2. Legoff Y P. Anderson (resumen).docx

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2. LA CRISIS DEL SIGLO XIV  Según Perry Anderson en “Transiciones de la Antigüedad al Feudalismo”, cap. 5: Perry Anderson considera a estos siglos como los de una crisis general, una crisis estructural de todo el continente, en el que su determinante más profundo se encuentra en el “bloqueo” de los mecanismos de reproducción del sistema en el punto límite de sus últimas capacidades. Este es el momento de crisis del sistema feudal. El autor se refiere a un precario equilibrio ecológico, en el que el motor básico de las roturaciones rurales superó los límites objetivos de la tierra y de la estructura social, la población siguió creciendo y las últimas reservas de tierras hace poco roturadas eran normalmente de baja calidad, y las tierras sometidas hace más tiempo al arado estaban viejas y en decadencia. El avance de las tierras cultivadas con cereales hizo disminuir los pastizales, afectando a la cría de animales y al suministro de abono de la tierra cultivada. No hubo un cuidado de los bosques y tierras baldías, tanto por la falta de fertilizantes, inundaciones y vendavales. Además, la diversificación de la economía feudal europea llevó a que, en algunas regiones europeas, al darle prioridad a otras ramas de la agricultura que no fuesen el grano (vino, lana, lino, ganadería), hubiese un aumento en la dependencia de las importaciones con sus peligros consiguientes. En este marco, los primeros años del siglo XIV estuvieron plagados de desastres. De 1315-1316 fueron de hambre en Europa, las tierras se comenzaron a abandonar y el índice de natalidad empezó a caer. Al mismo tiempo, la economía urbana se encontró con obstáculos decisivos para su desarrollo: el medio básico de circulación para el intercambio mercantil, principalmente en la banca y el comercio, estaba en problemas por la escasez de dinero. Una de las razones fundamentales de esta crisis está en que se llegó al límite objetivo de las propias fuerzas de producción, encontrándose con una barrera técnica en la que la explotación se hizo inviable o perjudicial. Esta escasez de metales provocó repetidos envilecimientos de la moneda en un país tras otro y, en consecuencia, una inflación galopante. Esto llevó a un efecto de tijeras en las relaciones entre los precios urbanos y agrícolas. El descenso de la población llevó a una baja de la demanda de artículos de subsistencia, haciendo que a partir de 1320 también descendiesen los precios del grano. Las manufacturas urbanas y bienes de lujo progresivamente aumentan su precio, afectando a la clase noble, dependientes de esos, por lo que, además de eso y el descenso de las rentas señoriales (por la baja de los ingresos de sus cultivos y rentas serviles) se desencadena una oleada de guerras de saqueo. “La guerra, vocación caballeresca del noble, se convirtió en su actividad profesional: los servicios de caballería dieron paso progresivamente a los capitanes mercenarios y a la violencia a sueldo. La población civil fue en todas partes la víctima”. (p.205) A esto se le suma una catástrofe coyuntural, la peste negra precedente de Asia en el año 1348. Con la resistencia demográfica ya debilitada, se abrió paso con su guadaña entre la población del continente, seguido de brotes que se vuelven endémicos en muchas regiones, llegando a un número de muertos hacia el 1400 de posiblemente dos quintos de toda la población. El resultado fue una devastadora escasez de mano de obra. Esta acumulación de desastres provoca una desesperada lucha de clases por la tierra. La clase noble se encuentra amenazada por las deudas y la inflación, por lo que intentan recuperar su excedente atando a los campesinos al señorío o reduciendo drásticamente los salarios en

