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CAPÍTULO SEXTO

La Iglesia en el mundo romano (96-284)

Las fuentes paganas son ya insuficientes para el estudio de este período de la historia política de los siglos II y III. Es fragmentario DION CASIO1 y resultan ineficaces las anecdóticas Historias de HERODIANO2, y lo mismo podemos decir de las biografías de las Historias Augustas, muestran poco o nada de los importantes acontecimientos de la Iglesia. Una fuente importante seguirá siendo el relato de EUSEBIO

DE

CESAREA que nos

ayudará a ir reconstruyendo este período histórico, pero que muchas veces encuentra voces opositoras a su historia provenientes del mundo pagano, como es el caso de PLINIO «EL JOVEN». Durante los siglos II-III el imperio alcanza su maduración en el proceso de unificación del Mediterráneo bajo el dominio de Roma. La llamada paganitas continúa a marcar el clima religioso de la época. Sin embargo, diversos son los contextos culturales y políticos con los cuales los cristianos deben enfrentarse. El estado, especialmente, el mundo de los sostenedores del imperium que imponen sus exigencias intransigentes de seguridad y estabilidad. El abigarrado mundo de la sociedad, que pone sobre la mesa problemas tan delicados como diferentes por su naturaleza: DIÓN CASIO (Nicea, hacia el 155-íd., 235). Historiador griego. Escribió en griego una biografía del emperador Cómodo y una Historia romana en 80 libros, que comprendía desde la llegada de Eneas a Italia hasta el 229. Esta obra no se conserva completa. 2 HERODIANO (Alejandría 170 d.C.-íd., 240), Historiador griego, vivió mucho tiempo en Roma donde desempeñó diversos cargos públicos, y escribió una historia en griego de los emperadores romanos de su tiempo. La obra abarca los reinados de Cómodo, Pértinax, Didio, Juliano, Septimio Severo, Caracalla, Macrino, Gordiano I y II, Balbino, Máximo y Gordiano III. Esta historia está escrita en excelente estilo, pero carece de precisión cronológica y geográfica. No obstante, Herodiano tiene importancia por los documentos casi desconocidos de los que se sirvió. Cf. Enciclopedia Italiana 1

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los grupos más romanizados de la parte Occidental del imperio, que se muestran como interlocutores de la mentalidad rigurosamente jurídica. Los intelectuales de lengua griega que se distinguen por su inteligencia especulativa y su refinada sensibilidad. La masa popular muchas veces impregnada de una religiosidad muy cercana a la supersticiones, y que buscan y anhelan un acercamiento y conocimiento de lo divino, y finalmente grandes sectores del llamado vulgus con una gran tendencia a la credulidad y a la obscenidad. La Iglesia vive dentro de esta situación, permaneciendo marcada por ella pero al mismo tiempo infundiendo el espíritu del Evangelio. Todas las expresiones de la vida cultual, dogmática, literaria y espiritual de la Iglesia –a lo largo de los siglos que precedieron a la gran persecución dioclecianason el testimonio de este lento y muchas veces sufrido proceso de aculturación-inculturación que le tocó vivir en este período histórico. 1. Hacia los orígenes del conflicto: los cristianos y Roma en el siglo I 1.1. El nacimiento del anticristianismo Un texto del Nuevo Testamento, la Primera Carta de Pedro, nos muestra claramente que en el imperio romano se estaba difundiendo una gran hostilidad hacia los cristianos. Ésta proviene de Roma (metafóricamente llamada Babilonia) y se dirige hacia las comunidades cristianas del Asia Menor. Pedro consuela a los cristianos que son victimas de ultrajes y calumnias de parte de los paganos, que los trataban como malhechores, y agrega el apóstol que si deben sufrir, lo hagan totalmente para mostrar que lo hacen a causa de su fe, y no por las acusaciones de asesinos, ladrones, malhechores como pretenden sus adversarios3. Las comunidades cristianas de Oriente debían hacer frente con un ambiente violento que los acusaba de criminales y que no respetaban el derecho común. Si la carta de Pedro es 3

1 Ped. 2, 12; 3, 12. 15-16; 4, 4-5; 5, 12-19

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verdaderamente del apóstol o de su ambiente, quizás fue escrita antes del año 64, y nos muestra el odio creciente hacia los cristianos. Otra fuente que nos recuerda el deterioro de las relaciones entre el paganismo y el cristianismo es la Carta a los Hebreos, quizás escrita hacia el año 70, donde su autor menciona la «grande y penosa lucha» de los cristianos «expuestos públicamente a los insultos y tribulaciones» y el merito de aquellos «que tuvieron compasión de los encarcelados, soportaron con alegría que los despojaran de sus bienes, sabiendo que tenían riquezas mejores y más duraderas»4. Se constata cómo a partir del año 60 las comunidades cristianas tuvieron que afrontar la agresión de la opinión pública, y probablemente también, sufrieron una condena de parte de los jurisconsultos de la cancillería imperial. ¿Qué cosa se les reprochaba exactamente a los cristianos? ¿Qué motivos políticos y psicológicos suscitaban semejante rechazo hacia los cristianos? Para responder a estas preguntas conviene hacerlos a partir de las persecuciones del siglo II donde tenemos mayor número de fuentes. Los textos contemporáneos a la época hacen alusiones imprecisas sobre el recrudecimiento de las persecuciones a los cristianos bajo el reinado de Domiciano (81-96): así tenemos la Carta a los Corintios del obispo de Roma Clemente5, y para el Oriente nos encontramos con el libro del Apocalipsis. No se sabe nada de preciso acerca de éstas pruebas que intentan aportar estas obras. El emperador Domiciano hizo ajusticiar a algunos de sus familiares y también a algunos senadores con la acusación de ateísmo, y de adopción de las costumbres judías6. Estos personajes condenados ¿eran verdaderamente cristianos? Eusebio de Cesarea afirma que una de las victimas, la noble dama Flavia Domitila, era cristiana 7. Algunos historiadores afirman que es casi imposible, en este período del Hebreos 10, 32-34 CLEMENTE DE ROMA, Primera Carta a los Corintios, I, 1. 6 DION CASIO, Historia romana LXVII, 13-14 7 EUSEBIO DE CESAREA, Historia Eclesiástica III, 18, 4. 4 5

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siglo I, que la nueva fe haya penetrado en la alta aristocracia romana. Mientras que los apologistas cristianos recordaran que los dos primeros emperadores perseguidores del cristianismo, Nerón y Domiciano, fueron tiranos y que era odioso recordarlos, y muy especialmente era aberrante que buenos emperadores siguieran los malos ejemplos de estos dos tiranos con respecto a los cristianos8. El último libro del Nuevo Testamento, el Apocalipsis, escrito hacia fines del siglo I, muestra de manera clamorosa cómo han cambiado los tiempos, por ejemplo desde la época de San Pablo, cuando se consideraba benévola a la autoridad imperial. El Apocalipsis describe a Roma como «la gran prostituta de Babilonia»: Me llevó en espíritu a un desierto y vi una mujer sentada sobre una bestia color escarlata. Tenía la bestia siete cabezas y diez cuernos y estaba llena de títulos blasfemos. La mujer iba vestida de rojo escarlata, y estaba adornada de oro, piedras preciosas y perlas. En su mano tenía una copa de oro llena de abominaciones y del sucio fruto de su lujuria. Y escrito en su frente un nombre misterioso: «Babilonia, la orgullosa, la madre de todas las prostitutas y de todas las abominaciones de la tierra». Y vi cómo la mujer se emborrachaba con la sangre de los creyentes y de los mártires por amor a Jesús […] Las siete cabezas son las siete colinas sobre la que está sentada la mujer […] Y la mujer que has visto es la gran ciudad, la que domina sobre los reyes de la tierra […] Por eso mismo, en un solo día caerán sobre ella las plagas que ha merecido: muerte, luto y hambre, y será consumida por el fuego9.

Un texto semejante que retoma las formas más violentas de la apocalíptica hebrea, expresa muy bien la gravedad del conflicto que se había desarrollado entre Roma y los cristianos. Pero este texto no expresa la total postura de todos los cristianos hacia fines del siglo I: en el mismo período Clemente de Roma, que si bien había dado testimonio de las duras pruebas a la que fue sometida la Iglesia en el período de las persecuciones, se mantenía fiel a la tradición paulina que pedía de rezar por los poseedores

8 9

TERTULIANO, Apologético V, 3-4 Ap. 17, 3-6.9.18, 7-8

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de la autoridad «que han recibido de Dios la gloria y el honor donde nosotros los vemos»10. 1.2. La postura de las autoridades romanas hacia las cuestiones religiosas Algunos historiadores modernos han expresado su perplejidad, y su dificultad en encontrar una respuesta favorable para explicar el fenómeno de las persecuciones a los cristianos por parte del estado romano. La dificultad se centraba en el hecho de que el estado romano era tolerante en materia religiosa. Para entender esta cuestión, es necesario tomar distancia de ciertas posturas que quieren proyectar sobre este lejano pasado las ideas modernas y actuales acerca de la tolerancia y libertad de conciencia. Para intentar comprender la razón, y antes de examinar el caso específico de la fe cristiana en el siglo I, es necesario tener en cuenta la política global de Roma con respecto a las diversas manifestaciones de la vida religiosa. En la inmensidad imperial de Roma encontramos una diversidad infinita de dioses, cultos, ritos aceptados por las autoridades romanas, inclusive el monoteísmo hebreo. Todavía esta multiplicidad no estaba fundada sobre la idea de la tolerancia. Cicerón había definido espléndidamente la naturaleza de la cuestión: «Cada ciudad tiene su religión, nosotros tenemos la nuestra»11. La multitud de cultos correspondía a la multitud de ciudades y pueblos que formaban el imperio. La actitud que tomó Roma en relación a las distintas religiones de los pueblos conquistados era de benevolencia. Además de las preocupaciones de tipo político, Roma se interesaba de no molestar inútilmente a estas poblaciones no respetando sus tradiciones y en especial su religión. Roma veía como necesario y conveniente honrar los ritos ancestrales de los distintos pueblos del imperio, para que de ésta manera sus dioses fueran favorables a Roma. Por lo tanto cualquier tipo de 10 11

CLEMENTE DE ROMA, Carta a los Corintios, LX, 4; LXI, 1-2 MARCO TULIO CICERÓN, En defensa de Lucio Flaco, XXVIII, 69

