CA L E N TA M I E N TO
GLOBAL
¿Qué planeta vamos a dejar a nuestros niños? Actuar hoy contra el cambio climático supone garantizar el futuro de la sociedad y, de esta manera, garantizar los derechos y el bienestar de la infancia
El mar está cambiando de color
¿No todo está perdido?
El cambio climático está afectando al fitoplancton marino, lo que altera el espectro de luz solar reflejada
La investigación de la NASA confirmó que durante los últimos 20 años la tierra es más verde que a finales del siglo XX.
SUMARIO
¿Qué planeta vamos a dejar a nuestros niños? El mar está cambiando de color ¿Qué haces tú contra el cambio climático? La Tierra es más verde que hace 20 años
¿Qué planeta vamos a dejar a nuestros niños? Safira solía pasear por el paseo marítimo al salir de la escuela. Tenía tiempo para disfrutar del olor del mar hasta que terminaban sus hermanos pequeños. Les recogía y juntos iban a su casa a hacer los deberes. Sus padres trabajaban en una fábrica seleccionando y envasando arroz, que luego era exportado a diferentes lugares del mundo. Así era su vida cotidiana. Era, fundamentalmente, feliz. Pero ya no existe el paseo. Ha sido inundado por el nivel del mar. No son los paseos lo peor que ha perdido Safira:
la envasadora de arroz tuvo que cerrar, pues las crecidas del mar devastaron la cosecha, y sus padres perdieron el trabajo. Safira y sus hermanos tuvieron que cambiar de escuela y dejar las actividades extraescolares. A su hermano pequeño le cuesta respirar más que antes. Además, han comenzado a sentir el rechazo por vivir de las ayudas sociales: quienes antes les llamaban amigos, ahora les echan en cara ser extranjeros. Esta historia no es real, pero podría ser la de una chica
marroquí dentro de tan solo 20 años en, por ejemplo, Valencia. En nuestro país no es una realidad, pero sí lo es ya para muchos niños de las islas del Pacífico, las costas del Índico y del Caribe. En efecto, los científicos expertos han mostrado evidencias sobre los efectos del cambio climático en nuestros mares y costas. Según las predicciones del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), el nivel del mar se elevará un extra de 26 a 98 centímetros para el año 2100. Y si la tasa de
derretimiento de Groenlandia continúa al mismo ritmo (está en los niveles más altos en al menos 450 años, según un estudio aparecido en la revista Geophysical Research Letters), la elevación del nivel del mar será mayor. Son muchos los que hablan de que el nivel puede aumentar en unos dos centímetros en tan solo tres décadas.
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El cambio climático es uno de los principales desafíos para la población mundial, especialmente para los niños, niñas y adolescentes, que están en desarrollo y tienen una especial necesidad de bienestar y protección. Las consecuencias directas de este fenómeno implican pérdida de suelo, de cosechas y de recursos alimenticios. Pero también tendrá consecuencias en la salud y en la educación, en especial de niñas y niños. Son, como siempre, los más vulnerables y los más perjudicados, pese a ser los más alejados de las causas y decisiones que provocan todo. España es uno de los países europeos más vulnerables al cambio climático. 2016 fue el cuarto año más caluroso del que se tiene registro, las lluvias se redujeron un 20% y la temperatura media aumentó en todo el país. Olas de calor, incremento de las temperaturas, sequías, aumento del nivel del mar o disminución en la disponibilidad del agua son solo algunos de los efectos en nuestro país. Si no se toman medidas, durante los próximos años estos fenómenos aumentarán tanto en frecuencia como en intensidad. Como alertamos en nuestro informe El impacto del cambio climático en España, este fenómeno tiene consecuencias directas sobre la salud de los más pequeños, con problemas respiratorios o aumento de alergias, pero también sobre, por ejemplo, el uso recreativo que se hace de ríos, mares, y otras masas de agua.
