03 Lect. De Tupac Amaru A Gamarra.pdf

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WALKER, Chales F. De Tupac Amaru a Gamarra. Cusco y la Formación del Perú Republicano, 17801840. Cusco: CBC, 2004, Introducción, cap. 5, Conclusiones, pp. 15-33, 156-194, 278-288. 1

INTRODUCCIÓN "Cuzco, único lugar en que se puede adquirir una verdadera idea del Perú". Juan Pablo Vizcardo y Guzmán, 1781. "Una sola palabra resume adecuada­ mente lo que es el Cusco: evocador". Ernesto Che Guevara Diario de un motociclista. El 18 ele mayo de 1781 José Gabriel Condorcanqui era arrastrado por caballos hacia la Plaza Central de Cusco. Este líder loca!, que afirma­ ba descender del último Inca que gobernó en el siglo XVI, tomó el nom­ bre de Túpac Amaru II para dirigir la más grande rebelión que tuvo lugar en la América Latina de tiempos de la Colonia. La sublevación, respalda­ da principalmente por indios, se había extendido en gran parte de Améri­ ca del Sur, y estuvo a punto de derrocar a los españoles; cuando ya habían transcurrido seis meses de lucha, sin embargo, las autoridades coloniales lograrori capturar a Túpac Amaru-II y a varios de los dirigentes claves. El castigo que se infligió a los rebeldes refleja la magnitud del levanta­ miento y el pánico de las autoridades españolas: Túpac Amaru fue obli­ gado a observar la ejecución de sus compañeros y de los miembros de su familia, incluyendo la de su esposa y principal confidente, Micaela Basti­ das, a quien cortaron la lengua después de estrangularla. Luego los ver­ dugos torturaron prolongadamente a José Gabriel, y finalmente ataron sus miembros a cuatro caballos con el fin de descuartizarlo; pese a ello, sus miembros no se separaron del torso, por lo que fue decapitado. Los bra­ zos,. piernas y cabezas de José Gabriel y Micaela fueron exhibidos a lo largo y ancho del territorio del virreinato. Sesenta años más tarde, el 18 de noviembre de 1841, el caudillo cusqueño y presidente del Perú Agustín Gamarra fue asesinado cuando intentaba rebelarse con sus tropas en Bolivia, y hay quienes afirman que fue uno de sus propios soldados quien le disparó. El general Gamarra ha15

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bía participado en todos los principales acontecimientos políticos ocurri­ dos en la región desde 1815. Así, en la guerra de la Independencia (18091824) combatió tanto en el bando realista como en el rebelde, invadió países vecinos, conspiró y llevó a cabo intentos golpistas y, como líder de la coalición conservadora, llegó a alcanzar la presidencia del Perú por dos períodos, 1829-1833 y 1839-1841. A lo largo de su carrera política y mi­ litar; esta quintaesencia de caudillo mantuvo una fuerte base en su Cusco nativo. Estas dos muertes se vinculan a través de la exposición del pre­ sente libro, pues las vidas de ambos personajes -Túpac Amaru II y Agu s­ tín Gamarra- simbolizan los desafíos que irnplic.aba._c.Oil-vei:ti� de un virreinato étnicamente db'gsu_)'_altamenl:e-estratificado, e�ción independiente. En esos años, el pueblo luchó por diversas opciones alter­ nativas al colonialismo español hasta que, finalmente, la República llegó al poder. Ambos, el líder indígena de un levantamiento de masas en el crepúsculo del dominio colonial español, y el caudillo mestizo y conser­ vador en la aurora de la Independencia, enfrentaron muchos obstáculos comunes: tuvieron que hacer frente a las fuertes divisiones existentes en­ tre la mayoría indígena y aquéllos que no eran indígenas, así como a otras tensiones geográficas, tales como la animosidad entre la Lima costeña y el Cusco andino. Y sobre todo, tuvieron que buscar formas de reconciliar las demandas c!e grupos dispares y enfrentados entre sí en una fórmula que les permitiera la captura y la práctica del poder. Las páginas que si­ guen demuestran que la práctica del caudillismo y su relación con la for­ mación del Estado -en el Perú y en toda América Híspana- sólo puede entenderse a través de un análisis cuidadoso de la voluntad y los esfuer­ zos políticos de las clases bajas y de sus relaciones con los movimientos políticos regionales y nacionales. A lo largo del presente libro se demuestra que la vasta población indígena del Ande, que a menudo se cree son pasivos, y quienes por lo general son presentados como una masa anónima y no como individuos, es la clave para entender la turbulenta transición de la Colonia a la Repú­ blica. De hecho, hasta el día de hoy, desde los zapatistas del sur de Méxi­ co hasta los movimientos indígenas de Bolivia y Ecuador, ellos siguen estando en el centro de las luchas en tomo a la formación del E_stado­ nación. Los indios jugaron un rol importante -que a menudo se pasa por alto- en los movimientos de masas que combatieron -y defendieron- el dominio español y, décadas más tarde, chocaron entre sí en las guerras civiles dirigidas por caudillos. _Los indios no sólo siguieron a líderes co­ mo Túpac Amaru y Gamarra, si'ño que también influyeron en las plata­ formas de estos movimientos�iando los términos de su propia parti­ cipación. Con demasiada frecuencia los historiadores· han aceptado opi­ niones de esa época que consideraban que los indios eran incapaces de

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tener conciencia política y que eran indiferentes a las batallas en relación al Estado'. Sin embargo, sólo es posible entender las luchas políticas locales, regionales y "nacionales", si ellas se estudian en conjunto. De esa mane­ ni, las luchas basadas en la comunidad estuvieron vinculadas, y a la vez se vieron afectadas, por movimientos políticos más amplios, en dos mo­ dalidades. En primer lugar, los miembros de la comunidad -y en ocasfo­ nes toda la comunidad- unirían a una coalición más amplia su propia oposici(?n a una determinada autoridad o a un conjunto d<::,políticas. Este fue el cas.o de cientos de comunidades indígenas durante el levantamiento de Túpac Amaru, aunque también durante períodos menos tumultuosos o de menor connotación histórica. En segundo lugar, las comunidades an­ dinas usaron tácticas menos confrontacionales para resistir las onerosas demandas del Estado Borbón y de lós estados republicanos; por ejemplo, llevaron a autoridades abusivas ante los tribunales, con sorprendente éxito. El presente trabajo demuestra que no sólo defendían sus derechos políticos y económicos, sino que también pusieron límites al curso de la acción que- los grupos políticos podían tener en los Andes. Estos esfuer­ zos ayudan a explicar por qué, a pesar de sus alegatos de omnipotencia, el Estado colonial y el Estado republicano no pudieron imponer libremente sus ·programas �la sociedad andina. De una forma similar, se pone de relieve que los debates sobre el Perú postcolonial no estuvieron limitados a los ideólogos de la clase alta, y qué las batallas ideológicas en tomo a la naturaleza de la sociedad colo­ nial y postcolonial están en el núcleo de la formación del Estado y de la construcción de la nación -en la América Hispana. La acción recíproca entre las identidades nacionales y aquéllas basadas en región, etnicidad, religión y otras características, han determinado la política tanto en los primeros años de la República como a fines del siglo XX. Para abordar estas cuestiones los teóricos han venido poniendo un énfasis cada vez mayor en la manera cómo los diversos grupos "imaginaron" o "inventa­ ron" la nación, así como en la fonna en que el Estado implementaba su visión particular2; En años recientes, los académicos han explorado la forma en la cual diferentes grupos -sean o no de elite- han construido

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Éste ha sido el dogma central de los estudios subalternos. Véase Ranajit Guha: Ele­ mentary Aspects of Peasant Jnsurgency in Colonial India, Delhi, Oxford University Press, 1983. Mucho de la historiografía latinoamericana de los últimos diez al\os, parte de ella en diálogo con los estudios subalternos, ha puesto el énfasis en la ac­ ción política del campesinado. Dos trabajos clave que refutan la noción "primordial" de nacionalismo y plantean la primacía de la ideología por encima de las condiciones estructurales, son el libro de Benedict Anderson: /magined Communities: Rejlections on the Origin and Spread of Nationalism, London, Verso, 1983; y el de Eric Hobsbawm y Terence Ranger (eds.): The lnvention ofTradi.tion, Cambridge, Cambridge University Press, 1983.

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nociones opuestas de nacionalismo3 • En el Perú, los ideólogos inventaron una definición de ciudadanía peruana que excluía a la vas.ta mayoría de la población. Las políticas excluyentes y los discursos que caracterizan a las repúblicas andinas hoy en día, datan de ese período. Sin embargo, los in­ dios y otros grupos de clases bajas también participaron en estas discu­ siones, lidiando con las estrechas nociones de ciudadanía y de derechos políticos que los grupos de elite habían propagado. El presente estudio analiza las relaciones intrincadas y difícile� ��­ tre ideología y política, movimientos políticos regionales, y clases bajas. Es necesario integrar estas diferentes esferas con el fin de entender las di­ ficultades que la América Hispana encontró para la construcción del Es­ tado-nación. Esta integración requiere una reconstrucción cuidadosa de los movimientos políticos, que ponga atención en la diversidad de tátticas que están detrás de la insurrección y la movilización colectiva y que, asi­ mismo, estudie los diversos debates ideológicos. Este trabajo·exru,mna la forma en la cual los movimientos políticos incluyeron o excluyeron' a las. clases bajas y de piel oscura y cómo estos grupos, a su vez, influyeron sobre tales movimientos y también se vieron afectados por ellos, pues los movimientos políticos subalternos no son ni autónomos ni totalmente de­ pendientes4. El examen de las conexiones y desconexiones entre "política campesina" y movimientos regionales multiclasistas y nacionalt:;s, por

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Partha Chatterjee: Nationalist Thoughl and lhe Colonial World: A Derivative Dis-' course, segunda edición, Minneapolis. University of Minnesota Press, 1993 y, del mismo autor: The Nalion and its Fragmenls: Colonial and Pos/colonial Histories, Princeton, Princeton University Press, 1993. Véase también una serie de volúmenes editados sobre nacionalismo, entre los que está el libro de Geoff Eley y Ronald Gri­ gor Suny (eds.): Becoming National New York, Oxford University Press, 1996, en particular la introducción (pp. 3-37), y el artículo innovador de ¡ulie Skurski sobre América Hispana: "The ambiguities of Authenticity in Latín America: Doiia Bárbara and the Construction of National Identity" (pp. 371-402). Una elaboración impor­ tante sobre los campesinos y el nacionalismo en América Latina está contenida en el libro de Florencia Mallon: Peasant and Nalion: The Making of Postcolonial Mexico and Pera, Berkeley, University of California Press, 1995, y en el artículo de Peter Guardino: ''Identity and Nationalism in México: Guerrero 1780-1840", en Joumal of Historical Sociology N" 7, 1994, pp. 314-342. Sobre el concepto de nación en la América Hispana del siglo XIX véase de Mónica Quijada: "¿Qué nación? Dinámi­ cas y dicotomías de la nación en el imaginario hispanoamericano del siglo XIX", en Fran9ois-Xavier Guerra y Mónica Quijada (eds.): Imaginar la nación, Hariiburgo; AHILA, 1994, pp. 15-51. Ésta ha sido una cuestión clave relacionada con los estudios subalternos. Sobre este asunto véase el artículo de Florencia Mallon 'The Promise and Dilemma ·óf Subal­ tem Studies: Perspectives from Latín American History", en American Historical Review N" 99, 5, 1994, pp. 1491-1515; y su libro Peasanl and Nalion; y de Peter Guardino: Peasants, Politics and the Forma/ion of Mexico's National State: Gue­ rrero, 1800-1857, Stanford, Stanford University Press, 1996. El decano de los histo0 riadores peruanos modernos, Jorge Basadre, ha abordado largamente esta cuestión; véase por ejemplo La iniciación de la República, dos vols., Lima, F. y E. Rosay, 1929.

otro lado, dan luces_ sobre la difícil historia del período posterior a la In­ dependencia de la América Hispana. La propuesta esbozada líneas arriba, que pone énfasis en el rol de las clases bajas y resalta las batallas ideológicas, sólo puede lograrse prestando estrecha atención a las propias luchas políticas. Con demasiada frecuencia en la América Hispana el cambio vertiginoso de presidentes y otros signos de desorden que surgieron luego de la Independencia han conducido a los académicos a interpretar tal período como un mero caos o como simples maquinaciones de las elites y fracasos de las clases bajas. Las anécdotas sobre varios políticos que reclamaban la presidencia si­ multáneamente, o las estadísticas que muestran a una docena de presi­ dentes en una década, sirven como símbolos de atraso político y social. Este libro, en contraste, busca esclarecer la lógica y naturaleza de estas luchas; si bien los caudillos post-Independencia en gran medida estuvie­ ron de acuerdo con la República como una forma apropiada de gobierno, a su vez incorporaron en sus programas trazas de federalismo, regiona­ lismo, e incluso revitalismo Inca. Incluso cuando tomaban el poder por la fuerza y aparentemente abandonaban la Constitución, se alineaban con los partidos políticos y creaban movimientos multiclasistas, como se apreciará en· el análisis sobre el movimiento de Gamarra, que da luces so­ bre la complejidad ideológica y social de las coaliciones caudillistas. En la búsqueda de las explicaciones se relacionan dos campos teó­ ricos, el de la cultura política y el de la nueva historia cultural. Estas es­ cuelas han revitalizado la historia política, pues analizan los cambios ocu­ rridos en la conducta y el lenguaje políticos, en lugar de buscar simple­ mente ganadores y perdedores. Ambas -la cultura política y la nueva historia cultural- otorgan a la política una cierta autonomía, viéndola bajo su propia luz en lugar de 'considerarla como un mero producto de proce­ sos estructurales más amplios, particularmente el económico. También prestan atención al lenguaje, el discurso y la práctica, buscando patrones de conducta y perspectivas compartidas y enfrentadas sobre la práctica concreta de la política5 • Los latinoamericanistas que leen esti!dios sobre la historia cultural europea sienten envidia por las fuentes de que ésta dis­ pone, y se preguntan si sería posible realizar tales estudios para un perío­ do signado por desórdenes en una región que no siempre ha preservado cuidadosamente los documentos históricos. La experiencia ganada en la realización del presente libro demues­ tra que tales análisis de política y cultura son posibles también para este período. Cuando ya habían transcurrido ocho meses de investigación en el Archivo Departamental del Cusco, uno de sus empleados mencionó 5

Son trabajos particularmente influyentes los de Lynn Hunt: Politics, Culture and Class in. the French Revolution, Berkeley, University of California Press, 1989; !(eith Baker (ed.): The Political Culture of the Old Regime, Oxford, Pergamon Press, 1987.

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que la colección Velasco Ar:igón estaba depositada bajo llave en una ha­ bitación contigua. Luego de limpiar una gran cantidad de basura acumu­ lada, polvo y libros de todo tipo, descubrimos docenas de volúmenes en­ cuadernados que contenían periódicos y folletos políticos del siglo XIX. Estas fuentes nos permitieron explorar la práctica y rituales de la política de los caudillos, observar cómo los gamarristas crearon y sustentaron una coalición en el Cusco, y cómo operaron en todo el Perú•. No se trata sólo de los levantamientos político� de masas, tales como las rebeliones y las guerras civiles, sino también de elecciones, celebraciones y campañas militares. En medio de guerras civiles, aquéllos que rivalizaban por el control del Estado, incluyendo un -sorprendentemente amplio- sector de la sociedad civil, disputaban por seguidores, expresando sus opiniones en las calles y en la prensa. No sorprende, entonces, que en toda América española, los historiadores estén desempolvando antiguas fuentes y des­ cubriendo otras nuevas que dan luces sobre la política, la cultura y la so­ ciedad7; es necesario, entonces. vincular el estudio de rituales públicos tales como los desfiles y las elecciones y discursos, con las luchas por el poder que están en el centro de la política de los caudillos. Con demasia­ da frecuencia, los especialistas en la cultura política de Hispanoamérica han establecido una separación entre las prácticas políticas o los rituales, por un lado, y los intereses materiales y las luchas por el poder del Esta­ do, por el otro. Esta perspectiva no sólo pasa por alto los cambios que ocurren en la cultura política a través del tiempo, particularmente en la transición de la Colonia a la República, sino que también disminuyen el poder explicativo que las aproximaciones culturales tienen para entender la formación del Estado en el período posterior a la Independencia".

Clases bajas y caudiHos Este libro se basa en los actuales esfuerzos por colocar a las el� bajas en el centro de la historia. Tomando ventaja de La gran cantidad de investigación de los "estudios .campesinos" en las décadas recientes, es­ pecialistas provenientes de una serie de disciplinas están correlacionando historias locales o la "pequeña tradición" con procesos mayores tales co­ mo la formación del Estado'. Así, exploran las formas cómo las tenden­ cias locales, .regionales, nacionales y transnacionales se entrecruzan y afectan una a otra. Al acentuar la naturaleza recíproca de esta relación, estos estudios demuestran que las tendencias nacionales no sólo modifi­ can a la sociedad local, sino que estas esferas locales o regionales influ­ yen en la naturaleza política y en la creación de la identidad. Reconocen que "en la historia social ha sido frecuente que el traslado de la política est�tal hacia el enfoque en el 'pe queño pueblo' haya ido demasiado lejos al punto de que el Estado quede borrado del mapa"w. A lo largo del presente libro, se mantiene la tesis de que la política "campesina" y la política caudillista no fueron ámbitos separados sino que estuvieron íntimamente vinculados, pues los caudillos se apoyaban en los campesinos, y éstos a su vez se vieron involucrados en las luchas políticas. Sostenernos que sólo vinculando estas dos áreas de estudios se puede entender el difícil camino hacia la estabilidad política y la forma­ ción del Estado en la América Hispana ya que, con pocas excepciones, las nacientes repúblicas se vieron envueltas en torbellinos políticos. Así, a lo largo del continente, los jefes militares lucharon por el poder del Esta9

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El historiador alemán Thoma., Krilggeler ayudó en esta empresa Al igu¡tl como ha ocurrido con muchos "cl=.-ut-r.mientos" en los Andes, muchos residentes locales te­ nían conocimiento de estas iuemes. Por ejemplo. véase los ens:i,, ><; en los siguientes volúmenes editados: Lelia Area, Mabel Maraña (eds.): la ,,...,,lllllción histórica en el siglo XIX, Rosario, UNR Edi­ tores, l 994; William H. Bcezky. et al: Rituals ofRule, Rituals of Resistance: Public Celebrations and Popular Culture in Mexico, Willmington, SR Books, I 994; Bea­ triz Gonzáles Stephan et al. ,c:ds.) Esplendores y Miserias del siglo XIX. Cultura y Sociedad en América latina r3racas, Monte Ávila Editores, !994; Iván Molina Ji­ ménez y Stephen Palmer (ah .. El Paso del Cometa. &tado, política social y cultu­ ras populares en Costa Ri,·,. ''l/J0-1950, San José, Porvenir-Plumsock Mesoameri­ can Studies, l 994. Ésta es mi principal critica al 1rabajo de Fran�ois-Xavier Guerra, el escritor más in­ fluyente sobre la cultura pohu..::1 de la América Hispana del siglo XIX. Yeáse su Ji. bro Modernidad e lndependrnn.ns, Madríd, Ediciones MAPFRE, !992.

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Para una revisión perspicaz sobre el auge de los estudios campesinos, veáse la Intro­ ducción que Steve Stem hace al libro del cual es editor: Resistance, Rebellion, and Consciousness in the Andean Peasant World, J8th to 20th Centuries, Madison, Uni­ versity ofWisconsin Press, l 987, pp. 3-25. Otro importante análisis es el artículo de William Roseberry: "Beyond the Agrarian Question in Latiil America", en Frederick Cooper et al.: Confronting Historical Paradigms: Peasants, labor and the Capita­ list World System in A/rica and latín America, Madison, University of Wisconsin Press, l 993, pp. 318-368. Hay una serie de Cf!sayos sobre el campesinado de la América Hispana del siglo XIX en el libro de Heraclio Bonilla y Amado A. Guerre­ ro Rincón (eds.): los pueblos campe.sinos de las Américas. Etnicidad, cultura e historia en el siglo XIX, Bucararnanga, Universidad Industrial de Santander, I 996. Nicholas B. Dirks, Geoff Eley, Sherry B. Ortner (eds.): Culture!Powerl Historv: A Reader in Contemporary Social Theory, Princeton, Princeton University Press, l 994, Introducción, p. 5. Véase también el ensayo introductorio de Joseph y Nugent en Gilbert M. Joseph, y Daniel Nugent (eds.): Everyday Forms of State Formation: Revolution and the Negotiation of Rule in Modern Me:cico, Durham, Duke Univer­ sity Press, l 994, pp. 12-15. Otros estudios que han investigado esto son los de Guar­ dino: Peasant;, Politics... ; Mallon: Peasant and Nation ... , y Nelson Manríque: Cam­ pesinado y TU1ción: las guerrillas indígenas en la guerra con Chile, Lima, C.I.C./ !tal Peru S.A., l 98 l. Se puede encontrar una revisión de trabajos sobre México en el artículo de Eric Van Young: ''To See Someone Not Seeing: Historical Studies of Peasants and Politics in Mexico", en Mexican Studies Nº 6, !, 1990, pp. 133-159.

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DE TÚPAC AMARU A GAMARRA do, en algunos casos formando alianzas contra los grupos políticos diri­ gentes -por lo general divididos en liberales y conservadores- y, en mu­ chos otros, uniéndose a ellos mismos. Algunos rechazaron la subversión de las clases bajas, en tanto que otros estuvieron a favor de movimientos populistas. Algunos permanecieron en cargos públicos por décadas. en tanto que otros encabezaron movimientos locales pequeños y aislados. A través del análisis del caudillo cusqueño Agustín Gamarra, este libro in­ tenta comprender por qué y cómo predominaron los caudillos. Por mucho tiempo esta cuestión ha perturbado a los· hispanoameri­ canos. Desde el estudio clásico de Domingo Sarmiento sobre Facundo Quiroga (1845), el análisis sobre los caudillos constituye una forma pro­ minente de autoanálisis nacional, un género constante en la literatura lati­ noamericana que va desde el romanticismo novecentista de Sanniento hasta el boom literario de los sesenta y aún más allá''. Los caudillos son el sujeto de incontables novelas, biografías y ·ensayos de ciencias socia­ les, y han servido como metáforas vivientes de problemas nacionales reales e incluso potenciales12 • En este sentido, como símbolo de la política del "hombre fuerte", el concepto de caudillismo no está limitado a los je­ fes prominentes del siglo XIX; su estudio aborda los constantes proble­ mas de inestabilidad, fragmentación y desunión, que sobrevivieron a los propios líderes militares. Los especialistas han abordado el caudillismo en muchas formas. Richard Morse, por ejemplo, presentó al militar fuerte como un elemento clave de los esfuerzos posteriores a la Independencia por resucitar el patri­ monialismo español13 • Otros afirman que tanto la falta de experiencia de autogobierno en las colonias españolas como los efectos nocivos de las lar­ gas guerras de Independencia, obstaculizaron la estabilidad política y pu­ 14 sieron a los militares en condiciones de asumir la autoridad • Asimismo. es frecuente que los científicos sociales señalen que los problemas económi11 12 13

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. Domingo F. Sarmiento: Life in the Argentine Republic in the Days ofthe Tyran:,. •r Civilization and Barbarism, New Yorle: Hurd and Houghton, 1868. Se puede encontrar un análisis incisivo de los caudillos y sus biógrafos en John Lynch: Caudillos in Spanish America, 1800-1850, Oxford, Clarendon Press. i ,:,,.;:_ particulannente el primer capítulo. Richard Morse: "Towards a Theory of Spanish American Govemment", en J._..,,.,._¡J ofthe History ofIdeas Nº 15 (1954: 71-93); y del mismo autor, ''The Herit;¡g� ,1 f Latin America", en The Founding ofNew Societies, New York, Harcoun, Bra..--r I World, 1964. Para una revisión, véase de Frank Safford: "Politics, ldeology and So­ ciety", en Leslie Bethell (ed.): Spanish America after /ndependence c. 1820-c. /8�0. Cambridge History of Latín America, Cambridge University Press, 1987, es�-1.11mente las pp. 117-118. Tulio Halperín Donghi ha analizado estos factores con panicular amplitud tr.�l<'c­ tual y geográfica en The Aftennath ofRevolution in Latín America. traducido por Jo­ sephine de Bunsen, New York, Harper Torchbooks, 1973. Véase también L,n.:h: Caudillos... , cap. 2; Guerra: "Identidades e Independencia" en su libro Modenu.i.,,.i e Independencias.

