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Introducción.
Situación del texto en la enseñanza de Lacan. Articulación con otros Escritos y Seminarios Sol Aparicio 26 de Octubre de 1991. Seminario del Campo Freudiano Bilbao (España) He dividido la introducción que he preparado para el texto "La dirección de la cura" en tres partes: Una 1a. parte, breve, sobre el contexto histórico en que fue redactado este trabajo; una 2a. parte, donde intento situar el texto dentro de la obra de Lacan y responder a la pregunta: ¿quién era Lacan en ese momento y qué le preocupaba, que lo lleva a escribir este texto?; y una 3, parte en que trato de indicar cuales me parecen ser los puntos principales que Lacan trata en las cinco partes en que él divide su texto. 1a. Parte Se ha dado como título a la primera parte sobre el contexto histórico. ¿Quién es, entonces, en el año 58 Jacques Lacan? En el breve texto que sirve de prólogo a los Escritos, «De nuestros antecedentes», Lacan sitúa en 1951 el comienzo de su enseñanza dentro del campo del psicoanálisis y considera entonces — Lacan en el año 51 tenía ya 50 años, había hecho ya muchas cosas — que todo lo hecho anteriormente corresponde a lo que él llama sus antecedentes, sus antecedentes clínicos‐psiquiátricos. El primer Seminario publicado que conocemos como el Libro I del Seminario data de dos años más tarde, es decir el año 53. Con él se abre un periodo de 10 años durante los cuales Lacan lleva a cabo lo que conocemos como su retorno a Freud. Se trata de un trabajo sistemático de examen de los diferentes conceptos y nociones que constituyen la doctrina freudiana, trabajo que Lacan apoya en una referencia constante a los textos de Freud, por un lado y a la experiencia clínica, por otro. Pero también trabajo destinado a fundar una crítica del psicoanálisis de hoy, es decir en este caso del psicoanálisis tal y como se lo practicaba, teorizaba y transmitía en los años cincuenta. Dentro de esta perspectiva «La dirección de la cura», me parece un riquísimo ejemplo de esta dimensión plural, por así decirlo, que caracteriza la enseñanza de Lacan. Es un escrito a la vez político, técnico y teórico, clínico y ético.
Ese primer período de la enseñanza de Lacan, que abarca, como decía, aproximadamente diez años, podemos considerarlo enmarcado entre dos fechas clave, que marcaron hitos en la historia del psicoanálisis en Francia: 1953 y 1963. 1963 es como ustedes saben la fecha en que ocurre lo que se llama la excomunión de Lacan, me referiré a eso luego. Empecemos por el 53. Es para nosotros la fecha del Informe de Roma; también, se le conoce bajo el titulo Discurso de Roma, es el texto llamado «Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis», texto en el que Lacan postula que el inconsciente freudiano, el concepto de inconsciente tal y como Freud lo entiende, posee una estructura que es el mismo tipo de estructura que la del lenguaje. Ahora bien, 1953 es también y me parece importante recordarlo, la fecha en que se produce una fractura en el seno de la comunidad psicoanalítica francesa conocida como la escisión del 53. Tengamos en cuenta que a partir de 1938 a causa del avance del nazismo, el centro del psicoanálisis se traslada junto con su fundador de Viena a Londres. Pero Freud muere al año siguiente, en el 39. Viene luego inmediatamente después la Segunda Guerra Mundial. De manera que ese mundo psicoanalítico que hasta entonces había sido uno, en Viena, se halló de pronto al terminar la guerra diseminado entre Europa y América, esencialmente Estados Unidos y sobre todo, además de diseminado, falto, de una cabeza que fuese punto de referencia común e indiscutible, o indiscutido. Mientras estuvo en vida, Freud fue el garante de la existencia del psicoanálisis; muerto Freud, comienza el enfrentamiento entre grupos adversos cada cual defensor del verdadero psicoanálisis. Pienso, por ejemplo, en el período de los años 40 en Inglaterra dentro de la Sociedad Británica de Psicoanálisis, lo que se llamó las Grandes Controversias, es decir, la que hubo dentro de la Sociedad Británica entre el grupo de personas que se consideraban discípulos de Melanie Klein y el grupo de personas Que trabajaba con Ana Freud. Se han publicado en estos últimos años biografías tanto de Ana Freud como de Melanie Klein. Se publicó en Inglaterra, además, el conjunto de documentos sobre las Grandes Controversias y si se leen esos textos se ve que cada grupo consideraba que estaba defendiendo lo que era el verdadero psicoanálisis y acusaba al grupo adverso de desviación En vida de Freud es evidente que sólo a él le correspondía distinguir lo que era psicoanálisis y lo que no lo era y de hecho Freud tomó la pluma en más de una ocasión para hacerlo. El primer o de esos textos freudianos es quizás el más importante, es «La historia del movimiento psicoanalítico», Freud lo escribió en 1914 para combatir a Adler y sobre todo a Jung. Luego está el texto autobiográfico de Freud del año 25 donde hace también una historia del movimiento psicoanalítico y yo pondría dentro de la misma lista el texto del año 26, sobre la cuestión del análisis laico, (profano o laico).
En 1914, entonces, Freud reafirma contra Jung qué es lo que constituye «la esencia misma del p s i c o a n á l i s i s » , así lo escribe: Habla entonces del inconsciente, del mecanismo del sueño, de la represión, del complejo de Edipo, de la sexualidad infantil, de la transferencia. Es decir ‐vuelve a definir en 1914 cada uno de los conceptos que hasta entonces habla forjado oponiéndolo a la reinterpretación, a la relectura que ya entonces hacía, de ellos Jung. Es muy interesante leer ese texto porque Freud, para responder a Jung, rebatirle, se apoya en una redefinición de sus propios conceptos. Cabe decir, me parece, que no otra cosa hace Lacan. «El sentido de un retomo a Freud es un retorno al sentido de Freud», dijo Lacan en el año 55 en su texto titulado «La cosa freudiana». Lacan vuelve, en efecto, al texto de Freud, podríamos decir a su letra para reencontrar su espíritu. Me parece que es un tipo de trabajo que corresponde exactamente a lo que hizo Freud en 1914. En ese sentido, «La dirección de la cura» es un texto comparable a «La historia del movimiento psicoanalítico». Encontramos en «La dirección de la cura» al igual que en «La historia del movimiento psicoanalítico» de Freud un reexamen de algunos conceptos. Fundamentalmente de dos conceptos esenciales para la práctica psicoanalítica: la transferencia y la interpretación. Encontramos también una defensa de la importancia del sueño contra la idea que estaba de moda en la época de que un sueño al fin y al cabo no es más que un sueño. Establecía la importancia del sueño, de las leyes que determinan el funcionamiento del sueño y que estructuran el del inconsciente y luego un largo desarrollo que partiendo del deseo en el sueño muestra que el deseo inconsciente forma parte de esa esencia del psicoanálisis de que hablaba Freud y que es la única brújula que puede, quizás debe, orientar el rumbo, la dirección de la cura. De modo análogo a como Freud Io había hecho en el 14 Lacan en 1958 denuncia en la práctica de sus contemporáneos lo que no le parece corresponder a lo que el psicoanálisis es y afirma razonándola, argumentándola, su propia posición. No digo con esto que Lacan diga lo mismo que Freud, lo dice de otra manera medio siglo más tarde tomando en cuenta los avances producidos entre tanto en el campo del saber, en particular la lingüística. El periodo de retorno a Freud en efecto es como ustedes saben al mismo tiempo el período durante el cual Lacan introduce en psicoanálisis la teoría del significante. Pienso que el texto que sirve de referencia ahí es «La instancia de la letra» que data del 57, un año antes que «La dirección de la cura». Bien, básicamente para resumir de qué se trata. De la distinción entre significante y significado; de la idea de que toda significación remite siempre a otra; de que se desliza así a lo largo de una cadena de significantes y de que la significación es un efecto que resulta de la sustitución de un significante por otro. Me parece que en Freud se encuentran muchos ejemplos de éstos, muchos ejemplos de cómo se forman las cadenas asociativas tanto en los casos clínicos de Freud como en les sueños que utiliza en