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impiedad al respecto sería perjudicial a los intereses de la ciudad dominante. En el curso de la larga conquista de Italia, la República había elaborado por etapas, un fecundo concepto político: los individuos que conseguían la ciudadanía romana permanecían siendo ciudadanos de su ciudad de origen. Este sistema permitía una doble fidelidad religiosa, hacia los dioses romanos y hacia los dioses de su propia ciudad. Una tolerancia semejante tenía sus límites: ningún culto, ningún rito debía perjudicar el orden público. Cicerón había rescatado un antiguo precepto: en la ciudad romana «ninguno debía tener dioses propios, si no eran reconocidos por el Estado»12. El homenaje público a los dioses de Roma era obligatorio para todo ciudadano, como en toda ciudad antigua, el culto a los dioses cívicos era un deber de primer orden. Una persona no se convertía a la religión romana, se nacía fiel naciendo ciudadano, o se llegaba a ello recibiendo la ciudadanía. Los magistrados romanos alternaban su cargo de la magistratura con los del sacerdocio. En la antigüedad había un total convencimiento que la salvación y la prosperidad estaban íntimamente unida al cumplimiento de los ritos y el culto público. Toda falta o negligencia al respecto era considerado como una «impiedad» que podría llevar y atraer a la ciudad toda clase de desastres y maleficios rompiendo la «paz de los dioses», el acuerdo y la buena relación entre los dioses y los ciudadanos, garantizado por el estricto cumplimiento de los ritos religiosos, era una manera de sana convivencia. Profundamente apegados a estas prácticas, los Romanos se consideraban «los más religiosos entre todos los hombres». Un rechazo a los cultos públicos de Roma o de las otras ciudades solo provocaba escándalo. San Pablo tuvo esa experiencia en el curso de un violento incidente acaecido durante su visita a Efeso. Algunos orfebres, que vendían imágenes de plata

12

MARCO TULIO CICERÓN, Las leyes, II, 8, 19

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del templo de Artemisa13, la gran diosa de la ciudad, suscitaron una revuelta contra todos aquellos que osaban afirmar «que no son dioses aquellos que son fabricados por manos de hombre». Una muchedumbre encolerizada al grito de «Grande es Artemisa de Efeso» se dirigió hacia el teatro exigiendo la prisión de los impíos. Pablo tuvo que huir de la ciudad bajo la protección de las autoridades de Efeso14. En Roma algunos sacerdotes llamados quindecemviri15 encargados de la organización y cuidado del culto, autorizaban, previo examen, la adopción o no de los cultos nuevos. Como ejemplo de aceptación de los cultos extranjeros tenemos el caso del llamado rito de iniciación en los misterios de Eleusis16 muy difundido entre las clases cultas y de la nobleza romana. Mientras que un caso de negación a la práctica de un culto extranjero, lo tenemos en un decreto de prohibición del Senado (Senatus consultum de Bacchanalibus) del año 186 a.C. por las que las Bacanales fueron prohibidas en toda Italia, excepto en ciertas ocasiones especiales que Estrabón (Geografía XIV, I, 22-23) nos ofrece noticias sobre el santuario de Artemisa del que se habla largamente en Hch 19. Artemisa, hija de Zeus, recoge los rasgos de otra divinidad asiática y representa mucho más que la Diana de Roma, su equivalente. Diosa de la naturaleza salvaje, exigía sacrificios humanos (Ifigenia); era también una diosa de la feminidad y de la fecundidad. El Artemision, santuario de Artemisa, era una de las siete maravillas del mundo antiguo, reconstruido varias veces, el que conoció San Pablo era obra de un arquitecto de Alejandro Magno. Cf. J. COMBY – J-P. LÉMONON, Vida y religiones en el imperio romano en tiempos de las primeras comunidades cristianas. Documentos en torno a la Biblia Nº 13, pág. 12 14 Hch 19, 23-40. En Hch 19,25 viene precisado que la revuelta reunió a todos los artesanos que hacían trabajos para el templo, no sólo los orfebres. En torno a dicho templo funcionaba un floreciente comercio religioso, que se vio amenazado por la predicación cristiana, poco favorable a las imágenes. Se puede ver también Hch 17, 29. 15 Quindecemviri sacris faciundis: Eran quince sacerdotes romanos. Su función era el de custodiar e interpretar los libros sibilinos, y luego se ocuparon de los cultos extranjeros reconocidos por Roma. Originalmente este colegio sacerdotal, estaba formado por sólo dos miembros patricios, pero cuando en el 367 a.C. se aumentó el número a diez, la mitad de los integrantes fue elegido entre los plebeyos. 16 Los misterios de Eleusis son los más célebres de la antigüedad mediterránea. Se los celebró durante 10 siglos, desde el siglo VI a.C. hasta el IV d.C. El secreto de las fórmulas de iniciación se mantuvo celosamente. Dos autores cristianos a comienzos del siglo III nos dan noticias de estos ritos de iniciación, y nos dan pruebas de la atracción que por los misterios sentían muchos, incluso entre las sectas cristianas. Estos misterios celebraban la leyenda que canta el Himno a Deméter atribuido a Homero. Hades, dios de los infiernos, rapta a Coré, la hija de Zeus y Deméter, la Tierra-Madre. Deméter parte en busca de su hija alrededor de todo el mundo conocido. El iniciado en los misterios revive esta carrera ansiosa de Deméter en busca de su hija y llega así a la bienaventuranza. 13

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debían ser aprobadas específicamente por el Senado. Se podría decir que fue

la primera gran persecución religiosa del Imperio romano, bien

conocida por la narración del historiador Tito Livio 17. La persecución alcanzó a unas siete mil personas, entre hombres y mujeres, lo que prueba la extensión que el culto alcanzó en Roma. El comediógrafo Plauto lo valora negativamente; los rituales báquicos eran siempre, para este autor, un ejemplo de desorden y de juerga. Los cultos dionisíacos, si creemos a Tito Livio, tuvieron al principio poca aceptación en Roma, sólo entre las mujeres, hasta que se pusieron de moda entre los hombres, principalmente entre los menores de 20 años, gracias a las «innovaciones peligrosísimas» introducidas por la sacerdotisa de Campania, Paculla Annia. Que consistían en celebrar el ritual del culto por la noche, y en que se convirtieron de cultos públicos en un culto secreto y de masa. Antes los rituales se celebraban tres veces al año; ahora, cinco al mes. La gran innovación introducida por Paculla consistía, pues, en que, de ser los rituales dionisíacos un culto exclusivo de mujeres, fueran en adelante un culto de muchedumbre, principalmente de gente joven. El ritual báquico consistió fundamentalmente en la iniciación, por la que el individuo entraba a formar parte de la asociación báquica, y en una experiencia orgiástica, según la cual, mediante la borrachera, el baile y las manifestaciones de erotismo, creía el iniciado que entraba en posesión del dios. Estos rituales se celebraban en casas privadas y en un bosque consagrado a la diosa Estimula, al pie del monte Aventino, una de las colinas de Roma, mediante danzas orgiásticas, con la sola participación de mujeres casadas, disfrazadas de Ménades, que eran las mujeres que acompañaban a Dionisos en la leyenda18.

Avanzado el siglo I estas prohibiciones parecían ya olvidadas y los cultos dionisíacos se practicaban libremente. No obstante, se seguía controlando o reprimiendo a los movimientos religiosos que se consideraban nocivos para el orden público. Es el caso de los cultos «druidas»19, sospechosos de favorecer rebeliones y fue progresivamente prohibido entre el reinado de TITO LIVIO, Historia de Roma, XXXIX, 8-19. BLÁSQUEZ MARTINEZ, J. M., «El edicto sobre las bacanales del año 186 a. C.» Jano 63 (1973) 105-108 19 Era la clase sacerdotal de los pueblos celtas, que no pagaban tributos y no prestaban servicios militares. Se los consideraba como los depositarios de las tradiciones religiosas y culturales de los celtas. Entre sus obligaciones se encontraba la de presidir los ritos religiosos, practicar la adivinación y administrar la justicia. 17 18

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los emperadores Augusto y Claudio. Algo parecido también se dio en los cultos de iniciación egipcios de Isis que fue por largo tiempo prohibido. Estas prohibiciones no sólo se realizaban por una preocupación política para mantener el orden público, sino que muchos de estos cultos nuevos y desconocidos, especialmente los que se celebraban en secreto para los iniciados, eran sospechosos de desencadenar fuerzas divinas y oscuras que podían amenazar a la ciudad. El sistema politeísta favorecía todavía la pacifica coexistencia de varios cultos. El viejo principio, recordado por Cicerón que prohibía a un ciudadano romano de venerar dioses extranjeros, había caído en desuso durante el período imperial. El ciudadano en forma privada bien podía rendir culto a cualquier dios a su elección. Estas devociones personales y privadas no lo dispensaban como ciudadano de sus deberes hacia los dioses de Roma. La adoración a los dioses de Roma era un elemento de unidad entre una población tan diversa y de distintos orígenes culturales y religiosos, y en especial el culto a la persona del emperador. En las ciudades y en las distintas provincias se celebraba el culto a los emperadores muertos y divinizados, menos el de Roma que era considerada como una divinidad en y la función imperial era considerada como una entidad divina. La divinización de la persona del emperador en vida era, en teoría excluida, pero se le rendía culto a la divinidad que presidía y guiaba su destino. César Augusto dio un lugar destacado al culto imperial en la religión romana. Augusto concretamente fue durante su vida objeto de muchos cultos y homenajes religiosos, que él siempre estimuló con habilidad para consolidar así al mismo tiempo el imperio y el nuevo régimen. Participar en el culto a Roma y al Emperador era un gesto de lealtad política. Los cristianos se negaron a participar en un culto que consideraban al emperador como señor (Kyrios). Esto fue causa de que fueran considerados

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como subversivos, y en varias ocasiones, en el Nuevo Testamento denuncian las pretensiones de los soberanos a hacerse honrar como dioses20. 1.3. Una excepción: la religión judía Un solo pueblo, el judío, observa un rígido exclusivismo religioso, el culto al Dios único. Para un judío piadoso participar en cualquier culto pagano, ya sea un juramento, sacrificio u oración, equivalía a renegar de su propia fe y de su propia Ley. La religión judía obligaba a sus fieles a una cantidad de prácticas como la circuncisión, la observancia del sábado, preceptos alimenticios, etc., que aislaban a los Hebreos del resto de la población del Imperio. Esta rígida práctica de la religión no sólo la cumplían los judíos de la Palestina, sino también aquellos que vivían en las numerosas comunidades de la Diáspora, distribuidas por todo el Mediterráneo. Para estos hijos de Israel estaba totalmente prohibida la participación en los cultos a los dioses romanos, a los dioses de las distintas ciudades donde se habían establecido, y mucho menos al culto del emperador. A pesar de esto, las autoridades romanas aceptaron esta particularidad del pueblo judío. Los hebreos habían favorecido la diplomacia de Roma en Oriente en la época de la conquista con algunos tratados entre ambos pueblos. La brutalidad de la campaña contra Jerusalén por parte de Pompeyo en el 63 a.C. había comprometido las buenas relaciones entre ambos, pero inmediatamente Julio César había confirmado todos los privilegios a la comunidad judía de Palestina y de la Diáspora. La autoridad romana se comprometía a respetar las tradiciones religiosas judías regidas por la Ley. Estaba prohibido obligar a un judío a cumplir un acto contrario a su Ley. Flavio Josefo había reunido 31 documentos oficiales romanos de la época de César, del Triunvirato y del principado de Augusto, que 20

Mt 22, 21; Hch 12, 23; Ap 2, 12-17; 13, 11-18; 17, 14.

