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LA NEUTRALIDAD DEL ANALISTA Contribución de Clínica freudiana, Salvador, Bahía (Brasil). Participaron: M. Antelo, J. Gerbasi, A. Harari, B. Horne, A. da Menezes, V. Mota, R. Pamponet, M. L. Rangel, J. Santana, S. Santana (relator), J. B. Soares, M. A. Teixeira. Para el texto Las Estrategias de la transferencia en psicoanálisis, Asociación de la Fundación del Campo Freudiano, Editorial Manantial, Buenos Aires, 1992, p. 209-214.
1. Freud La noción de neutralidad aparece en psicoanálisis a medida que el tratamiento analítico comienza a distanciarse radicalmente de la sugestión: se instituyó en el momento en que se distinguió de la hipnosis. No interesa aquí acompañar el pasaje gradual de Freud en sus recomendaciones de neutralidad. Pero en su texto de 1912, "Consejos a los médicos en el tratamiento analítico", encontramos el momento en que podemos percibirlas de manera precisa. La regla (g) dice que el analista no debe introducir su propia individualidad en el tratamiento, es decir, que no debe permitir que el paciente vislumbre sus propios defectos y conflictos mentales. La regla (h) dice que es necesario renunciar a la ambición educativa, y en la regla (i) Freud prohíbe al analista asumir el lugar del Amo; hay que ser inflexible respecto... del debate intelectual durante el tratamiento. Es decir, evitar la interlocución. ¿Podríamos entender con esto que para Freud la relación analítica no implica una intersubjetividad? ¿O que el analista no es agente del discurso histérico como sujeto? ¿O que tampoco sustenta el discurso universitario o el discurso del Amo? Deberá saberse que el analista opera a condición de prestarse a la fantasía del analizante y que, en el fondo, la relación analítica, tal como Lacan acabará por escribir, es homóloga a la fórmula de la fantasía. Y, en este sentido, el lugar donde ella opera le es prescrito por el sujeto. 1 Fue por no tener acceso a este dato fundamental de la teoría que las tendencias del movimiento psicoanalítico cayeron en una radical estandarización de la persona del analista, teniendo en vista cierta neutralidad: modo de vestirse, decoración del consultorio, cómo saludar, etc. Tal estandarización, en vez de jugar con los fundamentos teóricos de la neutralidad, inclinó el análisis hacia la idealización y la identificación.
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2. Estrategia, transferencia y neutralidad En los Ecrits, ítem III del índice, se encuentran en el subítem B cerca de quince indicaciones
de
páginas
sobre
la
respuesta
del
analista
al
fenómeno
de
la
transferencia, es decir, su neutralidad. Si Freud no formalizó el término, se nota la preocupación de Lacan en el sentido de liberarlo de las apuestas imaginarias del psicoanálisis entonces. Este tema aparece destacado en los textos lacanianos en el sentido de hacer frente al concepto de contratransferencia y de dar a la neutralidad una fundamentación teórica precisa y, finalmente, resolverla (con una lógica qué sé apreciará a lo largo de esté trabajo). Al acompañar su accionar en relación con el concepto de neutralidad, acompañamos también el desarrollo mismo del psicoanálisis. En "Dirección de la cura y los principios de su poder" (1958) la transferencia recibe la concepción clásica de estrategia. El analista debe estar muerto respecto de sus sentimientos, lo que culmina con lo que se desarrolló en "Variantes de la cura-tipo" de manera radical: el fin del yo del analista (1955). En la dirección del análisis el analista debe jugar como