su libro «La interpretación de los sueños». Y en apoyo de esto quisiera citarles en la obra de Freud, no un texto sino una carta. Una de sus cartas a Fliess que en cierto modo data, por así decirlo, de antes de la existencia del psicoanálisis, del momento que el psicoanálisis está naciendo, puesto que es una carta del 97, tres años antes de «La interpretación de los sueños», que siempre consideramos como el punto de partida o acta de fundación del psicoanálisis por Freud. Es la carta que lleva el número 80 del 29 de Diciembre de 1897. Freud se refiere a un paciente que ha recibido «.... El señor E., a quien ya conoces de oídas, tuvo a la edad de 10 años un ataque de angustia mientras intentaba atrapar un escarabajo, un kafer negro, sin conseguirlo». La palabra alemana KAFER creo que s e p ronuncia “quefer”. Entonces el señor E. tuvo a los 10 años un ataque de angustia, dice Freud, mientras trataba de atrapar un escarabajo. Hasta ahora la interpretación ha sido enigmática. (7)
Hay ahí una angustia, el paciente está ahora en su edad adulta y eso es totalmente enigmático;
¿por qué la angustia a los 10 años ante el escarabajo?. Continúa Freud: «Mientras se hallaba ocupado con el tema de la indecisión», ‐el paciente entonces hablaba a Freud de sus problemas de indecisión‐ «repitió una conversación que había escuchado entre su abuela y su tía acerca del casamiento de su madre, muerta ya, en la que se desprendía que durante largo tiempo había vacilado en comprometerse». Hay una errata en la edición española porque dice "comprometerme" como si fuese Freud, la madre había vacilado en comprometerse, con lo cual evidentemente no se entiende nada. Entonces, en el momento en el que el paciente le hable de esto, ‐recuerda de pronto e! escarabajo negro que no había mencionado durante meses enteros y de éste pasa al «bicho de María» —Marien Kafer— la traducción española pone entre paréntesis vaca de San Antón. «Luego se echa a reír y trata de explicar que claramente está quizás observando que los zoólogos llaman a estos escarabajos»... punctate «por el número de sus manchas, aunque se trata siempre del mismo animal. En este punto interrumpimos la sesión». Es muy interesante, no sé porqué interrumpieron en este punto, pero se ve que la interrupción en este punto hace, provoca todo el material que viene en la siguiente, que es decisivo. «En este punto interrumpimos la sesión, y el comienzo de la siguiente me cuenta que en el interior se le habría ocurrido la interpretación del Käfer, sería ¿Qué faire?». El paciente aporta esta asociación ‐ Qué faire?, es decir, la indecisión, la incapacidad de resolver. «Sabrán sin duda que, entre nosotros se suele llamar familiarmente a una mujer netterkäfer, lindo bichito; su niñera, que fue también su primer amor, era una francesa y en realidad aprendió el francés antes que el alemán». ¿Qué faire? estaba ya allí y antes de estar allí en su infancia; estaba la historia de la madre, la indecisión de la madre de casarse con el que fue su padre, lo cual recuerda un poco «El hombre de las ratas», caso mucho más conocido de Freud. Pero ya en el 97 así trabajaba Freud. Lacan lleva a esa teoría del significante pero todo estaba ya allí, 1897 increíble ¿no?.
Vuelvo al año 53. Decía que se produjo en el 53 una fractura en el seno de la comunidad psicoanalítica francesa. Precisemos que eso supuso una intervención de la Asociación Psicoanalítica Internacional y que tuvo repercusiones en todo el mundo psicoanalítico. En Francia existía desde 1926 lo que los franceses llaman la SPP, la Sociedad Psicoanalítica de París. Lacan era miembro de la SPP, no sé bien a partir de qué fecha; era miembro de la Comisión de Enseñanza de la SPP, responsable de formación y animaba el llamado Seminario de Textos Freudianos. En 1951 había empezado este Seminario, había dado un seminario sobre el caso Dora; en el año 52 dio un seminario sobre el caso del Hombre de los lobos. En esa época, 51‐52, se hablaba ya, se comentaba, había rumores dentro de la SPP sobre la técnica de Lacan. Se decía que Lacan se tomaba la libertad de hacer sesiones de duración variable, que no respetaba el standard de 45 minutos que funcionaba, sin que se hubiera explicitado nunca que era necesario que fuese así. La escisión, sin embargo, la escisión del 53 no se produce por eso. Se produce en torno a la creación de un Instituto de Psicoanálisis. Surgen entonces a propósito de la creación de este instituto desacuerdos profundos y esos desacuerdos provocan la dimisión del llamado grupo Lagache, en junio del 53. En ese momento se da la escisión. El grupo Lagache estaba integrado por Daniel Lagache, Françoise Dolto, que son quizás dos personajes que ustedes conocen, Fabien Bitonier que es una psicoanalista menos conocida actualmente, fueron los tres primeros en dimitir y luego, siguiéndolos a ellos, dimitió Jacques Lacan acompañado de una psicoanalista llamada Jouve, esposa del poeta Pierre Jean Jouve. El grupo Lagache dimite en el 53 y funda enseguida la Sociedad Francesa de Psicoanálisis, la SFP, no contando con su reconocimiento inmediato por la Internacional. De hecho, la solicitud de reconocimiento fue objeto de un proceso muy largo de negociaciones que culminó dos años más tarde, en julio del año 55 con la respuesta negativa de la IPA. La IPA alegaba la insuficiencia de! grupo, del nuevo grupo, en cuanto a capacidades de formación, (Lacan, era analista didacta en la SPP Lagache creo que era un poco mayor que él). Eran todos analistas que maduros y, la IPA entonces no los reconoce porque considera que el grupo es insuficiente para la formación. No terminó ahí, no termino en este rechazo del 55 la historia de la joven SFP y de la IPA. No terminó ahí porque los analistas que se habían separado de la primera sociedad, el grupo Lagache, esos analistas consideraban que la crisis había surgido no por divergencias en cuanto a su concepción del psicoanálisis, sino por los esfuerzos del grupo adverso por conservar el poder. Sea como fuere, Lagache, Dolto, Lacan y compañía durante los años siguientes a partir del 55 continúan considerándose parte integrante de la comunidad psicoanalítica internacional y continúan (8) esforzándose por ser reconocidos por la IPA. Cuatro años después del primer rechazo la SFP, en julio del 59, un año después de «La dirección de, la cura», renueva su solicitud de afiliación a la IPA. Se desencadena entonces
