Norman J. G. Pounds. ”Historia económica de la Europa Medieval” , Editorial Crítica S.A. 1974. Barcelona, España.
TEMA 1: De la revolución tecnológica del siglo XI al florecimiento comercial y urbano (siglos XII y XIII).
Según Pounds, el cambio ocurrido en Europa en las últimas décadas del siglo X y en las primeras del siglo XI fue enorme. Existía la superstición popular de que la era cristiana duraría mil años. No tenemos pruebas de que tal tradición inhibiera la vida económica, pero en los años siguientes al año 1000 hubo un incremento en la actividad económica. Raoul Glaber describía así el nuevo espíritu: “Así, en el umbral del año 1000... sucedió en casi todo el mundo, pero especialmente en Italia y Galia, que las iglesias fueron reparadas, aunque muchas de ellas no parecían necesitar tales obras; pero cada nación de la Cristiandad rivalizaba con las otras en cuál de ellas rezaría en las iglesias más decorosas. Así sucedía, como si el propio mundo se hubiera sacudido y desprendido de su edad, y se estuviera revistiendo por todas partes con una vestidura alba de iglesias” Glaber da a entender que tal resurgimiento espiritual no pudo ocurrir sin un fundamento económico. La construcción de iglesias se llevó a cabo con los beneficios aportados por la agricultura y el comercio, y el monacato se sostenía con el escaso excedente producido por el campesinado. El siglo X había contemplado la recuperación de la Europa occidental y central de las depredaciones efectuadas por las sucesivas olas de invasores y la reavivación de una población diezmada. Durante el siglo XI se inició la obtención de cierto excedente, parte del cual se invierte en piedras y mortero, parte en la institucionalización social y política y parte en la expansión de Europa. El momento del cambio en la economía europea se produjo en distintos momentos según las diferentes partes del continente, pero en cualquier lugar, al margen de los índices y medidas que se tomen, el crecimiento económico ya se manifestaba con anterioridad al año 1000. Es un hecho comúnmente aceptado que a la caída del Imperio de Occidente siguió un período de estancamiento económico. Este estancamiento desembocó en los siglos X y XI en un período de expansión o crecimiento que se mantuvo hasta finales del siglo XIII o principios del siglo XIV. Hubo algún tipo de decaimiento económico en los años centrales del siglo XIV, asociado comúnmente a la difusión de la peste negra. En cierto momento del siglo XIV la economía
volvió a entrar en una fase expansiva. En la actualidad se pueden encontrar indicadores en tablas estadísticas que son relativamente fáciles de obtener, pero para la Edad Media no hay indicadores estadísticos y los que se pueden considerar como tales no se prestan a ser cuantificados. Pueden señalarse cinco tendencias, ninguna de las cuales es susceptible de ser medida con precisión, pero que, sin embargo, de un modo cualitativo, indican un crecimiento económico sostenido. Estas cinco tendencias son: 1. La formación de un sistema de Estados, con sedes fijas de gobierno e instituciones administrativas. 2. El crecimiento demográfico. 3. La puesta en cultivo de nuevas tierras y la creación de nuevos asentamientos rurales. 4. La expansión del volumen comercial y el incremento de la variedad de artículos. 5. El proceso de urbanización. Pounds en su libro “Historia económica de Europa medieval” nombra características del crecimiento económico, según el autor la economía sólo puede desarrollarse cuando parte de la producción no es consumida (ni destruida), sino invertida de algún modo productivo, de manera que pueda contribuir al incremento futuro de la producción. El hombre medieval no estaba precisamente inclinado a invertir en el futuro de la tierra. Disponía de un excedente de dinero, pero el mismo lo donaba a un monasterio, a una iglesia o lo dedicaría a misas para el sufragio de las almas. Sin embargo, existía cierta inversión, cuando menos a nivel local, que tenía alguna importancia. El perfeccionamiento de la rueda hidráulica y su utilización en molinos de harina es algo a tener en cuenta. Su interés principal estribaba en reducir la necesidad de mano de obra y hacerla, de ese modo, disponible para otras actividades. Norman Pounds dice que no hay duda alguna de que durante el período de crecimiento medieval se incrementó el uso de la fuerza hidráulica en cierto número de actividades que el hombre medieval había aprendido a utilizar. Con certeza la demanda de tierras en el siglo XI y aún antes es abrumadora. No se trataba de desforestar los bosques y de roturar eriales (campo, tierras), sino también de las tareas más difíciles de construir diques en los pólderes, drenar las marismas de las tierras inferiores de los valles y, además, se efectuaron inversiones para desecar las tierras pantanosas, por ejemplo: las del Valle del Po, en la Italia septentrional. Las Actas de los condes de Flandes muestran, con repetidas referencias a las tierras recientemente ganadas al mar, con qué rigor se llevaban a cabo las obras. Los monasterios se mostraron especialmente activos en la apertura y colonización de tierras y no hay duda alguna