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reglamentaban y confirmaban estos privilegios. En el templo de Jerusalén, hasta la rebelión del 66 d.C. se ofrecía un sacrificio cotidiano por las intenciones del emperador, y en las sinagogas se ofrecía también oraciones al Dios único por el emperador y el bienestar del Imperio 21. Augusto había instituido este sacrificio de un buey y dos corderos en el templo de Jerusalén22. Para los judíos éste era un hecho muy excepcional, y como dice Flavio Josefo23, «concedemos a los emperadores este honor supremo que negamos a cualquier otro hombre». Este sacrificio era la única forma en que el judaísmo podía participar de alguna manera del culto de Augusto y de Roma practicado en las demás provincias. Las relaciones judío – romanas no siempre fueron por buen camino. Un ejemplo que podemos citar fue hacia el año 40 cuando el emperador Calígula decidió que erigieran una estatua suya en el templo de Jerusalén. Los judíos tendrían que rendir culto al emperador, según la voluntad de Calígula. ¿Iba a conocer de nuevo el pueblo judío aquel «ídolo abominable» que conocieron bajo el reinado de Antíoco Epifanes (Dn 11, 31; Mc 13, 14)? La muerte del emperador libró al pueblo judío de aquella pesadilla. Así da a conocer Flavio Josefo este acontecimiento histórico: Cayo César (Calígula) llegó a tal punto de insolencia con la Fortuna que quiso ser llamado y considerado un dios, dejó a la patria sin sus más distinguidos personajes y llevó su impiedad incluso hasta Judea. Envió a Jerusalén a Petronio24 con un ejército para que pusiera en el Templo sus estatuas y, en el caso de que los judíos se negaran a ello, le mandó matar a los que se opusieran y esclavizar al resto del pueblo25.

Otro judío que nos da noticias sobre Calígula y su relación con los judíos es FILÓN

DE

ALEJANDRÍA26 en su obra Legatio ad Caium (Embajada a

C. SAULNIER, «Lois romaines sur les Juifs d’apres Flavius Joséphe» en Revue Biblique 88 (1981) 161-198 22 FILÓN DE ALEJANDRÍA, Embajada a Cayo, 157. 23 Contra Apión II 77 24 Gobernador de Siria del 39 al 41 ó 42 d.C. 25 FLAVIO JOSEFO, La guerra de los judíos, II, 184-187 26 Filón nació por el año 15 a.C. Es el principal representante del judaísmo helénico. Tuvo una gran influencia en la exégesis, la teología y la espiritualidad en los Santos Padres, y fue conocido gracias Clemente de Alejandría, Orígenes, Gregorio de Nisa y 21

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Cayo) donde nos da un detenido retrato del loco emperador frente a una pequeña delegación de cinco judíos, temblorosos, ridículos y despreciados de la que él formaba parte. Filón quiere trasmitir a la posteridad el recuerdo de aquel instante, en que para él, se enfrentaron Dios y Calígula en unos jardines de Roma, jugándose delante de él, la suerte de Alejandría y Jerusalén. Roma se enfrentó a los judíos en una serie de conflictos entre los años 66 al 135, que llevaron a la trágica desaparición del estado autónomo judío en Palestina y la dispersión de sus habitantes por todo el mundo mediterráneo. Los judíos reagrupados en torno a sus sinagogas (ya que no existía más el Templo de Jerusalén) se distribuyeron a través de todo el Imperio y conservaron sus privilegios, y su religión no fue perjudicada por los vencedores. Las iglesias cristianas hubieran querido beneficiarse de la misma manera, deseando que el estado romano pudiera adaptarse a la presencia de grupos que practicasen un monoteísmo exclusivo, pero esta esperanza no tuvo éxito. Por otra parte los romanos veían en el judaísmo como una religión de un pueblo muy particular, una nación que tenía el derecho de adorar según sus propios ritos a su dios nacional, como todos los otros pueblos que formaban parte del Imperio. La originalidad de sus prácticas religiosas podría sorprender a los romanos y hasta burlarse de ellas27, pero su antigüedad confería una legitimidad en cuanto a una religión ancestral, y el judaísmo podía encontrar su propio espacio en la concepción romana de las religiones. Los cristianos, por el contrario, no podían reivindicar una Ambrosio. Nació judío y pertenecía a un clan de importantes banqueros. Su hermano prestaba dinero a Herodes Agripa I. Uno de sus sobrinos Tiberio Julio Alejandro, proromano había abjurado de su judaísmo, y cumplió cargos como procurador en Judea en el 46 (10 años después que Poncio Pilato), fue prefecto de Egipto del 66 al 69 y segundo comandante de Tito en el sitio de Jerusalén del año 70. cf. JACQUES CAZEAUX, Filón de Alejandría, de la gramática a la mística. Documentos en torno a la Biblia Nº 9 27 Se puede ver las reacciones de los paganos frente a las prácticas judías y a su concepción de la divinidad en JEAN COMBY – JEAN PIERRE LEMONON, Roma frente a Jerusalén vista por autores griegos y latinos, Documentos en torno a la Biblia Nº 8, 3339.

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semejante legitimidad ya que era un grupo formado recientemente, y sus miembros eran reclutados entre los judíos o entre los paganos que abandonaban el culto de sus propios padres, y traicionaban el culto a sus dioses y a la cultura de su propia ciudad o pueblo. 1.4. Las consecuencias del cisma entre la Iglesia y la Sinagoga San Pablo hacia el año 57-58 había escrito en Corinto la Carta a los Romanos, en la cual expresaba y desarrollaba su propia doctrina: La salvación provenía exclusivamente en la fe en Jesucristo, y no mediante las obras que uno podía realizar. La enseñanza de San Pablo atacaba los preceptos rituales de la Ley mosaica, que los conversos del paganismo no estaban obligados a cumplir. La doctrina paulina, que se iría imponiendo en la Iglesia universal, estaba destinada a producir un cisma con la Sinagoga, y atraer sobre la Iglesia la amenaza de no beneficiarse con los mismos privilegios que gozaban los judíos en Roma. Luego de la destrucción del Templo en el año 70, este cisma se reforzó y las autoridades rabínicas lanzaron sus primeros ataques y anatemas contra los herejes «nazarenos», termino que en la literatura talmúdica utilizaban para llamar a los cristianos. Los rabinos veían en el cristianismo a una secta herética y cuyos miembros no tenían ningún derecho de llamarse hebreos. La condena del grupo de dirigentes judíos hacia los cristianos, perjudicó más a los cristianos-judíos de Palestina, los cuales querían mantener la doble fidelidad. Este grupo será duramente perseguido por BAR KOJBA, jefe de la segunda rebelión judía bajo el reinado del emperador Adriano, entre los años 132 y el 135 d.C28. La Iglesia se definía como el nuevo y auténtico Esta rebelión también es conocida como la Segunda guerra judeo-romana. Las causas directas de la rebelión varían según las fuentes. El historiador romano Dión Casio, atribuye la revuelta a la decisión de Adriano de fundar en Jerusalén una ciudad romana llamada Aelia Capitolina en honor al dios romano Júpiter. Las fuentes judías por su parte nos dicen que la causa fue por los decretos de Adriano contra la religión judía: prohibición de realizar el Brit Milá (circuncisión), de respetar el Sábado, y contra las leyes de pureza. La intención de Adriano era «civilizar» e incorporar a los judíos a la cultura greco-romana. El Sanedrín encargó la rebelión a Simón bar Kojba, 28

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Israel, el nuevo Pueblo de Dios que se aplicaba a sí mismo las promesas de la Antigua Alianza, cosa que a los ojos de los rabinos era inaceptable porque era una usurpación. Con la predicación de San Pablo muchos adherentes al cristianismo provenían de las filas de los simpatizantes del hebraísmo, y esta concurrencia hacia a la Iglesia privaba de buena parte de los prosélitos a los judíos. Por lo tanto era inevitable que las relaciones entre las dos comunidades se resintieran y distanciaran cada vez más. A los anatemas rabínicos contra los «nazarenos» se respondía con un antijudaísmo cristiano cada vez más violento. Sería exagerado culpar a los judíos, como a veces algún historiador lo ha hecho, la responsabilidad de las persecuciones contra los cristianos por parte del estado romano. Algunos textos del siglo II, como por ejemplo la Primera Apología de San Justino donde relata el martirio de San Policarpo, mencionan la participación

de los judíos en las manifestaciones de

hostilidad hacia los cristianos, pero se trata de testimonios muy aislados, cosa muy distinta es la participación numerosa de la población pagana contra los cristianos que esta documentada. Si bien es cierto, que las autoridades religiosas judías llamaron la atención en diversas ocasiones al poder romano, sobre el hecho que los cristianos estaban separados de las comunidades judías, como fue el caso de los procesos de Pablo en Cesarea y Roma. Pensar que fueron los judíos los que movieron a las autoridades romanas contra los cristianos es un error, y por una simple razón: las relaciones judíos – romanas hacia el 140 fueron de los más inestables, y de ninguna manera tenían alguna influencia sobre las decisiones imperiales. Los autores romanos al inicio del siglo II (Tácito, Plinio el joven) que habían mencionado a los cristianos y a las persecuciones contra estos, no considerado como un Mesías según el pasaje de las Escrituras de Números 24, 17 «Descenderá una estrella de Jacob» (Bar Kojba significa «hijo de una estrella». Según Dión Casio fueron asesinados 580.000 judíos, arrasadas 50 ciudades y 985 aldeas. Adriano prohibió la Ley Mosaica (Torá), el calendario judío y asesinó a varios estudiosos y eruditos. Los rollos sagrados fueron quemados en el monte del Templo.

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hablaban de los orígenes judíos de la religión cristiana. El cristianismo era considerado como una religión particular, o como decía Suetonio como una «nueva superstición». La opinión pública romana toleraba que los judíos no rindieran culto a los dioses de la ciudad, era una característica particular de este pueblo, parte de su proselitismo limitado y discreto. Al contrario, luego de San Pablo, los cristianos reclutaban cada vez en mayor número, a miembros de religión pagana, y preocupados por anunciar la Buena Nueva a todos los pueblos desplegaban su celo misionero por todo el imperio. Los cristianos inducían a los paganos a abandonar el culto a los dioses y abstenerse del culto al emperador, cosa que a finales del siglo I producía escándalo y suscitaba una gran hostilidad de parte de los paganos.