lo que podríamos llamar la crisis final, la crisis que desemboca en la excomunión de Lacan en octubre del 63. En respuesta a esa segunda solicitud de la SFP, después de tres años de encuentros y negociaciones, la internacional exige la exclusión de Lacan de la lista de los didactas. Buena parte de los colegas de Lacan terminan por ceder, sacrifican, si puede decirse así a Lacan a cambio de su afiliación a la Internacional. Muchos otros colegas de los cuales una mayoría eran analistas formados por Lacan mismo optan por lo contrario. De manera que la SFP queda de hecho dividida y entonces se disuelve. El grupo ese pasa a formar parte de la internacional, lo hace bajo‐el nombre de Asociación Psicoanalítica de Francia, la SFP deja de existir. Eso ocurre a finales del 63, 6 meses más tarde ya en el 64 en junio del 64, Lacan funda la Escuela Freudiana de París de la cual somos herederos nosotros. Es interesante a este respecto observar la diferencia de nombres de las instituciones. Una Sociedad psicoanalítica no es lo mismo que una Asociación y no es lo mismo que una Escuela. Elisabeth Roudinesco, que ha escrito como ustedes saben una Historia del Psicoanálisis en Francia en dos gruesos volúmenes, alude a esto y hace una distinción que me parece pertinente entre una sociedad, que es una agrupación de psicoanalistas reunidos en torno a una causa común, la defensa, si puede decirse así del psicoanálisis, del inconsciente, lo cual supone un lazo ético entre los miembros. No es lo mismo eso que una Asociación de psicoanalistas, que es una agrupación de colegas, una profesión particular, reunidos para la defensa de sus intereses digamos, profesionales. Y luego viene la Escuela que Lacan funda bajo ese término y bajo el término Escuela Lacan introduce elementos complementarios. Para comprender esto basta con leer el Acta de Fundación de Lacan. Para Lacan existe la idea no solamente de estar reunidos por una causa común sino de tener además una responsabilidad de enseñanza, de formación y de retorno a Freud. Eso sigue siendo válido en el año 64 cuando él funda la Escuela Freudiana. La redacción de «La dirección de la cura y los principios de su poder» tiene lugar entonces en el seno de la SFP, separada de la IPA contra su voluntad y que lucha por ser reconocida. Se trata de un informe presentado por Lacan en el Primer Coloquio Internacional de Royaumont, la SFP organizaba coloquios internacionales. En este coloquio fue donde Daniel Lagache presentó su «Psicoanálisis y estructura de la personalidad», informe al cual Lacan responde con su «Observaciónes al Informe de Lagache». Todos estos textos fueron publicados en el número 6 de la revista «Le Psychanalyse» en la época. La SFP había fundado en el año 1955 esta revista que publicaba regularmente los trabajos de los miembros de la Sociedad y el anuncio de las actividades que organizaba. Es interesante consultar la revista para ver cómo en esos años, la segunda mitad de los 50, funcionaba la Sociedad Francesa de Psicoanálisis donde Lacan tenía responsabilidades importantes. En esta revista «La Psychanalyse» aparecieron publicados la mayoría de los escritos de Lacan de esa época, desde el Discurso de Roma del
53 que fue publicado un par de años más tarde al texto «Sobre la sexualidad femenina» presentado por Lacan en el año 60. Todos sus textos fueron publicados entonces por segunda vez en el año 66, en los Escritos. Entonces, cuando Lacan escribe «La dirección de la cura», es un psicoanalista destacado, miembro de una sociedad de psicoanálisis que, repito, espera ser reconocida por la Internacional y dentro de la cual tiene las responsabilidades de formación que incumben a un didacta, como se decía entonces, supervisiones y seminarios. A la vez Lacan es ya mucho más que eso por la amplitud, por la originalidad y el rigor con que desempeña su labor de formación de psicoanalista: esta va adquiriendo el peso y el alcance de una obra propia. 2ª Parte ¿Qué preocupaba a Lacan en ese momento? ¿cuáles son los temas que atraviesan al texto? Y ¿cómo se sitúa el texto dentro de este periodo de la obra de Lacan? En repetidas ocasiones Lacan‐afirmó que hasta el año 63 su Seminario se dirigía a los psicoanalistas y tenía corno objetivo la formación de psicoanalistas. Podemos considerar entonces que esta es la preocupación fundamental que anima este Escrito. El vinculo estrecho existente entre los Seminarios y los Escritos de Lacan, digo esto porque en lo que acabo de decir él habla de su Seminario y vamos a tratar hoy de un Escrito, el vinculo entre ambos, Seminarios y escritos salta a la vista de cualquier lector por la coincidencia de los temas y conceptos. Pero en este caso se (9) halla además subrayado por el propio autor. En la nota que aparece al final de «La dirección de la cura», yo tengo una edición castellana vieja, es en la página 274 de mi edición, es la nota que aparece bajo el título de «Advertencia y referencias», en esa nota Lacan dice, es la primera frase. «este informe es un trozo escogido de nuestra enseñanza». El título mismo del texto lo sitúa de inmediato en el campo de la práctica psicoanalítica, habla de la cura. La fecha en que fue pronunciado el informe nos dice descubrir un momento particularmente productivo: el primer semestre del año 58. Es en efecto, el de la redacción final de «La cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis», del escrito sobre André Gide, de «La significación del falo», y también de la versión oral de «Observaciones sobre el informe de Lagache» que, contrariamente a lo que podría hacer pensar su titulo, se convirtió luego en un ensayo de cuarenta densas páginas que Lacan redactó en el año 60. En julio del 58 acaba de concluirse el año del Seminario dedicado a «Las formaciones del inconsciente», el Seminario que lleva el No. 5. Y se está gestando ya el siguiente Seminario que llevará
por título «El deseo y su interpretación». Entre uno y otro se sitúa «La dirección de la cura», entre «Las formaciones del Inconsciente» y «El deseo y su interpretación», Seminarios 5 y 6‐ Son dos Seminarios que están disponibles en su forma resumida en español en una traducción publicada por la Editorial Nueva Visión en Buenos Aires hace unos años. Es importante a este respecto saber que en esa época había personas que asistían al Seminario de Lacan y que preparaban un resumen que se publicaba en el Boletín de Psicología de París y que esos resúmenes solían estar aprobados por Lacan. «Las formaciones del inconsciente», entonces, Seminario del año 57/58 es un Seminario que se cita con mucha frecuencia, en todo caso en Francia, a propósito de la n o c i ó n d e M e t á f o r a P a t e r n a . Es allí, en efecto, donde encontramos desarrollado el análisis que llevó a Lacan del complejo de Edipo en Freud a la elaboración de la fórmula de la Metáfora‐Paterna que aparece en el texto de «La cuestión preliminar...» De manera que «La cuestión preliminar...» es un Escrito que se apoya no solamente en el Seminario 3 como se suele pensar, sino también en muchos elementos tomados de los dos Seminarios siguientes, «La relación de objeto۟» y «Las formaciones del Inconsciente», constituye en cierto modo un preámbulo a «El deseo y su interpretación»; está íntegramente dedicado el tercer trimestre del Seminario, por así decirlo, al deseo; definido ya como ir más allá de la demanda. Es ahí por ejemplo, en las «Formaciones del Inconsciente» donde Lacan nos dice que aunque el, deseo no es plenamente articulable, ello no quiere decir que no esté articulado. Fórmula que aparece en los Escritos en «Subversión del sujeto» y añade luego Lacan, «pensamos que hay que tomarlo al pie de la letra». Habrán reconocido enseguida el título del 5º. Capítulo de «La dirección de la cura». Es allí también al final del seminario «Las formaciones del inconsciente» donde Lacan elabora el esquema conocido como el grafo del deseo. No sé cómo es conocido en España, algunos colegas argentarlos lo llaman grafo, otra gente lo llama el gráfico, la gráfica, el grafo. El grafo del deseo aparece al final de «Las formaciones del inconsciente». Digo esto porque en general solemos identificar el grafo del deseo en el escrito «Subversión del sujeto», que Lacan redactó en 1960, el grafo estaba allí 2 años antes. En los Escritos el grafo no aparece antes de «Subversión del sujeto», sin embargo está ya presente, aunque no se Lea en «La dirección de la cura». Es Lacan mismo el, que lo revela en la advertencia final, a la que me refería hace un momento, cuya traducción quizás no resulte suficientemente clara porque a pesar de que en «Subversión del sujeto», el grafo se llama la gráfica, en la nota del final de «La dirección de la cura» no nos hablan de gráfica ni de grafo sino de esquema. Entonces si no se refieren ustedes al texto francés no lo van a entender.
