Carlos Fonseca

  • November 2019
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Carlos Fonseca, la leyenda y el hombre * Su famosa denuncia desde la cárcel cuando ingresó con Tirado López, explorando la idea de organizar al Partido Sandinista * Su marxismo, el génesis de la pluralidad insurreccional, su rechazo al terrorismo y la amargura de las divisiones * Su estancia en Cuba donde nunca vio a Fidel, el imperativo de su regreso y el encuentro con la muerte Jesús Miguel “Chuno” Blandón Foto Durante los años 50 con su compañero del Instituto de Matagalpa, José Ramón Gutiérrez. ARCHIVO / END En su célebre trabajo “Desde la cárcel yo acuso a la dictadura”, en 1964, Carlos llama a una amplia alianza de todas las clases contra el somocismo, incluyendo a los adinerados. Dice que la propiedad privada debe jugar un papel importante en el progreso de Nicaragua. Habla de formular una ideología revolucionaria nacional. Afirma que él no es marxista dogmático. Elogia al Dr. Pedro Joaquín Chamorro, a quien escribe una carta definiendo su pensamiento como revolucionario antiimperialista y popular. Ésta es exactamente la plataforma de gobierno con la cual la tendencia Insurreccional o Tercerista se preparó para la toma del poder, en 1979. Carlos: un símbolo Cuando la revolución emergió triunfante, en 1979, necesitaba un rostro limpio, un guía que iluminara el camino y unificara. La imagen de Carlos se fue elevando hacia el infinito, tornándose etérea, mítica, inalcanzable. Carlos era el tayacán vencedor de la muerte. “No soy marxista dogmático” Carlos Fonseca escribió su famosa proclama desde la cárcel, cuando estuvo preso en La Aviación, en 1964. En ella se proyectaba como un demócrata sandinista, y hacía un llamado a toda la oposición a unirse contra el somocismo. Veamos lo que dice el jefe guerrillero nicaragüense: “A mí no me extraña que los órganos de la propaganda somocista, como Novedades, tuerzan y retuerzan el modo de pensar de las personas que, como yo, forman parte de la oposición. Doloroso me resulta el tuerce y retuerce de las opiniones… cuando parte, precisamente, de un diario antisomocista. Sigue diciendo Carlos: “Éste es un reflejo de la división, de la lamentable división, que cunde en las filas opositoras. Desde hace tiempo, ha secundado la propaganda en que se me describe como militante comunista, como adicto al marxismo leninismo y eso es falso”. Luego, agrega: “Porque no soy marxista leninista… en 1961 hice llegar, desde Tegucigalpa, una carta al Dr. Pedro Joaquín Chamorro. La carta fue leída por él, y en ella yo expresaba mi pensamiento revolucionario, antiimperialista y popular”. “Un pretexto

que se ha utilizado para atribuirme un pensamiento marxista dogmático, es mi folleto “Un nicaragüense en Moscú”… es absurdo el pretexto. Reconocer determinados aciertos del régimen soviético no es argumento serio para considerar comunista a una persona”, afirma Carlos Fonseca. “En el folleto mencionado, sostengo con todas sus letras, que la propiedad privada debe jugar un papel importante en el progreso de Nicaragua”. Más adelante expresa: “En mi pensamiento acojo la médula popular de las distintas ideologías, del marxismo, del liberalismo, del socialcristianismo”. “La interpretación marxista de los fenómenos sociales… la interpretación liberal de los fenómenos políticos, su defensa del individuo… es posible utilizarlos para impulsar la militancia de los ricos contra el gobierno somocista. A la doctrina social cristiana también considero que debemos extraerle la médula popular”. Después sigue diciendo Fonseca Amador que “cuando recuerdo las jornadas que libramos en el movimiento estudiantil un compañero liberal como Denis Martínez, un compañero socialcristiano como Manolo Morales y un radical como yo, es cuando cobra vida en mí la posibilidad de formular una ideología revolucionaria nacional”. “Juntémonos. Formemos el movimiento de nuestra generación: el partido sandinista. “Creo que debemos criticar sin odio --expresa-- y con espíritu constructivo, los errores que han cometido conservadores, liberales, comunistas y demás integrantes de la oposición”. Luego, Carlos hace un ferviente llamado: “Creo que debemos profundizar en el estudio de la experiencia sandinista y de los demás documentos del gran héroe, lo cual servirá para guiarnos más certeramente en la lucha patriótica”. (Carlos Fonseca, Obras. Tomo 1, Bajo la bandera del sandinismo. Desde la cárcel yo acuso a la dictadura, pp. 231 a 236. Editorial Nueva Nicaragua, 1982). Un líder continental El comandante Víctor Tirado López estuvo preso con Carlos en la época cuando éste escribió su proclama contra la dictadura y, opina que éste es uno de los trabajos más importantes que escribió Fonseca, porque en él se sientan las bases de lo que sería la insurrección de 1979. “Carlos hace un llamado a todas las clases sin sectarismos para derrocar al somocismo”, dice Tirado. “Después de eso se convirtió en un líder continental”, expresa. Por su parte, el comandante Jaime Wheelock, quien convivió con Carlos en Cuba, en los años 70, afirma: “Carlos se había apegado cada vez más a la idea de que Sandino era más importante que cualquier cosa. El pensamiento y la acción de Sandino fue siendo para él más importante, en la formación de los combatientes, que las mismas ideas marxistas. Carlos clandestino en Cuba Cuando el comandante Fidel Castro vino a Nicaragua se lamentó de no haber recibido nunca a Carlos Fonseca. Pero tampoco recibieron a Carlos los principales dirigentes del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, ni del Departamento América, como Ramiro Valdés o Manuel Piñeiro. Cuba estaba en los años más difíciles, y su relación con