el muerto del juego del bridge. Así también culmina el desarrollo de la "docta ignorancia" del analista: cada caso es un caso, no hay ningún estándar. Entonces, tras situar al analista en esta muerte simbólica de su yo y de su saber frente al Otro, Lacan inmediatamente nos dice: es por eso que el analista está menos libre en su estrategia que en su táctica. Así, la neutralidad es la primera estrategia, la estrategia inicial, tal vez podríamos decir, la estrategia general de la transferencia. Esta posición del analista se mantendrá durante mucho tiempo en las enseñanzas de Lacan. La intervención que Lacan hace en la transferencia es, pues, la de barrar la contratransferencia, la que puede ser definida como el conjunto de reacciones
inconscientes
del
analista
frente
a
la
persona
del
analizante
y,
especialmente, frente a la transferencia de éste. Lo que Lacan quiere decir es: el analista no entra con su inconsciente en el dispositivo. A modo de revisión, podemos percibir, desde 1948 en "La agresividad e psicoanálisis", en la tesis III, el intento de insertar la neutralidad en la estructura Los factores que motivan la técnica son decididos por los fundamentos teóricos de la
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agresividad: el analista debe tender hacia una meta que representa para el otro un ideal de impasibilidad; privilegiar el habla del paciente, abstenerse de responder, borrarse en relación con su imagen. En este momento de las imagos, el analista debe ofrecerse al paciente como el espejo puro de una superficie sin accidentes. 2 Así, la neutralidad analítica toma su sentido auténtico de posición de la "dialéctica" pura... ("Intervención sobre la transferencia", 1951). En esta época, Lacan concebía la transferencia como resistencia, paralización de la dialéctica analítica. Es competencia del analista relanzar la dialéctica, no dejarse atrapar por los preconceptos, las pasiones, los embarazos, o por su insuficiente información teórica. En este sentido, el concepto de neutralidad del analista, aquí es igual a la interdicción de la contratransferencia. La transferencia es, por otro lado, la aparición en el sujeto de los modos permanentes en que él constituyó sus objetos. En el caso de que el analista no, mantenga la neutralidad, no será capaz de relanzar al paciente en la dialéctica del proceso analítico. Freud, en el caso de Dora, por contratransferencia, habría dejado pasar !desapercibido el amor y la homosexualidad de Dora por la señora K, el enigma de su femineidad. Para ir más rápido, en 1953 "Función y campo de la palabra y del lenguaje", 1956 "La cosa freudiana" y 1957 "El psicoanálisis y su enseñanza", son textos que aún encuentran a Lacan preconizando una relación dialéctica donde el no actuar del analista guía el discurso del sujeto La abstinencia del analista, su negación a responder, es un elemento de la realidad del análisis. Más exactamente, es en esa negatividad en cuanto pura... en la que reside la unión entre lo simbólico y lo real.3 0 bien el analista interviene concretamente en la dialéctica del análisis haciéndose el muerto, cadaverizando su posición... ya sea por su silencio allí donde él es el Otro... anulando su resistencia allí donde él es el otro... En ambos casos y bajo las incidencias respectivas de lo simbólico y lo imaginario, él presentifi ca la muerte. 4 3. Cálculo de la neutralidad Porque una vacilación calculada de la "neutralidad" del analista puede valer para la histérica más que todas las interpretaciones... "Subversión del sujeto...", 1960.