La advertencia, entonces, dice Lacan — «este informe es un trozo escogido de nuestra enseñanza. Hemos presentado en él un esquema», si salto la frase anterior no se entiende — «Vuestro discurso el, el Congreso y las respuestas que recibió lo volvieron a colocar en su continuidad», —se refiere al coloquio de Royaumont— «Hemos presentado en él» —en el coloquio de Royaumont—«un esquema que articula precisamente las direcciones aquí propuestas para el campo del psicoanálisis y para su operación». No es un esquema, es el grafo del deseo, el que presentó. J.A. Miller dijo en un Seminario hace un par de años, que esto es una clave que puede servir para esclarecer algunos pasajes del texto. Por ejemplo, en el capítulo 5º. de «La dirección de la: cura», párrafo No. 16, hay una nota a píe de página donde Lacan da ya los matemas de la pulsión (D) y del fantasma (). (10)
Define ahí en el apartado 16, al comienzo, el fantasma, el texto dice fantasía, como. «la posición
del neurótico con respecto al deseo». Posición del neurótico con respecto al deseo es ya una expresión que se entiende mucho mejor si ustedes tienen el grafo del deseo en mente. En el 2º. Párrafo del apartado 16 «Pero esta fantasía, este fantasma, no sé si luego está corregido ‐ en las últimas ediciones en castellano también pone fantasía ‐ «no tiene nada que ver con la significación la cual interfiere... Pero el fantasma sólo llega allí por encontrarse en el camino del retorno de un circuito más amplio; el que llevando la demanda hasta los límites del ser hace interrogarse al sujeto sobre la falta en la que se aparece a sí mismo como deseo.» En esa frase el circuito más amplio es el circuito que aparece en el 3º. grafo de «Subversión del sujeto». Es decir, que es una frase que se aclara leyéndola con el grafo. Porque en el grafo que está no es la forma completa. En la forma completa, Lacan escribe el Che‐vuoi. Entonces hay, un circuito que pasa por el deseo y, otro circuito más amplio: la línea de la demanda en la 1a versión del grafo, el fantasma aparece al cabo, por así decirlo, de ese circuito más amplio. Esto como clave para la lectura de la última parte sobre todo de «La dirección de la cura». Vuelvo a mi introducción. Considerando el deseo como tema podemos decir que ocupa un lugar particularmente importante en la enseñanza de Lacan durante todo este periodo de retorno a Freud pero, muy en particular, durante el periodo que va de 1958 a 1960/61 aunque evidentemente lo desborda. Pienso en los 2 Seminarios que he citado «Formaciones del Inconsciente» y «El Deseo y su interpretación», pero también en el Seminario que sigue, el Semanario sobre la Ética y el de La Transferencia que corresponde al año 60/61 también es ese un Seminario donde el deseo ocupa gran parte del trabajo de Lacan. En cuanto a los Escritos que sobre este punto del deseo acompañan a «La dirección de la Cura», me parece que los principales son la «Subversión del sujeto y dialéctica del deseo»‐, el texto sobre la juventud de Gide y «La significación del falo».
Dos son las frases que sintetizan lo que podíamos llamar la teoría lacaniana del deseo. Una, que comenté aquí con ustedes en Mayo pasado «no ceder en su deseo» y otra, que en «La dirección de la cura» se halla formulada de la manera siguiente, dice Lacan es el capítulo 5, párrafo 11: «hecho de un animal presa del lenguaje, el deseo del hombre es el deseo del Otro». Observemos que este Otro este escrito en, mayúscula; es la primera vez que esta frase aparece escrita así en los Escritos de Lacan. El deseo es el deseo del Otro, es una fórmula, una frase que atraviesa literalmente los Escritos de Lacan. Desde «Función y campo de la palabra» hasta «Posición del inconsciente», pasando por «Variantes de la cura tipo», por «La significación del falo» y por «Kant con Sade», encontramos repetida la frase el deseo es el deseo del Otro. Pero evidentemente, como ocurre casi siempre con las aserciones de Lacan no significa cada vez lo mismo. La frase completa el deseo es el deseo del Otro tiene el valor de un significante que en sí mismo, por así decirlo, no significa nada y que remite a diferentes significados. Cuando Lacan la utiliza en «Función y campo de la palabra» o en «Variantes de la cura tipo» donde la utiliza dentro de la concepción que se hace entonces de la necesidad de que el deseo sea reconocido por el otro, por el semejante como deseo, en esa época años 53/55 el gran Otro, el Otro con mayúscula, no ha pecado todavía. El gran Otro nace, como quizás lo recuerden el 25 de Mayo de 1955; al final del Seminario II. La introducción de esta noción de gran Otro supone muchos cambios, nacen fuertes diferencias entre «Función y campo de la palabra» y «La dirección de la cura». Dos textos que en principio tienen mucho en común puesto que ambos tratan de la técnica psicoanalítica y de sus instrumentos. Entre el primero y el segundo de estos textos además de la introducción del gran Otro hay otra diferencia importante introducida en «La instancia de la letra en el inconsciente» es, la introducción a la que me refería anteriormente, de la teoría del significante. De manera que allí donde Lacan en «Función y Campo de la palabra y el lenguaje» en el 53 subrayaba la importancia de la intersubjetividad, ahora en el 58 va a poner el énfasis en una crítica de la concepción de la cura analítica como relación entre dos, como relación dual, oponiendo esta a «esa relación con el Otro con mayúscula, en que el ser encuentra su estatuto.» Hay una referencia posterior importante a este punto, la «Proposición del 67» donde Lacan dice que lamenta que nadie en su Seminario le haya rebatido cuando hablo de intersubjetividad; que era una noción incompatible con la transferencia, y precisa entonces que, si se considera la diferencia entre el pequeño otro y el gran Otro que es, una diferencia por así decirlo exigida por la concepción del inconsciente —piensen (11) por ejemplo en ese pasaje de la «Cuestión preliminar....» donde Lacan recuerda la introducción por Freud que él mismo toma de la expresión de Fechner de la idea de que el inconsciente es como otra escena, otro escenario, otro lugar. Lacan en esa parte de la «Cuestión preliminar...» indica de manera
muy palpable la necesidad de concebir el inconsciente como algo otro, otra dimensión casi, podría decirse. Entonces en la «Proposición del 67»dice que cómo es posible que nadie en esa época... «nadie me haya rebatido que hablar de intersubjetividad era absolutamente contradictorio con nuestra concepción del inconsciente y por lo tanto la concepción de la Transferercia...» «La dirección de la Cura» es un texto evidentemente polémico, creo que si lo han leído ya, aunque sea superficialmente, habrán percibido ya el tono fuertemente polémico de Lacan. Los adversarios a los que se dirige Lacan, a los que se dirige el informe, resultan ‐creo ahora después de lo que dije‐ fáciles de identificar. Son, en primer lugar, sus colegas franceses de la SPP, es decir de la Sociedad Psicoanalítica de París de la cual ellos se habían separado. Son los autores que colaboran en el Volumen «Psicoanálisis de hoy» al cual Lacan se refiere aquí. Hay una nota en la bibliografía que indica que muchas de las frases que Lacan rebate, así por ejemplo, «un sueño no es más que un sueño», son frases extraídas de ese volumen publicado en esa época que era una antología de textos de psicoanalistas colegas de Lacan. Esta polémica entre Lacan, que pertenece a la SFP y los colegas suyos contemporáneos de la SPP, es una polémica entre un miembro, por así