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2. Las persecuciones en el Siglo II 2.1. La modalidad jurídica: la legislación a través del Rescripto Con la llegada al trono del emperador Nerva da comienzo la dinastía llamada ANTONINA29, que gobernará los destinos del Imperio romano por casi 96 años. Un gobierno muy apreciado y bien considerado por los historiadores paganos que los llamaran optimi principes, especialmente por el gran sentido de equilibrio que los distingue de otras dinastías romanas. Si el gobierno de estos emperadores fue exaltado por los paganos, por el contrario será duramente criticado por la historiografía cristiana de la época, ya que las relaciones que se establecieron entre los cristianos y el Estado romano, fueron determinadas por la situación histórica concreta que les tocó vivir. Por un lado una Iglesia llamada a recorrer su propio camino en un mundo ignorante de la novedad evangélica, y llamada a consolidarse en sus propias estructuras, en su vida litúrgica y espiritual, que debe defender sus propias ideas y especialmente la legitimidad política de su existencia en el marco jurídico del Imperio. Por otra parte, nos encontramos con un Estado que no termina de entender a los cristianos y considera su religión como «políticamente peligrosa». El estado veía en la nueva fe como algo que atentaba contra la religiosidad tradicional institucionalizada, y por ello representaban un peligro para la sociedad. Con el emperador NERVA (96-98) la Iglesia vive un período de tranquilidad ya que prohíbe las persecuciones contra los cristianos. Hasta ese momento los emperadores aplicaban el principio del Senado que venía de la época de Tiberio, aquel non licet esse Christianos. En efecto, el poder político romano estaba obligado a aplicarlo sólo si era solicitado por un ciudadano romano, y se procedía sólo si se consideraba un peligro para el Una de las características de ésta dinastía era la elección de un sucesor por parte de los gobernantes. La sucesión no se dio de manera hereditaria sino por la elección del emperador de un personaje al que consideraba el más apto para el trono. 29

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orden de la sociedad romana. Nerva consideró lo absurdo de esta obligatio y ordena la prohibición de las acusaciones contra los cristianos. Así lo da a conocer el historiador Dión Casio30 y también nos da noticias de la reacciones contra el emperador: las duras críticas del cónsul Frontone y el malestar de la opinión pública. Dinastía Antonina 96 98 117 138 161 180

NERVA TRAJANO ADRIANO ANTONINO PÍO MARCO AURELIO CÓMODO

a) Trajano: Conquirendi non sunt Al emperador Nerva le sucede en el trono TRAJANO (98-117), originario de la Bética (España), famoso por la conquista de la Dacia (magistralmente desarrollado en la Columna de Trajano en Roma) y también recordado por sus grandes obras públicas. Murió en el viaje de regreso a Roma de la campaña contra los Partos, en la ciudad de Selinus, cerca del Mar Negro, el 9 de agosto del 117. Durante su gobierno se produjo una nueva persecución a los cristianos y entre sus victimas más importantes encontramos a Simón de Jerusalén y el obispo Ignacio de Antioquia. Un papel importante en este conflicto del estado romano con los cristiano lo tuvo el gobernador de la provincia romana del Ponto-Bitinia31, PLINIO «EL JOVEN». Senador de rango senatorial, Plinio había sido enviado como legado imperial para la reorganización de la provincia de Bitinia, para poner fin a los escándalos financieros y reprimir en la ciudad unos levantamientos de las asociaciones Historia Romana 68, 1. Se extendía al norte del Asia Menor a lo largo de las costas de los mares de Marmara y el Mar Negro, en el actual territorio de Turquía. 30 31

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profesionales, religiosas y de otro tipo llamadas «heterías». Se dedicó a su misión con eficacia, pero sin brutalidad ya que era un personaje literato y mundano y se consideraba a sí mismo como humano y benévolo. La correspondencia con el emperador Trajano en el curso de su gestión como gobernador, es para nosotros una fuente de primera mano sobre la administración de una provincia romana. Entre las cartas, hay dos que encierran un especial interés, ya que constituyen el testimonio pagano más antiguo sobre Cristo y los cristianos. En los años 111-112, Plinio se encuentra por primera vez en presencia de los cristianos. Aprovechando la ocasión le escribe al emperador Trajano, contándole lo que ha hecho y le pide consejo sobre la forma de actuar en casos parecidos. En su carta sobre los cristianos, Plinio resaltaba que nunca se había ocupado en precedencia de los cristianos, ya que su carrera se había desarrollado en Italia, donde los cristianos eran menos numerosos que en Asia Menor. El gobernador ponía las siguientes dudas al emperador: 1.

¿Los cristianos son buscado o procesados solamente por el hecho de ser denunciados?

2.

¿Son castigados por el hecho de ser cristianos, o sea por el delito religioso en sí mismo? ¿Aún en ausencia de crímenes contra el derecho común sin que hayan sido probados?

Las dudas de Plinio a Trajano son muy precisa y así las expresa: Es costumbre en mí, señor, darte cuenta de todo asunto que me ofrece dudas. ¿Quién, en efecto, puede mejor dirigirme en mis vacilaciones o instruirme en mi ignorancia? Nunca he asistido a procesos de cristianos. De ahí que ignore qué sea costumbre y hasta qué grado castigar o investigar en tales casos. Ni fue tampoco mediana mi perplejidad sobre si debe hacerse alguna diferencia de las edades, o nada tenga que ver tratarse de muchachos de tierna edad o de gente más robustas; si se puede perdonar al que se arrepiente, o nada le valga a quien en absoluto fue cristiano haber dejado de serlo; si hay, en fin, que castigar el nombre mismo, aun cuando ningún hecho vergonzoso le acompañe, o sólo los crímenes que pueden ir anejos al nombre32. PLINIO «EL JOVEN» Cartas, X, 96 en J. COMBY – J.P. LEMONON Roma frente a Jerusalén vista por autores griegos y latinos, 42 32

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La lectura de este pasaje nos hace ver algunos aspectos importantes. En primer lugar podemos preguntarnos ¿había una base jurídica específica y válida para todo el Imperio que de legalidad a las persecuciones de los cristianos? No lo parece, pero los cristianos igualmente podían temer el poder del gobernador y la furia que podía desencadenarse por el pueblo pagano contra los cristianos acusados de «ateos» y de practicar un «culto ilegal»33. Otros aspectos que rescatamos de la lectura de este documento, es la preocupación de Plinio por las edades de los condenados, si se debe considerarla o no. El tercer aspecto a tener en cuenta, que es el más importante es si se debe castigar a los cristianos por el sólo hecho de serlo, aún cuando no hayan hecho ningún acto vergonzoso, como él mismo lo llama. En otro pasaje de la carta Plinio nos cuenta qué acciones concretas ha realizado al respecto: Por de pronto, respecto a los que me eran delatados como cristianos, he seguido el procedimiento siguiente: empecé por interrogarles a ellos mismos. Si confesaban ser cristianos, los volvía a interrogar segunda y tercera vez con amenaza de suplicio. A los que persistían, los mandé ejecutar. Pues fuera lo que fuere lo que confesaban, lo que no ofrecía duda es que su pertinacia y obstinación inflexible tenía que ser castigada. Otros hubo, atacados de semejante locura, de los que, por ser ciudadanos romanos, tomé nota para ser remitidos a la Urbe. Luego, a lo largo del proceso, como suele suceder, al complicarse la causa, se presentaron varios casos particulares. Se me presentó un memorial sin firma con una larga lista de nombres. A los que negaban ser o haber sido cristianos y lo probaban invocando, con fórmula por mí propuesta, a los dioses y ofreciendo incienso y vino a tu estatua, que para este fin mandé traer al tribunal con las imágenes de las divinidades, y maldiciendo por último a Cristo –cosas todas que se dice ser imposible de forzar a hacer a los que son de verdad cristianos-, juzgué que debían ser puestos en libertad. Otros, incluidos en las listas del delator, dijeron sí ser cristianos, pero inmediatamente lo negaron; es decir, que lo habían sido, pero habían dejarlo de serlo, unos desde hacía tres años, otros desde más, y aun hubo quien desde veinte. Estos también, todos, adoraron tu estatua y las de los dioses y blasfemaron de Cristo34.

Algunos puntos a tener en cuenta con la lectura de éste pasaje de la carta: 33 34

Se puede ver Hch 18,13 Cartas X, 96

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1. No faltaban motivos para la persecución y denuncias contra los cristianos: se los acusaba del crimen de lesa majestad. Tradicionalmente la ley de lesa majestad castigaba los crímenes contra el estado. Sólo se consideraban los hechos y no las palabras, pero como los emperadores se identificaban con el estado, todos los atentados contra su persona, incluidas, las palabras injuriosas y los escritos satíricos podían compararse con el crimen de lesa majestad. En las acusaciones contra los cristianos se podía apelar a la ley de lesa majestad, ya que no cumplían con un deber cívico que era rendir culto al emperador. Tenemos algunos pasajes del Nuevo Testamento donde podemos encontrar esta acusación35. 2. Plinio consideraba importante enviar a Roma de los ciudadanos romanos acusados de ser cristianos, para que sean juzgados en la Urbe. Este proceder era normal, y lo vemos en Hch 25,12 cuando Pablo apela al emperador apoyado en su título de ciudadano romano. 3. Es importante destacar que Plinio pone la imagen del emperador antes que la de los dioses, y para él, no hacer sacrificio al emperador implicaba una falta grave de lealtad y por lo tanto era una actitud subversiva. En un pasaje importante de esta carta nos da noticias acerca del culto de estos primeros cristianos: Ahora bien, afirmaban éstos que, en suma, su crimen o, si se quiere, su error se había reducido a tener por costumbre en días señalados reunirse antes de rayar el sol y cantar, alternando entre sí a coro, un himno a Cristo como a Dios y obligarse por solemne juramento no a crimen alguno, sino a no cometer hurtos ni latrocinios ni adulterios, a no faltar a la palabra dada, a no negar, al reclamárseles, el depósito confiado36. Terminado todo esto, decían que la costumbre era retirarse cada uno a su casa y reunirse nuevamente para tomar una comida, ordinaria empero e inofensiva; y aun eso mismo lo habían dejado de hacer después de mi edicto, por lo que, conforme a tu mandato, había prohibido a las heterías. Con estos informes, me pareció todavía más necesario inquirir qué hubiera en todo ello de verdad, aun por la aplicación del tormento a dos esclavas que se decían diaconisas. Ninguna otra cosa hallé sino una superstición, perversa y desmedida […] Por ello, suspendidos los procesos, he 35 36

Jn 19, 12; Hch 16,20-21; Hch18, 13 Col 3, 5 ss.