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cos del continente constituyen otra causa de inestabilidad política". Y, con el fin de explicar la dificultad para establecer instituciones políticas esta­ bles, así como el auge del caudillismo, algunos ponen el énfasis en los con­ flictos regionales, perspectiva finamente defendida por John Lynch, según la cual el caudillo surgió para representar política y económicamente a las regiones atrasadas amenazadas por el centralismo y/o para controlar la in­ 6 surgencia de lasdases bajas en este contexto de desorden político' • Un elemento ausente en f:!Stos trabajos es un análisis detallado de cómo los caudillos erigieron alianzas, elaboraron programas, y manejaron el Estado: pese a la importancia que el caudillismo tiene para entender a América Hispana, pocos estudios se han concentrado en estudiar su fun­ cionamiento. Las estructuras burocráticas y los proyectos culturales crea­ dos por figuras como Gamarra han tenido una duración mucho mayor que los propios caudillos, y han signado el Estado y la sociedad por décadas e incluso por siglos. Por ejemplo, el sistema tributario de la década de 1820 permaneció por muchos años, y el discurso conservador de Gamarra de "primero el Cusco" resuena hasta el día de hoy. El presente texto analiza cómo Gamarra creó su movimiento en el Cusco, destacando los meca­ nismos administrativos e ideológicos del Estado postcolonial, como en el centro la cuestión de por qué miembros de grupos tan diversos como la elite, los sectores medios;y las clases bajas, apoyaban o se oponían a de­ terminados caudillós. Este análisis intenta responder' al argumento de Jo­ seph y Nugent de que es necesario volver sobre el Estado pero sin ignorar 11 a las personas • Asimismo, se resalta la influencia que _la§_Jµc}I� ideológicas -que datan.del sigloKVID- han tenido sobre la naturaleza postcoloiiiarcrer-i>e-� l1J.,_ Q!l�S las gueq��_civi_les dirigiclas__por caudillOU}Q �ran. simplemente l�chas por el poder entre militares codiciosos; sino que involuéraron in­ t�nsos debates en la prensa y en foros públicos en todo el país acerca del Estado post-independentista, particularmente sobre las_ cuestiones de es­ f�b\_ Iidad política y ei rol de las clases más bajas. De esta manera, los re­ presentantes del gobierno y sus aliados inculcaron su noción de Estado y sociedad -su proyecto cultural- a través de diversas políticas y acciones, y por medio de la prensa; en este trabajo se hace un seguimiento de la forma cómo estás opiniones fueron difundidas y debatidas por diversos sectores de la sociedad cusqueña, que van desde la elite urbana hasta el campesinado rural. 15 16 17

Esta explicación muestra que se requiere un análisis de la relación entre la política y la economía. Donald F. Stevens concluye que la política da fonna a la economía más que a la inversa en: Origins of /nstability in Early Republican Mexico, Durham, Duke University Press, 1991. Lynch: Caudillos... , cap. 10, p. 404. Halperín Donghi y Basadre también han anali­ zado estos temas. Joseph y Nugent, Everyday Fonns ... , pp. 12-15. 23

DE TÚP ACAMARU A GAMARRA

• Huancayo Pisco

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Introducción

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En décadas recientes el término Cusco ha sido objeto de un gran debate. En la déca­ da de 1970, se cambió oficialmente el término de Cuzco a Cusco, pues los especia­ listas en quechua argumentaban que la letra z era una aberración española. En 1990 el Alcalde de Cusco cambió el nombre, nuevamente a Qosqo, para acercarse más aún a la fonética quechua En este libro utilizaré Cusco, salvo en la citas.

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El antiguo centro del Imperio Inca, la ciudad y región del Cusco, constituye un caso particularmente rico para analizar la cultura política de la América Latina actual. Fueron movimientos basados en el Cusco los que dirigieron las primeras luchas contra el dominio español y, luego de la Independencia, contra los esfuerzos por centralizar el poder en Lima'". Estos movimientos proponían diversos proyectos ideológicos contrahe­ gemónicos, todos los cuales implicaban una utopía andina, ya que el pue­ blo de Cusco intentaba crear alternativas tanto al colonialismo como a la dominación de la costa, invocando al Imperio Inca. Estas "tradiciones in­ ventadas" iban desde cambios revolucionarios donde eran indios quienes estaban en la cúspide de la pirámide, hasta el monarquismo inca, con un "Inca" en reemplazo del rey Borbón, manteniendo las jerarquías sociales

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La ciudad y la región de Cusco, en esos tiempos ubicada sólo des­ pués de Lima en términos de población y de poder político y económico,
Véase Alberto Flores Galindo: Buscando un Inca, 4a Edición, Lima, Editorial Hori­ zonte, 1994 y, en relación a las tradiciones inventadas, Hobsbawm y Ranger, The in­ vention. ..

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departamento de Cusco tenía aproximadamente 250 mil habitantes, 40 mil de los cuales vivían en la ciudad, y el Perú en su conjunto tenía una 211 población de un millón y medio de habitantes • El departamento ·estaba rodeado por las provincias altas por el sur, la cuenca amazóriica por el este y el norte, y Ayacucho y Arequipa por el oeste, y tenía once provin­ cias, incluyendo la correspondiente a la ciudad del Cusco. Los límites políticos de Cusco -que en 1784 se había convertido en intendencia y en 1824 en departamento- han permanecido siendo los misnjps desde fines del siglo XVill hasta el día de hoy, con sólo cambios menores al sur y el oeste 11• En ·algunos momentos el presente análisis se extiende desde las comunidades, pueblos y ciudad de Cusco hacia otras áreas de Perú y en Bolivia, lo que demuestra los beneficios de un estudio enfocado a nivel regional, que mantiene en la perspectiva tanto a las sociedades locales como a las nacionales. La mayor parte de relatos sobre el Cusco antiguo y actual se cen­ tran en tres áreas diferenciadas: la ciudad majestuosa de Cusco con sus ..ruinas" incas, al lado y debajo de las iglesias españolas y la arquitectura colonial; las imponentes cadenas de montañas y los estrechos valles que corren hacia el norte y el sur; y la "exótica" selva amazónica al este. Más específicamente, la región puede dividirse en aproximadamente media docena de zonas productivas, principalmente según su altitud y su proxi­ midad a los mercados. Las más elevadas de ellas están ubicadas en las provincias altas en los distritos de Chumbivilcas, Cotabambas y Canas y Canchis hacia el sur, la mayor parte de las cuales están ubicadas a por lo menos 4,000 metros sobre el nivel del mar, y están especializadas en ga­ nadería. La región que rodea a Cusco, los distritos de Anta, Paruro, Quis­ picanchi, Urubamba, y Calca y Lares, eran notables por su producción de granos, que abastecía a gran parte del mercado de Cusco22 • Los valles fér­ tiles que rodean a la ciudad proporcionaban alimentos, mientras que los 2r,

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Paul Gootenberg: "Population and Ethnicity in Early Republican Peru: Sorne Revi­ sions", en LARR N" 26, 3, 1991, especialmente las pp. 123-135; Thomas Krüggeler: "Unreliable Drunkards or Honorable Citizens? Artisans in Search of their Place in the Cusco Society (1825-1930)", Tesis de Ph.D., University of Illinois at Urbana­ Champaign, 1993, pp. 27-32. A fines del siglo XVIII algunas zonas del actual departamento de Puno fueron trans­ feridas hacia Cusco y otras fueron incorporadas de Cusco a Puno, en tanto que los distritos de Abancay, Aymaraes y Cotabambas pertenecieron a Cusco hasta media­ dos del siglo XIX, antes de convertirse en el departamento de Apuñmac. Magnus Momer: Perfil de la sociedad rural del Cuzco afines de la Colonia, Lima, Universi­ dad del Pacífico, 1978, pp. 7-28 y 163-165. Sobre la geografía de Cusco, véase el libro citado de Momer; también Víctor Peralta Ruiz: En pos del tributo: Burocracia estatal, elite regional y comunidades indígenas en el Cusco rural, 1826-1854, Cusco, CBC, 1991; Pablo Macera y Felipe Márquez Abanto: "Informe geográfico del Perú colonial", en Revista del Archivo Nacional Nº 28,1964, pp. 132-147; y Deborah Poole: "Landscapes of Power in a Cattle-Rustling Culture of Soúthem Andean Peru", en Dialectical Anthrópology Nº 212, 1988, pp. 367-398.

obrajes s.ituados principalmente en Quispicanchi y Abancay al noroeste producían los textiles de la región23 • El azúcar se sembraba principal­ mente en los c,listritos occidentales de Abancay y Aymaraes. Paucartam­ bo, y -particularmente sus áreas de ceja de selva- era el centro del cultivo de coca, aunque en el siglo XVill la producción entre Urubamba y Calca y Lares creció. Al principio de la República, las tierras bajas del este que los mapas de ese período denominan "frontera de indios salvajes" en gran medida seguía estando en manos de pueblos amazónicos con culturas distintas a fa de los indios del Ande y a la de la población hispanoha­ 4 blante2 . La regióJJ de Cusco, ubicada entre Lima y el Alto Perú -que en 1825 se convirtió en Bolivia-, mantenía importantes lazos con la costa y con otras áreas andinas. Así, los productores de Cusco comercializaban la mayor parte de su azúcar y textiles en el Alto Perú, particularmente en la ciudad minera de Potosí; de regreso, los arrieros traían una variedad de mercancías, sobre todo· a las propias mulas. Los comerciantes de Cusco también operaban en- Arequipa, Ayacucho y Lima. Estos circuitos, así como los que estaban más localizados, se concentraban en el tráfico constante en el Camino Real, a lo largo del río Vilcanota. Pero el comer­ cio no era el único vínculo con otras regiones, pues de igual manera di­ versos peregrinajes_ religiosos reunían a los pueblos andinos", Las rutas de correo pueden dar una idea de la distancia de otras regiones; por ejem­ plo, en 1834, las rutas que vinculaban a Cusco con el exterior eran tres, y los transportistas del correo salían de Cusco dos veces al mes por cada rota: para un viaje de cinco días a Arequipa, luego para fa larga jornada de una semana hacia Puno en el sur, donde se reunía el correo para Boli­ via y, el viaje más importante -de trece días- a Lima. Para llegar a esta última ciudad, los transpo.rtistas iban primero a Ayácucho, en el noreste, y de allí bajaban a la costa20• Socialmente, en este período la división entre quienes eran indíge­ nas y quienes no lo eran dio forma a la sociedad cusqueña más que cual­ quier otra cosa, como se observará en el presente estudio, en cuyo centro están las dicotomías raciales que persistieron e incluso se fortalecieron en la República. En 1827, aproximadamente el 75 por ciento de la población 23 24

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Neus Escandell-Tur: Producción y comercio de tejÜÚJs coloniales: los obrajes y chorrillos del Cusco 1570-1820, Cusco, CBC, 1997. José Tamayo Herrera, Historia social del Cuzco Republicano, 2da. edición, Lima, Editorial Universo, 1981, pp. 46-49; El Cuzco y sus provincias, Arequipa, Imprenta Miranda, 1848. Las poblaciones de la cuenca amazónica y de los Andes son muy di­ ferentes, por lo menos desde el peñodo de los Incas. Véase José Manuel Valdez y Palacios Viaje del Cuzco a Belén en el Gran Pará, Lima, Biblioteca Nacional del Perú, 1971 [1844]. Michael J. Sallnow (ed.): Pilgrims of the Andes: Regional C�lts in Cusco, Wa­ shington D.C., Smithsonian Institution Press, 1987. Pedro Celestino Florez: Guía de Forasteros del Departamento del Cuzco para el año 1834, Lima, Imprenta de M. Corral, 1834, pp. 59-6 J.

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del Cusco estaba conformada por indios, quienes constituían alrededor de la mitad de la población de la ciudad del Cusco21• En 1845 el 84 por ciento de los indios registrados en las listas de contribuyentes vivían en las comunidades -algunas ubicadas en la ciudad del Cusco- y el 16 por ciento restante vivía en las haciendas:•. Hay que señalar que las fronteras entre indios y no indios, en modo alguno eran impermeables'\ .no obs­ tante, el pueblo de Cusco utilizaba constantemente el término indio para referirse a los habitantes de los Andes que hablaban quechua tanto en el campo como en la ciudad. ¿Quién era indio? Siglos de mezcla étnica y cruce cultural signifi­ caron que la aparición física o fenotipo no fuera un signo adecuado de "indianidad". Los signos culturales incluían el idioma quechua, la vesti­ menta simple, la dieta dependiente de la papa, las técnicas productivas rústicas, la vivienda de adobe. Las autoridades de los períodos de fines de la Colonia e inicios de la República empleaban, en el lenguaje cotidiano, una serie de palabras para referirse a la población rural indígena: "natu­ rales", "peruanos" y, sobre todo, ''indios". Para el Estado, indio era, en última instancia, una categoría fiscal, ya que las autoridades defendían una definición tautológica de lo que constituía un indio: aquél que pagaba el tributo de los indios y, en tiempos coloniales, aquél que cumplía una se­ rie de otras obligaciones, tales como la mita. Con pocas excepciones -tales como los caciques y los sacristanes-. todos los indios varones cuya edad estaba entre 18 y 50 años pagaban el tributo, del cual estaban exentos aquéllos que no eran indios y, hasta su abolición en 1854, el tributo sirvió para reafirmar las definicíones raciales en el Perú. En el período cubierto por el presente estudio, los indios no rechazaban masivamente esta cate­ goría. Si bien encontraremos gente que desafía las categorías raciales y que utiliza comprensiones divergentes de lo que significa ser un indio, quienes no eran indios y también los propios indios usaban constante­ mente el término. La Independencia no debilitó la bifurcación del Perú entre los indios y quienes no lo eran''. Es más, en el Perú, las líneas divi27 28 29

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Gootenberg: "Population...", pp. 137-J-l-O; Peralta: En pos..., p. 61-62. Gootenberg: ''Population... ", pp. 1 r-138; Peralta: En pos..., p. 61. Sobre la geogra­ fía social de la ciudad de Cusco. \'éase Ramón Gutiérrez: La Casa Cu.sgueña, Co­ rrientes, Universidad Nacional del ?'.ordeste, 1981, pp. 107-197. En el siglo XVIII, con la llegada de gente de África, Europa y Asia, y con la exten­ dida mezcla étnica, la división de la sociedad colonial en el siglo XVI en repúblicas separadas -india y española- se había transformado en un caleidoscopio de grupos de "castas". Para un análisis que cuestiona la noción de rangos de castas cerradas en América Hispana, demostrando la permeabilidad de estas categorías, véase Patricia Seed: "Social Dimensions ofRace: :\lexico City, 1753", en HAH,R N" 62, 1982, pp. 559-696, y R. Douglas C,Ope: The ü,,,its of Racial Domination: Plebeian Society in Colonial Mexico City, 1660-1720. M.xlison, University ofWisconsin Press, 1994. Para una deconstrucción del término indio, véase Irene Silverblatt: "Beéoming In­ dian in the Central Andes of Seventeenth-Century Peru", en Gyan Prakash (ed.): After Colonialism: Imperial Histories and Postcolonial Displacements, Princeton,

sorias .entre ambos estuvieron más claramente trazadas que en México, �l otro centro de la América Hispana, y los grupos intermedios, aunque eran importantes, tei;iían un significado comparativamente menor31 • El otro extremo del espectro social, la elite, cambió entre 1780 y 1840. Muchos de los comerciantes y propietarios de hacienda más promi­ nentes eran inmigrantes españoles ambiciosos que habían llegado al Cus­ co en el siglo XVIII, y que establecieron negocios y redes políticas a tra­ vés de matrimonios con miembros de familias poderosas, y de préstamos de dinero y pago de fianzas a las autoridades coloniales. Como sus cote­ rráneos en todo el continente, manejaban un portafolio diversificado, centrando SUS, intereses en la ciudad de Cusco. Una búsqueda de la clase dominante de Cusco nos conduce al vecindario que rodea la Plaza de Armas más que a las hacie.ndas de la región. Las que constituían las prin­ cipales familias en 1780-0campo, Ugarte, Guisasola, La Madrid, Gutié­ 32 rrez, entre otras- cincuenta años después ya no dominaban el Cusco . La violenta rebelión de Túpac Amaro, la decadencia del mercado del Alto Perú, la derrota de los españoles, y otros factores, condujeron a muchos de ellos a emigrar. Este libro examina quiénes los reemplazaron y por qué razones, siguiendo al auge de un nuevo grupo que se adaptó o incluso obtuvo ganancias de la larga guerra de la Independencia, y que forjó lazos con Gamarra y otros líderes políticos. Es relativamente fácil definir los dos extremos sociales de la socie­ dad colonial, los indios y las elites. Pero los grupos intermedios plantean problemas mayores. Si bien Cusco tenía una escasa población blanca, la población mestiza era numerosa, y constituía casi una cuarta parte de la población de la región. Esta gente diversa aparece a lo largo de este libro; se trata de individuos ubicados económica, cultural y/o políticamente "entre" los españoles y los indios: los comerciantes que no tenían los contactos o el capital de la elite, así como residentes de los pequeños

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Princeton University Press, 1995, pp. 279-298. Entre muchos trabajos sobre raza y etnicidad en los Andes, véase Brooke Larson: "Andean Comrnunities, Political Cultures and Markets: The Changing Contours of a Field", y de Olivia Harris: "Ethnic Identity and Market Relations: Indians and Mestizos in the Andes", en Lar­ son y Harris (eds.): Ethnicity, Markets and Migration in the Andes: Ar ¡he Cross­ roa;:/s of History and Amhropology. Durham, Dulce Uni versity �ss, 1995, pp. 5-53 Y 351-190; Thomas Abercrombie: "Q'aqchas and La Plebe in 'Rebellion': Carnival vs. Lene in 18th century Potosf', en Joumal of latín American Anthropology N° 2, 1, 1996, pp. 62-111; Marisol de la Cadena: "Las mujeres son más indias. Etnicidad y género en una comunidad del Cusco", en Revista Andina Nº 9, 1, 1991, pp. 7-29; Zoila S. Mendoza-Walker: "Contesting ldentities Through Dance: Mestizo Perfor­ mance in the Southem Andes ofPeru", en Repercussions N" 3, 2, J 994. pp. 50-80. Puede hallarse un resumen conciso de las diferencias entre México y Perú en Flo­ rencia Mallon: "lndian Communities, Po!itical Cultures, and the State in Latin Ame­ rica", 1780-1990", en JlAS N"24, 1992, pp. 35-53. Estas familias son estudiadas por Scarlett O'Phelan Godoy en: "Aduanas, mercado interno y elite comercial en el Cusco antes y después de la gran rebelión de 1780", en Aptuites N" 19, 1986. pp. 53-72.

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pueblos a lo largo del Camino Real y las vecindades más pobres de la ciudad de Cusco; muchos de ellos participaron como líderes y seguidores en las rebeliones de Túpac Amaru y Pumacahua. Luego de la Indepen­ dencia, los legisladores reconocieron a este grupo incluyéndolos en la lista de tributos como castas. Si bien este nuevo tributo abarcaba a todas las personas que no eran indígenas, incluyendo a los comerciantes ricos y a los terratenientes, la mayoría eran trabajadores pobres del campo con una serie de ocupaciones. Con frecuencia, las facciones políticas opuestas en el Cusco posterior a la Independencia se vieron enfrentadas respecto al lugar que los mestizos habrían· de ocupar en la República. Este libro presta particular atención al rol de los intermediarios culturales -caci­ ques, párrocos y arrieros sobre todo- que mediaban entre la sociedad in­ dígena y las políticas regional y nacional. Esta perspectiva trae luces en tomo a las nociones opuestas y cambiantes sobre raza y sociedad; que constituyen un tema fundamental de la difícil transición del Perú de la Colonia a la República. Organización Entre noviembre de 1780 y abril de 1781, los rebeldes Túpacama­ ristas controlaron la mayor parte del sur del Perú, y casi llegaron a tomar el Cusco. La rebelión, que es el tema del segundo capítulo, se extendió desde su base en Tinta, al sur de Cusco, hasta lo que hoy en día es el norte de Argentina, Chile, Bolivia y gran parte del Perú. Los rebeldes destruyeron los obrajes y las haciendas, ahuyentaron y ocasionalmente asesinaron a las autoridades, y en algunas zonas crearon un Estado para­ lelo; el saldo final fue de unas cien mil personas muertas. Luego de seguir muy de cerca el curso de la rebelión, el presente trabajo subraya esta pla­ taforma protonacional pues, si bien múltiples corrientes ideológicas tales como el pensamiento de la Ilustración, el revitalismo neo-Inca y el des­ contento en relación a las reformas de los Borbones nutrieron esta rebe­ lión, el liderazgo puso énfasis en los lazos entre todos aquellos peruanos nacidos en el Perú y en la necesidad de expulsar a los españoles. Las divi­ siones sociales y raciales, sin embargo, socavaron esta plataforma y, por su lado, el Estado colonial mostraba esta rebelión como una guerra de castas con el fin de reforzar sus propias actividades militares. La comuni­ dad peruana de criollos, mestizos, indios y negros ...:fa visión de Túpac Amaru- compartía la oposición al dominio español; sin embargo, tam­ bién desconfiaban unos de otros. Estas tensiones, asimismo, marcaron o estropearon los esfuerzos por la formación del futuro Estado. La derrota del levantamiento y la ejecución brutal de sus líderes, significaron tiempos difíciles para la población indígena del Cusco, que constituía la base de masas de la rebelión. De esta manera, el Estado san30

Introducción cionó duras medidas anti-indígenas, los ideólogos condenaron a los in­ dios por su atraso y violencia, y las autoridades locales pusieron en cues­ tión la autonomía política de los indios. Sin embargo, como lo muestra el tercer capítulo, el Estado colonial no pudo "reconquistar" la región luego de la derrota de los rebeldes. Tampoco le fue posible aumentar significa­ tivamente la carga de impuestos que extraía o disolver la autonomía de que disfrutaban los caciques, porque era reticente a invertir en un sistema administrativo más efectivo. Más aún, el temor a otro levantamiento y la economía estancada de la región disuadieron al Estado y a aquéllos que no eran indígenas -quienes recordaban vívidamente el levantamiento de Túpac Amaro- de.intentar usurpar las tierras de los indios y explotar su mano de obra. Se analiza de manera especial las gestiones que los indios hacían -especialmente la utilización. del sistema legal- para enfrentar �to al Estado como a los intrusos. Los procesos judiciales indican que las relaciones de poder local variaban muchísimo entre una y otra comu­ nidad, pues en algunas de éstas los caciques permanecían en el poder, mientras que en otras eran reemplazados por indios e incluso por perso­ nas que no eran indígenas. Las dificultades que las autoridades borbóni­ cas hallaron eran un síntoma y, a la vez, prefiguraban al impasse postco­ lonial entre el Estado y los campesinos indígenas. Ni la Colonia ni el Es­ tado republicano pu�ieron imponer su voluntad sobre el campesinado an­ dino. Desde el levantamiento de Túpac Amaru hasta la rebelión de Pu­ macahua (1814-15), el sur andino fue escenario de numerosos levanta­ mientos indígenas. Luego de 1815, sin embargo, el centro de la lucha por la Independencia se trasladó a la costa y a Lima. En este momento, las fuerzas patriotas tuvieron que apoyarse en generales extranjeros -José de San Martín de Argentina y Simón Bolívar de Venezuela-, quienes diri­ gieron la lucha contra los españoles. El capítulo IV analiza este rompeca­ bezas, y revisa la larga guerra de Independencia del Perú (1808-1824), mirándola-aesdeefCusco, mostrando que en 1815 las divisiones habían desmantelado a los movimientos ubicados en el sur andino. En esos mo­ mentos, la población indígena no sólo había sido asolada por la guerra si­ no que también se encontraba con sus esperanzas frustradas y la desilu­ sión cundía. No sólo sale a la luz la adhesión de muchos pueblos al domi­ nio español, sino que se demuestra que el pueblo del sur andino contem­ pló -y en algunos casos combatió a favor de- otras alternativas tales co­ mo el revitalismo Inca y variantes de monarquía, remodelándolas de acuerdo a sus tradiciones y objetivos políticos. En contra de lo que dice la historiografía liberal y nacionalista, el reemplazo del domino español por un sistema republicano no era inevitable. =---1' El capítulo V estudia el caudillismo y la formación del Estado post-independentista a través del análisis de la coalición de Agustín Ga­ marra en su Cusco natal. Luego de que se cambió del ejército realista al 31

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ejército patriota en 1821, fue investido del grado de general, fue el primer Prefecto del Cusco y, en dos oportunidades, fue Presidente del Perú. En Cusco, Gamarra creó una coalición heterogénea; utilizando a los milita­ res, las milicias, y la oficina de subprefecto para forjar lealtades y para di­ fundir su programa, ganó el apoyo de oficiales militares, curas influyen­ tes, autoridades indígenas locales, y gran parte de la gente común del Cusco. Su movimiento creó una ideología autoritaria que ponía énfasis en el reclamo del predominio político y económico del Cusco, sobre la base del rol anterior que jugó como centro del Imperio Inca, y de su importan­ cia durante la Colonia. Al abordar el porqué y cómo del caudillismo, se pone de relieve la complejidad social de su coalición, las conexiones im­ portantes entre los movimientos locales, regionales y nacionales, y la ne­ cesidad de asumir seriamente los debates ideológicos del período. El sexto capítulo examina el funcionamiento de la política caudi­ llista sobre el propio terreno y cómo, luego de la Independencia, la cultu­ ra política cambió en la ciudad del Cusco. Se explora la esfera pública, específicamente la prensa, las festividades y las campañas e intrigas mi­ litares. Es necesario señalar que el pueblo debatió y combatió tanto res­ pecto al control del Estado como respecto a la relación entre el Estado re­ publicano y la sociedad civil. Aunque sólo una pequeña minoría de la po­ blación de Cusco era alfabeta, y los dos principales partidos postulaban una noción restringida de la política, estas luchas y debates en relación al Estado involucraron -sorprendentemente- a amplios sectores de la socie­ dad urbana, incluyendo a los analfabetos. Al analizar el modo cómo los grupos políticos comunicaban su plataf(?rma en la prensa y en las calles, se hace un contraste entre el éxito de Gamarra en la creación de una coa­ lición regional, por un lado, y el fracaso de sus opositores liberales para elaborar un programa específico para Cusco, por el otro: al incorporar la adoración de los Incas en su programa, Gamarra sacó provecho del sím­ bolo político más significativo en la región. A causa de su aversión a la monarquía, a la que se asociaba con los Incas, y a su énfasis en los ideó­ logos europeos, los liberales no pudieron lograr que sus esfuerzos se vin­ cularan a un precedente histórico tan vívido. El éxito que Gamarra tuvo en la construcción de una coalición tan amplia impregnada de costumbres locales, al tiempo que se vinculaba con un movimiento nacional, propor­ ciona pistas importantes sobre la pervivencia del autoritarismo en la moderna Hispanoamérica. El capítulo final enfoca la cuestión central que enfrentaron los po­ líticos del Perú post-independentista: qué hacer con la mayoría indígena. El Estado republicano, ya asentado, ráp�damente restituyó. el tributo indí­ gena, resucitando así la piedra de toque del colonialismo español y de las divisiones raciales en los Andes. Las autoridades no-indígenas señalaban el atraso de los indios y su falta de interés en la política, justificando de esa manera su propia intrusión explotadora. Una vez más, sin embargo, el

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Estado no pudo imponer su voluntad en el campo, pues tanto su naturale­ za inestable como la economía decadente del Cusco obstaculizaron los esfuerzos nea<;oloniales sostenidos por los gamarristas. Asimismo, el tor­ bellino político impedía que las autoridades se pudieran establecer, mientras el continuado estancamiento económico disminuía la demanda por tierra y mano de obra indígenas. Y, por otro lado, los propios indios negociaron mejores condiciones, pues en esencia pagaban el tributo y re­ cibían derechos especiales como tenedores de tierras y cierta autonomía política. Finalmente, incluso Gamarra fue incapaz de cerrar la brecha en­ tre la sociedad indígena y la sociedad no-indígena. Su fracaso en reclutar indios para sus campañas militares, como fue evidente en la Batalla de Yanacocha (1836), estudiada en detalle en el presente trabajo, condujo a su derrota y simbolizó el prolongado .abismo entre la república de los in­ dios y la república del Perú.

