* extraido de la obra de collin rodney desarrollo de la luz : i el absoluto filos�ficamente, el hombre puede suponer un absoluto. un abso-luto as� incluir�a todas las dimensiones posibles tanto de tiempo como de espacio. lo que es decir: incluir�a no s�lo todo el universo que el hombre puede percibir o imaginar, sino todos los dem�s universos semejantes que puedan encon-trarse m�s all� del poder de nuestra percepci�n. incluir�a no s�lo el momento presente de todos aquellos universos, sino tambi�n su pasado y su futuro, cualesquiera sea lo que puedan sig-nificar pasado y futuro, en su escala. incluir�a no s�lo cuanto se ha actualizado en todo el pasado, presen-te y futuro de todos los universos; sino, tambi�n, cuanto potencialmen-te pudiera actualizarse en ellos. incluir�a no s�lo todas las posibilidades para todos los universos exis-tentes, sino tambi�n todos los universos en potencia, aunque aqu�llos no existan o nunca hubieran existido. una concepci�n de esta clase es, para nosotros, filos�fica. l�gica-mente debe ser as�, pero nuestra mente es incapaz de asirla o de dotar-la de alg�n sentido. �
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en el momento mismo que pensamos acerca del absoluto, tenemos que pensarlo modificado en una u otra forma. tenemos que pensarlo en la forma de alg�n cuerpo, cualidad o ley. pues tal es la limitaci�n de nuestra mente. ahora bien: el efecto o la influencia de un cuerpo cualquiera sobre otro var�a en tres sentidos: (a) en proporci�n inversa al cuadrado de su distancia - medimos este efecto como radiaci�n, o como el efecto activo de lo m�s grande so-bre lo m�s peque�o. (b) en proporci�n directa a su masa - medimos este efecto como atracci�n, o efecto pasivo de lo m�s grande sobre lo m�s peque�o. (c) en proporci�n directa a su distancia -medimos este efecto como tiempo, o efecto retardado entre la emisi�n de la influencia del m�s grande y la recepci�n por el m�s peque�o. estas, en efecto, constituyen las tres primeras modificaciones de la unidad, las tres primeras modificaciones del absoluto. imaginemos una bola de hierro candente, que representa la unidad. su composici�n, peso, tama�o, temperatura y radiaci�n constituyen una cosa, un ser. pero su efecto sobre cuanto lo rodea se desarrolla de acuerdo con tres factores - los alumbra y calienta en proporci�n direc-ta a su distancia. si su masa y su radiaci�n son constantes, entonces este tercer factor, aunque efectivamente presente, permanece invisi-ble e inmensurable. mas, en cuanto a todos los objetos que est�n en relaciones diferentes respecto a la bola radiante, el efecto combinado de estos tres factores ser� diferente y distinto. as�, las variaciones en el efecto de la unidad radiante, mediante la interacci�n de los tres facto-res, son infinitas. en este caso, sin embargo, estamos va afirmando dos cosas - una unidad radiante y su derredor. imaginemos en su lugar una sola bola, en la que su polo norte est� candente y el polo sur est� en el cero ab-soluto. si suponemos que esta bola o esfera es fija en su forma, tama�o y masa, cuanto mayor sea el calor del polo norte, mayor ser� la cale-facci�n de la materia en su vecindad y, en consecuencia, mayor ser� la condensaci�n de la materia en la vecindad del polo fr�o. si se proyecta este proceso al infinito, la radiaci�n y la masa se separar�n por entero, representando el polo norte algo as� como la pura radiaci�n y el polo sur, la pura masa. ahora bien, pr�cticamente dentro de la esfera misma estos tres fac-tores
-radiaci�n, atracci�n tiempo- crear�n un n�mero infinito de condiciones f�sicas un n�mero infinito de relaciones con uno y otro polo. las tres modificaciones de la unidad habr�n creado la variedad infinita. cualquier punto de la esfera recibir� una cantidad definida de ra-diaci�n desde el polo norte, sentir� un grado definido de atracci�n hacia el polo sur, y se separar� de ambos polos (sea al recibir impulsos de aqu�llos o sea ya al reflejar, de vuelta, los impulsos a aqu�llos) por pe-r�odos definidos de tiempo. estos tres factores juntos, podr�an integrar una f�rmula que proveer�a una definici�n perfecta de cualquier punto particular de la esfera, la cual indicar�a exactamente su naturaleza, sus posibilidades y sus limitaciones. si llamamos cielo al polo norte y al polo sur infierno, tenemos una figura que representa el absoluto de la religi�n. al