decirlo, de un grupo y los miembros de otro grupo, se vuelve interna con el Escrito: «Observación sobre el informe de Lagache». Les recuerdo, como señale antes, que tanto Lagache corno Lacan formaban hasta el año 63 parte, de la misma institución, la Sociedad Francesa de Psicoanálisis. Cuando en el 63, se disuelve la SFP, Lagache, si no me equivoco, pasa a formar parte de la Asociación Francesa de Psicoanálisis, se adhiere, se afilia a la IPA. La intención polémica creo que, en realidad rara vez está ausente en los Escritos de Lacan. No hay duda que el poder identificar al contrincante, por así decirlo, facilita la tarea de lectura; no siempre es posible. O t r a manera de enfocar este aspecto de «La dirección de la cura» sería decir que es un escrito político como lo que sugerí al comenzar; es decir, un escrito que tiene un motivo institucional: l a crítica de la actualidad, de la situación del psicoanálisis en el 58, cómo se practicaba el psicoanálisis, corto se lo pensaba, cómo se lo teorizaba y por lo tanto cómo se lo transmitía. Lo político como un aspecto más de «La dirección de la cura». «La dirección de la Cura» es también un escrito técnico. En efecto, Lacan trata en él de la interpretación y de la transferencia y se refiere con mucha frecuencia a la clínica; se refiere por ejemplo al famoso caso del Hombre de los sesos frescos de Kris; se ‐ refiere al caso Dora, el caso del Hombre de las Ratas.., se refiere también al final de un analizante suyo que es un caso de neurosis obsesiva y
que está ya en la fase terminal de su análisis; las referencias a la clínica son muy abundantes. Al examinar cuál es la técnica apropiada a la cura analítica, Lacan restablece el eje que debe guiar la práctica si ésta ha de llamarse freudiana y en esta medida su texto cobra un sentido ético. Por último, digamos que Lacan revisa, crítica y define o redefine más de un concepto y noción usuales en psicoanálisis‐ Hay por ejemplo una muy bonita redefinición del concepto de regresión. Los cuatro aspectos técnico, teórico, ético y político no son uno, … sin tener en cuenta los otros. Lacan mismo establece un vínculo entre técnica y teoría en «La dirección de la cura» cuando indica en varias versiones que los defectos de conceptualización inciden gravemente en la práctica. Así por ejemplo, empieza por calificar la transferencia como una impropiedad conceptual, es el capitulo 1, párrafo 1. Afirma más adelante que «las vías nuevas con las que quiso encausar el psicoanálisis dan prueba de una impresionante confusión en los términos», capitulo 2, párrafo 9. En la tercera parte del texto, 3er capitulo, habla de efecto corrosivo que sobre la técnica tiene su desconceptualización, es también un tema recurrente en su texto. Para concluir, en ese mismo capítulo, dos páginas más adelante, diciendo que «las incertidumbres flagrantes de la lectura de los grandes conceptos freudianos corresponden a las debilidades — yo propondría traducir ahí más bien las flaquezas — que gravan el trabajo practico» capitulo 3 punto 8. Por no lograr captar en qué consiste la experiencia analítica, donde reside su poder de modificación se la pervierte degradándola, reduciéndola como dice Lacan, al ejercicio de un poder. La importancia que Lacan atribuía al concepto, a una conceptualización que se adecue a la experiencia me parece que resulta (12) evidente a lo largo de su enseñanza. Se puede pensar, por ejemplo, en el Seminario delicado a «Los cuatro conceptos del psicoanálisis». Pero es un problema complejo, el de la conceptualización porque es evidente también que pueden obtener efectos, en una práctica clínica sin saber cómo ni por qué. De manera que se puede plantear la pregunta ¿de qué depende la eficacia del psicoanálisis?. En cierto modo es una pregunta que está latente en la última parte del texto que nos ocupa. Tratar de la técnica de la cura es tratar de lo que Lacan llama aquí la acción del psicoanalista. Este punto nos permite enlazar «La dirección de la cura» con el Lacan de finales de los años 60. Pienso, por supuesto en el Seminario del año 67/68 llamado «El acto psicoanalítico» Lacan elabora entonces una diferencia, me refiero al Acto psicoanalítico, entre la tarea del analizante, que dice que es un «à ‐ faire en faire» y lo que le corresponde al analista que para él no tiene que ver con un « à – faire», con lo cual en cierta forma contradice lo que había dicho antes. Entonces, opone el « à – faire» del analizante al acto del analista. El término analizante es también nuevo en ese momento. Habrán observado que en «La dirección de la cura», Lacan habla de analizado; es en esa época alrededor del año 67 cuando Lacan
introduce el término analizante y psicoanalizante, lo cual es un aporte muy importante porque cambia toda la perspectiva, toda la concepción de la cura. Toda la discusión que Lacan prosigue a lo largo de «La dirección de la cura» sobre qué es la dirección de una cura analítica, precisa, por ejemplo, que no se trata de dirigir al analizante y sobre cuáles son los principios de su poder. Toda esa discusión se hallará en cierto modo simplificada después con la introducción del concepto de acto analítico. Hay en el texto otro punto que anticipa lo que vendrá años después: es la expresión deseo del analista, que Lacan utiliza al final del 4o párrafo del capítulo 4. Dice allí Lacan: «Está por formularse una ética que integre las conquistas freudianas sobre el deseo para poner en su cúspide la cuestión del deseo del analista». La primera parte del programa que propone Lacan, es decir, formular una ética que integre las conquistas freudianas sobre el deseo, Lacan la llevó a cabo al año siguiente con el Seminario La Ética. La segunda parte del programa, poner en su cúspide la cuestión del deseo del analista, vino mucho más tarde. Quizás pueda pensarse que comienza con el final del Seminario XI, donde ya hay algunas referencias al deseo del analista. Esta segunda parte del programa ético, por así decirlo, que propone aquí Lacan, estará basada en una concepción distinta del fantasma ligada al objeto considerado como causa del deseo, y a la vez, como lugar de captura del goce. Es una expresión utilizada por Lacan en el Seminario «De un Otro al otro», del año 68/69 época que rodea la «Proposición». En el 58, Lacan no dispone aún de esta concepción del fantasma, aunque el matema esté ya allí. El objeto a, en el momento en que Lacan lo escribe, es todavía objeto del deseo; la nota que vimos antes lo dice. Lacan, habla también aquí de fantasma fundamental. Tampoco es el fantasma fundamental aquí lo mismo que será luego; no se halla articulado todavía a la idea de que el final del análisis supone su atravesamiento. Por ahora Lacan pone el acento en el deseo, en su dimensión significante, y en su carácter .metonímico. Todo ello, lógicamente, apoyado en el ejemplo del sueño, que es el que mejor se presea para poner en evidencia las leyes de funcionamiento del inconsciente, y de ese deseo que pone en marcha el aparato psíquico, como decía Freud en «la Introducción de los sueños». En el Seminario «L'envers de la psychanalyse», el revés o el envés, que es del año 69/70, Lacan dice «El inconsciente permite situar el deseo, ése es el sentido del primer paso de Freud»; y añade luego que «la repetición, en cambio, (otro concepto fundamental) es la que conducirá al goce» entendido como un más allá opuesto al deseo. Lacan establece aquí, en el año 70, una separación entre subconsciente y deseo, por una parte; y repetición y goce, por otra. Separación que él hace corresponder aquí con dos grandes períodos de la obra de Freud: antes de 1920, con «La interpretación de los sueños» como texto inaugural y luego, a partir de