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El ángel negro de Cusco

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EL .ÁNGEL NEGRO DE Cosco: AGUSTÍN GAMARRA Y LA CREACIÓN DEL ESTADO REPUBLICANO "Estudiar a Gamarra es conocer el aliento nacional, fijar su cultura, descubrir su mentalidad, abrir el panorama sociológico del país". José María Valega: República del Perú. "Un caudillo es como un imán: vive en la medida en que atrae". Eduardo Galeano: We Say No. El 9 de diciembre de 1824 las fuerzas patriotas derrotaron a los realistas en la Batalla de Ayacucho, y los obligaron a capitular. Quince días más tarde, Agustín Gamarra,� quien Bolívar había ascendido a gene­ ral y nombrado primer Prefecto de Cusco, llegaba a su ciudad natal. Ga­ marra no sólo sería la figura principaf en la creación del Estado Republi­ �cano en Cusco, sino que desempeñó un papel central en la tumµltuosa vi­ q_:i política de las décadas que siguieron a la Independencia. Nó. se podría tildar de exagerada la afirmación de Mariano Felipe Paz Sold!n, que es­ cribió sobre Gamarra y Andrés Santa Cruz, quien fuera su amigo de la in­ fancia, su aliado en la década de 1820, y su ajusticiador subsecuente: "La vida de Santa Cruz y Gamarra es la historia completa del Perú desde 1820 hasta 1841, no hay una sola página y quizás un· solo cuadro en que no aparezcan estos dos personajes"1• Gamarra luchó en la Guerra de la Independencia, primero del lado d: los españoles y, después de enero de 1821, como uno de los jefes pa­ tnotas. En 1824 participó en las batallas decisivas de Junín y Ayacucho que pusieron fin al dominio español. Estuvo involucrado en las endémi­ cas intrigas políticas de las décadas de 1820 y 1830, instigando la expul-

sión de Simón Bolívar en 1825, planificando en 1829 la caída del general José de La Mar, quien era un presidente liberal, y constituyéndose en la punta de lanza para la derrota de la Confederación Perú-Boliviana im­ plementada por Santa Cruz a fines de la década de 1830. Sus actividades contra La Mar y Santa Cruz le dejaron el camino libre para convertirse en presidente. Sus períodos presidenciales (1829-1833 y 1839-1841) cons­ tituyeron momentos de auge de los conservadores, como se denominó la alianza que Gamarra dirigía. Finalmente, emprendió invasiones a Colom­ bia en 1829, y a Bolivia en 1828 y nuevamente en 1841, cuando encontró la muerte en la Batalla delngavi. . Agustín Gamarra fue un clásico �audillo. Aunque, en general, este término puede utilizarse como sinónimo de dictador, su definición más precisa serefiere a los jefes militares que gobernaron la América Hispana en el siglo XIX. En ese período, los jefes 'militares lucharon por el control del Estado y conformaron alianzas políticas, en algunos casos contra _los principales grupos políticos, y en muchos otros del lado de los mismos. A lo largo y'ancho de la mayor parte del continente, los militares controla­ ron el Estado por largos períodos2. Surgieron diferentes tipos de coman­ dantes. Muchos caudillos encabezaron coaliciones políticas nacionales con participación civil y militar, mientras otros dirigieron movimientos regionales que se resistían obstinadamente al control centralista. Si bien muchos caudillos lucharon por plataformas conservadoras y rechazaron la subversión de las clases bajas y el utopismo liberal, otros como Rafael Carrera de Guatemala encabezaron movimientos populistas. Algunos permanecieron en el cargo por décadas, en tanto otros dirigieron movía mientos locales pequeños y aislados que casi no afectaron la política na­ cional. Las bases sociales, ideologías e impacto de los caudillos variaron grandemente en el siglo XIX; sin embargo, bajo diferentes apariencias, los jefes '· militares dominaron la política en el período post-in­ dependentista de la América Hispana. , Por mucho tiempo, la,p�gunta sobre las razones del predominio de lós caudillos ha perturbado á'los hispanoamericanos y a quienes estudian la región. Con frecuencia esta pregunta se plantea simplemente como: .¿cuál fue el error? En el siglo XIX, los escritores ponían énfasis en los rasgos personales del caudillo, a quienes con frecuencia estereotipaban como.síntomas de los defectuosos atributos "nacionales". Profundamente parcializados, y por momentos hagiográficos, los relatos de esta época ensalzaban el magnetismo del caudillo·o culpaban a su mano dura por los problemas del país. En otras palabras, estas descripciones se centraban eri 2

Mariano Felipe Paz Soldán: "Brevísimas notas biográficas", en Revista Chilena de His!oria y Geografía 8, Nº 12, 1913, p. 150. Aunque nació en el Alto Pehí (Bolivia), durante su niñez Andrés Santa Cruz estudió en Cusca.

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Puede hallarse diversas definiciones sobre los caudillos y el caudillismo en Safford: "Politics, Ideology...", y en Lynch: Caudillos... , cap. l. El volumen editado por Hugh Hamill utiliza el término como sinónimo de líder y dictador, lo que reduce su valor descriptivo. Hamill (ed.): Caudillos: Dictators in Spanish America, Norman, Uni­ versity of Oklahoma Press, 1992.

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DE TÚPAC AMARU A GAMARRA el propio caudill o como si él mismo fu� ra l � �xplicación _ de la si tu�ción política del país!. En Argentina, el e studio ;las1co de Do�n go �arm1ento so bre Facundo Quiroga planteaba el desafio que la Arne nca H1spai:1 a en­ frenta ba en su lucha entr:e la barbarie -los caudillos y sus segm�or�s . c ampesino s- y la civilizac ión . S u in fl uyente tr ab aj o consagr ó el �áhs,i s de l cau dillo como un a forma prominent e de búsqu eda del alma nacion al . Prácticamente todos los principales caudillos han sido descritos en múltiples biografías. Siguiendo l a te ndencia general, algunos au�o re s han ensalzado a Agustín Gamarra y o tros lo han vilipendiado. A mediados del siglo XIX, Felipe Pardo y Aliaga lo describía co mo "afable en su trato , generoso, instruido y elocuente, al extremo de h aber, con una sol a palabra en Quechua, hecho arrodillar de un golpe a 12,000"5• En contraste, en l a década de 1920 Jo sé María Val ega decía que "la si co lo gía del _sol �ad,o cusque ño acu sa, polític ame nte, el mal terrible �e �a raza qu e l� ps1qmatna . llama debilidad moral"º. Asumiendo una po s1c10n más ambivalente, en 1941 Luis Alayza y Paz Soldán consideraba que Gamarra era � n "ángel 7 negro" • P ocos historiadore s toman en se rio aquellas i nt erpre t ac1ones que _ se centran sólo en l os indivi duo s y en sus supuestos atnb u tos per son'.11 es, lo s que en las biografías a menudo se adj�di�an a cate�orías r�c1ales esoocia lizadas o a su relac ión con el vago terrm no de carisma. Sm em­ bargo, lo s historiadores han vu elto los oj os a un �álisis fructífer� sobre los propios caudi llos, y en particular sobre l a relac1on que_ el�os te man con sus seguidores, así como a lo s relatos -fuerteme nte parcializad o�- sobre su s hazañas elabor ados por alguno s historiadore s y por_ su s pro p1� s con­ , temporáneos. Sus trayecto ri� y s us c �alic�ones políucas t amb�en son dignas de atención, pues la hteratura b1ografica _ so bre,. los ca�ddlos no sól o demuestra m ucho sobre cada una d e las comentes 1deo�óg1cas Y �o ­ líticas de la República, sino que también prop orc iona gran riqueza de in­ formación sobre la p olíti ca postcolonial'.

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Cada uno·de los principales caudillos tiene su biógrafo. E l juicio crítico más conoci­ do es el de Sarmiento: Lije.... Para una biografía más objetiva de Rosas, véase John Lynch: Argentine Dictator: Juan Manuel de Rosas, 1829-1852, Oxford, Oxford University Press, 1981. . . . . Puede hallarse un análisis reciente sobre e l hbro de Samuento e n los ensayos mclu�dos en Tulio Halperín Donghi (ed.): Sarmiento: Author oja Nation, Berki:ley: Uru­ versity of California Press, 1994. Los caudil los y el "Gran Hombre" h� sido temas _ constantes de la literatura latinoamericana; los más importantes son �l hbro de C3:­ los Fuentes: La muerte de Artemio Cru;. y prácticamente tod9s los ·libros de Garcta Márquez. ' . i ena . Ch'l Felipe Pardo y Aliaga: "Semb lanzas peruanas", en Boletm de la Acadenua de la Historia 33, 1945, p. 66. José María Valega: República del Perú, Lima, Librería e Imprenta Don Miranda, 1927,p.16. . . 1941 , P· Luis Alayza Paz Soldán: El Gran !rfariscal losé de La Mar, Lima, Gi· l S.A., :s· trabajos recientes que han minado las biografías anteriores son el de John Charles Chastee n: Heroes on Horseback: A Lije and Times ojthe Last Gaucho Cau-

El ángel negro de Cusco Este c�pítul o_ se centra en la forma cómo o peraba el Estado dirigido P?r los c�ud11los. E stos n o gobernaban en lu gar de un Es tad o si no más bien trabaJab� al lado de las instituciones públicas. Si bien es cierto que Gamarra manipul aba los ámbit os civiles y militares d el Estado de C usco en rea lidad no l os controlaba to talmente. Ciertas esferas del Est ado alean� zar on un sorprenden te nivel de aut onomía, lo que e xpli ca que sobr evivie­ ran h�ta bien pas�da l a c aída de un determinado cau dillo. E n las pági nas que sigu en se anahza l a forma cómo Gamarra utilizó las insti tuciones del Estado para construir una coalición, así como l a natural eza del Estado qu� �l ayudó a crear. Como es conoc ido, a lo largo d e varias déc adas las ac tividades de l os caudill os modelaron la form ación del E s tad o en Amé­ rica Hi spana. El pres�nte estudio uti!iza publicaci ones, que por l o general . han _P��ado m advert1das, para ana lizar la ideología cusque ñis ta que l a coa lic1o n de Gamarra enarbol ab a. La plataforma aut oritaria que prometía r es taurar el Cusco a su preeminencia anterior e xplica -en la mis ma medi­ da que sus hazañas militares, su clien telismo, o su pod er políti co- el éxito que_ ?btuvo en l a creación de una base en su tierra natal. En algunos casos h�c1endose _ eco y en o�os _modific ando el discur so conservado r prov e­ ru ent e de Lima, los part1danos de Gamarra crearon una id eol ogía espe cí­ fic am���e cusque�a que atraj o a una amplia gama de seguidores , y que puso en Jaque a qmenes se oponían a su movimient o . Liberales, Conservadores, y el omnipresente Gamarra D�rant e las dé�adas que siguieron a la Independencia, el Perú que, do en rumas por las mcesantes gu err as civi l es. En el caos político del si­ glo �· l a di_v_isión entre conservadores y liberaleLC.Qnstituyó la brecha más V!Slble. Gamarra, Antonio Gutiérrez de La Fuent e y Felipe Santia go Sal�verry estuvier?n entre los líderes de los conservadores , en tanto que Jose La Mar y Lms José Orbegoso encabezaban a l os liberales. Aunque todo s ellos eran generales, ambos grupos -y de hecho cada ca udillo- es­ tuvieron a la cabeza de alianza s políticas con cone xione s a lo largo de to­ do el país. Eltrazo de esta división pued e remontarse en la larga Gue rra de l a Independencia. Los conservadores (con frecuenci a llamados autori­ tarios, principalmente por sus enemigos) eran los seguidores de quienes se h abían mostrado más reticentes al derrocamie nt o del col onialis mo es­ paiíol, mientras l�s liberales continuaban el combate de los más ardorosos l uchadores por la Independencia, y de qui enes estaban a.favor de una r e­ pública y no de una monarquía constiwfÍ.Q!l..a.l. Los políticos má s infludi/los. Albuquerque, University of New Mexico Press, 1995; y el ya citado libro de Lynch: :4rgentine Dictator... Jorge Basadre escribió pequeños y conmovedores en­

sayos biográficos sobre los caudillos, muchos de los cuales están reunidos en Jorge Basadre: Peruanos del siglo XIX, Lima, Ediciones Rikchay Perú, 1981.

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El ángel negro de Cusca

�....,,AL AMAR U A GAMARRA

y e ntes de los prime ros años de l a República (1820-1850) formaron arte de una gene ración que surgió durante la Independ enci a.L a mayorípa dé los g enerales que gobernaron el Perú en esos años habían recibido su bautizo político y militar durante la guerra cqntra los esp añoles, y mu chos de e llos se h a bían pasado al lado de los patriotas recién cuando los e spa­ ñoles estaban ya al borde de la derrota". Los conse rvadores estaban a favor d e un Estado fue rte y centr z ado, de política s comerciales proteccionistas y del m ant e nimie nto ali­ de las corporaciones y el ethos coloniales. A pesar del gran núm ero de a sesóres, ideólogos y oficiales extranj eros en sus filas, los conservadores e ran x e ­ nófobos. Vilip endi aban a ios liberales por e l su uesto favoritismo de este p grupo h_acia los extranj e ros y porque a licab an ideologías "im p ortada s" p que teman como resultado el caos olítico. Los liberales, p por otro lado, buscaban un Estado me nos ce ntraliz ado y con fuertes restriccio nes al o­ d er d el president e. Asimismo, esta ban a favor de una olítica com p ercial p más abierta y de una reducción drástica de los de rechos otorga dos a las corporaciones. Aun cuando e ran menos ch auvinistas y militaristas q ue sus contraparte s cons erv adores, los liberale s no proponí an cambios so­ ciales radicales. Tulio Halperín señaló su " adhesión a un a imagen j erar­ quizada de la socie dad... [que] e xcluye d e ese prime r liberalismo hispa­ noamericano todo motivo d emocrático" . Incre aban a los cons erv adores p acusándolos de intentar de fender y recon struir las estructuras coloni al es y d e oponerse a l a d emocr aci a. Si bien los rinci ales líd eres de los liberap -les tenían una activa particip ación en el Congr espo, ara la lucha contr a los p conservadores dependían d e la conducción d e j e fes militares débil es y maleables como La Mar y Orbegoso. Nótese, or otro lado, que muchos p de los ideólogos liberales eran curas . Las luchas políticas del siglo XIX e n la América His ana no siem­ p pre siguie ron líne as claramente partidarias.Algunos políticos te ndían un pu ente, o incluso cruz a ban en uno y otro s entido entre los cam os servador y liberal. En la zona andina es articularme nte notable p con­ el caso de p Andrés Santa Cruz, que condujo la Confederación Pe rú-Bolivian a e ntre 1836 y 1839. Dirigió un Estado conservador fuertem ent e c entraliz ado, 9 1O

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Este fue el caso de Gamarra y Sa n t aCruz. Halperín Donghi: Reforma y disolución... , p. 220. Frederich B . Pike: "Heresy, Real and Alleged in Peru: An Aspect of the Conservati­ ve-Liberal Struggle, 1830-1875", en HAHR 47, N º 1, 1967, pp. 50-74. En relación a la nat�raleza conservadora del liberalismo peruano, véase Aljovín Losada: "Repre­ sentattve Govemment. .. ", cap. 2; Florencia Mallon: ''Econo mic Liberalism: Where. We_ �re and Where We Need to Go", en Joseph L. Love y Nils Jacobsen (eds.): Guidmg the Invisible Hand: Economic Libera/ísm and the State in Latín American History, New York, Praeger Press, 1 988, pp. 177-186; Gonzalo Portocarrero: "Conliberalismo y democracia en el Perú del siglo XIX", en Alberto Adnanzé n (ed.): Pensamiento político peruano, Lima, DESCO, 1987, pp. 85-98; Femando �e i:raze�ies: La idea de derecho en el Perú republicano del siglo XIX, Lima, Ponufic1aUmversidad Católica, .

!'ticas autoritarias;· sin embargo impleme ntó una política que fav?re , ��/ D e hecho, los g en erales Gutiérr�� de l� F�e nt e , Santa �t� comerci o inion es y c arre ras poht1cas s 1m1lar es, Y tr a­ amarra tuvieron p C�z Y � . ente a fin es de l a décad a de 1820; no obstant e , m cha tr e baJaron JU�O� Y es e 1830 comb ati eron incesantemente unos contra d d a a déc a lo largo e � -�mo así corno la inc ertidumbre en r el ación a la natur a­ otros. 1 ;:� r:�bli�ano, ayudan a exp l_icar que las division es entr e los le�a � olíticos con frec uenci a se tornaran borrosas; y que l as gru p�s p p n�c�pa 1 es rincipales caudillos fueran cambiantes .Así, la división · l pos1c10nes de os p 1 1dad fu e una c a· . n es pennanec10·' flm·da y.-Ia fl ex1·b·1· accio entr e d.f I er ent es fr · e e ste mestable peno d · do es po 1 ,1t1cas cion afilia s l a , · a de ractenst1c · ·, e ntre l'b I er a l e� y El federalismo también comp ¡·1c6 la d"1stmc1on a la c a b e z a de los conserv a dore s , que tem an er a arr conserva.dores. Gam . e est ab a en Lim a, aunque mant em a un a d y a se cu y l i stas tr a tendencias cen ¡ - Ge o· al"1smo anti-· ·1meno. ·, en Cusco' basada en e1 r eg1on . 1on fuerte coal1c . , n e t s e Lima n e e a s a m b u s la costa n e y dor a rv e s con gráficam nt e, los er al es eran más fu ert es en e l s ur, partic ul arlib e i s lo e u q to t norte' en an . embarP-o, mueh os m · d1v1·d uos, grupos soci·a¡ es e ente en Are qu1·pa · Sin m P . · no corresponden tan clarament e a este patron · es ent eras mcluso reg10n · erales no control aban tolib conservadores y los los , 'n au as M, norte-sur . . . e a Lim e d s enfrent ab an 1,ma constant e rvador e cons talmente sus b ases · los · . · a elite l e d -tanto a · y d e ¡ a el as e baJ· a-, Lim e d rales e lib . · ·, de. l os opos1c1on . 1 as gu erras I r aI .Es mas, I amente l"be o a fue s'l'd nunc no andi sur 1 a e mi·entr s .. de ur s l a ntaron e enfr Andes vers us nte e los lem , do no simp de1 peno c1v1 . . 1es , e cciones a amfr s a l nodo polític · as c.. turbulento e st e p n' e L. . ima y e1 nort e '· 1a 1 b a y ab and on ab a co al1c10ues la g ent e se afil" e nt e m e ' p tant con s b 1aban se rvador as y liberales tamb"1 e, n · nes y por otro la do, las pl atafonnas.con . . d a 6 const1tuy er I or a erv 1c10n s s , l"b 1/ con opo la stante, ob No ' · aban . evo1uc1on . o , en d 1 oticos a, · c s cu al es os en 1 os peno incluso l , ntra e c a · n 1v1so · l a 1,.me a d . . s e disputa ban l a pr es1denc1a. 1 vanos ca ud"llos . · , · vo1 ubl es signos Gamarr a rep resenta ba la cons1st e.nc1.·a, entre estos o e n pracuc amente to d as I as part1c1 eríodo: del s áfico p · p .. _ __ e ogr g soci·a1es y . luchas políticas de l a época, s1ei:npre_ enarbolando la bandera d e ¡ os conantes d e servador es. par a ente nderlo, l a h1stona deb· e remontarse a mucho ·' · es, e n rel ac1on a 1 a v1· d or entr e los .h1stona s te a b e d s Lo · a nc1 . 1 a 1nd epend e .. nac1m1 ento en C usco, el 27 de , Gamarr a, comienz an con su da d e Agus tm . ' a fos están de acuerdo en que arte de I os b1ogr agosto de 1785. L a mayor p

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Hale: Me.Jdcan Liberalism in the Age of Mora, 1821-1853, New Ha­ Véas�Ch ¡e� University Press, 1968. Quisiera agradecer al profesor_ H�e por ve n, onn.. al e diferencias ideológicas y soci ales y las snruhtudes haberme ayu dado a clarificar. las . . de Ia Repu'bl"1ca. . ru p05 p olíticos de m1c1os . . o . g os entre r l ra· "North-South: Trade Policy, Regionalism anJ Caudi(h sm_ m tenbe o· p ,, LA 1 Paul Goo . _ J Histona de ' post-Independence eru • J S 23 ' 1991 ' PP· 273 308' y orge· Basadre: · 1983 · 1 -2·· . deI peru. _ Repú,blica ' redición (11 vols.), Lima, Editorial Umvers11· ana. la passim.

ai:

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DE TÚPAC AMARU A GAMARRA

El ángel negro de Cusco

sus padres fueron el notario Femando Gamarra y Josefa Petronila Me�ía. Algunos sostienen que su madre era india, una afirmación que se hizo cuando él vivía, con un claro intento peyorativo. El argumento de que era hijo de un cura, el Padre Saldívar, ha provocado u�a controversia in��uso mayor". En la década de 1830 en la prensa aparecieron ataques satmcos contra Gamarra, ridiculizando su ascendencia. Por ejemplo, el cáustico "Nueva Historia Natural de la Tiranía en el Perú", clasificaba a Gamarra como "un cuadmpedo indíjeno y un animal" 15• Gamarra estudió en uno de los mejores colegios de Cusco, y sus defensores han destacado su cono­ cimiento de latín y quechua, señalando que en 1841, cuando fue muerto .en batalla, en su bolsillo tenía un ejemplar de la obra de Horacio. Gama­ rra había ingresado al moñasterio de San Francisco, pero lo abandonó en 1809 para unirse al ejército de Goyeneche. Sus contemporáneos y biógra­ fos lo califican como w:i mestizo arribista, o como un hombre del renaci­ miento que fue capaz de tender un puente entre los mundos quechua y es­ pañol. Gamarra ganó importantes contactos y experiencia de combate du:-. rante la Guerra de la Independencia. No obstante, no destacó en el campo de batalla, lo que es indicador de que no necesarimpente los caudillos ob­ tienen el poder a causa de sus hazañas militares. El participó en la cam­ pana contra los rebeldes del Río de la Plata y el Alto Perú, y en 1814 y 1815 combatió contra los rebeldes dirigidos por Pumacahua en Cusco Y Arequipa, bajo el mando del general Ramírez. En 1815 condujo�� mo­ vimiento de guerrillas contra el comandante rebelde Salas. Ascend10 a co­ ronel y, después de un breve empleo como Tesorero de Puno, en 1818 se convirtió en el jefe del Primer Regimiento de CuscO': En ese momento comenzó a contemplar la posibilidad de cambiarse al bando de los insur­ gentes. El Virrey Pezuela lo suspendió por sospechar que estaba v�ncula­ do a los rebeldes -incluyendo a Martín Güemes en Salta, Argentma-, Y por participar en diversas conspiraciones. Si bien Pezuela finalmente lo repuso, Gamarra continuó siendo vigilado a causa de sus simpatías con

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Se puede hallar biografías de Gamarra en N. Andrew Cleven: "Dictators Garn�a, Orbegoso, Salaverry and Santa Cruz", en: A. Curtís Wilgus (ed.): South American. Dictators during the First Century of lndependence, Washington D. C., George Wa­ shington University Press, 1937, pp. 289-233; Manuel de Mendibu�: Bio�rafias de generales republicanos, Lima, Instituto Histórico del Peru, Academia Nacional de la Historia, 1963; Paz Soldán: "Brevísimas ... "; Miguel A. Martínez: El Mariscal de Pi­ quiza, Don Agustín Gamarra, Lima, Librería e Imprenta D. Miranda, 1946; Alberto Tauro: "Agustín Gamarra, fundador de la Independencia Nacional", en César�­ checo Vélez·(ed.): Historia del Perú, Biblioteca de Cultura Peruana Contempora­ nea Nº 7, Lima, Ediciones del Sol, 1963, pp. 507-518. Los argumentos sobre el Pa­ dre Saldívar se hallan en Pruvonena (José de la Riva Agüero): Memorias y docu­ mentos para la historia de la Independencia del Perú (2 vols.), París, Libreña de Ganiier Hermanos, 1858, vol. !, pp. 372-373. "Nueva historia natural de la tiranía del Peru", Cusco, s.e., 1834. En el capítulo del presente libro se analizan los ataques de Gamarra y en contra suya. .,,.:.