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Y aún podría ser peor. Niños y sus familias tendrían que migrar de nuestro país en busca de nuevas oportunidades. Pasarían a formar parte de los millones de personas llamados “migrantes climáticos”. ¡Qué manera tan aséptica de mencionar a los expatriados, a los desterrados a los expulsados! Según el nuevo informe del grupo del Banco Mundial, presentado el pasado mes de marzo, el impacto del cambio climático en África subsahariana, Asia meridional y América Latina podría provocar que, en el año 2050, esas tres regiones deban hacer frente a 140 millones de desplazados internos. Esto supondría una amenaza para el desarrollo de muchos países.
“El cambio climático tiene consecuencias directas sobre la salud de los niños, pero también sobre el uso recreativo que se hace de ríos, mares, y otras masas de agua”
“Quienes son menos responsables del problema son los que más sufren las consecuencias”
Los insostenibles patrones de producción y consumo de una parte de la humanidad están impactando de una manera desigual en todo el mundo, y quienes son menos responsables del problema son los que más sufren las consecuencias. Este impacto varía en función del área de residencia, género, edad e ingresos económicos, pero los más vulnerables son los que quedan especialmente desprotegidos. Tenemos la evidencia. Trabajamos de manera constante para no dejar pasar cada oportunidad que tengamos de poner a los niños y niñas en el centro de las políticas de mitigación y adaptación al cambio climático. Para ello, tenemos una doble oportunidad: la Conferencia de las Partes (COP) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), que este año se celebrará en Polonia en diciembre, y la futura Ley de Cambio Climático y Transición Energética.
Actuar hoy supone garantizar el futuro de la sociedad y, de esta manera, garantizar los derechos y el bienestar de la infancia española y del resto de países y territorios. Consolidaremos así los avances logrados y lograremos prevenir los riesgos e impactos del cambio climático. Trabajamos en cada posibilidad de evidenciar el triste o imposible mundo que podríamos estar dejando para nuestras niñas y niños. Trabajamos para que la historia de Safira no pase de ser una fantasía.
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Para finales de siglo, gran parte del mar habrá cambiado de color. El fitoplancton marino, la base de los océanos, está sufriendo el impacto del cambio climático, alterando su composición y distribución. Estos organismos usan clorofila para sintetizar la energía solar, siendo responsables de la porción verde del agua. Ahora, un estudio ha elaborado un modelo sobre cómo será el color de los océanos a lo largo del siglo según le vaya al fitoplancton. Con el calentamiento, los mares seguirán siendo azulados o
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verdosos, pero con nuevas tonalidades. Y el cambio de color indica toda una cadena de cambios en la vida marina. El mar es azul porque refleja la luz azul. Cuando los rayos solares inciden sobre las moléculas de agua la mayor parte del espectro de la luz (el arcoíris en el que se descompone) es absorbida. Solo la banda del azul (en torno a los 443 nanómetros de la longitud de onda) rebota y, como sucede con el cielo, el mar se ve azul. Pero no es un color puro, en realidad todo son tonos de
El mar está cambiando de color
“Los océanos seguirán siendo azules, aunque habrá variaciones en el tono entre el azul, el turquesa y el verde”
azulados a verdosos, con el turquesa entre medias. Y es así porque en el mar no solo hay agua, también hay plantas, microorganismos y otros tipos de materia orgánica que le dan su paleta de colores. El fitoplancton era, según se consideraba hasta no hace mucho, un conglomerado de algas microscópicas que, como el resto de vegetales, cuentan con un pigmento verde, la clorofila, para