la ciudad y en el campo. De todas maneras, “este intento señorial de reforzar la condición servil y hacer que la clase productora pagara el coste de la crisis se enfrentó ahora con una feroz y violenta resistencia, dirigida a menudo por los campesinos más cultos y prósperos, que movilizó las más profundas pasiones populares” (p. 206). Convirtiéndose en grandes explosiones regionales o nacionales durante la depresión feudal en unas sociedades medievales que ahora estaban ya mucho más integradas económica y políticamente. Hay dos hechos que tienden a centralizar en grandes movimientos colectivos las reacciones populares contra la extorsión y la represión señorial: la penetración del intercambio mercantil en el campo que lleva a la debilitación de las relaciones consuetudinarias, y la llegada de impuestos reales que se superpuso a las tradiciones exacciones nobiliarias En esta gran crisis del feudalismo, las fuerzas de producción tienden normalmente a estancarse y retroceder dentro de las existentes relaciones de producción, tienen que ser entonces radicalmente cambiadas y reordenadas antes de que las nuevas formas de producción puedan crearse y combinarse en un modo de producción globalmente nuevo. Dicho de otra manera, en una época de transición las relaciones de producción cambian por lo general antes que las fuerzas de producción, y no al revés. Una de las consecuencias más importantes de la crisis del feudalismo europeo, directa y decisivamente, fue más bien “una extensa transformación social en el campo de Occidente, porque las violentas rebeliones rurales de la época condujeron imperceptiblemente, a pesar de su derrota, a cambios en el equilibrio de las fuerzas de clase en pugna por la tierra (…) La crisis general del modo de producción feudal, lejos, pues, de empeorar la condición de los productores directos en el campo, acabó mejorándola y emancipándolos. De hecho, fue el momento decisivo en la disolución de la servidumbre en Occidente.” (p. 208-209) Fue principalmente el sector urbano, estructuralmente protegido por la parcelación de la soberanía en el sistema político medieval, el que se desarrolló hasta un punto en el que podía cambiar decisivamente el resultado de la lucha de clases en el sector rural. Esto se refleja mismo en donde acaecen las grandes rebeliones, ya que estas son en zonas con poderosos centros urbanos, fermento de esas insurrecciones populares: Brujas y Gante (Flandes), París (norte de Francia), Londres (sudeste de Inglaterra) y Barcelona (Cataluña). La presencia de grandes ciudades siempre comportaba la irradiación de las relaciones mercantiles en los campos de los alrededores y, en una época de transición, las tensiones de una agricultura semicomercializada resultaron ser mucho más graves para el armazón de la sociedad rural. El papel de las ciudades en las rebeliones campesinas de la época no se limitó a sus efectos de zapa sobre el tradicional orden señorial situado en sus cercanías. Muchas ciudades apoyaron activamente de una u otra forma a las rebeliones rurales, ya fuese por una simpatía popular (desde la base), o por sus propios intereses (desde arriba). A menos, las ciudades influyeron en el carácter y la dirección de las grandes rebeliones de la época. En Occidente, la red relativamente densa de ciudades ejerció una continua influencia gravitacional sobre la relación de fuerzas sociales del campo. Por una parte, el predominio de esos centros comerciales hacia posible escapar a la servidumbre para los campesinos descontentos, ya que estos representaban una entrada de mano de obra positiva para las manufacturas urbanas. Por otra parte, la presencia de estas ciudades presionaba constantemente a los nobles belicosos a recibir sus ingresos en forma monetarizada. Los señores necesitaban dinero y no podían empujar a los campesinos hacia la vagancia o los empleos urbanos, por lo que se veían obligados a aceptar una relajación de los vínculos serviles en el campo. El resultado fue una lenta pero interrumpida conmutación de las prestaciones por rentas en dinero y un creciente arrendamiento de la reserva señorial a los campesinos.

En Inglaterra, la escasez de mano de obra era, sin embargo, tan grave en la agricultura que simultáneamente a la reducción de las extensiones cultivadas, las rentas agrícolas descendieron, los precios de os cereales cayeron y los salarios aumentaron: afortunada, aunque efímera coyuntura para el productor directo. La nobleza reacciono dedicándose con más intensidad al pastoreo para abastecer a la industria lanera, comenzando un movimiento de cercamientos, y, por otra parte, imponiendo el complejo sistema de secuaces asalariados u de violencia a sueldo, la carta partida y las letras patentes. El proceso de conmutación adoptó en Inglaterra la forma de una transición directa de las prestaciones de trabajo personal a las rentas de dinero, mientras que en el continente se produjo, en líneas generales, una evolución algo más lenta que pasó de las prestaciones de trabajo a las rentas en especie y posteriormente a las rentas en dinero.



Según Jacques Le Goff en “La Baja Edad Media”, cap. 12.:

Le Goff se centra en los años 1270-1330, definiéndolo como la “crisis de la cristiandad”, dando como origen el impulso del siglo XI en Occidente, seguido por la desaceleración de su ritmo, para después disminuir o detenerse completamente, e incluso en algunas partes parece mostrar un reflujo, mientras que en otras partes el progreso sigue. A su vez, hace una clarificación, de que por más que el movimiento afecta al conjunto, este no es general. Esta crisis, que define como de una de agotamiento, lleva consigo ciertos límites: técnicos (en el sector agrícola y el industrial-artesanal), espaciales e intelectuales. Los límites técnicos en primer lugar, en el sector agrícola. En el sector agrícola el freno se manifiesta en extensión y en intensidad, el movimiento de roturación se da esporádicamente, se fracasa en buscar repoblar ciudades, y los suelos periféricos o de mala calidad son pronto agotados por el cultivo, y luego abandonados. Esto está relacionado con la impotencia de las técnicas agrarias hacia ciertos obstáculos, por ejemplo, la rotación trienal se vuelve indiscriminada, no permitiendo que la tierra reposase lo suficiente en suelos no tan ricos. También, vuelve el problema que hubo desde el siglo V, en que, por el bajo rendimiento, las cosechas disminuyen, el hambre crece, y los campesinos se encuentran alimentando menos al ganado, llevando a la escasez de estiércoles, que lleva a que se demore más en la reconstitución del terreno. Esto lleva a conflictos en el bosque, llevando a la escasez de madera, de fuente de energía (carbón), y a afectando más que nada a los sectores más pobres ya que ellos son los que utilizaban ese lugar como principal fuente de alimentación. Estas comunidades aldeanas deploran las nuevas restricciones en cuanto al uso de las tierras comunales porque estos van a llevar, de la mano de la progresión del individualismo agrario, a la tendencia de los propietarios rurales ricos a cercar sus dominios y a usurpar y atribuirse por sanción legal estas tierras comunales, pasando en Inglaterra tan temprano como en 1236 con el “estatuto de Merton”, comenzándose allí el cercamiento de los campos. En los sectores artesanales e “industriales” el límite es a veces en la prohibición, en algunas ciudades, de incorporar novedades tecnológicas para no saturar su producción, en un mercado ya asfixiado. También se ve en cuanto a la construcción, siendo el siglo XIV el de las catedrales inacabadas, visto que las construcciones de las iglesias ya no tienen el respaldo económico suficiente, no por la falta de devoción de los cristianos, sino porque el dinero o no estaba, o era invertido en otras cosas. Respecto a los límites espaciales, son límites agrícolas, comerciales y políticos, dándose en Occidente el fin de la “frontera”.

En España la reconquista se frena durante dos siglos por las fronteras del Reino de Granada, y los reyes tienen problemas para repoblar los nuevos territorios. De todas maneras, para Le Goff, el signo más revelador es el fin de la Tierra Santa latina, por más que la convocatoria a la cruzada y el espíritu de cruzado no fueron extinguidos hacia el 1311, pero la cruzada en sí murió con San Luis, ante Túnez en 1270. El gran comercio cristiano encuentra su frontera en poco más de un siglo, ya que expansión pacífica de los mercaderes no se detiene hasta comienzos del siglo XIV, con algunas hazañas que terminan en fracasos o en aventuras aisladas. Es que el principal problema eran las limitaciones de sus posibilidades económicas, ya que no tenían qué ofrecer a cambio de las sedas o especias, visto que Occidente no produce artículos de lujo que llamasen la atención a Oriente, sumándole el hecho que el comercio tenía que ser en monedas de oro y plata, lo que también resultaba perjudicial para Oriente. También Le Goff se refiere a límites intelectuales, en los que los eclesiásticos, a partir de 1270, dan brutales condenas, prohibiciones, a las universidades, donde estas parecen haber sido aplicadas. Así, las dos grandes vías para la investigación intelectual del siglo XIII, el razonamiento intelectual y la observación experimental, también llegan a sus límites. Pero a pesar de estas molestias, y las obligaciones de prudencia y disimulo que impusieron a los sabios, no pudieron en cambio impedirles que las ignorasen en sus trabajos, lo mismo que las condenas a la usura no impidieron a los mercaderes proseguir sus negocios. Estos límites van a llevar a una crisis económica, una crisis de hambre: alimentaria y monetaria. De 1315 a 1318, una sucesión de lluvias torrenciales, repetidas entre esos años, y de malas cosechas, hacen que se expanda por Occidente un hambre generalizada, que conlleva con sí la ruina de los precios agrícolas y el aumento de la mortalidad. Pero antes de esto ya habían aparecido otros síntomas: la aparición del hambre monetaria por falta de metales preciosos, y a consecuencia también del bimetalismo surgido de la vuelta a la acuñación de oro. Al necesitar estos recursos los gobiernos para tener una burocracia y un ejército que no podrá ser mantenidos con recursos tradicionales, de tipo señorial o “feudal”, agravan esta crisis. Los príncipes comienzan a recurrir a gran escala a préstamos por grandes mercaderes-banqueros amenazados por la quiebra. Estos príncipes y reyes también tenían manera de paliar el hambre monetaria con “alteraciones” de la moneda, pudiendo devaluar o revalorizarla, crear inflación o deflación, rebajando o fortaleciendo la moneda. Estas alteraciones afectan a los grupos y clases que gozan de rentas fijas: rentistas, asalariados, y producen el descontento de muchos mercaderes. La crisis aparece también en la industria textil, por un lado, la crisis del apropiamiento de materia prima, por el agravamiento de la lana inglesa por parte del rey, y su precio aumenta y la industria textil inglesa retiene cantidades crecientes. A su vez, se da una crisis en la venta, debido o por una superproducción o porque la clientela rica también es afectada por la crisis. En este estado de cosas aparecen nuevos centros textiles, en Brabante, en el oeste de Francia y en Normandía, que agravan la crisis al fabricar productos de menor calidad para una clientela menos rica y por tanto menos exigente, telas que cada vez llevan mayor cantidad de algodón. El desarrollo de estas precipita la crisis de los viejos motores de la vida económica. Este nuevo modelo de mapa económico también afecta la red de caminos, alejándose las rutas comerciales de Champaña, cuyas ferias del siglo XII habían sido el corazón de los comercios occidentales, estableciéndose a partir de 1298 una línea regular entre Génova, Flandes e Inglaterra, y en el segundo decenio del siglo XIV Venecia imita a su rival.

