poblaran ant iguament e la pr ivilegiada reg ió n) document os esencia les para co mprend er la hist or ia y el sent ido de la humanidad. ¿Qué caract er íst icas t enían esos gent iles, elegido s por Dios? E l Libro de Mor mó n -const it uido por aquello s do cu ment os de las p lanchas- no s las descr ibe: “...eran blanco s y mu y bello s y her mo sos, semejant es a los de mi pueblo ... [...] el Espír it u del Seño r est aba sobre lo s - 121 -

gent iles, y prosperaro n y o bt u vieron la t ierra por herencia...” (7) Pro nto el jo ven consiguió adept os para su mis ió n, pr incipalment e ayu dant es par a la t raducción y post er ior pub licació n de lo s t ext os. Aunque el semianalfabet o S mit h d ict aba su t raducció n a un amigo, co nsu lt aba las Tablas en secr et o, sent ado det rás de una sábana co lgad a de u na cuerda, mient ras el escr iba t omaba not a de sus palabras desde el ot ro ext remo de la habit ació n. Est e libro de 650 pág inas revela ent re o tras mu chas co sas que, ant e la decadencia del pu eblo elegido , en t ie mpos de Mo isés, Dios separó una rama del t ronco o rig ina l para co nducir lo s hacia una nueva T ierra Pro met ida. ¿Y cuá l era esa nueva T ierra P romet ida? Ni más ni menos que Nort eamér ica. Co ndu ciendo al grupo a t ravés del Jordán hacia el mar, y luego por medio de una ser ie de “accident es” hacia la Nueva T ierra, Dios preser va de est e modo una simient e para rest it uir el sent ido de su creació n a la humanidad, cuando lo s jud ío s no le sir vier an más debido a su “t raició n”. Mark Twain calificó de “cloro for mo impr eso” a est e libro , pero debió leer lo aunque no más no sea parcialment e, del mismo modo que bast ant es no rt eamer icano s de su épo ca. Pese a la sorna del no velist a los mor mo nes creciero n y prosperaron sobre Est ados Unidos, co mo profet izaba su libro . Tant o que llegaron a fu ndar uno de los est ados más prósperos de ese país, Ut ah, que aún do minan. - 122 -

Lamar ck junt o al geó lo go Lyell co nst it uyeron dos de lo s p ilares do ct rinar ios co nfesado s por Darwin. Pero le falt aba u na pieza para llegar al cierre de su famo sa t eoría. Desesperaba de hallar la, mient ras lo aco saba u na enfer medad padecida desde su ado lescencia: inso po rt ables do lores de cabeza, nauseas, at aques de ago t amient o que lo echaban en la cama. “Darwin est aba ahora seguro de que la mo dificació n de las especies se producía por una suert e de selecció n” nos d ice o t ro biógrafo . “¿Pero có mo?”. Debía haber u n agent e nat ural, para explicar est a causalid ad. E l problema es que Darwin no lo enco nt raba. “Dur ant e est e per iodo de int ensa act ividad ment al, mient ras se ha llaba preocupado co n la busca de la clave de l pro blema que ahora le o bsesio naba, t omó al azar u n libro con el o bjet o de d ist raer su ment e fat igada. Era el E ssay on Populati on de Malt hu s, que pu so a Darwin sobre ascu as. ¡Allí est aba su mecanis mo: la lucha po r la exist encia!” (8) Est e libro le iba dar las líneas claves p ara colocar las p iedras básicas de su doct r ina. “¡Qué fácil de ver resu lt aba aho ra que esa lucha t remend a po r la exist encia [...] era una fase co nt inua y vit al de l mu ndo orgánico en virt ud de la cual só lo pueden so brevivir lo s más apt os!” (8) Pero, ¿quién er a el t al Malt hus, que t ant o influ yese en su pensamient o?

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Est e cura ang licano -hijo d e otro cura ang licano- había sido educado en una at mó sfera de cult ura y refinamient o habit ando “u na mansió n eleg ant e” co nocida co mo “T he Ro cker y” ( “E l nido de cornejas”). A su cuna nat al, cual ilu st rado s Reyes Mago s, hiciero n una vis it a dos co nsp icuo s amigos de su padre... David Hu me y JeanJacq ues Rousseau... Las ideas del fr ancés no har ían mella en la ment alidad del cur a-cient ífico, de acuerdo a lo ind icado por él mis mo cuando mencio nó las fuent es de sus o br as. “Lo s único s aut ores de cuyos escr it o s dedu je el pr inc ip io que fo r mó el argu ment o pr incipal del Ensa yo fuero n Hu me, Wallace, el do ctor Adam S mit h y el doct or Pr ice”. Co mo se sabe, Hume es el padre del posit ivis mo ing lés; Adam S mit h, fundador de la econo mía capit a list a, cu yo pr incipio s cent rales post ulan el individualis mo y la co mpet encia sin t regua co mo lo s motores pr incipales par a el d esarro llo de las nacio nes. ¿Y qué decía est e Ensayo de la Població n, pu blicado en 1789 por Malt hus? Pr incip alment e que “el aliment o y e l sexo eran lo s po st ulado s básico s de la exist encia”. Por lo t ant o “la po blació n, cu ando no es regulada, crece de t al for ma qu e desborda las po sib ilidades objet ivas de sust ent ar la”. Habida cuent a de est o “hay que cont ener severament e el crecimient o de la po blació n...” razó n po r la cual las guerras, pest es o hambrunas que diezman a “los meno s apt o s” represent an para los humano s el mismo papel que ent re lo s anima les los p ájaro s que, devo rándose a lo s insect o s, evit an su per ju dicia l expansió n. Las ideas de Malt hu s in flu yero n inmediat ament e sobr e la sociedad de - 124 -

su t iempo : el pr imer min ist ro Willia m P it t , quien en 1796 pensaba qu e “cualq uier ho mbre enr iquec ía a su país”, decid ió , en 1800, ret irar su proyect o de ayuda est at al a lo s po bres, declar ando en lo s fundament os de su present ació n legal el haber sido convencido por el libr it o del sacerdot e. Co ncent rado así el núcleo de sus ideas fuerza, Darwin co nclu yó: “La lucha po r la exist encia alcanza a t odos los r inco nes de la nat uraleza: insect os, peces, pájaros, frut os, animales [...] co mpit en acer bament e lo s uno s con lo s ot ro s, lu chan por la vida, t rat an de so brevivir en u n mu ndo do nde hay que luchar por la exist encia. Y med iant e esa lu cha por la exist encia la misma nat uraleza seleccio na a aqu ellos cu yo s organis mos est án mejor adapt ados para sobr evivir”. “Las especies que carecen de capacidad par a var iar con bast ant e rapid ez quedan rezagadas en la carrera por la vida... `luchar o mor ir ´, es el u lt imát um de la selecció n nat ural”. En la recient e invasió n d e Iraq, los nort eamer icano s mo st raron un eje mp lo de lo que significa est ar co nvenient ement e equ ipado s par a sobrevivir. So ld ado s casi ado lescent es pudiero n poner de rodillas a un ejércit o compuest o po r ho mbres dur ísimo s, ent renado s físicament e para cualqu ier prueba... pero sin la t ecno log ía adecuada.

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Al co nde fr ancés Art uro de Gobineau le gust aban mu cho lo s alemanes. Tant o como para publicar que eran lo s represent ant es más puros de la raza blanca o ar ia, “sup er io r a todas las demás razas”. Su co ncepció n fue desarro llada en dos vo lúmenes, bajo el t ít ulo de Essai sur l ´én egalit é des races humaines, edit ados en Par ís ent re 1853 y 1855 (seis años ant es de la apar ición del Origi n of Species). Luego de est ud iar arqueo lo gía, ant ro pología, ling ü íst ica, hist oria, Gobineau había “descubiert o” que la hu man idad se div id ía en t res razas: “la negra, que represent a la pasió n, es seme jant e al animal y capr ichosa, pero no o bst ant e po see lir is mo y t emper ament o art íst ico; la amar illa, que represent a la med io cr idad, es t erca y apát ica, pero est á dot ada co n un sent ido del orden y u n sent ido de lo práct ico ; la blanca, que posee una razó n y un ho nor seme jant e a lo s dio ses, y es sup er ior en t odo, part icular ment e en belleza fís ica: los pu eblo s que no so n de raza blanca pu eden acercar se a la belleza, pero jamás la alcanzan”. Gobineau se hizo muy amigo de Richard Wag ner, qu ien le ded icó todas sus obras en prosa. Es que sus libro s se habían vendido co mo pan ca lient e... no en Francia, sino en Alemania. Resent ido por la inco mprensió n de sus connacio na les, a quienes calificó de “po pulacho galo -ro mano, cuyos inst int os principales so n la envid ia y la revo lució n”, Gobineau se fue pront o a viv ir en su “t ierra pro met ida”, cerca de Wagner, y pudo casar a su hija co n el Barón Vo n Gudencr one, co mo era de esp erar, de la más pura cepa ar ia ger mánica.

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E l co nd e Gobineau mismo decía descender de t al raza: “mis ant epasados pro vienen de una de las is lit as Skaeren, en el Mar del Nort e, un pro mont or io rocoso rodeado de p ino s”, escr ibió. E l pequeño francés t enía el pelo negro y lo s o jos pardos, pero esto no le impidió -según sus escr it os- ser descendient e d irect o de Ott ar Jar l, héroe vik ingo . Ant icip ando una co ndu ct a que luego iba a repet ir respect o a alg unos de sus líderes, el Est ado alemán t ampo co t uvo en cuent a su co lor de pelo ni su est at ura y lo co nvirt ió en un huésped preferencia l, pro mo viendo la d ifusió n de su o bra y la de sus nu mero so s discípu los. A lo largo y lo ancho de la pat r ia de Go et he surg iero n co mo hongo s las “Sociedades Gobineau”. Uno de sus discípu los fue el co nde ing lés Houston St ewart Chamber la in. Est e inglés po r ciert o se fue a vivir en Ale mania y t er minó casándose... co n la hija de Wag ner. A ciert o parient e su yo, pr imer minist ro de Ing lat erra, se lo considerar ía luego práct icament e un có mp lice de la acelerada expansió n belicist a del Tercer Reich, en lo s pr imeros t ramos del siglo s igu ient e. Ot ro de los d iscípu lo s de Go b ineau fue Ludwig Wo lt man (1871-19 07). Su cont ribució n al “conocimient o cient ífico ” fu e demo st rar que las perso nalidades universalment e famosas habían sido siempre t eut onas. S igu iendo la pist a de la cabeza alargada, ojos azules, cabellera rubia, “demo st ró ” que el it aliano Giott o había sido en realidad un ale mán llamado Jot he, Leo nardo Da Vinci era el ger mano Wincke, Tasso era Dasse, Gio rdano Bru no … Braun... De igual manera, el españo l Velázquez - 127 -

había sido o riginalment e Velahise, Mur illo era Mo cri y Vaz era Wat z. Los grandes no mbres de int elect uales franceses: Aro uet , Didero t y Go unod, se debían ent ender co mo : Adwid, T iet rot h y Gundiwald. En lo s Est ado s Unidos, el go binis mo fue manipulado lig erament e para hacer lo más pot able a lo s no rt eamer icano s, sust it uyendo su ger manismo por el lina je anglo sajó n. Mad iso n Gr ant publicó la pr imer a adapt ació n, The Passing of the Great Race, en 1916 y su co nt inuació n, The Conqui st of a Continent , en 1933... Un año ant es de que fuer an ent regados al grupo de Chicago, po r “ciert os seres super iores”, los do cument o s co nst it ut ivo s de El Libro de Urantia.

E l co ro nel no rt eamer icano Henr y Olcott había nac ido en 1836 de u na familia que afir maba ser d escendient e de lo s peregr inos del Mayflower (9). “Tras una est r ict a fo r mació n presbit er iana, lo que él llama `dificu lt ades financieras´ [...] lo oblig aro n a int errumpir sus est udio s y ded icar se a la agr icult ura en Ohio . Allí se convirt ió en u n agr icu lt o r expert o y publicó var ios libros so bre el t ema, ent re ello s un t rat ado sobre el sorgo y una de sus var iedad es afr icanas (sust it ut ivo s de la caña de azúcar) que alcanzó las siet e ed ic io nes. Declinó la invit ació n del go bier no gr iego para o cupar una cát edra de agr icult ura cient ífica en At enas y, en lugar de eso, fundó la Escuela Agr íco la West chest er. Fracasó en est a avent ura y, en - 128 -

1859, t rabajó co mo responsable de la secció n agr íco la del New York Tribu ne, pero t ambién t uvo que int errumpir est a carrera, est a vez por culpa de la Guer ra Civ il, qu e hizo de él u n o ficial de t ransmis io nes del ejércit o de la Unió n. Dado de ba ja por invalidez, fue comis io nado especial de l Minist er io de la Guerra, con el rango de co ro nel, para invest ig ar a los especuladores y t u vo t anto éxit o en su funció n que, cuando Abraham Linco ln fu e asesinado en 1865, Olco t t fue designado co mo uno de los t res miembro s de la co mis ió n invest igadora de la muert e del pr esident e. Dejó est a t area al final d e las host ilidades y, con reco mend acio nes de l minist ro de la Guerra y del fiscal general del Est ado , est udió abogacía en Nueva York, donde est ableció su d esp acho poco ant es de 1870.” (10) E l 3 de marzo de 1875, el coronel Olcot t recibió u na cart a. Escr it a en t int a dorada so bre u n pap el verde, do blado dent ro de un sobr e negro, la remit ía “el Maest ro Bey Tu it it ”, quien “viv ía en Luxo r, Egipt o”; Luxor era “la sede” de “la Gran Her mandad Blanca” -a la cual pert enecía Bey Tuit it . I nvit aba al coronel a que fuera su d iscíp u lo, super visado po r Madame Blavat sky. Así co menzó una relació n pública de la que surg ir ían, ent re ot ro s grandes aco nt ecimient os occident ales, la Escuela Teosó fica, el libro Isis desvelada, y el ma est ro Kr isnamurt hi. Isis desvelada es una exposic ió n del ocult is mo egipcio y del cu lt o a la Gran Madre. E l libro se d ivid e en dos part es, la pr imera t it ulada “Ciencia” y la segunda - 129 -

“Teo lo gía”. La pr imera part e analiza las do ctrinas de Hume, Darwin y Huxle y, a quienes co rr ige por haber est rechado el co ncept o de ciencia, ap licándola só lo a las le yes demo st rables que r igen el univer so mat er ial. E llas eran pas ib les, según la aut ora, de ser aplicadas “t ambién a la evo lució n espir it ual” de la hu manidad. La segunda part e es un ensayo de relig ió n co mparada y una exposició n del bu dismo co mo la sabia do ct rina do nde religió n y ciencia se unifican. La pr imera edició n de mil ejemplar es se vendió de inmediat o a pesar de los at aques de lo s cr ít icos, que la despreciaro n co mo “basura” (New York Sun) y un “gran gu iso de cuest iones embro lladas” (Spr ing field Republican). Ensegu ida los segu idores de Blavat sk y la co mpararon co n Darwin, co nsider ando que ella co mple t a su t eoría cuando afir ma que “la evo lució n del animal hacia el ho mbr e es mer ament e u n eslabó n en la lar ga cadena que hace qu e el ho mbre evo lucio ne hacia lo s seres super io r es”. Blavat sk y co nviert e pues, al darwin is mo, una t eo ría limit ada so cio bio lóg ica, en la exp licació n de to do, desde los át omo s a lo s ángeles. Pese a las reaccio nes ad ver sas de los cient íficos universit ar io s, est a pr imer a o bra de mad ame Blavat sky -co mo todas las que escr ib ió- se cont inúan reed it ando hast a el día de ho y. Y en su t iempo inic iaron una podero sa o rganizació n, co nst it u ída po r import ant es mie mbros de la burgues ía no rt eamer icana y la ar ist ocracia inglesa, ent re ellos fu nc io nar io s gu ber nament ales. E l biógrafo Pet er Wash ingt on explica qu e “E l libro de Blavat sky respond ía - 130 -

a necesidades mu y sent idas, en una época en que las dudas relig io sas est aban impu lsad as po r la pr imera gran o leada d e la educació n de masas. A finales del siglo XIX apareciero n numero sos lect ores semieducados, con el apet it o, las aspir acio nes y la falt a de for mació n int elect ual imprescind ib le para co nsumir tales t ext os. Era el amb ient e ret rat ado t an v ívidament e en I nglat erra por Ber nard S haw, H. G. Wells, George Gissing y Hale Wh it e: el mu ndo de lo s aut odidact as, per iódicos de perra go rda, enciclo pedias semanales, clases noct urnas, co nferencias públicas, inst it ucio nes educat ivas par a o brero s, debat es sindicales, bib liot ecas de clásicos po pulares, aso ciacio nes socialist as y clubes de art e, un mu ndo bu llicio so y ser io do nde lo s lect ores de Ruskin y Edward Carpent er po dían per feccio narse, do nde lo s id ealist as de las clases med ias cont r ibu ían a ello, y donde el nu d ismo y la refo r ma d iet ét ica iban del brazo con la her mandad univer sal y el cono cimient o o cu lt ist a.” (10) S in embargo no sólo “lect ores semieducados y o brero s” ado pt arían el credo inic iado por Mada me Blavat sk y y el coro nel Olcot t. Dos premio s Nobel, Yeat s y Bergso n, ser ían t ambién ent usiast as seguidores de est as do ct rinas, así co mo d iscip linados miembr os de la Sociedad Teosófica Int er nacio nal. (11) Igualment e Aldo us Hu xley, niet o del venerable bió logo Tho mas Henr y Huxley, quien fu era, co mo se reco rdará, uno de lo s pr incip ales animadores de Dar win para la pub licació n de su do ct rina evo lucio nist a. Es que hacia fines del sig lo XIX alcanzó a t ener un poder t an - 131 -

impo rt ant e ent re las clases ar ist o crát icas de Inglat erra - y en part e de Europa y Est ado s Unidos- co mo para hacer inaud it o que no se haya t omado aún demasiado en ser io la invest igació n de hast a dónde in fluyó la Sociedad Teosó fica en los grandes aco nt ecimient os mundiales durant e est e per iodo, pues mu chos de quienes gober naban o go ber naro n lo s países cent rales eran asiduos co ncurrent es a las numerosas reu nio nes sociales y cursos, que o rganizaban Madame Blavat sky con sus seguidores, a lo largo y lo ancho del mundo. Vo lveremo s a o cupar nos de est e grupo más t arde. Dent ro de su fárrago cont enido en siet e t omo s, Isis desvelad a sost enía ent re muchas ot ras afir macio nes que la hu manid ad evo lu cio na hacia su per fección por med io de siet e razas raíces, cad a u na de las cuales do mina la t ierra dur ant e millo nes d e años para co ncret ar el Gran Pro yect o Universa l. Est as se subd ividían a su vez en su brazas, hast a co mp let ar un amp lísimo espect ro. La predo minant e en la present e et apa de la hist o ria -según el cr it er io t eo sófico - ser ía “la raza raíz ar ia o blanca”, de la cual emanaron las subrazas ar iosemít ica, irania, célt ica y ot ras der ivadas que fueron surg iendo desde el siglo XVII en el Nuevo Co nt inent e. De ellas “evo lucio nará la sext a raza” -a la cu al pert enecer ía el fut uro próximo-: “S e caract er izará –seg ún los t eó sofos nort eños- po r un alt o desarro llo espir it ual y un sext o sent ido (clar ividenc ia ast ral) y po blar á lo que ho y llama mos Amér ica del Nort e...”

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Una neblino sa mañana de ju nio de 1858 Darwin recib ió una cart a. Llevaba el se llo de Ter nat e, una isla del archip iélago Malayo . Era de Alfr ed Russell Wa llace, un bió lo go prest igio so, qu ien había viajado a lo que co nsid eraban el ot ro ext remo del mundo para obt ener co mpro bacio nes en que afir mar su t eoría. ¿Y cuál era su t eoría? La enu nciaba en un largo ensayo que acababa -por fin, luego de largo s años- de escr ibir: On the Tenden ces of Varieties to Part Indef initely f rom The Original Type. Darwin se fue al manu scr it o como chancho a los maíces. A po co de haber co menzado a leer lo, se sint ió ho rr ible ment e enfer mo . “Cu ando Darwin t er minó de leer el esqu ema de Wallace quedó co mo her ido por un rayo no s d ice Ernest Tratt ner (8)-. Nada le había afect ado t ant o hast a ent onces; allí, ant e sus o jo s, t enía u na exposició n de su pro pia t eoría so bre la selecció n nat ural casi p alabra por palabra”. Co mo aquel p erso naje del famo so po ema de Bécquer (Cuando me lo contaron, sentí el f río de una hoja de acero en las ent rañas... et cét era), lu ego de un t iempo indefinib le Darwin reaccio nó. Est aba la cart a. ¿Qué decía? É l t amb ién había leído el Essay on Populat ion de Malt hus ( import ant e co incidencia) llegando a co nclu sio nes semejant es a las de Darwin (aunque aún no lo sabía). S i el largo art ículo que le enviaba le parecía d igno de publicar se, pedía que su amigo (Darwin), lo enviara a una import ant e revist a - 133 -

cient ífica, de la Linnaeam Societ y, y a sus co mu nes amigos, lo s cient íficos Lyell y Hooker. Lyell mis mo, junt o a Huxle y, aconsejaro n a Darwin que no publicara el art ículo hast a haber escr it o su propio ensa yo , para ganar pr imacía so bre la t esis de la Selecció n Nat ural. Tot al el ot ro est aba demasiado lejo s co mo para prot est ar. Así se hizo . Ent re todos se ocuparon de mant ener ent ret enido a Wallace durant e bast ant e t iempo. Fina lment e, en no viembre d e 1859 -un año y med io después que Wallace env iara sus co nclusiones- apareció el libro Origin of Species, co n la fir ma de Char les Darwin. S imu lt áneament e el gru po de “amigos” cump lió el ped ido de Wallace, publicando su art ículo . Pasó desapercibido. E l éxit o del libro de Darwin, que obligar ía a impr imir pro nt o nuevas edicio nes, lo sepult ó para siempre. Darwin, sin embar go , anunció durant e un encuent ro especial co n la Socied ad Linneana que Wallace y él habían llegado a esas conclusio nes al mismo t iempo. A lo s cient ífico s de la so cied ad les pareció una not a perso nal demo st rat iva de la acendrad a probid ad del escr it or. Pero no to maron de mas iado en cuent a a sus t eorías. Debemo s aclarar po r fin que Darwin no era ni bió lo go, ni arqu eó logo, ni geógrafo , si a est o se ent iende co mo algu ien que ha recibido sus conocimient os en u na universid ad y po r ende el correspo ndient e t ít ulo, licenciat ura o doct orado . Los est udios regu lares de - 134 -

Darwin habían llegado hast a do s cursos en Edimburgo, en lo s que no pudo alcanzar calificacio nes su ficient es co mo para ser acept ado en la Facu lt ad de Med ic ina, y t res años est ud iando el sacerdocio, que t ampoco alcanzó. Dado el import ant e papel q ue lo s Hu xley cu mplieron en relació n con el desarro llo del pensamient o cient ífico darwinist a, no queremo s ir nos sin cit ar a ot ro de ellos, Ju lian Hu xley, qu ien en un párrafo t omado... casi al azar... d ice: “No hay, pues, duda de que, desde t o dos los punt o s de vist a, las ranas son realment e descendient es de lo s peces, aunque quizá de ningu no de los t ipo s co munes que no s so n familiares...” (11) El Libro de Urant ia co mp lement a la in for mació n: “E nt re lo s anima les t errest res” -d ice- “las ranas a lcanzaron su clímax [...] ( y) so breviv iero n, pues po dían vivir larg ament e en los charco s y lagunas en evaporació n de est os t iempo s t an remo t os [...] Durant e la decadencia de la edad de las ranas se produ jo en Áfr ica el pr imer paso de la evo lució n de la rana al rept il.” (Do cu ment o 59, Cap. 6, “La edad de la t r ibu lació n bio ló gica”, Pág. 683.)

Jefferso n, Wat t , Benja min Franklin, Malt hus, Crusoe, el mit o del ho mbre blanco que const ruye riqueza a part ir de su pro pia int eligencia, t rabajo y vo lu nt ad... ¿no co nfigura t o do esto el imag inar io so bre el cual basaron su hist o ria los pu eblo s nordeuropeos con sus descend ient es? Est o incluye su t ecno logía y su - 135 -

met afísica. En est e aspect o, la presencia d e Bergso n, Huxley y un niet o de Hu me en la sociedad eso t érica de Mada me Blavat sk y deber ían bast ar para que co nsid eremo s algu na relació n ent re lo esot érico y los manejo s de las pandillas de c ient íficos -o pseudo-, po lít ico s, milit ares, t eólogos, que han const ruido las id eas de Occident e. Lyndon Laro uche, u n polít ico demó crat a nort eamer icano, que se o puso a las guerras co nt ra Afganist án en Iraq, denu nció que t ras la camar illa que ro dea a Bush, con Hut t ingt on (Guerra de Civ ilizacio nes) ent re sus coo rdinadores, co n Zbig niew Brzezinski y Henr y Kissinger co mo asesores, exist e u na sect a esot ér ica que cree ser represent ant e exclu siva de la Gran Her mand ad Blanca en el mundo, lo cual la aut o rizar ía para act uar co mo “po lic ías del mundo”. (12) “Cuando se sost iene -nos d ice Héct o r Schmucler en la mis ma co nfer encia con que abr imos est a Cart a-, y se rep it e sist emát icament e, que det er minados procesos son inev it ables, cuando est a inev it abilid ad alu de a realizacio nes que so n pro duct o s del hacer humano, la expres ió n `pro cesos inevit ables´ puede ser banal y t errible al mis mo t ie mpo. Otra cosa es co nsiderar aquello s hechos que se escapan a la vo lunt ad humana y que se escapan porque la t rascienden: nadie, por ejemp lo, lo gr ará evit ar el mist er io de la muert e que, de paso sea d icho , es el que fu nda ese ot ro mist er io, el de la vida. Afir mar qu e algo del hacer humano -co mo el act ual hacer t ecno ló g ico, co mo la crecient e mercant ilizació n de las relacio nes- es inevit able, y con ello significar que no - 136 -

só lo debemo s acept ar lo sino t ambién celebrar lo , es renu nciar a la responsabilid ad de nu est ro s propios act os”. Es por no renunciar ent onces a nuest ra responsabilidad int elect ual, po r no co nsiderar que hemos llegado al “fin de la hist or ia” ni de la ciencia, que est amos escr ibiendo est as Cart as, sin at aduras ni preju ic ios hacia doct rinas “int o cables”, por inst it ucio nalizadas que est as se encuent ren -aunque est o pueda excit ar alg unas imp aciencias. To davía t endremo s que vo lver sobre var io s de lo s per sonajes mencio nado s aquí, part icular ment e so bre sus doct rinas. Lo haremo s, si t o do and a bien, co mbinándo las con nuest ros est udios de diferent es et apas de la hist or ia, seleccio nadas a modo de muest reo que no s per mit a int ent ar descu br ir las raíces de la infelic idad hu mana, y - si est o es posible- a lgunas sendas para vis lumbrar nuest ra felic idad. Me desp ido con un salu do muy afect uo so. Julio Carreras ( h) Un su balt er no est udiant e de la Sabidur ía expresada po r Cr ist o . Aut o no mía Sant iago del E st ero, Argent ina

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* G én 49, 29-32/Sal 104/Mt 10, 24:33. 1968. Fundación del M ovimient o I ndio de los Esta dos Unidos. 1977. Car los Ponce de L eón, ob isp o de San N icolás, már tir de la Justicia en la Ar gent ina. ( Agenda Latinoa mer ica na. Centr o Nu eva T ier r a.) (1) “El inqu ieta nt e futur o de la lengua en la pr ensa de hab la espa ñola”, ponencia de H éct or Schmu cler , dir ect or del Centr o de Estu dios Avanzados de la Univer sida d Naciona l de Cór doba, Ar gent ina, dur ant e el Pr imer C ongr es o I nt er naciona l de la Lengua Española (Zacatecas, México, del 6 al 11 de abr il de 1 997. Salvo algu nos br eves párr afos publicados dur ant e es e mis mo año p or la s ección Cultur a de La Voz del I nt er ior , Cór doba, p er manece inédita s egú n cr eo. La cita mencionada la extr aje de la ver s ión comp leta qu e pos eo, t ip ea da y envia da por su autor a mi p edido.) (2) Enci clopedia Santillana. Chinon Amer ica Inc., bajo convenio con Sant illa na Publis hing C ompany, Inc., G er ma nt own, US A, 1995. (3) El Libro de Urantia. Edición espa ñola. Segu nda r evis ión. D ocu ment o 62. Cap. 2, “Los ma míf er os pr ot ohu ma nos”. Pág. 704. Ur antia Fou ndation, Chicago, I llinois, US A. 1996. (4) M endel, Gr egor (H einzendor f 1822 - Br ünn, actual Br no 1884 ) Sacer dot e, pr of es or de la es cu ela moder na de Br ünn, donde r ealizó sus exp er iment os s obr e la tr ans mis ión de los car act er es her editar ios, cons ider a dos hoy como fu nda menta les par a el desar r ollo de la genét ica. En 1866 publicó los r esu ltados en u n p equ eño b olet ín de su ciu da d, con el títu lo de E nsa yos sobr e los híbr idos vegeta les, p er o su apor tación pasó p or comp let o desap er cib ida hasta qu e en 1900 el b otá nico holandés D e Vr ies, qu e había llega do a sus mis mas conclus iones, des cubr ió el ar tícu lo y decidió

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deno minar los meca nis mos de la her encia como ley es de Mendel. Las leyes de M endel explican y pr edicen cómo van a s er las car acter íst icas de los descendient es par tiendo de las car acter íst icas de los pr ogenit or es. Mor ga n, T homas Hu nt. (L ex ingt on, K entu cky 1866 Pasadena, Calif or nia 1945) Biólogo esta dou nidens e. Fu e autor de la teor ía cr omos ómica de la her encia , qu e r elacionaba genes y cr omos omas y qu e expus o en sus obr as Meca nismo de la heren cia mend eliana (1915 ) , Bases físicas de la herencia (1919) y La teoría del gen (19 26). Es famos o por sus nu mer os os exp er iment os con la mos ca de las fr utas Dr os op hila. Recib ió el pr emio N ob el de medi cina y f is iología en 193 3. (4) Ar nold Haus er . Historia Social de la Literatura y el Arte. T omo II. Capítu lo VI II : Rococó, clas isis mo, r oma nt icis mo. 2, El nu evo púb lico lect or . Pág. 213. Ediciones Guadar r ama, Madr id, 1969. (5) Car l Sagan y Ann Dr u yan. Sombras de an tepasados olvidados. Edit or ia l Pla neta, Bu enos Air es, Ar gent ina, ju nio de 199 3. (6) Nuestro Legado. Una br eve hist or ia de la I gles ia de J esucr ist o de los Sant os de los Últimos D ías. Salt Lake Cit y, Uta h, E.U. A., 1996. (7) El Libro de Mormón. Otr o t esta ment o de J esucr ist o. 1 N ef i, 13: 15, Pág.18. Tr aducción or iginal de las pla nchas al idioma inglés p or Jos é S mit h, hijo. Pr imer a edición: 1830, Palmyr a, Nueva Yor k, E.U. A. E dición espa ñola, Salt Lake Cit y, Uta h, 1992. (8) Er nest R. T rattner . Ar qu it ect os de ideas. Hist or ia de las teor ías cient íf icas qu e tr ansf or mar on el mu ndo. Dar win. T eor ía de la evolu ción. Cáp. 13, Pág. 235. Ediciones Siglo Veint e. Bu enos Air es, Ar gent ina, 1972.

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(9) Mayf lower . Nombr e de la embar cación qu e tr asladó a Amér ica a los pr imer os coloniza dor es ingles es qu e, en nú mer o de 102, hab ían salido de S out ha mpt on en 1620. Llegar on a las costas de la actual Massachus etts y fu ndar on la ciu da d de P lymout h. Entr e ellos había nu mer os os pur ita nos, conocidos hoy como “L os padr es p er egr inos”, qu e hu ían de la p er s ecu ción de qu e er an ob jet o en I nglat er r a y H ola nda. Enciclop edia Sant illana. Chinon Amer ica Inc., bajo convenio con Santilla na Publis hing C ompany, I nc., Ger ma nt own, US A, 1995. (10) P et er Washingt on. El mandril de Madam e Blavatsky. Hist or ia de la teos of ía y del gur ú occidenta l. T radit io, Va lencia, España, 2001. (11) Yeats, Willia m But ler (Sandymou nt, Dub lín 1865 Roqu ebr une-Cap-Mar tin, Var 1939) Escr it or ir landés. A tr avés de su obr a r evalor izó los t emas célt icos pr opios de su país y p er s onalment e par ticip ó en la lu cha por la identida d cultur al y la indep endencia ir la ndesa, llega ndo a ser elegido par a el Sena do en 1922. Cult ivó la poes ía y el t eatr o y fu e el fu ndador del T eatr o Nacional ir la ndés ( 1901) , qu e dir igió hasta su mu er t e. Sus obr as más r ecor dadas s on, en p oes ía, Las peregrina ciones d e Oisin (1889), El viento entre las cañas (1899), Innisfree, la isla del lago (1924) y La torre (1928); el ensayo El cr epúsculo celta (1893 ) y, en t eatr o, Deirdr e (1907) y El gato y la luna (1924). En 1938 p ublicó su Autobiografía. Recib ió el pr emio N ob el de liter atur a en 1923. Ber gs on, H enr i (Par ís 1859 - íd. 1941) F ilós of o fr ancés. En 1928 obtu vo el pr emio N ob el de lit er atur a. Cons ider a la r ealida d como «imp uls o vital», como ener gía cr ea dor a qu e sigu e en su evolución dos ca minos: el ascend ent e, qu e or igina la vida, y el des cendent e, qu e s e concr eta en la mat er ia. A su vez, los hu ma nos “pos een dos tip os de conocimient o: el

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int electua l, qu e conoce media nt e el aná lis is y capta la ext er ior idad tr ans mis ible de las cosas, y el intuit ivo, qu e p enetr a en el int er ior de lo r ea l y capta lo qu e ést e tien e de único, de inexpr esable”. Algu nas de sus obr as más imp or tant es s on: La evolución creadora ( 190 7), La intuición filosófica (1911), y, s obr e todo, Las dos fuentes de la moral y la religión (1932). (12) Ju lian Hux ley. La heren cia. Y otr os ens ayos de ciencia p opu lar . Pr imer a edición en cast ellano. E dit or ial Losa da, Bu enos Air es, Ar gent ina, 1940. (13) D ion For tu ne, es cr it or a es ot er ista y fu ndador a de la socieda d inglesa T he I nner Light, cons ider a qu e as í como exist en delincu ent es y cr imina les en el mu ndo f ís ico, los ha y tamb ién entr e las anoma lías qu e a mena zan el mu ndo metaf ís ico. C onf iesa en u no de sus libr os haber sido lla ma da ent onces por los miembr os de la Gr an H er ma nda d Bla nca, par a int egr ar los cu er p os esp ecializados de r epr es ión a la delincu encia en los p la nos metaf ís icos, br iga das a las qu e lla ma Policía Astr al. T he I nner L ight ex ist e en la actualida d. Dos de los r equ is it os impr escindibles par a ser miembr o de esta socieda d s on: p er t enecer a la r aza anglos ajona y t ener el inglés como idioma pr incipal.

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Respu esta a Daniel Yépez Daniel escr ibió : Est imado Julio : No simpat izo co n el cr imen, menos con las páginas ro jas de lo s per ió dicos, pero el asesinat o de dos jo vencit as en su pro vinc ia est á convulsio nando la “est abilid ad” po lít ica del juar is mo y conmoviendo al est ablishment lo cal. Hast a fue allanada la casa del capo di t ut i cap i de la represió n sant iagueña. Qu izás u na mirada minu cio sa desd e su ó pt ica arro jar ía un poco de luz a t ant a oscur idad o bv ia. Qu izás u na cart a, dent ro de su est ilo t an part icular, pueda aport ar nuevos dat os para co mprend er lo qu e est á a la vist a, pero no se ve. Nat uralment e, de ning u na manera quiero co mpro met er lo con un t ema t an esp ino so . Sólo tó melo co mo una inquiet ud de un lect or de su s cart as. Gracias por su t iempo y est aré at ent o a su respuest a. At ent ament e lo saluda desde San Miguel de Tucumán, Daniel Yépez, un amigo de Raú l Dargo lt z.-

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De Julio: Aut onomía, Santia go del Est er o, Sábado 21 de ju nio de 2003 .

Est imado Daniel: Leila Bashier Nazar era una bo nit a chica de La Banda. E l jueves 16 de enero de 2003 por la noche fue co n su amiga Cr ist ina Juárez a un ho t el cént r ico , para enco nt rarse co n dos forast ero s. Al salir de allí -co mo a las 2:30 de la madrugad a- anduviero n con ot ro s amigos, est a vez locales. Cr ist ina quiso cont inuar la fiest a, que iba subiendo de tono -según ella. Leila en cambio fue a Saravah -u n sit io en la co st anera, con fama de ser út il para “levant es”. Allí - ju nt o a más amigos- planearon t erminar el fin d e semana “en grande”. Para ello, en var io s vehículo s, part iero n hacia Guayamba (un pueblit o parad is íaco , en el límit e con Cat amar ca, ahora sat urado po r una invasió n de ad inerado s y mediopelo s sant iagueño s inic iada unos 15 año s at rás). Después de abu ndant es libacio nes, ingest ió n de drogas, en medio de la o rgía, regresaro n a Sant iago . En viviendas de alg unos mie mbro s de l grupo, co nt inuaro n co n su s exceso s. La vio lencia est alló en alg ún mo ment o y t er minó co n la vida de Leila. Su s co mpañero s de farra, al t omar conciencia de su est ado, la habr ían llevado a un hospit a l para reanimar la. Al no consegu ir lo , por consejo de Musa Azar*, padre de uno de ello s, la habr ían llevado a la - 143 -

finca de est e indiv iduo -donde ent re o tras “exquis it eces” po seen u n zo ológ ico pr ivado - para desint egrar la con ácido . Luego de ello , habr ían esparcido sus rest os por el sit io desca mpado -en el ot ro ext remo de la ciudad- donde finalment e la enco nt raron. Pat ricia Villa lba era u na mu chacha robust a y simpát ica. Podía decirse de ella que era at ract iva, pero carecía del refinamient o de Leila. Pese a ello eran co mpañeras de grupo . Al p arecer u no de los part icipant es en el asesinat o se habr ía desaho gado cont ándo le lo suced ido . Al r ecap acit ar y co nsult ar su “error” con ot ros imp licados, habr ían d ecid ido asesinar la. Para eso fueron a esp erar la a la salida de una verduler ía, d onde Pat r icia t rabajaba. La no che de su muert e salió como a la 1.00 de la madrugad a. Fue la ú lt ima vez qu e se la vio co n vida. A la mañana siguient e su cad áver, con mucho s daños, fue hallado mu y cerca de lo s rest o s de Leila Bashier Nazar. Est o o curr ió el jueves 6 de febrero. Hast a aquí más o meno s lo qu e d icen las invest igacio nes publicadas. Lo que me co nt ó un jo ven qu e frecuent a la noche sant iagueña ( y t amb ién se droga): Leila vivía en Tucumán, más po r cuest io nes familiares que de est ud io .** Junt o a Pat ricia, Cr ist ina Juárez y ot ras chicas t rabajaba para u na banda cu yos pr inc ipale s rubros eran la pro st it ució n de ciert o nivel y el t ráfico de drogas. Est a banda est ar ía manejada por una de las alas del gobier no pro vincial (o t ro “desliz”, la muert e de una jovencit a de 17 año s, le cost ó el puest o al go ber nador Díaz, pues el - 144 -

pro st íbu lo er a manejado por su cuñado y lo t enía, segú n se ru mo reó , a él t ambién co mo hab it ué). Leila y P at r icia habr ían “me jicaneado” a la band a, desviando fondos de lo s carg ament o s de hero ína que la muchacha habr ía t ranspo rt ado regu lar ment e desde Tucu mán. Concert ando negocios po r su cuent a, ambas muchachas habr ían o bt enido alguna ganancia adicio nal. Est o ocasio nó su co ndena ( la cual deb ía ser “ejemplar”). La ocasió n para ejecut ar la habr ía sido el mencio nado per iplo (do nde habr ían so met ido a Leila a todo t ipo de tort uras). Pat ricia en camb io , que er a mu y fuert e, habr ía opuest o gran resist encia, lo cual habr ía ob ligado a los delincuent es a asesinar la casi en el act o . Fin de est a parte de la hist or ia. Lo que no t rasciende en la pro fu sa infor mació n d ifu nd ida por los medios, es que se ha precip it ado al parecer u na guerra de bandas. Sus det onant es pr incipales habr ían sido do s: 1) La vo lu nt ad inclau dicable de lo s padres de las chicas po r co nocer la verdad (co mo fu era en el caso Mar ía So ledad***). 2) El int ent o de la go ber nado ra, Nina de Juárez, po r apro vechar po lít icament e est o s cr ímenes. Veamo s. Nót ese que uso el po t encial, pues si bien se conocen est o s datos, no es fácil encont rar element os t ang ibles que puedan u sar se co mo prueba fehacient e ant e la “Ju st icia” lo cal (ent reco millad a po rque es abso lut ament e depend ient e del la camar illa gober nant e).

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Ent o nces, Musa Azar manejar ía bandas delict ivas con po der principalment e en t res rubros: a) Ro bo de ganado, asalt o a camio nes con mer cader ías en t ránsit o, ot ras “t areas” en las amplias rut as sant iagueñas. Est ar ía int egrado por po licías en act ividad, parapo lic iales y delincuent es co mu nes. b) Pro st it ució n y t ráfico de drogas. c) “S egur idad” ( las pr inc ipales empresas sant iagueñas est án int egradas por sus ag ent es). Habr ía ent rado en co lis ió n co n ot ras bandas de cuat rero s (en las cuales revist ar ía el grup o de Llugdar, hast a aho ra el único procesado en la cau sa). También con ot ras bandas qu e o peran en Segur idad (como la que co nducir ía el ma yo r D´Amico , un milit ar sant iagueño co mpañero de Rico en su rebe lió n co nt ra el go bier no de Alfo nsín, para ev it ar el juzgamient o de lo s genocidas de la d ict adur a, desde hace año pro t egido de lo s Juárez y cu ñado de u n d iput ado nacio nal por Sant iago del Est ero), en ju ego s de azar, en drogas, et cét era. Co mo est as bandas o peran co nst ant ement e para copar la sucesió n de los Juárez ( ya mu y anciano s), Nina habr ía quer ido repet ir con el vicego ber nador la jugada que le per mit ió desembar azar se de Díaz, gober nador elect o, para hacerse d e nuevo con el po der (ella fue elegida vicego ber nado ra, y con e l pret ext o de “la moral”, co mo se sabe vieja t ret a de las ar ist ocracias corrupt as, ya que Díaz se vio salp icado por el cr imen de una chica en un pro st íbu lo regent eado po r un par ient e, lo dest it u yó). Así, aparecen implicado s los hijo s de Dar ío Moreno (un ex - 146 -

simpat izant e de Mo nt o neros, ot rora mu y ast uto, ahora premat urament e det er iorado quizá por excesos y las co nst ant es d isput as en el seno del po der). No supusieron aparent ement e que se iba a desencadenar u na gran mo vilizació n social. Anoche hu bo grandes mult it udes desfilando po r Sant iag o. Ho y d ifu nden const ant ement e sus imágenes t odos lo s medios nacio nales, incluso algunos int er nacio nales. Part icipamo s de est as mo vilizac io nes co n u n part ido formado recient ement e, “Movimient o Vecinal”.