1920, con «Más allá del principio del placer», por ejemplo en el Seminario II «, creo que la mitad del seminario está dedicada a una lectura de «Más allá del principio del placer»,, a pesar de eso, su retorno a Freud de los años 50 está marcado por todo lo que en la experiencia psicoanalítica y en la doctrina freudiana se refiere, digamos, a la estructura significante del inconsciente. (13)
O sea que Lacan pudo comentar durante el Seminario II «Más allá del principio del placer»,
ocupándose exclusivamente de la dimensión simbólica, a pesar de que el goce y lo real estaban allí, esperando que Lacan los recogiese años más tarde. Entonces, lo que me llama mucho la atención es ver como toda esta división en dos períodos que Lacar introduce en el año 70 de la obra de Freud diciendo en cierto modo hay un Freud hasta «Más allá…» que se ocupa de lo simbólico y digamos, de lo imaginario también para no ser tan tajantes, y un, Freud que después, se topa con lo real. Pues en Lacan ocurre un poco lo mismo: Hay un primer Lacan que él mismo coloca como un antecedente, que se ocupó de lo imaginario; luego hay un Lacan que durante 10 ó 1 1 2 años se ocupa de lo simbólico y del, significante, y luego hay un Lacan que se topa con lo real e intenta hacer lo que puede. Parece que con esto está más o menos situado el texto de «La dirección de la cura» dentro de la obra de Lacan. 3ª Parte. El texto mismo y su división en cinco capítulos. El titulo: La dirección de la cura y los principios de su poder. Me parece que resume muy bien el contenido.... y al mismo tiempo es un título que abre muchas preguntas. Por ejemplo, nos está diciendo que la cura tiene urca dirección ¿Qué significa esto? ¿Significa que la cura ha de seguir una dirección. que le es propia? ¿Significa que la cura está dirigida? o ¿qué la cura debe ser dirigida? o ¿ambas cosas? Su poder, ¿Se trata del poder de la cura misma? ¿O del poder de la dirección de la cura? ¿Y qué significa aquí poder? ¿Cuál es este poder? En todo caso el poder éste tiene principios. Bien, a propósito de principios también podríamos abrir tres o cuatro preguntas más. Me parece que no conviene apresurarse en cerrar estos interrogantes y proponerse más bien ir encontrándoles respuesta a medida que avanza el trabajo de lectura. Me parece que el trabajo de lectura de un texto adquiere mayor relieve cuando se halla orientado por preguntas precisas, lo cual permite además leer un texto en distintos momentos y encontrar en él distintas cosas. En cierta forma es lo
mismo que dije hace un momento a propósito de la lectura por Lacan de «Más allá del principio del placer». De las cinco partes en que Lacan dividió su Informe, las tres primeras llevan por título una pregunta ¿Quién analiza hoy?, ¿Cual es el lugar de la Interpretación?, ¿Cuál es la situación actual de la transferencia? El título de la cuarta parte puede ser considerado como una interrogación indirecta. Cómo actuar con el propio ser. Sólo la última parte, el quinto capítulo está encabezado por una afirmación, una afirmación que representa además un imperativo, hay que tomar el deseo a la letra. Esta quinta y última parte es considerablemente más extensa que las otras, tanto así que puede decirse que constituye en realidad una segunda parte de un texto que estaría compuesto de dos: una primera parte integrada por los tres primeros apartados; capítulos, luego uno intermedio, el Capítulo cuatro que es mucho más breve que todos los demás, y luego esta segunda parte. No creo que sea azaroso este hecho. En la primera parte del Informe los tres primeros capítulos, Lacan critica, comenta, examina; en la segunda, se ocupa sobre todo de exponer su propia doctrina, el texto se vuelve más denso, de lectura más difícil. Luego tendríamos casi, una sexta parte, una especie de epílogo., me refiero a las tres páginas que aparecen al final del texto con una bibliografía muy detallada, no solamente extensa, sino muy detallada porque Lacan cita con número de página. Me parece que es un caso único, si no me equivoco en los Escritos. Ningún Escrito de Lacan, que yo recuerde, tiene una bibliografía así. Tiene un valor propedéutico indudable esta bibliografía. Las referencias con Lacan van desde Freud y los primeros discípulos Abraham, Ferenczi a Charles Laudair, discípulo de Lacan mismo, en Inglaterra o Estados Unidos. Me parece que es todo un modelo del camino a seguir cuando se quiere presentar un trabajo en un Coloquio Internacional. Ocurre a menudo tanto con los Seminarios como con los Escritos de Lacan, creo que ocurre lo mismo con Freud, que el lector tiene la impresión de perder el hilo o de no encontrarlo, es como si Lacan estuviese tejiendo su texto con varios hilos a la vez sin que resulte manifiesto cómo se articulan estos hilos entre sí en las diferentes etapas del texto, ni cual es el dibujo final resultante. Aquí los hilos me parecen ser la acción del psicoanalista, la interpretación, la transferencia, el ser y el deseo. Y al igual que los (14) pensamientos del sueño cada uno de estos hilos puede remitir a una cadena asociativa distinta, es decir a una serie de puntos distintos en la obra de Lacan. De manera que si quisieran a partir de los puntos tratados en «La dirección de la cura», establecer nexos con otros Escritos y Seminarios de Lacan, como intenté hacerlo hace un momento, lo que obtiene es una especie de árbol que parte en todos los sentidos como cuando uno intenta descifrar un sueño. Esto nos obliga, nos impone un trabajo, un tipo de trabajo que ofrece
muy pocas satisfacciones a la afición del yo por la coherencia, la armonía, lo acabado pero que, sin lugar a dudas, representa un excelente ejercicio contra la comprensión que tanto atacó Lacan. Entender y. comprender no son lo mismo, nos dice Lacan aquí en el capítulo 4, punto 7. La diferencia entre entender y comprender resulta quizás más evidente en francés donde el verbo entender no es sinónimo de comprender sino de oír. Entonces resulta interesante en francés porque Lacan está diciendo que entender en el sentido de oír lo que dice el paciente no tiene nada que ver con comprender. Cuando el analista escucha no ha de comprender, en la medida en que esta comprensión puede interferir, puede hacer obstáculo a su entendimiento. ¿Quién analiza hoy? La pregunta, Lacan dice, va dirigida a aquellos que parecen confundir la transferencia con la resistencia y se despliega esta pregunta precisándose en otras tres, ¿Quién analiza hoy? en cierto modo es quién es el analista y Lacan pregunta entonces ¿el que ‐
interpreta aprovechando la transferencia? ¿El que analiza la transferencia como resistencia o el que