de que, gracias a los beneficios obtenidos de ello, se pudieran llevar a cabo sus ambiciosos planes de construcción. Las clases feudales, tanto la eclesiástica como la laica, obtuvieron grandes ingresos de sus tierras y crearon una mayor demanda de mercancías. No sólo se incrementaron los gastos en construcción de edificios; también consumieron más telas, cuero y alimentos exóticos, así como armas, armaduras y lo que podríamos llamar artículos de larga duración. El campesinado debió compartir, aunque en menor grado, este aumento en el consumo. La extensión de la superficie de la tierra cultivable, en tanto anduvo por delante del incremento de la población, trajo consigo una ampliación del tamaño de las granjas, y el pequeño aumento en la producción permitió al campesino disponer de un excedente que podía vender en el mercado y así, a su vez, comprar otras mercancías. En el caso del campesinado, Pounds declara que el incremento del nivel de consumo fue marginal, pero en un conjunto de población que ascendía a varios millones, el aumento en la demanda de tejidos bastos e instrumentos sencillos pudo ser importante. Allí donde las prestaciones en trabajo y otras obligaciones se habían conmutado por el pago de una renta fija, el campesino se encontraba a menudo en buena posición, al tiempo que la inflación aumentaba el valor de los excedentes que producía, dejándole un cierto margen de beneficios. Fue característico del período de expansión agrícola el aumento de la superficie de la tierra de labor, mientras que apenas si cambió la intensidad de la producción. Las inversiones se dirigieron a abrir bosques y arar campos; en cambio se prestó muy poca atención a mejorar la ganadería o a la selección de simiente. Norman Pounds en su libro cita a Rodney Hilton, “una actitud favorable a la inversión en mejoras cualitativas acentuaría la colocación de los beneficios de las rentas y de la producción en nuevas edificaciones, drenaje, fertilizantes y ganadería, con el objeto de aumentar los rendimientos. En su lugar, todos los tratados están impregnados de una atmósfera de prudente parsimonia”. Pounds dice que lo dicho por Rodney es cierto, pero que se roturaban nuevas tierras, se esparcía estiércol, se cavaban pozos de margas y de muchas maneras, aunque modestas, la calidad de la tierra se mejoraba. El crecimiento de la población en el siglo XII fue seguido, con la excepción de unas cuantas regiones muy específicas, no por una intensificación de la producción agrícola, sino por la extensión de las tierras de labor. Inevitablemente, la superficie cultivada fue extendiéndose, a partir del área de tierras fértiles cultivdadas desde mucho antes a tierras marginales que una agricultura más inteligente hubiese conservado como bosques o pastos. El resultado fue la reducción progresiva de la tenencia campesina media y también la baja de la calidad del terreno, que ya media era. Pound dice que no hubo, en contrapartida, ninguna mejora en la tecnología
agrícola. Agrega también que la crisis del siglo XIV fue debida en cierta manera a la falta de inversiones para mejorar la tierra. Da como ejemplo; “la magnificiencia de Chartres y Amiens, las murallas y las sedas de los gremios son el anverso de una moneda, cuyo reverso es una agricultura retrógada y estancada, y la falta de inversiones en la tierra.” (Norman Pounds, “Historia Económica de la Edad Media”, pág 130) Durante la Edad Media, Europa tenía sus áreas retrasadas y subdesarrolladas, fueron regiones donde el proceso de crecimiento económico tuvo poco eco o, incluso, que jamás se inició por completo. Según Pounds, el período de prosperidad y de crecimiento económico terminó en gran parte de Europa a fines del siglo XIII y comienzos del siglo XIV. Pero la decadencia cíclica que siguió parece haber tenido poca influencia en ciertas áreas subdesarrolladas. Este subdesarrollo implica cierto aislamiento local y autosuficiencia económica, con una economía local que sólo responde a factores externos, como el clima y otros elementos que afectan a las cosechas. Pounds concluye que, la expansión de la economía europea entre los siglos XI y XIV se puede atribuir a un solo conjunto de factores, a la extensión de la ocupación humana y al aumento de la superficie puesta en cultivo. Ello condujo directamente al incremento de la población y, acaso, también al aumento de la producción, cuando cada vez más brazos se dedicaban a explotar los recursos vírgenes de las tierras recién colonizadas. Las inversiones en arar las tierras no se correspondieron con ninguna mejora importante de la agricultura ni con un aumento de las inversiones por unidad de su superficie. Dejando aparte la mayor difusión del arado pesado, de tipos más eficientes de arneses para caballos y de la introducción d ciertas herramientas de hierro y de la rueda hidráulica en ciertas actividades rurales, no se produjeron otros avances tecnológicos importantes en el campo de la agricultura.