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. los patnotas ••. En enero de 1821 Gamarra se presentó ante el coman dan te en jefe de las fuerzas rebeldes José de San Martín, quien recono ció su ran�o de �oronel y lo puso al f nte de un batallón que estaba listo para partir hacia l s And�s centrales��. James Paroissien, un confid ente inglés ? de San Martm, consideraba que esto era· una jugada ingeniosa "ya que [Gamarra] es nativo de Cuzco y habla perfectamente el quechua. Adem ás sabe cómo tratar a esa gente"'H. Sus contactos en Cusco resulta ron valio­ sos. Por ejemplo, en 1823 los rebeldes·.d_el distrito de Aymaraes� al oeste de Cusco, robaron ocho mosquetes y se unieron a las fuerzas de Gamarra en la costa". �in e bargo, Gamarra tuvo poco éxito inicial como jefe re­ � _ belde: era meJor pobt1co que general. En marzo y abril de 1821, Gamarra fu� derrotado en un enfren ta­ miento con las numerosas tropas españolas dirigidas por el general Ca­ rratalá en las afueras de Jauja, permitiéndoles recapturar el Valle del �antaro, que era una zona clave. Los soldados realistas apresaron a cientos de sospechosos .de apoyar a las guerrillas, y convirtieron la región en un� b�e contra las fuerzas de San Martín en la costa. El genera l Juan Antomo Alvarez de Arenales se quejó amargamente, y solicitó a San Martín que destituya a Gamarra2º. Después de eso, los supuestos errores de Gamarra en la derrota que los patriotas sufrieron a mediados de 1822, en la batalla que tuvo lugar en la hacienda La Macacona cerca de lea condujeron a su suspensión temporal. No obstante, una c�misión le ex� . c�lpó �� 1 acusaciones que se le hacían de ser incompetente en el ám­ � bito mihtar . A fines de 1822 y durante l 823, juntamente con Santa Cruz dirigió la Segunda Campaña Intermedia hacia, el sur, que terminó en un� costosa derrota para los patriotas. No obstante, Gamarra ascendió en el ejército patriota, y continuó involucrándose en las intrigas políticas de ese período. En 1823, mientras la situación militar empeoraba para los insur­ gentes, Andrés Santa Cruz y Gamarra dirigían con éxito una campaña pa­ ra que José de la Riva Agüero reemplace a la Junta de Gobierno, un e�e_nto22que con frecu�ncia se ha definido en el Perú como el p.ti.rt1�r gQ]. pe m1htar . Pero los miembros del congreso nunca reconocieron a Riva Agüero Y más bien apoyaron al aristócrata José Bernardo de Torre Tagle. 16

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Cornejo Bouroncle: Pumacahua, pp. 3�368. Sobre la participación de Gamarra en una conspiración de 1820, véase CDIP, VI, 4, pp. 195-305; CDJP, XVI, 4, p. 152; Paz Soldán: Historia..., vol. I, pp. 111-115. Un sospechoso señalaba que "La Paz y el Cuzcq están a su devoción" a Gamarra y otros conspiradores. CDIP, VI, 4, p. 295. CDIP, VI, 2, carta de José de San Martín, 26 de febrero de 1821. CDIP, XXVI, 2, p. 597. ADC, Intendencia, CC, Leg. 119, 1824. José I. Arenales: Segunda campaña a la sierra del Perú en 1821, con prólogo de Pedro de Ange!is, Buenos Aires, Vaccaro, 1920, pp. 64-67. CDIP, VI, 6, pp. 11-47. Basadre lo denomina "el primer choque que hubo en el Peru entre el militarismo y el caudillaje de un lado y el utopismo parlamentario de otro". Historia..., vol. I, p. 19.

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El ángel negro de Cusca

DE TÚPAC AMARU A GAMARRA

Simón Bolívar llegó al Perú el 1 º de setiembre de 1823, en medio de una extenuante lucha entre Torre Tagle y Riva Agüero. Ostentando poderes supremos, Bolívar obtuvo el apoyo de miembros del congres� �· de im­ portantes jefes militares como Santa Cruz y Gamarra. Este ultimo fue nombrado Primer Ministro y participó en las batallas de Junín y Ayacu­ cho. El pacto entre Bolívar y los oficiales peruanos du�ó hasta la derro:a _ de los españoles en·1824, momento en el cual comenzo a erosionarse ra­ 23 pidamente .

Cuadro 1

Gobernantes del Perú 1821-1842, y el rol político de Agustín Gamarra Gobernante

Años en el cargo Cargo de Gamarra

1921-1822 José de San Martín 1822-1823 Junta deGobierno: General José de la Mar Manuel Salazar y Baquíjano Felipe A. Alvarado Mariscal José de la Riva Agüero 1823 1823 José Bernardo de Torre Tagle 1823-1826 Libertador Simón Bolívar 1826-1827 General Andrés Santa Cruz 1827-1828 General José de la Mar 1829-1833 General Agustín Gamarra 1833-1834 General Luis José de Orbegoso 1834 General Pablo Berrnúdez 1834-1835 General Luis José de Orbegoso 1834-183.6 General Felipe Salaverry 1836-1839 Mariscal Andrés Santa Cruz 1838-1841 Mariscal Agustín Gamarra

Inició carrera militar Ayudó al derrocamiento de la junta

Inicialmente apoyó ? Apoyó, luego se opuso Apoyó Ayudó al derrocamiento Presidente Se opuso Apoyó Se opuso Se alió con él, luego se opuso Se opuso Presidente

La Madre Patria: Los desafíos del Estado postcolonial Las autoridades, como fue el caso de Gamarra, compartían con to­ da la población la incertidumbre sobre lo que vendría con el fin del domi­ nio de los españoles. Si bien el ejército realista había sido claramente de­ rrotado en el Perú, y a mediados de 1825 sería expulsado de su última plaza fuerte en el Alto Perú, aún no estaba clara la naturaleza exacta de la nueva política. A mediados de la década de 1820 en toda América Hispa­ na se habían desbaratado las demandas a favor de una monarquía consti­ 24 tucional, aunque retomarían periódicamente . En esos momentos, las 23 24

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Sobre el Perú de este período, véase Anna: The Fall..; Basadre: la iniciación. .. ; Fisher: "La formación ..."; Lynch: Spanish American Revolutions... , pp. 266-293; Y del mismo autor: ''Bolívar and the Caudillos", en HAHR 63, Nº l, 1983, pp. 3-35. Un interesante estudio sobre el monarquismo en Ecuador puede hallarse en Mari< Van Alcen: King ofthe Night: Juan José Flores and Ecuador, 1824-1864, Berkeley, University of California Press, l 989.

autoridades y la mayor parte de·la población creían que el Perú se con­ vertiría en una república independiente; sin embargo, la organización de esta república póstcolonial permanecía indefinida. En la medida en que la novedad y realidad de la Independencia tomaban cuerpo, el nuevo Estado enfrentaba multitud de problemas. Incluso antes de la victoria de Ayacu­ cho, los diferentes gobiernos con sede en Lima habían acumulado enor­ mes deudas que debilitaban los presupuestos y que por décadas signaron las relaciones del Perú con el exterior.Los ricos, por su lado, habían sa­ cado su dinero del Perú en momentos en que la propia guerra destruía centros productivos y, además, el gobierno realista había dejado vacío al Tesoro21 • Entre las apremiantes incertidumbres que por décadas alimenta­ ron los conflictos políticos estaban las interrogantes: ¿cómo se reconsti­ tuiría la sociedad peruana que era fuertemente diferenciada? ¿Qué lugar ocuparían los indios en la República del Perú? ¿Cómo financiaría el na­ ciente Perú su enorme deuda proveniente de la asoladora Guerra de la In­ dependencia? ¿Bolivia y Ecuador se convertirían en naciones indepen­ dientes o retornarían al Perú bajo alguna fórmula federalista? Cusco presentaba dificultades particulares. Desde la rebelión de Pumacahua, la región no se había enfrentado colectivamente a los espa­ ñoles. Fuera de Cusco, eran pocas las personas que entendían cuán masi­ vo había sido el levantamiento de 1814-15, y para la mayoría Túpac Amaro había quedado como un recuerdo distante2º . Una vez establecido en Cusco, el Virrey La Serna utilizó su imprenta rodante para bombardear al enemigo con propaganda que ponía el acento en la lealtad de esa zona. Por todas esas razones; en 1825 muchos jefes patriotas así como sus se­ guidores cuestionaban el compromiso de la región con la Independencia. Más aún, su situación económica era desoladora. Su rol de última plaza fuerte de los españoles no había beneficiado a la región; por el contrario, el Estado virreinal había exigido a la región gran cantidad de dinero, abastecimientos y soldados, sin ofrecer mucho a cambio. En una carta a Gamarra, fechada en diciembre de t826, dos importantes funcionarios del _.Tesoro de Cusco describían las largas horas que habían pasado intentando volver a llenar las arcas de la región. Vilipendiaban a los españoles acu­ sándolos de haber "saqueado en sus fondos, devastadas sus cuentas y 25

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Los documentos de las décadas de 1820 y 1830 abruman al lector con quejas sobre la destrucción y IJ.lina financiera provocada por la guerra. Sobre los efectos econó­ micos de la guerra, véase Alfonso W. Quiroz: "Estructura económica y desarrollos regionales de la clase dominante, 1821-1850", en Alberto Flores Galindo (ed.): In­ dependencia y revolución (2 vols.), Lima, INC, 1987, vol. 2, pp. 201-267; y Paul Gootenberg: "Paying for Caudillos: The Politics of Emergency Finance in Peru, 1820.1845", en Vincent Peloso y Barbara Tenenbaum (eds.): Liberals, Politics and Power: State Fomraiion in Nineteenth-Cent11ry latin America, Athens, University ofGeorgia Press, 1996, pp. 134-165. Ya en 1808 el Estado colonial casi nunca mencionaba la sublevación de Túpac Amaru, ni siquiera en la propaganda contra los rebeldes.

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DE TÚPAC AMARU A GAMARRA subtraidos sus papeles"27• La interrupción de las rutas comerciales de Cusco durante la larga guerra había estropeado la ya debilitada economía, pues originó la disminución de las "exportaciones" de Cusco al Alto Pe­ rú. Desde 1791 hasta 1825, la población de la ciudad de Cusco permane­ ció en una cifra aproximada de 32,000 habitantes, y experimentó una li­ gera caída en la década de 1840, lo que constituye un indicador del estan­ camiento económico2�. En Cusco Gamarra necesitaba recuperar el sistema fiscal de la re­ gión, establecer nuevas institucioncli de la República, e impedir el estalli­ do de una sublevación a favor de España. Tuvo éxito en todos estos pro­ pósitos. Con admiración, envidia, o disgusto, los comentaristas �o�ten:i­ poráneos y varias generaciones de historiadores han señ�lado la ef1c1e�c1a del gobierno de Gamarra en Cusco. El Estado republicano fue rápida­ mente implementado, bajo el firme pulso de Gamarra, quien había logra­ do mantener una fuerte base de apoyo en Cusco a lo largo de toda su ca­ rrera: como prefecto desde 1825 hasta mediados de 1827, como jefe de los ejércitos que invadieron Bolivia y luego Colombia, como presidente y luego como jefe de la oposición a la Confederación Perú-Boliviana, y nuevamente como presidente. Sus éxitos en la puesta en marcha de _l� estructuras republicanas se mantuvieron firmes a la luz de la severa cns1s económica que enfrentaba el régimen de Cusco. . El análisis del gamarrismo ayuda a explicar los mecamsmos del caudillismo, en particular la fonna cómo Gamarra utilizó el clientelismo y una plataforma chauvinista, con el fin de construir una base regional. Muestra, asimismo, que a pesar de la aparente anarquía o las frecuentes guerras civiles, los Estados regional y nacional continuaban funcionan�o. Una mirada ·a1 gamarrismo en Cusco también ayuda a abordar la cuestión del significado político de la Independencia. Los líderes del gobierno cusqueño posterior a la Independencia intentaban forjar una nueva _rela­ ción entre el Estado y la sociedad, pero en muchos aspectos, y despues de arduas negociaciones y algunos puntos muertos, terminaron resucitando las relaciones coloniales.

El ángel negro de Cusca d_encia se mantuvieron en gran medida, pues el Perú estaba organizado en siete departamentos que, a su vez, estaban divididos en provincias. Tres departamentos fueron bautizados en homenaje a la guerra de la Indepen­ dencia: La �ibertad (Trujíllo), Junfu (Tarma) y Ayacucho (Huamanga); , estas dos ultimas conmemoraban las principales batallas de 1824 Los prefectos y los subprefectos reemplazaron a los intendentes y a los sub­ delegados. De hecho, al menos por una década la gente utilizó indistinta­ mente un? u otro término, refiriéndose por ejemplo a los subprefectos como submtendentes. Los once "partidos" de Cusco, incluyendo la ciu­ dad ("El Cercado") fueron convertidos en provincias'º. 29

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Mapa 4. El Perú en 1829

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La burocracia, la Iglesia y las finanzas: Cambios y continuidades administrativas En términos de las estructuras administrativas, la transición de Colonia a República estuvo caracterizada más por la continuidad que por el cambio radical. Las divisiones jurisdiccionales del sistema de Inten27 28 166

Archivo General de la Nación (en adelante AGN), OL 144, 1826, pp. 311-471. La carta de Agustín Baca y Anselmo Centeno está fechada el 12 de diciembre de 1826. En lo� capítulos VI y VII del presente trabajo se examina con mayor detalle la de­ mografía y la economía de este período.

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Basadre: Historia..., vol. 1, pp. 133-136. A lo largo dél siglo XIX y a inicios del siglo XX, el tamaño del departa de Cusca disminuyó con la creación de los departamentos de Apurímac (1873)mento y Madre de Dios (1912) conformados por tenitorio que anteriorm ente había pertenecido a Cusca. También cedió tenitorio a los departamentos de Junín y Loreto, y a B�il. Véase Momer: Perfil..., pp. 163-165; Félix Denegri Luna, prólogo libro de José María Blanco: Diario del viaje del Presidente Orbegoso al sur delalPerú (2 vals.), Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú, 1974, vol. 2, p. 59. 167

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En estos años, las fr ecuentes inva siones y guerras modelaron las fronteras externas del P erú, signando la política peruana en la déc�da de 1840. Los conflictos de frontera continuaron durante u� largo t1�mpo despu és de q ue Bolivia y Ecua dor se hicieran/epúhlicas mdepe nd1entes en 1825 y 1830, respectivamente . Para fortalecer su� fu� rz�s , Gamarr_a tomó ventaja de la invasión de Bolivia en 1828 y, al ano s1gmente, se ali­ neó temporalmente con los generales La Fuente y Santa Cruz para usar la desastrosa guerra con l a Gran Colombia como u n pretexto par� derrocar al presidente liberal La Mar, un a guerr� :n la cual_ ?am�a hab1a mostra­ do una vez más sus cuestionables habilidades m1htares . Los esq uemas para reunificar Bolivia y el Perú, o para formar: �na entidad política sepa­ rada que vincu lara el sur de los And es y Bolivia , fracas aron un a � � tra vez. Las fronteras -recientem ente definidas- no se basab� en lim ites ,, naturales ni tampoco reforzaban _ las divisiones ��ltu rales � étnicas· . La política relativa a la crndad y la region evolucionó en torno al Cabildo de la ci udad y la P refectu ra en tan to q ue, en contraste co� el pe­ r íodo colonial, los t ribunales perdieron influencia. Aunque el Cabil�o de Cusco apoyó la línea ga marrista de( proteccionismo, con f�ecuenc1� se , enfren tó a G amarra y sus p rotegidos . En el cur so de las pnm:ras deca­ das de la República fueron derrotados diversos planes federalistas, mo­ , ná rquicos y parlamentarios . Las J untas D epartam�ntales, que r�uman los notables de la provincia, constituyeron el expen me� to federalista m as importante y, desde 1828 hasta su a�olición en 1834, 1�tent aro_ n _ pro mo­ ver el desarrollo económico regional . Por otro lado, la mestab1hdad po-



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Basadre: Historia ... , vol. l, pp. 203-247. Santiago Távara: Historia de los partidos, editado por Jorge Basadre y Félix Denegri Luna, Liri;a, Editori'.11_Huascar� 1 95 1 , : pp. 5 J -58; en su introducción a este libro, Basadre dec1a que Bohv1a era una bomba de tiempo·· para el Perú (p. LXIV). . . , . . Los nacionalistas del Perú y de otras nacientes repubhcas hub1e�on de d1 feren�1'.1'." a sus ciudadanos de aquéllos de las naciones vecinas que compart1an Jengu�, rehg¡on, _ raza y -en Ja mayoría de los casos- historias comunes; lo que Franc;ms Xav1er Guerra denomina "la excepción americana". Véase: "Jdentid�des e inde�ndene1a: La ex_ cepción americana", en Guerra y Quijada (eds/ Imaginar la nacwn , pp. 9 3: l� (la cita está en la p. [34). En relación a la defime16n de l_as '.ron��ras del Pe�, vease . . , vol. 1, passim; AlJovm: Representative Go­ Jore:e Basadre: La iniciación . _ ve;;ment...", cap. 5; Albert Wagner de Reyna: los límites del P e rú, Lima, Ed1tonal Universitaria, 1 961. Sobre las políticas proteccionistas del gobierno de Gamarra, véase Paul_ Gootenberg: · Bi:tween Silver and Guano: Commercial Policy and the State m Posnndependence Per11, Princeton: Princeton University Press, 1989, caps. 3-4: :rraduc<:ió? al castella \ "l no de Eleonora Falco: Caudillos y Comerciante s. Laformacwn economica del Esta- \ _ do peruano. /820-/860, Cusco, CBC,1998. . . El folleto de 1 829 , "La libertad de la �atria" afirmaba que las Junt� mte?t�b� "desmoralizamos, corrompemos, anarquizamos y vendemos después . Anom!Uº· ··La libertád de la patria", Cusco, l 829. Sobre las juntas, véase Raúl Rivera Sem�: "Las juntas departamentales durante el primer go bierno del Manscal Don Agustin Gamarra", en Boletín de la Bibliot e ca Nacional 31-32, 1 964, pp. 3-18; y Gootenberg: Between Silver... , pp. 9 l-9 3. F

lítica alentó un alto grado de autonomía regional de facto: aunque en nin­ gún sentido los estados regionales se independizaron o se divorciaron de la política nacional, los prefectos regionales tenían un gran poder d e ne­ gociación frente al gobierno con sede en Lim a. A su vez, las c apitales provinciales como Cusco monopolizaron el poder regiona l'5• Las l uchas de los militares y el flujo de fondos hacia y desde Lima m antuvi er on e l vínc u lo entre las region es y el c entro. La amenaza constante de oposición armada y las permanentes cri si s fi scales obligaron al Estado central a ba­ sar se en las regiones en lo referid o a apoyo militar y m onetario. La de­ pendencia frente al Estado central -y la incapacid ad relativa de é ste par a s ojuzgar a las zonas del interior del paí s- p roporcionó a los gobi ernos de­ partamentales un enorme poder. Gamarra con stituyó un ejem plo de este poder p rovincia l, pues construyó alianza s políticas q ue duraría n hasta l a d éc ada de 1840. Las nuevas estructuras legales, fiscales y municipales imitaron en gran medida a sus antecesores colonial es. En forma in mediata, Gam arr a arregló una correlación de fuerzas para una transición c autelosa, invocan­ do -como continuamente lo hacían los conservado res- l a n ecesidad de estabilidad. Epo de diciembr e de 1824 dec retó que mi entras la Rea l A u­ diencia estuvi era cerrada -hasta futuro aviso-, l a municipalidad debería jurar leal tad, y los jueces contin uarían usand o las leyes en vigencia "siempre q ue no sean opuestas, explícita o implícitamente al nuevo sis­ tema actual de Gobierno". En el mismo dec reto, alent aba a los juec es y otras autoridades a vigilar y desalentar los sentimi entos y acciones anti­ es pa ñolas: "Detestando por carác ter , filos ofía, y religión tod a idea que per­ vierta la paz en tre peruanos y españoles: p rocederán los jueces escrupu los amente sob re las injurias real es y verbales q ue se ori­ ginen, tal vez de los actuales resentimientos que ha ocasionad o la gu erra, haciéndoles entender q ue el mutuo y dulce enlace de ar­ monía entre unos y otros , será el germe n del buen orden y pros pe­ ridad común"'º. Por tanto, las primera s medidas de Gamarra casi no alteraron las coloniales exis tentes. La grave cri si s financi era q ue enfren tó el gobi erno de Bolívar, así como la incerti dumb re sob re el tipo de sistema político nacional que' se implementaría, y sobre si é s te se sos tendría, d eestructuras

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Un argumento interesante sobre las dificultades para la organización espacial de las jóvenes repúblicas, se halla en Guerra: "Identidades e Independencia..". Fructuoso Cahuata Corrales: Historia del p e riodismo cusqueño, Lima. SAGSA, 1990, pp. 28-29. Horacio Villanueva Urteaga: Gamarra y la iniciación republicana / en el Cuzco, Lima, Banco de los Andes, 1981, pp. 45-84. Sobre la Corte Superior, véase Blanco: Diario..., pp. 1 84-185.

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salentaron la realización de reformas administrativas radicales. L os acreed ores e xtranj er os y l os ejércit os vict ori os os exigían p ag os. C on t od o, las preocup aciones financieras y la incertidumbre general n o eran las úni­ cas raz ones para aferr arse al statu quo, pues el pr opio Gamarr a y sus ca­ maradas aut oritarios no aviz oraban ni deseaban un cambi o radical. El es­ crit or españ ol c onservad or Marian o T orrente observaba con satisfacción l o que ac ontecía en Cusc o baj o el g obierno de Gamarra, señaland o que "Esta capital dió aun en est a terrible crisis inequívocas prueb as de sensa­ te z i de respet o ácia l os g obernantes españoles i
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CDIP, XXVI, 4, p. 313. Henri Favre: "Bolívar y los Indios", en Histórica I O. Nº l , 1986, particullfmente pp. 9-13; "Introducción" de Blanca Muratorio (ed.): Imágenes e imagineros: Represen­ taciones de los indígenas ecuatorianos, Siglos XIX y XX, Quito, FLACSO, l994, particularmente pp. 12-15. Los documentos sobre las reformas de Bolívar en �usco se encuentran en CDIP, XIV, 1, pp. 546-587. Villanueva Urteaga: Gamarra. .. , p. 39; en relación al silencio de Bolívar sobre Túpac Amaru, véase Favre: "Bolívar...", pp. 15-16.

después �e que és�e partió dti! Cus o. �o sólo ocurrió que l o s c onvent os y � rnonasten os �esaf1aron las expro piaci ones en los tribunales, y se resistie­ . r on a transfenr l a pro piedad y las rentas, sino que el debilítam ient o de l a ec on omía de �a región también tuv o c orno c onsec uenci a que las h acien­ das Y las pr opiedades urbanas pro dujeran mu ch o men os din er o que el es­ per a�º: P or � u lado G�arr� m tuvo la pr otección a l os c o legios per o � , perrmti o el cierre de las mst1tuc1ones de caridad, pues n o sól o est aba en desacuer�q c on la �l osofía de la recuperación pers onal auspici a d a p or e l Est3:d o, sm o que obj etaba el gast o que estas instituci ones o riginaban y las tensi ones c on la Iglesia que ellas suscitaban. A medi ad os de la década de 1830, el liberal Orbeg os o intentó resucitar las organiza ci on es de carid a d que B olívar había fundad o, e inclus o l os colegi os fuer on o biet o de c ontr overs1. a•o. L os conservad ores culparon por el suicidi o de d , os estudiantes en la déc ada de 1830 a los liberales y, de esa manera, a las ideas inmor a­ les que se pr op agaban en los c olegi os41 • . De i?�ediat o, Garnar:r a se vio enfrent ad o c on la jerarquí a de l a l�les1a C�o !1�a de �usco. Sm embarg o, se las ingenió n o sól o para resis­ tir la op osici on de esta sin o para, finalmente , obtener su ap oy o . A pesar de ?aber respaldad o a l os españ oles hast a que ést os fuer on de rr o tad os, el C?b1sp o de Cusc o, José Calixt o Orihuela, participó en las celebr aci ones de fmes d� 1824 y 1825, demandand o a sus párr oc os que se adhieran a la , Repubhca. No obstante , se quejó enérgicamente cuand o Gamar ra comen­ zó a entr ometerse en l os límites jurisdiccionales de la diócesis y en las fi­ nanzas de la Iglesia. Las rel aci ones se deteri or aron en febr er o c uando Gamarra exi�ió que el o bi�p o saque l os cuadros de la ca tedral �ue m os­ tr aban a Santiag o y a l a Virgen María salvand o milagrosam ente a esp a­ ñ oles que c ombatían c ontr a l os Incas. El prefect o afirma ba que sería "de ­ sagradable" para B olívar, próximo a llegar, ver cuadros que m uestren la

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Desde 1835, las'actividades de Orbegoso están señaladas en el periódico Cuzco Li­ bre ; véase también Blanco: Diario... , pp. 140-142. En 1832, una autoridad criticó el

plan para fusionar el orfanato y el hospital, afirmando que antes de su creación los huérfanos eran "tirados al campo" y abandonados para que mueran. BN, Documen­ tos, 1832, DI0855, "Indicación del Sr. Diputado Don Pablo Mar sobre huérfanos co�das de toros, Y toda clase de alborotos". Cusco, 26 de junio de 1832. Sobre I� noc10nes de caridad a inicios de la república, véase Quijada: "¿Qué nación?...". Blanco: Diario... , 1, p. �9. Estos hospicios sufrieron una decadencia a pesar de las c�nmovedoras demoso:aciones de su rol en la promoción de los valores republicanos e mcluso para s�var vidas. Por ejemplo, en julio de 1829, un niño fue dejado en el orfanat� de la cmdad �on una nota toscamente escrita: "Me expongo a esta puerta _ com� m°'.1 huerfano sm padre ni madre tan solamente del amparo de mi Padre la Patr'.a quien nos a puesto esta grande beneficencia para los desgraciados como yo y grae1as al Sr. Gran Manscal Gamarra... [soy] hijo de la Nacion Peruana". ADC, Be­ neficencia, Libro 90, Libro de partidos de los niños huérfanos expuestos, 1826-31.

