La restauración de un creyente que había pecado En este punto recordemos que en su primera carta a la iglesia de Corinto, les había reprendido por permitir una gran inmoralidad en el seno de la congregación. De hecho, tenían un caso de incesto entre ellos y estaban, como suele decirse, mirando para otro lado. Sin embargo estaban actuando como si fueran espirituales. Y esa clase de inmoralidad resultaba incluso escandalosa para los paganos. Sin embargo, ellos la estaban pasando por alto. Y Pablo les había escrito para que resolvieran esa situación. En su llamado al orden, les dijo, como leemos en 1 Corintios 5:13, "Expulsad de entre vosotros al malvado". Y la congregación obró en consecuencia y excomulgaron a esa persona. Ahora, en los versículos 5 y 6 dijo el apóstol Pablo: "Si alguno me ha causado tristeza, no me la ha causado a mí solo, sino en cierto modo (por no exagerar) a todos vosotros. Le basta a tal persona esta reprensión hecha por muchos". O sea que ellos habían obedecido a Pablo, y actuaron correctamente al apartar de la comunión a aquel hombre. Entonces ese hombre, bajo el peso de una gran convicción, había reconocido su pecado. Y en vista de ello, ¿qué debían hacer? Pues debían perdonarle. Leamos los versículos 7 y 8 de este capítulo 2 de la Segunda Epístola a los Corintios: "Así que, al contrario, vosotros más bien debéis perdonarlo y consolarlo, para que no sea consumido por demasiada tristeza. Por lo cual os ruego que confirméis el amor hacia él" En este caso, debían perdonarlo y ayudarlo, para que su lógica tristeza no le llevase a la desesperación. Debían demostrarle el amor que le profesaban. Recordemos también que el apóstol Pablo les dijo a los creyentes de Galacia, en la carta a los Gálatas 6:1, "Hermanos, aun si alguno es sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradlo en un espíritu de mansedumbre, mirándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado". Continuemos leyendo, en 2 Corintios 2, los versículos 9 al 11: "pues también con este propósito os escribí, para tener la prueba de si vosotros sois obedientes en todo. Al que vosotros perdonáis, yo también, porque también yo, lo que he perdonado, si algo he perdonado, por vosotros lo he hecho en
presencia de Cristo, para que Satanás no tome ventaja alguna sobre nosotros, pues no ignoramos sus ardides". A veces el diablo, nuestro enemigo espiritual, trata de impulsarnos en un sentido o en otro. A veces consigue que cerremos nuestros ojos ante la inmoralidad, y esa actitud ocasiona perjuicios a la causa de Jesucristo. Pero, si una persona comete un pecado y se arrepiente apartándose de su pecado, entonces, ¿qué es lo que debe hacer la Iglesia? Debe sencillamente perdonarle. Y lo contrario a esta actitud, es la de aquellos que creen que la obstinación y la terquedad forman parte de la espiritualidad y entonces, no perdonan nada a nadie. Y ésa puede ser la influencia del diablo, así como lo es cerrar los ojos a la inmoralidad. Satanás logra una ventaja con muchos cristianos que son implacables, que no perdonan. Hay dos cosas acerca de las cuales no oímos mucho: de personas que admitan sus pecados y pidan perdón, y de creyentes que perdonen a aquellos que confiesan sus pecados. Es que se observa en muchos círculos cristianos una gran incapacidad para perdonar. Necesitamos aprender que somos capaces de cometer cualquier pecado. Aquello que otros han hecho, nosotros también somos capaces de hacerlo. Y así como en el caso de Corinto, cuando una persona se arrepiente de su pecado, debe ser restaurada con un espíritu de mansedumbre, con benignidad, y reintegrada a la comunión de la iglesia. Ésta es, pues, una parte importante del ministerio cristiano. Y dice el versículo 12: "Cuando llegué a Troas para predicar el evangelio de Cristo, descubrí que el Señor me había abierto las puertas" Pablo llegó a Troas y se le presentó una gran oportunidad de trabajar por el Señor. En aquella ocasión, la voluntad de Dios era que él se quedase allí para predicar el Evangelio, en vez de ir a Corinto. Pablo no estaba siendo inconstante, sino fiel. Fue fiel a la oportunidad que Dios le concedió. Continúa diciendo el versículo 13: "Aun así, no tuve reposo en mi espíritu, por no haber hallado a mi hermano Tito. Por eso, despidiéndome de ellos, partí para Macedonia".
Aun cuando él estaba predicando el Evangelio en Troas, se sintió intranquilo porque Tito no había llegado para traerle noticias de la congregación de Corinto. Le esperó, pero no llegó. Entonces, Pablo salió de viaje a Filipos y Macedonia. Y fue allí donde llegó Tito con las noticias de que los Corintios habían tratado el problema del pecado en la congregación, y de que aquel hombre se había arrepentido, dejando su pecado. Hemos hablado hoy de aquellos que miran para otro lado ante el problema del pecado, y de aquellos que, con una actitud de hipocresía, son incapaces de perdonar. Pero Dios no actúa así. Dios se ha enfrentado directamente con el problema del pecado enviando a Jesucristo a morir en una cruz. Pero Dios no rechaza al pecador. A todo aquel que, reconociendo que ha vivido lejos de Dios, sin ninguna relación con Él, escucha la presentación del mensaje del Evangelio, es sensible a la voz del Espíritu Santo, y responde aceptando al Señor Jesucristo como su Salvador, Él le recibe como hijo. Estimado oyente, esa fue la actitud de Jesucristo, el Hijo de Dios, cuando dijo: "al que viene a mí, de ningún modo lo echaré fuera".