realizar la fotosíntesis. Y esto hace que la luz que más refleje sea el verde, de ahí las tonalidades verdosas de muchas partes de los mares. Aunque ahora los biólogos han complicado las cosas y en ese conglomerado también habría cianobacterias y protistas, todos estos microorganismos viven de la energía que obtienen de la luz y solar y, para sintetizarla, también usan la clorofila, reforzando los tonos verdes. Desde hace unas décadas, la observación desde satélites ha servido para inferir la presencia de clorofila como indicador de la biodiversidad marina. Ahora, un grupo de investigadoras de universidades de EE UU y Europa han elaborado un modelo para estudiar cómo está afectando el cambio climático al fitoplancton y, por tanto, al color del mar. La mayor parte del calentamiento global lo están absorbiendo los océanos. Se estima que, de no hacer nada para reducir las emisiones de CO2, la temperatura media global de la superficie marina suba en 3 para finales de siglo. De ser así, se producirían una serie de impactos en el ciclo de la base de la vida oceánica, el fitoplancton. Bueno, ya se estarían produciendo. “El calentamiento de los océanos altera la circulación oceánica y la porción [de aguas] del océano profundo que emerge a la superficie. El fitoplancton necesita la luz (su fuente de energía) y nutrientes. Y la mayor parte de esos nutrientes viene de las profundidades”, explica en un correo la investigadora del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y principal autora del estudio, Stephanie Dutkiewicz. “Los cambios inducidos por el calentamiento están provocando que lleguen menos nutrientes a la capa superficial, por lo que lo más probable es que el
fitoplancton disminuya en muchas partes del océano”, añade esta experta en la biogeoquímica del mar. Uno de los procesos biogeoquímicos más afectados por el cambio climático es el de la circulación oceánica: conforme a las diferencias de temperatura, las aguas se mueven tanto verticalmente (en profundidad) como en latitud (hacia y desde los polos). Con el calentamiento, esta circulación se está ralentizando, aumenta la estratificación de la columna de agua y se reduce la mezcla de aguas profundas y superficiales. Todo esto explica que la aportación de nutrientes, en particular los macronutrientes, se esté reduciendo. Jefferson Keith Moore, biólogo marino en la Universidad de California en Irvine, publicó el año pasado un estudio en la revista Science sobre los efectos del cambio climático en el fitoplancton y las consecuencias globales de su reducción. También publicó un resumen del mismo en la web del Foro Económico Mundial, Las plantas del mar, como llama al fitoplancton, necesitan, además de sol, nutrientes como nitrógeno o fósforo. Si la circulación oceánica es frenada por el calentamiento global, estos nutrientes no llegarán a la superficie. Aunque el estudio se remite a un escenario temporal algo lejano (el año 2300), sus resultados muestran que, al haber menos plantas, habrá menos zooplancton (animales microscópicos) de los que puedan alimentarse los peces pequeños, que reducirán sus poblaciones, lo que pondría en aprietos a los depredadores más grandes, como delfines, tiburones o humanos. Y todo empezará con un cambio en el tono del azul del mar.
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¿Qué haces tú contra el cambio climático?
Usas botellas reutilizables, bolsas de tela y jabones en pastilla. Separas escrupulosamente la basura y, últimamente, en redes sociales sigues a influencers que guardan sus (contadísimos) residuos en un tarro de cristal. Pero luego la tele te recuerda los fenómenos extremos, la subida del nivel del mar y el descenso del hielo en el Ártico, y miras con desconsuelo tu copa menstrual. Tanto andar en bici y hacer compost, piensas, para nada. El debate sobre si la acción individual es útil viene de largo. Con cada alerta sobre la situación del planeta, medios y blogs se llenan de artículos con “cinco cosas que puedes hacer para luchar contra el
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cambio climático”. Activistas y expertos suelen discutir: ¿sirven para algo? Un ejemplo: el pasado octubre, los científicos alertaron de que urgen medidas “drásticas” y “sin precedentes” para mantener el calentamiento del planeta por debajo de los 1,5 grados. Entonces, la CNN tuiteó lo siguiente: “¿Asustado por el nuevo informe sobre cambio climático? Esto es lo que puedes hacer para ayudar”. Entre otras cosas, la cadena proponía comer un 30% menos de carne y cambiar el coche y el avión por el autobús o el tren. Una periodista estadounidense, Kate Aronoff, respondió al tuit, con sorna, sugiriendo que las recomendaciones deberían ser: “Tomar el Estado. Nacionalizar la