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DE TÚPAC AMARU A GAMARRA 42 intervención divina a favor de los españoles • Orih uela se ne gó, pero en abril Gamarra ya los había hecho q uitar. Las relaciones con la Iglesia emp eoraron notablemente con l� llegada de B olívar, con las expropiaciones que or denó, y con sus gest10n�s secularizadoras. Orihuela y o tros acusaron al Estado de apoyar el trabaJO de los francmasones y calvinistas, a la vez q ue redactores � r�­ . gobiemistas contraatacaban en p u blicacio�es como el Censor Eclesiastl­ co, afirmando q ue la jerarqu ía de la Iglesi a b uscab� el retomo de los es­ pañoles43. Gamarra reclamó la victoria en esta pruner a batalla cuan�o Orihuela renunció en se tiembre de 1826, y fue reemplazado por Antomo Torres, un personaje más conciliador. En 1826 Y 1827 Gamarra se o� uso , a q ue dos curas, Eu gen io Mendoz a y Pedro J ose _ Leyva, fu; ran _ e le gidos parlamentarios por Tin ta, alegando que las elecciones hab ian si do fr�u­ d ulentas y que ambos curas seg uían oponié ndose a la Ind epend�ncia, aunque tuvo c u idado en pre sentar a Mendoza y Leyva como exce pcio?e � respecto a la lealtad de la Iglesia a la República. No obstant e, termmo ab andonando la l ucha luego de batallas legale s y de una r�cha de �o lletos _ acusatorios44• Desde este mo mento, Gamarra e vitó el anticlen�ahs�o, Y logró contar con el apoyo de la Iglesia en sus_ �os perí� d�s_ presid enciales. El propio Bolívar había retrocedido en relacio? a sus 1?1crnles es:aram u­ . zas con la Iglesia, y orden ó a Gamarra que e vite �onfhctos p ues la� de­ savenencias con estos son siempre funestas ; la amistad con ellos es s1e�­ pre v entajosa'"''. Desp ués de 1828, no surgieron problemas con la Igle�ia durante el gobierno de Gamarra en C usco . En 1842, d��te las_ ex�qmas de G amarra, e l padre Bartolomé Herrera, uno de los pr� c1pales 1deologos conservadores de la er a rep u blicana del Perú, lo ensalzo al p unto de com46 • • , • es cnsuanos . pararlo con Jesús y con los mártir . Las finanzas re presen taron la preoc upación más aprermante para Gamarra y otras autoridades. El naciente Estado necesitaba volver a lle-

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Rubén Vargas Ugarte S.J.: Historia de la Iglesia e n el Perú (5 vo ls.), Burgo s, Im­ prenta de Aldeco a, 1968, vol. 5, pp. 239-240. Villanueva Urteaga: Gamarra..., pp. 96-114; Kathryn Jane Bums.. "Co nvent�, Cu(tu_ re and So ciety in Cuzco, Peru, 1550-1865", tesis de Ph: �-, Harvard Untv�rstty, 1993, pp. 226-241; Denegrí Luna: ''Prólogo" a B lanco : Diarw... , 2, �P· 74-79, Fred Spier: Religious Regimes in Peru: Religion and State D':"elopment m a Lo n g Term _ Perspective and the Effects in the Andean Village of'Zunte , Amsterdam, Amsterdam University Press, 1994, pp. 193-198. Villanueva Urteaga: Gamarra... , pp. 114-130. . "Cartas de Bolívar", en Revista Peruana, Lima, 1879, 2, pp. 522-523; cttado po r Denegrí Luna en Blanco : Diario ..., vol. 2, p. 78. . . . El discurso está en Barto lomé Herrera: Escritos y discursos (2 vo ls.), Lima, � 1? ho­ teca de la República, [929, v ol. 1, pp. 14-34. Sobre la Iglesia y el Estado a 1 mc1o s _ del Perú republicano , véase Pilar García Jordán: Iglesia y P? der e n el Peru cont�m­ _ poráne o, 1821-1919, Cusco , CBC, 1991; Vargas Ugai:ie: His tona... ; Jeffrey Klaibe� _ s. J.: La Iglesia e11 el Perú, Lima, Po ntificia Umvers1dad Católica del Peru, 1988, Spier: Religious....

El ángel negro de Cusca nar s�s arcas y crear un_ sis em trib utari o viable . Lej os de � � _ alentar un cambio radical, la urgencia dio ahento a la tradición. Así, e l t I de aoosto de 1826 Bolí';ar restableció el tributo de indios que él mismo había ;bo li­ do el año anterior, aunq ue con la nue va denominació n de "co ntrib ució n" y, como se anali_z� en detalle en el capítulo VII, Gamarra apoyó total­ 1 mente este cambio . Ent re 1826 y 1845, la contribuci ón de indios cons­ tituyó más de la mitad del ingreso an ual de la p ref e ctura. En e l caso de quienes no eran i ndígenas, una serie de imp uestos directos si bien causa­ ron gr an cont roversia, nunca lle garon a s er una parte sionificativa de los i ngr�sos del Tesoro, pues por lo general no llegaban al diez por ciento �. Dos importantes fuentes de fon dos del Estado colonial, las contrib uciones a la �inería y el imp uesto a las ventas o alcabal a, ta mbié n producían po­ cos mgresos. En este período, las ganancias mineras cayeron, en tanto q ue en �826 se abolió la impo p ular alcabala. Otros rezigos coloniales co mo el imp uesto al papel se llado -hoja necesaria pa ra todos los trámite s b urocrá t icos- y el noveno -la participación de l Estad o en e l diezmo- así como los diferentes tipos de empr éstitos, proporciona ron in gresos adi�io­ nales. Con notable velocidad, el Estado de C usco, gobernado por Gama­ rra, estableció una efectiva base tr ibutaria, y con una e ficie ncia similar, gast ó estos r ec ursos en e l fortalecimiento de su base política en la re. , 49 g1on . En esos momentos, e l futuro económico de C usco no er a promete­ dor, a u_nq ue la región había logrado evitar la destrucc ión q ue habría so­ brevemdo en o_tras zonas a ca usa de la g uerra. Danie l Flo señalaba q ue "la ciudad había sufrido muy poco en el cur rence O'Leary so de la re volu ­ ción ""'. Sin embargo, tambié n se famentaba por el ais lanú ento de C usc o, afirmando q ue , aunq ue había sido b endito con ab undantes recurso s natu­ rales, e l de partamento de C usco está "casi incomunica do con las provin ­ cias del litoral por falta de caminos"". Los continuos co mbates de las si4

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Peralta: En pos.,., pp. 36-43; Walker: "Peasants, Caudill o s...", cap. 5. María Isabel Remy: "La sociedad local al inicio de la repúbli ca: Cusco' 1824-1850"' en Revista Andina 7, Nº 2, 1988, pp. 451-484. El sistema de tnlmtos, particularmente sus implicancias po líticas y so ciales, so n el tema del capítulo 5 de Walker: "Peasant, Caudillo s... ". Véase también Malcolm Deas: 'The Fiscal Problems ofNineteenth-Centu ry Colo mbia", JlAS 14, noviembre de 1982, pp. 287-328; Goo tenberg: Between Silver... , cap. 5, y "Paying..."; Nils Ja­ co bsen: 'íaxation in Early Republican Peru, 1821-1851; Po licy Making between Reform and Traditio n", en Reinhard Liehr (ed.): América Latina e n la época de Si­ món Bolívar, Berlín, Co lloquium, 1989, pp. 311-339; Llnda Alexander Rodríguez: The Search for Public Policy: Regional Politics and Govem ment Finances in Ecua­ dor, 1830-1940, Berkeley, University o f California Press, 1985; Barbara Tenen­ baum: T_he Politi of Penury: Debts and TaJCes in Mexico , /821-1856, Albuquer­ c<: _ que, Umversity of New Mexico Press, 1986; Nico lás Sánchez-Albo moz: Indios y tributos en el Alto Perú, Lima, IEP, 1978. Villanueva Urteaga: Gamarra, p. 20. Tamayo Herrera: Historia... , p. 44; Tamayo Herrera prop o rcio na o tras evidencias so bre el creciente aislamiento de Cusco . Bo lívar promo vió el mej o ramiento de las

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guientes décadas, l a cre a ción de Bolivia como república �epar ad a, Y la , . preeminencia creciente del tr� sporte manttmo sobre l as } ornadas tr�n­ sandinas, agravaron el aislamiento d e Cusca. En ese penado A�: qmpa surgió como el centro de la economí a sun1:n�ina, y Cusca perd10 gr an ·pa rte de su particip ación en el me rcad� bohv1ano y, a pe�ar de �gun_os momentos de resurgimiento, las industn as azucarera y textil langu1declf;­ ron en la primera mitad del siglo XIX. De los productos de l a _economia , exporta dora coloni al, sólo el comercio de la coc� � e recupero e mcluso se _ expandió, en tanto que l a dem anda de lana crec10 �n la d�cada de 183�, _ dando forma al tímido inicio del "boom" de l a últtm a mitad del siglo . Los recaudadores de impuesto en el ca mpo se hacían a margo eco de l�s quejas de los productores e n re�ación_ � los precios c�� ti�u�ente de�n­ midos de los alimentos, y a la d1spers1 0n de la poblac1 0n md 1gena debido 3 a los tiempos duros y a las frecue ntes levas � ilitares' : Los artesanos de l a _ ciud ad de Cusco enfrenta ban l a competencia proveniente de otras cmd a­ des sur andinas como Puno y Arequip a, y de una cantid ad c a da vez m a yor de bienes importa dos"'. Fin almente, l a demand a por tierr a en la región de Cusca continuó estancada a lo largo de gr an parte del siglo XIX''. El gamarrismo en Cusco Gamarra demostró toda su capa cidad respecto a una d e las tareas más importantes que l as autorid ades enfrentab an en l a joven República : _ seleccionar gente par a puestos del gobierno . A tr avés de nombrarrue ntos hábiles y de un cui dadoso cultivo de estos aliados, Gamarra creó un a base

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d�, rué?as. carreteras entre Puno, Arequipa y Cusco, particularmente para vehículos _ . V11laneo Mediterrá mar "pequeño un en Titicaca Lago el convertir con Soñaba · nueva Urteaga: Simón Bolívar en el Cuzco, p. 34. . Tamayo . XIX, vease En relación a los problemas económicos de Cusco en el siglo Herrera: Historia... , pp. 27-54; Magnus Momer: Notas sobre el comercio y los co­ Glave: merciantes del Cusco desde fines de la colonia hasta 1930, Lima, IEP, 1979; artesanos Los desafío: e b d "El Krüggeler: Thomas � 213-143; pp. ", ... ra � "Agricultu del Cusco ante Ja crisis regional y la const1tuc1ón del reg1men repubhcano (18241869)", en Allpanchis 38, J 99 J, pp. 13-65. Sobre la economía lanera, véase Jacob­ sen: Mirages... ; Escandell-Tur: Producción. ... 1826-1830, PL 6-307 , 1826. También ADC, Librnde Véase por ejemplo, ADC, PL, º Matrículas, Chumbivilcas N 1 , Castas, 1825, 1831 , que documenta la d1smmu�16n de la población indígena, culpando de ello a las campañas militares y a la estenhdad de los campos. Krüogeler: "Unreliable Drunkards...". p. 64. Sob::'e la tierra en el siglo XIX, véase Glave: "Agricultura...", particularmente l� PP· 218-221; Momer: Notas ... y "Compraventas de tierras en el° Cuzco, 1825-1869 . , en Estudios Históricos sobre Estructuras Agrarias Andinas N 1, Estocolrno, Instituto de Estudios Latinoamericanos, 1984; también Lorenzo Huertas ValleJOS Y Nad1a Camero Albarrán: Diezmos del Cuzco, 1777-1853, Lima, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 1983.

sólida de seguidores po derosos en Cusca y sus provincias . Par a un análi­ sis del caudillismo se requiere apartar l a atención de los campos de bata­ ll a y dirigirlo a reexaminar el Estado: en el caso de Gama rra, por ejemplo, los funcionarios medios tales como los subprefectos y los dirigentes de la milici a eran más importantes que los oficiales militares y las guerrill as. Los caudillos funcionaban a través del Estado, no en tomo a éste'º. E n Cusca, l a a use ncia d e sublevaciones en l a décad a anterior a l a I nd epe n­ de ncia significó que no había una cla ra div isión entre p atriota s y realistas. A diferenci a de Lima, no había grupos de vete ranos que exigieran com­ pensación bajo l a forma de cargo político, o realistas prominentes que presentar an problemas . La Guerra de l a Independencia no pol ar izó a Cus­ ca corno sí h abía sucedido en Lima y los Andes centrales. Aunque mu­ chas autoridades designáda,s por Gamarr a habían sido a ctivos seguidores de los españoles hasta vísperas de l a Independe ncia, h a bí a otros que combatieron contra la Corona en la rebelión d e Pumacahu a. Gamarra no hizo mayor esfuerzo por excluir a los individuos que h abían estado vin­ cul ados al Estado español; así, entre los nombrados por Gamarr a, algunos seguían en los mismos cargos que habí an tenido b ajo el dominio de los españoles, en t anto que otros tra b ajab an para el Estado por primera vez. Por esa razón, los poüticos y los ideó logos de Lima critic aban a Gamarra por incorporar a demasiados re alistas en la lista de subprefectos, y en mayo de 1825 el propio Bolívar escribió a Gamarra señal ando su preocup ación sobre el alto número de "capitulados" a quienes se había otorgado cargos administr a tivos y militares57 • En una larg a respuesta, Gamarr a señal aba : "Difícil es descubrir el verdadero mérito de los sujetos que han de ser destinados a las diversas funciones del estado", pero nega­ ba c:ualquie r suerte de favoritismo y defendía el p atriotismo de las perso­ nas a las que h abía nombrado. Resumí a los méritos de sus once subpre­ fectos: C"into de ellos habían luchado del l ado de los insurgentes e n l a re­ belión de Pumacahua; dos eran hijos de líderes de esta rebelión, uno h abía luchado bajo órdenes de Bolívar, uno bajo órdenes de S anta Cruz -Tomás Becerra, que también era veterano de 1814-, uno bajo ó rdenes de Gama­ rr a, y uno en la batalla de Ay acucho. Só lo.J�oséMariano Ugarte, subpre­ fecto de Quispicanchi, carecí a de cr edeü�1cL,, militares patriotas. Gam a56

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El argumento de que los caudillos funcionaron al interior de las estructuras del Esta­ do, y no externamente a ellas, se encuentra en Noemí Goldman: "Legalidad y legi­ timidad en el caudillismo: Juan Fácundo Quiroga y La Rioja en el Interior Riopla­ tense (1810-1835)", en Boletín del Instituto de Historia Argentina y AmericallLI "Dr. Emilio Ravignani", 3ª serie, 7, Nº l, 1993, pp. 31-58. Véase también José Carlos Chiaramonte: "Legalidad constitucional o caudillismo: El p_roblema del orden social en el surgimiento de los estados autónomos del litoral argentino en la primera mitad del siglo XIX", en Desarrollo &onómico 26, N° 102, 1986, pp. 175-196. Simón B. O'Leary: Memori.as del General O'Leary publicadas por su hi)o Simó11 B. O'Leary, Caracas, Imprenta de "El Monitor'', 1884, Nº 23, 164, doc. 793, 27 de ma­ yo de 1825. Véase también CDIP, XIX, 1, fechada el 24 de mayo de 1825.

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DETÚPACAMARU A GAMARRA

rra lo describí a de la siguiente ma nera: "Es abogado honrado. No ha teni­ do ocasión de servir a la patria activamente, pero ha hecho ba stantes co­ medimientos. Tampoco ha servido al gobierno pa sado. Pero su padre fue co.nducido a España por ins u rgente". Pero, en contraste, e n 1825 el g� n�­ ral Sucre se quejaba amargamente de que como subprefecto de Qmsp1canchi, Ugarte había intentado impedir la alimentación de las tropas_ pa­ triotas y su s cabalgaduras'". A lo largo y anch o del P erú muchos realistas as u mieron importantes roles po líticos en las décadas que siguiero n a la Independencia, particu larmente como partidari os de los con se rvadores. Luego de la bata lla de Ayacucho, algunos españoles y veteran os de esta _ batalla ha bían sido expulsados del país, pero los realistas que no eran es­ paño les O que no habían participado en las últim� campañas milit� es no fueron condenados al ostracismo: no debería olvidar se que el prop io G a­ marra cambió de bando recién e n 1821'�. La capacidad de Gamarra para reclutar y mantener � prote?idos leales le permitió crear u na base consistente en Cusca. Tres m st1tuc1ones demostraron ser importantes para el gamarrismo en Cusca: los subpre­ fectos las milicias civiles, y los militares. Los subprefectos vincu laban el interi�r de Cu sca con los estados regional y nacional, que dependían en gran medida de la capacidad de estas au toridades par a recaudar impues­ tos. E s más, a causa de la centralidad de la contribución de indios, las ge stiones de los subprefectos podí an levantar o quebrar a u n régimen. Por ello, Gamarra los manejó cuidadosamente, recompensando a a quéllos cu­ ya lealtad y e ficie ncia eran comprobadas, y castigando a otros. Por lo ge­ neral, ser su bpre fecto bajo el g obierno de G amarra signific aba un paso crucial en un a larga carrera. G amarra no sólo confiaba en ellos para la re­ cau dación de impu estos, pues en tiempos de guerra civil -fue casi la norma entre 1825 y 1845- los su bprefectos reclutaban soldados y abaste­ cían de provisiones, y también vigilaban a los opositores y difundían in­ forma ción política y propaganda gamarrista. Asimismo, los subprefectos y s us subordinados eran el vínculo entre la población rural, compuesta principalmente de campesinos indígenas, y los acontecimientos políticos regionales y nacionales. 58 59

Alberto Tauro: Epistolario del Gran Mariscal Agustín Gaman-a, Lima, Facultad de Letras, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 1952, pp. 24-26; COIP, V, 6, pp. 258-259 Véase CDIP,VI, 9: ''Relación de los jenerales, jefes y oficiales del ejército español, tomados por el Ejército unido Libertador en consecuencia de la batalla de la capitu­ lación de Ayacuclw, con espresión de los que se van par a Europa, � los que s�- q�e­ dan en el país". Este documento informa que 364 de los 1,350 oficiales del eJerclto realista fueron destin ados a Europa, y 986 "a sus hogares en este·país" (p. 252). Se­ tenta oficiales tenían a Cusco como destino; entre quienes estaba Ramón Nada! Y al­ gunos otros que en los años siguientes jugarían un papel en la política cusqueña (pp. 241-252). No hemos hallado ningún documento que mencione l a salida de los espa­ ño les de Cusco a partir de la Independencia, o indicadores de actividades antiespañolas.

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El cargo de subprefecto proporcionaba un a s erie de privilegios. Sobre todo, este funcionario tenía acceso a cie ntos de pesos que podían invertirse y prestar se, de modo tal que retení a el diner o del tribu to en la medida de lo posible, exigiendo a los contribuyentes y recaudadores, y luego demo rando el envío a Cusca. A través de diversos subterfugios, el subprefecto también podía asignarse más dinero que el porcentaje que la ley le designaba. Por ejemplo, Santos Vale r, un recaudador de impuestos de Cana s, en sus informes inflaba el número de muertos de los pueblos que le correspondían, pe ro seguía cobrando el tributo completo, y dividía <\( las ganancias de esta maniobra con el subprefecto '. Los funcionarios de Cu sca y Lima insistían en que los subprefectos y sus dependientes esta­ ban descalificados y eran ineficientes. Muchos se quejaban de la escasez de candidatos alfabetos para ocupar cargos como el de recaudador. En su presenta ción de 1831 ante el Congres o, el Ministro de Economía José María de Pando se lamentaba de la ausencia de subprefectos competen­ tes: "los ciudadanos más idóneos y honrados rehusa n abandonar sus ne­ gocios particula res para tomar sobre sí la carga de unos destinos laborio­ sos que no les proporcionan ni siquiera la debida decencia". Rememoran­ do los tibios esfuerzos de los Barbones por profesionalizar a las autorida­ des provinciales , Pando rec ome ndaba proporcionar al su bprefecto u n in­ greso seguro con el fin de atraer a mejores candidatos y desalentar la co­ rrupción"1. Muchos de los críticos ponían énfasis en la afición de l os s ub­ pre fectos a embolsicarse tanto dinero como fue ra posible ; e n 1832 el Mi­ nistro de Economía Jo sé Serna citaba a u n "sa bio economista" qu e soste­ nía que "poca cosa es determinar u na contribución, y sacarla de man os del contribu yente, compa rada con· la dificu ltad de hacerla llegar a la s ar­ 2 ca s del tesoro, pasando al través de las ma nos recaudadoras...''° • P or su parte Gamarra, au nque confiaba políticame nte en los s ubprefectos, tam­ bién los supervisaba estrechamente con el fin de garantizar que los ingre­ sos provenientes de los impuestos llegaran a Cusca.

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. Véase ADC, Administración del Tesoro Público (en adelante ATP), Tributación, leg. 68, 1831-49, caso contra Don Santos Valer de Canas. José María Pando: Memoria sobre el estado de La hacienda de la República Penia­ na, Lima, José Masías, 1831, p. 12. Christine Hünefe ldt: "Poder y contribuciones: Puno, 1825-1845", en Revista Andina 7, Nº 2, 1989, p. 375. Gamarra encontró pro­ blemas para hallar alguien que ocupara el cargo de juez fuera de la ciudad de Cusco. Culpaba de ello a la poca población del interior, y en particular al predominio indí­ gena y a la escasez de comerciantes, lo que hacía que las "actividades judiciales" no fueran rentables. AGN, RJ, Cuzco Justicia, Leg. 194, 1825-1830, 18 de febrero de 1825. Véase también Távara: Historia. .. , donde hay anécdotas divertidas sobre la in­ competencia de muchos funcionarios y su desconcierto frente a l a República; hay una sinopsis en la introducción de Basadre a este libro (p. LXVI). José 'Serna: Memoria sobre el curso y progreso de las contribuciones directas del Perú en Los años de 1830 y 1831, en Pablo Macera (comp.): Tie"a y población en el Perú (2 vols.), Lima, Seminario de Historia Rural Andina, 1972, vol. 2, p. 445.