Nos centraremos en la economía rural según Pounds. El hombre medieval, el de las clases más humildes, se alimentaba básicamente de pan. Consumía guisantes y alubias, que eran su principal fuente de proteínas, pero ni la carne ni los productos lácteos constituían una parte importante de su dieta. Las estimaciones del área necesaria para la manutención de una familia campesina se expresaban siempre en términos de unidades de tierra de cereales, aun cuando parte de ella debiera de encontrare siempre en barbecho (Sistema de cultivo que consiste en dejar de sembrar la tierra periódicamente para que se regenere). La comunidad rural no podía vivir sólo de sus tierras de pan llevar. Los bosques tenían suma importancia. Sin árboles no podían construirse las cabañas ni los techos; sin las ramas secas de los árboles no hubiesen podido obtener la leña necesaria para calentarse en invierno ni para
cocer los granos de cereal que de otro modo eran indigeribles. Los bosques, o por lo menos parte de ellos, suministraban la mayor parte de la proteína animal que consumía el hombre medieval. Los prados eran también esenciales, aunque en otro sentido ya que proporcionaban heno y la medida más corriente de los prados era el número de cargas de heno que eran capaces de producir. Sin este los caballos de montar no hubieran podido sobrevivir a los inviernos. Pocas eran las comunidades que no disponían de molino, puesto que los cereales panificables habían de molerse para poderlos emplear en el consumo humano. El molino hidráulico había sido raro en la Antigüedad clásica, tal vez debido a que la disponibilidad general de mano de obra esclava había hecho innecesario el uso de fuerza mecánica. El molino hidráulico fue haciéndose cada vez más común durante la alta Edad Media y el molino manuela fue desapareciendo de las cabañas, y en su lugar se colocó la rueca. La lana obtenida de las ovejas del lugar suministraba las vestiduras necesarias. La bebida principal era una cerveza ligera, fruto de la cebada, pero en algunos casos hecha de avena o de cualquier otro cereal disponible. Era una comunidad rural autosuficiente. El área controlada era reducida, en la misma la comunidad debía mantener el equilibrio entre las distintas utilizaciones de la tierra. Cualquier extensión del área de cereal podía producir la escasez de madera para la construcción o de la leña. Además, había que separar la tierra de cereal una parte para la manutención de los animales de labor sin los cuales no podía labrarse la tierra. Los campos que rodeaban todo asentamiento medieval se dedicaban al cultivo de cereales panificables. Éstos se encargaban de suministrar la casi totalidad de los alimentos y consumían mayor parte del trabajo campesino. El año del mismo se organizaba a partir de las labranzas de otoño y primavera, la siembra y la siega de las cosechas de cereal. Los grandes graneros de los monasterios se construyeron para almacenar cereales. En la mayor parte de Europa generalmente se efectuaba una rotación en tres etapas, consistentes en una cosecha sembrada en otoño, otra en primavera y un barbecho que preparaba la tierra para la siguiente siembra otoñal. Los cereales preferidos eran el trigo y el centeno a causa de que ambos se liberaban de sus cáscaras al ser batidos, es decir, se molían fácilmente y la harina que producían era panificable. En la primavera lo primordial era la cebada y la avena. Durante la Edad Media se generalizó el uso del arado pesado por la mayor parte de Europa. Un instrumento aparatoso, dotado de ruedas que controlaban la profundidad del surco; una cuchilla que practicaba en el suelo una incisión vertical y una orejera que socavaba la tierra y le daba vuelta. De ese modo, el arado no sólo enterraba los hierbajos sino que sacaba a la superficie una capa inferior del suelo en la que el agua filtrada concentraba los nutrientes de las plantas.