la Unión Soviética y el PCUS era más estrecha que nunca. La Unión Soviética nunca tuvo relaciones con el Frente Sandinista, sino que reconocía al Partido Socialista y su lucha sindical. El ambiente político internacional, en esos años, no era favorable a los movimientos guerrilleros latinoamericanos. En 1967, con la muerte del Che Guevara en Bolivia, la alternativa guerrillera prácticamente desaparece en el continente. El triunfo electoral de Salvador Allende, en Chile, y la aparición de los líderes militares nacionalistas Juan Velasco Alvarado, en el Perú, y Juan José Torres, en Bolivia, en 1970, fortalecen la idea de que se puede acceder al poder por otros métodos que no sean los guerrilleros. La lucha sindical gana terreno. Contra el terrorismo Por su parte, el comandante Jaime Wheelock, quien estuvo con Carlos en Cuba, en los años 70, nos dice que “Carlos Fonseca afirmaba que el Frente Sandinista no era como los movimientos guerrilleros que habían nacido al calor de la revolución cubana. Sostenía que el FSLN era algo diferente, que revivía la lucha patriótica de Sandino, anterior al triunfo de Castro, que siempre había estado presente en el alma del pueblo nicaragüense. Carlos se oponía a la práctica de métodos terroristas, torturas, ajustes de cuentas, ajusticiamientos, secuestros y otras acciones que dañarían al pueblo. Afirmaba que tales actividades concitaban el rechazo de la población y restarían simpatías del movimiento”. “En cambio, aceptaba los actos de recuperación en los bancos, como forma de obtener fondos para mantener a la guerrilla. Los secuestros de aviones para liberar prisioneros, sí estaban contemplados entre los métodos de lucha. Él era muy cuidadoso en aplicar las normas morales”, finaliza diciendo el comandante Jaime Wheeelock Román. Lo mismo dice el Ing. Julio Mayorga Portocarrero, también compañero de lucha de Carlos. La ausencia de Nicaragua Por otro lado, la ausencia de Carlos de Nicaragua, desde 1969, hizo que su figura de líder se fuera desdibujando, poco a poco. Van saliendo combatientes jóvenes que nunca lo conocieron. Ellos se hacen cargo de las estructuras clandestinas. Esta situación se acentúa aún más cuando caen los miembros de la Dirección Nacional Oscar Turcios y Ricardo Morales Avilés, sobre todo este último, que mantenía una estrecha relación política con Carlos y Humberto Ortega, miembros de la Dirección Nacional que estaban en Cuba. Al producirse el golpe de diciembre de 1974, en la casa de Chema Castillo, emerge a los primeros planos del ámbito nacional e internacional, la figura del Comandante Cero, Eduardo Contreras. Era el primer golpe triunfante de una organización guerrillera latinoamericana que se producía en muchos años.