En 1990 publicamo s en la revist a Qu ipu d e Cult ura, que me t o có dir igir, un art ículo de mi co mpadre Albert o Tasso so bre lo que est aba su cediendo en Cat amarca co n Mar ía So ledad Morales. Luego de la g igant esca saga que se desenvo lv ió en la Arg ent ina a part ir de ese cr imen, cu ya descr ipció n excede las po sibilidades de est a br eve no t a, el Juez que resu lt ó irreprochablement e elegido (por presió n popular) para d ict aminar finalment e en la cau sa, to mó est e art ícu lo co mo sust ent ador de los fundament os ét icos so bre lo s cuales basar ía su fallo. En est e fallo se co ndenó , co mo se recordará, a u n hijo de un diput ado y uno de su s amigo s, y sus repercusio nes pr o dujero n pro fu ndos camb io s en la po licía, así co mo el derr ibamient o del go bier no cat amarqueño. Qué decía est e art ículo , cu yo valor se agig ant a t eniendo en cuent a que aú n no había co menzado la cat arat a de reflexio nes so bre

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est o s t emas que se desencadenó después. Veamo s alguno s de su s párrafo s: “...No es (una) convuls ió n azarosa [...] lo que est á en cuest ió n, sino lo s mo vimient o s so ciales desat ados a part ir, no de un cr imen, co mo se dice con ing enua facilidad, sino de muchos años de opr iment e silencio [...]. “...po cas dudas caben de qu e la po lít ica y la so ciedad cat amarqueña no serán al fina l las mis mas que al co mienzo . “[...]Desd e luego , ese det onant e [...] no po dría haber act uado sin un eno r me desco nt ent o po pular [...] (Tal) ...desco nt ent o no puede co mprend erse sin t ener en cuent a el t ipo de sociedad y econo mía cat amarqueñas, y el de la po lít ica lo cal. [...]...hay muchos rasgo s de Cat amar ca co mu nes a las provincias noroést icas: econo mía agrar ia y mu cha po blació n rural, vast o s sect o res popu lares que no part icipan po lít ica ment e y so bre lo s cuales se ejerce int ensa manipulació n para cond ucir su voto; r ígida d ivis ió n d e clases co n huellas est ament ales y de cast a que perduran desde el per íodo co lo nial. “[...]...el enor me po der acu mulado [...] ejemplifica el papel del p ero nismo en el no roest e, como una fu erza po lít ica fuert ement e co nser vadora, que desplazó a otros sect o res polít icos, pero refo rzó el modelo de la r íg ida deno minació n social que est aba vigent e desde hace mu cho s año s. [...]

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“A p art ir del caso Morales, se empezó a evidenciar qu e ese sist ema no había sido t an eficaz, o más bien que había requer ido para mucho s act ores sociales un precio t an alt o que aho ra se sent ían con capacidad de reaccio nar. Las mo vilizacio nes d e la sociedad civil -que no so n sect o res o rganizado s, sino masivas expr esio nes de repu lsa sin cód igo ident ificat o rio algu no-, est án cuest io nando, en lo su st anc ial, la legit imidad del ejercicio del po der [...]. Hast a aquí las cit as de est e import ant e artícu lo de Tasso.**** Lo d icho allí puede aplicarse per fect ament e a Sant iago del E st ero , en lo relacio nado co n el caso present e de las do s chicas asesinad as. Por aquella mis ma épo ca, desde Qu ipu de cult ur a denunciábamo s t ambién el asesinat o de Mir ia m Judit h Herrera, de 17 año s, presu nt ament e v íct ima de una pat ot a depend ient e de l po der, cu ya muert e –seg ún versio nes- pese a haber se encarcelado por breve per íodo a un ho mbr e, per manecer ía en realidad imp une. No s quedan mucho s aspect o s de la cuest ión por desarro llar. Vo lveremo s so bre est o s en pr óximos art ículo s, que vamo s a difund ir por un flamant e recur so de Int er net , que est amos const ruyendo ahora: Indymed ia Sant iago del E st ero . En t ant o, esperamos que est e pequeño apo rt e haya ser vido para ubicar u n poco mejor el sesgo su bt erráneo de lo que est á sucediendo hoy en Sant iago . Un saludo afect uoso para todos. Julio - 149 -

* Musa Azar . Policía de or igen ár abe ( et nia de la cual pr oviene u na gr an par te de la p ob lación de Santia go del Est er o: s e notar á que L eila ta mb ién er a hija de ár abes ). D e simp le agent e, s emia na lfab et o, es caló a los más altos niveles. Pr omociona do p or Car los Ar tur o Juár ez, fu e mu y útil a la dicta dur a militar , pues de acu er do con las consta ncias publicadas en el libr o Nu nca Más, se esp ecializó en la tor tur a y as es inato de det enidos p olíticos. E n es e p er íodo fu er on ases ina dos, aplicando los p eor es mét odos ima ginab les, unos 40.000 ar gent inos, en su ma yor ía jóvenes u niver s itar ios de entr e 16 y 25 años. Las invest igaciones publicadas en el libr o Nunca Más, indica ndo algu nos de los más consp icu os r esp onsab les de es e genocidio, fu e r ealiza da por una comis ión gub er na mental dir igida p or el es cr it or Er nest o Sábato -bajo el gob ier no democr át ico de Raúl Alf onsín. Al r egr esar al poder , Juár ez cons olidó a Musa Azar . Este au ment ó su poder , anu dó alia nzas con la plut ocr acia loca l y los nu evos dignatar ios. Se le atr ibu ye contr ol s obr e u na gr an p or ción de la activida d polít ica, económica y par ticu lar ment e p olicia l en Sant iago. ** E l padr e de L eila es u n inmigr ant e pa lest ino qu e llegó a esta pr ovincia en 1975. T iene en la actualidad u nos 48 años. La ma dr e, tamb ién de or igen ár abe, tr ató de matar a Leila, cuando t enía 14 años... no lo cons igu ió, p er o le dejó tr es balas calibr e 22 adentr o - dos de ellas cer ca del cer ebr o. Lu ego de est o, la joven mu jer s e suicidó. Bashier estaba ausent e. Al par ecer no ma nt enía u na r elación mu y ar mónica con su es p osa, y pr obablement e p or ent onces ya vivía n s epar ados. *** E l cas o de Mar ía Soleda d M or ales fu e pa r ecido. Su mu er t e lu ego de u na ju er ga con int egr ant es del p oder catamar qu eño, fu e t oma da como bas e par a una pelícu la del

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talent os o dir ect or ar gentino H éct or O liver a. Además de su éxit o de ta qu illa, esta sir vió - ju nt o a la inau dita actividad de los medios mas ivos de difus ión- par a concientizar a la inmensa comu nida d ar gent ina de u n es qu ema de cor r upción f eu dal imp er ant e en muchas pr ovincias, cu yas víct imas s olían r esu ltar con fr ecu encia muchachitas como la menciona da. El lar go juicio fu e tr ans mit ido en vivo p or var ios canales de televis ión, const itu yendo f ina lment e u n ver dader o pleb iscit o naciona l donde la op inión púb lica t er minó ob ligando a l ca mb io de ju eces, la r evis ión de las actuaciones tant o de la policía como de los ju eces, y la caída de u na dinastía p olít ica gob er na nt e (ta mbién de inmigr a nt es ár abes) p ar ecida en sus mét odos p olít icos a la qu e ejer cen N ina de Ju ár ez y Car los Ar tur o Juár ez en Sant iago. **** “E l caso Catamar ca. Una socieda d contr a el poder ”. Alb er t o T asso. En r evista Quipu de Cultur a, página 16, Navidad de 199 0. Se pu ede consu ltar el fallo fina l del juicio sobr e el cr imen de Mar ía Soleda d M or ales, en cu yos fu nda ment os éticos s e cita est e ar tícu lo, en el sitio web del gob ier no de la pr ovincia de Cata mar ca, la sección P oder Judicia l, “Caso Mar ía Soleda d M or ales ”.

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CARTA Nº 9 Aut onomía, Santia go del Est er o, lu nes, 21 de julio de 20 03.

E l presid ent e Car lo s Menem visit ó Sant iago el año 1990. Su secret ar io perso nal habr ía hablado por t eléfo no co n el correspondient e del go ber nador It urre, para reco mend ar la garant ía de un det alle. E l P r imer Mand at ar io argent ino habr ía so lic it ado “dos chicas, de ent re 19 y 23 años, de buena familia, u niversit ar ias”. Qu e no se preo cuparan aqu í – habr ía d icho-: ser ían bien pagad as. La Presidencia d e la Nació n t end r ía –según est a versió n- fo ndos reser vado s para eso s pequ eños “acceso r io s” de la labor presidencial. E l secret ar io del go ber nado r, habr ía co nt est ado que no, que cómo se le o curría: Sant iago t ambién t enía recursos p ara at end er asu nt o s de gobier no. Y además, co mo el p resident e iba a co mpro bar, las me jo res ch icas, las más du lces y refinadas. E l president e llegaba al aero puerto cerca del med iod ía. Luego del co nsabido almuerzo y sus act ivid ades o fic iales, descansar ía en las Ter mas de Río Hondo para regresar al d ía siguient e a Buenos Aires. Las chicas deber ían esperar lo desd e las nu eve y media de la t arde, en la su it e presidencia l del lujo so hot el. Así se habr ía imp lement ado. Dos muchachas muy bonit as, licenciadas univer sit ar ias, además d e empleadas del go bier no , habr ían esp erado al por ent onces sexagenar io - 152 -

presid ent e, para evit ar que el t edio cayer a sobre sus ho ras, fuera de agenda. Est a versió n me fue narrada po r un alt o fu ncio nar io guber nament al, unos d ías después de la vis it a d e Menem a nuest ra provincia. No es que t ranscr iba est a anécdot a ahora, 13 años después, para d emo st rar la fr ívo la, cicat era lubr ic idad del gero nt e que gober nó a 40 millo nes de arg ent ino s durant e do s per ío dos. Deben exist ir miles de sit uacio nes semejant es en t al sent ido, muchas de ellas públicas, lo cual co nvert ir ía a lo narrado en un simp le chisme menor. Se t rat a en camb io de sust ent ar el asert o de que los hu mano s no hemo s podido const ruir un orden social ar mó nico , just o y super io r, po rque venimo s rep it iendo lo s mismo s erro res durant e más de cinco mil años. Hace 470 0 año s ya po día encont rarse un compendio de to do lo que la cod icia o la sensualidad humana pueden d isfr ut ar sobre el mundo , en cant idades abso lut ament e impo sib les de ser gust adas po r una so la persona aunque su exist encia hu bier a po dido prolongarse por 500 año s. La med ic ió n regu lar del t iempo con calendar ios de 12 meses, en años de 365 días, se había ideado en Egipt o, hace u nos cinco mil años y er a de uso regular. En muchos de lo s pr incipales cent ro s urbanizado s del mundo se pract icaba la prost it ució n “sagrada”. Est a consist ía en que las familias debían co nceder al t emplo de Isht ar d io sa alt ament e célebre po r esas épocas- su mejor hija virg en, la más du lce y bella, para que dur ant e ciert o

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per ío do del año se pro st it u yer a, con el o bjet o de sost ener el cu lt o . Qu iere decir qu e ya ent onces -co mo ahora- los ad inerado s pod ían co mprar inc luso mejores muchachas que las o bt enid as en Sant iago por Menem (d ifícilment e de caráct er virg inal). Ya el far aón Khu fu ( Keops par a los gr iegos), 4530 año s at rás, había co nst ruido la Gran P irámid e, singular mansió n mo rt uor ia de 145 met ro s de alt o y 226,5 met ros de ancho - lo cual represent aba una super ficie cu biert a de 5 hect áreas. E l lu jo co n que se dotó a sus habit ac io nes, la exquis it ez d e los deco rado s art íst icos en su int er ior, hacen que la mansió n const ru ida por Menem en Anillaco , represent e un chist e, co mparándo la só lo con aquel lugar dest inado ... al cadáver de un gober nant e. Imaginémo nos lo qu e deben de haber sido las habit acio nes de los palacio s faraón ico s. “Su ma jest ad ha co nst ruido una residencia qu e lleva por no mbre `Grande en Vict or ias´. Est á ent re S ir ia y Egipt o , replet a de co mida y pro visio nes. E l so l sale y se po ne en su ho r izo nt e. To do s han abando nado la ciudad do nde vivían para est ablecerse en su s vecind ades”, narra un papiro dat ado 3.000 años at rás, refir iéndose a una de las mansio nes donde vivió Ramsés II. Est a co nt aba con un “escaparat e para grandes fest ivales, co n sus palac ios decorado s con azu lejo s de lo sa fina, dependencias con co lumnat as y puert as de gran it o ”. Pi- Ramses era, seg ún los t ext os ant iguo s “de her mo so s balco nes y pat ios deslumbrant es de t urquesa y - 154 -

lap izlázuli [...] Lo s jóvenes vist en de manera fest iva durant e el d ía y se acicalan el p elo con aceit e. Durant e lo s fest ivales los vemos junt o a las pu ert as de sus casas so st eniendo ramas de ár bo l. [...] Aquí (est án) los ed ific io s guber na ment ales, las mansio nes para los alt os fu nc io nar io s, almacenes replet os de grano y lo s t emplos ded icados a Re, Set h, Amó n y Pt ah.” (1) Cuando el far aón Ramsés II conso lidó la glor ia mat er ial de Eg ipt o, hacia 1320 aC, las clases do minant es de aquel imper io podían co nsiderarse co mo las más refinadas del mu ndo. Y posiblement e no hayan exist ido lu ego grupos ar ist o crát icos de ma yor so lidez cult ural, eco nó mica, milit ar, po lít ica y relig iosa que ellos. Po r lo que se refiere a po der milit ar y t áct icas bélicas de o presió n, los as ir io s habían desplegado básicament e to do lo que se pod ía esperar de la vesania humana. So lían to mar miles de pr is io neros, para hacer lo s sent ar sobre largo s palos pu nt iagudo s, co n lo s que flanqueaban k iló met ro s ent ero s de sus recorr idos: desangrándose, las víct imas debían ser vir de mu est ra de su capacidad guerrera para mant ener el “resp et o” de lo s viajeros. “Est e pueblo fero z adoraba al severo dios Assur . [...] Los o ficia les del ejér cit o eran t amb ién sacerdo t es, y la palabra “rebeld e” sig nificaba lo mis mo qu e “pecador”, es decir, un ho mbr e merecedor de ser cast igado con la máx ima sever idad. [...] Después de una vict oria, se dego llaba a lo s pr is io nero s mient ras celebrábanse r it os religio sos. Los asir io s no aport aron beneficio alguno a

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lo s pueblo s por ello s so met idos. Por el cont rar io, p illaban t o das las t ierras”, además de mu jeres y bienes. “T ig lat h P hileser I, refir iéndose a sus víct imas, se vanag lo r iaba así: `Yo he hecho co rrer su sangre en lo s valles y en lo s alt os lugar es de las mo nt añas. Co rt é sus cabezas, y, fuera de sus ciu dades, co mo mo nt ones de grano s las ap ilé. Sus despo jos y po sesio nes en nú mero inco nt ab le t ransport é´.” Pese a ello, nuest ro narrador, el vizco nde Mont go mer y de Ala mein, expresa a co nt inuació n: “[...] est a po lít ica era realis t a. Sit uada en una zo na infecunda del alt o T igr is, As ir ia t enía la alt er nat iva de per manecer pequeña y po br e, o de hacerse r ica po r la co nquist a. S i había de expandir se, t enía que aseg urar sus front eras orient al y mer idio nal, y do minar co mp let ament e en el Nort e y el Oest e.” (2) Yo t engo una grabació n d e la voz de un anciano , ex embajado r de la Repú blica de Iraq en la Argent ina, mient ras caían las bo mbas so bre Bagdad, durant e la recient e invasió n no rt eamer icana. La t omé de la radio. Co nfieso que no pude cont ener mis lágr imas mient ras lo escu chaba: el ho mbre no po día creer lo qu e le sucedía, ver su ciud ad dest ruida, recibir en su casa a mujeres y niño s at erro rizados, sin agua, sin luz, en las calles cadáveres por todos lados mient ras las bombas -cada una de u n co st o rondando el milló n d e dó lares- despedazaban sist emát icament e la ot rora gran capit al. La valoració n d el “r ealis mo milit ar” que t iene Mont gomer y, y la co ncepció n malt husiana d esp legada en su s escr it os arro jan p ist as no só lo so bre las co ncepcio nes - 156 -

expansio nist as que alent aron lo s aut ores del imp er ialis mo br it án ico , sino t ambién sus me jo res alu mno s, los ang lo sajo nes nort eamer icano s. Pero como se percibe o bser vando a los asir io s, no invent aro n casi nada, si hacemo s abst racció n de la t ecno lo gía.

A lo s 26 año s me t o có est ar preso de la dict adura milit ar argent ina (1976-1983). E llo s nos habían hacinado en co nd icio nes infer iores a las que se otorgan a los animales. La cárcel de Córdoba t enía en sus pabe llo nes “co mu nes” celdas para cinco y diez personas. Int ro duciendo cuchet as (camast ros met álicos dobles, u no arr iba del ot ro) po dían met er a más pr is io neros. El go bier no ant er ior había co nst ruido pabellones especiales, “celu lares”, co n celdas ind ividuales para los presos po lít ico s, pues se nos consideraba de “máxima peligro sidad”. Finalment e habían alo jado allí a las mu jer es. La celd a que me t ocó habit ar est aba ocupada po r 27 co mpañeros. A los ve int e que ent rábamos en cuchet as se agreg aban ot ros que habían llenado el espac io co n camast ro s simples, dejando apenas un pequeño pasillo. Los milit ares ent raban p ara go lpear no s y asesinar nos durant e la no che o en cualqu ier mo ment o, debido a lo cual, habíamo s dispuest o rot ar en los lugares que o cupábamo s para do r mir. E llo en razó n de que cuando ent raban bruscament e a las celdas, lo s pr imeros en recib ir lo s go lp es eran q uienes do r mían más cer ca de la puert a. Por ello pu de ver, una noche que me t ocó dormir - 157 -

exact ament e delant e de la puert a, en u na cama simp le, có mo sacaron a Larguirucho para asesinar lo. “Larg u ir ucho” Tramo nt ini era un jo ven de 24 años, est ud iant e universit ar io de vio lo ncello, que había ca ído preso en el 75, durant e el copamient o de ciert a unidad milit ar. Muy alt o , t enía algú n parecido en su rasgo s a ese act o r no rt eamer icano de lo s 50, Car y Gr ant . Decían que su espo sa era mu y bella, que t enía cabello s rubios y vaporo sos; decían que su hijit o , t ambién muy rubio, era algo bo nit o de ver. Eso decían lo s co mp añero s –no mu cho s- que habían est ado presos desd e el per io do demo crát ico, cuando lo s presos po lít icos est aban bajo el rég imen co nst it ucio nal y po dían recibir visit as. La jo ven esposa de Largu ir ucho lo ven ía a vis it ar t rayendo su hijit o desde S int ra, una lo calidad cordo besa ent re las serranías. Recu erdo que escu ché el ru ido del candado en la puert a met álica y levant é apenas la cabeza en la o scur id ad - la puert a est aba a u no s t res met ros y med io de mi ca ma, hacia lo s pies. Para ese ent onces - invier no de 1976- ya había aprendido a no mo ver me cuando ent raban lo s milico s, sin que ellos me lo indicaran. La puert a se abr ió bru scament e y vi t res o ficiales. Llevaban cascos, la lu z del t echo arrojaba so mbra so bre sus o jo s, uno de ellos, mu y jo ven, co n bigo t e rubio, miró hacia donde yo do rmía: t enía o jos azules, en ellos t it ilaba la muert e. Me est remecí. Venían ro deado s de subo ficia les, hast a donde se po d ía ver, cargando fusiles FAL, bayo net as caladas, p ist o las al cint o . Uno de ello s -gigant esco , o así me - 158 -

pareció - se aso mó al umbral y gr it ó: “Tramo nt in i”. A Largu iru cho le había t ocado en su ert e dormir hac ia el fo ndo de la celda est a vez, pero no le sir vió de nada. Vi co mo lo o bligaban a bajar la cabeza, para vendar su s o jo s. Vi co mo le at aban las muñecas, co n una gruesa soga vin ílica, so bre la espalda. Luego todos debía mos do rmir no s. No iba a ser el pr imer co mpañero que mat aban. Los llevaban a u n campo milit ar, los hacían ar ro dillar y les daban u n t iro en la nuca. Solían remat ar lo con ot ro de calibre mayo r en el co razón, pero esto variaba: podían acr ib illar lo co n ráfagas de met ralla, o torturar lo ant es. To davía no había mo s recibido ninguna no ticia sobr e la suert e de Largu irucho, cuando algunos compañeros, después d e algún ro deo, empezaro n a pro poner el repart o de su s pert enencias. Est as eran t an miserables, que daba vergüenza la so la idea de que alguien las pidiera: una co lchit a, un par de sábanas mugr ient as, ¡un poncho!... do s pares de medias, ¡un calzo ncillo largo!... Nadie se o puso y dos o t res co mpañeros co menzaron a alegar su s carencias, argument ando su fr ir de sabaño nes o co sas así, para su st ent ar sus mayo res derechos a la propiedad de lo s bienes. ¡Me parecieron mercachifles regat eando con ast ucia en el mercado para obt ener mayores ganancias!... Co mo Largu irucho había s ido uno de mis mejores amigos, me diero n ganas de llo rar. Pero lo gré cont ener me y creo que lo disimu lé. Es que lo s milit ar es nos habían quit ado todo lo que pud iera br indar nos un mínimo co nfort . Durant e ese - 159 -

inv ier no en que la t emperat ura llegaba a los cinco grados bajo cero , habían ret ir ado las frazad as, dejándo nos so lament e co n u na co lcha. Se ocuparo n de romper a cu lat azo s los vidr io s de las vent anas, para hacer nos sent ir el r igo r del aire fr ío. Co mo nosot ros t apamo s lo s hu eco s luego, con pedazo s de plást ico o btenidos de bo lsas vacías, nos obligaro n a qu it ar lo s uno por uno. Me to có est ar en la plant a alt a, por lo cual el fr ío era mayor. Por lo demás, só lo no s sacaban una vez por día para ir al baño, diez minut os a cada celd a, a eso de las siet e de la mañana. Los guardiacárceles nos per mit ían t ener en cad a celda u n t arro , fabr icado con los de ho jala t a que o rig ina lment e cont enían cinco lit ros de aceit e. Allí o rinábamo s y algu no s co n pro ble mas de regulació n t amb ién defecaban durant e la noche. Se imaginará ent o nces el o lor que había en las celdas, ocupadas no r malment e por veint e o t reint a pr isio neros. Si a est o se agrega qu e únicament e no s daban unos minut os más para bañar no s, lo s sábado s por la mañana, puede co mplet arse el p ano rama. A veces, no abr ían las celdas por un día ent ero . Sin dar nos ning una exp licació n. ¿Para qué? S i est ábamo s t o do s “muert os”, como no s anu nció a los gr it os el general Sas iaiñ, al “inaugurar” est e rég imen. Nos habían quit ado ho jit as de afeit ar, t ijer as, espejo s, peines. Así que a lo s t res meses ya t enía mo s el pelo largo , al igu al que la bar ba. A algu nos se no s habían hecho llag as bajo la pela mbrera, por la fa lt a de higiene. Se había reducido la co mida a: un pan, que se repart ía po r la mañana co n el mat eco cido - muy acuoso y sin - 160 -

azúcar-; u na so pa, al mediod ía, ot ra vez mat ecocido chir le a eso de las t res de la t arde y nuevament e sopa a las seis d e la t arde. El pan debía durar nos para aco mpañar t odas las “co mid as”. Los que est aban desde ant es del go lpe de est ado recordaban que so lían ser grandes y se repart ían a discreció n, por lo cual nadie so lía preocupar se po r el pan. Los milit ares habían rebajado su t amaño , “po r razo nes de presupuest o” hast a un vo lu men que nos parecía do lo rosament e pequeñit o. Dos veces po r semana ser vían p lat os “de lu jo ”: po lent a y gu iso de lent ejas. Est o s solían ser co nsist ent es, a d ifer encia de la so pa, y llegaban más calient es. Por ello se lo s esp eraba co n ans ias. Co mo para hacer el repart o de co mida se so lic it aban “vo lunt ar io s”, luego de r ísp idas d iscu sio nes “po lít icas” se hab ía co nvenido ent re las o rganizacio nes que ocupábamo s las celdas ir rot ando t amb ién en est e ofrecimient o cot idiano. Es que lo s dos desig nado s par a el r epart o, “o bviament e”... ¡favorecían a sus celd as!. .. Se había llegado al ext remo de qu e cuando alcanzaban las celdas del fo ndo las o llas hab ían sido complet ament e vac iadas de lo s t ro zo s de carne u ot ro element o sust ancio so, llegando al fina l só lo el líqu ido chir le y fr ío ... (Puse ent re co millas “obv iament e” pu es se su ponía que no so t ro s, aún pert eneciendo a organizacio nes po lít icas d ifer ent es, t eníamo s en co mún nuest ra lucha po r el Hombr e Nuevo , cuyo modelo pro pusier a nuest ro t amb ién co mú nment e admirado Ché Gu evara, y que debíamo s empezar co nst ru yéndo lo en nosotros mis mos... ¡Pero al - 161 -

caer en sit uacio nes cr ít icas nos d isput ábamo s u n t rocit o de car ne, o nos abalanzábamos co mo buit r es so bre las pert enencias de un co mpañero muert o!...) Hacía po co habían t raído desde Cruz del E je a un co mpañero del PRT. Era un muchacho reservado y bo nachó n, per io dist a, a quien calculé u nos t reint a años. Ciert o día se sent ó frent e a mí y r epent inament e me dijo: “acer cá t u p lat o”. Lo mir é so rprendido: “¿qué quieres hacer ?”, pregu nt é. “Te vo y a pasar un poco de carne... a mí me ha t o cado mucho, vos no t ienes nad a”. Tenía razó n, llegando al final del repart o, había co mido ya un ped acit o pequeñísimo que me tocara y lid iaba co n el líq uido so lo , haciendo durar el pan. ¡Pero a él t ampo co le habían t o cado más que dos pedazo s! ¡No lo s había co mido y pret end ía dár me los!... Cuando los o jo s de t odos reco rrían co mo halco nes los plat os de los demás, acechando el alt ament e hipo t ét ico caso de que algu ien, por desco mpost ura o stress, pudiera renunciar a algú n ped acit o de co mida par a pedírselo , que alguien o frec iera la su ya result aba u na ano malía increíble!... Yo había o bser vado ya que Andr és Cañas -pues de él se t rat aba- había cedido espo nt áneament e la mit ad de su pan a ot ro co mpañero, lo cual result aba igu alment e inaudit o . A part ir de allí, no dejé de ver que cada día, co n todas las co mid as, est e compañero renunciaba una y ot ra vez a un p edazo de car ne, a part e de su pan... ¡a veces a su pan ent ero , cuando veía qu e ot ro compañero est aba su mament e decaído!...

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¿Có mo podía hacer lo ? Co nfieso co n vergüenza que no só lo jamás renuncié s iquiera a un pedac it o de car ne o hu eso co n fila ment os durant e ese per iodo aciago, ni a u n po co de polent a o guiso calient e, ni a un pedazo de pan, no só lo jamás co mp art í mi co mida, sino que además acept é var ias veces el pedazo de pan que Cañas me o frec ía co n o bst inada ins ist encia, o su única car ne para co mér mela. Andr és Cañas era el único comp añero en ejercer t al co nduct a, ent re 27 revo luc io nar io s guevar ist as que o cupábamo s esa celda. Lo he vist o renunciar no só lo a co mida, sino quit arse su saqu it o viejo, de lana, que quién sabe cómo había po dido salvar de la depr edació n milit ar, para dárse lo inapelab lement e a un co mpañero que t ir it aba, at acado por la gr ip e y e l fr ío de ese s it io t remendo. No he podido o lvid ar lo en t odo s est os año s, y aprovechando que el do mingo pasado se celebró el Día del Amigo en la Arg ent ina, he quer ido ho y reco rdar lo. Pero no sólo por ser mi amigo , sino porque, así co mo la anécdot a de Mene m sir vió para d emo st rar que la est ult icia y la cicat er ía pueden repet ir se u na y o t ra vez a lo largo de la hist or ia, no impo rt a el grado de saciedad alcanzado por sus g eneralment e poderosísimo s su st ent adores, t ambién exist e en los humano s la nobleza sub lime, esa genero sidad sin condic io nes que nos puede convert ir en “seme jant es a lo s áng eles”. Hacia el año 2002 supe algo , por fin, de Cañas. Que la ed it o r ial Co lihue había publicado un libro , Caminos de - 163 -

Nuestra Améri ca, donde mi amigo de la cárcel vo lcar a co nver sacio nes co n el Premio Nobel de la Paz Ado lfo Pérez Esqu ive l, e l urug uayo E leut er io Fer nández Huido bro y el venezo lano Hugo Chávez, ent re ot ros. (3) También supe que aho ra vive ot ra vez en Có rdoba, muy senc illament e. Y co menzamo s a escr ibir nos y lla mar no s po r t eléfo no de vez en cuando. Él no debe imaginar que yo recuerdo to do lo que cont é ant es. De haber le co nsu lt ado jamás me hu biese per mit ido publicar lo. Pero meno s mal que lo hice. Pues Andrés Cañas co mpart e con no so t ro s las Cart as, en est a list a... y ya no podrá imp ed ir me el haber lo menc io nado. ¡Un abrazo , Andrés! Est imados lect o res y co laborado res, ahora dejaré a vu est ras elevad as int eligencias el ext raer conclusio nes. Y aho ra mismo me desp ido, hast a la próxima o port unidad. Un su balt er no est udiant e de la Sabidur ía expresada po r Cr ist o : Julio Carreras ( h) Aut o no mía, Sant iago del Est ero, Argent ina. (1) Rams és II. Faraón de Egipto. (Rams es II : Magnificence on t he N ile; E qu ip o cient íf ico coor dina do p or David O ´C onnor , Rita E. Fr eed, K ennet h A. K itchen .) Tr aducción al español: Migu el I zqu ier do. T ime L if e Books I nc. Edita do en España por Ediciones F olio, Bar celona 1995.

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(2) Mar iscal M ont gomer y, Vizconde de Ala mein. Historia del Arte de la Guerra. T raducción: Jua n Gar cía Puent e. Edit or ia l Agu ilar , Madr id, España, 1969. (3) Andr és Cañas. Caminos de Nuestra América. Edit or ia l Colihu e, E diciones del P ensa mient o Naciona l, Bu enos Air es, 1999. En su contr apor tada dice: “El p er iodista ar gent ino Andr és Cañas convo ca en Ca minos de nu estr a Amér ica a figur as r epr es entat ivas de diver sas exp er iencias. Dia loga n, en sus páginas p olít icos de acción y p ensa mient o, pr ota gonistas todos de int ensas ep op eyas : el bolivia no Juan L echín O qu endo, el ur uguayo Eleut er io Fer nández Hu idobr o, los ar gent inos Adolf o Pér ez Es qu ivel, Andr és Fr amini y Car los O. Suár ez, los venezola nos L ino Mar tínez y el coma nda nt e Hu go C hávez Fr ías, hoy pr es ident e constitu cional de su país; el colomb ia no Javier Calder ón, el cubano F er nando Mar tínez H er edia y el mex icano p or adopción E nr iqu e Duss el. “Cañas ha estr uctur ado lo qu e inicia lment e f u er on entr evistas individuales en u na mesa r edonda vir tual en la qu e f lu yen las ideas con la es p ontaneida d pr opia de los más apasiona dos debat es. Están allí L echín, qu ien encab ezó u n movi mient o insur r ecciona l obr er o ca mp es ino; Fer ná ndez Huidobr o, jef e de la gu er r illa tupamar a; Javier Calder ón, r epr es enta nt e de los alzados colomb ia nos; Mar tínez H er edia, vocer o de la ú nica ciu dadela s ocia lista vigor osa y en p ie; está tamb ién el pr es ident e C hávez qu ien expr esa el r ena cer , en los alb or es del s iglo XX I y a contr a mano de las op iniones moder niza nt es qu e p ostu laban su agota mient o, del mod elo de caudillo militar nacionalista de ta nta tr adición en Amér ica Latina. “Int electua les y p olít icos compr omet idos con las fu er zas popu lar es expr esan ca minos diver gent es qu e conf lu yen, s in

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embar go, en la meta qu e los gu ía y qu e comp ar timos : la lu cha por la dignida d hu ma na en nu estr a tier r a. “Los t est imonios de las f igur as r eunidas aqu í, sus lectur as del pasado, sus anális is del dur o pr es ent e y sus vis iones del r ostr o futur o de la Patr ia Grande hacen de ést e u n libr o necesar io par a afr ontar el desánimo y comenzar a andar los nu evos ca minos.”

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Fecundas cart as Me han parecido muy sabia s todas las cartas, hasta ahora. Me gust aría una ref lexión sobre el tema del suicidi o y la poesía. El espírit u de autoan iquilación ligado a la poesí a. Hay un problema d e f ondo: un tabú, o una lógica de la conduct a común, le ha negado compasi ón históricamente a los que ca en bajo la desgracia del suici dio: tienen su círculo en el inf ierno, su exco munión en l a tierra, etcét era. En muchas pa rtes, como en Inglat erra, se llegó al extremo ab surdo de con denar a muerte a quienes cometían el delito de int enta r suicidarse. El tema es du ro y resbala dizo. Ahí lo dejo. Francis Sánchez Ciego de Ávila, Cuba

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Respu esta ACERCA DEL SUICIDIO

Aut onomía, Santia go del Est er o, 24 de ju nio de 200 3

Hacia o ct ubre de 1976 el diar io argent ino La Nació n ded icó to da una pr imera plana de su sección Cult ura a un art ículo asu mido por “Mons. Dr. Oct avio Der issi”, que co menzaba narrando el su icidio de Cesare Pavese. Der issi - a la sazón obispo auxiliar de La Plat a y rect or de la Un iver sidad Cat ólica Argent ina- at r ibuía el suicid io de est e gigant esco po et a al “vacío ex ist encia l”. Según aquel art ículo -que regresaba u na y ot ra vez sobre el eje mploPavese, a t ravés del cult ivo exquis it o de su alma, hab ía alcanzado alt uras vert ig ino sas con la evo lució n de su pensamient o. Pero “po r ser co mu nist a - y por t anto at eo-” su imag inació n no le habr ía per mit ido “enco nt rar a Dios”. Pavese habr ía ascendido, ent onces, a la más alt as cimas co n su imag inació n... só lo para encont rar que allí... ¡no había nad a!... Y si el ser exist ía para girar finalment e en t o rno de la Nada... pues no valía la pena exist ir. To do esfuerzo esp ir it ual, por encima de su feracidad o bjet iva, result aba inút il. Pese a la o port unidad d e est a publicació n ( la Argent ina viv ía bajo u na sangr ient a dict adura milit ar ant ico mu nist a) y la t rayect oria del aut or (del más est r ict o co nser vado r ismo ideo lóg ico ) su argument ació n - 168 -

persuad ía, ent re ot ras cosas por su prolija coherencia int er na. E l licenciado Ferrer a De Cast ro me result aba ant ipát ico a la dist ancia. Lo conocía por los diar io s y lo había vist o de cerca só lo u na vez, cargand o naft a a su po dero so auto en una est ació n de ser vic io. Por ese ent o nces era u n impo rt ant e fu nc io nar io con rango min ist er ia l, en e l go bier no de Car lo s Art uro Juárez. Su mejor amigo era Juan Jo sé Lapro vit t a (un méd ico u lt raderech ist a, acusado de to rt urar a milit ant es de izqu ierda en Córdo ba), en aquel mo ment o minist ro de Bienest ar Social. A su aut orid ad o ficial, Ferrera de Cast ro su maba u n at ildamient o indu ment ar io que podía resu lt ar insoport able. De fr ent e muy ancha, su cabello lu cía br illant e y per fect ament e alisado hacia at rás, a la go mina. Perpet uament e de t raje, se capt aban br illo s leves pero sunt uoso s desde sus car ísimas co rbat as o sus puños. Por lo demás, era port eño ,* llevaba una barbit a recort ada escrup u lo sament e alrededor de su boca despect iva - lo cual refer ía un aire segur ament e buscado a la ico no grafía de lo s Habsburgo-, su gest ualidad era la pro pia de perso najes acost u mbrado s a considerar se impunes. Se co mprend erá ent onces que me recorr ier a un est remecimient o cuando se acercó a ofrecer me su mano en 1991, durant e un act o de ho menaje a un anciano escr it or, o rganizado por la revist a Quipu de Cult ura en la librer ía Dimensió n. Po r ciert o luego que hubieran t ranscurr ido u n par de minut os co mo para no result ar - 169 -

gro sero , apro vechando mi caráct er de organizador y el est ar co mpart iendo la co nversació n co n una bo nit a chica, me apart é raudament e, hacia el o t ro ext remo de la sala. Co mo unos quince días después, se presentó de repent e en la libr er ía Dimensió n -donde por ent onces yo t rabajaba. De só lo ver lo ent rar vo lví a exp er iment ar u n escalo fr ío ; pero est a vez no t endr ía escapatoria. Era una siest a de ext remado calor, apart e de noso tros dos y lo s mo zo s del bar, no había casi nadie en t o da la ext ensa galer ía. Se dir igió rect ament e a mí, para d ecir me que había leído ya dos veces u na novela breve que por ent o nces publicáramos. Rele ía u na y ot ra vez alguno s de sus p árrafos, dijo (para probar lo me mo st ró el libro : est aba ner vio sament e su brayado, co n pro fusas ano t acio nes, hechas co n let ra eleg ant e y abigarrada en lo s márgenes) ; en e llos, se había sent ido ident ificado. Volv ió a recorrer me un est remecimient o cuando me d io a leer el p asaje en el cual se sint ió expresad o. Est e narraba un mo ment o culminant e en la depresió n del p erso naje, qu ien se había abandonado , cayendo en u na especie de cat alepsia, de la cual lo salvaro n forzando la puert a de su depart ament o . (1) Desp ués de aquella present ació n más ext ensa “Chacho” - lo llamaban así familiar ment e-, me visit ó casi t o dos los d ías. Co nfieso que hast a el últ imo de ellos est o siguió resu lt ando para mí un t rago difícil: además de las caract er íst icas refer idas br evement e, Chacho cargaba en su baga je ideo lóg ico paut as fundadas en u n cat olicis mo lefebvr iano , develando a cada t ramo de la conver sació n - 170 -

sus p ilares int elect uales: lo s más co nspicuos exponent es de la u lt raderecha arg ent ina, ant ico munist a, ant isio nist a, ant isinarquist a, et cét era. El único punt o de co incidencia ind udable que hallábamo s - y al cual apelábamos co nt inua ment e- era una pro fu nda co nvicció n int er io r so bre la exist encia d e Dios. Algo se hab ía resquebr ajado en su est ructura id eo ló g ica fascist a, sin embar go . Abordaba de pront o los t emas po lít ico s desde u n nacio nalis mo ant iimper ialist a, la do ct r ina cr ist iana esforzándo se por dest acar aspect os so cializant es. Esto se percib ía t ambién en su ext er ior: si bien segu ía usando sus ro pas muy caras, las llevaba aho ra co n ciert o descu ido; la bar ba no lucía ya met icu lo sament e recort ada, llegando inclu so a present ar algu nas t ardes, en el espacio que debía ser est r ict ament e rasurado , una ext end ida so mbr a de pequeños pelo s sin afeit ar. Su pelo, lacio , liso, mu y fino, ¡le caía un poco so bre la fr ent e a veces!; al parecer se o lvidaba ahora de endurecer lo con fijador. La repet ició n de sus vis it as me fue per mit iendo vis lumbrar una ext raordinar ia co mple jidad en su caráct er. Había co menzado a t rabajar co mo per iodist a en el Nuevo Diar io ; algu no s de sus cuent o s fueron publicados en la secció n cult ural. ¡Escr ibía muy bien!... En sucesivo s encuent ro s fu i ent erándo me que at ravesaba dificu lt ades eco nó micas, pero principalment e ex ist enciales. Era o se había co nvert ido en alco hó lico, aunqu e esto era muy d ifícil d e percibir s i no se lo cono cía de muy cerca. ** Cuando d ispo nía de algún d inero insist ía en invit ar me a - 171 -

co mer algo ; un par de veces acept é. El breve per íodo que duró ese acercamient o bast ó para ent erarme de sus ma yo res t ribulacio nes: su espo sa, según él, no solament e lo hab ía arru inado desde u n pu nt o de vist a econó mico , sino le impedía aho ra part icipar en e l afecto de sus hijo s. E lla era u na jueza, miembro de la podero sís ima “Rama Femen ina” del part ido gober nant e, lo cual le había per mit ido práct icament e proscr ibir lo –me cont ó. Alg ú n t iempo después (creo que durant e el verano de 1992), Chacho se suicidó. Habit aba so lo en u na casa alejad a del cent ro. Lo enco nt raron dos días después de haberse pegado un t iro en la cabeza, co n el cuerpo ya un po co hinchado po r la desco mposic ió n. En 1969, Jo sé Mar ía Arguedas, ext raordinar io no velist a peruano, se suicidó en Chile. Algunos exéget as especu laro n sobre la influ encia sobre su dest ino de la t ensió n po r pert enecer a u na raza despreciada, réproba, ago biada por t ant as humillacio nes co mo es la indígena. Est o parece ser u n t ema o bsesio nant e para los peruanos, ya q ue se present a con machaco na recurrencia en sus o bras lit erar ias. Se ensayaba en t al sent ido un paralelo co n la hist oria perso nal de César Vallejo, ot ro peruano genial, ext rañado y muert o en Par ís. Se ensayó, ent onces, co mo po sible razón para el suic idio la de pert enecer a una raza de p ar ias. Pero en el verano de 1962 se había su icidado Mar ylin Mo nro e. Tal vez t o mara co mo ejemplo a Miroslava St ern, - 172 -

de 29 año s, de quien se había dicho que “no pudo so port ar el hast ío y la so led ad”, mat ándose con barb it úr ico s a los 29 años. Ambas eran her mosas hast a el vért igo , famo sos, r icas, aduladas en pr ivado y en público, pert enecient es a las razas co nsideradas como las más evo lucio nad as de la esp ecie. Po co ant es del fin de sig lo se pegó un t iro Kurt Co vain, líder del grupo Nir vana. No po día at ribuir se el su icid io al fracaso, ni a la po breza, ni a la so ledad, ni al sent imient o de pert enecer a u na raza despreciada. Kurt era blanco , ang lo sajó n, adiner ado. Se culpó ent onces de esa d ecis ió n al fr enesí inducido en su men t alidad por el co nsu mo de drogas. Hace u na semana se su ic idó en La Banda - Argent inaNelly Or iet a. Nelly era p int o ra -pr incipalment e grabado ra-. Tenía un só lido prest igio reg ional, u na po sició n econó mica est able, su per sonalid ad era t ranqu ila, t rad icio nalist a y conser vadora, mas de caráct er to lerant e en su ideo log ía. Ja más co nsumió dro gas de ning ú n t ipo , est aba ya ju bilada co mo profesora de Art es. Gozaba de la admiració n po r su obra, el afect o y el respet o de t o da la sociedad. Co mo puede infer ir se d e lo s poco s ejemplos hu manos to mado s arr iba sint ét icament e, difícilment e pueda at ribu ir se só lo a la carencia de fe religio sa mot ivacio nes su icid as. Los do s pr imeros ejemplo s muest ran a un - 173 -

co mu nist a-at eo y a un fascist a-relig io so desembocando unívo cament e en u n d esenlace similar. Asimis mo podrán enco nt rarse co mu nist as- at eos exuberant es y gozado res de la vida hast a el ú lt imo alient o , como Jorge Amado, Pablo P icasso , Albert i, et cét era, y t ambién fascist as que jamás hu b ieran pensado en qu it arse la vida e incluso mant u viero n hast a el fina l de sus días act it udes su mament e vit a les. Co mo Camilo José Cela, quien se mur ió de vie jo, no sin ant es haber o bt enid o el Premio Nóbel. Po dríamo s co nt inu ar est a línea d e razonamient o co n lo s eje mp lo s co nt rapuest os que se enu nciaro n a co nt inuació n: Arguedas-Mar ylin Monroe; Kurt CovainNelly Or iet a. Puede hallar se ent re los suicidas gran var iedad de caract er íst icas d isímiles: u nos vivían so los, ot ro s ro deados po r sus fa miliares o amigos; hay ent re ellos qu ienes se drogaban, ot ros ni siquier a conocían est o. Lo cual me induce a pensar que las mot ivacio nes para el su icid io pueden surgir en cualquier sect o r de la so ciedad, dent ro de cualqu ier cult ur a, a cualquier edad, en cualqu ier mo ment o hist ór ico. Respo nden, en inst ancia ú lt ima a fact o res muy ind ivid uales, cuya generalizació n po dría ser, desde un punt o de vist a de la responsabilidad int elect ual, po co recomend able. Respect o de las reaccio nes condenat o rias, al sent imient o de ext endid a desazó n, al fast idio u obst inada vo lu nt ad de ocult amient o que induce en quienes

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quedamo s vivo s, t ampo co sient o la segur idad suficient e co mo para po der exp licar sus o r íg enes. Es sabido que la t radició n cr ist iana co loca al suicidio ent re las ma yores desgracias para el alma, la cual deber á purgar su error en diver so s purgat orios, de acuerdo a casi to das las int erpret acio nes. Co mpart e est a concepció n co n la ma yo r ía de las grandes religio nes. Pero t ambién la t radició n eso t érica -al me nos su vert ient e “blanca”- considera a dicho act o como una de las peo res calamid ades esp ir it uales. “E l act o de quit arse vio lent a y vo lu nt ar iament e la vida -d ice el Diccio nar io Eso t ér ico de Zaniah- o rigina al causant e el más last imo so est ado. Un inex presab le y angust io so sent imient o de vacuidad y el po der de o bser var a aquello s a quienes ha last imado con su muert e vio lent a, le hacen sent ir se más vivo que nunca. La part e del aura ovo id e en que generalment e se encuent ra el cuerpo denso se vacía y aunque el cuerpo de deseos ado pt a la for ma del cuerpo denso perdido, se sient e co mo si fu era u na cáscara hueca, porque el arquet ipo creador del cuerpo en la reg ió n del pensamient o concret o persist e co mo mo lde vacío durant e t ant o t iempo como debió vivir el cuerpo denso.” (2) Es un cr it er io co mún por ot ra part e, en las doct rinas reencar nacio nist as, que el suicida vo lverá a est e mundo lu ego de un per iodo acot ado. Y nuevament e deberá enfrent ar las co ndic io nes que lo su mieron en la desesp eració n, hast a enco nt rar la for ma de superar las.