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Las milicias Las milicias constituyeron el núcleo del gamarrismo en Cusca, y a que controlaban l a socied ad loca!� tra�és de l a in�orporación de nuev�s miembros al gobierno, y de l a v1gilanci a a cualqu1�r am�� az a de oposi­ ción. Las milicias servían como verd aderas academ.1as m1htares p�es era frecuente que, bajo l a tutel a de Gamarr a y su� p_rincipales segu�?o�es, . _ miembros destacados de las unidades de mihc1 a mgresaran al eJe,rc1to. Gamarr a promovió el desarrollo de las milicias est ablecid as por Bohvar a principios de 1825, y ordenó que se enrolaran todos los varones cuyas ed ades estuvieran entre quince y cincuenta años; de esta m aner a, entre [827 y 1835, en Cusca se conformaron sete�ticua�o regimiento(.:ª en 1831, haciendo alarde del crecimiento y meJoram.1ento de l_as m.1hci as, �¡ Prefecto Bujand a resumía l a disciplin a y el ord� n de los d1f�rentes regi­ mientos com andados por lo mejor del g amamsmo: Gregono Lugone,s, Juan Ceballos, Felipe Infantas y Juan Luis Oblitas64• �¡ c_aso de Agustín Rose! es un típico de l a carrera de los principales part1danos de Gamarr a en Cusca: subprefecto y dirigente de milici a entre 1825 y 1834, co� an­ dante militar contr a Orbegoso y Santa Cruz en 183� y 1835, pro:c� 1pto perseguido durante la Confeder ación, y poder� so m.1 mbro del re�� m;n , de Gamarra entre 1839 y 1841 (período denommado 7la Regenerac1on ). Su prominencia no debe confundirse con omnipotencia, pues �osel Y otros subprefectos no escaparon a prolong ados procesos � n los tnbun ales en rel ación a deudas de impuestos, tanto dur ante los gobiernos de 9s am a­ rr a -que fueron cordiales con ellos-,_ �º?1º durante el de �anta Cruz . , Las altas posiciones en la milicia representaban 1':1portantes v��s . para lograr ventajas políticas y eco??micas, �ues los oficiales d_ e l a m.1h­ . cia tenían acceso a person ajes poht1cos y m1htares, y opo_rtumd ad� s de acumular poder loc al. Por otro lado, p� oporcio� a?� al go!::nerno, re?1on al . un a importante base social y fuerz a militar . _A m1c1os de la Repubhc a, el prefecto seleccionaba a los comandantes qmenes, a su �ez, nombraban a una larg a lista de oficiales y asistentes. En 1830 se dio un dec�et� que . exigía que los comandantes fueran "ciudadanos de fortun a conocid a con

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Villanueva Urteaga: Gamarra... , pp. 220-222; "La institucionalización de! � j�rcito: Organización y doctrina", manuscrito, 1990, pp.586-591. E� _1834, la !"f ihc1a Na­ _ cional fue rebautizada como Guardia Nacional. Sobre las rruhc1as en Mex1co, v� Guy P. C. Thompson: "Bulwarks of Patriotic Liberalism: Toe National Guard, Phil­ harmonic Corps and Patriotic Juntas in Mexico, 1847: 88", en JlAS 22, Nº 1, febrero de 1990, pp.31-68; Mallon: Peasant... , cap.4; Guard�no: Peas� ts... , �ª� · 4. Juan Angel Bujanda: "Mensaje del ciudadano Juan Angel Bu3anda prefecto del de­ partamento de la muy honorable junta departamental", Cusco, 1831, p. 17.. Estos procesos constituyen toda una unidad compuesta por g�esos t;� ped1entes so· bre impuestos en el Archivo Departamental de Cusco, denommad� Asu.� tos Con­ tenciosos". Para un análisis detallado, véase Walker: "Peasant, Caudillos... , cap. 5.

fin de asegurar que mantuvieran equipad as a sus trop as66 • En t al senti­ do, eran frecuentes los elogios de los prefectos dirigidos a los coman­ dantes de milici a por donar uniformes, armas, o caballos; por ej emplo, en 1831 Domingo Farfán, comandante de l a milicia de jinetes d e Quispican­ chi, envió un resumen de ocho páginas con sus nombramientos par a treinticinco cargos vacantes que iban desde capitán hasta asistente de 67 campo • De hecho, la ocupación de estos cargos y la dirección de la mili­ ci a proporcionaban al comandante una ·base de apoyo leal y bien armad a, así como oportunidades económic·as, pues estos oficial es podí an promo­ ver sus propios intereses en la compra de provisiones; asimismo, los re­ clutas trabajaban en las diversas empresas de los oficiales y estaban bajo control social y laboral. Por ello, no extraña que los más importantes pro­ pietarios de obrajes tuvieran cargos importantes en los regimientos de l a milicia. En 1832, un documento de apoyo a la promoción de Pedro Cano describe la importanci a de las milicias en la consolid ación de la coalición de Gamarra y el mecanismo usado por personas individuales para obtener el favor político. El documento resumí a las actividades de C ano desde l a Independencia: desde 1824 hasta 1831 había tenido el cargo de gobern a­ dor del tercer distrito de la provinci a de Tinta, "dando auxilio al Ejército Unido y Nacional cuantas veces h a pasado al Sur del Departamento y re­ gresado de él, cuyo encarecido servicio le h an conservado por tantos años en este destino." Igualmente, durante tres años h abía sido alcalde de Tin­ ta, que fue el centro de operaciones de Tú pac Amaru. En setiembre de 1829 Cano se convirtió en capitán de l a Cuart a Compañía, Segundo Es­ cu adrón de la milicia de Tint a. Adquirió reput ación pues "se uniformó a la fuerz a de su compa ñía a su costa y disciplinó con bastante dedicación". En 1830, durante la denominad a sublevación de Escobedo en Cusca -que se an aliz a más integralmente en el capítulo VI- preparó· a su tropa, "manteniéndola a su costa para oponerse al curso de los perturbadores; puso en conocimiento de l a autoridad política por hallarse inmediato par a obrar de concierto con ella, cuyo comportamiento le granjeó encarecidos 6 elogios de sus- jefes" ". Cano proporcionó reclutas al Ejército Nacional y donó doscientos pesos "a la Nación". Para l a construcción del puente Combapata, dio tres c aballos y "ha coayud ado con el servicio gr atuito de más de mil jornaleros" y también el suyo propio. El autor felicit a a Cano el

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Decreto del 22 de octubre de 1830, dictado por el Ministro de Guerra José Rivade­ neyra, publicado en Juan Oviedo: Colección de leyes, decretos y órdenes publicadas en el Perú desde el año de 1821 hasta el 31 de diciembre de 1859 (16 vols.), Lima, F. Bailly, 1861-1872, vol.13, p. 275.Los relatos rrúlitares tienden a pasar por alto a las milicias, gran parte de cuya organización y funciones político-militares sigue siendo desconocida Archivo Histórico Militar (en adelante AHM), Legajo Especial: ''Tesorería, Guardia Nacional, Cuerpos Cívicos, 1826-39". AHM, Legajo Especial, ''Tesorería... ".

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por haber "mirado siempre como su primer deber el contribuir a cuanto diga tenga tendencia 69al bien público". En 1834 Cano fue nombrado miembro del Congreso Imbuido en la retórica de caudillo , característica del nacionalismo militarista, este documento ilustra la relación entre las autoridades locales y el gobierno departamental. Periódicamente Cano abastecía reclutas, provisiones, dinero y trabajadores, y de esa forma complacía tanto a su comandante Juan Ceballos -un gamarrista prominente- como a las auto­ ridades superiores a éste y, a su turno, recibía la oportunidad de escalar en la jerarquía militar y acumular una gran cantidad de poder local. Su capa­ cidad para reunir mil trabajadores provenía de su cargo como oficial de las milicias; de esa manera, Cano representaba el escalón que vinculaba a los subprefectos con la sociedad local. Al igual que este personaje, mu­ chos de quienes fueron designados por Anselmo Vera en un documento recaudadores de im­ similar de 1832, habían sido gobernadores, alcaldes, 70 puestos, o habían ocupado otros cargos públicos • Las milicias combatieron consistentemente del lado de Gamarra, al punto que durante su período presidencial la distinción entre militares y milicias llegó a tornarse borrosa. Es más, Gamarra incorporó a muchos regimientos en el ejército nacional. Un contemporáneo afirmaba que du­ rante el gobierno de La Mar, en Cusco "[Gamarra] obra de un modo in­ dependiente. Desobedece las órdenes de La M ar y las desprecia, promue­ las plazas de los ve, licencia, castiga y da grados sin consulta. Aumenta 71 el Presidente 1827 En • ellos" de número el y escuadrones y batallones de la Corte Suprema de Cusco se quejaba de que Gamarra no permitía que oficiales militares -al p arecer incluso oficiales de las milicias- testi­ moniaran ante el tribunal, y de que les había g arantizado inmunidad, lo que constituía una reminiscencia del corporativismo colonial. Pero a pe­ sar de las quejas de los tribunales y de la Junta Departamental, la virtual n inmunidad de los oficiales continuó . Los resultados de los conflictos del Perú con sus vecinos del sur y el norte también favorecieron a Gamarra, quien aumentó el tamaño y fuerza del ejército del sur con el fin de invadir Bolivia en 1828. Así, logró desestabilizar el gobierno de Sucre, y regresó al Perú con una mejor re­ putación y una base militar fortalecida: el Ejército del Sur. La desastrosa guerra con Colombia había diezmado al Ejército del Norte y condujo a que Gamarra, La Fuente y Santa Cruz desalojaran a La Mar, irónicamente el pobre desempeño de Gamarra en el campo de batalla lo fortaleció polí69 70 71 72

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El ángel negro de Cusca ticamente73 • En una de 1830 'escrita cerca de la frontera con Bo1-1via, , carta · . . . . . Gam� _ a reco� oc1a la importancia de las rruhc1as y su virtual fusión con Ios rru 11tares: Asombrado ha quedado el Ministro de Bolivia de ver tan ta .. . , . · gen t e, y tanta rru 11cia c1v1ca, uniformada a su costa de un m odo tan 1gua 1 . que no se d1stmgue · de la tropa veterana más que en la falta de armamento"1•. Entre 1830_ � 1835 Gamarra continuó aumentando la cantidad de .. . mil!c1as en la reg1�� de Cus��- E� 1833 sólo la provincia de Urubamba tema doce _compan1as de milicianos estacionadas en los pueblos más grtndes, as1 como puestos de avanzada en la zona que conduce a la sel­ va . Gamarra_ con�aba en estas unidades para la represión de las rebelio­ nes _cuya cantidad �ba en aumento. En julio de 1833, por ejemplo, el Ba­ 6 tallon Paruro a_y�do a derrotar un levantamiento en Ayacucho7 . En medio de _la �erra_ CIVli de 1834, Gamarra convirtió las compañías civiles de Qmsp_1canch1 en el Bat_all_ón Quispicanchi, al cual el Ejército cooptó, o�or�a�d �(e un rec.?noc1m1ento total. Elogiando su "modelo de moral y d1sc1phna , nombro a dos renombrados gamarristas, Martín Gavino Con­ cha y Pascual Aranab'.31, co!°° comandante y mayor, respectivamente. En 1834 muchos gamamstas importantes comandaban unidades de milicia en Cusco, las que demostraron ser la base militar más- importante de Ga­ marra en la efímera Federación de Cusco77• Mientras tanto, Santa Cruz observaba con cuidado las acciones de Gamarra. A inicios de 1834, en una carta al general Domingo Nieto, Santa Cruz decía que Gamarra quería "ocupar toda la Sierra, concentrán­ dose en el Cuzco, donde tiene grandes parques y almacenes". y luego de derr�tar a G _ am�a _ en agosto d� 1835, Santa Cruz escribió a Orbegoso que han sido an1qmlados p ara siempre el malvado de Gamarra y sus pro­ sélitos 9�� habí� �r�cido considerablemente en este Depto., donde se nos rec1b19 al prmc1p10 peor que a los Españoles"7H. En febrero de 1836 Santa Cruz disolvió todas las milicias de Cusco79 • Los líderes de las mili-

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[búi.

AHM, Legajo Especial, ''Tesorería... ", apéndice: "Lista de Cívicos, Abancay", 1832. Basadre: la iniciación. .. , vol. 1, pp. 148-149. ADC, Libros, 22 de agosto de 1827, p. 268: "Copiador de Correspondencia Oficial que Llevó la Regencia-Presidencia del Cuzco con todas las Autoridades y Corpora­ ciones desde el reestablecimiento de la Constitución".

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Basadre: f!istor�... , vol. l , pp. 225-227; Távara: Historia... , pp. 48-52 y 69-70. Tauro: Epistolario... , p. 215, carta a La Fuente, 6 de diciembre de 1830. Pedro Celestino Flórez: Guía deforasteros del departamento del Cuzco para el año de 1833, Cusco, Imprenta Puolica, 1833, p. 56. M. Nemesio Vargas: Historia del Perú independiente (8 vols.)' Lima' Imprenta de ''El Lucero", 1912, vol. 6, p. 228. Se puede hallar una lista de batallones que eran leales a Gamarra a mediados de 18�5, en "La institucionalización ...", p. 190. Entre las personas que esta lista incluye estan Jos� Santos, Anselmo Vera, Manuel Orihuela. Agustín Rose!, Gregorio Quin­ tana, Felipe Infantas, Gregorio Lugones, Ramón Nadal, Luis Oblitas, José Gavino Concha Y Juan Ceballos. Flórez: Guía de forasteros del departamento del Cuzco pa­ ra el aíjo 1834, Lima, Imprenta de M. Corral, 1834, pp. 93-94. Archivo Santa Cruz, La Paz, Bolivia, carta a Domingo Nieto, 12 de febrero de 1834; carta a Orbegoso, 21 de agosto de 1835. ADC, Bandos, febrero de 1836.

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cias y-la mayor parte de los propios milicianos, sin embargo, volverían a escena. Los militares Con frecuencia los historiadores y los propios contemporáneos de Gamarra han considerado que su primer período presidencial fue una oli­ garquía militar"". La Ley de Reforma Militar promulgada en diciembre de 1829 representó la medida más importante de Gamarra para obtener se­ guidores en todo el país y para marginar a opositores potenciales al inte­ rior de las Fuerzas Armadas. Destinada a recortar los gastos militares del gobierno y a calmar las preocupaciones de los vecinos del Perú, la ley re­ ducía el número de oficiales. Aunque se suponía que los extranjeros y los veteranos del ejército español serían los primeros suspendidos del servi­ cio activo, a través de diversos medios Gamarra convenció a muchos lí­ deres militares, peruanos de nacimiento, para que se "reformen", es decir, para que se retiren. Los críticos de Gamarra le acusaban crecientemente de favorecer a los extranjeros ("los suizos"), cargos de los que se hacía eco la activa prensa anti-gamarrista"'. Así, en una carta de 1830 Gamarra señalaba prudentemente que: "[c]on los reformados es necesario tener mucho cuidado"81• Aunque en 1831 el congreso cambió la ley, Gamarra siguió favoreciendo a sus aliados independientemente de la nacionalidad que éstos tuvieran. A lo largo de todo su período, los opositores conspira­ ron sin éxito contra el gobierno de Gamarra; hay que señalar que las in­ trigas de los "reformados" constituyeron varias de las más importantes entre las diecisiete conspiraciones que Gamarra enfrentó durante sus cua­ tro años como presidente"'. En 1833 Gamarra promovió a más de una do­ cena de oficiales, y en 1834, cuando intentó permanecer en el cargo, to­ dos ellos combatieron a su Iado114• Otra fuente importante de apoyo político provino de los arreglos que Gamarra realizó con el fin de que los militares compren las telas para los uniformes en los obrajes de Cusco. No es sorprendente, por tanto, que 80 81

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Basadre lo describió así en 1929. Basadre: La iniciación..., vol. 1, p. 262; y del mis­ mo autor: Historia... , vol. 1, pp. 276-278. Basad.re: Historia... , vol. 1, pp. 276-278. Las numerosas -y a menudo estridentes-­ publicaciones contra Gamarra contradicen la idea de una prensa °:nsurada � de un sistema político totalitario que con frecuencia se asocia con los presidentes militares. Un resumen sobre la situación de la prensa se halla en Basadre: Historia... , vol. 2, pp. 290-291; Félix Denegrí Luna: "Apuntes para una bibliografía de periódicos cuz­ queños (1822-1837)", en Revista Histórica Nº 26, 1964, pp. 106-235. Tauro: Epistolario... , p. 213. Dante Herrera Alarc6n: Conspiraciones que intentaron desmembrar al sur del Perú, Callao, Colegio Militar Leoncio Prado, 1961; y Basadre: Historia... , vol. 1, pp. 278279. Vargas: Historia... , vol. 6, pp. 191-192.

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los dos obrajeros más prominentes de ese período, Gregorio Lugones, propietario del obraje Amancay en Paruro, y Ramón Nadal, propietario del obraje de Lucre en Quispicanchi, apoyaran entusiastamente a Gama­ rra. En 1826 "[deseando] fomentar las fábricas de este departamento", Gamarra ordenó que anualmente se comprara en Cusco cien mil varas (aproximadamente 84 mil metros) de "bayetón" para el ejército. También solicitó material para miles de uniformes destinados a los soldados de to­ 85 do el país, así como dos mil pares de zapatos • Y en 1827 Gamarra exigió que las camisas de los soldados se· fabricaran en Cusco, "conciliando así la conveniencia de la tropa y la de los habitantes de este Depto.''"º. Du­ rante los siguientes quince años, Lugones y Nadal cumplieron incontables encargos de ropa. Entre 1825 y 1835 el gobierno realizó numerosos pedidos a Lugo­ nes y era frecuente que él se quejara de que no podía cumplir estas órde­ nes hasta no haber recibido el dinero que se le debía.,_ El procedimiento de pago más común era que un prefecto ordenaba a un subprefecto pagar al propietario del obraje con el dinero de los tributos que ya se habían re­ caudado. En 1834, "por no haber un centavo en arcas nacionales" el pre­ fecto de Cusco instruía al subprefecto de Tinta para que entregara a Lu­ gones un adelanto sin especificar. Los problemas financieros de ese mis­ mo año obligaron al gobierno a reducir la solicitud de cuarenta mil varas a treinta mil. Los subprefectos de Cotabambas y Paruro recibieron la or­ den de pagar 3,840 y 3,000 pesos, respectivamente"". En 1831 una explo­ sión y consecuente inundación en el obraje Amancay de Lugones mató a 300 personas y destruyó las instalaciones. -Con el argumento de que las finanzas de Lugones estaban en un "estado deplorable", Bujanda hizo arreglos para garantizarle la hacienda Sahuasahua y un chorrillo en Paru­ ro, que anteriormente habían pertenecido al Convento La Merced. Pese a que las autoridades rechazaron este acto extremo de favoritismo, Lugones

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ADC, ATP, Comunicaciones, Leg. 108, 1825-26, carta de Vicente León a los admi­ nistradores del Tesoro, 5 de setiembre de 1826. A principios de 1826 Gamarra se quejaba de que "los talleres de esta ciudad están atrasado�. como viciosos sus arte­ sanos a quienes es preciso obligarlos con la punta de una espada a ser más honrados y puntualt;S...". AGN, OL 144, pp. 311-471, 1826, carta fechada el 12 de noviembre de 1826. Al realizar estas solicitudes era frecuente que las autoridades pusieran énfasis en la desnudez de los soldados. ADC, ATP, Comunicaciones, Leg. 109, 7 de diciembre de 1827, y Leg. 110, 1828-1829. A través de estas gestioni;s Gamarra ganó también el apoyo de los artesanos de Cusco. Véase Krüggeler: "El doble desafío ...". Se puede hallar una muestra de algunos de los incontables documentos que involu­ craban a Lugones, en AGN, OL, 131, pp. 320-394, 1825; ADC, ATP, Administra­ ción, Leg. 5, 1838-39; ADC, ATP, Comunicaciones, Leg. 109, 1827; y AHM, J-17, Libros Copiadores, Correspondencia con el Prefecto del Cuzco, 1828-1834. ADC, ATP, Comunicaciones, Leg. 117, 1834-35.

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El ángel negro de Cusca

89 comenzó a alquilar Sahuasahua a partir de 1833 • Desde 1830 hasta por l lo menos 1834, Lugones fue el comandante de las milicias d� Paruro•". � podna s, cnpto con y ios voluntar , soldados de grupo gran � un control de _ beneficiar al propietario de una actividad de mano de: obr� mten�1va com_o eran los obrajes. Empero, Lugones no era un gamarnsta mtrans1gente: si­ guió vendiendo al gobierno durante 1836-1839, el período de la Confede­ ración Perú-Boliviana. Así, a fines de 1835 un representante d� �anta Cruz ¡0 había abordado diciéndole con astucia: "Creo que vd. es idolatra de la ley"91• Ramón Nadal, por otro lado, apoyaba resueltamente a Gamarra, Y se había jugado por el caudillo de Cusco. Nacido en_ ��ta, en 1? que lue­ go sería Argentina, Nadal había sido coronel del eJerc1to realista, Y -�e capturado en la Batalla de Ayacucho. A fines de 1824 Gaman:_a lo env�o Cusco para propagar las nuevas sobre la derrota de los espanoles. Rap1damente Nadal se convirtió, de un virtual prisionero de guerra, en un m­ fluyente oficial militar y hombre de negoci�s.. En 1827, cuando lo !1om­ bró comandante de las milicias de Chumb1v1lcas, Gamarra afirmo que Nadal "[n]o obstante que es un capitulado, tiene muy buena disposi_ción, aptitudes, conducta, y que n? carece de patri�tism?··· por las rel��10nes de sangre que tiene en esta cIUdad por su matnmomo con una faIIllha de­ cente",n. A través del matrimonio, Nadal se había vinculado con una co­ , y era propietario del obraje de nocida familia de Cusco, los Garmendia 93 Bujanda lo recomendó para el 1830 En • Lucre, en la misma provincia Ci_vi! en la importante Milicia la de Regimiento del Coronel de cargo , provincia de Quispicanchi. Y en 1834 Nadal se conv1rt10 en Cor�nel de la Caballería de Chumbivilcas. Aunque su apoyo a Gamarra era bien cono­ cido, logró continuar sus negocios durante la Confederación Perú­ "" Boliviana . Luego de la derrota -bajo la dirección de Gamarra- de la Confederación Perú-Boliviana, las autoridades elogiaron a Nada! por ha­ ber obstaculizado a los soldados del general Francisco de Paula Otero, un importante líder militar santacrucista. En 1839, Nadal organizó en Cusco importantes actos públicos a favor de Gamarra, y en 1840 era coman-



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AGN, RJ, Justicia, Leg. 195, 1831-35. Escandell-Tur: ''Textile Production ... ", P· 467. Un funcionario anónimo recomendó a Lugones por haber puesto en "pie brillante" la milicia civil de Paruro, a cuyos instructores pagó de su propio bolsillo. AHM, 1831, Nº 990, 12 de abril de 1830. ADC, ATP, Comunicaciones, Leg. 117, 1834-35. AHM, "Documentos Originales de la epoca del Virreynato", 1827, 8, 45, 12 de abnl de 1827. AHM, Legajo Especial, Tesorería, Guardia Nacional, Cuerpos Cívicos, 18 6-39. _ 7 Los Garmendia terminaron como propietarios del obraje de Lucre, conv1rt1endose así en una de las familias más importantes de Cusco. Heraclio Bonilla, Lía del Río y Pilar Ortiz de Zevallos: "Comercio libre y crisis de la economía andina: El caso del Cuzco", en Histórica 2, Nº J, 1978, p. 17.

dante general del departamento, uno de los tres funcionarios más impor­ 95 tantes de Cusco • Las actividades de Gamarra no se limitaron a la creación de una fuerte base para colocar a sus seguidores en los cargos políticos claves, las milicias y el Ejército. También utilizó el sistema de recaudación para recompensar a sus protectores. Así, en la guerra civil de 1834 utilizó exenciones de tributo para compensar a quienes lo defendían. A princi­ pios de mayo, Bujanda retransmitió un mensaje de Gamarra que excep­ tuaba a determinados individuos de Quispicanchi y Paruro del impuesto "de casta" como recompensa por sus "servicios distinguidos a la patria"'°. Pocos días después, Bujanda prometió a los "vecinos blancos" que serían exceptuados de ese mismo tributo si combatían en las guerrillas o la mili­ 97 cia de Gamarra • Los prefectos también utilizaban las deudas por im­ puestos como un medio para atacar a sus enemigos. Luego de cada cam­ bio de régimen la administración entrante examinaba los registros de los funcionarios salientes. Por ejemplo, cuando Gamarra fue derrotado por Santa Cruz en 1835, el general santacrucista Bias Cerdeña instruyó a las autoridades del Tesoro de Cusco para que verifiquen las finanzas de todos 98 los subprefectos garnarristas • Todos los subprefectos nombrados por Gamarra enfrentaron proce­ sos judiciales relacionados con el uso que habían hecho del dinero de los impuestos, procesos iniciados no sólo por Santa Cruz sino también por el propio Gamarra. Durante su administración, algunos de los seguidores más leales de Gamarra fueron llevados ante los tribunales para justificar las deudas que habían contraído mientras fueron subprefectos. De hecho, el Tesoro no sólo mantenía una cierta dosis de autonomía que le permitía perseguir a los deudores,· sino que el propio Gamarra se mostró deseoso de llevar ante los tribunales a sus propias autoridades leales, ya que estos procesos legales no sólo los mantenían bajo su control ·sino que las deu­ das que ellos pagaban le proporcionaban los ingresos que él necesitaba. 95

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Acta, 23 de febrero de 1839; y AHM, Legajo Especial, Tesorería, Guardia Nacional, Cuerpos Ovicos 1826-39. Nadal encargó un volante de dos páginas en el cual ex­ presaba su gratitud -a los rrumerosos prefectos y al propio Nada!- por la derrota de Santa Cruz, "el tirano que esclavizó al Perú". Gamarra también hizo distribuir un volante de una página, escrito en quechua, y en prosa igualmente florida, donde ex­ presaba su gratitud a sus paisanos, señalando que la nación esperaba que su bravura y patriotismo seguirían siendo el pilar del orden y la salvaguarda de la libertad. Cus­ co, 20 de mayo de 1839. Estos documentos han sido hallados en la Colección Velas­ co Aragón, que está depositada en la Universidad Nacional San Antonio Abad de Cusca. ADC, ATP Comunicaciones, Leg. 116, 1833-34, carta a los sres. adm. del Tesoro público, 9 de mayo de 1834. ADC, ATP Comunicaciones, Leg. 116, 1833-34, carta a los sres. adm. del Tesoro público, 9 de mayo de 1834. ADC, ATP, Asuntos Contenciosos, Leg. 82, 1836-37, carta fechada el 25 de agosto de 1834.

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el En 1833, mientras Gamarra todavía estaba en el cargo de presidente, er cuando de deudas por nal trib el ante llevado fue ! prefécto Buja:nda _ .� subprefecto de Urubamba. El culpó a los perversos enem1g?s �el orden por la prueba a la que se vio sometido. Y aunque no se tomo mn�1.ma de­ cisión, el hecho de que un gamarrista prominente de Cusco tuviera q�e defenderse ante ""los tribunales pone en cuestión la noción sobre un caudi­ llo omnipotente . Para la supervivencia política en este tumultuoso pe­ el dinero era más importante que el apoyo de una ríodo, con frecuencia ux, determinada autoridad . La política de Cusco, en esos mom�ntos, n� debería �nt�nderse únicamente como una división entre gamarnstas y liberales. S1 bien mu­ chos individuos no participaron en las habituales luchas políticas, otros sirvieron y aún apoyaron a ambos lados de la contienda. Pablo Mar y Tapia es un ejemplo de la _habilida� �ue mu�h?� mos­ traron para esquivar el alto costo del ostr�c1smo _ p_?hhco. � m1c10s de colomal de Cusco, rac10n 1804 mantuvo importantes cargos en la admm1st Hab ia. Audienc Real la de or �a ayudado a la incluyendo la de Procurad y contra la re­ Peru Alto del rebeldes los a combatió ésta cuando Corona y Becei:ra Chacón belión de Pumacahua, y en 1816 reemplazó a Agustín �enc1�, Indepen la de Luego cia. Intenden Real en el cargo de Notario de la ncia promme su a stos pu ulos bstá los todos superar logró Tapia y � Mar � � _ durante el dominio colonial. Era prop1etano de vanas haciendas Y de una de las casas más elegantes de Cusco, la Casa del Almirante, donde hos­ pedó al general Sucre, al Presidente Orbegoso y al Preside;1te Santa_Cruz. de En 1825 organizó la recepción a Bolívar -con lo que gano los elog10s IOl . o Congres el en Paruro por Gamarra-, y en 1826 fue representante Mar y Tapia tuvo preferencia por los rivales políticos de Gamarra. En julio de 1834 Juan Bautista Arguedas, un prefecto p�idario de, Orbe­ goso nombró a Mar y Tapia como tesorero, cargo que este ostento hasta mado de 1835. Arguedas decía que Marl02y Tapia había sido "el blanco de las persecuciones" del régimen anterior • No obstante, Mar y Tapia re­ cuperó el apoyo de Gamarra y, manteniéndose fuera de las perm�entes luchas políticas de fines de la década de 1830, en 1839 re_tomo a su puesto de notario. Como lo demuestra el caso de este personaJ�, e� �ons­ tante caos y la aguda retórica de las luchas entre �a_u�illos no s1gmf1cab,a que la sociedad del Cusco estuviera claramente d1v1d1da en campos poh­ ticos correspondientes a cada caudillo.