impone su idea de la realidad. Es el final del capítulo 1. En otros términos, se trata en esta pregunta ¿Quién analiza hoy? De saber en qué consiste la acción del analista, qué es lo que el analista hace. La respuesta esbozada en este capítulo 1 toma como punto de partida ese concepto inadecuado al que ya me referí, la contratransferencia. Concepto inadecuado, «impropiedad conceptual» dice Lacan porque si los sentimientos del analista entran en juego, el juego, es decir la cura, cito a La can «se prosigue sin que se sepa quién lo conduce». Es el punto 5 del capítulo 1. Es al analista a quien corresponde, pues, conducir la partida. «La dirección de la cura», dirá Lacan al comienzo, consiste en primer lugar en hacer aplicar por el sujeto la regla analítica, la regla fundamental. Lacan va a enfocar el problema, como dice él, por el lado del analista. Dicho de otro modo, va a tratar de la responsabilidad, de la implicación del analista en la cura, de lo que a éste le toca pagar, de lo que le toca pagar por ocupar su lugar. Y queda claro que para ello no se necesita recurrir al término contratransferencia sino a saber situarse en otro nivel, un nivel que tiene que ver con el ser. Lacan recuerda a este respecto la expresión de Freud (Kern unseres Werden), el corazón del ser, punto extremo que el analista alcanza y que le da a la experiencia psicoanalítica su peso, su gravedad, su grandeza. Pero por otra parte, con indudable ironía, Lacan afirma que más le valiera al analista, dejarse guiar por su falta en ser que por lo que es, con lo cual apunta ya al deseo que va a definir un poco más adelante como la metonimia de la falta en ser. Es en el capítulo 5o, final del texto, en el punto 2. Todo el capítulo 4 estará dedicado a esta cuestión del ser, cómo actúa con el propio ser, y en él Lacan dejará sentado, me parece, que es de la falta en ser del sujeto de lo que se trata en la cura y que no es con su ser como el analista interviene sano con lo que él llama el deseo del analistas, con lo que llama aquí en «La dirección de la cura», el deseo del analista, a pesar de que es una expresión que va a
tomar sentido diez años más tarde: en el Seminario XI (1964) a propósito de cuáles son los fundamentos del psicoanálisis como práctica. Al comienzo de este Seminario Lacan define de esta manera el término praxis, dice: es una acción concertada por el hombre, cualquiera que sea esta acción que le permite tratar lo real por lo simbólico. El problema que plantea la práctica analítica es, dicho brevemente, saber cómo el significante, cómo con lo simbólico se modifica lo real. En esta primera parte de ‐«La dirección de la cura», Lacan dice casi lo mismo al hablar de la necesidad de, cito a Lacan, «revisar en el principio la estructura por donde toda acción interviene en la realidad». La distinción entre la realidad y lo real es posterior en la enseñanza de Lacan, pero ya aquí se acerca Lacan a su formulación ulterior y es sobre la base de este planteamiento que critica la referencia a la realidad de los que llama «psicoanalistas de hoy», es decir los redactores del volumen “La psychanalyse d’aujourdui». La crítica que Lacan dirige en «La dirección de la cura» a los psicoanalistas de hoy, aun referida a diferentes aspectos de la práctica es en el fondo siempre la misma: desconocen, dice en la primera parte, cuál es el verdadero lugar donde se producen los efectos de la técnica, capitulo 3. Este desconocer, que puede ser un ignorante, podemos entenderlo así o un no tener en cuenta lo sabido, en cierta forma un no querer saber (15) que tiene que ver con lo reprimido. Este desconocer, entonces, se refiere a la doctrina de Freud, es eso lo que desconocen los «psicoanalistas de hoy». Lacan cita, creo, en algún momento una frase pronunciada por alguno de estas señores que hace referencia al, hecho de que la doctrina de Freud está hoy superada. Me llamó la atención leer eso porque me parece que es una idea que podemos escuchar aun hoy , en general en boca de personas que nunca han leído a Freud‐ Me ha ocurrido a mi hablar con psicoterapeutas que dicen «¡Oh! Freud ya está superado». El retorno a Freud que Lacan promulga, se funda así en la idea de que lo que él llama la impotencia para sostener una práctica lleva al analista a convertirla en el ejercicio de un poder, y que esa impotencia que resulta para sostener la práctica resulta, según lacan, del desconocimiento que acabo de decir. Hay pues en este texto un poder cuyo ejercicio Lacan denuncia y otro, que el titulo nos sugiere inherente a la dirección de la cura son, claro está, como dos caras de una moneda, de una misma moneda que se llama la trasferencia. Más adelante, al final del capítulo 5º. Lacan declarará que los poderes de la dirección de la cura son los de la palabra. Vuelve ahí lo que había dicho en «Función y, campo de la palabra». En el capítulo 2 de «La dirección de la cura», nos remite a Freud para responder a la pregunta cuál es el lugar de la interpretación. Muestra en este capítulo cuál era la secuencia de los distintos tiempos en una cura con Freud. Es uno de los pasajes más célebres, por así decirlo, de «La dirección de la cura», porque encontramos ahí una especie de esquema de cómo trabaja Freud, vista ésta por Lacan.
Esta secuencia de los distintos tiempos de la cura con Freud le va a permitir a Lacan afirmar la transferencia como poder, paradójico, que sólo sirve a condición de que no se utilice. Freud parte pues, punto 1, de lo que Lacan dama la rectificación de las relaciones del sujeto con lo real, lo real aquí es la realidad circundante. Parte de ahí, hasta el desarrollo de la transferencia, en un segundo momento, y luego a la interpretación. La transferencia, pues, va surgiendo a partir del primer tiempo, y hace ver que se trata de algo, dice Lacan, muy diferente de las relaciones del yo con el mundo. Es decir, al aparecer la transferencia se ve que en la cura de lo que se trata es de otra cosa, no de las relaciones del yo con el mundo. Viene ahí un párrafo que quiero citar textualmente, estoy pues en el, capítulo 2 de «La dirección de la cura», es el punto 7, en mi texto que es muy viejo es la página 228. Punto 7 del capítulo 2: «Freud no parece situarse bien sobre este punto en los casos dedos que nos ha hecho partícipes y por eso son tan preciosos». No sé cómo han leído este «preciosos», por eso tienen tanto precio, hubiera dicho yo; por eso son tan valiosas, es lo que quiere decir Lacan. Voy, al párrafo siguiente. «Porque él reconoció» — Freud ‐reconoció enseguida en la transferencia — «que ese era el principio de su poder, lo cual no se distinguía de la sugestión, pero también que ese poder»‐ — la transferencia — «no le daba la salida del problema sino a condición: de no utilizarlo, pues era entonces cuando tomaba todo su desarrollo de transferencia». Me parece un párrafo clave porque muestra el paso de Freud de la sugestión a la transferencia y en cierto modo muestra el paso de los postfreudianos de de la transferencia a la sugestión. El poder de la transferencia, Lacan va a insistir en ello, desaparece este poder de la transferencia, se pervierte convirtiéndose en sugestión sí se utiliza, porque ese poder reside en el desdoblamiento, como dice Lacan en otro momento, que sufre allí, (es decir en el análisis) mi persona. En otros términos, la diferencia entre iba a decir pequeña a y gran A, pequeño otro y gran Otro. Freud sabía responder a la palabra analizante situándose en el lugar del gran Otro y dirigiéndose al sujeto del inconsciente evitando pues la relación dual, el eje imaginario del esquema L, por ejemplo. Al utilizar ese poder el analista entra en el juego, entra en la partida del análisis, deja de ocupar el lugar del gran Otro. Es la transferencia entendida de esa manera la que permite a Freud hacer una interpretación que se refiere como dice Lacan a propósito del Hombre de las Ratas, a las líneas del destino del sujeto y revela de este modo, cito de nuevo, «los callejones sin salida en los que se extravían la vida moral y el deseo del Hombre de las ratas». Se trata de, dirá Lacan, luego, no equivocarse en cuanto al lugar del deseo. Es decir, que aquello a lo que apunta la interpretación, su blanco, es el deseo. Lacan dirá luego que la interpretación debe apuntar a la causa del deseo. Pero aquí el blanco está ya situado.