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En relac ió n con el suicid io y la poesía: cr eo que los art ist as, po r su oficio, suelen desarro llar un grado super io r de sensib ilid ad. E llo lo s hace alt ament e pro clives a caer en est ados depresivo s -o de exalt ació n eu fó r ica- en circunst ancias qu e podr ían result ar nor males a la ma yo r ía de las per so nas. T ienen, en compensació n, la vent aja de po der canalizar a t ravés de su obra est os sent imient os, sin necesidad de llevar lo s a la realidad en su exper iencia perso nal -de hecho, un verdadero art ist a vive efect ivament e su o bra en el mo ment o de crear la. (3) Por ello me par ece qu e u n po et a, un pint or, o un no velist a, aú n con t endencias a t rat ar el t ema del suic idio o la muert e, es meno s probable que caiga verdader ament e en ello s. No así las perso nas no r males, quienes carecen del recurso de represent ar simbó licament e su fallecimient o, debiendo efect uar la exper iencia en su pro pio cuerpo. El haber t rascendido numerosos suicid io s de po et as se debe, segú n creo , no a que efect ivament e est a decis ió n se ver ifique en ma yor cant idad, sino a su caráct er de perso najes generalment e co nocidos.

No s queda el recur so bio lóg ico. Vit us Dröscher narra que el cala mar hembra, luego de poner sus huevos “deja de pro ducir jugos gást r icos” y por lo t ant o de comer. “Al cabo de cuarent a y do s días los nuevos calamarcit os sa len de su s huevos. Poco después la madre muere. [...] Jero me Wo d insk y [...] ext irpó dos glándulas (sit uadas det rás de - 176 -

lo s o jos)” a un cala mar hembra. “[...]...el animal vivió nu eve meses más. Además, durant e todo ese t iempo sigu ió co miendo [...] con buen apet it o. Ent re ot ras presas, devoró t ambién a sus prop io s hijo s”. Döscher co nclu ye, ent o nces, que est as glándulas, a las que llama “mo rt uo rias” po dr ían ser un mecanis mo dispuest o por un o rden nat ural, que forzar ía a los anima les a la aut o eliminació n, cu ando pueden co nvert ir se en un peligro ext remo para la super vivencia de su especie. ¿Podr ía at ribu ir se, quizá, la co mpu ls ió n psico lógica hacia el su icid io a alguna “g lánd ula mo rt uo ria” ocult a en el o rganismo humano, sea en su cuerpo bio ló gico o en el “met afís ico”? Est o, si seguimo s el razo namient o de Dröscher, deber ía ocurr ir cuando el humano afect ado se co nviert e en u na amenaza para sus congéneres. Pese a la sugest iva t ent ació n que est e ejemplo o frece, result a, a po co de reflexio nar, de difíc il ap licació n. Exist en ent re lo s hu mano s numerosís imo s casos co nt rar ios -ent re los cuales po demos mencio nar al azar los de Iván el Terr ible, St alin, P ino chet , Pol Pot h o George W. Bush- para imp ed ir no s, po r simp le est adíst ica, t al cr it er io . ¿Conclu sión? Creo que ju nt o al arrebat amient o amoro so, la renu ncia a las co nvencio nes so ciales, y ot ras decisio nes “locas” de algu no s humanos -con fr ecu encia pr ecip it ado ras de vu elco s import ant es no so lament e en sus vid as, co mo en el caso de San Francisco de Asís, sino de toda la - 177 -

so ciedad-, la del su icidio pert enece al ámbit o de los mist er io s inso ndables d el espír it u hu mano . Aquellos que únicament e ese ego, único en t o da la hist or ia, podr ía develar. Mist er io s que, desgraciadament e, suele llevarse a la t u mba (o al Más Allá), sin dar nos ninguna o po rt unidad cient ífica de cono cer lo s en el plano mat er ial. Personalment e, op ino que el est ado psíquico previo al su icid io const it uye una ano malía. (No incluyo en est a caract er izació n ni al “su icidio asist ido”, co mo se lo lla ma ho y, ni a lo s “at ent ados suicidas”. Est os no co nst it u yen, según mi cr it er io, suic idio s en un sent ido est r ict o , po r lo cual no son co nsiderados aquí). Un agud ís imo est ado depresivo suele preceder al su icid io ; es lo qu e me induce a co nsiderar lo co mo una enfer medad. Dado que su fact or det erminant e es pro fu ndament e int er io r, creo posible halla r, t ambién, el ant ído to únicament e en noso t ros mis mo s. Para producir lo, est imo que so n necesar io s: un cuerpo sano , una ment e lúcid a, un co razó n capaz de encont rar la felic idad – inc luso sin la int er venc ió n d irect a de fact o res ext erno s. Est os requisit o s no so n algo muy fácil de o bt ener, pero t ampoco inalcanzables, aunque pueda ser necesar ia t o da una vida para ello. Ser ía mu y ext enso pro fundizar en est o; además, segura ment e vo lveremo s so bre cuest iones relacio nadas una y o t ra vez, a lo largo de nuest ras Cart as. Por ahora, debo desped ir me, hast a el pró ximo encuent ro. Co n u n sa ludo afect uo so. Julio - 178 -

* S e lla ma “por t eños ” en la Ar gent ina a las per s onas or iu ndas de la Capital Feder a l (Bu enos Air es ). Sus modales ost enta n u na actitu d extr ema da ment e comp et itiva, pr opia sin du da de las gr andes ur b es. Ello, u nido a su tona da (alt is onant e, de pr onu nciación veloz, p os iblement e inf lu ida por los alt ís imos niveles de inmigr ación italiana qu e constitu yer on su et nia) su “sincer ida d” impacient e, y cier ta escr upu los idad atilda da en el vestuar io, pr ovoca la p er cep ción de s u pr es encia como ir r itativa y p edant esca en las socieda des del int er ior ar gent ino, gener a lment e de moda les contr ola dos, de aliños menos es mer a dos, de apr oxima ción menos dir ecta a las cuest iones más conf lict ivas de la r elación s ocia l. D eb emos aclar ar, pes e a ello, qu e la modest ia f or ma l de los pr ovincia nos par a nada significa una gener aliza da sup er ior idad esp ir itual. El pr ovincia no ar gent ino con fr ecu encia es astuto, la dino, egoísta, y pu ede llegar a ser ef ect iva ment e mucho más p eligr os o o cr u el qu e cualqu ier por t eño. Sólo qu e p or condiciona mient os hist ór icos y una tr adición ar caica, ha modela do su p er s onalidad dentr o de u na cultur a sinu osa. Menem viene a s er un ar qu et ip o de esta actitu d, falsa ment e hu milde p er o ver dader a ment e ma qu ia vélica, pr es ent e en las p ob laciones del int er ior con mucho ma yor p or centa je de lo qu e su ele ima ginar se. (1) H e a qu í par te de los pár r afos qu e F er r er a hab ía subr ayado: “Decidí, lu ego de u n t iemp o br eve en es e est ado, r enu nciar a mi tr abajo y aislar me en el depar tament o. El mur mu llo de la ciu da d y los háb it os de la gent e s e me hab ían vu elt o ins op or tables. Adelga cé nu eva ment e mu chos kilos. Pedía p or teléf ono los envíos de comest ib les, y padecía una angustia mor ta l en la esp er a, por el t er r or de ver al emplea do qu e los

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tr aía. Sólo veía t elevis ión y dor mía. La bar ba me cr eció hasta el cu ello. [...] “Entr é en el p eor p er íodo de mi vida. El cu er po s e me emp ezó a sacudir p or los t emb lor es; ya no pu de leva ntar me del s ofá. Dor mía de a r atos, con tr es almoha dones bajo mis espaldas, fr ent e a l t elevis or encendido; veía o s oñaba es cenas catastr óficas, donde s e mezclaban N ina Hagen, el Papa, Videla y batallas y ca mp os hu mea nt es con s onidos de r áfagas de metr alla. “Una noche me dor mí más honda ment e qu e la s ant er ior es y desp er t é en el hosp ital de p olicía. Un vecino hab ía denu ncia do qu e en mi depar tament o sucedía algo s osp echos o, y los policías, r omp iendo la pu er ta, se hab ían halla do con el caos qu e er a mi hogar ent onces, y conmigo t ir ado, con aspect o de mu er t o, ant e el t elevis or encendid o con la pantalla en b la nco.” (Abelardo, cap ítu los 17, Pág.107 y 18, Pág. 110; edit or ial D imens ión, Sant iago del Est er o, Ar gentina, 1991.) ** Hab ía hecho acu er dos con los emp lea dos de las conf it er ías qu e fr ecu entaba. Así, en pr es encia de extr años, lla maba al mes er o y con ademá n s eñor ial le decía: “Otr o vaso de a gua... bien lleno y con hielo”. Un a migo comú n me hizo ca er en la cu enta qu e es e “ vaso de a gua” -r ep et ido con ver t iginosa fr ecu encia- cont enía, en r ea lidad. .. ginebr a. (2) Zania h. Diccionar io Es ot ér ico. S exta edición, cor r egida y au mentada. Pág. 435. Edit or ia l K ier , Bu enos Air es, 1992. (3) Hallo u n ejemp lo - entr e los innu mer ables qu e p odr ía n dar s e- de esta facu ltad de mor ir y r enacer p or la poes ía, en esta bella comp osición de Rafa el M or ales :

ALBA NOCTURNA Tan clar a era la noche, - 180 -

t an p lenament e aurora de la luna, t an t ier no amanecer t erco de est rellas, que no sab ía si llamar la Concha. Qué lejo s ya la hora que u na mañana pura alzó sus naranjales, lo s t empranos celindros de t u cálida nieve y abr ió lent a la t ier na corola de t us labio s. Pero en la no che llegas auro ra siempr e de mi sangre t uya, pero en la no che llegas co n t us frescos jardines y amaneces co nt inua abr iendo en la t r ist eza que la so mbr a const ru ye lo s pét alos más claros que t iene la alegr ía. (Rafael M or ales. Poemas I nédit os. Zar za Rosa. Revista de poes ía. Pág. 10. Valencia, España, Abr il-Ma yo de 1986.)

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CARTA Nº 10 Aut onomía, Santia go del Est er o, miér coles 2 7 de agost o de 2003. *

Leó n To lst oi recoge est a leyenda: E n t iempos mu y remo t os vivía en u na is la so lit ar ia un sant o ermit año. Ciert o día desembarcan p escadores, ent re ellos un vie jo t an rúst ico que apenas po día expr esarse - y no sabía rezar. E l so lit ar io quedó pro fundament e t urbado ant e t al ig no rancia y le enseñó “co n mucha pena y fat iga” el Padrenuest ro. El viejo dio las gracias y d ejó co n los ot ros pescado res la isla. Después de algún t iempo, cuando la barca ya casi había desap arecido a lo lejo s, vio el sant o de repent e una fig ura hu mana en el hor izont e, que, mar chando por encima del agua, se aproximaba a la isla. Pro nto reconoció al v iejo , su d iscípu lo, y le salió al encuent ro , cuando est e pisó el suelo de la is la, sin palabras y emocio nado . Tart amudeando, el viejo le dio a ent end er que había o lv idado la oración. “Tú ya no necesit as rezar ” -respo nd ió el er mit año- “t u anhelo de Dios es t an grand e, que É l mis mo t e llevar á de la mano”y desp id ió al viejo , que, vacilando por encima del agua, co rrió nu evament e t ras la barca de los pescadores. (1)

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Necesidad de Dios Ent re las palabr as más buscadas usando Int ernet figuran en pr imer lugar “Dio s” y “sexo”. Est o puede sig nificar un anhelo por comprender lo s sent imient os co nfusos, sensacio nes s in exp licació n, int uicio nes, sueños o visio nes que a lo largo de su exist encia en la T ierra han aco mp añado indefect ib lement e a la co nciencia hu mana. Hacia u nos 5.000 años ant es de Cr ist o ya se había co nso lid ado, para designar los, la idea de Dio s. S i bien co n d iferent es int erpret acio nes y mat ices, ningún pueblo ant iguo carecía de cult os relig ioso s, desde las feraces y civ ilizadís imas r iberas del Nilo hast a las t amb ién refinadas civilizacio nes chinas, pasando por la Ind ia o Grecia, sin d ejar fuera a los mu y t o sco s euro peos, qu ienes represent aban por ent o nces la fr anja más at rasada de la humanidad. ¿So bre qué bases est aban fu ndadas t ales r elig io nes? No t enemo s ninguna prueba de la exist encia d e Dios. Un sacerdo t e (pro bablement e) escr ibió de At ón “t ú has in ic iado el viv ir ”: ...Tú haces las est acio nes para que se desarro lle t o do lo creado: el inv ier no para refrescar lo , el verano po rque t e gust a. [...] La T ierra est á en t u mano co mo t ú la has creado . S i t ú resp land eces ella vive, si t e o cult as ella muere. - 183 -

Tú eres la duració n mis ma de la vida, y se vive de t i... (2) Pero esto s verso s, co mo ot ras co mpo sic io nes lit erar ias o narracio nes míst icas, no aport an dat os cient ífico s que puedan o to rgarnos cert idumbre acerca de la exist encia de un Ser super io r (o var ios). Es algo hast a ahora impo sib le, sin embar go, pro bar fehacient ement e la exist encia de cualquier afir mac ió n hu mana. ¿Quién puede asegurar, por ejemplo, la abso lut a cert eza de su prop io exist ir ? Los sent idos (t acto, visió n, o ído , o lfat o, gusto ) nos dan el paradig ma esencial de l q ue part en t o do s lo s co nocimient os co nsiderad os cient íficos. Part icu lar ment e nuest ra vis ió n ocular. Pero ¿podemo s ver nu est ra esp alda? Pro voca un pat ét ico est remecimient o el co mprend er que no podemo s ver direct ament e la mayor part e de nuest ro cuerpo (que supuest ament e ot ros ven). Ni siqu ier a nuest ra cara, dado que la imag en del espejo es so lament e una reproducció n, muy esquemat izada, de las prop iedades que se reflejan. (3) La pelícu la T he Mat r ix jueg a con la idea de que en ú lt ima inst ancia “t o do sucede dent ro de nosot ros” y no t enemo s demasiados element o s como para arr ibar a la cert idumbre de si lo que est amos viviendo es real. En un mu ndo que han do minado las máqu inas - luego de una guerra sangr ient a- ellas so met iero n a los humanos reduciendo su fu nció n práct ica únicament e a la de pro veedo res de energ ía. Para t al co sa lo s mant ienen do rmido s y lat ent es, dent ro de sarcó fagos de met al, en in menso s depósit o s subt erráneo s, donde los aliment an - 184 -

po r so ndas y proveen a sus ment es con una ilusió n de exist encias. La ilusió n es per fect a, e inclu so puede ser “eleg id a” por las inclinacio nes psíqu icas del quiescent e: hay so ciedades mu y d esarro lladas, con gobier nos, t ecno lo g ía de punt a, y millo nes de c iudadano s que nacen, van al kind er, aman, se afanan buscando el éxit o pro fesio nal o se psicoanalizan, gener ació n t ras generació n… sin d arse cuent a en abso lut o que esa exist encia le est á siendo transmit ida, durant e toda su “v ida út il”, a t ravés de u n cable co nect ado a la nuca. La ilu sión de las percepcion es S i lo s micro bio s est u viesen dot ados de pensamient o racio nal, pro bab lement e no se dar ían cuent a de la exist encia de los humano s. Al menos co n el sig nificado que damo s nosotros a t al co ncept o. Pues tant o lo que co nsid eramo s “co nscienc ia” co mo su s result ados so n pro ducto de ciert o t ipo de percepcio nes, que nos pro veen de có d igo s part icu lares para int erpret ar a ese co njunt o que deno mina mo s luego “exist encia”. También est á present e la po sib ilidad de numero sos t ipos de co nciencia -po r lo cual no deber íamos negar cat egór icament e su po sible ejercic io a los micro bios. Sus percepcio nes po drían desenvo lver se po r camino s inaccesibles para no so t ro s, como lo ser ían los nuest ro s para ello s. Pero supo ngamo s para sust ent ar est a propo sició n que lo s micro bio s est uviesen dot ados de un t ipo de co nciencia exact ament e igual a la ejer cida po r nuest ro - 185 -

cerebro . Tampo co t endr ían ni la más remo t a idea del aspect o general y las fo r mas t ot ales de un ho mbr e o una mu jer. Co mo máximo represent ar íamo s, para su imag inació n, port ent osos objet os nat urales, moviéndonos mu y lent ament e en el gigant esco Espacio , de parecido mo do al que asumen ant e noso t ros lo s planet as. Aú n do t ado con est e t ipo de conciencia, p ara un micro bio habit ando nuest ra piel ser ía imposible capt ar, desd e allí, ot ra cosa que no fuesen accident es nat urales, t al co mo no sot ros vemos a lo s desiert os neuquino s, a los bo squ es del Amazo nas o a la co rd illera de los Andes. Precisamos advert ir lo, para t ener present e que cuando el ser hu mano t rat a de ent ender lo s p lano s met afís icos, debe abandonar los preco ncept os y mucho s de lo s co nocimient os su st ent ado s en nuest ras per cepcio nes. Del mis mo modo que si un microbio, dot ado de consciencia, se pro pusiera empr ender algú n est udio serio sobre la co ndició n humana. Bien. No quiero hacer demasiado larga est a cart a, por ello ir é dir ect ament e al eje de lo que quie ro proponer ho y co mo t ema de reflexió n. S i exist e Dio s evident ement e nos implica a todo s. Pues para ser Dio s debe ser I nfinit o, es decir sin límit es. Con lo cu al deber ía impreg nar To do, por fuera y por dent ro : cada co sa o ser deber ía est ar at ravesada hast a en sus part ículas más infinit esimales po r Dios y exist ir, a su vez, rodeada por Él. Y si no exist e, podr íamo s ser ent o nces una creac ió n se mejant e a lo s muertos-vivo s de

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Mat r ix, co n lo cua l t ampoco nuest ra pro pia exist encia t endr ía fu ndament o real. To mando proviso r iament e co mo más posible la exist encia D ios, parece evident e que al fo r mar part e de to do s -Ser Todo lo que exist e- su preo cupació n cent ral deber ía ser la Ar mo nía. De o t ro modo -si no le import ara que su pro pio cuerpo fuese un cao s- ser ía un Dio s lo co , o más bien u n demo nio . Apro vechándo me u n po co de la co nfianza que me han br ind ado hast a ahora, co mpart iré ent onces co n ust edes mi co nvicció n per so nal: la de que Dio s ha sid o expresado de manera per fect a en el mundo a t ravés de las enseñanzas de Jesucr ist o . No só lo en lo que se refier e a ejemp lo perso nal y mo delo de vida ind ividual, sino t ambién en lo relacio nado con nuest ra o rganizació n social. Pero al parecer Jesús, más que inst it uir un cult o, se int eresó por crear las raíces de u na co mu nidad que sir vier a co mo mo d elo de co nvivencia para t odo s los ser es humanos, sin d ist inc io nes. La Co munidad de Jesú s ¿For mó Jesucr ist o una pr imer a Iglesia?... Ningú n t est imo n io docu ment al indica que dur ant e su minist er io se est ablecier a una “nueva religió n”. Est o en el sent ido de fundament ar un orden jerárqu ico o rit uales. (4) S in embargo, es posible q ue hubiesen surg ido espont áneament e agrupacio nes comunit ar ias, en las diferent es lo calidades que con su cort ejo vis it aba E l - 187 -

Maest ro . Y algú n t ipo de organizació n rudiment ar ia, igu alment e espont ánea, con el fin de o frecer co mo d idades suficient es a lo s her mano s predicado res cuando est o s llegasen a cada lugar. E l mét o do de difusió n ut ilizado por Jesucr ist o se apo yaba pr incipa lment e en la prédica amb ulant e. Debido a ello , elig e a doce apóst oles (apóst o l = mis io nero) a qu ienes enco mienda difundir el novedo so cuerpo de ideas po r med io de co nferencias públicas. Jesucr ist o es el pr imer predicado r: de su s co nferencias sur ge la doct rina esencial. La import ancia qu e el Ho mbre-Dios otorgaba a est e recurso queda t est imo niada en e l post er ior envío de set ent a y dos d iscíp ulos más par a refo rzar la red difusora de id eas nuevas. (5) Es evident e que en cada població n se esperaba con gran expect at iva la visit a de Jesucr ist o con sus apóst oles. En algu nas de ellas lo co nocían, lo amaban, y habían preparado verdader as fiest as po pu lar es para recib ir lo. También se habían organizado pequeños grupos del ent o rno crist iano, que hacían el papel de “adelant ados”. E llo s se o cupaban segurament e de que las condicio nes fuesen ó pt imas para la predicació n. Un d at o impo rt ant e es que casi t o das las predicac io nes de Jesucr ist o se desarro llaron en el campo , o en pequeñas ciudad es habit adas por po blacio nes “heleníst icas”. Est o es, ámb it o s do nde coexist ían jud íos regresados de países gr iego s, ju nt o a conver so s y gran cant id ad de paganos o de ot ras co nfesio nes. Asimis mo, en su vis it a a est as - 188 -

ciudad es, la act iv idad cr ist iana se desarrollaba no r malment e en la per ifer ia de e llas, no en sus cent ros cív ico s. Quiere decir que lo s numeroso s grupos que segu ían a Jesu cr ist o est aban co mpuest os pr incipalment e po r: campesino s, jud íos “gr iego s”, converso s jud íos, y una gran cant idad de cur io sos o insat isfecho s de las o t ras religio nes en bo ga. Luego de la crucifix ió n, se evidencia est a red en la prest eza co n qu e cust o dian y prot egen al Salvador, t urnándo se para co nt rolar, inclu so luego de su ent ierro, que no se pro fanara su cuerpo . Igualment e al resucit ar, Jesucr ist o es recibido por grupos que se han t ransmit ido ráp idament e la not icia y lo esperan, en sit io s adecuado s, para escuchar su Palabr a y recib ir el legado que Dios dejará. Ent o nces, puede sost ener se con segur idad que, al d ejar la T ierra el cuerpo de Jesús (según el E vangelio de Valent ino , o nce años después), exist en comunidades o rganizadas, con el pro pósit o de pract icar y t rans mit ir la do ct rina. Su jerarquía son los apóst oles. De ellos, en pr imer lugar los do ce, lu ego los set ent a y dos (en t ot al: o chent a y cuat ro ). Junt o a esto s, y en iguald ad jerárquica la Virg en Mar ía, y Mar ía Magdalena, “la discípula prefer ida de Jesú s”, de acuerdo con document os de esa épo ca. Así se co nst it uyó, pues, la Co munidad de Jesús.

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Algun as característi cas de las p ri meras comunidad es Debemo s imaginar las predicacio nes de Jesús y sus d iscíp u los co mo un acont ecimient o ext raord inar iament e impo rt ant e para las poblacio nes de aquel t iempo y aquella reg ió n. Aú n para qu ienes no creían en sus argu ment o s, o no necesit aban sus ser vicio s. Po demo s sit uar lo ent onces en u n mundo agro pastoril, do nde lo s so nidos más pot ent es eran los mart illeo s en herrer ías o t alleres de frag ua, las sierras manuales en carp int er ías, lo s chirr idos de lo s engranajes en arados, carro s u ot ro t ipo de maqu inar ias, generalment e de madera, prop ias de la época. Est e era un mundo libr e de lo s innumer ables bramido s, bo cinas, t raquet eo s, sirenas, u lu leo s, caramillo s, chiflido s, musiquillas ciber nét icas, ro nqu idos, redobles, cornamusas, ro nroneos met álico s, raspas, voces dist orsio nadas, berreos, con que nos envuelven las ciudades act uales de un mo do in int erru mp ido. Tampoco impr egnaban el ét er lo s zu mb ido s co nst ant es de lo s generado res eléct r icos, su pro ducto y los innu merables aparat os que esa energía impu lsa a t iempo co mplet o en millo nes d e ed ific io s. Ni la po lució n de ondas elect ro mag nét icas o her t zianas, emit idas por miles de propaladoras d e t elevis ió n, radio, Int ernet o sat élit es, que at raviesan con una pr iet a red inv is ib le nuest ra at mósfera. Qu iere decir qu e las voces de Jesús o sus discípulos no necesit aban de grandes esfuer zos para ser escuchadas por

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cinco mil per so nas, co mo sucedió en el mont e de T iber íades. Ot ro dato a t ener en cu ent a es que esas poblacio nes est aban ejer cit adas en escuchar co nferenc ist as. E l mu ndo de ent o nces co nt aba con lo s o radores públicos co mo uno de su s pr incipales at ract ivo s cult urales. De est a manera se t ransmit ía la info r mació n po lít ica, se daban a cono cer hist or ias o composicio nes art íst icas, se difund ían do ct rinas filo só ficas, religio sas, prediccio nes o escat o lo g ías. E l grupo de Jesu cr ist o debe de haber sido muy at ract ivo. Co mpuest o por nu merosos discípu lo s, ent re qu ienes o cupaban u n lugar dest acado t ambién muchas mu jer es, su t raslado de un pueblo a otro recorr iendo el país, en sí mis mo , co nst it u yó sin duda un espect ácu lo mu y int eresant e. Es bast ant e probable que en cada zo na vis it ada por Jesús se co nfor mar an espo nt áneament e comunidades de vecino s, quienes se co mpro met ían a cult iv ar en su seno la no vedo sa doct rina. La Iglesia de Jesús se fue co nst it u yendo , pues, en nu mero so s “t emplos sin Temp lo ”, ámbit os nat urales, co munit ar io s, como pat ios de casas d e familia o espacios en e l campo, en algún bo squ e, en las serranías. No hay ninguna prescr ipció n d e Jesucr ist o en el sent ido de const ru ir t emp lo s para la práct ica de su fe. También en est e caso, como casi siempre que se le requer ía respuest as sobr e t emas mat er iale s o co nt ingent es, sus palabras no autorizan a una - 191 -

int erpret ació n aplicable ob jet ivament e de un modo est r ict o . En lo s único s pasajes de los E vangelio s sinópt icos do nde mencio na al t emp lo, es par a decir que “lo dest ruirá y reco nst ruir á en t res d ías” (aunque se nos aclar a que se refier e al “t emplo d e su cuerpo”, Juan, 2:19-21). O para anat emat izar lo: “¡Jeru salén, Jeru salén, la que mat a a los pro fet as y apedrea a lo s que le son enviados!... / Pues bien, se o s va a dejar desiert a vuest ra casa”. (Mat eo, 23:37-38). Su act it ud parece suger ir u n cult o libre, en med io de la nat uraleza o en ámb it o s familiar es. Así en el Evangelio de To más -t ext o del cual ho y se sost iene que po dría ser el pr imer E vangelio escr it o -, cuando dice: “P art id la mader a, allí est oy. Levant ad la piedra y allí me enco nt raréis.” (To más, 77) Esto induce a creer que Jesucr ist o se consideraba present e, como esencia de Dios, abso lut ament e en todos lo s ámbit os có smicos. Ideo logía y composi ción socia l de las p ri meras comunidad es Saber que el Templo co nst it uía el negocio del que se valían t odas las clases sociales de Jerusalén para su bsist ir nos ayudará a ent ender algu nos aspect os esenciales de l mo vimient o de Jesús. La ar ist o cracia u saba su condic ió n de cent ro religio so co mo un fact or esenc ial de do minació n polít ica, eco nó mica y cult ura l. E l clero por ciert o est aba imp licado de lleno en su ut ilizació n par a est os fines. Por - 192 -

lo demás, t o da la poblac ió n de Jerusalén obt enía algún t ipo de benefic io de la inmensa est ruct ura. Muchos co mo emp leado s, ot ros como proveedores, casi t odos como beneficiar io s de las fest ividades, que at raían mult it udes de todas las regio nes del imper io, que comían, se alo jaban y co nsumían pro duct o s locales. (6) De acuerdo co n dat o s o ficiales, al co menzar su reinado Herodes (39 aC) co nt rató 11.000 empleados para desempeñar t areas en el t emp lo . Est a cifra había ascendido hast a 18.000 cuando mur ió (4 aC).(7) E l pro curado r ro mano, en t ant o, est aba per fect ament e in fo r mado de la sit uació n y pract icaba una caut elo sa d ip lo macia co n relació n a lo s int ereses que se mo vían alr ededo r del t emp lo . Est o debido, además, a la debilidad po lít ica qu e ese cargo t enía en el esquema del imp er io. Así, Po ncio P ilat o s no era más que un jer arquizado buró crat a, so met ido a la t r iple aut oridad d el go ber nador de S ir ia -un ro mano de mayor jerarquía- el emperador y el senado . Con frecu encia est as aut oridades ro manas no vacilaban en desaut orizar a sus procuradores, con t al de no desest abilizar el delicado equilibr io mant enido con relació n a lo s reyezuelo s jud ío s, su ar ist ocracia y su levant isco pueblo . To do esto explica, ent onces, la aparent e cont radicc ió n de que luego de ser recibido con júbilo por una mult it ud al ent rar a Jerusalén, Jesús sea condenado a muert e por ot ra mu lt it ud, pocos días más t arde. La pr imer a mult it ud eran los per egr ino s, que habían co ncurr ido para la fiest a de la Pascua: en su mayo r part e campesinos, o foráneo s, - 193 -

en su mayor ía simpat izant es o amigos de Jesús. Quienes lo co ndenaron eran poblado res de Jerusalén: la préd ica su bver siva del Hijo del Dio s po nía en r iesgo al sist ema que les d aba de co mer cada día. La prosper idad de Jeru salén era co nsid erada espur ia po r la mayo r ía de la població n israelit a de Palest ina, pr incipalment e por dos razo nes: 1) Est aba conducida por una jerarquía fraudu lent a. Los sacerdo t es del ú lt imo sig lo provenían de los capr ichos ar ist ocrát icos y no de la leg ít ima su ces ió n sadoquist a. Tampoco sus reyes, no só lo est aban fuera de la sucesió n legal, sino que ni siquier a eran isr aelit as sino idu meo s. (8) 2) Nacía del so met imient o a una pot encia imp er ialist a. La economía de Jesucri sto Jesucr ist o no co braba... no ejerció, durant e su pred icació n, ning ún t rabajo “r emuner at ivo”... t ampoco pagaba lo que consu mía o usaba... Esto parece suger ir la do ct rina de qu e lo s bienes nat urales so n propiedad de qu ien los necesit a verdader ament e, no de qu ien se apro p ia de ello s par a acumu lar los e in fu ndir les un uso lu crat ivo . Lo s Hechos de lo s Apó st oles, t ext os reconocidos por to do s los sect ores cr ist ianos act uales co mo aut ént ico s escr it os de las pr imeras co munidades cr ist ianas, co nfir man est a int erpret ació n. En dos pasajes sust ent an clarament e la doct rina del repart o solidar io : a cada - 194 -

qu ien, de acu erdo a sus necesidades, de cada quien, segú n su s posibilid ad es. Debido a ello es que los r icos ant es de ser acept ado s en la Co munidad de Cr ist o, deben vender t o do s sus bienes y po ner el producto a disposició n del repart o. Es t an est r ict a est a condició n que lo s t ext os sagrado s dan cuent a de u n t al Ananías, quien “de acuerdo co n su mu jer, Safira... vendió una prop ied ad y... a sabiendas de ella, ret uvo part e del precio ” y puso el r est o a d ispo sició n de la Co munidad. “Pedro le dijo: -Ananías, ¿có mo es que Sat anás se t e ha met ido dent ro ? ¿Por qué has ment ido al Espír it u Sant o reser vándot e part e del precio de la finca? [...] No has ment ido a los ho mbr es, sino a Dio s. A est as palabras Ananías cayó al su elo y exp iró y to do s los que se ent eraban quedaban sobrecogidos. Fuero n lo s jó venes, lo amo rt ajaron y lo llevaron a ent errar”. Igual suert e corrió luego la mu jer. (9) Tal sever idad indica que la abo lic ió n de la propiedad pr ivada no era una ley menor de la Co munid ad Cr ist iana o rig ina l, sino por el cont rar io , uno de sus pr incipales p ilar es. La ig lesia de San Pab lo Teniendo consciencia de t ales precedent es, se present a co mo ext raordinar ia la d iferencia ent re est a for ma de o rganizació n co munist a y la Iglesia convert ida en g ig ant esco poder est at al, co n la que nos enco nt ramos co nso lidad a hacia el siglo XV, pero se perfila clarament e - 195 -

co mo t al ya u nos t rescient os años despu és de la encar nació n de Cr ist o. Señalando co mo dato de gran relevancia que eso s est ados sust ent aban, en d icho s per ío do s, o rganizacio nes po lít icas feudales o esclavist as. Sau lo de Tarso , un represor far iseo, converso mediant e ciert o fenó meno del cua l ún icament e él mismo podía t est imo n iar, logra co nvert ir se en fact or det erminant e p ara el d esarro llo de est a brusca mo d ificació n de rumbos en la Co munid ad o riginal. No es infr ecuent e est a co ncent ració n del po der en manos de un advenedizo, en lo s mo vimient o s t ransfor madores o revo lu cio nar io s. La hist or ia po st er io r no s dará eje mplo s seme jant es, como lo s de la Revo lució n Rusa, donde St alin emer ge del pelot ó n para co nvert ir se en f actotum de lo s dest inos del g ig ant esco Est ado Soviét ico durant e su et apa fu nd ament al. Así t ambién en la revo lu ció n argelina, en el Co ngo , et cét era. Ent o nces, no sin luchas sordas, las concepcio nes de Sau lo van imponiéndose paulat inament e, sobre las del pro pio Jesú s. Mient ras el Dio s Encar nado práct icament e ig no raba las aut o ridades imper iales, Saulo dest aca su co ndició n de “ro mano”. Jesucr ist o sost iene un orden en el cual mu jeres, ho mbres y ancianos d is fr ut an de igu aldad. Dándo le pr ivilegio s únicament e a los niño s. Tampoco convalidó , en abso lut o, la esclavit ud, caract er íst ica do minant e en el Est ado de ent onces. Sau lo, en cambio, afir ma, refir iéndose a lo femenino: “Las mu jeres est én su jet as a sus mar idos, co mo al Señor ; po rque el mar ido es cabeza d e la mujer, así co mo Cr ist o - 196 -

es cabeza de la ig lesia, la cual es su cuer po, y é l es su Salvado r”. (Co l. 3.18; 1 P. 3.1 - Efesio s 5.21-22.) Y acerca de los esclavit ud: “Que lo s esclavos se so met an en t odo a sus amos, que t rat en de dar les sat isfacció n y evit en cont radecir lo s. Que no les roben, sino que aparezcan dig nos de t o da co nfian za”. (E fesio s, 6, 5:9.) Co n t ales presupuest o s, es co mprensible que t res siglos después d e la muert e de Jesús, la “evo lució n ideo lóg ica” de algu nas ramas de la po r ent onces masiva congregació n cr ist iana, haya per mit ido al r égimen imper ial otorgar le la cat ego ría de Relig ió n de Est ado . Pero esto es part e de ot ra hist oria, que segurament e habrá o port unidad de desarro llar en ot ra cart a. De mo ment o, me queda só lo desp ed ir me, con un saludo afect uo so . Un su balt er no est udiant e de la Sabidur ía expresada po r Cr ist o : Julio Carreras ( h)

Aut o no mía, Sant iago del Est ero, Argent ina

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* 1828. Se f ir ma el Acu er do de M ont evideo, qu e as egur a la indep endencia del Ur ugua y -ba jo la atenta vigilancia de Gr an Br etaña. 1993. La ley 70/93 r econoce los der echos ter r it or ia les, ét nicos, económicos y s ocia les de las comu nida des de color en Colomb ia. 1999. Fallece el ob isp o br asileño D om H elder Cámar a, “her ma no de los p obr es, pr of eta de la paz y la esp er anza”. ( Agenda Latinoa mer icana 2003.) (1) L eón T olst oi. Cuentos Po pulares. Citado por A. Haus er en H ist or ia Social de la Lit er atur a y el Ar t e. T omo I II. Natur alis mo e impr es ionis mo. 3. La novela social en Inglaterra y Rusia. Edit or ia l Guadar r ama, Madr id, 1969. (2) Himno a Atón. Hacia 1700 a.C. T raducido por Estela Dos Sant os, sobr e la ver s ión italia na de D ona doni, en su Storia della letteratura Antica egiziana. I ncluido en la ant ología : Gilgam esh, Chilam Balam y otros textos antiguos. Centr o E dit or de Amér ica Latina, Bu enos Air es, 1981. (3) E l f ísico Da vid Bohm hab la de “u na nu ev a descr ipción de la r ea lida d” a par tir de los a vances pr ovist os p or la fís ica cuánt ica. En est e s ent ido af ir ma: “L os par apsicólogos ha n buscado en va no la ener gía qu e pu ede tr ans mit ir la telepatía, la psicokines is, la cur ación, et cét er a. Si est os suces os pr ovienen de fr ecu encias qu e tr ascienden el espacio y el tiemp o, no tienen p or qu é s er tr ans mit idos. Son pot encialment e s imu ltáneos y está n en cua lqu ier par te”. (K. Wilb er , D. Bohm, K. Pr ibr am, M. Fer gus on, F. Capra, R. Web er . El paradigma holográfico. Edit or ia l Kair os. Bar celona, España, 1987.) (4) Salvo la C ena, qu e de acu er do a los E vangelios fu e única ment e la consa gr ación de est e encu entr o con f ines alimenticios como u n acto sa gr ado. Por lo cu al pu ede

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legít ima ment e inf er ir s e qu e cualqu ier cena ( o inclus o el mis mo act o de comer ju nt os) deb er ía ser una “comu nión”. (5) Lucas, 10: 1-12. (6) G er d T heiss en. So ciología del movimi ent o de Jesús. (Soziologie der Jesusb ewegung. Kais er Ver lag. München. ) T raducción de J os é Ant onio Jaur egu i. Edit or ial Sal T er r ae, Santander , 1979. (7) Fla vio Jos ef o. Antiguos judíos. (8) C. Vidal Manzanar es. Los esenios y el Ma estro de Justicia. Edit or ial Mar tínez R oca. Bar celona, España, 1991. (9) H echos de los Ap óst oles, 5, 1:11. Nueva Biblia Española, Tr aducción de los t ext os or iginales dir igida por Luis Alons o Schökel, pr of es or del I nst itut o Bíb lico de R oma y Juan Mat eos, pr of es or del I nst itut o Or iental de R oma, Edit or ia l Cr istia nda d, Madr id, pr imer a edición, 1975.