Esta crisis económica estaba obviamente ligada a una crisis social, esta no iba a afectar a todas las capas sociales de la misma manera, y no solo eso, sino que agrava las diferencias y la oposición entre pobres y ricos. Esto sucede en ciudades y en regiones cercanas, especialmente en aquellas que predomina la industria textil, y a partir de 1260 estalla una oleada de huelgas, motines y revueltas en algunas de esas principales ciudades al grito de “¡Abajo los ricos!”, cosa que se escuchará por todo el siglo XIV. Aunque hay que aclarar que no fue solamente en las ciudades donde las clases se enfrentan entre sí. En muchos casos este toma una coloración religiosa, herética o paraherética. De todas maneras, lo más importante de esta crisis económico-social es que afecta particularmente a la aristocracia militar y rural, a la nobleza, la víctima más poderosa de esta, la más capacitada para reaccionar. Frente a la evolución desfavorable de la renta feudal, los medios tradicionales de los señores no eran suficientes, o por lo menos no inmediatamente solventes. Esta crisis se hará más grave en el siglo XIV porque es fundamentalmente una crisis del feudalismo y los señores son lo bastante poderosos como para que sus reacciones violentas antes los perjuicios que sufren afecten profundamente al conjunto, a la sociedad occidental. Estos van a buscar chivos expiatorios, y las categorías marginales de la sociedad van a ser los elegidos. Allí van a estar los mercaderes extranjeros (por dedicarse a prácticas vergonzosa como la usuran y de esquilmar a los indígenas), como los judíos y los leprosos. Los reyes y señores arruinados utilizan esta situación como un arma política, haciendo de esta manera que la crisis se extendiese también al dominio político. Es en el nivel intelectual, artístico y espiritual donde están las últimas sacudidas de la crisis, siendo la época en torno al 1300 donde está presente el recelo ante los equilibrios intelectuales, estéticos y religiosos que el siglo XIII había realizado. Se acusa al aristotelismo y tomismo de ser demasiado racionalistas, hay una voluntad de derrumbar los equilibrios demasiado bien calculados, de reunir en la contorsión un libertad infanta, y esto se vuelve a encontrar en el arte. Hay una crisis del pensamiento y la espiritualidad que culmina en una crisis espiritual y religiosa. La nueva devoción que surge alrededor de 1300 reviste diversas formas, desde la piedad de los “beatos” a la revuelta de los “espirituales”. La anarquía religiosa se halla al final de la crisis. Le Goff concluye el capítulo notando que por más que para nosotros vemos una crisis, declive, decadencia, a la gente de la época esto era una renovación, una modernidad. Por lo que la crisis es, ante todo, una crisis de crecimiento, una revuelta creadora, un alumbramiento, ya que, aunque el paisaje cambia, las estructuras en lo fundamental no. El siglo XIV será el siglo de las calamidades. En el fondo es una crisis del feudalismo, por lo que estos señores van a actuar de la manera que conocen, con la guerra, porque sus medios para hacerle frente habían sido ya agotados. La respuesta señorial a la crisis de los años 12701330 provocará la liquidación de la Edad Media.

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