Aparte Del Sector Textil

  • October 2019
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Aparte del sector textil, que es donde se hallaban empleadas la mayoría de las mujeres obreras, la mano de obra femenina se utilizó también en otros sectores. El trabajo de las mujeres en las minas estuvo muy generalizado en los inicios de la industrialización. Aunque su trabajo estaba prohibido en Norteamérica y en Gran Bretaña, desde mediados del siglo XIX, en otros muchos países siguió siendo utilizado. En Escocia, a principios de siglo, unas 2.400 mujeres y niñas trabajaban en las minas de carbón. Empezaban a los siete años. A veces eran las transportistas, es decir, elevaban el carbón hasta la superficie, sustituyendo a caballos y máquinas. En Bélgica y Silesia, las mujeres se empleaban como cargadoras o escogedoras en las minas de hulla. También era numerosa su participación en las fábricas de calzado, la industria del papel y la fabricación de ladrillos y tejas. En España y Francia era frecuente que se encargaran de la fabricación de tabaco; sin embargo, en Gran Bretaña eran rechazadas. También se introdujeron en el sector metalúrgico: en Inglaterra eran mayoritarias en las fábricas de tornillos y tuercas, donde, a mediados del siglo XIX, formaban del 80 al 90 por 100 de la plantilla. Mención aparte merece el sector de la confección, compuesto por mana de obra tradicionalmente femenina, y que experimentó una gran expansión en este periodo. La modistería se concentraba en pequeños talleres, con un personal altamente jerarquizado. En el escalón inferior se situaba la aprendiza, encargada de los recados y de todas las faenas que la patrona le indicaba. En el superior estaba la primera oficiala, encargada de los trabajos más finos de la aguja. Por encima de ellas, la patrona, la dueña del taller, que trataba directamente con las clientas de la burguesía, las únicas que podían pagar el precio que costaba la realización de un vestido. El sector estaba absolutamente desprotegido por la legislación y las jornadas laborales eran abusivas. Normalmente se entraba al taller entre las ocho o las nueve horas de la mañana y, muy a menudo, no se abandonaba hasta medianoche, especialmente en la época de más trabajo. La alta costura de París tenía mucha fama en toda Europa por sus diseños refinados. Sin embargo, era uno de los sectores donde la explotación de las obreras era más feroz. En este ramo también se extendió la confección en serie, realizada enteramente por el trabajo a domicilio. Este trabajo era muy rentable para el empresario, que pagaba unos salarios de miseria sin ningún tipo de control sindical ni estatal. La mano de obra era esencialmente femenina, y se calculaba que a principios del siglo xx existía, como mínimo, en Francia unas 650.000 obreras trabajando en este sector. La aparición de los grandes almacenes produjo una demanda de grandes cantidades de ropa y lencería ya confeccionada. Esta fue una de las razones de la difusión del trabajo a domicilio en las grandes ciudades europeas. Una representante istribuía el trabajo entre las mujeres, pagándolas cuando estaba acabado. Esta forma de trabajo ha sido llamado sweating system, es decir, el sistema que hacía sudar, por ser uno de los modos de explotación más feroces. En la época de los “saldos”, las obreras trabajaban en la máquina desde las cinco de la mañana hasta las diez de la noche. A partir de esa hora trabajaban con la aguja, para no molestar a los vecinos, hasta media noche. Y todo ello para ganar 10 céntimos por pieza. Las obreras de aguja eran las más numerosas dentro de este sector. Pero había también otros oficios, como la zapatería, la relojería, la bisutería de fantasía, las flores artificiales, etc., en los que parte del proceso de la fabricación solía realizarse igualmente mediante el trabajo a domicilio. Durante el s. XIX el trabajo doméstico conoció la época de mayor auge de su historia, hecho relacionado con la consolidación de la clase burguesa y con el crecimiento de las ciudades. Para la burguesía europea, tener un servicio doméstico numeroso y eficiente era

un signo de distinción y de una posición económica sólida. En la Inglaterra de mediados de siglo había un número superior de empleadas en el servicio doméstico que en las fábricas textiles. En Francia, en la misma época, uno de cada tres trabajadores urbanos tenía su ocupación en el servicio doméstico. También existía entre ellos una jerarquía estricta. Había una gran cantidad de especialidades dentro de esta ocupación que cubrían las mujeres (criadas, doncellas, niñeras, cocineras, institutrices, etc.), a diferencia de las pocas ocupadas por hombres (cochero, jardinero, mayordomo, especialmente). Las nodrizas conocieron una gran expansión en el siglo XIX, pero bajo condiciones distintas a las de la época preindustrial. Las familias de la burguesía albergaban a las nodrizas en sus propias casas, por lo que este tipo de trabajadoras formaron una nueva especialidad dentro del servicio doméstico. Así, se podían controlar, de una manera más directa, los progresos en la crianza de los hijos. Muchas veces, las nodrizas urbanas se vieron obligadas a abandonar a sus propios hijos. Entre las clases medias y proletarias también era corriente la utilización de la nodriza, pero enviaban al recién nacido al campo considerando que, fuera de la ciudad, en unas condiciones más saludables e higiénicas, el hijo tenía más posibilidades de sobrevivir. ... continuará...

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