industria del combustible fósil. Disminuir rápidamente la producción. Financiar un programa masivo de empleo para descarbonizar cada sector de la economía”. Con algo parecido ironizaba una viñeta reciente de Flavita Banana en EL PAÍS, en la que, en medio de un paisaje desértico, con árboles y peces muertos, una voz anunciaba: “Te dije que reciclaras, Antonio”. Esas bromas reflejan una postura escéptica, especialmente en círculos de izquierdas, respecto a estos consejos benévolos de instituciones, medios y empresas; la sensación de que el problema se simplifica, de que se coloca la responsabilidad sobre los hombros de ciudadanos y consumidores, y de que,
encima, el sistema finge preocupación pero se lava las manos. Martin Lukacs lo resumía así en un artículo en The Guardian de 2017: “¿Aconsejarías a alguien que llevase un matamoscas a una pelea con armas? ¿Que tratase de sofocar un incendio en una casa con toallas?”. Para críticos como él, algo parecida es esa insistencia de los anuncios publicitarios para que cambiemos las bombillas de casa por otras de bajo consumo mientras el Polo Norte se deshiela. Las campañas centradas en la acción individual viven un auge desde principios de los 2000 (recordemos Una verdad incómoda, el documental de Al Gore que en los créditos finales animaba a los espectadores a reciclar). El libro Ni tan siquiera pienses en ello: por qué nuestros cerebros están hechos para ignorar el cambio climático (George Marshall, 2014) revela algunos problemas de estos planteamientos. Primero, estas campañas pueden transmitir la sensación de que el problema es en el fondo culpa tuya (y los humanos no respondemos bien a la culpa). Segundo, hasta quienes están más concienciados con la amenaza ecológica tienden a hacer solo gestos pequeños que, simultáneamente, les tranquilizan la conciencia y justifican comportamientos poco éticos. Los psicólogos llaman “licencia moral” a este mecanismo, que nos permite, por ejemplo, comprar electrodomésticos eficientes para usarlos mucho más de lo que utilizábamos los anteriores. Hace poco, una comisión internacional de científicos propuso una dieta alimenticia “ideal” para salvar simultáneamente el planeta y la salud del ser humano que consistía en limitar el consumo de carne al equivalente a una
hamburguesa de ternera pequeña a la semana. Este es un ejemplo de que las decisiones de nuestro día a día importan, y mucho. Pero, matizan los escépticos, conviene no distraerse: hacen falta Gobiernos que aprueben y apliquen leyes e industrias, que tomen decisiones sobre consumo a gran escala. Morten Fibieger Byskov, investigador en el Departamento de Estudios Políticos e Internacionales de la Universidad de Warwick (Reino Unido), advierte de que al mismo tiempo que el foco de atención se pone demasiado sobre el individuo, se aparta la responsabilidad de Gobiernos e industrias. Y trasladar la responsabilidad no es la respuesta: “Cuando Donald Trump retiró a EE UU del Acuerdo de París y ciudades de todo el país proclamaron que seguirían cumpliendo los pactos… Es fantástico que estuvieran dispuestas a hacerlo, pero esta postura también permitió al Gobierno de Trump evadir su deber. No creo que sea correcto trasladar la responsabilidad de aquellos que deberían tenerla a aquellos que están dispuestos a asumirla”, dice por correo electrónico. Precisamente la elección de Trump fue lo que impulsó a Kim Cobb, una investigadora de la Universidad Georgia Tech (EE UU) que cree firmemente en la importancia del activismo del día a día, a cambiar su vida de arriba abajo. Los resultados electorales de 2016 le dejaron claro que las políticas contra el cambio climático que deseaba no iban a llegar en un futuro próximo. “Estaba muy deprimida pensando en cuatro años de ataques a la ciencia, de políticas de marcha atrás… Así que decidí abordar yo misma algunas cosas”, cuenta en un mensaje de audio. “El 1 de enero de 2017 me propuse ir en bicicleta a trabajar y caminar con mis hijos al colegio dos veces por semana (antes íbamos en coche). Fue