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acudido a consultarte. El asunto efectivamente me ha parecido que valía la pena de ser consultado, atendido sobre todo el número de los que están acusados. Porque es el caso que forman una multitud considerable, de toda edad y condición, de uno y otro sexo, son todavía llamados en justicia y lo serán en adelante. Y es que el contagio de esta superstición ha invadido no sólo las ciudades, sino hasta las aldeas y los campos; más, al parecer, aún puede detenerse y remediarse37.

La carta de Plinio constituye un documento de interés capital sobre el cristianismo del siglo II. Plinio afirma que los cristianos forman «una multitud considerable, de toda edad y condición, de uno y otro sexo». Las comunidades cristianas estaban ampliamente difundidas «no sólo en las ciudades, sino hasta las aldeas y los campos». La carta también nos ofrece detalle sobre la vida litúrgica y social de los cristianos. Se describe dos reuniones, una por la mañana y la otra por la noche. La primera se celebra en el llamado stato die (ciertamente que es el domingo), antem lucem, y se canta un carmen Christo quasi deo (un himno a Cristo como a Dios). Dos cosas son claras que en las asambleas se reza y se canta. Cristo está en el centro del culto. En la noche se realiza una comida promiscuum et innoxium, (ordinaria e inofensiva) es sin lugar a duda el ágape. Cuando Plinio se refiere a que los cristianos se reunían para cantar himnos a Cristo como a Dios, y que los mismos se obligaban por un solemne juramento a no cometer crimen alguno: se sacramento non in scelus aliquod obtringere, sed ne furta, ne latrocinia, ne adulteria committerent, ne fidem fallerent, ne depositum appellati abnegarent. Los autores cristianos dieron su interpretación de este testimonio de Plinio. Para TERTULIANO, el gobernador hablaría de sacramento eorum, es decir la celebración eucarística en su conjunto38. EUSEBIO

DE

CESAREA piensa que

Plinio quería decir que los cristianos «hacen todo según las leyes» 39. En realidad, el significado de la descripción del gobernador de Bitinia puede COMBY – LEMONON, Op. Cit. 43 TERTULIANO, El apologético, 2, 6 39 EUSEBIO DE CESAREA, HE, III, 33, 1 37 38

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tomarse sólo bajo la perspectiva de la cultura romana de la época. Otros autores romanos paganos como TITO LIVIO o FLORO entienden por sacramentum40 un juramento sellado por un sacrificio. Por lo tanto Plinio, con su lectura romana de la asamblea eucarística, logra tomar el aspecto verdaderamente central del término. Mientras que para el vulgo romano, este sacramentum era entendido como flagitia, es decir los diversos males que le achacaban a los cristianos (infanticidio, incesto, etc.) Plinio precisa que el sacramentum cristiano no es crimen alguno (in scelus aliquod). La respuesta de Trajano es breve y precisa. Él aprueba el procedimiento seguido por Plinio, y confirma que no se puede adoptar una regla o norma general al respecto. No se debe perseguir por oficio a los cristianos, por lo tanto la autoridad pública no debe buscarlos, es el famoso conquirendi non sunt, y las denuncias anónimas no son tenidas en cuenta. El cristiano que sea oficialmente acusado ha de ser judicialmente escuchado; si niega ser cristiano y confirma su negación invocando a los dioses romanos, no ha de ser castigado, aún cuando hasta entonces hubiere sido cristiano. Sólo el que al ser interrogado confiese ser cristiano y persevere en esa confesión, ha de ser castigado. Has seguido, Segundo mío, el procedimiento que debiste en el despacho de las causas de los cristianos que te han sido delatados. Efectivamente, no puede establecerse una regla general, que haya de tener como una norma fija. No se los debe buscar; si son delatados y quedan convictos, deben ser castigados; de modo, sin embargo, que quien negare ser cristiano y lo ponga de manifiesto por obra, es decir, rindiendo culto a nuestros dioses, por más que ofrezca sospechas por lo pasado, debe alcanzar perdón en gracia de su arrepentimiento. Los memoriales, en cambio, que se presenten sin firma, no SACRAMENTO es un término latino introducido en la teología y que no tiene un equivalente exacto en griego. Se utiliza el término aproximado de mysterion. Etimológicamente sacramentum expresa una cosa religiosa (sacer) y seguidamente asume un matiz jurídico. Los dos elementos (sagrado y jurídico) encuentran en sacramentum un significado «de una iniciación confirmada por un juramento». Para los romanos este término designaba la iniciación al servicio militar y el servicio militar mismo. El término empleado en un contexto bautismal expresaría al mismo tiempo un enrolamiento en el servicio de Cristo, y un juramento de iniciación sellado con el compromiso tomado en un rito de iniciación, en donde el sacramentum encuentra el mysterium griego. Cf. A. HAMMAN, «Sacramento» en Dizionario Patristico e di Antichità cristiane II, 3059-3060 40

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deben admitirse en ningún género de acusación, pues es cosa de pésimo ejemplo e impropia de nuestro tiempo41.

La carta de Trajano era un rescripto, es decir una respuesta elaborada en el consejo imperial y en grado de hacer jurisprudencia. Este rescripto determinó el modo de proceder de la autoridad imperial en relación con los cristianos por casi 140 años. Esta máxima contradice los principios reconocidos por el derecho penal romano y lo demuestra las inconsecuencias que contienen el rescripto imperial: el ser cristiano es de suyo punible, y sin embargo la policía no debía buscar a los cristianos. Continua siendo un punto delicado para el cristianismo el que, aún después del rescripto, se dejaba margen considerable al arbitrio de los gobernadores de las provincias romanas, de suerte que según el grado de independencia que tuvieren de la presión de la población pagana, podían o no sufrir las persecuciones. Los cristianos vieron en este rescripto un factor positivo un factor positivo en la orden del emperador de desestimar las denuncias anónimas. Las fuentes nos dan escasas informaciones acerca de los efectos y consecuencias del rescripto de Trajano. No se conocen los nombres de los cristianos que perdieron la vida en la provincia gobernada por Plinio, ni la suerte que sufrieron los que fueron enviados a Roma para ser juzgados. Dos martirios con seguridad pueden atribuirse en este período, que la tradición nos ha trasmitido el nombre de las victimas: SIMEÓN, obispo de Jerusalén y sucesor de Santiago, sufrió la muerte de cruz a la ¿edad de 120 años? 42 El otro mártir fue IGNACIO

DE

ANTIOQUÍA, sin duda como era ciudadano

romano, fue enviado a Roma y allí ejecutado43. Papas de este período 97 – 105

EVARISTO

COMBY – LEMONON, Op. Cit. 44 EUSEBIO DE CESAREA, HE, III, 3, 32, 3.6 43 Ibíd., III, 36.3; SAN IRENEO, Contra los herejes 5, 28, 4. 41 42

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105 – 115 115 – 125 125 – 136 136 – 140 140 – 155 155 – 166

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ALEJANDRO I SIXTO I TELESFORO HIGINIO PÍO I ANICETO

b) Adriano y el segundo rescripto A Trajano le sucede el emperador ADRIANO (117 – 138) y también en su reinado escribe un rescripto, entre los años 124-125, dando indicaciones a un gobernador, como tratar el asunto de los cristianos. Se ha perdido la carta del gobernador GETULIO SERENIO GRANIANO al emperador, pero se ha conservado la respuesta de Adriano al sucesor de Serenio Graniano, MINUCIO FUNDANO, gracias a JUSTINO que la puso como un apéndice en su Primera apología, y a EUSEBIO

DE

CESAREA que la menciona en su

Historia Eclesiástica44. El emperador recomendaba a este gobernador de vigilar que las denuncias contra los cristianos no fueran un pretexto para una agitación popular ni para calumniar a los ciudadanos romanos. Los habitantes de la provincia que deseaban acusar a un cristiano debían hacerlo abiertamente y no anónimamente, sólo si el denunciante responde con su nombre a la denuncia, se llevará al cristiano ante el tribunal. El gobernador castigará a los cristianos «sólo si se prueba que han faltado a las leyes» y se dará sentencia «según la gravedad del delito». Adriano quería evitar los desordenes y salvaguardar el orden público, y no hacía otra cosa que confirmar y completar, el rescripto de Trajano: A Minucio Fundano. He recibido una carta enviada por Serenio Graniano, persona muy distinguida, al que has sucedido tú. No me parece oportuno dejar el asunto sin examinarlo debidamente, no sea que los hombres se inquieten y se les ofrezca a los denunciantes una ayuda por su malicia. Así, pues, si los habitantes de la provincia pueden sostener abiertamente su petición contra los cristianos, de manera que el asunto pueda ser discutido ante el tribunal, que se 44

JUSTINO, Primera Apología 68, 6-10; EUSEBIO DE CESAREA, HE, IV, 9, 1-3

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sirvan tan sólo de este medio y no de solicitudes o de simples gritos. En efecto, es mucho más conveniente que, si alguien les acusa y prueba que hacen algo en contra de las leyes, decide tú según la gravedad de la falta. Pero, por Hércules, si alguien alega esto por simple delación, pronuncia un veredicto contra esa conducta criminal y procura castigarla45.