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CARTA Nº 11 Aut onomía, Santia go del Est er o, vier nes, 19 de s ept iembr e de 2003. *

Schémata y espi ritualismo en el amor de pareja

En est a Cart a int ent amos est udiar la energía que surge ent re un ho mbre y u na mujer cuando se ag radan, llevándo lo s a int ent ar la unió n. Buscamo s saber si los sent imient os, sensacio nes y vivencias inmanent es a t al fenó meno po drían deno minarse “amor”. La siguient e anécdot a transcurre en dic iembre d e 1967: Una adolescente bonita Co n Car lo s Sánchez Gra majo , (Chongo), mi mejo r amigo de ent o nces, fuimo s a bañar nos en el canal San Mart ín. Eran co mo las dos de la t arde; Chongo t enía d ieciséis año s y med io , yo diecis iet e. No debíamo s demo rar mucho : a las cinco había ensayo. ** Por ese ent o nces t o cábamos en u n co njunt o llama do Lo s Hipp ies. - 200 -

É l la segunda gu it arra, yo la pr imera. Pese a t al no mbre no llevába mos el pelo largo (salvo “E l Fla co”, pianist a, qu ien había venido de Buenos Aires, y co mo foráneo carecía de at aduras sociales). Habíamo s ido direct ament e a un lug ar apart ado, co mo dos kiló met ros más allá del Balnear io . Para evit ar lo s rapaces, las fa milias ensu ciando todo con los rest o s de sus co midas y la mú sica vu lgar. Por ello no s sorprendimo s cuando, al at ravesar la valla d e veget ació n virgen que prot egía las barrancas, d ivisamo s, uno s cincuent a met ros adelant e, a do s mu jeres. Una, que parecía mayor - más bien gordaest aba sent ada so bre un t oalló n; la ot ra chapot eaba en el agua so mera del borde. Habían elegido una playit a nat ural, alfo mbrad a de césped y arenilla fina. Ver salir del ag ua a la muchacha me provocó un vu elco . ¡Tenía pier nas muy largas, robust as!... No era abso lut ament e simét r ica: mas la verd adera belleza, co mo se sabe, nunca debe ser lo . Trajo a mi memoria lo s fr esco s de Cnoso s. Su cuerpo , en breve t anga, lucía dorado bajo el so l. Su cabello mo jado, ro jizo a la dist ancia, co nst elaba de go t as unos só lido s brazos, en ángulo para man io brar la gran peinet a (po r ese t iempo co menzaban a verse en t ales ad min ículos co lor idas inflo rescencias). -Her mano -silabeé co n expresiva dubit ación- ¿qué po demo s invent ar para acercar no s? Co n Cho ngo solía mo s co mpart ir un magnet ismo glo bu lar ; en él act uábamos co mbinad ament e, abst eniéndono s de explicacio nes. -Dejalo po r mi cuent a -cont est ó. Haciendo chasquear do s veces co nt ra su palma el paquet e recién abiert o - 201 -

ext rajo un cigarr illo. S in vacilar, caminó elegant e hacia las muchachas. (Debo mencio nar que ya est ábamos en sho rt.) Cho ngo era alt o, t enía cint ura angost a, hombro s ancho s; bast ant e musculo so en su de lgadez: pract icaba pesas. Pelo cast año claro, corto , ordenado con fijado r so bre u na frent e muy ancha, llevaba u n bigot it o o bst inado bajo la nar iz int répida. Lo vi efect uando esos mo vimient os cort eses, palmas arr iba, meneos bien regu lados de su cabeza, masculinas so nr isas. La mujer rellenit a hurgó en su bolso; sacando un encendedor lo acercó al cig arr illo de Cho ngo. Lo vi sent arse; casi po día escu char su d iscur so educado, enhebrando argu ment os. Ensegu ida escuché r isas de mujer ; mi cuerpo se aflo jó. Est aba hecho . No me so rprendió ver lo avanzar hacia mí, enseguida, ni escuchar: -Ya est á, vení, t e las vo y a present ar.

El fuego interior En la pelícu la E l p acient e ing lés, un agraciado perso naje -al cua l luego sabemo s checo o algo parecido, au nque p asa po r inglés-, esp ía ale mán, se enamora de la bella espo sa de u n fu ncio nar io (est e sí, genu ino inglés). Ocurre durant e la seg unda Gu erra Mu ndia l. Áfr ica pro vee del escenar io adecu ado para est a abrasadora pasió n. La represent ació n de los act o res es mag nífica. No - 202 -

so nr íen, no ejer cen lo s aco st umbrado s vis ajes o co med imient o s prop io s de los cort ejos erót icos. Ensegu id a su cu mben a un t orbellino int er ior que los supera en cada inst ant e, co nvirt iéndo lo s en pr is io neros de su ru mbo , co mo el simún po dr ía hacer lo con un par de gavio t as arrast radas al desiert o. Sus rostros, durant e el breve lap so de su ingober nable deseo , aparecen t ensos, incend iándo se desde dent ro, incapaces de apelar a co nvenció n alguna, angu st iado s po r la necesidad de co rrer hacia el cuerpo del ot ro, en pos de la ilusió n po sesiva efímera. Así durant e un vict o riano almuerzo con funcio nar io s ing leses y árabes occident alizados ella se ret ira u n mo ment o hacia la t oilet t e y él, desafiando toda cordura, la alcanza en un pasillo ; virt ualment e se est rujan, co mo desesp erado s, ambos se abandonan sin rep aro s a un vért igo irrefrenable. Finalment e e l esposo conoce el adu lt er io y se suic ida, mat ando t ambién a la infie l con el recurso de est rellar co nt ra el suelo la av io net a en que via jaban junt os. Se me han borrado mucho s det alles argu ment ales de est a película. La vi u na sola vez, en casa, me mant uvo absorto el núcleo ígneo de esa pasió n, t an bien represent ada; es lo ú nico que me quedó ind eleble ment e grabado. Creo que él luego cae pr isio nero de lo s ale manes, a quienes demu est ra que en realidad t rabajaba para ello s, pero por su nacio nalidad indefinida su fr e algu no s percances; luego , t rasladado en un avió n alemán cae bajo fuego de bat er ías inglesas. Escapa de las lla mas co n el cuerpo ent erament e incinerado. Y es desde - 203 -

esa co nd ició n, co n aspect o monst ruoso por las quemadur as, convalec ient e en una abadía it a liana, co nvert id a en ho spit al por los ing leses, que recuerda o bsesiva ment e su recient e hist o r ia de amo r ant e una enfer mera lésbica. ¿Amo r ?... He co menzado a escr ib ir con abund ant es t it ubeos para indagar los po sib les alcances de est a palabra, usada co n recurrencia para deno minar lo s sent imient os y sensacio nes que suelen sur gir, galvanizando a ho mbres y mujer es, cu ando nos impulsan ciert as co nfu sas at raccio nes.

Por t ra s de un senti miento lejano A pr inc ipio s de 1968, pocas semanas después de u n ro mance est roboscópico con la muchacha del cana l ( se lla maba Mar ía Eugenia, t enía... ¡t rece año s!) decidí via jar a Mar de l P lat a. E lla er a de allí. (1) No me importó que “E l Flaco” -a la sazó n dir ect or del grupo- me ad virt iera que si me ausent aba perder ía el puest o. Se acercaban lo s bailes de Car naval, er a el per io do más pró spero del año para los conjunt os, pues se t rabajaba desd e las ho ras de siest a hast a el amanecer, sin pausas. No iban a resignar los suculent o s cont rat os por mi capr icho de salir disparado hacia una ciudad lejana, “det rás de una minit a”. E l result ado de dicho viaje er a, po r lo demás, inciert o: yo no sabía si est a chica siquier a querr ía ver me al est ar allá, t al vez t uviera novio. E n fin. - 204 -

Pero me había d icho a mí mis mo, luego de analizar co ncienzud ament e mis sent imient os: “E st oy enamorado”. E llo , t ras mis lect uras ado lescent es de las Leyend as de Bécq uer, just ificaba cualquier acció n, aunque pareciera descabellada. Mi madre vivía en Bueno s Air es, debido a lo cual pro yect é hacer esca la ahí, hast a obt ener lo s pasajes. E l d ía de mi llegada por la t arde llamé a Car mina P et t raglia, una muchacha co n quien vivier a, t ambién, un int enso acercamient o do s años ant es, cuando ambos t eníamos d ieciséis año s. Gr it ó al escuchar mi voz en el t eléfo no (era gr inga), y quiso enco nt rar me de in me d iat o. Al ver la me qu edé aso mbrado . Se había hecho modificar la nar iz, o peració n por ent onces in frecuent e (pero su padre era méd ico en el Hosp it al It aliano, lo cual g ar ant izó eficacia especial y el uso de avanzada t ecno logía - segú n me exp licó ). De la operació n había result ado una for ma sut il, adecuada a su faz pequeña, de fr ent e huid iza y mandíbu la angular. En verd ad present aba un ro st ro per fect o (en algo semejant e al d e aquella act r izuela ho y o lvidada, aunqu e po r ent o nces desco nocida aú n: Bo Derek). No habla mo s est o al enco nt rarno s, po r ciert o, sino más t arde, en la aco gedo ra penu mbr a de u na co nfit er ía dest inada a parejas. Era sumament e rubia, de pelo finísimo y lacio , derramándose so bre lo s ho mbro s y part e d e las espaldas. De t alle fino, más alt a que yo (cuest ió n que por poco me d isuade cuando iba a inv it ar la a bailar, du rant e aquel baile sant iagueño de car naval). Sus pier nas merecían la más at ent a consideració n: de proporcio nes ar monio sas, - 205 -

las ost ent aba sin exagerar, pero con abso lut a solvencia, en u n t iempo en que co menzaban a impo nerse las min ifa ldas. La inu sual afect ividad co n qu e la jo ven me at end ió, unid a al reencuent ro co n un co mp inche po rt eño de otra et apa (Héct or De la Fuent e, quien so lía darse aires de “Rey d e la Noche”), hic iero n t rast abillar mi decisió n de via jar a Mar de l P lat a. Car mina diseñó par a mí una agend a apret ada: al d ía s iguient e, almuerzo con ella y su madre (su padr e est aba de gu ard ia, lo cual fue apro vechado por las mu jeres pues él no debía conocer mi exist encia). Más t arde aco mpañar ía mos a la madre al dent ist a, ant es de dir ig irse a su t rabajo: er a pro fesora de ing lés en un co legio . Co mo a las cuat ro y media quedamo s libres co n Car mina hast a las nueve de la no che, ho ra en que debía est ar ot ra vez en casa. Acud imo s al cine y luego co quet a pizzer ía. Lo s días sigu ient es fueron deslizándo seme ent re d isquer ías, bo liches no ct urnos, t iendas donde se pod ían conseguir mag nífico s pant alo nes import ados (compr é t res o cuat ro, ent re lo s que recuerdo uno verde muy suave, Levi´s, de co rdero y fino, y ot ro de hilo blanco, ent erament e bordado co n filigr anas del mismo valor t onal, camisas, remeras, et cét era) y encuent ro s cada vez más ínt imos con Car mina. Tozudament e vo lv ía a mi ment e el co mpro miso de via jar a Mar del P lat a, po r la mañana, al despert ar. Pero se iba ale jando esa vaga culpa. Mi “amo r” po r Mar ía Eugenia casi había desapar ecido, desleído bajo las mieles pro digadas po r Car mina. Fu e el ú lt imo día, po co ant es de - 206 -

via jar o tra vez a Sant iago, que ella me confesar ía la verdad. Llamó por t eléfo no: no iba a venir a despedir me. Tenía “v isit as” en casa. Me lo había o cult ado , hast a ent onces, pero algu na vez debía decír me lo: era un joven y su familia qu ien la vis it aba, de part icular agr ado para sus padres. E lla sent ía po r él “gran afect o , debido a una amist ad de in fancia”. Hubier a sido un sacr ilegio co nt rar iar a lo s familiares de ambo s. Ant iguos lazos pro fesio nales, so ciales, cult urales, lo s unían. E lla debía cu mp lir de un modo inexorable co n ese compro miso. To do esto me lo sugir ió, con frases inco mp let as, con argu ment o s co nfusos, por t eléfo no. Lloraba. Mas no por ello renegó de lo que consideraba “su deber”. La est ació n de Ret iro me pareció más inmensa y bu llic io sa al desembocar so lo, con mis valijas, en su s anchís imo s corredores. Por ese ent o nces los port eños so lían vest ir se co n ext remad a elegancia; el t ipo europeo predo minant e ent re sus t ranseú nt es pro vocaba, al co mbinar se co n e l at ildado vest uar io, sus modales ar ist ocrát icos, su s vo ces met álicas de dicció n per fect a, un co nfuso sent imient o de infer ior idad en quienes acud íamo s desde las provinc ias. En lo s andenes co menzaba a mixt ur arse la mult it ud, y co mo una co rrient e de agua pro ven ient e del mar, que int ro duciéndo se en las barrancas del r ío comenzar a a t eñir se co n los desprend imient os t erro sos de las barrancas, o scureciendo y densificando pro gresivament e - 207 -

su t ono , así, a medid a que nos acercábamo s a los est r ibos del t ren co menzaban a percibir se desaliño s, desco lor idos saco s de t ela barat a, rostro s oscuro s, cabeller as deso rdenad as, ásperas, so nidos gut urales y t onos medro so s en las conversacio nes de la t umult uosa co nglo mer ació n humana. Eran los provinc ianos, regresaban al int er ior, o llegaban. “Cabecit as negr as”. Así los habían baut izado lo s port eños, a fines de lo s `40, cuando se lanzaron masivament e sobre Buenos Aires, para t rabajar en las fábr icas. Eran quienes habían cat apu lt ado hacia el poder a Perón. Eran los responsables ind ir ect os del nacio nalis mo “Flor de Seibo”, de los sind icat o s, de que Argent ina haya prot egido so lap adament e a lo s prófugo s nazis. La “g ent e cu lt a”, educada en Vo lt aire y Malt hus –e incluso Mar x–, los det est ó en aqu el t iempo , cuando for maban part e del po der y les t emía. Lo s despreció después, ya der ro cado su go bier no por un sangr ient o golpe milit ar ; toda la pequeña burguesía po rt eña de t ez blanca co laboraba con la represió n cu lt ural, asumiendo con ent usiasmo sus raíces euro peas. “Cabecit as negras”, no s llamaban. Aunque más o meno s blanco, más o menos agraciado, más o menos cult o y refinado en mis mo dales... yo era uno de ést os. Aho ra só lo había vivido -co mo ello s- un espejis mo de int egració n. Por un per iodo había gozado el favor de u na mu chacha rubia, me había sent ido un “niño bien”, en el exclu sivo barr io de Olivo s, cuando fuimo s a pasar un día en la coquet a casa de su abuela, había cr eído “pert enecer - 208 -

al pr imer mundo ” mient ras elegant es mo zos que bien po drían haber sido escand inavos o franceses no s ser vían co n escrupu lo sa dist inció n en rest aurant es o bo liches. Fue só lo una eficaz far sa, impro visada co n so lt ura por la mu chacha y su madr e, con el o bjet o de proveer a la ado lescent e u n intermezzo refr escant e, similar a las “S elvas Libr es” co n que finalizan sus có nclaves los Leo nes (2) ; só lo para vo lver después a sus celosas co nvencio na lidad es: “S í, doct or”, “Có mo le va licenciada”, “Mandemé lo s pap eles del balance co n su emp leado ”. Su realidad. “Se lva Libr e”: só lo co mo un desaho go sagaz, só lo para no explot ar. Po r ese ent onces, claro , con diec isiet e años, no ad vert ía co n n it idez la sit u ació n. Un leve desasosiego me aco ngo jaba, a veces, co mo cuando una t arde pr imaveral de 1968 confesara a mi amigo Ramó n Mar co s, quien me int ro ducir ía después en el Mo vimient o Familiar Cr ist iano: “qu is iera po ner me de no vio ser iament e, con pureza, casar me, fo r mar u na familia... est oy agobiado po r el deso rden sent iment al en que he vivido hast a aho ra”. ¡Ago biado!... ¡A los 18 años!... E l inst int o de autojust ificació n cont rar iab a, sin embargo , lo s cabildeos que se iban ins inuando . A fines de febr ero , al regr esar a Sant iago, me disgust é bast ant e co n Cho ngo, pues me habían de jado fuera del grupo y él co nt inuaba allí. Pret end ía de Cho ngo un gest o de so lidar idad, pues cuando se inic iara el co njunt o “E l Flaco ” no había quer ido segunda gu it arra, consideraba - 209 -

que co n cu at ro músico s - bat er ía, órgano , bajo y pr imer aya era su ficient e; y t enía razón, pero yo había insist ido en la necesidad de u na segunda guit arra, hast a el punt o de su bo rd inar mi acept ació n a qu e se inc luyera a Cho ngo: so lament e po rque era mi me jo r amigo. Yo le había enseñado a tocar la gu it arra. Todos los recursos de que aho ra d isponía mi amigo - los rasg uidos de blues, bossa no va, ro ck- nos habían co st ado horas de ensayo , durant e lo s cuales nos encerrábamos en el liv ing d e su casa, con su gu it arra eléct r ica y e l equ ipo, recomenzando cient os de veces u n mo vimient o de mano , una po sició n de la púa, el mo do en que hab ía que t omar el mást il y la manera más ad ecuada de acar iciar las cuerdas de acero con la mano hecha un cuenco , para o bt ener el son, el r it mo, los t ranspo rt es per fect os. Aho ra él segu ía t ocando , lo más pancho , mient ras a mí me echaban. Desde el pu nt o de vist a de la sensat ez t enía r azó n. Yo había emprendido aquel viaje co nt ra todo crit er io razo nable. ¿Debía at arse a mis devaneo s? Nada me d ijo . Pero est aba imp líc it o en el mo do “nat ural” co mo se manejaba. I ncluso había puest o su gran casa, donde viv ía so lament e con una her mana ado lescent e y su madr e, a disposició n del grupo. Tampoco yo mencio né siquier a el asunt o. Me guardé mi amargura bien adent ro , aunque t odos nos dimo s cu ent a. Llegué aque lla t arde del pr imer día de mi regreso a Sant iago a vis it ar a mi amigo y me encont ré, en el ancho ent rep iso , co n t odos lo s int egrant es del gr upo afiat ando lo s inst ru ment o s, co n gran est ruendo, para ensayar.

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Co no cí inc luso al gu it arr ist a que me iba a reemplazar: se lla maba Tot i Sequeira, t enía cara de ind io . Para mi desco nsuelo , a po co de que comenzara a t o car supe qu e ni siqu ier a po dr ía so lazar me en su incapacidad. To caba mejor que yo. Fue el pr inc ipio del inexorable alejamient o que est aba próximo a so brevenir, ent re yo y mi amigo . Fue el pr inc ipio, t ambién, de mi más invet erad a so ledad. Un amor in mo rtal “Un d ía do mingo de 1250, una dama bella y ho nrada, lla mada Ambrosia di Cast ello , o r ig inar ia de Géno va, se d ir ig ía, co mo de co st umbre, a o ír misa en la iglesia de Par ma, pueblo de la is la de Mallorca. En ese mo ment o pasó po r la calle un jinet e, de aspect o dist ing uido y r icas vest id uras qu e, al ver la, se sint ió sacudid o como por un rayo . La dama ent ró en la iglesia y desapareció ráp idament e en la so mbra del gran pórt ico. El caballero, sin saber lo que hacía, espo leó su cabalgadura y ent ró en ést a en med io de lo s fie les esp ant ado s. El aso mbro y el escándalo fueron mayúsculo s. E l caballer o era muy co nocido ; se t rat aba del Señor Raimundo Lu llio, Senescal de las Islas y Mayor del Palacio. Tenía esposa y t res hijo s, mient ras Ambro sia d i Cast ello t ambién est aba casada y gozaba, además, de irrepro chable reput ació n. Por ello, Raimundo Lu llio fue co nsiderado t remendo libert ino . Su ent rada ecuest re en la iglesia de Par ma fue prego nad a po r todo el pueblo, y Ambrosia, mu y confusa, - 211 -

p id ió co nsejo a su espo so. Est e era aparent ement e un ho mbr e sensat o y no cons ideró que su consort e hubiese sido agraviada po rque su belleza t rasto rnara la cabeza de un no b le jo ven y br illant e. Pro puso que Ambrosia cur ase a su admirado r con una lo cur a t an grot esca co mo la po r él pro t ago nizada. Mient ras t ant o , Raimu ndo Lu llio ya había escr it o a la dama, para d isculpar se, o más bien par a acusarse aú n más. Lo que le impulsar a, decía, era algo “ext raño , so brenat ural, irresist ible”. [...] Juzgaba que su imprud encia debía expiar se con abneg ació n, grandes sacr ificio s y milagro s por cumplir, con la penit encia de un est ilit a y las hazañas de u n caballero and ant e. “Ambro sia le cont est ó : `Responder adecuadament e a un amor que vos d enomináis sobrenatu ral requeri ría una exist enci a inmortal. Si este amor se sacrif icase heroi camente ante nuest ros respectivos deberes, mient ras vivan quienes amamos, creará sin duda, de por sí, una eternidad, en el instante en qu e la conci encia y el mundo nos permitan amarnos mut uamente. Se dice que hay un elixir d e vida; procurad descub ri rlo, y cuando tengái s la segu ridad de haberlo logrado, veni d a verme. Hasta entonces, vivi d para vu estra esposa y vuestros hij os, como yo mi sma vi viré para el esposo a quien amo; y si me encon trái s en la call e no dei s muestras de reco nocerme. ´ “E vid ent ement e, la mis iva implicaba u n sut il abur, que desp edía al amant e hast a el día del Juicio Fina l; pero aquél no lo ent endió así y desde ent onces el no ble alegre

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desapareció para dar lugar al alquimist a ser io y reflex ivo . Do n Ju an se co nvirt ió en Faust o. Transcurr ieron mucho s año s; la esposa de Raimundo Lullio falleció ; Ambro sia di Cast ello enviudó; el alqu imist a parecía haber la o lvidado, enfr ascado únicament e en su labor sublime. “Al fin, un día, est ando so la la viu da, Raimundo Lullio fue anu nciado , e ingresó en la casa u n anciano calvo y macilent o , que so st enía en su mano una redoma llena co n un elix ir br illant e y ro jizo. Avanzó con paso inseguro , bu scándo la con los o jo s. Lo que buscaba est aba ant e él, pero no recono ció a la que, en su imaginació n, per maneciera s iempre jo ven y bella. “-So y yo-d ijo al fin-. ¿Qu é queréis de mí? Al o ír la vo z, el alq uimist a quedó azorado. Reconoció a la mu jer que t ier nament e juzgara inmut able. Se arro dilló a sus p ies, y le o freció su redo ma, d iciendo : To mad, bebed, es vida. Aqu í se encierran t reint a año s de mi exist encia. Yo lo he ensayado y sé que es el elixir de la in mo rt alidad. “- ¿Qué? -pregunt ó Ambro sia, co n u na t rist e sonr isa-. ¿Vos mis mo lo habéis bebido? “-Después de beber -rep licó Raimundo - una cant idad del elix ir aquí cont enido, me abst uve durant e do s meses de todo otro aliment o . El hambre me at orment ó pero no só lo no me mor í sino que t engo conciencia que ent raron en mí fuerza y v ida sin p aralelo .

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“-Os creo- d ijo Ambro sia- mas est e elix ir, que preser va la exist enc ia, es impot ent e para rest aurar la ju vent ud perdida. Pobre amigo mío , mir aos. “E nt o nces alzó u n espejo ant e él. Raimundo Lullio ret roced ió pues segú n afir ma la le yenda jamás había reparado en su perso na durant e su s t reint a año s de t rabajo s. “-Y aho ra, Raimu ndo -cont inuó Ambro sia- mir adme. “E nt o nces ella so lt ó su cabe llo, blanco co mo la nieve; aflo jó lo s cierr es de su vest ido y le exhib i ó su seno co rro ído por un cáncer. “- ¿E s est o -dijo last imerament e- lo que deseáis in mort alizar ? “Lu ego , al ver la co nst ernació n del alquimist a, co nt inuó : -Os he amado durant e t reint a años y no os co ndenar ía a pr isió n p erpet ua en el cu erpo de un débil anciano . Haz lo pro pio: no me condenes ent onces a mí. Ahó rrame est a muert e que deno minas vida. Déjame sufr ir el camb io necesar io ant es que pueda yo vivir nuevament e de verdad: reno vemo s nuest ra nat uraleza con una ju vent ud et erna. No ansío t u elixir que só lo prolonga la no che de la t u mba: yo asp iro a la inmort alidad. “E nt o nces, Raimundo Lullio arro jó al suelo su redoma, que se d espedazó. “-Os libero -d ijo - y por vo s per manezco en pr is ió n. Viv id en la in mort alid ad de lo s cielo s, mient ras yo so y co ndenado para siempre a vivir la muert e en la t ierra. Luego , Raimu ndo ocult ó su rost ro co n las manos y se mar chó llorando.” (3) - 214 -

Belleza y amo r ¿Qué co sas so n las que impu lsan a un ho mbre hacia una mu jer y a est a hacia él co n pot encia ir resist ible? ¿Qué lo cura los arrebat a, hast a el punt o de inducir lo s a efect uar accio nes irracio nales? Po dr íamo s señalar el ego ísmo (ot ra vez) en el ansia de po sesió n del Pacient e Ing lés, la ardient e ilusió n míst ica sublimando un repr imido impu lso sexual, en el alquimist a, la desvalidez de u n ado lescent e conflict uado y provinciano, int ent ando ejercer u n it iner ar io byro niano co mo compensació n de sus carenc ias. Se present a co mo insuficient e. Hast a el d ía de ho y - hace poco , el 19 de agost o, he cump lido 54 año sno he po d ido explicar me est e impu lso, que suele surg ir de impro viso po r un est ímulo que se present a ext erno, au nque no s deja la sensació n de haberse or iginado en algú n recodo de los laber int os en nuest ro int er io r. P lat ó n sost enía que el amor es el deseo de lo bello: so bre t o do , “el deseo de la et ernidad, en el sent ido de que med iant e la pro creació n busca hacerse per manent e [...] La belleza es aquello que el amo r busca y que no po see” (4) Est o parece co herent e co n lo o curr ido ent re los prot ago nist as de la película. Ambo s eran bellos, se suscit a u na at racció n ext rao rdinar ia, quizá no necesar iament e part iendo de lo ext er ior, pero que t iene a la belleza fís ica co mo un co mpo nent e indubit able. Est e ro mance hubiese sido impro bable, por ejemplo ent re Ar ie l S haron, por mencio nar alguien y, digamos, - 215 -

Made leine Albr ight . Y aún en el remot o caso de surgir: ser ía impresent able en u na película, nad ie se ident ificar ía para est a funció n precisa con t ales per sonajes. Quier e decir, ent o nces, que la belleza fís ica juega un ro l det er minant e en est o que so lemo s deno minar amo r. Al meno s relacio nándo lo al propósit o de su represent ació n art íst ica. Es un t ema ext rao rdinar iament e co mp lejo y ext enso. Tal vez u no de los esenciales p ara o bt ener algu na luz so bre el sent ido de la exist enc ia humana (si es que t iene algu no ). No hemo s hecho ot ra co sa que despunt ar el pro blema. En muchas próximas Cart as recurr irá, no necesar iament e en la que sig ue, para cont inuar co n el pro pó sit o expresado de proponer los t emas esencia les só lo en esbozos pálidos, al pr inc ipio, para ir ahondando en ello s a med ida qu e cont inuemo s abordándo los. Po r aho ra solo me qu eda despedir me, expr esando el anhelo de no haber resu lt ado confuso y aburr ido en est a int er venc ió n. Un su balt er no est udiant e de la Sabidur ía expresada po r Cr ist o : Julio Carreras ( h) Aut o no mía, Sant iago del Est ero, Argent ina.

P.D.: Amalia (Beat r iz Do mínguez): sé que has leído el libro La llama doble, de Oct avio Paz. Porque t e lo he - 216 -

prest ado , hace co mo t res años, y me lo has devue lt o lu ego de un t iempo , creo que, además, me hicist e algún co ment ar io. Yo no lo he leído aún. No he quer ido hacer lo aho ra, de apuro , só lo para su st ent ar est a Cart a (además, po r un secret o t emo r de ser influido po r de más). ¿Ser ías t an amable de enviar nos algu na reflexió n, para co mpart ir la co n nuest ros amigos de la list a? Desde ahora t e agradezco. Vale.

* 1973. Juan Als ina, sacer dot e mis ioner o es p añol, es ases ina do en Chile p or la p olicía de P inochet . 1983. I ndep endencia de San Cr ist óba l y N evis. 1985. T er r emot o en la ciu dad de M éxico. 1986. Char lot Jaqu eline y compañer os alfab et iza dor es, már tir es de la E ducación L ib er a dor a, en Haití. (Fu ent e: Agenda Latinoa mer icana-Mu ndial 2003. Centr o Nu eva T ier r a, Car men de Patagones, Ar gent ina.) ** D os mes es ant es había n as esina do en la s elva bolivia na a Er nest o C hé Gu evar a -ju nt o a San Mar tín nu estr o más glor ios o ar gent ino. Per o por ent onces yo ap enas estaba ent er a do el asunt o. M e conmovió mucho -r ecu er do- ver p or televis ión, y lu ego en la f ot o, la fa mosa fot o de nu estr o gu er r iller o t ir ado, con los ojos abier t os. Por un moment o me sugir ió s emeja nzas con cier t os Cr istos, par ticular ment e los de Caravaggio y El Gr eco. Per o lu ego volví a mis r elat iva ment e fr ívolos afanes de a doles cent e, mu y p oco p olit iza do. (1) La r evelación de su eda d pr ovocó en mí u n estr emecimient o místico. E n es os días había mos salido ju nt os -sin qu e nos abandonar a nu nca Ana Per eyr a, una pr ima adoles cent e, mu y linda y a quien s e ocupaba ef icazment e de entr et ener Chongo- pr actica ndo los ar r umacos pr opios de la

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estación y nu estr o ciclo vital, lo cual de pr onto s e me pr es ent ó con u n dejo s ombr ío p or tratar se de una niña, casi. Per o sus for mas r otu ndas y su estatur a des ment ían el dat o. Ello me sir vió ens egu ida para desalentar todo pr eju icio, asegur ándome en el fu er o íntimo qu e me hab ía r elaciona do con una mu chacha excepciona lment e a dela ntada. Afir mé s in más medr os idades mi entus ias mo, da do qu e b ien p oco tiemp o nos qu edaba, pu es s e me hab ía ocur r ido pr eguntar le la edad tan r ápido había sucedido t odo- r ecién u nas pocas hor as antes de su r egr es o a Mar del Plata. (2) Club de L eon es (L ion´s Club I nt er nationa l). Esp ecie de mas ones libr es, s emeja nt es a los del R otar y Club, en gener al un p oco menos pudient es qu e est os. Con s ede en Estados Unidos, sus miembr os s e r ecluta n entr e las pequ eñas bur gu es ías acomoda das de t odo el mu ndo. (3) E lip has Levi ( Alp hons e L ou is C onstant ). Historia de la Magia. Ver s ión espa ñola de H éct or V. Mor el. Libr o V. L os adept os y el sacer docio. Capítulo III. L eyend a e hist or ia de Raimu ndo Lu llio. Págs. 200 a 202.T er cer a edición, 1988, Edit or ia l K ier , Bu enos Air es, Ar gent ina. (4) Raymond Ba yer . Historia de la Estética. T raducción de Jasmin R eut er . Pr imer a par te. Ant igü eda d y Eda d M edia. Capítulo I I. La est ét ica de Plat ón. B) E volu ción de la est ét ica platónica. Pág. 37.

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Acerca del sui cidio, 2 Est imado Julio : Gracias por t us cart as. Admiro t u erudició n, t u t iempo pro vinciano , t u paciencia. Aqu í corremo s siempre y no no s su ic idamos, no s gast amo s. En t odo de acuerdo con t u defin ició n qu e caract er iza a port eño s y pr ovincianos. Hay de todo. La so ledad de la “gran put a del P lat a” (co mo yo la lla mo) o bliga a cu idar el corazón, suavizar lo, hacer lo más bueno . To do lo cont rar io de lo que se cree. Po r aqu í ( vivo a 57 Km. de Baires) so mos amigo s o no somos. Te estoy hablando con el alma a lgo cargada de sent imient os enco nt rados: he vuelt o hace u nas horas del ent ierro de un vio lin ist a, un músico víct ima del pro ceso que est uvo en Euro pa, que Char ly Gar cía lo recuperó para uno de sus d isco s, cuando vo lvió . Vivía en mi pu eblo (Ber isso) con po breza, so po rt ando la est ult icia de lo s dueños act uales del po der. En fin, no fu i muy amigo de él pero lo crucé var ias veces en la FM do nde t enía mo s programas. Era un perso naje en el más bello y el más pat ét ico sent ido de la palabra. En e l funeral hubo mú sica, aplausos, inst rument os que se t iraron so bre su at aúd para sepu lt ar lo s co n él; su mujer cant ó bella y desg arradament e. Llo r amos mu cho. Te mando mi abr azo . Me gust ar ía saber algo concreto de t u persona: no hace fa lt a el número de do cument o ni la edad. Eso sí: ¿v ivís en u n p araíso a pesar de las - 219 -

barbar idades que se co met en en esa ser ie de repu bliquet as bananeras que for man algunas de nuest ras pro vincias del NOA? Co nt ame. Esclareceme. No est ar ía ma l un ciber mano a mano . Mar iano García Izq uierdo. Respu esta de Ju lio a Mariano Quer ido Mar iano , en pr imer lugar debo decirt e que me co nmo vió mucho la narració n que haces del velor io de t u amigo. Uno sient e ciert a rabia cósmica cuando seres valiosís imo s padecen do lor y fallecen sin que la gent e co mprend a su elevado apo rt e -en t ant o canallas co mo Macr i capt an la ad mir ació n popular. Tu sensible narració n suscit ó inmed iat ament e en mí mo vimient os esp ir it u ales que me ser ía imposible expresar po r escr it o mejor que nuest ro Pablo : Ent re p lumas que asu st an, ent re noches, ent re magno lias, ent re t elegramas, ent re el vient o del Sur y el Oest e mar ino , vienes volan do. Bajo las t umbas, bajo las cenizas, bajo lo s caraco les co ngelados, bajo las ú lt imas aguas t errest res, vienes volan do. - 220 -

Más abajo, ent re niñas sumergidas, y p lant as cieg as, y p escado s rotos, más abajo, ent re nubes ot ra vez, vienes volan do. . Más allá de la sangre y de lo s huesos, más allá del pan, más a llá del vino, más allá del fuego, vienes volan do. Más allá del vinagre y de la muert e, ent re put refaccio nes y vio let as, co n t u celest e voz y t us zapat os hú medos, vienes volan do. So bre d iput acio nes y far macias, y rued as, y abogado s, y navíos, y d ient es rojos recién arrancados, vienes volan do. Junt o a bo degas donde el vino crece co n t ib ias mano s t urbias, en silencio , co n lent as mano s de mad era ro ja, vienes volan do. Ent re aviado res desapar ecido s, al lado de canales y de so mbr as, - 221 -

al lado de azucenas ent erradas, vienes volan do. Ent re bo t ellas de co lor amargo, ent re anillo s de anís y desvent ura, levant ando las manos y llor ando vienes volan do. So bre t u cement er io sin par edes donde lo s mar ineros se ext ravían, mient ras la llu via de t u muert e cae, vienes volan do. Mient ras la llu via d e t us dedos cae, mient ras la llu via de t us hueso s cae, mient ras t u médu la y t u risa caen, vienes volan do. So bre las piedras en que t e derr it es, co rriendo , inv ier no abajo, t iempo abajo, mient ras t u corazón desciend e en got as, vienes volan do. No est ás allí, ro deado de cement o, y negro s co razones de not ar ios, y enfurecidos hueso s de jinet es: vienes volan do. No es verd ad t ant a so mbra per sigu iéndot e, - 222 -

no es verdad t ant as go lo ndr inas muert as, t ant a reg ió n o scura con lament os vienes volan do. E l vient o negro de Valp araíso abre su s alas de car bó n y espu ma para barrer el cielo do nde pasas: vienes volan do. Hay vapores, y un fr ío de mar muert o , y s ilbat os, y mesas, y u n o lor de mañana llo viendo y p eces su cio s: vienes volan do. Hay ro n, t ú y yo, y mi alma donde lloro , y nad ie, y nada, sino una escaler a de peldaños qu ebrados, y un par aguas: vienes volan do. Allí est á el mar. Bajo de noche y t e o igo venir vo lando bajo el mar sin nad ie, bajo el mar que me hab it a, o scurecido: vienes volan do. Oigo t us alas y t u lent o vuelo , y el ag ua de lo s mu ert o s me go lpea co mo palo mas ciegas y mo jadas: vienes volan do.

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Vienes vo lando, so lo so lit ar io, so lo ent re muert os, para siempre so lo, vienes vo lando sin so mbra y sin no mbr e, sin azú car, sin boca, sin rosales, vienes volan do. (Pablo Neruda, “Albert o Rojas Giménez viene vo lando ”, Residencia en la tierra II, 1935.) Yendo a los t emas que t e int eresan: Se puede hablar bast ant e de la elevada calidad int er ior de lo s port eño s. Por deco ro no debo narrar vivencias co mpart id as con ciert as muchachas, una de Almagro y ot ra de La P lat a, a qu ienes t uve la gracia de cono cer en su sent ido bíb lico. Aún dejando eso de lado, uno de mis mejores amigos (aclaro t ener po cos amigo s), es port eño hast a la médula. Se llama Jorge Ru lli. Tal vez hayas o ído hablar de él, pues const it u yó un ico no del Peronismo Revo lu cio nar io (ahora recic lado eco logist a). Respect o de si vivo mi paraíso aq uí... No. Sant iago es una ciudad med io cr e. En t odo sent ido. Por su cant idad de habit ant es (u no s 300.000) y por su idio sincracia. Por sus habit ant es, no es lo su ficient ement e grande co mo para d ispo ner la d iversidad de posibilidades que br indan Có rdo ba, Rosar io , Mendo za o Buenos Air es. Por su id io sincr asia... est e es un pu eblo do minado durant e 400 año s po r sist emas feudales... el ca mino para subsist ir que - 224 -

enco nt ró es el ser vilismo, el fing imient o, la adulació n, la hipo cresía... pero en ese camino la gran mayor ía de est e pueblo perdió la dig nidad. ¿Do nde me hubiese gust ado vivir ? E n el campo (por ejemplo, en Fer nández; a llí viv í durant e cinco años, desd e 1985 a fines del 89). Se t rat a, sin embar go, de una percep ció n per so nal, creo que inducida por mi pro fesió n de escr it o r, po r mi deseo nunca saciado de escuchar mú sica, po r una at racció n int er ior irr esist ible que me lleva hacia la t ierra, las plant as, los pequeños bichit os que habit an ent re ellas... t ambién por el hart azgo que sient o hacia las guerras... S in embargo creo que la posibilidad de ser feliz depend e en in menso po rcent aje de nosotros mis mo s (es decir, de nuest ro int er ior). Por ello sigo siendo feliz de a ratos -como corresponde-. Alcanzo ret azos de felicidad cada d ía, accesibles, según creo, no por vivir en Lo bit o (Ango la) o Lausanne (Su iza)... Sino por haber est ado gran p art e de una exist encia acechándo la ( a la felic idad): lu ego de muchos años se adqu iere una cie rt a t écnica para llegar, de vez en cuando , a cazar la. Pues se t rat a, co mo a lo s “panaderos”, no só lo de pillar lo s, sino de que cada uno de su s infinit esimales pelit os, pueda per manecer int act o so bre la palma de la mano, de t al manera que a l so p lar lo, pueda elevarse glor io so nu evame nt e, hacia el cielo .

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Te envío u n salu do afect uo so. Julio P.D.: Tengo par ient es en Ber isso. No puedo enumerar sus no mbr es, po rque so n legió n. E migraro n en lo s años 30-40, me d ijero n. Alg uno s de ello s: Pat r icio Carreras co n casi t odo s los Carreras d e allá-, y lo s Ojeda, segú n creo .

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PARAMILITARES EN SANTIAGO --- -- Original Messa ge - --- From : “Daniel_ Yép ez” danyep ez@arn et.com. ar To: “Julio Carreras (h) ” [email protected] m Subject: Opinión Date: W ed, 24 Sep 2003 07:11:25 -0 300

Est imado Julio : Mi sobr ina me r emit ió est o. ¿Qué opin ió n t e mer ece? S i t enés infor mació n al respect o , agradeceré que me la hagas llegar. Saludos cord ia les y u n abr azo. Daniel Yépez - San Mig uel de Tucu mán - Argent ina

----- Or i gina l Messa ge ----Fr om : l fl or es@ a rn et . com . a r T o: da n yep ez @ a rn et . com . ar Sen t : Mon da y, Sept em ber 22, 2003 11: 58 AM Subj ect : NOT ICIA E NVIADA P OR Li l i a n del Val l e Fl or es

Lilian del Va lle Flor es qu ier e compar tir con usted la sigu ient e not icia qu e leyó en Pagina12/WE B Las g uardias blancas, grupos paramilit ares en Sant iago

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El M ovimient o Ca mp es ino de Sant ia go del Es ter o denu nció qu e en la pr ovincia de los Juár ez los du eños de la tier r a ma nt ienen ba ndas ar madas qu e int imida n, secu estr an y balea n. La denu ncia fu e t oma da p or la CIDH, qu e r ecib ió f otos de u na de las “guar dias b lancas” pr ivadas en acción. A las denu ncias por p er s ecución p olít ica, esp ionaje a ciu da da nos, tor tur as a chicos y adolescent es, entr e otr as violaciones a los der echos hu ma nos en Sant ia go del Est er o, Página/12 agr ega ahor a un nu evo dato del t er r or en t ier r as donde r eina el matr imonio Juár ez: la ex ist encia de gr up os par amilitar es or ganizados y contr olados p or ter r atenient es, hacenda dos y gana der os -ba jo el a mpar o policia l y polít ico-, ar mados par a combatir con mét odos de t or tura, desapar iciones, mu er t e o a medr enta mient o a los ca mp es inos de dist intas r egiones de la pr ovincia. Este dia r io r evela en exclus iva las denu ncias de los ca mp es inos y las fot os qu e las pr ueba n. El mat er ial f ot ogr áf ico fu e r ecogido p or la Comis ión I nt er a mer ica na de D er echos Hu ma nos como d ocu ment o de estos nu evos ejér cit os ir r egu lar es. Cuando Sant ia go del Est er o comenzaba a buscar con fu er za un ca mino naciona l par a r omp er el cer co qu e silenciaba las denu ncias p or violaciones a los der echos hu manos, Luis Eduar do Du ha lde pr onu nció u na palabr a: “Guar dias bla ncas”. En es e mo ment o, el s ecr etar io de D er echos H u manos estaba s entado a una mesa de tr abajo. A u n la do t enía a Gustavo Beliz y del otr o a un pu ña do de ca mp es inos qu e f inalment e hab ían cons egu ido espacio en la agenda de visitas del ministr o de Just icia. Duha lde hab ía ent endid o lo qu e aqu ellos ca mp es inos decía n. Mencionó sus exp er iencias r ecogidas como fu ncionar io de or ganis mos int er naciona les, y encuadr ó las denu ncias bajo es e nombr e.

