Tal como lo ha dicho E. Carr en su texto “Qué es la historia”, el historiador no se puede situar en una exterioridad para cuestionar su historia; hace parte del devenir propio de su sociedad y por lo tanto apela inexorablemente a lo que su contexto histórico le inculca. Ahora bien, a lo largo de esta carrera algunos profesores se han esforzado por mostrarnos los aspectos problemáticos de la compleja realidad social que vivimos, haciéndonos concientes al mismo tiempo del importante aporte que proporciona la historia en este campo. Por estos motivos, se me hace ahora imposible definir un campo de investigación que se encuentre por fuera o que ignore de forma evasiva la tremenda crisis social que vive actualmente nuestro país, como bien podría hacerlo otro investigador escapista dándole la espalda a la problemática contemporánea regional, nacional y por qué no, continental. Así las cosas, la academia histórica ha establecido unas categorías de estudio y unos límites a las mismas (aunque la realidad se expresa en última instancia como un todo y no por partes) para abordar las particularidades de dicha problemática desde diferentes perspectivas, ciñéndose éstas a los ineludibles aportes que han hecho diversas escuelas de los siglos XIX y XX a la teoría histórica. Dentro de estas categorías podemos encontrar las de la vertiente económica (econometría, historia económica, demográfica, serial, etc.), las de vertiente política (historia de la nación, del derecho, de las corrientes políticas, etc.) y las que se derivan de lo que se ha denominado historia social (historia de la educación, de la religión, del arte, de la cultura, etc.). Por muy controversial que pueda ser el concepto de “social”, es indudable que ha abierto en los últimos años nuevas preguntas para abordar la historia (la familia, la vida privada, la cotidianeidad, etc.) y por lo tanto, nuevas estrategias metodológicas y teóricas que instan a los múltiples modelos preestablecidos por los grandes pensadores del siglo pasado y antepasado, de acuerdo con los intereses y las convicciones del investigador particular. Así pues, en búsqueda de un campo de investigación para mi monografía, se me hizo evidente la inmensa influencia que tiene la religión católica en la vida social colombiana de la actualidad, e incentivado por una atracción personal hacia el tema, determiné que éste sería mi campo de profundización. Sin embargo, hacer una historia de la influencia de la iglesia católica en la sociedad latinoamericana con la pretensión de abarcar la totalidad de las posibles variables que se derivan de un tema tan amplio, sería un problema que ni siquiera una tesis doctoral podría abarcar; por lo tanto, me vi en la necesidad de reducir mi campo de estudio a una de aquellas variables, particularmente, la que más me apasiona: Iglesia y educación.
Nuevamente, el objeto de análisis abre una gran cantidad de posibilidades investigativas, partiendo desde los primeros siglos de vida del llamado “Nuevo” mundo, cuando el ideal de orden hispánico se introdujo e impuso en estas tierras, ayudado por hombres temerarios que con la espada y la cruz, pudieron llevar a cabo su tarea colonizadora y misional. De la mano de los inmaculados idearios catequísticos y teológicos de las órdenes monásticas franciscanas, dominicas y jesuitas, vino a esta tierra el conocimiento tal como los occidentales contrarreformistas lo concebían: una indescriptible amalgama hija del escolasticismo tomista donde la fe y la razón difuminaban sus límites dentro de las llamadas “artes liberales”: gramática, retórica, aritmética, física, lógica, ética y por último y por encima de las anteriores, la teología. Así, basándose tanto en las traducciones de los antiguos paganos Aristóteles, Hipócrates, Ptolomeo, Virgilio y Al-kharizmi, como en los clásicos de los santos Agustín, Bernardo, Anselmo y Tomás, la enseñanza dictada con métodos rígidos y autoritarios en aquellos fríos y húmedos claustros a los seminaristas y novicias, era la mejor prolongación de la visión de mundo hispánica, particularmente enraizada en las tradiciones medioevales, y más aún, después de la citación al concilio de Trento en 1545, agenciado por el “ilustrísimo soberano” Carlos V emperador del imperio hispánico, congregación