Estas medidas tomadas por la autoridad imperial, manifiestan seguramente, el deseo de no ensangrentar el Imperio, con una persecución sistemática. El recurso al procedimiento acusatorio, era conforme al uso de la tradición jurídica de la antigüedad, y no debemos ver en este rescripto un acto de benevolencia hacia los cristianos por parte del poder político romano. Es verdad que no eran oficialmente buscados, pero estaban permanentemente a merced de los denunciantes, que no debían de faltar, por la creciente hostilidad que habitaba en la población pagana hacia los cristianos. Adriano se preocupaba por los posibles desordenes que podrían producir las violentas manifestaciones anticristianas, y que quería controlar a toda costa. Justino da un juicio positivo al rescripto de Adriano, y según él, la posición de Adriano daba un alivio a los cristianos, que se libraban en gran parte de las normas de Trajano. Los cristianos sólo podían ser castigados, si se demostraba que habían faltado a las leyes romanas. Según algunas fuentes, no del todo confiables, nos dan noticias de una buena disposición de emperador Adriano hacia los cristianos. Justino, revela que el emperador había quedado bien impresionado del comportamiento de los cristianos durante las guerras judías (132-135), y la fidelidad que mostraron hacia los romanos aunque se hayan atraído el odio de los judíos46. Uno de los autores de la Historia Augusta47 refiere que había intención en el emperador Adriano, de reconocer al cristianismo como religio licita, y prueba de ello es el hecho que habría construido algunos templos a Cristo. Si bien es exagerada la noticia, algunos historiadores COMBY – LEMONON, Op. Cit. 46 JUSTINO, Segunda apología, 31. 47 Vida de Severo 43, 6-7 45 46

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manifiestan el grado de relativa libertad de culto que gozaban los cristianos en este período. Otras fuentes destacan el hecho que FLEGONTE DE TRALLE, un liberto y portavoz literario de Adriano, se haya interesado por algunas cuestiones de argumento cristianas: dos fragmentos de sus obras hablan acercan del fenómeno solar luego de la crucifixión de Cristo y de una profecía de San Pedro48. Al emperador Adriano le sucede en el trono ANTONINO PÍO (138-162) que sigue la política de su predecesor. El principio de que el mero hecho de ser cristiano era delictivo siguió siendo norma general en el curso del siglo II, como lo prueban algunos martirios que tuvieron lugar bajo reinado. El emperador es temeroso de cualquier innovación, y por esto envía un rescripto hacia el año 141 al legado de la Lugdunense, llamado Pacato, donde da directivas contra las supersticiones de los matemáticos49. Durante su reinado se produjeron algunos martirios, donde resalta la figura del obispo de Esmirna POLICARPO. El santo obispo murió mártir el 23 de febrero del año 167, quemado en la hoguera. Algunas noticias de estas persecuciones la tenemos por JUSTINO, en un apéndice de su Apología, y el PASTOR DE HERMAS que nos habla que los cristianos permanecieron firmes en su fe, y que otros muchos a causa del temor apostataron de su fe. Una fuente importante para este período es el Martirio de Policarpo, una obra compuesta poco después de la muerte del obispo de Esmirna, y esta escrito en forma de carta. Es la primera obra cristiana exclusivamente consagrada a describir la pasión de un mártir y además la primera que usa este título de «mártir» para designar a un cristiano muerto por la fe. FLEGONTE DE TRALLE, Olimpíada 13 Con este termino fueron llamados en la antigüedad tardía a los interpretes de las ciencias (mathesis) astrológicas, capaces de formular recetas para uso de sus clientes, horóscopos personales e instrucciones para asegurarse la influencia favorable de los astros y de evitar aquello que pudiera perjudicarlo. Expertos en el arte oracular y divinatorio, los matemáticos gozaron de gran popularidad en el imperio, aunque fueron también perseguidos por la autoridad pública, que los consideraba detentores de poderes ocultos y maléficos. Los Padres de la Iglesia en su polémica contra la astrología y la praxis oracular tuvieron juicios negativos sobra la actividad de los matemáticos. Cf. G. S. GASPARRO, Diccionario Patrístico y de la Antigüedad Cristiana II, 1392 48 49

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c) Marco Aurelio y los Kaina Dogmata Con la llegada al trono de MARCO AURELIO (162-180) se produce una grande y perniciosa novedad: los cristianos son buscados para ser apresados. La persecución y condena de los cristianos viene por voluntad expresa del mismo emperador. Antes de desarrollar este tema, es interesante destacar que varios apologistas cristianos atribuyeron al emperador Marco Aurelio, a los comienzos de su reinado, un edicto favorable a los cristianos. El motivo de semejante actitud lo dan a conocer Tertuliano50 y Eusebio51, cuando relatan cómo las oraciones de una legión cristiana produjo una lluvia milagrosa, librando al ejercito de Marco Aurelio de un desastre en una batalla contra los germanos. Pero la realidad es otra, ya que sus escritos personales dan a entender que despreciaba a los cristianos, porque pensaban que éstos sacrificaban su vida por una ilusión. El emperador no estaba dispuesto a permitir que la religión del Estado fuera puesta en peligro por sectas religiosas. Marco Aurelio ha dejado una imagen del soberano ideal, especialmente para la historiografía pagana, donde resaltan su alta moralidad que estaba muy unida a la filosofía estoica, a la cual él se adhería. El emperador estaba totalmente dedicado al bien público, él tenía una idea muy elevada del cumplimiento de sus deberes como soberano. Pero a pesar de esta alta consideración de su persona, durante su gobierno se desató una gran persecución hacia los cristianos. En sus Pensamientos expresaba un gran desprecio por los mártires cristianos, que como el filosofo EPICTETO (60-140 d.C.)52, decía Apologético 5. HE, V, 5, 1-7 52 Liberto, tuvo que dejar Roma en el año 89 cuando Domiciano expulsó de allí a los filósofos. Desde entonces vivió en Nicópolis del Epiro, donde se encontraba desde hacía mucho tiempo una comunidad cristiana (Tit 3, 12). Conocemos sus enseñanzas por su discípulo llamado Arriano. Epicteto enseñaba la despreocupación frente a los males impuestos desde fuera. El hombre verdaderamente libre no tiene por qué tener miedo de las violencias del tirano. Pero un hombre semejante es difícil de encontrar. Sin embargo, Epicteto conoce un grupo de personas insensibles a las amenazas del tirano, dispuestos a morir, a sus ojos, no obstante, esos hombres no actúan guiados por la razón, sino por el fanatismo. A esas personas les daba el nombre de «galileos». Cf. COMBY – LEMONON, Op. Cit. 46. 50 51

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que ese valor en el momento de la muerte venía de una obstinación absurda. La gran cantidad de conversiones al cristianismo, ponía a la Iglesia como objeto de grandes ataques de la población pagana. Una serie de acontecimientos padecidos por el Imperio desató este odio contra los cristianos: una epidemia hacia el año 169; la creciente invasión y ataque a la frontera del Danubio por parte de los germanos, que trajo como consecuencia una larga y difícil guerra de frontera. Inundaciones del río Tíber y posterior escasez de alimentos en Roma hacia los año 170-171, etc. Todas estas desgracias, que anunciaban el fin de la paz romana, empujaron al populacho a buscar culpables, responsables de la cólera de los dioses, cosa que provocó verdaderos ataques organizados contra los cristianos. El obispo Teofilo de Antioquía recordaba los cristianos perseguidos y asesinados a golpe de piedra. Atenágora de Atenas en su apología dirigida al mismo Marco Aurelio, deploraba el hecho que la multitud se les agarrara con los cristianos y los agrediesen. Eusebio de Cesarea escribía que bajo Marco Aurelio «se encendió violentísimamente en algunas regiones la persecución contra nosotros y a causa de la agresión de la multitud en las ciudades se produjeron muchos martirios». El apologista MELITÓN

DE

SARDES53 escribía hacia el año 176 y afirmaba amargamente: « ahora, lo que nunca antes había ocurrido, la multitud de santos es buscada y perseguida en toda el Asia a causa de los nuevos decretos (Kaina dogmata)». Marco Aurelio ¿cambia la legislación y ordenanzas de sus predecesores? ¿Qué cosas son los Kaina dogmata de los que habla Melitón de Sardes? Las fuentes jurídicas nos permitirán encontrar una respuesta. Escritor del siglo II, se conocen pocos datos acerca de su vida. Una primera noticia la tenemos por una carta de una tal Polícrates al Papa Víctor que lo presenta como «continente, que en todo vivió en el Espíritu». Eusebio de Cesarea nos informa que fue obispo de la Iglesia de Sardes (Asia Menor) hacia el año 170. En esta misma época escribió una Apología dirigida al emperador Marco Aurelio. Fue teólogo fecundo y de renombre, pero su herencia literaria en gran parte se ha perdido. Cf. A. HAMMAN, Diccionario Patrístico y da la Antigüedad Cristiana, 1419-1420 53

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Por el Digesto54 sabemos que en la segunda mitad del siglo II, se introduce una nueva norma en materia penal, que hace obligatoria la búsqueda de oficio: pronconsul requirere debet sacrilegios, latrones, plagiarios, fures. Los delitos contemplados en esta ley, son considerados los más peligrosos, independientemente de la cuestión cristiana. No es difícil, por lo tanto, pensar que Melitón de Sardes haga referencia a estas disposiciones cuando nos habla de los Kaina dogmata. Especialmente uno de los delitos perseguidos es el llamado sacrilegium, que era imputado a los cristianos. Los sacrílegos son por lo tanto, en el lenguaje jurídico romano, aquellos que violan o saquean los templos y los elementos sagrados. Por lo tanto no se produce ningún cambio formal, con respecto a la legislación contra los cristianos. La nueva disciplina policíaca no requería, en lo concerniente al cristianismo, que venga anulada la ley del emperador Trajano del conquirendi non sunt, ya que no son perseguidos y condenados por el sólo hecho de llevar el nombre de cristianos. Cabe preguntarse cuál era la defensa concreta frente a estas acusaciones de sacrilegio que presentaron los cristianos. Porque parecía impensable, que la serena profesión de fe de los cristianos, pudiera caer en tan terribles excesos. Pero existía en este período, una porción de la Iglesia que no se podía considerar serena, y nos referimos a los MONTANISTAS. MONTANO fue un profeta aparecido en Frigia por los años 155-160 afirmando que el Espíritu santo hablaba por su boca. Decepcionado porque no venía el ansiado fin de los tiempos y las manifestaciones del espíritu, y también por la falta de fervor que encontraba en los cristianos decide predicar que en su persona se revelaba el Paráclito prometido en Jn 14,26 y 16, 7. Nada nos ha llegado de los escritos de Montano y de sus principales seguidores, las profetisas Priscila y Maximila. Las noticias acerca de Montano y de su movimiento nos han llegado por fuentes indirectas 54

Colección de textos escogidos de juristas romanos.