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Fuer a del país, las Guar dias Blancas son denunciadas por los miembr os del M ovimient o de los Sin T ier r a del Br asil o los chiapat ecos en M éx ico. La Secr etar ía de D er echos Hu ma nos analizó esta nu eva p esadilla de Santiago como par t e del r eleva mient o jur ídico- inst ituciona l encar ado por el gob ier no nacional. Ba jo el apar tado de “p eon adas ar madas”, el inf or me da cu enta del anda miaje económico, jur ídico y p olicial qu e alienta la pr opalación de est os nu evos es cuadr ones de la mu er t e f or mados p or par amilitar es. Las Guar dias Bla ncas nacier on en la ex Unión Soviét ica, despu és de la Revolu ción del '17. La página web del C entr o de I nvest igaciones Económicas y Polít icas de Chiapas da cu enta de los comienzos de est e t ip o de or ga nizaciones, par a situar las más tar de en la top ología social de Amér ica lat ina, donde en los ú lt imos a ños s e fu er on r ep lica ndo. “En la Revolu ción de Octubr e, el gob ier no soviét ico opt ó por r epar tir la tier r a per o s e encontr ó con la r es ist encia de la policía par ticu lar de los pr opietar ios : s e las lla maba guar dias bla ncas - exp lica la página web-, en contr apos ición con las guar dias r ojas or ga nizadas por el gob ier no par a r ecup er ar las.” En Méx ico, los ejér cit os par alelos t omar on car ácter de inst itución a par tir de un decr et o de 1961 qu e habilitaba a los ga nader os a usar ar mas y contr atar policías par ticular es. Santia go del Est er o no está lejos de es e mod elo. Los casos “Cuando a mí me s ecu estr ar on, me des nu dar on al lado del r ío Sala do dur ant e t odo un día y t oda una noche. M e qu er ían ob ligar a acusar a los compañer os y compa ñer as como

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ladr ones de vacas.” Adolf o Far ías es u no de los ca mp es inos del M ocas e, el M ovimient o de Ca mp esinos de Sant ia go del Est er o, qu e viene denu nciando la ex ist encia de los gr upos ar mados. “Mientr as me t enía n s ecu estr ado - dice- p ens é en mi fa milia, en mis compa ñer os, y cua ndo apar ecía el miedo lo mataba p ensando qu e er a mejor or gu llo estar siendo apr etado y qu izás hasta ases ina do par a qu e nos haga mos más fu er t es. ” La Mesa de T ier r as coor dinada p or el Ob ispa do de Santia go r elevó u na ser ie de s ituaciones s imi lar es en dist int os depar tament os de la pr ovincia. Los r esu ltados del inf or me f or ma n par te de u n docu ment o qu e fu e pr es enta do a los fu ncionar ios de la Comis ión I nt er a mer ica na de D er echos Hu ma nos dur a nte su r ecient e paso por allí. “En nu estr o lot e viven tr es fa milias”, comien za otr o de los test imonios, esta vez de u na de las fa milias del lot e 55 del depar tament o de Mar ia no Mor eno. “El día 27 -cont inúa-, el supu est o du eño fu e con la policía de Añatu ya y de L os Jur íes. Un gr up o de 15 ca mp es inos apoyaba a las fa milias, llegar on patr uller os de Jur íes, Bander a, y G endar mer ía diciendo qu e t enía n or den de detención par a Ser gio L edes ma y Rob er t o D osp lat, por usur pación de ca mp o y hur to de pr oduct os f or esta les. N o mostr ar on la or den del ju ez, entr ar on a buscar a Dosp lat, dis cut ier on con él, emp ezar on a p egar y tir ar con ar mas, hir iend o a uno de los muchachos, qu e a hor a está int er nado. ” La denu ncia no t er mina allí: en es e mis mo moment o, “a otr o de los chicos lo golp ea n a patadas en el pis o con las ma nos atadas con el cor dón de las zapatillas. Reconocimos al oficial N iet o, qu e el día ant er ior andu vo en u na ca mioneta con emp lea dos de Nazar , qu e estaban encapuchados, y el oficial Galvá n qu e dijo 't ir en a matar '“.

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Mir ta Quir oga, otr a de las mu jer es del M ocas e, exp lica algu nas de las causas de los host iga mient os. “La pr áctica de r eu nir nos una y otr a vez par a tratar de ent ender lo qu e nos pasaba con los apr iet es qu e nos hacían la policía, y otr os ma nda dos p or el gob ier no - dice-, nos ha hecho olvidar el miedo. ” Los derechos Como ocur r e con los pu eblos abor ígenes, los ca mp es inos cu enta n con u n anda mia je jur ídico qu e gar antiza sus der echos sobr e los su elos. El gr u es o de estas fa milias es pos eedor a de las tier r as qu e dur ant e var ias gener aciones han ocupa do, p er o no t ienen r egu lar izada su situación dominia l. “Si bien el der echo asist e a la gr an ma yor ía de los ca mp esinos - dice el inf or me de la Subsecr etar ía de D er echos Hu ma nos -, la L ey de Pr escr ip ción Veint eña l es mu y comp leja.” R equ ier e de “car ísimas mensur as, además de qu e el p lazo de p os es iones es excesiva ment e lar go, y r equier e de u n s ost enido, pr ecis o y cost os o ases or a mient o lega l qu e imp ide tácit ament e el acces o a la Justicia”. Esta condición de inacces ib ilida d a la Justicia por cu est iones de p obr eza es uno de los pu nt os nuclear es del pr ob lema en Sant ia go. Segú n el inf or me, los pr ob lemas con la Justicia dispar an los sigu ient es ef ect os : - “Muchos de los ca mp es inos t enedor es de der echos son injusta ment e desa lojados de sus legít imas p os esiones p or supu est os du eños o compr ador es”. - “Otr os ter mina n acepta ndo tr atos desfa vor ables, s iendo lit er alment e ar r incona dos en mínimas sup er f icies”. - “Como cons ecu encia, se det er ior an las condiciones económicas de las fa milias ca mp es inas, pier den su ent or no

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socia l y cu ltur al, lo qu e au menta la expu ls ión hacia las ciu da des”. Con est os datos, la Comis ión r ealizó u no de s us dia gnóst icos más cr ít icos s obr e la violación a los der echos hu ma nos en la pr ovincia: “La pr oblemát ica de la t enencia y pos es ión de la tier r a es u na de las pr incipa les cu est iones de la agenda de der echos hu ma nos sant ia gu eña, ya qu e el pr oces o de a vance indiscr imina do de la fr ont er a agr ícola de las olea ginosas con eje en la soja, atenta no s ólo contr a los der echos r eales de la p os es ión s ino ta mb ién contr a el patr imonio a mb ienta l de las comu nida des ca mp es inas”. El modelo Las denu ncias y las entr evistas r ealizadas du r ante u n mes con dist int os int egr ant es de los centr os ca mp esinos de la pr ovincia p er mit ier on qu e los t écnicos de la Secr etar ía elab or ar an un “ modelo de conf lict o de apr opiación” ilega l de las tier r as. Es un mét odo en tr es fas es, des cr ipto en el inf or me del M inist er io de Just icia: - Pr imer a fase: E l supu est o du eño o ap oder ado s e pr es enta ant e la comu nida d, aduciéndos e como legít imo du eño de los ca mp os. I nt enta o b ien llegar a un acu er do p or lo gener a l mu y desfa vor able par a los ca mp es inos o, dir ecta ment e, los amena za con el desalojo ju dicia l o extr aju dicial (par a militar ). El enga ño está monta do sobr e u na situación r egistr al bastant e difusa, con sup er p os ición de t ítu los dominia les, inscr ipción de escr itur as de du dosa conf ección y dest itu ción de la just icia de der echos ya consagr ados de legít imos p os eedor es veint eñales r egu lar izados. - Segu nda fas e: L os supu est os du eños pr odu cen sus pr opias mar cas de ocupación: ala mbr ados, mens ur as, des mont e,

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qu emas ilega les de mont es. Esto inclu ye la destr ucción de mar cas de los ca mp esinos, element os pr obat or ios de la ocupación veint eña l y del a nimo domini. E ntr e las pr ácticas de pr es ión, ex ist e el tap onado u obstr ucción del acces o a los pozos de agua, cier r e de ca minos vecinales, envenena mient o dolos o de a nima les y la a mena za consta nt e de desalojo p or la fu er za y extr aju dicialment e ef ectua da por p eones contr atados por los t er r atenient es como p or per s onal p olicia l. - T er cer a fase: Gr acias a una lectur a ses gada del ar tícu lo 182 bis del Código pr ovincia l, el supu est o pr op ietar io su ele obt ener una or den de desalojo con u n desp liegu e despr op or ciona l de fu er za p or par te de la policía, lo qu e aumenta la pr esu nción de comp licida d o coop tación de la Justicia y de la fu er za de s egur idad. Dur ant e los r eleva mient os s e det ectar on casos de p er s onal policia l monta do en las ca mionetas de los t er r atenient es, oficiales qu e aca mpa n en sus bases o situaciones de expu ls ión sin or den ju dicial, o donde los of iciales de Ju sticia no s e hacen pr es ent es. E ntr e otr os casos, los t écnicos r ecogier on dos r elatos cla ves : la exp er iencia de u n ca mp esino lla ma do Oscar Per alta, del lot e 42, qu e el 28 de f ebr er o de est e año r ecib ió u n impact o de ba la 9 mm en su p ier na izqu ier da y el desalojo de las fa milias del lot e 55, donde s in or den ju dicial la policía abr ió fu ego lu ego de golp ear a los int egr ant es de tr es fa milias. “Peo nes ar mados” Las imá genes f ot ogr áficas pr es enta das hoy p or est e diar io mu estr an a los gr upos qu e la Secr etar ía de D er echos Hu ma nos def ine como “par amilitar es ” o “bandas de p eones ar ma dos”. Estos nu evos ejér cit os estar ían mostr ando u na nu eva f or ma de

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apr opiación ilega l y extr aju dicial de las tier r as. La escena, dicen los t écnicos, “par ecer ía s er un indica dor del ca mb io del modelo pr es entado, a par tir de la pr es encia en la zona de p eones ar mados ”. El gir o de modelo estar ía basado, dicen, “en el abandono de la insta ncia ju dicia l p or par te de los supu est os compr ador es par a pasar a la or ganización de gr up os de p eones ar mados con escop etas y p er r os, qu e media nt e int imida ción con dispar os al air e, obstr ucción de ca minos, ex hib ición de ar mas de fu ego y 'r ef lect or eo' noctur no de las viviendas int enta n el r et ir o y a medr enta mient o de los ca mp es inos p os eedor es de las tier r as”. Las fot os f or ma n par te del cú mu lo de docu ment os exp lor ados en Sant iago p or la Secr etar ía y por los int egr ant es de la Comis ión I nt er a mer ica na encab ezada p or Rober t Goldma n dur a nt e su paso p or la pr ovincia de los Juár ez. Página/12 r ecib ió las imá genes de ma nos de s us pr opios autor es, los ca mp es inos del lot e 20, un par aje cer cano a la ciu da d de P int o. Las fot ogr afías mu estr an a un gr upo ar mado y f ina ncia do apar ent ement e p or el s eñor Dutto, el supu est o compr ador de esas tier r as, segú n las denu ncias. Un empr esar io de la localida d de T int ina habló s obr e est e tema con los miembr os de la Comis ión encar ga da del inf or me qu e pr epar ó la Secr etar ía de D er echos Hu ma nos. “H emos toma do conocimient o - dice el inf or me- de la exist encia de r eu niones p er iódicas de empr esar ios en Añat uya cu yo ob jet ivo es la or ganización y f inancia mient o de gr up os ar mados par a el desalojo extr aju dicial de los ca mp es inos, agr avado con el host iga mient o a la actividad del M ocas e y otr os gr up os de ca mp es inos.” La Def ens or ía del Pu eb lo de la pr ovincia asegur a qu e u nos 24 mil ca mp es inos, p os eedor es legít imos de las tier r as, están

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expu est os a ser desa loja dos p or medio de ma niobr as como éstas.

De Julio a Daniel Fr om: “Julio Car r er as (h)” jub ip en@ yahoo. com T o: “Daniel_ Yép ez” danyep ez@ar net.com.ar Subject :R e: Op inión Date: Wed, 24 S ep 2003 09 :35 :26 -0300

Est imado Daniel: efect ivament e, en la ciudad de Sant iago del E st ero se manejan dat o s acerca de la acció n paramilit ar en el campo , especia lment e en las zonas de P int o y Lo s Jur íes. Es decir, lo s lugares donde los campesino s más humildes han co brado conciencia de su s derechos y se han o rganizado para defenderse. Po dría habér selo s llamado “parapo licia les”; pero la palabra “p aramilit ar” est á bien usad a, ya que -según fuent es jud iciales- lo s ent renó un milit ar: el Mayor D´Amico . Est o habr ía surgido de ciert o eclipse mo ment áneo padecido por D´Amico hace cuat ro o cinco año s, debido a su co mpet encia feroz co n Musa Azar por el do min io del negocio de la “segur idad”. En efect o, ambo s se desempeñaban en esa área guber nament al, fu ng iendo el t r ist ement e célebre co mo Secret ario de Segur idad y D´Amico co mo Subsecr et ar io. Luego el milit ar pasó a desempeñarse co mo Secret ar io y Musa co mo Sub. Pero parece que Mu sa ap eló a sus relacio nes co n el P J, co n Nést or Ick (dueño del Banco de Sant iago - 235 -

del E st ero y el 60 % de lo que t iene valor en la ciudad) y demás ángeles, para desplazar a D´Amico. Del chupadero al monte Cuando D´Amico se quedó “sin t rabajo” habr ía ideado est as organizac io nes paramilit ares, que lla mó “Po lic ía de Mo nt e” para vendérselas a grandes empresar ios que, se est án abalanzando sobre Sant iago empeñados como bu it r es en lucrar con la producció n de so ja. No olvid ar que Sant iago t iene u na sup er fic ie física casi t an grande co mo Francia o Ale mania, gran part e de ella t odavía mo nt uo sa. Po co se ha d icho de las inver siones de So ros y ot ro s capit alist as, que durant e los `90 depredaron la fro nt era ent re Sant iago del Est ero y E l Chaco, asesinando a miles de an imales de t o do t ipo e incend iando el bosque para cu lt ivar algodón. * D´Amico es u n carapint ada que junt o al inefable Rico se rebeló cont ra el juzgamient o del mayo r Barreiro, o rig inando la t rágica insurrecc ió n de Semana Sant a. Casado con una sant iagueña, hija de u n t enient e coronel (po r supuest o) pero nist a. Su esposa además es her mana del u lt rachupamedias “Chacho” P int o, un médico que no ejerce pu es desd e hace año s es mant enido por lo s Juár ez co lgando de la t et a del Est ado, sea como funcio nar io, sea co mo “leg is lador”. Segú n fu ent es po lic iales D´Amico cont rola direct a o ind ir ect ament e en un 30 % el negocio de la “segur idad” en Sant iago. La o t ra part e (más de la mit ad) est á - 236 -

co nt ro lad a por Musa Azar. En est a franja se ent ret ejer ían inst it u cio nes po licia les, bandas delict ivas, t raficant es de dro gas, cuat rero s, narco lavado res, t ravest is, chu los, pro xenet as y o t ro s serafines, lo cual explica el inmenso po der dest ruct ivo acumu lado po r est as cofrad ías 666. Para decir lo claro, en Sant iago, si no t e mat a la cana t e mat an lo s cho ros para int ercambiar co rt esías. E llo in fu nde u n gran miedo en la po blació n. Un co merciant e amigo me dijo est ar seguro de que quienes le robaron de una manera a levo sa e impu ne, llevándo lo casi a la ruina, lo hic iero n po rque se había negado a pagar “prot ección” a lo s canas, así co mo sat isfacer lo s const ant es mangueos (pues lo s canas más chicos t e piden mo nedas, o que les pagues sanguches d e milanesas, fasos, bir ra, et cét era). Encima est e co merc iant e es de izquierda; así que t e imag inarás: “pap it a pa´l loro ”. Nueva devastación del bosque Bueno , vo lviendo al t ema: el últ imo eclipse de D´Amico fue hace po co -creo que para el 17 de Oct ubrecuando la señora Nina vo lvió a echar lo por haberse equ ivo cado en la organizació n de un act o que ella quer ía mo st rar a Duhalde. Est úp idament e, asignó sect ores co nt iguo s a lo s “barras br avas” de Mit re y Cent ral, a qu ienes suelen “est imu lar” con vino, mer cancías y ot ros “benefic ios” para concurr ir “vo lunt ar iament e” a los act os en camio nes pú blico s. En Sant iago Mit re y Cent ral so n co mo Boca y Ríver, as í que t e imaginas el qu ilo mbo que - 237 -

se ar mó . La t elevis ió n nacio nal se hizo una fiest a co n las p iñas, lo s cont uso s, una mujer que había r esu lt ado quemad a, et cét era... y D´Amico vo ló ot ra vez. Po r ello no ser ía avent urado imaginar qu e vo lvió a requer ir lo s favo res de sus amigot es del campo. Ot ro t ema, lat eral pero de gran impo rt anc ia, y que no veo t rat ado en el art ículo de P/12, es el inmenso daño que est á cau sando al medio ambient e la nueva dest rucció n de bo sques en S ant iago ( lo s últ imo s que quedan). Vienen mercenar io s cont rat ado s po r empr esas cu yo s g erent es ni siquiera se t oman el t rabajo de ver los campo s, manejan t odo desde Buenos Air es o, a veces, desd e o tro s países. Los capat aces ( no hace mucho el campo est aba lleno de franceses y argelinos) t ienen el mandat o de convert ir las adqu is icio nes de sus pat rones en “áreas pro duct ivas”. Suena lindo. Para ello generalment e incend ian los bo sques co n to do lo que t iene adent ro: guasunchas (especie de cer vat illo s locales), qu irq u inchos, zo rros, pumas, e incluso alguno que ot ro so breviv ient e preh ist órico de la fauna local, de alt ís imo valo r bio ló gico y cult ural. Pront o est os campos quedan co nvert idos en una bocha pelada, donde est os personajes levant an galpones de chapa, silos met álicos e int roducen maqu inar ia para el cu lt ivo de so ja. Cuando la t ierra no sir ve más, se van. Tal co mo hicieron los ingleses, dejando cient os de pueblos fant asma ( Comala d ixit ) en nu est ra acosada provincia. Amigo, espero haber sat isfecho algo de t u saludable inq u iet ud. Creo que es import ant e difund ir to do esto, y t e - 238 -

ruego t ransmit as a t u so br ina mi felicit ació n po r haber lo hecho . Un abrazo. Julio Carreras ( h) * “La campaña 99/2000 en la producc ió n fibra de algo dón t iene buenas perspect ivas. En Sant iago del Est ero, segundo product or de fibra del p aís, est e año el precio ascender ía a U$S 400 la t onelada y se preve que la zo na de secano rendir ía unos 2000 kg x ha. “E l depart ament o Felipe I barra, al NE de la provincia, se vio invad ido po r pro ducto res sant afesin os que ven un gran fut uro en el negocio de la fibr a. Inversio nist as ext ranjero s visit an lo s campos en busca de calidad y r ind e para expo rt ar fibra a mer cados asiát icos y euro peos. “E s que la Ond a Verde t rajo de nuevo la moda del algo dón en las prend as d e vest ir. Pero la eco logía t amb ién enseña que ha y que preser var lo s ecosist emas. En est e campo , en la zona de Pozo del Toba, y Campo del Cielo , no se t iene en cuent a la flora y la fauna aut óctona. “To do el Chaco Sant iagueño es r ico en qu ebrachos, algarro bo s, guayacán, palo amar illo, garabat os, et cét era. Allí viven oso s ho r miguero s, guasunchas, corzuelas, yaguaret és, t ort ugas, chorot es, et cét era. “To do el hábit at de est os anima lit os est á siendo depredado por las t opadoras de empresas ext ranjeras, pr incipalment e AVENTIS (Ex- Agr evo) que en sociedad co n la alemana Ho esch, est á incendiando miles de - 239 -

hect áreas d e ár bo les y aniquilando to do t ipo de animales para exper iment ar product os químico s allí. También el mag nat e Soros ha co mpr ado 10.000 ha, a las que est á dando un t rat amient o similar, para explot ar las co mo sembrad ío de algodó n. “E s conmo vedor ver a los an imalit o s huye ndo del fuego co n que se elimina el bosque - nos dice un arqu it ect o , que por falt a de emp leo t uvo que acept ar uno allí. “Lo s go bier no s, t ant o nacio nal co mo pro vinc ial, no regu lan la defo rest ació n de est a r ica zona del NE sant iaguaño , que día a d ía pasa a ser un desiert o, debido a la ma la ap licació n de u na agr icult ura especu lat iva y de un manejo ind iscr iminado de los agroquímicos. “A pr inc ip io s de sig lo empresas ing lesas aniqu ilaron el bo squ e en grandes zonas de Sant iago del Est ero, co nvirt iéndo las en desiert os. Luego se fueron, dejando las ru inas de su s inst alacio nes aqu í. ¿P asará aho ra lo mis mo co n la franja E st e de la provinc ia?” [“Dest rucció n de animales y bosques en Sant iago”, Julio Carreras ( h), Quipu de Cult ura, no viembre d e 1999.]

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LA SALAMANCA Po r: Juan M. Gara yalde (Bueno s Aires) A 450 años de la fundació n de Sant iago del Est ero “Y en las no ches de luna se pu ede sent ir a Mand inga y los d iablo s cant ar” (La Salamanca - Zamba de Art uro Ávalo s) I – LOS QUE PACT AN En est o s días se co nme mora lo s 45 0 años de la fu nd ació n de la ciudad más ant igua del país: Sant iago del Est ero. Co mo muchas pro vinc ias, padece del depo t ismo de po lít ico s, a los que se lo s deno mina “caud illo s”, siendo que, el ú lt imo y verdadero Caudillo que t uvo est a pro vincia fue Do n Felipe I barra, durant e el per iodo de la Co nfed eració n Argent ina que t uvo a Juan M. de Rosas co mo su supremo insp irador. En las t radicio nes que viven en e l alma del pueblo sant iagueño , y en gran part e de las provincias del nort e, est a la le yenda de la Salamanca, un lug ar do nde se desarro lla una cer emo nia p erpet ua, presidida por la cort e

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de Lucifer, Mand inga, por el Macho Cabr ío que hast a la p int ura de Go ya inmort alizó. La Sala manca ha sido descr it a co mo un socavón de la ladera de u n cerro, t ambién co mo una cueva ocult a en la pro fu ndid ad del mo nt e, o en un lu gar o cu lto al bo rde de un r ío . So n po co s lo s que pueden po r las noches escuchar lo s cant o s que nacen de ese lugar prohibid o, y menos son lo s que lo gran ver su ent rada. A ese lugar, convergen lo s diablos, los co ndenado s, lo s po seído s, los brujo s y bru jas que van a me jorar sus art es lu cifer inas. También, llegan lo s que bu scan u n favor de Mand inga: concret ar un pact o con él, para adquir ir una habilidad sobrenat ural a cambio de ent regar el alma. Es un co nt rato fir mado con sangr e. Allí se dice que ca yero n grandes cant ores, oradores, jinet es des lumbrant es, mu jeres de belleza exót ica, grandes poet as, guit arr ist as co n una magia deslumbrant e en su s manos. To das personas que no pueden soport ar la med iocr id ad de sus vidas, y buscan dest acarse a cost a de perder la verdadera vida qu e nace en la muert e. No todo s cump len co n su cont rat o. Sant os Vega, el gran p ayador, fue uno de ellos. Hubo de perder una payad a con el mismo Mandinga (Juan sin Ropa) para t ener que acept ar su t rág ico dest ino fina l. II – COMO INGRES AR To do s lo s que ingresan a la Sala manca, o han vendido su alma al d iablo, o van en camino a hacer lo. No es - 242 -

precisament e una t ierra par a t urist as. No hay fo r ma de que lo s incr édulo s pued an ver la Salamanca. Est a carece de exist encia fís ica. Só lo la volunt ad de la perso na hará posib le hallar la puert a de ingreso a la mis ma. E l asp ir ant e co noce a t ravés de la t radició n o ral, y de un co mu nicado r válido –inic iado-, el lugar donde se halla la cueva, y las pruebas a las que será so met ido por Mand inga, quién probará su t emp le al at reverse a hacer un co nt rato cara a cara co n él. Una vez que se llega al lugar donde se hallar ía la boca de acceso a la Sa lamanca, el aspirant e deberá desnudar se, y esperar at ent o alg ún sonido o signo que lo guíe a la cueva. De est a manera, pued e ser una lechuza, un cuer vo negro , el so nido de un arpa o la huella d e un basilisco el que lo gu íe. (1) En la puert a de ent rada será recibido por víboras de o jo s cent elleant es, y ot ros rept iles de gran t amaño que no aparecen en ningú n libro de zo olo gía. E l vis it ant e ser á ro deado por ofid io s que se le enroscarán en su cuerpo, y po r arañas qu e se le irán subiendo, acar iciándo le co n sus p ieles rugo sas. Uno deberá pasar esa prueba con serenid ad y no caer en el pánico, a r iesgo de perder la vid a. Ya dent ro , deber á sort ear un aru nco, un chivo de mal asp ect o y de pest ilent e o lo r, que trat ará ins ist ent ement e de embest ir lo para empujar lo hacia el int er io r de la cueva. Allí, será un cuer vo negro el que hará de gu ía, después de decir en voz alt a la co nt raseña que u n in iciado le ha revelado. Lo primer o que hallará en - 243 -

el d escenso , será un cru cifijo invert ido, al cual deberá escu p ir y blasfemar para cont inuar. S i el aspirant e vacila, dejará de ver la ent rada y se hallará en medio de una o scur idad agobia nt e. Po drá salir de esa sit uació n, pero con segur id ad padecerá de per manent es cr is is espir it uales que lo acosarán durant e to da su vid a. III – EL TEMPLO La t rad ició n nos revela que el int er ior de la Salamanca es deslumbrant e y t error ífico al mismo t iempo : se halla ilu minado co n lámparas de aceit e humano, grandes co rt inado s de t elas y mar mo ler ía fast uosa, que los t emp lo s gr iego s envidiar ían. E n el fo ndo de la mis ma, est a el asient o de Mand inga, rodeado de los animales más t errorífico s del reino de las t inieblas. Allí, el vis it ant e que viene a hacer su pact o, se apro xima al t ro no. A su alrededor, bailan y danzan lo s condenados: hechicero s, brujas, her mo sas do ncellas que nunca ven la lu z del so l, serpient es de gran t amaño, sapos, culebras, cerdo s, lechuzas, qu irquincho s, lobizo nes, y los diablo s. Frent e al Pr ínc ipe de lo s Rebeldes, el aspirant e fo r mula su deseo. El d iablo le hará pasar por nuevas pruebas para ser merecedo r del acu erdo perpet uo. Los que han revelado alg unas de esas pru ebas, hablan de t ener que mo nt ar so bre una best ia salvaje para do mar la.

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En o t ras, se le hace caminar so bre el filo de un puñal co lo cado ent re dos abis mos sin fo ndo. Fina lment e, para probar su fo rt aleza y fidelidad a Mand inga, deber á hacer u n daño a su s ser es más quer ido s. La prueba de fuego , que Dios exigió de Abraham el o rdenar sacr ificar su ú nico hijo... a d iferencia de que e l Diablo , no se caract er iza po r cambiar de opinió n. Una vez cump lida t odas las pruebas, Mandinga ent rega al ya in ic iado un champ i (2), el cual deber á t ener co nsigo , y que le será d e su enlace mágico con la sabid ur ía lucifer ina. Fina lment e, la cu eva est alla en una fiest a infer nal, demenc ial. Se desat a la bacanal, el eno r me banquet e, la música at urdidora, el baile lu jur ioso de las do ncellas y de jó venes desnudo s que invit an a to do s los present es al in icio d e la gran orgía. IV – EL RETORNO A LA CAVERNA La act ual Sant iago del Est ero, cuna de la argent inidad co n su s 450 años de vida, es una fuent e de sabidur ía que emana de l po lvo de sus calles, del aro ma de sus ár bo les, del cant o de sus pájaros, de los alt os t ejad os. Pero en ella, co mo en muchas grandes ciudades, caminan ind iv iduo s que so n ext raño s a su espír it u. Ho y, poca gent e de las pro vinc ias argent inas creen en la Sala manca. Sólo po r alg unas cancio nes fo lclór icas, y po r personas “crédu las” que alejadas de lo s cent ros urbanos siguen hablando de esa caver na invis ib le, que alg unos la han - 245 -

vist o en el cerro de Huanchar en Jujuy, o en el camino a Oran en Salt a, donde co mienza la gran cur va del Ber mejo . Y así, la Sala manca vive do nde los iniciados est én para guiar a aquello s que le suplican la revelació n del secret o. En t ant o avanza la decadencia, la Salamanca pasa al o lvido . Las perso nas que creen en esas leyendas, so n los que viven las t radicio nes de est a t ierra, y po r lo t anto, saben rechazar la moder nidad cuando est a les llega a ro bar le el espír it u. S in embargo , esas per so nas que est án abiert as a una realid ad supranat ural, no han ent endido que la Salamanca ya no t iene mot ivo por el cual exist ir: lo s mald it o s han abando nado la cueva infernal, y ho y do minan Argent um. Mand inga no necesit a más iniciados. T iene t o do s lo s que necesit a par a esclaviz ar est a t ierra. Sus pr incipales d iscípu lo s, han sido los oradores, los encant ado res de masas, que han vend ido riquezas imag inar ias a lo s crédulo s, y est os lo s han elevado co mo caud illo s de est a t ierra. La Sala manca ya ha cu mp lido su co met ido. Sus leg io nes ahora vagan por nuest ro s campos y ciudades dest ru yendo todo , robando las almas de lo s moradores de est a t ierra. Su creació n más su blime, ha sido las enor mes ur bes, t umbas d el esp ír it u leg io nar io que su po exist ir. Lo s que ent ienden el simbo lis mo de est a decadencia, deberemo s crear nuest ra propia Salamanca, donde lo gr emos alcanzar u n est ado del esp ír it u apto para revert ir la oscur id ad que se ha apoderado de la - 246 -

super ficie. Allí, en esa cat acumba, deberemo s recuperar lo s r it o s de inic iac ió n que nos per mit an a lcanzar un co nocimient o super ior al act ual. Y co mo la Salamanca, no to do s podrán ver est a nueva caver na. En ella, una gran Cruz de P lat a evit ará e l ingr eso de lo s cond enados, de lo s necio s y de los t ibios. So lo aquellas per sonas co n la fir me vo lunt ad de renunciar a lo que es super ficia l, podrá recién ver y segu ir el vuelo del Có ndo r que lo acercar á a nuest ra caver na, aquella que René Gu enó n descr ibió co mo la qu e cont endr ía lo s Hombr es que dar ían in ic io a u na nueva edad dorada. Inicie mo s ent onces, el descenso. ( 1) Basilisco: S er p ient e con cr esta de ga llo. Or iginado en un hu evo p equ eño pu est o p or una gallina viej a o un gallo color a do. Su nacimient o es pr esa gio de des gr acias. Con su mir a da pu ede matar a los qu e lo ven. Par a destr uir lo, se dice qu e s e deb e p oner esp ejos en t odas las hab itaciones de la casa. Sin embar go, otr as tradiciones dicen qu e es un a nima l imp os ib le de matar . (2) T alis má n en f or ma de ins ect o.

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Carta de Raúl Dárgoltz 29 de ju lio de 2009 Quer ido s amigo s Deseo hacer los part ícipes de est o que escribí. Perdón que sea u n poco ext enso . Raú l Dárgo lt z EL ROSTRO DE LA HIS TORIA La marcha del vier nes en ho menaje de las dos chicas brut alment e asesinadas fue realment e espect acular y muy emo t iva. Los cálculo s más opt imist as hablan de 20.000 perso nas, pero realment e no las puedo d imensio nar, ya que la marea humana me arrast ró en un moment o de la mis ma. Yo me inco rporé recién al fr ent e de la Iglesia San Francisco , junt o con el obispo Maccarone y una mult it ud, a siet e k iló met ros del or igen de la mar cha, en la ciudad de La Banda, y al pasar po r la plaza pr incipal se s iguió su mando muchís ima más per sonas. Un fr io int enso no s “exig ía” gr it ar y a ap lau dir co nt inuament e clamando por Just icia. To do s nos mirábamo s a lo s rost ro s y deséabamo s reco no cer nos, abrazar no s, sent ir nos que seguíamo s vivo s

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en u na pro vincia que est aba, hast a hace mu y poco, tot alment e dor mida. Reco rdé las palabras de Sca labr ini Ort iz cuándo descr ib ía el 17 de oct ubre de 1945, “...era el sust rat o de nu est ra idio sincrasia y de nuest ras posibilidades co lect ivas allí present e, en su pr imord ia lidad, sin recat os y s in d isimu los. Era el nadie y el s in nada, en una mu lt ip licid ad infinit a de ga mas y mat ices humano s... Éramo s br iznas de mult it ud y el alma de t odos nos red imía. Present ía que la hist or ia est aba pasando frent e a no so t ro s y no s acar iciaba suavement e co mo la br isa fresca de l r ío... el espír it u de la t ierra est aba present e co mo nu nca creí ver lo ...” Y caminamo s alrededor de la P laza pr incipal, pasando frent e a la Ig lesia Cat edral y el viejo Cabildo convert ido en sed e cent ral de la po licía y no s dir igimos en direcció n de la Casa de Go bier no, co mo las ant er iores veces, pero una mu lt it ud de po lic ías fu ert ement e ar mados nos imp id ió nuevament e el paso. Nadie t enía miedo , pese a las amenazas vert idas en los diferent es medios por el go bier no provincial, que se ausent ó de la provincia, de la exist encia de infilt rados. Luego de fina lizada la marcha, al frent e de la Iglesia Cat edral, y despu és de lo s d iferent es discursos, fue la misa y las palabr as sent id as y just as del o bispo Maccaro ne. La inco rporació n d el o bispo fue sumament e impo rt ant e, co mo lo fue la acció n de Gerardo Sueldo. Les aseguro que est e día vier nes 25, día d e co nmemo ració n de lo s 450 años del nacimient o de - 249 -

Sant iago del E st ero , vivir á por siempr e ent re nosot ros, po rque est e día, co mo lo sint ió Scalabr ini, “yo vi el ro stro de la hist oria en t oda su esplendoro sa plenit ud....” Al d ía siguient e en nuest ro Cent ro Cult ural Hacha y Quebracho t ot alment e co lmado , represent amos la obra E l Enemigo del Pueblo de Ibsen en u na ver sió n libre adapt ada a nuest ra realidad sant iagueña q ue escr ibiera en el año 1996. Decid imo s reponer la en est os t iempos que viv imo s po rque ent iendo que debemo s realizar t odos los d ías de la semana d iferent es accio nes, y no sólo durant e las mar chas de los vier nes y porque en est a obra refleja mo s la acció n del o bispo Sueldo, la lucha por la verdad cont ra el caud illis mo y el client elis mo . Lo s padres de Pat r icia Villa lba est uvieron present es desd e b ien t empr ano mu y sat isfechos y conmo vido s por la ext rao rdinar ia marcha que prot ago nizó el pueblo sant iagueño , mient ras no sot ros realizábamos lo s últ imo s aprest o s. Yo lo s inv it é a e llos, u no s minut os ant es de dar co mienzo a la fu nció n y a Car lo s Scr imin i y su esposa, uno de nuest ros héroes del S ant iagueñazo, a que no s to máramo s de las mano s co njunt ament e con lo s act ores para dar nos fu erza y ánimo, co mo siempr e lo hacemo s ant es de cad a represent ació n. T it o Diaz, uno de los más vet eranos del grupo, pro nu nció u nas sent idas palabras, y ellos, lo s padres de Pat ricia, nos rat ificaron que no p iensan “aflo jar ” en su lu cha po r la verdad. - 250 -

La funció n fue realment e espect acular, muy emot iva, co mo emo t ivo fue el ho menaje fina l que les hicimo s a Car lo s y a Olg a y Juan Villalba est os do s pequeños grandes perso najes, que han co nmocio nado a la sociedad sant iagueña po r sus esp ír it us inc laud icables. Reco rdé de nuevo a Scalabr ini Ort iz porque sé y est o y seguro que so y uno cualquiera y sin emba rgo, como un t remendo vendava l, me sacude el orgu llo de est ar abr iendo el cauce de los t iempos venideros..” Un abr azo. Raú l Dárgo lt z

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CARTA Nº 12

Aut onomía, Santia go del Est er o, vier nes, 23 de octubr e de 2003. *

For mamo s part e de un co njunt o cu yos element os percib imo s só lo dent ro de límit es est recho s: los de nu est ro s cinco sent ido s. S i desarro llamo s algu nas facu lt ad es po dremo s llegar a percibir realidades más int eresant es que las ped est res. Co mo la d eno minada por Ju ng “sincronicidad”. O el maravillo so br illar de lo s hu mano s cuando hacen el amo r. Un cono húmedo E l vier nes est uvo lluvio so desde t emprano. Como a las siet e y media t er miné mi desa yu no; luego de lavar el p lat o, la t aza, sacudir el mant el, guardar lo , me aso mé en el vent anal que da al p at io . Ent re el lavadero de casa y mi hab it ació n hay u na dist ancia co mo de diez met ros; calcu lé que podr ía salvar la sin mo jar me demasiado y me larg ué, con grand es t ranco s por sobre el veredón de p iedra. A bu en reparo , en la p ieza, me puse ent onces a co nt emp lar desde el u mbral las her mo sas tonalidades - 252 -

langu idecient es d el cielo. Sobre su fondo se mo vían, ar mo niosament e, cuat ro o cinco capas de nubes, de d ifer ent e valo r. El jacarandá ya muy alt o que ha crecido ju nt o a mi habit ació n present a campanit as de un suave lila; a su lado, cast añuelas, nor malment e en par ejas. Obser vaba la mar avillo sa co mbinació n de capas y mat ices, el limo nero de un verd e br illoso, las dos enredaderas que cubren la pared - flores blancas y ro jas, en cier nes- la hu med ad en filament os cr ist alino s fo r mando vo lut as al aire, cuando advert í algo co mo una pequeña nu be en medio de lo s ár bo les, que se elevaba hast a esfu mar se por comp let o . Al obser var la co n at enció n vi qu e fo r maba u n embudo , con su pico hacia abajo, en el cual se mo vían ciert o t ipo de part ículas t ransparent es. ¡I nsect os!... Unas especies de mar iposillas, de largas alas, vo laban ent re la llo vizna elevándose en t irabuzó n. Est e se hacía más amplio a med ida que t omaba alt ura, hast a diso lverse en el o scuro cielo, ant es de alcanzar la co pa del jacarandá. S ig uiendo la dir ecció n de la nut r id a co lu mna, co mpro bé que se o r ig inaba en el suelo, desde un agu jero recién abiert o so bre la t ierra mojada. Me acerqu é y vi u na sit uació n que me pareció ext raordinar ia: había o curr ido una especie de est allido, al parecer, pues lo s bo rdes del agujero est aban desmoro nados, como si hu b iese sido provocado por una fort ísima presió n vin iendo de lo subt erráneo . Por él emergían millar es de bich it os, apret ujándo se, pugnando para abandonar el hu eco , t an compact o s en su amo nt onamiento que daban la impresió n de un grueso cho rro de miel quemada, ant es de - 253 -

surg ir po r co mp let o y po nerse a vo lar. Cada bichit o p isaba la boca del agujero, caminaba unos po co s paso s, sacu d ía las alit as co mo para est ir ar las y se ponía a vo lar, sigu iendo la co lumna en t irabuzón que ordenadament e t erminaba abr iéndose en t odas direccio nes a su fina l. ¡Ho r mig as!, pensé. Me cost ó creer lo. Est aba co menzando a llo ver co n go t erones más gruesos. Me acerqué aún más para co mprobar si eran hor migas: no lo parecían; más bien luciér nagas, en su co nfor mació n fís ica, como un cucuruch it o rosáceo, dot ado de un par de alas semejant es a las de las libélu las, en proporción. Pensé en in mo v ilizar una para mirar la a mis anchas, pero me co nt uve. Segur ament e si int ent aba t omar la dañar ía su cuerpecillo de u n modo irremediable. E llas no medían más de u n par de milímet ro s, su cuerpo daba la impr esió n de ser mu y blando. Ahora llo vía bast ant e fuert e. Pero las ho r mig as co nt inu aban saliendo y for mando su cono, ina lt erable, hacia el c ielo . ¿Adó nde ir ían? Pronto perdía uno de v ist a a las qu e llegaban a lo más ancho del abanico , y desde allí ro mp ían for mació n hacia la t angent e, cualqu ier a que fuese (para nu est ra percepció n). Me d ije qu e est os got ero nes que caían debían de result ar abru mado res para lo s anima lit os, en caso de encont rarse algu no d irect ament e con ello s. E fect ivame nt e, por pr imer a vez co mencé a ver la caíd a de algunas pocas ho r mig as. Quedaban at ont adas, mu y cerca de su agujero; una que o bser vé, parecía bo rracha, por mo ment o s se d ir ig ía hacia su hor miguero, co mo si fuese a int roducirse ot ra vez en él, mas enseguida cambiaba de rumbo, - 254 -

regresando a la deso r ient ació n. Unas cuat ro o cinco quedaro n así, so bre las lajas, muy mo jadas. Me apart é de ellas por un rat o, ent rando en mi habit ació n. Cuando regresé, co mo a la ho ra, no había ning una. Ya no llo vía, el suelo había absorbido la hu medad, poniéndose oscuro. E l ho r miguero no ex ist ía -al meno s hacia el ext er ior-, la febr il act ividad de los animalit os había cesado por co mp let o, no pude enco nt rar ninguno, ni siqu iera en las ho jas d e los ár bo les. Tampoco hallé alguno muert o. “Sus alas se deben haber secado , y luego han id o volando a... a do nde t uvier an que ir”, pensé, con opt imis mo . Una “insectidad” Mient ras est uve mirando a las hor migas se me o curr ió algo sing ular. Me pareció que ellas for maban una co mu nidad grand ís ima, organizada, con sus lenguajes, sus le yes, sus propósit os, su sist ema po lít ico, su t radició n cult ural. ¿Por qué no habr ía de ser así? ¿Qué no s aut o riza a creer qu e est os seres no dispongan de sist emas ideo ló gicos, de ciert as sensacio nes equivalent es a lo que en los humano s deno mina mo s “sent imient o s”, de ciert as vivencias ho mo lo gab les a lo que en humano s mencio namos co mo “int eligencia”? Cuando mis hijas eran chiq uit as y d escubr ían algún insect o en el campo, al p ercib ir en su act it ud algún signo amenazador, las ad vert ía: “¡No vayan a hacer le daño!”... Ant e su s o jazos int errogant es, repet ía: - 255 -

