05pdf Matisse

  • November 2019
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Henri Matisse por Liliana Lendorio

Durante

casi cincuenta años, Henri Matisse fue uno de los fundamentos y uno de los padres del Modernismo del siglo XX. El fauvismo fue consagrado oficialmente en el salón de Otoño de 1905, donde Matisse exppuso con Rouaukt, Vlaminck, Marquet y Derain. Esta corriente se puede definir como una exacerbada exaltación del color, tomado por sí mismo (utilizando tonos puros y volviendo a cuestionar la figuración de los clásicos y la de los impresionistas); pero es también una actitud que tiende a liberar la pintura del tratamiento del tema. Deja que el color dé ritmo libre a las formas, que a menudo son subrayadas como trazo negro para obtener expresividad. En toda su vida de creador y de inventor de sistemas plásticos, la influencia de Cêzanne subsistirá como una fuete continuamente renovada. En una entrevista publicada en 1925, Matisse afirma: “Pos mi parte, nunca he evitado la influencia ajena, lo habría considerado una vileza y una falta de sinceridad conmigo mismo”. Ese mismo año confirma: “El joven pintor que no puede llegar a desvincularse de la influencia de la generación anterior, va camino al estancamiento”. Así en obras significativas de los años fauvistas, aparecen asimiladas aunque totalmente transformadas, las estructuras cezannianas, tanto formales como de pensamiento. En sus comienzos se destacan obras como “hombre desnudo”, “retrato de Derain” “Retrato de Marquet” y “Vista de Collioure y el mar”, espacios de luz donde el color llena todos los intervalos que tiene una belleza propia. Luego de una breve andadura a través del puntillismo, nos ofrece

algunas telas bonitas. Paradójicamente, en el divisio-ismo esbozado, Matisse encuentra la manera de escapar del dogmatismo y de llevar aún más lejos el carácter fauvista del color. Cuando Kandinsky fundó en 1911, en Munich, el movimiento Der Blaue Reiter (“El jinete azul”), fauvismo y cubismo, dominaban la escena parisina. Hacia 1906, Matisse acaba de realizar sus primeros aguafuertes, lleva acabo sus primeras litografías y tres grabados sobre madera. Espacios blancos encerrados en un torbellino de trazos, como una gran calma en el centro de un ciclón. Esta característica aparece en toda la obra del artista, donde la blanca luminosidad brota del color más vivo y donde una sensación de calma puede nacer del movimiento conjunto de lo instantáneo, con la exaltación del color y del negro. En varios de sus cuadros, vive un universo curvo muy cercano al cubismo, llevada a cabo en esa época, por Picasso cuyas “Señoritas de Avignon” acababan de nacer en 1907. Matisse, aunque realiza telas expresivas, ya ha abierto el camino que lleva ala abstracción figurativa; las formas son simplificadas, inmersas en el color, los azules y los verdes, hacen

resaltar los rojos y negros. Aunque su notoriedad era grande, Matisse tiene momentos de crisis, busca nuevos horizontes y emprende la creación de una manera aparentemente tranquila, nueva, donde lo real se expresará de modo distinto, proponiendo, sin formularlo con brusquedad, la cuestión de la figuración. Propone una nueva visión del objeto visto en relación con su ambiente, usando el color como madurez y originalidad: fauvistas son los colores y reales los objetos. Es el nacimiento de un gran estilo ornamental. A ños después desarrollará un gran estilo decorativo. Este es un arte donde coexisten el rigor del equilibrio del espíritu arquitectónico francés con los excesos del color de las masas, por los que él juega con la expresividad, no del tema, sino del forma, vista por sí misma. Matisse decía ya en 1913: “Un cuadro siempre debe ser decorativo”. Los espacios determinados por el color, paortan luz propia, simplificando el detalle. “Había que saber guardar la frescura de la infancia en contacto con los objetos, preservar aquella ingenuidad”. Le Cateau-Cambr ésis, 1869

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