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(Eusebio de Cesarea55 y Epifanio56 que utilizaron obras antimontanistas precedentes). El montanismo tiene una matriz marcadamente ascética. Se distingue por un espíritu de devoción y de profecía, y por lo tanto suscita gran simpatía entre los cristianos. Como preparación para el fin de los tiempos exigían una conducta rigurosamente ascética, donde se prohibía el matrimonio (posteriormente sólo las segundas nupcias), imponían rigurosos ayunos, abundantes donaciones de toda especie, empujaban al martirio y prohibían la huida en la persecución. El montanismo fue un movimiento de restauración e incluso reaccionario pero doctrinalmente ingenuo y sin afición alguna a las cuestiones dogmáticas. El movimiento vivía de las antiguas tradiciones proféticas y apocalípticas y su objetivo era restaurar sobre bases sólidas la antigua situación de la Iglesia: manifestaciones del Espíritu, espera del fin de los tiempos y una ética rigurosa. El montanismo hasta aquí desarrollado no parece suscitar ninguna amenaza ni a la Iglesia ni al Estado ¿Cómo se produjo el conflicto entonces? La ruina del montanismo comenzó cuando puso su autoridad profética por encima de la tradición eclesiástica, en especial al no aceptar la jerarquía, el canon y la confesión de fe. Esto preocupó en gran manera a los obispos y en varios concilios regionales se condenó al montanismo como secta herética. El montanismo por otra parte, manifestaba un espíritu abiertamente anti-romano y anti-estatal, rechazando el servicio militar e incitando a los paganos a denunciarlos. Quizás Marco Aurelio tiene presente esta obstinación, cuando escribe en sus Pensamientos, que le parece incomprensible la gran oposición de los cristianos al orden imperial. Pero hay otra cosa que llama la tención en las manifestaciones de los montanistas que los lleva a ser considerados peligrosos, según los crímenes denunciados en los kaina dogmata: es el hecho que este movimiento había 55 56

HE V, 14-19 Haeresia 48

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provocado acto de vandalismo destruyendo templos y estatuas paganas. Estas acciones produjeron gran turbación no sólo en la persona del emperador, sino también en la opinión pública. Desde el punto de vista de los paganos deben ser acusados y castigados por sacrilegio. Para un pagano era difícil distinguir entre el montanismo de la autentica fe. Para el filósofo pagano CELSO, conocedor del cristianismo, considera al montanismo como parte del cristianismo y no lo menciona dentro de las herejías. Propiamente aquí nace la preocupación de los apologistas cristianos (Melitón de Sardes, Atenágoras y Apolinar de Hierápolis) que con sus escritos tratan de clarificar este error, insistiendo sobre la diferencia profunda entre la Iglesia y el montanismo, resaltando especialmente la lealtad de los cristianos en el cumplimiento de las leyes romanas. Entre los mártires de este período debemos mencionar al filósofo y apologista JUSTINO, que murió en Roma entre el 163 y el 167 d.C. junto a otros cristianos en un proceso guiado por el mismo prefecto de la ciudad Junio Rustico. El episodio más conocido y más dramático en el período de Marco Aurelio fue el martirio de los cristianos de Lyón en 177. El relato fue redactado por los sobrevivientes bajo el nombre de Carta de las Iglesia de Vienne y Lyón a los cristianos del Asia y Frigia, que Eusebio de Cesarea introdujo en su Historia Eclesiástica. El relato del martirio es considerado uno de los textos más admirables que nos haya dejado la antigüedad cristiana. El autor del relato podría haber sido San Ireneo, futuro obispo de Lyón. A Marco Aurelio le sucedió su hijo MARCO AURELIO COMMODO (180192) es considerado por la historiografía romana como un emperador incapaz y brutal. A pesar de este juicio negativo fue favorable al cristianismo, especialmente influenciado por su concubina filo-cristiana MARCIA. Quizás bajo su influjo, los cristianos obligados a trabajar en las

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minas de Cerdeña recibieron la libertad, entre los que se encontraba CALIXTO futuro obispo de Roma. Esta visión general de las persecuciones al cristianismo bajo la dinastía antonina, nos confirma claramente la persistencia de la actitud del Estado romano ante el cristianismo desde el emperador Trajano. Los cristianos sólo son llevados ante los tribunales cuando son denunciados como tales ante la autoridad. Bajo el reinado de Marco Aurelio los cristianos son más reclamados que antes por la presión de la opinión pública, que se ha vuelto más hostil. 3. El cristianismo y el imperio bajo la dinastía de los «Severos» 3.1. La Iglesia bajo el emperador Septimio Severo Los historiadores han pensado por mucho tiempo que la época de la dinastía de los «Severos» (193-235) fue una época de grandes cambios, ya sea en el aspecto religioso como político y económico, este período es considerado el preludio del llamado Bajo Imperio. Los recientes estudios ponen el acento en ciertos factores de continuidad con la época de la dinastía «Antonina» cosa que es verdadera en cuanto a lo concerniente a la política imperial hacia los cristianos. Un testimonio contemporáneo de esta situación lo tenemos en la figura de TERTULIANO, quien afirma que el procedimiento establecido desde la época de Trajano estaba siempre en vigencia, cosa que determinaba, según el buen o mal humor de los gobernadores o de la población pagana, la alternancia de período de tolerancia o de duras pruebas. El emperador SEPTIMIO SEVERO (193-211) era de origen africano, su familia provenía de la ciudad de Leptis Magna, a unos 100 km. de Cartago en Trípoli en la actual Libia. Su mujer, la emperatriz JULIA DOMNA, era natural de Emesa en la actual Siria, y era hija de Julio Bassiano, sumo sacerdote de la divinidad solar siria Baal y hermana de Julia Maesa. Entre

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el 185 y 187, un oráculo le vaticina que se casará con un hombre que llegará a ser emperador, lo que impulsa al ambicioso Lucio Septimio, procónsul de la Galia Lugdunensis, comandante de la Legio IIII Scythica, a tomarla como su segunda mujer. De este matrimonio nacerían dos varones, Lucio Septimo Bassiano (conocido desde el 195 como Marco Aurelio Antonino Caracalla) y Publio Septimio Geta. En el 193, año en que Septimio Severo es proclamado emperador por las tropas de Panonia, Julia Domna obtiene asimismo el título de augusta, llegando incluso a acuñarse monedas con su efigie. La constante presencia junto a su marido durante las expediciones militares, hace que se le conceda el título de mater castrorum. Julia Domna ejerció, desde el inicio, una fuerte influencia sobre las decisiones de su marido, llegando a tener parte activa en la administración del imperio. Entre el 202 y el 205, el papel ocupado por la emperatriz motivará las envidias del prefecto del pretorio, Cayo Fulvio Plautiano, consejero muy influyente en el emperador, y que le convenció de que Julia había sido adúltera, con el consiguiente proceso y la retirada de ella de la vida pública. Este alejamiento de la corte le permite dedicarse intensamente al estudio de la filosofía y la religión, formándose alrededor suyo un círculo de figuras intelectuales importantes, entre los cuales se encontraban el filósofo Filostrato y el médico Galeno. Los consejeros imperiales eran también de origen oriental, por lo tanto la adhesión de estos nuevos dirigentes a la religión romana era meramente formal, y era más que evidente la atracción hacia las religiones orientales y con ellos entran en la casa imperial una serie de divinidades extranjeras poco familiares a los romanos. En este clima de acentuado «sincretismo», también encuentra un puesto en el panteón de la casa imperial la figura de Cristo, como una divinidad más de origen oriental, y Tertuliano lo da a

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conocer sumamente complacido, indicando con este hecho la bona et longa pax, que gozaban los cristianos en este período57. Septimio Severo en los primeros años de su reinado guardó una actitud tolerante con los cristianos, quizás esta actitud se debe a las princesas sirias que vinieron a la corte imperial en el séquito de su esposa Julia Domna y simpatizaban con todas las corrientes religiosas de origen oriental. Otro hecho que prueba la libertad de los cristianos en esta época, fue que los obispos pudieron reunirse sin obstáculos, en sínodos en que se trató la fecha de las pascua. Al décimo año de su reinado se produce un cambio en el emperador, produciendo una situación completamente nueva para los cristianos. Si se considera cierta una noticia contenida en la Historia Augusta, hacia el año 202 el emperador prohibió con un edicto el proselitismo judío y cristiano58. De este modo con una norma jurídica de carácter general dirigida contra los cristianos y judíos, debería detenerse su propaganda, con lo que se apuntaba especialmente contra los catequistas. Ahora no era sólo el cristiano particular el que estaba amenazado de una denuncia, sino que la ley iba contra la Iglesia como organización. Toda actividad dirigida a ganar nuevos adeptos podía ser castigada; todo trabajo misionero estaba prohibido; el cristianismo estaba llamado a irse muriendo lentamente dentro del imperio. En dos lugares del imperio con grandes comunidades cristianas: Cartago y Alejandría, la persecución alcanza a los catecúmenos o recién bautizados. En la ciudad de Cartago recibieron el martirio la noble PERPETUA y su esclava FELÍCITAS, bautizadas poco antes de su martirio junto a su catequista Sáturo y cuatro catecúmenos más. Las actas de su martirio, o TERTULIANO, La corona del soldado 1, 5. «Iudaeos fieri sub gravi poena vetuit. Idem etiam de christianis sanxit» Historia Augusta, Septimius Severus 17,1. La crítica histórica reciente se ha dividido con claridad en la valoración de éste pasaje de la Historia Augusta y de su fiabilidad. Algunos creen que es fruto de la fantasía o de informes erróneos, mientras que otros no ven motivos válidos para rechazarlos. 57 58

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también conocida como la Passio Perpetuae et Felicitatis se le ha querido atribuir a Tertuliano o a algunos de sus compañeros. Escrita por un miembro anónimo de la comunidad, contiene elementos históricamente auténticos, referidos por los mismos mártires y reflejan la primera gran persecución en Cartago luego del edicto imperial del 202. De esta Passio nos hablan Tertuliano (De anima 55) y Agustín (Sermo 280). El texto conservado en la redacción latina y griega, es un testimonio de gran valor histórico y al mismo tiempo espiritual que nos muestra cómo se vivía el cristianismo en esa región. La Passio más que un documento apologético es un instrumento de edificación durante la liturgia 59. Perpetua pertenecía a una familia de la nobleza romana60, y el hecho de que a pesar de su ciudadanía romana y de su alta condición social fuera arrojada a las fieras, nos muestra que el procurador de la ciudad Hilariano tenía un gran odio hacia los cristianos. En la ciudad de Alejandría el maestro de la escuela de filosofía cristiana, Clemente tuvo que huir hacia el Asia Menor, y entre las figuras más sobresalientes que fueron martirizadas está Leónidas, padre de Orígenes. 3.2. La Iglesia y el Imperio bajo el emperador Caracalla MARCO AURELIO SEVERO ANTONINO , emperador (211-217) hijo de Septimio Severo y de Julia Domna, fue llamado por el sobrenombre de «Caracalla» por la capa gala que llevaba. Cuando murió Septimio Severo dejó como sucesor a Caracalla y a su hermano Geta. Caracalla posteriormente hizo asesinar a su hermano y a varios allegados a su familia para que no reclamara el poder. Introdujo en Roma los cultos orientales, sobre todo el culto al Sol. El emperador fue relativamente tolerante con los cristianos, y Tertuliano que era contemporáneo a Caracalla, alude a una nodriza suya cristiana diciendo J. QUASTEN, Patrología I, 176-178 Su familia era de la aristocracia de la colonia romana Tuburbo Minus, hoy el lugar es conocido como Teburba en Túnez 59 60