presente, empero, nuestra tarea es aplicar este concepto al absoluto de la astrof�sica, a ese cuadro del todo que la ciencia moderna pugna por discernir a tra-v�s de distancias insondables y de inimaginables duraciones que, repen-tinamente, se abrieron ante aqu�lla. para esto tenemos que imaginar toda la superficie de nuestra es-fera universal, con sus dos polos de radiaci�n y atracci�n, tachonada de galaxias, del modo como toda la superficie del sol lo est� con v�rtices de fuego y toda la superficie de una naranja est� perforada de po-ros. cada una de las galaxias es tan grande como nuestra propia v�a l�ctea, mas en relaci�n con la esfera universal, cada una no es m�s que una cabeza de alfiler. esta esfera universal no est� sujeta a la medici�n ni a la l�gica hu-manas. los intentos de medici�n realizados en diferentes formas, redu-cen unos a los otros al absurdo y deducciones igualmente plausibles acerca de aqu�lla, llevan a conclusiones diametralmente opuestas. ni es-to es de sorprender cuando recordamos que esta es la esfera de todas las posibilidades imaginables e inimaginables. mirando, por ejemplo desde nuestro punto infinitesimal en el in-terior de un punto, dentro de un punto, a la superficie de esta esfera, los hombres pueden ver ahora con telescopio, galaxias desde las cuales la luz emplea 500 millones de a�os para alcanzarnos. es decir, ven las galaxias como fueron hace 500 millones de a�os. empero, al mismo tiem-po, cree la ciencia moderna que toda esta esfera infinita ha sido creada solamente hace unos cuantos miles de millones de a�os en un lugar y que ha estado expandi�ndose desde entonces. muy bien, supongamos que se construyeran telescopios una docena de veces m�s penetrantes que los que existen hoy d�a. entonces, los astr�nomos ver�an la crea-ci�n del universo. ver�an la creaci�n de nuestro propio universo en el comienzo riel tiempo, por la penetraci�n infinita en la distancia. tales anomal�as son posibles solamente en una esfera universal de la clase que hemos imaginado, donde un polo representa la radiaci�n o punto de creaci�n, el otro polo la atracci�n o punto de extinci�n y donde todos los puntos est�n tanto conectados como separados por la in-acabable superficie curva del tiempo. desde un punto de vista todas las galaxias, todos los mundos, pue-den verse como si se movieran lentamente desde el polo de radiaci�n hacia el ecuador de expansi�n m�xima, s�lo para reducirse nuevamente hasta el polo final de masa. dude otro punto de vista, puede ser la fuerza de vida, la conciencia misma del absoluto, la que est� haciendo este peregrinar imperecedero. y, una vez m�s, de acuerdo con nuestra misma definici�n del absoluto, todas las partes, posibilidades, tiempos y condiciones de esta esfera universal deben existir juntas, simult�neas y eternas, cambiando siempre y siendo siempre las mismas. en una esfera de esta clase, todos los diferentes conceptos de la an-tigua y moderna f�sica pueden unirse. la esfera toda es aquel espacio cerrado postulado primero por riemann. la nueva idea de un universo en expansi�n, que aumenta al doble sus dimensiones cada 1,300 millo-nes de a�os, es una expresi�n del movimiento desde el polo de radia-ci�n hacia el ecuador de la expansi�n m�xima. aquellos que describen el universo con un comienzo de densidad de muerte y que crece m�s y m�s en calor hacia alguna muerte final por el fuego absoluto, tienen puestos los ojos en el movimiento desde el polo de masa hasta el polo de radiaci�n. aquellos que lo describen como creado en el fuego absolu-to y que se
hace m�s y m�s fr�o hasta la muerte final por enfriamien-to y condensaci�n, tienen puestos los ojos en el movimiento inverso. mientras einstein, en el intento -con su intangible e inconmensurable 'repulsi�n c�smica'- de satisfacer la necesidad de una tercera fuerza, agrega a este cuadro de dos polos la superficie mediadora y conectante del retardo o tiempo. todas estas teor�as son verdaderas y falsas por igual: como eran las de aquellos ciegos en el cuento oriental que, al describir un elefante a tientas, dec�a el uno que era como una cuerda, el otro que era como un pilar y, un tercero, que era como dos fuertes lanzas. todo lo que con verdad podemos decir es que el absoluto es uno y que, dentro de este uno, tres fuerzas -que se diferencian en s� mismas como radiaci�n, atracci�n y tiempo- crean de consuno el infinito.