Pounds dice que se acepta generalmente que el tipo de arado condicionaba la forma y la disposición de los campos. Se podían labrar franjas con un arado ligero y, por el contrario, pequeños campos cuadrados con uno pesado, pero en esos casos hacía falta mayor derroche de energía y a a la larga no hubiese sido rentable. El autor supone que un principio, cuando se dispusieron los campos, se hizo en función de las demandas técnicas de las herramientas empleadas, sin tener en cuenta los campos que iban a sufrir. Hablando brevemente de la viticultura, Pounds declara que entre las cosechas especializadas la más importante era el fruto de la viña. El consumo del vino era un indicio del rango y una forma de consumo ilustre. La Iglesia precisaba del vino para las celebraciones litúrgicas. Pasando a la ganadería, para muchos la cría de animales era sólo una actividad marginal. El campesino necesitaba de un buey, que uncido junto con el de su vecino, tirase del arado. Acaso tenía una vaca y un cerdo o dos en el bosque, pero la mayoría de los animales domésticos eran propiedad del señor. La principal limitación a la cría de animales era la escasez de forraje para el invierno. Pounds dice que una consecuencia del reducido número de animales que se cuidaban en la mayoría de los señoríos era la poca disponibilidad de estiércol. El hombre medieval tardó en comprender que el aumento del número de animales domésticos podía producir u incremento en los rendimientos agrícolas. La reserva señorial se formó con la acumulación de incontables parcelas de terreno adquiridas por compra o donación. El proceso de formación de la reserva y de organización de las obligaciones y prestaciones de los campesinos continuó durante el siglo XIII, e incluso en algunas partes de Europa hasta el siglo XIV. Pound marca el silgo XII como un período de cambio con respecto a la relación de propiedad entre el señor y el campesino ya que en esta época el papel del dinero en la economía iba en alza y comenzaba a establecerse el mercado de propiedades agrarias. Aún se seguían haciendo donaciones a los monasterios y al resto de las instituciones religiosas, pero en un grado muy inferior. Los mismos ahora vendían las tierras que anteriormente donaban e incluso las instituciones eclesiásticas tampoco les molestaba ya que también precisaban dinero. Pounds lo caracteriza como un período de ambiciosas empresas constructoras. Las necesidades financieras de los señores se vieron incrementadas al añadirse los costos de los peregrinajes y cruzadas, la construcción de castillos y mansiones, y los requerimientos de adquirir artículos de lujo. Sin embargo, la tendencia generalizada en gran parte de la Europa occidental y central estaba orientada hacia la elevación de la condición del campesino, eliminando la servidumbre y
estableciendo los contratos de arrendamiento mediante pagos en dinero. La comunidad rural pasaba a ser libre. El deseo de los campesinos de adquirir status libre era elevado, pero el precio por la libertad era mucho más elevado que su deseo. El señor nunca abandonaba la totalidad de sus prerrogativas; seguía extrayendo altos alquileres; los beneficios del tribunal señorial, en su mayoría procedentes de las multas impuestas a los campesinos, eran demasiado altos, y exigía un pago cada vez que una parcela de tierra cambiaba de manos. El señor siguió conservando el molino y lo alquilaba al molinero. El ban incluía el monopolio de la moltura del trigo y podía poner el precio que deseara por moler el grano de los campesinos. Paounds dice que de este modo parece a simple vista que el campesino sustituyó una tiranía por otra ya que había conseguido el status de hombre libre, pero retenía muchas de las obligaciones cuasi-serviles.