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AGN, PL, 13-58, 1831. Estos procesos están en la voluminosa sección "Asuntos Cont�nciosos". . ,, en Horacio Villanueva Urteaga: "Don Pablo Mar y Tapia, anfitnón de presidentes , Revista del Archivo General de la Nación 7, s.f., pp. 163-175. Villanueva Urteaga: "Don Pablo...", p. 174.

El ángel negro de Cusca La ideología gamarrista: Priínero el Cosco

A través de más de una década y media de conspiraciones, coali­ ciones, golpes y campañas militares, Gamarra llegó a ubicarse como el conservador más prominente del Perú a inicios de la República. Rápida­ mente se unió a los opositores a Bolívar, quien lo había nombrado pre­ fecto de Cusco, y a fines de la década de 1820 dirigió las actividades contra los liberales. En 1829 asumió la presidencia, la que mantuvo hasta 1833. La derrota de Santa Cruz en 1838 y el retomo de Gamarra a la pre­ sidencia.constituyeron el punto más alto de los conservadores peruanos. La Constitución de 1839, a la que Pablo Macera clasificara como "el más vergonzo documento de la historia republicana del siglo XIX", defendía la esclavitud y el poder centralizado en el Presidente, y eliminaba cual­ quier remanente de reforma social"". El Presidente Gamarra apoyaba to­ das las causas que eran comunes a los conservadores del siglo XIX: polí­ ticas comerciales proteccionistas, severas medidas de control social, ins­ tituciones centralistas, y un discurso xenofóbico. Y, por otro lado, la coa­ lición de Gamarra en Cusco demostró una característica notable de la po­ lítica de inicios del Perú republicano: las firmes conexiones entre los mo­ vimientos regionales y los movimientos nacionales. En su gestión en Cusco, en Lima como presidente, o en todo el país y sus fronteras durante sus numerosas campañas militares, Gamarra per­ petuó un rasgo central de su movimiento: el autoritarismo. Él y sus segui­ dores culpaban de los males del país a instituciones indecisas e inaplica­ bles como el Congreso o las juntas departamentales, y planteaban que la solución era Gamarra, un gobernante fuerte y eficiente. Por ejemplo, en una obsequiosa carta escrita a Bolívar en 1826, Gamarra señalaba que: "Los pueblos no quieren teorías impracticables; quieren salir de la pobreza y descansar de la guerra que los ha oprimido. La li­ bertad que consiste en hablar y escribir sin trabas, es insignifi­ cante para la presente civilización. En una palabra: la América 4 entera necesita de un Gobierno vigoroso y paternal"I0 • Los ideólogos autoritarios ponían énfasis en los males-de la política de los partidos y culpaban a los liberales por la inestabilidad del Perú. Así, un autor anónimo afirmaba que "los anarquistas todo lo hacen con liberalismo"I05. En 1839,el peri.ódico gamarrista Cuzco Libre celebraba cautelosamente la derrota de Santa Cruz en términos similares: "El Perú está libre de la dominación estranjera; pero aún no está de la tiranía de los 103 104 105

Pablo Macera: Trabajos de historia (4 vols.), Lima, INC, 1977, vol. 4, p. 79. Tauro: Epistolario... , pp. 51-52, carta a Simón Bolívar, 26 de julio de 1826. Las citas están en un folleto anónimo fechado en Cusco el 11 de junio de 1833. Los tres documentos han sido hallados en la Colección Velasco Aragón.

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partidos, de las rencillas, de la trivialidad, del incensato... y de la fuerza de la ambición:.. ""'". Los ideólogos de l autoritarismo argumentaban que las argollas de políticos liberales -que además eran extraños a Cusco­ impedían la unificación del Perú bajo la égida de Gamarra. En Cusco, los de bates y acu saciones entre liberales y conservado­ res -o gamarristas- iban paralelos a los debates que se llevaban a cabo e_n Lima. A través de la prensa activa -que se analiza en de talle en el si­ guiente capítulo- la g ente de las provincias �eía y coment�?ª. los trabajos de los ide ólogos limeños. Los artículos pubhcados en penódrcos de Cus­ co, Ayacucho, Trujillo y otros lugares no sólo transmitían noticias d� Li­ ma, sino que informaban a los lectores de Lima sobre lo qu e ocum� en las provincias. Al tiempo que el flujo de noticias y debates ideológicos iba de Europa y Estados Unidos hacia Lima y de ahí con gran fuerza ha­ cia e l interior del país, una persistente contracorriente permitía a los mo­ vimie ntos provinciales influenciar en los círculos intelectuales y políticos de la capital. En Lima, Cusco y otros lu gares, los re dactores conservado­ res pregonaban los beneficios de un gobierno fuerte y estable, � condena­ ban a los liberales por lle var al Perú hacia al anarquía. Por eJ emplo, en 1833 los escritores gamarristas decían que sus enemigos eran "malvados sans-culote s! [que n]ada quieren sino e l desorden y la anarquía"un_ La primera edición del periódico gamarrista La Aurora se iniciaba _con un artículo titulado "Revolución", que comenzaba llamando a los hberales "la ruina de los pueblos""'". Los seguidore s de Gamarra alegaban que los liberales tenían la in­ tención de poner en el poder a una nue va oligarquía. Con e l fin de subra­ yar la naturaleza cerrada y elitista de los liberales, los denominaban club o partido, en un sentido claramente peyorativo. En un folleto titulado "A los habitantes de Cuzco", Martín de Concha, Prefecto gamarrista -en ese mome nto partidario de Salaverry- declaraba: "No conoceréis más parti­ dos: han huido con los enemigos de l orden, los nombres de serviles, libe­ rales, forasteros y estranjeros: todos somos hijos de la patria y amigos"u". Los liberales, a su vez, criticaban a los conservadores por retrotraer al Pe­ rú a un despotismo de estilo colonial, y a Gamarra por corrupción y ami­ guismo. Un folleto de 1833 se lamentaba de que : "Por una fatalidad deplorable he mos visto en nue stros tiempos que Gamarra concentró todos los elementos de conspiración y de desorden particularmente en· este departamento, y sacó de la obs­ curidad hombres que reunidos en torno de su persona pudiesen

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Cuzco libre, 1º de febrero de 1839, vol. l. Folleto anónimo, 11 dejunio de 1833. La Aurora Política del Cuzco, 24 de marzo de 1835, y 30 de marzo de 1835. Martín de Concha: El prefecto del departamento del Cuzco, a sus habitantes, Cusco, 16 de marzo de 1835. tl

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ser sus esclavos, y sostener a toda trance la horrenda dominación que intentó...""º. El tema central que dividió a los liberales y a los conservadore s fue si sería posible que en el Perú funcionaran instituciones republicanas co­ mo e lecciones, congreso, o libertad de prensa. Gamarra no proponía para Cusco el mismo programa que para el país. Durante su período como prefecto y posteriormente, cuando Bujan­ da y otros de sus protegidos mantenían ce losamente el apoyo a Gamarra en la región, éste ofreció lo que podría llamarse la plataforma de "Prime ­ ro el Cus_co". El gamarrismo ponía énfasis en esta predilección del caudi­ llo por su· tierra natal, a la que elogiaba exageradamente a través de una retórica chauvinista, y que se materializaba en diferentes tipos de favori­ tismo. Centrándose en el doloroso contraste entre su glorioso pasado Inca y e l estancamiento de inicios del siglo XIX, Gamarra e chaba la culpa de la decadencia de la región a la usurpación y discriminación proveniente de los forasteros, particu larmente a las fuerzas políticas de Lima, Arequ i­ pa y Bolivia. De esa manera, Gamarra y sus colegas difundían un discur­ so hiperbólico que ponía énfasis en el hecho de que Gamarra había naci­ do en Cusco, y en su deseo de que ésta recu pere su preeminencia anterior. Prácticamente todos los textos que formaron parte de las celebraciones de 1824 y 18_25 enaltecían sus orígenes cusqueños. Una década después, e n 1835, e n un volante que anunciaba su regreso a Cusco, Gamarra procla­ maba así: "COMPATRIOTAS: Hoy he pisado el sue lo sagrado del país natal, después de un año de ausencia. En todas partes, y aun en me dio de los pe ligros, siempre permanecisteis en mi memoria y en mi corazón. Al repa­ sar el Desaguadero, fui instruido de que la cuna de los Incas ocu ­ pada por una soldadezca insolente, padecía humillaciones inme­ 111 recidas; me decidí a cumplir con el-más grato de mis de beres"

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El gobierno y la nación, Cusco, 1833. Véase también Méndez: "Incas sí...", y los di­ versos trabajos de Basadre sobre el pensanúento autoritario. Agustín Gamarra: El Mariscal Don Agustín Gama"ª a los cuzqueños, Cusco, 9 de junio de 1835. Se refiere a las tropas de Salaverry que, cuando ocuparon Cusco a mediados de 1835, fueron acusadas de maltratar a la población. A su retomo a Cus­ co en 1839, Gamarra lanzó una proclama similar: "Paisanos: al pisar la tierra de mi nacimiento, mi corazón se ha conmovido más con la reseña que me habeis hecho de vuestras desgracias, que con las demostraciones de júbilo y de entusiasmo...". Agustín Gamarra: El presidente provisorio de la repúbli­ ca a los habitantes del depanamento del Cuzco, Cusco, 20 de mayo de 1839.

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De esta manera, el discurso gamarrista en Cusco reafirmaba, una y otra vez, su lealtad hacia su tierra natal y la anterior importancia de la re­ gión. Por otro lado, los folletos políticos subrayaban la significativa grandeza de la región durante los períodos Inca y colon_ial. Cuando se contrastaba la desalentadora situación presente con el pasado, los ideólo­ gos gamarristas fusionaban el Imperio Inca y la fortaleza política y eco­ nómica de Cusco en el período colonial. Escritores y oradores presenta­ ban a los Incas corno un símbolo de la anterior grandeza de Cusco, sin re­ ferirse en algún modo sustantivo a los propios Incas o a sus descendien­ tes. Por momentos las referencias a los Incas trascendían el mero chauvi­ nismo cusqueño para sustentar históricamente los méritos de un gobierno autoritario. Por ejemplo, en 1827 una crítica a las autoridades corruptas de la República elogiaba el orden y moralidad de la región desde los tiempos de los Incas hasta la derrota de los españoles, los que el autor atribuía: "No por las ciencias que les ilustraron, ni por la lenidad de sus sabias leyes: por el contrario la rigidez fatal de éstas, el asiduo trabajo a que los dedicaban, y la infatigable vigilancia de los jefes en castigar los más pequeños descuidos, fueron los ajentes que dieron brillo, y esclarecimiento desmedido a todos los que perte­ necen al Imperio del Inca..." 112 En 183 l, un folleto se preguntaba, ridiculizando a los liberales: "¿Para qué querernos más pacto social que el que establecieron nuestros Incas? ¿Qué cosa más racional que el que mande uno i. obedezcan to­ dos?"113. Los gamarristas representaban al Imperio Incaico corno un mo­ delo de jerarquía y control social, interpretación que otros conservadores habían desarrollado en el siglo XIX. En febrero de 1834 Samuel Lamed, Encargado de Negocios de Estados Unidos en Lima, escribió al Secretario de Estado de su gobierno advirtiéndole que Gamarra usaba a los Incas corno parte de sus esfuerzos por establecer una monarquía en el Perú; _''.no cabe ninguna duda de la intención de Gamarra y sus partidarios de establecer un gobierno monár­ quico en el Perú... bajo el imperio de este personaje que afirma descender de los Incas... y cuya afirmación tiene sustento en lo que se refiere a su aspecto personal; ... ya que su origen es evidente: que es un descendiente 112 113

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El ángel negro de Cusco casi puro de los aborígenes de esfe país"114• El general Orbegoso, que ha­ bía sido depuesto por Gamarra y cuyas fuerzas lucharon contra las de Gamarra en una guerra civil en el momento en que esta carta se escribía, había alertado a Lamed en relación al peligro que planteaba Gamarra. Si bien las acusaciones sobre las supuestas inclinaciones monárquicas de Gamarra podrían ser descartadas corno mera propaganda liberal, la men­ ción a los Incas suena verosímil. Los garnarristas invocaban consistente­ mente a los focas corno ocurrió, por ejemplo, a mediados de 1835, cuan­ do finalizaba la guerra civil entre Orbegoso y Gamarra que condujo a la Confederacíón Perú-Boliviana dirigida por Andrés Santa Cruz, cuando un coronel gamarrista distribuyó un folleto que decía: "COMPATRIOTAS: El Perú está todo dislocado y va a perecer víctima de la aspira­ ción y de los partidos sino trabajáis en rehacerlo de entre sus mismos fracrnentos. Y que: ¿la Roma de América, la opulenta Cuzco, la cuna del grande imperio que debe ser el centro común de todos los Peruanos, consentirá fríamente en su disolución y rnuerte?"m. Gamarra y sus seguidores reelaboraron en su propia plataforma conservadora la antigua interpretación del Imperio de los Incas corno un símbolo de resistencia y renacimiento. Si bien en el período colonial los Incas habían servido corno una alternativa utópica para diferentes rebel­ des y revolucionarios, incluyendo a Túpac Arnaru y Purnacahua, para l.os garnarristas constituyeron un ícono clave en el Cusco posterior a la Inde­ pendencia. Los liberales de la región no pudieron -ni lo hicieron- érn­ plear a los Incas con el mismo éxito. Gamarra recordaba constantemente a la población del Cusco lo be­ neficioso que era tener a un leal hijo de la tierra en el cargo durante tiem­ pos fugaces. De hecho, su favoritismo por la región era muy notorio en los negocios qrie él encomendaba a los propietarios y operarios de los obrajes de Crisco: a lo largo de este período, estos empresarios estuvieron a la cabeza de la campaña a favor de políticas comerciales proteccionis-

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El Cuzqueño Observador, Lima, 1827. "Lima, 17 de abril de 1831". El Peruano Avergonzado, Valparaíso, Imprenta de

Ontiveros, 183 J. Para otros ejemplos sobre la utilización de los Incas con el fin de justificar un gobierno autoritario, véase el discurso del Padre Francisco Zúñiga, pro­ nunciado en febrero de J 825, en Manuel Jesús Aparicio Vega: ''Testimonios cus­ queños del libertador: La oración de Zúñiga en honor de Bolívar", en Revista del Archivo General de La Nación 4-5, 1977, pp. 35-53.

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Carta de Samuel Lamed a Louise McLane, 13 de febrero de 1834, en William R. Manning (ed.): Diplomatic Correspondence of the United States: lnter-American Affairs 1831-1860 (12 vols.), Washington D.C., Carnegie Endowinent for Interna-· tional Peace, 1938, vol. JO, pp. 319-320. En otra carta, incluida en este mismo vo­ lumen, Lamed comparaba a Gamarra con el mexicano Santa Anna, argumentando que ambos intentaban establecer gobiernos monárquicos. Carta de Lamed a John Forsyth, 26 de marzo de 1824 (pp. 330-332). José Miguel Medina: El coronel prefecto y comandante jeneral del depa11amento a sus habitantes, Cusco, 2 de junio de 1835.

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DE TÚPAC AMARU A GAMARRA tas116 • Invariablemente, los autores de este período afirmaban que los cul­ pables de la crisis económica de Cusco eran las políticas de libre comer­ cio que habían debilitado a los obrajes de la región. En 1830 los comer­ ciantes de Cusco se resistían al establecimiento de casas comerciales ex­ tranjeras en su ciudad. Condenaban la "invasión" de mercancías extranje­ ras que según ellos estaba destruyendo los obrajes y chorrillos y dejando a la gente sin trabajo. Claramente interesado en hacer a un lado a la com­ petencia extranjera, Ramón Nada! encabezó la acusación de proteccio­ nismo, !�entando la "furiosa gu erra" lanzada por los extranjeros contra la producción nacional, así como la ruina potencial de "el suelo de los In­ cas" si se dejaba las manos libres a los "insaciables europeos". No sor­ prende, luego, que el gobierno nacional encabezado por Gamarra se pu­ 117 siera del lado de los comerciantes de Cusco • Muchos grupos de Cusco avizoraban que las políticas de libre comercio por las que abogaban los liberales constituían una amenaza a su producción textil y una dádiva a favor de los comerciantes de la Costa. En 1829, un autor culpaba a las importaciones permitidas bajo el libre comercio de que en la región estu­ viera ocurriendo: "la disminución de las rentas públicas, el desmayo de la agricul­ tura, la parálisis del comercio, el entorpecimiento de la circula­ ción, la notable escasez del numerario, la aniquilación del crédito público y privado, el temor, la desconfianza, y lo que es mucho más sensible y doloroso, el que cincuenta mil familias que antes se ocupaban y mantenían honradamente en manufacturar tocuyos, bayetas... se vean hoy reducidas a la indigencia y a la desespera­ ción, así como la numerosa arriería que se empleaba en sus trans­ portes desde las provincias interiores"m. Gamarra también sacó provecho de la animosidad de Cusco hacia otras regiones importantes: Lima, Arequipa y Bolivia. En 1836 el cónsul de Estados Unidos en Arequipa consideraba que Cusco debería ser la ca­ pital nominal de una confederación, pues sus habitantes "son de naturale-

El ángel negro de Cusca za celosa y turbulenta"119• Los habitantes de Cusco compartían con sus vecinos del sur andino un antiguo disgusto por el centralismo de Lima, sentimiento que había animado la serie de revueltas coloniales a lo largo 120 de la región • Un viajero francés que visitó Cusco en 1834 observaba que a los residentes de Cusco "como aquéllos de La Paz y· otras ciudades andinas, no les gusta la gente de la Costa y profesan por ellos un desdén 121 por lo que ellos creen es su usura" • cu. s queños también desconfiaban de Arequipa con el temor de Los q�e, si los esquemas liberales provenientes de Arequipa se ponían éri ac­ ción, Cusco perdería su tradicional supremacía económica y administrati­ va en el sur. Andrés Santa Cruz proporcionó un testimonio vívido sobre la animosidad entre las dos regiones cuando, en julio de 1834, con evi­ dente frustración, escribió a su gabinete que no sólo Gamarra y Orbegoso eran enemigos irreconciliables, sino también lo eran Arequipa y Cusco, pues cada uno "quiere el aniquilamiento del otro". Al siguiente mes, se­ ñalaba que "los arequipeños no quieren componer familia con el Cuz­ 122 co" . Asimismo, Gamarra constantemente incitaba sentimientos anti­ bolivianos en Cusco, particularmente contra Santa Cruz. Suele suceder que el análisis de una perspectiva política "de la región " exagere la cohe­ sión; sin embargo, en el caso de inicios de Cusco republicano, Gamarra tuvo éxito en la creación de una amplia alianza que definía sus objetivos en oposición a otras ciudades principales y sus líderes123

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Según �aul Gootenberg, Cusco "no era sólo una zona proteccionista, pues se había convertido en un verdadero centro de agitación nacionalista, por lo menos hasta la década de 1830". Véase "North-South...", p. 294. AGN, Sección Republicana del Archivo Histórico de Hacienda, PL 10-19, 1830. Esta _fuente está citada y analizada en Bonilla et al.: "Comercio libre... ", pp. 19-20, que mcluy_e otras citas_ escogidas. Véase también Félix Denegri Luna: "La antigua controversia sobre el hbre comercio en el Cuzco de 1829" ' en Banca 2' Lima, diciembre de 1982, pp. 77-81. Artículo anónimo: "Economía Política", en El Acento de la Justicia, Cusco, 3 de se­ tiembre de 1829, Nº 33, 4, citado por Denegri Luna en Blanco: Diario... , vol. 2, p. 185.

122

123

Departamento de Estado de los Estados Unidos, Despachos Consulares, Lima 182354, Archivos Nacionales, M l 54, rollo 3, 22 de enero de 1836-10 de julio de 1838, carta de T. Taylor al Secretario de Estado John Forsyth. Fisher: "Royalism... "; Alberto Flores Galindo: ''Región y conflictos sociales: Lima y Cusca en el siglo XVUI", en Los caminos del laberinto Nº 2, 1985, pp. 33-41; y O'Phelan Godoy: "El Mito...". Etienne Gilbert y Eugene de Sartiges: Dos viajeros en el Perú Republicano, editado por Raúl Porras Barrenechea, traducido por Emilia Romero; Lima, Editorial Cultural Antártica, 1947, p. 68. Eugene de Sartiges usó originalmente el seudónimo de E. S. de Lavand_ais. Para un análisis sobre los beneficios del traslado de la capital de Lima a Cusca, véase La Brújula Nº 2, 1831. Archivo Andrés Santa Cruz, La Paz Bolivia, carpeta de 1834, 26 de junio y del 22 de julio de 1834. Sobre la rivalidad entre Gamarra y Santa Cruz véase Ernesto Diez­ Canseco: Perú y Bolivia: pueblos gemelos, Lima, Imprenta Torres Aguirre, 1952, particularmente las pp. 130-131; John Frederick Wibel: 'íhe Evolution of a Regio­ nal Community within the Spanish Empire and Peruvian Nation: Arequipa, 17801845", tesis de Ph. D., Stanford University, 1975. "Cusca" no fue una entidad artificial creada a partir de la ruptura con España, sino que por siglos existió como un centro político y administrativo. A lo largo del perío­ do colonial la gente reconocía a Cusca como su "patria". 193

Conclusiones

VIII

CONCLUSIONES "Cuzco. ¡Qué complejo es su destino!"

Jorge Basadre'

En noviembre de 1841, Gamarra se encontraba en Bolivia, comba­ tiendo. Como presidente del Perú por segunda vez había estado a la cabe­ za de la Regeneración, un gobierno firmemente conservador formado por quienes habían derrotado a Santa Cruz y a la Confederación Perú­ Boliviana. Las fuerzas de Gamarra habían ingresado a Bolivia con el fin de impedir que Santa Cruz retome al poder y, supuestamente, para orga­ nizar una confederación bajo el control de los peruanos (y del suyo pro­ pio). Pero el 18 de noviembre, las tropas bolivianas pusieron en fuga a los peruanos, y Gamarra contempló cómo su ejército se desbarataba, y su ca­ ballería emprendía la retirada. En momentos en que estaba haciendo lo imposible por animar a sus tropas, recibió un disparo y cayó muerto; mu­ chos afirman -tal vez sea cierto- que fue asesinado por uno de sus pro­ pios soldados en venganza por los maltratos que éstos recibían en los cuarteles2• La muerte de Gamarra coincidió con una serie de importantes cambios en Cusco. Primero, después de 1840 ésta ya no era la sede de los proyectos políticos disidentes más significativos. Durante los sesenta años anteriores, una serie de conspiraciones, sublevaciones y gobiernos efímeros se habían alzado contra el colonialismo español y el centralismo limeño. Aunque �on diferentes estrategias y bases sociales, los partici­ pantes en estos movimientos intentaron descolonizar el Perú, al que espe­ raban transformar de un virreinato étnicamente diverso y altamente estra­ tificado, en una nación independiente. Después de la Independencia, los 1 2

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Jorge Basadre: Prólogo a Tamayo Herrera: Historia social..., p. 16. En 1873, un peruano moribundo dijo a Manuel González Prada que él-y no los bo­ livianos- había asesinado a Gamarra, opinión que Abraham Valdelomar reproduce en La Mariscala: Doña Francisca Zubiaga y Berna/es de Gama"ª· Lima, Taller Tip. de la Penitenciaría, 1914, y Alfredo González Prada: Un crimen pe,fecto: El asesinato del Gran Mariscal Don Agustín Gama"ª· Presidente del Perú, New York, H. Wolff, 1941. Jorge Basadre refuta esta afirmación; Historia. .. , vol. 2, pp. 148-152.

rebeldes lucharon por ubicar la capital de la República en los Andes y no en la costa. Por otro lado, la muerte de Gamarra también marcó un cambio más sutil en la política caudillista. Los jefes militares continuaron gobernando el Perú durante la mayor parte del siglo XIX, aunque con notables dife­ r�ncias respecto a cómo habían gobernado Gamarra y sus congéneres de los primeros tiempos de la República. Es necesario señalar que, luego de la década de 1840, los conflictos fronterizos ya no constituían la actividad central de los jefes militares, 'ya que las luchas que se analizan en este trabajo habían definido, en gran medida, el territorio peruano. Asimismo, luego de mediados del siglo, los caudillos provinieron principalmente de las filas de la clase media alta costeña. Ya no predominaban los mestizos provincianos como Gamarra, Santa Cruz y Castilla, y habían surgido par­ tidos políticos más fuertes. Si bien los caudillos seguían rivalizando por el poder, sus bases y antecedentes institucionales eran diferentes'. En tercer lugar, en las décadas posteriores a la muerte de Gamarra la relación entre los indios y el Estado experimentó cambios drásticos, ya que la abolición de la contribución de indios en 1854, y la implementa­ ción de una Constitución liberal, pusieron fin al orden de cosas que se ha estudiado en el presente trabajo. Por otro lado, en las últimas décadas del siglo XIX, aumentó la demanda tanto por la tierra que estaba en poder de las comunidades indígenas como por la mano de obra indígena. Las co­ munidades campesinas ya no contaban con un Estado inclinado a conci­ liár en retomo por los tributos que ellos pagaban. Por el contrario, el Es­ tado encabezó, o por lo menos apoyó, las arremetidas que sectores no in­ dígenas lanzaron hacia la autonomía indígena con el fin de obtener acceso a los recursos de las comunidades. De esta manera, el "asalto liberal" a las comunidades indígenas comenzó más abiertamente en la segunda mi­ tad del siglo XIX. A la luz de los acontecimientos posteriores, el período comprendi­ do entre 1780 y 1840 puede considerarse como un intervalo largo y caóti­ co, luego del cual el florecimiento de una economía de exportación per­ mitió a la oligarquía limeña, a los caudillos menos quijotescos y a mesti­ zos usurpadores de tierras, conformar una coalición duradera, aunque frá­ gil. Así, el período que cubre el presente estudio de alguna manera cons­ tituiría un preámbulo desordenado al capitalismo y a la usurpación a gran escala de los recursos de los campesinos andinos. Sin duda, en la última mitad del siglo XIX, la expansión de la economía de exportación -cen­ trada en la extracción de guano, algodón y azúcar- y la creciente codifi­ cación del racismo en la mentalidad y las leyes del Perú,. profundizaron 3

Se puede hallar estos argumentos en Basadre: La iniciación... , vol. 1, pp. 126-30. Véase también Celia Wu: Generals and Diplomats: Great Britain and Peru, 1 820_ 1840, Cambridge, Centre of Latin American Studies, University of Cambndge, 1991.

