2x01 Sobrevivir

  • October 2019
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  • Words: 1,718
  • Pages: 3
Bree estaba con la pistola en la sien, dispuesta a acabar con su vida. Había intentado por todos los medios vivirla, sentirla, simplemente pasar por ella porque en realidad ya nada le era grato, el mundo había sido muy cruel con ella. Pronto se dispuso a apretar el gatillo, pero decidió no hacerlo. Era tanto lo que perdía que decidió no acabar con su vida, pero se fue al patio, llorando, con la pistola en la mano. Entonces apuntó al cielo y disparó, tiró el arma al suelo y se desmayó. Pronto vino Orson a ayudarle. -¿Qué te pasa cariño? ¡Oh Dios mío! –expresó cuando vio la pistola tirada en el suelo-, ¿qué has hecho? -Sólo un tiro al cielo, nada más… lo he hecho para no volarme los sesos. -Pero, ¿por qué? -Julie ha estado a punto de morir y todo por culpa de Danielle, ¿por qué le quitaría a Austin? -Porque son adolescentes y es lo que hacen, no piensan, pero no debes de actuar así, tú no tienes la culpa. -Nunca tengo la culpa Orson, eso es lo que me preocupa, que para los demás yo nunca tengo la culpa, pero la verdad es que soy tan culpable como mi hija –dijo Bree llorando. -No digas eso, Julie está mejor, eso es lo que importa ahora. -Sí, va a sobrevivir, pero no sé si Susan me va a perdonar. -Sí lo hará, ya lo verás. Pero, ¿por qué suicidarse ahora? -Porque no podía irme sin saber si Julie había muerto, cuando lo supe me dispuse a hacerlo, pero me he arrepentido al verte. -¿Sí? -Sí amor mío, para mí eres lo más importante. Me sustentas, me cuidas, me quieres… me das las ganas de vivir y eso para mí es muy importante. -Pues entonces levántate, quiero que vivas para siempre… quiero morir a tu lado. No pienses en dejarme nunca Bree, por favor. Bree sonrió, se levantó y se fue con Orson, el amor de su vida. -Ella está bien Susan, no debes de preocuparte –dijo Gabrielle consolando a una apenada Susan. -Lo sé, gracias por estar conmigo en este momento tan difícil –dijo Susan cogiendo la mano a todas. -Pero ahora es el momento de que llames a Bree, creo que tenéis que hablar –dijo Lynette-, nos vamos, pronto nos veremos, ¿de acuerdo? -De acuerdo, la verdad es que me he pasado con Bree, la llamaré y entonces arreglaremos las cosas –dijo Susan apenada por todas las cosas que le había dicho a Bree. Todas se despidieron y los hombres hicieron lo mismo con Mike, así pronto Susan y Mike se quedaron solos y se sentaron en la sala de espera, abrazados. Karen estaba como siempre sola en su casa, recordando tiempos pasados que fueron mejores. Cuando corría, jugaba, cuando su hijo permanecía vivo, pero ahora no tenía a nadie. Aunque una persona le había tomado tanto cariño como para ser su amigo, este era Parker. -Hola Karen. -Hola Parker, ¡qué alegría de verte! –dijo ella con ilusión al ver que la visitaba de nuevo. -¿Puedo pasar? -Por supuesto, entra en el comedor, te prepararé un té. -Sabes que no me gusta Karen, mejor un chocolate. -Pero… bueno, pero no se lo digas a tu madre, ¿de acuerdo? -Sí, si me prometes que me vas a guardar un secreto –dijo Parker enigmático. -Dime, ¿ya tienes novia? –dijo ilusionada de ser la primera en conocer el secreto de Parker. -No, aún no, no tengo edad Karen, soy muy pequeño… aunque… bueno, ¿me guardas el secreto? -Sí, te lo prometo –dijo sin saber a qué se refería. -Mira lo que tengo. -¡Oh, Dios mío! -Bree, lo siento mucho. -No, espera Susan, soy yo la que siento que haya pasado todo esto –dijo Bree al teléfono hablando con Susan.