Iba a hablarles un poco de cada parte pero podemos interrumpir cuando queráis. Continuo entonces diciendo dos o tres cosas sobre los capítulos 3,4 y 5. Les he hablado del 1 y del 2. El vínculo entre la técnica y teoría al que me refería vuelve a surgir aquí a propósito de la transferencia. La noción que el analista tenga de la transferencia, la idea que se haga de ella, determinará, inevitablemente su manejo en la cura y es evidente que el manejo de la transferencia es crucial, central dirá Lacan en el capítulo 3 punto 2 para la acción en... La importancia de este punto explica que Lacan dedique el Capítulo 3 de su Informe a examinar cuál es la situación actual de la transferencia, es decir, de qué manera se la maneja y se la concibe y a qué teoría implícita corresponde en las tres corrientes principales del psicoanálisis de entonces. Tres corrientes que Lacan hace corresponder a tres errores, el genetismo de Ana Freud, la teoría de la relación de objeto heredada de Abraham y la noción de introyección subjetiva que se halla presente en las concepciones de Ferenczi, de Strachey y de Balint. Es otro de los pasajes celebres de «La dirección de la Cura». No me detendré aquí en este punto sino sobre una observación de Lacan a propósito de esto. Los tres errores, que él llama parcialidades o particularidades de la teoría, sufren —dice— de un defecto central. Naturalmente uno se pregunta cuando lee eso qué defecto es ese, pues no se halla explícitamente formulado en la continuación de la frase. Me refiero aquí al capítulo 3 punto 2. Llama la atención, sin embargo, en el párrafo, la repetición del adjetivo central; el defecto es central, como central es para el análisis la noción de transferencia. De manera que una primera respuesta que viene a la mente es que el defecto en cuestión es el desconocimiento de la verdadera naturaleza de la transferencia, de lo que constituye su motor. Más adelante en el mismo capítulo, párrafo 8, Lacan puntualiza cuál es el propósito de su crítica y utiliza expresiones similares. Cito a‐Lacan en el punto 8 del capítulo 3, habla pues, de su propósito, de lo que él persigue haciendo esta crítica; 2o párrafo: «No tenemos otro designio que el de advertir a los analistas sobre el deslizamiento que sufre su técnica; si se desconoce el verdadero lugar donde se producen sus efectos». Y un poco más adelante nos va a hablar de la acción del analista, nos va a decir que la acción del analista tiene lugar en la relación con el ser y que los medios de esta acción son los de la palabra. Dije antes que la crítica que Lacan hace de la práctica de sus colegas es siempre la misma. Añadiré ahora que se sitúa o que se refiere en realidad a dos niveles distintos: uno, el de los medios, el de los instrumentos del análisis, a saber, lo qué Lacan llama en alguna parte nuestra doctrina del significante. Y en el Discurso de Roma Lacan había puesto de manifiesto la relación, la coherencia necesaria entre los medios del análisis y la estructura del inconsciente, Es‐ decir toda su dimensión simbólica. El otro nivel o plano en que se sitúa su crítica, al cual hace referencia aquí, es el de la experiencia psicoanalítica misma; es decir, el nivel de lo que
podríamos llamar lo real de la experiencia. Punto que, me parece designado aquí cuando Lacan llama, por ejemplo, un poco más abajo: «Queremos dar a entender que es en la medida de los callejones sin salida encontrados al captar su acción en su autenticidad...» Bien, en expresiones como ésta: «captar su acción en su autenticidad», me parece que sobre lo que Lacan está apuntando e s la concepción que el analista se hace de la experiencia en tanto tal, de lo real de la experiencia: no ya de los instrumentos que va a utilizar, es decir, del significante, Lacan se va a ocupar de ello en el capítulo 40, ya lo dije a n t e s , hablando del ser. M e parece que al hablar del ser, Lacan ya nos está diciendo no todo es significante en la experiencia psicoanalítica. En efecto, aún cuando el ser aparece en este texto articulado principalmente a la falta en ser, es decir, al deseo, lo cual nos devuelve una vez más al significante, a pesar de ello, Lacan da más de una indicación en el texto referente a otro nivel, otro plano, otra dimensión o registro que es el registro donde veremos enn los años ulteriores de su Seminario, los conceptos de Real, objeto a, también la noción de acto, de que hable antes, la n o c i ó n de acto es un ejemplo de incidencia determinante del significante en lo real, así lo concibe Lacan. Cuando pregunta al comenzar este Informe ¿Quién analiza hoy? Me parece entonces que ahora lo puedo decir, se trata de saber no sólo —como dije antes— en qué consiste la acción del analista, sino también cuál es el objeto de esta acción. Y encontramos aquí una respuesta en el párrafo 2 del capítulo 4, en una de esas frases de Lacan que a menudo iluminan su texto, por oscuro que parezca, despertando más allá de la comprensión un íntimo asentimiento. Hemos de reconocer «la falta en ser del sujeto como el corazón de la experiencia analítica, como el campo mismo donde se despliega la pasión del neurótico». La noción de falta en ser o falta de ser del sujeto es menos abtrusa de lo que puede parecer en una primera lectura, y corresponde a algo que con frecuencia oímos en nuestra práctica clínica. El analizante expresa por ejemplo, la sensación de que algo le falta y de que ese algo que falta, esa falta, es algo doloroso, siendo otras veces una insatisfacción permanente que nada logra colmar, una ansiedad, desasosiego que parece como llamarlo o hacerlo tender hacia eso que Lacan llama «otro sitio». El ejemplo que Lacan propone aquí no (17) es menos evocador, me parece. Todos conocemos, en efecto esa manía del neurótico que consiste en estarse justificando siempre. Aquí Lacan se refiere a ello cuando habla de los psicoanalistas ingleses; continúo con el Capítulo 4, punto 2, dice: «solo los ingleses en su fría objetividad han sabido articular esa hiancia de la que da testimonio el neurótico al querer justificar su existencia, y por ende implícitamente distinguir la relación interhumana, su calor y, sus engaños, de esa relación con el Otro en que el ser encuentra su estatuto». Es decir, Lacan considera cuando el neurótico intenta justificar su existencia, implícitamente está indicando que hay un más allá al cual necesita referirse, un más allá de la relación interhumana, de su calor y de sus engaños, del efecto en que vivimos. El
ser del sujeto se halla hendido; Lacan habla aquí de hiancia; dividido, es un ser que falta; y esa falta, el neurótico la convierte e n una falta suya, en algo de lo que se cree culpable. Me parece que la lengua castellana permite fácilmente el paso de una falta a otra. ¿Cómo actuar con el propio ser? Para terminar con este punto les recordaré que Lacan responde aquí a los analistas del «psicoanálisis de hoy», que en su libro afirmaban «el analista cura menos por lo que dice y hace que por lo que es» .Es una frase extraída del libro «Psicoanálisis de Hoy» que Lacan cita en el primer capítulo, punto 2. Es una afirmación inaceptable que Lacan refuta ; primero restableciendo la importancia de la interpretación, es decir de lo que el analista dice; segundo: insistiendo en la responsabilidad del analista en cuanto a la transferencia, en su implicación en la cura, lo que tiene que pagar como precio de su acción, es decir por lo que hace; y tercero: subrayando que de lo que se trata en el análisis es de la falta en ser del sujeto que se hace presente, la falta en ser se hace presente en esa demanda radical e intransitiva a través de la cual, como dice Lacan, «todo el pasado se entreabre hasta el fondo del fondo de la primera infancia» — Capitulo 4, punto 8. Para concluir esta introducción, en relación a la última parte del texto sólo diré algunas indicaciones muy rudimentarias. «Hay que tomar el deseo a la letra» constituye en cierto modo la respuesta de Lacan a la pregunta implícita, en mi opinión, en su titulo. «La dirección de la cura y los principios de su poder»; la pregunta implícita es cómo dirigir la cura. Lacan responde, pues: hay que tomar el deseo a la letra. Tomar el deseo a la letra es a la vez, en primer lugar, volver a la letra de Freud, cosa que Lacan hace por supuesto con todo su retorno a Freud, y que en este caso lleva a cabo deteniéndose en un estudio del sueño por ser éste, el sueño, donde Freud reconoció primeramente el deseo, dice Lacan. En segundo lugar, tomar el deseo a la letra, es dejarse llevar por el significante; tomarlo, como se dice, al pie de la letra. Es tener en cuenta q u e el deseo se articula en un discurso, que por lo tanto, se halla sometido a la oposición significante—significado y las leyes del lenguaje que Freud descubrió en el sueño, la condensación y el desplazamiento que Lacan transformará en metáfora y metonimia. Tomar el deseo a la letra es además., quizá simplemente, tomarlo por el único lado por donde s e puede tomar: «el deseo, dice Lacan, no se capta sino en la interpretación», punto 4, capítulo 5 anunciándonos así el tema de su Seminario del año siguiente «el deseo, inconsciente e indestructible», según la definición de «La interpretación de los sueños», «es por definición inarticulable, indecible» Pero, eso no significa, eso no impide que el deseo se halle articulado en el inconsciente a los significantes del deseo del Otro ‐ trabajamos ese tema el año pasado. Tampoco impide eso que el deseo es articulado a los significantes de la demanda, aunque no se confunda con ella, es así como oímos algo del deseo en una cura. El progreso de la cura, Lacan insiste en eso, no depende ni de la satisfacción de las necesidades; ni de la repuesta a las demandas, sino de algo sin duda
más delicado, difícil, es saber preservar el lugar del deseo; es el deseo el que mantiene la dirección del análisis fuera de los efectos de la demanda. Toda respuesta a la demanda, sea gratificante o frustrante no hace más que reducir la transferencia una vez más, a la sugestión y aplastar, ahogar el deseo que se halla presente en la demanda. Todas las demandas se han articulado en el análisis, dice Lacan, en un momento dado, al cabo del análisis se revelan no haber sido sino transferencias destinadas a mantener en su lugar un deseo inestable. El analizante demanda porque ha hecho siempre eso, dice Lacan en alguna parte, él no sabe hacer otra cosa: pero, al analista le toca saber reconocer lo que de deseo hay ahí. Responder a la demanda equivale a negarle al sujeto toda posibilidad de acceso a su deseo.