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las divisiones geográficas, étnicas y de clase. En otras palabras, el centra­ lismo y el racismo se institucionalizaron bajo un barniz liberal. No obstante, se puede establecer continuidades importantes entre el período transicional que se analiza aquí y el Perú posterior a 1840. En estas conclusiones revisaremos algunos de los argumentos centrales desa­ rrollados en el presente trabajo, a la luz de los acontecimientos ocurridos después de mediados del siglo XIX. Aunque se resalta las principales transformaciones sóciales y políticas, se intenta, asimismo, poner el énfa­ sis principal en la contribución de los argumentos teóricos y metodológi­ cos de este libro para alcanzar una comprensión más profunda del Perú moderno. Caudillos, Estado y cultura política Hemos planteado tres tesis centrales sobre caudillismo e inestabili­ dad política en América Hispana. Es necesario señalar que los caudillos no existieron en un vacío político sino que, por el contrario, crearon coa­ liciones políticas, y dirigieron Estados que, aunque eran inestables, fun­ cionaban totalmente. Caudillismo no es sinónimo de ausencia de Estado; en consecuencia, para el análisis ha sido importante dirigir los ojos hacia las estructuras políticas y las unidades administrativas del Estado caudi­ llista, así como hacia los propios caudillos y sus coaliciones. Nuestra in­ tención es que este trabajo ayude a explicar el difícil camino hacia la formación del Estado en América Latina, así como la persistencia del autoritarismo. Nuestra primera tesis es que el gamarrismo en Cusco demuestra que las luchas políticas de inicios del Perú republicano no debieran ser entendidas como un combate entre los toscos caudillos del campo y las elites modernas de Lima, o como una confrontación sin sentido entre, al interior de éstas, y con las elites y sus sustitutos pretorianos. Los caudi­ llos crearon alianzas multiclasistas, pues no eran ni los títeres de las cla­ ses altas que estaban detrás del telón, ni los amos de las masas campesi­ nas. Ciertamente, ningún caudillo peruano ha dependido exclusivamente de las clases bajas y, por otro lado, tampoco ha podido re·nunciar a tener una base popular. En otras palabras, las clases bajas no eran ni totalmen�e dependientes ni independientes de los caudillos. Aunque todos los caudi­ llos requerían una base de masas, las clases bajas demostraron que cu�­ do así lo decidían, eran capaces de retirar su apoyo o incluso de cambiar de bando. Gamarra y los indios de su Cusco nativo constituyen un ejemplo de esta intrincada relación. . En segundo lugar, es necesario tomar seriamente los debates ideo­ lógicos de las luchas caudillistas. Como el presente trabajo lo ha m?stra­ do para el caso de Cusco, las discusiones sobre el Estado y la sociedad 280

Conclusiones fu�ron mucho más allá de los salones de las casas elegantes de la Plaza de Armas. Tales debates dieron forma a las luchas sobre la naturaleza y control del Estado postcolonial y, de igual manera, influyeron en las pos­ teriores discusiones. La división liberal/autoritario, que caracterizó la po­ lítica peruana hasta bien entrado el siglo XX, -y que pareciera haber re­ cuperado actualidad en años recientes, a la luz del poco ortodoxo régimen 4 de Fujimori- se desarrolló en las décadas de 1820 y 1830 • A lo largo de este libro, hemos intentado demostrar que las guerras. civiles y los regí­ menes inestables conducidos por generales no son sinónimos de ausencia de debate o de falta de participación política externa al campo de batalla. En tercer lugar, hemos puesto de relieve los beneficios que trae si­ tuar la cultura política en su contexto específico, en términos de las lu­ chas políticas sobre el terreno, incluyendo las elecciones, las festividades, la prensa y otros tópicos similares. Más aún, éstos deben ser ubicados históricamente; es decir, no basta con revisar los "antecedentes colonia­ les" de los rituales públicos, los discursos, y el uso del espacio, sino que también se requiere tomar en consideración las tradiciones locales y las luchas duraderas. Por ejemplo, el régimen de Gamarra en Cusco puede entenderse sólo a la luz de las rebeliones de Túpac Amaru, así como de la utopía andina o del revitalismo Inca. Regresemos al caudillismo en el Pení luego de la muerte de Gama­ rra, específicamente a ciertas ramificaciones de este estudio. En los últi­ mos ciento cincuenta años, los militares han continuado jugando un rol clave en la política. En tal sentido, durante la segunda mitad del siglo XIX, fueron los combates militares, más que elecciones formales, los que decidieron quién sería el próximo presidente: entre 1841 y 1899, veintiu­ no de los veintinueve presidentes del Perú fueron militares5 • De hecho, en la década de 1990 en el Perú todavía siguen rondando los rumores de golpes militares. Aunque con el transcurrir del tiempo las ideologías y las bases so­ ciales de los movimientos y Estados caudillistas han cambiado, una ca­ racterística del período 1820-1840 permanece: el relativamente débil control de los caudillos en el poder, como lo muestra que en el Perú el caudillo que tuvo un gobierno más prolongado, Ramón Castilla, gobernó por doce años (1845-1851 y 1855-1862), mucho menos que Juan Manuel de Rosas, Porfirio Díaz, u otros gobernantes hispanoamericanos. Ningún caudillo, por ofro lado, dejó una marca indeleble en el Perú del siglo XIX. 4

5

Jorge Basadre resalta el legado político e ideológico de inicios de la República. Al­ berto Fujimori, quien hace alarde de su fuerza de voluntad y de su eficiencia, al mismo tiempo que denigra a las instituciones políticas, trae a la memoria a Gamarra y a otros c¡¡udillos autoritarios. . . Algunos estuvieron en el cargo por más de un período. Igualmente, surgieron _cau?1llos civiles como Nicolás de Piérola. David Scott Palmer: Peru: The Authontarzan Tradition, New York, Praeger, 1980, pp. 37-39.

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Muchos, como Gamarra, crearon bases de poder regional y_ nacional, pero se mostraron incapaces de institucionalizar su autoridad. Empero, el caudillismo también cambió en otros aspectos. En el período inmediatamente posterior a la Independencia, el campo y los pe­ queños poblados jugaron un rol inusualmente importante en las luchas políticas que ocurrieron en toda América Hispana, pero este rol cambió con el auge de la economía de exportación, la relativa institucionalización de la política, y el ascenso de las ciudades -particularmente de la capital­ ' que data de fines del siglo XIX". El fracaso de los liberales en su intento por construir una base en el campo cusqueño. prefigura estos cambios. Como se ha visto en el capítulo VI, las clases bajas urbanas participaban en las constantes luchas políticas que ocurrían en torno al control del Es­ tado, alterando así las normas y la práctica política. Estos grupos jugaron una parte importante, aunque episódica, en el caos político del largo siglo XIX. Pero en la zona rural de Cusco no hubo el mismo nivel de partici� pación, pues las coaliciones caudillistas -como la de Gamarra- muy ra­ ramente hacían proselitismo fuera de la ciudad y de los pueblos de cierta importancia. En el campo reclutaban soldados, pero no los incorporaban en los movimientos políticos. El debate constante -por lo general apasio­ nado- sobre política, que marcó a la ciudad de Cusco de este período, no tuvo el mismo efecto en sus diez provincias. Los términos de las discu­ siones políticas a nivelnacional y regional no fueron ampliamente incor­ poradas en las discusiones en las provincias, por tanto, las creencias y demandas de la sociedad local y rural no pudieron influir en los debates ideológicos de ámbitos mayores. En Cusco, los campesinos indígenas -que constituían la abrumadora mayoría de la población rural- no se involucra­ ron en forma masiva en la política caudillista Como se ha visto en el ca­ pítulo VII, ellos rechazaron la invitación a actuar como mercenarios oca­ sionales. La ausencia de campesinos indígenas en las luchas caudi!Iistas ocurridas en Cusco no significa que la política y la sociedad no cambia­ ran con la Independencia, o que el campo fuera "apolítico". De hecho, en el siglo XIX se intensificaron las luchas en torno a quién tenía el gobierno local, las que se habían hecho evidentes con el estallido de la sublevación de Túpac Amaro. En líneas generales, el cargo de cacique entró en deca­ dencia, y los alcaldes indígenas o varayoks, se fueron haciendo cada vez más importantes7 • Personajes que no eran indios siguieron pugnando por tener una mayor influencia, aunque su atrincheramiento en cargos de au­ toridades locales no fue un proceso sin fisuras. ¿Cómo es que el estudio del gamarrismo contribuye a la compren­ sión de las causas del caudillismo? El presente libro muestra, sobre todo, 6 7

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Halperín Donghi: The Aftermath. .. Sala i Vila: Y se armó... ; Thumer. From Two Republics...

Conclusiones los beneficios que trae la vinculación entre las luchas políticas a nivel lo­ cal, regional y nacional. Debe señalarse que los caudillos no constituye­ ron una aberración o un reflejo desafortunado del fracaso de la formación política republicana sino que, por el contrario, la política caudillista constituyó un tipo singular de formación del Estado. Los caudillos enca­ bezaron coaliciones amplias, con frecuencia forjando vínculos con los partidos políticos, o incluso representándolos y, con la ayuda de una red de ideólogos e intermediarios c:ulturales, promovieron ideas y plataformas influyentes sobre el Estado y la sociedad postcoloniales. Más aún, el aná­ lisis de los grupos de la clase baja, como se ha relevado a lo largo de este libro, representa otro elemento clave para la comprensión del caudillis• mo . El período posterior a la Independencia dio forma a la moderna República peruana. Por un lado, el sistema político y las fronteras nacio­ nales han sido básicamente los mismos. A fines del siglo XVIII e inicios del XIX, los peruanos examinaron una serie de opciones políticas, sobre todo, diferentes formas de republicanismo y monarquía, y combatieron en torno a ellas, lo que tuvo como resultado el predominio de la República. Por otro lado, surgió una forma de nacionalismo, más fuerte que lo que muchos especialistas podrían sugerir, que consentía un sentido de unidad mientras a la vez permitía diversas nociones de lo que el Perú era, es, y será. De esta manera, pese a las divisiones del período caudillista, y al discurso etnocéntrico que recorría los diferentes ámbitos del Estado, un sentido de peruanidad se extendió a lo largo de gran parte del país. Es ne­ cesario señalar que, aun cuando a lo largo de este libro se pone énfasis en las divisiones, ello no quiere decir que la identidad peruana fuera débil o inexistente. Por el contrario, creemos que circulaban diversas nociones de peruanidad, incluyendo conceptos más incluyentes que contradecían las opiniones excluyentes que el Estado y la elite local defendían". Los indios y el Estado Después de la década de 1840, el poder político y económico se trasladó de Cusco y los Andes hacia Lima y la costa. Con la abolición de la contribución_ de indios en 1854, el Estado ya no tenía un incentivo fi8

9

La participación de los campesinos en las luchas caudillistas del siglo XIX varió de una región a otra Algunos caudillos peruanos contaron con una base campesina de masas, como las guerrillas de Andrés Avelino Cáceres, en la zona del valle del Mantaro. Sin embargo, estos grupos no estuvieron totalmente incorporados en las alianzas políticas, y la exclusión del campesinado siguió adelante. De hecho, Cáce­ res traicionó a sus seguidores, e incluso los persiguió cuando se convirtió en presi­ dente. Véase Mallon: The Dejense..., y Manrique: Campesinado... Para muchos lectores debe ser evidente la deuda que estas ideas tienen con Jorge Basadre, un terco optimista sobre el Perú.

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nanciero para defender el derecho de las comunidades indígenas a la tie-. rra. No obstante, el campesinado indígena opuso resistencia a los desafíos que amenazaban su autonomía política y sus recursos económicos y, por ello, los diversos proyectos para "desindianizar" el Perú fracasaron. En 1961, los "indios" constituían poco menos que la mitad de la población nacional y, todavía en nuestros días, tal vez un 35 por ciento de la pobla­ ((} ción habla quechua . Para entender la persistencia de los indios como grupo social clave en los Andes, es necesario considerar una serie de factores: las divisiones al interior de la elite, los obstáculos estructurales que enfrenta una política anti-indígena, la divergencia entre ideología y práctica, y el rol activo en política que los propios indios han desempeña­ do. Este libro ha intentado proporcionar una explicación integral de este proceso. A lo largo del siglo XIX, las clases altas continuaron divididas en torno al significado e implementación que el liberalismo tuvo en los An­ des. Al igual que en el caso de las reformas borbónicas, estas divisiones dificultaron los esfuerzos por cambiar la relación entre los indios y el Estado. Mientras algunos gobiernos, como el régimen civilista del Presi­ dente Manuel Pardo (1872-1876), intentaron integrar a los indios -en realidad, occidentalizarlos- otros, como el gobierno de Nicolás de Piérola (1879-1891 y 1895-1899), afirmaba que los protegía de las perniciosas influencias externas. Los intelectuales y los políticos estuvieron de acuer­ do en la necesidad de desindianizar a la población peruana y de ampliar la economía de mercado; sin embargo, tenían diferencias sobre la forma de lograrlo. Aunque entre los grupos de elite persistía una mentalidad anti­ indígena, que se hizo más sofisticada con el auge del racismo científico, las políticas que ellos proponían eran muy diversas". No obstante, como el presente libro lo ha mostrado para el período 1780-1840, las ulteriores divisiones políticas no pueden reducirse a meras disputas entre las elites. Para cualquier análisis es de suma importancia considerar la tenue relación existente entre los diferentes grupos sociales, y los diversos ámbitos del Estado. En general, a la sombra de un acuerdo tácito con el Estado' central con sede en Lima, los funcionarios locales de los Andes se ocupaban principalmente de sus propios intereses, entre los cuales estaba la atención a las exigencias de los gamonales, que eran quienes ostentaban el poder local. Tales autoridades garantizaban el or10 11

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Mallan: "Indians and the State", pp. 36-37. Sobre las complejidades de la relación entre los indios y el Estado en el siglo XIX, véase Nils Jacobsen: "Liberalism and Indian Communities in Peru, 1821-1920", en Robert H. Jackson (ed.): Liberals, the Church and lndian Peasants: Corporate Lands and the Challenge of Reform in Nineteenth-Century Spanish America, Albu­ querque, Univernity of New Mexico Press, 1997, pp. 123-170. Entre otras síntesis importantes está la de Paul Gootenberg: Imagining Development: Economic Ideas in Peru's "Fictitious Prosperity" ofGuano, /840-1880, Berkeley, University ofCali­ fomia Press, 1993; y Larson: "Communities, Cultures and Markets..."

Conclusiones den para el partido en el poder y, en la mayor parte de los casos, el apoyo en caso de elecciones o incluso de guerras civiles. Sin embargo, era fre­ cuente que este acuerdo se rompiera, y en algunas regiones los gamonales o sus representantes chocaran con el Estado central. La presencia del Es­ tado limeño en los Andes siguió siendo débil, particularmente después de la abolición de la contribución de indios y del ulterior desmantelamiento de la red fiscal. Las dificultades topográficas del Perú y la falta de trans­ 12 porte y comunicación ampliaron la brecha entre la costa y los Andes • Por tanto, en el siglo XIX la formación del Estado tuvo dos debili­ dades fundamentales. La primera fue que los diferente proyectos políticos provenientes de Lima estaban de acuerdo, explícita o tácitamente, en ex­ cluir a las clases bajas: hasta bien entrado el siglo XX (y tal vez hasta hoy en día), el Estado se ha mostrado incapaz de incorporar en sus proyectos a la mayoría indígena. Segundo, las conexiones entre los diferentes es­ tratos del Estado seguían siendo frágiles, pues se hallaban desgastadas tanto por el abismo existente entre Lima y provincias, como por la in­ fluencia de las elites locales. En el siglo XIX el Estado central se basaba en una coalición provisional con el poder local, que excluía a la mayoría de la población. Las consecuencias se mostraron de una forma brutal­ mente evidente en la desastrosa Guerra del Pacífico (1879-1883), cuando el ejército chileno arrasó el Perú enteron. A la luz de las políticas de un Estado hostil, ¿cómo podemos expli­ car la supervivencia de los indios? La división de las elites y la ineficacia del gobierno son sólo parte del problema. Los indios y las clases bajas en Cusco y en todo el país emplearon una serie de tácticas políticas para de­ fenderse y asegurar un lugar en la República: protestaron no sólo a través de la rebelión, sino también utilizando el sistema legal, conformando alianzas y enfrentando las intrusiones de los foráneos. De hecho, las su­ blevaciones no fueron frecuentes hasta inicios del siglo XX:14• Asimismo, los indios incorporaron y subvirtieron el discurso oficial, sacando a luz las promesas incumplidas y las contradicciones. Empero, la consecuencia de sus actividades se muestra de un modo más evidente en aquello que 12

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Con frecuencia, la relación entre Lima y las provincias era tirante, y los gamonales no disfrutaban de un poder absoluto e indisputable. A lo largo del siglo XIX, los go­ biernos nacional y regional no pudieron ofrecer a funcionarios locales que no eran indígenas un apoyo militar o financiero adecuado que les permitiera atrinchera�se _en el poder, por tanto los gamonales. se vieron obligados a realizar a�ianzas. �s indios tomaron ventaja del débil poder de las autoridades locales. Más aun, segma en pie la complejidad sociológica de las divisiones políticas evidentes en Cusca. En la mayo­ ría de regiones, se podía encontrar indios en bandos opuestos. Por mucho tiempo los intelectuales han presentado a la Guerra del Pacífico como un símbolo de la debilidad de la nación (o del Estado-nación), aunque no se han puesto de acuerdo en cuáles eran las raíces de tal debilidad. Véase Coastworth: "Pattems... ", pp. 21-62; y las diver.;as introducciones de Stem a su libro Resistence, Rebellion.. .

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pudieron impedir: los diversos planes por privarlos de su cultura y de sus recursos económicos y políticos 15• Al parecer estas diferentes formas de resistencia tuvieron éxito frente a amenazas cada vez mayores a la tierra y la autonomía política in­ dígenas, así como a la difundida creencia de que para lograr el progreso era necesario desembarazarse de los indios. No obstante, tal visión del problema simplifica excesivamente la historia andina. De hecho, muchas comunidades perdieron tierra, muchas sufrieron bajo la tiranía de gamo­ nales, y muchas vieron cómo sus miembro� se veían obligados a bus�ar trabajos en haciendas y minas. Y, en la medida en que la demanda de tie­ rra y mano de obra indígena aumentaba, el campesinado indígena e�­ frentaba penurias económicas y presión política. Por ello, es necesano examinar de cerca estos procesos con el fin de impedir la "ligereza etno­ gráfica" que plaga muchos trabajos sobre la "resistencia"'•. Ya bien en­ trado el siglo XX, los indios seguían siendo "no-ciudadanos". Más aún, los indios no sólo se pusieron en sus trece y defendieron sus derechos a ser indios; raza y sociedad son mucho más complicados de lo que este esquema señala. En la República, la complejidad sociológica continuó: los protagonistas no eran indios homogéneos y .unificados que enfrentaban a una "elite" que no era indígena. No sólo se trataba (y se trata) de grupos políticos dominantes divididos sobre lo que hay que ha­ cer con la población indígena, sino que las propias clases bajas tomaron ventaja -y a la vez contribuyeron- de las fluctuantes definiciones de ca­ tegorías raciales en los Andes. Desde que disminuyó el interés del Estado colonial y postcolonial en la definición y la defensa de la categoría indio, diversos factores sociales, económicos y políticos han ido modelando al significado de este término. Millones de personas han abandonado esta categoría para convertirse en castas, mestizos o cholos. Otros han pasado 11 de una categoría a otra y de ésta a la primera • No obstante se puede afirmar que, aún enfrentados con un Estado hostil y con poderosos que no eran indios, que andaban en pos de su mano de obra y de las tierras de sus comunidades, los indios continuaron siendo una parte importante del Pe­ rú: ciertamente un logro sorprendente.

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Se puede hallar una perspicaz explicación del significado de "nll9ionalismo alterna­ tivo" incluso cuando es derrotado, en Mallon: Peasant andNation... , p. 141. Sherry Ortner: "Resistance and the Problem of Ethnographic Refusal", en Compa­ rative Studies on Society and History 37, Nº 1, 1995, especialmente las pp. 180-183. Una visión global sobre etnicidad y sociedad en los Andes puede hallarse en Harris: "Ethnic Identity...", en Larson y Harris (eds.): Ethnicity, Marlrets...

Conclusiones Cuseo Para concluir, retornemos a Cusco, centro e inspiración del pre­ sente estudio. Después de 1840, disminuyó la importancia relativa de la ciudad y'la región. Si se mira en perspectiva, en 1830 la ciudad de Cusco tenía casi el 60 por ciento de la población de Lima (30 mil versus 50 mil), y hoy en día ese porcentaje es menos de un cinco por ciento (320 mil a 7 millones). En la actualidad � la cuarta ciudad más grande del Perú, don­ de el pilar económico es el turismo, que ha reemplazado a la prod?cción para el mercado peruano-boliviano andino. Incluso el más convencido re­ gionalista cusqueño tiene que reconocer que la ciudad y la zona no pue­ den competir con Lima. No obstante, aunque Cusco ya no repres�nt� :l principal opositor al centralismo limeño, allí continúan surgiendo s1g_mf�­ cativos movimientos disidentes.- Uno de los más importantes fue el md1genismo, surgido a principios del siglo XX, que fue un movimiento cons­ tituido por personas que no siendo indígenas colocaron a los indios en el centro de la agenda nacional. Luego, a fines de la década de 1950, las fe­ deraciones campesinas organizadas por Hugo Blanco y otros en el Valle de La Convención, al norte de Cusco, pusieron en marcha un movimiento radical que culminó con los movimientos guerrilleros de la década �e 1960. No obstante, en términos generales, es claro que en el presente si­ 18• glo el significado político de Cusco ha disminuido Por tanto, no es sorprendente que, en busca de símbolos y alterna­ tivas históricos, los movimientos sociales, intelectuales y políticos de Cusco invariablemente hayan puesto los ojos en el período 1780-1840, que se ha estudiado en el presente trabajo. Prácticamente todas 1� fuerzas políticas de Cusco invocan a Túpac Amaru, Pumacahua y Agustm G�a­ rra quien mereció una estatua en la importante Plaza de San Francisco. Para muchos, estos hombres fueron héroes que aun cuando -por desgra­ cia- fueron derrotados, intentaron cambiar el curso de la historia andina desafiando el dominio español y el centralismo de Lima, con el fin de que Cusco retorne al lugar que le corresponde. A la luz de las divisiones ra­ ciales, geográficas y de clase que continúan signando el Perú de hoy, mu­ chos cusqueños -y no sólo ellos- siguen planteando una pregunta que atormenta: ¿Qué hubiera sucedido si estos personajes hubieran alcanzado la victoria? No. es sorprendente que estas especulaciones otorguen a �os héroes capacidades míticas en lo que con frecuencia es una perspectiva profundamente chauvinista: "Primero el Cusco". Ot ros van más ali� Y _ afirman que si el Perú contemporáneo ha de ser cambiado, las estrategias, 18

En Cusco, Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario _ Túpac Amaru (MRTA) tuvieron una presencia mucho menor que en otras zonas andinas, en parte a causa de la importancia que las "fuerzas represivas" del Estado han d�do a Cusco desde los años sesenta. Obviamente, hay otras explicaciones como la fuerza de las federaciones campesinas.

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objetivos y utopías difundidas por estos personajes siguen siendo la clave de tal cambio. En otras palabras, Túpac Amaru, Pumacahua y Gamarra son algo más que símbolos de oportunidades perdidas: son los portadores de vías alternativas para el Perú.

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288

Archivo Departamental del Cusco Archivo General de Indias Archivo General de la Nación Archivo Histórico Militar Archivo de Límites y Fronteras Administración del Tesoro Público Biblioteca Nacional del Perú Centro Bartolomé de Las Casas Causas Criminales Colección Documental del Bicentenario de Túpac Amaru Colección Documental de la Independencia del Perú Colonial Latin American Review Colección Mata Linares Comisión Nacional del Bicentenario de la Rebelión Emancipadora de Túpac Amaru Consejo Superior de Investigaciones Científicas Documento Hispanic American Historical Review Instituto de Estudios Peruanos Instituto Nacional de Cultura Joumal of Latin American Studies Latin American Research Review Legajo

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