Deseos de ciudad -
por Eli Bravo
jueves, 24 marzo 2005
Entre Caracas y Miami los aviones van llenos por estos días. A
bordo, cuando no intentan dormir o vencer el aburrimiento, los pasajeros hacen otro tipo de viaje desde su asiento. A veces en silencio, otras en voz alta, sus historias reflejan esta marea migratoria latinoamericana que vuela sobre fronteras y enlaza ciudades como si una fuese la continuación de la otra. Rumbo al norte, las incertidumbres y esperanzas. Ahí va el que dejó un sueldo insuficiente para inventarse una nueva vida sin saber muy bien como será, la que tiene un primo dueño de una tienda y piensa que es mejor ser vendedora de fantasías que desempleada a tiempo completo, los que remataron todo lo que tenían y con sus ahorritos se meterán en un lío de créditos que los dejará al borde la bancarrota, el que no aguantaba más la política y dentro de varios años aparecerá en la portada de una revista como exitoso ejemplo de un empresario hispano, la que tampoco aguantaba la política pero igual lleva en su equipaje un decodificador de Direct TV para conectarse a las noticias desde su town house en El Doral. Rumbo al sur, las dudas e ilusiones. Ahí va el que decidió que es mejor pelar en su tierra que ser valet parking en la playa, la que pasará tres semanas en la ciudad para evaluar que tan buena o mala están las cosas y así considerar el regreso pues anda falta de afectos, los que con 10 años afuera y una vida próspera vienen a visitar a los padres y apenas aterricen estarán aterrorizados por la inseguridad y la miseria, el que vive en Coral Gables pero tiene su empresa en Boleíta y ha logrado enchufarse en buenos negocios por lo que siempre dice “las cosas están mal pero a mi me va bien”, la que tenía ocho años sin visitar Caracas y viaja con miedo de encontrarse una ciudad que ya no entienda ni la comprenda. ¿Dónde prefieren estar? ¿Dónde son, o serán, más felices? En las Ciudades Invisibles, Italo Calvino escribe que no tiene sentido dividir las ciudades entre felices e infelices, sino en otras dos: las que a través de los años y las mutaciones siguen dando forma a los deseos y aquellas en las que los deseos o bien logran borrar la ciudad o son borrados por ella. Quizás la gente que viaja a bordo de estos aviones también podría dividirse en dos: los que borraron sus deseos de regresar y los que no logran borrar la nostalgia. Pero ¿regresar a dónde? ¿a la casa, al país, a la patria? Ubicar ese lugar no es tan fácil una vez que se ha salido, mucho menos después que ha pasado el tiempo. Desear una ciudad, como se desea un amor. Sentir la distancia y
las formas del recuerdo y el olvido. En estos tiempos los aviones van llenos de gente que se pregunta dónde se podrá hacer mejor vida, y mientras tanto, los mapas de esas ciudades se van tejiendo con los fuertes hilos del deseo que va y viene.
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