“¿Qué les par ece si a ust edes las p isot ea o agarra brut alment e algún gigant e?... I mag inen si anduvier a un g ig ant e, paseando por la T ierra, y de repent e las enco nt rara en su camino ... ¿les gust ar ía que las levant ase bru sca ment e ent re sus garras, o las ap last ara con un pie?” “¿Co mo King Kong?”, pregunt aba la Lupit a (las había llevado al cine, a ver la pelícu la King Ko ng, fue para ellas u na exper iencia ext raordinar ia, desde ent onces el go rila pasó a ser, en su imaginer ía, parad ig ma de g ig ant e). De verdad cre ía en est o (mejor d icho era, es, co mo una vaga int u ic ió n). Que la T ierra y lo s planet as, con t odo lo demás que percibimos en la p art e del Universo a nuest ro alcance, so n po rcio nes de cuerpos g igant escos, t an in menso s que no s result a imposible ver los. Por lo demás, só lo una presunt uosidad est úp id a puede convencer no s de que para ser cons ideradas int eligent es las fo r mas de vida deben present ar caract eres hu mano ides. Recuerdo no sin so nreír el argument o que expuso un dir ect or del diar io do nde t rabajé algu na vez par a “demo st rar” la inexist encia de ext rat errest res. El ho mbre -do ct or en Filo so fía y Derecho - afir maba ( más o meno s) en ciert o párrafo de su ext enso art ículo : “... la prueba más co nt undent e de que lo s marcianos no pueden exist ir ( llamaba “marcianos” a lo s ext rat errest res), la prueba abso lut a de la inexist encia de est os eng endros, es su fealdad... Porque Dios no pudo haber jamás haber creado algo t an feo .” ¿Có mo sabía él que lo s “mar ciano s” eran feos? No lo aclaraba. ¿S e gu iaba de lo represent ado en las pelícu las quizás? ¿Se - 256 -

est aba refir iendo, po r ejemplo, a represent acio nes co mo el ET ? ¿O t al vez habr ía qu edado impr esionado po r una especie de p aro dia cine mat ográfica de La Guerra de las Galaxias, cuyo no mbr e exact o no recuerdo, prot agonizad a po r Jack Nicho lso n, que present aba unos ext rat errest res ho rr ibles y mu y agresivo s?... S in embargo , a imaginacio nes menos limit adas les fue dado supo ner exist encias co mo ést as: “... A la t arde, cuando el mar fósil yacía inmó vil y t ibio , y las viñas se ergu ían t iesament e en los pat ios, y en el d ist ant e y r eco gido pueblit o marciano nadie salía a la calle, se po día ver al señor K en su cuart o, que leía un libro de met al con jero glífico s en relieve, sobre lo s que pasaba su avement e las mano s co mo quien to ca el arpa. Y del libro , al co nt act o con los dedos, surgía un cant o, una vo z ant igua y suave que hablaba del t iempo en que el mar bañaba las co st as con vapores rojos [...] “E l seño r K y su mujer vivían desde hacía ya veint e año s a o rillas del mar muert o, en la mis ma casa en que habían vivido sus ant epasados, y qu e gir aba y seguía el curso del so l, co mo una flor, desd e hacía diez sig los. “E l seño r K y su mujer no eran vie jo s. Tenían la t ez clara, u n poco parda, de casi t odo s los marcianos; los o jo s amar illos y rasgados, las voces suaves y musicales. “E n ot ro t iempo habían pint ado cuadros co n fuego qu ímico , habían nadado en los canales, cu ando corría por ellos el lico r verde de las viñas y habían hablado hast a el amanecer, bajo los azules ret ratos fosforescent es, en la

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sala d e conver sacio nes.” (Ray Bradbur y. Crónicas Marcianas, 1955.) En el monte E l do mingo salí a ca minar en direcció n al mo nt e. Eran co mo las nueve de la mañana. Co mo había llo vido durant e el vier nes y algo del sábado , la t ierra est aba hú meda po r to das part es, la veget ació n limpia. E l so l era relat ivament e suave y se o cu lt aba de a rat os ent re las nu bes mo rosas. La t emperat ura resu lt aba muy agradable, au xiliad a po r una delicadís ima br isa. To mé la rut a que va a Cat amarca. Allí, a uno s dos kiló met ros, hay u n sit io que perso nas para mí desconocidas han ded icado al Gauchit o Gil. Una especie de sant uar io. Me sorprendí al ver lo s progresos que había exper iment ado en los últ imo s t ie mpos. Lo que era un rúst ico quincho apenas prot egido co n alambres herrumbrado s, y una casillit a bajo de un árbo l, ahora t iene u na fla mant e const rucció n, muy pro lija, ins inu ándose co mo un t emplet e de ho menaje al... ¿sant o ? No sé có mo llamar lo . Vagament e sé del Gauchit o Gil qu e era un ho mbre “bueno ”, fís icament e agraciado, que t uvo algún t ipo de desdicha... ¡ay, no prest é mucha at enció n a la hist o ria cuando me la co nt aron! ¡No sé si su mu jer le met ió lo s cuer no s, si lo t raicio naron cuando iba en busca del sust ent o asesinándo lo por la espa lda o si mur ió en u n accident e! Lo ciert o es que lo convirt ieron en íco no de devo ción po pular. (2) Me sorprend í más aún al est irar para ver la una bandera, nueva, sunt uo sa, de - 258 -

co lo r rojo -como to dos los o bjet os relacio nados co n Gilque co lgaba de un mást il. “UNSE - Clu b Ciclist a de la Universid ad Nacio nal de Sant iago del Est ero - Gracias Gauchit o Gil”, habían hecho est ampar co n let ras do radas lo s o fr endant es. ¿S er ían est ud iant es? ¿O pro fesores? ¿O ambo s, co mo en el Consejo Acad émico ? Obvia ment e no est aban in flu idos po r el mat er ialismo cient ífico. Inspeccio né todo met icu losament e, mient ras reflexio naba acerca del o r igen de lo s cu lt o s, recordando aquella hist or ia de l g uerrero que cust o diaba de por vida un mo nt ículo de piedras dedicado a ciert a dio sa ger mán ica, co n que co mienza Frazer su clásico t rat ado “La Rama Dorada”. También recordé que la ú nica fo r ma de ganar el “pr iv ileg io ” de d icha cust o dia, ent re aquello s habit ant es de lo s Alp es Su izo s, era co mbat ir a muert e con el guerrero -eleg ido desde su más t ier na in fancia para dicho pro pó sit o -, luego de cu ya derrot a (y fallecimient o) el desafiant e po día recién ocupar se de cust odiar las piedr as, aliment ado po r todo el pueblo. Un crimen ali menta rio Sat isfecho co n mi inspecció n, t omé por el caminit o que se ins inuaba con ca lidez a u n cost ado del sant uar io. Mi pro pó sit o era evit ar las alt as t orres de elect ricidad a las que esa senda llevaba, int er nándo me en el mont e p leno apenas hallase u na “p icada” co n aspect o confiable. Por de pro nt o, ya est aba cesando -gracias al dist anciamient oel ner vio so ru mor de la ciudad ; de vez en cuando pasaba - 259 -

algú n aut o mó vil de ida o vuelt a por la ruta, a unos cincuent a met ro s de allí, se po dían escuchar con mayor nit idez lo s cant os de los pájaro s, los nume rosos zumbido s de lo s insect os. Caminé, pues, t ranquilament e por esa franja, bo rdeada a sus lados con ramaje seco, señal de que po r allí habían p asado personas cort ando arbust os para t ransfo r mar los en leña. Pront o me t opé con un remo lino de bicho s vo lado res, co mponiendo un cono semejant e al d escu biert o en casa, só lo que est a vez ¡er an ho r mig as muy grandes! ¡Co mo la mit ad de mi dedo meñ ique, só lo en sus cuerpos!, marrones oscuras, casi negras, co n a las seme jant es a las del alg uacil. Ot ra vez me pu se a mirar las hor migas. Est a vez era más fácil, pues hab ía so l, además de ser las present es al meno s diez veces mayo res en t amaño a las de mi casa. Quién sabe adó nde ir ían. Tamb ién las act uales creaban una especie de tolva, que a d iferencia de ést as se reso lvía en ascendencia, pero cuando se enanchaba hacia el cielo d ispo nían las hor migas abandonar la mult it ud, emprend iendo un camino mist er ioso para mi ent ender, pues t ampo co parecen imp ulsadas, todas, hacia un mis mo lug ar. E l silencio me per mit ió percib ir cierto zumbido y al segu ir lo encont ré, en el suelo , a una gigant esca ho r mig a que se había caído. Pugnaba por salir de una especie de t rampa, for mada de mo do accid ent al con rest o s de ramit as secas, amo nt o nándose en parvas, delgad as, pero cuyos hilo s habían urdido un t echo, in menso proporcionalment e, apresando al animalit o , que una y o t ra vez ca ía, al no acert ar con un espac io - 260 -

su ficient e en el ent ramado , chocando con las ramit as, vio lent ament e, y derrumbándose al parecer más debilit ado cada vez. Me sent é en cuclillas allí, a un co st ado , só lo co n el ánimo de obser var. Ent onces percibí un mo vimient o sig ilo so, rap id ísimo, ent re las ramas; algo co mo un refucilo dorado, que se insinu aba y desap arecía sin el menor so nido. ¡Una araña! ¡Acechaba a su presa! Inmó vil co nt emplé lo s acercamient os de la araña. Lu ego de t res o cuat ro ágiles salt o s, se sit uaba un poco más cerca de su fut ura víct ima pero se det enía, vigilándo la co n o jo s que recordaban a lo s de John Fo rd, sin qu e ella siqu ier a sospechase la o mino sa presencia. La pobre ho r mig a, absort a en su desvent ura, parecía relamerse her idas, apo yando el hocico for mado con pinzas, o ra so bre su pecho, o ra so bre un cost ado, sin int ent ar vo lar ot ra vez, só lo desplazándo se t orpement e en círculos por so bre el barro, pugnando con la enr edada t rama de ramit as secas, en las que t ropezaban su s fr ágiles pat as y perd ía p ie, sin per mit ir le asent arse un po co siquiera co mo para descansar. Los segundos que t ranscurr ían ent re lo s paulat ino s acercamient os de la araña me resu lt aro n angust io sos. Pero el met álico anima l ( est a vez me recordó al Mar iscal Mo nt go mer y acechando a Ro mmel) no parecía impacient arse en lo más mínimo. Venía segura, imp lacable, hacia el himenó pt ero, descansando de a rat os en las umbrosidades del fino ramaje, co mo un t anque israelí podr ía hacer lo al dir ig ir se a at acar un objet ivo palest ino. Y con la mis ma impavidez que o to rga la super io r idad de recur sos. De repent e la - 261 -

araña salt ó sobre la hor miga marró n y la inmo v ilizó, clavándo le su aguijó n en la nuca. La hor miga se ret o rció de do lo r, pero no int ent ó el menor mo vimi ent o para resist ir. Co n crueldad pro fesio nal la araña siguió per fo rando a la ho r miga en su cer v iz, hast a que el pobre animalit o dejó de pat alear. Lu ego la arrast ró, llevándo la hacia el int er io r de los yu yo s, hast a que no los v i más. Me levant é perp lejo y depr imido. ¡Podr ía haber sa lvado a la ho r mig a! De hecho había act uado así en ot ras o po rt unidades, ¿por qué no ahora? Me había dejado llevar por el “espír it u cient ífico”. Un mod o de co mp lacer al ego ísmo . Pro nto me int er né en el mo nt e. Debí poner la mayor at enció n p ara discer nir caminos, pues muchos claro s suelen ser engañosos; con fr ecuencia nos llevan a quedar encerrado s ent re t up ido s ár bo les y est án cust odiados po r to das part es con mat as espino sas (el mo nt e sant iagueño es muy espino so, const ant ement e uno debe mirar a lo s co st ado s, pues suele haber p lant as co n esp inas pequeñit as pero duras, agudas co mo agu jas, de las cuales nos damo s cuent a a veces so lament e cuando se han clavado en nu est ra piel o lo que es peo r -co mo me pasó est a vezdesd e arr iba en el cu ero cabelludo por un error de cálculo al at ravesar las). E l afán me har ía o lvidar los sent imient o s suscit ado s por el asesinat o de la araña. A po co de avanzar o í u n ru ido que co nst it uye para mí desde hace t ie mpo un impo rt ant e enigma. Es semejant e al de una t umbado ra con parche bien t emplado. No sé si lo pro voca - 262 -

un p ájaro u otro animal. Concent rado, como decía, en hallar camin it os con menor cant idad de espinos, co loqué al int eresant e sonido en lo subco nscient e. Cuando a la izqu ierda surgió -co mo suele ocurr ir en el mont e- un u mbro so hueco y alcancé a ver ciert a so mbra avanzar unos paso s t ambaleant es, en sent ido co nt rar io al qu e yo llevaba, y levant ar vuelo... ¡Un pájaro!... ¡Parecía muy pesado! Apenas alet eó ruidosament e por bajo la pr iet a ar madura que for maban las cerrad as copas y las lianas. Me había cost ado alg ún esfu erzo lleg ar hast a ahí, pero decid í regresar, con el mayor sigilo posible, para o bser var lo de cerca. Ya había sent ido -como cada vez que escucho el g ut ural so n- ese ingo ber nable est remecimient o. Me acerqué en p unt as de p ie, y al llegar casi ado nde había vist o descender la for ma, vo lvió a hu ir, est a vez ráp ida ment e, perd iéndose ahora ent re las co pas y alcanzando un hueco hacia arr iba que le per mit ió acelerar su vuelo . Era u n pájaro, quizá del t amaño de u na perd iz en su cu erpo, pero de alas po sib lement e mayores a las de un g avilán; alas ext rañas, co mo las de un avió n, y una co la muy larga, rect angu lar, más del doble de su t alle, to do esto de un co lo r ocre anaranjado, con rayas, o cuadro s, en la co la, de co lo r marró n o scur o, bruñido. ¡Ay! ¡No pude ver su rost ro!... Tampoco sé si al fin he descu biert o al enig mát ico animal qu e se expresa co n voz pro fu nda, ago rera, como si lo hic iera adent ro de un t ro nco ahuecado, o golpeara dent ro de él con un pa lo t erminado en po mpón semejant e a los usados para el bo mbo de orquest a. Me int er né en el mo nt e ot ra vez. Me - 263 -

engulló la veget ació n. Sent í esa espir it uosa alegr ía que in fu nde est a t ierra. Anduve bast ant e. Me det uve var ias veces a obser var singu lar es p lant as o insect os raros; lo s pájaros huyen, a veces no s obser van desde prudent e dist ancia. Con esfuerzo y cu idado para no dañar al ár bo l, bast ant e alt o y no dañar me las manos con las espinas-, co rt é para mo st rar a mi hija Ro cío dos ramit as de una ext raña p lant a, con ho jas co mo per fect as espadas de gladiador. Dur ísimas las ho jas, co mo si est uviesen hechas de met al, y co mo ést e, su mament e br illo sas. Ya no se escuchaba el ru ido de la ciudad. Sólo un rumor bronco , apenas percept ib le, referenciaba su exist encia en est e sit io. Stress. Stress Llegó la ho ra de lo s libro s. Vit us B. Dröscher mencio na en su libro Sobreviv ir (1) int eresant es exper iment o s efect uados con animales. To mar emos algu no s relacio nados con el st ress. Est e, según el mencio nado autor, “no es u n específico acompañant e de la razón humana, sino que act úa en u n amplio campo de sensac io nes y sent imient os, la angust ia, al que est án so met idos po r igua l t ant o el ser hu mano como lo s animales rest ant es”. Co mo buen prag mát ico, desde u nas pág inas ant es venía propo rcio nando abundant es ejemplo s. Hemo s seleccio nado cuat ro: “[...]en cualqu ier mo ment o -sigue Dröscher- es posible causar la muert e por st ress de u na abeja en un simp le - 264 -

exper iment o . Lo s do ctores Roy J. Pence, Ro bert D. Chamber s y Manuel S. Vir ay, ent omó logos de la Universid ad de Califor nia en Lo s Ángeles ( la famo sa UCLA), apresaron algunas abejas mient ras se hallaban libando y las encerraron, por separado, en unas pequ eñas redes de g asa dent ro de las cuales co locaron diminut o s recip ient es llenos d e mie l. “A n inguna de las buscadoras de néct ar se le ocurr ió la id ea de libar su aliment o favo r it o. Revo lo t earon como dement es en el int er ior de la t upida red, zumbando y g irando incesant ement e, y al cabo de do s ho ras est aban mu ert as.” E l exper iment o de los do ctores (de la famosa UCLA) me d ejó co mpung ido. ¿Era impr escindib le tort urar a estos do s maravillosos bichit os para ext raer la conclusió n de que u n ser vivo so met ido a la desesperación debe t erminar mur iendo ?... Veamos que dice Dr öscher: “Pro fu ndas invest igacio nes han probado que el encierro causa u na invasió n de hor mo nas del st ress en la co rrient e sangu ínea de las abejas que, a su vez, provo ca en el insect o un at aque de pánico y una ex t rema no st alg ia, un deseo irresist ib le de vo lver al ho gar.” Ah, era necesar io , ent onces. Disient o con ello. Pero luego hablaremo s de eso , si o s int eresa. Lo s no rt eamer icano s hiciero n escuela con sus “exper iment os” so bre animales: de millo nes, Dröscher mencio na otros. “I nvest ig adores del hosp it al Mo nt e S inaí, en Nueva York, sit uaro n a uno s rat ones en un

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est ado de at emperado st ress, most rándo les un gat o a co rt o s periodo s de int er valo. “Mu y pro nt o los rat ones enfer maron y cogiero n la lo mbr iz so lit ar ia. E l cont inuado est ado de angust ia les ro bó to das sus fuer zas defensivas, necesar ias para enfrent ar se co n las infeccio nes. En u na sit uació n semejant e, las rat as enfer man de cáncer”. Ot ra hist o ria: “[...] en Hagenbeck, el zoológico de Hamburgo , en 1970. En el recint o reser vado a una especie de mo nos de la I nd ia se produjo un número exces ivo de nacimient os, co n gran regocijo de los asist ent es habit uales a ese lugar, co nocido co mo el Mo nkey-Sa loon. Lo s visit ant es del zo o pud iero n pasar u n lindo rato. “P ero un buen día el recint o se convirt ió en un in fier no. Co n d iabó lico gr it er ío aquello s cincuent a animales que hast a el d ía ant er ior for maro n u na aut ént ica co mu nidad pacífica, se lanzaro n unos cont ra ot ros t rat ando de darse muert e a mord iscos. “«Co menzaro n a luchar ent re sí - infor ma Günt er Niemeyer, escr it or espec ializado en vida anima l-. No se libraro n ni las hembr as ni las cr ías. E l gr it erío result aba enso rdecedo r, el pelo vo laba por los aires y la sangre bro t aba de las her idas producidas por los mordiscos y de las orejas arrancadas». “[...] La superpo blació n -concluye Drö scher-, como vemo s, puede dar lugar a un st ress social que t er mina en vio lencia y asesinat o”.

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Aú n t o maremo s un últ imo eje mp lo de est e libro: “E l pro feso r Diet r ich v. Ho lst , de la Univer sidad de Mu nich, ha realizado una ser ie de sorprendent es exper iment os con las t upayas. “S e t rat a de anima lit os que t ienen ciert o parecido con nu est ras ard illas co munes, pero que son ant epasado s pr imit ivo s de lo s prosimio s y, po r lo t ant o, del ho mbre. Pert enecen a la familia d e lo s pr imat es. [...] cuando se hallan so met idos al st ress [...] se produce en ellos una erecció n d el pelo , so bre t o do del de la co la, que, por lo general, se encuent ra liso y pegado a ella, pero que en caso s de fuert e presió n emo cio nal se er iza y da al rabo un aspect o de limpiabot ellas. “E st o s mamífero s que viven en el sud est e de Asia, so n [...] víct imas de una gran t rist eza anímica cuando ven cerca a u n co ngénere que no pert enece a su propia familia, est o es, su hembr a o sus cr ías. Surge en ellos est a man ifest ació n de st ress cuando t ienen ant e su vist a a un macho de su especie, inc luso si ést e fue ant er io r ment e vencido po r ellos. “E n el t iempo co mprendido ent re las seis de la mañana y las se is de la t arde si una t upaya se ve o bligada a ver durant e dos horas a un «ma l» enemigo, logra dominar su st ress de manera razo nable. S in embar go, si la sit u ació n de st ress se pro longa algún t iempo más, la hembr a se vu elve caníbal y devora a su s propios hijo s. Esto ocurre siempre. “E l fenó meno no se present a de improviso , sino que al pr incip io sigue amamant ando a sus cr ías co n el car iño de - 267 -

siempre. Pero cuando la presió n del st ress se hace demasiado fuert e, salt a de manera imprevist a y devo ra a sus hijos u no t ras otro. Además, deja de comport arse co mo hembra y t rat a de aparearse co n otras hembras co mo si de repent e si hubiera vuelt o macho .” Los “Maest ros Gigantes” En la pelícu la La co nfesió n, de Cost a Gavras, el siempre co rrect o Ives Mont and represent aba a un co mu nist a caído en desgracia co n el régimen dict atorial de St alin. Lo habían encerrado en una celda pequeña, alt a y lisa, ilu minada co nst ant ement e con un reflect o r, lo cual pro vo caba u na irrealidad mu y pert urbadora, pues imped ía d iscer nir el t iempo. (3) Ent re muchas t orturas que pract icaban so bre él, u na co nsist ía en despert ar lo imprev ist ament e, a cualquier hora, con fuert es alar mas. Evit aban con ello que el pr isio nero dur miese por más de po co s minut o s, co n lo cual iban desequ ilibrando su cerebro , somet ido al st ress per manent e, con el propó sit o de co nvert ir lo en dó cil arcilla para sus requer imient os. Los méd icos o bser vaban con fr ío int erés las cond uct as del pr eso : les ser vía para co mprobar o refut ar algu nas de sus t eo r ías; en su s ment alidad es, const it u ía un exper iment o . Ot ra vez se me ocurre la idea de que pueda haber seres g ig ant escos exper iment ando con nosot ros. El lunes, le yendo en el pat io - mag níficament e cubie rto po r una alfo mbr a de campanillas liláceas que han caído de los - 268 -

jacarandáes-, sient o a una hor miga bast ant e grande su bir po r mi p ier na d erecha. Rápid ament e la disuado con un pap iro t azo, t irándo la lejo s. Debe ser un golpe rap idís imo, para no dañar al anima lit o, só lo debe impulsar lo lejos para ind icar le clarament e qu e se est á equivo cando de camino . Tengo exper ienc ia en est o, pues en cada pr imavera me ocurre u na y o t ra vez, al sent ar me, en sho rt, a leer bajo lo s ár bo les. No recuerdo ningu na ho r mig a que luego de est a disuasió n haya regresado, empeñándose ot ra vez en su int ent o. Ahora bien, si est o suced iera, y el animalit o persist iese en el error de t rat ar de ascend er ( me imag ino que lo s pelo s deben de represent ar para ella una especie de bosqu e ralo), si u na y o t ra vez vo lvier a, emp ezando a morder me cada vez que int ent o expulsar la, quizá só lo me dejar ía el recur so de eliminar la. ¿No o curr irá algo semejant e co n noso tros? ¿Cuando per fo ramos mo nt añas con dina mit a, cuando despo jamo s espacio s anchís imo s de su veget ació n nat ural, cuando so met emo s a la t ierra a t rat amient os químicos... no est amos mo lest ando quizá a ser es gigant escos?... ¿No int ent an d isuad ir no s ellos, qu izá, con lo que no sot ros percib imo s co mo t emb lo res de t ierra, hur acanes, to rnado s, t erremo t os?... Finalment e, ant e nu est ra o bst inació n, por más p acient e que fuese el gran ser a qu ien ya dañamo s, co n su s int ent os para disuadir nos de nu est ro error, puede t erminar por aniquila rnos... ¿No habrá sido algo así el dilu vio ?... ¿No habr á sido algo así

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la d esapar ició n de Po mpeya bajo la lava?. .. El Po pol Vuh cuent a, en t al sent ido , una hist o ria est remecedora: “[...] fueron t r it urados, fu ero n pulver izado s, en cast igo de su s rost ros, po rque no habían pensado ant e sus Madres, ant e sus Padr es, los Espír it us de l Cielo llamados Maest ro s Gigant es. A causa de est o se o scureció la faz de la t ierra, comenzó la lluv ia t enebrosa, llu via d e d ía, llu via de no che. Lo s animales pequeños, lo s animales grandes, llegaro n: la mad era, la piedra, manifest aro n su s ro stros. Sus piedras de mo ler ( met ales), sus vajillas de barro , sus escudillas, sus o llas, sus perros, sus pavos, to do s hablaro n; t odos, t ant o s cuant os había, manifest aron sus rost ro s. «Nos hicist eis daño, nos co mist eis; os toca el t urno ; seréis sacr ificado s», les dijeron sus perros, sus pavos. Y he aquí ( lo que les d ijero n) sus piedras de mo ler: «Ten íamo s cot id ianament e que ja de vosot ros; co t id ianament e, por la noche, al alba, sie mpre: `Descort eza, descort eza, rasga, rasga´ sobre nuest ras faces, po r vo sot ros. He aquí, para co menzar, nuest ro cargo a vuest ra faz. Ahora que habéis cesado de ser ho mbr es, probaré is nuest ras fuerzas: amasaremos, mo rd eremo s vuest ra carne», les dijero n sus piedras de mo ler. Y he aquí q ue [...] sus perros les dijero n: «¿Po r qué no no s dábais nuest ro aliment o? Desde que éramo s vist os no s persegu íais, no s echábais fuera: vuest ro inst rument o para golpear nos est aba list o mient ras co míais. [...] aho ra sufr iréis lo s hueso s de nuest ra boca [...].» Y he aquí que a su vez sus o llas, sus vasijas de barro , les hablaro n: «Daño, do lor, no s hic íst eis, - 270 -

car bo nizando nu est ras bocas, car bo nizando nuest ras faces [...]: vo so tros lo su fr iréis a vuest ro t urno , os quemaremo s» [...]. De ig ual manera las p iedras de l hogar encend ieron fuert ement e el fuego puest o cerca de sus cabezas, les hiciero n daño. Empujándose ( lo s ho mbres) co rriero n, llenos d e desesperació n. Quisie ro n subir a sus mansio nes, pero cayéndo se, sus mansio nes les hic ieron caer. Qu isieron sub ir a lo s ár bo les; lo s árbo les lo s sacu d iero n a lo lejo s. Qu is iero n ent rar a los agujeros, pero lo s agu jeros despreciaron a sus ro st ros. Tal fue la ru ina de aquello s ho mbr es [...]; sus bocas, sus rost ro s, fuero n t odos dest ruidos, aniquilados. Se dice que su po st erid ad (so n) eso s mo no s que viven act ualment e en las selvas [...]. (Popol Vuh, Libro del Consejo de los Ant iguos Quichés. Traducció n de lo s orig inales mayas: Geo rges Raynaud, Mig uel Angel Ast ur ias, J. M. Go nzález de Mendo za, en la Escuela d e Alt os Est udio s de Par ís. Décima ed ició n, Ed it o r ial Lo sada, Buenos Aires, 1985. Capít u lo 4, páginas 20, 21 y 22.) Sincronicidad E l mart es me visit ó un past o r de los Test igo s de Jeho vá. Es un enó logo maduro , de personalid ad apacible e int eligencia de singu lar met odicidad. É l me d ejó las revist as Despert ad y At ala ya, co mo ot ras veces. En la pr imer a el art ículo pr inc ipal se llama “La co municació n. Esencia l p ara el ecosist ema mundial.” Trat a pr incipalment e so bre lo s modo s en que se co munican - 271 -

ent re sí lo s animales. Ot ra vez me so rprende est a... co incid encia. E n u n mo ment o cuando discurro durant e var io s días so bre la vida de lo s anima les, viene un amigo y me ent rega una revist a apo rt ando just ament e ¡info r mació n so bre los anima les!... Digo me sorprend e “o t ra vez” pues a lo largo de mi v ida me ha ocurrido necesit ar infor mació n acerca el át o mo (supo ngamo s) y que me llegue por correo un CD just ament e so bre “el desarro llo de la invest igació n nuclear en Ho land a”, por ejemplo. O abr ir al azar u n libro en alguna librer ía, para enco nt rar me con un párrafo que co nt est a precisament e lo que est aba int ent ando co mprender afano sament e quizá durant e var ias semanas, sin haber logrado llegar a un resu lt ado . Bien. La revist a Despert ad -por ot ra part e bellísima ment e ed it ada, con ilust racio nes a todo colord ice: “[...]ant es que llegue el inv ier no en la helada Ant árt ida, los pingü ino s emper adores realizan el r it ual del co rt ejo , durant e el cual el macho y la hembra se lanzan gr it os el uno al ot ro. Y no es un juego, pues la vid a del fut uro polluelo depende de ello . ¿Por qué? “Una vez puest o el huevo, la hembra se lo deja al padre para que lo empo lle en su bo lsa incubado ra mient ras e lla sale al mar a aliment ar se. Al cabo de unos sesent a y cinco días regresa t ras haber reco rrido hast a 150 k iló met ros caminando con paso bamboleant e o deslizándose so bre el vient re por el hielo. Ya es so rprend ent e que encuent re a su co lonia, pero ¿có mo se las arreg la p ara reconocer a su pareja y al polluelo ent re - 272 -

la alg arabía de decenas de miles de pingü inos? Dur ant e la p arada nup cial, cada u no memor iza t an bien la voz del ot ro que, t ras meses de sep aració n, co nsiguen lo calizarse.” Más adelant e ind ica: “Mucho s anima les envían señales a lo s demás valiéndose de las ferono mas - po derosas sust ancias qu e su elen pro ducir se en glándulas especiales, sea que las emit an d irect ament e o mezcladas con la o rina o las heces fecales. [...] las ferono mas [...] Son co mo un t ablero de anu ncio s químico que ot ros anima les «leen» co n at enció n. E l libro How Anima ls Co mmu nicat e ind ica que cada señal o lfat iva «pro bablement e inclu ye dat o s ad icio nales sobre el resident e, t ales co mo su edad, sexo , fort aleza y ot ras habilidades, [así como] la fase del ciclo reproduct ivo en que se encuent ra»“. Est a o bser vació n cient ífica me exp licó por fin la recurrencia a revo lcar se en el césped una y ot ra vez de nu est ra perra. Creo que ya les co nt é que det rás de nuest ra casa hay una t ranqu ila placit a. Allí, por las mañanas muy t emprano, salimo s con nuest ra perra a t omar el pr imer aire. Pues bien, ella o lfat ea concienzu dament e el césped, en d ifer ent es lugares, que evident ement e no han sido eleg ido s al azar. Repent inament e, sue le revo lcar se en un sit io que par ece haber enco nt rado, con manifiest o rego cijo . Obser vándo la a veces me t rajo a la memor ia una de las pr imer as enseñanzas de Don Juan a Cast aneda, cuando lo dejó en el pat io de su casa co n el desafío de que “encont rara su lugar”. (4)

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La cu est ió n es que eso s sit ios donde se revuelca la Lucero -así se lla ma nuest ra perra- suelen cont ener or ín o excrement o s de o tros anima les. Est o fast idia mucho a la familia (una de esas veces, para peor en invier no, me llevó más de una hora quit ar le, co n agua calient e y un cep illo de cerda dura, una gruesa capa de mierda seca que se le había peg ado al secarse, alrededor del cuello y en part e de la espalda; no la había mo s descubiert o hast a que aclaró bien y co mprobamos que era de su cuerpo de do nde provenía aqu el fét ido o lo r difundiéndo se desd e t emprano ). “La Lu chi” (est e es el apodo de la Lucero), me d ije, lu ego de leer est e art ículo “det ect a en ese pred io , quizás, el cód igo feronó mico de algún perrazo elegant e y v ir il, un verdadero pr íncipe azul, con quien ensa ya aco plamient os espir it uales a t ravés de sus revo lt ijo s so bre lo s excre ment os dejados, deliberad ament e, en ese lugar por el Don Juan”. Humano s en el mont e La incur sió n en e l mo nt e del do mingo pasado fue muy út il pu es cu mplió co n lo s propósit os que me fijar a, est o es, descubr ir senderos nuevos hacia punt os aún no exp lo rados y que co municaran, t ambién, con ot ros lug ares ya visit ados muchas veces ( incluso con mis hijit as, cu ando eran p equeñas: ahora ya no les int eresa aco mpañar me ni t ampoco ir al mo nt e, salv o Rocío que est ud ia Ingenier ía Fo rest al y p art icip a en expedic io nes ya mu y cient íficas al Chaco o a la Reser va de Copo - 274 -

o rganizadas por su Facult ad), co mo La Lagunit a, La Lagu na Grande o El Bosqu ecit o de Tunas. También se puede salir de allí a rut as nacio nales, co mo la que lleva a Cat amarca y La Rio ja u ot ra que va hac ia Tucumán, Salt a, Ju juy... y Bo livia. O emerger de un modo imprev ist o -co mo me ocurr ió est a vez, pues yo creía que iba a salir en La Laguna Grande- en una calle muy ancha, abiert a evid ent ement e co n el ú nico propósit o de albergar a g ig ant escas t o rres met álicas t er minad as en pu nt a, so st enedo ras de podero sos t ransfo r mado res y muy grueso s cables co nduc iendo elect r ic idad. Quer ía eludir esa franja, precisament e, por lo que me lancé a la pr imer a sendit a ent re lo s ár bo les que enco nt ré. Pero pro nt o me hallé en medio de un t upido encierro veget al; po r o bst inació n co nt inué, aunque no podía vis lumbrar ni un so lo sit io hacia el cielo donde se separ asen un po co las co pas d e los ár bo les, y allí fue que se me clavó esa esp in it a en el cu ero cabe lludo al pasar caminando como una rana por debajo de ella, lo cua l d emo st ró ser insu ficient e. Ya habit uado a mo ver me en el mo nt e me quedé in mó vil apenas sent í el pinchazo, pues de haber avanzado más la espina iba a abr ir me u na zanja, fina pero do lo ro sa. Con suma d elicadeza la quit é, me puse “cuerpo a t ierra” luego y así lo gré pasar. Fue en vano, pues debí regresar, ant e la seg ur idad ya de que no iba a hacer más que int er nar me ent re mat as cada vez meno s penet rables. De mala gana emprendí el camino ancho y ár ido de las to rres, que lleva hacia la Rut a Nacio nal. No me agradan ni las t o rres ni la elect r icidad. Ni el suelo pelado, - 275 -

amar illo , po lvor ient o, que queda cuando las máquinas to padoras han eliminado el mo nt e. Mis rezongo s int er io res se diluyeron cuando ot ra vez encont ré una send it a: est a vez er a más nít ida, demasiado lisa co mo para ser nat ural, pero t ampoco con la aspereza del callejó n de la elect r icidad. Ent ré allí; enseguida me di cuent a que había sido hecha po r los innumerables paso s hu mano s, incluso se per cib ían en el suelo ext rao rdinar ia ment e liso algu nas huellas de bic iclet a y de carro s. Co mo para co nfir már melo escuché un ruido det rás y no t é que avanzaba u n ho mbre en bic iclet a. Si bien no mu est ro signo s co mo los pelo s erect os de las t upayas, hu mano s impr evist o s suelen pro ducir me un moderado st ress (o d io confesar lo), especialment e cuando quiero est ar abso lut ament e so lo. Co n ánimo s cordiales me gr it ó: “¡Amigo ! ¿Qué p asa con las iguanas?” “¡No pasa nada!”, le gru ñí, e inmed iat ament e, co mo él puso cara de so rpresa, aclaré “Ando paseando, so lament e”. E l t ipo , que llevaba leña en el port aequipaje, no co nceb ía u na salid a al mo nt e para ot ra cosa que no t uviese algú n fin ut ilit ar io ... como yo llevaba un palo bast ant e grand e en la mano... Pero lo hab ía tomado, seleccio nando cuidadosament e uno delgado y só lido, só lo para apart ar las espinas. Me o curr ió algo int eresant e luego de avanzar u n po co más. Ya iba per fect ament e seguro de que el camino bast ant e ancho, por ot ra part e- me llevar ía hast a donde se va “civ ilizando” el mo nt e, para desembocar luego de un - 276 -

claro , en las bo nit as casas d e mi barr io, por lo cual mi ment e se libró de prevencio nes para ent regarse a la mer a co nt emp lació n y alg ún devaneo liber al. E mpecé a pensar ent onces, u na y o t ra vez “Qué her mo so lug ar para hacer me una casit a”, y así, cada vez que me agrad aba un sit io “Aquí podr ía ser ”, só lo para hallar ensegu ida un co njunt o de arbo lit o s, cact us elegant es, enredad eras, ar bust os con t allo s recu biert o s po r escamas de plat a, “no, no, est e lugar es mejor, aquí vo y a co nst ruir mi casa, lo más adent ro del mo nt e, de t al manera que nad ie pu eda lleg ar fácilment e a mo lest ar”. Así iba, cada vez más ent usiasmado con el pro yect o de mi casit a -con for ma de media esfera, cual pecho mat er nal- cuando hallé u na send it a pr imor osa, blanca, apenas su fic ient e co mo para que ent rase u na persona delgad a, un hilit o de t ierra blanca que vibo reaba ág ilment e int ro duciéndose ent re alt ísimos arbo lillos rest allant es de flores rojas. Conversando conmigo mismo, ya en vo z alt a, d ije: -¡Est a va a ser la ent rada hacia mi casa! -y me lancé co n det er minació n en el desvío . Avancé con rapidez unos veint e met ros, embr iagado de suave alegr ía, imag inando el sencillo po rt al de mi casa, cuando de improviso me to pé co n una pareja. ¡E l ho mbre lanzó una exclamació n de su st o y abr ió los brazos, que hast a el moment o envo lvían a la chica! Per cibí el descender co mo un t elón de la remera so bre el t o rso de la muchacha, a quien ni siqu ier a alcancé a dist inguir clar ament e, ya que est aban en u n sect or o scuro de la veget ació n, apo yados sobre - 277 -

algo que me d io la impresió n d e ser pared de una casilla pero debe de haber sido só lo un t ronco mu y grueso, quemado. El ho mbre me miró con t erro r (claro, yo llevaba u n p alo en la mano, debo de haber present ado un aspect o fiero , luego de haber andado durant e más de dos ho ras al so l, arrast rándo me a veces y recogiendo esp in it as y cad illo s sobr e mi camisa). Inst ant áneament e co mprend í la sit uació n y me apart é sin decir nada, vo lv iendo a la “rut a nor mal”. Al pasar por una perspect iva qu e me per mit ió visualizar lo s fugazment e, ad vert í que el jo ven había dejado a u n cost ado a la chica, que per manecía inmó vil y en so mbr as, y él se había puest o de bruces cont ra un ár bo l, co mo qu ien no puede salir de u na gran impr esió n. No pude explicar me est e sust o del muchacho, por más que mi asp ect o pueda haber sido fiero . Esa mis ma t arde, vis it ando a mi amigo Mar io Cardozo (uno de los mie mbro s de est a list a) le narré lo sucedido. -And á a saber a qu ién est aba “marcando” el t ipo - me d ijo, ac larándo me quizá la cuest ión. No se me había o currido que t al vez sorprend iera a u na pareja co nsid erad a ilegal. Luciérnaga s La ecó lo ga Susan Tweit sost iene en un artículo repro ducido po r “Despert ad” que las luciérnag as manejan ciert o s có digo s co municacio nales semejant es a nuest ro “mo rse”. Sólo que ellas lo efect úan con lu ces. “E l - 278 -

vo cabu lar io lu mino so de est os coleópt eros va desde la simple alert a hast a un co mp lejo s ist ema de lla madas y respuest as ent re el pr et endient e y la cort ejada. E l co lor de la lu z var ía ent re verde, amar illo y nar anja. Dado que las hembr as no suelen vo lar, la mayo r ía de lo s resp lando res que vemo s procede de lo s machos. Cada una de las 1.900 especies de luciér nagas ( llamadas t ambién gusanos de luz) poseen su pro pia paut a de cent elleo .” En u n recu adro , t it u lado “La fr ía luz de las lu ciér nag as”, “Despert ad” in for ma: “Las lámparas incand escent es pierd en alrededo r del 90 % de la energía en fo r ma d e co lor. Sin embargo, las luciér nagas emit en una luz -pro ducto de co mp lejas reaccio nes químicas- que apro vecha ent re el 90 y el 98 % de la energ ía, de mo do que no se desperdicia casi nada en fo r ma de co lor, razón po r la qu e se la deno mina luz fr ía. Las reaccio nes qu ímicas que se ut ilizan para ello t ienen lugar en unas célu las espec iales designadas fotocit os, lo s cuales se encienden o se apagan gracias a ciert os nervio s.” Est a manera d e co mu nicarse para hacer el amor recuerda a u n her mo so cuent o que publicamo s hace poco en Qu ipu ( ht t p://ed it orial-quip u.galeo n.com), y cr eo habérselo s enviado t ambién a ust edes. Po r si no lo hu b iera hecho , lo reproduzco aquí: En Orgo nó n, p lanet a de cinco lunas de la co nst elac ió n de Acuar io, pudimo s gozar de uno de los espect áculo s más her mo so s de t odo nuest ro viaje: cuando hacen el amo r, lo s habit ant es de Orgonón se iluminan. - 279 -

No se t rat a de una lu mino sidad repent ina y fugaz, sino que va naciendo de a poco , apenas el macho se encuent ra co n la hembra. Pr imero se ilu minan lo s o jo s y, en segu id a, el rest o del cuerpo empieza a cambiar d e co lo r en fo r ma radia l a part ir del sexo , co mo una got a de t int a en u n papel secant e. Cuando se abrazan, se inic ia un t enue chisporrot eo por toda la piel. Leve, cadencio so, co n u n r it mo preciso y cas i musical. A me dida que se hace más int enso el ro ce de las p ie les, los cuerpos se parecen cada vez más a do s lampar it as eléct ricas o a do s lu ciér nag as. Lent ament e el chisporrot eo deja lugar a una lu minosidad co nt inua y d ifusa que llega a su máximo esp lendo r en la culminació n del act o. Es mar avillo so, por las no ches, ver las vent anas de las casas, las calles y lo s parques iluminados por el amor. En Orgo nó n, desgraciadament e, sus hab it ant es no pueden apreciar est os espect áculo s, pues ello s so n ciegos a lo s co lo res sit uado s por debajo del ult ravio let a. En est e sent ido - y só lo en est e sent ido- los orgónicos son parecido s a noso t ro s, los t erráqueo s, que tampo co somos capaces de go zar de los esp lénd idos tornaso lados in frarro jo s de nuest ro s cuerpos amándose. (Jo sé Lu is D´Amat o , “La luz”. San Marco s S ierra, Có rdo ba, Argent ina, 1997) Tengo deseo s de seg uir escr ibiendo, pero not o que est a Cart a se ha puest o bast ant e larga. Por ello , para no

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ago biar a mis a migo s, me despido en est e mis mo inst ant e, hast a la próxima oport unidad. Julio Carreras ( h) Aut o no mía, Sant iago del Est ero, lunes, 26 de o ct ubre de 2003.