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Aquí la neutralidad se pone entre comillas. El analista sabe que la neutralidad es supuesta y causa un efecto de sorpresa en el analizante, perturbándolo, por salir momentáneamente de la posición en la que lo ubica la fantasía del sujeto. Que este manejo de la transferencia no comprometa al análisis, que no produzca ruptura y que a continuación el sujeto se convenza de que el deseo del analista no tiene nada que ver con el caso, es la única recomendación de Lacan. Así, el analista no debe de ningún modo presentarse como invariable. Como no estando él mismo exento de las embestidas del deseo
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La vacilación calculada de la neutralidad es una estrategia del analista para dar cuenta de la transferencia de la histérica y del obsesivo. Permite proseguir el análisis de la histérica y apunta con un fin para el análisis del obsesivo. Sea como fuere, el neurótico en su fantasía ubica al analista como al Padre-ideal: un padre que cerraría los ojos sobre los deseos, siendo él mismo dueño de su deseo. Es decir, impasible, invariable, neutro y sin deseo. He allí uno de los peligros que debe evitar el analista y el principio de la transferencia en lo que ella tiene de interminable. 6 Si la fantasía del obsesivo es negar el deseo del Otro, acentuando lo imposible del desvanecimiento del sujeto, la estandarización del analista responde a esa demanda que quiere a un Otro perfecto, impecable e impasible. Atender a esa demanda va a imponer un límite al análisis. En el caso del obsesivo, nada que apunte al goce, resguardando una zona privada del análisis. Así se dan los análisis interminables de los obsesivos. Al contrario del obsesivo, la histérica se inclina hacia el lado del objeto: allí el deseo sólo se mantiene por la insatisfacción que le produce la fantasía, en el sentido de esquivarse como objeto. En la medida en que la histérica presenta una dificultad estructural de tener acceso al Otro, de encontrar allí su lugar, es importante que el analista, ese Otro, manifieste algo de su deseo. Según J.-A. Miller, si se desea mantener a una histérica en análisis, es necesario que el analista abandone su impasibilidad de manejo y que se muestre, en lo que también pone de sí en el análisis, aunque apenas sea en el sentido de mantener al sujeto que va a aducir la voluntad de dejar el análisis; es que la histérica quiere poner a prueba el deseo del Otro, y siendo ella particularmente dependiente del deseo del Otro, al hallarlo ausente o tímido, puede interrumpir el análisis.7
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Se concluye, por lo tanto, que aquí la neutralidad es una fantasía del neurótico: el Padre muerto es una fantasía del neurótico. 4. El deseo del analista El deseo del analista no es un deseo neutro. No es un deseo puro, nos dice Lacan en el último parágrafo del Seminario, libro 11. No es un deseo sustentado en una fantasía ni está articulado a los significantes del Otro. Es un deseo decidido a llevar el análisis lo mas adelante que se pueda: a su fin. Es un deseo de saber, nos dice Lacan en su "Nota a los italianos". Tendiendo hacia un sentido contrario al de la identificación, permite al sujeto atravesar el plano de la identificación. Por otra parte, todo esto da al analista la posibilidad de acceder a la certidumbre, porque en el nivel de la identificación no hay certidumbre. Deseo sustentado por un analista que no es sujeto en el dispositivo y que, ubicando su acto en la topología ideal del objeto a, se deduce que opera por no pensar.
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El deseo del analista no es un deseo neutro. Deseo que, ubicado del lado del
goce, del objeto a, garantiza la autenticidad del acto. Deseo de lograr el acto analítico, un hacer del analista en el sentido de obtener un pasaje de analizante a analista. Sustentado por una ética y no, como ya se dijo, por una fantasía, es un deseo comprometido con el análisis: el no renunciar a su deseo es, aparentemente, lo. contrario de neutralidad.
5. El discurso del analista La cuestión de la neutralidad, hasta que se resuelve con el deseo del analista y, como veremos, con el acto analítico, proviene de la preocupación de Lacan con el manejo de la transferencia, la estrategia del analista en relación con su deseó y con su yo, es decir, su respuesta en el dispositivo La evolución del concepto de transferencia, de lo imaginario a lo real, acarreó muchos cambios en la concepción estratégica de la transferencia. Si tomamos el discurso del analista, percibimos que el analista es aquel que, al poner el objeto a en el lugar del semblante, está en la posición más