Con su llegada a Cuba, con los prisioneros rescatados, lo rodea de una atmósfera de prestigio a nivel mundial. Era el líder de las generaciones emergentes dentro del Frente. Es recibido inmediatamente por las más altas autoridades cubanas, como Ramiro Valdés, Manuel Piñeiro, e inclusive Fidel Castro. “Los cubanos lo convierten en un ídolo”, afirma el comandante Víctor Tirado. Surge la idea de que la gente joven puede realizar acciones espectaculares sin la participación del viejo liderazgo. Eduardo Contreras y su gente se niegan a reunirse con la vieja dirección que está en La Habana y quieren tener otros mandos. Finalmente, Calos Fonseca sabe manejar las contradicciones y llegan a un entendimiento, pero en Nicaragua, sobre todo dentro del FER, comienzan a escucharse voces que dicen que Carlos ya está viejo, que ya jugó su papel y que el FSLN no puede darse el lujo de tener un embajador en Cuba. El Dr. Vicente Baca Lagos, que fungía como Secretario General del FER en los años 70, y actualmente es profesor de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad Complutense de Madrid, relata que Pedro Aráuz Palacios sostenía que Carlos Fonseca tenía que volver al país como militante de base, a ganarse un puesto en la dirección. En tanto, el Lic. Leonel Espinoza, quien en los años 80 se desempeñaba en el estratégico cargo de jefe del Departamento de Agitación y Propaganda del FSLN (DAP), nos dice: “En agosto de 1974, yo fui el encargado de reunir a los comandantes Henry Ruiz, Pedro Aráuz, comandante Tomás Borge, Eduardo Contreras, comandante Víctor Tirado y Germán Pomares, y los llevé a una casa, en Las Jagüitas, donde actuaba como responsable Leticia Herrera. Allí se planeó el ataque a la casa de Chema Castillo. De esa reunión salió el documento de la Guerra Popular Prolongada y todo contó con la aprobación de Carlos Fonseca y de Humberto Ortega, miembros de la Dirección que estaban en La Habana”. Relata Leonel Espinoza: “Hasta ese momento, había consenso”. Guerra popular prolongada En 1974 se recrudece la represión en todo el país y más combatientes siguen muriendo. Se forma en La Habana un grupo de estudios que analiza la situación, y concluye que hay que pasar del combate contra el imperialismo, al derrocamiento de la dictadura somocista, enemigo inmediato del pueblo nicaragüense. Así comienza a forjarse la teoría insurreccional. En este grupo de estudio participan Carlos, Humberto Ortega, Jaime Wheelock, Doris Tijerino, Manuel Morales, Camilo Ortega, Edgard Murguía y otros. En Cuba, los combatientes ya no sólo se entrenan en la lucha guerrillera en las montañas, sino también para la guerra convencional. “Cuando Eduardo Contreras regresa a Nicaragua, se dispone a construir su propio liderazgo en el Frente. Él y Pedro Aráuz acuerdan desconocer a Carlos. Entonces Fonseca decide retornar a Nicaragua”, nos dice

el comandante Tirado. Humberto Ortega y Jaime Wheelock vienen a Centroamérica, y las teorías insurreccionales chocan con la tesis de la guerra popular prolongada. Comienza la división del Frente en tres tendencias: GPP, Proletarios e Insurreccionales. La crisis se acentúa aún más cuando el Comandante Cero, Eduardo Contreras, se pliega a la tendencia Insurreccional. En medio de la discusión, la GPP llama a Carlos para que arregle las contradicciones. La crisis le permite a Carlos que lo reciban reconociéndolo como Secretario General y no como militante de base. Viene a organizar la conducción revolucionaria. Carlos se ve inmerso en un problema interno que no esperaba. Pedro Aráuz era un hombre duro. Carlos también era duro. Lo demostró toda su vida. Pero, además, era un poeta, un caballero andante de la revolución. La reunión Aunque, en un principio, Carlos lanza fuertes críticas contra los líderes de los Terceristas y Proletarios, luego comprende que el Frente dividido no tiene futuro y decide irse a la montaña, donde planea realizar una reunión, a la que asistirían Humberto, Daniel, Eduardo Contreras, Carlos Agüero, Víctor Tirado, Plutarco Hernández, Pedro Aráuz y Henry Ruiz. El viaje de Carlos a la montaña nos recuerda el viaje de Sandino a Managua, cuando se reúne con sus generales para decirles que va a Managua a buscar la paz o la muerte. Los veteranos sandinistas salen llorando de la reunión, según una crónica de la época. Así Carlos va, inicialmente, en busca de Henry Ruiz para planear con él la otra reunión al máximo nivel y, en ese empeño, lo sorprende la muerte. Vicente Baca Lagos, Secretario General del FER, le entregó los originales de este libro a Carlos Fonseca, en 1976, en casa del Dr. Mario Flores Ortiz, en presencia también de Iván Montenegro y Pedro Aráuz. Al ver el homenaje que se hacía a Uriel Sotomayor, Báez Bone, Pablo Leal, Rivas Gómez, Ubilla Baca, etc. se entusiasmó. “Decile a Chunito que tiene que terminar el trabajo, que es una tarea que le encomendamos”, dijo Carlos. Vicente arregló una entrevista entre Carlos y yo para las próximas semanas. Pero, en la mañana del 9 de noviembre de 1976, pasé por el mercado central de León comprando Novedades. Lo vi. Allí estaba Carlos con su cuello truncado. Sus ojos sin vida. Me senté a llorar en la acera. Todo había terminado. Sólo me quedaba su recuerdo. Su mirada triste de niño abandonado, refugiado tras el humilde vestido de su madre.

Caminé sin rumbo y, en la noche, me fui a la Universidad, a la velada fúnebre. Allí estaban decenas de estudiantes gritando su nombre y aplaudiendo. Comprendí que Carlos estaba, finalmente, como lo soñó: sentado a la diestra de Sandino, en las páginas de la historia.

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