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"Agosto en llamas" 20042005. Pintura mural de Benito García
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Alteridad en «Agosto en llamas» "Si la realidad golpeara directamente nuestros sentidos y nuestra conciencia, y si pudiéramos entrar en comunicación inmediata con las cosas y con nosotros mismos, creo realmente que el arte sería inútil". Henri Bergson
[I]
«La obra no muere, continúa obrando»... Es, este carácter no perentorio, el que quiero abordar de aquí en adelante. Para ello he elegido la obra “Agosto en llamas”, del artista plástico Benito García1.
Siguiendo
las
delimitaciones
de
Dufrenne2,
intentaré
acercarme a la experiencia estética que esta mencionada obra de arte me permite experimentar. Las «razones» que me han llevado a tener en cuenta la pintura de Benito se pierden en las profundidades de mí, sin embargo toda esa amargura, dolor, humillación que experimento, me motiva a encontrarle un sentido, a darle una forma. Así, la obra nos devuelve a un estado originario y decimos «esto me hace vivir». Ella nos trae nuevamente todo el sufrimiento, dolor, la amargura y nos permite «nunca olvidar» lo penoso y humillante que es vivir en Una de las claves que seguiré aquí será la crítica contra la presencia, o sea, contra la idea de dar por concluida o «muerta» la obra, sin ninguna posibilidad que nos haga recordar, de hacernos vivir nuevamente, sin que nos «diga algo más». La obra se proyecta y va más allá, nos devuelve a un estado originario, como una apertura 1
Benito García nació en Horqueta, un pueblo del Departamento de Concepción, Paraguay, el 21 de marzo de 1960. En 1980 empieza a trabajar como diseñador gráfico en diferentes agencias de publicidad en Asunción. Estudió dibujo con William Riquelme. Desde 1983 expone sus trabajos. Es miembro fundador del Movimiento Independiente y cultural “CUPAT” (Cultura para todos). 2 Dufrenne, Mikel. Fenomenología de la experiencia estética. El Objeto estético. Valencia: Fernando Torres, 1982.
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a un mundo y con la que nos sentimos conectados, por la experiencia estética, a un lugar, a un tiempo, a una vida, a una dimensión. En otras palabras, no podemos encerrar la obra en una serie de trazos, de líneas, de colores, dibujos, forma, expresiones representadas, pues esta tiene un carácter «viviente», un carácter de apertura. [2] En el mundo nos encontramos percibiendo, experimentando, vivenciando fenómenos3. Sin embargo no todas «despiertan en nosotros
las
mismas
vivencias».
Ante
algunos
pasamos
desapercibidos, no nos damos cuenta, pues ya entraron en nuestro mundo como algo “normal”, pero hay una serie de los mismos con los que tenemos una experiencia «poco común», llamo a esto «experiencia originaria». Ella nos conecta al núcleo de la vivencia, con el centro de una realidad, algo que vivimos intensamente. La experiencia estética es la que se da frente a un objeto poco común, en específico frente a las obras de arte. Sabemos que las obras de artes, como cosas, como presencia, son comunes como todas las demás, son objetos de nuestra percepción, pero hay algo más en ellas; si es arte, es justamente porque no termina en lo que representa o hace presencia, sino que hay algo más. Si así fuese, entonces el arte muere. Por ello una obra no se guarda, no se esconde, sino que se expone, se muestra. La percepción del objeto es el primer paso para la experiencia estética. El objeto percibido: una piedra, un trozo de hierro, un plástico deformado tiene el carácter de cosa, sin embargo son las mismas cosas las que nos permite la experiencia estética. Así que no son «unívocas», sino más bien su carácter equívoco nos permite emociones, recuerdos, ideas, … La cosa no se encierra en sí mismo, 3
Todo lo que aparece y se hace presente a la percepción.
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como el pretendido «concepto», «definición científica», idea, etc. A partir de esto muchos pretenden establecer que nos relacionemos, que nos entendamos, que vivamos juntos a través de expresiones unívocas, cerradas, muertas. Sin embargo tal pretensión nada más «extirparía» nuestras capacidades fundamentales de imaginación y creatividad. Es precisamente a partir de lo percibido como se monta el mundo, se crea un espacio, se construye, se establecen relaciones, se solucionan problemas4. Ahora, la percepción «no crea un objeto nuevo», el «objeto no es más que lo que es»5. La percepción está en el plano del sentido: los trazos rojos, amarillos, el grito, el llanto representados, plasman la dimensión sensible de la obra, pero ¿serán estos simples trazos, los dibujos, los detalles, las marcas la obra, las que nos permitan la experiencia estética? Al igual que la hermenéutica comprendemos y damos sentido a las partes en un todo. Esos trazos y motivos confluyen en una obra. Es así que se ve una unidad profunda de la obra. Ahora es esa unidad la que desborda lo inteligible, «su sentido no se agota en lo que ella representa»6, va más allá de esos trazos, de esas líneas y surge en nosotros la experiencia estética. ¿Comportaría esto una especie de vida del objeto estético?, puesto que nuestra existencia también tiene ese carácter de inaprehensible, de irracional, de ininteligible, de contradictorio, de agónico, de aporético, en fin, confrontada siempre a «situacioneslímite». Aquí hemos de entender que por un lado está lo inanimado y por otro lo viviente que tiene un rostro propio. La obra estética se refiere a lo viviente, no es lo viviente, aunque queramos otorgarle una especie de vida. La obra estética tiene una atmósfera, una 4
Recuerdo el caso de Bohr, un famoso físico que propuso varias respuestas a un problema convencional. Puede consultar esta anécdota en http://www.domingoariel.py.gs/ 5 Dufrenne. Op. cit 6 Ib.
