…y sed agradecidos. Colosenses 3:15. Algo faltaba
Un hombre fue a visitar a su vecino. El hijo de este último, como siempre, corrió a saludarlo alegremente. –¿Qué te sucedió?, preguntó el vecino. –¿Quién te golpeó? Parece como si hubieras vuelto de una batalla. –Sí, dijo la madre, así parece. Pero pudo haber sido mucho más grave. Lo mandé a buscar el rastrillo al jardín y en su prisa tropezó y cayó con la cabeza sobre la herramienta. Faltó poco para que una punta le dañara el ojo. Salió bien librado, pues sólo se hizo algunas heridas. El vecino miró a la madre como si estuviese aguardando algo más. Como ella no agregó nada, preguntó: –¿Y qué ocurrió después? – Nada, repuso ella, regañé a Víctor, lo exhorté a cuidarse más y a no ser tan acelerado. –¿Y eso fue todo?, preguntó el vecino insistentemente. –Pues bien, espero que esto le sirva de lección y que en lo sucesivo sea más cuidadoso. –El punto final todavía falta, repuso el vecino, y mostrando hacia arriba con el dedo, agregó: “Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios” (Salmo 103:2). ¡Cuán fácilmente olvidamos agradecer los beneficios recibidos! La Escritura nos exhorta: “Invócame en el día de la angustia; te libraré, y tú me honrarás” (Salmo 50:15). Cuando Jesús sanó a diez leprosos mientras iban a mostrarse a los sacerdotes, sólo uno de ellos, al verse curado, volvió para agradecer a Dios. Entonces Jesús preguntó: “¿No son diez los que fueron limpiados?” (Lucas 17:11-19). Dios tenía derecho a la gratitud de esos hombres, como tiene derecho a la nuestra por sus cotidianas bondades. DIOS LES BENDIGA.....