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que el emperador fue lactae christiano educatus61. Si bien la historiografía romana nos ha dejado el recuerdo de un emperador brutal e incompetente, pero es necesario destacar que no modificó del todo el procedimiento aplicado a los cristianos. Al comienzo de su reinado se nota un recrudecimiento en las persecuciones en África, durante el gobierno del procónsul PUBLIO JULIO SCAPULA, al cual Tertuliano acusó de su desmedida crueldad contra los cristianos, provocada por algunas denuncias. Caracalla promulgó en el año 212 la famosa Constitutio Antoniana que otorgaba a todos los habitantes libres del Imperio la ciudadanía romana. En Occidente esta medida llevaba a término un largo proceso de integración de los habitantes en la ciudad romana (o en el derecho romano), la misma medida determinaba un profundo cambio en Oriente, donde los ciudadanos romanos eran minoría. Los emperadores sirios-africanos, junto con sus consejeros y juristas veían al Imperio romano no como la dominación de la Italia sobre el resto del mundo, sino como un Estado universal, donde todos debían estar integrados. El emperador con esta decisión entendía agradecer a los dioses de Roma, que extendiendo la ciudadanía romana, lograba de este modo, agrandar el número de fieles de estos dioses en todo el mundo. Naturalmente los miembros de las ciudades y de los pueblos del Imperio permanecían fieles a sus propias divinidades ancestrales, pero en calidad de ciudadanos romanos estaban obligados a rendir culto a los dioses de Roma. El emperador lo expresaba así, según el historiador Dión Casio: El emperador César Marco Aurelio Severo Antonino Augusto declara: [...] puedo manifestar mi agradecimiento a los dioses inmortales que me protegen [...] considero, pues, que puedo [...] servir a su grandeza [...] haciendo participar conmigo en el culto de los dioses a todos los que pertenecen a mi pueblo. Por ello concedo a todos los peregrinos (?) que están sobre la tierra la ciudadanía romana [salvaguardando los derechos de las ciudades] con la excepción de los dediticios. Pues es legítimo que el mayor número no sólo esté

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TERTULIANO, Ad Scapulam IV, 5

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sometido a todas las cargas, sino que también esté asociado a mi victoria. Este edicto será [...] la soberanía del pueblo romano62.

Desde la dinastía Flavia, el otorgamiento de la ciudadanía romana se había convertido en un medio de promoción jurídica, constituyendo un honor. La ciudadanía romana era un requisito indispensable para acceder a las magistraturas y cargos del cursus honorum, en especial para acceder al cargo de cónsul o senador. La decisión del emperador no obtuvo una gran acogida por parte de las clases altas, tanto por parte de familiares y allegados del emperador, como por parte de autores, como el historiador Dión Casio, que en sus obras posteriores manifestaba lo acertado de la pretensión de Caracalla. Algunos historiadores han querido ver en la promulgación de este edicto o constitución una forma oculta de anticristianismo, pero varios autores cristianos de la antigüedad han defendido la acción de Caracalla en especial Agustín63. El emperador también es recordado por estos autores, por su actitud benévola hacia los cristianos, especialmente con aquellos que ocupan un puesto importante en la corte imperial, como es el caso de PROSENES que fue su tesorero. Bajo su reinado solo se conoce el martirio de un obispo Alejandro en la región del Lacio (Italia), algunos actos hostiles en Osroene contra los habitantes cristianos y la persecución en África por obra del procónsul Scapula del que ya hablamos. Caracalla fue asesinado en el 217 en Edesa por obra del prefecto Opellio Macrino. 3.3. La Iglesia y el Imperio bajo los reinados de Heliogábalo y Alejandro Severo La política de los emperadores de este período revela un profundo cambio religioso, que implicaba un decaimiento de la religión romana que en la época del emperador Caracalla se trataba de mantener a flote con gran

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DION CASIO, Historia de Roma De Civitate Dei, 5, 17

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dificultad, y conjuntamente a esta situación se percibía un decaimiento del sistema religioso clásico. El breve reinado HELIOGÁBALO (218-22) reveló en hechos concretos este proceso de cambio en la religión clásica. Hijo de Sexto Vario Marcelo y de Julia Soemia Basiana, Heliogábalo o Elagábalo pertenecía, por parte de su tía Avita Mamea, a la familia de los Severos, que llevaba el nombre de su fundador, el emperador Septimio Severo. Sus antepasados eran sacerdotes hereditarios del dios El-Gabal, con santuario en Emesa (hoy Homs) en Siria. Del nombre de la piedra sagrada de este santuario deriva el nombre con que este emperador entró en la historia. Heliogábalo, aún muy joven, escogió su propio nombre, deseando característicamente denominarse Elagábalo, una deidad erótica de los fenicios. Muchos de los «vicios imperdonables» que se le atribuyen probablemente sean fruto del intento de diversas fuentes por atacar su persona después de muerto 64. Desde la época de Septimio Severo se había extendido por el imperio el culto al sol. Heliogábalo vio en ello una oportunidad de establecer su dios, El-Gabal, nombrando al "Sol invictus" (El sol victorioso) como principal deidad del panteón romano incluso por encima de Júpiter. Como esposas de El-Gabal se consideraron a las diosas Astarte, Minerva o Urania o una combinación de las tres. Heliogábalo mismo forzó su matrimonio con la virgen y sacerdotisa de Vesta, Aquilia Severa, provocando así la ira de la ciudadanía romana. En honor de la piedra sagrada de El-Gabal, un meteorito negro con forma de cono, inició la construcción de un templo —el Elagaballium—, en la parte Este del Palatino, cuyos cimientos se mantienen hasta hoy. Hablando de esta piedra, Herodiano el Estoico dijo: «esta piedra es venerada como si hubiese sido enviada desde el cielo, sobre ella hay En la Historia Augusta, Vida de Heliogábalo, el autor que escribe su biografía hacia fines del siglo IV, exagera las depravaciones del joven emperador, pero lo esencial de su gobierno nos llega por las noticias de los historiadores contemporáneos al emperador: Dión Casio y Herodiano. 64

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algunos trozos sobresalientes y unas marcas a las que apuntan, respecto de los cuales el pueblo pretende creer que son una imagen del sol, porque es así como los ven». Con el objeto de ser el sumo sacerdote de El-Gabal, Heliogábalo se hizo circuncidar. Herodiano relata que forzó a los senadores a contemplar su danza ante el altar de El-Gabal al toque de tambores y címbalos y cada solsticio de verano instituyó un gran festival para la deidad al que asistían las masas y donde se distribuía comida en abundancia. Las excentricidades de Heliogábalo y especialmente su costumbre de forzar a los demás a participar en sus ritos religiosos convencieron a Julia Mesa de que debían ser apartados del poder, él y su madre, Julia Soemia, que había apoyado a su hijo en sus prácticas. Así se dirigió a su otra hija Julia Mamea y a su hijo de 13 años Alejandro Severo. Consiguió que este último fuese adoptado por Heliogábalo como heredero. Luego lo preparó para tal fin, fomentando a la vez su popularidad entre el pueblo. Cuando Heliogábalo se dio cuenta y mandó asesinar a Alejandro, ya era tarde: Julia Mesa había sobornado a los pretorianos antes de que se ejecutara la orden; Heliogábalo y Julia Soemia fueron asesinados el 11 de marzo de 222. Sus cuerpos fueron arrastrados por las calles de la ciudad y finalmente arrojados al Tíber. Tras su muerte, sus edictos religiosos fueron revocados y la piedra de Emesa devuelta a su origen. Un dato importante a tener en cuenta es que los emperadores de este período y su entorno, no eran de origen itálicos y no estaban influenciados por la antigua y rígida tradición senatorial romana65. En todo el Imperio la mentalidad religiosa desarrollaba el crecimiento de los grupos de iniciados o místicos con gran suceso. La Iglesia cristiana supo aprovechar esta situación, para fomentar una gran expansión especialmente en los sustratos superiores de la sociedad romana. Esta situación era recordada por el historiador Dión Casio, si bien de origen griego, en un discurso ficticio atribuido a Mecenate, consejero de Augusto, afirmando que el emperador debía prohibir toda novedad en asuntos religiosos. Dion Casio pensaba ya sea en el cristianismo, ya sea en la inclinación de la dinastía de los Severos por los diversos cultos orientales. Cf. Historia de Roma, LII, 36 65

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La situación más favorables para los cristianos vino con la llegada del emperador ALEJANDRO SEVERO (222-235) y su madre la regente JULIA MAMMEA, volviendo a la tradición romana que se manifestaba en la política de tolerancia religiosa de los varios y diversos cultos, entre los que se encontraba el cristianismo. Algunos autores han visto en Julia Mammea una mujer de gran talento y con una cierta simpatía hacia el cristianismo, a causa de esto corrió una leyenda por el siglo V de que esta mujer pudo haber sido cristiana. Eusebio de Cesarea da noticias que Orígenes se encontró con esta mujer y hablaron de cuestiones teológicas66. Otra noticia que nos llega por el autor de la Historia Augusta y que resulta muy dudosa, es que el emperador tendría una estatua de Cristo en su larario67 privado. Esta tolerancia del joven emperador se refleja en la admisión de numerosos cristianos en la corte imperial, como es el caso de JULIO AFRICANO encargándole la construcción de una biblioteca junto al Panteón. Otro dato importante de esta tolerancia con los cristianos fue que en Asia Menor y Siria se comienzan a construir lugares de culto, como es el caso de Dura-Europos, lo mismo podríamos decir en Occidente, especialmente en Roma donde se construyen sin problemas los cementerios cristianos. Dinastía de los Severos 193

SEPTIMIO SEVERO

211

CARACALLA

218

HELIOGÁBALO

222

ALEJANDRO SEVERO

Con la caída de la dinastía de los «Severos», sigue cincuenta años donde ninguna dinastía logra imponerse en la conducción del imperio; y sucede EUSEBIO DE CESAREA, HE, VI, 21, 3. Entre los gentiles, era el lugar destinado en cada casa para adorar a los lares (dioses domésticos) 66 67

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con bastante frecuencia que las legiones distribuidas a lo largo y ancho del gran

imperio

aclamen

contemporáneamente

a

diversos Augustos

adversarios entre sí. Este período de crisis del imperio es conocido con el nombre de la «anarquía militar» (235-284). A la crisis política se agrega una profunda crisis económica y espiritual, y como suele suceder en estas fases de transformaciones, a fenómenos nuevos se alternan manifestaciones de descontento y de reacciones violentas. Papas de este período 166 – 175

SOTERO

175 – 189

ELEUTERIO

189 – 199

VÍCTOR I

199 – 217

CEFERINO

217 – 222

CALIXTO I

222 – 230

URBANO I

230 – 235

PONCIANO

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