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significación que no dice nada más que a sí mismo, «es lo sensible que aparece en su esplendor» y que nos hace “vivir”, “revivir”, “recordar”, “imaginar y crear” Pero hay que seguir indagándose para llegar al objeto estético. El objeto estético es una obra humana, tiene un creador, es un objeto humano. Sabemos que los objetos humanos tienen un uso, o sea, una finalidad, una utilidad. Sin embargo hay otros objetos que no son humanos, son cosas naturales. Las cosas útiles no generan ningún sentimiento, más bien, sirven para algo y nada más, pero las cosas naturales si generan en nosotros sentimientos, el hecho de experimentar que un cerro muy elevado me sobrepasa, despierta en nosotros veneración, admiración; al igual una selva inmensa que me engulle en su espesura y verdor, un prado que se abre y crece hacia el infinito. En el fondo hay un deseo de tomarlas, de posesionarme de ellas, pues no puedo “comprenderlas”, agarrarlas. Pero a pesar de que el objeto estético es hecho por manos humanas, este no es una cosa útil. Tiene ese carácter, que describíamos antes, de natural, aunque no sea natural. En este aspecto la obra de arte se alía con la naturaleza y esto es la faceta que desafía e interpela a la mujer y el hombre, que los llama y exige respeto, compasión, deberes. La utilidad de las cosas nos permite manejarlas sin ninguna incertidumbre o duda, nos relacionamos mejor con las cosas cuanto más útiles son, las utilizamos como “se nos antoje”. Pero el objeto estético es rebelde a nuestra voluntad, como las cosas naturales tienen
ese
carácter
misterioso,
insondable,
una
«presencia
injustificada», pues las cosas útiles se justifican porque sirven para algo, no hay nada oscuro en ellas. Al objeto estético, por ese carácter de alteridad, la contemplamos en un intento de acercarnos a ella. No vamos a ella interesadamente, como con los útiles, pues en ese
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sentido no nos promete nada. Como un en encuentro casual con alguien, como una amistad, la obra de arte no nos da ningún beneficio como los objetos útiles. III
Las llamas se despliegan en agosto, mes de las quemazones y chaqueos en el campo, tiempo para renovar todo y hacer surgir la vida de las cenizas. Así practicaban la agricultura nuestros abuelos campesinos, habría que quemar todo y comenzar de nuevo. Ese es el ciclo de la vida en el campo, un eterno retorno. Sin embargo en este Agosto las vidas quemadas y los cuerpos deformados por las llamas quedarán en nosotros como el infierno del mal y no de la vida, del retorno. En
Agosto
hay
mucho
dolor,
desesperación,
llanto
e
impotencia. El rojo con su fuerza y descontrol se desborda y aplasta a masas inmensas; el calor que asfixia y ahuyenta se mezcla con la oscuridad que cierra, que imposibilita y que no permite el paso; al fin todo revienta, estalla. Fluye y se dispersa dolor, llantos y fuego. El vaivén y la desesperación de las personas que corriendo huyen del infierno desatado. Y en su intento desesperado chocan y no pueden más. El encierro, el laberinto, el bloqueo, el impedimento, ya se ha adueñado de todos, y por ende el llanto y el dolor, resignación y humillación. Una sacudida muy fuerte, una explosión marcará el origen, como todo origen, en Agosto. La violencia que estalla elimina a todos. La violencia que no reconoce al otro, que no le importa nada. El violador, malvado e inhumano se zafa sin ninguna dificultad, mientras todo arde, mientras todo cae y muere. Seguro su imposición, de su violencia y maltrato, a todos los engulle en su
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cárcel donde domina y despotrica sin importar grito, llanto, desesperación, ni dolor. Así Agosto en llamas, desde mi análisis, conecta con la vida en su lado sufriente y doliente, estructurado por rostros desfigurados y desesperados que en las llamas se consumen y se queman; motivado por la anulación del otro que viene en lo negro, en las rejas, en la obediencia ciega y la violencia del “dictador”. Pero a pesar de la anulación y eliminación el fuego crece y se extiende, sigue obrando, no se detiene en Agosto. Nos sigue interpelándonos desde lo que es por lo que somos, por lo que queremos y anhelamos todos los hombres y mujeres de todo el mundo, en especial a todos los que hemos vivido muy de cerca esta violenta desgracia en Agosto. Domingo Ariel Garcete Aguilar http://www.domingoariel.wordpress.com
Bibliografía ♦ Dufrenne, Mikel. Fenomenología de la experiencia estética. El Objeto estético. Valencia: Fernando Torres, 1982. ♦ Ykuá Mártires. Asunción. Año 1, Nº 1, 1 de agosto de 2005.