(1) Vitus B. Dr ös cher . Sobr evivir . La gr an lección del r eino anima l. T r aducción de J oaqu ín Adsuar Or tega. Edit or ia l Suda mer ica na/Pla neta. Bu enos Air es, 1983. (2) Otr o f enó meno de “s incr onicida d”: anoche me acer qu é a mi p or tafolios par a sacar algo y encontr é a su lado u n ejemp lar de u n p er iódico quincena l edita do por la izqu ier da democr át ica ar gent ina, de algu nos mes es atr ás. No lo había leído, ni siqu ier a r ecor daba hab er lo hojea do, qu izá por hab er llega do ju nt o con otr as publicaciones qu e me int er esar on más en su mo ment o. Es una r evista útil; la hojeo y me encu entr o en sus pá ginas centr ales, siempr e con gr andes fot os a color ... ¡u n inf or me esp ecial s obr e la celebr ación del Gauchit o G il en Lomas de Za mor a!... D e allí extr aigo, pu es : “Ant onio G il er a un hombr e de pu eblo, hu mil de y honr ado, qu e vivió en C or r ient es, a media dos del s iglo XIX. [...] decide escapar a la leva f or zosa. Vive como “gaucho matr er o” y des er t or hasta qu e lo apr esa n, y u no de los guar dias encar ga dos de llevar lo hasta la capital lo mat a” As í hab ía

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sido la hist or ia. ¿Por qu é lo tr ansf or mar on en santo p opu lar ? Aqu í está : “[...] el ases ino, qu e t enía u n hijo mu y enf er mo, s e arr ep ient e de su cr imen, p ide p er dón al gauchit o y pr omet e llevar una cr uz al lu gar de su mu er t e. As í lo hace y al r egr esar a su casa, descubr e el mila gr o: su hijo s e había r ecup er ado. Allí, donde fu e as es inado, s e er ige hoy el altar pr incipal del Gauchit o G il, p er o ha y cient os de ellos por todo el pa ís.” (Sof ía Fuhr ma n, “El gauchit o de los mila gr os ”, r evista “Acción”, Año 37, Nº 884, segu nda quincena de ju nio de 200 3.) (3) Vi la p elícu la a los 21 años; esta celda me hor r or izó, me par eció incr eíb le qu e hu bier a gent e ta n p er ver sa como par a encer r ar a otr os en cub ícu los como ést e. Tamb ién s ent í un es calofr ío de s ólo p ensar qu e u n hu ma no debier a sobr evivir dur ant e mu chos días allí. Ni s e me pasó por la cab eza la supos ición de qu e algu na vez me ver ía somet ido a una situación s emeja nt e, como ocur r ió cuando deb í ocupar cier ta celda de castigo en la cár cel de Sier r a Chica, constr uida en el siglo X IX. (4) “Seña ló qu e yo estaba mu y cansa do s enta do en el su elo, y qu e lo adecua do er a hallar un «s it io» en el su elo donde pu dier a sentar me s in fatiga. [...] “Don Juan [...] r ecalcó qu e u n sit io s ignif ica ba un lu gar donde u no podía s ent ir s e f eliz y f u er t e de ma ner a natur al.” (Car los Castaneda. Las ens eña nzas de D on Ju an. Fondo de Cultur a Económica, M éx ico, 1979.)

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CARTA Nº 13 Aut onomía, Santia go del Est er o, sábado 19 de s ept iembr e de 2004.

Quer idas amigas y amigos: Juan Cast iglio ne me ha enviado ciert o art ículo. Lleva co mo t ít u lo “E l Hecho y su cont ext o”, con una vo lant a abajo : “La est afa de E l Có digo Da Vinci: un best -seller ment iro so”. Est á fir mado por Pedro J. Ginés Rodr íguez, presu mib le ment e pu blicado po r algún per ió dico en España, sin esp ecificar. E l envío no es ar bit rar io. Sucede que Juan concurr ió a la d isert ació n de u n p anel, en el cu al se reflexio nó sobre part e de mi o bra lit erar ia. E n ese cont ext o, Amalia Beat r iz Do mínguez d ijo , apro ximadament e, que la no vela Berto zzi, publicada en It alia hacia 1996, se sost enía so bre u n presupuest o id eo lógico semejant e al de El Código Da Vinci. Con generosa so lidar id ad, se quejó t amb ién de que pese a ello mi nove la per manece en el ano nimat o, mient ras que la de Dan Bro wn se ha co nvert ido en un libro vend ido por cient os de miles. To do esto hubiese quedado allí si Juan no mandaba el art ículo mencio nado , donde se analiza de un modo agudament e adverso el cont en ido del best seller. Ju an me hizo saber t ambién q ue no compart ía los co ncept os so st enido s po r el aut or del art ículo . Las razones por las - 283 -

que me lo remit ía –dijo -, es pues lo co nsideraba “est imu lant e” y po rque est aba t eniendo una ext rao rdinar ia difusió n. Ama lia me hab ía enviado - mucho ant es- por e-mail, una versió n dig it al de El Códi go Da Vin ci . Mot ivado por las cr ít icas que se le hacían, decidí otorgar le un espacio co t id iano y t er miné de leer la no vela de Dan Brown la semana pasada. Ap art e de alg unos concept o s esencia les, provenient es de la t rad ició n relig iosa u niver sal - la pública y la o cu lt ame p arece que est e best seller difiere de mi novela en su co ncepció n cent ral, t ant o lit er ar ia co mo religio sa. Así pues, mient ras Bert ozzi int ent a present ar una obra de art e do nde se sugier a y per mit a al lect o r la recreació n de element o s vit a les, El Código... t rabaja co n el mét odo del “su spense”, sin prest ar la necesar ia at ención a la belleza de las fo r mas, apelando a todo t ipo de recursos, hart o pro bados, para precip it ar una lect ura voraz. Y práct icament e se facilit an t o das las respuest as impo rt ant es. Pese a ello - y a ot ros vicio s concept uales y lit er ar ioscreo que el libro aport a numerosos concep to s verdader ament e valio sos, para quienes est ud iamo s los fenó meno s relig io so s co n el ánimo sincero de descubr ir la verdad. Lo s enu mer aré de un mo do crono lógica ment e inverso : 1) La leyenda del Sant o Grial alud e simbó licament e a la sag a de una no t able progenie Euro pea, los - 284 -

mero ving io s, cuyo s int egrant es ser ían descend ient es d irect o s de Jesús. 2) Po r lo t ant o Jesús habr ía sido casado. Su esposa habr ía sido Mar ía Magd alena, quien luego de la crucifixió n de su mar ido , habr ía sido trasladada a Europa po r los apóst o les, más precisament e a la Galia, desde do nde pro lo ng ar ía la descendencia sagrada. 3) Jesú s no habr ía sido “el Hijo de Dio s”, sino un pro fet a del “verd adero cult o sagrado”, en cu yo cent ro reinaba u na deidad femen ina. E n est e cred o, Mar ía Magd alena act uaba co mo Suma Sacerdot isa. Co ns idero sumament e int eresant es est os supuest os, po rque resumen concepcio nes barajadas de un mo do co nfuso durant e sig lo s, a t ravés de múlt ip les vert ient es religio sas. Que se convirt iero n en esot éricas debido a la fero z persecució n su scit ada, desde el sect or que gradualment e fue conso lid ándo se en e l poder de la Ig lesia Cat ólica. E l mér it o de est e resu men t ampoco es de Bro wn, co mo descu br ir ía d espués, t ambién gracias a la ayuda de Ama lia Beat r iz Do mínguez, co n quien no s une además de mú lt ip les afin idades espir it uale s la búsqueda sincera de la verdad, desd e muchos años at rás. Junt os descu br imo s, hace apenas unos días, El Enigma Sagrado, libro publicado en españo l hacia 1985. Bajo una idea de Henr y Linco ln, guio nist a de la BBC, Richard Leigh, no velist a, y Michael Baigent , licenciado en psico log ía, to do s expert os en t emas relacio nado s co n el Gr ia l, se co nst ru yó est e libro que ro za las 500 pág inas. En él se desarro lla, so bre bases document adas cuidadosament e, la - 285 -

hist or ia qu e en sus concept os básicos d ifundir á luego la ho y mu y le ída El Código Da Vinci. Hast a el no mbr e de su perso naje pr incipal, Sau nière, el cur ador jefe del Museo del Lo uvr e y Gr an Maest re de una orden secret a, la que cust o d ia el Sant o Grial, es el mismo de u n perso naje r eal, Franco is- Bérenger Saunièr e, cura de fines del XIX, quien efect úa un mist er io so hallazgo en su parroquia, ubicada en u na bella zona mo nt año sa habit ada ot rora por cát aros y t emp lar io s. Esto no quit a mér it o, segú n mi modest o ent end er, a El Código Da Vinci, pues resume de un mo do esqu emát ico y medu lar lo s co ncept o s largament e desmenuzados y so st enidos con abundant es cit as, mapas y fot o grafías en El enigma sagrado. La ráp ida d ig est ib ilidad de la novela p er mit e, parecidament e a los bu enos v ideo s de Car l Sagan, acceder a un conocimient o que de o t ro mo do po dría quedar algo desdibujado, en un libro t an ext enso y minucio so co mo el ant er ior. Pues bien, en est a Cart a a las amigas y amigos que int egran est a congregació n espo nt ánea, propongo dividir nu est ro anális is en do s part es: pr imero, los argument os esenciales de la no vela - y po r end e, de su sost én id eo ló g ico , El enigma sagrado-. Segundo , las argu ment acio nes del art iculist a Ginés Rod r íguez, que co nsid ero una reacció n visceral, desde el ext remo simét r icament e opuest o a la po st ura concept ual mant enid a po r los aut ores de ambos libro s. Co mencemo s con el t ema de la su puest a descendencia de Jesú s.

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Rey de Isra el Segú n las líneas hist óricas reconst ru idas en base a do cu ment os –pero principalment e a imaginació n- (1) por lo s aut ores mencio nados, Mar ía Magdalena, luego de la mu ert e de Jesús, habr ía sido llevada secret ament e hacia Euro pa por un select o grupo de apóstoles. Ést a, co nfo r mada bajo expresas direct ivas de Jesús, habr ía est ado co nducida por Lázaro y José de Ar imat ea. Su mis ió n sagrada era preser var a la sacerdot isa, Mar ía Magd alena, por ento nces embar azada, y su progenie. Hast a el mo ment o oport uno , en que se su scit aran las co ndicio nes necesar ias p ara rest ablecer el reino de la est irpe leg ít ima de la Casa de Israel, que Jesús represent aba, por sus do s líneas genealóg icas ascendent es. En t al sent ido, d icen lo s aut ores de E l enig ma sagrado : “E l evange lio de Mat eo afir ma exp lícit ament e que Jesú s era de sangre real: un rey aut ént ico , heredero po r línea dir ect a de Salo mó n y David. S i est o es verdad, d isfrut ar ía de un derecho legít imo al t ro no de una Palest ina unida, y p uede inc luso que go zara del d erecho legít imo. Y la inscr ipció n que se hizo en la cruz ser ía mu cho más que u na simple bur la sádica, pues Jesús ser ía de veras el «re y de los judíos». En muchos sent ido s, su posició n ser ía análoga a la de, pongamos por caso , el pr íncipe Car los Est uardo en 1745. Y, por ende, engendr ar ía la opo sició n que engendró exact ament e debido a est a co nd ició n: la de rey sacerdot e que t al vez unificar ía a su país y al pueblo jud ío, con lo qu e - 287 -

represent ar ía una ser ia a menaza t ant o para Herodes co mo para Ro ma”. De t al maner a, la ejecució n in famant e de est e pr íncipe de Israel no habr ía sido, como pret ende la t radic ió n sinó pt ica, un hecho relig io so inducido por los hebreos, sino u n act o polít ico , co nsiderado imprescind ib le po r el I mper io Ro mano , para sost ener su po der ant e el ad versar io más import ant e que t uviesen durant e t oda su do minació n. En t al sent ido co nt inúan argu ment ando Linco ln y su s co mpañero s, para demost rar que exist ía u na genuina “fa milia real” con legít imo derecho a reclamar la devo lució n del t ro no de Israel. “S egú n t o das las crónicas d el Nuevo Test ament o d icen Leigh, Linco ln y Baigent -, Jesús era del lina je de David y, por ende, t ambién mie mbro de la t ribu de Judá. A o jo s de lo s benjamit as est o le co nvert ir ía, al menos en ciert o sent ido, en un usurpador. Sin e mbar go, una o bjeció n de est a índo le habr ía quedado superada de haber co nt raído Jesús mat r imo nio con una mu jer benja mit a. “Un mat r imo nio d e est a clase hubier a const it uido una impo rt ant e alianza d inást ica, u na a lianza cargada de impo rt ancia po lít ica. No sólo habr ía pro porcio nado a Israel u n po dero so rey- sacerdo t e, sino que, además, habr ía cu mp lido la funció n simbó lica de devo lver Israel a sus pro p iet ar ios or ig inales y legít imos. De est a manera habr ía ser vido para est imular la un idad y el apo yo del pueblo , apart e de co nso lidar el der echo al t rono que pud iera poseer Jesús.

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“[...] Jesú s ser ía u n rey-sacerdot e del linaje de David que po seía u n derecho leg ít imo al t rono. Conso lidar ía su po sició n mediant e u n mat r imo nio dinást ico simbó licament e impo rt ant e. Luego est ar ía en co ndicio nes de u nificar a su p aís, mo vilizar al pueblo t ras él, expulsar a lo s o presores, depo ner a su mar io net a abyect a y rest aurar la g lo r ia de la mo narqu ía t al como era bajo Salo mó n. Un ho mbre así habr ía sido verdaderament e «r ey de lo s jud ío s».” (2) Pues bien, en est a línea de razo namient o, la preser vació n de la est irpe de Jesús ser ía necesar ia par a el est ablecimient o del “Reino de Dio s” so bre la T ierra, cuando se present ara o tra oport unidad adecuada ( la pr imer a habr ía s ido durant e la v ida de Jesús). Est a segu nda opo rt unidad, según el cr it er io sust ent ado po r est o s libro s, bien podr ía haber sido el per íodo de las Cruzad as. Allí, un maduro ejércit o cr ist iano se vuelca de un mo do irresist ible so bre el Israel h ist órico. ¿Y qu iénes ser ían el núcleo cent ral de est a gigant esca avent ura, a la vez en el plano milit ar t ant o como en lo espir it ual? Lo s Temp lar ios. E n ellos -así co mo en una mist eriosa orden secret a, aut ora de to dos los t rasamient os polít ico s fu nd ament ales- se enco nt rar ían jugando papeles claves lo s descendient es d irect os de Jesús, quienes habr ían co nst it u ido, desde sus o r ígenes, a la noble est irpe mero ving ia. Prueba co nt und ent e de t al razo namient o ser ía la elecció n de Godofredo de Bouillo n - y a su t emprana muert e la de su her mano, Balduino I-, co mo reyes de Jeru salén. - 289 -

De t al maner a, durant e el deslumbrant e aunqu e precar io reinado europeo sobre Palest ina - 1099-1187-, se habr ía cu mp lido , pues, una nu eva et apa de est e repet ido int ent o : co locar t o da la t ierra bajo “un genuino y dir ect o represent ant e de Dio s”. Est a aseveració n, su byacent e en lo s escr it os de El Enigma Sagrado, más direct ament e su ger ida en El Código Da Vinci result a seduct ora para una ment alidad ro mánt ica y algo cándida. Co mo lo son las de la gran ma yo r ía de lo s humanos en el mundo, en est o no se d ifer encian su st ancialment e las razas. S in embargo present a u na gig ant esca debilidad concept ual. Es que to da la document ació n exist ent e - las narracio nes evang élicas, t ant o de lo s evangelio s canó nico s co mo la de lo s desest imados por el cat olicis mo- dest aca de un mo do indudable que Jesús jamás pred icó un reino d e est e mu ndo . Por el cont rar io, se ident ifica a las cuest io nes po lít icas, econó micas o so ciales, co mo accesor ios a la verdader a mis ió n de lo s humanos so bre la T ierra: per feccio narse para la vid a sup er ior, est o es, espir it ual, que po drá vivir se en p lenit ud, ú nicament e, luego de abando nar nuest ro vehículo t erreno, el cuerpo fís ico. Un ant icipo de ella puede exper iment arse, ent regándose por co mp let o a la vida espir it ual, en co mu nidad. ¿Có mo es est o ? Amando po r igual a t odos, y co mp ar t iendo todas nu est ras posesio nes co n lo s demás. O sea, un t ipo de co nvivencia que per fect ament e po dr íamo s llamar “co mu nis mo ”. Al parecer hast a el siglo III hubo mu chos grupo s de seguido res de Cr ist o que llevar on a la práct ica - 290 -

de u n mo do eficaz t ales precept o s, part icular ment e en Eg ipt o y Grecia. Po r lo expresado , d ifícilment e podr ía haber int eresado a Jesús pro mo ver el cuid ado de “su semilla” -aun co nced iendo que hu biese sido casado - co n el propósit o de que nueve siglo s después, hordas ar madas con espadas de cinco k ilo s, mazas er izadas de púas y hachas, arrebat aran, de un modo sangr ient o, a ot ras hordas semejant es, el do minio de u n reino const it uido mer ament e por objet o s y t ierras. El co mp lejo nord eu ropeo Ot ro aspect o meno s su st ent able pero de alto valo r especu lat ivo es que, aú n conced iendo un propósit o de preser vació n dinást ica y la pert enencia de Jesús “y su espo sa” a una clase so cial de gran prosapia, result a poco razo nable que hayan eleg ido, para exiliar se, la Galia. ¿Co n qu é propósit o s una familia noble, de educació n refinada, buscar ía fijar su nueva residencia en lo que ent o nces era co nsiderado -co n perdón de la palabra- “el cu lo del mu ndo ”? Los mis mos ro manos -cult ura recient e, para el per íodo mencio nado - despreciaban a lo s habit ant es d e toda la reg ió n ubicad a a sus espa ldas, lo mis mo que lo s est ado unidenses desprecian pro fu ndament e a lo s mexicanos. Para aqu el ent onces, la Civ ilizació n, la Cult ura, las Art es, la Sabidur ía t rascendent al, todos lo s element os necesario s para un bu en nivel de vida est aban u bicado s pr incipalment e en - 291 -

do s grand es regio nes: Egipt o y Babilo nia. Lo s mis mo s gr iego s -cult ura ant igu a y exquis it a- rendían t ribut o a la t radició n cult ural as iát ica, co mo lo más elevado que po día enco nt rarse en el mundo por aquello s t iempos. Así Cleo pat ra y su co rt e -que no eran egip cio s sino gr iegos, descend ient es de las casas no bles que acompañaron a Ale jandro- habían ado pt ado tot alment e la civ ilizació n eg ipcia co mo pro pia. S igu iendo una lóg ica pedest re se puede ar gument ar que el ex ilio de la noble Magdalena y su co rt e en t ierra euro pea, const it u ye algo semejant e a decir que Máxima Zorreguiet a, en vez de casarse con un pr íncipe de Holand a, hu biera elegido para t al propósit o a un hijo de l presid ent e de Guinea- Bissau. Puede escond erse, ent onces, t ras est a ima g inat iva co nst rucció n de una línea genealó gica dir ect a, que unir ía a la no bleza mero vingia - y más t arde a la t eutona e ing lesa po r co nsanguinidad- co n las más ant iguas est irp es asiát icas, hast a el inicio mis mo de la hu manidad, puede haber aqu í, dec íamo s, t al vez, la única necesid ad de leg it imar el derecho de franceses, ingleses, alemanes y nó rd ico s en gener al a la cat egor ía de cult ura super ior. Es mu y not able en la lit erat ura nord europea est a necesidad de dig nificar hast a u n nivel sublime lo que al parecer co nsid eran -de u n mo do subco nscient e- sus habit ualment e feos o r ígenes. Así enco nt ramo s que aut o res t an só lidos y pro fundos co mo Mir cea E liade, o James G. Frazer, caen bajo est e comple jo de infer io r idad su bco nscient e. Ambo s pret enden equipar ar, sut ilment e, - 292 -

co n lo s refinadísimos cult os ant iguos -eg ipcios, su mér icos- a r it o s burdo s y pr imit ivo s, como lo s man ifest ado s por las t r ibus bár baras que habit aban las reg io nes helad as d e Dinamar ca o Los Alpes euro peos. Así, la adoració n de t o rpes mo nt ículos de piedra -E liadeo el cust o dio cr iminal de u na lagunit a ent re lo s r isco s Frazer- so n co locados, argu ment at ivament e, en cat egorías semejant es a lo s co mp lejos sist emas t eo lógicos, desarro llados alrededor de relig io nes co mo las de Isis y Osir is, el cu lt o a Ast art é, o lo s ant iguos dualismo s babiló nico s. Es casi seguro que la pred icació n de Jesús fue u na br illant e coronació n de t odas las ant iguas t radicio nes religio sas or ient ales menc io nad as, pero no es nada seguro de que est a haya t enido cont inuidad precis ament e en las t radicio nes relig io sas europeas. Mas dejar emos est e hilo de nuest ra reflexió n aqu í, para no alejar no s de los t emas cent rales. Estado civi l de Jesu cri sto E l segundo t ema, la vid a en pareja de Jesús, t iene para nu est ro gusto una part icular benevo lencia. S i Jesús hu b iese sido casado, ello echar ía po r t ierr a de una vez para siempr e la espant o sa penumbra de pecamino sidad co n que se mancilló hist ór icament e a las relacio nes sexu ales en nuest ra cu lt ura cr ist iana ( y t ambién dent ro de la mu su lmana, en gran part e der ivada de la cr ist iandad).

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De haber result ado Jesús un ho mbre casado -co mo se so st iene co n argument os su ficient ement e considerables en El enigma…- las relacio nes humanas podrían cambiar ext rao rdinar ia ment e. Bajo la per spect iva de que la sexualidad y el amor de pareja no so n cuest iones sucias, dest inadas a pract icarse en zo nas u mbr ías y no sin un dejo d e culpabilidad, sino lo co nt rar io , part e de la sagrada enseñanza t ransmit ida po r nuest ro mayor Maest ro , la gent e podría quit arse de encima u na láp ida qu e mot ivar a, durant e siglo s, gran part e de lo s ma yores padecimient os ocurridos so bre la T ierra. Tan es así que grandes filó so fos como Wilhelm Reich at r ibu yeron a lo s conflict os psico ló g icos de la sexu alidad e l or igen de una fracció n in mensa de la energ ía so cia l deso rdenada que se canaliza, luego , a t ravés d e las grandes guerras. E l nazis mo , según Reich, ser ía u n eje mp lo parad igmát ico de la sublimació n, erró nea, de in mensas acumu lacio nes de energ ías, exist ent es en el pueblo alemán debido a la gravit ació n po dero sa de lo s co mplejo s sexuales. Po r nuest ra part e, una mu y t rau mát ica exper iencia en t ales campos no s ha co nvencido de que la sexualidad es só lo un aspect o -aunque sumament e cent ral- de las necesidades nat urales de lo s humanos, que en su co njunt o po drían configur arse d ent ro de aquel pilar esencial de nu est ra co ndició n hu mana, genér icament e deno minado Amo r. ¿Por qué ha sido co nfinado al calabozo de mart ir io, ado nde lo condu jero n las cult uras de casi t odas las razas que habit an la T ierra? Me pregunt o esto casi - 294 -

desd e la infancia y ho y - a lo s 55 años, cumplidos el 19 de ago st o - no hallé respuest a clara aún. E l mat r imo nio de Jesús, ent onces, podr ía indu cir un g iro benéfico y alt ament e pur ificador en nuest ra co nvicció n cr ist iana, pues dar ía a la concepció n nat ural de la vid a u na just ificació n div ina, de otro modo puest a en duda por un celibat o sacerdo t al cuya necesidad no nos cierra. Do s pasajes del E vangelio de Fe lipe sost ienen est a id ea. Lo s t ranscr ib imo s a cont inuació n: “36. Había t res mujeres llamadas Mar ía, quienes caminaban con el Señor Jesú s todo el t iempo: su madre, su her mana y la magdalena, la que es llamada su pareja. Así fue que su Madre, Her mana y Pareja, ( las t res) se lla maban «Mar ía». ” Y: “59. La sabidur ía qu e lo s humano s lla man est ér il, es la Madre de lo s Ángeles. Y la par eja de Cr is to es Mar ía Magd alena. E l Señor amaba a Mar ía más que a todo s los demás discíp ulo s, y él la besaba a menudo en su boca. “É l abrazaba t ambién a las o t ras mujeres, mas est as le d ijero n: ¿Por qué la amas a ella más qu e a todas no so t ras? || E l S alvador respondió, diciéndoles: ¿Por qué no o s amo a vo sot ras como a ella?...” Est a pregunt a, al menos en la t ranscr ipció n hallada en 1945 bajo Nag Hammad i - y dat ada por los cient íficos - 295 -

hacia el sig lo III de la er a cr ist iana- queda sin respuest a, po r haberse dest ru ido el fr agment o co rrespondient e. La divinidad de Jesú s Po r últ imo, la div inidad de Jesús. Tal concept o result a finalment e su jet o a lo que vu lgar ment e suele mencio nar se co mo “cu est ió n de fe”. En El enigma sag rado y El Código Da Vinci se bosquejan alt er nat ivament e do s t eorías: la de que Jesú s no ser ía port ador de el E spír it u Div ino , co mo difundiero n las doct r inas so brev ivient es de la raíz cr ist iana, sino t al p apel lo habr ía cumplido Mar ía Magd alena, su sacerdo t isa. Se argument a que el género de la deidad, en lo s Espacio s Celest es, habr ía sido o rig ina lment e femenino. Mar ía Magdalena, ent onces, después d e la crucifixió n habr ía co nt inuad o con su fu nc ió n cent ral, est a vez para llevar al por ent onces nu evo cont inent e (Europa bár bara) “el Gr ial”. Est e no ser ía o t ro que su propio vient re, donde albergar ía, co mo en u n sant ificado cánt aro, la progen ie del Señor. La ot ra versió n -au nq ue expresada con gran t imidezhabla de que podr ía no haber exist ido una crucifixió n. Tal rupt ura no se habr ía ver ificado en la vida de la pareja sagrad a, pues ant es de que algo seme jant e ocurriese, habr ían emigr ado ju nt o s al sit io ya mencionado . Est a versió n nos habla de un Jesús anciano, regando apacib le ment e su huert a en el Languedo c, hacia el sur de Francia, hast a el final de sus años.

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No resu lt a coherent e ningu na de las do s versio nes, aún dent ro de un cont ext o únicament e esot ér ico (es decir, basado en t ext os ant iguos y t radicio nes usualment e no acept ado s co mo válidos po r el cr ist ianis mo inst it ucio nal). Pues de u n mo do unánime las relig io nes ant iguas co nsagran co mo Verdad ero Dios a una cat egor ía de exist encia mu y super ior a lo alcanzable p or cualqu ier t ipo de razo na mient o humano. De ningún modo podr ía asig narse un g énero det er minado a t ales t ipos de deidad es, pues, debido a que est e requis it o puede cu mp lirse so la ment e po r criat uras de un nive l infer ior, co mo ser íamos lo s humanos, anima les o plant as. En t odo caso , a modo simbó lico , las relig io nes ant igu as refer encian a deidades andró ginas en do nde conflu ir ían, de u n mo do ar mónico, ambas fraccio nes de la ex ist encia t errenal, est o es, lo por nosot ros llamado “fe menino ” con “lo masculino ”. El Opus Dei Vemo s ahora el art ículo de Ginés Ro dr ígu ez. Lo que segú n nuest ro mo dest o cr it er io suscit a su fuert e reacc ió n, es el at aque hacia el cat olicis mo que ent rañan muchas de las afir mac io nes del Da Vinci - y su base de sust ent ació n co ncept ual, E l en igma sagrado . Est as so n, por ciert o, excesivas, mo t ivadas por el et no cent r ismo , en part e (3), en part e po r necesid ades dramát icas llevadas hast a la t rucu lenc ia. Con t al presupuest o lo s obispo s y mie mbros de la cur ia so n present ados como una so spechosa elit e, - 297 -

p lut o crát ica, mient ras a los miembros del Opus Dei d irect ament e se lo s present a co mo especie de monst ruos de psico log ía t o rt uosa, fundament alist as, de un modo que resu lt an ser u n verdadero peligro social. Se ent iende ent o nces la reacció n de un cat ólico pract icant e, como evident ement e lo es el autor del mencio nado art ículo . Pero por lo general sus argument os so n meno s só lidos que los ut ilizados por quienes at aca. No s o cuparemos aquí ú nicament e de lo s relacio nados co n la Ig lesia Cat ó lica y el Op us De i - lo s más urt icant es en la defensa ejer cida po r el art iculist a-, aunque t odos lo s demás merecer ían ser debat idos profu ndament e. Est a es u na t area que vamos a empr ender, segurament e, pero en ot ra o casió n. So bre el pr imer t ema Ginés Rodr íguez adjudica irónicament e a lo s aut ores de El Código Da Vinci la sigu ient e int enció n co ncept ual: “La malva da Iglesia Cat ólica invent ada po r Const ant ino en el 325 persigu ió a lo s t o lerant es y p acíficos adoradores de lo femenino, mat ando millo nes d e bru jas en la Edad Media y el Renacimient o, dest ruyendo todos los evangelios gnóst ico s que no les gust aban y dejando sólo lo s cuat ro evang elio s que les convenían bien ret ocado s.” Debemo s decir que si bien Const ant ino “el Grande” no invent ó el cat olicis mo , sí fue el fact or deter minant e para su o rganizació n y co nso lidació n co mo part e del Est ado, y co mo t al co gober nant e ju nt o a los más poderosos de la T ierra. Est o no puede neg arse, pues lo hallamos su ficient ement e document ado hast a en lo s mismos t ext os - 298 -

cat ó licos. La Historia de los Papas, de Joseph Gelmi, impresa por la ed it o r ial cat ó lica Herder, dice, en las bio grafías de Milc íades y S ilvest re I, Papas durant e Co nst ant ino ( fragment os): “Co nst ant ino o to rgó al obispo Milc íades su gran finca del Lat erano (Let rán), que fue la res idencia de los papas hast a fina les del siglo XIV. “Allí h izo t ambién el emp erado r const ruir la pr imera de las grandes basílicas de Ro ma, que más t arde recibió el no mbr e de San Juan de Let rán.” “[...] Dant e [...] escr ibió (de S ilvest re I) en su Divina Co med ia: «¡Ah, Const ant ino ! Semilla de corrupción sembró , no t u baut ismo, sino el do n del que disfrut ó el pr imer padre r ico». [...] Aunque la donación de Co nst ant ino sea una ficció n, lo ciert o es que el emperado r mejo ró la sit uació n mat er ial del obispo ro mano . Y no podemos dejar de refer ir no s al hecho de que Const ant ino levant ase en 325 sobre la t umba d e San Pedro una iglesia de 5 naves, en la co lina vat icana.” (4) Not emos que est o lo escr ibe u n aut or que proclama, en el pró logo : “...el papado fue inst it uido por Jesucr ist o, cuando le dijo a Pedro: «Tú eres Pedro, y sobre est a p iedra ed ificaré mi Ig lesia, y lo s poderes del in fier no no prevalecerán so bre ella. »“ E l art ícu lo de Ginés Rodr ígu ez sost iene más adelant e: “E n la no vela el maqu iavélico Opus Dei t rat a de impedir que lo s héro es saqu en a la luz el secret o : que el Gr ial so n - 299 -

lo s hijo s de Jesús y la Mag dalena y que el pr imer dio s de lo s «cr ist ianos» g nóst ico s era femenino”. No s det endremo s ap enas u n poco más sobr e el gnost icismo , aqu í simplificado po r el per iodist a. Est e so st iene: “M ient ras que lo s evangelio s canónicos so n del s.I, ningún t ext o gnóst ico es ant erior al s.II. Muchos so n del s.III, IV o V. A mediados del s.II la Ig lesia ya t enía claro que lo s evangelio s de Mat eo, Marco s, Lucas y Juan eran lo s insp irado s po r el Espír it u Sant o , y só lo dudaba en el cano n de un par o t res de t ext o s.” Po r el cont rar io , César Vidal Manzanares, licenciado en Derecho y Teo log ía, t raduct or de var io s de los manuscr it os de Nag Hammadi, dice en e l prólogo a su o bra Los Evangelios Gn ósti cos: “Hast a qué punt o el gno st icis mo había penet rado en el cr ist ian ismo a finales del sig lo I y pr incip io s del II lo po ne de manifiest o el hecho de que, si except uamos el Nuevo Test ament o y lo s escr it os judeocr ist iano s, cabe afir mar que la pr imera lit erat ura t eo ló gica cr ist iana y la pr imer a poesía cr ist iana fuero n o bra de au to res gnóst ico s.” Para su st ent ar aú n más su afir mació n cit a a lo s sig u ient es t ext o s: I.Quast en, Patrol ogí a, Vol. I, Madr id 1984, pp. 253 y ss.; R. M. Grant , La gnose et les origin es ch réti ennes, Par ís, 1964, e íd. Gnostici sm and Early Chi stianit y, Lo ndres, 1959. Más adelant e, el per iod ist a españo l cuyo art ícu lo analizamo s afir ma:

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“S egú n lo s pro t agonist as de la no vela, «durant e t rescient os año s la Ig lesia quemó en la est aca la aso mbro sa cifra de cinco millo nes d e mujeres». Est a es una cifr a repet id a en la lit erat ura neopagana, wicca, new age y fe min ist a rad ical, aunque en o t ras webs y t ext os de bru jer ía act ual se habla de 9 millo nes. Los neopagano s necesit an u na «shoah» prop ia. Cuando acudimo s a hist or iadores ser io s se calcula que ent re 1400 y 1800 se ejecut aro n en Europa ent re 30.000 y 80.00 0 perso nas por bru jer ía. ” E l mismo argument o de quienes defienden a la d ict adura milit ar de Videla en la Argent ina: “no fueron 30.000 lo s desaparecidos... apenas 5.000, segú n lo s hist or iadores “ser io s”. Po r lo demás, apart e de las numerosas y horribles pruebas sobre las accio nes de la inqu isic ión, do cu ment adas po r la hist oria y que incluso mot ivaron una aut o crít ica del pap a act ual, cit aremo s só lo al pasar do cu ment ació n propia: “... lo s nat ivos emp lean pó cimas con yu yos y plant as que abu nd an en la zona, co n lo s cuales curan t ant o her idas del alma co mo del cuerpo que só lo conocen los curanderos o “brujo s”, co mo los lla mar ían los sacerdot es. Eso s nat ivos er an conocedores del Cosmo s; t enían miedo al t rueno, al relámpago, creyendo que sus dioses est aban eno jados. E l gober nador del Tucumán, Don Ramírez de Velazco, conocedor de esas sup erst icio nes, debe t omar med idas drást icas para co mbat ir las. Y ordena que 50 - 301 -

“bru jas” o “hechiceras” sean quemadas vivas, en la ho guera, en la localidad d e Sumampa, al sur de la pro vincia.” [de Sant iago del Est ero] (5) E l mismo libro co nsu lt ado , present a ot ro test imo n io: [...]...el sig uient e docu ment o , exist ent e en el Archivo Hist ó rico de la Provincia d e Sant iago del Est ero: “E n la causa cr iminal qu e de o ficio de la Just icia que ant e mi Ju zgado pende co nt ra Juana Past eles, India del pueblo de Tuama po r las muert es del I ndio Pedro y de su mar ido y d el I nd io que co nfiesa del pueblo de Guaipe nat ural del Salado que d ichas muert es ejecut ó con el mal art e de hech isos y encánt o s que por las pr uebas y su co nfes ió n const a cont ra la d icha Juana Past eles, vist o los aut o s y mér it o s del proceso y además que ver se debe: “Fallo que haciendo Just icia debo condenar y condeno a la d icha Juana Past eles en pena d e muert e para la cual será sacada de la cárcel pública y pr isio nes y mo nt ada so bre u na best ia co n albar da con soga al cuello y llevad a púb licament e po r las calles públicas de est a ciudad co n vo z de pregonero que manifiest e su delit o hast a el lugar del sup lic io ext ramuros do nd e se le dará q ue nat uralment e muera. Y est ándo lo será quemada en una o guera que para el o bjet o se prebendará para ello que su d icho cuerpo encenizado se reduzca debajo de custodia en co nd ig na pena de su delit o . Y por est a mi sent encia defin it ivament e juzgando asi pronuncio y mando y fir mo. Dn. Juan de Paz y Figuero a.” (6) Bajo el subt ít ulo “Gnost icis mo al ser vicio del feminis mo rad ical”, el aut o r de la cr ít ica a E l Código Da - 302 -

Vinci se pregu nt a y co nt est a, parafraseando sat ír ica ment e al no velist a Dan Bro wn: “¿Po r qué el mundo va t an mal, hay guerr as, vio lencia y co nt aminació n? La respuest a del fe minismo radical y de El Código Da Vin ci es sencilla, la cu lpa es del cr ist ian ismo, que es mach ist a” Alg u nas resp uest as so bre el Opus Dei y e l mencio nado machis mo parecen surg ir en part e de los párrafos que co p iaremo s a cont inuació n. Una señora, con quien mant uve correspo ndencia, afir mó al respect o en una cart a que mant engo en mi archivo ( fr agment os): “[...] Cono zco bast ant e bien al opus (est oy casada con un ex agregado de la prelat ura) [...] Mi visió n es que el o pus es co mo una iglesia dent ro de la Iglesia, una su ert e de est ado dent ro del Est ado . Tiene sus propias reglas y su cat ecismo ; hay cosas que u n cat ó lico común y corr ient e puede hacer que a ello s no se les per mit e, por ejemplo: ado pt ar niños de quienes no se sepa su procedencia o que se so sp eche que son «ilegít imo s» (aberració n jur ídica feliz ment e dest errada hace muchísimos año s de nuest ro derecho civil). Lo s numerar io s y agregado s ( mie mbro s célibes) no pueden ser padr inos de baut ismo ni asist ir a lo s casamient os de su s her mano s, salvo a saludar a la salid a de la ceremo nia. Divo rciarse y aú n anular religio sament e el mat r imo nio es cau sal de exp ulsió n ( se per mit en hast a est ar po r encima del Tr ibunal eclesiást ico).

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Ot ra perso na, t ambién relacio nada de cerca co n el Opus Dei, me dice en cart a perso nal (repr oducida aqu í co n su aut orizac ió n) lo sigu ient e: “Aco rdat e el caso de la per iodist a que publicó las fot o s de las t o rt uras de Irak, la echaron del emp leo y ent ró en list a negr a porque se consideró que vio ló un secret o de Est ado y puso en r iesgo la segur idad nacional. “Lu ego cuando lo s vid eos y t odo el mat er ial saliero n en todo s lo s medio s del mundo, recién reconociero n que hu bo «exceso » y se t omar ían medidas co nt ra los to rt urado res. Son t remendos, t ienen una doble moral per manent e. Y au nque US A es un país de t radició n pro t est ant e, t e cuent o que el jefe de la CI A es del Op us. Cuando lo descu br ieron hizo lo que hacen t o do s ello s, lo negó a mu ert e, pero cuando se hizo demasiado evid ent e...dijo que sí que er a mie mbro pero que eso no era ningún pecado ni t enía nada de malo ; qu e él era cat ó lico práct ico y qu e la sant a sede reco nocía al Opus co mo prelat ura part icular.” Alg u no s frag ment o s del inst ruct ivo para sacerdot es del Opus Dei: “S ie mpre se ha viv ido, hast a en el det alle más pequeño , esa dist ancia —cincuent a mil kilómet ros— ent re lo s varo nes y las mujer es de la Obr a, sin co nsent ir nu nca, po r ningún mo t ivo, la más pequeña excepció n a est e pr incip io t an claro del espír it u del Opus Dei; y est o se ap lica, co n más r igor si cabe, a los sacerdot es.

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“Nuest ro Padre coment ó algu na vez que prefer ía q ue sus hijas mur ier an sin lo s últ imo s sacrament os —porque est aba ciert o de que aun así mor ir ían co mo unas sant as—, a que los sacerdot es fu eran sin necesidad a los Cent ros de mu jeres. “[...] El qu e celebra Misa en un Cent ro de mujeres no desa yuna allí, salvo cu ando no puede t omar lo en ot ro sit io y va a co nt inuar después var ias horas en ese Cent ro ; en est e caso, se le deja preparado el desayuno corrient e. “[...] S i po r algu na cir cunst anc ia u n seg lar de la Obra lleva a u n sacerdo t e, en co che, a un Cent ro de mu jer es, lo deja en un sit io pró ximo. De t odos mo dos, est o será muy raro , puest o que, en la med ida de lo po sible, t odos los sacerdo t es saben co nducir aut o mó vil. “E n lo s Cent ro s de mujer es, cuando la vela al Sant ísimo co mience por la no che, después de cenar, es mejor que vayan dos sacerdot es para hacer la Exposició n del S ant ís imo, si es po sib le. Pero si es preciso desp lazar se a u n lugar lejano del prop io Cent ro, o pasar po r zo nas de la ciudad de ambient e peligr oso, resu lt a más prudent e que lo s sacerdot es no acud an a hacer la Expo sició n. “E n est os caso s, es sufic ient e co n que la vela se haga abr iendo la pu ert a que o cu lt a la de cr ist al del sagr ar io. “[...] Para llevar la co munió n a una enfer ma, fuera de un Cent ro de mujer es, hace el t rayect o ordinar ia ment e aco mpañado de ot ra persona: mejor, u n par ient e próximo de la enfer ma. S i est o no es posible, en vez de acudir so lo en t axi, va co n él un mie mbro de la Obra — llevando - 305 -

el coche, o aco mpañándo le en el t axi— hast a la puert a de la casa. Co mo es nat ural, allí habr á siemp re ot ra perso na: la madre, alguien de la Obra, et c. “Cuando predican a mujeres, los sacerdot es evit an cualqu ier co ment ar io —po r ejemp lo , anécdot as, o dato s so bre la labo r— que haga referencia al apostolado de los varo nes. “ [...]Para administ rar el sacr ament o de la Penit encia a una perso na enfer ma que guard a cama, o que, sin guardar cama, la enfer medad o la ed ad mu y avanzada le impide salir de su casa, se deja co mplet ament e abiert a la puert a de la habit ació n. E l co nfesor se co loca a la dist ancia co nvenient e de la cabecera, y procura co mport arse co n especial gravedad, recordando que los sacerdot es, sin rarezas n i brusquedad es, han de dist ing uir se, más po r su prudencia y su sent ido sobrenat ural, qu e p or su amabilid ad en el t rato. “A u na mujer que, sin g uardar cama, t iene algún imp ed iment o fís ico para acud ir al co nfes ionar io, se le puede at ender excepcio nalment e en la sacr ist ía o en u na sala d e vis it as. En ese caso, se ut iliza siempre una rejilla po rt át il y, desd e luego , la puert a de la habit ació n se deja co mp let ament e abiert a. “[...] si alg una penit ent e consult a a un sacerdot e jo ven algú n pro blema mo ral que exija t rat ar esas mat er ias co n det alle, le exig e, amable ment e, que se limit e a lo que es ind isp ensable par a la confesió n, y la r emit e a un sacerdo t e anciano, si d esea descender a otros det alles. En el caso de que la penit ent e insist a en hablar sobre eso s - 306 -

aspect o s, se negará con fir meza, llegando a int errumpir la co nfesió n, si es preciso. “Lo s sacerdo t es de la Prelat ura at ienden char las de d irecció n esp ir it u al de mujeres só lo en el confes io nar io. Bajo ningún pr et ext o admit en co nver sacio nes en ot ro lug ar.” (7) Po r mi part e, co nt inuar ía desarro llando algunos aspect o s de los numero sos asunt os que sur gen de la lect ura de est os dos libros y de la respuest a (una de cient o s suscit ada por est as obras, part icular ment e El Código…). Mas po r respet o al t iempo de mis amigos, po r ahora só lo me desp ido, con la esperanza de que el hiat o en nu est ras co mu nicacio nes no sea est a vez tan largo como el t iempo transcurr ido desde nu est ra Cart a ant er ior. Saludo s mu y afect uoso s de ...un subalt er no est udiant e de la Sabidur ía expr esada po r Crist o : Julio Carreras ( h) Aut o no mía, Sant iago del Est ero, Argent ina.