-Pero tú no tienes la culpa, ojalá pudiera volver atrás, entonces no hubiera dicho nada. Ya sabes, estaba enfadada, ojalá puedas perdonarme. -De acuerdo, ¿y tú a mí? -También –dijo Susan-, ahora voy con mi hija, se va a recuperar Bree, es estupendo, ya la creía muerta. -Me alegro mucho, de verdad que sí. Ve con ella, te necesita. Pronto dejaron de hablar, colgaron el teléfono y pensaron que la vida ahora sí merecía la pena. Adam y Katherine seguían en casa, preparando un pastel delicioso para dárselo a Susan, por todo lo que estaba pasando. -Cariño –dijo ella a su marido-, no le eches tanto azúcar que no tenemos la línea como para ponernos a comer como locos. -Pero si estás estupendamente –dijo él- y a lo mejor no te vendrían mal unos kilos. -¿Estás mal? Si piensas que me voy a poner gorda lo llevas claro, ¿me entiendes o no ha quedado lo suficientemente claro? -Sí cariño, ha quedado claro –dijo él mirándola apenado por cómo le trataba. -Le das un dedo y te arrancan la mano, ¡vamos! -Ya está Katherine, me lo has dicho no tienes que ponerte así, ¿no? ¿Qué es lo que te pasa? Llevas un tiempo que no hay quien te aguante, ¿es que ya no me quieres? -Sí te quiero y no me pasa nada, y ahora haz es pastel, es lo único que te mando. -Sí, no te preocupes, es lo único que tengo que hacer, obedecer y sonreír, siempre es lo mismo. Así, se puso con la tarta entristecido por la forma en que su mujer le trataba y preguntándose si aún le quería, la respuesta parecía obvia, no. Pero lo que no sabía es que había un problema más de fondo, que él no había percibido. -Orson, creo que tenemos que tomar medidas drásticas, no podemos dejar que mi madre vuelva a intentarlo de nuevo –dijo Andrew. -No lo hará, de verdad, te lo aseguro yo –dijo él. -¿Cómo estás tan seguro? -Simplemente lo sé. Así, los dos miraron como por fin Bree dormía, después de pasar uno de los peores momento de su vida. -Lynette, ¿recuerdas el día en el que nos conocimos? –dijo Tom acercándose a ella. -Sí, hace ya mucho tiempo, pero recuerdo perfectamente lo que me dijiste, te declaraste, si eso puede llamarse declaración. -No me acuerdo, ¿qué te dije? -Las palabras fueron, ¿tienes novio? Yo respondí que no y tú me dijiste pues ya tienes uno. -¿Acaso no lo tuviste? –dijo Tom besándola. -Sí… sí lo tengo… la persona más maravillosa del mundo. Pronto Tom agarró el pelo de Lynette y al ver que era suyo recordó lo mal que lo habían pasado, pero eso ya era pasado, y el pasado no hay que recordarlo. -Gabrielle, por favor, no me dejes… yo te quiero –le dijo llorando Víctor a Gabrielle. -Lo siento Víctor, ya tomé la decisión hace mucho tiempo y estaba esperando las elecciones para dejarte, lo siento mucho, no puedo ser parte de tu campaña. -No lo seré, lo dejaré todo por ti… sólo dime que no me vas a dejar. -Lo… lo dejarás todo por mí. Eso quiere decir que dejarás la política, ¿no? –dijo emocionada. -Todo, de verdad, todo por ti. Tú eres la única meta de mi vida, vivir contigo, amarte, quererte, tenerte a mi lado… lo siento, no me puedo imaginar la vida sin ti. -Entonces deja las elecciones, déjalas por mí. -Está bien, ahora mismo llamo a mi padre, las dejo. -Soy tan feliz –dijo Gabrielle abrazándolo. -Yo también –dijo él muy contento. -¿John? –dijo Carlos hablando por el móvil. -Sí señor Solís, sólo quiero pedirle un favor. -Tú, lo siento, no puedo hacerlo, me quitaste a mi Gabrielle.

-En eso discrepo, sólo cogí las migajas de lo que habías dejado, en realidad nunca la quisiste, no estabas con ella nunca. -En una cosa tengo que darte la razón, la daba por sentado, daba por sentado que ella estaría esperándome, que ella me amaría por siempre, que ella permanecería a mi lado… pero no fue así, aunque siempre la he querido. -Sólo le pido un favor. -Dime. -Vuelvo a Wisteria Lane, mi esposa quiere una casa allí y quiero que me busques algo, por favor. -Está bien, se lo diré a Edie, pero no te prometo nada. -Lo sé, no pasa nada, pero por lo menos está la intención. Gracias señor Solís, gracias. -Llámame Carlos, te acostabas con mi mujer –dijo él. -Lo siento Carlos, ya te he pedido perdón, nos vemos –John colgó el móvil y Carlos así lo hizo también. -Sí, me has pedido perdón, pero yo necesito venganza –dijo Carlos con un cuchillo en la mano-, lo pagarás muy caro. -Mamá, lo siento no sé lo que hice –dijo Julie. -No pasa nada, no te preocupes, pronto te pondrás bien. -Es sólo que… -Calla hija, calla. Luego hablamos, ahora descansa. -Gracias mamá, por primera vez veo que eres una mujer madura y eso me gusta. Estoy cansada. -Entonces descansa hija mía, descansa. -Hasta pronto mamá. -Hasta pronto hija –dijo Susan acariciándole el pelo. -Edie, ¿puedo pedirte un favor? –dijo Carlos. -Claro, después de que me hayas dejado claro que te lo quiero dar, pero quiero algo a cambio. -¿Qué? -¡Que te mueras! -Por favor Edie, sólo no estaba enamorado de ti y tú casi me obligaste. Por favor. -Está bien, pero lo hago por mí, no pienses que soy la caridad personificada. ¿Qué quieres? -Quiero que encuentres una casa para John. -Para… ¿John? -Sí, me lo ha pedido él. -No sé lo que pasa aquí, pero no puedo, lo siento. Le acabo de vender la casa a un matrimonio, por cierto, viene por ahí. Sí, los McField llegaban a Wisteria Lane, deseosos de ver su nueva casa. -Dime, ¿no es lo que siempre has soñado? –dijo Ernest. -Pues sí, aunque lo que sí querría es dejar nuestro pasado para siempre, poder al fin vivir en paz –dijo Angela. -Espero que sí… por tu bien espero que sí. Así entraron en la casa, con la esperanza de dejar todo atrás, aunque había una persona que no podía dejar su pasado atrás y mucho menos olvidarlo, era Danielle. -Hijo mío, siento mucho que hayas acabado así –dijo ella arrodillada en la tumba de su bebé-, sólo quería lo mejor para ti, planes de futuro y ahora nada, ni siquiera me dejaron verte. No es justo… no es justo. Pronto empezó a llorar por la vida de su hijo, que murió sin que ella pudiera sentirlo.

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