episco-cardenal que definiría el fatídico futuro de las Indias Occidentales: La Contrarreforma, que además de ser un retorno a las pretensiones católicas medioevales de ejercer una regulación de la conducta y el pensamiento de todos los seres humanos, es un ideario que valida todos los conceptos dicotómicos a los planteados por la reforma luterano-calvinista, es decir, la lucha contra la modernidad. Este hecho definirá siglos de educación en las colonias. Tanto éxito tendría el proyecto de Trento que, una vez rotos los lazos de dominio político de la Nueva Granada con su desgastada metrópoli, ni siquiera se discutió una paralela emancipación del pontificado romano: la religión católica, sus jerarquías, sus dogmas, su poder económico, y su control pedagógico eran simplemente axiomas que no daban cabida a la discusión; y cuando se discutió por primera vez su preponderancia a mediados del Siglo XIX en el “lapsus” liberal del 63, fueron rápidamente acalladas las voces revolucionarias, e impuesto de nuevo un orden donde la iglesia, si bien había perdido parte de su patrimonio material, era la portadora del principal motor ideológico de la nación: la educación, trato que se define perentoriamente con el concordato de Núñez en el 87. Así pues, podríamos abarcar desde el tratamiento del método escolástico nacido en la Edad Media y basado en una confrontación dialéctica de Cuestio y Disputatio, que abre
paso a la relativización de las verdades aristotélicas por la “nueva” interpretación averroísta, confluyendo directamente en las posiciones empiristas y experimentalistas de personajes como Guillermo de Okham, Duns Scoto y Copérnico (que no obstante, eran católicos), hasta las enseñanzas catequísticas del método astete practicado en varios países que se acogieron a los planteamientos pedagógicos del concilio Vaticano I hasta el Siglo XX, que con una enseñanza autoritaria (por parte de los sacerdotes) y dogmática (hacia los textos), imposibilitan la capacidad crítica del individuo. Es entonces claro también que el catolicismo no se puede analizar como un ente inmóvil y universal: son muchos los dogmas, las órdenes monásticas, las prácticas religiosas sincréticas, las enseñanzas teológicas y sus derivados éticos que hacen crecer en número los posibles problemas de estudio, que, multiplicados con las variables metodológicas y teóricas que asuma cada investigador en particular, se vuelven casi innumerables. Por esto mismo, y tomando en consideración las facilidades bibliográficas y documentales, he determinado que el objeto de investigación será las formas concretas de la pedagogía religiosa en Popayán, en los inicios del Siglo XX, que hasta cierto punto podrían reflejar los fenómenos educativos de otras ciudades de Colombia. Ahora bien, el estudio tendrá como objetivo principal, rastrear las implicaciones psicológicas de dicha enseñanza, partiendo de los postulados teóricos trabajados en el campo del psicoanálisis de la educación a lo largo del siglo pasado, característica que definirá la perspectiva teórica desde donde trabajaré dicho problema pedagógico; la estrategia metodológica combinará un minucioso trabajo de archivo, cuyo producto se someterá a las posibles categorías de análisis que el modelo Freudo-Lacaniano permita. Para asumir dicho reto, he considerado necesario en primera medida, hacer una breve contextualización que dé cuenta del importante papel que cumplía la iglesia en la Colombia de finales del siglo XIX (sobretodo después del Concordato de Nuñez en 1887), punto que contendrá los aspectos más importantes de la relación de la iglesia con la modernidad, el liberalismo, y la política. En una segunda instancia, trataré concretamente el problema de la pedagogía, considerando las minuciosidades de la relación entre la iglesia y la educación colombiana, y de los métodos pedagógicos utilizados en colegios de misiones, seminarios, escuelas, etc. pertenecientes al obispado de Popayán, resaltando los vínculos con las especificidades del culto. Hecho esto procederé a aplicar los conceptos y teorías elaborados desde el psicoanálisis a los resultados de la investigación, ya que por ser un modelo estructural sincrónico permite tratar al sujeto en cualquier contexto histórico que brinde la suficiente documentación.