(1) Qu ier o dejar consta ncia qu e no cons ider o a la ima ginación u n fact or poco imp or tant e par a el des cubr imient o de la ver da d. Pr ecisa ment e f u e deb ido a ella qu e gr andes

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hallazgos cient íf icos -como las r uinas de T r oya, la gr avitación de los pla netas o la r elativida d- f u er on conceb idas por sus autor es. Una r ef lex ión t eológica de Lu is Alons o Schökel y Jua n Mateos, qu ienes dir igier on la tr aducción de la her mos ís ima Nu eva Bib lia Española, dice más o menos así ( cit o de memor ia) : “Dios su gier e a tr avés de las nar r aciones b íb licas y los salmos qu e la ima ginación es el instr u ment o es encial par a el dis cer nimi ent o de la Ver da d en los p lanos esp ir ituales”. (2) El enigma sagrado. Micha el Baigent, Richar d L eigh and H enr y Lincoln, 1982. T he Holy Blood and t he H oly Gr ail, publicado p or Jonat han Cap e Ltd., L ondr es, 1985. Tr aducción de J or di Beltr án pub licada en 1985, por Ediciones Mar tínez Roca S.A., España. La edición consu ltada fu e impr esa en 1989 por Ediciones M.R. Ar gent ina. Págs.287-299. (3) As í, los fr ances es son consider a dos sut ilment e inf er ior es p or un nob le inglés ( y por el mis mo autor , salvo una mu chacha r ubia, her oína pr incipa l, qu e f inalment e r esu lta pr oduct o de a ntiguas familias sajonas), al igu al qu e españoles e italia nos, y La ngdon, hér oe mascu lino de la novela, es una equ ilibr ada mixtur a de la tr adición nor d eur op ea... per o de naciona lida d esta dou nidens e. (4) J os ep h G elmi. Los Papas. R etr atos y s embla nzas. Edit or ia l H er der . Bar celona, España, 1986. (5) Maximina G or ost iaga de M ema. El drama aborigen. Monogr afía pr es enta da en el E ncu entr o del Vº Cent enar io del Event o Colomb ino– Amer ica no, or ganizado p or la Socieda d Ar gent ina de H ist or ia dor es, filial Sant ia go del Est er o, Facultad de Hu ma nidades, Univer s ida d Nacional de Sa ntia go del Est er o, 17 al 19 de octubr e de 1991. Lu ego edita do en 1992, su segu nda edición a mp lia da se pr oces a actualment e.

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(6) Andr és Figu er oa. Ant igu os pu eb los indios . Santia go del Est er o, 1949 (7) Pr elatur a Opus Dei. Va demecu m de Sacer dot es. Roma, 25- VI -87.

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Un ángel llamado Ricard o Fermín Chávez Mis qu er ido s co mpañero s y amigos, el jueves 23 de mar zo , mi co mpañero Ricardo Fer mín Chávez falleció en un accid ent e aéreo en Cat amar ca. Dejó est a t ierra en las mis mas mo nt añas do nde decid ió aprender a vo lar. Me dejó co n u na in finit a t rist eza pero llena de amor, enseñanzas y recuerdos. Est os cinco año s que co nviví co n él equ ivaliero n qu izá a t o da una vida. Era un ser mar avillo so que alg uno s de ust edes t uvier on el pr iv ilegio de co no cer. En alguno s mo ment os de su paso por est e mu ndo , se jugó la vid a po r sus ideales, en est os mo ment os est aba emp eñado en t er minar de const ruir su ho gar ju nt o a mis hijo s y a mí y en at ravesar los cie lo s de nu est ra pat r ia, a la que amaba pro funda ment e; además en apo yar lo s proyect os que para él nos co nducir ían a un mu ndo más just o y so lid ar io. No hay palabr as qu e puedan calmar el do lo r pero necesit o compart ir mi t r ist eza con t odos ust edes. Les mando un abr azo enor me. Seguiré luchando como lo hice t o da mi vida por mis hijos y por lo s ideales que t eníamo s junt os. Su esposa: Mónica para algu nos, Mar iana Chávez par a otros.

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CARTA Nº 14 Domingo, 7 de a gost o de 2005

La Co munión

1) La humanid ad no ha creado en t oda su ya lar ga hist or ia nada más import ant e para su exist encia que la Co munió n. Y es que la Co munió n, en verdad no fu e creada po r humano s sino po r el mis mo Dios. Aq u í po dr íamo s det ener no s ant e un agudo inqu is idor que no s pregunt ase: “P ero, ¿qué, o quién es Dio s?” Pues Dios, segurament e no puede ser co mprend ido clarament e po r la co nciencia humana, sa lvo que renu ncie a pro nu nciar su no mbre. Dado que es y no es al mis mo t ie mpo la mat er ia, el sist ema so lar, el universo, lo in fin it o hast a u n grado que nu est ro cerebr o no t iene po sibilidad alguna de alcanzar, y es y no es al mismo t ie mpo el más pequeño escarabajo que se desliza penosament e sobr e un malvó n, resu lt a evident ement e impo sib le encerrar su “ser y no ser” en un no mbre. Así, Dios puede ser ent endido única ment e si r enunciamo s al ent end imient o . ¿De qué manera creó Dio s, ent onces, la comunió n? A t ravés d e su Hijo , Jesú s, quien según creemo s era Dio s - 311 -

mis mo encar nado, para facilit ar la co mprensió n humana. Pero si algu ien no cree que Jesús era Dio s mismo encar nado , est á en su der echo, sin qu e ello quit e en lo más mín imo el sent ido a lo que aquí pret endemo s man ifest ar. Es decir, que la Co mu nió n es la enseñanza más impo rt ant e que la humanidad recibió a lo largo de to da su exist encia. Pret endemo s demo st rar aún más: que sin co mu nió n se hace impo sib le cualqu ier for ma de exist encia, no só lo hu mana, sino de cualquier t ipo que en est e planet a se pueda deno minar co mo “v ida”. 2) ¿Y qu é es la co munió n? Pu es co merse simbó licament e el cuerpo del o t ro. Más bien, mejor: co merse, simbó licament e, el cuerpo de todos, el cuerpo de la Hu manid ad. O to davía más y mejor: co merse simbó licament e el cuerpo del Univer so , con to das sus mir íad as o millo nes d e seres y exist encias diver sas, d ist ant es o próximas, semejant es a nosot ros o in imaginab les. Esto es, asumir conscient ement e la co nvicció n de que no so mos algo separ ado, en aislamient o, sin co nexió n más que ext er ior con el Todo: sino so mos, en realid ad, part e act iva, infusa vit alment e, in mer sa pro fundament e en el To do. S ímbo lo según Jung no es una imagen o act o que resu lt e alegór ico (est o es, no co nsist e en una “r epresent ació n de”): símbo lo , es, en el in conscient e ind iv idual o co lect ivo, “un mot or para la acció n o la mat er ializació n”. En est a aproximació n cient ífica, el - 312 -

símbo lo es co mprend ido ent onces co mo un embr ió n met afísico de la manifest ació n objet iva. Co mer el cuerpo de to do s, ser ía, si co mb inamos la int erpret ació n de Jung con el act o mismo enseñado por Jesús, la vivencia co nscient e de que no soy únicament e un cuerpo co n apt it udes mecánicas numer osas, sino t amb ién t odo s lo s cuerpos que se manifiest an en el Universo, con sus infinit as var ied ades, pero t ambién lo que co nllevan dent ro esas var iedad es. 3) En un sent ido práct ico, ¿para qué sir ve la co mu nió n? P ara cumplir lo s do s pr imeros mandamient os, aquello s consider ados co mo lo s más import ant es: “Amar a Dio s po r enc ima de t o do”... “Amar al pr ójimo...” E l amo r es impo sib le sin la renu ncia a l eg oísmo . Y la renu ncia al ego ísmo es impo sible si creemos tozudament e que so mo s ú nicament e un cuerpo , al cu al est amo s o blig ado s a sat isfacer co nst ant ement e en t o dos sus requer imient os. El amor más grand e que puede conocer un ser hu mano , est o es el amo r a los hijo s, sig nifica precisament e est o: una co nst ant e renu ncia a la pro pia id ent idad, para hacer se uno co n ello s, pr ior izar sus necesidades por sobre las nuest ras, sufr ir infinit ament e co n su s do lo res hast a ext raer la últ ima mo t a de padecimient o de su s cuerpecit os -esp ecialment e cuando so n mu y niño s- para abso rber lo s nosot ros hast a las heces, co n t al de librar lo s de ese mal. Un padre o una madre que - 313 -

pasa la noche en vela junt o a la cunit a d e su niñit o enfer mo, qu iere mo r ir inclu so, quit arse t oda vit alidad hast a su provis ió n t ot al de sangre si es necesar io, para salvar a ese niño que ama co n t odas sus fu erzas, co n toda su exist encia, pues por un mar avillo so milagro de co nsubst anciació n, ese padre, esa madr e, ya no es él mis mo ... se ha convert ido, efect ivament e, para t o da co nsid eració n, en su hijo . Eso es el amo r, el amor de verdad: es “dar la vid a po r los demás”. No co n “act os hero ico s” co mo se int erpr et ó, ni defend iendo supuest o s int ereses “pat r iót icos” o “po pu lar es”, sino en lo s más mo dest os e ínt imo s act os de cada d ía, cuando por amor procuramos únicament e y en pr imer lugar la felic idad de los que amamos. 4) Lo s que amamo s pueden ser dos o t res, sin embargo , o t amb ién u na co mu nidad, o hast a un p aís o una raza: y el amo r ent onces queda co nfinado a un egoísmo en co o perat iva. Pues bien, por eso la co munió n es el act o simbó lico más grand e que podemos ejecut ar lo s humanos, ya que no s indu ce a la práct ica del amor... hacia t oda for ma de vid a, hacia t oda la exist encia univer sal. Y d ije, ¿”sin co mu nió n se hace imposible cualquier fo r ma de exist encia”?... Así es. Dado que result a mu y fácil co nsiderar al ot ro como enemigo, si est amos co nvencidos de que est á fuera de noso t ro s, que es u n - 314 -

“element o ext raño ”, de ahí a eliminar lo hay mu y po cos paso s. No hace falt a que desarro lle demasiado est e punt o, ser ía su best imar la capacidad int e lect ual de mis lect ores: só lo mencio naré el o mino so aniver sar io, ayer, del más ho rrendo cr imen qu e vivió la T ierra, est o es, la bo mba at ó mica lanzad a sobr e la població n de Hir oshima. Co ns ideremo s bajo su fant asmagór ico resplandor, ent o nces, qué fut uro le espera a nuest ro planet a si t odos no s co nsider amos co n derecho a eliminar n os, los unos a lo s o t ro s. 5) Las últ imas co nsid eracio nes práct icas, no por ello meno s import ant es, según mi mod est o cr it er io: hablar de co mu nió n, es decir les “t o me la ho st ia, co ncurr iendo a una misa en la ig lesia cat ó lica”? Bueno , si ust ed es cat ó lico, no t engo nada para o bjet ar a que lo pract ique así. Pero si no es cat ó lico, o ni siqu ier a cr ist iano, t ambién puede t omar la comun ió n, cada d ía, o en var io s mo ment o s del d ía. P ues el act o mis mo est ablecido por Jesús no fue una ceremo nia en un t emp lo , sino una reu nió n de amigos, donde levant ando el pan simbó licament e É l dijo: “est e es mi cuerpo”; y levant ando el vino, t ambién dijo “est a es mi sangre”. Y Teilhar d de Chard in d ijo, algu nos sig lo s después: “la hu manidad es el cuerpo ext endido de Jesú s sobr e la T ierra”. Ent o nces, si la humanid ad es el cuerpo de Jesucr ist o ext end ido sobre la T ierra, cualq uier cosa que hagamos - 315 -

so bre la hu manidad lo est amo s haciendo sobre Jesús. S i la ama mo s, si amamo s a t o dos como a no sot ros mismo s, amamo s t ambién a Dios. S i o diamo s, est amo s od iando a Dios. Cualqu ier aliment o que tomamo s -eso qu iso significar Jesús, según creo- cualquier bebida que degust amo s... puede ser el cuerpo y la sangre d e la humanidad t o da... si lo s inger imo s con devoció n y co nciencia. E l desayuno, el almuerzo , la cena, un pequeño pan con un pedazo de queso dent ro, que co memo s afir mado s en el mo st rador de un k io sco de un país le jano... puede ser el cuerpo de Jesús ( y de la Human idad) si lo efect uamo s con devoció n y co nciencia. Int ro ducir en nuest ro organis mo, co nscient ement e, cuat ro o cinco veces en el d ía, el cuerpo de todos, el cuerpo de la Humanidad, es el único camino ent onces para evit ar la dest rucció n co lect iva de est a especie, el único camino real para la paz.

Julio Carreras ( h) Aut o no mía, Sant iago del Est ero, Argent ina.

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Me han hecho llega r esta belleza

Est imado Julio : Qu iero co mp art ir co nt igo y lo s list eros est e escr it o que me env iaro n mis co mpadres de España. Encierra una belleza y una sensibilidad muy esp ecial. Un co rdial saludo Mar ía de Arza

El Dios en quien no creo Po r Juan Ar ias * Yo nu nca creeré en: E l Dio s que “sorprenda” al ho mbre en u n pecado de debilidad E l Dio s que co nd ene la mat er ia E l Dio s que ame el do lo r E l Dio s que ponga luz roja a las alegr ías humanas E l Dio s mago y hechicero E l Dio s que se hace t emer o no se deja t utear E l Dio s que se haga mo no po lio de una ig lesia, de una raza, de u na cult ura o de una cast a E l Dio s que juega a condenar E l Dio s que “manda” al infier no - 317 -

E l Dio s incapaz de perdo nar lo que mucho s ho mbres co ndenan E l Dio s incapaz de co mprender que los niño s deben manchar se y so n o lvidadizo s E l Dio s que exija al ho mbre, para creer, renu nciar a ser ho mbre E l Dio s a quien no t emen los r ico s a cuya puert a yace el hambre y la miser ia E l Dio s al q ue adoran los que van a Misa y s iguen ro bando y calumniando E l Dio s que no sup iese descubr ir algo de su bond ad, de su esencia, allí do nde vibre un amor por equ ivo cado que sea. E l Dio s que co nd ene la sexualidad E l Dio s para qu ien fuese el mis mo pecado co mp lacerse co n la vist a de u nas p ier nas bo nit as que calumniar y ro bar al pró jimo o abusar del po der para medrar o vengar se. E l Dio s mor fina para la refor ma de la t ierr a y só lo esper anza para la vida fut ura E l Dio s de lo s que creen qu e aman a Dio s porque no aman a nad ie E l Dio s que dé po r buena la guerra E l Dio s que pret enden que e l cura ro cíe con agua bendit a lo s sepulcros blanqueado s de sus juegos sucio s E l Dio s que neg ase al ho mbre la libert ad de pecar E l Dio s a quien le falt e perdón para algún pecado E l Dio s que acept ase y diese por bueno t odo lo que los curas decimo s de E l - 318 -

E l Dio s que ponga la ley por encima de la conciencia E l Dio s que prefiera la pureza al amor E l Dio s que no pueda descubr ir se en lo s ojo s de un niño o de una mujer bonit a o de una madr e que llora E l Dio s que se case con la po lít ica E l Dio s que aniquilara para siempre nuest ra car ne en lug ar de resucit ar la E l Dio s que acept ara por amigo a quien pasa por la t ierra sin hacer fe liz a nad ie E l Dio s que al abrazar al ho mbre aquí en la t ierra no sup ier a co municar le el gu st o y la felicid ad de todos los amo res hu mano s junt os E l Dio s que no se hu biera hecho verdader o hombr e con to das sus co nsecuencias E l Dio s en el que yo no pueda esperar co nt ra toda esper anza. S í, mi Dio s es el ot ro Dios.

* Juan Ar ias es es cr it or y p er iodista, cur só es tudios de T eología, Filos of ía, Psicología, L enguas s emít icas y F ilología compar ada en la Univer s idad de R oma. Dur ant e cator ce a ños fu e cor r esp onsal en Ita lia y en el Vaticano pa r a el diar io E l País. Ant er ior ment e hab ía cub ier to par a el desapar ecido diar io Pu eb lo los tr abajos del C oncilio Vaticano II. Con Pablo VI y Juan Pablo II ha r ea lizado innu mer ables viajes alr ededor del mu ndo. En la bib liot eca Vat ica na descubr ió el único códice ex ist ent e es cr it o en el dialect o de J esús de Nazar et, busca do des de hacía var ios siglos. Es autor de nu mer os os libr os, entr e ellos cab e destaca r : El dios en

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quien no creo, Savat er: El arte de vivir, El dios del Papa W ojtyla, Un dios para el 2000 y Las confesio nes del peregrino, y su últ imo libr o Las galletas profanadas de mi madre y otras historias de mi vida. Su libr o Jesús, es e gran descon ocido edita do por Maeva, ha cons eguido u n gr an éx it o de ventas y cr ít ica y ha sido tr aducido en nu mer os os pa ís es. El aut or ha sido galar dona do con el pr emio a la cultur a de la pr es idencia del gob ier no y el pr emio a l mejor cor r esp onsal extr anjer o. Act ualment e es cor r esp onsa l de El País en Br asil y miembr o del comit é cient íf ico del inst itut o eur op eo de D es ign.

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Apéndice Incluiremos aquí alguno s text os que, o bien llegaron después que hubiéramos cerrado el ci clo de nuestras carta s, o bien desarroll an temas rel acionados.

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Nuestra familia “L eí el artí culo de Carrera s y lo disf ruté mucho, aunque no estoy de acuerdo con todo lo que dice. Incluso esto y en desacuerdo totalmen te con la idea de Carrera s de que todos somos «una sola f amilia» y que nuestra propia f amilia no exi ste: pen sar eso es ingenuo y peligroso; la f amilia nuclea r es sup rema y la Iglesia moderna ha perdido de vi sta eso, con toda su tontería ecumenist a y su cooperación con «los mu chachos que gobiernan el mund o» es d eci r, los ri cos y poderosos...” T imo t hy Cu llen 21 de d iciembr e de 2007 (Traducció n del ing lés: Ama lia Do mínguez)

E l párrafo cit ado en el ep ígr afe pert enece a un escr it or cat ó lico ir landés. Una amiga co mún le había enviado un art ículo – “E l simbo lis mo de la Navid ad”- , publicado por E l Pu nt o y la Co ma. Y él co nt est ó enseguida por medio del co rreo elect rónico. En verdad para mí t ambién ha sido siempr e una p iedra co mp leja de discer nir la de lo s pasajes bíblicos do nde Jesús u bica en aparent e co nt radicció n lo s afect os familiares con el camino hacia Dio s. - 322 -

Especia lment e est o s: “E l que a ma a su padre o a su madr e más que a mí, no es d igno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí”, dice Jesús según el pr imer Evangelio (Mat eo, 10:37). “... Algu ien le d ijo: « ¡O ye! ahí fuera est án t u madre y t us her manos qu e desean hab lart e.» Pero él respond ió al que se lo decía: « ¿Qu ién es mi madre y qu iénes son mis her mano s?» Y, ext end iendo su mano hacia sus discípulos, d ijo: «E st o s son mi madre y mis her manos. Pues todo el que cu mp la la vo lu nt ad de mi Padre celest ial, ése es mi her mano , mi her mana y mi madre. » (Mat eo, 12, 47-50)”. * A lo s efect os de est a breve respuest a me parecen su ficient es y c laras só lo est as dos cit as. Po r mi part e, luego de var ios años de discernimient o, había llegado a la co nclusió n de que el amor al pró jimo no t enía por qué exclu ir al sust ent ado hacia la propia familia. Co mo el amor a lo s demás no excluye al amo r a sí mis mo, sino por el cont rar io . Erich Fromm en su famo so t rat ado El art e de amar, afir maba incluso que qu ien no es capaz de amar se a s í mis mo, no es capaz de amar a ot ro. Claro que si co nsideramo s que “amar nos” es co nsid erar a los demás al ser vic io nuest ro, nos equ ivo caremo s mucho. En Fro mm est e concept o parece sig nificar que debe mos amar nos de u n mo do sensat o, sust ent ando un equilibr ado aprecio hac ia nosot ros

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mis mo s, sin por ello caer ni en e l ego ísmo irracio nal ni en el narcis ismo. Parecido cr it er io es el que debemos pro yect ar sobre nu est ra familia: “amar al pró jimo”, sign ifica, segú n nu est ro mo dest o discer nimient o, amar a nuest ros padres, nu est ra espo sa, nuest ro s hijo s, pues so n lo s que más cerca t enemo s para pract icar est e mandamient o (pró jimo =próximo ). Pero ello no significa confo r mar con ellos u n clan de depr edadores, que acecha a la co munidad do nde vive co mo a u n coto de caza, donde le est á per mit ida cualquier t ramp a (o vio lencia, si puede ejercer la) para arrebat ar sus bienes a los d emás, mient ras ello per mit a fort alecer el pat r imo nio de su familia. Creo que no hace falt a pro fu nd izar demasiado en est o, pues cu alquier hu mano , sin haber leído ni una palabr a de lo s Evangelios, co mpr enderá per fect ament e su sent ido. Segú n Jesús deber ía ocurr ir lo cont rar io: si ama mos a to do s, co mo si fu esen nuest ra familia, evit ar íamos hacer les daño, so pena de cargar graves sent imient os de cu lpa po st er io r ment e. Y si amamo s a lo s anima les, los árbo les, la t ierra, co mo si t ambién for masen part e de nu est ra familia, la humanid ad evit ar ía prop inar los daños grav ísimo s que han llevado al mundo hast a una sit u ació n cr ít ica. [1] Pero est a mañana, luego de tomar mat e amargo co mo hago habit ualment e, recibí u na pequeña sorpresa que vino a ampliar mis limit ado s co nocimient os sobre est e t ema. Ocurr ió debido al hábit o de casi t oda mi vida, que es mirar La Bib lia, cada d ía, ant es que nin gún ot ro t ext o - 324 -

(siendo escr it or, se co mprend erá que mi pr incipal act ivid ad fue siempr e o leer o escr ibir). Hacia lo s 80 amp lié est as lect uras a lo s Evangelios no canónicos, mu cho s de los cuales había ido adquir iend o. Al abr ir al azar u n Evangelio, pues (el de Valent ino), lo pr imero en hallar mi vist a fue lo sigu ie nt e: “...Salo mé se levant ó y dijo (a Jesús): Señor, t ú nos has d icho : Qu ien no deje a su padre y a su madre para segu ir me no es digno de mí. “...Mas, Seño r, est á escr it o en la Ley de Mo isés que el que abando ne a sus padres debe mor ir. ¿E s, pues, co nt rar io a la Ley lo que t ú nos enseñas? “...Mar ía Mag dalena, inspirada por la fuer za de la luz que había en ella, d ijo al Salvador: Señor, per mít eme que hable a mi her mana Salo mé para explicar le t us palabr as... “...Y cuando el S alvador [se lo per mit ió ] Mar ía fue hacia Salo mé y le d ijo: “Her mana Salo mé, t ú has cit ado la Ley d e Moisés, que d ice que debe mo r ir quien abando na a sus padres. “Mas la Ley se refier e a los cuerpos y no al alma. “...Y o curr ió que cuando el Salvador o yó las palabras de Mar ía, la felicit ó grandement e” (Valent ino, XLVIII, 4-18). ** Desd e una per spect iva esp ir it u al ( y par a un religio so, lo espir it u al es s inó nimo de esencial), est a me parece una exp licació n per fect a. Jesú s no quer ía ind icar el abando no de la familia “en cuerpo” (penalizado por la Ley de Mo isés). S ino se refer ía a la act it ud del alma, de acuerdo co n la cual t odo lo que exist e, el aire, la nat uraleza y el - 325 -

Universo, est á ligado a noso t ros. Por un lazo imp ercept ible para lo s sent idos, pero no po r ello menos fuert e. Y si hacemos alg ún daño, a cualquier a de est os element o s... “a no sot ros mismos nos lo haremos”. Julio Carreras ( h) 22 de d iciembr e de 2007

[1] La condiciones sociales imp er ant es bajo nu estr a civilización, imp iden p or cier to ejer cer esta cultur a del a mor . Más bien nos ob liga n a concentr ar los afanes en el p equ eño nú cleo fa miliar , par a pr es er var lo en lo p os ib le del a lta ment e host il ent or no qu e nos r odea. Esto no deb e o bscur ecer , sin embar go, la compr ens ión de qu e lo pr edicado por Jesús y sus apóst oles es cor r ect o y u n ob jet ivo centr al a p er s egu ir . * La Santa Biblia (Ver s ión Biblia de J er usalén, 1976). ** Evangelios apócrifos. T omo II. T raducción de E dmu ndo González Blanco. Edita dos por J or ge Lu is Bor ges. Hyspa mér ica Ediciones, Madr id, Bu enos Air es, 1985.

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De la cumbre al abismo Por Julio Carreras ( h) E l de albañil es uno de los o ficios de ma yor impo rt ancia para la co mu nidad. S in embar go, los obreros de ese sect o r se cuent an ent re los menos valo rado s. Hace algu nos días el o brero Rolando Barraza quedó at rapado en un ascensor del Grand Hot el. Est aba cargando ladr illo s para llevar los desde la p lant a baja al décimo piso , cuando inesperadament e el ascensor arrancó , y lo arrast ró hacia arr iba at rapándolo por las p ier nas ent re las puert as y la pared. Por reflejo y pese al do lo r que sint ió, Ro lando Barraza logró bajar la palanquit a y det ener lo. Lo demás fue de novela. E l grupo esp ecial de la po lic ía dest ruyó los d iscos de la amo lado ra sin poder co rt ar el acero del ascenso r para sacar al accident ado. Ent onces su s prop io s co legas albañiles empezaron a ro mp er la pared. Luego de do s horas lo graron rescat ar lo de aquella t rampa, que de ot ra manera po dr ía haber resu lt ado mo rt al. Const ru cto res de felicidad Lo s albañiles se cu ent an ent re los t écnicos más impo rt ant es de la especie humana. Exist en cuat ro - 327 -

requ isit os mat er iales básico s para la su bs ist encia de la hu man idad; ello s son: 1) la aliment ació n; 2) el aire; 3) la pro creació n, 4) la viv ienda. Cualqu iera de est o s requis it o s que falt ase, podría po ner en ser io peligro de desapar ició n a la vida humana so bre la T ierra. Co mo se ve, la casa do nde lo s humanos habit an, for ma part e de sus necesidades más import ant es. Po r lo t ant o, qu ienes t ienen la capacidad de const ruir las, deber ían ser co nsid erados per so nas dest acadís imas en la o rganizació n so cial, d igno s del ma yo r respet o, consider ació n y hast a ho nores por part e del est ado. No es así. Los albañiles -de quien se t rat a- a lo largo de lo s sig los no han cesado de perder jerarquía dent ro de lo s sist emas econó mico s en el mundo, sean est os cap it alist as o comun ist as, occident ales u or ient ales. De t al maner a asist imo s ho y a la desvalor izació n de est o s art esanos excepcio nales, cuyo o ficio es uno de los más co mple jo s y d ifíc iles de aprender. S i hay alguna duda acerca de est a afir mació n, invit amos a cualquier lect o r sin exper iencia en la t area, que int ent e revocar una pared (co n revoque grueso , para no hablar del fino o los t erminado s especia les que un med io ofic ial albañil efect úa co n velo cidad y prec isió n). Lo s que hist óricament e fueron co nst ruct ores de felic idad p ara sus seme jant es ( ¿q uién puede negar la alegr ía que se sient e al acceder a la casit a propia?), son cat alo gado s sin embargo , en la valor ació n pública, co mo uno de lo s sect o res sociales de menos imp ort ancia - 328 -

eco nó mica. Y mu y pocos padres, ho y, recomendar ían a sus hijos que abr acen la act ividad de lo s albañ iles para defender su fut uro . Inclu so los especia list as t eóricos de la const rucció n – maest ro s mayor es de o br as, arquit ect o s- pasan ho y en d ía po r ser mie mbros de un franja so cial de dudosa pro sper id ad y re lat ivament e o paco prest igio. Pero, ¿fue siempre así? Const ru cto res de cated ra les En la cat edral de Amiens ( Francia), los ret ratos del o bispo fu ndador y lo s t res “maest ros de obra” est án escu lp ido s en már mo l blanco so bre el már mo l negro del cent ro del laber int o. Los rodea la siguient e inscr ipció n: “E n el año de gracia d e 1220 se inició la edificació n de est a ig lesia. E l o bispo de est a diócesis era Évrard; y el rey d e Francia, Luis, hijo de Felipe Augusto . El maest ro de o bras se llamaba Maest ro Robert de Luzarches, luego vino Tho mas de Cor mo nt y después de ést e, su hijo Renaud”. 1 ¡Ju nt o a lo s no mbres del o bisp o y del rey... el de lo s co nst ruct ores! Segú n las crónicas, ya desde el sig lo VII exist ían en Sev illa co rporacio nes de “machios” (“albañiles”, “hacedores”), cu yo maest ro recibía su pod er d irect ament e del re y. Est as co rporacio nes so lían po nerse generalment e bajo la d irecció n de un canó nigo del capít u lo.

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Trabajaban en ellas numero sos obrero s, a quienes se les pag aban salar io s de buen nivel, acorde con la impo rt ant e responsabilidad que t enían. La pert enenc ia a est as aso ciacio nes const ruct oras era cu idad a celo sament e. La canció n de gest a “Cuat ro hijos de Aymo n” narra que el noble Renaut de Mont auban, para exp iar sus culpas, se enro la co mo vo lunt ar io en la co nst rucció n de la cat edral de Co lo nia. Pero pro nto recibe una p aliza, y es arrojado al Rin por los co nst ruct ores pro fesio nales, irr it ados por esa “co mpet encia desleal”. Exist ía u na verdader a escuela d e d iscipulado en el o ficio. Los más jó venes empezaban t ranspo rt ando piedras y o t ro s mat er iales en las cant eras y las obras. Luego aprend ían a desbast ar los bloques; más t arde a hacer mezclas de yeso y mo rt ero , se o cupaban del mant enimient o de las herramient as y manejaban lo s aparat o s acceso r ios. De acuerdo co n ello, y co n mucho esfuerzo , se iban calificando para los o fic io s super iores. Pocos maest ros est aban dispuest os a comp art ir sus secret o s, y lo hacían só lo co n los mejores. “Ulti mo orejón” Es ciert o que el t rabajo de aquello s albañiles legend ar io s, que fueran capaces de const ruir Co lo nia o Not re Dame, era en gran p art e muy dist int o al de lo s act uales. Part iendo de que se t rabajaba habit ualment e con p iedra, y d e que ent re las fu ncio nes del albañil - en dos - 330 -

de su s esp ecia lizacio nes- est aban las de t allar y esculp ir lo s genia les decorados de est os monument o s. Eran pues, en algu no s casos, genu ino s escult o res, que dot aban a su s o bras de u na belleza y magnificencia capaces d e est remecer al co nt emplado r. Pese a ello, la t area de lo s albañiles act uales no es meno s d ifíc il, met icu lo sa, y hast a creat iva. En nu merosas o casio nes los o ficia les y medio o ficia les deben reso lver, so bre la marcha, sit uacio nes co mplejas qu e no habían sido previst as en lo s pro yect o s, part icu lar ment e en lo que se refiere a la co mb inació n de lo s mat er iales. No por ello reciben mayor aprecio de la op inió n co lect iva, co mo se ha señalado más arr iba ya. ¿A q ué se debe est e descenso del prest igio social de est a act ividad ? “Noso t ro s so mo s el ú lt imo orejón del t arro”, no s dijo ciert a vez u n albañil cordobés, co ment ándo no s las dificu lt ades salar ia les por las que pasaba su gre mio . Mucho s de lo s fact ores de est e ret roceso est án segura ment e relacio nado s co n lo s parámet ro s de la so ciedad cap it alist a, do nd e u na est rat egia co mún consist e en la desvalor izació n deliberada de algu no de lo s co mpo nent es del sist ema product ivo , para ext raer ma yo res ganancias para lo s otro s. Est e pro gresivo desgast e no hubiese sido posible, sin embargo , sin la invo lunt ar ia, es ciert o, pero corrosiva pérd ida de la aut oest ima surg ida en el seno mis mo de est o s trabajado res art esano s. Qu izá e l ind ividualis mo pro pio del o fic io, cont r ibuyó de maner a progresiva para - 331 -

el d et er io ro de la va loració n propia. Lo cierto es que po cas act ividades exist en t an po co apreciadas por sus mis mo s su st ent ado res. Creemo s que se hace necesar io una revalo r izació n de est e ant iquís imo o ficio . Tant o por una cu est ión hu man it ar ia, co mo de just icia. Pero t ambién por la salud est ét ica y la ca lidad de vida de la humanidad. Cada vez se ven menos co nst ruccio nes elaboradas con art e, y en camb io , surgen por todas part es feís imas est ruct uras de mat er iales premo ld eados, hierros, vidr io s y plást ico, co lo cados en mu chos casos sin el meno r co nciert o. (Publicado en La Razón del C onsu midor , mar zo de 1 999.) 1 Los últimos misterios del mundo. Reader ´s Digest. Divis ión libr os. M éx ico, diciembr e de 199 8. Pág. 76.

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Definición del amor Para el Día Internacio nal de la Mujer Kier kegaard consideró que el amor es simplement e una ilu sió n creada por la apet encia sexual. La at racció n de lo s cuerpo s, según el filóso fo , es encubier t a por fabu lacio nes e innumerables art ific io s del pensamient o, para present ar la de una manera su blime. Max Heindel po r el co nt rar io señaló que en el amor “pr imero se enamo ran las almas”. Segú n est e filóso fo del sig lo XIX, el acercamient o sent iment al de dos personas se su scit a po r haber se “reconocido” esas almas co mo afines. Obser vando la co nduct a de lo s hu mano s enamorados y las de lo s perro s en celo , no s sent imo s t ent ado s a darle razó n al filóso fo exist encia list a. Una insist ent e int u ic ió n no s inclina sin embar go a co nsid erar con mucho aprec io la afir mación del filó so fo ro sacruz. Personalment e no s parece que el amor es una co mbinació n equilibrada de t res concept os: at racción mut ua, respet o, responsabilidad. La pr imera es imprescindible, pues si forma p art e de la nat uraleza no hay razón para exclu ir la. La segunda y la t ercera adqu ieren cr ecient e valo r en caso de concert ar, de co mú n acuerdo , la co ncr eció n de ese at ract ivo en pareja.

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Pues un fact or ineludib le d e la sexualidad es la pro creació n. Est imar la en su aspect o orgásmico únicament e la mut ila, co nvirt iéndo la en mo nst ruo sidad. Cuando u na relac ió n sent iment al engendra hijo s, asu mir co n respet o, alegr ía y respo nsabilidad esos víncu lo s de po r vida... Est e para mí es el r equisit o esencial par a que nuest ro s sent imient os pueden deno minar se co n propiedad “amor”.

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Jesús y las mujeres En el largo Evangelio de Va lent ino, Jesús inic ia su enseñanza a los d iscíp ulos pr iv ilegiando a Mar ía Magd alena: “Eres dichosa, Mar ía, y yo t e inst ruiré de to do s los mist er io s concer nient es a las reg io nes super io r es”. Ensegu ida, reafir ma: “Hab la co n sincer idad, t ú, cuyo co razó n est á más end erezado que el de to dos t us her mano s hacia el Reino de los C ielo s”. Tal t rat amient o, sin du da preferencial, mo lest a a San Pedro quien, seg ún est e mismo E vangelio, más adelant e prot est a: “...Y Pedro se adelant ó, y dijo: Señor, no per mit as hablar sie mpre a est a mujer, porque ocupa nuest ro puesto y no no s deja hablar nu nca. “Y Jesús d ijo a su s discípulo s: adelánt ese y hable aquel en quien o bre la fuerza de la int eligencia”. E l evangelist a Valent ino es quien const ant ement e dest aca la part icipació n de las mujeres, encabezadas por Mar ía Magd alena y Mar ía Madre de Jesús, en el proceso de enseñanza po st er ior a la Resurrecció n. Según est e, Jesús habr ía per manecido en el mundo un ext enso per io do después de su Resurrecció n. Y lo habr ía usado para su st anciar la Co munidad Or iginar ia, co mpart iendo co n lo s discípulo s el Cono cimient o Super ior. No es el único en señalar est e aspect o (la vit al part icipació n de mujer es ent re las co nduct oras del - 335 -

pro ceso ). Ot ro s evangelist as co mo Felip e, To más, o el del lla mado “E vangelio de Mar ía”, muest ran clarament e un pro t ago nismo inusual de las mujeres en la conducc ió n co mu nit ar ia. Pero ningu no de esos Evangelio s int egra la po st erior ed ició n de La Biblia, basada en t ext o s seleccio nados po r la Ig lesia Ro mana. Est e grupo de poder, impuest o t ras algo más de 200 año s de lu chas -a veces sangr ient as- ent re los propio s cr ist iano s, desechar ía cuid ado sament e aqu ellos escr it o s do nde se co locaba a las mujeres en igualdad de derecho s co n lo s varo nes. El rol de “san ” Pab lo Ningu no de est o s evangelio s - lla mados “apócr ifo s” por el po der o fic ial eclesiást ico t res siglos después-, mencio na a Sau lo de Tarso ni a su su puest a conver sió n. Las Cart as del llamado “apó st ol Nº 13”, son sin embargo inclu idas en el “canon” romano. Su profu sa ut ilizac ió n po st er ior, permit e afir mar incluso que la co nst rucció n del sist ema organizat ivo eclesial moder no, y su plat afor ma co ncept ual, reposan en su mayor po rcent aje so br e las id eas de Pablo . A lo largo del ocult ado Evangelio de Valent ino Jesús habla só lo de 12 apó st oles. Est o deja a Pablo clarament e fuera d e aquella Iglesia Or ig ina l, est ablecida d irect ament e po r El Mesías. En camb io mencio na

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co nst ant ement e a Mar ía Magda lena, Mar ía Madre de Jesús y a ot ras mujeres. (En o tro art ícu lo especial no s o cuparemo s de Pablo , co nt inue mos ahora con el ro l femenino en la Iglesia o rganizada po r Jesús.) Hemo s le ído un sing ular est udio, efect uado por un mie mbro act ivo de la Iglesia Cat ó lica de EE.UU., donde se afir ma que inc lu so los E vangelio s canónicos, fuero n “r et o cado s” por la jerarquía eclesial ro mana. * Y una de las co nsig nas pr inc ipales -según ese est udio- fue quit ar a las mu jeres su espacio igualit ar io en la comunidad. E l cual, segú n do cument o s ant er iores, fuera inst it uido por el mis mís imo Jesús. La invest igació n arg ument a ext ensament e acerca de que el E vangelio de San Ju an -ú nico que mencio na a un “d iscípu lo prefer ido ”-, habr ía sido adult er ado. Pues no se t rat aba de un ho mbr e, sino de una mujer: Mar ía Magd alena. E lla habr ía sido pues, la discípula prefer ida de Jesú s. Respet ar co mo venía t ranscr ibiéndo se el t ext o evang élico imp licó durant e sig lo s acept ar la igualdad ent re ho mbres y mu jeres de u n modo irrefut able... Ent onces, simplement e, los jer arcas consolidados o rdenaro n su mo dificació n. Y en las po st er iores ed icio nes eclesiást icas, la discípu la, Mar ía Magdalena, se t ransfo r mó, por art e de los escr ibas, en “el discípulo ”: Juan. En cambio , se dio t oda la fuer za del poder acumulado en Ro ma a la co ncepció n machist a de “san” Pablo: - 337 -

“S ed imit ado res mío s, co mo yo lo so y de Cr ist o”, dice Pab lo , para asegurar, más adelant e que: “la cabeza de to do varó n es Cr ist o ” y “la cabeza de t o da mujer es el varó n”. Por esto, el varó n pu ede exhibir co n o rgullo su cabeza, mient ras que la mujer no ; por el co nt rario, debe cu br ír sela co n u n velo. Y si no es capaz de cumplir con est e mandat o masculino ... pues bien, “que se la rape”, o rdena “san” Pablo. ¿Hace falt a algú n co ment ar io sobr e el machis mo de Pab lo ? Pues bien, so bre est as piedras - y no sobre la de Pedro - se fu ndó lo que llama mo s ho y “iglesia Cat ólica”. La cu al, según nu est ra mo dest a opinió n, difiere, en gran cant id ad de aspect o s esenciales, de la verdader a Ig lesia d e Jesús. Mas ho y no s limit aremo s a señalar só lo est e, que nos pareció de esp ecial relevancia. * Ra món K. Jusino. M.A. “Mar ía Magda lena : ¿Aut or a del Cuar to Evangelio?” http ://r a mon_ k_ jus ino.tr ipod.com/

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Quipu E dit or ia l http :// www. qu ipu edit or ial. com.ar Sept iembr e de 200 9

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