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conveniente para hacer lo que cabe hacer, es decir, interrogar la verdad como saber.9 El analista no debe creer que es él mismo quien sostiene el semblante. El analista no es un semblante. Es quien, ocasionalmente, puede ocupar su lugar y en él hacer reinar el objeto a. El analista se hace producir objeto a. Este objeto tiene una consistencia cuya sustentación es de lógica pura. ¿Se puede o no prescribir al analista que el problema de la neutralidad se resuelve ocupando el lugar de agente del discurso analítico y objeto de la fantasía del sujeto? 6. El analista tiene horror por su acto El concepto de acto, acto analítico, subvierte la anterior enseñanza de Lacan, cuando el privilegio era dado al cálculo que el analista podía hacer con los significantes. No es que el cálculo haya desaparecido. Cottet 10 llama la atención acerca de que Lacan conserva para la interpretación el nombre de "cálculo de la interpretación", porque no se logró una definición única de interpretación. Así, el cálculo y el acto permanecen antinómicos pero se conjugan. El acto auténtico es aquél en el que el sujeto se libera de los efectos del significante, para ser, para hacer. Resuelve la indeterminación del sujeto, es decir, es sin sujeto. El sujeto es sobrepasado por el acto que es incalculable e incontrolable. El acto no previene la neutralidad. No hay cálculo de neutralidad en un accionar que va hacia el lado del objeto. a, de goce, de pulsión. El acto no piensa, introduce la certidumbre. Por ser el que no
piensa el analista es quien sustenta el acto analítico: llevar al
pasaje de analizante a analista. Es el acto analítico realizado por alguien que se convierte en analista lo que
garantiza al acto sus efectos en el análisis. Si el que
analiza no pasó a analista y esto pone de relieve la cuestión del pase, puede darse el acting-out o acto fallido del analista, que por eso mismo es interpretable. Si el acto no conserva la neutralidad, paradójicamente, no hay violación. Si el acto es fallido, no es neutro, es interpretable como formación del inconsciente. Allí es donde el analista entra como formación del inconsciente. La afirmación inicial de que el analista siente horror por su acto exige que la función deseo del analista esté actuante. Refugiarse en una supuesta neutralidad
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parece ser la vía del psicoanalista que falla en su acto, no sosteniendo su accionar. Como es acto, por reproducirse del hacer mismo que ordena, el acto analítico parece capaz de echar más luz sobre el acto. 11 7. Ser neutro y ser ético Ya desde la contratransferencia, el no actuar, la muerte en lo simbólico, la "docta ignorancia", vimos en el curso del trabajo la metamorfosis de los términos: deseo del analista, discurso del analista, acto analítico. La respuesta del analista pasa gradualmente por un cálculo una lógica y un acto. Con esto, paradójicamente, se preserva la neutralidad presente en la estructura lógica del dispositivo analítico. Ser neutro no es ser técnico, es ser ético: actuar en conformidad con el deseo del analista, por cálculo o por acto, sustentando ser agente del discurso del analista. O, si quisiéramos definir de manera mas radical, la neutralidad es primordialmente una neutralización del pensamiento del analista. Lacan dice que la frase que da la posición del analista es "no pienso". Así expresa J.-A. Miller la proposición de Lacan sobre la neutralidad. Y añade: Por eso es necesario un análisis previo para funcionar en la experiencia como analista, analista que no piensa.
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Traducción: Luciana Daelli NOTAS BIBLIOGRAFICAS 1. J.-A. Miller, "Entrevista sobre a direcáo do tratamento", Clínica Lacaniana, N° 2, Biblioteca Freudiana Brasileira, San Pablo, 1987, pág. 16. 2. J. Lacan, "L'agressivité en psychanalyse", Ecrits, Seuil, París, 1966, pág. 109. 3. J. Lacan, "Fonction et champ de la parole et du langage en psychanalyse", Ecrits, ob. cit. pág. 4. J. Lacan, "La chose freudienne", ob. cit., pág. 430. 5. J.-A. Miller, ob. cit,, pág. 17. 6. J. Lacan, "Subversion du sujet et dialectique du désir dans Finconscient freudien", ob. cit., pág. 824. 7. J.-A. Miller, ob. cit., pág. 17. 8. J. Lacan, "El acto psicoanalítico", Reseñas de enseñanza, Manantial, Buenos Aires, 1984, pág. 50. 9. J. Lacan, O Seminario, Livro 20, Mais, ainda, Zahar, Río de Janeiro, 1983, pág. 125. 10. S. Cottet, "Problemas atuais da interpretaçáo", Estudos Clinicos, Clínica freudiana, Fator, Salvador, 1989, pág. 62. 11. J. Lacan, "El acto psicoanalítico", Reseñas de enseñanza, ob. cit., pág. 47.
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12. J.-A. Miller, "Genio del psicoanálisis", El analiticón, 1, Correo - Paradiso, Barcelona, 1986, pág. 8.