adictivo —ahora vamos en bici al trabajo y a la escuela cada día— y fue, sobre todo, empoderante. Me di cuenta de que hay toda una forma de vivir que nunca me había planteado, que era muy satisfactoria y que estaba de acuerdo con mis principios”. Siguió por ese camino, tomando un 75% menos de vuelos que antes. Ahora está preparando su casa para que sea 100% solar. Cobb está además implicada en política local y trata de evangelizar a otros en conferencias y en las redes sociales. Circular en bicicleta, reconoce, no es la acción que más impacta en el medio ambiente, pero, como es una decisión diaria y palpable, la ayuda a sentirse motivada y conectada a sus motivos. Bici a bici, insisten los activistas, demostramos a amigos, compañeros o familia que otra forma de vida es posible, porque somos animales sociales e imitamos comportamientos de quienes nos rodean. Antes, Cobb creía que votar era lo único importante para frenar el cambio climático. Ahora está convencida de que no basta. “La política no va lo suficientemente rápido, y aunque consigas elegir a los candidatos que quieres, nada te garantiza que puedan llegar a aprobar las leyes necesarias… a no ser que cuenten con un gran apoyo público. Así que eso, un apoyo del público, es lo que tenemos que construir entre elección y elección. Los políticos deben sentir que han sido elegidos por gente preocupada por el cambio climático y que les vamos a pedir cuentas”.
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La tierra es más verde que hace 20 años según la NASA Un nuevo estudio de la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio (NASA, por sus siglas en inglés) reveló que el mundo es más verde que hace 20 años. La investigación muestra que la actividad humana en China e India dominan la “ecologización” del planeta, mediante la plantación de árboles y la agricultura. La agencia espacial estadunidense señaló que el efecto se debe, de manera principal a los ambiciosos programas de plantación de árboles en China, así como a la agricultura intensiva en ambos países. Los científicos usaron información de casi 20 años del instrumento MODIS de la NASA, que orbita la Tierra en dos satélites, cuyos datos de alta resolución son precisos. El reporte indicó, el enverdecimiento del planeta en las últimas dos décadas representa un incremento en las hojas de plantas y árboles
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equivalente al área cubierta por todo el Amazonas. NASA publica foto del asteroide que podría chocar contra la Tierra En la actualidad, precisó la NASA, existen más de dos millones de millas cuadradas de área de hoja verde adicional por año, en comparación con los primeros años de la década de 2000, un aumento del 5 por ciento. China e India representan un tercio de la ecologización, pero contienen solo el 9 por ciento de la superficie terrestre del planeta cubierta de vegetación”, dijo el autor principal del estudio, Chi Chen. El científico apuntó que, se trata de un hallazgo sorprendente, considerando la noción general de degradación de la tierra en países poblados, debido a la sobreexplotación. La gran contribución de China a la tendencia ecológica mundial proviene
42 por ciento de los programas para conservar y expandir los bosques, a fin de reducir los efectos de la erosión del suelo, la contaminación del aire y el cambio climático. Ahora que sabemos que la influencia humana directa es un impulsor clave de la Tierra ecológica, debemos tener esto en cuenta en nuestros modelos climáticos”, indicó el coautor del trabajo Rama Nemani. Los resultados ayudarán a los científicos a realizar mejores predicciones sobre el comportamiento de los diferentes sistemas de la Tierra, esto ayudará a los países a tomar decisiones precisas sobre cómo y cuándo actuar. A pesar del aumento en el mundo del verdor dominado por India y China no compensa el daño causado por la pérdida de vegetación natural en regiones tropicales como Brasil e Indonesia.
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CA L E N TA M I E N TO
GLOBAL El calentamiento global es un fenómeno que nos incumbe a todos, desde las grandes empresas transnacionales, hasta los negocios locales. En esta edición, la revista abre un apartado para crear conciencia sobre los problemas que actualmente enfrenta nuestro planeta y darnos cuenta que aún podemos hacer algo para frenar nuestra huella desmedida en el ambiente.
“ Cuando veo el desarrollo rápido de mi ciudad natal, no puedo si no preguntarme qué le deparará el futuro al resto del mundo ”