5720071103spls

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57 CULTURA Y OCIO | VIVIR HOY

SÁBADO 3 DE NOVIEMBRE DE 2007

Lamento por un marido complicado Maryann Burk Carver, primera esposa del escritor Raymond Carver, publica los recuerdos de su matrimonio con el ‘Chejov americano’ Este representante del realismo sucio falleció de cáncer en 1988 CIRO GALANTE

Permanece fresca la huella de Raymond Carver, cuando faltan pocos meses para el vigésimo aniversario de su prematura muerte, ocasionada por el cáncer, con solamente medio siglo a sus espaldas. Maestro de la narración breve, con motivo de su fallecimiento fue saludado a toda plana por el diario londinense ‘The Times’ como ‘el Chejov americano’. Su huella sigue presente en los círculos académicos y literarios que frecuentó en la última etapa de su vida, convertido en una especie de sacerdote del realismo sucio, etiqueta que reúne a los cultivadores del minimalismo, aquel estilo despojado donde lo más importante se expresa mediante el silencio y las omisiones. La poeta Tess Gallagher, su viuda y albacea, es una de las personas más implicadas en la tarea de alimentar durante los últimos tiempos el interés por el narrador norteamericano. Para la próxima reedición del primer libro realmente exitoso de Carver, ‘De qué hablamos cuando hablamos de amor’ (1981), Gallagher ha prometido restaurar la integridad de las narraciones originales, en su momento amputada por el editor Gordon Lish hasta extremos que, de no haber sustituido Carver en el año 1977 la sed de alcohol por la de reconocimiento, difícilmente hubiese llegado a imprenta en la forma en que la conocemos.

accidentada. Se conocen en el verano de 1955, en una cafetería de Yakima, en el estado de Washington, donde Maryann ha obtenido su primer trabajo de verdad, como camarera, a los quince años. Se enamora de un cliente tímido y apuesto, sólo dos años mayor que ella, hijo de una compañera que al poco tiempo se despide. Maryann teme no volver a verle, pero Ray regresa al tercer día. Está en mitad del pasillo y ella sale del mostrador para atender a otro cliente, tratando de aparentar indiferencia: «Me dispuse a pasar detrás de él, sin ninguna muestra especial de reconocimiento. Y no sé por qué, pero me acerqué impulsivamente. Lo suficiente para rozarle la espalda con el pecho. Se puso tenso y se apoyó en mí, inmovilizándome un instante, aunque me pareció estar congelada y expuesta durante una breve eternidad. ¡Me había estremecido de la cabeza a los pies!»

Memoria desnuda Arriba, Raymond y Maryanne Carver en su juventud. En la imagen inferior, la pareja fotografiada en 1972, en sus años finales. / M.C.

Coincidencia Tampoco es casual la coincidencia en las librerías de dos libros de memorias que tienen al autor de ‘¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor?’ como protagonista. Se trata de ‘Carver y yo’ (Bartleby, 2007), en el cual Gallagher reconstruye la década final del escritor, y ‘Así fueron las cosas’ (Circe, 2007), que es obra de su primera esposa, Maryann Burk Carver. Profesora de enseñanza secundaria, el relato de su convivencia de veinte años con Carver es estremecedor y conmueve finalmente por la lealtad que guarda a un hombre de temperamento complicado, que atravesó temporadas violentas, ahogado por la bebida y agobiado por las deudas, que condujeron al matrimonio varias veces a la bancarrota y a la señora Carver al hospital en alguna ocasión. La vida en común de los Carver comienza de la forma más

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Van a reeditarse, íntegros, algunos relatos de Carver que fueron cortados ? ?

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El alcohol volvía violento al escritor, que vivió muchos años en bancarrota ? ?

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‘Así fueron las cosas’ tiene una cualidad fundamental: no es para nada carveriano. Maryann Burk no es una escritora profesional. Su memoria se desnuda sin recursos de artificio. Los buenos y los malos tiempos, desde su precipitada boda en 1957, embarazada de tres meses, hasta la ruptura dos décadas después, que propone ella para que Carver suelte el lastre de toda su vida pasada, están narrados con minuciosidad y expansión sentimental. Despierta la simpatía del lector con un discurso inmediato, generoso con el detalle, desmitificador pero sin pretensiones. Una buena parte de los asuntos tratados por Raymond Carver en sus célebres narraciones cortas y poemas encuentran su fuente o reflejo en las vicisitudes del matrimonio, tal como Burk las recuerda. Los autores del realismo sucio, como el propio Carver, Tobias Wolff, Richard Ford o el mentor de la generación, Charles Bukowski, extraen de sus propias vivencias el material con que confeccionar sus historias, bajo la máscara de perso-

nas ordinarias, trabajadores de clase media-baja, a la que pertenecen por origen y por las estrecheces que sufrieron para satisfacer su vocación literaria. Es mareante la sucesión de empleos y mudanzas por los que atravesaron los Carver, ahorrando hasta el último dólar para reanudar su formación académica y liberar el tiempo que Raymond necesitaba para escribir. Maryann alternó sus estudios con todo tipo de trabajos, sobre todo como dependiente y camarera, mientras su marido rechazaba los que no le permitían suficiente libertad para seguir con sus creaciones y aceptaba aquéllos donde podía poner en práctica su ideal de lectura, la narración que se consume de una sola sentada, en puestos como publicista o celador de hospital.

Problemas Los mayores quebraderos de cabeza les alcanzan mediados los años setenta, con dos hijos adolescentes y Raymond solamente a medias integrado en el circuito literario académico, que proporciona becas, trabajos temporales como profesor invitado o puestos de lector en universidades, pero no ofrece estabilidad ni garantías de reconocimiento y sí multitud de ocasiones para la infidelidad. Carver comienza también en 1968 su relación con el abusivo editor Lish, que recorta sus narraciones hasta límites intolerables, creando un estilo seco y abrupto que paradójicamente se convierte en la marca característica de su patrocinado. Aunque sigue publicando poemas y cuentos en revistas, que le proporcionan premios de ciertos prestigio, en 1974 toca fondo: en otoño, los Carver declaran su segunda bancarrota y en diciembre Ray deja sus puestos docentes aquejado de alcoholismo agudo, que no supera hasta junio de 1977. Es la peor época para la pareja. Ray manda a Maryann al hospital de una paliza y no pierde ocasión de ponerle los cuernos. En Acción de Gracias de 1976 se separan por primera vez. La separación es definitiva dos años después, pasados los peores episodios, pero Carver ya no siente amor por ella. «Me había destrozado la vida intentando conservar en ella a Ray», reconoce Maryann con milagroso candor después de todo lo que le ha hecho pasar el narrador de Clatskanie. «Dejé a Ray a los treinta y ocho años porque, en el fondo, creía que era lo que él deseaba de verdad. Era demasiado caballeroso para pedirme que me fuese. Nunca dijo dejémosolo de una vez ni me pidió el divorcio. Quedó en mis manos la decisión». Instalado en El Paso con Tess Gallagher, Carver experimenta a partir de 1981 un éxito tras otro hasta el cáncer que trunca su carrera en 1988. En este mundo dejó una leyenda de escritor cortante y apasionado que se mezcla con su compleja y dura vida personal.

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